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Biografía: Mario Benedetti (1920) Mario Benedetti nació el 14 de septiembre de 1920, en Paso de los Toros, Uruguay, pero su familia se trasladó a Montevideo cuando sólo tenía cuatro años. No es de extrañar, entonces, que el espacio privilegiado de su obra de ficción sea Montevideo, y que sus habitantes sean los personajes que lo habitan. Sus estudios primarios los hizo en el Colegio Alemán de Montevideo, donde comenzó a escribir poemas y cuentos. Su primera publicación fue La víspera indeleble, poemario que publicó en 1945. Treinta años después de casarse (1946) evocará esa duradera relación en el poema "Bodas de Perlas", recogido de La casa y el ladrillo (1977). En 1949, Benedetti publicó su primer libro de cuentos, Esta mañana y un año más tarde los poemas de Sólo mientras tanto. En 1953 apareció su primera novela, Quién de nosotros. En 1985 publicó El desexilio y otras conjeturas, conjunto de crónicas aparecidas en el diario El País de Madrid. Con Poemas de la oficina, publicado en 1956, Benedetti impactó en el desarrollo de la poesía uruguaya al insertarse directamente en una temática considerada, hasta ese momento, como "no poética". En 1959 publicó los ensayos El país de la cola de paja. Con La tregua, que apareció en 1960, Benedetti adquirió trascendencia internacional. En 1973 debió abandonar su país por razones políticas. Su vasta producción literaria abarca todos los géneros, incluyendo famosas canciones, y suma mas de sesenta obras, entre las que se destacan la novela Gracias por el fuego (1965), El escritor latinoamericano y la revolución posible (1974), Con y sin nostalgias (1977), Viento del exilio (1981). En 1987 recibió el Premio Llama de Oro de Amnistía Internacional por su novela Primavera con una esquina rota. Sus libros más recientes son Despistes y franquezas (1990), Las soledades de Babel (1991), La borra del café (1992), Perplejidades de fin de siglo (1993) y su más reciente novela Andamios (1996). Mini entrevista al autor de la obra. −Buenas tardes, don Mario, qué gusto tenerlo junto a nosotros en este momento, el cual aprovecharemos para llevar a cabo una pequeña entreviste que hemos preparado especialmente. −Primero que nada, buenas tardes a vos, y te doy yo las gracias por darme la posibilidad de expresarme en este prestigioso medio de comunicación como lo es esta revista literaria. −Bueno, primero que nada, quería preguntarle, la historia de Martín Santomé, ¿es ficticia en su totalidad, o posee algún elemento que usted haya extraído de su vida personal y privada, de alguna experiencia que haya vivido antes? −Mirá. Los personajes, son todos ficticios, ninguno de ellos existió. Sus personalidades, características, todo eso, es inventado por mí, pero no los nombres, los cuales son nombres de personas que yo conozco, y que son cercanas a mí. Por supuesto, el protagonista tiene ese nombre por un motivo realmente especial para mí, pero no vale la pena mencionarlo acá. Las historias que suceden entre los personajes, también son producto de mi imaginación, salvo algunas, como por ejemplo las historias de Santini y su hermanita (risas), que aunque te parezca gracioso, mi padre tenía, en la oficina en la cual trabajaba él, un compañero de trabajo con un problema exactamente igual, ¿viste? Otra cosa que es verdadera, son los nombres de cafés y restaurantes que aparecen en la obra, aunque no tienen ninguna preferencia, son los que más veo por fuera, cada vez que camino por las calles de mi Montevideo. 1
−Bien. Ahora dígame, ¿por qué resulta tan súbita la muerte de Avellaneda en su novela, si antes de eso, muchos hechos transcurrían con una apacible lentitud? −(suspiro) Ufffff... ¿Querés que te diga la verdad? ¿No te desilusionas? −Adelante... −Y, bueh!... La verdad es que, contrario a cualquier cosa que pudieras pensar sobre eso, yo quise que Avellaneda terminara con su vida de esa forma y en ese momento por la única y exclusiva razón de que ya estaba muy cansado de la novela, sólo quería terminarla de una vez, publicarla e irme de vacaciones, y no saber nada relacionado con trabajo por una buena cantidad de semanas. Si leíste el libro, te das cuenta que si sigue a ese ritmo, terminaba en 200 páginas más, y yo no quería eso, yo no llegué a ese punto por que así lo quise, sino porque así se dieron las cosas simplemente, y necesitaba terminarlo de alguna manera. Tal vez fue doloroso que fuera así, pero también tenés que ver mi labor como escritor del libro, no sólo como un consumidor. −El título del libro, usted ¿en qué momento se lo puso? −Exactamente, en el mismo momento en que terminé de escribir la muerte de Avellaneda. −Es decir, también se lo puso apurado... −Yyyyy... creo que no, no lo estaba para eso... estaba apurado por terminar el libro, si, pero hace tiempo que venía pensando en un título así, y como se dio lo de la muerte de Avellaneda, entonces me pareció lo más adecuado, con un nombre que me gustaba y además calzaba. −Al final del libro, ¿qué hace el protagonista con su ocio? −Yo tenía pretendido siempre que pasara algo más con Avellaneda, pero como se dio esto de la muerte de ella antes, entonces se me truncó el asunto, y, como te dije antes, lo quería terminar, no me preocupé mucho por eso, así que si querés saber mas exactamente, vas y le preguntás a él mismo (risas). −Bueno don Mario, ha sido todo un placer haber compartido este pequeño tiempo con usted, espero que nos veamos en otra ocasión. −No, muchas gracias a vos, estuvo fantástico, y nos vemos cuando querás, siempre será un gusto recibirte en mi hogar. Clasificación de los personajes. Protagonista: Martín Santomé. Santomé es el dueño del diario de vida que conforma la obra. Psicológicamente, se puede inferir de la lectura de libro que es bastante introvertido, pues todo lo que siente y piensa lo escribe en el diario. Constantemente habla consigo mismo y se plantea situaciones cuando está solo. A pesar de esto, no se podría decir que es tímido (eso se puede notar en las ocasiones que emite comentarios poco agradables hacia sus compañeros de trabajo abiertamente, o el episodio cuando se encuentra con la mujer en el ómnibus). También se puede decir que es muy meditativo, intuitivo e incluso algo pragmático. Digo esto por su manera de plantearse las cosas, sus metas, sueños y anhelos; la manera en que enfoca todo esto desde un punto de vista que le sea necesario llevar a la práctica ciertas cosas que sólo permanecían en su mente. Socialmente, se puede decir que encuentra bien ubicado su espacio dentro de la sociedad uruguaya de aquella época, puesto que no se le nota como un desadaptado social ni mucho menos. Sus problemas no provienen de allí, y puede ser considerado como un 2
adulto de su edad tipo dentro de esa misma sociedad. Respecto a lo cultural, no es mucho lo que se puede comentar, debido a que no aparece mucho en la obra esta faceta de este personaje, pero de todos modos, se puede decir que es un hombre culto, que ha sabido sacar provecho intelectual de sus años de experiencia en todo ámbito. A pesar de esto, no se le nota muy atraído por los panoramas culturales, por ejemplificar de cierta manera lo propuesto en la pauta. Personaje principal: Laura Avellaneda. Avellaneda parte en la obra como una simple empleada en la oficina, para luego convertirse en el "suceso" que incide en la vida del protagonista y que da nombre al libro. Psicológicamente, es necesario mencionar que es excesivamente metódica y meditativa. Piensa una y mil veces cada cosa antes de dar un paso. Es introvertida y tímida. Todo esto se puede notar claramente en el libro, por ejemplo, la primera vez que le dice a Santomé que lo quiere (cosa que ocurre bastante tiempo después de conocerse), o en el hecho que ella y Blanca continúen viéndose constantemente después de conocerse, sin que Santomé lo sepa, siendo que probablemente ellas sabían que él no tendría problema alguno con esto, no obstante prefirieron mantener esta relación de amistad con mucha discreción. Socialmente, se puede intuir que no es una joven tipo respecto a la juventud uruguaya de aquella época. Esto lo digo porque sus rasgos psicológicos no coinciden mucho con la sociedad imperante. A pesar de esto, sabe manejarse dentro de ella, sin mimetizarse, pero tampoco disgregándose totalmente. Un fiel ejemplo de esto, es, precisamente, la relación que mantiene con Santomé, algo no muy bien visto en ese tiempo, principalmente dada la diferencia de edad entre ambos. Culturalmente, la clasificación resulta algo complicada de realizar. Aparecen en pocas ocasiones en la obra aspectos de ella relacionados con este tema. Si bien no se puede especificar si es culta o no, se puede decir si que es bastante inteligente, y eso se nota de inmediato cuando llega a la oficina y comienza a trabajar, y se pueden ver contrastadas sus cualidades con las del resto del personal. Pero ese es sólo un ejemplo, tampoco son muchos los que se pueden dar, puesto que el autor generalmente se refiere a Avellaneda lo hace desde una perspectiva mucho más subjetiva, queriendo resaltar sus dotes de inteligencia emocional, no tanto así la intelectual. Personajes secundarios: − Isabel (ex−esposa del protagonista). Isabel aparece en el libro sólo cuando el protagonista la recuerda, y no es un personaje que aparece encarnado, como un ente vivo. A pesar de esto, puede ser definida como un personaje secundario, ya que, si bien no es mucha ni muy incisiva su participación en la obra, resulta fundamental para el protagonista al momento de comparar su relación con Avellaneda con su matrimonio con Isabel, y así poder darse cuenta de ciertas cosas que necesita saber para decidirse a formalizar su relación con ella, y sentirse seguro de lo que siente frente a Avellaneda. Respecto a sus características tanto psicológicas, sociales y culturales, no es mucho lo que se puede escribir, ya que no aparece en vida en el libro, sólo en cartas y recuerdos del protagonista. De todas formas, algún esbozo sobre sus rasgos psicológicos se puede escribir. Isabel era extrovertida, alegre, algo soñadora quizás, si se lee con detención la carta que Santomé encuentra en su cajón con fotos. − Blanca (hija de Santomé). Blanca aparece en bastantes ocasiones en el libro, siendo de todos los hijos del protagonista, la que más incide durante el desarrollo de la trama. La única mujer de la familia luego de la muerte de Isabel, es quien mantiene la mejor relación con el protagonista (después de Avellaneda, por supuesto), acaso debido a cierta similitud psicológica entre ambos personajes, auto sugerida por el mismo Santomé (también es una triste con vocación de alegre). Blanca también es bastante introvertida y callada, lo que propicia una mejor convivencia entre ambos, sobretodo hacia el final del libro. − Jaime (hijo de Santomé). El menor miembro de la familia Santomé. Quizás el hijo predilecto, dicho por el propio protagonista, aunque no se entiendan muy bien. Puede ser porque lo encuentra sensible e inteligente, aunque no le parezca que sea totalmente honesto (y eso queda comprobado cerca del desenlace de la obra, que su honestidad no es precisamente una virtud en él).
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− Esteban (hijo de Santomé). El mayor hijo del protagonista. Es con quien guarda la peor relación, aunque en algo mejore esta durante las postrimerías del desarrollo. Durante gran parte de la obra se muestra reticente, frío y resentido en su actitud frente a su propio padre. Nunca queda del todo claro el por qué de este comportamiento de este personaje, pero más bien parece ser que se siente una suerte de desilusión sobre él, y por eso no quiere contagiarse. Cree que es quedado, quiere ser diametralmente diferente a su padre a su edad, por eso no desea imbuirse con sus experiencias ni con sus enseñanzas. − Vignale (vecino de Santomé en su infancia). Aparece por primera vez en la obra cerca del principio, cuando se encuentra por casualidad con Santomé en la calle, y de inmediato lo reconoce, no así el protagonista a él. Tuvo que valerse de los recuerdos de su infancia común en la calle Brandzen para refrescarle la memoria. Aparece después en el libro en unas cuantas ocasiones más, cuando se juntan ambos con otro personaje de su infancia (Escayola), y cuando tiene problemas conyugales y recurre a Santomé como su confidente. A pesar de esto, no participa en ningún hecho de mediana importancia. − Aníbal (mejor amigo del protagonista). No es de relevancia dentro del desarrollo de la obra. Durante años fue el mejor amigo de Santomé, y al parecer al momento de volver de Brasil lo sigue siendo, aunque no se muestre al protagonista muy seguro de ello, sigue siendo su mejor confidente. El paso de los años no jugó muy a favor de él, más bien al contrario. Durante los cinco años que estuvo fuera su personalidad cambió bastante, según la perspectiva de Santomé. Sufrió una especie de apagón, por lo que cuando aparece en el libro, se denota gris, sin chispa, como que ha perdido el goce de vivir, y eso incluso se refleja físicamente en él, en su cara, en su cuerpo. Personajes incidentales: Diego, Escayola, Santini, Directorio, gerentes, y empleados de la oficina. Todos ellos aparecen muy poco en la obra como para poder escribir un análisis sobre cada uno de ellos. Ninguno es de real importancia, sólo son condimentos a la historia. De los que aparecen nombrados, quizás el más importante es Diego, quien es el novio de Blanca en parte del libro, y gracias a un incidente con él y Blanca, Santomé se entera de un secreto sobre Jaime. Escayola es un vecino de infancia de Santomé. Sólo aparece una o dos veces en la obra. Santini es un empleado de la misma oficina del protagonista. Sólo es mencionado en un par de ocasiones en las cuales sostiene algún tipo de conversación con él, tratando de confesar su particular situación hogareña. Directorio, gerentes y empleados de la oficina: muy poca información e importancia. No revisten un análisis, por muy poco exhaustivo que este sea. Descripción de las técnicas narrativas empleadas. El tipo de narrador presente en la obra corresponde a la clasificación de narrador protagonista, puesto que al ser la obra íntegramente un diario de vida, lo que se relata es exclusivamente desde la perspectiva del escritor del diario, en este caso, el protagonista. Todo lo relacionado a él está narrado en primera persona. Esto se comprueba leyendo cada vez que el narrador se refiere al protagonista (su propia persona) como yo. Es por esto que la mayoría de las cosas en la obra aparecen desde un punto de vista subjetivo, porque se rigen bajo la mirada de él, bajo su realidad, que con esto la interioriza. Respecto al flash back que el autor utiliza, no es mucho lo que se puede decir. No existen muchas ocasiones en que esto ocurre, y cuando ocurren, son más bien efímeros. Una causa de esto podría ser que, al ser el libro un diario de vida, esté siempre hablando el narrador en tiempo pasado (sin ser flash back). Por ende, los flash backs se distinguen cuando el protagonista evoca recuerdos, en la mayoría de los casos, de Isabel, su ex−esposa, y esto sucede con mayor frecuencia una vez que su relación con Avellaneda toma cierto rumbo, aunque no sea este del todo claro. También se pueden distinguir algunos flash backs en algunas ocasiones en 4
que Santomé se junta con Vignale, y rememoran episodios de sus convergentes infancias en la calle Brandzen. En resumen, se podría afirmar que los flash backs presentes en la obra son pocos y cortos. Sobre el racconto que el autor utiliza, se puede decir, a mi juicio, que es casi nulo en la obra, prácticamente inexistente. Si ya es difícil encontrar flash backs, más aún lo es encontrar ocasiones en que el autor utiliza raccontos. Yo sólo pude distinguir dos en todo el libro. Uno tiene que ver directamente con Isabel, cuando encuentra la carta dentro del cajón de fotos, y después de leerla comienzan a llegar aún más recuerdos a su mente, y aunque no es muy extenso esto, sí lo es bastante más que el resto de los casos en que evoca a su difunta esposa. Otro racconto que aparece en la obra es cuando el protagonista rememora sus pesadillas infantiles causadas en parte por su abuela. Dos raccontos son bastante poco en un libro de 175 páginas, visto desde un punto de vista objetivo, y los flash backs, aunque son más, de todas maneras son pocos para un libro de este volumen. Viendo esto, uno podría preguntarse dónde están las técnicas narrativas que emplea el autor. La respuesta está en el monólogo interior. Es lejos la técnica narrativa presente en la obra que más se nota. Si se lee con detención, se puede distinguir página a página. Al ser este libro un diario de vida, la persona que escribe el diario pretende reflejar frente a su vista qué es lo que ha vivido durante un cierto período (en este caso, cada día). Como se supone que un diario de vida es celosamente personal, no tendría por qué leerlo nadie más que su propio autor. Al momento de redactar lo que se pretende escribir, uno habla consigo mismo, para poder escribir de la forma que más le acomode, que más le agrade, para que al momento de releerlo no lo sienta como algo propio, algo personal y de nadie más. Uno pretende escribir para sí mismo, por lo tanto, escribe para una sola persona, un monólogo, una persona hablando consigo misma, tratando de encontrar un espejo de su existencia. Todo esto alude a características propias del monólogo interior, una técnica empleada a fondo por el autor de la obra, que en ciertos casos puede suplir lo que a cierto lector podría parecerle una carencia la poca aparición de flash backs y raccontos en el libro, para que sea algo íntegro en su asimilación intelectual al momento de leerlo y analizarlo. Vocabulario seleccionado. − Paulatinamente: lentamente, acompasadamente. − Adular: halagar, alabar. − Esgrimir: recurrir, usar. − Tangible: perceptible, palpable. − Desolado: desconsolado, afligido. − Vaticinio: predicción, augurio. − Mancillado: manchado, deshonrado. − Inocuo: manso, inofensivo. − Caótico: desastroso, terrible. − Susceptible: irritable, irascible. − Desamparo: aislamiento, soledad.
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− Evidente: obvio, elemental. − Vivificante: excitante, reconfortante. − Devoción: veneración, respeto. − Diezmado: dañado, perjudicado. − Intrincado: enredado, complicado. − Condonar: perdonar, dispensar. − Tedioso: aburrido, fastidioso. − Regañar: disputar, reñir. − Nebuloso: brumoso, nublado. Problemas de término excluido. 1.− Paulatinamente. • Lentamente • Pausadamente • Apresuradamente • Metódicamente • Tranquilamente 2.− Adular. • Querer • Alabar • Halagar • Lisonjar • Elogiar 3.− Esgrimir • Servirse • Usar • Manejar • Recurrir • Desistir 4.− Vivificante • Excitante • Calmante • Reconfortante • Reforzante • Exaltante
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5.− Evidente. • Palmario • Tangible • Elemental • Oscuro • Obvio Crítica literaria de la obra. Benedetti es un superrealista con todas sus letras. No por nada está considerado hoy en día como uno de los mayores exponentes del superrealismo latinoamericano, con más de 50 publicaciones a su haber, en más de 40 años de carrera literaria. Crítico de la sociedad uruguaya y agudo en sus reflejos sobre cualquier cosa basada en algo real, sabe como hacer su trabajo. Es por esto que recomendamos mucho La tregua, un clásico infaltable en cualquier biblioteca de un aficionado mínimo a los grandes de la literatura mundial. Se trata de una novela, ambientada en el Montevideo de fines de los años '50, cuyo narrador y protagonista sufre un inesperado vuelco en su monótona vida personal cuando conoce inocentemente algo que jamás pensó le podría conmover siquiera un mínimo. Este hecho revitaliza el diario de vida de este introspectivo personaje, y también la atención del lector, quien encuentra en este libro una temática no muy compleja, fácil de comprender, una rica técnica literaria bien utilizada por el autor para lograr hacer de la obra un buen relajo y una interesante visión a la sociedad imperante en aquella época. Aparecen en el libro relativamente pocos personajes importantes, por lo que en ese aspecto no se hace algo complicado. El lenguaje utilizado es simple también, podría ser definido más específicamente como una variante facilista del nivel culto−formal. El desenlace es algo totalmente inesperado, pero que es la guinda del pastel, puesto que al dejar al mostrar al lector algo radicalmente distinto a lo que se pudiera imaginar como final, no deja gusto amargo, sino que deja un gusto a fascinación muy interesante, para justificar el título del libro. Respecto a los valores humanos que conllevan sus personajes, caben destacar la honestidad, la solidaridad, la valentía y el amor fraternal, entre muchos otros.
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