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La Tragedia del Rey Ricardo III 1
… de William Shakespeare 1
Obra original acortada. Editorial utilizada: Losada. Traducida por Cristina Piña.
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Personajes2 1-‐ Ricardo (luego Ricardo III) 2-‐ Clarence (hermano de Ricardo y de Eduardo IV) 3-‐ Brakenbury (guardián de la Torre3) 4-‐ Lady Ana (viuda de Eduardo y enlutada de Enrique VI; su suegro. Luego esposa de Ricardo III) 5-‐ Rivers (hermano de Isabel) 6-‐ Reina Isabel (mujer de Eduardo IV) 7-‐ Buckingham (primo de Ricardo, luego su mano derecha) 8-‐ Stanley (leal a la corte) 9-‐ Hastings 10-‐ Catesby 11-‐ Rey Eduardo IV 12-‐ Duquesa (madre del rey Eduardo IV, de Clarence y de Ricardo) 13-‐ York (hijo menor de Eduardo IV e Isabel) 14-‐ Príncipe (hijo mayor de Eduardo IV e Isabel) 15-‐ Richmond (hijo de Stanley, luego Enrique VII) Asesino 1 (Tyrell4) Asesino 2 Ciudadanos Mensajeros Soldados 2
Por orden de aparición. La Torre, es la prisión. 4 Según cada traducción el nombre de Tyrell varía entre Tyrell, Tyrrel y Tyrrell. 3
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ACTO I ESCENA I (Ricardo, Clarence, Brakenbury, lady Ana y Caballeros) Ricardo:5 Ahora el invierno de nuestra desventura, se ha tornado, un verano radiante, y las nubes que acechaban nuestra casa quedaron enterradas en las profundidades del mar. Ahora ciñen nuestra frente las guirnaldas de victoria; nuestras armas melladas se erigen en trofeos, los toques a rebato son alegres reuniones, nuestras marchas temibles, música deliciosa. La Guerra, de rostros adusto, suavizó su ceño y lejos de montar sus corceles armados para infundir terror al adversario, en la alcoba de una dama, con gracia leve, baila al ritmo lascivo de un laúd.6 Pero yo, ajeno por mi cuerpo a estos frívolos goces7 o a cortejar la imagen de un espejo amante, yo, a golpes acuñado, carente de la gracia que exige el amor para lucirme ante una ninfa fácil; yo, privado de la hermosa proporción, traicionado en mi aspecto por la vil Naturaleza, deforme, incompleto, lanzado a este mundo cuando sólo a medias estaba terminado… Ocurre que yo, en estos tiempos afeminados de paz, no encuentro más placer para matar el tiempo que espiar mi sombra bajo el sol
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Una de las principales claves de Ricardo para darle su encantamiento y por donde el espectador simpatiza con él, es que constantemente está en complicidad con el público. Además, es un claro signo de rompimiento de cuarta pared. 6 Este texto se dice por perifoneo, con una idea similar a la versión de Ian McKellen. 7 Ricardo era bajo de estatura, con los miembros deformes, la espalda gibosa, el hombro izquierdo mucho más alto que el derecho, la expresión de la mirada dura. Ricardo era perverso, colérico, envidioso… de tal manera que todos estos efectos, reunidos con la falta de gracia y proporciones confirmaban la regla fisonómica; “Distortum vultum sequitur distortio morum.
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o glosar las variantes de mi deformidad. Pues bien, ya que no puedo actuar como un amante para matar el tedio de estos tiempos galantes, he decidido actuar como un villano y abominar de los huecos placeres de moda. Urdí conspiraciones, indicios peligrosos, valiéndome de absurdas profecías, de sueños y libelos para enfrentar a mi hermano Clarence y al monarca con un odio mortal; y si el rey Eduardo es tan leal y justo como yo soy astuto, falso y traicionero, hoy sin falta Clarence será encarcelado por culpa de una profecía que anuncia que “C” será el que mate a los hijos de Eduardo.8 Bajen, pensamientos, al fondo de mi alma, que Clarence se aproxima. (entra Clarence custodiado por Brakenbury) Buenos días, hermano; ¿Qué significa la guardia armada?
Clarence: Su Excelencia preocupado por mi seguridad, ha dispuesto que esta escolta me conduzca a la Torre. Ricardo: Pero ¿por qué motivo? Clarence: Porque mi nombre es Clarence. Ricardo: Entonces debería encarcelar a nuestros padres. Clarence: Dice que un brujo le ha predicho que por “C” su estirpe será desheredada. Como mi nombre es, Clarence, empieza con “C” supone que yo soy quien lo amenaza.
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Para esta versión estableceremos que Ricardo calumnió a su hermano Eduardo diciendo que Clarence será quien lo destrone a través de traición. En el original es “G” aludiendo a George Clarence, utilizaremos “C” para acotar su nombre sólo a Clarence.
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Ricardo: Ah, las cosas son así cuando los hombres se dejan gobernar por las mujeres. Clarence, no es el rey quien te manda a la Torre, su esposa, Isabel, es quien lo induce a tales abusos. ¡No estamos seguros, Clarence, no lo estamos! Clarence: Voto al cielo, creo que nadie está seguro sino los parientes de la reina.9 ¿No sabes qué humilde suplicante fue Hastings ante ella para obtener así su liberación? Ricardo: Sólo implorando humildemente ante esa diosa consiguió su libertad, Hastings. Brakenbury: A los dos les ruego, que me perdonen: Su Excelencia expresamente me ha encargado que nadie –fuera del rango que fuera-‐ tuviese una conversación privada con su hermano. Ricardo: Hombre, no hay traición en nuestros dichos: afirmamos que el rey es sabio y virtuoso, y su noble reina, bella y para nada celosa. Brakenbury: Ruego a su señores que me perdone. Clarence: Conocemos tu misión, Brakenbury, por eso obedecemos. Ricardo: Somos súbditos de la reina y debemos obedecer. Adiós, hermano. Voy a ver al rey y no importa lo que quiera de mi -‐por ejemplo que llame “hermana” a su mujer-‐ estoy dispuesto a hacerlo para que te liberen. Entretanto, ten paciencia, hermano. Clarence: No tengo más remedio. Adiós.
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En esta versión los únicos parientes en escena son Rivers y sus hijos Eduardo (Príncipe de Gales) y York.
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(salen Clarence y Brakenbury) Ricardo: Ve, y sigue el camino por el que nunca volverás; el simple y tonto Clarence, mi amor es tan grande que pronto enviaré tu alma al cielo. El rey está enfermo, melancólico y débil, no puede vivir, espero, y no debe morir hasta que Clarence sea enviado al cielo. (aparece lady Ana junto a caballeros que llevan un cortejo fúnebre10) Me casaré con lady Ana, ¿Qué importa que de su marido y su padre haya sido el asesino? La forma más rápida de calmar a la muchacha es volverse su padre y su esposo: cosa que haré, no tanto por amor, como por otra intensión secreta y reservada que sólo alcanzaré casándome con ella.11 Pero estoy poniendo el carro delante del caballo: Clarence aún respira, Eduardo vive y reina todavía; podré contar mis ganancias cuando se hayan ido. ESCENA II (Rivers, reina Isabel, Buckingham, Stanley, Ricardo, Hastings, Catesby, asesino primero, asesino segundo) Rivers: Ten paciencia, hermana, no cabe duda que Eduardo recuperará muy pronto su salud habitual. Isabel: Si el rey muriera, ¿de mí qué sería? Rivers: Sólo perderías a un buen hombre. Isabel: Perder a tal hombre implica todas las desgracias.
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El cortejo vendría a ser el de su suegro, anterior rey, llamado Enrique VI y el de su hijo; Eduardo. Ricardo fue el asesino de ambos. Eduardo era el esposo de lady Ana. Todo esto sucedió bajo el contexto de la guerra civil entre las dos familias en disputa; Lancaster y York: en esta versión no profundizaremos en el linaje de ambas familia para no entrar en el contexto histórico de la “Guerra de las Dos Rosas” del siglo V (contexto de la obra). No obstante, se respetarán los conflictos que viven estos dos bandos familiares. 11 Se refiere a ser rey.
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Rivers: Te bendijo el cielo con un hijo bondadoso que será tu consuelo cuando el rey se vaya. Isabel: Ah, es pequeño, y por ser menor de edad está bajo el cuidado de Ricardo que ni a mí ni a ti quiere. Rivers: ¿Esta decidido que será su Protector12? Isabel: Está decidido, pero no confirmado, pero así será, si el rey muere.
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(entra Buckingham y Stanley)
Buckingham: Muy buenos días mi reina. Stanley: Buenos días reina. Rivers: ¿Has visto hoy al rey, Stanley? Stanley: Buckingham y yo, en este instante salimos de visitarlo. Isabel: ¿Qué probabilidades hay de mejoría? Buckingham: Señora, ten esperanza: el rey se ha mostrado alegre. Isabel: ¡Qué Dios le devuelva su salud! ¿Hablaste con él? Buckingham: Sí, señora; desea que se reconcilien Ricardo y su hermano, así como este y el ministro Hastings; acaba de llamarlos a su presencia. Isabel: Ojalá todo saliera bien… pero no es posible; temo que nuestra felicidad cumplió su ciclo. (entra Ricardo y Hastings)
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Corresponde a un título que otorga el rey. En este caso es el cuidado del hijo del rey si este muere.
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Ricardo: ¡Me han calumniado y no lo toleraré! ¿Quiénes se quejaron ante el rey de que soy inflexible y que no los quiero? Por la Virgen, aman muy poco a Su Excelencia quienes llenan sus oídos con semejantes rumores. Porque no sé adular ni usar bellas palabras, sonreírle a los demás, suavizar, enredar y engañar, hacer reverencias a la francesa y educadas monerías, ¿es necesario tacharme de enemigo? ¿no puede un hombre franco, que de nadie piensa mal, vivir en paz, sin que su leal sinceridad sea calumniada por mantenidos insinuantes de sedosa malicia? Rivers: ¿A quién te refieres de todos los presentes? Ricardo: A ti, que careces de gracia y honradez. ¿Cuándo te he insultado? ¿Cuándo te he hecho mal? ¿O a ti?13 ¿O a cualquiera de su familia? Caiga la maldición sobre todos ustedes Isabel: Pero ¡por favor Ricardo! Sabemos que envidias mi ascenso y el ascenso de los míos. Dios no permita que de ti algún día tengamos necesidad. Ricardo: Entre tanto. Dios permite que de ti necesidad tengamos: Nuestro hermano Clarence está preso por tus intrigas, yo caigo en desgracia y mi familia completa deshonrada, mientras se ennoblecen aquellos que, hasta hace dos días no valían ni un peso. Isabel: Juro que jamás incité al rey contra tu hermano Clarence. Ricardo: ¿Puedes negar que fuiste el motivo de la reciente prisión de Hastings?
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Se refiere a la reina.
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Rivers: Puede negarlo, Ricardo, pues… Ricardo: ¡Claro que puede, Rivers! Y qué, ¿Quién no lo sabe? Puede hacer más, señor, que tan sólo negarlo: puede ayudarte a alcanzar muy altos cargos y luego negar que su mano intervino, atribuyendo el honor a tus célebres méritos. ¿Qué no puede hacer? Puede… sí, tomar puede… Rivers: ¿Qué puede tomar? Ricardo: Tomar por esposo a un rey Isabel: Ricardo, hace mucho que soporto tus groseros insultos y amargas ironías… Ricardo: Son ustedes los que me insultan al estar anteriormente en el bando contrario y ahora en el nuestro. Quisiera Dios que mi corazón fuera de piedra, como el de Eduardo, o el de Eduardo tierno y compasivo como el mío: soy demasiado ingenuo e infantil para este mundo. Rivers: Ricardo, sobre esos días que nombras para acusarnos de enemigos no hicimos más que seguir a nuestro rey, nuestro legítimo soberano. Haríamos lo mismo si fueras tú. Ricardo: ¿Si lo fuera? ¡Preferiría ser un mendigo! ¡Lejos de mi corazón ese pensamiento! Isabel: Ricardo, tan poca alegría que supones que te daría ser rey de este país, puedes suponer que yo experimento por ser reina .
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(entra Catesby14)
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Catesby: Señora, Su Excelencia la llama, Y también a usted y a ustedes, señores. Isabel: ¿Vamos señores? Rivers: te seguimos hermana. Isabel: ¡Buckingham, cuídate de este perro! Ricardo: ¿Qué dijo esta mujer? Buckingham: Nada que merezca mi respeto. (salen todo menos Ricardo) Ricardo: Hago el mal y alboroto antes que nadie: Las maldades secretas que preparo las cargo en las espaldas de los otros. A Clarence, a quien por cierto arrojé a la sombra, lo lloro ante la crédula torpeza de Stanley, de Hastings y de Buckingham, y afirmo que la reina y sus aliados enfrentan al rey con mi hermano. Pero ¡silencio!, aquí vienen mis verdugos. Que tal, mis audaces y resueltos camaradas ¿están dispuestos a cumplir el asunto? Asesino primero: Lo estamos, señor, y venimos a buscar la orden que nos permita entrar donde se encuentra. Ricardo: Muy bien. (les da la orden) Sean rápidos en la ejecución y al mismo tiempo firmes: no lo dejen hablar
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Célebre jurisconsulto muy amigo de Buckingham.
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pues Clarence peca de elocuente y tal vez, si lo escuchan, les de piedad. Asesino segundo: Bah, señor: no nos pondremos a charlar los charlatanes no son buenos para la acción, esté seguro que usaremos las manos, no la lengua. Ricardo: Me gustan, muchachos: vayan derecho a su asunto. ¡Vamos, vamos, rapidito! Asesino primero: Ya vamos, señor.
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(salen)
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ESCENA III (Brakenbury, Clarence, asesino primero y asesino segundo) Brakenbury: Señor, ¿por qué se le ve tan abatido? Clarence: Oh, he pasado una noche terrible tan llena de sueños espantosos y de visiones horrendas. Brakenbury: ¿Qué soñó señor? Por favor dígamelo. Clarence: Que había escapado de la Torre, me parecía, y que al paraíso me escapaba en barco; me acompañaba mi hermano Ricardo, quien me invitaba a abandonar mi camarote y a caminar por la cubierta: desde allí mirábamos hacia la costa, recordando mil momentos difíciles pasados en nuestra reciente guerra civil. Mientras a grandes pasos recorríamos las planchas inseguras de la cubierta, me pareció que Ricardo me arrojaba por la borda, a las desordenadas olas del abismo. ¡Oh señor! ¡Qué gran dolor me parecía ahogarse: qué atroz el ruido del agua en mis oídos, qué visiones, en mis ojos, de muerte horrible!
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Me parecía ver mil naufragios espantosos; diez mil hombres devorados por los peces, lingotes de oro, perlas a montones, anclas inmensas, alhajas de valor increíble, piedras inestimables dispersas en el fondo del mar. Brakenbury: ¿Tenía tanta calma a la hora de la muerte que contemplaba los secretos de la profundidad? Clarence: Parecía tenerla, y en más de una ocasión quise el espíritu rendir, pero el mar envidioso retenía mi alma y no le permitía encontrar el vasto, el errante vacío, sofocándola en mi cuerpo palpitante, que casi estallaba en el esfuerzo por vomitar el mar. Brakenbury: ¿Y no despertó en la cruel agonía? Clarence: No, no, mi sueño se prolongaba más allá de la vida. ¡Oh, entonces comenzó la tempestad de mi alma! se acercó, vagabunda, una sombra semejante a un ángel, con su brillante cabellera tinta en sangre, “¡Clarence ha llegado: el falso, veleidoso Clarence, el perjuro que me apuñaló! ¡furias a él! ¡que pruebe la tortura!” Con eso, pareció que una legión de demonios me rodeaba, aullando en mis oídos gritos tan espantosos que con su estrépito temblando desperté, y por un largo rato no pude convencerme de que no estaba en el infierno. Brakenbury: ¡Me aterro al oír su relato! Clarence: ¡Ah, Brakenbury, estas cosas que ahora son pruebas contra mi alma, las hice por Eduardo, y ves como me paga!
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Guardia, te ruego que te quedes un rato conmigo: mi alma está abrumada y quisiera dormir. Brakenbury: Así lo haré, señor. ¡Dios le dé un buen descanso! (Clarence se queda dormido. Entran dos asesinos) Asesino primero: ¡Hola! Brakenbury: ¿Cómo llegaste hasta aquí? Asesino segundo: Llegué con mis piernas. Brakenbury: ¿Cómo? ¿Tan pocas palabras? Asesino primero: Es mejor que ser tedioso. Ve nuestra orden y basta de palabras. (entrega un papel a Brakenbury, quien lo lee) Brakenbury: En ella me ordena que entregue a sus manos al duque de Clarence. No quiero adivinar lo que así se pretende para ser inocente de esas pretensiones. Asesino primero: Que lo pases bien. (se va Brakenbury) Asesino segundo: ¿Lo apuñalo mientras duerme? Asesino primero: No, dirá que fue una cobardía cuando despierte. Asesino segundo: Pero si no va a despertar hasta el día del Juicio. Asesino primero: Bueno, entonces dirá que lo apuñalamos mientras dormía. Asesino segundo: El sentido de esa palabra “Juicio” me ha dado una especie de remordimiento.
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Asesino primero: ¿Qué, tienes miedo? Asesino segundo: No de matarlo –tenemos una orden-‐, sino de condenarme por matarlo. Asesino primero: Creí que estabas decidido. Asesino segundo: Y lo estoy, a dejarlo con vida. Asesino primero: Vuelvo donde Ricardo a contárselo. Asesino segundo: No, este ataque de conciencia no durará más de lo que tarde en contar hasta veinte. Asesino primero: ¿Y ahora como te sientes? Asesino segundo: Me quedan unas pocas partículas de conciencia. Asesino primero: Acuérdate de la recompensa. Asesino segundo: ¡Demonios, va a morir! Asesino primero: ¿Y ahora donde está tu conciencia? Asesino segundo: Oh, en la bolsa del duque Ricardo ¿Ponemos manos a la obra? Asesino primero: Le doy en la mollera con el puño de mi cuchillo y luego lo arrojamos en el barril de vino. Asesino segundo: Y lo hacemos sopa. Asesino primero: ¡Calla! Se está despertando. Asesino segundo: ¡Dale! Asesino primero: No, mejor conversamos.
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Clarence: ¿Guardia? Dame una copa de vino. Asesino segundo: En seguida tendrás vino suficiente. Clarence: ¿Quién eres? Asesino segundo: Un hombre, como tú. Clarence: Pero no, como yo, de sangre real. Asesino primero: Ni tú, como yo, de sangre leal. Clarence: Tu voz es de trueno, pero humilde tu aspecto. Tus ojos me amenazan, ¿por qué palideces? ¿Quién los envió? ¿Para qué vienen? Los dos: Para… para… para… Clarence: ¿Para asesinarme? Los dos: Eso es Clarence: Para decirlo apenas tienen corazón, no tendrán corazón para cumplirlo. ¿En qué los he ofendido, amigos míos? Asesino primero: A nosotros, en nada, pero si al rey. Clarence: Ya volveré a reconciliarme con él. Asesino segundo: Nunca, mi señor; prepárate a morir. Clarence: Si les han pagado por matarme, vuelvan enseguida y busquen de mi parte a Ricardo, que les dará más recompensa por mi vida que Eduardo por la noticia de mi muerte.
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Asesino segundo: No te engañes: tu hermano Ricardo te detesta. Asesino primero: Es él quien nos envía a asesinarte. Clarence: No puede ser, pues lloró ante mi desgracia y me tomó en sus brazos, jurándome entre sollozos que se esforzaría por liberarme. Asesino primero: Y eso hace al liberarte del mundo y sus cuidados para que accedas a los gozos del Cielo. Clarence: Tengan compasión y salven sus almas. (al asesino segundo) Amigo mío, advierto un dejo de piedad en tu mirada: Oh, si tus ojos no me engañan ponte de mi parte y ruega por mi; Un príncipe mendigo: ¿Qué mendigo no lo compadece? Asesino segundo: ¡Mira a tu espalda, señor! (asesino primero lo apuñala, quien toma el cuerpo y lo mete dentro del barril de vino) Un acto sanguinario y a la desesperada. ¡Cómo me gustaría lavarme las manos, como Pilatos! Asesino primero: ¿Qué es esto? ¿En qué piensas que no me ayudas? ¡Por el cielo que Ricardo sabrá lo flojo que estuviste! Asesino segundo: Ojalá supiera que salvé a su hermano. Toma tú la paga y dile mis palabras: que me arrepiento de la muerte de su hermano. (se va) Asesino primero: Yo no: ándate, cobarde, como lo que eres. (se va)
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ESCENA IV (Lady Ana y Ricardo) Ana: ¡Pobre imagen helada de un hombre,15 desangrados despojos de una sangre real, si pudiera invocarte como a un santo para que escuches los lamentos de Ana, esposa tuya, asesinado, muerto por la misma mano que en tu carne dibujó estas heridas! ¡Maldita sea la mano que hizo estos agujeros! ¡Maldito el corazón que tuvo el corazón para así hacerlo! ¡Maldita sea la sangre que dejó que esta sangre corriera! Le toque a ese odiado miserable una suerte más negra que a las víboras, los sapos, las arañas u otro bicho emponzoñado que en el polvo repta. Si tiene descendencia, que sea atroz, un aborto nacido antes de tiempo; y que su aspecto, monstruoso y aberrante, horrorice a la madre que lo mire; que herede, por fin, su sino desdichado. Si tiene una mujer, que cuando él muera sufra más dolor del que he sufrido.
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(entra Ricardo)
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¡Atrás, horrible ministro del infierno! ¡Sucio demonio, vete! Por amor a Dios, no nos molestes. ¡Oh Dios, hacedor de esta sangre, venga su muerte! ¡Oh tierra, que bebes esta sangre, su muerte venga! Ricardo: Santa y dulce mujer, no me maldiga. No conoce las reglas de la caridad que devuelven bien por mal, bendiciones en lugar de palabras malditas. Ana: Impío, no conoces la ley de Dios ni la del hombre.
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En esta escena lady Ana debiera estar con el féretro de su difunto marido; Eduardo.
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Ricardo: Permite, divina perfección en forma de mujer, que explique las supuestas maldades cometidas. Ana: Permíteme, siniestra infección en forma de hombre, que acuse a tu maldito ser de los probados crímenes cumplidos. Ricardo: Mujer bella, concédeme un instante para disculparme. Ana: Hombre vil, la única excusa sería colgarte con tus propias manos. Ricardo: ¿Y si no lo hubiera matado? Ana: Pues, entonces no estaría muerto, pero muerto está y por tu mano, súbdito del diablo. Ricardo: No maté a tu marido. Ana: Pues entonces está vivo. Ricardo: No, muerto está. Ana: ¿Acaso no mataste tú a este hombre? Ricardo: Se lo concedo, sí. Ana: ¡Me lo concedes, puercoespín! ¡Que Dios entonces me conceda tu condena por esta acción perversa! Tú fuiste la causa y el maldito ejecutor. Ricardo: Su belleza fue la causa de este efecto: su belleza, que en sueños me incitaba a darle muerte al mundo entero
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con tal de pasar una hora en sus brazos. Ana: Si te creyera, homicida, estas uñas arrancarían la belleza de mis mejillas. Ricardo: Mis ojos no podrían soportar semejante atentado; no injurie, su hermosura en mi presencia: como el mundo se ilumina con el sol, su belleza mi vida ilumina, es mi día. Ana: Que la negra noche oculte tu día y la muerte tu vida. Ricardo: No diga blasfemias contra usted, criatura bella, es la vida y el día para mí. Ana: ¡Ojalá lo fuera para vengarme en ti! Ricardo: Es un gesto contrario a la naturaleza vengarse en quien la ama. Ana: Es un gesto justo y razonable vengarse en quien mató al propio marido. Ricardo: Quien la privó, señora, de un esposo lo hizo para darle uno mejor. Ana: Mejor hombre que él no hay en la tierra. Ricardo: Vive quien la ama mejor que su esposo. Ana: Su nombre. Ricardo: Ricardo.
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(Ana lo escupe)
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¿Por qué así me ofende?
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Ana: ¡Ojalá fuera veneno para ti! Ricardo: Nunca salió veneno de un sitio tan dulce. Ana: Nunca cayó veneno en sapo más inmundo. ¡Fuera de mi vista! Me contagias los ojos. Ricardo: Sus ojos han sacado de los míos lágrimas saladas, causando su vergüenza con mil gotas pueriles. Estos ojos que nunca derramaron lágrimas de piedad, lo que pudo su belleza, cegándolos de llanto. (ella lo mira con desprecio) No enseñe el desprecio a sus labios, que fueron hechos para besar, señora, no para el desdén. Si su vengativo corazón no puede perdonar, tome (le entrega un cuchillo, arrodillándose y desnudándose el pecho) de rodillas le suplico la muerte. (ella se dispone a herirlo) No, no se detenga, yo maté al rey Enrique… pero fue su belleza la que me provocó. Vamos, acabe ya: yo apuñalé este Eduardo… Pero fue su rostro celestial mi guía. (ella deja caer el cuchillo) Tome el cuchillo una vez más, o tómeme a mí. Ana: De pie, simulador; aunque tu muerte ansío (él se pone de pie) no he de ser tu verdugo. Ricardo: Pídame entonces que me mate y lo haré. Ana: Ya lo he hecho. Ricardo: Pero enfurecida.
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Ana: Envaina tu cuchillo. Ricardo: Dígame que hemos hecho las paces. Ana: Eso lo sabrás más adelante. Ricardo: Pero ¿puedo vivir con esperanza? Ana: Los humanos viven de esperanza. Ricardo: Le ruego que acepte este anillo. Ana: Aceptar no es conceder. Ricardo: Mire cómo mi anillo envuelve su dedo: ¡Si así su pecho rodeara mi pobre corazón!; Úselos a los dos, que ambos son suyos. Ana: De todo corazón, y mucho me alegra verte a tal punto arrepentido.
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(Ana comienza a irse)
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Ricardo: Despídase de mí. Ana: Tanto no mereces, pero dado que me enseñas a adularte
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(lo besa)
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imagínate que ya me he despedido.
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(Ana sale)
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Ricardo: ¿Alguna vez se ha cortejado de esta forma a una mujer? ¿Alguna vez se ha conquistado de esta forma a una mujer? Será mía, mas no la conservaré por mucho tiempo. ¿Qué es esto?, yo que maté a su marido y a su suegro, ¡conquistarla cuando su corazón me detestaba, con maldiciones en la boca, lágrimas en los ojos,
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en presencia del sangriento testigo de su odio, con Dios, su conciencia y mil barreras contra mí…! Yo, sin amigos que apoyaran mis intentos salvo el propio demonio y mi rostro embustero… Y sin embargo la gané: ¡el mundo entero contra nada! ¡Ja, ja! Tendré que invertir en un espejo y contratar a una docena de sastres para estudiar las modas que más me favorezcan. ¡Brilla, claro sol, hasta que compre un espejo y pueda mirar mi sombra cuando camino!
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ACTO II ESCENA I (Rey Eduardo, Hastings, Rivers, Isabel, Buckingham, Stanley, Ricardo y lady Ana) 503 504 505 506 507 508 509 510
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Rey Eduardo:16 Pues bien: he tenido un buen día de trabajo: Pares, que se mantenga la unión de esta alianza. Rivers y Hastings,17 dense la mano, no oculten su odio: júrense amor. Hastings: La suerte me sonría por jurar amor perfecto. Rivers: Y a mí, pues amo a Hastings de corazón. Rey Eduardo: Señora, de la reconciliación no estás exenta, ni tu, Buckingham. Esposa mía: demuéstrale cariño a Hastings y permite que bese tu mano. Isabel: Aquí está: nunca recordaré nuestro antiguo rencor. Rey Eduardo: Ahora, Buckingham, sella esta alianza con un abrazo al hermano de mi esposa. Buckingham: Si Buckingham alguna vez dirige su odio hacia Su Excelencia, en lugar de demostrarle a usted y a los suyos el debido cariño, que Dios me castigue con el odio de aquellos en cuyo amor confió. Cuando más necesidad tenga de un amigo y más seguro me sienta de que mi amigo es, éste se muestre pérfido, falso y traicionero,
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Está muy enfermo. Rivers y todos los parientes de la reina -‐que para efecto de esta versión no están (Grey, Dorset y Vaughan)-‐ son los enemigos de Hastings y desde luego de Ricardo. En esta escena el rey pide que hagan las paces los que mantienen diferencias. La enemistad de Hastings hacia Rivers se recalca en la Escena II del Acto III.
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lleno de reservas hacia mí: Esto ruego a Dios si mi amor por usted y los suyos se enfrían.18 (la abraza)
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Rey Eduardo: Querido Buckingham, tu juramento es un bálsamo agradable para mi enfermo corazón. Sólo falta aquí mi hermano Ricardo para coronar con bendiciones esta paz. (entra Ricardo y lady Ana)
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Buckingham: En buena hora, aquí viene Ricardo. Ricardo: Mis más sinceros deseos a mi rey y a mi reina tengan ustedes un día feliz. Rey Eduardo: Por cierto, con felicidad pasamos el día; Ricardo, con caridad hemos actuado convirtiendo en paz la enemistad. Ricardo: Una tarea sin duda bendita, hermano. Si alguno en esta noble asamblea, por informes errados o sospechas injustas, ha llegado a considerarme su enemigo, si involuntariamente o presa de la ira he cometido alguna acción que ofendiera a los aquí presentes, quisiera reconciliarme en paz: Primero, señora, le ruego que firmemos la paz entre nosotros; también a ti, mi querido primo Buckingham, si alguna vez nos tuvimos rencor; lo mismo a ti, Rivers que sin motivo me has mirado mal. Isabel: De hoy en adelante, este día será fiesta: quiera Dios que todas las disputas se resuelvan. Querido y amado Eduardo, te ruego que
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Aquí, claramente, Buckingham está aludiendo a su destino que desconoce.
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compartas este momento con tu hermano Clarence.19
Ricardo: ¡Cómo, señora! ¿Le he dado mi amor para esto, para ser ofendido en presencia del rey? ¿Quien no sabe que mi noble hermano ha muerto? (todos se sobresaltan)
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Rivers: ¿Quién no sabe que ha muerto? ¿Quién lo sabe? Isabel: ¡Oh Cielo que todo lo ves! ¿Qué mundo es este? Buckingham: ¿Estoy tan pálido, Hastings, como los demás?20 Rey Eduardo: ¿Clarence está muerto? Si una contra orden se envió. Ricardo: Pero el infeliz murió por la primera sentencia, que llevó un mensajero ágil como Mercurio, mientras que algún tullido llevó la contraorden, tan lenta en llegar que lo alcanzó enterrado.21 Rey Eduardo: Mi hermano no mató a nadie: su crimen fue pensar y sin embargo su feroz castigo fue la muerte. ¿Quién pidió por su vida? ¿Quién, ante mi furia, se arrodilló a mis pies y me pidió que reflexionara? ¿Quién habló de fraternidad? ¿Quién de amor? ¿Quién me hizo recordar que el pobre luchó por mí? ¿Quién me hizo recordar que me salvó y me dijo: “Amado hermano, vive y sé rey”? ¡Oh, Dios, temo que tu Justicia caiga sobre mí y sobre ustedes, sobre los míos y los de ustedes por esta acción! Ven, Hastings, llévame a mi habitación.22
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Isabel, solicita la liberación de Clarence. Hastings aprueba. 21 Tras la profecía –impulsada por Ricardo-‐ de que “C” sería quien destruiría el trono del rey Eduardo, éste luego de encerrarlo envía una orden de muerte. Sin embargo, rápidamente se arrepiente y envía una contraorden para deponer su muerte. Probablemente Ricardo intercede en la entrega de estas dos órdenes haciendo valer la primera que es la que le pasa a los dos asesinos. 20
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¡Oh, pobre Clarence!23
(salen Hastings, el rey, y detrás la reina y Rivers) Ricardo: Estos son los frutos de la precipitación. ¿No viste qué pálida se puso la culpable parentela de la muerte de mi hermano Clarence?24 ¡Ah, cuanto se la pidieron al rey! Dios la vengará. ¿Vamos, señores, a consolar a Eduardo con nuestra compañía? Buckingham: A ti Ricardo te acompañamos.25 (salen)
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ESCENA II (Duquesa, reina Isabel, Rivers, Ricardo, Buckingham y Stanley) (la Duquesa está en escena, entra la reina Isabel, con el cabello en desorden, Rivers la sigue) Isabel: ¡Ah! ¿Quién podría impedirme que gima y llore, que deplore mi suerte y me atormente? Voy a aliarme a la negra desesperación contra mi alma y en mi propia enemiga me he convertido. Duquesa: ¿Qué significa esta escena aireada e intemperante? Isabel: Es la señal de un acto de tragedia violenta. Ha muerto mi señor Eduardo, tu hijo y el rey. Duquesa: ¡Ah, tengo tanta parte en tu tristeza como derechos tenía sobre tu noble esposo! Eres viuda, pero también eres madre
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Seguramente le pide ayuda a Hastings por ser este el único que se exime de toda culpa, porque estaba preso mientras sucedió toda la injuria sobre Clarence. 23 Este texto da cuenta de la manipulación que ejerce Ricardo. En esta escena donde el rey solicita la paz paradójicamente termina despotricando de todos por la muerte de su hermano. Desde luego que hay sentimiento de culpabilidad lo que hace acentuar su pronta muerte. 24 Se refiere a la reina Isabel y a su hermano Rivers. 25 En este final quedan Ricardo, lady Ana, Buckingham y Stanley. Quienes escuchan a Ricardo con cierta credibilidad a sus palabras.
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Isabel: ¿Hubo viuda alguna vez que tan querida pérdida sufriera? Duquesa: ¿Hubo madre alguna vez que tan querida pérdida sufriera? Ay, la madre soy de estos dolores: tus penas son parciales, la mía general. Ella llora un Eduardo y yo también, yo lloro por un Clarence y ella no. Rivers: Hermana, recuerda como madre solícita que eres a tu hijo, el joven Príncipe, y mándalo a llamar. Que sea coronado, pues en él reside tu consuelo. Entierra tu dolor en la tumba de Eduardo muerto y planta tu alegría en el trono del pequeño Eduardo vivo. (entra Ricardo, Buckingham y Stanley) Ricardo: Señora: todos tenemos motivos para llorar el eclipse de nuestra clara estrella, mas nadie puede curar sus daños a fuerza de llorarlos. Madre; te ruego que me perdones, no había reparado en tu presencia. De rodillas, humildemente, te pido tu bendición. (se arrodilla) Duquesa: Dios te bendiga e infunda en tu pecho mansedumbre, caridad, obediencia, amor y genuina fidelidad. Ricardo: Amén.
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y tienes el consuelo de los hijos que te quedan, pero a mí la muerte me arrebató un esposo de los brazos y se llevó de mis débiles manos los dos apoyos que me sostenían: Clarence y Eduardo.
(se pone de pie, aparte) Y me conceda una buena muerte en la vejez: ése es el final de toda bendición materna: 27
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me extraña que no lo recordara.26
Buckingham: Me parece oportuno, que con un séquito pequeño, el joven Príncipe sea traído hasta aquí para que se lo corone como nuestro rey.27 Rivers: ¿Por qué un sequito pequeño, Buckingham? Buckingham: ¡Bah! Para que la herida de la malicia, recién curada, no se vuelva a abrir con una multitud, lo cual sería muy peligroso ahora que el reino está verde y aun sin gobernar. Ricardo: Espero que el rey haya impuesto la paz en todos, y el pacto, en lo que a mí respecta, es firme y leal.28 Rivers: Conforme, me parece oportuno que sea una escolta pequeña quien traiga al Príncipe. Rivers: Iré yo junto a dos soldados, si mi hermana no se opone. Ricardo: Sea así entonces. Stanley, te ruego preparar una guardia para Rivers. (salen todos menos Buckingham y Ricardo) Buckingham: Primo, al margen de quien vaya a buscar al Príncipe, por amor a Dios, ni uno ni otro nos quedemos aquí: pues por el camino buscaré la ocasión, como prólogo al proyecto del que ya hemos hablado, de separar al Príncipe del altivo pariente de la reina. Ricardo: Mi otro yo, consistorio de mis asesores, mi amado primo, mi oráculo, mi profeta:
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La duquesa, que conocía como madre la perfidia y la maldad de su hijo, suprime este final de su bendición. Este texto da un primer indicio de que Buckingham y Ricardo hablaron en complicidad. 28 Se refiere a ser el protector de su hijo Eduardo. 27
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como un niño por ti me dejaré guiar. (salen)
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ESCENA III (Ciudadanos)
Ciudadanos:29 Buenos días ciudadanos; las noticias corren y nosotros informamos: el mundo anda a los tumbos, y cada vez está más en apuro. El rey Eduardo ha muerto y, Por la gracia de Dios su hijo reinará. El país será gobernado por un niño, en él hay esperanza de gobierno, pues mientras sea menor de edad, un consejo en su nombre, y luego él mismo, cuando madure, de buen gobierno serán garantía. Por lo pronto, una escolta traerá al joven Príncipe y futuro rey. Se avecinan tiempos de cambios. ESCENA IV (Duquesa, York, Isabel y Mensajero30)
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Duquesa: ¿Por qué nieto querido? Es bueno crecer. York: Abuela, una noche cuando estábamos cenando tío Rivers señaló que yo había crecido más que mi hermano. “Sí”, dijo tío Ricardo, “las hierbas pequeñas tienen gracia; las malas hierbas crecen con rapidez”. Desde entonces, me parece que mucho no quiero crecer, porque las flores bellas crecen con lentitud y la mala hierba, en cambio, se apresura. Duquesa: ¡A fe mía, ese proverbio no se aplica
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Texto dicho por perifoneo. Este Mensajero podría ser Stanley dependiendo del enfoque que se le dé a este personaje.
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a quien te lo endilgó! Era una cosita lamentable de pequeño, tan lento y tardo para crecer, que si el proverbio fuera cierto, lleno de virtudes estaría. (entra un mensajero)
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Isabel: Ha llegado un mensajero ¿Qué noticias traes? Mensajero: Tan malas, señora, que me apena repetirlas. Isabel: ¿Cómo está el príncipe? Mensajero:
Bien, señora, y con salud.
Duquesa: ¿Qué noticias traes? Mensajero: El señor Rivers ha sido conducido prisionero. Duquesa: ¿Quién lo ordenó? Mensajero: Los poderosos señores Ricardo y Buckingham. Isabel: ¿Por qué delito? Mensajero:
Les he revelado todo lo que sé.
Isabel: ¡Ay de mí! Ya veo la ruina de mi casa: ¡Bienvenidas destrucción, sangre y masacre: veo el fin de todo, como en un mapa! Duquesa: ¡Malditos días de inquietud y discordia! ¡Cuantos he visto pasar ante mis ojos! Mi esposo perdió la vida por ganar la corona, y mis hijos subieron y bajaron al ritmo de su suerte, dándome alegrías o dolor, según perdieran o ganaran, 30
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y una vez en el trono, las querellas internas superadas, ellos mismos, los vencedores, se declaran la guerra entre sí: sangre contra sangre, hermano contra hermano, el uno contra el otro. ¡Oh frenético e indigno ultraje, cesa en tu furor, O déjame morir para no ver más muerte! (salen)
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ACTO III ESCENA I (Buckingham, Príncipe, Ricardo, Catesby, Hastings, York y otros)
(entran a escena Ricardo, Príncipe, Buckingham, Catesby y otros) Buckingham: Amable Príncipe, bienvenido a tu residencia. Ricardo: Bienvenido amado sobrino, soberano de mis pensamientos. ¿Te ha puesto melancólico la fatiga del viaje?
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Príncipe: No, tío, pero las contrariedades del camino lo volvieron tedioso, cansador y pesado; muy pocos tíos han venido a darme la bienvenida.31 Ricardo: El tío que echas de menos era peligroso, Su Excelencia32 escuchaba sus palabras de miel pero no veía el veneno de su corazón. ¡Dios te libre de él y de amigos tan falsos! Príncipe: Dios me libre de los falsos amigos, mas él no lo era. Ricardo: (aparte)
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Príncipe: ¿Qué dices tío? (entra York junto a Hastings) Buckingham: En buena hora ha llegado el pequeño York.
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Dicen que los jóvenes tan sabios no viven demasiado.
Príncipe: ¡Ricardo de York! ¿Cómo estás querido hermano? York: Bien, mi temido señor… así debo llamarte ahora.
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Se refiere a la ausencia de Rivers. Se refiere a su hermano Eduardo.
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Príncipe: Sí, hermano, cosa que ambos lamentamos. Ricardo: ¿Cómo estás sobrino, el noble Ricardo de York? York: Bien, tío. Oh, dijiste que las malas yerbas crecen deprisa: ¡Mi hermano el príncipe me ha superado en talla!33 Ricardo: Así es. York:
¿Entonces él es el malo?
Ricardo: ¡Oh mi lindo sobrino! ¡No quise decir eso! York: Entonces le tienes más consideración que a mí. Ricardo: Él ahora puede mandarme como soberano pero tú, como pariente, sobre mí tienes poder. York: Tío, te ruego que me des ese cuchillo.34 Ricardo: ¿Mi cuchillo, sobrinito? De todo corazón. Príncipe: ¿Pides limosna, hermano? York: A mi buen tío, pues se que es generoso y como el cuchillo es una bagatela, me la dará. Ricardo: Un regalo mejor le daría a mi sobrino. York: ¿Un regalo? Entonces dame tu pistola.35 Ricardo: Es demasiado pesada para que la lleves.
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El príncipe es más alto que York. En la traducción original es daga en vez de cuchillo. 35 En el original en vez de pistola es una espada. 34
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York: Ligera sería para mí aunque fuera más pesada. Ricardo: ¿Para qué quieres mi pistola, mi pequeño sobrino? York: Para agradecerte por la forma en que me llamas. Ricardo: ¿Cómo? York:
pequeño.
Príncipe: Cómo siempre mi hermano juega con las palabras. Ricardo: Sobrino, ¿estás dispuesto a venir con nosotros? Iré con mi primo Buckingham a ver a tu madre para rogarle que te reciba en la Torre York: ¿Qué, vas a ir a la Torre, hermano? Príncipe: Mi tío protector lo cree necesario. York: Yo no dormiría tranquilo en la Torre. Ricardo: ¿Por qué? ¿De qué tendrías miedo? York: ¡Caramba! ¡Del espectro iracundo del tío Clarence! Príncipe: No me dan miedo los tíos muertos. Ricardo: Ni los vivos espero. Príncipe: Si están vivos, espero no verme obligado a temerles. Pero vamos, vayamos a la Torre. (se van el Príncipe, York, Hastings y otros) Buckingham: Ven aquí, Catesby: Te has comprometido con tanta seriedad a cumplir lo que conspiramos, como a guardar en secreto nuestros planes. 34
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Sabes nuestras razones ¿Qué opinas? ¿Será fácil convencer al ministro Hastings de nuestro proyecto para que Ricardo sea instalado en el trono?
Catesby: Por lealtad a su padre, el Príncipe le es muy querido: no creo que intente nada contra él. Buckingham: Bueno, entonces veamos qué pasa: anda Catesby, y sin darle mayor importancia sondea a Hastings para ver qué opina de nuestro proyecto. Si lo encuentras dispuesto a tratar con nosotros anímale y cuéntale nuestras razones; si se muestra frío, de plomo, helado y mal dispuesto, adopta la misma actitud y corta la conversación. (se va Catesby)
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Buckingham: Bueno, primo, ¿Qué haremos si advertimos que Hastings no se adhiere a nuestro complot? Ricardo: Hombre, cortarle la cabeza: algo hay que hacer.36 Y, mira, cuando sea rey, reclámame un ministerio, junto a algunas tierras del sur.37 Buckingham: Reclamaré esa promesa de mano de Su Excelencia. Ricardo: Y verás que te la concedo con satisfacción. Vamos, cenemos temprano para después poder digerir de alguna forma nuestra conspiración. (se van)
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ESCENA II (Mensajero, Hastings y Catesby) Mensajero: ¡Señor, Ministro! (llama a la puerta)
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El corte de cabeza era fundamental en el caso de traición porque así podía ser exhibido quien había cometido alguna traición. 37 En el original le ofrece el condado de Hereford junto a los bienes y muebles del rey Eduardo IV.
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Hastings:
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¿Quién llama?
Mensajero:
Alguien de parte del señor Stanley.
Hastings: ¿Qué hora es?
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Mensajero: Van a dar las cuatro. (entra Hastings)
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Hastings: ¿No puede dormir Stanley en medio de la noche? Mensajero: Informa a usted que esta noche soñó que el jabalí destrozaba su cama; Por eso me manda a preguntarle qué opina: si de inmediato quiere partir con él hacia el Norte para eludir el peligro que su alma presiente. Hastings: Vete muchacho, vete: vuélvete con tu señor Dile que sus temores son vanos e infundados y que en cuanto a sus sueños, me sorprende que sea tan simple como para hacer caso a las quimeras de un sueño agitado. Huir del jabalí antes de que éste ataque sería instar al jabalí a que nos persiga y caiga sobre una presa que cazar no pensaba. Ve, dile que se levante y venga a verme para que juntos vayamos a la Torre, donde verá que el jabalí nos trata bien. Mensajero: Voy señor, sus palabras trasmitiré. (se va y entra Catesby)
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(dentro)
Catesby: Muy buenos días ministro.
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Hastings: Buenos días, Catesby, temprano te levantaste. ¿Qué noticias traes de nuestro reino vacilante? Catesby: Sin duda es un mundo inestable, mi señor, Y creo que no recobrará su equilibro hasta que Ricardo ciña la guirnalda real. Hastings: ¿Cómo? ¿Ceñir la guirnalda? ¿Te refieres a la corona? Catesby: Sí, mi buen señor Hastings: Dejaré que esta corona me corten de los hombros antes que ver la corona tan mal situada. Pero ¿supones que aspira a ella? Catesby: Sí, por mi vida, y espera que esté al frente de su partido para poder ganarla. Con ese fin le envía las buenas noticias de que hoy mismo su enemigo, el pariente de la reina, morirá. Hastings: Si te refieres a Rivers, por cierto, no lamento esa noticia. En cuanto a dar mí voto a Ricardo en perjuicio de los herederos legales de mi señor, Dios sabe que ni muerto lo haría. Pero durante doce meses enteros me reiré por haber vivido lo suficiente para ver la tragedia de quienes me acarrearon el odio de mi rey.38 Sabes, Catesby, despacharé a algunos que ni se lo imaginan. Catesby: Mala cosa morir, mi estimado señor, cuando el hombre no está preparado ni lo espera. Hastings: ¡Oh, monstruoso, monstruoso! Y así le ocurre a Rivers, y también le pasará a otros
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Se refiere a la reina y todos sus parientes que en esta versión vendría a ser sólo Rivers.
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que se creen tan seguros como tú y yo, que, como bien lo sabes, contamos con el afecto del ilustre Ricardo, y el de Buckingham también.
Catesby: Ambos lo tienen en alta estima. (aparte)
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pues ven su cabeza bien separada de sus hombros.
Hastings: Se que así es, y bien lo he merecido. Catesby: Adiós ministro. Hastings:
Adiós Catesby. (se va)
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ESCENA III (Rivers y Tyrell) (entra Tyrell, llevando a ejecutar a Rivers) Rivers: Tyrell, hoy verás cómo muere un súbdito por veraz, por leal y por cumplir con su deber. Vivirás para maldecir lo que has hecho. Tyrell: Ha llegado el término de tu vida. (le dispara, Rivers muere) ESCENA IV (Buckingham, Stanley, Hastings, Catesby, Tyrell y Ricardo) (entran Buckingham, Stanley, Hastings, Catesby y Tyrell, y se sientan alrededor de una mesa) Hastings: Bueno, nobles pares, la causa que nos reúne es decidir acerca de la coronación. ¿Cuál será el día? Buckingham: ¿Está todo listo para esa hora ilustre? Stanley: Lo está, sólo falta fijar la fecha.
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Buckingham: ¿Quien conoce la opinión de Ricardo? ¿Quién está más cerca de él? Stanley: Tu Buckingham, nos parece que lo conoce mejor. Buckingham: Nos conocemos sólo el rostro; en cuanto al corazón, él no conoce el mío mejor que yo el de ustedes. ministro, a usted le une un gran afecto. Hastings: A Ricardo estoy agradecido pues se que me ama bien, pero sobre sus proyectos para la coronación no lo he sondeado, ni él me ha revelado en ningún sentido su parecer. Pero ustedes, honorables caballeros, pueden fijar el día y en nombre de Ricardo yo daré mi voto, que presumo de buen agrado aceptará. (entra Ricardo)
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Ricardo: Mis nobles señores y primos, les saludo a todos. He dormido demasiado, mas confío que mi ausencia no haya impedido el tratamiento de nada importante. Buckingham: Si no hubieras llegado en este instante, Hastings habría representado tu papel… quiero decir, tu voto para coronar al rey. Ricardo: Nadie sino Hastings podría atreverse: Primo Buckingham, una palabra contigo. (aparte)
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Catesby sondeó a Hastings por nuestro asunto y encontró tan empeñado al terco caballero que prefiere perder la cabeza antes que consentir que el hijo de su señor -‐así lo llama con respeto-‐ pierda la soberanía del trono de este país.
Buckingham: Retirémonos un momento de aquí. (se va Ricardo seguido por Buckingham) 39
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Stanley: Aún no hemos fijado este día triunfal. Mañana, en mi opinión, es demasiado pronto, por mi parte, no estoy tan bien preparado como podría estarlo si se pospusiera. (vuelven a entrar Ricardo y Buckingham) Ricardo: Les ruego a todos que me digan: ¿Qué merecen aquellos que mi muerte traman con diabólicos ardides de hechicería maldita y que de mi cuerpo se han apoderado con infernal maleficio? Hastings: Digo, señor, que merecen la muerte. Ricardo: Sean entonces tus ojos testigos de su mal: ¡Ve como estoy embrujado! Mira, ¡Mi brazo, seco como un vástago marchito! Y fue la esposa de Eduardo, esa bruja monstruosa, quien por sus malas artes así me marcó. Hastings: Si ese acto han cometido, mi noble señor… Ricardo: ¿Si? Tú, protector de esa puta condenada, ¿te atreves a usar el condicional? Eres un traidor:39 ¡ruede su cabeza! ¡Juro por San Pablo que no comeré hasta que haya caído! ¡Catesby! ¡Tyrell!, vean que se cumpla. Los que me estiman, que se levanten y me sigan. (se van todos menos Catesby, Tyrell y Hastings) Hastings: ¡Piedad, piedad para este pueblo, no para mí… que por necio esta desgracia no he evitado! Stanley soñó que el jabalí destrozaba su cama Y yo me burlé, despreciando la ocasión de huir.
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El argumento de Ricardo sólo se sustenta en acusar a Hastings de traición. No existe más desarrollo en la obra que eso.
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Tyrell: Ricardo debe comer, le urge ver su cabeza. Hastings: ¡Oh sanguinario Ricardo! auguro los tiempos más terribles que haya visto jamás una época siniestra. (Catesby lo degolla, luego Tyrell con un serrucho le corta la cabeza) ESCENA V (Buckingham, Ricardo y Catesby) Buckingham: Aparenta cierto recelo, lleva un libro de oración en la mano, no cedas fácilmente a nuestro pedido: como una dama, contesta que no pero aceptando. (entra Catesby) Catesby: He aquí la cabeza de ese innoble traidor, el peligroso e intachable Hastings.40 Ricardo: Tanto quise a este hombre que debo llorar. Buckingham: En fin, era el traidor más solapado que he visto. (a Catesby) Necesitamos tu apoyo. Vas a entrar con Ricardo para continuar nuestro plan.
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Ricardo: Bien, si ruegas en nombre de ellos tan bien como yo a tus ruegos me negaré. Buckingham: ¡Rápido entren que se acerca la ciudadanía! (salen Ricardo y Catesby) ESCENA VI (Buckingham, Ciudadanos, Catesby y Ricardo)
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(por perifoneo, los ciudadanos van entrando a medida que corre el texto)
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Catesby entra con una caja del porte de una cabeza ensangrentada.
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Buckingham: Ciudadanos, me permito informar que el ministro Hastings ha sido ejecutado por el delito de traición. El ministro había planeado hoy asesinar al noble Ricardo, único familiar vivo de nuestro fallecido Eduardo IV.
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(la ciudadanía se altera)
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Tranquilícense, que su muerte es bien merecida ya que es prudente prevenir a los traidores. Ante los conflictos y revueltas que viven nuestro gobierno creemos que es Ricardo quien debe asumir el trono, por ser este, el único adulto confiable y de sangre real. Sin embargo, creo que el señor Ricardo se negará a hablarnos es por eso que pido la mayor adhesión para su convencimiento.
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(aparece Catesby)
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Aquí está Catesby. Bueno, Catesby, necesitamos hablar con Ricardo. Catesby: Noble señor, ruega a usted que venga a visitarlo mañana o pasado: está adentro leyendo la biblia. Buckingham: Vuelve, Catesby, junto al noble Ricardo y dile que yo y la ciudadanía hemos venido a conversar con él sobre asuntos graves, de extrema importancia, directamente vinculado con el bien general. Catesby: En seguida le haré presente sus palabras. (sale y entra Catesby)
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Buckingham: ¿Qué dice, entonces? Catesby: Se pregunta con qué fin has reunido semejante tropel de ciudadanos para verle 42
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sin que estuviera prevenido. Sospecha de sus intenciones.
Buckingham: Lamento que mi noble primo sospeche de mis buenas intenciones hacia él. El Cielo conoce nuestro afecto intachable, de modo que vuelve y díselo. (Catesby sale)
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Cuando los hombres santos y devotos están rezando el rosario cuesta interrumpirlos. (aparece Ricardo con una biblia en la mano, lo sigue Catesby)
Ciudadano uno: ¡Miren al señor Ricardo con una biblia en sus manos! Buckingham: Primo generoso, preste oídos favorable a nuestra solicitud y perdone que interrumpamos su devoción y práctica cristiana. Ricardo: Primo, no hacen falta esas disculpas, te ruego me disculpes si en mi ardor por el servicio divino descuidé la visita de mis amigos. ¿Qué desean? Buckingham: Algo que sin duda desea el Dios del Cielo y todos nosotros los ciudadanos. De corazón venimos a rogarle que en sus hombros asuma la carga del gobierno real de nuestra patria, por legítima sangre de un reino que es suyo por derecho de cuna. Ricardo: No sé si es más propio de mi rango y de tu condición que me marche en silencio o que responda con agrios reproches. Si no te respondo, bien puedes pensar que mi lengua, atada por la ambición, acepta el dorado yugo de la soberanía que quieres imponerme por generosidad; 43
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Buckingham: ¿Dice que el Príncipe es el hijo de su hermano? Así creemos también, pero nacido fuera del matrimonio. Tome para su real persona la dignidad que vinimos a ofrecerle: si no para bendecirnos a nosotros y al país, para evitar, al menos, la corrupción de estos tiempos perniciosos y devolverla a su curso legítimo.
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si, en cambio, rechazo la oferta que me haces, a tal punto inspirada en un sincero afecto, entonces parece que ofendo a mis amigos. -‐no soy barca que afronte el mar bravío-‐ El árbol real nos ha dejado un legítimo fruto, que, maduro por el paso furtivo del tiempo, será apropiado como cede de soberanía y sin duda nos hará dichosos con su reinado.
Ciudadano dos: Acepte, buen señor: los ciudadanos se lo suplicamos. Buckingham: No rehúse, poderoso señor, el amor que le entregamos. Catesby: Oh, hágalos felices; acceda a sus justas pretensiones. Ricardo: ¡Ay! ¿Por qué me abruman? Soy indigno del rango. Les ruego no lo tomen a mal: no puedo ni quiero ceder ante ustedes. Buckingham: Sabe que acepte o no nuestro pedido el hijo de su hermano nunca será rey, sino que a otro cualquiera pondremos en el trono para deshonra y ruina de su familia.41 Y con esta decisión nos despedimos. Vamos, ciudadanos; ¡demonios!, no rogaré más.
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En el original en vez de “familia” es “casa”. Al parecer para esta versión queda más claro decir “familia”.
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Ricardo: ¡Oh, no jures, Buckingham! (la ciudadanía se alborota)
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Catesby: Vuélvalos a llamar, acepte su pedido. Si lo rechaza la patria entera lo lamentará. Ricardo: No estoy hecho de piedra sino de un material que a las súplicas cede, aunque sea contra mi alma y mi conciencia. (alza la voz)
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Primo Buckingham, ciudadanos respetables y prudentes, ya que quieres sujetarme la fortuna a la espalda para que cargue con ella, aun contra mi deseo, debo ser paciente y soportar su peso. Mas si la negra calumnia o el reproche turbio son la secuela de tu imposición, que me hayas forzado me libera de las manchas impuras que puedan resultar: sabe Dios qué lejos estoy de desearlo y ustedes en parte lo pudieron ver.
Ciudadano tres: ¡Dios bendiga a Su Excelencia! Lo hemos visto y lo diremos. Ricardo: Al decirlo, sólo dirán la verdad. Buckingham: Entonces lo saludo con el título real: ¡Viva el rey Ricardo, ilustre soberano de esta nación! 45
ACTO IV ESCENA I (Duquesa, Ana, Isabel, Brakenbury y Stanley) (en escena se encuentra la Duquesa e Isabel. Lady Ana42 entra) Duquesa: ¡Hija, feliz encuentro! Ana: Dios les conceda a las dos un día feliz y dichoso. Isabel: Lo mismo a ti. (entra Brakenbury) Aquí está el guardián de la Torre. ¿Cómo están mis hijos, el Príncipe y el joven York? Brakenbury: Muy bien, querida señora. Lamentablemente el rey ha prohibido que pueda visitarlos.
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Isabel: ¡El rey! ¿A quién te refieres? Brakenbury:
Al rey Ricardo III.43
Isabel: Dios nos proteja que nos llegue a gobernar. Duquesa: Brakenbury, ¿serás leal a nuestras peticiones? Brakenbury: Si, señora, desde la muerte de su hijo Clarence que no he podido dormir. (entra Stanley)
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Stanley: Señoras, si en una hora las encontrara saludaría a usted Duquesa, como madre
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Aunque Shakespeare no lo advierte, es preciso suponer que Ricardo cumplió cuanto dijo acerca de su proyectado casamiento con lady Ana que ahora es ya su esposa. 43 Única mención en esta versión de la obra que se nombra Ricardo III.
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y testigo de dos reinas. (a Ana)
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Venga, señora para que la coronen reina, como esposa del rey Ricardo.
Isabel: ¡Ah! Me voy a desmayar por la fatídica noticia. Ana: ¡Noticias desgraciadas! ¡Siniestros avisos! Brakenbury: Señora, tenga valor, ¿se siente bien? Isabel: Oh Brakenbury, no me hables, ¡arranca de aquí! Los perros de la muerte y la destrucción te morderán los talones. Ahora serás un traidor de Ricardo, y como tal haz lo que te pedimos. Si quieres escapar de la muerte, cruza el mar y quédate con Richmond, fuera del alcance del infierno. Anda: aléjate de este matadero para que el número de muertos no se multiplique. Stanley: Aprovecha ya la ventaja que te dan unas horas. Toma esta carta y dásela a Richmond.44 Él te recibirá en el camino. Vamos, no te retrases. (a Ana)
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Venga, señora, venga: me han enviado a toda prisa.
Ana: Y yo te seguiré contra mi voluntad. ¡Oh quisiera Dios que el borde redondo de metal dorado que ha de ceñir mi frente fuera de acero al rojo vivo para quemarme hasta los sesos!45 Que me unjan con veneno mortal para que muera antes de que los hombres digan “Dios salve a la reina”.46
44
Richmond es hijo de Stanley. Red-‐hot steel. Ana piensa en el suplicio que se aplicaba antiguamente a los regicidas o a los que intentaban la usurpación de una corona, a los cuales se les colocaba una de hierro enrojecido sobre la cabeza.
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Isabel: Anda pobre criatura, no envidio tu gloria. Ana: ¿No? ¿Por qué? Cuando el que ahora es mi esposo se me acercó con las manos todavía manchadas por la sangre de ese ángel que fuera mi primer marido, cuando miré el rostro de Ricardo, éste fue mi deseo: “Maldito seas”, exclamé, “por hacerme, siendo tan joven, una vieja viuda; cuando te cases,47 que se cierna el dolor sobre su lecho, y que tu esposa, si alguien es tan loca para desposarte, sea más desgraciada por tu vida de los que tú me hiciste al matar a mi marido”. Y, vean, antes que pudiera repetir la maldición, en tan escaso tiempo, mi torpe corazón de mujer se dejaba cautivar por la miel de sus palabras y me convertía en objeto de mi propia maldición, que desde entonces a mis ojos privó de sueño. Isabel: ¡Pobre corazón! Compadezco tus penas. Ana: No menos gime mi alma por las tuyas. Duquesa: (a Brakenbury)
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¡Anda con Richmond y que la suerte te acompañe! (a Ana)
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¡Anda con Ricardo y que los ángeles te protejan! (a Isabel)
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¡Anda al santuario y que los buenos pensamientos te consuelen! Yo a la tumba, donde la paz y el descanso me acompañen. ¡Más de ochenta años de desgracia he contemplado y cada hora de alegría me trajo una semana de dolor!
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Curiosamente muere envenenada por Ricardo III. Los historiadores dicen que Ricardo III era joven. No superaba los 28 años. De alguna manera, a pesar de su deformación, su primera y única esposa fue la joven lady Ana.
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(se van)
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ESCENA II48 (Ricardo III, Buckingham, Catesby, Tyrrel, Stanley y otros)
(marcha militar. Entra Ricardo III, con los atributos reales y coronado, Buckingham, Catesby, Tyrell, lady Ana y otros) Ricardo III: ¡Mi primo Buckingham!
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Buckingham:
¡Mi ilustre soberano!
Ricardo III: Dame la mano (sube al trono, suenan trompetas)
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¿Vivirán estas glorias sólo un día o serán duraderas y nos harán felices?
Buckingham: ¡Que vivan y sigan durando para siempre! Ricardo III: El joven Príncipe vive. ¿Comprendes lo que quiero decir? Buckingham: Dígame, mi querido señor. Ricardo III: ¡Caramba, Buckingham, dije que quisiera ser rey! Buckingham: Caramba, pues lo eres, triplemente ilustre. Ricardo III: ¡Aja! ¿Soy rey? Así es, pero el Príncipe vive. Buckingham: Por cierto, Príncipe amable. Ricardo III: ¡Oh, amarga consecuencia que Príncipe siga vivo! “Por cierto, Príncipe amable…” Primo, antes no solías ser tan lerdo. ¿Debo ser más explicito? Quiero muertos a los bastardos y deseo que los maten enseguida. ¿Qué dices ahora? Habla de una vez, sé breve.
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Ricardo fue coronado recientemente como Ricardo III.
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Buckingham: Su Excelencia puede hacer lo que quiera. Ricardo III: ¡Bah!, estás como un témpano; se enfría tu cariño. Dime, ¿tengo tu consentimiento para que mueran? Buckingham: Dame un tiempo para pensarlo. (se va)
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Ricardo III: (aparte)
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El ambicioso Buckingham se vuelve circunspecto… No será más participe de mis designios. ¿Tanto tiempo me ha seguido sin cansarse y ahora se detiene a respirar? Pues que así sea. (entra Stanley)
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Que tal Stanley, ¿qué novedades hay?
Stanley: Sepa, mi amado señor, que el guardián de la Torre, Brakenbury, según he oído, huyó a unirse con Richmond. Ricardo III: ¡Ven aquí Catesby! Haz correr el rumor de que mi esposa Ana está gravemente enferma. Richmond es tonto y no le temo. ¡Pero qué pasa! ¿Estás dormido? Te lo repito: Haz correr el rumor de que Ana, la reina, está enferma y a punto de morir. (sale Catesby. Vierte veneno en la copa de Ana. A Tyrell) ¡Tyrell! Tyrell:
Su súbdito más obediente.
Ricardo III: ¿Lo eres de verdad? Tyrell:
Póngame a prueba Su Excelencia. 50
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Ricardo III: ¿Te atreverías matar a un amigo mío? Tyrell:
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Preferiría matar a dos enemigos.
Ricardo III: Pues entonces te lo concedo: dos mortales enemigos que impiden mi reposo y perturban mis dulces sueños son de quienes te tienes que encargar. Tyrell, me refiero a los bastardos de la Torre. Tyrell: Lo liberaré de su amenaza. Ricardo III: Música dulce son tus palabras. Acércate y préstame oídos (susurra en sus oídos) Es lo único que debes hacer: dime que está hecho y te amaré por ello, prefiriéndote a los demás.
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Tyrell: Voy a despachar el asunto de inmediato. (se va Tyrell, entra Buckingham)
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Buckingham: Su Excelencia, he reflexionado sobre la última petición. Ricardo III: Bueno, dejemos eso. Brakenbury ha huido donde Richmond. Buckingham: He oído la noticia. Ricardo III: Stanley, Richmond es hijo de tu esposa.49 Bueno, vigílalos. Buckingham: Ricardo, reclamo tu promesa, empeñando tu palabra y tu honor: Las tierras prometidas y mi ministerio. Ricardo III: Stanley, vigila a tu esposa; si le envía cartas a Richmond, tú responderás por ello.
49
Quiere decir que Richmond es hijo de Stanley.
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Buckingham: ¿Qué respondes Ricardo a mi justo pedido? Ricardo III: Ahora recuerdo… Enrique VI profetizó que Richmond sería rey. Rey… tal vez… tal vez. Buckingham: ¡Su Excelencia! Ricardo III: ¿Cómo es que el profeta, en ese momento, no pudo decirme, estando yo presente, que lo habría de matar? Buckingham: Ricardo, tu promesa… Ricardo III:
¡Richmond!
Sí. ¿Qué hora es?
Buckingham: Su Excelencia… Ricardo III:
Buckingham: Me atrevo a recordarte Ricardo lo que me prometiste. Ricardo III: Bueno, pero ¿Qué hora es? Buckingham:
Van a dar la diez.
¿Por qué dejar que den?
Ricardo III: Bueno, deja que den. Buckingham:
Ricardo III: Porque, como un disco rayado,50 continúas tocando entre tus pedidos y mi meditación. No estoy en vena generosa hoy. Buckingham: Bueno, aclárame si sigue en pie tu promesa.
50
En la traducción dice “como un autómata”.
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Ricardo III: Me molestas, no estoy en vena. (se aparta. Ana a Buckingham)
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Ana: Ni por una hora estando en su cama he disfrutado el placer del sueño, sin que me hayan despertado sus horribles pesadillas. Además, me detesta, y quiere, sin duda, Deshacerse de mí. (bebe de su copa)
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Buckingham: Pensaré en Hastings y me iré de aquí. (se va, luego sale Ana agónica) 51 ESCENA III (Ricardo III, Tyrell, Catesby, Duquesa y otros) (el mismo lugar, entra Tyrell)
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Tyrell: (aparte)
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La acción tiránica y sangrienta está cumplida; el acto más infame de horrible matanza del que esta tierra jamás se hizo culpable.52
Ricardo III: Bondadoso Tyrell: ¿soy feliz con tus noticias? Tyrell: Si haber hecho lo que me ha encargado le da felicidad, entonces sea feliz pues está cumplido. Ricardo III:
Pero. ¿Los viste muertos?
Tyrell:53 Los vi señor.
51
En el entreacto se puede mostrar el momento en que muere Ana. Se denota cierto grado de culpabilidad de parte de Tyrrel. 53 Pasándole dos prendas características de cada niño bañadas en sangre. 52
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Ricardo III: Ven a verme, Tyrell, después de cenar y piensa cómo te puedo recompensar y hacerte heredero de tus deseos. Adiós. Tyrell:
Humildemente me despido. (se va, aparte)
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Ricardo III: Los hijos de Eduardo duermen en el seno de Abrahán Y Ana, mi mujer, al mundo le ha dado las buenas noches. Incierto camino de ganancias, Pero estoy tan cubierto en sangre que un crimen lava otro crimen. Las lágrimas de piedad no habitan en mis ojos. (entra Catesby)
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Catesby: ¡Mi señor! Ricardo III: ¿Buenas o malas noticias, que entras tan bruscamente? Catesby: Malas señor. Buckingham, respaldado por tropas de Richmond54 está en campaña y sus fuerzas aumentan. Ricardo III: Más me preocupa Richmond por si sólo que improvisadas tropas comandadas por Buckingham. (entra la Duquesa)
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Duquesa: ¿Eres tú mi hijo? Ricardo III:
Si, gracias a Dios, a mi padre y a ti misma.
Duquesa: ¡Sapo! ¿Dónde están los príncipes y tu esposa?
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En el original son los galeses quienes lo respaldan. En esta versión para evitar el nombramiento de lugares geográficos lejanos a nuestra realidad, junto con adaptar el contexto históricos Buckingham se respaldará a través de Richmond, quien, además, es el objeto que lleva la acción que atormenta a Ricardo.
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Ricardo III: Madre, tengo un carácter de la condición del tuyo que no soporta el acento de los reproches. Duquesa: ¡Déjame hablar! Ricardo III:
Sé breve querida madre, pues estoy ocupado.
Duquesa: Tu nacimiento ha sido una carga abrumadora para mí. Ricardo III: ¿Y acaso no vine al mundo para reconfortarte? Duquesa: Has venido a la tierra a hacer la mía un infierno. irritable y colérica fue tu infancia. Tus días escolares; terribles, desesperados, salvajes y furiosos. Tu adolescencia; temeraria, irrespetuosa y aventurera. Tu edad madura; orgullosa, sutil, falsa y sanguinaria. ¿Qué confortable hora puedes nombrarme que haya gozado jamás tu compañía? Ricardo III: Si soy mortificante a tus ojos… Duquesa: A hablarte.
Óyeme por favor porque jamás volveré
Ricardo III:
Oigo.
Duquesa: A la guerra lleva mi maldición. Mis oraciones estarán de parte de Richmond. Como sanguinario que eres, sanguinario será tu fin. ¡La vergüenza que ha acompañado tu vida, te acompañará en la muerte! (sale la Duquesa)
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ESCENA IV (Duquesa e Isabel) Duquesa: Me voy. No te quedes en silencio, eres un sueño de lo que eras, una sombra 55
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un esbozo de reina. ¿Dónde está tu esposo? ¿Dónde está tu hermano? ¿Dónde están tus hijos? ¿Dónde está la alegría? ¿Quién te saluda, se arrodilla y dice: “¡Dios salve a la reina!”? ¿Dónde está la gente que te adulaba? ¿Dónde el tropel que te seguía?
Isabel: Enséñame a maldecir a mis enemigos Duquesa: Deja transcurrir las noches sin sueño y ayuna durante el día. Imagínate a tus hijos más bellos de lo que eran y al que los ha matado, más horrible de lo que es. Isabel: Mis palabras no tienen filo. ¡Oh, agúzalas con las tuyas! Duquesa: Tus penas las afilarán y se clavarán como las mías. (sale)
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Isabel: Aunque con más motivos, menos voluntad de maldecir encuentro en mí. Digo Amén a sus maldiciones.
ESCENA V (Isabel y Ricardo III) (entra Isabel)
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Ricardo III: ¡Señora! ¿Debo decirle unas palabras? Isabel: ¿No tengo más hijos de sangre real que puedas asesinar? Ricardo III: Mira, cuando ellos nacieron las buenas estrellas eran contradictorias. Isabel: No, los malos amigos fueron contrarios a su vida. Ricardo III: Es designio del destino todo lo inevitable.
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Isabel: Si, cuando el que evita la gracia traza el destino. Mis hijos estaban destinados a una muerte mejor si la gracia te hubiera bendecido con mejor vida. Ricardo III: Hablas como si hubiera asesinado a mis sobrinos. Isabel: ¡Sobrinos, por cierto! Y por su tío privados de consuelo, corona, familia, libertad y vida. La mano que atravesó sus tiernos corazones fue por tu cabeza indirectamente dirigida. Sin duda el cuchillo asesino estaba romo y mellado hasta que se afiló en la piedra de tu corazón para hundirse en las entrañas de mis corderos. Si el hábito de mi dolor no dominara mi dolor salvaje mi lengua no nombraría a mis hijos en tus oídos sin que antes mis uñas se clavaran en tus ojos. Y yo, en la bahía desolada de la muerte, como una pobre barca sin jarcias y sin velas, me haría pedazos contra la roca de tu corazón. Ricardo III: ¿Terminaste ya tus conjuros, bruja, odiosa y marchita…? Isabel: Si el cielo se reservara alguna atroz calamidad que sobrepase a las que imploro para ti, que la guarde hasta que tus pecados estén bien maduros y entonces arroje sobre ti su indignación, hombre que perturbó la paz del pobre mundo. Que el sueño no cierre tus mortíferos ojos si no es por medio de un sueño torturado que te espante con su infierno de demonios horribles. Tú, cerdo marcado por el espíritu del mal, aborto, carnicero, que llevas desde el propio nacimiento el sello de esclavo de la naturaleza, de hijo del infierno; tú, oprobio del pesado vientre de tu madre, tú, engendro detestable del riñón de tu padre, 57
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andrajo del honor, tú abominable…
Ricardo III: ¡Isabel! Isabel:
¡Ricardo!
Ricardo III:
¿Si?
Isabel:
No te estaba llamando.
Ricardo III: Entonces te pido perdón: pensé que me había llamado con esos nombres atroces. Isabel: ¡Claro que lo hice, pero sin esperar respuesta! ¡Ay, y convierte el sol en sombra! ¡Si con sangre se ganó, que con sangre se pierda! (sale)
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Ricardo III: Tengo tanto éxito en mi empresa y en los azares de la guerra sangrienta que ninguna bruja vendrá enjuiciar el triunfo de mi destino.
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ESCENA VI (Ricardo III, Catesby, Tyrell, Stanley, otros) (entra Stanley)
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Ricardo III: Stanley, ¿qué noticias traes? Stanley: No lo bastante buenas, para agradarle, ni tan malas que no se las pueda comunicar. Richmond se hizo a la mar. Ricardo III: Que allí se hunda y que el mar lo deshaga… Catesby… ¿Dónde estás?
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Catesby: Aquí, señor. Ricardo III:
Catesby, corre a donde Ratcliffe. 58
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Y cuando estés allí. ¡Idiota, rufián desaprensivo! ¿Por qué te quedas parado y no vas donde Ratcliffe?
Catesby: Primero, poderoso Ricardo, dígame qué es lo que debo comunicarle de parte de Su Excelencia. Ricardo III: ¡Oh, es verdad buen Catesby! Dile que reclute de inmediato la mayor cantidad de tropas que pueda conseguir y que conmigo se reúna en el campo de batalla, a toda prisa. Catesby: Voy. (sale Catesby, a Stanley)
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Ricardo III: ¿Dónde están tus fuerzas para rechazarle?55 Stanley: Mis amigos están en el norte. Ricardo III: ¡Amigos de hielo para mí! ¿Qué hacen en el norte cuando deberían servirme en la batalla? Stanley: No se les ha ordenado, poderoso señor. Puedo reunirme con ellos y encontrarme con usted en el campo de batalla. Ricardo III: Ve y recluta hombres… pero déjame a tu hijo, Jorge Stanley, de rehén.56 Cuida de tu corazón, que sea firme, si no la cabeza de tu hijo no estará segura. Stanley: Trátelo según la fidelidad que yo le muestre. (sale Stanley)
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Un soldado: Su Excelencia, las tropas se están armando. Aliados y rebeldes se posesionan del campo de batalla.
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Ricardo desconfía de Stanley. Ricardo III, suponiendo una defección de Stanley, le obligó a dejar en poder suyo a su hijo Jorge, a título de rehenes.
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Richmond aumenta su poderío y las tropas del gran Buckingham…
Ricardo III: ¡Cállate, sólo malas noticias!57 Otro soldado: La noticia sobre Buckingham, es que a raíz de una violenta tempestad, sus fuerzas están dispersas, y el mismo anda vagando en soledad, sin que nadie sepa dónde. Ricardo III:
Tráiganme al traidor entonces.
Un soldado: Ya se ha hecho esa proclama mi señor. (entra Tyrell)
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Tyrell : ¡Su Excelencia, atrapamos a Buckingham! Esta es la buena nueva. La mala noticia, es que Richmond, con fuerzas poderosas, ha desembarcado.
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Ricardo III: ¡En marcha! Mientras aquí conversamos podría ganarse o perderse una batalla por el reino. Tyrell, encárgate de Buckingham. (se van todos)
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Ricardo golpea al mensajero.
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ACTO V
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ESCENA I (Richmond y soldados) Richmond: Compañeros de arma y amigos muy queridos aplastados bajo el yugo de la tiranía, hasta aquí hemos avanzado sin impedimentos. El miserable jabalí, usurpador y sangriento, que destrozó sus campos de estío y sus viñas, el que bebe sus sangre y hace comedero sus vientres destripados, ese puerco inmundo viene al campo de batalla, según nos dicen. ESCENA II (Ricardo III, Catesby, Tyrell, Richmond y soldados) Ricardo III: ¡Levanten aquí la tienda!
¿Por qué se te ve tan triste?
Un soldado: Mi corazón está diez veces más alegre que mi cara. Ricardo III: ¡Arriba con mi tienda! Aquí pasaré la noche… ¿Quién ha contado el número de traidores? Catesby: A seis o siete mil como máximo llegan. Ricardo III: ¡Vaya, nuestro ejército triplica la cantidad! ¡Arriba con mi tienda! Vengan nobles caballeros. (montan la tienda de Ricardo III, mientras sucede los mismo al otro lado del escenario con Richmond) Richmond: El sol, fatigado, se ha puesto entre celajes de oro y la huella dorada de su carro ardiente augura para mañana un esplendido día. ¿Sabes dónde está el cuartel de Stanley? Otro soldado: A media milla por lo menos, al sur de las poderosas tropas de Ricardo. Richmond:
Con prudencia, ponte en contacto con él 61
(a un soldado)
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y dale esta nota urgente de mi parte.
Richmond: Vengan soldados, tenemos que planificar la batalla. (se retiran. Ricardo III en su tienda con Catesby y Tyrell)
Otro soldado: Por mi vida, señor, ya mismo lo intento.
Ricardo III: ¿Qué hora es? Catesby: Es hora de cenar, señor, ya son las nueve. Ricardo III: Esta noche no voy a cenar. Tyrell, retírate a tu puesto ¡Vigila con cuidado! ¡Escoge centinelas de confianza! Tyrell: Voy, señor.
Ricardo III:
¡Catesby!
Catesby:
(se va Tyrell)
¿Mi señor?
Ricardo III: Envía un mensajero real al regimiento de Stanley. Que traiga sus fuerzas antes de que salga el sol, si no quiere que su hijo caiga en la ciega caverna de la noche sin fin. Hacia media noche ven a mi tienda y ayúdame a armarme. Vete ya, te he dicho. (se va Catesby. Ricardo III se retira a su tienda. Se abre la tienda de Richmond. Entra Stanley) Stanley: ¡La fortuna y la victoria ya se sienten en tu yelmo! Richmond: Te deseo todo lo bueno que la noche oscura puede ofrecer, padre. Stanley: Ten preparado a tu ejercito al amanecer y confía tu suerte al arbitrio de los golpes sanguinarios y los ojos letales de la guerra. Yo, apenas pueda, pues no puedo hacer lo que quisiera,58 elegiré la ocasión más favorable
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Porque Ricardo tiene a su otro hijo de rehén.
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(se va el soldado)
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para ayudarte en el combate. ¡Dios nos conceda tiempo para los ritos del afecto! Adiós una vez más: ¡valentía y buena suerte! Richmond: Buenas noches padre, condúcelo a su regimiento, a pesar de mi espíritu turbado trataré de dormir. (se van todos menos Richmond) ¡Dormido o despierto, sé mi defensor! (entra a su tienda Richmond. Entre las dos tiendas se aparecen los espectros de los ejecutados por Ricardo III, estos perturban su sueño generándole una horrorosa pesadilla, mientras alientan el sueño de Richmond. Luego Ricardo III despierta de sobresalto) 59 Ricardo III: ¡Dame otro caballo! ¡Venda mis heridas! ¡Ten piedad, Jesús!... Cállate, fue sólo un sueño. ¡Oh, conciencia cobarde, cómo me afliges! Las luces arden con llama azul; es la alta media noche. Frías gotas de miedo corren por mi carne temerosa. ¿A qué le temo? ¿A mí mismo? No hay nadie aquí; Ricardo ama a Ricardo, eso es, yo soy yo. (entra Catesby) Catesby: ¡Señor! Ricardo III: ¡Oh Catesby, he tenido un sueño horrible! ¿Qué piensas? ¿Todos nuestros amigos serán leales? Catesby: Sin duda, señor. Ricardo III:
Oh Catesby, ¡tengo miedo, tengo miedo!
Catesby: Vamos, señor, que las sombras no lo asusten. Ricardo III: ¡Por el apóstol Pablo!, esta noche las sombras han infundido más terror en el alma de Ricardo que diez mil soldados de carne y hueso armados hasta los dientes y conducidos por Richmond, el inexperto. Todavía falta mucho para el día; vamos, ven conmigo: Andaré entre nuestras tiendas espiando lo que dicen para ver si alguno se propone traicionarme. (Richmond aparece en escena)
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En el texto original estos espectros dirigen ciertos textos a cada uno. La propuesta para esta versión consiste en trabajar a partir de sonoridades e imágenes por eso se suprimen todos los textos.
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Otro soldado: ¿Cómo ha dormido señor? Richmond: He tenido los sueños más dulces y halagadores que entraran jamás en la mente de un hombre. ¿Qué hora de la madrugada es? Otro soldado: Cerca de las cuatro.
Richmond: Pues es hora de armarse y de tomar el mando. (avanza hacia las tropas) Dios y nuestra buena causa luchan de nuestro lado; las plegarias de los santos benditos y las almas agraviadas, como altos baluartes, se yerguen ante nosotros. Excepto Ricardo, aquellos contra quienes combatimos desearían nuestra victoria más que la de quien los guía. Contra el enemigo de Dios van a batirse, Dios, en su justicia, como soldados suyos los protegerá. Si luchan contra los enemigos de la patria, la prosperidad de la patria será su salario; si combaten para salvaguardia de sus esposas, sus esposas les darán la bienvenida del vencedor; si libran a sus hijos de la espada, los hijos de sus hijos les pagarán en la vejez. Entonces en nombre de Dios, ¡Suenen los tambores y trompetas con coraje y alegría! ¡Dios y San Jorge! ¡Richmond y la victoria! (se va Richmond y sus seguidores, entran Ricardo III y los suyos) Ricardo III: ¿Qué decían nuestros aliados del sur? Catesby: Que nunca conocieron el oficio de las armas. Ricardo III: Así será entonces. (suena un reloj) ¿Quién ha hoy visto el sol? Catesby: Yo no, señor. Ricardo III: Entonces se niega a brillar. 64
Catesby: ¿Señor? Ricardo III:
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¡Hoy no veremos el sol! (entra Tyrell)
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Tyrell: ¡A las armas, a las armas, señor! ¡El enemigo se acerca al campo de batalla! Ricardo III: ¡Vamos! ¡De prisa, de prisa! ¡Prepara mi caballo! (Ricardo III se arma, a un soldado) ¡Llama a Stanley para que traiga sus tropas! (sale un soldado) Tyrell: (entregándole un papel) He encontrado esto en mi tienda esta mañana. Ricardo III: (leyendo) “Compadre Tyrell, no seas tan atrevido, que tu amo Ricardo está más vendido!” Un ardid del enemigo. ¡Vamos, cada uno a su puesto! Que nuestros sueños pueriles no turben nuestro corazón ¡Adelante! Mezclémonos con ellos y ataquemos con valor. ¡Si no al Cielo, vayamos todos de la mano al infierno! (a sus soldados) Recuerden con quienes se van a enfrentar: una sarta de vagabundos, bribones y forajidos; dormían seguros y ellos les traen la inquietud; poseían tierras y eran felices con sus esposas: quieren quietarles unas y deshonrar a las otras. ¿Y quién los guía sino un hombre despreciable? ¡Una mariquita que nunca en su vida sintió más frío que el de la nieve bajo sus zapatos! A latigazos echemos a esos ladrones de nuevo al mar. ¡Si hemos de ser vencidos que sea por hombres! 65
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¿Habrán de disfrutar de nuestras tierras? ¿Acostarse con nuestras mujeres? ¿Violar a nuestras hijas? (se escuchan tambores a lo lejos) ¡Escuchen! ¡Oigo sus tambores! ¡Luchen, soldados! ¡Luchen y cabalguen en sangre! (entra un soldado) ¿Qué dice Stanley? ¿Viene ya con sus fuerzas?
Un soldado: Señor, se niega a venir. Ricardo III: ¡Que ruede la cabeza de su hijo Jorge! Tyrell: ¡Señor, el enemigo atravesó el pantano! Que muera Jorge Stanley después de la batalla. Ricardo III: ¡Ataquen al enemigo! ¡Que nuestro antiguo grito de batalla, nos infunda el coraje de dragones en llamas! ¡A ellos! La victoria flamea en nuestros yelmos. (se van)
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ESCENA III (Ricardo III, Catesby, Tyrell y soldados)
(otra parte del campo. Toques a rebato, movimientos de tropas. Entran Tyrell y soldados, por el otro lado se acerca Catesby) Catesby: ¡Socorro! ¡Ayúdame Tyrell! El rey ha hecho más prodigios que un hombre, osando enfrentarse con todos los peligros. Su caballo ha caído y sigue el combate a pie, buscando a Richmond en las fauces de la muerte. ¡Socorro, o la batalla está perdida! (se va Tyrell. Toques a rebato. Entra el rey Ricardo III) Ricardo III: ¡Un caballo! ¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo! Catesby: ¡Retírese, señor! 66
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Ricardo III: ¡Miserable! He apostado mi vida a un golpe de dados y afrontaré el azar de la tirada. (lo mata)
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Creo que hay seis Richmond en el campo de batalla: he matado a cinco en lugar de él. ¡Un caballo! ¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!
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ESCENA FINAL (Ricardo III, Richmond, Stanley y soldados)
(toque de rebato. Entran muchos soldado con Richmond quienes hieren a Ricardo III, sin embargo, este sigue con vida y lucha frente a Richmond. Cae muerto Ricardo III. Entra Stanley) Richmond: ¡La jornada es nuestra; ha muerto el perro sanguinario! Stanley: Valiente Richmond. (ofreciéndole la corona)60
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¡Llévala, disfrútala y ciérnela de gloria!
Richmond: Proclama el perdón para los soldados fugitivos que acepten a nosotros someterse. La patria estuvo loca mucho tiempo y así misma se desgarró. ¡Que ahora Richmond e Isabel, se unan por la bella providencia de Dios para que de una vez por todas haya un gobierno mejor!61 Y que sus herederos, si Dios así lo quiere, regalen a los tiempos venideros la paz de rostro distendido, con plácida abundancia y bellos días de prosperidad. ¡Mella el filo de los traidores, que quieran reeditar estos días sangrientos y sumir a la patria en raudales de sangre! Que no vivan para gozar la abundancia de esta tierra los que turben con traiciones la paz de este país.
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La tradición cuenta que Stanley recogió la corona en un matorral de espinos y la puso sobre la cabeza de Richmond. 61 Este texto alude que Richmond se casa con Isabel para conservar la paz en su gobierno. En la versión original se casa con la hija de la reina Isabel que en esta versión no se desarrollo que ella tenía, además de los bastardos muertos en la Torre, una hija.
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Ya las heridas de la guerra civil están cerradas, de nuevo reina la paz. …que dure mucho tiempo…
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