LA VOCACIÓN Y MISIÓN DEL LAICO EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO

LA VOCACIÓN Y MISIÓN DEL LAICO EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO Policarpo Delgado Perdomo 4 marzo de 2010 Introducción. En las últimas décadas, se ha habla

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LA VOCACIÓN Y MISIÓN DEL LAICO EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO Policarpo Delgado Perdomo 4 marzo de 2010 Introducción. En las últimas décadas, se ha hablado mucho de la “hora del laicado”. Sin embargo, creo que la “hora del laicado” está aún por llegar. Es verdad que se ha avanzado mucho después del Concilio, respecto a los laicos en la Iglesia, pero las grandes cuestiones de fondo no se han afrontado con todas sus consecuencias. Situar al laicado en la Iglesia asumiendo y reconociendo su vocación y, por tanto, su misión “por derecho propio” es una tarea pendiente. Impulsar a los laicos a realizar la tarea evangelizadora del mundo es una realidad que no ha madurado suficientemente ni en los laicos, ni en el resto de los miembros de la Iglesia. 1. La Iglesia Local. Es necesario hacer que en la Iglesia los fieles laicos no se sientan solo destinatarios, eternos menores de edad, sin voz, sólo capaces de recibir, simples colaboradores de la jerarquía. Debemos crear una vida de comunión que implica una mentalidad y un estilo de comunión en las Iglesias locales como fundamental sujeto pastoral, consideradas como porción del Pueblo de Dios, presente en un determinado lugar y tiempo, presididas en la caridad por el Obispo de Roma. La vocación y misión de cada Iglesia local, su gracia y su responsabilidad es descubrir, anunciar, celebrar y servir a la presencia laboriosa y transformadora de Dios en “aquella realidad histórica”. Se trata de una alternativa: o querer una Iglesia elitista, estructurada sobre “grupos” y “movimientos” que consideren a los demás cristianos destinatarios pasivos, o querer una Iglesia “Pueblo de Dios”. Es en ella donde nacen todos los dones, los carismas, los ministerios y en ella encuentran su lugar y su función, al servicio los unos de los otros y, todos al servicio de la humanidad, en una profunda relación y en una continua alternancia de dar y recibir como pueblo santo de Dios llamado a la santidad. Es en la Iglesia local, comprendida por todo el pueblo de Dios – pastores y laicos – y vivida como espiritualidad y como espacio de comunión, de unidad en la diversidad donde se realiza la Iglesia de 1

Cristo, germen del Reino, signo e instrumento del mundo renovado por la fuerza del espíritu de Cristo Resucitado. En realidad, la Iglesia local es teológicamente y pastoralmente el espacio último donde se juega su verdad y santidad, la fidelidad o infidelidad, su capacidad o incapacidad para entrar en la vida de los procesos históricos, pastorales y culturales. Doctrinalmente, el Concilio Vaticano II, fiel a la tradición apostólica y superando la visión piramidal y centralizada, ha situado armónicamente la relación entre lo “particular” y lo “universal” de la Iglesia, reconociendo la identidad de las Iglesias locales e integrándolas en la comunión del “Cuerpo de Cristo” (Cf LG 23). 2. La vocación laical. Hoy es urgente y necesario despertar, promover y acompañar la vocación laical. Sin la vocación de los laicos, la Iglesia no puede llevar adelante la misión evangelizadora. Afirma el Concilio Vaticano II: “La Iglesia no está verdaderamente fundada, ni vive plenamente, ni es signo perfecto de Cristo entre los hombres, mientras no exista y trabaje con la jerarquía un laicado propiamente dicho”. (AG 21). Propuesta. Retomar la iniciación cristiana como ámbito para despertar y promover la vocación laical. ¿Qué podemos hacer para que los laicos que están participando en la acción pastoral de la Iglesia descubran su vocación laical? 3. Iglesia particular y «nuevos movimientos». Partimos del desarrollo de la teología de la comunión en la única Iglesia de Jesucristo. La pertenencia a la Iglesia universal y la pertenencia a una Iglesia particular no son dos momentos sucesivos sino simultáneos. Dificultad en la práctica para la armonización entre la unidad y la pluralidad, entre Iglesia universal e Iglesias particulares. La cuestión más problemática es la inserción de los nuevos movimientos en la realidad de las Iglesias particulares. Se trata de encontrar la armónica inserción en la estructura eclesial. Necesidad de discernir autorizadamente, un marco canónico general, que determine el sentido y el lugar de los nuevos movimientos en la Iglesia universal y las iglesias particulares.

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3.1. La inserción de los nuevos movimientos en las Iglesias particulares. a) La lección de la historia es que las novedades dentro de la vida carismática y apostólica necesitan tiempo para irse acoplando e integrando en las estructuras de la Iglesia. b) Otras dificultades provenientes de las limitaciones y los defectos humanos, por los miembros de los nuevos movimientos y por parte de las propias Jerarquías locales. (Falta de prudencia, de experiencia, prejuicios, incomprensiones, preferencias y exclusiones arbitrarias....) c) Una dificultad de orden más teológico. La asimilación y la aplicación pastoral de las consecuencias del misterio de la Iglesia particular. Se trata de la mutua interioridad entre la Iglesia universal y la Iglesia particular. 3.2. Presupuestos eclesiológicos para la inserción. a) La mutua interioridad entre las dos dimensiones de la Iglesia: universal y particular. b) La catolicidad de la Iglesia particular: el espacio para la variedad de los carismas. Tema de la pluralidad, y los riesgos del uniformismo pastoral, y de las contradicciones a las que se llega en la concepción y funcionamiento de las llamadas “estructuras de comunión”. ¿Cómo llegar en la coordinación pastoral necesaria, a entenderla como la potenciación de la integración de un pluralismo que desarrolle todas la virtualidades carismáticas que el Espíritu concede a su Iglesia? (cf. L. Vela, Dialéctica eclesial: Carisma y derecho canónico, en Estudios Eclesiásticos 65 (1990) p.38). c) La comunión en la Iglesia particular: la pluriformidad en la unidad. 3.3. Criterios de eclesialidad. Siguiendo las indicaciones de Pablo VI en el Evangelii nuntiandi (1975), n. 58 podemos establecer los siguientes criterios de eclesialidad: a) se nutren de la Palabra de Dios y no se dejan encerrar en la polarización política o por ideologías en boga; b) evitan la tentación de la contestación sistemática y del espíritu hipercrítico; c) quedan unidos a la iglesia local en la que se insertan, y a la Iglesia universal, evitando el peligro de encerrarse sobre sí mismos, o de considerarse como la única auténtica Iglesia de Cristo: d) mantienen una sincera comunión con los Pastores y con el magisterio de los mismos.

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3.4. Tourneau)

Señales

de

eclesialidad.

Sistematización.

(L.

1. Interpretación de los textos escriturísticos conforme al parecer y el sentir de la Iglesia. 2. La búsqueda de la santidad supone un desarrollo armónico de la personalidad. Importancia de la amistad y la fraternidad. 3. La apertura y la complementariedad de los distintos carismas. 4. Debe reforzar la comunión y debe contribuir a construir la Iglesia, pero sin exclusivismos. El movimiento no es la Iglesia, sino parte de ella. Los movimientos deben reconocer y respetar a las diócesis o parroquias. 5. Docilidad hacia el ejercicio del oficio pastoral. La participación en el carisma no comporta ningún privilegio frente a los demás fieles. 6. Son unos lugares eclesiales significativos. Por lo tanto han de dar frutos de santidad, caridad y de testimonio, de ahí un elemento para el discernimiento de su actividad y de impulsar su presencia. 7. La fidelidad al carisma fundacional, que no es lo mismo que quedarse estancados. De por sí todo auténtico carisma lleva consigo un dinamismo creador que le lleva a superarse. La vuelta a las fuentes supone valorar la memoria colectiva de la institución. 8. Hacer valer la distinción entre la libre y personal actividad de cada miembro en los distintos órdenes de la vida, y la acción eclesial comunitaria. L. Gerosa, habla de los dos criterios esenciales para verificar la eclesialidad de los movimientos: la comunión y el carisma originario propio del movimiento. Y para medir la autenticidad del carisma originario se puede acudir al nº 51 de Mutuae relaciones: a) proveniencia singular del Espíritu; b) profunda preocupación por configurarse con Cristo testimoniando alguno de los aspectos de su misterio; c) amor fructífero a la Iglesia, buscando la concordia. 3.5. Otros criterios: Los de eclesialidad que presenta Christifideles laici (1988) 30 para la Asociaciones laicales: a) Primacía de la vocación de todo cristiano a la santidad. 4

b) La responsabilidad de confesar la fe católica. c) El testimonio de una comunión firme y cierta con el Romano Pontífice y los obispos. d) La conformidad y la participación en el objetivo apostólico de la Iglesia. 3.6. Elementos de la eclesiología del concilio Vaticano II destacables en los nuevos movimientos y dinamizadores de sus líneas de fuerza. (Arturo Cattaneo) Las líneas de fuerza de los nuevos movimientos han sido impulsadas por determinados aspectos de la eclesiología conciliar. a) La revalorización del bautismo y del sacerdocio común. Dimensión cristológica y eclesiológica del bautismo. (Consideración positiva del papel de los fieles laicos en la Iglesia. LG LG y AA. Ver CIC cnn 224-231, sobre las obligaciones y los derechos) b) La relevancia de los carismas. Dimensión cristológicopneumatológica que da como resultado la atención al aspecto carismático. c) La llamada universal a la santidad y la comprensión del apostolado como la participación activa en la misión de la Iglesia, por imperativo bautismal. LG V, “llamada a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad” (40/b). d) La vocación y la misión de los laicos en la Iglesia. Destaque de la especificidad cristiana y eclesial de los fieles laicos que viene definida por su peculiar inserción en las realidades temporales (cfr. LG 31-36). Actitud positiva frente a las realidades del mundo, a las que son enviados dentro del plan salvífico. e) La dimensión de comunión propia de la Iglesia, y clave para la comprensión de la misma. Propuestas. Potenciar cauces permanentes de conocimiento, de diálogo y de discernimiento con los responsables de la pastoral de la Diócesis. ¿Cómo llegar en la coordinación pastoral necesaria a entenderla como potenciación de la integración de un pluralismo que desarrolle todas las virtualidades carismáticas que el espíritu concede a su Iglesia? 4. Misión del obispo diocesano. a) Principio y fundamento de la unidad en la Iglesia particular (LG 23). Establece directivas, y las prioridades pastorales en orden a la coordinación. Vigila para que los movimientos armonicen su 5

acción apostólica. Pedir la colaboración de los nuevos movimientos. En iniciativas pastorales diocesanas, pero sin que un carisma sea desnaturalizado o alterado. Ha de valorizar la especificidad de los distintos movimientos. b) Promotor de la catolicidad y de la comunión en la Iglesia particular. No solo aceptación de la pluriformidad, sino que ha de apreciarla y promoverla. c) Discernimiento y promoción de los carismas. Tema del discernimiento del obispo local de un movimiento que ha sido aprobado por la Sede de Roma. No es un discernimiento “ex novo”, sino que lo que ha de hacer es verificar la fidelidad al Espíritu o al carisma por parte de los que lo quieren hacer operativo en la Iglesia local. d) Moderador de “todo aquello que pertenece al orden del culto y del apostolado” (LG 27/a). Moderarlo no es gobernarlo. Se habla de moderar el orden del apostolado, es decir que todo se realice ordenadamente. El sentido de ordenar se explicita en el decreto XD 17/a en el sentido de “una coordinación e íntima conexión de todas la obras apostólicas”. Se trata de cuidar para que no se de un pluralismo disolvente. 4.1. Exigencias de parte de los movimientos para su inserción en la Iglesia particular. a) Unidad con el obispo diocesano. b) Enraizamiento del carisma en la realidad social y pastoral de cada lugar. c) Aprecio de otras realidades eclesiales. d) Espíritu de servicio sin dar cabida al protagonismo. e) Espíritu de colaboración, superando la tentación de encerrarse en la propia comunidad. f) Consecuencias para la formación. g) Transparencia en el modo de actuar y de informar. Para la justa autonomía ¿cuáles son los criterios que pueden ayudar al obispo diocesano? En el cn 605 al tratar de las nuevas formas de vida consagrada considera tres puntos: a) discernir los nuevos dones de vida consagrada que el Espíritu da a la Iglesia. b) ayudar a los promotores del grupo a expresar lo mejor posible las finalidades del grupo. c) ayudar al grupo a proteger con los estatutos adecuados tales finalidades. Y para medir la autenticidad del carisma originario se puede acudir al Mutuae relaciones nº 51: a) proveniencia singular del Espíritu; b) profunda preocupación por configurarse con Cristo 6

testimoniando alguno de los aspectos de su misterio; c) amor fructífero a la Iglesia, buscando la concordia. Propuesta. Favorecer en las Parroquias la presencia de los movimientos y asociaciones, así como su crecimiento. ¿Cómo ayudar al ministerio del Obispo a discernir y acompañar a los movimientos y asociaciones? 5. Relaciones sacerdotes-laicos. Cada una de las formas de vida cristiana hay que comprenderla en función de las otras. Sólo desde esta clave de interrelación y de comunión se descubre la belleza y el sentido de cada vocación específica. Todos los cristianos por el bautismo formamos parte del pueblo sacerdotal. Algunos de ese mismo pueblo son llamados al sacerdocio ministerial para ponerse al servicio del Pueblo de Dios, en orden a que todos en él puedan vivir su sacerdocio. Se trata de potenciar tanto el sacerdocio común de los fieles, como el sacerdocio ministerial. No tiene sentido ni la competitividad ni la suplantación, ni la reivindicación. La única manera de superar el clericalismo en la Iglesia, y de superar igualmente el “complejo de inferioridad” de los laicos, es que cada uno viva auténticamente lo que es. En la medida en la que el sacerdote sea sacerdote y el laico sea en verdad laico, la Iglesia podrá realizar mejor su tarea evangelizadora. No podemos permitirnos el lujo de la confrontación y la división. La misión evangelizadora nos exige corresponsabilidad. Hay que sumar para la causa de la evangelización. En la Iglesia-Comunión los estados de vida están de tal modo relacionados entre sí que están ordenados el uno al otro. Ciertamente es común –mejor dicho, único- su profundo significado: el de ser modalidad según la cual se vive la igual dignidad cristiana y la universal vocación a la santidad en la perfección del amor. Son modalidades a la vez diversas y complementarias, de modo que cada una de ellas tiene su original e inconfundible fisionomía, y al mismo tiempo cada una de ellas está en relación con las otras y su servicio. Todos los estados de vida, ya sea en su totalidad como cada uno de ellos en relación con los otros, están al servicio del crecimiento de la Iglesia; son modalidades distintas que se unifican profundamente en el «ministerio de comunión» de la Iglesia y que se coordinan dinámicamente en su única misión. De este modo, el único e idéntico misterio de la Iglesia revela 7 y revive, en la diversidad de estados de vida y en la variedad de vocaciones, la infinita riqueza del misterio de Jesucristo. (ChL 55).

Propuesta. Potenciar los espacios comunitarios para fortalecer a la comunidad como sujeto de la misión. ¿Cuáles son las dificultades para formar un laicado adulto y corresponsable? 6. Relación pastoral territorial y movimientos. La Parroquia. Importancia de los movimientos en las circunstancias que plantea la nueva evangelización y el desafío del secularismo. El momento de la vida de la Iglesia en relación con la recepción del Concilio y los intentos de reconducir e involucionar determinados consecuciones conciliares. A la vista de las insuficiencias o limitaciones que plantea la pastoral parroquial en la nueva configuración de las sociedades Ver Christifideles laici 26 y 27. La parroquia 26. La comunión eclesial, aún conservando siempre su dimensión universal, encuentra su expresión más visible e inmediata en la parroquia. Ella es la última localización de la Iglesia; es, en cierto sentido, la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas[90]. Es necesario que todos volvamos a descubrir, por la fe, el verdadero rostro de la parroquia; o sea, el «misterio» mismo de la Iglesia presente y operante en ella. Aunque a veces le falten las personas y los medios necesarios, aunque otras veces se encuentre desperdigada en dilatados territorios o casi perdida en medio de populosos y caóticos barrios modernos, la parroquia no es principalmente una estructura, un territorio, un edificio; ella es «la familia de Dios, como una fraternidad animada por el Espíritu de unidad»[91], es «una casa de familia, fraterna y acogedora»[92], es la «comunidad de los fieles»[93]. En definitiva, la parroquia está fundada sobre una realidad teológica, porque ella es una comunidad eucarística[94]. Esto significa que es una comunidad idónea para celebrar la Eucaristía, en la que se encuentran la raíz viva de su edificación y el vínculo sacramental de su existir en plena comunión con toda la Iglesia. Tal idoneidad radica en el hecho de ser la parroquia una comunidad de fe y una comunidad orgánica, es decir, constituida por los ministros 8

ordenados y por los demás cristianos, en la que el párroco — que representa al Obispo diocesano[95]— es el vínculo jerárquico con toda la Iglesia particular. Ciertamente es inmensa la tarea que ha de realizar la Iglesia en nuestros días; y para llevarla a cabo no basta la parroquia sola. Por esto, el Código de Derecho Canónico prevé formas de colaboración entre parroquias en el ámbito del territorio[96] y recomienda al Obispo el cuidado pastoral de todas las categorías de fieles, también de aquéllas a las que no llega la cura pastoral ordinaria[97]. En efecto, son necesarios muchos lugares y formas de presencia y de acción, para poder llevar la palabra y la gracia del Evangelio a las múltiples y variadas condiciones de vida de los hombres de hoy. Igualmente, otras muchas funciones de irradiación religiosa y de apostolado de ambiente en el campo cultural, social, educativo, profesional, etc., no pueden tener como centro o punto de partida la parroquia. Y sin embargo, también en nuestros días la parroquia está conociendo una época nueva y prometedora. Como decía Pablo VI, al inicio de su pontificado, dirigiéndose al Clero romano: «Creemos simplemente que la antigua y venerada estructura de la Parroquia tiene una misión indispensable y de gran actualidad; a ella corresponde crear la primera comunidad del pueblo cristiano; iniciar y congregar al pueblo en la normal expresión de la vida litúrgica; conservar y reavivar la fe en la gente de hoy; suministrarle la doctrina salvadora de Cristo; practicar en el sentimiento y en las obras la caridad sencilla de las obras buenas y fraternas»[98]. El compromiso apostólico en la parroquia 27. Ahora es necesario considerar más de cerca la comunión y la participación de los fieles laicos en la vida de la parroquia. En este sentido, se debe llamar la atención de todos los fieles laicos, hombres y mujeres, sobre una expresión muy cierta, significativa y estimulante del Concilio: «Dentro de las comunidades de la Iglesia —leemos en el Decreto sobre el apostolado de los laicos— su acción es tan necesaria, que sin ella, el mismo apostolado de los Pastores no podría alcanzar, la mayor parte de las veces, su plena eficacia»[100]. Esta afirmación radical se debe entender, evidentemente, a la luz de la «eclesiología de comunión»: siendo distintos y complementarios, los ministerios y los carismas son necesarios para el crecimiento de la Iglesia, cada uno según su propia modalidad. Los fieles laicos deben estar cada vez más convencidos del particular significado que asume el compromiso apostólico en 9

su parroquia. Es de nuevo el Concilio quien lo pone de relieve autorizadamente: «La parroquia ofrece un ejemplo luminoso de apostolado comunitario, fundiendo en la unidad todas las diferencias humanas que allí se dan e insertándolas en la universalidad de la Iglesia. Los laicos han de habituarse a trabajar en la parroquia en íntima unión con sus sacerdotes, a exponer a la comunidad eclesial sus problemas y los del mundo y las cuestiones que se refieren a la salvación de los hombres, para que sean examinados y resueltos con la colaboración de todos; a dar, según sus propias posibilidades, su personal contribución en las iniciativas apostólicas y misioneras de su propia familia eclesiástica»[101]. Tema de la parroquialidad y de la monopolización de la vida de las parroquias coloreándolas con la espiritualidad y el método propio del movimiento correspondiente. Tener en cuenta que: Los nuevos movimientos no han sido aún “recibidos” plenamente por la totalidad de la Iglesia. Todavía están desplegando sus potencialidades internas y su configuración institucional. Y las perplejidades y extrañezas que produjeron en un primer momento van desapareciendo y encontrando cauces de realización y presencia en el ámbito de la vida de la Iglesia. Aparecen con gran fuerza de penetración misionera, en especial en los ambientes sociales o culturales secularizados. Son formas de autorrealización de la Iglesia. Se da una apertura ecuménica. Suelen tener un sentido universal e internacional. Catolicidad. Muestran un nuevo modelo religioso-cristiano, con un lenguaje, un estilo de relaciones y tipos de comportamientos propios, entendibles desde dentro de la experiencia espiritual. El concepto de communio está muy presente en los movimientos y en su manera de concebir la Iglesia, en línea con la comprensión auspiciada por el concilio Vaticano II. Se suelen establecer comparaciones con otras situaciones históricas, vc. siglo XIII. Temor de que se conviertan los nuevos movimientos, en “diócesis personales” dentro de un territorio diocesano.

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Reacciones desde el ámbito de la diocesaneidad, ante la manera como Pastores dabo vobis enfoca el trato de las vocaciones en asociaciones, grupos y comunidades cristianas. (Cfr. Surge 52 (1992) 302- 303; 307; 355-357; 368-388. Ver Pastores dabo vobis nº 68. Hay que evitar la yuxtaposición o la alternativa. El texto de Pastores dice: «no es una estructura alternativa a la institución», citando un discurso suyo a los sacerdotes colaboradores con el movimiento «Comunión y Liberación» (12 septiembre 1985). (Arturo Cattaneo) Propuesta. Que los movimientos participen en los Consejos Pastorales Parroquiales para garantizar la presencia y la coordinación con la Parroquia. ¿Cómo garantizar la relación complementaria entre los movimientos y asociaciones con la Parroquia? 7. La formación. Hay que tener en que tiene el laico para mundo, requieren una espiritual interior, que ser del mundo.

cuenta que la complejidad y la dificultad vivir las exigencias de su vocación en el adecuada formación y una consistencia le capaciten para estar en el mundo sin

El cambio acelerado que se está viviendo en la cultura moderna, plantea un reto a la capacidad evangelizadora de la Iglesia, que dependerá en gran medida de la buena formación doctrinal y de la santidad de los agentes de pastoral. Las nuevas situaciones reclaman respuestas y propuestas concretas por parte de los cristianos. ¿De dónde arrancan las exigencias de formación para los fieles laicos? La Exhortación Christifideles Laici lo expresa con las siguientes palabras: «La formación de los fieles laicos tiene como objetivo fundamental el descubrimiento cada vez más claro de la propia vocación y disponibilidad siempre mayor para vivirla en el cumplimiento de la propia misión. Dios me llama y me envía como obrero a su viña; me llama y me envía a trabajar para el advenimiento de su Reino en la historia. Esta vocación y misión personal define la dignidad y la responsabilidad de cada fiel laico y constituye el punto de apoyo de toda la obra formativa (...). Pero el eterno plan de Dios se nos revela a cada uno sólo a través del desarrollo histórico de nuestra 11 vida y de sus acontecimientos, y, por tanto, sólo gradualmente: en cierto sentido de día en día» (ChL 58).

El tema de la formación constituye una necesidad y se descubre hoy más que nunca como una prioridad de máxima urgencia. A este propósito afirma Juan Pablo II: «La formación de los laicos se ha de colocar entre las prioridades de la diócesis, y se ha de incluir en los programas de acción pastoral, de modo que todos los esfuerzos (de sacerdotes, laicos y religiosos) concurran a este fin» (ChL 57). Los objetivos de la formación de los laicos deben centrarse: Primero, en el descubrimiento progresivo del auténtico significado de la fe cristiana, que capacite no sólo para conocer intelectualmente, sino para vivir con gozo aquello que se va descubriendo. Segundo, en la adquisición de unos criterios clave de análisis de la realidad, que tengan en cuenta la enorme complejidad de la situación social, política y económica, y permitan a los creyentes situarse en ella de tal modo que sus esfuerzos por la transformación de esa realidad no resulten infructuosos o hagan el juego, inconscientemente, a los poderes dominantes. La consecución de estos objetivos será la mejor manera de comprender el mundo, comprometerse con él y transformarlo a la luz del Evangelio. Además de la importancia y la urgencia, es necesaria una formación global y, a la vez, específica, integral e integradora, envolvente de todos los ámbitos en que debe crecer una persona creyente, por tanto, en el horizonte de la misión y de la evangelización. 7.1. Los laicos y la formación teológica. La cuestión de la relación entre laicos y formación teológica es, sin ida, uno de los aspectos más significativos del camino actual de la teología postconciliar. Es el signo de un pequeño, pero significativo giro, en el vivir el ejercicio teológico como expresión de una inédita aventura de la fe, que ya no es un residuo cultural, ni está al margen de la rueda de la historia. La teología está llamada a repensar el valor kerigmático de la realidad teológica contra cualquier captura psicológica, sociológica, religiosa: Dios es Dios, realidad totalmente otra y distinta de los productos de la reflexión metafísica lejana de las categorías de lo finito. Contemporáneamente a la difusión de ala interés teológico, es precisamente el planteamiento de la cuestión teológica dentro del mundo laical de la Iglesia, uno de los datos que sorprenden en el camino de maduración de la teología con relación a su identidad y su relevancia. 12

Una teología que debe inquietar el tiempo presente con el anuncio del Misterio, denunciando la ausencia de esperanza en las ilusiones que el mundo pone en los ídolos totalizantes. Esta es, en el fondo, la intuición revolucionaria de la Constitución pastoral Gaudium et spes. 7.2. Objetivo de la formación. La formación, pretende alcanzar una formación integral para vivir en la unidad. Así lo expresa el Papa Juan Pablo II: «En el descubrir y vivir la propia vocación y misión, los fieles laicos han de ser formados para vivir aquella unidad con la que está marcado su mismo ser de miembros de la iglesia y de ciudadanos de la sociedad humana». En su existencia no puede haber dos vidas paralelas: por una parte, la denominada vida "espiritual", con sus valores y exigencias; y por otra, la denominada vida "secular", es decir, la vida de familia, del trabajo, de las relaciones sociales, del compromiso político y de la cultura C...). Todos los distintos campos de la vida laical entran en el designio de Dios, que los quiere como el "lugar histórico del revelarse y realizarse de la caridad de Jesucristo para gloria del Padre y servicio a los hermanos (...). El Concilio Vaticano II ha invitado a todos los fieles laicos a esta unidad de vida, denunciando con fuerza la gravedad de la fractura entre fe y vida, entre Evangelio y cultura (...). Por eso he afirmado que una fe que no se hace cultura, es una fe no plenamente acogida, no enteramente pensada, no fielmente vivida» (ChL 59). En una Iglesia en la que existe «diversidad de ministerios, pero unidad en la misión» (Cfr. AA 2), es donde tienen lugar propio los laicos, es decir: «los fieles cristianos que por el bautismo, constituidos en Pueblo de Dios y hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética y real de Jesucristo, ejercen por su parte la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo» (LG 31). No cabe duda que la formación de los laicos, reclama un cambio de mentalidad, no sólo en los laicos, sino también en los sacerdotes y los religiosos, de manera que la reflexión sobre la teología del laicado, favorezca el desarrollo de nuevas actitudes y relaciones entre todos ellos. Aunque ya se ha recorrido un largo camino, todavía parecen necesarios nuevos pasos y más audaces. En la medida en que se vayan dando pasos en el proceso formativo, se dará también una participación más intensa y 13

comprometida. Propuesta. Itinerario de formación cristiana para adultos. El objetivo es conducir al encuentro con Cristo para ser testigo de su amor en el corazón del mundo. Los obispos proponen este Itinerario como un instrumento de formación para el Apostolado Seglar (Plan de La CEE 2006-2010). Las etapas del proceso pretenden promover el encuentro con Cristo, unirse al Padre y al Espíritu, con la Iglesia y con el mundo. Características del Itinerario de formación: Proceso de formación catequética y militante que pretende llegar al corazón del misterio de la fe de forma vital para ser testigo en medio del mundo. Pretende conjugar las siguientes dimensiones: Conocer la fe; celebrarla; vivirla; compartirla y transmitirla. Combina la Biblia, el Credo la Espiritualidad laical y el compromiso social. Las cuatro dimensiones implicadas simultáneamente se fundamentan en la Palabra de Dios, en el Vaticano II y en el Catecismo de la Iglesia Católica. Tiene una dimensión comunitaria y eclesial y pretende ayudar a construir la Iglesia Diocesana. Participantes: gente normal, sencilla, de las parroquias y movimientos que quieren unir fe-vida. Exige esfuerzo, apertura y disposición. Formación de los acompañantes. Hay un equipo nacional disponible y un material que se puede utilizar en las diócesis para formar a los acompañantes. Se haría en colaboración con el Secretariado de Catequesis. ¿Vemos viable este Itinerario de formación cristiana para laicos en nuestra Diócesis? ¿Estamos dispuesto a asumirlo y ponerlo en marcha? 8. Las asociaciones de fieles. La historia de la Iglesia nos presenta a los cristianos asociándose entre sí desde los albores de la predicación del mensaje evangélico. Las mismas comunidades cristianas primitivas son un ejemplo de este espíritu comunitario y fraternal de los bautizados. El mismo Concilio al constatar la pujanza del apostolado organizado que impele a los cristianos más y más conscientes de su 14

responsabilidad y los inclina en todas partes al servicio de Cristo y de la Iglesia, subraya la importancia de estas diversas formas asociadas no solamente en el ámbito diocesano y nacional, sino también en el internacional. Así, en primer lugar, reitera sus elogios a las asociaciones de apostolado laical y a las asociaciones sacerdotales, recomendándolas o alabándolas, a la vez que pide tanto a los obispos como a los sacerdotes, religiosos y laicos que las tengan en gran estima y colaboren en la promoción de las mismas. Y, en segundo lugar, la importancia del fenómeno asociativo aparece con mayor claridad al proponer el Concilio sus motivaciones. 8.1. Naturaleza canónica de los movimientos. No han sido acogidos en el CIC de 1983. El papa Juan Pablo II en una reunión con diversos representantes de estos movimientos les dijo que se les podía aplicar las palabras del cn. 215 del CIC que se refieren a «asociaciones para fines de caridad o piedad, o para fomentar la vida cristiana en el mundo». El derecho de asociación tiene una dimensión eclesial y queda constancia en el código de derecho canónico. Cf. Cn 215 y 299. 215 Los fieles tienen derecho a fundar y dirigir libremente asociaciones para fines de caridad o piedad, o para fomentar la vocación cristiana en el mundo; y también a reunirse para procurar en común esos mismos fines. y 299 § 1. Los fieles tienen derecho, mediante un acuerdo privado entre ellos, a constituir asociaciones para los fines de los que se trata en el c. 298 § 1, sin perjuicio de lo que prescribe el c. 301 § 1. § 2. Estas asociaciones se llaman privadas aunque hayan sido alabadas o recomendadas por la autoridad eclesiástica. § 3. No se admite en la Iglesia ninguna asociación privada si sus estatutos no han sido revisados por la autoridad competente. El reconocimiento de la autoridad eclesial autentifica oficialmente el ejercicio de ese derecho. - El fenómeno comunitario de vida es hacia donde parece que va apuntando el movimiento del Espíritu en nuestra época. - Los movimientos tienen mayor flexibilidad que las asociaciones. Muchas veces lo toleran, pero como una superestructura jurídica ajena a su concepción comunitaria de la vida. 15

Tampoco reconocen en las asociaciones comunes de fieles el cauce jurídico que convenga a su realidad carismática. - Dado el carácter internacional del fenómeno se solicita cada vez más el que se de una ley especial a los movimientos, una leymarco, aunque otros no ven esta salida, pues se vería desvirtuado el carisma originario, al fundirse con entidades de corte más propiamente religioso. - Sobre los movimientos compete al Obispo en cuyo territorio surge dar el juicio pastoral. Si se hace presente en el ámbito de una Conferencia Episcopal es a ésta a quien corresponde. Las asociaciones, el CIC dice en cn. 305&1: que “están bajo la vigilancia de la autoridad eclesiástica competente”. 305 § 1.Todas las asociaciones de fieles están bajo la vigilancia de la autoridad eclesiástica competente, a la que corresponde cuidar de que en ellas se conserve la integridad de la fe y de las costumbres, y evitar que se introduzcan abusos en la disciplina eclesiástica; por tanto, a ella compete el deber y el derecho de visitarlas a tenor del derecho y de los estatutos; y están también bajo el régimen de esa autoridad, de acuerdo con las prescripciones de los cánones que siguen. § 2. Todas las asociaciones, cualquiera que sea su especie, se hallan bajo la vigilancia de la Santa Sede; están bajo la vigilancia del Ordinario del lugar las asociaciones diocesanas, así como también las otras asociaciones en la medida en que trabajan en la diócesis. Para las asociaciones públicas, toman decisiones pero “siempre bajo la alta dirección de la autoridad eclesiástica” (Cn 315). 315 Las asociaciones públicas pueden adoptar libremente iniciativas que estén de acuerdo con su carácter, y se rigen conforme a la norma de sus estatutos, aunque siempre bajo la alta dirección de la autoridad eclesiástica de la que trata el c. 312 § 1. 312 § 1. Es autoridad competente para erigir asociaciones públicas: 1 la Santa Sede, para las asociaciones universales e internacionales; 2 la Conferencia Episcopal dentro de su territorio, para las asociaciones nacionales es decir, que por la misma erección miran a ejercer su actividad en toda la nación; 3 el Obispo diocesano, dentro de su propio territorio, pero no el Administrador diocesano, para las asociaciones diocesanas; se exceptúan, sin embargo, aquellas asociaciones cuyo derecho de erección está reservado a otras personas. 16

§ 2.Para la elección válida de una asociación o de una sección de la misma en una diócesis, se requiere el consentimiento del Obispo diocesano, dado por escrito aun en el caso de que esa erección se haga por privilegio apostólico; sin embargo, el consentimiento escrito del Obispo diocesano para erigir una casa de un instituto religioso vale también para erigir, en la misma casa o en la iglesia aneja, una asociación que sea propia de ese instituto. Para las asociaciones privadas. Además de la vigilancia de la autoridad, se añade la responsabilidad de “procurar que se evita la dispersión de fuerzas, y ordenar al bien común el ejercicio de su apostolado” (cn. 323 &2) 323 § 1.Aunque las asociaciones privadas de fieles tengan autonomía conforme a la norma del c. 321, están sometidas a la vigilancia de la autoridad eclesiástica según el c. 305, y asimismo al régimen de dicha autoridad. § 2.Corresponde también a esa autoridad eclesiástica, respetando la autonomía propia de las asociaciones privadas, vigilar y procurar que se evite la dispersión de fuerzas, y que el ejercicio del apostolado se ordene al bien común. 8.2. Reconocimiento eclesial de las actuales formas asociativas. En general no quieren ser ni institutos de vida consagrada, ni sociedades de vida apostólica, sino conservar plenamente su condición laical en la Iglesia. Actualmente reciben el reconocimiento de “asociaciones privadas de fieles”. El CIC aportaría en este momento la doctrina del cn 298, que puede ser aplicado con flexibilidad a las nuevas realidades. Pero la legislación no está adaptada a estos grupos nuevos que surgen. 298 § 1. Existen en la Iglesia asociaciones distintas de los institutos de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica, en las que los fieles, clérigos o laicos, o clérigos junto con laicos, trabajando unidos, buscan fomentar una vida más perfecta, promover el culto público, o la doctrina cristiana, o realizar otras actividades de apostolado, a saber, iniciativas para la evangelización, el ejercicio de obras de piedad o de caridad y la animación con espíritu cristiano del orden temporal. § 2. Inscríbanse los fieles preferentemente en aquellas asociaciones que hayan sido erigidas, alabadas o recomendadas por la autoridad eclesiástica competente.

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Incluso si se va por la vía del cn 313 que habla de la confederación de asociaciones públicas, aparece la dificultad de que los grupos constituidos en asociaciones buscan su camino en la fidelidad a su carisma originario, a veces muy distintos de los institutos ya existentes. 313 Una asociación pública, e igualmente una confederación de asociaciones públicas, queda constituida en persona jurídica en virtud del mismo decreto por el que la erige la autoridad eclesiástica competente conforme a la norma del c. 312, y recibe así la misión en la medida en que lo necesite, para los fines que se propone alcanzar en nombre de la Iglesia. La diversidad de los órdenes de fieles que los constituyen, impide considerar los movimientos como una nueva forma de vida consagrada a tenor del cn. 605 y del cn 571 de CCEO. La dificultad mayor, como subraya VC 62, es la presencia de los esposos. Propuesta. Reconocer la identidad de cada movimiento o asociación tal como ha sido aprobada por la Iglesia. ¿Qué dificultades plantean concretamente el Estatuto Jurídico de los movimientos y las asociaciones? 9. El acompañamiento. Acompañar a los movimientos y asociaciones supone garantizar estas dimensiones: Valorar, reconocer y promover la identidad de los distintos carismas que se reflejan en los movimientos y asociaciones. Estar cercanos a sus procesos, acompañando sus dificultades, para favorecer el crecimiento de los miembros de los movimientos y asociaciones. Ofrecerle los servicios pastorales necesarios para la atención personal, espiritual, litúrgica. Ser pacientes para facilitar la integración en la Iglesia Local. Corregir las posibles desviaciones que se puedan dar en la vivencia de los distintos carismas que encarnan los movimientos y asociaciones por parte de la autoridad los pastores.

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Asegurar que todos los movimientos y asociaciones tengan un consiliario o padre espiritual que garantice la atención espiritual. Propuesta. Que todos los grupos, los movimientos y asociaciones cuenten con el adecuado acompañamiento. ¿Cuáles son las dificultades reales para poder acompañar a los grupos, movimientos y asociaciones? Nota. El material que se ofrece es una propuesta de trabajo para iniciar la reflexión sobre el laicado en la Iglesia diocesana. Dada la amplitud de la temática iremos abordando poco a poco las distintas dimensiones de la vocación y misión de los laicos, en orden a ir concretando los pasos para potenciar el dinamismo y la riqueza de la vocación laical.

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