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LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL (1939-‐1945) ORIGEN DEL CONFLICTO Causas profundas
Como se vio en su momento, la Primera Guerra Mundial tuvo sus causas profundas en las
necesidades de desarrollo del capitalismo alemán, frustradas por la carencia de colonias. La derrota alemana en la gran guerra no dio solución a este problema, dado que el nuevo reparto colonial, que era el objetivo último de la guerra, no se llevó a cabo. Por el contrario, las escasas colonias alemanas fueron puestas bajo mandato de la Sociedad de Naciones y administradas por las potencias vencedoras, Gran Bretaña y Francia; además, el Tratado de Versalles privaba a Alemania de recursos imprescindibles para su desarrollo económico: las minas de Alsacia y Lorena, las del Ruhr... Por estos motivos, fue tan fácil para los nazis vincular el bienestar del pueblo alemán al desarrollo económico, éste, a las necesidades de expansión sobre otros territorios (teoría del "lebensraum” o espacio vital) y estas necesidades finalmente, a la obligación de desarrollar una política fuertemente nacionalista, de denuncia del Tratado de Versalles y de expansión exterior. La causa principal de la Segunda Guerra Mundial fue pues, nuevamente, económica: el capitalismo alemán necesitaba forzar un nuevo reparto colonial (frustrado en 1918) si quería desarrollarse, no es extraño por lo tanto, que la gran industria alemana se encuentre a menudo detrás de la financiación de nacional-‐socialismo. En situación similar se encontraba Japón, que en su caso, chocaba en el Extremo Oriente con la expansión norteamericana; Italia por su parte había visto como los resultados de su participación junto a la Entente en la Gran Guerra no habían satisfecho sus expectativas colonialistas.
Sobre estas causas profundas, actuaron otras subordinadas como la impotencia y el
sentimiento de agravio por parte del pueblo alemán ante las imposiciones injustas del Tratado de Versalles, que favorecieron el arraigo de un nacionalismo agresivo. Detonantes
En los años inmediatamente anteriores al estallido de la guerra, las tres potencias que
formarán el Eje Fascista: Alemania, Italia y Japón, llevan a cabo una escalada de agresiones imperialistas contra otros pueblos que preparan el camino de la guerra:
En 1935 y excusándose con un conflicto fronterizo en la Somalia italiana, Italia invade
Abisinia (Etiopía). Pese a la condena formal de la Sociedad de Naciones, Italia conquistó fácilmente el país y el rey Víctor Manuel III fue proclamado emperador de Abisinia.
Alemania, llevó a cabo en 1934 una primera tentativa, frustrada, de Anschluss (anexión de
Austria) en el marco de la cual, nazis austriacos asesinaron al canciller Dollfuss. En 1938 sin embargo, en Anschluss se consuma, con la ocupación militar de Austria por Alemania. Ese mismo año y con la anuencia de Gran Bretaña y Francia, Hitler anexiona la región checa de los Sudetes, habitada por población de lengua alemana, el año siguiente, completa la ocupación de toda Checoslovaquia.
En estos mismos años se va produciendo el acercamiento entre las dos potencias fascistas,
Italia y Alemania, que colaboran estrechamente para intervenir en la guerra civil española en apoyo del general Franco, con cuya victoria logran el establecimiento en España de un régimen pro-‐ fascista.
Japón, por su parte, había iniciado su expansión imperialista en 1931, con la ocupación de la
región china de Manchuria, donde se estableció un régimen títere dirigido por Pu-‐Yi, último emperador chino y denominado "Manchukuo”. En 1937 y aprovechando la guerra civil entre nacionalistas y comunistas, los japoneses extienden la ocupación al resto del país.
Frente a esta escalada imperialista, ni la Sociedad de Naciones ni el resto de las potencias
democráticas pasan de las meras condenas formales. Se aplica una política de tolerancia con las agresiones en la esperanza de que cada nueva anexión satisfará finalmente las ambiciones alemanas y evitará una nueva guerra.
En estas circunstancias, uno de los países que más tenía que temer de la expansión del
fascismo era la Unión Soviética, dirigida a la sazón por José Stalin. No sólo el comunismo aparecía como el enemigo irreconciliable del fascismo, sino que los territorios de la propia URSS constituían una zona de expansión natural del imperialismo germano. Por esta razón, el gobierno soviético trató en repetidas ocasiones de buscar la alianza de las potencias liberales para poner freno a la expansión fascista; sin embargo el Pacto de Munich firmado en 1938 entre Alemania, Francia y Gran Bretaña, dejó a la URSS ante la perspectiva de tener que afrontar en solitario un eventual ataque alemán. Ante esta posibilidad, los soviéticos decidieron firmar, el 23 de agosto de 1939, un sorprendente pacto de no agresión con la Alemania nazi, que garantizaba al menos que el primer
golpe no iría dirigido contra la URSS. Pero, además, el pacto de no agresión germano -‐soviético, contenía cláusulas secretas que preveían el reparto de Polonia entre los dos países y la neutralidad alemana en el caso de que la URSS invadiera Finlandia, los países bálticos o la Besarabia.
Con las manos libres en el este, Hitler precipitó los acontecimientos y el 1 de septiembre, sin
previa declaración de guerra, invadió Polonia. El ataque fulminante de Alemania, concluyó con la derrota inmediata de Polonia y la declaración de guerra por parte de Francia y de Gran Bretaña. DESARROLLO BÉLICO Las grandes ofensivas alemanas (1939-‐1941)
En los quince días siguientes a la invasión, Alemania, haciendo uso de la nueva estrategia
militar conocida como "Blitzkrieg" o guerra relámpago (consistente en ataques combinados de la aviación, tanques y artillería), culminó la invasión de Polonia, al tiempo que la URSS ocupaba el resto del territorio tal como se había pactado apenas un mes antes. Acto seguido, los soviéticos ocuparon los países bálticos y Finlandia, recuperando de esta manera prácticamente todos los territorios que había perdido en 1918 como consecuencia de la Paz de Brest Litovsk.
En la primavera de 1940, Alemania ocupa Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica y
Luxemburgo. El avance alemán parecía imparable y toda la ayuda prestada por Francia y Gran Bretaña a los países ocupados, parecía inútil. De hecho, un enorme contingente de unos 400.000 soldados británicos, quedó atrapado en las playas de Dunkerque, si bien pudieron en última instancia ser evacuados hacia sus islas.
La retirada británica en Dunkerque, dejó libre para los alemanes el camino de Francia.
Invadido el país, la barrera defensiva conocida como "Línea Maginot" se reveló completamente inútil y en apenas dos semanas, el 22 de junio de 1940, Francia se vio obligada a firmar un armisticio. Por este acuerdo, las tres cuartas partes de Francia quedaban ocupadas directamente por el ejército alemán mientras que en el resto, se constituía un gobierno aliado de Berlín y presidido por el mariscal Petain. Frente a esta Francia colaboracionista, muchos franceses antifascistas organizaron la resistencia, que encontró liderazgo en el general Charles de Gaulle, organizador del gobierno de la Francia Libre en Londres.
Tan sólo quedaba un país para resistir al expansionismo nazi. Gran Bretaña, bajo el gobierno
de Winston Churchill, se preparó para un dura resistencia tras el famoso discurso del presidente ante la Cámara de los Comunes del 13 de mayo de 1940. A partir del verano y en lo que se ha llamado la Batalla de Inglaterra, la aviación alemana llevó a cabo intensos bombardeos de las principales ciudades británicas, algunas ciudades, como Coventry, quedaron completamente arrasadas. La batalla se prolongó durante casi un año, en el que la resistencia de los británicos y la eficacia de su fuerza aérea, consiguieron el primer fracaso alemán en la guerra.
El momento en que Francia se preparaba para su rendirse a las fuerzas alemanas fue el que
escogió Italia para incorporarse a la guerra y lo hizo atacando sobre las zonas que esperaba anexionarse: el norte de África y los Balcanes. A diferencia de Alemania, los primeros resultados de las ofensivas italianas fueron desastrosos: en Libia y Etiopía fueron derrotados por las fuerzas coloniales británicas y en Grecia perdieron, nuevamente ante los británicos, la mayor parte de su flota. Alemania acudió a estas zonas en ayuda de su aliado, invadiendo Yugoslavia y Grecia y enviando al norte de África un cuerpo expedicionario, el Afrika Korps, que con el general Rommel al frente, logró recuperar el terreno perdido por los italianos y llegar a las puertas de El Cairo.
Así pues, en la primavera de 1941, los ejércitos de las potencias fascistas mantenían bajo su
control prácticamente toda Europa, con la única excepción de Gran Bretaña, que aún resistía. Con las manos relativamente libres y animado por los éxitos de la campaña anterior, el mando alemán creyó llegado el momento de lanzar su ataque contra la Unión Soviética. El 22 de junio de 1941 se puso en marcha la Operación Barbarroja. La entrada de Estados Unidos y la Unión Soviética en la guerra (1941)
El ataque del ejército alemán contra la URSS fue fulminante y sin previa declaración de
guerra: el avance fue rapidísimo a lo largo de un frente de extraordinaria extensión, más de 2500 kilómetros desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro. las primera líneas alemanas llegaron a las afueras de Leningrado, que quedó sitiado, en el norte y a escasos kilómetros de la capital, Moscú, en el centro del país. La respuesta soviética, tras suscribir un acuerdo de ayuda con Gran Bretaña y la promesa de apoyo de los Estados Unidos, fue aplicar una política de "tierra quemada", es decir, destruir o inutilizar todo aquello (industrias, puentes, líneas férreas o cosechas), que no pudiera defenderse y que después pudiera ser utilizado por los invasores; al mismo tiempo, se encendió una guerra de guerrillas en la retaguardia alemana para dificultar sus líneas de abastecimiento.
Tras la paralización de las operaciones durante el invierno, en la primavera de 1942 los
alemanes prosiguieron su avance, llegando por el sur hasta Stalingrado, aunque no pudieron conquistar la ciudad, que marcó el punto máximo del avance alemán, al igual que Moscú y Leningrado.
A finales del año, el ejército alemán consiguió finalmente ocupar Stalingrado, pero la ciudad
fue inmediatamente recuperada por el Ejército Rojo, que el 2 de febrero de 1943 recibió la rendición del VI Ejército alemán.
En el Pacífico, la guerra había comenzado también en 1941. Japón, al contemplar el
hundimiento de las potencias europeas frente al ejército alemán, decidió ocupar sus colonias en Asia y rápidamente ocupó los antiguos dominios franceses de Indochina, amenazando Indonesia y Malasia. Estos territorios eran importante fuente de abastecimiento de materias primas para Estados Unidos, sólidamente asentados en el Pacífico y el extremo oriente asiático desde sus bases en Hawai, las Marianas y Filipinas. Los estadounidenses castigaron la ocupación japonesa decretando un embargo económico y la respuesta de Japón fue el ataque por sorpresa a la base estadounidense de Pearl Harbour el 7 de diciembre de 1941.
En los meses siguientes, Japón se extendió por buena parte de Asia y el Pacífico, ocupando
sucesivamente Hong Kong, Filipinas, Indonesia, Malasia, Singapur, Birmania y Nueva Guinea y amenazando ya Australia. En mayo de 1942, Estados Unidos lanza una gran ofensiva, derrotando a los japoneses en la batalla naval del Mar del coral. Al mes siguiente, una nueva victoria norteamericana en Midway, pone el freno definitivo a´l avance japonés, como lo había hecho Stalingrado frente al alemán en Europa.
En otros escenarios de guerra también las potencias fascistas comenzaron a sufrir sus
primeras derrotas: en África, el general británico Montgómery logró frenar en el Alamein al Afrika Korps de Rommel. En Francia la resistencia antifascista dificultaba la ocupación alemana y colaboraba activamente con los ejércitos aliados y en los Balcanes, el dirigente comunista Josip Broz (Tito), organizaba una eficaz guerrilla que comenzó a hacer retroceder a las fuerzas alemanas que ocupaban el país.
Los avances aliados
Stalingrado, Midway y El Alamein significaron el cambio de signo de la guerra en favor de los
aliados, que desde comienzos de 1943 empiezan a avanzar y a poner en perspectiva un desembarco en Europa.
Por el este, el Ejército Rojo de la URSS inició una rápida reconquista de los territorios
perdidos que le llevó pronto nuevamente a las fronteras europeas, mientras que en Yugoslavia, el mariscal Tito forzaba la retirada de los alemanes. Tras ocupar el norte de África, las fuerzas estadounidenses, británicas y francesas planearon el desembarco en el continente.
En julio de 1943, los aliados desembarcan en Sicilia y en septiembre avanzan ya por la
península italiana, provocando la caída de Mussolini, que se refugia en el norte creando la República de Saló. El ejército alemán ocupó entonces Italia, pero no pudo evitar la entrada de los aliados en Roma en octubre de 1943.
Para facilitar el avance del ejército soviético por el este y de los estadounidenses por Italia, el
6 de junio de 1944 un importante contingente aliado desembarca en las playas francesas de Normandía. Desde este momento, el retroceso alemán fue continuo. Por el oeste, estadounidenses, franceses y británicos, liberan Francia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo y obligan a los alemanes a defender su propio país; por el este el Ejército Rojo avanza culminando la recuperación del territorio soviético y liberando Polonia, Rumania, Bulgaria, Checoslovaquia y Austria entre otros. Tito, en Yugoslavia, expulsa definitivamente a las fuerzas ocupantes.
El 28 de abril, partisanos comunistas descubren y detienen en el norte de Italia a Benito
Mussolini, que inmediatamente es fusilado, dos días más tarde, Hitler se suicida en Berlín, que es ocupado por el Ejército Rojo. En el Pacifico, la retirada japonesa era continua, pero costosa y los Estados Unidos decidieron poner a prueba un nuevo tipo de arma: el 6 de agosto en Hiroshima y tres días después en Nagasaki, son lanzadas las dos primeras bombas atómicas, que causan en el acto más de 100.000 muertos y provocan de forma inmediata la rendición del Japón.
CONSECUENCIAS Los campos de concentración y exterminio
La liberación de Europa sacó a la luz la tremenda realidad de los campos de concentración y
exterminio nazis. En estos campos de la muerte fueron recluidos y exterminados millones de seres humanos por razones políticas (militantes de izquierda), racistas (eslavos, gitanos o judíos) o de orientación sexual (homosexuales). Se ha calculado que en virtud de la llamada "solución final" unos seis millones de personas de origen judío fueron masacradas en estos campos, en los que también perdieron la vida varios miles de españoles que habían huido de su país tras la derrota de la república en la guerra civil. La magnitud de la matanza determinó que algunos dirigentes nazis fueran juzgados tras la guerra bajo la acusación de crímenes contra la humanidad. Pérdidas humanas
Al margen de los asesinados en los campos de exterminio, la Segunda Guerra Mundial dejó
un balance terrible en cuanto a pérdidas humanas se refiere: más de 55 millones de muertos, de los que casi 30 fueron soviéticos. Especialmente significativo por lo que revela de las nuevas características de la guerra moderna, es el balance de Polonia. Este país perdió en torno a un 20% de su población: casi seis millones de muertos, de los que apenas seiscientos mil eran militares, el resto se trataba de civiles, entre ellos, tres millones de judíos (el 90% de los que habitaban en Polonia antes del comienzo de la guerra); a estas cifras hay que añadir más de un millón de huérfanos y otro medio millón de mutilados. Consecuencias materiales
Por lo que respecta a las pérdidas materiales, se ha calculado que la guerra costó cerca del
medio billón de libras esterlinas. Entre los aliados, estados Unidos aportó casi la mitad, siguiéndole la Unión Soviética y en tercer lugar, el Reino Unido. En el campo fascista, Alemania hizo la aportación mayor, con casi el 65% del total. Sin embargo algunos países se beneficiaron de le guerra gracias al aumento de la demanda y siempre y cuando sus territorios se viesen libres de los ataques enemigos; este es el caso de muchos países hispanoamericanos, pero muy especialmente, de los estados unidos, que tras el conflicto vieron reforzada su posición hegemónica en el mundo, frente a una Europa prácticamente arrasada.
Consecuencias territoriales y políticas
Territorialmente, el mapa de Europa sufrió importantes modificaciones, aunque no tan
profundas como las ocasionadas por la Primera Guerra Mundial. La URSS recuperó los territorios perdidos en 1918 al consolidar la ocupación de los países bálticos y buena parte de Polonia, que a su vez compensó sus pérdidas en el este con ganancias territoriales en el oeste a costa de Alemania. Pero, sobre todo, la guerra dio origen a un Nuevo Orden Mundial, caracterizado por la división del mundo en dos bloques liderados por dos superpotencias. En la Europa oriental, liberada por el Ejército Rojo, partidos comunistas y socialistas (en ocasiones unificados) se hicieron con el poder y lograron consolidar regímenes socialistas apoyados por la Unión Soviética; éste fue el caso de Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Bulgaria y Rumania, pero también fue el caso de Albania y de Yugoslavia, donde las guerrillas comunistas que habían combatido a los nazis, alcanzaron el poder y establecieron regímenes socialistas sin necesidad de una intervención soviética.
Alemania, en el centro de Europa y lugar en el que confluyeron el ejército soviético y el resto
de ejércitos aliados, quedó dividida en cuatro zonas de ocupación, correspondientes a Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y la URSS respectivamente. Pronto surgieron las primeras disputas entre los antiguos aliados: las potencias occidentales unificaron sus territorios y crearon la República Federal de Alemania, bajo régimen capitalista y en respuesta, los soviéticos constituyeron en su zona de ocupación la República Democrática Alemana, con un régimen socialista.
En la Europa occidental, liberada por estadounidenses, británicos y franceses, se
establecieron regímenes capitalistas, incluso en aquellos casos en que los comunistas constituían la primera fuerza del país, como ocurrió en Italia y en Grecia.
El mundo quedó por lo tanto dividido en dos bloques: uno capitalista, encabezado por los
Estados Unidos y otro socialista, encabezado por la Unión Soviética. Pero esta división no se llevó a cabo de manera espontánea ni apresurada, sino que ya antes de acabar el conflicto, los líderes de las potencias aliadas se reunieron en varias ocasiones para definir sus respectivos intereses en el mundo de posguerra:
En 1943, representantes de Inglaterra, EE.UU. y la URSS, se reunieron en Casablanca
(Marruecos), El Cairo (Egipto) y Teherán (Irán) para coordinar sus acciones contra el Eje y acordar que sólo se aceptaría una rendición incondicional de Alemania, Italia y Japón.
En febrero de 1945, la reunión fue en Yalta y a ella asistieron los dirigentes de las
respectivas potencias: Churchill (Inglaterra), Roosevelt (Estados Unidos) y Stalin (URSS), para acordar la división de Alemania, tras la guerra, en cuatro zonas de ocupación.
En Postdam, finalmente, en julio de 1945, los mismos protagonistas, excepto Roosevelt, que
fue reemplazado por Truman, decidieron trasladar igualmente a la capital alemana, Berlín, la división en cuatro zonas de ocupación, así como procesar por crímenes contra la humanidad a los principales dirigentes nazis.