La vegetación de la Biblia. José Javier Nicolás Isasa

La vegetación de la Biblia José Javier Nicolás Isasa MINISTERIO DE MEDIO AMBIENTE Y MEDIO RURAL Y MARINO Secretaria General Técnica: Alicia Camacho
Author:  Silvia Molina Rico

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LA BIBLIA DE NAVARRA Y LA HISTORIA DE LA BIBLIA
LA BIBLIA DE NAVARRA Y LA HISTORIA DE LA BIBLIA ANTONIO FONTAN 1. LA BIBLIA DE NAVARRA La historia de la Biblia es, entre otras cosas, una historia

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La vegetación de la Biblia José Javier Nicolás Isasa

MINISTERIO DE MEDIO AMBIENTE Y MEDIO RURAL Y MARINO Secretaria General Técnica: Alicia Camacho García. Subdirector General de Información al Ciudadano, Documentación y Publicaciones: José Abellán Gómez. Directora del Centro de Publicaciones: Cristina García Fernández. Jefa del Servicio de Edición: M.ª Dolores López Hernández. Editan © Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino Secretaría General Técnica Centro de Publ icaciones Maquetación, impresión y encuadernación: V.A. Impresores, S.A. NIPO: 770-11-100-X ISBN: 978-84-491-1082-5 Depósito Legal: M-47102-2011 Catálogo General de Publicaciones Oficiales: http://www.060.es (servicios en línea/oficina virtual/Publicaciones)

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En recuerdo de José Javier Nicolás Isasa El pasado día 4 de febrero de 2011 cuando, tras revisión clínica, fue encontrado en perfecto estado, inesperadamente, falleció José Javier Nicolás. Hombre justo, que siempre anduvo por camino recto, mereció la atención celestial de pasar a la Vida dulcemente, sin dolor, en opinión de los facultativos que, con prontitud y delicadeza, acudieron al domicilio y atendieron a su familia. Estos recuerdos se resumen por compañeros de preparación, estudios profesionales y promoción. José Javier Nicolás Isasa nació en Madrid el 16 de Febrero de 1926, en el seno de una familia numerosa y ejemplar, que le proporcionó educación rica en principios y herencia moral, siendo el menor de siete hermanos. El amor a la Naturaleza la búsqueda de su conocimiento y el afán de colaborar en su gestión resultan naturales en miembro de unas familias, Nicolás e Isasa, de amplia y prolongada presencia en el Cuerpo de Ingenieros de Montes, en el que se integraron y destacaron brillantemente tres de los hermanos que podemos considerar coetáneos nuestros, siguiendo esa titulación profesional uno de los hijos de José Javier. Cursó estudios primarios y secundarios en Madrid, con la interrupción en el comienzo del bachillerato derivada de la última Guerra Civil. Alumno del Colegio del Pilar, hubo de recuperar los inicios de la enseñanza secundaria en forma comprimida, teniendo la suerte de seguir el plan de Sáinz Rodríguez, con su examen de estado, el mejor bachillerato que ha tenido España. Superada la prueba selectiva, realizó su preparación para ingreso en la Escuela de Ingenieros de Montes, entre octubre de 1944 y julio de 1948, en la academia de D. Aurelio PérezJofre de Villegas, paternal profesor que, con sus enseñanzas, nos facilitó la consecución de nuestras ilusiones profesionales. En los años del paso por esa academia anudamos una sólida amistad muchos de los que fuimos compañeros de la promoción centenaria de esa ingeniería. Terminados los estudios al final de julio de 1953, José Javier, tras tomar posesión de su primer destino en el Distrito Forestal de Salamanca, se trasladó a California para realizar un estudio de Hidrología Forestal que, junto con Fernando Gil, desarrolló durante ocho meses en la Universidad de Berkeley. Antes de su partida, contrajo matrimonio con Dª María del Pilar Puiggarí Mirapeix, que había de ser madre de sus seis hijos y, hasta el último día, compañera ejemplar y constante apoyo.

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En Recuerdo de José Javier Nicolás Isasa

A su regreso a España, se reintegró a Salamanca, pasando poco después al Distrito Forestal de Oviedo y, en 1960, al de Barcelona, del que fue Jefe posteriormente. Con la creación del ICONA, es Inspector Regional para Cataluña. En 1973 es nombrado Subdirector General en el ICONA y luego Inspector General para Madrid entre 1983 y 1991. Imparte enseñanzas, como Profesor Asociado de Selvicultura, en la Escuela de Ingenieros de Montes de la Universidad Politécnica de Madrid, entre 1990 y 1996. En el Colegio y Asociación de Ingenieros de Montes desempeña cargos directivos entre 1973 y 1985. Durante su estancia en Oviedo publicó un trabajo sobre Pseudotsuga menziesii, el conocido como “abeto de Douglas”, analizando las posibilidades de uso en Asturias y eventualinterés de incorporarlo a la reforestación de terrenos sustentando brezales, dominantes en aquellas montañas. De su permanencia en Barcelona nos dejó otro trabajo de gran interés sobre la trufa negra y la posibilidad de extender su área de existencia aprovechable en Cataluña, cuyas conclusiones han sido luego ampliamente aprovechadas. En su afán por conocer al detalle aspectos curiosos del mercado casi clandestino de la trufa, llegó a desplazarse a la zona de Mora de Rubielos, para presenciar como discreto cliente de un bar, los ritos desarrollados para la fijación del precio de referencia de la unidad de peso del producto de calidad para toda España en una temporada, proceso realizado por señas y con la mayor reserva por los asistentes, procedentes de Cataluña, norte del antiguo Reino de Valencia y Alto Maestrazgo turolense, donde se entrecruzan las demarcaciones de Santiago y Montesa. Los años de su colaboración con la cátedra de Selvicultura de la Escuela de Madrid, le dieron ocasión para elaborar unos apuntes sobre caracteres selvícolas de las principales especies arbóreas, indígenas y exóticas, presentes en montes, vías de comunicación, jardines y plantaciones varias. Más recientemente produjo los artículos dedicados a las flores en la poesía de García Lorca y otros autores, así como la interesantísima parte histórica del libro sobre la vegetación en el Camino de Santiago, dedicada a las dos ramas principales del Camino Francés, otro libro sobre la flora del Quijote y, finalmente, el presente, para cuya preparación se ha documentado ampliamente, sobre la vegetación en el monumento religioso, histórico y sapiencial más editado en el mundo, que es la Biblia. En el Atlas Forestal de España redactó la parte que se refiere a la historia de la cubierta vegetal española. También estuvieron a su cargo los resúmenes históricos de las áreas representadas en numerosas hojas del Mapa Forestal de España en escala 1:200.000, así como la parte histórica de la Memoria del Mapa Forestal en escala 1:1.000.000 Del carácter y virtudes más encomiables de José Javier Nicolás son destacables su honestidad integral, sus dotes de relación, su capacidad de organización y dirección de grupos, la capacidad de decisión rápida, la tenacidad y mantenimiento de decisiones y la amistad íntegra y perenne. dotado de buena memoria, inteligencia extraordinaria y voluntad firme y enérgica, fue constante e insistente en sus propósitos e iniciativas que, fruto de decisiones bien fundadas, supo mantener hasta, por lo general, conseguir su realización. Fueron numerosas las ocasiones en que prestó indispensable ayuda a compañeros y subordinados sin reparar en sacrificios de tiempo y esfuerzo, luchando incesantemente en defensa de los derechos de cuantos estuvieron bajo su responsabilidad. Ha de destacarse también su inquietud intelectual, afán de saber, buscando por el estudio el conocimiento de un tema para luego difundir los resultados de su investigación.

LA VEGETACIÓN DE LA BIBLIA

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José Javier fue uno de los pilares para el mantenimiento de una envidiable unión entre los compañeros de promoción, colaborando activamente en periódicos viajes y en la reunión en comidas al menos mensuales de los residentes en Madrid. Fue padre ejemplar y cariñoso que, en frase de su hijo Manolo, supo educar con el ejemplo, no cayendo nunca en la imposición, estando siempre dispuesto, como árbol benéfico a dar protección a su nutrida prole, dando sombra o dejando pasar el reconfortante sol cuando era lo más conveniente. De sus hermanos, fue profesor nuestro D. Antonio, que siempre nos brindó sus enseñanzas, su bondad y su consejo, poniendo a nuestra disposición una increíble sabiduría en los más variados campos. Había trabajado en el Catastro y en nuestra Escuela había impartido clases de Botánica, antes de ser Profesor de Física y Edafología y de llegar a ser Subdirector de la misma. Por todo ello, nos proveyó de variadas informaciones que no constan en documentación consultable, transmitiéndonos anécdotas que fijan en la memoria en forma indeleble hechos dignos de recordar. El otro hermano también Ingeniero de Montes fue D. Fernando, que permaneció casi toda su brillante vida profesional en la provincia de Cuenca y que comprobó, por las revisiones de montes ordenados, que en éstos la posibilidad se multiplicó por tres, y en algún caso hasta por cuatro, en el plazo de los cuarenta años que transcurrieron entre 1940 y 1980, mostrando de la mejor forma cómo puede lograrse la sostenibilidad en la gestión de los montes, con aplicación de una ciencia, la Dasonomía, nacida en el siglo XVIII. Por donde pasó, nuestro compañero José Javier fue dejando buen recuerdo y abundantes y fieles amigos. Sus compañeros conservaremos la memoria agradecida del afecto que nos dejó. La enseñanza de su perseverante esfuerzo nos servirá de acicate en tiempos en que fuere preciso. Su presencia sigue viva entre nosotros.

ÍNDICE Prólogo .................................................................................................................

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Impresiones de un lector .......................................................................................

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Preámbulo ............................................................................................................

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Capítulo 1. Libros que componen la Biblia ...........................................................

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Capítulo 2. Geografía de Tierra Santa ...................................................................

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Capítulo 3. Relación de los árboles citados, en español, latín, inglés y hebreo .......

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Capítulo 4. Árboles ..............................................................................................

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Capítulo 5. Resumen de citas referentes a árboles .................................................

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Capítulo 6. Relación de las hierbas, matas y arbustos citados, en español, latín, inglés y hebreo ...................................................................................

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Capítulo 7. Hierbas, matas y arbustos ..................................................................

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Capítulo 8. Resumen de citas referentes a hierbas, matas y arbustos ......................

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Bibliografía ...........................................................................................................

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Prólogo La Biblia (los Libros), en sentido amplio, comprende, en primer lugar, los libros del canon hebreo que, agrupados en Ley (Torá), Profetas (Neviím) y Escritos (Ketuvim), dan el acrónimo Tanaj, nombrándose también Miqrá. A estos se unen algunos no incluidos en ese canon por algunas razones. En segundo lugar, se agregan los libros y cartas del canon cristiano, que integran el Nuevo Testamento, formados por Evangelios, Hechos de los Apóstoles, Cartas y Apocalipsis de Juan. En toda la Biblia son abundantes las citas, referencias e informaciones sobre la Naturaleza, los sistemas naturales (con referencias hasta del paisaje) y sus componentes físicos, litológicos, vegetales y animales. En las publicaciones hebreas recientes se encuentran varias obras magistrales del Profesor M. Zohary dedicadas a las plantas, con la monumental Flora de Israel y el precioso libro sobre las Plantas de la Biblia. Merece citarse la Ecología del Paisaje, de los Profesores Naveh y Libeman, que comienza recordando el Salmo XXX, donde se destaca el paisaje de Jerusalem. Entre las publicaciones occidentales, hay numerosas dedicadas a plantas de la Biblia, destacando las modélicas de Moldenke y Straubinger. En nuestro país y en español son raras las referencias a estas cuestiones. Incluso en los diccionarios bíblicos y hasta enciclopedias escasean o se hallan ausentes las entradas sobre estirpes vivientes, mientras predominan las referencias a personas, sucesos, topónimos, llamadas de localización de textos relacionados, etc. Para rellenar este amplio hueco, proporcionando a aficionados, estudiosos o dedicados al cultivo y enseñanza de la botánica un texto que reúna las citas de vegetales y permita su lectura rápida, eliminando los tiempos de búsqueda, el Profesor Nicolás, en una nueva prueba de su meticulosa laboriosidad, ha efectuado una cuidadosa lectura total de la Biblia, en versiones de varios autores, extrayendo las citas de estirpes vegetales (y algunos elementos o conceptos relativos, iniciales o derivados), realizando luego un estudio crítico sobre las identidades de las especies. Trabajos previos del Profesor Nicolás, en relación con plantas, son los que se refieren a los siguientes temas: Pseudotsuga douglasii ( = menziesii) y su interés en los montes asturianos; la trufa negra (Tuber melanosporum), su valor y su comercio, que requirió un trabajo de investi-

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Prólogo

gación casi policíaca, resultando del mayor atractivo y oportunidad, por el momento de su realización; la flora en la poesía de Federico García Lorca; Apuntes de Selvicultura; Apuntes sobre caracteres selvícolas de los más interesantes árboles de la flora forestal mundial. Fue uno de los tres autores del libro “El paisaje vegetal del Camino de Santiago”, con aportaciones originalísimas, y uno de los editores del “Atlas Forestal de España”. Su último anterior trabajo personal, dedicado al segundo libro más editado y leído mundialmente desde su aparición, se plasma en la obra “Consideraciones sobre la vegetación en el Quijote”. Tras esa anterior publicación, prosiguió una labor ya iniciada, dedicada esta vez a la obra que ostenta el máximo de ediciones, difusión y estudio, es decir, a la Biblia. La lectura de este último trabajo proporciona la idea del enorme esfuerzo desarrollado, con lectura completa de varias versiones y estudio comparado de identificaciones de especies y controversia acerca del tema. Es ocasión de destacar una singularidad de las unidades o libros individuales que integran la Biblia (“los libros”, por antonomasia”): son raros los libros de autor conocido, es decir, firmados, aunque algunos son presentados por un descendiente del autor (Eclesiástico) o llevan un seudónimo (Qohélet) sobrepuesto a la seudonimia que lo quiere atribuir a Salomón (como ocurre con la mayor parte de los libros sapienciales). Los libros proféticos con nombre de autor pueden proceder, en todo o en parte, de seguidores ideológicos, comentadores o agregadores de textos iniciales, siendo el caso más complejo el de Isaías o Yesayahu. Para lo que interesa a los aficionados al mundo de las plantas, hay que tener en cuenta que los autores bíblicos eran historiadores, profetas, teólogos, legisladores y generalmente expertos en cuestiones espirituales y religiosas, no teniendo un interés particular por mencionar especies vivientes determinadas, sino en evocar significados, simbologías, caracteres salientes y utilidades de especies o grupos de especies, a la vez que no eran por lo general conocedores de la botánica en grado que diera lugar a señalar las identidades concretas de las especies. Muchas veces, las especies no son propias del Erets Yisrael, sino introducidas o exóticas cuyos productos eran proporcionados por el comercio. Por otro lado, los nombres de uso común han experimentado variaciones o sustituciones en los siglos (hasta milenios) transcurridos desde la gestación de los textos, su posterior paso a escritura y hasta la época actual. Todo esto da lugar a numerosos problemas de correspondencia entre estirpes. Las versiones para nosotros actualmente disponibles de la Biblia proceden en parte de escrituristas que utilizan otras anteriores (Vg. Vulgata latina, de San Jerónimo), creciendo en años recientes el número de las obtenidas partiendo directamente de las obtenidas de los textos hebreos o de algunos griegos (entre ellos los de los Setenta intérpretes alejandrinos), aunque sin conocimientos suficientes de materias botánicas o zoológicas. Los mismos autores o enriquecedores de las versiones de partida, no eran botánicos ni tenían por qué serlo. El resultado ha sido una diversidad caótica de interpretaciones, al expresar en lenguaje usual la correspondencia entre los nombres “bíblicos” y los del país y época en que se efectúa la versión. El autor de este trabajo presenta 141 entradas con los términos más frecuentes empleados en España (en algunos casos, términos de adaptación, por falta de originales vernáculos), dando para cada uno ubicación de su aparición en la Biblia (libro, capítulo y versículos). A continuación, transcribe cada párrafo con cita del elemento de entrada, agregando comentarios sobre las opiniones de expertos en Escritura y Botánica, más las suyas propias, acerca de la identidad de la especie tratada (o, en su caso, de estirpe infraespecífica).

LA VEGETACIÓN DE LA BIBLIA

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Así, un mismo párrafo puede encontrarse en las páginas correspondientes a diversas entradas, para evitar el paso intermedio de intercalar referencias de los cambios de ubicación de la lectura, que desvían la atención del tema interesado y puede producir derivaciones a otros no programados, con incremento del trabajo y mayor inversión del tiempo. Las referencias geográficas con nombres también cambiantes con el tiempo (Vg. Mambré - Hebrón, Moriá - Sión, Salem - Yebús - Yerushaláyim, Siquén - Samaría - Nablús), han sido tratadas cuidadosamente. Una somera bibliografía proporciona información sobre las obras más útiles para el estudio del tema. Este trabajo logra “enseñar deleitando”, objetivo que se ha considerado siempre como óptimo al emprender la redacción de un texto de valor didáctico o simplemente informativo. Su examen contribuirá a que obtengamos un conocimiento estructural de la mayor parte de los libros de la Biblia, mucho más duradero que el producido por la simple lectura, al traer reiteradas relaciones entre las unidades de los diversos temas y poder examinar, en relación con unos mismos asuntos, párrafos de diferentes libros y aún versiones diferentes. En resumen, un rato de lectura de este libro nos deleitará, nos enseñará, proporcionará cultura bíblica y nos hará ver la atención que los primeros autores o transmisores verbales concedieron a la Naturaleza, contemplada como obra divina y marco preparado para la vida de la especie más compleja y perfecta del Cosmos: el hombre, con su inteligencia, libertad, afán insaciable de conocimiento y ansia de eternidad. Naturalmente, este libro acrecerá nuestros conocimientos botánicos, en cuanto caracteres, utilidades e historia de las relaciones del hombre con el mundo vegetal. Su lectura o estudio hará posible la aspiración del autor: acrecentar el conocimiento de la Biblia y del mundo vegetal mencionado en sus libros, pudiendo permitir la adquisición de conocimientos de interés general. Puede decirse, con justicia, que este trabajo llena un nicho en nuestra literatura de aplicación de la Biblia que había permanecido mucho tiempo en espera de ser ocupado. Juan Ruiz de la Torre

Impresiones de un lector Sin más título que el de lector aventajado, al contar con el privilegio de la amistad y confianza del autor de este trabajo, se me ocurren algunos comentarios al pasar sus páginas. Impresiona el valor que muestra José Javier Nicolás al acometer la ardua tarea de rebuscar en los extensos y complejos textos bíblicos las referencias a las plantas citadas en ellos y tratar de identificarlas con especies definidas según las actuales leyes de taxonomía botánica. Supongo las muchas y variadas dificultades que ha tenido que vencer en este intento, ya coronado con éxito y utilidad. Hay que considerar, en primer lugar, la naturaleza de los relatos bíblicos, cuyo propósito es la expresión doctrinal de los textos sagrados. Es sabido que las referencias que en ellos se encuentran a plantas o a animales no pretenden ser científicas ni descriptivas; en muchos casos son alegóricas –como en las frecuentes alusiones al “pan del cielo”, al mismo maná, a la vid,… – o poéticas: en los Salmos o en el Cantar de los Cantares, se citan jardines formados por plantas de ámbitos tan diferentes que harían imposible su convivencia. Podría pues parecer inútil o inadecuada la aplicación de las leyes botánicas a dichos textos; pero, independientemente del sentido del escrito, las plantas citadas en ellos eran las habituales para unos pueblos, predominantemente pastores o agricultores, familiarizados con su presencia, utilización y significado. A la propia esencia de los textos bíblicos, escritos a lo largo de quince siglos en escenarios variados y tiempos lejanos, hay que añadir la dificultad debida a las distintas traducciones por las que han llegado hasta nosotros a través de idiomas diferentes. Con razón encuentra el autor “desesperante” el hecho de que en las distintas versiones surgidas a lo largo de los siglos, aparezcan unas mismas plantas con nombres diferentes, ya que los distintos traductores no siempre han sido capaces de encontrar palabras y expresiones equivalentes a las escritas por los autores originales. Efectivamente son frecuentes en la sucesión de traducciones –y no sólo en el caso de la Biblia– las confusiones entre distintas especies, más cuando éstas son desconocidas en el ámbito del idioma del traductor. Por otro lado, en el lenguaje vulgar pueden existir para una misma especie varios nombres intercambiables y, en muchos casos, un mismo nombre vulgar designa especies dispares. Ha sido así frecuente, por ejemplo, la ambigüedad en el lenguaje al referirse a Coníferas tan diferentes como cedros, abetos, pinos, enebros o cipreses, o bien la confusión entre robles y encinas, al faltar estas últimas fuera del ámbito mediterráneo. Otras veces ha sido la tradición popular la que ha introducido equívocos muy extendidos, como hace notar el

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Impresiones de un lector

autor con la famosa manzana del Edén: en el Génesis no figura como tal, sino como “fruto del árbol del bien y del mal”. A veces los nombres de plantas citadas en los textos bíblicos resultan demasiado amplios o imprecisos para deducir la especie de la que se trata. Es el caso de las referencias a espinos, abrojos, zarzas o cardos que, mencionados frecuentemente como símbolo de inutilidad o abandono, pueden sugerir innumerables especies de la zona muy diferentes entre sí. En otras ocasiones la alusión a las plantas es indirecta o a través de sus productos: alimentos, maderas, resinas, aceites, perfumes, tejidos, etc., que pueden proceder de especies muy distintas con utilizaciones semejantes. Por el contrario, especies afines, incluso dentro de un mismo género, pueden tener propiedades diferentes, que estarán más o menos de acuerdo con el sentido del relato. En cada caso el autor investiga y discute las especies concretas más probables a las que pueda referirse el texto y, en ocasiones, llega incluso a distinguir o proponer rangos subespecíficos. Uno de tantos ejemplos lo encontramos en la acacia, tan nombrada especialmente en el Génesis, utilizada por su resistencia, dimensiones, relativa ligereza, durabilidad y naturaleza incorruptible, en la fabricación del mobiliario del templo, incluyendo tableros, postes y varales; de las distintas especies de ese género que existen en la zona el autor, teniendo en cuenta dichas condiciones, acota en cada caso la especie posible por su adecuación al uso que se describe. Otro caso sería el del árbol al que se encarama Zaqueo para ver a Jesús; el autor se refiere acertadamente al sicómoro; en ciertas versiones se cambia por la higuera común, especie muy próxima a la anterior pero menos propia del ambiente en que se desarrolla la escena y, sobre todo de madera tan floja y tan quebradiza que hace peligrosa su ascensión por el riesgo de fractura inmediata de sus frágiles ramas. En los casos de productos vegetales procedentes de países lejanos, la indagación de la especie y de su origen ayuda a comprender mejor los hechos narrados; es el caso del perfume de nardo con el que María unge los pies de Jesús antes de la Última Cena, provocando el escándalo de algunos de los testigos de la escena debido al alto precio de ese producto; la identificación de la especie vegetal de la que se obtenía este perfume y su remota procedencia, del norte de la India, explican su carestía y ayudan, entre otras cosas, a entender mejor la postura de los protagonistas. El conocimiento más preciso de las especies vegetales que vistieron los paisajes bíblicos, o las que sus pueblos cultivaron para su sustento y medicación o utilizaron en sus construcciones o en sus ofrendas, ayudan a comprender mejor el marco en que se desarrollan los relatos sagrados. Algunas de las plantas más citadas en los textos bíblicos han llegado además hasta nosotros conservando su significado sagrado, al haber sido incorporadas a la Liturgia cristiana o mantenidas por la tradición; es el caso especialmente del trigo, el olivo, la vid, incluso el lino o las plantas productoras del incienso. En muchos casos el autor relaciona también las plantas citadas con la toponimia a la que han dado lugar. Es pues oportuno e interesante, además de meritorio, el trabajo realizado por José Javier Nicolás, en una etapa de plenitud y experiencia de una vida profesional larga y fecunda; además de ilustrar al lector interesado sobre las especies nombradas, contribuye a un conocimiento más fiel del texto original y constituye un apoyo para mejorar las futuras tradiciones y muchos otros aspectos del estudio y la investigación bíblica. Jacobo Ruiz del Castillo

Preámbulo Para un lector de la Biblia que tenga algunos conocimientos botánicos, resaltan las citas que en las Sagradas Escrituras se hacen de diversos árboles, arbustos, matas y hierbas, designadas muchas veces con nombres diferentes en las distintas traducciones de este texto. A partir del momento de mi jubilación como Ingeniero de Montes del Servicio Forestal español, he podido disponer de suficiente tiempo para realizar una lectura sosegada y completa de los bellos y profundos textos bíblicos. A la vez he ido tomando nota de sus citas de elementos vegetales. Más tarde, he tratado de identificar cada una de las plantas nombradas con el género y la especie concreta que le corresponde en la actual taxonomía botánica. Con las notas tomadas y los datos obtenidos en obras que hacen referencia a la vegetación en la Biblia, se ha intentado componer un texto congruente. Como se hablará también en el apartado que se refiere a los textos que se ocupan del nombre que se da a las plantas bíblicas, las obras fundamentales que han servido para realizar el presente trabajo, han sido las siguientes: – LA BIBLIA DEL PEREGRINO, traducida de los textos originales por un grupo de expertos dirigido por Luis Alonso Schökel, profesor del Instituto Bíblico de Roma. Ante las discrepancias en los nombres dados en las distintas traducciones de la Biblia, hemos tratado de seguir el criterio de Schökel siempre que resultaba posible. – SAGRADA BIBLIA, versión directa de los textos primitivos por Juan Straubinger. – PLANTS OF THE BIBLE, de Harold N. y Alma L. Moldenke. – PLANTS OF THE BIBLE, de Michael Zohary. – FLORA MAYOR, de Juan Ruiz de la Torre. Reuniendo datos contenidos en esos textos y en otros que figuran en la Bibliografía, se ha procurado redactar un texto que sirva de orientación a los que pretendan identificar correctamente los vegetales que figuran en las Sagradas Escrituras. Debo expresar mi profundo agradecimiento a Juan Ruiz de la Torre, Catedrático Emérito de la Universidad Politécnica de Madrid y al Doctor de Ciencias Geológicas e Ingeniero Téc-

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Preámbulo

nico Forestal Jacobo Ruiz del Castillo, que han tenido la gentileza de revisar este texto, y no sólo han corregido los errores que contenía, sino que han hecho una serie de sugerencias que han servido para mejorar y ampliar la obra. El conjunto de aportaciones que han realizado se consignan en la Bibliografía como escritos sin publicar de estos grandes amigos. También expreso mi gratitud al Doctor Ingeniero de Montes Carlos de Juan Díaz, culto traductor de varias lenguas, por haberse brindado a revisar este trabajo. El Profesor Juan Ignacio García Viñas ha aceptado el encargo, que debo agradecer en lo que vale, de seleccionar las fotografías y aportar varias suyas de gran valor. Doy también gracias a Nicolás Puiggarí y Javier María López por las fotografías que me han cedido. Para Pilar Nicolás Puiggarí e Ignacio Hoyos Rodríguez, muchas gracias por su apoyo informático. José Javier Nicolás Isasa

Capítulo 1 Libros que componen la Biblia

LA VEGETACIÓN DE LA BIBLIA

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Biblia significa en griego “conjunto de libros”. Estos libros constituyen la obra cumbre del saber humano. Paul Claudel la denominó el libro más grande de la humanidad. Juan Ruiz de la Torre se refiere a la Biblia como monumento espiritual, histórico y cultural en todos sus aspectos. Javier Caballero calcula que se han vendido 6.000 millones de ejemplares de la Biblia desde que se inventó la imprenta. El Antiguo Testamento contiene la verdad revelada por Dios a los hebreos a través de Moisés y los profetas. En el Nuevo Testamento la verdad se revela a toda la humanidad por medio de Jesucristo. Desde el Concilio de Trento, para los católicos, se considera que el Antiguo Testamento está constituido por 46 libros (45 si se consideran los de Esdrás y Nehemías como uno solo), mientras el Nuevo Testamento lo integran 27 libros; lo que hace un total para toda la Biblia de 73 libros (72 si se acepta el criterio de integración de los dos libros citados). De los libros del Antiguo Testamento 21 son históricos, 7 doctrinales y 18 proféticos, mientras que el Nuevo Testamento comprende 5 libros históricos, 21 doctrinales y 1 profético, según criterio de Straubinger. El Antiguo Testamento fue escrito originariamente en hebreo, salvo el libro de la Sabiduría y el segundo de los Macabeos que se escribieron en griego. Tampoco se escribieron en hebreo, sino en lengua aramea, algunos pasajes de los libros de Esdrás, Daniel, Ester y Jeremías, así como la totalidad de Tobías y Judit. El Nuevo Testamento estaba escrito en griego, excepto el Testamento de San Mateo, que se redactó en arameo. Este texto en arameo se ha perdido, pero hoy se conserva su traducción al griego. El conjunto de los libros canónicos de la Biblia, todos ellos inspirados por Dios, fueron redactados por más de cincuenta autores. La palabra testamento se entiende como pacto o alianza solemne. Canon se emplea aquí como regla o norma, como conjunto de libros que la Iglesia ha reconocido como verdaderamente inspirados por Dios. Entre las primeras versiones de la Biblia cabe destacar las siguientes: a) Versión griega de los 70 ó Alejandrina, de los siglos III y II antes de Cristo. Primera versión escrita en griego por setenta sabios, según la leyenda. Se trata del primer intento de traducción a otra lengua del Antiguo Testamento. Este texto ha servido para identificar muchas palabras y expresiones antiguas. b) La versión en arameo del Pentateuco, del siglo II de nuestra era. En ella aparecen alterados algunos nombres de plantas que no existían en la zona de Siria de habla aramea. c) Versión latina de la Vulgata o de San Jerónimo, del siglo IV. d) Versión del Concilio de Florencia, de 1441. e) Versión políglota del Concilio de Trento, de 1546, en el que se aprobó que el conjunto de libros incluidos en la Vulgata latina eran sagrados y canónicos. El Antiguo Testamento suele dividirse en tres partes: 1ª. La Ley, también llamada el Pentateuco. 2ª. Las Profecías. 3ª. La Hagiografía, también llamada los Escritos.

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Libros que componen la Biblia

El Nuevo Testamento fue escrito en griego por diversos autores entre los años 66 y 125 de nuestra era. Su canonización es de finales de la segunda centuria. Las fuentes orales de varios Evangelios procedían del arameo y del griego. El conjunto de libros conocido como Biblia apócrifa o Pseudoepigrafía proceden del siglo II y fueron excluidos del canon por ser de carácter exclusivamente histórico. Pero algunas referencias o fragmentos conservados de ellos pueden resultar útiles para interpretar palabras o frases dudosas. Entre otras cuestiones, pueden a ayudar a la correcta interpretación de las plantas sobre las que exista controversia. Algunos de estos libros, ahora perdidos, aparecen mencionados en la Biblia canónica, como los de “Las guerras del Señor”, “El libro de Jashar” y “El libro de las actas de Salomón”. Por su contenido, podemos clasificar los libros como protocanónicos, deuteronómicos, legales, históricos, relativos a las ciencias morales y proféticos. Según Straubinger, al interpretar la Biblia hay que tener en cuenta el estilo y el género literario de cada uno de sus libros. A veces se adoptan formas hiperbólicas o metafóricas. En cuanto a los géneros que podemos hallar en este texto figuran el épico, la fábula y el cuento, la historiografía, el profético, el jurídico, el epistolar y el didáctico. La Biblia constituye la base de las dos religiones: la judía y la cristiana. Para Straubinger, de los 46 libros del Antiguo Testamento, 21 son históricos, 7 doctrinales y 18 de profecías. Respecto a los 27 libros del Nuevo Testamento, considera que 5 son históricos, 21 doctrinales y 1 profético. Cada libro está dividido en capítulos y versículos.

LOS LIBROS DE LA BIBLIA SEGÚN LA IGLESIA CATÓLICA ANTIGUO TESTAMENTO • LIBROS HISTÓRICOS Génesis Éxodo Levítico Números Deuteronomio Josué Jueces Samuel (1) Samuel (2)

Reyes (1) Reyes (2) Reyes (3) Crónicas (1) Crónicas (2) Esdrás Nehemías Macabeos (1) Macabeos (2) Paralipóminos

• LIBROS DE NARRACIONES Rut Tobías

Judit Ester

LA VEGETACIÓN DE LA BIBLIA

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• LIBROS DIDÁCTICOS O SAPIENSALES Job Salmos Proverbios Lamentaciones

Eclesiastés Sabiduría Eclesiástico

• LIBROS PROFÉTICOS Isaías Jeremías Ezequiel Daniel Oseas Joel Amós Abdías Jonás Baruc

Miqueas Nahum Habacuc Sofonías Ageo Zacarías Malaquías Macabeos (1) Macabeos (2)

El Antiguo Testamento también suele dividirse, según el territorio en el que se desarrolla el relato, en tres partes: 1ª. Deuteronomio, donde prevalece el territorio de Egipto y la Península de Sinaí. 2ª. Libros históricos y de los Profetas, desarrollados en Palestina. 3ª. Job, que se refiere más a Asiria que a Egipto, Arabia y Palestina.

NUEVO TESTAMENTO • LIBROS HISTÓRICOS Mateo Marcos Lucas

Juan Hechos de los Apóstoles

• LIBROS DIDÁCTICOS Romanos Corintios (1) Corintios (2) Gálatas Efesios Filipenses

Tito Filemón Hebreos Santiago Pedro (1) Pedro (2)

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Libros que componen la Biblia

Colosenses Tesalonicenses (1) Tesalonicenses (2) Timoteo (1) Timoteo (2)

Juan (1) Juan (2) Juan (3) Judas

• APOCALIPSIS Apocalipsis

TRADUCCIONES Como ya se ha indicado, la primera traducción de los libros de la Biblia entonces existentes se hizo al griego. Posteriormente se tradujo la totalidad de la Biblia al latín, para más tarde ser vertida a las distintas lenguas románicas y sajonas. Por fin se han publicado versiones de las Sagradas Escrituras en todos los idiomas conocidos de la tierra, convirtiéndose, a lo largo de los siglos, en el libro que más se ha traducido. Los distintos traductores no siempre han sido capaces de encontrar palabras o expresiones equivalentes a las que escribieron los autores originales. Esto se pone de manifiesto, de manera especial, al tratar de trasladar el nombre de las plantas; el que traduce no acierta a distinguir la especie concreta a la que se refería el autor original y la sustituye, en su lengua, por otra que resulta más próxima o conocida al traductor. Hay que tener en cuenta que los copistas y traductores de la Biblia no solían ser conocedores de la flora de los Santos Lugares, por lo que la nomenclatura botánica empleada por ellos carece de valor científico. También han podido introducirse variaciones al irse renovando en los primeros tiempos a medida que iban realizándose las sucesivas copias. Al principio estas copias se hacían en papiro, cuya duración es muy limitada. Sólo desde el siglo IV comenzaron a copiarse los libros de la Biblia sobre pergaminos, que resultan más resistentes. Todo ello ha originado grandes discusiones y discrepancias sobre la correcta traducción de ciertas palabras y frases hebreas, arameas o griegas que fueron posteriormente traducidas a las distintas lenguas con significado diferente. Entre ellas figuran los nombres de las plantas, de sus componentes, de sus frutos y de las substancias que de ellas pueden obtenerse. Para Zohary, a causa del inadecuado concepto que tenían los traductores de lo que eran las plantas nativas que se citan en la Biblia y a la costumbre que tenían de trasladar su nombre, en casos de duda, utilizando los que les resultaban familiares, se ha dado lugar a que se produzcan innumerables discrepancias, inexactitudes y confusiones en las diferentes traducciones. Incluso el nombre de muchas plantas que se dan en el Septuagésimo no se encuentran en el territorio de la Biblia, pero pueden aparecer en Grecia. Algo así ocurre también en la Vulgata. También reconoce Zohary que las traducciones inglesas son las principales culpables a este respecto, porque en ellas se asignaron nombres europeos a muchas plantas de la Biblia. El castaño, el avellano, el boj y el brezo aparecen en ciertas versiones inglesas. En otras llegan

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a citar una determinada planta con nombres diversos. Esto ocurre, por ejemplo, con el escaramujo, el espino, la zarza y el cardo. En realidad, ninguna lengua está libre de que en sus traducciones se incluyan algunas de estas equivocaciones. Lo cierto es que, como dice Straubinger, la Biblia ofrece dificultades lingüísticas y de interpretación en muchos aspectos. En especial resulta difícil identificar las plantas que menciona y utilizar su verdadero nombre. Así nos encontramos que resulta una ardua tarea el tratar de identificar las plantas y los productos vegetales citados en la Biblia. Algunas especies podrán ser identificadas con cierta seguridad, pero hay casos en que resulta casi imposible el averiguar el nombre exacto de la planta citada, a la que diferentes traductores o estudiosos de las Sagradas Escrituras dan nombres distintos, muchas veces relacionados con la vegetación del país en el que residen. Para aclarar algunos términos hebreos, hoy en desuso o empleados con otro significado del que tenían en tiempos bíblicos, los especialistas han recurrido a comprobar versiones en lengua aramea, que en sus tiempos se hablaba en Israel tanto como la hebrea. También puede servir el árabe para interpretar esos términos oscuros, puesto que hay muchas palabras hebreas, entre otras las de las plantas, que resultan muy semejantes a nombres utilizados por los árabes. Zohary indica que el árabe actúa como reserva natural de nombres que están moribundos en el hebreo, por falta de empleo. El árabe ha servido a los especialistas para resolver muchos casos dudosos en la traducción de ciertas palabras. A partir de la caída del reino judío en el año 70 antes de Cristo, durante la ocupación romana y bizantina, los campesinos hebreos siguieron cultivando sus tierras, lo que sirvió para preservar los nombres originarios de las plantas y los cultivos tradicionales. La invasión árabe en el año 640 produjo una mayor convulsión y muchos campesinos tuvieron que abandonar sus tierras. Sin embargo, los árabes dedicados a la explotación agrícola, utilizaron muchas palabras hebreas empleadas para designar las plantas y terminaron incorporándolas a su lenguaje. A través del árabe se ha conservado el nombre de ciertas especies, como el manzano, la higuera, la vid, el pistacho, el algarrobo y otras.

FECHAS Straubinger hace notar que desde que se escribió el Génesis hasta que se redactó la Apocalipsis transcurrieron catorce siglos. Hasta el siglo XV en el que se inventó la imprenta, siguieron produciéndose copias manuscritas en distintas lenguas. Primero bajo los auspicios y vigilancia de las sinagogas y después de la Iglesia Católica. No se tienen noticias de que antes de Moisés existiese, entre el pueblo judío, alguna revelación escrita. Dentro del siglo primero de nuestra era terminó de redactarse el último libro del Nuevo Testamento. Para algunos, unos pocos libros se escribieron a comienzos del siglo II. La canonización de los libros de la Ley, es decir la aceptación de que tales libros estaban inspirados por Dios, parece haber tenido lugar durante el siglo quinto antes de Cristo. Parte de los Profetas se reunieron en el siglo IV antes de Cristo y el resto en el II a. C.; la Hagio-

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grafía entre los siglos I y II de nuestra era. Desde entonces, los textos de la Biblia han permanecido como un conjunto cerrado de libros que no se podían alterar ni cambiar y que eran objeto de respeto y veneración.

PRINCIPALES OBRAS QUE SE OCUPAN DEL NOMBRE DE LAS PLANTAS BÍBLICAS Harold N. Moldenke y Alma L. Moldenke hacen en su obra “Plants of the Bible” un resumen de las obras que se han ocupado de la correcta identificación de las plantas que se citan en la Biblia, tema que ha interesado a la gente desde tiempos antiguos, dado el elevado número de veces que aparecen nombradas en ese texto ciertas plantas, sus productos, su empleo o su significado. También en la bibliografía del excelente libro de Michael Zohary, con el mismo nombre de “Plants of de Bible”, se consignan los nombres de los textos que sobre este tema se han escrito. El estudio de la flora de la Biblia data ya de cinco siglos. Pero la falta de preparación botánica de los primeros estudiosos que revisaron, tradujeron y comentaron las Sagradas Escrituras ha dejado un cúmulo de falsas interpretaciones. El primer texto conocido que trata de las plantas de la Biblia es el de Levinus Lemmens, que data de 1566. En 1587 Thomas Newton publicó otro texto relativo al herbario de la Biblia. Entre 1583 y 1586 el holandés Leonard Ranwolf visitó Siria, Palestina, Arabia y otros países del Oriente Próximo para estudiar su flora. Sus colecciones de plantas sirvieron de base para la publicación que en el año 1776 realizó J. V. Grenovius. También dentro del siglo XVI se encuentra la obra de F. Valles, que es de 1588. En el siglo XVII hubo más autores que se ocuparon de este tema: L. Rumetius (16061626), F. I de Barreira (1622), Joannes Meurs (1643), A. Cocquius (1664 y 1671) y E. Castelli (1667). Otros autores trataron de plantas concretas de las que figuran en la Biblia, entre ellos Du Pas, Mundelstrup, Ravius y Meyer; en esas obras se refieren a las especies Anemone coronaria, Calotropis procera, Mandragora autumnalis o Ficus sycomorus. En 1663 salió la primera edición de “Arboretum biblicum” de J. H. Ursinus y en 1694 apareció “Scripture herbal” de William Westmacott. Especial importancia tiene la “Revelación de un viaje por el levante” publicada por Tournefort en 1717-1718. También en el siglo XVIII aparecen otros trabajos firmados por Celsius, Hiller, Scheuchzer, Shaw, Oedman, Harris, Taylor, J. B. Roh, P. Forsskäl y F. Hasselquist (éste fue discípulo directo de Linneo y murió prematuramente, pero antes pudo visitar los territorios a los que se refiere la Biblia). Pretendió continuar su obra Pier Forsskäl, quien también viajó a Egipto, Arabia y la zona situada al sur del Mar Muerto. Los viajes y trabajos de los botánicos de la escuela sueca de Carlos Linneo, llamados F. Hasselquist y Pier Forsskäl se consideran como trascendentales para resolver el tema de la correcta denominación de las plantas que figuran en las Sagradas Escrituras. Fueron dados a conocer entre los años 1761 y 1778.

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En 1793 C. P. Thunberg publicó la “Historia Natural de la Biblia”. Ya dentro del siglo XIX, el eminente botánico C. P. Thunberg publicó en 1828 una disertación sobre la vegetación de la Biblia. En 1841 Kitto publica “Palestina, geografía física e historia natural de Tierra Santa”. Marie Callcott publicó en 1842 “Scripture herbal”, en 1851 apareció “Plantas y árboles de las Escrituras” de Pritt y en 1857 “Las plantas de la Biblia” de Balfour. También cabe señalar “Botánica bíblica” de Edmond Boissier (1861-1862) y “Flora orientalis” del mismo autor (1867- 1888), así como “The Natural History of the Bible”. Otras obras interesantes de ese siglo XIX fueron: “Las plantas de la Biblia, su historia” de John Smith (1878) y la “Flora de Siria, Palestina y Sinaí” (1883 - 1893) de G. E. Post. En el año 1900 L. Fonck publica “Strifzünge durch die biblische Flora”. Entre 1932 y 1933 apareció la segunda edición de la monumental obra de G. E. Post. Entre 1924 y 1938 “Die Flora der Juden” de I. Loew, que resulta importante por el tratamiento filológico que da al nombre de las plantas y por la amplia bibliografía que contiene. En 1932 se publica “From Cedar to Hysop, a Study in the Folklore of Plants in Palestina” de G. M. Crowfoot y L. Baldensperger. En 1956 “Plants of the Bible” de U. Feldman. En 1968 “Plant World of the Bible” de J. Felix. También en 1968 A. Goor y M. Nurock publican “The Fruits of the Holy Land”. En 1969 “Plants of the Bible” de M. Zohary. En 1971 “Climatic Variations and Botanical History of Israel”, de Weisel y otros. Y en 1976 apareció “A New Analytical Flora of Israel” de M. Zohary. Distintos artículos sobre árboles y flores de la Biblia se publicaron hacia los años treinta en las revistas “American Forest and Forest Life” y “Gardener’s Chronicle”. Pero las obras que a nuestro juicio son las más importantes y las que han servido de base para realizar el presente trabajo son: “Plants of the Bible” de Harold N. Moldenke (Curator and Administrator of The Herbarium, New York Botanical Garden) y Alma L. Moldenke (B. A. Biology Department Evander Childs High School), del año 1952; la obra con el mismo título “Plants of the Bible”, de Michael Zohary (Professor of Botany, Hebrew University, Jerusalem), de 1982; y “Flora mayor” de Juan Ruiz de la Torre (Catedrático Emérito de Botánica de la Universidad Politécnica de Madrid, gran conocedor de la Biblia y de las lenguas hebrea, griega, latina y árabe), del año 2006. Zohary juzga así la obra de Moldenke: “Moldenke fue un botánico que nunca entró en contacto con la flora bíblica en su auténtico medio. Aunque no era suficientemente conocedor de la lengua hebrea, contribuyó notablemente al cotejar toda clase de opiniones, versiones, traducciones e interpretaciones que aparecían dispersas en la botánica bíblica. Su honradez le impidió llegar a conclusiones en la mayoría de los casos. Concretamente, 110 nombres de plantas de la Biblia están presentes entre las 230 citas del libro”. En Israel E. Hareuveni ha publicado diversas comunicaciones que se refieren a la nominación de las plantas en la Biblia, entre las que se encuentran “Researches in Names of Palestine Plants” (Leshonenu vol. 1 y 2, 1930 y 1931), así como “Recherches sur les Plantes de l’Évangile” (Revue Biblique, vol. 42, año 1932). “El mundo de la vegetación bíblica”, publicado en hebreo por J. Felix (1968) contiene una relación bastante completa de las plantas de las Sagradas Escrituras. En lo referente a geografía física, clima, suelos y datos históricos se ha seguido, además del excelente texto de Zohary, el “Atlas histórico de la Biblia”, obra de Enrico Galbiati y Filippo Serafini (2004).

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IDENTIFICACIÓN DE LAS PLANTAS Actualmente queremos conocer cómo era el hombre al que se refiere la Biblia, cómo era su mundo exterior y qué clase de plantas aparecen citadas en las Sagradas Escrituras. La ciencia botánica exacta es muy reciente. Los autores de la Biblia no tenían los conocimientos y medios de que hoy disponemos para identificar una determinada especie. Además, para los autores bíblicos, los aspectos botánicos resultaban totalmente secundarios, frente a lo que les preocupaba en sus escritos: las facetas morales, éticas, teológicas o históricas, que para ellos tenían mucha mayor importancia y significación, como realmente hoy la tiene para los católicos actuales. Las citas vegetales en las Sagradas Escrituras se refieren principalmente a plantas existentes en Egipto, Palestina, Siria, Líbano, Arabia y Península del Sinaí. También se citan productos vegetales importados de Ceilán, India, Yemen, Somalia y otros países. Los cereales nombrados proceden, en gran parte, de Mesopotamia, Persia y de otros naciones situadas al este de Palestina. La evidente identificación del antiguo israelita con la naturaleza que le rodeaba la hace notar Zohary, al descubrir innumerables alusiones bíblicas, parábolas y metáforas que proclaman el vital significado de los vegetales dentro de aquella civilización. El libro de Isaías es quizá el que tiene el elenco más rico de plantas, algunas de ellas nunca identificadas con certeza. El Cantar de los Cantares, por ejemplo, está impregnado con olores de rosas, lilas, costosos bálsamos y delicados perfumes extraídos de sustancias vegetales. En hebreo existen muchos nombres propios de personas, de ciudades, de pueblos y de distritos que corresponden con la denominación de plantas. Entre ellos figuran Elah (terebinto), Allon (roble), Assa y Adassah (mirto), Diklah (palmera), Tamar (palma datilera) y Zayit (olivo). En las Sagradas Escrituras se emplean muchas veces, como símbolos de altura, fuerza, belleza o bondad, a determinados árboles, arbustos, matas, hierbas, flores y frutos. El cedro del Líbano constituye un claro ejemplo de cómo se puede crecer. La sombra de la higuera puede citarse como una de las mejores protecciones contra los rigores del sol. La vegetación sirve para expresar ideas de tranquilidad, de paz, de belleza o de prosperidad. Los árboles, sus fustes, ramas, hojas y flores servían de modelo para los candelabros, frisos y otra decoración de los tabernáculos. Incluso fueron frecuentes los motivos vegetales en los mosaicos y en las primeras monedas. Pero resulta desesperante y objeto de nuevas confusiones ver cómo una misma planta recibe distintas denominaciones en las diversas versiones y traducciones de la Biblia que han ido apareciendo a lo largo de los siglos, aunque a veces participaran en ellas eminentes lingüistas y botánicos. En ocasiones se llega a identificar determinadas plantas que nunca crecieron en Israel ni fueron conocidas en tiempos bíblicos por sus habitantes. Zohary señala que de las 110 plantas que se citan en la Biblia, muchas debían pertenecer al folclore y a la fraseología prebíblica. Alguna planta aparece citada alrededor de un centenar de veces, mientras que otras especies son mencionadas una sola vez, sin que la frecuencia de su aparición responda al valor, utilidad, abundancia, vistosidad u otras características de la especie vegetal consignada. De algunas de estas plantas se ha venido repitiendo su nombre oscuro o incluso inidentificable, a lo largo de muchas generaciones.

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Los antiguos estaban más interesados en la simbología de las plantas, del tipo de vegetación que ellas representaban, que de la exacta identificación de la especie que se nombraba. Únicamente las revisiones posteriores nos han permitido irnos aproximando al nombre exacto de cada vegetal citado, haciendo para ello uso de los recursos que nos brinda la moderna taxonomía. Aunque, como ya se ha indicado repetidas veces, no siempre se ha conseguido llegar a la correcta identificación. Para lo que constituye la flora natural, podemos guiarnos por la que existe en la actualidad, pues las condiciones climáticas no han variado fundamentalmente desde los tiempos bíblicos, ni la acción milenaria del hombre ha llegado a destruir totalmente la naturaleza de la zona. Pero no ocurre así con la flora de los cultivos, ya que a lo largo del tiempo han ido introduciéndose otros muchos desde diversos países, incluyendo malas hierbas, por lo que la actual vegetación agrícola de esta zona difiere fundamentalmente de la que debió existir en tiempos bíblicos. Por último, cabe citar la serie de especies productoras de inciensos, esencias valiosas, condimentos apreciados y maderas preciosas que se importaban de otros países. Al tratar de identificar los nombres de las plantas citadas en las Sagradas Escrituras debemos siempre tener en cuenta que los primeros redactores carecían de los conocimientos que hoy nos proporciona la moderna taxonomía vegetal, o sea de la parte de la botánica que se ocupa de clasificar y ordenar sistemáticamente los vegetales, basándose en analogías y diferencias que existen en las distintas partes de cada hierba, mata, arbusto o árbol. En nuestro caso, a partir de que Linneo estableciese normas científicas muy claras, podemos llegar a distinguir, de forma clara y precisa, cada una de las especies vegetales. Pero los escritores de hace más de veinte siglos muchas veces daban varios nombres distintos a una misma especie o, por el contrario, había nombres de plantas que se aplicaban a varias especies distintas, que podían incluso pertenecer a distintos géneros y familias. Desde el siglo XVI y de manera preferente, a partir del siglo XIX, numerosos botánicos y estudiosos de la Sagradas Escrituras, han ido publicando sucesivas revisiones de la vegetación que figura en la Biblia, llegando a conclusiones muy diversas, a veces contradictorias.

AGRICULTURA El hombre bíblico era fundamentalmente agricultor y ganadero, sobre todo a partir de su asentamiento en la Tierra Prometida. El hombre desde el descubrimiento de la ganadería y de la agricultura, se ha convertido en el mayor agresor de la naturaleza. Ha talado e incendiado los bosques, para después ocupar los terrenos con cultivos temporales o permanentes, o bien para ampliar y mejorar los pastos, una vez suprimida mediante el fuego la vegetación leñosa e incorporadas al suelo las cenizas de los productos quemados. Ese proceso tuvo lugar en Israel hace varios milenios. Comenzaron instalándose los cultivos en las riberas de los ríos y en los valles de las montañas. Las llanuras más fértiles pasaron más tarde a convertirse en campos de cereales. Incluso en las laderas de los montes, la vegetación natural fue sustituida por cultivos abancalados o pastizales.

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La supresión de la vegetación supuso la pérdida de la protección que dispensaba al suelo esa cubierta vegetal, con las copas y sistemas radicales de los árboles, arbustos, matas y hierbas que allí se desarrollaban. Las lluvias estacionales, cuando se producían, encontraban las tierras desprotegidas y daban lugar a importantes fenómenos erosivos. El proceso de desertificación avanzó ya seriamente en los propios tiempos bíblicos. La vegetación primitiva quedó reducida a retazos, situados mayormente entre zonas rocosas, con suelos de poco fondo, con topografía accidentada o en terrenos poco aptos para la labranza por cualquier otra circunstancia. En terrenos a los que se refiere la Biblia o en sus aledaños, se había venido desarrollando la agricultura al menos hace nueve mil años. Muchos de los cultivos locales tuvieron su inicio en estos terrenos a partir de especies silvestres del lugar. En la época en que tuvo lugar el Éxodo la agricultura en Canaán estaba ampliamente desarrollada. El olivo, la palmera datilera y otros árboles proporcionaban frutos fundamentales para la dieta de la población.

Capítulo 2 Geografía de Tierra Santa

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DIVISIÓN DEL TERRITORIO El territorio más relacionado con la Biblia no es muy extenso, ya que apenas alcanza los 23.000 Km2. Estaba comprendido entre Siria, el desierto sirio-arábigo, Egipto y el Mar Mediterráneo. Desde el punto de vista orográfico y climático se suelen distinguir dentro de este territorio cuatro zonas longitudinales que se extienden, cada una de ellas, de norte a sur. Son las siguientes: la franja costera, la franja montuosa o de las colinas occidental, la depresión central y la meseta o franja montuosa oriental.

1. FRANJA COSTERA La franja más occidental es la costera, que abarca desde el llamado Escalón de Tiro hasta el Arroyo de Egipto, donde continúa la península del Sinaí. Dentro de esta franja pueden distinguirse varia zonas diferentes: la que va desde el alto de Jafa al Monte Carmelo, conocida como la llanura de Sharón, apta para la agricultura. Más al sur hay extensiones de arenas onduladas, donde existen lugares pantanosos en las que vierten sus aguas riachuelos que vienen del este pero que no llegan a alcanzar el mar; hoy se han hecho en ellas importantes obras de colonización, pero antiguamente eran terrenos improductivos que no aparecen citados en la Biblia. Hay otra zona de arenales costeros que tampoco aparecen citados, por lo que se cree que no debieron estar habitadas por los primitivos israelitas. Las montañas que cruzan esta franja en dirección oeste noroeste, llegando hasta el mar, dividen esta franja costera a la altura de la escala de Tiro y más al sur, junto al Monte Carmelo. La orilla del Mediterráneo es casi rectilínea, con la excepción de la bahía de Haifa, situada al oeste del extremo del valle de Jezrael.

2. FRANJA DE COLINAS DE CISJORDANIA Al este de la franja costera se encuentra la de las colinas cisjordanas que comprende, de norte a sur, zonas de Galilea, Samaría, Judea y Negueb. Entre Galilea y Samaría se extiende la llanura de Esdrelón. La Galilea septentrional o Alta Galilea es una continuación de la meseta del Líbano y alcanza alturas de hasta 1.208 m en el monte Meróm, monte que por el este se prolonga hasta el Golán. También destacan el monte Avita (1.204 m) y el monte Peres (929 m.). La Galilea meridional o Baja Galilea se extiende al sur de la línea que va de Aco a la ribera norte del lago Tiberiades. Las alturas de sus cúspides son inferiores, pues sólo algunas de ellas sobrepasan los 540 m entre las que se encuentran el monte Tabor (588 m) y el monte Carmelo (546 m). En la llanura de Esdrelon, antiguamente pantanosa, se han realizado en épocas recientes grandes obras de colonización y hoy mantienen una agricultura floreciente. Samaría incluye los montes Gilboa, Carmelo y diversas llanuras entre las montañas.

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Figura 1. Geografía de Tierra Santa

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En Judá se superan los mil metros de altura en el altiplano de Bal Hatsor y llega a alcanzar 895 metros en Nebi Sawîl y 818 metros en el Monte de los Olivos. La zona más meridional está constituida por el Negueb. Las lluvias, y por tanto la capacidad agrícola de las tierras, disminuyen de norte a sur, desde la Alta Galilea al Negueb. Además de las llanuras se cultivaban las laderas, para lo cual se aterrazaban, como se hace en otros países mediterráneos. Al norte de Dzharie existieron bosques que hoy aparecen muy deteriorados y en estos terrenos se puede mantener la actividad agrícola con el solo concurso de las lluvias, ya que suelen ser suficientes para la obtención de las cosechas. La irregularidad de las precipitaciones no permite la práctica de una agricultura permanente. La zona sur de esta franja corresponde a la región desértica del Negueb, donde sólo se cultivaban puntualmente algunos terrenos y donde había algunas extensiones de pastos. Las aguas de la lluvia que se deslizaba por las laderas de las montañas se trataban de aprovechar instalando cultivos en terrazas. En esta actividad se esforzaron los nabateos en el siglo IV antes de Cristo. En tiempos recientes se han ejecutado en esos terrenos importantes obras de colonización para poderlos poner en cultivo.

3. DEPRESIÓN CENTRAL La depresión central corre, de norte a sur, entre las laderas que la bordean por el este y el oeste. Es la prolongación del Líbano y del Antilíbano y se prolonga hasta las fuentes del Zambeze, en África. Tiene aproximadamente el nivel del mar en la llanura de Hulé, pero a partir de aquí va bajando hasta alcanzar en el lago Tiberiades 209 metros bajo el nivel del mar y 395 metros, también negativos, en el mar Muerto. Más al sur vuelve a elevarse el fondo hasta llegar al nivel de la superficie marina en el golfo de Aqaba. Hay tramos con clima tropical, donde existen palmerales antiguos, con cultivos de regadío (como Jericó) y donde hoy se han introducido cultivos tropicales. De norte a sur pueden distinguirse cinco sectores en la depresión central: a) El valle de Dan, que es una llanura muy fértil. b) La llanura de Ulah, antiguamente inundable pero que hoy ha sido desecada, salvo algunas zonas que se han dejado como testigos de lo que fue su habitat primitivo. Este sector y el anterior fueron áreas de bosques de Quercus ithaburensis. c) Las llanuras de gran fertilidad que rodean el mar de Galilea. d) El valle bajo del Jordán, desde Beth Shoan al mar Muerto, donde se producen escasas precipitaciones y en el punto en el que las aguas del Jordán incrementan su salinidad. Es zona de bosques de galería en los que tienen gran importancia, por su resistencia a la sal, árboles como Populus euphratica y Tamarix aphylla. En la zona de Jericó hay bastantes manantiales de agua dulce, donde se establecieron verdaderos oasis. e) El valle de Aravah desciende 180 Km al sur del mar Muerto, entre zonas montuosas del Neguev, donde abundan suelos desérticos.

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4. FRANJA MONTAÑOSA SITUADA AL ESTE DEL JORDÁN De mayor altura general que la franja de Cisjordania, presenta picos como el Golán (1.500 m.) y Edom (1.734 m). Esta zona alta presenta empinadas laderas hacia el Jordán, mientras que resultan más suaves las caídas que descienden hacia la zona desértica del oriente. Las montañas, gracias a su altura, son capaces de captar las lluvias del oeste, por lo que existen tierras de bosques y de pastos, aparte de otras desérticas. Zohary describe que esta franja montañosa de la Transjordania está dividida en tres bloques latitudinales. El Bashán, al norte del río Yarmuj. Gilead y Mohab, entre Yarmuj y el arroyo de Zered. Y Edom, entre el monte Seir y el golfo de Ela Eilath. Varios ríos atraviesan la zona, vertiendo sus aguas en el Jordán y en el valle de Aravah: son los ríos Yarmuj, Yabok, Arnon y Zered.

HIDROGRAFÍA Como hacen notar Galbiati y Serafini, el río fundamental del territorio bíblico es el Jordán (Yarden en hebreo), que se forma en las fuentes de Dam y Banyâs, así como con las aguas del río Nahr el-Hasbâni. Recorre veintidós kilómetros, anegando antiguamente la llanura de Hulé, para verter sus aguas en el lago Tiberiades, también llamado mar de Galilea o lago de Genesaret (en hebreo Kinéret, cítara, por su forma), que tiene veintiún kilómetros de largo y una anchura máxima de doce kilómetros, junto al cual se encuentra la fértil llanura de Ginneisar. Por debajo del mar de Galilea el lecho del río desciende, no permitiendo el regadío de las tierras que atraviesa. Después de serpentear, formando gran número de meandros, llega al mar Muerto, con un recorrido que triplica la distancia en línea recta que existe entre ambos mares. El mar Muerto tiene una longitud de setenta y cinco kilómetros por quince de anchura máxima y presenta una gran salinidad. En las montañas de la franja central se forman torrentes y riachuelos que vierten al mar Mediterráneo o al Jordán y mar Muerto.

CLIMA Como hace notar Zohary, el clima y fundamentalmente las precipitaciones condicionaban la existencia del hombre bíblico. De la existencia o ausencia de lluvia dependía que existieran épocas de suficiencia de alimentos o de grandes hambres. Las variaciones de clima de norte a sur, o entre el valle y la montaña son muy pronunciadas. Cambian del clima subhúmedo del norte de Galilea al subtropical árido del Neguev. Las épocas de grandes o de deficientes cosechas se reflejan en la Biblia. Las estaciones aparecen muy marcadas: la invernal es fría y más o menos lluviosa, mientras que la estival resulta cálida y seca. La primavera y el otoño son muy breves y tienen escasa significación.

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Figura 2. El Monte Sinaí (Egipto). Foto: Manuel Nicolás Puiggarí

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Las precipitaciones máximas se producen en Galilea septentrional, donde pueden llegar a ser de hasta 1.000 mm anuales. Descienden hasta los 600 mm en Samaría y Judea, no sobrepasando los 400 mm en el sur de esta última región. En el norte de la región del Negueb existen precipitaciones medias anuales de 200 mm y en el sur de hasta sólo 25 mm de media, con muchos años en que no se produce ninguna lluvia. Los cereales básicos de Palestina eran el trigo y la cebada, que precisaban 400 mm y 200 mm anuales respectivamente. Aun en zonas en que tiene lugar esta media de precipitaciones, el año en el que se producían lluvias por debajo de la media, las cosechas se resentían y aparecía el hambre. La cosecha de cebada tenía lugar antes, por lo que eran las gavillas de este cereal las que se ofrecían en el templo por Pascua; mientras que la cosecha de trigo, que se produce más de un mes más tarde que la de la cebada, permitía que por Pentecostés se pudieran ofrecer en el templo las gavillas de trigo. La nieve que se recoge en el norte de Galilea y en algunas zonas montañosas de Judea, es escasa. En cambio el rocío puede ser un importante aporte de agua para la vegetación natural y para los cultivos de ciertas zonas. Las temperaturas influyen también en la vegetación natural y en los cultivos agrícolas, aunque no de forma tan decisiva como ocurre con las precipitaciones. Las temperaturas varían con las estaciones y crecen de norte a sur, disminuyendo al aumentar la altitud de las tierras. El mes de enero acostumbra a ser el más frío y la media mensual suele ser de 7º en Galilea del norte. En cambio en el mes de julio, que es el más cálido, pueden alcanzarse los 38º en la zona sur costera, valle bajo del Jordán y valle de Aravah. Así pueden lograrse cosechas típicas de zonas templadas e incluso subtropicales.

VEGETACIÓN Zohary considera que en Israel crecen 2.600 especies fanerógamas distintas, cantidad considerable si se tiene en cuenta el reducido tamaño de su territorio y que parte de él está ocupado por el desierto. Señala también los cuatro elementos geográficos que determinan su flora: Mediterráneo, Irano-Turanio (estepa oriental), Sharan (todo templado) y Sudanian (SudanianZambesian tropical). Las referencias bíblicas a las plantas, a su crecimiento, a su floración, a su aroma, a su belleza y otros muchos aspectos resultan numerosas. Sobre todo interesan las plantas que proporcionan alimentos u otros productos útiles, medicamentos, aromas, inciensos y diversas otras aplicaciones. Se calculan entre 110 y 115 especies vegetales nombradas en la Biblia, alguna de ellas en numerosas ocasiones. También las Sagradas Escrituras hablan del paisaje natural y de distintas formaciones de bosques, arbustedos, matorrales y herbazales. Muchas veces enfatizan la diferencia entre el bosque (year o horeh) y el arbustedo-matorral (bathah). Las condiciones de clima y suelo impidieron que todo el territorio estuviese cubierto por masas arboladas. Pero incluso en los terrenos donde antaño hubo arbolado, hoy se encuentra éste muy deteriorado o ha llegado a desaparecer por completo como consecuencia de la intensa y prolongada utilización de los suelos por el hombre, que obtuvo de los montes materias diversas, amplió los cultivos agrícolas, extendió los pastizales y provocó incendios forestales.

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Residuos de bosques citados en la Biblia han llegado a nuestros días, en mayor o menor estado de deterioro. Israel y el Líbano fueron en tiempos pasados importantes exportadores de maderas a países más o menos próximos, como Siria, Mesopotamia, Arabia y Egipto. Restos de bosques primitivos aún se conservan hoy en día, más o menos deteriorados como ya se ha indicado, pero capaces de mostrarnos lo que debían ser en tiempos bíblicos. Estaban principalmente formados por Quercus calliprinos, Q. ithaburensis, Pistacia palaestina, Laurus nobilis, Arbutus andrachne, Crataegus aronia, Pistacia atlantica, Ceratonia siliqua, Pinus halepensis y P. brutia. Algunos árboles, como los robles y los terebintos palestinos, aparecen en la Biblia como representantes de la grandeza y la fortaleza. La resistencia de este tipo de bosque mediterráneo queda demostrado con que después de los incendios, las talas y el intenso pastoreo, muchos ejemplares fueron capaces de regenerarse y llegar a los tiempos actuales. La vegetación de riberas y aguazales estaba representada por Phragmites australis, Cyperus papyrus, Dittrichia viscosa, Juncus spp., Rubus sanguineus, Nerium oleander, Salix spp., Platanus orientalis, Populus euphratica, Tamarix spp. y otras especies. El arbustedo o formación de arbustos, matas y hierbas (bathah) cubre amplias zonas costeras y territorios donde el bosque primitivo fue destruido. Estas formaciones constituyen, en ocasiones, una etapa en la regresión del desaparecido monte arbolado. En alguno de los casos predominan los espinos (Sarcopoterium spinosum). En la franja costera existe una serie de arenales, cuya escasa vegetación ayuda a sujetar el suelo, impidiendo o dificultando su movimiento por impulso del viento. Distintas especies cumplen con este cometido, como son: Ammophila arenaria, Retama raetam, Polygonum palaestinum, Artemisia spp., Demostachia bipinnata. Es una vegetación muy pobre, donde priman especies anuales que son capaces de desarrollar su ciclo vital en las pocas semanas que duran las lluvias estacionales. Cuando la vegetación logra estabilizar los arenales se darán las condiciones para que el bosque de algarrobos y terebintos prospere en estos suelos. En los suelos grises del oeste del desierto de Judea y del Neguev es frecuente la presencia de Artemisia herba-alba, mientras que en las estepas de loess abunda Achillea santolina y el pequeño arbusto Hammada scoparia. En las colinas de grava del Neguev, el arbusto Zygophyllum dumosum aparece asociado con otras matas y hierbas, entre zonas de suelos que carecen totalmente de vegetación. En las depresiones y cauces de torrentes secos aparecen Retama raetam, Anabasis articulata, Thymelaea hirsuta y Tamarix spp. En las zonas secas del desierto de Judea, con suelos yesosos o que contienen otras sales, pueden encontrarse Suaeda asphaltica, Atriplex glauca, Reaumuria spp. y Chenolea spp. Zohary termina la descripción de la vegetación de Israel señalando que en la franja seca de dunas del Neguev occidental pueden encontrarse grupos de arbustos de Retama raetam, Artemisia monosperma y hierbas perennes como Stipagrostis coronaria, Pennisetum divisum y algunas hierbas turgentes, como puede ser Panicum turgidum.

Capítulo 3 Relación de los árboles citados, en español, latín, inglés y hebreo

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Cuadro 3.1: Relación de los árboles citados en español, latín, inglés y hebreo ESPAÑOL Abeto Acacia Acebuche Álamo blanco Álamo del Eúfrates. Ver chopo del Éufrates Alerce. Ver pino carrasco Algarrobo Almácigo Almendro Árbol Árbol de Judas Árbol del Paraíso Bálsamo. Ver bedelio Bedelio Canela Canela basta Cedro Chopo blanco Ver álamo blanco Chopo del Éufrates Cidro Cinamomo. Ver canela basta Ciprés Cornicabra palestina Durillo Ébano Encina. Ver Quercus calliprinos y Pistacia palaestina Enebro de Senir

LATÍN Abies cilicica Acacia raddiana Olea europaea var. sylvestris Populus alba

INGLÉS Cilician fir Common acacia Wild olive

HEBREO Berosh Shittáh Zayit, etz-zayit çait, dsáit Tsaftsafafáh majsifáh

White poplar

Ceratonia siliqua Pistacia atlantica Prunus amygdalus Arbor Cercis siliquastrum Elaeagnus angustifolia

Carob Terebinth Allmond Tree Judas-tree Narrow-leaved oleaster

Êtz shamen, ets shemen, âtzai-shemen

Commiphora gileadensis Cinnamomum zeylanicum Cinnamomum cassia Cedrus libani

Bedelium

Bedolôch, b’dolach

Ceylan cinnamon Cassia Cedar

Kinnamom

Populus euphratica Citrus medica

Euphrates poplar Citron

Aravah, aravá Etz hadar

Cupressus sempervirens Pistacia palaestina Viburnum tinus Diospyros ebenum

Evergreen cypress Terebinth Laurestinus Ebony

Barosh matsui Elah, alah, elá Tidhar Hovenim

Juniperus excelsa

Easter savin

Berothim, brotha, berosh, ârâr broshi, ârâr ram

Jaruv Eláh, aláh Shaled Ets

Ketziah, kiddah Erez

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ESPAÑOL Fresno. Ver laurel Granado Higuera Incienso Laurel Liquidambar

Geografía de Tierra Santa

LATÍN

INGLÉS

HEBREO

Punica granatum Ficus carica Boswelia sacra Laurus nobilis Liquidambar orientalis Aquilaria agallocha Malus sylvestris Calotropis procera Salix alba Commiphora abyssinica Morus nigra

Pomegranate Fig tree Frankincense Laurel Storax

Rimmón Teenah Levonah Oren, ar, ârátsil Tzori, nataf

Eagle wood

Ahaloth

Apple tree Apple of Sodom Willow Myrrh

Teppuah, tappûach, tapuj Osher Aravah Mor

Black mulberry

Sycamine, mesukan

Walnut Olive

Egoz, egoç a mélej Zayit, etz-zayit

Hairy elm Date palm

Ve-geshem yegadel Tamar, tamar matsui, elot

Pino brutia

Juglans regia Olea europaea var. europaea Ulmus canescens Phoenix dactylifera Pinus brutia

Brutia pine

Pino carrasco

Pinus halepensis

Aleppo pine

Pino piñonero Pistacho Plátano Roble común Roble del Tabor Sándalo Sauce Sicomoro Styrax Tamarindo Taray Terebinto

Pinus pinea Pistacia vera Platanus orientalis Quercus calliprinos Quercus ithaburensis Pterocarpus santalinus Salix acmophylla Ficus sycomorus Styrax officinalis Tamarindus indica Tamarix aphylla Pistacia palaestina

Stone pine Terebinth Oriental plane Common oak Tabor oak Sandalwood Willow Sycomore Styrax Tamarind Leafless tamarix Terebinth

Etz shamen, etz shemen, etz’aboth, etz a’vot, ôren B’rosh, bérth, ôren Jerushalayim Tirzah Betonim Dolev miçraji Elon, al-lón Elon, al-lón Almug Âravah levaná Shikmim, shikmoth Livneh

Madera de águila o palo áloe Manzano Manzano de Sodoma Mimbre Mirra Moral Naranjo. Ver cidro Nogal Olivo Olmo Palmera

Eshel Elah erets-israeli

Capítulo 4 Árboles

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ABETO (Abies cilicica) 1 Reyes 5-22, 5-24, 6-34, 9-11 2 Crónicas 2-7, 3-5 Isaías III 60-13 Ezequiel 27-5, 31-8 Oseas 14-9 Las referencias bíblicas de la madera de abeto del Líbano, inducen a considerar que se trata de la especie Abies cilicica, árbol que, según Juan Ruiz de la Torre, puede alcanzar hasta los treinta y cinco metros de altura. Tiene acículas grandes, radiadas, algo inclinadas hacia el ápice de los ramillos, laxamente imbricadas. Piñas cilíndricas con brácteas inclusas. Vive en el Tauro de Cilicia y alcanza el Líbano y Siria, en montañas de mil doscientos a mil quinientos metros de altura. Zohary señala sobre la confusión a que da lugar la palabra bíblica berosh (beroshim en plural), que aparece citada más de treinta veces en las Sagradas Escrituras y que ha sido traducida con el nombre de distintas clases de coníferas. Para este autor, si la palabra berosh va acompañada de erez, probablemente se refiera al abeto de Cilicia (Abies cilicica), que vive en el Líbano, formando bosques mixtos con el cedro (arinu). De la misma raíz que berosh es el burasu. El nombre acadio de burasu se referiría a Juniperus excelsa. Para Moldenke las palabras abeto, pino, ciprés, enebro y sabina, e incluso cedro en algunos casos, se emplean de manera laxa en algunas traducciones de la Biblia, hasta el punto de que resulta casi imposible determinar a qué género o especie se refieren en determinados pasajes de las Sagradas Escrituras.

Figura 3. Abies cilicica en las Montañas Tauro (Turquía). Foto: Javier María García López

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Cuando Salomón le pide a Jiran madera de cedro del Líbano para construir el templo, el rey de Tiro le contesta diciendo: “He oído tu petición. Cumpliré tus deseos enviando madera de cedro y de abeto; mis esclavos bajarán los troncos del Líbano al mar; los remolcarán por mar en balsas, hasta donde tú nos digas, allí desharemos las balsas y tú los subes”. (1 Reyes 5-22). “Jirán dio a Salomón toda la madera de cedro y de abeto que quiso Salomón…” (1 Reyes 5-24). En la construcción del templo se dispuso hacer, entre otros elementos: “… dos puertas en madera de abeto, cada una con dos hojas giratorias…” (1 Reyes 6-34). Para Moldemke no debe traducirse aquí como abeto, sino como pino carrasco (Pinus halepensis). Salomón construyó el templo y su palacio durante veinte años: “… con la ayuda de Jirán, rey de Tiro, que le proporcionó madera de cedro y de abeto y todo el oro que quiso”. (1 Reyes 9-11). La madera, como el dinero, eran los elementos necesarios para poder hacer estas construcciones. La llamada madera de abeto procedía del Líbano. En el libro segundo de las Crónicas se vuelve a relatar que, al decidir Salomón construir el templo, estableció una alianza con el rey de Tiro, que aquí llama Jurán, al que le pidió: “Mándame también madera de cedro, abeto y sándalo del Líbano”. (2 Crónicas 2-7). La madera de cedro y de abeto estaría en los montes. La de sándalo en sus almacenes, procedente del comercio. Moldenke opina, una vez más, que debió referirse al pino carrasco y no al abeto. En la construcción del templo del Señor en Jerusalén: “La nave principal la recubrió con madera de abeto y la adornó con palmas y cadenetas engarzadas en oro fino”. (2 Crónicas 3-5). En el “Homenaje a los pueblos” del tercer tomo de Isaías figura: “Vendrá a ti el orgullo del Líbano, con el ciprés y el abeto y el pino, para adornar el lugar de mi santuario y ennoblecer mi estrado”. (Isaías III 60-13). El orgullo del Líbano eran las abundantes y valiosas maderas que tenían sus montes. Ezequiel relata que el Señor le reveló: “… con abetos de Senir armaron todo tu maderaje…” (Ezequiel 27-5). Más tarde le encarga que diga al faraón que se fijara en Asiria, cedro del Líbano de magnífica fronda, del que dice: “Los cedros del parque de los dioses no lo sobrepasaban, ni competían con su ramaje los abetos, ni los plátanos igualaban su copa; ningún árbol del parque de los dioses podía competir con su hermosura”. (Ezequiel 31-8). Al final de la “Conversión de Oseas” se pregunta: “Efraín, qué tengo yo que ver con las imágenes? Yo contesto y miro. Yo soy abeto frondoso: de mí proceden tus frutos”. (Oseas 14-9). Salvo en los dos últimos casos las citas se refieren a árboles del Líbano que proporcionan valiosa madera de construcción. Las citas de Oseas y la segunda de Ezequiel al ramaje y la frondosidad. Parece que resulta congruente pensar que es acertada la traducción de abeto para estos árboles.

ACACIA COMÚN (Acacia raddiana) Éxodo 25-5, 25-10, 25-13, 25-23, 25-28, 26-15, 26-26, 26-32, 26-37, 27-6, 30-1, 305, 30-24, 35-24, 36-31, 36-36, 37-1, 37-4, 37-10, 37-25, 37-28, 38-1, 38-6 Deuteronomio 10-3 Josué 2-1

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Figura 4. Acacia raddiana en Desierto del Sinaí. Foto: Manuel Nicolás Puiggarí

Isaías II 41-19 Daniel 13-54 Salmos 45-9 Job 42-14 De las cinco especies de acacia de esta zona (Acacia raddiana, A. laeta, A. tortilis, A. negevensis y A. albida), Zohary opina que el árbol de este género citado en la Biblia es la llamada acacia común (shittah en hebreo, shittim en plural). Aduce que ninguna de las cuatro especies citadas en último lugar resultan tan adecuadas para obtener productos maderables como lo es la acacia común. Además, ni Acacia laeta ni A. albida crecen en el Sinaí y las dos restantes son raras en estos lugares, además de inadecuadas para obtener de ellas productos maderables para la construcción. De las casi treinta citas de la acacia que hemos encontrado en las Sagradas Escrituras (especialmente en el Éxodo), dos se refieren al árbol, veintitrés a la madera (tres con las que se confeccionan arcas, siete varales, dos mesas, tres altares, tres columnas, una tablones, dos trancas, dos madera en general), dos referentes al perfume, una al nombre de un lugar y otra al de una persona. La acacia común puede llegar a crecer hasta una altura de ocho metros y tiene una copa algo aparasolada. Su madera es marrón, dura, de grano fino y casi imputrescible. Espinas lar-

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Figura 5. Olivos (Olea europaea) centanarios del Huerto de Getsemaní, en el Monte de los Olivos. Foto: Manuel Nicolás Puiggarí

gas, blancas, aguzadas. Hojas bipinnadas con hojillas glabras, oblongas o elípticas. Las flores, que forman cabezas globosas, son pequeñas y nacen a lo largo de las ramas. Los frutos, glabros y con numerosas semillas, sirven de alimento a muchos animales cuando caen al suelo. Los nómadas también emplean su leña, que tiene un alto poder calorífico. Moldenke cree que las citas bíblicas de la acacia se refieren a Acacia seyal o a A. tortilis, en especial a la segunda especie. Acacia seyal y A. tortilis son las únicas acacias maderables que hay en los desiertos de Arabia. A. tortilis es el árbol mayor y más abundante en el desierto. El follaje de las acacias proporcionaba alimento para el ganado de los israelitas. Su leña les proporcionaba calor. La madera de estas acacias es dura, de grano apretado, color marrón anaranjado y resulta muy duradera. Muchos autores opinan que las citas de la Biblia se refieren a A. seyal. Acacia nilotica y A. arabica son las productoras de la llamada goma arábiga, que se cita en las Sagradas Escrituras. A este producto debe referirse el Éxodo 30-24 al hablar de la acacia. H.N. Moldenke apunta que el matorral que aparece ardiendo en el Éxodo (3-2, 3-4), bien podría ser un ejemplar de Acacia nilotica. Pero lo tradicional ha sido traducir ese matorral como zarza. La especie Acacia seyal es un arbolillo que puede crecer hasta diez metros, de copa aplastada, espinas rectas, hojas caedizas y flores fragantes. Es de Egipto y Kenya. Produce un sucedáneo de la goma arábiga.

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Acacia tortilis (en hebreo shittat hasokjé) puede hacerse, en buenas condiciones, un arbusto o arbolillo de hasta ocho metros de altura. En zonas desérticas alcanza menos altura y sus tallos aparecen retorcidos por los vientos. Ramas con espinas estipulares blancas. Flores amarillas en capítulos chicos. Fruto recurvado. Crece desde el Sinaí y el sur de la depresión del Jordán, con Yemen, Arabia occidental, Somalia, Eritrea, Sudán y Egipto. Acacia nilotica es un árbol que puede llegar a crecer hasta veinticinco metros. Tiene copa aplanada, flores en capítulos axilares y fruto lineal indehiscente. De África tropical, pero aclimatado prontamente en la India, donde produce goma arábiga, mediana y buena madera. Acacia arabica. Se da de Egipto, Somalia, Eritrea hasta Arabia. Sus hojas y sus frutos verdes los comen los camellos, ovejas y cabras, que ramonean los tallos verdes. Sin embargo Zohary estima que las citas bíblicas de shittah y de su plural sittim corresponden a la especie Acacia raddiana, que puede alcanzar unos ocho metros de talla y posee una copa aparasolada. De las otras especies de acacia que crecen en Israel (Acacia laeta, A. tortilis, A. negevensis y A. albida), la primera y la última no existen en el Sinaí y las otras dos son escasas o no sirven para la construcción, como ya se ha apuntado. Las menciones a la acacia que pueden encontrarse en la Biblia son las siguientes: Hablando de los tributos que el Señor dijo a Moisés que podían ofrecer figura, entre otros: “… pieles de carnero curtidas; pieles de marsopa y maderas de acacia…” (Éxodo 25-5). “Harás un arca de madera de acacia: ciento veinticinco centímetros de largo por setenta y cinco de ancho y setenta y cinco de alto”. (Éxodo 25-10). “Harás también unos varales de madera de acacia y los revestirás de oro, y los meterás por las anillas laterales del arca, para poder transportarla”. (Éxodo 25-13). “Harás una mesa de madera de acacia de cien centímetros de largo por cincuenta de ancho y setenta y cinco de alto”. (Éxodo 25-23). “Harás los varales de madera de acacia, los revestirás de oro y con ellos transportarás la mesa”. (Éxodo 25-28). “Harás unos tablones de madera de acacia y los colocarás verticalmente en el santuario”. (Éxodo 26-15). “Harás también cinco trancas de madera de acacia para los tablones de cada lado, y cinco para el lado del fondo, al poniente”. (Éxodo 26-26). “Colgarás la cortina de cuatro columnas de madera de acacia revestidas de oro y provistas de escarpias y de cuatro basas de plata”. (Éxodo 26-32). “Y para la antepuerta harás cinco columnas de madera de acacia, que revestirás de oro lo mismo que sus escarpias, y fundirás en bronce cinco basas para las columnas”. (Éxodo 26-37). “Harás también para el altar unos varales de madera de acacia, los revestirás de bronce, y los meterás por las anillas de los dos lados del altar para transportarlos”. (Éxodo 27-6). “El altar del incienso lo harás de madera de acacia, de cincuenta centímetros de largo por cincuenta de ancho; será cuadrado y tendrá un metro de alto”. (Éxodo 30-1). “Harás los varales con madera de acacia, revestidos de oro”. (Éxodo 30-5). “Toma perfumes de gran precio: cinco kilos de mirra en grano, dos kilos y medio de cinamomo, dos kilos y medio de caña de olor, cinco kilos (pesos del templo) de acacia y tres litros y medio de aceite de oliva”. (Éxodo 30-24). “Los que deseaban ofrecer tributo de plata y bronce se lo llevaron al Señor, y los que poseían madera de acacia, las llevaban para los diversos usos”. (Éxodo 35-24).

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Figura 6. Olivos en la Explanada de las Mezquitas. Foto: Manuel Nicolás Puiggarí

“Hizo también cinco trancas de madera de acacia para los tablones de cada lado y cinco para el lado del fondo, al poniente”. (Éxodo 36-31). “La colgó de cuatro columnas de madera de acacia, revestidas de oro y provistas de escarpias doradas”. (Éxodo 36-36). “Besalel hizo el arca de madera de acacia, de ciento veinticinco centímetros de largo por setenta y cinco de ancho y setenta y cinco de alto”. (Éxodo 37-1). “Hizo también unos varales de madera de acacia y los revistió de oro”. (Éxodo 37-4). “Hizo la mesa de madera de acacia de un metro de largo por cincuenta centímetros de ancho y setenta y cinco de alto”. (Éxodo 37-10). “Hizo el altar del incienso de madera de acacia”. (Éxodo 37-25). “Hizo también los varales de madera de acacia y los revistió de oro”. (Éxodo 37-28). “Hizo el altar de los holocaustos de madera de acacia; medía dos metros y medio de largo por dos y medio de ancho, era cuadrado y medía metro y medio de alto”. (Éxodo 38-1). “Hizo los varales en madera de acacia y los revistió de bronce”. (Éxodo 38-6). “Hice un arca de madera de acacia, tallé dos losas de piedra como las primeras y subí al monte con las dos losas”. (Deuteronomio 10-3). “Josué, hijo de Nun, mandó en secreto dos espías desde Sittim con el encargo de examinar el país…” (Josué 2-1). Sittim significa acacias. “… pondré en el desierto cedros, y acacias, y mirtos, y olivos…” (Isaías II 41-19).

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“Ahora, puesto que tú la viste, dime debajo de qué árbol los viste abrazados. él respondió: Debajo de una acacia”. (Daniel 13-54). “A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos…” (Salmos 45-9). “Tuvo siete hijos y tres hijas: la primera se llamaba Paloma, la segunda Acacia, la tercera azabache”. (Job 42-14). Este nombre propio ha sido traducido por algunos como Canela (Cinnamomum cassia).

ACEBUCHE (Olea europaea var. sylvestris) 1 Reyes 6-23, 6-31, 6-32, 6-33 Carta a los romanos 11-17, 11-24 El acebuche es un árbol que puede alcanzar diez metros de talla, con tronco grueso y copa densa y redondeada. Hojas opuestas, simples y persistentes. Fruto en drupa poco carnosa, que madura en otoño o invierno. Se trata de una especie espontánea del sur de Europa, suroeste de Asia y norte de África. De crecimiento lento, alcanza una gran longevidad. Se llama çáit en hebreo. Su madera la define Juan Ruiz de la Torre de la siguiente forma: “Con albura blanquecina y duramen amarillo veteado de pardo-rojizo, es de las más duras y compactas que se conocen, con densidad a veces superior a la del agua, tomando muy bien el pulimento y siendo estimadísima, sobre todo la de la cepa, para ebanistería de lujo, taracea y tornería. No se apolilla, pero puede hendirse y alabearse, es magnífico combustible y da un carbón de primera calidad”. En la “Construcción del templo” del primer libro de los Reyes figura: “Para el camarín talló dos querubines en madera de acebuche: medían cinco metros de altura”. (1 Reyes 623). Para tallar y esculpir resulta muy adecuada la madera de acebuche. Tendrían que ser piezas de madera de considerable tamaño para poder tallar en ellas figuras de cinco metros de altura. “Para la entrada del camarín hizo las puertas de madera de acebuche, con jambas abocinadas de cinco entrantes”. (1 Reyes 6-31). “Sobre las puertas de madera de acebuche esculpió bajorrelieves de querubines, palmas y guirnaldas de flores…” (1 Reyes 6-32). “Para la entrada de la nave hizo también jambas abocinadas con cuatro entrantes, en madera de acebuche…” (1 Reyes 6-33). “Si algunas ramas han sido desgajadas, y tú, rama de acebuche, has sido injertada en su lugar y has participado de la raíz y la savia del olivo, no te consideres superior a las otras ramas”. (Carta a los romanos 11-17). No parece que quede claro que es el olivo el que se injerta en el acebuche, y no al revés. En este pasaje Schökel hace el siguiente comentario: “Esto significa que la economía del Antiguo Testamento de algún modo sustenta la del nuevo. No se puede eliminar ni sustituir lo que es historia preliminar de los cristianos. Y no hay que olvidar que fue Dios quien plantó (Sal. 80-9) y quien suministra la savia”. “Si tú, acebuche por naturaleza, fuiste cortado y, contra tu naturaleza, fuiste injertado en el olivo, cuánto más las ramas naturales serán injertadas en el propio olivo”. (Carta a los romanos 11-24).

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Figura 7. Álamo (Populus alba). Detalle de una ramilla. Foto: J.I. García Viñas

ÁLAMO BLANCO (Populus alba) Génesis 30-37 Isaías III 65-3 Oseas 4-13, 14-6 El álamo blanco (Populus alba) tiene el nombre hebreo de tsaftsafáh majsifáh o yzafsafafáh majsifah. En el Génesis se cita: “Jacob tomó varas frescas de chopo, almendro y plátano, peló en ellas tiras blancas descubriendo lo blanco de las varas, y colocó las varas peladas en los abrevaderos frente al ganado, donde las ovejas solían beber agua, para que los machos las cubriese cuando venían a beber”. (Génesis 30-37). Las tiras de corteza peladas dejan a la vista la albura de las varas. El hecho de que hasta épocas relativamente recientes a esta especie se le ha considerada ligada a la fertilidad de personas y animales, confirma que esta cita del Génesis corresponde al álamo blanco. En Isaías, Dios se queja del pueblo rebelde; “… pueblo que me provocaba en la cara continuamente, que sacrificaba en los jardines y ofrecía incienso sobre los ladrillos…” (Isaías III 65-3). Moffatt traduce este pasaje como: “… un pueblo que me provoca en la cara continuamente, haciendo sacrificios en sus arboledas y quemando incienso bajo los álamos blancos”. Moldenke cree que esta interpretación se basa en la densa sombra que producen estos árboles, que siempre han sido objeto de plantaciones. Los altares de antiguas religiones paganas se hacían en una colina, sobre un ara construida bajo un álamo blanco.

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Oseas habla de los álamos en el Pleito con los sacerdotes, cuando exclama: “Sacrifican en la cumbre de los montes y queman ofrendas en las colinas, debajo de encinas y álamos y terebintos de agradable sombra”. (Oseas 4-13). Aunque aquí Zohary traduce Styrax officinalis en lugar de álamo blanco. También en Oseas, en la “Conversión”, se dice. “Será rocío para Israel: florecerá como azucena y arraigará como álamo…” (Oseas 14-6). El álamo blanco es un árbol que puede crecer treinta o treinta y cinco metros de altura y medir tres metros de diámetro en la base del tronco. Sistema radical muy fuerte y ramificado, al que se pone como ejemplo en un pasaje de Oseas. Las raíces secundarias someras emiten abundantes renuevos, incluso cuando ya ha desaparecido el árbol. Corteza lisa y blancuzca cuando joven, suele agrietarse pasado el tiempo, sobre todo en la parte inferior del tronco. Copa ancha, irregular, cónica o redondeada. Produce densa sombra, como ya se ha hablado al tratar de los sacrificios paganos. Diversas religiones han atribuido poderes especiales a los álamos. Frazer relata que los indios del Alto Missouri atribuían a la densa sombra de distintas especies de álamos una inteligencia que, adecuadamente manejada, podía ayudarles en la realización de ciertas empresas. Hojas tomentosas en las dos caras, por el envés blancas; caen en época invernal. Es una especie que se extiende espontáneamente por el sur y centro de Europa, desde España a Rusia, penetrando por Anatolia, Cáucaso y Persia hasta la India.y Asia Central. Alcanza también el norte de África. Madera de albura blanca o amarillenta y duramen rosado, poco elástica y escasamente resistente a la intemperie, salvo en sitios donde la atmósfera es siempre seca.

ÁLAMO DEL ÉUFRATES. Ver chopo del Éufrates Con el nombre indistinto de álamo, chopo y olmo se designan en España a distintas especies de los géneros Populus y Ulmus. Concretamente, al Populus euphratica le llamaba Carlos Vicioso olmo blanco en su obra “Salicáceas de España”.

ALERCE (Cita incorrecta. Ver pino carrasco) Isaías II 41-19 Jeremías 1-11 En la traducción al castellano de la Biblia realizada por Luis Alonso Schökel, figura en el libro segundo de Isaías: “… pondré en el desierto cedros, y acacias, y mirtos, y olivos; plantaré en la estepa cipreses, junto con olmos y alerces”. (Isaías II 41-19). Sin duda se debe a un error de traducción, que también figura en versiones en otras lenguas, pues el alerce es un árbol de zonas muy alejadas, del que no tendrían conocimiento los israelitas bíblicos. Juan Ruiz de la Torre considera que el término Larix pudo formarse con la raíz arx, emparentada con los términos semíticos que designan el cedro, como el bíblico ereç o erç. Pero en

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este caso no existe la posibilidad de equivocación entre las palabras alerce y cedro, ya que esta última figura también dentro de la frase de Isaías. Para otros autores, la cita del alerce en Isaías se refiere al abeto, al ciprés o al pino carrasco (Pinus halepensis). O bien, simplemente, a una resinosa cualquiera. Moldenke traduce la palabra alerce en la cita de Isaías como Pinus halepensis. Lo mismo hace Zohary. Igual podría decirse de la cita de Jeremías: “El Señor me dirigió la palabra: ¿Qué ves, Jeremías? Respondí: Veo un rama de alerce. Me dijo: ¡Bien visto! Que alerta estoy yo para cumplir mi palabra”. (Jeremías 1-11).

ALGARROBO (Ceratonia siliqua) 2 Reyes 6-25 Mateo 3-4 Lucas 15-16 En el libro segundo de los Reyes se relata que el cerco de Samaría, puesto por Benadad rey de Siria, ocasionó tal hambre que: “… un asno llegó a valer ochocientos gramos de plata y treinta gramos de algarroba cincuenta gramos de plata”. (2 Reyes 6-25). Un alimento al que se recurría en épocas de hambre llegó a alcanzar precio tan elevado. En el Evangelio según San Mateo figura: “El cual Juan llevaba un vestido de pelo de camello, se ceñía un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre”. (Mateo 3-4). Para muchos autores no se quería decir saltamontes, sino los frutos del algarrobo. Sin embargo Juan Ruiz de la Torre hace notar que en el Magreb y otros países musulmanes del Oriente Próximo, la gente come saltamontes (langostas o “cigarrones”), asados, quitadas patas y alas y aliñados con comino y otras hierbas. Por lo que le parece perfectamente admisible que Juan, en ese terrible desierto de Judea, comiese saltamontes. También Zohary piensa que la traducción del alimento de los cerdos que se cita en el Evangelio de Lucas podrían ser algarrobas en lugar de bellotas: “Deseaba llenarse el estómago de las bellotas que comían los puercos, pero nadie se las daba”. (Lucas 15-16). Para Moldenke no cabe duda de que en la parábola de Jesús sobre el hijo pródigo se refieren a la algarroba, criterio con el que también está de acuerdo Ruiz de la Torre. El algarrobo es un árbol natural de Israel y otros países mediterráneos que puede alcanzar los quince metros de altura, en condiciones muy favorables. Tronco corto e irregular. Fuerte sistema radical. Copa densa, amplia y redondeada. Hojas alternas, compuestas y paripinnadas. Jarub es el nombre hebreo de la especie. Parece que es un árbol originario de la región de Siria-Líbano-Canaán, pero que desde antiguo se difundió por toda el área mediterránea. La importancia de este árbol se debe a su fruto, la algarroba. Es un fruto alargado, comprimido, más o menos torcido, carnoso, de color verdoso, que luego pasa a marrón oscuro, casi negro. El nombre de Ceratonia deriva de la palabra griega que significa cuerno, por el aspecto de su fruto. De su pulpa obtienen los árabes un jarabe. Resulta comestible para el hombre y sus ganados.

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Las algarrobas han sido siempre, en el área mediterránea, alimento de las clases más humildes en épocas de hambre.

ALMÁCIGO (Pistacia atlantica) Génesis 35-4 Josué 24-26 Jueces 6-11 1 Samuel 17-2 2 Samuel 18-9, 18-9, 18-10 1 Crónicas 10-12 Zohary estima que de las cuatro especies del género Pistacia nativas en Israel y una quinta en Sinaí y Edóm, sólo dos, Pistacia atlantica y P. palaestina puede considerase que se citan en la Biblia. Pero la primera especie citada es un árbol mediano, de hasta doce metros, de copa ancha y globosa, muy ramosa, tronco bien definido, de hasta ochenta centímetros de diámetro (como es definida por Ruiz de la Torre). Mientras que la segunda, es decir la cornicabra palestina, no pasa de ser un arbusto o arbolillo. Como lo que se trata de identificar es el árbol que algunos traductores al español citan como encina, parece ser que para algunos autores la especie más probable sería Pistacia atlantica, el almácigo, el elah o alah en hebreo, similar al de allon y elon que se da al roble (Quercus calliprinos). La palabra hebrea el es una forma de nombrar a Dios, en su origen cananea. Sin embargo, para Juan Ruiz de la Torre resulta difícil asociar la encina al almácigo, especie caducifolia y de hoja compuesta. Considera que en Israel, lo más parecido a la encina es la coscoja de allí, Quercus calliprinos. El área del almácigo va de Macaronesia a Pakistán y Afganistán, pasando por el sur de la región mediterránea y por el oriente medio. “Ellos entregaron a Jacob los dioses extranjeros que conservaban y los pendientes que llevaban. Jacob los enterró junto a la encina que hay cerca de Siquén”. (Génesis 35-4). Para Zohary, esta encina es un ejemplar de almácigo. “Escribió las cláusulas en el libro de la Ley de Dios, agarró una gran piedra y la erigió allí, bajo la encina del santuario del Señor…”. (Josué 24-26). Igual que el caso anterior. “El ángel del Señor vino y se sentó bajo la encina de Ofrá, propiedad de Joás, de Abiezer”. (Jueces 6-11). El mismo caso. “Saúl y los israelitas se reunieron y acamparon en el valle de Elá, y formaron para la batalla contra los filisteos”. (1 Samuel 17-2). Valle de Elá = valle del Almácigo. “Absalón fue a dar en un destacamento de David. Iba montado en un mulo, y al meterse el mulo bajo el ramaje de una encina copuda, se le enganchó a Absalón la cabeza en la encina y quedó colgando entre el cielo y la tierra, mientras que el mulo que cabalgaba se le escapó”. (2 Samuel 18-9). Se enganchó la cabeza en un almácigo. “Lo vio uno y avisó a Joab: –¡Acabo de ver a Absalón colgado de una encina!” (2 Samuel 18-10). Un caso más de equivocación de la especie. “Los vecinos de Yabés de Galaad oyeron lo que los filisteos habían hecho con Saúl y los más valientes se pusieron en marcha, tomaron el cadáver de Saúl y los de sus hijos y los lle-

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varon a Yabés. Enterraron sus huesos bajo la encina de Yabés y celebraron un ayuno de siete días”. (1 Crónicas 10-11 y 12). Bajo el almácigo de Yabés.

ALMENDRO (Prunus amygdalus) Génesis 28-19, 30-37, 35-6, 43-11 Éxodo 25-33, 25-34, 37-19, 37-20 Números 17-23 Josué 16-2, 18-13 Jueces 1-23 Eclesiastés 12-5 Hablando de la peregrinación de Jacob se explica: “Y llamó al lugar Casa de Dios (la ciudad se llamaba antes Luz)”. (Génesis 28-19). Luz significa en hebreo Almendral. “Jacob tomó varas frescas de chopo, almendro y plátano, peló en ellas tiras blancas descubriendo lo blanco de las varas, y colocó las varas peladas en los abrevaderos frente al ganado, donde las ovejas solían beber agua, para que los machos las cubriesen cuando venían a beber”. (Génesis 30-37). En relación con este pasaje, del que se vuelve a tratar al hablar del plátano y del álamo blanco, entonces se aclara el significado de la fecundidad atribuida a esta última especie. Y cuando Jacob vuelve a Betel: “Llegó Jacob a Luz de Canaán (hoy Betel), él con toda su gente”. (Génesis 35-6). Luz, como ya se ha dicho, Almendral. Previamente a la segunda visita de Judá y sus hermanos a Egipto, les encarga Israel: “Si no queda más remedio, hacedlo. Tomad productos del país en vuestras alforjas y llevádselos como regalo a aquel señor: un poco de bálsamo, algo de miel, goma, mirra, pistacho y almendras”. (Génesis 43-11). Las almendras son un sabroso producto, fácil de transportar y adecuado para un regalo. Sin embargo aparecen citadas rara vez en las Sagradas Escrituras. En el Éxodo se describe cómo debía confeccionarse el candelabro: “Cada brazo tendrá tres copas, como flores de almendro, con cáliz y corola; serán iguales los seis brazos que arrancan del candelabro”. (Éxodo 25-33). Para después decir: “El candelabro tendrá cuatro copas, como flores de almendro, con cáliz y corola”. (Éxodo 25-34). Poco después se vuelve a insistir: “Cada brazo tenía tres copas, como de flor de almendro, con cálices y corolas; eran iguales los seis brazos que arrancaban del candelabro”. (Éxodo 37-19). Al hablar en Números del sistema de varas del que se sirvió Dios para dar a conocer a la familia israelita a la que le otorgaría determinadas prerrogativas, lo describe de esta forma: “Al día siguiente, cuando Moisés entró en la tienda de la alianza, vio que había florecido la vara de Aarón, representante de la tribu de Leví: echaba brotes y flores, y las flores maduraban hasta hacerse almendras”. (Números 17-23). Es en el libro de Josué donde vuelve a citarse la ciudad de Luz, al hablar de límites de territorios: “Saliendo de Betel (Luz) iba hasta la frontera de los arquitas…”. (Josué 16-2). Hablando también de límites: “De allí pasaba a Luz (es decir Betel) por su vertiente meridional”. (Josué 18-13). Igualmente se cita en el libro de los Jueces la misma población del Almendral: “… e hicieron un reconocimiento en las cercanías de Betel (llamada antiguamente Luz)”. (Jueces 1-23).

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Al final del Eclesiastés, antes de su Epílogo, se refiere, en sentido figurado, a la época de floración del almendro: “Cuando florezca el almendro y se arrastre la langosta y no dé gusto la alcaparra, porque el hombre marcha a la morada eterna y el cortejo fúnebre recorre las calles”. (Eclesiastés 12-5). Las menciones en la Biblia, aparte del significado de la ciudad de Luz, que como ya se ha dicho se traduce como Almendral, se refieren a las varas de almendro, a su flor con su cáliz y corola, a la brotación de sus varas y a las almendras como obsequio o regalo alimenticio. El nombre hebreo del almendro es shaled. En la cosmología frigia, según relata Frazer, se representaba al almendro como padre de todas las cosas, probablemente porque sus delicadas flores rosa aparecen como uno de los heraldos de la primavera.

ÁRBOL Génesis 1-11, 1-12, 1-29, 2-9, 2-16, 3-1, 3-2, 3-6, 3-8, 3-11, 3-14, 3-22, 3-23, 18-4, 18-8, 23-17 Éxodo 9-25, 10-15, 34-43 Levítico 19-23, 23-39, 23-40, 26-4, 26-20 Deuteronomio 12-2, 16-21, 20-19, 20-19, 20-20, 21-22, 21-23, 21-23, 28-42 Josué 8-27, 8-29, 10-26, 10-27 Jueces 6-25, 6-26, 6-28, 9-8, 9-9, 9-11, 9-13, 9-48 Reyes 3-19, 3-25, 14-23, 16-4, 17-10 Crónicas 2-7, 2-15, 16-32, 28-4 Nehemías 8-15, 9-25, 10-36 Macabeos 14-8 Tobías 1-7 Judit 3-8 Isaías I 7-2, 10-19, 10-33 Isaías II 44-14, 44-23, 55-12 Isaías III 56-3, 57-5, 65-22 Jeremías 2-20, 3-6, 3-13, 6-6, 7-20, 11-10, 17-2, 17-8 Ezequiel 6-13, 17-24, 17-24, 17-24, 17-24, 17-24, 20-28, 21-3, 21-3, 31-4, 31-5, 318, 31-9, 31-15, 31-24, 34-27, 36-30, 47-7 Joel 1-11, 1-19, 2-22 Zacarías 11-2 Daniel 4-7, 4-8, 4-11, 4-17, 4-20, 13-54, 13-58 Baruc 5.8 Salmos 1-34, 96-12, 104-16, 105-33, 148-9 Cantar de los Cantares 2-3 Proverbios 3-18, 11-30, 13-12, 15-4 Job 19-10, 14-87, 27-20 Eclesiastés 1-5, 11-3 Eclesiástico 6-3, 14-18, 27-6, 50-10

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Sabiduría 10-7, 13-10 Mateo 3-10, 3-10, 7-17, 7-17, 7-18, 7-18, 7-19, 12-33, 12-33, 13-32, 21-8 Lucas 3-9, 3-9, 6-43, 6-43, 6-44, 21-29, 23-31 Carta de Judas 1-12 Apocalipsis 2-7, 7-1, 7-3, 8-7, 9-4, 22-14, 22-19 Ruiz de la Torre nos indica que árbol en hebreo se llama ets, de plural etsim. La cita del árbol en las Sagradas Escrituras es constante. Además de los árboles que se describen detalladamente o se dan datos suficientes para que podamos identificarlos con una especie concreta dentro de la taxonomía actual, se nombran otros árboles de los que no se dan datos suficientes para poder identificar a qué especie pertenecen. Así vemos que se citan árboles frutales, silvestres, sagrados, frondosos, lozanos, en otoño, bien regados, verdes, secos, del país, del Líbano, del paraíso, próceres, corpulentos, gigantescos, aromáticos, balsámicos, de la vida, buenos, dañados, torcidos, sanos y podridos. También se habla del arbolado y del arbolado de la campiña. El árbol, como una de las obras más perfectas de la naturaleza, se ha considerado sagrado en muchas religiones. En Europa, especialmente en las culturas aria y lituana, se establecieron bosquetes sagrados, se rindió culto a determinadas especies arbóreas como el roble y estuvo muy arraigada la creencia del espíritu benéfico de ciertos árboles.

ÁRBOL DE JUDAS (Cercis siliquastrum) Mateo 27-5 Como hace notar Moldenke, no hay ninguna base para afirmar, como suele hacerse habitualmente, que Judas eligió para colgarse el árbol al que se le conoce con su nombre o con el de árbol del amor (Cercis siliquastrum). Lo único que figura en el Evangelio de San Mateo es que Judas, después de sentir arrepentimiento por haber vendido a Jesús, declaró que había pecado entregando a un inocente: “Arrojó el dinero en el templo, se fue y se ahorcó”. (Mateo 27-5). Si se ahorcó, parece probable que lo hiciera colgando de un árbol. Pero también pudo hacerlo colgándose de una viga, de un dintel o de cualquier sitio adecuado para suicidarse de esta manera. Sobre todo, no hay ningún dato de que, caso de colgarse de un árbol, éste fuera un Cercis siliquastrum. Se trata de una leyenda que no tiene ningún fundamento. Juan Ruiz se la Torre dice a este respecto: “Según creencia popular, Judas Iscariote se ahorcó colgándose de un Cercis siliquastrum y por eso crece aún hoy día encorvado este árbol, pero el nombre de árbol de Judas es corrupción de árbol de Judea, de donde se le suponía originario por ser abundantemente plantado en ese país, sobre todo en Jerusalén y entorno”. No faltan diversos autores que piensan que el árbol en el que se colgó Judas fue una higuera (Ficus carica), un chopo (Populus euphratica), un terebinto (Pistacia terebintus var. palaestina) o un saúco (Sambucus nigra). El vulgarmente llamado árbol de Judas alcanza una talla máxima de diez metros. Tiene el tronco irregular. Hojas caducas, alternas y acorazonadas. Floración precoz.

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Figura 8. Árbol de Judea (Cercis siliquastrum). Detalle de las flores. Foto: J.I. García Viñas

Es una especie oriunda del sureste de Europa y suroeste de Asia. Ha sido introducida en muchos países del centro y sur de Europa con fines ornamentales. En Palestina y, concretamente en Jerusalén, se ha plantado profusamente.

ÁRBOL DEL PARAíSO (Elaeagnus angustifolia) Ezequiel 31-9, 31-16, 31-18, 31-18 Ezequiel era contrario a la creencia de algunos judíos de que sería el faraón quien se encargaría de liberar a Jerusalén. El profeta compara al faraón con un alto árbol del Líbano, que destaca sobre “los árboles del paraíso del parque de los dioses” (Ezequiel 31-9). Otras citas del mismo autor vuelven a referirse al árbol del paraíso. En España se da el nombre de árbol del paraíso a los ejemplares de la especie Elaeagnus angustifolia. No parece que en el pasaje “Contra el faraón” de Ezequiel, quieran referirse a la especie que nosotros conocemos con el nombre de árbol del paraíso. Más bien la impresión es que se quiere citar, con carácter general, a los árboles existentes en el parque del Edén “hermosos de ver y buenos de comer”, sin referirse en absoluto a una especie concreta del paraíso terrenal. Moldenke opina que la palabra traducida por algunos autores como olivo en el primer libro de los Reyes (6-23, 31-33), en el primero de Crónicas (27-28), Isaías (41-19) y Nehe-

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mías, puede corresponder mejor a árbol del paraíso (Eleagmus angustifolia) o al aceite obtenido del hueso de sus frutos. El llamado árbol del paraíso es en realidad un arbolillo que rara vez sobrepasa los ocho metros de talla, con tronco retorcido y hojas largas y estrechas, verdes por el haz y blanco plateadas por el envés. Este mismo color presentan las ramillas jóvenes, por lo que se ha convertido en una especie decorativa muy frecuente en parques y jardines de los países del área mediterránea, aunque también resulta fácil de asilvestrarse y aparece en muchos montes, generalmente con aspecto de vegetación secundaria. Destaca el agradable perfume de sus flores. En origen, es natural del centro y suroeste de Asia. Su fruto es comestible. De él se obtiene un licor y de sus huesos un aceite.

BÁLSAMO. Ver bedelio Se considera que las citas bíblicas al bálsamo corresponden a la especie bedelio (Commiphora gileadensis).

BEDELIO O BÁLSAMO DE LA MECA (Commiphora gileadensis = C. opobalsamum) Génesis 2-12 Números 11-7 Cantar de los Cantares 5-1 El bedelio, según se define en el Diccionario de la Real Academia Española, es una gomorresina de color amarillo, gris o parda, olor suave y sabor amargo, procedente de árboles burseráceos, que crece en la India, Arabia y noreste de África. Entra en la composición de varias preparaciones farmacéuticas de uso externo. Algunos opinan que cuando en la Biblia se cita la palabra hebrea bedôloch o b’dolach que nosotros traducimos por bedelio, se están refiriendo realmente a una piedra preciosa o a la misma perla. Así, en la traducción de Straubinger del pasaje 5-1 del Génesis, se traduce como ámbar la palabra que otros traductores interpretan como bedelio. Straubinger cita el bedelio en Números 11-7. Las citas del bedelio en la “Biblia del Peregrino” de Schökel figuran en los siguientes pasajes: Hablando del Edén: “… el oro del país es de calidad, y también se dan allí ámbar y ónice”. (Génesis 2.12). Moldenke y otros autores traducen estas palabras como bidelium and onix stone. En Números coinciden Staubinger y Moldenke en interpretar que realmente se refieren al bedelio cuando se hace la referencia al color, cuando pretenden describir el maná: “El maná se parecía a semilla de coriandro, con color de bedelio”. (Números 11-7). Hablando del jardín en el Cantar de los Cantares: “Ya vengo a mi jardín, hermana y novia mía, a recoger mi bálsamo y mi mirra, a comer de mi miel y mi panal, a beber de mi leche y de mi vino”. (Cantar de los Cantares 5-1). Zohary describe que el bedelio, llamado también Bálsamo de Judea, era conocido desde antiguo por diversos autores y viajeros, como Josefo, Pli-

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nio, Tácito, y que Judea tenía grupos y bosquetes de esta planta. En tiempos de la guerra entre judíos y romanos, fue introducida en Egipto. Recientes excavaciones en el emplazamiento de En Gedi han descubierto herramientas, vasijas y hornos con los que se extraía, se transportaba y se preparaba el producto de estos árboles balsamíferos. En tiempos bíblicos, el comercio de este bálsamo era muy rentable, y estaba en manos, casi exclusivamente, de los árabes, los cuales mantenían en secreto su origen y llegaron a crear leyendas como que estaban guardados los árboles por serpientes aladas, con lo que pretendían desalentar a la posible competencia y justificar el elevado precio del producto. Hay quien opina que los afamados árboles de bálsamo de En Gedi procedían de unas semillas regaladas por la reina de Saba al rey Salomón. La utilización de esta resina entre los judíos estuvo basada en la preparación de óleos sagrados, en la fabricación de perfumes y, en uso farmacéutico, para curar heridas y picaduras de serpientes. Existen aproximadamente un centenar de especies del género Commiphora, antiguamente llamado Balsamodendron. Muchas de ellas son resiníferas y algunas exudan bálsamo naturalmente o cuando se las practican incisiones en el tallo y en las ramas. Su color inicial es verde brillante, pero pronto toma un tono marronuzco, que es al que se refiere la cita 11-7 de Números. Commiphora gileadensis es un arbusto o arbolillo que crece en desiertos cálidos. Sus hojillas caen en las temporadas más calurosas. Sus pequeños manojos de flores dan lugar a frutos que son pequeñas drupas que contienen semillas amarillas y olorosas, las cuales serían las que regalara a Salomón la legendaria reina de Saba. Es una especie nativa del suroeste de Arabia y Somalia, donde crece como arbusto espinoso bajo serias condiciones de aridez. Las “mirras” son resinas de varias especies de Commiphora.

CANELA (Cinnamomum zeylanicum) Ezequiel 27-19 El cantar de los Cantares 4-14 Apocalipsis 18-13 En “Contra Tiro II” de Ezequiel, se relata que el Señor le reveló: “Damasco acudía a tu mercado por tu abundante manufactura, por tu opulento comercio con vino de Jelbón y lana de Sajar y cántaros de vino de Izal te daba a cambio; con hierro forjado, canela y caña aromada te pagaba”. (Ezequiel 27-19). Damasco pagaría con canela que a su vez sería importada desde Ceylán y la costa de la India, ya que este producto no se daba en la región de Siria. En el Jardín del Cantar de los Cantares se hace la alabanza: “Tus brotes (o tu lozanía) son jardines de granados con frutos exquisitos, nardo y enebro y azafrán, canela y cinamomo, con árboles de incienso, mirra y áloe, con los mejores bálsamos y aromas”. (Cantar de los Cantares 4-14). Incluye la canela entre los mejores bálsamos y aromas. En el Apocalipsis se relata cómo durante la caída de Babilonia, los comerciantes del mundo llorarían porque nadie compraba: “… canela y especias, perfumes, mirra e incienso”. (Apocalipsis 18-13). La canela aparece citada en la Biblia como un producto muy valioso, muy aromático y muy útil para realizar importantes cambios comerciales. El árbol que la produce, procedente de Cey-

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lán, pertenece a la familia de las lauráceas, Puede alcanzar unos seis o diez metros de altura y es muy ramoso. Sus hojas son opuestas, de forma aovada a oblonga, enteras, de algo más de diez centímetros de largo. Flores pequeñas y de mal olor. El producto comercial es la corteza de los troncos y ramas gruesas. El nombre hebreo de canela es kinnamon.

CANELA BASTA (Cinnamomum cassia) Éxodo 30-24 Salmos 45-9 Job 42-14 Hablando del aceite de la unción, en el Éxodo, el Señor le dice a Moisés: “Toma perfumes de gran precio: cinco kilos de mirra en grano, dos kilos y medio de cinamomo, dos kilos y medio de caña de olor, cinco kilos (pesos del templo) de acacia y tres litros y medio de aceite de oliva”. (Éxodo 30-24). También la canela basta tenía un precio elevado. “A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos, y en las salas de marfiles te festejan las arpas,” (Salmos 45-9). Zohary estima que debe ponerse canela basta y no acacia. “Tuvo siete hijas y tres hijos: la primera se llamaba Paloma, la segunda Acacia y la tercera Azabache”. (Job 42-14). También Zohary aquí cree que debe traducirse Canela Basta en lugar de Acacia. Zohary identifica la palabra hebrea ketziah, kiddad o kiddah con la especie Cinnamomum cassia, un árbol que puede alcanzar los diez metros de altura, hojas opuestas con tres nervios y pequeñas flores de color amarillo pálido. Es una especie nativa del este de Asia y se ha cultivado mucho, especialmente en el sureste de China, por su corteza, yemas y aceite, que han sido objeto del comercio mundial desde tiempos antiguos. La corteza se ha empleado como saborificante y en medicina popular. Ante la confusión que existe al traducir las distintas canelas, aquí se ha adoptado el criterio de considerar canela o canela fina (Cinnamomum zeylanicum) a las citas de canela que aparecen en la “Biblia del peregrino” de Schökel, e identificar lo que llama cinamomo con la canela basta (Cinnamomum cassia).

CEDRO (Cedrus libani) Levítico 14-4, 14-6, 14-51, 14-52 Números 19-6, 24-6 Jueces 9-15 2 Samuel 5-11, 7-2, 7-7 1 Reyes 5-13, 5-20, 5-22, 5-24, 6-9, 6-10, 6-15, 6-18, 6-18, 6-21, 6-36, 7-2, 7-2, 7-3, 7-7, 7-11, 7-12, 9-11, 10-27 2 Reyes 14-9, 19-23 1 Crónicas 14-1, 17-1, 17-6, 22-4 2 Crónicas 1-15, 2-2, 2-7, 9-27, 25-18

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Esdrás 3-7 Isaías I 2-13, 9-9, 14-8, 37-24 Isaías II 41-19, 44-14 Jeremías 22-7, 22-14, 22-15, 22-23 Ezequiel 17-3, 17-22, 17-23, 27-5, 31-3, 31-8 Amós 2-9 Sofonías 2-14 Zacarías 11-1, 11-2 Salmos 29-5, 29-5, 37-35, 80-11, 92-13, 104-16, 148-9 Cantar de los Cantares 1-16, 5-15, 8-9, Job 40-17 Eclesiástico 24-13, 50-8, 50-12 El cedro, erez en hebreo, aparece nombrado más de setenta veces en el Antiguo Testamento. Más si se añaden las citas del alerce, que algunos autores estiman que se refieren al cedro, o algunas menos si estas citas se refieren al pino carrasco. En cualquier caso es el árbol más citado en la Biblia, por su porte, su belleza, su estatura, su ramaje y la utilidad de su madera. El cedro del Líbano, según la descripción que puede extraerse de la obra de Juan Ruiz de la Torre “Flora Mayor”, es un árbol que puede alcanzar de veinte a cuarenta metros de altura, con corteza gris oscura, que se agrieta con los años. La copa, al principio, resulta cónica, pero más tarde se ensancha y se suele hacer asimétrica. Ramas que en principio son erecto-patentes, luego horizontales. Ramillos en planos horizontales. Hojas aciculares, verde oscuras. Numerosas piñas pedunculadas, aisladas, erectas, ovoideas o globosas, violáceas pero que al madurar se vuelven grisáceas. Actualmente es una especie propia del Tauro y el Antitauro principalmente; quedan pocos ejemplares en el Líbano y en territorio sirio después de siglos de aprovechamiento intensivo de su madera. Vive entre los novecientos y dos mil cien metros de altitud, estando su óptimo entre los mil doscientos y los mil setecientos metros en montañas de clima mediterráneo, templado o frío continental. “Después mandará traer para el purificando dos aves puras, vivas, ramas de cedro, púrpura escarlata e hisopo”. (Levítico 14-4). “Después tomará el ave viva, las ramas de cedro, la púrpura escarlata y el hisopo, y los mojará, también el ave viva, en sangre del ave degollada sobre agua corriente”. (Levítico 14-6). “Después tomará la rama de cedro, el hisopo, la púrpura escarlata y el ave viva… “ (Levítico 14-51). “Así expía por la casa por la sangre del ave, con el agua corriente, con el ave viva, con la rama de cedro, con el hisopo y con la púrpura escarlata”. (Levítico 14-52). “Después el sacerdote tomará ramas de cedro, hisopo y púrpura escarlata y los echará al fuego, donde arde la vaca”. (Números 19-6). “Como vegas dilatadas, como jardines junto al río, como áloes que plantó el Señor o cedros junto a la corriente; el agua rebosa de sus cubos y con el agua se multiplica su simiente”. (Números 24-6).

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“Y les dijo la zarza: Si de veras queréis ungirme vuestro rey, venid a cobijaros bajo mi sombra, y si no, salga fuego de la zarza y devore los cedros del Líbano”. (Jueces 9-15). “Jirán, rey de Tiro, mandó una embajada a David con madera de cedro, carpinteros y canteros para construirle un palacio”. (2 Samuel 5-11). “Mira, estoy viviendo en una casa de cedro, mientras el arca de Dios vive en una tienda”. (2 Samuel 7-2). “Y en todo el tiempo que viajé de acá para allá con los israelitas, ¿encargué acaso a algún juez de Israel, a los que mandé pastorear mi pueblo, Israel, que me construyese una casa de cedro?” (2 Samuel 7-7). “Disertó sobre botánica, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que crece en la pared”. (1 Reyes 5-13). “Así, pues, manda que me corten cedros del Líbano”. (1 Reyes 5-20). “Hizo un altar de cedro ante el camarín y lo revistió de oro”. (1 Reyes 5-21). “Salomón remató la construcción del templo recubriéndolo con un artesonado de cedro”. (1 Reyes 6-9). “Hizo una galería adosada a todo el edificio, de dos metros y medio de altura, unida al templo por vigas de cedro”.(1 Reyes 6-10). “… revistió los muros interiores con madera de cedro, desde el suelo al artesonado”. (1 Reyes 6-15). “… revistió de madera todo el interior; el suelo lo cubrió con tablas de abeto; los diez metros del fondo los recubrió con tablas de cedro, desde el suelo hasta las vigas del techo, y lo destinó a camarín o santísimo”. (1 Reyes 6-16). “El cedro del interior del templo llevaba bajorrelieves de guirnaldas con frutos y flores; todo era de cedro, no se veían los sillares”. (1 Reyes 6-18). “Construyó el atrio interior con tres hileras de sillares y una de vigas de cedro”. (1 Reyes 6-36). “Construyó el salón llamado Bosque del Líbano: medía cincuenta metros de largo, veinticinco de ancho y quince de alto, con tres series de columnas de cedro, que sostenían vigas de cedro”. (1 Reyes 7-2). “Sobre las vigas que iban encima de las columnas (cuarenta y cinco columnas en total, quince en cada serie) puso una techumbre de cedro”. (1 Reyes 7-3). “Hizo el Salón del trono o audiencia, donde administraba justicia; lo recubrió con madera de cedro, desde el piso al artesonado”. (1 Reyes 7-7). “Los cimientos eran de grandes bloques de piedra de calidad, de cinco por cuatro metros, y encima piedras especiales labradas a escuadra y madera de cedro”. (1 Reyes 7-10 y 11). “El gran atrio tenía tres hileras de sillares y una de vigas de cedro, lo mismo que el atrio interior del templo y el vestíbulo del palacio”. (1 Reyes 7-12). “Salomón construyó los dos edificios, el templo y el palacio, durante veinte años, con la ayuda de Jirán, rey de Tiro, que le proporcionó madera de cedro y abeto y todo el oro que quiso”. (1 Reyes 9-10 y 11). “Salomón consiguió que en Jerusalén la plata fuera tan corriente como las piedras y los cedros como los sicómoros de Sefela”. (1 Reyes 10-27). “El cardo del Líbano mandó decir al cedro del Líbano: Dame a tu hija por esposa de mi hijo. Pero pasaron las fieras del Líbano y pisotearon el cardo”. (2 Reyes 14-9).

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Figura 9. Cedros (Cedrus libani) en Turquía. Foto: Javier García López

“Por medio de tus mensajeros has ultrajado al Señor: Con mis numerosos carros yo he subido a las cimas de los montes, a las cumbres del Líbano; he talado la estatura de sus cedros y sus mejores cipreses; entré en su último reducto, en la espesura de su bosque”. (2 Reyes 19-23). “Jirán, rey de Tiro, mandó una embajada a David con madera de cedro, albañiles y carpinteros para construirle un palacio”. (1 Crónicas 14-1). “Cuando David se estableció en su casa, le dijo al profeta Natán: Mira, yo estoy viviendo en una casa de cedro, y el arca de la alianza del Señor está debajo de unos toldos”. (1 Crónicas 17-1). “Y todo el tiempo que viajé de acá para allá con los israelitas, ¿encargué acaso a algún juez de Israel, a los que mandé gobernar a mi pueblo, que me construyesen una casa de cedro?” (1 Crónicas 17-6). “Reunió también gran cantidad de hierro para hacer clavos y grapas para las puertas, y un montón enorme de bronce y una cantidad incalculable de madera de cedro que los sidonios y tirios le traían en abundancia”. (1 Crónicas 22-4).

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Árboles

“El rey consiguió que en Jerusalén la plata y el oro fueran tan corrientes como las piedras, y los cedros tan numerosos como los sicómoros de Sefela”. (2 Crónicas 1-15). “Hace tiempo enviaste a mi padre, David, madera de cedro para que se construyese un palacio donde habitar”. (2 Crónicas 2-2). “Mándame también madera de cedro, abeto y sándalo del Líbano”. (2 Crónicas 2-7). “Salomón consiguió que en Jerusalén la plata fuera tan corriente como las piedras, y los cedros como los sicómoros de Sefela”. (2 Crónicas 9-27). “El cardo del Líbano mandó decir al cedro del Líbano: «Dame tu hija por esposa de mi hijo». Pero pasaron las fieras y pisotearon el cardo”. (2 Crónicas 25-18). “Entonces, de acuerdo con lo autorizado por Ciro de Persia, contrataron canteros y carpinteros, y dieron a sidonios y tirios alimentos, bebidas y aceite para que enviasen a Jafa, por vía marítima, madera de cedro del Líbano”. (Esdrás 3-7). “… contra todos los cedros del Líbano, contra todas las encinas de Basán”. (Isaías I 2-13). “… ¿se derrumbó el maderamen de sicómoro?, pues lo reemplazaremos con cedro”. (Isaías I 9-9). “Hasta los cipreses se alegraron de tu suerte y los cedros del Líbano”. (Isaías I 14-8). “Con mis numerosos carros yo he subido a la cima de los montes, a las cumbres del Líbano; he talado la estatura de sus cedros y sus mejores cipreses”. (Isaías I 37-24). “… pondré en el desierto cedros, y acacias, y mirtos, y olivos; plantaré en la estepa cipreses, junto con olmos y alerces”. (Isaías II 41-19). “Se cortan cedros, se coge una encina o roble, dejándolos crecer entre los árboles del bosque, o planta un fresno que crece con la lluvia”. (Isaías II 44-14). “… consagraré a tus devastadores, cada uno con sus armas, para que talen tus mejores cedros y los echen al fuego”. (Jeremías 22-7). “Me construiré una casa espaciosa con salones aireados, abriré ventanas, la revestiré de cedro, la pintaré de bermellón”. (Jeremías 22-14). “¿Piensas que eres rey porque compites con cedros?” (Jeremías 22-15). “Tú, Señora del Líbano, que anidas entre cedros, cómo sollozarás cuando te lleguen las ansias, dolores como de parto”. (Jeremías 22-23). “… voló al Líbano; tomó el cogollo del cedro, arrancó su pimpollo cimero y se lo llevó a un país de mercaderes plantándolo en una ciudad de traficantes”. (Ezequiel 17-3). Del pimpollo cimero de un cedro no cabe obtener un esqueje que pueda ser plantado y prospere. “Tomaré una guía del cogollo del cedro alto y encumbrado; del vástago cimero arrancaré un esqueje y yo lo plantaré en un monte elevado y señero…”. (Ezequiel 17-22). “Echará ramas, dará fruto y llegará a ser un cedro magnífico; anidarán en él todos los pájaros, a la sombra de su ramaje anidarán todas las aves”. (Ezequiel 17-23). “… con abetos de Senir armaron todo tu maderaje; escogieron un cedro del Líbano para erigir tu mástil…”. (Ezequiel 27-5). “Fíjate en Asiria, cedro del Líbano, de magnífica fronda, tupido y umbroso, de estatura gigante, cuya cima destaca entre las nubes”. (Ezequiel 31-3). “Los cedros del parque de los dioses no lo sobrepasaban, ni competían con su ramaje los abetos, ni los plátanos igualaban su copa; ningún árbol del parque de los dioses podía competir con su hermosura”. (Ezequiel 31-8).

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