La verdad del epitafio para la tumba de don Quijote

La verdad del epitafio para la tumba de don Quijote Jaime Fernández S.X Sophia University El epitafio que el bachiller Sansón Carrasco escribe para la

2 downloads 120 Views 750KB Size

Recommend Stories


DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Con el propósito de que los más jóvenes se acerquen a la obra maestra de Cervantes, el novelista Eduardo Alonso ha compuesto una cuidada y respetuosa

Don Quijote de la Mancha
00-Montaje Introd. Quijote-Adap_00-Montaje Introd. Quijote-Adap 11/04/14 11:09 Página 3 Miguel de Cervantes Don Quijote de la Mancha Adaptación de E

DON QUIJOTE DE LA MANCHA
DON QUIJOTE DE LA MANCHA (SEGUNDA PARTE) Miguel de Cervantes Saavedra ide e tne se rp aL i c n ó r o c a re d n o p s e ¿? n o d http://www.donquij

Story Transcript

La verdad del epitafio para la tumba de don Quijote Jaime Fernández S.X Sophia University El epitafio que el bachiller Sansón Carrasco escribe para la tumba de D o n Quijote no ha merecido, que sepamos, ningún comentario detenido. Sólo ha sido objeto de observaciones encuadradas en los estudios del último capítulo de la gran novela de Cervantes. Una mirada a estas observaciones o juicios, alguno de los cuales presentamos aquí sin ninguna intención de crítica, nos muestra un complejo panorama, que abarca desde las alabanzas más elevadas a los juicios más severos. Porque hay quienes afirman que el epitafio es muy verdadero, que su tono es triste y grandioso o que su contenido apunta a un parecido extraordinario con el texto del epitafio que Francisco de Urbina compusiera para la tumba del propio Cervantes. Y hay, por otro lado, quienes ponen en duda el valor de su contenido, o lo consideran en parte como un adorno superfluo, un mero "rizar el rizo", o c o m o algo chabacano y de pura lógica carnavalesca, o incluso c o m o una burla inmisericorde contra el personaje central . Admitiendo que 1

tal variedad de juicios es un reflejo de la riqueza semántica del texto de Cervantes, nos proponemos aquí c o m o tarea examinar la razón que los ha hecho posibles, y tratar de acceder a su verdad. Para ello, estimamos necesario analizar el contexto en que aparece el epitafio, tener en cuenta a su autor, y estudiar detenidamente su contenido.

Contexto del

epitafio.

El epitafio, c o m o es obvio, aparece al final de la novela, aunque no en su última página. L o cual sugiere que, siendo importante, quizás no sea definitivo. Por otro lado, considerado estructuralmente, aunque da la impresión de ser algo añadido, es un elemento en el relato de la muerte del personaje central. Es decir, su estilo y su contenido han de verse en conexión con ese final. Final que abunda, c o m o puede comprobarse, de momentos intranscendentes y ligeros, y de momentos de indudable

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Jaime FERNÁNDEZ S.J.. La verdad del epitafio...

gravedad. Así, por ejemplo, cuando el personaje expira, el autor escribe: "el cual dio su espíritu: quiero decir que se murió", expresión que desconcertó a Borges y a tantos lectores. Es decir, el autor a v e c e s parece quitarle importancia o gravedad al momento, y sintonizar con la actitud incrédula de los otros personajes que rodean el lecho del moribundo. Porque casi todos ellos, incluido Sancho con todo el afecto que siente por su señor, no saben o no quieren o no pueden separarse del personaje de ficción, del caballero andante, en que se convirtiera el hidalgo manchego. Para ellos, el hidalgo sigue "oculto", entre bambalinas, medio inexistente. Gravedad del momento, e incapacidad de aceptar este acabarse del flujo narrativo, el inevitable final. Los argumentos que usan ya no valen: Dulcinea está desencantada tras alguna mata; vamos a vestirnos de pastores, no haga la locura de morirse... Don Quijote hablará agradecido de las "misericordias de Dios", de que ha recobrado el juicio, y rogará inútilmente: "déjense de burlas". Pero todos le siguen llamando D o n Quijote . Todos menos el cura y el narrador, que darán una visión completa 2

del personaje: El cura ha pedido al escribano Quijano

el Bueno,

desta presente

llamado

comúnmente

vida y muerto

verdaderamente,

naturalmente.

testimonio

como

Alonso

de la Mancha,

había

pasado

Por su parte, el narrador afirma:

Alonso

Quijano el Bueno, a secas, y en tanto que fue don Quijote de la Mancha, fue

siempre

condición

vez se ha dicho,

porque,

en tanto que don Quijote fue

de apacible

como alguna

le diese por

don Quijote

y de agradable

trato...

Es decir, aunque pueda insistirse un

p o c o más en A l o n s o Quijano, c o m o hace el cura, o bien en D o n Quijote, c o m o hace el narrador, el personaje no es sólo D o n Quijote, ni sólo A l o n s o Quijano. Es el personaje que ha sido capaz de vivir y de ser las dos personalidades. D e ahí que, no sólo en esta escena final, sino en el personaje que la protagoniza, haya una mezcla de rasgos opuestos: comicidad y seriedad; acción y reposo; locura y cordura, D o n Quijote y Alonso Quijano . 3

Autor del

epitafio.

El narrador indica que el epitafio es de Sansón Carrasco. Es un dato interesante que el narrador estime necesario dejar constancia no sólo del autor sino también del contenido, después de "pasar por alto" los llantos de Sancho, la sobrina y el ama, y los otros epitafios que, al parecer, hubo. Sansón Carrasco es un personaje complejo y contradictorio . Hace su entrada en 4

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Jaime FERNÁNDEZ S.J.. La verdad del epitafio...

la novela anunciando la portentosa aparición de las aventuras de D o n Quijote, c o m o un éxito sin precedentes. Pero, en realidad, toda su posterior actuación está orientada a derribar al caballero, humillarle y acabar con su locura y sus sueños. Carrasco parece tener una doble personalidad. Lleva una especie de máscara. Se burla de D Q desde el primer momento. Pero en realidad le envidia. Nunca le entendió. N i siquiera trató de comprenderle. Los apelativos con que a él se dirige: flor caballería,

luz resplandeciente

de las armas,

honor y espejo

de la

andante

de la nación

española,

son pura burla. Y si parece que alaba el éxito de la Primera Parte, llena de las hazañas de su protagonista (buena fama, grande

en acometer

así en las desgracias tan platónicos

buen nombre, gallardía

los peligros,

la paciencia

como en las heridas,

de vuestra

de vuestra

en las adversidades

la honestidad

merced y de mi señora

merced, y el

y continencia

doña Dulcinea

el

ánimo

sufrimiento,

en los

del Toboso)

amores es sólo

para reírse de todo ello. Actitud que queda confirmada de forma hiriente cuando dice: Antes

es al revés;

son los que han gustado

que, como

de

"stultorum

de la tal historia.

infinitus

est numerus",

infinitos

Nunca se sabe si Carrasco dice la verdad.

Porque si le anima a salir en busca de aventuras es sólo con la intención de desafiarle y vencerle, aunque diga que su fin es curarle. Puesto que luego, al ser vencido como Caballero del Bosque, afirmará que volverá a buscar a don Quijote movido por un deseo de venganza. Y sólo después de vencerle, le confesará a don Antonio Moreno, que lo que él pretendía en realidad era bueno ("los buenos

pensamientos

míos"),

es decir, que don Quijote recobrase el juicio. Pero no lo consiguió. Porque don Quijote, aparte de que desde tiempo atrás viniese p o c o a p o c o recobrando la razón, siguió siendo don Quijote hasta p o c o antes de morir . A l menos, es el nombre con el que 5

el bachiller le llama siempre en vida. Y , además, éste no logró sobre él una victoria total. Físicamente, sí, le derribó del caballo, le venció quitándole la honra. Pero espiritualmente no consiguió hacerle renunciar a su mundo interior, al mundo de sus pensamientos, a Dulcinea . N o lo consiguió, insisto, ni tampoco lo quería. Porque, 6

si lo hubiera querido de verdad, se habría alegrado infinito cuando el hidalgo recobró el juicio y abominó de sus caballerías. Pero nada de esto hubo.

Contenido

del

epitafio.

1. Fuerte y valiente. El contenido del epitafio es igualmente complejo. Si es para la tumba de D o n Quijote, la inscripción sólo dice Hidalgo, con mayúscula. Si parece de broma por contener expresiones c o m o "espantajo" y "coco", referidas al caballero, o irónico por calificarle de "fuerte", tiene otras que parecen de una indudable seriedad, c o m o "morir cuerdo" y la "muerte no triunfó de su vida con su muerte". H e escrito "que

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Jaime FERNÁNDEZ S.J.. La verdad del epitafio...

parecen", porque no hay que olvidar que es obra de Sansón Carrasco, "muy socarrón,

(...), de condición

maliciosa

y amigo

de donaires

y de burlas".

gran

Si parece

contradictorio, ha de tenerse presente que intenta dar un retrato del complejo personaje que aparece dibujado con trazos contradictorios en su andadura por las páginas de la novela. Hay quienes en un primer momento quedan admirados de sus razones concertadas, para p o c o después comprender que tiene el juicio perdido, c o m o les sucedió a los que iban con nuestro caballero al entierro de Grisóstomo.

Recordemos

que de "loco entreverado, lleno de lúcidos intervalos", lo calificó D o n Lorenzo, el hijo del Caballero del Verde Gabán, dando, sin saberlo, una visión tan compleja del personaje c o m o la que su autor diera en el Prólogo de la Primera Parte; puesto que allí le llama en un primer momento, "hijo seco, avellanado, antojadizo, lleno de pensamientos varios", para calificarle al final del m i s m o prólogo c o m o "el más casto enamorado y el más valiente caballero".

La calificación de "fuerte''' es ambigua y se da sobre todo en la primera parte, apareciendo varias v e c e s en el sintagma "fuerte brazo", "el valor de este mi fuerte brazo", etc.; expresión que en más de una ocasión se usa irónicamente para comentar la arrogancia de D o n Quijote. Por ejemplo, al comentar su victoria sobre el vizcaíno (1,15). Ciertamente don Quijote no es fuerte en el sentido físico de la palabra, es decir, no es robusto ni corpulento ni tiene grandes fuerzas, pero sí lo es en el sentido de ser constante y a n i m o s o . 7

Igualmente es ambigua la calificación de "valiente", de fuerte . 8

al ser en la práctica sinónimo

Además, una de las acepciones de "valiente" es baladren o valentón: el

arrogante o que se jacta de guapo o valiente; el fanfarrón y hablador que siendo cobarde blasona de valiente, y gasta muchas palabras...

Si lo tomamos en este sentido,

y así lo tomaron Clemencín y Rodríguez Marín, notamos que el personaje en más de una ocasión ofrece una imagen parecida, y así el epitafio se convierte en algo insultante, en un total desprecio del personaje, en una burla inmisericorde. Pero si lo tomamos en el sentido figurado, con los sinónimos ("bravo", "valeroso") que frecuentemente aparecen en los títulos de los capítulos de la Primera Parte, v e m o s que la adjetivación de valiente es m u y positiva. Por supuesto, cobardías las tuvo: ante el manteamiento de Sancho, o ante la aventura del rebuzno, donde, además, se indica que su actitud fue una "superchería". Pero D o n Quijote fue valiente porque se lanzó sin miedo a la corriente de la vida, saliendo en busca de aventuras para cobrar nombre y fama y hacer el bien. Cierto que muchas de las aventuras fueron absurdas y grotescas y dejaron al personaje en ridículo. Pero otras, aún siéndolo, c o m o la del desafio al león, pusieron de manifiesto su valentía y su valor. Puede

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Jaime FERNÁNDEZ S.J.. La verdad del epitafio...

que para Sansón Carrasco el calificativo de valiente fuera irónico, y estuviese lleno, si no de desprecio, sí de conmiseración. Igual lo fue para Altisidora, que lo usa en su romance en son de burla. Pero no ocurrió así en la aventura de la

fingida

Arcadia (II, 58), cuando las pastoras le llaman "valiente", con un tono de verdad que D o n Quijote capta al punto y por el que les queda agradecido en su bello discurso de sobremesa. Así, el significado es múltiple, dependiendo de la posición o de la mirada del observador. ¿Puede reducirse todo al perspectivismo? Aquí recordamos unas palabras de Sancho sobre lo que dicen de su señor las gentes del lugar: -En lo que toca -prosiguió de vuestra merced, otros,

hay diferentes

"valiente, pero

aquí van discurriendo dejan

hueso

Sancho-

a la valentía,

opiniones;

desgraciado"; en tantas

otros,

cosas,

cortesía,

unos dicen: "cortés, pero

que ni a vuestra

hazañas y

"loco, pero

asumpto gracioso";

impertinente"; merced

y

por

ni a mí nos

sano.

Y otras palabras de la sobrina, cuando se opone tajantemente a la tercera salida de su señor tío, tratando de hacerle ver la realidad de su locura y el absurdo de sus caballerías: estando todo,

que se dé a entender

enfermo,

y que endereza

que es caballero,

no lo son los

que es valiente,

tuertos,

no lo siendo;

estando

porque,

siendo

por

aunque

viejo, que tiene

la edad

agobiado,

lo puedan

ser los

fuerzas, y,

sobre

hidalgos,

pobres!

La verdadera valentía, en términos generales, la mostrará D Q en la Segunda Parte cuando se sienta de verdad sin Dulcinea. Ahí si que se podrían aplicar las palabras que él usó cuando le explicaba a Sancho el porqué de su penitencia en Sierra Morena, tratando de imitar a Amadís: Y una de las cosas su prudencia, de la señora

en que más este caballero

valor, valentía, sufrimiento, firmeza y amor, fue cuando se retiró, Oriana,

a hacer penitencia

en la Peña

Pobre.

mostró desdeñado

(I, 25)

D Q es de verdad valiente en la Segunda Parte, porque no deja de luchar para sobreponerse a su temor constante y hacer que su esperanza no decaiga. Porque Dulcinea está encantada y él siente la vida vacía y sin sentido. Y es en ese valor de seguir hasta el final donde reside la verdad de la expresión "a tanto estremo llegó de valiente"; verdad que el bachiller ni pensó ni tuvo en cuenta. Porque venció el miedo al vacío, el miedo al sinsentido, con los que tuvo que convivir hasta el m i s m o final. Porque aceptó este final con serenidad y cordura.

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Jaime FERNÁNDEZ S.J.. La verdad del epitafio...

2. Espantajo y coco. En el epitafio los calificativos que resultan más claramente despreciativos e hirientes aparecen en la segunda quintilla. En primer lugar, el hidalgo "tuvo a todo el en poco".

mundo

Es decir, a don Quijote no le importó el mundo; lo despreció; no le tuvo

el menor miedo. La expresión aparece como ambigua. Es decir, puede pensarse como ausencia de miedo ante el mundo, o c o m o desprecio de todo el mundo. C o m o si el personaje fuese o se sintiese c o m o un ser superior frente a todas las realidades creadas. Aquí puede apreciarse una alusión a la fuerza y la valentía del hidalgo expresadas en la primera quintilla. Esta idea de ser superior, que parece seria, va a ser, a renglón seguido, reforzada y, a la vez, ridiculizada con la afirmación de que fue "el y el coco

del

espantajo

mundo".

El lector sabe que todo ello n o ha sido así. Su figura no infundió temor en la gente. Más que temor, que en algún caso fue real (el barbero "del yelmo de Mambrino" huyendo a todo correr más ligero que un gamo; o los encamisados, que eran gente medrosa...), lo que provoca la figura de don Quijote es risa, o sorpresa, o un complejo sentimiento de admiración . O bien, un sentimiento contrario o negativo al saberle 9

la gente con el juicio perdido. Es interesante ver, como la definición de Covarrubias encaja perfectamente aquí con un e c o irónico: "los espantajos, c o m o los hombres con dignidades, pueden producir 'respeto' en un primer momento, pero luego, c o m o se advierte que no tienen 'sustancia', se les tiene en p o c o " . Por otro lado n o es 1 0

cierto que despreciase al mundo entero, porque precisamente para ayudar al mundo es por lo que se hizo caballero andante, o al menos esa fue su intención. Igualmente por referencia a "coco del mundo", hay una como mueca burlesca, c o m o si la figura de D Q sólo hubiera infundido miedo en los niños. Lo cual es falso, porque los niños que aparecen en la obra lejos de tenerle miedo le humillan. C o m o es el caso de Andrés, diciéndole que la próxima v e z ni le socorra ni le ayude, y añadiendo que "Dios le maldiga" (I, 31); o el caso de los niños de Barcelona que le juegan una mala pasada con las ortigas en su "triunfal" entrada en la ciudad (11,61). En una palabra, todo ello indica que D o n Quijote pudo espantar y causar miedo con su figura a alguna que otra persona insignificante, pero que, en realidad, fue un ser

ridículo

que provocaba la risa, la compasión o incluso la indignación, si no el desprecio. Además, don Quijote ha sido insultado con frecuencia en otros pasajes de la novela. Por el capellán de los duques, por Altisidora, por el paseante de Barcelona, etc. Es lógico que el epitafio, que quiere ser una visión de don Quijote, encierre también palabras de insulto o desprecio. Pero, nótese, que no es sólo para el hidalgo, aunque se le llame así. Porque el espantajo y el coco del mundo no lo fue el hidalgo, sino don Quijote. Porque el que vivió loco fue don Quijote y el que murió cuerdo fue

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Jaime FERNÁNDEZ S.J.. La verdad del epitafio...

el hidalgo. Es decir, es el personaje lo que importa. El personaje y lo que y a c e en su entraña: su verdad.

3. Triunfo de la vida. El resto del epitafio contiene semas de indudable seriedad y hondura, c o m o puede apreciarse en los versos finales de las dos quintillas: "La muerte vida

con su muerte";

y "acreditó

su ventura

morir

cuerdo

no triunfó

y vivir

de su

loco".

Puede afirmarse que Sansón Carrasco compuso estos dos finales como conclusiones burlescas o chocantes de los tres respectivos versos primeros. Y , sin embargo, pueden leerse c o m o afirmaciones serias e independientes . Además, los términos que las 11

componen aparecen íntimamente relacionados: Muerte y vida, cordura y locura, triunfo y ventura. Es decir: la muerte del hidalgo no supuso una negación de su vida. Su ventura, su "buena suerte",

fue vivir c o m o vivió y morir c o m o murió.

"Morir cuerdo" no sólo es una contraposición ingeniosa al sintagma "vivir loco", sino cierta explicación de por qué "la muerte no triunfó sobre su vida". El hidalgo se v o l v i ó loco. Cierto. Mas su locura, concretada en el personaje de D o n Quijote, no fue una vulgar esquizofrenia sin sentido. Puede que en algún momento diera la impresión de serlo, aspecto que se da más en la Primera Parte. Pero en general y, sobre todo, en la Segunda Parte, se destacan en dicha locura, junto a trazos de ilusión y ensueño, ráfagas de inquietante cordura, de clarividente y dolorosa concienciación del mundo circundante. Precisamente para que no se identificara con la esquizofrenia sin más, aprovechó Cervantes al personaje de Avellaneda, de m o d o que, merced a la comparación, quedase claro este p u n t o . 12

El hidalgo vivió persiguiendo esa ilusión. Mas cuando le llegó la hora, pudo y supo aceptar el final de su ilusión, de su sueño, de su locura. Porque el sueño y la ilusión sirven para vivir, pero no para m o r i r . Aparte de que aceptar el 13

final

de algo implica la admisión de ese "algo" que antes hubo, y a que el final es sólo parte del todo. Aceptar la muerte es aceptar que se ha vivido. "Yo fui loco y ya soy cuerdo". El hidalgo abomina de los libros de caballerías, pero no niega haber estado loco, ni haber vivido una ilusión. Sólo dice que ya su locura ha dejado de ser. Porque ha llegado el final, final que admite con admirable cordura, porque lo contrario sería precisamente l o c u r a . 14

"Yo ya no soy Don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis dieron

renombre

de bueno".

costumbres

"Sólo puede desilusionarse de verdad el que ha tenido

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Jaime FERNÁNDEZ S.J.. La verdad del epitafio...

auténticas ilusiones. Sólo puede morir como Alonso Quijano el Bueno, quien ha sabido vivir c o m o D o n Quijote de la M a n c h a " . Así, recuperar la cordura no implica una 15

negación de esa vida dedicada, sino una afirmación de la bondad esencial del personaje. Ahora ya no es "un hidalgo de los de...", uno de los muchos que había entonces, sino un hidalgo con un nombre, que por v e z primera se le revela al lector, y con un renombre, el de bueno,

cuya verdad ha estado latente en sus aventuras. Verdad

que queda revelada en ese adjetivo, reflejo fundamental de la intención del personaje, que siempre quiso hacer bien a todos y mal a ninguno.

Y eso es lo que en realidad

queda, lo que hace que la muerte no triunfe sobre esa vida tan verdaderamente humana.

4. En relación con los otros epitafios. Sólo queda ya para captar mejor el valor del epitafio final compararlo con los otros epitafios que aparecen en la novela. Sobre todo con los epitafios del final de la primera parte. Al final de la Primera Parte, todos los poemas que sirven de epitafios son de tono burlesco, como en su conjunto lo fueron los versos preliminares . Cotejando 16

el contenido de nuestro epitafio final con el de El M o n i c o n g o o el del Paniaguado, al punto se observa la diferencia abismal entre ambos, por su estilo y su contenido. En este epitafio final no hay alusiones a aspectos caballerescos, ni a elementos de la locura del personaje: Rocinante o Dulcinea o Amadís, etc. Y c o m o ya indicamos, siendo su tono humorístico pero no b u r l e s c o , contiene afirmaciones de hondura 17

y seriedad innegable. Pero, además, podría compararse con el que Ambrosio compusiera para su amigo Grisóstomo (I, 14). En él se expresa una tragedia, la tragedia de un amador al que le fue mal, que no fue correspondido, y que por ello murió. Pero el de don Quijote expresa un triunfo y una ventura envidiables. Grisóstomo murió con la razón perdida, su muerte fue trágica. La Canción

desesperada

que él m i s m o compuso es buena

prueba de ello. D o n Quijote no. Murió con la cordura recobrada, en paz, y hasta el último momento sin perder la esperanza . Mientras Grisóstomo echa la culpa de 18

su propia ruina a la actitud fría de Marcela, don Quijote no le echa la culpa a los encantadores. Admite que la vida tiene un final. Da gracias a Dios por sus misericordias, pide perdón, ordena su alma. El final es sereno y envidiable. Lo que Cervantes quiere es despojar a los últimos momentos de su héroe de la aparatosidad, o grandiosidad hueca, de un "gran final" orquestado, para sencillamente decir que su personaje se ha muerto.

El que haya entendido los elementos anteriores

de esta última unidad narrativa: "las misericordias de Dios", el que "no se debe jugar con el alma", el "pedir perdón a Sancho", "la muerte ejemplar con confesión y testando

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Jaime FERNÁNDEZ S.J.. La verdad del epitafio...

y rodeado de los suyos", el reconocer que ahora las cosas son distintas porque se muere: "en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño", y él que haya entendido igualmente el brindar del ama, el comer de Sancho, el regocijarse de la sobrina, etc., etc., podrá comprender perfectamente que en el epitafio se mantenga el m i s m o tenor: de broma, de ligereza, y de seriedad total. Cervantes hasta el m i s m o final hizo una obra de indiscutible coherencia y verdad humana: ni solo trágica, ni sólo cómica, sino llena de humor, es decir, de comprensión verdadera ante el misterio de la vida humana. Cervantes no se ríe sin más de don Quijote. Cierto que en este tramo final de su narración el autor, mediante el humor, desacraliza la figura de lo que podría llamarse su "héroe", cosa que ya venía haciendo desde bastante atrás, y se centra en su verdadera humanidad. A l final desaparece la parodia. H a c e m o s nuestras las palabras,

exactas

y bellas palabras, de Torres Antoñanzas: Cervantes

coloca

al lector

ante el misterio

muerte podemos

decir que es, al mismo

por antiheroica.

De este modo,

sus excesos

grotescos

y descubrir

la seriedad

de su

existencia .

último

tiempo,

el humor sirve para la verdadera

de don Alonso,

de

digna por humana y despojar

realidad

cuya normal

al hombre

de su ser, en

de

suma,

19

El epitafio, repetimos, encierra la combinación de elementos contrapuestos

que

aparecen a lo largo de toda la novela. El autor dice que lo ha redactado el bachiller Sansón Carrasco, que no cree en la figura de don Quijote. Más bien es preferible decir que es él quien se lo ha hecho redactar, haciéndole reconocer entre burlas y bromas la verdad total sobre D o n Quijote que el bachiller, por envidia, nunca quiso admitir: la verdad de este hidalgo que, si optó en su momento por la locura de vivir una ilusión, opta ahora por la lucidez y la cordura ante el último tramo de su vida. Pero aún hay algo más. Porque Cervantes nos va a dar la clave última para captar la verdad total del epitafio. Para que nosotros los lectores, podamos conocer el hondo sentido que el personaje ha llegado a tener para su autor. Y nos la da en lo que también podría llamarse epitafio o, quizás mejor, "epitafio definitivo", que escribe él mismo en la última línea de su obra, condensando todos los aspectos contrapuestos que aparecen en el del bachiller Sansón Carrasco. Es el epitafio brevísimo para la figura inmensa de su criatura, el epitafio para su tumba, que no es un hueco excavado en la tierra o un mausoleo, sino el libro que narró su v i d a , y que queda vibrando 20

para siempre en estas cuatro palabras: "mi verdadero

Don

Quijote".

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Jaime FERNÁNDEZ S.J.. La verdad del epitafio...

Bibliografía Albistur, Jorge: Leyendo el "Quijote". «Colección Horas de Estudio». Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1974. Amorós, Andrés: "Los poemas de El Quijote". En Cervantes:

Su obra y su mundo. Actas

del Primer Congreso Internacional sobre Cervantes. M. Criado de Val, ed. Madrid: Edi-6, 1981, p. 707-715. Avalle-Arce, Juan B.: "El bachiller Sansón Carrasco". En Actas del II Coloquio de la Asociación

de Cervantistas.

Internacional

Alcalá de Henares, 6-9 noviembre 1989. Barcelona:

Anthropos, 1991, p. 17-25. Castillo, Guido: Notas sobre

"Don Quijote".

"Cuadernos de Literatura", 16. Montevideo:

Fundación de Cultura Universitaria, 1970. Clemencín, Diego: Comentario a su edición de "Miguel de Cervantes, El Ingenioso

Hidalgo

Don Quijote de la Mancha". Edición IV Centenario. Madrid: Ediciones Castilla, 1967. Climent, Juan Bautista: El Quijote

ignorado.

Méixo: Edamex, 1998.

Cobarruvias, Sebastián de: Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Madrid: Turner,1977. Domínguez Matito, Francisco: "El arte del colofón. Un análisis de recurrencias en el último capítulo del Quijote". En Actas del VIII Coloquio Internacional Cervantistas

de la Asociación

de

(1999), J. R. Fernández de Cano, ed.El Toboso, 23-26 de abril de 1998.

José Ramón Fernández de Cano, ed. El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999 El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999 p. 293-302. Fernández S. J., Jaime: "La admiración en el Quijote y el enigma del paje soldado (DQ, II, 24)". Cervantes,

19 [ 1] (Spring, 1999), 96-112.

Fernández S. J., Jaime: "Don Quijote por dentro: El madrigalete (DQ II, 60)". Hispánicos

Estudios

(Asociación Coreana de Hispanistas, Seúl), 28 (2003), 243-256.

Iffland, James: De fiestas y aguafiestas: risa, locura e ideología en Cervantes y

Avellaneda.

Pamplona: Universidad de Navarra / Madrid: Iberoamericana / Frankfurt am Main: Vervuert, 1999. Mansau, Andrée: 'Tombeau des chevaliers". En Fins de siècle.

Terme-evolution-revolution?

Testes recueillis et présentés para Gwenhaël Ponnau. Actes du Congrès National de la Société Française de Littérature Générale et Comparée. Toulouse / 22-24 Septembre, 1987. Martin, Adrienne Laskier: "The Burlesque Sonents in Don Quixote". En Cervantes the Burlesque

Moner, Michel: Cervantes

conteur. Écrits et paroles.

Madrid: Casa de Velázquez, 1989.

Rodríguez Marín, Francisco: Edición crítica de "El Ingenioso la Mancha".

and

Sonnet. Berkeley: University of California Press, 1991 hidalgo

Don Quijote

de

Tomo VIII. Madrid: Atlas, 1949.

Rodríguez, Alfred y Ruiz-Fábrega, Tomás: "Las últimas páginas: ¿Don Quijote o Alonso

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Jaime FERNÁNDEZ S.J.. La verdad del epitafio...

Quijano?". ACer, 20 (1982), 215-217. Sanz Cuadrado, María Antonia: "Doce opiniones sobre el Quijote". CL, 3 (1948), 294-295. (Recoge la opinión de Galdós). Torres Antoñanzas, Fernando: Don Quijote y el absoluto. en la obra de Cervantes. Unamuno, Miguel de:

Algunos

aspectos

Vida de Don Quijote y Sancho. «Austrab>, 33. Madrid: Espasa-Calpe,

1971 (15 edición). [Primera edición: Vida de Don Quijote y Sancho, según a

de Cervantes,

teológicos

Salamanca: Publicaciones Universidad Pontificia, 1998.

explicada

y comentada.

Miguel

Madrid: Femando Fe, 1905].

Varo, Carlos: Génesis y evolución del "Quijote". «Romanía». Madrid: Ediciones Alcalá, 1968.

NOTAS Son juicios valorativos respectivamente de Unamuno (p. 227), Pérez Galdós (Sanz Cuadrado, p. 294-295)), Carlos Varo (p. 543-544); y juicios críticos de F. Rodríguez Marín (p. 266, n. 13), Michel Moner (p. 69), J. Ifíland (p. 563), Clemencín (p. 1925, n. 34). Igualmente en la Edición del Instituto Cervantes, dirigida por F. Rico, se indica que "la copla abruptamente rompe con la solemnidad de la serena muerte de don Quijote" (p. 1222, n. 45) "Cervantes, (...), no acierta a desprenderse ya de la figura literaria que él mismo ha hecho desaparecer en su novela", es la conclusión a que llegan Alfied Rodríguez y Tomás Ruiz-Fábrega. F. Domínguez Matito califica todo ello de antinomia, que aparece en este capítulo final, de varias formas y expresada por distintas voces. Juan B. Avalle-Arce (p. 17-18). Carrasco pone la primera piedra en la edificación del mito quijotesco. Es innegable cierta envida respecto Don Quijote. Y su mente escolástica le lleva a desafiarle. Frente a esta visión existe otra (por ejemplo, la de Juan B. Climent, El Quijote ignorado, p. 55-65), que trata de defender y justificar toda la actuación del bachiller Carrasco. O quizás habría que decir hasta más allá de su muerte, porque es la identidad del personaje que nos ha quedado para siempre. Sin embargo, don Quijote, sí le hizo confesar al bachiller que más valía Dulcinea que Casildea de Vandalia. No hay duda que las palabras del vencido bachiller (que más vale el zapato descosido y sucio de la señora Dulcinea del Toboso, que las barbas mal peinadas, aunque limpias, de Casildea, 11,14), son chabacanas y burlonas, e indirectamente suenan a desprecio del vencedor. Pero confrontadas con la negación de don Quijote a la confesión exigida por su vencedor (no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad, 11,64), sirven por contraste para realzar la hondura y la verdad de la vida interior del caballero. Diccionario de Autoridades, "fuerte". Diccionario de Autoridades, "valiente": fuerte y robusto en su línea; aplicado al sujeto esforzado, animoso y de gran valor Ver mi estudio sobre la "admiración" a propósito del pasaje del paje soldado (p. 98-104). Más que la definición es la explicación que el autor le añade. Ver "espantajo". Andrés Amorós, por ejemplo, afirma que la expresión "morir cuerdo y vivir loco" es seria y muy bella, y que podría ser el título de una comedia. Por otro lado, hay que admitir que, como en todo lo de Cervantes, en esta afirmacifon hay un juego de significados. Al menos, es como un eco de lo que antes, al entrar en la aldea, se había dicho, "si vencido 1

2

3

4

5

6

7

8

9

1 0

1 1

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Jaime FERNÁNDEZ S.J.. La verdad del epitafio...

de brazos ajenos, viene vencedor de sí mismo". Como dice E. Riley (en Don Quixote, p, 147), Don Quijote nunca se rinde a pesar de la melancolía y de que la desesperación no anda muy lejos... En tomo a este punto ver: J.B. Avalle-Arce: "La locura de vivir", capítulo de su Don Quijote como forma de vida. Como dice Jorge Albistur en su obra Leyendo el "Quijote": "Y sobre todo, hubo para él la piedad de que muriese cuerdo y renunciando a su ilusión. Con una ilusión se vive, sin duda, pero ella no sirve para morir" (p. 19). Se recuerdan aquí el bello pensamiento de Jorge Manrique en sus famosas Coplas a la muerte de su padre: "e consiento en mi morir / con voluntad plazentera, / clara e pura, / que querer hombre vivir / cuando Dios quiere que muera, / es locura". Guido Castillo: Notas sobre "Don Quijote", p. 62. Ver el estudio de Adrienne Laskier Martin: "The Burlesque Sonnets in Don Quixote". Igualmente, su comentario en la edición del Instituto Cervantes de Don Quijote, dirigida por Francisco Rico. Barcelona: Crítica, 1998 (Volumen complementario, p. 114-115). Así, Andrés Amorós en el artículo citado. Ver mi estudio sobre el madrigalete de Don Quijote (II, 68), y el análisis del sintagma "temor y esperanza", varias veces repetido en la Segunda Parte. Femando Torres Antoftanzas: Don Quijote y el absoluto, p. 388. "La tumba de don Quijote es el libro", según Andrée Mansau: "Tombeau des chevaliers", p. 104-105. 1 2

1 3

1 4

1 5

1 6

1 7

1 8

1 9

2 0

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Jaime FERNÁNDEZ S.J.. La verdad del epitafio...

Get in touch

Social

© Copyright 2013 - 2025 MYDOKUMENT.COM - All rights reserved.