LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL CIENTÍFICO

LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL CIENTÍFICO Patricio J. Garrahan La ciencia, que por mucho tiempo fue tarea solitaria de unos pocos, se ha ido transform
Author:  Amparo Soto Rubio

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LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL CIENTÍFICO Patricio J. Garrahan

La ciencia, que por mucho tiempo fue tarea solitaria de unos pocos, se ha ido transformado a lo largo de los últimos cien años en una actividad que afecta a todos. De allí la necesidad de establecer principios que definan la responsabilidad social del científico. Nuestro examen del asunto estará basado sobre los siguientes supuestos. El deslinde de la responsabilidad social del científico requiere conocer los límites del saber científico y las diferencias que separan a la ciencia de las creencias y la ciencia de la tecnología. La definición de la responsabilidad social del cientìfico queda incompleta si no incluye, además a la labor del científico como educador, como evaluador de la tarea de sus colegas y como divulgador de su actividad.   Se deben aplicar normas, no sólo al ejercicio de la ciencia, sino también al proceder de otros actores sociales vinculados con la ciencia, en particular los administradores de los recursos que se destinen a ella.

La Naturaleza del Saber Científico La ciencia nada pretende  –y nada necesita–  decir acerca de la naturaleza íntima de lo que estudia. Le basta con hallar modelos conceptuales, siempre provisorios y siempre sujetos a revisión. El saber científico es incapaz, entonces, de proporcionar respuestas a preocupaciones centrales al hombre tales cómo el significado de su existencia y de su destino último. Esto es, el ámbito de la ciencia es ajeno al de las creencias. La ciencia no puede ser utilizada para fundamentarlas y ellas deben abstenerse de fijar restricciones a la forma de conocimiento propio de la ciencia. La delimitación entre ciencia y creencias es importante para establecer las normas éticas de la labor científica. En una sociedad pluralista principios exclusivos a una determinada creencia no pueden convertirse Este escrito es la versión resumida de otro de igual título publicado en criterio diciembre 1996

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en obligaciones para todos. Por ejemplo, los debates sobre la ética de las tecnologías reproductivas o sobre la orientación sexual de las personas, se torna confuso si no toma en cuenta esta distinción.

¿Es éticamente neutra la investigación científica? La mayoría de los científicos dirán que el uso de los productos que resultan de la indagación científica depende de decisiones que no les competen. Esta actitud es errónea: Ningún científico puede ignorar que muchos investigadores han participado y participan voluntariamente en acciones destinadas al desarrollo de herramientas de efectos perversos sobre el hombre y sobre la naturaleza. Es en este contexto que deben considerarse, muy en particular, las obligaciones del reducido grupo de especialistas que puede predecir las derivaciones de un adelanto científico cuando éste se halla en sus etapas iniciales. Ellos deben alertar a la sociedad sobre las posibles consecuencias de los nuevos hallazgos para que ésta pueda tomar recaudos a tiempo. El deber de los científicos con relación al posible empleo perverso de sus hallazgos está bellamente ilustrado en la invocación del Premio Nobel Salvador Luria. Si nosotros, los científicos, rehusáramos asociarnos a las obras de la injusticia, si negáramos nuestro conocimiento a aquellas actividades de la sociedad que empobrecen la condición humana, si exigiéramos que el carácter racional de nuestro trabajo fuera seguido por un uso racional de los productos que de él resultan, entonces podríamos ser considerados nuevamente, constructores de un templo abierto a todos para la veneración y el asombro. Así como el científico no puede eludir el examen de las consecuencias de las aplicaciones de su tarea, la sociedad no puede delegar las decisiones sobre el uso de la ciencia en quienes, que por ser supuestos depositarios de conocimientos intransferibles, se les asigna la potestad de tomar decisiones en nombre de todos. Para lograr una apropiada participación social en las decisiones vinculadas a la ciencia es menester una adecuada comprensión de su significado por todos los ciudadanos.

Ciencia y tecnología La distinción entre ciencia y tecnología está elegantemente señalada en los dichos de John M. Ziman: La penicilina no es la Ciencia así como una catedral no es la Religión, ni un estrado de testigos, la Ley; y de Salvador Luria: La tecnología, por avanzada que sea, no es ciencia, a no ser que su objetivo sea el conocimiento. 112

El propósito primordial de la ciencia y la motivación fundamental de la tarea de un científico no es la tecnología sino la comprensión de la realidad. Los resultados de la ciencia deben ser bienes públicos accesibles a todos. Estas exigencias no se aplica a los desarrollos de la tecnología los que suelen ser bienes comercializables, protegidos por patentes y amparados por cláusulas de secreto industrial. El modo de encarar la cooperación entre el sector académico y la industria sin lesionar la libertad académica y el carácter de bien público que tienen los resultados de la ciencia es un asunto aún no resuelto. En lo personal coincidimos con la opinión de Carl. Dejarassi profesor en la Universidad de Stanford que ocupó posiciones importantes en empresas comercializadoras de tecnología quien en un artículo en Science (26 de agosto de 1993 páginas 972-973) dijo, con relación a este tema: Ejemplos de actividades que deberían estar invariablemente prohibidas son la utilización de bienes, facilidades y personal (en particular estudiantes) de la universidad, para el beneficio de la compañía que se asocie con ella; la evaluación de productos para su eventual aprobación por el gobierno o para fines promociónales, y toda restricción a la libre difusión de investigaciones realizadas en la universidad.

Las tecnologías vinculadas con la salud En el campo de las ciencias de la salud una disyuntiva de profundas implicancias éticas, es la necesidad de establecer criterios para lograr un justo equilibrio entre la asignación de recursos para investigaciones de las enfermedades de la vejez, que generan tecnologías de alto costo, cuyo fin es prolongar en unos pocos años la vida de los habitantes de los países ricos (o de los pocos ricos que viven en los países pobres), y las destinadas al desarrollo de procedimientos sencillos y baratos para la atención primaria de la salud, que evitarían millones de inútiles muertes prematuras que se producen en los países pobres. Es en el elemental derecho de acceso a cuidados de la salud, donde más descarnadamente se expresan las desigualdades entre los países ricos y los pobres. Por ejemplo UNICEF ha estimado que durante la década del ’90, se produjeron cincuenta millones de muertes inútiles de niños por falta de acceso a tratamientos simples y de bajo costo desarrollados merced a los avances de la ciencia. Otro testimonio reside en los datos publicados en el Informe sobre Desarrollo Mundial 1993 del Banco Mundial. En él se señala que la edad mediana al morir (vale decir la edad por debajo de la cual se producen la mitad de todas las defunciones en un año) alcanza la estremecedora cifra de cinco años en los países de África al Sur del Sahara mientras que es de 75 años en los países con 113

economía de mercado consolidada y de 72 años en los países europeos del ex bloque socialista. Otra tecnología derivada de la investigación biológica es la ingeniería genética, la que permite, y permitirá crecientemente, crear o modificar artificialmente a seres vivos. Esto genera variadas e inéditas cuestiones. Una de ellas son las normas que deben regir los derechos de la propiedad de organismos vivos de valor económico producidos artificialmente. Su patentamiento puede implicar que tanto la terapia de enfermedades genéticas, como el desarrollo de las cosechas en el futuro, podrían conseguirse sólo pagando costosas patentes o derechos. Otro asunto importante es el relacionado a la intervención temprana sobre el genoma humano. Éste ya ha generado cuestiones éticas vinculadas a la privacidad de la información genética. El actual debate sobre las nuevas tecnologías reproductivas, deberá incluir también normas que encuadren la modificación del acervo genético de embriones humanos. Esto tiene aspectos beneficiosos, como el tratamiento de enfermedades hereditarias, y otros que son discutibles como la modificación los genes del embrión para satisfacer los anhelos de sus padres o las demandas de la sociedad.

La divulgación de la ciencia Los hallazgos de un científico sólo se incorporan al conocimiento si sobreviven al examen crítico de sus pares, a los cuales el investigador somete su obra mediante su publicación en una revista especializada. Un conflicto propio de la difusión de nuevos conocimientos lo constituye su presentación a los medios masivos, en el caso en que éste se haga antes de su difusión en órganos especializadas. Este proceder no sólo impide al resto de los expertos evaluar y opinar sobre la validez de los resultados, sino que además, puede generar expectativas imposibles de satisfacer. Esto es especialmente grave en el caso de posibles tratamientos de enfermedades hasta ahora incurables, habida cuenta de que siempre pasan años entre su descubrimiento y los desarrollos tecnológicos que permiten hacerlo accesible a todos. Por lo tanto debería generalizarse la regla de que sólo se darán a conocer al público en general aquellos resultados que fueron previamente difundidos con suficiente detalle como para permitir su análisis crítico por especialistas. Además, en el caso de hallazgos que generen expectativas, su difusión al público con las debidas precauciones a fin de impedir la creación de esperanzas infundadas.

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Deberes del científico como formador de otros científicos La formación de nuevos investigadores es parte integral de la actividad del científico y como tal está acompañada de deberes y obligaciones. El deber fundamental del científico maduro es estimular y reconocer la independencia y la creatividad del joven. Un desvío grave de esta conducta es la utilización del joven para emplear como propias, y sin el debido reconocimiento, ideas que le pertenecen. El caso inverso al anterior es el del científico maduro que promueve a altas posiciones a un joven mediocre porque le es útil por su laboriosidad y sumisión. Ambos vicios dañan al quehacer científico porque violan la norma fundamental de que éste debe promover la calidad.

Los otros actores sociales del quehacer científico El adecuado desarrollo de la ciencia impone obligaciones explícitas a los administradores de la ciencia. Éstos deben poseer no sólo idoneidad sino también una actitud pluralista que asegure que la asignación de recursos se haga exclusivamente sobre la base del mérito. La idoneidad no puede reemplazarse con buena voluntad o con buenos asesores, y la más alta calidad científica no puede substituir a la falta de pluralismo. La distribución de los recursos para la ciencia se realiza previo informe de evaluadores, que deben se expertos en el tema y cuya identidad permanece en secreto para el solicitante. Este mecanismo, llamado juicio de los pares (peer review), tiene que evitar los conflictos de interés, ya que nadie debe evaluar su propia tarea o la de personas vinculadas con él. El procedimiento impone, además, un fuerte compromiso ético al evaluador debido al poder que su posición le confiere.

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