Larisa Kejval SIGNIFICACIONES EN TORNO A LAS RADIOS COMUNITARIAS, POPULARES Y ALTERNATIVAS ARGENTINAS

Larisa Kejval SIGNIFICACIONES EN TORNO A LAS RADIOS COMUNITARIAS, POPULARES Y ALTERNATIVAS ARGENTINAS Tesis para optar por el título de Magíster en

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Larisa Kejval

SIGNIFICACIONES EN TORNO A LAS RADIOS COMUNITARIAS, POPULARES Y ALTERNATIVAS ARGENTINAS

Tesis para optar por el título de Magíster en Comunicación y Cultura

Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires

Director: Mario Margulis

Buenos Aires 2013

RESUMEN

Desde el surgimiento de las radios comunitarias, populares y alternativas en nuestro país a mediados de la década de 1980 ha sido difícil lograr consensos estables sobre los modos de definir y delimitar a estos medios de comunicación, tanto desde el campo académico como desde las mismas experiencias y sus asociaciones. En principio, todas estas radios comparten el horizonte de contribuir, en diferente medida y de diverso modo, a procesos de resistencia o de transformación del orden no sólo comunicacional sino también social. Pretenden transformar lo dominante a través de políticas y acciones en el terreno de lo simbólico.

No obstante, las nociones de radio comunitaria, de radio popular y de radio alternativa también se caracterizan por la ambigüedad. La perspectiva del análisis político del discurso iniciada por Laclau y Mouffe nos permite comprender el carácter y los alcances de esta ambigüedad. Asimismo, nos permite acercarnos y sistematizar las significaciones ligadas a estas nociones para comprender al conjunto de estas experiencias con más profundidad, con sus puntos en común pero también con sus debates y tensiones.

A partir de aquí, en las próximas páginas nos proponemos identificar las condiciones que facilitaron la emergencia y la vigencia de los significantes radio comunitaria, radio popular y radio alternativa con los que se nombraron un conjunto de emisoras argentinas, desde su surgimiento a mediados de los años ‘80 hasta la primera mitad de 2008. También nos proponemos analizar y relacionar las principales significaciones que estuvieron ligadas a estos significantes, con sus regularidades y tensiones, continuidades y desplazamientos, para dar cuenta de los sentidos que dotaron de identidad y que orientaron el accionar de estas emisoras a lo largo de la historia.

La superficie discursiva desde donde nos acercamos a este conjunto de radios está constituida por un corpus conformado por documentos, principalmente libros y artículos, producidos por las redes nacionales e internacionales de radios, por intelectuales estrechamente comprometidos con estas experiencias y por las mismas emisoras. Es allí donde procuramos rastrear las huellas que nos permitan abordar los 2

objetivos recién formulados. El interés por acercarnos a estos materiales está relacionado con su carácter interpelador. Es decir, estos documentos pueden pensarse como interpelaciones orientadas a incidir en la constitución de las identidades y de los proyectos político comunicacionales de las radios.

Avanzar en estos propósitos es un modo de acercarnos a la comprensión de los diversos proyectos político culturales o político comunicativos de estas emisoras, condición necesaria para problematizar, debatir, enriquecer y fortalecer sus estrategias actuales y futuras. Estas tareas se tornan más que relevantes en un contexto nacional y latinoamericano de renovado debate sobre la democratización de los medios de comunicación.

ABSTRACT

Since the emergence of community, popular and alternative radios in our country in the mid-1980s, it has been difficult to reach a stable consensus over how to define and delimit these media, as much in the academic field as in the very experiences and associations. At first, all these radios share the goal to contribute, to different extents and in diverse ways, to the processes of resistance or transformation of the communicational and social order. They aim to transform the predominant through policies and actions in the realm of the symbolic.

Nevertheless, the notions of community radio, popular radio and alternative radio are also characterised by ambiguity. The perspective of political analysis of the discourse initiated by Laclau and Mouffe allows us to understand the character and scope of this ambiguity. It also allows us to approach and organise the meanings linked to these notions to understand the whole of these experiences in greater depth, with their common practises, but also with their debates and tensions.

From here, in the following pages, we propose to identify the conditions which facilitate the emergence and the validity of the signifiers community radio, popular radio and alternative radio - as the group of Argentine stations were named - since their emergence in the mid-1980s until the first half of 2008. We also propose to 3

analyse and connect the principal meanings that were tied to these signifiers, with their consistencies and tensions, continuities and shifts, to account for the meanings which provided the identity and which guided the actions of these stations throughout history.

The discursive space from where we approach this group of radios is made up by a body conformed of documents - principally books and articles - produced by the national and international networks of radios, by intellectuals closely engaged with these experiences, and by the stations themselves. It is there where we try to trace the signs that allow us to tackle the newly formulated objectives. The interest in approaching these materials is related to its engaging nature. That is to say, these documents can be thought of as questions oriented to influence in the constitution of the identities and of the political communicational projects of the radios.

Advancing with these purposes is a way of approaching the comprehension of the diverse political-cultural or political-communicational projects of these stations, a necessary condition to problematize, debate, enrich and strengthen their current and future strategies. These tasks become more relevant in a national and Latin American context of renewed debate over democratisation of the media.

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INDICE

I. INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………7

II. PUNTOS DE PARTIDA………………………………………………………...13 Presentación del problema…………………………………………………………....13 Perspectiva teórica…………………………………………………………………....15 Reflexiones metodológicas…………………………………………………………...22 Objetivos generales y específicos…………………………………………………….30

III. COMUNITARIAS, POPULARES, ALTERNATIVAS……………………...32 De las escuelas radiofónicas a las radios populares………………………………….33 Alternativas…………………………………………………………………………..39 Comunitarias…………………………………………………………………………43 Nociones equivalentes………………………………………………………………..48

IV.

LOS

AÑOS

´80:

DEMOCRATIZAR

LAS

COMUNICACIONES,

DEMOCRATIZAR LAS SOCIEDADES………………….……………………...52 La centralidad de la democracia……………………………………………………...52 La demanda por una nueva Ley de Radiodifusión…………………………………...58 La participación como idea fuerza…………………………………………………...60 Democratizar las comunicaciones, transformar la sociedad…………………………66

V. LOS AÑOS ´90: RESISTIR E INTENTAR INCIDIR.………………………..73 Después del boom, la búsqueda de identidad………………………………………...73 Pinceladas de la época………………………………………………………………..77 Resistir el neoliberalismo…………………………………………………………….82 De la resistencia a la incidencia……………………………………………………...90 La radio más allá de la radio…………………………………………………………97

VI. 2001-2008: ENTRE LA ARTICULACIÓN Y LA DISPERSIÓN………….104 Los nuevos escenarios nacional y global…………………………………………...105 La circulación de experiencias, saberes y debates………………………………….110 Continuidades y regularidades……………………………………………………...115 5

Construir ciudadanía………………………………………………………………...123 Contrainformación…………………………………………………………………..127 Mediactivismo………………………………………………………………………132 Entre la articulación y la dispersión………………………………………………...137

VII. REFLEXIONES FINALES………………………………………………….139 25 años de historia…………………………………………………………………..139 Más allá de 2008: reflexiones, preguntas y desafíos a partir de la institucionalización de la demanda por democratizar las comunicaciones………………………………144

VIII. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS……………………………………..151

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I INTRODUCCIÓN

Recuerdo uno de los comentarios del profesor Bossetti cuando hizo su evaluación de mi tesina de grado “Los proyectos político culturales de las radios comunitarias, alternativas y populares argentinas (1983-2001)”. Sucedió en agosto de 2005, en un aula de la vieja sede de Ramos Mejía de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires. No fue un cuestionamiento; fue casi un llamado a tomar parte en un desafío. Luego de muchos años de historia, la clara definición y delimitación de los conceptos de radio comunitaria, de radio popular y de radio alternativa continuaba siendo, para él, una tarea por resolver. Era cierto. ¿Pero por qué estas definiciones no habían podido consensuarse? ¿Por qué seguían alimentando múltiples debates? Aquella observación y estas preguntas quedaron latentes en mis propios recorridos. No fue casualidad. De alguna manera, se actualizaban en las discusiones que atravesaban a la emisora comunitaria y a las redes de radios de las cuales yo misma no sólo era testigo, sino también parte activa. Más aún, se ligaban con las posibilidades de articulación y de proyección de estas experiencias. Pero también, con la amenaza siempre presente de su fragmentación y dispersión.

Las radios comunitarias, populares y alternativas comenzaron a surgir en nuestro país a mediados de la década de 1980, en el contexto de recuperación democrática luego de la más cruenta dictadura cívico militar. Muchos las llamaron truchas o piratas por nacer al margen de un sistema legal que vedaba su existencia. En realidad, comunitarias, populares y alternativas son los tres adjetivos que las radios emergentes utilizaron con más frecuencia para nombrarse a sí mismas desde su surgimiento hasta la actualidad, a veces privilegiando uno de estos calificativos, otras utilizándolos indistintamente. Este modo de nombrarse habla de un tipo de emisoras sin antecedentes en nuestro país y de su identificación con un conjunto de prácticas y reflexiones con años de historia en otras regiones de América Latina. Sin embargo, a pesar de los muchos intentos de intelectuales y comunicadores, no existen definiciones consensuadas para estos tipos de radios, ni en el campo académico ni en las producciones elaboradas por las mismas radios y sus redes. ¿Por qué a lo largo de 7

la historia ha sido difícil delimitar con precisión los conceptos de radio comunitaria, radio popular y radio alternativa? ¿Es posible lograr acuerdos amplios y duraderos en la definición de estas categorías?

Y si así no lo fuera, ¿cómo acercarnos y

sistematizar las significaciones ligadas a estas nociones para comprender al conjunto de estas experiencias con más profundidad, con sus puntos en común, pero también con sus debates y tensiones? Recuperando y reformulando aquel comentario del evaluador de mi tesina de grado, estos son algunos de los interrogantes que inspiraron el trabajo de investigación presentados en esta Tesis.

Mi interés por estas preguntas se funda en la relación entre mis propios recorridos en este tipo de experiencias de comunicación y en el ámbito académico. Entre 1995 y principios de 2011 milité y trabajé en una radio alternativa y comunitaria de la ciudad de Buenos Aires, FM La Tribu. A partir de esta experiencia me involucré, años más tarde, en debates y en proyectos con otras emisoras de América Latina. Por ejemplo, entre los años 2000 y 2010 dirigí el programa de formación de radios comunitarias y ciudadanas “Interconexiones Cono sur” desarrollado en Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. Entre 2008 y 2011 integré la mesa de coordinación nacional de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC Argentina). Así, mi interés por la reflexión sobre las radios comunitarias, populares y alternativas ha sido una constante. Paralelamente, entre mediados de los años ´90 y los inicios del nuevo siglo cursé la licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la UBA. Tensionada por la práctica militante y la universitaria, comenzaron a movilizarme un conjunto de preguntas. ¿Qué rol pueden jugar la investigación y el ámbito académico en la comprensión, la problematización y el fortalecimiento de este tipo de experiencias de comunicación? Interpelada por estas cuestiones, comencé un camino orientado a poner en relación uno y otro ámbito. En 2005 concluí la tesina de grado recién mencionada, donde me acerqué empíricamente a los proyectos de ocho emisoras de nuestro país para sistematizar sus proyectos político culturales, entre el momento de sus fundaciones hasta 20011. Esta tesina dio origen al libro “Truchas”, editado en 2009 por la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA y Prometeo Libros. Posteriormente, entre los años 2007 y 2010 trabajé junto a Claudio 1

Las emisoras que formaron parte de la sistematización y el análisis en esta tesina fueron: FM Alas (El Bolsón, Río Negro), FM Bajo Flores (Ciudad Autónoma de Buenos Aires), FM De La Calle (Bahía Blanca), FM En Tránsito (Castelar, Buenos Aires), FM Sur (Córdoba), Radio Amanecer (Reconquista, Santa Fe), Radio La Colifata (Ciudad Autónoma de Buenos Aires), Radio Revés (Córdoba).

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Vívori en el diseño y el dictado del seminario optativo “Radios comunitarias en América Latina: historias y horizontes”, en la misma Carrera. Más recientemente, durante 2012, este trabajo continuó en el seminario “Gestión integral de la radio comunitaria, popular y alternativa”. Por otra parte, a inicios de 2008 me sumé al equipo de investigación en sociología de la cultura que dirigen Mario Margulis y Marcelo Urresti. Algunos de los integrantes de este colectivo vienen reflexionando e indagando, desde hace años, en torno al estatuto de los medios de comunicación en los procesos culturales. En este contexto y complementariamente, mi aporte se dirige a indagar no tanto en la vinculación entre medios de comunicación y la construcción de las relaciones sociales y culturales hegemónicas, sino en las posibilidades de disputa y transformación de aquellas relaciones, ya sea a través de los medios de comunicación alternativos o de otras políticas culturales en materia de medios. Finalmente, en 2008 comencé la Maestría en Comunicación y Cultura de la Facultad de Ciencias Sociales con el propósito de enriquecer y profundizar la investigación en torno a estas cuestiones. Tiempo más tarde obtuve una beca UBACyT que me permitió enmarcar estos estudios como parte del recorrido del Doctorado en Ciencias Sociales y encarar la Tesis que aquí estoy presentando.

Históricamente, los estudios en comunicación y cultura han dedicado gran atención a las industrias culturales, particularmente a los medios de comunicación. No obstante, las especificidades de los medios comunitarios, populares y alternativos, ubicados en los márgenes del sistema mediático, han sido abordadas de manera escasa y fragmentaria. Sin embargo, en los últimos años las prácticas y los debates acerca de este tipo de medios cobraron nueva fuerza en nuestro país. La crisis de legitimidad que atravesaron las corporaciones mediáticas en amplios espacios sociales inmediatamente después de las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 y, más tarde, los debates abiertos en torno a la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA) generaron un clima propicio para que esto ocurriera. En este contexto, la Maestría en Comunicación y Cultura se presenta como un lugar adecuado para construir conocimientos en torno a las radios comunitarias, populares y alternativas que permitan, por un lado, profundizar la comprensión de este tipo de medios de comunicación desde el ámbito académico y, por otro, problematizar y enriquecer las reflexiones de las emisoras en el momento de diseñar sus propias políticas de intervención cultural y comunicacional. Esta investigación se suma, 9

entonces, a los espacios que, cada vez más, buscan revertir la tendencia histórica de escasa articulación de los estudios académicos sobre comunicación y cultura y la vasta experiencia desarrollada en Argentina y en la región por los medios de comunicación comunitarios, populares y alternativos. Una vinculación que, en el actual contexto nacional y latinoamericano, cobra nuevas dimensiones y actualiza la necesidad de una relación de mutuo desarrollo y aprendizaje.

La Tesis que aquí presento tiene como protagonista, entonces, a las radios comunitarias, populares y alternativas. La investigación en la que se basa fue desarrollada entre los años 2008 y 2012. Su estructura está organizada en ocho capítulos. Luego de esta introducción, en el segundo apartado -“Puntos de partida”- se presentan el problema y los objetivos que orientaron la indagación, la perspectiva teórica y las decisiones metodológicas a partir de las cuales se encararon. En el tercer capítulo recuperamos sintéticamente el origen de los significantes de radio comunitaria, de radio popular y de radio alternativa en el contexto latinoamericano. Entre los capítulos IV y VI identificamos y analizamos las principales significaciones a las que estuvieron ligados estos significantes en nuestro país a lo largo de tres períodos históricos: 1983-1989, 1989-2001 y 2001-2008. Aquí se concentra la parte sustancial de las interpretaciones producidas a lo largo del trabajo de investigación. A modo de cierre, en el séptimo capítulo, tomamos cierta distancia de cada una de estas etapas para desarrollar interpretaciones sobre la totalidad histórica delimitada y para dejar planteadas algunas reflexiones e interrogantes sobre el devenir de las emisoras más allá de 2008. Cierran este trabajo las referencias bibliográficas.

De diversos modos, son muchas las personas que han facilitado la realización de esta investigación. A ellas quiero agradecerles el apoyo, los recorridos compartidos, las discusiones, las provocaciones, el compromiso y las intenciones en que nos hemos encontrado.

En primer lugar, agradezco a Mario Margulis su confianza y apoyo al acompañarme como director de mi beca doctoral, al encarar este trabajo de Tesis e integrarme al equipo de investigación que dirige. Hago extensivo este agradecimiento al equipo de Sociología de la Cultura del Instituto Gino Germani, pues sus debates y

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aportes me han permitido mirar las radios comunitarias, populares y alternativas desde perspectivas enriquecidas.

Gracias a Paula Castello por sus lecturas dedicadas y delicadas. A ella, y también a Claudio Vívori, agradezco las ideas nacidas en los seminarios y proyectos que encaramos juntos en los últimos años. Muchas de las páginas que siguen recuperan y continúan esos diálogos.

Gracias a Ximena Tordini y Ernesto Lamas por su nutrida biblioteca. Y por las tantas reflexiones, aún no escritas, que compartimos.

Gracias a los entrañables compañeros con quienes construimos La Tribu hasta principios de 2011, por los sueños y proyectos, pues aquellos están en el origen de las motivaciones que inspiran esta Tesis. Gracias: Gastón Montells, Damián Valls, Alejandro Linares, Agustín Sinibaldi, Guadalupe Fernández, Gonzalo Chaet, Pablo Vannini, Santiago Marino, Laura Rodríguez, Ernesto, Ximena, Claudio y Paula.

Gracias a los compañeros y colegas con quienes dimos vida a AMARC Argentina e Interconexiones Cono sur durante los últimos años, por las largas tertulias, por las pequeñas grandes conquistas, por seguir pensando los obstáculos que atravesamos en el camino de hacer una comunicación democrática capaz de contribuir a una sociedad más justa e igualitaria. En esta investigación laten también nuestros intercambios. Especialmente, gracias a Claudia Villamayor, Liliana Belforte, Romina Coluccio, Facundo Acuña, Damián Loreti, Analía Elíades, Luciano Debanne, Natalia Albanese, Gonzalo Puig, Valeria Belozercovsky, Daniel Tornero, Moisés Rioja, Francisco Chiachietta, Deo Carrizo, Virginia Denis, Natalia Messineo, Javier Germinario, Martín Iglesias, Inés Farina, Ariel Sandoval, Rosario Puga, María Pía Matta, Leonel Yañez, Kike Ortega, Pato Rivera, Leticia Ammazzalorso, Javier Cáceres y Mirian Candia.

Gracias a Jorge Huergo por motivarme a enfocar a las radios comunitarias, populares y alternativas desde la perspectiva del análisis político del discurso y por su disposición, aún a pesar de que los tiempos y las distancias nos pusieran obstáculos.

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Gracias a los colegas y estudiantes con quienes compartimos la cátedra Taller de Expresión III dirigida por María Rosa Gómez. Los debates, los interrogantes, las búsquedas y las producciones vivenciados en ese espacio de enseñanza y de aprendizaje también nutrieron las páginas que siguen.

Gracias a Silvia Delfino por sus orientaciones y provocaciones en los talleres de Tesis de la Maestría en Comunicación y Cultura. A la Facultad de Ciencias Sociales y a la Universidad de Buenos Aires por sus trayectos formativos y por brindar la posibilidad de acceder al sistema de becas, sin el cual habría sido difícil desarrollar esta investigación y profundizar la propia formación.

Y finalmente, gracias a Hugo Lewin por ser parte también de mucho de lo nombrado, por leer minuciosamente este trabajo, por compartir su experiencia como investigador, pero fundamentalmente por su amorosa contención en las derivas de encarar una Tesis.

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II PUNTOS DE PARTIDA

Presentación del problema

Desde el surgimiento de la radiodifusión en la década de 1920 los países de América Latina organizaron sus sistemas de medios de comunicación audiovisuales con predominio de una lógica privada empresarial orientada por el fin de lucro. No obstante, a finales de los años ´40 comenzaron a surgir en el continente un conjunto de radios que no es posible comprender desde la lógica del capital. Tampoco desde la racionalidad de los sistemas de medios públicos, preponderantes en Europa hasta mediados de los años ´70, generalmente comprendidos como gubernamentales por los Estados latinoamericanos. Los últimos años de la década de 1940 y los años ´50 vieron nacer, entonces, a la primera experiencia de escuela radiofónica en Colombia y a las radios mineras bolivianas. Los años ‘70 fueron fértiles para que las escuelas radiofónicas se transformaran en radios educativas, en primer término, y en radios populares, ya iniciada la década de 1980, en Bolivia, Ecuador, Colombia, Venezuela, Perú y Centroamérica. Cuba, El Salvador y Nicaragua fueron cuna de las radios guerrilleras e insurgentes, a fines de los años ’50 en la isla y finalizando los años ’70 en Centroamérica. Argentina, como la mayoría del Cono sur, tuvo que esperar hasta entrada la década de 1980 para que este tipo de emisoras emergieran2.

Radios comunitarias, populares, alternativas: estos son los significantes con los que las radios, las redes nacionales e internacionales a través de las que se nuclearon y el ámbito académico identificaron, a lo largo de la historia, a este conjunto de emisoras en Argentina. Son, precisamente, las radios comunitarias, populares y alternativas argentinas, entendidas como configuración discursiva, desde

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En “Truchas. Los proyectos político-culturales de las radios comunitarias, alternativas y populares” (Kejval, 2009, p. 27 a 43) analizamos en profundidad los motivos por los cuales las radios comunitarias, populares y alternativas nacen primero en otros países latinoamericanos y recién a mediados de la década de los ´80 en Argentina. Asimismo, identificamos las condiciones que confluyeron en la emergencia de estas emisoras en aquellos años.

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su surgimiento hasta la primera mitad del año 20083, las que constituyen el referente empírico de esta Tesis de Maestría4.

Las nociones de radio comunitaria, popular y alternativa que aquí actualizamos refieren a una gran diversidad de emisoras que, a lo largo de la historia, fueron calificadas o se denominaron a sí mismas con alguno de estos nombres, a veces con más de uno de ellos indistintamente. A su vez, estas nociones fueron portadoras de un conjunto de significaciones que dotaron de identidad y que orientaron el accionar de las experiencias nombradas. En principio, todas estas radios comparten el horizonte de contribuir, en diferente medida y de diversos modos, a procesos de resistencia o de transformación del orden no sólo comunicacional sino también social. En otras palabras, están vinculadas o remiten a proyectos de cambio social sin los cuales es imposible comprenderlas. Si bien cada una realiza sus acciones desde orientaciones teórico políticas -más o menos explicitadas- diferentes o prioriza problemas disímiles, es posible afirmar que todas pretenden transformar lo dominante. Asimismo, considerando la relevancia de la comunicación y la cultura en los procesos de reproducción o recomposición del orden social hegemónico, las prácticas de las radios suponen la decisión y la intencionalidad de intervenir comunicacional y culturalmente, de desplegar políticas en el terreno de lo simbólico. Estas experiencias reubican el tema del poder en la agenda comunicacional. Sus prácticas se sustentan en explícitas relaciones entre comunicación, cultura y política. De ahí que muchas de ellas se refieran a sí mismas como proyectos políticos culturales o bien proyectos político comunicativos.

No obstante, es ya casi un lugar común sostener que, tanto en el campo académico como en las producciones elaboradas por las mismas radios y sus redes, no existe un consenso acerca de la caracterización de las radios comunitarias, de las radios populares y de las radios alternativas. La idea de diversidad emerge una y otra vez. Aún así, estas nociones resultan productivas en el marco de esta investigación pues permiten delimitar provisoriamente un conjunto de medios de comunicación y, al 3

Más adelante, argumentaremos por qué la periodización de esta investigación finaliza en la primera mitad de 2008. 4 Los genéricamente llamados medios de comunicación comunitarios, populares y alternativos comprenden experiencias desarrolladas en diversos soportes, además del radiofónico: prensa gráfica, televisión, cine, muros –como los grafitis- y, más recientemente, Internet. No obstante, en esta Tesis nos ocupamos, particularmente, de proyectos radiofónicos.

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mismo tiempo, son puerta de ingreso para analizar las regularidades y las diferencias que se expresan en este conjunto. Pero a partir de aquí nos enfrentamos con los interrogantes que motivan este trabajo. ¿Cuáles fueron las condiciones que facilitaron la emergencia y la vigencia de los significantes comunitarias, populares y alternativas con los que se nombraron las radios argentinas y que constituyen el referente empírico de esta Tesis? ¿Qué significaciones estuvieron ligadas a estos significantes entre su surgimiento a mediados de los años ´80 y la primera mitad de 2008? ¿Qué regularidades y que diferencias o tensiones es posible analizar entre estas diversas significaciones? ¿Qué continuidades y desplazamientos fueron sufriendo estas significaciones a lo largo de la historia? Indagar en estos interrogantes es un modo de acercarse a la comprensión de los diversos proyectos político culturales o político comunicativos de las radios comunitarias, populares y alternativas, condición necesaria para problematizar, debatir, enriquecer y fortalecer las estrategias actuales y futuras de estas emisoras.

Perspectiva teórica

Como acabamos de sostener, tanto en el campo académico, como en las mismas emisoras y las redes que las agrupan no existió, a lo largo de la historia, una única definición que diera cuenta de las radios comunitarias, de las radios populares y de las radios alternativas argentinas, e incluso latinoamericanas. Así lo advertían, por ejemplo, los editores de la revista Cara y señal (2004 b, p. 34) de la Asociación Mundial de Radios comunitarias - América Latina y Caribe (AMARC ALC): Las discusiones sobre dónde reside el carácter comunitario, popular o alternativo de un medio de comunicación están lejos de poder sintetizarse. Este debate es en sí mismo parte importante de la historia de las radios del continente latinoamericano. El modo de nombrarse, las identidades de cada proyecto y los aspectos en los que cada experiencia pone el énfasis han generado discusiones en diversos ámbitos –foros, publicaciones, charlas entre compañeros- sobre si se debe utilizar una u otra palabra para referirse a las radios y sobre qué implica el uso en cada caso de una de ellas y el descarte de las otras.

Algo similar señalaron Vinelli y Rodríguez Esperón (2004, p. 12) respecto a la idea de lo alternativo: Noción imprecisa si las hay, es ya casi un lugar común el plantear la falta de consenso en torno a una única definición que explique lo alternativo, hecho que ha derivado en una utilización demasiado flexible del término, capaz de contener en su seno prácticas comunicacionales de los más diversos tipos, a veces incluso

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contradictorias entre sí. En este sentido, conviene aclarar que las diferencias entre las posiciones obedecen a los distintos proyectos político-culturales que las prácticas encarnan.

De lo que las citas hablan no es tanto de la dificultad para delimitar unas definiciones sino más bien de la imposibilidad de fijar positivamente sus sentidos. Si esto es así, ¿cómo es posible siquiera hablar de un conjunto de radios que pueden llamarse comunitarias, populares y alternativas? La perspectiva del análisis político del discurso, iniciada por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe y recuperada por un conjunto de intelectuales, ha desplegado un andamiaje conceptual que permite comprender esta imposibilidad y, al mismo tiempo, su posibilidad. Algunos aportes de esta perspectiva –que aquí esbozamos sin pretensiones de agotarla o abordarla en exhaustividad– constituyen los supuestos teóricos e incluso epistemológicos5 desde los cuales comprendemos los problemas e interrogantes anteriormente esbozados.

El punto de partida, como anticipamos páginas atrás, es la concepción de las radios comunitarias, populares y alternativas como configuración discursiva. Esta consideración se sustenta en el carácter discursivo y, por tanto, significante de todo objeto, de toda práctica y de toda configuración social, tal como lo conciben Laclau y Mouffe (1990), Laclau (1988, 1993, 1994), Torfing (1998) y Buenfil Burgos (1993, 1995). Esta noción de discursividad trasciende la distinción entre prácticas lingüísticas y extralingüísticas. En sintonía con estos autores, que recuperan los aportes de Wittgenstein (1988) en sus “Investigaciones Filosóficas”, esta perspectiva supone el rechazo de la significación como positividad. Implica que en el seno de toda configuración discursiva nos enfrentamos ante la imposibilidad de fijar positivamente las relaciones entre significantes y significados. Asimismo, implica que la significación no está determinada por un fundamento apriorístico o por una exterioridad extra discursiva. Al mismo tiempo, supone que ninguna configuración discursiva es totalmente cerrada o suturada, sino que sus límites permanecen desdibujados, abiertos y permeables al campo de la discursividad6, capaz de

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Este andamiaje conceptual supone un conjunto de posicionamientos ontológicos y epistemológicos antiesencialistas, basados en el carácter histórico, contingente y construido del ser. Por una cuestión de síntesis y de alcance del trabajo que aquí se presenta, no ahondaremos en profundidad en este conjunto de posicionamientos. 6 En “Hegemonía y estrategia socialista” Laclau y Mouffe (1990, p. 128) se refirieron a la noción de campo de la discursividad del siguiente modo: “Hemos hablado de ‘discurso’ como un sistema de identidades diferenciales –es decir, de momentos. Pero acabamos de ver que un sistema tal sólo existe como limitación parcial de un ‘exceso de sentido’ que lo subvierte. Este ‘exceso’, en la medida en que

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transformar las significaciones. Todo esto tiene como consecuencia el carácter ambiguo de la significación. Así lo explica Buenfil Burgos (1993, p. 6): el discurso en tanto que significación se caracteriza por ser diferencial, inestable y abierto. Es diferencial en el sentido de que ni el discurso como totalidad, ni sus elementos discretos, tienen una significación intrínseca o inmanente: no son positividades sino que adquieren sentido por el lugar que ocupan dentro de cadenas o sistemas discursivos más amplios, debido a las relaciones que establecen con otros discursos o con otros elementos (signos) dentro de un mismo discurso. (…) Por ser relacional y diferencial, el discurso es inestable en la medida en que el significado no se fija de una vez para siempre, sino que se establece temporalmente en función del sistema discursivo dentro del cual ocupe un lugar. (…) el discurso es abierto e incompleto en el sentido de que al ser relacional, diferencial e inestable es siempre susceptible de ser ligado a un nuevo significado.

En la emergencia y en las transformaciones de las radios comunitarias, populares y alternativas entendidas como configuración discursiva se pueden enfocar diversos procesos constitutivos estrechamente relacionados entre sí: un conjunto de condiciones de producción, un exterior antagónico frente al que las emisoras se constituyeron como unidad y una serie de momentos diferenciales articulados entre sí. Vale la pena recorrer cada uno de estos aspectos: •

Un conjunto de condiciones de producción posibilitaron, en su confluencia, la

emergencia de las radios comunitarias, populares y alternativas como configuración, así como su vigencia y las transformaciones que fue sufriendo. Tal como sostiene Laclau (1993), estas condiciones de producción no son de carácter extra discursivo. Por el contrario, como toda configuración social, son de carácter significante. No determinaron la constitución de las emisoras. Fueron, en cambio, sus condiciones de posibilidad7. De lo que se trata es de procesos de sobredeterminación que, conjugados con la contingencia propia de la historia8, posibilitaron la emergencia de cientos de es inherente a toda situación discursiva, es el terreno necesario de constitución de toda práctica social. Lo designaremos con el nombre de campo de la discursividad –tratando de señalar con este término la forma de su relación con todo discurso concreto: él determina a la vez el carácter necesariamente discursivo de todo objeto, y la imposibilidad de que ningún discurso determinado logre realizar una sutura última”. 7 En este sentido, Laclau (1994) discute la noción marxista de determinación en última instancia. En su lugar, recupera críticamente la noción de sobredeterminación desarrollada por el psicoanálisis y por Althusser. 8 El gesto fundacional de cada radio no puede comprenderse sólo a partir de la necesidad que instauran las múltiples determinaciones. En este gesto también es posible ubicar lo contingente. Esto se expresa en las decenas de anécdotas que los fundadores de las radios comunitarias, populares y alternativas suelen contar en el momento de relatar el origen de una emisora. Un ejemplo: FM Alas, de El Bolsón, en la provincia argentina de Río Negro, surgió en 1987 por iniciativa de un grupo de periodistas que había sido despedido de Radio Nacional, emisora pública de la localidad.

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experiencias radiofónicas y sus transformaciones. Como desarrollamos en un trabajo anterior (Kejval, 2009), la emergencia de las nuevas radios comunitarias, populares y alternativas en nuestro país a partir de mediados de los años ´80 puede comprenderse a partir de la convergencia de un conjunto de condiciones de producción: el proceso de apertura democrática luego de años de dictadura y silenciamiento forzoso; la crisis de representación de los partidos políticos; la emergencia de nuevos actores, posteriormente articulados en movimientos sociales, que hasta entonces no habían sido representados políticamente en el espacio público; los procesos de concentración económica de los medios de comunicación y las industrias culturales; el desarrollo de la

frecuencia

modulada

(FM),

tecnología

de

transmisión

más

accesible

económicamente y más sencilla técnicamente que la amplitud modulada (AM), predominante hasta entonces; el fracaso de los intentos de un conjunto de intelectuales de los países del llamado Tercer Mundo por promover, desde los organismos internacionales, Políticas Nacionales de Comunicación de carácter democrático basadas en los conceptos de acceso y participación; las experiencias de las radios latinoamericanas que habían nacido décadas atrás y que estaban nucleadas en redes mundiales como AMARC y continentales como la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER). Como podemos anticipar en este sintético ejemplo, al dar cuenta de las condiciones que posibilitaron la emergencia de las radios comunitarias, populares y alternativas como configuración discursiva nos referimos a la dimensión significante de procesos sociales, políticos y culturales; a perspectivas teóricas y de pensamiento y a las estrategias de instituciones, organizaciones y movimientos sociales. •

El sistema de medios de comunicación orientado por el lucro, crecientemente

concentrado y tendiente a legitimar el orden social hegemónico, operó como exterioridad antagónica frente al cual las radios comunitarias, populares y alternativas se constituyeron como unidad de ruptura. Más aún, podemos interpretar que el hecho de recurrir a un calificativo junto a la idea de radio –en vez de llamarse radio, a secasnos habla de la necesidad de establecer la ruptura. Para Laclau y Mouffe (1990) el antagonismo refiere a una relación de negación de cierto orden y muestra, por lo tanto, los límites de dicho orden. En este caso, este exterior antagónico se expresa también en la exclusión y marginación legal a las cuales fueron sometidas las

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emisoras comunitarias, populares y alternativas argentinas –y, en general, latinoamericanas– a lo largo de la historia a partir de la alianza, más o menos estrecha según el momento, entre el sector empresarial y los poderes políticos que entre 1983 y 2008 favorecieron esta tendencia. La relación de antagonismo con este exterior constitutivo permite pensar en la emergencia de equivalencias y prácticas articulatorias –desde el punto de vista del análisis– y de demandas comunes –desde el punto de vista de la práctica política– entre un conjunto de radios de carácter diverso y disperso. De hecho, frente a la explícita discriminación legal, vivida como ilegítima por las radios comunitarias, populares y alternativas, surgieron prácticas articulatorias en términos de identidad y de demandas políticas. En torno a determinados significantes, entendidos como puntos nodales, es posible establecer las prácticas articulatorias. Según Torfing (1998, p. 42), “Los puntos nodales cumplen el papel de significantes maestros, capaces de unificar una superficie discursiva entrelazando una variedad de identidades disímiles en un nudo de significados.” Por ejemplo, como profundizaremos en los próximos capítulos, a partir de mediados de los años ´80, en un contexto de creciente massmediatización y de concentración mediática, la democratización de las comunicaciones constituyó un punto nodal en torno al cual se articularon las radios comunitarias, populares y alternativas. •

Por último, identificamos momentos diferenciales que, articulados en torno a

un conjunto de equivalencias, constituyen la configuración discursiva. Laclau y Mouffe (1990, p. 119) llaman articulación a toda práctica que establece una relación tal entre elementos, que la identidad de éstos resulta modificada como resultado de esa práctica. A la totalidad estructurada resultante de la práctica la llamaremos discurso. Llamaremos momentos a las posiciones diferenciales, en tanto aparecen articuladas en el interior de un discurso. Llamaremos, por el contrario, elemento a toda diferencia que no se articula discursivamente.

A partir de aquí, la singularidad de cada radio puede ser concebida como momento de una articulación: el de una configuración discursiva, desde un punto analítico, o el de una red o movimiento, desde la comprensión de la práctica política. Ninguna de estas singularidades puede reducirse a aquello que las articula. Por ejemplo, la radio mapuche tehuelche Petü Mogeleiñ de El Maitén, en la Patagonia argentina, dista mucho de ser idéntica a las radios fundadas por el Movimiento Campesino de Santiago del Estero – Vía Campesina (MoCaSE-VC). Se distinguen de FM La Tribu, emisora fundada por jóvenes estudiantes universitarios en el corazón de la ciudad de 19

Buenos Aires, y de FM Bajo Flores, ubicada en la villa 1-11-14 de la misma ciudad. Aún así, la práctica articulatoria tiene lugar. ¿Qué es lo que articula a estos momentos diferenciales? Los significantes radio comunitaria, radio popular y radio alternativa, las intenciones de democratizar las comunicaciones para democratizar la sociedad y otras que desarrollamos en los próximos capítulos, operaron como puntos nodales capaces de condensar significaciones y, también, un conjunto de demandas. Así, se hicieron posibles la articulación y la regularidad.

Como señalamos recién, pese a que pueden ser pensadas como configuraciones discursivas con sus respectivas regularidades, las identidades de las radios comunitarias, populares y alternativas, así como los proyectos políticos que encarnan, no son unívocos. Muy por el contrario, el seno de esta configuración está constituido no sólo por regularidades, sino también por la dispersión de sus elementos9. En este sentido, las nociones de radios comunitarias, populares y alternativas pueden ser concebidas no sólo como puntos nodales capaces de articular la diferencia, sino también como significantes tendencialmente vacíos provistos de una gran ambigüedad. En este sentido, Torfing (1998, p.42) sostiene que los puntos nodales no tienen el papel de significantes maestros porque personifiquen una densidad suprema de significado, que abarque un montón de otros significados; más bien es porque están vacíos de significado que pueden cumplir la función estructural de constituir la identidad de una superficie discursiva, proporcionando el punto al cual las cosas mismas deben referirse para reconocerse en su unidad.

Es precisamente este carácter ambiguo el que imposibilita que los significados ligados a estos significantes sean precisamente delimitados. Más aún: estas significaciones se caracterizan por la dispersión. Estas diferencias deben comprenderse en relación con un campo de la discursividad –en el sentido en que lo definen Laclau y Mouffe (1990)– que desborda y subvierte la totalidad discursiva considerada y que torna imposible la fijación total del sentido. Como consecuencia, volvemos a afirmar que las nociones de radio comunitaria, popular y alternativa están caracterizadas por la ambigüedad. Como veremos en los próximos capítulos, suelen condensar perspectivas diferentes en el momento de concebir las prácticas político comunicacionales de las radios comunitarias. Estas perspectivas conviven, muchas veces en tensión, en el seno 9

Laclau y Mouffe (1990) recuperan las nociones de regularidad y de dispersión con las que Foucault (2002) elaboró el concepto de formación discursiva en “Arqueología del saber”. Lo hacen críticamente: cuestionan la distinción entre prácticas discursivas y no discursivas.

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de las radios y en sus redes. La ambigüedad se profundiza cuando corremos la mirada por fuera de las radios como configuración discursiva. A modo de ejemplo, en un trabajo reciente analizamos cómo el significante comunitario, y la idea de comunidad a la que remite, es capaz de desplazarse por diversos campos discursivos y, en este desplazamiento, actualizar significados no sólo diversos sino inclusive políticamente contrapuestos10.

Volvamos a los interrogantes que motivaron la presente investigación. ¿Cuáles fueron las condiciones que facilitaron la emergencia y la vigencia de los significantes comunitarias, populares y alternativas con los que se nombraron las radios argentinas y que constituyen el referente empírico de esta Tesis, entre su surgimiento a mediados de los años ´80 y la primera mitad de 2008? ¿Qué significaciones estuvieron ligadas a estos significantes? ¿Qué regularidades y, también, que diferencias o tensiones es posible analizar entre estas diversas significaciones? ¿Qué continuidades y desplazamientos fueron sufriendo estas significaciones a lo largo de la historia? ¿Cómo contribuyeron a dotar de identidad y a orientar el accionar de las radios? Sintetizando, estos interrogantes suponen el carácter no fijo de la relación significante/significado. En el seno de un contexto o configuración discursiva, la imposibilidad de fijar esta relación tiene como consecuencia el carácter ambiguo de la significación. Asimismo, estas preguntas suponen que ninguna configuración discursiva es totalmente cerrada o suturada, sino que sus límites permanecen desdibujados, abiertos y permeables al campo de la discursividad, capaz de transformar las significaciones. Supone que las identidades de los sujetos, sean estos individuales o colectivos, se constituyen relacionalmente en el terreno del discurso.

Hasta aquí nos hemos acercado sucintamente a algunos aportes de la perspectiva de análisis político del discurso para hacer explícitos los principales supuestos teóricos en los que se sustentan los interrogantes y problemas que orientan a esta Tesis de Maestría. Paralelamente, intentamos poner en relación estos aportes con el referente empírico de esta investigación: las radios comunitarias, populares y 10

Kejval, Larisa (2010). En este artículo, titulado “En busca de la comunidad perdida”, analizamos cómo la noción de comunidad se actualiza tanto en la publicidad de telefonía celular –“Comunidad Movistar”-, como en las referencias del espacio que construyen las urbanizaciones cerradas –countries y barrios cerrados-, en la identidad de la comunidad del software libre y en el modo en que deciden nombrarse las radios de las que nos venimos ocupando.

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alternativas. No obstante, esta operación corre el riesgo de parecerse más a una fotografía que al análisis de un proceso en su devenir histórico. He aquí el desafío que procuramos encarar: recuperar la historia de las radios comunitarias, populares y alternativas como un proceso, dando cuenta de sus transformaciones a lo largo del tiempo. Desde el análisis político del discurso, y siguiendo a Buenfil Burgos (1992, p. 3), esto implica concentrarse en “el estudio de los procesos históricos en que se construyen los significados” y en “el estudio de la historia como transformación del significado de las cosas”. Este es un camino para acercarnos a la comprensión de la constitución de las identidades de un conjunto de proyectos que, con sus potencialidades

y

tensiones,

decidieron

involucrarse

en

los

procesos

de

transformación social desde la práctica comunicacional.

Reflexiones metodológicas

La metodología cualitativa resultó el enfoque más adecuado para llevar adelante el trabajo de investigación que aquí presentamos. No obstante, los modos de indagación que se pusieron en juego no constituyeron una metodología cerrada a priori, sino que fueron una zona de reflexión y de construcción de decisiones permanente. A continuación, presentaremos las principales reflexiones y decisiones en este sentido.

Lejos de ser experiencias aisladas, a poco tiempo de su surgimiento las radios comunitarias, populares y alternativas argentinas se nuclearon en redes nacionales e internacionales. Las principales de estas redes han sido: •

la Asociación de Radios Comunitarias (ARCO), antecedente del Foro

Argentino de Radios Comunitarias (FARCO), a nivel nacional; •

la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER), a nivel

latinoamericano; •

y la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC), con su

correspondiente capítulo latinoamericano y caribeño (AMARC ALC), a nivel mundial.

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Desde sus mismos orígenes estas redes, fundamentalmente las de carácter internacional, procuraron producir artículos y libros a través de los cuales dar a conocer experiencias y fijar posiciones acerca de sus propias perspectivas.

Asimismo, desde los años ´70 intelectuales latinoamericanos generalmente implicados en el desarrollo de estrategias comunicacionales –muchos de ellos argentinos–, comenzaron a producir reflexiones sobre este tipo de emisoras, o de alcance más general sobre comunicación comunitaria, popular y alternativa, con el propósito de nutrir los debates propios del campo académico y con la intención de interpelar y orientar a las prácticas. Muchos de estos artículos fueron publicados en revistas académicas nacionales o latinoamericanas como Causas y Azares, editada por un grupo de docentes y graduados de la Carrera de Ciencias de Comunicación de la Universidad de Buenos Aires; Oficios Terrestres, editada por la Universidad Nacional de La Plata; Diálogos de la Comunicación, editada por la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social (FELAFACS); y Chasqui, editada por el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL) con sede en Quito.

A su vez, desde el surgimiento de las radios que nos ocupan, algunas organizaciones nacionales dedicadas a la comunicación desarrollaron estrategias orientadas al apoyo, acompañamiento y fortalecimiento de las emisoras. Es el caso, por ejemplo, de las acciones del Centro de Comunicación La Crujía, del Centro Nueva Tierra, ambos con sede en Buenos Aires, y del Instituto de Cultura Popular (INCUPO), con sede en distintas localidades del noreste argentino.

Más cerca en el tiempo, fundamentalmente a partir de la década de los ’90, fueron las mismas radios argentinas quienes procuraron producir sus propias publicaciones a través de las cuales dar a conocer sus historias, sistematizar sus saberes y expresar las perspectivas político comunicacionales en las que sustentaron sus proyectos.

En líneas generales, podemos sostener que las diferentes nociones con que las radios argentinas –y, en muchos casos, también latinoamericanas– se nombraron a sí mismas, así como las significaciones ligadas a estas nociones, se expresaron en todas 23

estas publicaciones en tanto procuraron explicitar las ideas que dieron sentido y que orientaron su accionar. Con todo esto, la superficie discursiva desde donde nos acercamos a las radios comunitarias, populares y alternativas estuvo constituida por un corpus conformado por documentos, principalmente libros y artículos, producidos por las redes nacionales e internacionales de radios, por un conjunto de intelectuales estrechamente comprometidos con estas experiencias y por las mismas emisoras. Es allí donde rastreamos las huellas que permitieran construir respuestas a los interrogantes que inspiraron a esta Tesis. El interés por acercarnos a estos materiales está relacionado con su carácter interpelador. Es decir, estos documentos pueden pensarse como interpelaciones de las redes, de los intelectuales y de las mismas emisoras orientadas a incidir en la constitución de las identidades y de los proyectos político comunicacionales de las radios comunitarias, populares y alternativas. La interpelación es entendida aquí en el sentido en que lo hace Buenfil Burgos (1992, p. 20): como el acto mediante el cual se nombra a un sujeto, “como la operación discursiva mediante la cual se propone un modelo de identificación a los agentes sociales a los cuales se pretende invitar a constituirse en sujetos de un discurso”.

Podría cuestionarse que no necesariamente los integrantes de las radios tuvieron acceso o leyeron la totalidad de los libros y artículos que conforman el corpus construido. Probablemente así haya sido. No obstante, esto no nos lleva directamente a negar la incidencia de estos materiales. Por un lado, muchos de ellos fueron producidos por intelectuales y comunicadores con activo protagonismo en las mismas emisoras, así como en sus espacios de formación, capacitación, encuentro e intercambio. Pero, a su vez, fueron parte de las lecturas y de las referencias de otros actores que, sin haber escrito sus propios textos, intervinieron como formadores o asesores de las experiencias. En otras palabras, podemos afirmar que los espacios de capacitación, encuentro e intercambio de los cuales participaron las radios –muchas veces siguiendo la metodología de talleres– fueron ámbitos multiplicadores de las perspectivas que se sintetizan, de manera más sistemática y organizada, en los libros y artículos11. Por lo tanto, sea que las emisoras hayan accedido a estos materiales

11

De manera similar, podemos sostener que algunos intelectuales directamente implicados en estrategias de investigación y fortalecimiento de las radios comunitarias, populares y alternativas, oficiaron como puentes entre las experiencias y las perspectivas teóricas esbozadas desde el campo académico.

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directa o indirectamente, éstos constituyen una fuente ineludible donde rastrear las principales significaciones en torno a las radios comunitarias, populares y alternativas.

Podríamos haber escogido otros materiales de análisis para construir las respuestas a los interrogantes que inspiran esta investigación. La decisión de priorizar libros y artículos se debió fundamentalmente a las posibilidades de acceder a los documentos, de cumplir con los objetivos propuestos en un tiempo razonable y de abordar la dimensión histórica del análisis. Podríamos, por ejemplo, haber recurrido a las memorias de reuniones, jornadas y talleres protagonizados por las emisoras, pero no publicados. No obstante, las radios, así como las organizaciones que desplegaron líneas de trabajo orientadas a estos actores, no siempre elaboraron memorias de estos encuentros. Más bien podríamos decir que esto no fue lo más habitual, salvo algunas excepciones12. Recién en los últimos años nos encontramos con un trabajo más sistemático en este sentido. Por lo tanto, las memorias a las que podríamos haber accedido son escasas y fragmentadas. También podríamos haber recurrido a los testimonios de los integrantes de las radios, a través de entrevistas en profundidad, para construir discursos que dieran cuenta de las principales significaciones vinculadas a la radio comunitaria, popular y alternativa. Sin embargo, estos discursos hablarían más de las interpretaciones que estos actores realizan de la historia desde el presente que de las ideas afirmadas y debatidas en otros momentos históricos.

Sintetizando, para construir respuestas a los interrogantes planteados a lo largo de este proyecto hemos identificado, sistematizado, analizado y puesto en relación un conjunto de libros y artículos producidos por las radios argentinas, por las redes nacionales y latinoamericanas en torno a las que se nuclearon (fundamentalmente ALER y AMARC ALC) y por intelectuales del ámbito académico que reflexionaron sobre las emisoras o sobre la más general comunicación comunitaria, popular y alternativa. Estas publicaciones fueron editadas en Argentina y en otros países del continente, con circulación en nuestro país.

12

Tal vez esto se deba a que en las instancias de formación y de capacitación y en los encuentros de las redes de emisoras se privilegió, siguiendo cierta tradición de la educación popular, la palabra hablada por sobre la escrita.

25

Para abordar el análisis en su dimensión histórica, los materiales fueron organizados en a tres períodos. El inicio y el cierre de cada período se corresponden con hitos de gran relevancia sociopolítica para nuestro país y con profunda incidencia en la configuración del sistema de medios de comunicación. Estas etapas son: •

1983 a 1989. Este período comienza con el fin de la última dictadura cívico

militar y la recuperación de la democracia. Finaliza en julio 1989, momento en que la salida anticipada de Raúl Alfonsín de la Presidencia de la Nación y la asunción de Carlos Menem dieron inicio a una etapa de profundización de políticas de corte neoliberal que habían comenzado a implementarse durante la última dictadura. La etapa coincide, grosso modo, con la emergencia de los debates acerca de una nueva legislación en materia de radiodifusión en nuestro país y con un fenómeno que tuvo su explosión a mediados de la década: el surgimiento de las radios comunitarias, populares y alternativas. •

1989 a 2001. Este segundo período abarca los años de avance de las políticas

propias del capitalismo neoliberal en las diversas esferas sociales, desde la economía hasta la educación, desde la política hasta la comunicación y la cultura. Tiene su cierre en la profunda crisis que derivó en las movilizaciones de diciembre de 2001, en su represión y en la consecuente renuncia de Fernando de la Rua a la Presidencia de la Nación. •

2001 hasta la primera mitad de 2008. Por último, este tercer período abarca

desde las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 hasta la primera mitad del año 2008. Tomamos esos meses como cierre del período –y esta Tesis– por considerar que en aquel momento, por primera vez desde la recuperación democrática, un gobierno nacional radicalizó públicamente el enfrentamiento con los principales grupos concentrados de medios de comunicación del país, principalmente con el Grupo Clarín y el diario La Nación. El disparador del enfrentamiento fue la cobertura que realizaron estos medios a propósito de la resolución 125/08 sobre retenciones móviles a las exportaciones agrícolas dispuesta por el gobierno de Cristina Fernández de

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Kirchner, y el consecuente lock out patronal13. Estas coberturas se inclinaron abiertamente en favor de los sectores agroexportadores. Frente a esta situación, el gobierno nacional eligió la confrontación abierta antes que una posición de negociación, complicidad, alianza o subordinación. Esta fue la antesala de un proceso que derivó en la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, con sus respectivos debates previos; en el inicio de un proceso aún abierto de democratización del sistema de medios de comunicación y en el reposicionamiento político de múltiples actores sociales vinculados, más o menos directamente, a los medios de comunicación. Entre ellos, de las radios comunitarias, populares y alternativas. Para no caer en redundancias, no citaremos aquí los libros y artículos que formaron parte del corpus en cada período. Dejamos esta tarea para el capítulo referido a la bibliografía. Por ese motivo, las referencias bibliográficas fueron sistematizadas de acuerdo a las etapas en que clasificamos los materiales. Los tres períodos constituyen, a su vez, el principal criterio con el que decidimos organizar los capítulos donde compartimos las principales interpretaciones de esta investigación.

Asimismo, los libros y artículos que conforman el corpus fueron organizados y sistematizados de acuerdo a cuatro niveles, según la especificidad de cada uno de ellos en relación a nuestro referente empírico: 1. Primer nivel: materiales sobre radios comunitarias, populares y alternativas argentinas. 2. Segundo nivel: materiales con un enfoque más general sobre comunicación comunitaria,

popular

y

alternativa

producidos

por

organizaciones,

instituciones, intelectuales e investigadores argentinos. 3. Tercer nivel: materiales sobre el conjunto de las radios comunitarias, populares y alternativas latinoamericanas. 4. Cuarto nivel: materiales sobre comunicación comunitaria, popular y alternativa

producidos

por

redes,

organizaciones

e

instituciones

latinoamericanas o por intelectuales e investigadores de otros países de la

13

El lock out patronal, que involucró cortes de rutas en todo el país, se extendió entre los meses de marzo y julio de 2008.

27

región. En algunos casos, también se incluyeron materiales producidos por intelectuales europeos.

En el momento del análisis, los materiales incluidos en el primer y segundo nivel merecieron una atención más detallada e inspiraron las principales interpretaciones. Por el contrario, los comprendidos en el cuarto nivel fueron útiles fundamentalmente para complementar y enriquecer las interpretaciones construidas a partir del análisis del resto de los materiales.

Como iremos viendo a lo largo de los sucesivos capítulos, el análisis de cada período pone en relación: •

Descripciones generales acerca de los materiales –libros y artículos– tomando

en cuenta fundamentalmente sus principales propósitos. •

Caracterizaciones de los contextos sociales, políticos y culturales que

incidieron en la emergencia y vigencia de los significantes con los que se nombraron las radios y en las significaciones que estuvieron ligados a estos significantes. Asimismo, consideramos las principales corrientes de pensamiento e instituciones que tuvieron relevancia en este sentido. •

Los principales puntos nodales que, junto con los significantes comunitaria,

popular y alternativa condensaron la identidad de las radios en tanto configuración discursiva. Como iremos viendo, nos referimos a las nociones de: democratización de las comunicaciones y resistencia al neoliberalismo, entre las más sobresalientes. •

Las principales significaciones que, en términos de regularidades, estuvieron

ligadas a las nociones de radio comunitaria, popular y alternativa. •

Las principales dispersiones, tensiones o debates que involucraron a las radios

comunitarias, populares y alternativas entendidas como configuración discursiva.

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A partir de todo esto, a lo largo de cada capítulo procuramos elaborar textos argumentativos que permitieran establecer relaciones y construir interpretaciones para dar respuesta a los interrogantes que inspiraron a esta investigación.

En el desarrollo de esta Tesis se encontrarán múltiples citas textuales de los materiales que conforman el corpus de análisis. Estas menciones no pretenden agotar todas las referencias que a lo largo de la investigación permitieron llegar a las interpretaciones compartidas, sea en clave de regularidad, de debate o tensión. Desplegar esta tarea en toda su exahustividad sería tedioso para la escritura y para la lectura. El sentido de estas citas es ilustrar o ejemplificar de qué modo el corpus sistematizado y analizado nos permite sostener las interpretaciones y argumentaciones construidas.

Por último, la mayor parte de los materiales que forman parte del corpus como sus autores– no pueden comprenderse en uno de los dos extremos de una tensión habitual entre campo académico –o Universidad– y experiencias de comunicación comunitaria, popular y alternativa14. En general podemos ubicarlos en el cruce de uno y otras. Es decir, gran parte de los libros y artículos producidos por intelectuales e investigadores, muchos de ellos publicados en revistas académicas, desbordaron los límites universitarios y procuraron incidir en las reflexiones de las mismas prácticas. Asimismo, en el momento de producir libros y artículos, las radios asumieron el esfuerzo de reflexionar sobre sí mismas y sus entornos y de sistematizar sus saberes y perspectivas de pensamiento. Más aún, la experiencia nos permite constatar la circulación de estos materiales en las aulas de las carreras de comunicación social. Del mismo modo, no es posible ubicar al lector que prefiguramos en esta Tesis en ninguno de los extremos de la tensión entre campo académico y experiencias. Siguiendo con la misma tendencia, se trata de un lector

14

Para ejemplificar, Alfaro (2000, p. 204) se refería a esta tensión en los siguientes términos: “Sospechar o subvalorar a la comunicación popular ha sido y es un fenómeno más o menos común en el mundo académico, salvo excepciones. Tampoco la universidad debió relacionarse con ese ámbito sólo desde el compromiso místico y la defensa afectiva, como sucedió en algunos casos. El reto es situarse justamente en la investigación y la reflexión teórica ligada a la práctica, desde el campo de la comunicación social actual y su futuro. También es cierto que desde el campo de los comunicadores comprometidos ha existido una negación casi absoluta del quehacer teórico y contra la actividad intelectual del mundo universitario. Y en este desencuentro hay no sólo saberes y valoraciones en competencia sino lógicas comunicativas de incomprensión mutua, unas argumentadas otras no, pues se ponía el énfasis en los errores y no en las posibilidades de mutuo apoyo.”

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que, desde su pertenencia al campo académico, asume también un compromiso con las prácticas político comunicacionales que se despliegan más allá de las aulas universitarias. O bien, de un lector que desde su experiencia cotidiana de gestión y producción de una radio comunitaria, popular o alternativa, es interpelado también por la pregunta acerca del sentido político y comunicacional de sus prácticas.

Objetivos generales y específicos

Con todo lo planteado hasta aquí y a modo de síntesis de estos primeros puntos de partida, podemos dar cuenta de los objetivos generales que orientan la investigación en la que se sustenta la presente Tesis de Maestría: •

Identificar las condiciones que facilitaron la emergencia y la vigencia de los

significantes radio comunitaria, radio popular y radio alternativa con los que se nombraron un conjunto de emisoras argentinas, desde su surgimiento a mediados de los años ‘80 hasta la primera mitad de 2008, así como las significaciones que estuvieron ligadas a estos significantes. •

Analizar y relacionar las principales significaciones que estuvieron ligadas a

estos

significantes,

con

sus

regularidades

y

tensiones,

continuidades

y

desplazamientos, para dar cuenta de los sentidos que dotaron de identidad y que orientaron el accionar de estas emisoras a lo largo de la historia.

Para poder construir estos objetivos, en términos particulares a lo largo de la investigación nos propusimos: •

Sistematizar los libros y artículos producidos entre 1983 y 2008 por las radios

comunitarias, populares y alternativas argentinas, por las redes nacionales y latinoamericanas en las que se nuclearon y por intelectuales del ámbito académico que reflexionaron sobre estas emisoras o sobre la más general comunicación comunitaria, popular y alternativa para construir el corpus de análisis de la presente investigación.

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Identificar los contextos sociales, políticos y culturales, las principales

corrientes de pensamiento e instituciones que incidieron en la emergencia y vigencia de los significantes con los que se nombraron las radios comunitarias, populares y alternativas argentinas entre 1983 y 2008, así como en las significaciones que estuvieron ligadas a estos significantes. •

Reconocer y analizar las principales significaciones que, en términos de

regularidades, estuvieron ligadas a las nociones de radio comunitaria, popular y alternativa durante los períodos 1983-1989, 1989-2001 y 2001-2008 en nuestro país. •

Reconocer y analizar las principales dispersiones, tensiones o debates que

involucraron a las nociones de radio comunitaria, popular y alternativa durante esas tres etapas (1983-1989, 1989-2001 y 2001-2008) en Argentina. •

Analizar las continuidades y desplazamientos entre las significaciones

reconocidas en cada período para dotar de dimensión histórica al análisis. •

Relacionar los datos construidos a partir del trabajo de identificación y análisis

para elaborar un conjunto de interpretaciones que permitan dar respuesta a los interrogantes que inspiran esta investigación.

A partir de estos objetivos esperamos poder contribuir a la comprensión y problematización de los proyectos político culturales de las radios comunitarias, populares y alternativas argentinas para enriquecer y fortalecer sus estrategias actuales y futuras, de sus redes y del ámbito académico orientado a una comunicación transformadora.

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III COMUNITARIAS, POPULARES Y ALTERNATIVAS

Comunitarias, populares y alternativas. En nuestro país, estos son los significantes con los que, de manera preponderante, se nombraron las radios que constituyen el referente empírico de esta investigación. Eventualmente emergieron otros calificativos: libres, hacia fines de la década de los ´80 en una búsqueda de identidad que miraba hacia cierta tradición europea; alterativas15, noción enfatizada por Roncagliolo (1992) y recuperada desde nuestro país por Lamas y Lewin (1995) a mediados de los ´90; ciudadanas, concepto ampliamente reelaborado desde las ciencias sociales en las últimas décadas, como veremos en los capítulos siguientes; y medios sociales de comunicación, noción propuesta por La Vaca (2006) ya entrado el nuevo siglo16. Aún así, las nociones comunitarias, populares y alternativas fueron, sin dudas, aquellas de mayor circulación en el momento de nombrar y articular la identidad de las radios que nos ocupan. De ahí que centremos en ellas nuestra atención.

Ni la idea de radio comunitaria, ni la de popular, ni la de alternativa tuvieron su origen en nuestro país. Las emisoras argentinas se fueron apropiando de nociones que ya tenían su propia trayectoria en otras regiones de América Latina cuando comenzaron a reflexionar sobre sus propias identidades y proyectos. El propósito de este capítulo es, por lo tanto, recuperar sintéticamente esa historia, pues en ella podemos identificar las condiciones de emergencia de las nociones de radio comunitaria, popular y alternativa que se actualizaron años más tarde en Argentina, así como los principales acentos implicados en cada una de ellas. Esta tarea no es original. Decenas de libros y artículos han relatado e interpretado estas trayectorias o fragmentos de ellas. A modo de referencia podemos citar algunos de ellos: Velasco y Silguero (1984); Lamas (1997); Silguero, Jara, Sánchez y Vandenbulcke (1997); Villamayor y Lamas (1998); Peppino Barale (1999); Geerts y Van Oeyen (2001); Geerts, Van Oeyen y Villamayor (2004); revista Cara y señal Nro. 1 (2004) y Nro. 7 15

Haremos una breve referencia a la noción de alteratividad más adelante en este mismo capítulo. Recuperaremos la noción de medios sociales de comunicación más adelante en el capítulo denominado “2001-2008. Entre la articulación y la dispersión”. 16

32

(2007); Pulleiro (2011). Más aún, son habituales las coincidencias entre los relatos y las interpretaciones de unos y otros. No obstante, referirnos una vez más a esta historia, aunque sea sintéticamente, es ineludible como punto de partida para encarar los objetivos e interrogantes que orientan esta investigación.

De las escuelas radiofónicas a las radios populares

Es ya un consenso ubicar el origen de las autodenominadas radios populares en la tradición de las escuelas radiofónicas que se propagaron entre los años ´50 y ´70 por diferentes países de América Latina, fundamentalmente en Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú, Venezuela y Centroamérica a partir de la iniciativa evangelizadora y alfabetizadora de la Iglesia Católica. Diversa bibliografía17 suele ubicar el hito fundacional en 1947 en el pueblo colombiano de Sutatenza. Allí, en un contexto rural de extendido analfabetismo, el cura Joaquín Salcedo instaló la primera emisora radiofónica con el doble propósito de evangelizar y de alfabetizar a la población adulta18. Lejos de ser una acción acotada, aquella experiencia creció hasta trasladarse a Bogotá, cubrir gran parte del territorio colombiano y replicarse en diferentes países de la región bajo el proyecto de las escuelas radiofónicas.

Varios autores destacan otra vertiente que dio origen al modelo de escuelas radiofónicas que se difundió en el continente. Es el que tuvo sus inicios en 1965 cuando el jesuita Francisco Villén fundó en las Islas Canarias Radio ECCA, emisora concebida como instrumento de colaboración con el Ministerio de Educación para erradicar el analfabetismo en las islas. Este modelo se implementó por primera vez de este lado del Atlántico en 1968, cuando radio Santa María, emisora de República Dominicana fundada en 1956 por la iglesia católica, comenzó a implementar aquel método alfabetizador. Años más tarde, los padres jesuitas replicaron el modelo a través de los institutos radiofónicos Fe y Alegría (IRFA), primero en Venezuela y luego en otros países del continente.

17

Por ejemplo, Velazco y Silguero (1984); Villamayor y Lamas (1998); Peppino Barale (1999); Geerts y Van Oeyen (2001); Gumucio Dagron (2001). 18 Para conocer más acerca de esta experiencia pionera se puede leer lo referido a Radio Sutatenza en “Haciendo olas”, compilación realizada por Gumucio Dagron (2001).

33

Según las interpretaciones de Peppino Barale (1999) a partir de la amplia indagación que la investigadora realizó para su Tesis doctoral, en el despliegue de las escuelas radiofónicas confluyeron dos procesos sociopolíticos. En primer lugar, a partir de mediados de los años ´50 la Iglesia Católica expresó un creciente interés por intervenir en los medios de comunicación audiovisuales. Si la actitud de la jerarquía eclesial prevaleciente hasta entonces había sido la de prohibir que los eclesiásticos dirigieran o publicaran en medios de comunicación sin obtener previa autorización jerárquica, desde mitad de la década de 1950 diversas disposiciones papales y de la Conferencia Episcopal Latinoamericana expresaron un giro en esta política. Progresivamente la jerarquía eclesial comenzó a reconocer la importancia de los medios de comunicación para fines religiosos y educativos y a estimular la intervención de la institución en este sentido. En segundo lugar, la multiplicación de las escuelas radiofónicas en el continente estuvo ligado a la emergencia de una corriente de pensamiento: el desarrollismo. Sintéticamente –y a riesgo de que la síntesis resulte esquemática–, esta perspectiva ubicó en el desarrollo y en la modernización los horizontes del cambio social. Comprendió el subdesarrollo latinoamericano en estrecha vinculación con la falta de educación –fundamentalmente el analfabetismo–, tecnología y comunicaciones. De ahí que desde diversos organismos nacionales e internacionales, gubernamentales y no gubernamentales, se promoviera con optimismo la implementación de políticas que contribuyeran al acceso a estas cuestiones deficitarias. La confluencia de ambos procesos posibilitó que las precursoras experiencias de Radio Sutatenza y de Radio ECCA se propagaran por toda la región y constituyeran un modelo: el de las escuelas radiofónicas19 orientadas a la evangelización, la alfabetización y, progresivamente, a la educación en cuestiones vinculadas a la salud, la higiene, la agricultura y la ganadería, fundamentalmente en zonas rurales.

A partir de mediados de los ’70, gran parte de las escuelas radiofónicas ya existentes y algunos de los nuevos proyectos radiales impulsados por la Iglesia Católica sufrieron un cambio radical en su concepción de la educación, de la evangelización y del mismo desarrollo. Este fue el origen de la transformación de las 19

Según López Vigil (Lamas, 1997, p. 78), “la iglesia católica llegó a tener en el continente más de trescientas frecuencias de radio. Algunas, posteriormente, fueron vendidas porque obispos y superiores religiosos no sabían qué hacer con ellas”.

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escuelas radiofónicas en radios educativas, primero, y en radios populares, después. Siguiendo con las interpretaciones de Peppino Barale, tres procesos sociopolíticos confluyeron como condiciones de posibilidad en esta transformación: la emergencia de la teología de la liberación como corriente interna dentro de la misma Iglesia Católica, el desarrollo de la pedagogía crítica de Paulo Freire desde el ámbito educativo y el despliegue de la teoría de la dependencia20, perspectiva de pensamiento económico y político que confrontó abiertamente con el desarrollismo, sus fundamentos y sus estrategias de intervención. A partir de la incidencia de estas perspectivas, las radios que habían nacido bajo la impronta de las escuelas radiofónicas y los nuevos proyectos impulsados desde la Iglesia Católica continuaron concibiéndose como experiencias educativas. No obstante, el concepto de educación supuesto en estas experiencias se transformó. Ya no se trataba de concebir a la radio como instrumento para la implementación de procesos de educación formal orientados a la alfabetización, sino de promover procesos educativos, generalmente no formales y con énfasis en el diálogo con el pueblo, con los propósitos de provocar la concientización de los sectores oprimidos, fundamentalmente de campesinos e indígenas, respecto de sus propias condiciones de vida y de contribuir a los procesos de organización popular para la transformación político social. En este contexto, el rol evangelizador de estos medios fue coherente con la perspectiva de una Iglesia que hacía explícitamente una opción por los pobres y los oprimidos. La idea de liberación, central para la teoría de la dependencia como para la pedagogía de Paulo Freire y la Teología de la Liberación, se constituyó entonces en el motor del cambio social. Este giro tuvo como consecuencia que varias emisoras a lo largo del continente ocuparan un lugar de resistencia en contextos dictatoriales o altamente represivos y que muchas de ellas sufrieran ataques contra sus integrantes o instalaciones. Como consecuencia, las radios abandonaron la denominación de escuelas radiofónicas y optaron, en primera instancia, por la de radios educativas y, posteriormente, por la de radios populares. A lo largo de este proceso podemos identificar el surgimiento y la incidencia de una institución de nuestro continente: la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER). Fundada en Sutatenza en 1972, ALER nucleó en sus inicios a 20

Por una cuestión de síntesis, no nos detendremos en este trabajo a desplegar los contenidos de cada una de estas tres perspectivas, ampliamente conocidas o referenciadas en el campo de las Ciencias Sociales.

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18 instituciones de educación radiofónica de la Iglesia Católica21 que se habían inspirado en el modelo de Radio Sutatenza y en el de Radio ECCA. En su primera etapa fue concebida como una institución de coordinación, de apoyo y de servicio para sus afiliadas, fundamentalmente a través de las tareas de investigación, asesoramiento y capacitación. Pero, y tal vez más importante aún, rápidamente se constituyó como espacio de intercambio y de referencia de las emisoras de origen católico. En este sentido, en la evolución de esta primera red podemos identificar –no sin conflictos, según lo constatan Velasco y Silguero (1984)– el pasaje del modelo de las escuelas radiofónicas a las radios educativas en los años ´70 y, ya en la década de 1980, la interpelación para que estas últimas se identifiquen con la idea de radio popular. Según la indagación de Peppino Barale (1999), En la década de 1980 se planteó un cambio de enfoque que llevó de la radio educativa y educación por radio a la radio popular. ALER propuso los siguientes puntos para lograr el cambio: - Contenidos que correspondan a los intereses del pueblo y que le sirvan para su desarrollo; - Producciones en lenguaje popular narrativo, coloquial, con humor y libertad de sugerencias; y - Productores que representen la identidad popular y que impulsen la participación del pueblo en todo el proceso de la radio.

Este pasaje supuso un explícito posicionamiento frente al sistema económico social productor de la desigualdad y la marginación de los sectores populares, un compromiso con el pueblo en tanto sujeto protagonista, la solidaridad con sus proyectos de transformación social y una estrecha relación entre comunicación, educación y organización popular. Respecto a esto último, a mediados de los años ´80 el presidente y el vicepresidente de ALER planteaban como orientación para las radios: “Se deben conjugar estas tres líneas: que educar es permitir que el pueblo se organice y se comunique, que comunicar es hacer que el pueblo se eduque y se organice, que organizar al pueblo es hacer que él crezca en educación y en comunicación” (Velasco y Silguero, 1984, p. 10). En la programación radiofónica,

21

Según constata Peppino Barale (1999, p. 34), en la fundación de ALER participaron: Acción Cultural Loyola (ACLO), Bolivia; Acción Cultural Popular (ACPO), Colombia; Centro de Estudios, Promoción y Asistencia Social (CEPAS), Panamá; Educación Radiofónica de Bolivia (ERBOL); Escuelas Radiofónicas de Huayacococtla, México; Escuelas Radiofónicas de Pichincha, Ecuador; Escuelas Radiofónicas de El Salvador; Escuelas Radiofónicas Populares del Ecuador; Escuelas Radiofónicas Santa Clara, Chile; Escuelas Radiofónicas Santa María, República Dominicana; Escuelas Radiofónicas Tarahumara, México; Federación de Centros Shuaras, Ecuador; Fundación Educacional Padre Landell de Moura, Brasil; Instituto de Cultura Popular (INCUPO), Argentina; Instituto Venezolano de Teleeducación; Movimiento de Educación de Base (MEB), Brasil, Radio Católica de Nicaragua; Radio San Rafael, Bolivia.

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esto supuso un fuerte énfasis en la expresión de la palabra de los sujetos populares y en la participación de sus organizaciones.

Ya entrada la década de los años ´90 aquella idea de radio popular entró en crisis en la misma ALER. Los contextos postdictatoriales en muchos países de la región, la implementación de políticas neoliberales por parte de los gobiernos, la derrota y la desintegración de las organizaciones populares que habían protagonizado las luchas por la transformación político social, la emergencia de los movimientos sociales como nuevas formas de expresión y organización de sujetos que no habían sido representados como tales hasta entonces y la emergencia de cientos de radios comunitarias en todo el continente, gran parte de ellas en zonas urbanas, confluyeron para que hacia el interior de ALER se reformulara el concepto de radio popular. Así puede leerse en “Un nuevo horizonte teórico para la Radio Popular en América Latina” (ALER, 1996, p. 62), nuevo marco doctrinario aprobado por la asociación en su asamblea general reunida en 1994 y publicado con posterioridad: Hace algunos años, lo “popular” era un concepto restringido en el que sólo se incluían los obreros, los campesinos y los sectores marginales. Hoy asumimos una definición más amplia y englobante en la que caben actores sociales que, aun existiendo, no eran considerados como sectores populares. Nos referimos a sectores excluidos o marginados por diversas razones de los derechos y beneficios económicos, sociales y políticos de una sociedad: a quienes por su género, etnia, ubicación en el sistema producido, localización geográfica, participación en la distribución de la riqueza, etc., padecen la discriminación y la desigualdad.

A su vez, estos mismos procesos y reflexiones llevaron a que en 1994 la asociación decidiera dejar de nuclear exclusivamente a emisoras vinculadas a la Iglesia Católica y se abriera –e incluso promoviera– la incorporación de radios que no se reconocían ni católicas ni cristianas, pero que sí se identificaban con la comunicación popular, alternativa y comunitaria. Como consecuencia, a partir de entonces el número de afiliadas a ALER creció y se diversificó22.

22

Particularmente en Argentina, en el año 2012 ALER contaba con 12 radios afiliadas, el Instituto de Cultura Popular –INCUPO- y el Foro Argentino de Radios Comunitarias -FARCO-. Las emisoras afiliadas eran: Aire Libre de Rosario, FM En Tránsito de Castelar, FM La Tribu de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, FM Raíces de La Plata, Radio Comunidad Enrique Angelelli de Neuquén, Radio Encuentro de Viedma, FM Alas de El Bolsón, FM Pocahullo de San Martín de los Andes, Radio Comunitaria La Ranchada de Córdoba, Radio Sur de Córdoba, FM Bajo Flores de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y FM Compartiendo de Quilmas. A su vez FARCO nucleaba en el año 2012 a 95 emisoras que se pueden consultar en el sitio de la red nacional: www.farco.org.ar

37

A pesar de lo expresado hasta aquí, la idea de desarrollo, muy presente en el origen de las escuelas radiofónicas, continuó vigente en las radios populares, aunque profundamente resignificada. Así se puede leer, por ejemplo, en la investigación que coordinaron Geerts y Van Oeyen (2001) en las emisoras afiliadas a ALER a fines de los años ´90. Los autores concluyeron que el proyecto político de las radios populares no se agota en sí mismo sino que está enmarcado en un proyecto sociopolítico más amplio. Muchas radios lo describen en términos de “una nueva democracia: una sociedad más humana, basada en la convivencia democrática” y “un nuevo desarrollo equitativo e integral”. Geerts y Van Oeyen (2001, p. 67) destacaron que se trata de un desarrollo claramente diferenciado de la propuesta neoliberal. Un desarrollo capaz de vencer la pobreza y la exclusión, que implica la valoración del trabajo productivo, la distribución social de la riqueza, la participación ciudadana, la solidaridad colectiva y el respeto al medio ambiente.

La relación entre comunicación y desarrollo tuvo una fuerte incidencia en América Latina a partir de la década de 1950, tanto en la realización de investigaciones y en la constitución del campo académico comunicacional como en la promoción de proyectos territoriales impulsados por los Estados nacionales, organismos internacionales y agencias internacionales de cooperación. Como referimos anteriormente, esta relación también tuvo incidencia en la constitución de numerosas radios. No es propósito de este trabajo dar cuenta de la historia de la relación entre comunicación y desarrollo, así como de sus sucesivas resignificaciones, pues se trata de una extensa tarea que otros investigadores han encarado. Basta entonces con hacer referencia a la sistematización que realizaron Gumucio Dagron y Tufte (2008) en la introducción y varios artículos compilados en la “Antología de Comunicación para el Cambio Social”. Particularmente, en su texto introductorio dieron cuenta de la configuración de diferentes paradigmas de comprensión de la comunicación para el desarrollo. Según los autores, dos corrientes dominaron cinco décadas de comunicación para el desarrollo (p. 18): en primer lugar, los modelos de comunicación inspirados en teorías y técnicas de modernización derivadas de las estrategias de comunicación utilizadas por el gobierno de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y por el sector industrial, que luchaba por posicionar sus productos en la posguerra; y, en segundo lugar, los planteamientos de la comunicación que surgieron en el fragor de la lucha social y política contra los poderes coloniales y dictatoriales impuestos sobre países del Tercer Mundo, cuyo punto de referencia conceptual son las teorías de la dependencia.

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Asimismo, Gumucio Dagrón y Tufte propusieron lo que denominaron “comunicación para el cambio social” como enfoque que “debe reflejarse en el desarrollo”. La comunicación para el desarrollo social es entendida por los autores como un proceso de diálogo público y privado a través del cual la propia gente define lo que es, lo que quiere y necesita y cómo trabajará colectivamente para obtener aquello que contribuirá al mejoramiento de su vida. Se basa en principios de justicia, equidad, voz y participación, en la tolerancia y en el proceso de desatar aquellas voces que antes no eran escuchadas.

Como podemos interpretar, esta última afirmación expresa una profunda resignificación de la noción de desarrollo que dio origen a las primeras escuelas radiofónicas en nuestro continente. No obstante, si bien las referencias al desarrollo permanecieron presentes en las redes latinoamericanas de radios con mayor y menor intensidad en diferentes momentos históricos, el análisis nos permitió constatar que las referencias al respecto no fueron predominantes en la literatura sobre las radios producidas desde Argentina.

Alternativas

El surgimiento de la noción de radio alternativa suscitó menos investigaciones y sistematizaciones que la de radio popular. Asimismo, su surgimiento y evolución no estuvieron asociados tan claramente al devenir de una institución como ALER. Aún así, procuraremos identificar sintéticamente sus orígenes y condiciones de emergencia.

No es posible dar cuenta de la noción de radio alternativa sin referirnos a la más amplia comunicación alternativa, o bien a las alternativas comunicacionales. Es decir, a diferencia de lo que ocurriera con la noción de radio popular, no hubo un desarrollo de la noción de radio alternativa que pueda ser comprendida sin ubicarla en este marco más general. Si bien existe un consenso casi generalizado acerca de que la eclosión del término comunicación alternativa en Europa puede fijarse en el contexto del Mayo Francés de 1968 (Fontcuberta y Gómez Mompart, 1983), en América Latina la noción irrumpió con fuerza algunos años más tarde, entre mediados de las décadas de 1970 y 1980. En sintonía con las hipótesis de Graziano (1980), podemos interpretar que esta 39

irrupción estuvo estrechamente relacionada con el interés de investigadores e intelectuales en intervenir en los debates, diagnósticos y propuestas de cara a la democratización de las comunicaciones en el marco de las discusiones internacionales sobre un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC) y sobre las Políticas Nacionales de Comunicación. Más aún, según la misma Graziano, el interés por las alternativas comunicacionales partió de la conciencia sobre la limitada incidencia del sector de investigación en los niveles de toma de decisiones en el plano nacional. Retomando sus propias palabras, el interés por el estudio de los problemas relacionados con las que por ahora genéricamente se denominan alternativas comunicacionales, podría ser calificado en la práctica como el estadio inmediato posterior a la etapa de auge de las investigaciones destinadas a servir de base a formulaciones en el marco de políticas nacionales de comunicación.

En el mismo sentido se orientaron, años más tarde, los testimonios y las reflexiones de Clemencia Rodríguez (2008, p. 1.131 a 1.135): Mi interés en los medios alternativos surge de lo que en ese entonces se conoció como el Nuevo Orden Mundial de Información y Comunicación (NOMIC) y su propósito de equilibrar los flujos globales de información y comunicación. (…) En vistas del fracaso de los gobiernos nacionales y las agencias internacionales para equilibrar el flujo global de información y comunicación, varios académicos han señalado que el debate sobre democratización de la comunicación debe tomar un curso diferente. A finales de la década de 1970 y comienzos de la de 1980, varias conferencias internacionales se constituyeron en foros de discusión sobre una nueva aproximación a la democratización de la comunicación. (…) El nuevo enfoque se centraba en los movimientos sociales y las organizaciones de base y sus medios alternativos de comunicación como los nuevos sujetos protagonistas de procesos de democratización de la comunicación. (…) Además de proporcionar información alternativa a sus públicos, se esperaba que estos nuevos medios –llamados medios alternativos– se salieran del esquema de comunicación vertical típico de los medios masivos dominantes. (…) Dentro de este nuevo marco, los medios alternativos fueron concebidos como el nuevo campo de batalla desde el cual surgiría el nuevo orden de la comunicación. Al igual que a los expertos en comunicación y a los activistas, nos inspiraba una visión, un nuevo panorama mediático en el que los medios alternativos tendrían un poder hegemónico.

La multiplicación de conferencias y publicaciones referidas a la comunicación alternativa con participación de diversos intelectuales e investigadores del continente hacia inicios de los años ´80 sustentan las afirmaciones de ambas autoras. En este sentido, son referencias ineludibles la publicación de “Comunicación alternativa y cambio social” donde Simpson Grinberg (1989) reunió artículos de casi veinte intelectuales del continente; la compilación realizada por Reyes Matta (1983) bajo el

40

título

“Comunicación

Alternativa

y

Búsquedas

democráticas”23;

el

libro

“Comunicación popular y alternativa” donde Festa y otros autores (1986) sistematizaron reflexiones conceptuales y experiencias de comunicación en Brasil en el período 1964-1983; y los diversos artículos de la Revista del Instituto de Investigaciones de la Comunicación (ININCO) de Venezuela, fundado por Antonio Pasquali en 1971, entre los que podemos destacar el ya citado texto de Graziano (1980) “Para una definición alternativa de la comunicación” y el de Oswaldo Capriles (1980) “¿Política de comunicación o comunicación alternativa?”. A este contexto podemos sumar, por su relevancia y su profunda incidencia en el ámbito académico, las reflexiones de Armand y Michelle Mattelart en torno a las alternativas comunicacionales desarrolladas a partir de sus propias experiencias en Chile durante el gobierno socialista de Salvador Allende.

Como podemos ver hasta aquí, fue en el ámbito académico, intelectual o dedicado a la investigación donde la noción de comunicación alternativa tuvo más arraigo y desarrollo. Particularmente en Argentina durante la década de 1990 fue el grupo editor de la Revista Causas y Azares, conformado por docentes, graduados y estudiantes de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, uno de los principales actores que promovió la introducción de esta noción en el país, recuperó los aportes latinoamericanos y produjo nuevas reflexiones.

No obstante, desde sus mismos orígenes el término resultó problemático y carente de una definición consensuada. Algunos autores procuraron fijar sus alcances y sus límites, otros buscaron diferenciarlo de otras nociones como las de comunicación participativa y comunicación horizontal, otros intentaron avanzar hacia criterios que permitieran evaluar niveles de alternatividad de las prácticas. Algunos recuperaron bajo la idea de comunicación alternativa experiencias que también fueron identificadas con otros calificativos, como las radios mineras bolivianas, las emisoras insurgentes de las guerrillas centroamericanas y los medios de comunicación autodenominados populares. Otros, como Cassigoli (1989) llegaron, incluso, a desalentar la utilización del término. 23

Ambas publicaciones, “Comunicación alternativa y cambio social” y “Comunicación alternativa y búsquedas democráticas” fueron editadas por el Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales (ILET), creado en 1976 y cuya labor se concentró principalmente en México.

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Aún así, la idea de alternatividad permitió poner el acento sobre ciertas cuestiones. Antes que a un modelo de comunicación la noción hizo referencia fundamentalmente a una praxis que aspira a la transformación no sólo de las relaciones comunicacionales y los sistemas de medios masivos, sino también de las relaciones sociales hegemónicas o de dominación en su conjunto; a un proceso siempre abierto que se configura en relación con los contextos y las dinámicas de poder con los que confronta.

A pesar de que entre las décadas de 1970 y 1980 los investigadores e intelectuales que promovieron la noción de comunicación alternativa enfatizaron la asociación del término con una transformación radical de la sociedad en términos de igualdad y justicia, incluso con la revolución y el socialismo como horizontes, una vez entrados los años ´90 esta significación pareció debilitarse. De este modo, en “La radio popular frente al nuevo siglo: estudio de vigencia e incidencia”, Geerts y Van Oeyen (2001, p. 29) sostuvieron: Lo “alternativo” no implica necesariamente una propuesta comunicacional y de sociedad propia, sino una oferta que es “otra” y difiere de los medios comerciales y dominantes. Lo que comparten todas las corrientes alternativas es que buscan usar los medios para lograr “algo más” que una ganancia económica y expresar “discursos específicos que no son atendidos por los medios masivos imperantes”. En este sentido, por ejemplo, las radios estatales o universitarias en diferentes países del continente son alternativas, pero no por ello proponen un modelo de sociedad distinto.

Por último, a mediados de los años ´90 irrumpió brevemente en nuestro país la noción de comunicación alterativa, que no puede comprenderse si no es en relación con la noción de comunicación alternativa. La idea de lo alterativo fue introducida por Roncagliolo en la Exposición Inaugural del 5to Congreso de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias realizado en México en 1992. Tiempo más tarde, ya desde Argentina, fue recuperada por Lamas y Lewin (1995) a través de la revista Causas y Azares. A partir de allí se suscitó un debate que no podemos dejar de mencionar. Por un lado, para Roncagliolo lo alterativo “tiene que ver con el verbo alterar, cambiar, estamos buscando una comunicación que cambie, transforme, que altere el orden de cosas existentes.” En este sentido, lo consideró superador de lo alternativo pues supone una “definición por la positiva” y ya no por la negativa (Roncagliolo, citado en Lamas Lewin 1995, p. 72). Por el contrario, desde la revista Causas y Azares,

42

Crespi y Rodríguez Esperón (1994, p. 99) enfatizaron que uno y otro concepto refieren a distintos procesos político comunicacionales: La comunicación alternativa sólo puede desarrollarse dentro de un proyecto de transformación global de la sociedad, adoptando una multiplicidad de formas de acuerdo por un lado al momento histórico en el que tienen lugar, y por otro a la creatividad de sus protagonistas. La comunicación alterativa, en cambio, es aquello que pretende alterar, cambiar un estado de cosas existentes, lo cual no implica necesariamente una ruptura con el sistema económico político de dominación. En este sentido pueden abordarse numerosas experiencias latinoamericanas que actualmente se llevan a cabo a partir de la iniciativa de pequeños grupos.

No obstante, la noción de comunicación alterativa, así como los debates que suscitó, tuvo más incidencia en ciertos espacios académicos que en las radios que nos ocupan.

Comunitarias

A partir de la segunda mitad de los años ´80 se multiplicaron por toda América Latina

cientos

de

emisoras

que

se

reconocieron

como

comunitarias,

fundamentalmente en el Cono sur. A diferencia de las radios ligadas a la Iglesia Católica, la mayoría de ellas nació al margen de los sistemas legales nacionales que vedaban u obstaculizaban la posibilidad de que organizaciones sociales, movimientos y colectivos sin fines de lucro gestionaran una licencia radiofónica. La relativa accesibilidad económica y tecnológica que posibilitó el desarrollo de la tecnología de FM contribuyó a la expansión del fenómeno24.

De manera similar a lo acontecido con la idea de radio popular, en la emergencia y en la circulación de la noción de radio comunitaria en el continente también es posible identificar las huellas de una red internacional, en este caso, la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC). En 1983 se reunieron en Montreal, Canadá, unos seiscientos comunicadores provenientes de treinta y seis países y formaron lo que en un primer momento se llamó Asociación Mundial de Artesanos de la Radio Comunitaria y más tarde Asociación Mundial de Radios Comunitarias. No fue casual que este encuentro se realizara en Canadá. Por entonces 24

Antes del desarrollo de esta tecnología, la instalación de una emisora, generalmente en amplitud modulada y eventualmente en onda corta, requería de grandes inversiones económicas en equipamiento que las hacía accesibles sólo para instituciones con capacidad de contar con los recursos necesarios, como fue el caso de la Iglesia Católica, los sindicatos mineros e, incluso, las organizaciones guerrilleras en Centroamérica.

43

existían

allí

numerosas

experiencias

y

una

rica

tradición

de

emisoras

autodenominadas comunitarias. Ya en las décadas de 1960 y 1970 había irrumpido en diversas ciudades canadienses un gran movimiento por el cambio social. Según relatan los protagonistas de Radio Centre Ville de Québec, “este movimiento dio vida a un sinnúmero de organizaciones de todo tipo que van desde jardines infantiles a centros de mujeres, centros de jóvenes, comités de acción ciudadana, hasta grupos independentistas del Québec” (Foy y otros, 1992). El movimiento dio también vida a nuevos medios de comunicación. Entre ellos, las radios comunitarias25. En un país multicultural caracterizado por la convivencia de variadas etnias y nacionalidades, originarias y migrantes, estas emisoras expresaron, entre otras cosas, una búsqueda identitaria de esas comunidades o minorías. De ahí se deriva, en gran medida, el sentido atribuido a la noción de lo comunitario. Por ejemplo, tal como relata López Vigil, coordinador regional de AMARC ALC durante los años ´90 (en Lamas, 1997, p. 81): Radio Centre Ville en Montreal, se llama comunitaria porque suma las comunidades de los chinos, de los vietnamitas, de los haitianos, de los latinos. Cada uno tiene una franja de una hora o media hora en una sumatoria de programas de minorías y esas comunidades que hablan en sus pequeñas franjas forman una radio comunitaria.

La idea de radio comunitaria podría haber quedado reducida al ámbito de la experiencia canadiense. No obstante, rápidamente el concepto fue actualizado y resignificado por cientos de emisoras en todo el continente. El rol promotor y la referencia política comunicacional construidas por AMARC probablemente hayan sido decisivas en este sentido, fundamentalmente luego de fundar el capítulo de América Latina y el Caribe de la Asociación (AMARC ALC) en 1990. Pero también lo fueron otros procesos políticos, sociales y económicos a los que haremos sintética referencia más adelante.

AMARC se caracterizó desde su surgimiento por integrar a una gran diversidad de experiencias para generar un movimiento internacional y continental alrededor de la necesidad de democratizar la palabra para democratizar las sociedades: radios feministas, campesinas e indígenas; fundadas por grupos de estudiantes universitarios y protagonizadas por niños y adolescentes; de gran alcance y de escasa cobertura; ubicadas en zonas rurales, en la periferia de las grandes urbes y en el centro de las ciudades latinoamericanas; gestionadas por instituciones, organizaciones, 25

La recién citada Radio Centre Ville, fundada en 1972, fue la primera radio comunitaria de este tipo.

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movimientos sociales o por colectivos fundados en torno a la misma radio. De ahí que la definición de radio comunitaria asumida por la asociación resultara amplia y relativamente ambigua26. Más aún, la red internacional no sólo está integrada por emisoras. También pueden son parte de su membresía televisoras comunitarias, centros de producción e individuos vinculados al campo de la comunicación comunitaria, popular y alternativa.

Hacia fines de la década de 1990 AMARC ALC puso en marcha un proceso de redefinición política y reestructuración organizativa que incluyó un debate sobre su propio rol. La necesidad de generar mayor protagonismo de los medios asociados tomó fuerza. Asimismo, cobraron relevancia la perspectiva que define a la asociación como un movimiento social, político y cultural y la lucha por el derecho a la comunicación (Pulleiro, 2011). A modo ilustrativo, en la editorial de su primer número, la revista Cara y señal (2004 a), publicación institucional de la red en América Latina y Caribe, sostenía: Nuestras señales son las de un movimiento político que lucha, junto a otros actores sociales, por el derecho a la comunicación. Nuestra organización no es un fin en sí mismo. Es un movimiento que se articula con numerosas organizaciones de la sociedad civil con las que compartimos objetivos políticos, sociales y culturales transformadores.

A modo de referencia, hacia principios del nuevo siglo, tras su proceso de refundación, AMARC ALC nucleaba en esta región a unas 400 asociadas y su organigrama articulaba18 representaciones nacionales encargadas de impulsar las actividades de la red en sus respectivos países; un Consejo Regional, máximo órgano político, conformado por representantes de las subregiones Andina, Centroamérica, Cono sur, México, Brasil y Caribe; entre seis y diez –según el momento– programas de trabajo que impulsaban las líneas de acción de la red; y una oficina regional de carácter ejecutivo. 26

Más recientemente, esta ambigüedad resultó lo suficientemente problemática en el momento de proponer definiciones capaces de ser incorporadas a las propuestas de nuevos marcos legales que incluyeran a las radios comunitarias como licenciatarias con derechos propios. Asimismo, suscitó las advertencias de algunos intelectuales. Es el caso, por ejemplo, de Gumucio Dagron (2007) quien en la revista Cara y señal de la misma AMARC ALC, sostuvo: “Bajo el paraguas de radios comunitarias se ampara hoy en día cualquier cosa. Son consideradas erróneamente como comunitarias miles de radios privadas locales, radios confesionales, radios de ONGs, radios públicas, radios municipales, universitarias, etc. Por ejemplo, las 22 radios que creó el Instituto Indigenista de México en zonas indígenas o las creadas por el gobierno de Evo Morales, que son radios públicas del Estado pero no comunitarias, porque la propiedad de los equipos y el financiamiento son estatales. Estas radios cumplen una función importante, sin duda, pero no son de la comunidad, aunque podrían llegar a serlo algún día.” En este texto el autor continúa dando algunos ejemplos que dan cuenta de la ambigüedad de la noción y culmina proponiendo, como lo hicieron otros autores a lo largo de la historia, un conjunto de criterios de inclusión y de exclusión.

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Como señalamos más arriba, además de la incidencia de AMARC ALC, otros procesos políticos, sociales y económicos se constituyeron en condiciones de la emergencia y de la expansión de las radios que se identificaron como comunitarias. Procuraremos dar cuenta de ellos y de las principales significaciones a las que estuvo asociado lo comunitario durante aquellos primeros años, sintéticamente27.

Entre los años ‘70 y ‘80 la mayoría de los países latinoamericanos padecieron dictaduras militares que ejercieron el terrorismo de estado con el propósito de desarticular los lazos sociales y políticos de sindicatos, agrupaciones políticas, iglesias inspiradas en la Teología de la Liberación, movimientos estudiantiles y organizaciones territoriales. Se trató de políticas del terror orientadas a desandar gran parte de las conquistas sociales de los trabajadores y de las acumulaciones de los movimientos populares y a facilitar la implementación de políticas económicas de corte neoliberal. En general, las radios comunitarias no emergieron hasta después de finalizados estos períodos dictatoriales. Fueron consecuencia de la voluntad de expresión luego de años de silenciamiento forzoso, aún a pesar de los límites impuestos por los marcos jurídicos nacionales. Particularmente, lo comunitario hizo referencia a la reconstrucción de los lazos sociales resquebrajados luego de años de dictaduras. La comunicación fue considerada un campo estratégico para encarar esa tarea. Pero lejos de recomponerse, los lazos sociales continuaron debilitándose. A la desestructuración forzada por las dictaduras militares se sumó, inmediatamente después, la fuerza individualizante del capitalismo neoliberal. A la flexibilización de los vínculos en el mundo del trabajo le correspondió el debilitamiento de los compromisos y de los lazos en casi todas las esferas de lo social. En este contexto, para estas radios la idea de comunidad en tanto construcción de lazos sociales sólidos no perdió vigencia. Se transformaron en proyectos y espacios en torno a los cuales reunir y fundar intereses comunes, voluntades y compromisos de orden colectivo. A su modo, se propusieron construir comunidad.

27

Para encarar esta tarea recuperamos las indagaciones y reflexiones expresadas en un artículo anterior: Kejval, Larisa (2010). “En busca de la comunidad perdida”. En Cicalese, Gabriela (coord.). “Comunicación Comunitaria”. La Crujía, Buenos Aires.

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Ya es casi un lugar común referirse al debilitamiento que, a partir de los años ´80, sufrieron los grandes relatos y las fuentes consideradas dadoras de identidad como la clase, la nación y los partidos políticos. Paralelamente, emergieron en la escena pública nuevos actores sociales que no habían sido representados políticamente como tales hasta entonces. Nuevos movimientos sociales, múltiples y diversos relatos acerca de la desigualdad, nuevas comunidades de pertenencia y de titularidad de derechos emergieron en la escena social y política. En este contexto, las radios comunitarias surgieron como espacios donde las voces de este conjunto de resistencias y de disputas se hicieron audibles. La noción de comunidad permitió hacer referencia, aunque un poco imprecisamente, a estos nuevos agregados de individuos que ya no cabían en las categorías sociopolíticas más tradicionales y más claramente delimitadas como la clase y el pueblo.

En algunos casos, aunque no en todos, la comunidad a la que aludieron las radios comunitarias refirió a un territorio. Pero no se trata de cualquier territorio. Paralelamente al crecimiento de los centros de poder económico de las grandes ciudades se fueron configurando márgenes reservados para sectores perjudicados. Lugares donde se arraigaron ferozmente las consecuencias de las nuevas formas que fue asumiendo el capitalismo. Localidades invadidas por la contaminación industrial. Regiones despojadas de sus forestaciones originarias, habitantes originarios despojados de sus tierras. Poblaciones sin centros de salud ni espacios recreativos, con viviendas precarias y escasa infraestructura. La contracara de las elites globales cada vez más móviles y emancipadas de las restricciones del espacio fue el confinamiento de gran parte de la humanidad a estos territorios. Muchas radios comunitarias, junto a otras organizaciones sociales, surgieron como consecuencia de la organización de los hombres y las mujeres habitantes de estos espacios. En estos contextos, las intervenciones político culturales de estas emisoras pretendieron recuperar la dignidad de las vidas que allí transcurrían. El territorio dejó de ser, entonces, mera topografía para devenir en una comunidad en la que se vive y por la que se lucha con ciertos niveles de organización. Se trata de comunidades que intentaron dar vuelta el estigma propio de la periferia y construir, de este modo, compromisos e identidad.

Como puede interpretarse hasta aquí, si bien en la práctica lo comunitario fue frecuentemente asociado a lo pequeño y lo local, la noción de radio comunitaria 47

promovida por AMARC y recuperada por muchas radios en el continente, se resistió a ser confinada a reducidas áreas de cobertura y bajas potencias. Es decir, la comunidad no refirió tanto a la inserción en un pequeño territorio, sino más bien a la idea de intereses y compromisos compartidos. Así lo expresó López Vigil, coordinador regional de AMARC ALC durante los años ´90: “Conclusión: radio local no equivale a radio comunitaria, ésta no se define por los territorios que se cubre, sino por los intereses que se apuestan.” Complementariamente, la idea de comunidad no refirió tanto a la expresión de una comunidad de origen ya constituida, sino fundamentalmente al propósito de construir comunidad. López Vigil (1997, p. 539), lo sintetizó de este modo: “se trata de influir en la opinión pública, de inconformar, de crear consensos, de ampliar la democracia. En definitiva –y por ello, el nombre– de construir comunidad.” Geerts, Van Oeyen y Villamayor coincidieron (2004, p. 34): “La radio comunitaria define la comunicación como medio para crear comunidad en muchos sentidos: comunidades geográficas, sociales o culturales”.

Nociones equivalentes

Al poco tiempo de emerger, a mediados de los años ´80, las radios argentinas comenzaron a recuperar las trayectorias de las nociones que aquí sintetizamos. En esa tarea jugaron un papel fundamental, además de las estrategias de las propias redes internacionales, algunas instituciones nacionales con activo protagonismo en espacios de comunicación latinoamericanos. Es el caso, por ejemplo, del Centro de Comunicación La Crujía, con sede en la ciudad de Buenos Aires, y del Instituto de Cultura Popular (INCUPO) con presencia en varias ciudades del noreste argentino. También jugaron un rol de suma importancia un conjunto de intelectuales que habían padecido el exilio durante los oscuros años de la última dictadura militar. A muchos de ellos citamos a lo largo de esta Tesis.

Hasta aquí pareciera que las condiciones de emergencia de las nociones de radio comunitaria, de radio popular y de radio alternativa, así como sus principales significados y acentos, son claramente delimitables. Sin embargo, al poco tiempo de que se fundaron las nuevas emisoras en nuestro país unos y otros nombres se utilizaron generalmente de manera indistinta, casi como sinónimos o sin hacer 48

referencia a sus diferencias. Fenómenos similares se repitieron en otras regiones del continente. Más aún, bajo estas nociones también se procuró dar cuenta de otras significativas experiencias latinoamericanas con características y nombres propios, como las radios mineras bolivianas que nacieron a principios de los años ´50 por iniciativa de los sindicatos y que se expandieron por todo el país para intercomunicar a los trabajadores y motivar la movilización sindical, de las cuales no hemos dado cuenta en este trabajo28. Es el caso también de las radios insurgentes en Cuba, El Salvador y Nicaragua, emisoras clandestinas estrechamente articuladas con las estrategias militares de los grupos guerrilleros29. Probablemente, el antagonismo respecto a sistemas de medios orientados por el lucro y crecientemente concentrados, sumado a la alianza y complicidad del Estado y de sus sucesivos gobiernos, fueron determinantes para la configuración de estas equivalencias.

Aún así, los intentos por delimitar las distintas nociones fueron asiduos. Un artículo pionero en este sentido fue el de Mata (1993) “¿Radio popular o comunitaria?”. Allí la autora, entonces integrante del Comité Ejecutivo de ALER, expresó su sorpresa ante la extensa e inclusiva utilización de la noción de radio comunitaria en el libro editado conjuntamente por CIESPAL y AMARC, “Radioapasionados: 21 experiencias de radio comunitaria en el mundo” (Girard, 1992): 28

Citamos aquí algunos textos para acercarse a las radios mineras bolivianas: • Gumucio Dagron, Alfonso (1982). “El papel político de las radios mineras.” En Revista Comunicación y Cultura Nº 8. México, julio de 1982. • Schmucler, Héctor y Encinas, Orlando (1982). “Las radios mineras en Bolivia. Entrevista a Jorge Mansilla Romero”. En Revista Comunicación y Cultura Nº 8. México, julio de 1982. • López Vigil, José Ignacio (1984 b). Una mina de coraje. ALER y Pío XII, Quito. • Gumucio Dagron, Alfonso (2001) Haciendo Olas: Historias de Comunicación Participativa para el Cambio Social. The Rockefeller Foundation, La Paz. • Mitre, Susana (2004). “Radio Pío XII, Siglo XX, Oruro-Cochabamba, Bolivia.” En Geerts, Andrés, Víctor Van Oeyen y Claudia Villamayor. La radio popular y comunitaria frente al nuevo siglo: La práctica inspira. ALER AMARC, Quito. • Cara y señal (2007 b). “La voz del minero. Entrevista a Félix Tercero”. En Revista Cara y señal Nº 7, AMARCALC, Buenos Aires, septiembre de 2007. 29 Para acercarse a las radios guerrilleras o insurgentes centroamericanas se pueden consultar las siguientes publicaciones: • Henríquez Consalvi, Carlos (1992). La terquedad del izote. Diana, México. • Lamas, Ernesto (1994). “Entrevista a Mauricio Wilfredo Cepeda, director de Radio Farabundo Martí.” En Revista Causas y Azares Nº 1, Buenos Aires, primavera1994. • Crespi, Sandra y Rodríguez Esperón, Carlos (1994). “El Salvador: de lo alternativo a lo alterativo.” En Revista Causas y Azares Nº 1, Buenos Aires, primavera 1994. • Cara y señal (2008 c). “Hasta siempre. Radio Rebelde / Cuba.” En Revista Cara y señal Nº 8, AMARC ALC, Buenos Aires, enero de 2008.

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Busco en sus prólogos pistas que me permitan salir del desconcierto que me provoca encontrar, bajo esta denominación, el relato de experiencias radiofónicas a las que siempre conocí como populares. Pistas para disipar la sorpresa que me causa las palabras de Bruce Girard, editor del volumen: "Se puede decir que las primeras experiencias de radios comunitarias se iniciaron en América Latina hace casi medio siglo..." cuando en realidad no hace una década que esa designación se oye por nuestras tierras. (p. 57).

Aún aceptando que para muchos la de radio comunitaria es una denominación genérica que abarca diversas experiencias nacionales y continentales, Mata destinó su artículo a reflexionar sobre lo que nombran lo comunitario y lo popular, sobre “las diferencias que crea el lenguaje más allá de la similitud de algunas experiencias.” Luego de dar cuenta de la vaguedad de la idea de comunidad a la que alude lo comunitario, la autora caracterizó a las radios comunitarias como aquellas que informan a poblaciones particulares, refuerzan culturas locales y expresan necesidades e intereses de grupos sociales que luchan por sus derechos. Y definió a las radios populares como aquellas en las cuales “los sectores populares ocupan un lugar como sujeto, fuente y destino de su acción”. En palabras de la misma Mata: Reconocerse populares implica un posicionamiento global frente a un sistema económico-social en el cual dichos sectores -sin importar de qué grupos se trate o dónde estén ubicados geográficamente- son marginados o excluidos también globalmente del poder .Y no solo del poder comunicar. En ese sentido, su finalidad fundamental no es la democratización de la palabra o de la comunicación sino la alteración, la sustitución de unas formas de vida globalmente injustas y autoritarias. (…) En este sentido, para las radios populares la clave no está en mejorar la situación comunicacional de ciertos conjuntos de individuos o comunidades, sino de trabajar para que los sectores populares -definibles en términos socioeconómicos y culturalespuedan conocer y poner en común sus realidades, necesidades e intereses y logren hacer públicos sus proyectos ante el conjunto de la sociedad.

No obstante estos posicionamientos, si recorremos gran parte de la literatura acerca de la radio comunitaria producida en nuestro país y en el continente, advertiremos múltiples referencias al propósito de estas emisoras de contribuir no sólo a la modificación de los sistemas comunicacionales, sino también a la transformación de las relaciones sociales en su conjunto en pos de sociedades justas y libres.

Como iremos viendo a lo largo de este trabajo, los intentos por delimitar unas y otras nociones no cesaron a lo largo de los 25 años de historia recorridos en esta Tesis. Muchas veces estos intentos estuvieron relacionados con pertenencias institucionales más que con sustantivas diferencias expresadas en las prácticas. Si bien estos no fueron vanos, pues alimentaron la reflexión y la búsqueda de identidad de las

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radios, ninguno de estos aportes tuvo la suficiente incidencia como para que gran parte de las emisoras se apropiaran o se identificaran con conceptos claramente delimitados. Es por eso que de aquí en adelante nos referiremos a la configuración discursiva que nos ocupa como radios comunitarias, populares y alternativas, sin establecer mayores distinciones salvo en los casos en que se explicite expresamente.

Por último, en nuestro país numerosas radios han conjugado simultáneamente su membresía en ALER –institución promotora de la noción de radio popular– y en AMARC –referente de la radio comunitaria, como acabamos de analizar–. A su vez, ya desde la década de 1990 ambas redes confluyeron en acciones comunes. A partir del año 2000 comenzaron a consolidar un proceso de acercamiento que implicó la coordinación de actividades de investigación, de cobertura periodística y de formación que tuvieron su expresión más concreta en los programas de fortalecimiento Centroamérica en Sintonía (CAeSI) y Ritmo sur, que llevaron adelante de manera conjunta.

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IV LOS AÑOS ´80: DEMOCRATIZAR LAS COMUNICACIONES, DEMOCRATIZAR LAS SOCIEDADES

Daremos inicio al análisis de las tres etapas en las que organizamos esta Tesis centrando la mirada en un período que comienza en diciembre de 1983, con el fin de la última dictadura cívico militar y la consecuente recuperación democrática, y que finaliza en julio de 1989, momento en que la salida anticipada de Raúl Alfonsín del gobierno nacional y la asunción de Carlos Menem a la presidencia dieron inicio a una época de profundización de políticas capitalistas de corte neoliberal en todas las esferas de lo social. Paralelamente a las nuevas reflexiones y debates en torno a la democracia, aquellos años fueron testigos de un nuevo fenómeno en nuestro país que tuvo su explosión a medados de la década: el surgimiento de las radios comunitarias, populares y alternativas. En este capítulo nos proponemos, entonces, reconocer y analizar las principales significaciones, con sus regularidades, debates y tensiones, a las que estuvieron ligadas estas emisoras durante sus primeros años de vida. Para eso nos centraremos en las publicaciones que refirieron a estas experiencias pioneras y procuraremos ponerlas en relación con las significaciones que se fueron produciendo y circulando en otros países de América Latina.

La centralidad de la democracia

Pueden contarse con los dedos de una mano las publicaciones editadas en nuestro país en los años ´80 que dieron cuenta de las radios comunitarias, populares y alternativas argentinas. En 1986, Horvath publicó el primer volumen de “La trama secreta de la radiodifusión argentina”, donde reunió artículos periodísticos publicados previamente e inéditos con el propósito de poner evidencia, a lo largo de la historia de nuestro país, las relaciones entre la propiedad de los medios de comunicación por parte de las clases dominantes nacionales, el capital extranjero, la manipulación de la información y la legislación en la materia. Muy tempranamente, en este primer trabajo el autor anticipó un fenómeno que se iba gestando contemporáneamente: la 52

emergencia de las nuevas radios. En 1988 Horvath editó la segunda parte del libro, “La trama secreta de la radiodifusión argentina II. Los medios en la neocolonización”, donde continuó con los objetivos que dieron origen al primer volumen. Allí expresó su optimismo frente a las experiencias de comunicación alternativa que iban naciendo en diversos soportes, registró la emergencia de decenas de radios a lo largo de todo el país y dio cuenta de las amenazas de clausura a la que estos nuevos medios estaban expuestos por parte de las denuncias de los empresarios de la comunicación y por el accionar del Comité Federal de Radiodifusión (COMFER).

En el mismo año Uranga y Pasquini Durán (1988) publicaron “Precisiones sobre la radio”, a partir de un estudio solicitado por el Instituto de Cultura Popular (INCUPO), el Centro de Comunicación La Crujía y la Asociación Católica Latinoamericana para la Radio y la Televisión (UNDA-AL). También en 1988 Mata y Silveri publicaron “La radiodifusión en Argentina”, a pedido de la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER). Los dos trabajos informaron acerca de investigaciones sobre el desarrollo y la configuración de la radiodifusión en Argentina como forma de situar el punto de partida de futuras acciones en materia de comunicación.

Fueron

estudios

encargados

por

instituciones

argentinas

y

latinoamericanas vinculadas a la comunicación con el propósito de promover la democratización de las comunicaciones, una nueva legislación en materia de radiodifusión, la participación de los sectores populares en el uso de la radio y el desarrollo de la radio popular, alternativa y comunitaria en un país donde este tipo de experiencias tenía escasos precedentes.

A estos primeros trabajos pueden sumarse unos pocos editados en otros países de América Latina (por ejemplo, Vizer y Landesman, 1989). En todos ellos se dio cuenta de la emergencia de un fenómeno novedoso y reciente, hasta podría decirse contemporáneo a la escritura. Un fenómeno aún difícil de delimitar, nombrar e interpretar. Piratas, libres, comunitarias, populares, alternativas, barriales son los adjetivos que denominaron de modo indistinto e impreciso a las nuevas radios.

La democratización de las comunicaciones se expresó como el horizonte al cual estos trabajos esperaban contribuir. Así lo sostenían Mata y Silveri (1988):

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Hemos tratado de ofrecer un panorama comprensivo de la problemática actualmente existente y de brindar una caracterización de las emisoras argentinas que pueda orientar el trabajo de entidades que, como ALER, alientan la democratización de la comunicación y la creciente participación de los sectores populares en el uso de la radio como parte de su protagonismo social.

A la luz de este horizonte, la radiodifusión vigente –caracterizada por la predominancia de la radio privada comercial y, en menor medida, por la radio estatal; con cierta presencia de formas de comunicación transnacional a través de la musicalización y de las fuentes informativas– se tornó objeto de fuertes cuestionamientos. Para ejemplificar, esto decían Uranga y Paquini Durán (1988, p. 12): Las emisoras trabajan a los menores costos para maximizar beneficios, subutilizando su potencial de comunicación, postergando la capacitación del personal y la renovación tecnológica de las instalaciones de transmisión. Los contenidos o mensajes están estandarizados, y en muchos casos son dependientes del anunciante publicitario y de la industria discográfica internacional, por la reiteración mecánica de “modelos” de producción y difusión, basados sustancialmente en la combinación de discos-noticias-publicidad. (…) Los datos obtenidos presentan una organización vertical, mensajes unidireccionales, recursos insuficientes o mal preparados, homogeneidad de estilos, estandarización cultural, ausencia de experimentación y toda una serie de fallas que, para peor, están recubiertas de autocomplacencia en la rutina.

Mata y Silveri (1988, p. 79) expresaron cuestionamientos similares: No existe en nuestro país censura previa. (…) Sin embargo hay rasgos comunes en todas las programaciones informativas: existen un buen número de temáticas ausentes, actores constantemente repetidos, fragmentación en los procesos noticiosos, descontextualización de los datos, etc. (Mata y Silveri, 1988)

Y en la misma línea, Vizer y Landesman (1989, p. 54) afirmaron: La estructura de la radiodifusión argentina al igual que las demás actividades industriales y culturales se concentra sobre todo en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores y otras grandes ciudades. El resto del país, que en términos de extensión representa más del 90 por ciento del territorio, soporta una histórica dependencia del puerto en todos los aspectos, incluida la radiodifusión. (Vizer y Landesman, 1989)

La potencia democratizadora de las nuevas radios emergió por oposición a estas formas predominantes de radiodifusión. La configuración de los medios de comunicación como empresas capitalistas; el predominio del lucro como orientador de estas empresas –expresado, por ejemplo, en los criterios de musicalización, en las formas de organizar las rutinas de trabajo, en los modos de redacción periodística y en la concentración de los medios en las zonas con capacidad de consumo–; su estrecha vinculación con los sectores dominantes; así como la undireccionalidad, el verticalismo y la homogeneidad de sus mensajes constituyeron algunos de los principales puntos de oposición. De ahí que uno de los rasgos que han compartido

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todas estas emisoras desde su surgimiento hasta la actualidad sea la ausencia de fines de lucro.

La democratización de las comunicaciones como horizonte, así como la potencia democratizadora de las radios comunitarias, populares y alternativas, no se explicitaron por primera vez en Argentina. Por el contrario, quienes promovieron este tipo de emisoras desde la intervención directa o desde el ámbito académico, recuperaron las reflexiones y los debates que ya tenían recorridas intensas trayectorias en América Latina. Los años ´80 podrían caracterizarse como una década prolífica en relación a la producción de investigaciones, seminarios y publicaciones en torno a la comunicación popular y alternativa –incluida la radio– en nuestro continente. Como señalamos en el capítulo precedente, a partir de las dificultades para establecer flujos internacionales equilibrados de información y políticas nacionales de comunicación de carácter democratizador, luego de los intensos debates que giraron en torno a un Nuevo Orden de la Información y las Comunicaciones (NOMIC) y luego de los frustrados intentos por establecer Políticas Nacionales de Comunicación (PNC) basadas en las nociones de acceso y participación, numerosos intelectuales y académicos latinoamericanos dieron relevancia a la comunicación popular y alternativa. Si la democratización de las comunicaciones se constituyó en el horizonte del NOMIC y de las PNC, este horizonte se trasladó también hacia las experiencias de comunicación popular y alternativa. En este proceso convergieron, asimismo, quienes protagonizaban las radios populares latinoamericanas desde décadas atrás. Veamos cómo se expresó esto en algunas publicaciones.

En 1981 Simpson Grinberg editó “Comunicación alternativa y cambio social”30, donde compiló los artículos de más de quince autores de diversos países de América Latina. En la introducción a la primera edición el compilador hizo explícita la vinculación entre la comunicación alternativa y los intentos por “abrir cauces democratizadores a la práctica informativo-comunicativa”. En la misma publicación, Portales (1989, p.99) sostuvo: “Entre estas ideas cabe destacar la democratización de las comunicaciones como el concepto central de una comunicación alternativa”.

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Reeditado en 1986 y 1989. Para este trabajo se dispuso de la edición de 1989.

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En 1982 Fox y Schmucler publicaron “Comunicación y Democracia en América Latina”. El libro, resultado del seminario organizado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) un año antes en Colombia, reunió artículos de comunicadores e investigadores de distintos países del continente. En su introducción, Fox y Schmucler señalaron (1982, p. 12 y 13): Es justo destacar, no obstante, que en América Latina existe una historia de estudios sobre la comunicación que, nacidos al calor de procesos políticos concretos, abrieron el cauce de una corriente que se esforzó en señalar el papel de los sectores populares en prácticas tendientes a democratizar los procesos comunicativos; sería inmerecido no tener en cuenta este camino ya trazado. Con todo, es preciso reconocer que recién en los últimos tiempos ha comenzado a generalizarse una preocupación más sistemática por el papel sustantivo que cumplen los movimientos populares en la conquista de una comunicación democrática en el continente y, más aún, la organicidad de la relación entre los movimientos populares y las prácticas efectivas de formas democráticas de comunicación. Uno de los aspectos más productivos del seminario lo constituyó la extensa reflexión que mereció este tema.

Más adelante los autores destacaron “lo democrático” como un objetivo estratégico y fundacional (p.14). En el mismo libro, Roncagliolo, Janus y Portales (1982, p. 219) sostuvieron: El tema de la democracia es de primerísima actualidad hoy en América Latina: trátese de los países del Cono Sur, en los que la conquista de la democracia se ha vuelto condición sine qua non de cualquier política nacional y popular, trátese de las gestas de Nicaragua y El Salvador, en las que el desafío de la construcción de la nueva democracia se afirma o se insinúa como problemática central de los respectivos procesos; o trátese de las situaciones intermedias (Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, etc.) en las que importa sobremanera preservar y ampliar los márgenes de las libertades políticas. La palabra democracia se ha situado en el corazón mismo del debate político, no ya para denigrar a las democracias burguesas, sino, más bien, para revalorar, por parte del campo popular, lo que en esas democracias existe de utilidad técnica, de escenario estratégico y de valores y prácticas que sirven como orientaciones rescatables y válidas para la propia constitución de clases y pueblos como sujetos históricos eficaces. Tras la ola de derrotas de la década pasada, nos hemos vuelto todos demócratas convictos.

Luego los autores avanzaron en un diagnóstico acerca de la democracia comunicacional en América Latina y en un análisis de los obstáculos económicos de cara a la democratización de las comunicaciones. También en la misma publicación, luego de precisar las características propias de la comunicación alternativa, Reyes Matta (1982, p. 263) sostuvo: “Por todo lo anterior la comunicación alternativa emerge como expresión que proclama un tiempo histórico a conquistar: el de la democracia auténtica e integral.”

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En 1983 la revista Chasqui, editada por CIESPAL, dedicó su octavo número a la comunicación popular como tema central. Allí, Gonzaga Motta escribió (1983, p.13): En este contexto surge y se desarrolla en América Latina un frente de lucha por la democratización de la comunicación, llamado comunicación popular. Es uno de los frentes que más ha avanzado, no sólo porque se ha generalizado en todo el continente, sino, principalmente, porque fue en las experiencias de comunicación popular en donde otra comunicación, diferente de la unilateral y autoritaria, comenzó a formarse. Ha sido el único frente (entre todos los que se abrieron) que realmente ha propuesto y practicado un cambio en la perspectiva de la comunicación autoritaria unilateral.

Con todo lo anterior, y a riesgo de ser redundante, vale aclarar que la noción de democracia supuesta en la lucha por democratizar las comunicaciones fue opuesta a la concepción liberal de democracia política, que la limita al sufragio y a una forma de gobierno y que se sustenta ideológicamente en la libertad de propiedad, la libertad de empresa y la libre contratación de trabajo. Por el contrario, en líneas generales la resignificada noción recuperó las reivindicaciones igualitarias y el sentido transformador de las relaciones sociales de dominación y opresión que orientaron las luchas políticas de las organizaciones de izquierda en las décadas de los ´60 y ´70. No obstante, luego de las derrotas sufridas y tomando como referencia a las experiencias de socialismo real de los países que concretaron procesos revolucionarios, no lo hizo sin cuestionamientos. Esta noción de democracia discutía la imposición “desde arriba” a los sectores populares de un “modelo cristalizado en las definiciones científicas de lo revolucionario” en desmedro de la creatividad y la participación popular en la conformación de modelos económicos y de organización social justos (Argumedo, 1982, p. 276); cuestionaba una concepción del poder como núcleo monolítico y único en contraposición a una idea de poder diseminado en múltiples zonas del cuerpo social que abre diversos frentes de disputa –entre ellos el de las comunicaciones– (Fox y Schmucler, 1982, p. 15); confrontaba los reduccionismos economicistas que concibieron la comunicación como mera manipulación e imposición cultural, de un lado, o propaganda política contestataria, del otro, relegando a los sectores populares al rol de receptores pasivos (Gonzaga Motta, 1982).31 De este modo, la democratización de las comunicaciones, y la correlativa

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En 1982 la Revista Comunicación y Cultura, dirigida por Armand Mattelart y Héctor Schmucler, dedicó un número al papel político de la radio. La publicación reunió artículos sobre las radios mineras bolivianas, la emisora popular de República Dominicana Radio Enriquillo y la radio educativa

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democratización de las sociedades, cobró potencia política y teórica para nombrar las transformaciones sociales deseadas. Es posible afirmar que fue desplazando, en cierta medida, a la centralidad de la idea de socialismo como significante dador de sentido, sin que esto supusiera la renuncia a la lucha por sociedades justas, libres e igualitarias.

La finalización en 1983 de la más cruenta dictadura militar que vivió Argentina puso en primer plano las reflexiones y debates en torno a la noción de democracia. Este clima de época fue terreno fértil para que la democratización de las comunicaciones emergiera como noción nodal dadora de sentido y para que se recuperaran paulatinamente estos aportes desarrollados en otros países de América Latina.

La demanda por una nueva Ley de Radiodifusión

El significante democratización de las comunicaciones al que estuvieron ligadas las nuevas radios argentinas articuló diferentes significaciones, que aquí procuramos desplegar.

En primer lugar, la democratización de las comunicaciones implicó la demanda por una nueva Ley de Radiodifusión que concibiera la comunicación como Sutatenza de Colombia, entre otros. Allí, Nicolás Casullo introdujo su trabajo sobre la comunicación en Polonia con palabras que, si bien son extensas como cita, permiten dar cuenta de la centralidad y de la densidad que fue cobrando la noción de democracia por aquellos años: “El arribo del tema de la democracia al campo de los estudios político-sociales, va permitiendo verificar lo endeble de muchos enfoques que hasta hace poco se pretendían alternativos. Tal vez no resulte correcto hablar de “irrupción” del problema democrático como planteo que obliga a desestructurar concepciones –aunque de la sensación de aparecer, de pronto, en el horizonte teórico. Más correctamente, podría argumentarse que esta dimensión de la política –y de la cultura– estuvo siempre entre nosotros, como una ausencia trascendente. Como un cono de sombras necesario a cierta práctica de “la política”, a cierto encorsetamiento de “la teoría”: un poco sin anunciarse, la compleja historia del mundo y de sus conflictos revelan ahora esta instancia silenciada. América Latina, cubierta de poderes autoritarios, se abre de lleno al dilema democrático en la conciencia de aproximarse, por primera vez de una manera consecuente, a uno de sus eslabones perdidos. Europa occidental se sumerge en la crisis y en la crítica de las fuerzas de cambio, entendiendo que el tema obliga a pensar otra resolución del proyecto transformador, para que la revolución –de acontecer– sea auténticamente tal. Los países del bloque socialista, Polonia como expresión irrefutable, muestran en la confrontación pueblo-Estado autoritario, lo crucial de la democratización de la vida política, económica y cultural. En el plano de la discusión crítica –que alimenta y redefine hoy más que nunca las preocupaciones teóricas– el tema de la democracia opera todavía como un revulsivo: intranquiliza los esquemas que referían a modelos sociales, a sistemas de vida. No se trata entonces de “una nueva área de estudio”, sino del esfuerzo por una opción conceptual: hacer eje en lo democrático significaría pensar la mayoría de las respuestas otra vez.”

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derecho humano. Las radios comunitarias, populares y alternativas nacieron al margen de la ley 22.285, sancionada en 1980 por la última dictadura militar y vigente, con sucesivas modificaciones que tendieron a configurar un sistema de medios altamente concentrado y centralizado, hasta 2009. Entre las numerosas limitaciones que esta ley impuso al pleno ejercicio de los derechos a la libertad de expresión y a la información, lo que afectó en forma más directa a las nuevas radios fue la imposibilidad de que las organizaciones sin fines de lucro pudieran ser licenciatarias de frecuencias radiofónicas. Durante los años ´80 este marco de ilegalidad significó para las emisoras la amenaza de cierre y de decomiso por parte de los órganos de control dependientes del Poder Ejecutivo Nacional alentados por las denuncias de las radios privadas comerciales y sus asociaciones que advirtieron en las nuevas emisoras una competencia. En “La trama secreta de la radiodifusión argentina II. Los medios en la neocolonización”, Horvath (1988) dio cuenta en detalle de esta situación. En este contexto, las nuevas radios argentinas nacieron con la demanda por una nueva ley. Más aún, esta fue la principal demanda compartida por la cual las experiencias comenzaron a articularse en redes y asociaciones. Tal como lo señalaron Mata y Silveri (1988): Recientemente muchas emisoras no autorizadas, que tienen interés en que la nueva ley contemple su situación se han organizado en asociaciones de FM de bajas potencias comerciales y también en asociaciones de radios comunitarias, como ARCO. Este grupo de emisoras tiene especial interés en que la ley contemple la posibilidad de que asociaciones, organizaciones, cooperativas, etc. puedan acceder a licencias.

Pero sería injusto reducir esta demanda al particular interés de las nuevas radios por ser contempladas en un nuevo marco legal. Por el contrario, el reclamo de una nueva Ley de Radiodifusión implicaba la transformación y democratización de las políticas comunicacionales en su conjunto. En esto confluyeron las recién nacidas emisoras con otros actores sociales que desde la apertura democrática comenzaron a bregar, a través de numerosos proyectos y encuentros, por una normativa que garantizara la pluralidad de medios de comunicación; el acceso y la participación de los diferentes sectores de la sociedad a la radiodifusión; y un sistema de propiedad que incluyera a los sectores estatal, privado comercial y privado sin fines de lucro –o social participado, según la terminología de Uranga y Paquini Durán (1988)–. El derecho a la comunicación se convirtió, a modo de síntesis, en la aspiración que debía

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contemplar una nueva norma. De esta forma, se retomaban algunas de las principales demandas señaladas en el NOMIC y en las formulaciones de las PNC. No obstante, las radios comunitarias, populares y alternativas no esperaron la sanción de una nueva ley para ejercer este derecho. Aún a pesar de la norma vigente y de los frustrados intentos por modificarla, procuraron hacer efectivos el derecho a la libertad de expresión y el acceso a las frecuencias.

La demanda por una nueva ley se correspondió con intentos similares en otros países de América Latina32. Fue en los países del Cono sur, luego del fin de las dictaduras militares y a partir de la emergencia de las nuevas emisoras en un marco de ilegalidad, donde estos proyectos involucraron activamente, además de académicos, intelectuales y trabajadores vinculados a los medios, a las radios comunitarias, populares y alternativas.

La participación como idea-fuerza

En segundo lugar, la democratización de las comunicaciones estuvo profundamente ligada a la noción de participación. Según Uranga y Pasquini Durán (1988) la participación se constituyó en una de las “ideas-fuerza” contemporáneas, equivalente a democracia, cobrando fuerza en contraposición a un modelo de medios de comunicación caracterizado por la verticalidad, la unilateralidad y el autoritarismo de sus formas organizativas y de sus mensajes. Las investigaciones y los análisis sobre la radiodifusión argentina reconocieron la existencia de mecanismos de participación en las emisoras privadas comerciales y estatales. No obstante, coincidieron en considerar esos mecanismos como meramente formales, insuficientes o sujetos a la manipulación. En este sentido, Mata y Silveri sostuvieron (1988, p. 79): Si participación significa intervención en las programaciones en sus diferentes etapas de producción, incluyendo la etapa de decisión acerca de cómo decir y qué decir tal cual está ocurriendo con muchas emisoras comunitarias no autorizadas, en las radios culturales y comerciales no existen reales mecanismos de participación. (Mata, 1988)

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El frustrado intento de institucionalizar el proyecto RATELVE en Venezuela constituye un ejemplo en este sentido.

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Frente a esta tendencia, las radios comunitarias, populares y alternativas hicieron propia la participación como idea-fuerza y la constituyeron en uno de los ejes de su identidad. Así lo expresaron Mata y Silveri (1988, p. 85): Son las radios comunitarias no autorizadas las que, con dificultades, están buscando otro modo de entender y hacer efectiva la participación de los oyentes y vecinos. Y decimos con dificultades porque cuesta mucho romper el modelo de participación impuesto desde las radios comerciales a través de los mecanismos que hemos descripto.

En las nuevas emisoras, participación supuso, por un lado, el derecho de las comunidades y organizaciones a gestionar sus propios medios de comunicación en contraposición a la concentración de la radiodifusión en pocas manos. Por otro lado, también significó la inclusión de las voces de los sectores populares y de las comunidades en la toma de decisiones y programaciones de estas mismas emisoras. De esta manera, la libre expresión, erigida como pilar de los medios privados comerciales contra la intervención del Estado en el funcionamiento de las empresas periodísticas, extendió sus limites, fue recuperada y resignificada. La libre expresión se convirtió, entonces, en el derecho de los sectores excluidos de los medios de comunicación a decir sus palabras y a compartir sus músicas, sus historias, sus reivindicaciones y sus denuncias. Para su extensión y efectiva concreción, las radios promovieron acciones tendientes a motivar la participación de los sectores marginados.

En el énfasis puesto en la participación puede leerse una continuidad con los aportes y debates que venían desarrollándose en América Latina, más allá de las fronteras de nuestro país. Prácticamente no existen trabajos que, durante el período analizado, no pusieran el acento en la participación como condición constitutiva de la democratización de las comunicaciones, de la comunicación popular y alternativa y del tipo de radios que nos ocupa. Esto se expresó, por ejemplo, en la entrevista que la Revista Chasqui realizó al presidente y al vicepresidente de ALER (Velasco y Silguero, 1984, p. 6): “La idea de la participación –tan querida para el conjunto de ALER– ya es casi un lugar común”. Pero debajo de la superficie de este acuerdo pueden identificarse también debates o enfoques divergentes en torno a la participación. Veamos algunos de ellos. Frente a los discursos caracterizados como verticales, unidireccionales y autoritarios de los medios de comunicación comerciales, la participación fue directamente asociada a la construcción de nuevas relaciones de

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comunicación, basadas en el diálogo y la horizontalidad. Esto llevó a que algunos comunicadores y educadores privilegiaran las experiencias grupales, locales y artesanales como genuinas expresiones de la comunicación popular y alternativa por facilitar la construcción de relaciones dialógicas. Desde esta perspectiva, la masividad y la estructura técnica de los medios de comunicación se constituyeron en el centro de las críticas al ser consideradas uno de los principales motivos de la alienación de las masas. En consecuencia, “lo masivo fue satanizado” (Alfaro, 1988, p. 22). Frente a estas posiciones, la noción de masividad, propia de los medios de comunicación, comenzó a cobrar relevancia: la masividad también debía ser aspiración de la comunicación popular y alternativa. De esta manera se tomaba distancia o se confrontaba con aquellas tendencias que reducían la comunicación alternativa a experiencias pequeñas o marginales. Al respecto, Portales (1989, p. 93) consideró viables los sistemas de comunicaciones estrictamente artesanales, horizontales y al margen de la masividad en sociedades tradicionales no penetradas significativamente por “la ideología, la técnica y la comunicación transnacionales” pero cuestionó este modelo en sociedades, como las latinoamericanas, “cuyas estructuras tradicionales fueron destruidas por la penetración transnacional y en su reemplazo emergieron nuevas estructuras modernas y subdesarrolladas a la vez”. A modo de síntesis, propuso (1989, p 94): Que la comunicación alternativa es capaz de superar el cerco ideológico que le impone el predominio transnacional a condición que cumpla los siguientes requisitos: primero, que sea capaz de articular los flujos de comunicación horizontal y vertical; y segundo, que logre articular las formas de producción artesanal e industrial.

Desde el ámbito específicamente radiofónico, fue López Vigil (1984 a) uno de los primeros que hizo visible la condición de masividad de la radio en tanto medio de comunicación. En su caso, la masividad supuso la constitución de audiencias numerosas y diversas a través de programaciones atractivas capaces de interpelar a otros sujetos más allá de dirigentes e integrantes de las organizaciones populares con conciencia política. Para el autor, la fuerza de la masividad radicaba precisamente en la posibilidad de que estos grupos organizados se proyectaran a las grandes mayorías. Para eso, las programaciones no sólo debían contener mensajes reivindicativos o de denuncia, sino que debían abrirse y enriquecerse con todas las dimensiones de la vida del pueblo. La articulación de las ideas de participación y masividad no estuvo exenta de conflictos. Ya no se trataba sólo de abrir los micrófonos. Para López Vigil se

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trataba de formar e incorporar nuevos productores. Desde la Secretaría Ejecutiva de ALER, Sánchez (1989, p. 60) también recuperó la masividad como horizonte y potencia de las radios populares.

Por otra parte, comunicadores e intelectuales se esforzaron por precisar el estatuto de la participación en la definición de la comunicación popular y alternativa, así como su relación con los procesos de transformación social. Influenciados por la educación popular de Paulo Freire, una fuerte tendencia consideró la centralidad de la participación como camino para revalorizar la palabra del oprimido en el proceso de liberación de su conciencia y de construcción de su propia identidad. Según el análisis de Alfaro (1988, p. 3), esta perspectiva se fue desarrollando en la práctica concreta de los procesos microsociales, donde lo educativo se convierte en cualidad intrínseca del quehacer comunicacional, en la que el proyecto político aún está en la penumbra, pues los sujetos sociales, entendidos como movimientos y organizaciones se desarrollan hacia una ambigua utopía que en los últimos años ha tomado el nombre de protagonismo popular.

Siguiendo el análisis crítico de Alfaro (1988), desde esta perspectiva se privilegió el trabajo con la vida local y cotidiana de los oprimidos, pero se saltó demasiado rápido de la transformación macro a la microsocial. Bien diferente fue la posición de otros autores como Graziano (1980) que, si bien reconoció en la participación un rasgo de la comunicación alternativa, consideró que ésta era condición necesaria pero no suficiente para su definición. Para la autora no bastaba con la transformación de las relaciones de comunicación a través de nuevas formas dialógicas y horizontales. Por el contrario, la comunicación alternativa y popular debía estar articulada instrumentalmente, en alguna medida, con los proyectos políticos de las organizaciones y movimientos que luchan por la transformación de las relaciones sociales en su conjunto o de la estructura social en tanto totalidad. De esta manera, se diferenció explícitamente de las nociones de comunicación participativa y horizontal, así como de las experiencias de comunicación educativa en el ámbito rural, –que en muchos casos, aunque no en todos, procuraron construir relaciones dialógicas o vinculaciones con los receptores para hacer más eficaces las estrategias de desarrollo modernizador–. No obstante, la perspectiva de quienes pusieron el énfasis en la transformación estructural de la sociedad por sobre la construcción de relaciones horizontales y dialógicas tampoco estuvieron exentos de críticas. Como puede anticiparse, en ocasiones fueron cuestionados por relegar a un segundo plano la

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participación de los sujetos populares, con toda su conflictividad y ambigüedad, como condición para la transformación de las relaciones de comunicación signadas por la verticalidad y la unidireccionalidad. A modo de ejemplo, esto expresaba Kaplún (1983, p. 43): Preciso es reconocer que los representantes de la corriente “macro”, aún compartiendo y suscribiendo esa concepción horizontal de la comunicación, se hallan mucho más polarizados por las cuestiones de la información –cuya trascendencia, por lo demás, nadie niega– en tanto están relegando a un plano bastante secundario esta otra perspectiva, no menos importante, de la participación. (…) Es legítimo preguntarse si una eventual conquista de políticas nacionales masivas podría en las presentes condiciones operar una transformación en la naturaleza misma de la comunicación; o si tales políticas, en el actual contexto, no conducirían más bien a un cierto cambio de contenido de la información, pero sin modificar mayormente el sentido vertical y unidireccional de la mal llamada comunicación masiva.

Con palabras más contundentes, López Vigil (1984 a) sostuvo: Donde antes se anunciaban jabones o refrescos, ahora se anuncia revolución, pero seguimos con la misma metodología verticalista, impositiva. Se cambia el contenido, pero no se cambia ni la metodología (participativa, dialogal) ni lo que yo considero fundamental en lo popular, que es el cambio del productor.

Como puede verse hasta aquí, comunicación, participación y transformación social transitaron de manera articulada, pero tensionada.

Por otro lado, la valoración de la participación en tanto expresión de la palabra popular supuso un distanciamiento de los análisis y perspectivas inspiradas fundamentalmente en el marxismo frankfurtiano que se centraron en el poder de dominación de los medios de comunicación y que concibieron al receptor como pasivo e integrado a la ideología dominante a través de las industrias culturales. De manera creciente investigadores e intelectuales pusieron en cuestión, sin desconocer la hegemonía de las clases dominantes, la existencia de una manipulación de las ideas total y avasalladora a través de la comunicación. A modo de ejemplo, Armand y Michelle Mattelart hicieron explícito este giro –aunque no ruptura, según los mismos autores–, en una entrevista realizada por Kaplún en 1988. Como consecuencia, comenzaron a cobrar valor las resistencias de los sectores populares desde la instancia de la recepción –comprendiendo a los receptores como sujetos productores de sentido– así como la expresión de sus propias voces. Esto dio lugar a dos perspectivas. Aunque no de manera explícita, en numerosos trabajos y experiencias puede leerse cierta fetichización o sobrestimación de la participación popular, como palabra capaz de expresar positivamente la genuina identidad del pueblo, como palabra puramente

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resistente, contrahegemónica o contracultural. De ahí que la principal tarea de los medios fuera facilitar la expresión de esa palabra. Frente a esta perspectiva, también fueron numerosos los comunicadores e intelectuales que complejizaron y problematizaron esta caracterización. Uno de ellos fue Gonzaga Motta (1982, p. 89), quien sostuvo: …las manifestaciones populares difícilmente presentan un grado de autonomía integral, ni sus presiones están exentas de valores y de formas de la cultura que les son antagónicas. Los integrantes de los grupos populares están, en todo momento, en relación con otros grupos y les es imposible crear una cultura política enteramente independiente, una cultura que no sea ambigua en su naturaleza. Buscar manifestaciones populares “puras” es perder de vista la dialéctica social.

En la misma línea, a partir de la evaluación de la experiencia del cassette foro33 desarrollada con campesinos uruguayos, Kaplún (1989) cuestionó la concepción que presentaba a la comunicación participativa como necesariamente liberadora e inmune a la ideologización por emanar del pueblo. Releyendo las palabras de Marx según las cuales las ideas dominantes son las ideas de las clase dominante, así como las de Freire –“el dominador introyecta su ideología en el dominado y éste la internaliza y piensa con las categorías del dominador”–, concluyó que no toda comunicación generada por las clases populares responde a los verdaderos intereses de las mismas. Por el contrario, Kaplún se ubicó en una actitud crítica ante los mensajes populares al considerar que muchas veces reproducen y refuerzan los valores de la ideología y vehiculizan contenidos desmovilizadores que contribuyen a mantener al dominado en su condición de tal. Esto lo llevó a preguntarse acerca del rol de los animadores, comunicadores y educadores populares: como acompañantes en el proceso de automaduración y autodescubrimiento de los grupos populares, como creadores de condiciones para la participación y para contribuir a remover los obstáculos que la bloquean.

Otro de los aportes más relevantes en este sentido fue el de Martín Barbero (1983, p.5): Hablar de comunicación popular es hablar de comunicación en dos sentidos: de las clases populares entre sí (y cuando digo clases, estoy entendiendo los grupos, las comunidades, incluso los individuos que viven una determinada situación de 33

Creado por Mario Kaplún, el cassette foro fue un sistema de comunicación orientado a la educación, participación y organización comunitaria de adultos. El método, intergrupal y bidireccional, consistió en el intercambio de mensajes grabados en cassettes e inspiró a numerosas organizaciones latinoamericanas dedicadas a la educación popular.

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clase) pero estoy hablando también de la comunicación de las clases populares con la otra clase. Con aquella contra la cual se definen como subalternas, como dominadas. En ese sentido, decir comunicación popular es decir básicamente el conflicto. Un conflicto a través del cual se identifica la cultura y la vida de las clases populares, pero un conflicto en el que no se agota la identidad cultural de esas clases.

Martín Barbero (1983) concibió la comunicación popular como espacio de contradicciones y ambigüedades, donde la impugnación y la resistencia conviven con la complicidad, coexisten con la manera en la que lo popular vive, conflictivamente, de su propio contrario. ¿Qué estrategias desarrollaron las radios a partir de estas afirmaciones y debates, sin abandonar la valorada participación? Fue difícil hallar respuestas escritas o sistematizadas ante esta pregunta. De ahí el riesgo de que la participación fuera convertida, por las mismas experiencias, en fetiche.

Estrechamente ligado al énfasis en la participación, la democratización de las comunicaciones supuso, en tercer lugar, la configuración de un sistema de medios plural, en contraposición a unos discursos mediáticos que se caracterizaron como homogéneos y estandarizados, sea desde la selección musical, sea desde la construcción de las agendas informativas y la selección de sus fuentes. En este sentido, las nuevas radios comunitarias, populares y alternativas se identificaron desde su surgimiento con la expresión de las voces que no sonaban en las otras radios: las de los vecinos y vecinas, las de los jóvenes, las de las mujeres, las de los estudiantes, las de los trabajadores, las del pueblo.

Democratizar las comunicaciones, transformar la sociedad

Por último, pero no por eso menos importante, la democratización de las comunicaciones implicó el horizonte no sólo de transformar los sistemas comunicacionales sino también la sociedad, caracterizada por la injusticia y las relaciones sociales de desigualdad. Las radios comunitarias, populares y alternativas argentinas no nacieron por pura necesidad o deseo expresivo de quienes las crearon. Si bien entre las radios que emergieron por los años ´80 es posible ubicar numerosas experiencias orientadas exclusivamente a la expresión y experimentación radiofónica o al desarrollo empresarial en pequeña escala, las emisoras que se fueron identificando con las nociones de comunitarias, populares y alternativas fueron 66

herederas de las reivindicaciones políticas propias de los movimientos populares y de izquierda34. Para ilustrar esta afirmación basta con señalar que estas radios no nacieron de las voluntades de individuos aislados sino por iniciativa de sujetos con experiencias de militancias previas y con ciertos niveles de organización –centros de estudiantes, centros comunitarios, grupos parroquiales, partidos políticos u otras organizaciones sociales con base territorial–35. En la construcción de los nuevos medios de comunicación manifestaron su decisión de asumir su compromiso político en el ámbito de la cultura. De esta manera, pusieron en primer plano la dimensión cultural y comunicacional en los procesos de transformación social.

Simultáneamente, los trabajos producidos en otras regiones del continente hicieron particular énfasis en vincular la democratización de las comunicaciones con la transformación de las sociedades. Por ejemplo, Sánchez (1989, p. 61), integrante de la Secretaría Ejecutiva de ALER, al mismo tiempo en que reconoció la ausencia de un único modelo de radio popular, recuperó las palabras de Mata para identificar en el cambio social un rasgo común en experiencias diversas: Lo que existe son medios populares. Es decir, radios que en diversas circunstancias, respondiendo a orígenes y proyectos distintos, desarrollan una práctica comunicativa que se diferencia del modelo de comunicación radiofónica dominante porque son expresión de una opción que, en términos generales, puede caracterizarse como una opción de cambio. Esto se debe a que son parte de proyectos que buscan la transformación de injustas estructuras económicas y sociales, que perpetúan el poder de grupos minoritarios condenando a las grandes mayorías a la pobreza y marginación.

Las citas que pueden dar cuenta de la relación entre democratización de las comunicaciones y transformación de las sociedades son numerosas, aunque la afirmación de esta regularidad resulta aún un tanto general. Bajo su superficie subyacen posicionamientos diferentes e, incluso, en tensión. No siempre es fácil identificarlas, pues rara vez los trabajos hicieron explícita su adhesión a perspectivas 34

Las primeras referencias sobre la explosión de las FM de baja potencia en Argentina a mediados de los años ´80 suelen nombrar como un todo este conjunto de experiencias con fines y orígenes divergentes. Paulatinamente, desde los mismos espacios de encuentro de estas emisoras y desde las reflexiones expresadas por comunicadores e intelectuales en diversos artículos se procuró establecer distinciones. En este sentido, en “La trama secreta de la radiodifusión argentina II. Los medios en la neocolonización” Horvath (1988) procuró dar cuenta, aunque todavía de manera un poco imprecisa, de la heterogeneidad incluida en este conjunto. 35 Desarrollamos esta hipótesis sobre los orígenes de estas emisoras en un trabajo anterior: Kejval (2009). Truchas. Los proyectos político culturales de las radios comunitarias, alternativas y populares argentinas. Prometeo y Carrera de Cs. de la Comunicación de la UBA, Buenos Aires.

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políticas o teóricas –tal vez una excepción sea la adscripción de algunos autores a la pedagogía crítica de Paulo Freire y a la posterior educación popular–. Aún así, intentaremos abordar algunos de ellos.

En la segunda edición de “Comunicación alternativa y cambio social” Simpson Grinberg incluyó un artículo en el que se propuso analizar las tendencias predominantes en la investigación sobre comunicación alternativa en América Latina. Allí distinguió dos perspectivas principales:

1.

Para la primera de ellas, la comunicación alternativa emergió como respuesta a

la estructura transnacional de los medios masivos y al carácter intrínsecamente unidireccional y autoritario de los mensajes que vehiculizan. Según las posiciones más extremas dentro de esta tendencia, la propia estructura técnica de los medios masivos constituye un obstáculo para la participación

y la democracia

comunicacional. De allí se deriva la valoración de experiencias de carácter grupal y artesanal al margen de los medios de comunicación. Según otras posiciones, el carácter autoritario de estos medios no se deriva necesariamente de su forma tecnológica sino de su posesión monopólica por parte de las clases dominantes y de su racionalidad mercantil. Simpson ubicó los aportes de Portales (1989) y de Reyes Matta (1989) dentro de esta perspectiva. No obstante, para Simpson (1989, p. 40) la comunicación alternativa no sólo constituye una respuesta frente a las estructuras transnacionales y mercantiles, sino un proyecto que cuestiona “la concentración del poder comunicacional independientemente de las razones que se aduzcan para legitimarlo”. De esta manera, cuestionó al mismo tiempo la concentración de la comunicación en las empresas privadas transnacionales como nacionales, en el Estado capitalista como en el socialista.

2.

La segunda de las tendencias distinguidas por Simpson se sintetiza en lo que el

autor llamó “hegemonía de las vanguardias político culturales”. Esta perspectiva se fundamenta explícita o implícitamente en la llamada teoría de la vanguardia, “cuyo núcleo conceptual definitorio es el papel dirigente que se adjudica a las élites políticointelectuales como depositarias del saber teórico e histórico –que deben transmitir a las masas para que éstas puedan cumplir con su misión revolucionaria–.” (Simpson, 1989). Desde este enfoque, sólo se consideran experiencias válidas de comunicación 68

alternativa aquellas que se desarrollan en el seno de una organización política como parte de una estrategia de cambio de la sociedad en tanto totalidad. Simpson ubicó dentro de esta perspectiva las conceptualizaciones de Graziano (1980) citadas páginas atrás. Fueron numerosas las críticas que le mereció esta tendencia: el carácter instrumental que asume la comunicación en tanto transmisión de mensajes liberadores creadores de conciencia en las bases o masas, la concepción “neoconductista” supuesta en esta afirmación, la desestimación de toda praxis de comunicación autoemancipadora o de carácter espontáneo, una concepción del poder centrado en el Estado en contraposición a la idea del poder latente y manifiesto en toda la trama social –dentro y fuera del Estado–, las consecuencias de la teoría de la vanguardia en tanto legitimadora del poder de una elite y supresora de la autonomía popular en el curso de los procesos políticos sociales.

Frente a las dos tendencias recién sintetizadas Simpson propuso relativizar y dar historicidad a la noción de comunicación alternativa: Diremos que es alternativo todo medio que, en un contexto caracterizado por la existencia de sectores privilegiados que detentan el poder político, económico y cultural –en las distintas situaciones posibles desde el sistema de partido único y economía estatizada hasta los regímenes capitalistas de democracia parlamentaria y las dictaduras militares– implica una opción frente al discurso dominante; opción a la que confluyen, en grado variable, los sistemas de propiedad, las posibilidades de participación de los receptores en la elaboración de los mensajes, las fuentes de financiamiento y las redes de distribución, como elementos complementarios.

La praxis social de la cual emergen los medios de comunicación alternativa, así como el contexto político y social en que se insertan, se tornaron centrales en esta concepción, ya sea por lo que posibilitan o por los límites que imponen.

En la descripción de las dos tendencias predominantes en la investigación sobre comunicación alternativa Simpson no se detuvo en una de las tradiciones de más larga data en América Latina. Probablemente porque más que de una tendencia investigativa se trató de una perspectiva que permeó a una praxis –en tanto práctica reflexionada–. Se trata de aquella que tuvo su origen en las radios católicas influenciadas por la teología de la liberación y la pedagogía crítica de Paulo Freire. Comprometidas o inscriptas en procesos de transformación social, estas emisoras asumieron los procesos de comunicación como una tarea educativa de carácter concientizador tendiente a contribuir en la construcción de la identidad del pueblo y,

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en consecuencia, a su liberación. Muchas veces en estas experiencias la comunicación fue comprendida como medio para promover la movilización y fortalecer la organización de los sectores populares. Muchos textos dieron cuenta de esta perspectiva, particularmente los publicados en la Revista Chasqui. La inscripción de la comunicación alternativa en los procesos de transformación social abrió, al mismo tiempo, la pregunta por los sujetos protagonistas de estas transformaciones. Si en las décadas precedentes fue la clase la noción central con la que se definió a estos sujetos, así como las organizaciones políticas ligadas a ella –partidos, sindicatos, organizaciones campesinas y movimientos políticos–, diversos trabajos dieron cuenta de un desplazamiento de la clase al pueblo y, posteriormente, a los movimientos sociales como nociones centrales. A partir de la relectura de sus propias experiencias en Chile durante el gobierno de Salvador Allende, Armand y Michelle Mattelart (Kaplún, 1988, p.5) dieron cuenta de este desplazamiento: Pues bien: lo que ha cambiado en nuestra trayectoria en estos últimos quince años es que finalmente hemos aprendido que la clase no lo resuelve todo. Ni lo contiene todo. Junto a la problemática de clase hay otros intereses categoriales. Y ése es el aporte, la enseñanza de los llamados "movimientos sociales": el movimiento femenino, el ecológico, el de los derechos humanos, etc. Con la aparición de esos otros intereses – que ora se cruzan, ora se conjugan con los de clase–, se abren nuevos espacios en el campo de las reivindicaciones. De un mundo sólo centrado en las luchas que tienen como escenario a la producción, se pasa a resistencias situadas en un campo mucho más multívoco y vasto; las luchas por los derechos de la mujer, por los derechos humanos, por la defensa del medio ambiente... Y, más aún, esos nuevos problemas ponen un signo de interrogación muy fuerte sobre el modelo mismo de desarrollo productivista: un aspecto demasiadas veces dejado de barbecho por un movimiento obrero que no cuestionaba ese modelo sino que, por el contrario, lo legitimaba y hacía suyo en forma acrítica.

Siguiendo a los autores, como consecuencia de este desplazamiento la concepción del sujeto popular desbordó el mundo de la producción y su racionalidad; se ensanchó para incorporar otras dimensiones de la vida cotidiana, lo afectivo y el sentir. La noción de pueblo se complejizó y se enriqueció con múltiples facetas. No obstante, Armand y Michelle Mattelart observaron que en el reconocimiento de este tránsito se corría un riesgo: el de dejar de lado la problemática de la clase. En sus propias palabras: Pero, sin embargo, a estas alturas de nuestro periplo creo fundamental establecer una precisión. Y es que, en ese tránsito de la problemática de clase a la de movimiento se puede olvidar, perder por el camino, dejar de lado la problemática de clase. (…) No basta con asumir una perspectiva de movimiento si a partir de allí no se llega a

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formular una alternativa política para los pueblos sometidos a la opresión y a la explotación. Quiero subrayarlo, porque para mí esto es importantísimo.

Como puede anticiparse, las radios comunitarias, populares, alternativas también estuvieron atravesados por las tensiones y debates entre las nociones de clase, pueblo y movimiento; entre los conflictos propios del mundo de la producción y otras dimensiones de la vida de los sectores subalternos. Páginas atrás señalábamos que los años ´80 fueron un tiempo prolífico en relación a la producción de publicaciones, seminarios y debates en torno a la radio popular y alternativa, así como sobre la más general comunicación de este tipo, en toda América Latina. En algunos de los textos publicados pueden leerse las tensiones entre comunicadores e intelectuales, entre quienes realizaban concretas experiencias de comunicación popular a pequeña escala y quienes diseñaban en abstracto posibles transformaciones macrosociales –Kaplún (1983), Rosario (1984), Alfaro (1988)–. Gran parte del esfuerzo de estos trabajos estuvo orientado a precisar y delimitar nociones que iban cobrando fuerza: comunicación y radio popular, comunicación y radio

alternativa,

comunicación

horizontal,

comunicación

participativa,

contrainformación. Pero muchas veces los calificativos popular y alternativo funcionaron como equivalentes: los autores recurrieron a uno u otro sin establecer distinciones. La radio y la comunicación comunitaria aún no emergían con fuerza en los escritos y en los debates. Hubo que esperar a la década del ´90, conjuntamente con la fundación del capítulo regional de AMARC, para que ello ocurriera en el continente.

La puesta en relación de todas estas producciones latinoamericanas nos permitieron reconocer un conjunto de regularidades, pero también de perspectivas y posicionamientos divergentes. Luego del silenciamiento forzoso impuesto por la última dictadura militar, nuestro país fue recuperando parte de las producciones latinoamericanas de los años ‘80. En esta tarea jugaron un papel fundamental los comunicadores e intelectuales exiliados que tuvieron protagonismo en otros países de la región, así como algunas instituciones nacionales dedicadas a la comunicación con inserción en redes internacionales y latinoamericanas. No obstante, no todos los aportes y debates que se dieron a nivel regional tuvieron su correspondencia en Argentina. Podría afirmarse que las radios comunitarias, populares y alternativas los

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fueron recuperando paulatinamente, a medida que fueron precisando y reflexionando acerca de sus propias identidades tras su vertiginoso surgimiento. Será la década de los ´90 el tiempo en que algunos de ellos resuenen con más fuerza en las experiencias de nuestro país.

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V LOS AÑOS ´90: RESISTIR E INTENTAR INCIDIR

Nos ocupa ahora una larga década. Larga porque es un consenso entre muchos fijar su comienzo en algunos hitos históricos en nuestro país y en el mundo fechados en 1989: la crisis económica que acabó anticipadamente con el gobierno de Raúl Alfonsín; la llegada de Carlos Menem a la presidencia y, con él, la rápida y plena implementación del capitalismo neoliberal que ya había mostrado sus primeras señales durante la última dictadura cívico militar; el desmoronamiento del muro de Berlín y del bloque soviético. Larga porque se puede fijar su cierre en la profunda crisis económica, social y política que derivó en las movilizaciones de diciembre de 2001, su represión y la consecuente renuncia de Fernando De La Rua a la presidencia de la Nación. Como lo hicimos en el capítulo anterior, en este apartado nos proponemos identificar las principales significaciones, con sus regularidades y tensiones, a las que estuvieron ligadas las radios comunitarias, populares y alternativas argentinas durante esos años. Asimismo, pondremos en relación estas significaciones con aquellas que se produjeron y circularon en el resto de América Latina.

Después del boom, la búsqueda de identidad Durante los años ‘90 las publicaciones que dieron cuenta de las radios comunitarias, populares y alternativas argentinas se multiplicaron respecto de lo producido años atrás. En este sentido, jugaron un papel fundamental instituciones orientadas a la comunicación popular y educativa como el Centro de Comunicación La Crujía, el Centro Nueva Tierra y el Instituto de Cultura Popular (INCUPO). También la revista Causas y Azares, integrada por docentes, graduados y estudiantes de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires, y la revista Oficios Terrestres de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. Fue también objeto de reflexión de comunicadores comprometidos con la democratización de las comunicaciones como Ricardo

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Horvath. Por último, y tal vez lo más significativo, durante esta larga década las radios publicaron sus propios libros y artículos donde sistematizaron sus historias y reflexionaron sobre sus identidades. Es el caso, por ejemplo, de “La Tribu. Comunicación Alternativa”, donde el colectivo de FM La Tribu relató sus diez primeros años de vida (La Tribu, 2000). O el de “FM De La Calle. Una historia que merece ser contada”, donde dos de sus fundadores sistematizaron la trayectoria de la emisora de Bahía Blanca (Galavotti y Randazzo, 2001). Es el caso también del artículo “La nueva ola” escrito por Bregaglio y Tagle (1992), ambos integrantes de la cordobesa FM Sur. Todas estas instituciones, radios y comunicadores no sólo tematizaron acerca de las jóvenes emisoras argentinas. En busca de contribuir a la construcción de su identidad, también fueron incorporando las historias de las emisoras de otras latitudes de América Latina y de Europa, en ocasiones como retazos fragmentados escasamente contextualizados. Así comenzaron a resonar las radios mineras bolivianas; la transformación de las escuelas radiofónicas en emisoras populares; las radios insurgentes de El Salvador, Cuba y Nicaragua; las radios libres italianas. A su vez, estas publicaciones fueron recuperando los consensos y los debates que atravesaban a las asociaciones de radios populares y comunitarias latinoamericanas como el desafío de no automarginarse y tornarse masivas, la propuesta de la construcción de ciudadanía como nuevo horizonte y la misión de incidir en la opinión pública, entre otras ideas.

Para completar este panorama, durante los años ‘90 se intensificó en el país la circulación de publicaciones producidas por las dos asociaciones que nucleaban a las emisoras comunitarias, populares y alternativas a nivel latinoamericano: la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER) y la Asociación Mundial de Radios Comunitarias en su capítulo América Latina y Caribe (AMARC ALC). También de asociaciones e instituciones latinoamericanas que dedicaron atención a la comunicación comunitaria, popular y alternativa, como la Revista Chasqui, editada por CIESPAL, las revistas académicas Diálogos de la Comunicación editada por la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social (FELAFACS), y Signo y Pensamiento editada por la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia y de los artículos y publicaciones de la Asociación peruana CALANDRIA.

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Si bien a primera vista este recuento puede parecer extenso y diverso, es posible afirmar que en este conjunto de intervenciones predominaron aquellas que provenían de las mismas radios, de sus asociaciones, de instituciones con una fuerte orientación hacia la comunicación comunitaria, popular y alternativa y de aquellos comunicadores e intelectuales que asumieron un explícito compromiso con estas experiencias. Es decir, si en los años ‘80 las reflexiones y los debates latinoamericanos en torno a la comunicación popular y alternativa permearon en amplios y diferentes espacios académicos y profesionales, durante los años ‘90 se fueron concentrando en aquellos actores que hicieron propio el compromiso de desarrollar y fortalecer este tipo de comunicación o que continuaron viendo allí una potencia transformadora. A modo de ejemplo, en un artículo publicado en la revista Causas y Azares Rodríguez Esperón y Lamas (1995, p. 141) sostenían: “en los últimos encuentros y congresos de investigadores y/o profesionales del campo de la comunicación, se destaca llamativamente la eliminación de los temas y problemáticas referidos a la comunicación alternativa”. Y agregaban que allí donde tenían presencia, ocurría periféricamente. A partir de aquí no es difícil interpretar que para muchos intelectuales y comunicadores las radios comunitarias, populares y alternativas dejaron de ser una opción viable capaz de producir transformaciones significativas en una época en que el capitalismo neoliberal lucía su hegemonía y el poder comunicacional se concentraba crecientemente.

En este contexto, la mayor parte de las producciones que mencionamos y que iremos convocando para el análisis compartieron, aún desde perspectivas críticas, el compromiso con la comunicación popular y alternativa. No obstante, hablan desde orígenes institucionales, perspectivas teóricas y opciones políticas que están lejos de ser homogéneas. Aún así, no siempre es fácil advertir las divergencias. En general, en vez de ser explícitas quedan opacadas entre líneas, en el privilegio de unas palabras sobre otras, en las pertenencias institucionales de sus autores. Si los años ‘80 fueron prolíficos en el debate sobre la comunicación popular y alternativa, en los años ‘90 la discusión explícita fue más bien la excepción. Durante su vertiginosa emergencia las nuevas radios se habían nombrado y habían sido denominadas de múltiples formas: de baja potencia, libres, participativas, piratas, truchas, barriales, comunitarias, populares, alternativas, simplemente “otras

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radios”. En los primeros años de la década de los ‘90 esta tendencia persistió, pero poco a poco puede leerse la búsqueda por precisar una identidad que se expresara en las formas de nombrarse. La primera operación fue distinguirse en el vasto mar de las emisoras de baja potencia. No se trataba de pequeñas empresas radiofónicas, ni de emprendimientos familiares, ni del oportunismo de partidos políticos locales, ni de experimentos llevados adelante por grupos de amigos. El artículo de Lamas y Lewin (1995, p. 71 a 73) es un ejemplo de esta búsqueda. Allí los autores sostenían: Las radios como refugios reflexivos y de expresión. Lugar de encuentro con iguales, defensa de espacios autogestionados, confrontación al discurso hegemónico de los medios masivos de difusión, creación de medios contraculturales, participación en instancias de construcción política alternativa que dispute poder, pueden ser tramos del camino recorrido más tarde en cuanto muchas de esas experiencias necesitaron definiciones que profundizaran el para qué. (…) Luego de los primeros meses en el aire comenzó una búsqueda de definiciones de fondo.

La segunda operación fue, entonces, encontrar los modos de nombrar a las nuevas experiencias y dotarlas de identidades propias. En consecuencia, algunos calificativos comenzaron a resonar con mayor intensidad: comunitarias, populares, alternativas. En ese proceso de construcción identitaria tuvieron fuerte incidencia las asociaciones y perspectivas latinoamericanas en la materia. En 1980 ALER hizo explícita su opción por la radio popular. Asimismo, en 1983 se creó AMARC y en 1990 instaló su primera oficina para la región latinoamericana y caribeña. Como vimos capítulos atrás, desde su creación esta asociación promovió la noción de radio comunitaria36. Por otra parte, desde los ámbitos universitarios de izquierda se continuó utilizando la noción de radio alternativa. Como puede verse, las radios argentinas no inventaron sus propios nombres, sino que recuperaron y dialogaron con las identidades que se venían construyendo en la región. Generalmente, las nociones de radios comunitarias, populares y alternativas se utilizaron indistintamente, casi como sinónimos. Muchas veces se privilegió un nombre antes que otros, aunque sin precisar los motivos en los que se fundaba la elección, sin hacer explícitas las diferencias entre unas y otras nociones. De ahí que ocasionalmente a lo largo de toda la década algunos intelectuales o instituciones, tanto argentinas como latinoamericanas, destinaron esfuerzos a intentar delimitar conceptualmente y debatir los alcances de cada noción. Por ejemplo, en el ya citado artículo de Lamas y Lewin (1995) los autores se propusieron delimitar los conceptos de radio alternativa, radio comunitaria y, la 36

Desarrollamos con más profundidad las trayectorias de estas redes latinoamericana, ALER y AMARC ALC, y sus opciones conceptuales en el capítulo precedente “Comunitarias, populares y alternativas”.

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menos utilizada, radio alterativa. A su vez, como mencionamos en un capítulo anterior, Mata (1993), siendo integrante del Comité Ejecutivo de ALER, publicó en la Revista Chasqui el artículo “¿Radio popular o comunitaria?” donde distinguió esas dos nociones. Por otra parte, en “Barrio Galaxia. Manual de comunicación comunitaria” editado por el Centro Nueva Tierra, Balán (2000) junto a otros autores distinguieron la comunicación popular de la comunitaria. Más allá de estos y algunos otros intentos, en los materiales consultados no es fácil hallar consensos acerca de las diferencias entre la radio popular, la comunitaria y la alternativa –y la menos utilizada radio alterativa–. Como lo advirtieron Geerts y Van Oeyen (2001, p. 41), Las posiciones en este debate fueron -y aún son- en buena parte inspiradas por simpatías institucionales, lo que no ha facilitado una discusión constructiva. A pesar de esta dificultad, en la práctica de los proyectos de comunicación el uso de los diferentes conceptos se ha ido mezclando, lo que no siempre ayudó a clarificar el rumbo de los proyectos.

De algún modo las semejanzas entre las experiencias parecían ser más visibles y relevantes que sus diferencias y contradicciones. La radical oposición a un sistema de medios de comunicación crecientemente concentrado y a un Estado que implementaba salvajemente el capitalismo neoliberal tornó a estos significantes equivalentes. Si bien unas y otras palabras no necesariamente nombran lo mismo, las denominaciones comunitarias, populares y alternativas siguieron circulando, la mayoría de las veces, sin claras distinciones entre sí.

Pinceladas de la época

En la gran mayoría de las publicaciones analizadas, tanto las que refieren específicamente a las radios argentinas como a las latinoamericanas en su conjunto, es posible encontrar caracterizaciones sobre los años ’90 en clave social, económica, política o cultural. Casi siempre la época se caracterizó en términos de crisis y adversidad. Algunos ilustraron aquellos tiempos a través de acontecimientos significativos: los indultos de Menem a los genocidas, el fin de la Historia y de las ideologías anunciados por Fukuyama, el desmoronamiento del muro de Berlín, las privatizaciones de las empresas nacionales, la derrota electoral del sandinismo en Nicaragua, las leyes de reforma del Estado y de flexibilización laboral. Otros dan cuenta de procesos. Sintetizaremos algunos de ellos a modo de gruesas pinceladas,

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pues las radios comunitarias, populares y alternativas fueron constituyendo sus principales significaciones y, en consecuencia, sus identidades en relación con estos procesos. Las reflexiones de Huergo (2001) son útiles para organizar la síntesis y se complementan aquí con otros aportes. Lejos está de nuestra pretensión realizar aquí un análisis exhaustivo de la época. Cada una de las tendencias que mencionamos a continuación mereció infinidad de reflexiones desde las ciencias sociales que sería imposible abordar en este marco. Se trata de recuperar sintéticamente un conjunto de procesos estrechamente relacionados que sobresalieron como caracterizaciones del contexto en las publicaciones sobre y de las radios que nos ocupan. •

La profundización de la brecha entre sectores populares y dominantes,

resultado de la implementación de los modelos políticos y económicos denominados neoliberales. Esta brecha generó situaciones de creciente pobreza, marginalidad, desempleo, precariedad laboral, analfabetismo y enfermedades viejas y nuevas. A modo ilustrativo, Bregaglio y Tagle (1992, p. 235), por entonces integrantes de FM Sur de Córdoba, se referían a esta situación: Solía considerarse a la Argentina como un país rico. Sin embargo, casi en el umbral del sigo XXI, está sufriendo una de las peores crisis de su historia. Muchos argentinos pensaban que con el advenimiento de la democracia en 1983, iba a volver también la prosperidad económica. Pero cuando apenas han transcurrido tres años del Gobierno peronista de Carlos Menem, sus políticas neoliberales no han hecho sino empeorar la situación. (…) Se han incrementado de modo dramático la pobreza y el paro, la riqueza se está concentrando en unas pocas manos. El crimen urbano, la apatía y la desesperación están en aumento. (…) El desempleo creciente junto con las medidas antisindicales del Gobierno de Menem han dejado a los trabajadores desmoralizados y sin cobertura.



La privatización de los servicios públicos y las empresas nacionales, así como

la reducción del rol del Estado. Así daban cuenta de este proceso Geerts y Van Oeyen desde ALER (2001, p. 50): El modelo neoliberal, en su reclamo por la total libertad de empresa y apertura de mercados, tiene como ingrediente básico un estado reducido a la función de árbitro. El estado empresario debe desaparecer y dejar de cumplir el papel de protector para los pobres. El discurso formal es terminar con el estado burocrático y corrupto latinoamericano. Bajo esta bandera el capital nacional y sobre todo el transnacional se apoderan de las empresas estatales. Al mismo tiempo las conquistas laborales deben “adecuarse a los requerimientos del mercado”. Es la hora de la privatización no sólo de las empresas estatales productivas, sino ahora también de los servicios básicos, la seguridad social, la salud pública y la educación. Es en los países del Cono Sur, primero en Chile y luego en Argentina donde el ajuste estructural se aplica con más severidad.

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La crisis de las formas representativas de la democracia y de sus instituciones,

que padecieron falta de reconocimiento y pérdida de credibilidad. Además, las viejas instituciones formadores de sujetos como la escuela, los sindicatos y los partidos políticos fueron perdiendo legitimidad social. Por lo tanto, se debilitaron significativamente los procesos identificatorios a través de estas instituciones. Lamas (1996, p. 22) lo expresaba de este modo: “Vivimos un tiempo en el cual los referentes del sistema organizacional (familia, escuela, trabajo, religión) ven tambalear su antigua centralidad.” •

La creciente centralidad del mercado como escenario de relaciones sociales, lo

cual tuvo como fenómeno asociado la despolitización de los sujetos, sus prácticas y sus cuerpos, así como el crecimiento del individualismo. En este contexto, los ciudadanos se igualaron a los consumidores, los clientes o los recursos humanos y emergieron nuevas identidades de mercado. Esto significó que los cuerpos y las comunidades comenzaron a ser hablados y localizados desde/en la trama imperante del mercado a la vez que se abandonaron otras formas de construcción identitaria. Lamas y Tordini (2000, p. 270), por entonces integrantes de FM La Tribu de Buenos Aires, recurrieron a las palabras de Dardo Scavino en el momento de dar cuenta de este proceso: No, lo grave no es la desconfianza en los políticos sino la desaparición de lo político, como esa dimensión de decisiones colectivas. Lo grave es nuestra privatización. Porque ya no creemos en la palabra dada por los dirigentes, es cierto, pero a cambio depositamos nuestra confianza en el mercado y sus promesas de redención individual. Y esto, como vimos, es un dispositivo de dominación mucho más sutil, taimado y efectivo.



La globalización de la economía y de la cultura. ALER (1996) definió la

globalización económica en términos de la conformación de una nueva economía mundial interconectada, con un gran intercambio de bienes, trabajadores, tecnología, información y capital consecuencia de la necesidad del capital de crecer y buscar nuevas formas de generar ganancias. Estas circunstancias exigieron la liberalización de las economías de los países: esto es, entre otras cosas, la eliminación de trabas al libre comercio y a la inversión. A su vez, la globalización de la economía tuvo su correlación en la globalización de la cultura. Como consecuencia, a pesar de la aparente pluralidad y variedad de la “aldea global”, se homogenizaron valores y

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modos de vida, se desdibujaron identidades colectivas y nacionales. El desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación jugó un papel central en este proceso. •

La creciente centralidad de los medios masivos de comunicación en la cultura

y en la sociedad. Algunos autores llamaron a este proceso mediatización de la cultura y de la política37. Los medios de comunicación se transformaron en uno de los principales escenarios de visibilización y legitimación de acontecimientos, ideas y sujetos. Como señalaron Lamas y Lewin (1995, p. 85), integrantes de FM La Tribu, “existe la convicción de que la palabra nos constituye y que no estar en el tejido mediático es no existir”. A su vez, el espacio público en tanto lugar de deliberación y confrontación acerca de los asuntos que interesan e involucran al conjunto de la sociedad, espacio indispensable para el ejercicio democrático, se fue desplazando de las plazas, las calles, los partidos políticos, los sindicatos, el Congreso y otras instituciones democráticas hacia las pantallas de televisión, la radio y las tapas de los diarios. Pero paralelamente a estos procesos, los medios de comunicación sufrieron un fuerte proceso de concentración horizontal y vertical en manos de capitales nacionales y transnacionales. Orientados por el lucro y el rating como fines, en ellos “lo real” se espectacularizó. Los medios de comunicación que permanecieron bajo la gestión de los Estados nacionales, provinciales o municipales asumieron más el carácter de medios de propaganda gubernamental que el de medios públicos plurales garantes del derecho a la información. •

La preponderancia de relatos que presentaron al neoliberalismo como el único

camino o modelo posible. Así lo expresaba ALER (1996, p.5): Se plantea que el liberalismo económico y su sistema democrático son la mejor forma posible de organizar la economía y la sociedad. Como ya no hay oposición 37

Retomando a Guillermo Sunkel, Mata (1992, p. 65 a 67) define la mediatización de la política del siguiente modo: “En términos globales, por mediatización de la política se entiende el proceso en y por el cual los medios de comunicación masivos –preferentemente los que emplean tecnología audiovisual e informática– imponen crecientemente su lógica en la construcción de la realidad política.” Entre otras cosas, para la autora esto significa: - Que los medios “son los principales mediadores entre los espacios clásicos de la política o tradicionalmente legitimados como tales (el gobierno, el parlamento, los partidos) y la ciudadanía, transformada en público masivo”. - “La construcción de nuevos espacios de procesamiento, debate y legitimación de ideas políticas a través de estrategias y géneros menos emparentados con la argumentación racional que con la adhesión afectivo-emocional”. - La remodelación de las formas de sociabilidad en una época de creciente complejidad de la vida urbana y notoria regulación tecnológica de la cotidianeidad.

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fundamental a este sistema, se anuncia que él es el camino para que el mundo llegue a una paz y armonía duraderas.

Como consecuencia, la sociedad fue perdiendo sentido y se transformó en una modalidad de apremio y de depredación. En este contexto, muchos sueños y proyectos globales se debilitaron. •

La expansión de la sensación de incertidumbre y el resquebrajamiento de la

idea de futuro. En su lugar, la llamada sociedad de los consumidores consagró, contra toda idea de futuro –a la cual reprime y excluye–, un presente perpetuo. Bregaglio y Tagle (1992, p. 236) sostenían al respecto: Una nueva cultura basada en el desempleo y la economía informal o subterránea está tomando forma y, al contrario de una cultura asentada en la dignidad del trabajo, ésta tiende a degradar, marginar y destruir toda esperanza para el futuro.



El debilitamiento y la fragmentación del movimiento popular y sus

organizaciones. Desde ALER, Geerts y Van Oeyen (2001, p. 52 y 53) caracterizaron: En diversos países como Chile, Argentina, Paraguay, El Salvador, Guatemala, la represión militar fue el factor que inició el debilitamiento del movimiento popular. (…) Sin embargo, la desmovilización general se dio más tarde y fue resultado directo del ajuste neoliberal. (…) En Chile y Argentina ya no hay aglutinante para otro proyecto político. La desaparición del horizonte o del referente político (el socialismo) aumentó la desorientación de muchas organizaciones.

Asimismo, las derrotas sufridas por los socialismos en América Latina y en el mundo, así como el reconocimiento de diferencias culturales, étnicas, religiosas, de género, generacionales y sexuales, impactaron en el resquebrajamiento de nociones como “clase” o de un sujeto popular unificado. En este contexto, el “nosotros” –situación básica de identificación– ya no fue un nosotros global. En su lugar emergieron nuevas modalidades de expresión de lo político en tanto microprocesos identificatorios y de formación de sujetos. •

Como contracara respecto de todo lo anterior surgieron, sin embargo,

múltiples y diversos movimientos sociales que, en mayor o menor medida, representaron la puesta en escena, en diálogo y en praxis de sujetos, fuerzas sociales y contradicciones del sistema aún en un clima de pérdida de una visión global de la sociedad.

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Algunas radios, asociaciones e instituciones pusieron en relieve algunos procesos antes que otros. O dieron cuenta de ellos desde perspectivas teóricas y políticas diferentes. Aún así, en relación a estas caracterizaciones que las radios comunitarias, populares y alternativas comenzaron a estar ligadas a determinadas significaciones en el proceso de construir sus propias identidades. De esto nos ocupamos en las próximas líneas.

Resistir al neoliberalismo

En el capítulo anterior analizamos la centralidad que asumió la idea de democratizar las comunicaciones para democratizar las sociedades como horizonte interpelador para las radios que acababan de nacer en nuestro país en el contexto de recuperación democrática de los años ‘80. En la década de los ‘90 este significante continuó vigente. Las citas que podrían ilustrar esta afirmación son numerosas: las publicaciones de AMARC y las de ALER, las historias singulares de algunas emisoras, las intervenciones de intelectuales del ámbito de la comunicación. Recurramos sólo a una para ejemplificar. Galavotti y Randazzo (2001, p. 25) se refirieron al sueño que inspiró la fundación de FM De La Calle de Bahía Blanca de este modo: El sueño era poner una radio: pasar la música que nos interesaba difundir, decir todo lo que ocurría en la ciudad, no sólo una parte, o la más linda o la policial, no cobrar por las gacetillas de prensa, no discriminar, darle espacio a los creadores locales. Democratizar los medios. ¿Por qué democratizar los medios? Simplemente porque había varios medios de difusión, pero todos sonaban al mismo compás.

No obstante, al analizar decenas de artículos y libros es posible afirmar que en la nueva década la democratización de las comunicaciones ocupó una posición, aunque relevante, menos central. En su lugar, la idea de oposición radical al neoliberalismo en términos económicos, sociales, políticos y culturales emergió como idea fundamental en la constitución de las identidades de las emisoras. De lo que se trataba era, en pocas palabras, de intentar resistir una época que se presentaba profundamente adversa. Y, por qué no, de intentar incidir en su transformación.

Con la sola palabra neoliberalismo muchas veces se condensaron algunos de los procesos descriptos en las páginas anteriores. Asimismo, el antagonismo respecto

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de este modelo permitió articular significaciones –y proyectos–. Muchas veces, estas significaciones se expresaron en términos de tareas político comunicacionales que las radios debían asumir para sí. A continuación las iremos desplegando.

Frente a la creciente centralidad de los medios de comunicación en la cultura y en la sociedad, uno de los fundamentos de las radios comunitarias, populares y alternativas se basó en la explícita decisión de intervenir políticamente desde el territorio de los medios de comunicación audiovisuales. ALER lo sintetizó de la siguiente forma (1996, p. 31): “Estos nuevos rasgos de la comunicación masiva indican que los medios se han convertido en un campo estratégico de acción.” Esta primera idea, un tanto obvia y sencilla a simple vista, no estuvo exenta de debates en nuestro país. En primer lugar, supuso una diferenciación –y en ocasiones una crítica– respecto de aquellas instituciones, organizaciones y movimientos que, aún compartiendo una posición de resistencia frente al avance del neoliberalismo, no consideraron a los medios de comunicación como un espacio privilegiado de intervención. En segundo lugar, implicó la discusión acerca de la estrategia a seguir. En su libro “¿Qué hacer?” Horvath (1994) se propuso brindar un panorama de la radiodifusión en Argentina para proponer un conjunto de interrogantes y estrategias alternativas para lo que el autor denominó el movimiento popular: ¿Quedará el movimiento popular al margen? ¿No enfrentará esta situación buscando insertarse también en los medios para dar un mensaje alternativo, nacional, solidario? (…) ¿Seguirá apostando a la cultura gráfica o comprenderá que ha llegado el momento de sumarse al audiovisual? ¿No habrá llegado la hora de interrelacionar los medios como lo hace el adversario? (…) El movimiento popular, hoy por hoy, no puede moverse sin un medio de difusión como la radio. Los caminos son varios: la radio alternativa, la compra de espacios en la radio del sistema o, la más ambiciosa, presentarse a licitación y luchar por ganar una emisora para una causa tan noble. (p. 73 a 76).

El autor, finalmente, brindó argumentos para alentar la conformación de un multimedio del movimiento popular y para motivar su participación en los llamados a licitación de las emisoras de AM Radio Excelsior y Radio Belgrano, por entonces administradas por el Estado Nacional. Por último, la decisión de intervenir políticamente desde los medios de comunicación conllevó el debate, a veces explícito, otras no tanto, acerca del estatuto de estos medios. La tensión entre comprender la radio como instrumento de una organización política o como medio de comunicación masivo inserto en la trama de la cultura mediática nos ayuda a sintetizar este debate. Vale aclarar que con esta tensión no nos referimos a la presencia o ausencia de

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objetivos políticos y sociales de carácter más general como orientaciones o fines últimos de las radios. Para que no queden dudas, todas estas emisoras aspiraron a contribuir a proyectos o procesos de transformación del orden social –los diferentes modos de comprender esos proyectos y procesos transformadores es algo de lo que nos ocuparemos al cierre de este capítulo–. Aquí nos referimos a dos modos de comprender la relación entre el medio de comunicación y los proyectos de cambio a los que se aspiraba a contribuir. Mangone y Uranga sostuvieron posiciones divergentes que ilustran este debate en el encuentro organizado por la revista “América Libre” en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA en 1995, recuperadas por Rodríguez Esperón y Lamas (1995, p. 143 y 144). Por un lado, Mangone destacó el papel de la vanguardia en los procesos de comunicación alternativa y afirmó que en todas las teorías extracomunicacionales que influyeron en el estudio, la práctica y el análisis de la alternativa comunicacional en América Latina –el marxismo clásico, el leninismo, la teoría de la dependencia, la teología de la liberación, la teoría de los movimientos sociales, la teoría de los aparatos ideológicos de Althusser, la noción de intelectual orgánico de Gramsci, la pedagogía de Freire y la teoría de la democracia durante la transición de las dictaduras en el Cono sur, según el propio Mangone– pueden hallarse aspectos comunes o estrechamente emparentados: lo vanguardista, la iniciativa, la idea de concientización. Asimismo, rechazó la autonomía política de la comunicación alternativa: “al plantear que la comunicación alternativa no tiene autonomía política, planteo al mismo tiempo que no tiene futuro si no se relaciona con un proyecto político revolucionario.” Desde esta perspectiva, la radio deviene entonces instrumento: su rol se vincula a la tarea concientizadora de la vanguardia y es definido por la organización política de la cual depende. Sin entrar en explícito debate, Uranga planteó una perspectiva divergente. Según relataron Rodríguez Esperón y Lamas (1995, p. 143): Washington Uranga, en cambio, expresó su preocupación acerca de las rigideces que pueden matar proyectos de comunicación alternativa, tomando específicamente el caso de Argentina: “las radios comunitarias y/o populares representan un espacio genuino de lo alternativo, y no debería pedírseles alineaciones innecesarias, encuadramientos estéticos u organizacionales que apunten más allá de garantizar su defensa o su propia subsistencia.” Desde este punto de vista, “lo alternativo puede entenderse como un lugar y como una perspectiva. Un lugar autoconstituido por personas, por grupos por fuerzas antisistema que, aún en la incertidumbre de lo que está por venir, aportan sus praxis, sus esfuerzos, sus ideas creativas, para generar y consolidar un modo de relación distinto entre seres humanos y que implica una maneras diferente de construir lo social, lo político y lo cultural al margen de la lógica del poder hegemónico”.

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Desde esta perspectiva, el espacio comunicacional fundado por las radios cobraba relevancia por sí mismo, con su capacidad para generar nuevas relaciones comunicacionales y sociales al margen de los poderes hegemónicos y aún sin depender de alguna otra organización política. De este modo, las radios ya no podían ser concebidas como instrumentos. Tal vez sea Mata quien tuvo la posición más explícita y claramente argumentada en rechazo a la concepción instrumental de la comunicación popular y alternativa, al reconocer la producción de sentido como aspecto configurante del tramado social que la comunicación alternativa busca alterar. Según las palabras de la propia autora (en Sanguinetti, 1999)38: La práctica política y cultural de nuestros pueblos nos ha ido enseñando que la alternativa comunicacional no es una mera disputa en el terreno mediático, un uso diferente de los mismos medios, un cambio de contenido o de productores de mensajes. Sin desechar ninguno de esos aspectos, la comunicación alternativa es expresión y parte consustancial de un proyecto de cambio que no deja para mañana la transformación de las normas del intercambio simbólico, de la producción del sentido, porque los reconoce como aspectos configurantes del tramado social que busca alterar.

Para la autora la comunicación no es instrumento de un orden social determinado sino una práctica productiva de ese orden y resultado de él. En consecuencia, puso énfasis en las radios comunitarias, populares y alternativas como espacios de producción cultural y orden social insertos en la trama de la cultura mediática.

La sanción de una nueva Ley de Radiodifusión que reconociera el derecho de las organizaciones sociales sin fines de lucro a prestar servicios de comunicación audiovisual continuó siendo una demanda de las radios comunitarias, populares y alternativas, tal como lo fue durante la segunda mitad de los años ‘80. A principios de la década algunas emisoras lograron obtener una precaria legalidad a través de permisos otorgados por el COMFER –permisos precarios y provisorios, también conocidos familiarmente como PPP– y de recursos judiciales. Esto les permitió obtener un amparo legal contra las amenazas de cierres y decomisos y frente a los ataques de las asociaciones privadas de radiodifusión que continuaron denunciando la

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Según consta en el artículo “Las otras ideas en la comunicación. Informe para una genealogía”, editado por Sanguinetti (1999) en la revista Oficios Terrestres, la cita de Mata corresponde a: Mata, María Cristina. “Cuando la comunicación popular puede ser sentida como propia: reflexiones sobre una experiencia popular”. En Comunicación y Culturales Populares en Latinoamérica, FELAFACS.

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ilegalidad de los nuevos emisores39. No obstante, las radios comunitarias, populares y alternativas continuaron bregando por una nueva ley. En esta demanda no sólo se jugaba la posibilidad de gozar de plenos derechos. Allí se sintetizaba también un fuerte cuestionamiento a las políticas de comunicación implementadas en tiempos neoliberales. A la vez que los medios de comunicación asumían una creciente centralidad en la sociedad y la cultura, la legislación vigente fue reformada con el fin de habilitar uno de los procesos de concentración, centralización de capital y transnacionalización más fuertes de América Latina40. Estas reformas, sumadas al vaciamiento de los medios de comunicación públicos y la reducción de su rol como medios de propaganda gubernamental, pueden ser leídas como políticas de comunicación del modelo capitalista neoliberal impuesto en nuestro país durante los años ‘90. En este contexto, la confluencia de diversos actores sociales en los debates sobre el derecho a la comunicación se debilitó. Aquellos foros, seminarios, jornadas, publicaciones y proyectos de ley que habían permitido el encuentro de intelectuales, sindicatos de prensa, políticos, universidades, radios comunitarias, populares y alternativas, periodistas y estudiantes expresaron cada vez con menos fuerza y diversidad las voces de quienes se proponían construir políticas de comunicación de carácter democrático. Este debilitamiento puede ser comprendido a partir de las dificultades para incidir en un Estado que lucía plenamente su alianza con el capital financiero y transnacional. A pesar de esto, la sanción de una nueva Ley de

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En su libro “¿Qué hacer con la radio?” Horvath (1994) dio cuenta con cierto detalle de los ataques públicos de las asociaciones de emisoras privado comerciales a las radios comunitarias, populares y alternativas. 40 A modo ilustrativo, se sintetizan algunos de estos cambios (Loreti, 2003): • A partir de la Ley de Reforma del Estado se habilitó la titularidad de las licencias de radiodifusión a sociedades de empresas. Hasta entonces, la redacción original de la Ley 22.285 posibilitaba como licenciatarias a aquellas sociedades que estuvieran compuestas por hasta 20 personas físicas. • El artículo 46 a) de la Ley 22.285, según el cual el objeto único y exclusivo de los servicios de radiodifusión debía consistir en la prestación de servicios de radiodifusión, fue derogado. De este modo se habilitó la posibilidad de que las empresas licenciatarias de medios de comunicación pudieran ser también propietarias de empresas dedicadas a otros rubros de la economía. Como sostiene Loreti (2003, p. 80), “esto implicó la distorsión del rol del medio porque en vez preocuparse de sus intereses periodísticos usa la tapa para pelear por intereses de otra naturaleza”. • La aprobación de un tratado internacional con Estados Unidos habilitó a los norteamericanos a ser radiodifusores en la Argentina en las condiciones de la legislación de aquel país. Por esta razón una cooperativa no podía ser titular de servicio de radiodifusión en Argentina, pero sí podía serlo, por ejemplo, un fondo de pensión norteamericano. • Un decreto de necesidad y urgencia permitió que el plazo de cinco años de servicios de radiodifusión en vigencia desapareciera como requisito para la transferencia de licencias, admitiendo, en su lugar, las transferencias inmediatas de titularidad. • Un decreto posterior posibilitó que los licenciatarios tuvieran la titularidad de hasta 24 servicios de radiodifusión, mientras la original Ley 22.285 permitía hasta cuatro.

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Radiodifusión democrática continuó siendo una reivindicación del conjunto de las radios comunitarias, populares y alternativas. Con esto no sólo se trataba de garantizar la plena legalidad de las emisoras, también de resistir al neoliberalismo en materia de políticas de comunicación.

Si la creciente centralidad de los medios de comunicación se manifestaba, entre otras cosas, en su capacidad para visibilizar y legitimar ideas, sujetos y acontecimientos, una de las tareas que las radios comunitarias, populares y alternativas asumieron para sí fue la de constituirse en espacio de expresión y fortalecimiento de sectores e ideas no hegemónicos. De esta forma se reactualizó la noción de participación, tan relevante en años anteriores. Pero a diferencia de lo que había ocurrido décadas atrás en América Latina, estos sectores e ideas ya no estaban condensados en un sujeto social preferencial. En el marco del debilitamiento de la noción de clase y de un sujeto popular unificado, en un escenario de múltiples y dispersas resistencias económicas, sociales, políticas y culturales, en un contexto de emergencia de nuevos movimientos sociales, esto supuso la expresión de un abanico de diversas voces. Al respecto, Bregaglio y Tagle (1992, p. 242) tomaban algunas palabras de otros autores para afirmar41: Creemos que la comunicación popular se define más adecuadamente como “una serie de prácticas dentro de las cuales nuevos actores de la comunicación –obreros, campesinos, los desempleados, las mujeres en toda clase de empleos, los pueblos nativos, las personas de muchas aptitudes, los analfabetos, todos los residentes de los barrios populares– se hacen visibles ante sí mismos y ante la sociedad de una manera que, aunque precaria y contradictoria, tiene tanta identidad y significado como sus propias vidas y culturas y los movimientos sociales que crean y expresan sus sentimientos.”

Ya no se trataba prioritariamente de fomentar la participación de las organizaciones campesinas o de trabajadores, como había ocurrido tiempo atrás en las radios populares latinoamericanas. Tampoco se trataba de ser la voz de los movimientos insurgentes. Se trataba ahora de construir un espacio signado por la diferencia y la pluralidad. Desde la perspectiva de Mata (1994 a, p. 46), esto significó el reconocimiento del otro como condición básica de la posibilidad de fundar nuevas formas de relación y nuevos sentidos: Dentro de la lógica de mercado el otro es alguien a quien debo convertir en adicto al producto que ofrezco. Cuanto más fuerte sea la dependencia mayores serán los 41

Los autores recurrieron en esta cita al entrecomillado de algunas palabras, pero no especificaron su origen.

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niveles de consumo y, consecuentemente, los beneficios económicos y simbólicos: el éxito, la fama, la legitimidad social. Para nosotros, en cambio, el otro es aquel con quien deseamos interactuar para producir consecuentemente ideas y propuestas de acción, una cultura compartida que equivale a decir unos significados comunes en torno a lo real. No puede ser entonces objeto a alcanzar sino sujeto de unas formas de relación que desemboquen en la producción conjunta de sentido. Y esto cambia sustancialmente nuestra forma de inserción en el mercado o por lo menos debiera cambiarla. Pero al mismo tiempo supone una profunda conversión: el abandono de todas las formas visibles o encubiertas de populismo o vanguardismo, a partir del reconocimiento de que no existen sujetos portadores de verdades, aunque cada uno de nosotros pueda tener la suya.

Las radios no sólo se identificaron con la tarea de expresar las voces no hegemónicas. También se propusieron reconstruir los lazos sociales erosionados y articular las resistencias y disputas que se presentaban fragmentadas y dispersas. El terrorismo de Estado impuesto por la última dictadura militar ya había dejado como saldo la desarticulación de los lazos sociales y políticos de sindicatos, agrupaciones políticas, grupos eclesiales inspirados en la Teología de la Liberación, movimientos estudiantiles y organizaciones territoriales. En la década del ’90, los lazos y los compromisos sociales continuaron debilitándose. A la desestructuración operada por la dictadura militar se sumó la fuerza individualizadora característica del capitalismo en su fase neoliberal, en el mundo del trabajo y en todas las esferas de lo social. Es en este contexto que para las radios comunitarias resistir al neoliberalismo significó, en alguna medida, crear un espacio comunicacional que permitiera reconstruir lazos sociales y articular múltiples disputas. Así expresaba esta idea Valls (2000, p. 216), uno de los fundadores de FM La Tribu, en el libro que dio cuenta de los diez primeros años de historia de esta emisora: ¿Qué tienen en común los inmigrantes uruguayos del Frente Amplio en la Argentina con los darks con la gente que cree que el deporte debe ser una pasión no comercial con la gente que cree que el rock argentino es la salida cultural con los gays o con alguna gente que está excluida de los grandes medios? La idea desde una perspectiva más política era encontrar el común denominador –sigue siéndolo porque eso no está acabado–, y que ése fuera el núcleo central de la radio a partir del cual todo tuviera un sentido. Una tarea de articulación que permitiera cosas que al aire no tienen nada que ver una con otra. En el sentido más estricto de lo “político” esta tarea se da en el trabajo de La Tribu en las redes al mismo tiempo que tanto en el aire de la radio como en otras experiencias artísticas del Espacio se da desde una perspectiva más estética. Son las dos caras de la misma moneda, de la misma búsqueda de articulación.

Por su parte, Mata (1993, p. 7) caracterizó a las emisoras latinoamericanas como medios de rearticulación del campo popular fragmentado y debilitado:

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Hoy las emisoras asumen más plenamente su papel mediador. Comprenden que la expresión de los diversos sectores debe servir para su mutuo reconocimiento, para que dialoguen entre sí en pos de estrategias globales de acción. En algunos casos las emisoras buscan vincular diferentes espacios regionales. En otros fomentan el reconocimiento de las múltiples etnias o nacionalidades que coexisten en un mismo país. En muchos se proponen contribuir al necesario diálogo entre hombres y mujeres, jóvenes y adultos.

Es este rol de puesta en diálogo y articulación uno de los principales motivos que permiten interpretar por qué la noción de radio comunitaria fue apropiada con fuerza por las emisoras argentinas. El término no aludió tanto a la expresión de comunidades claramente delimitadas en términos territoriales o de intereses. Más bien refirió la intención de construir comunidad. Esto llevó a un constante cuestionamiento del individualismo y a una valoración de la creación de vínculos y compromisos, de la acción colectiva y de toda comunidad con niveles de organización. No obstante, estos énfasis merecieron algunos cuestionamientos. Para Alfaro (2000, p. 203) muchas veces se cayó en “colectivismo”, ya que atender y detenerse en el mundo de un sujeto singular era caer en el individualismo. Según sus propias palabras, se desconocía cómo la modernidad occidental y el sistema de vida actual ha puesto el acento en un individuo reflexivo, quien debe optar y decidir, pensar, soñar e imaginar, formular sus propias necesidades, resolver sus problemas solo y con otros, integrarse al mundo del trabajo y la productividad, pero pasando siempre por el matiz personal. (…) Ello que en sí mismo no es negativo, casi se ignoró, en lugar de buscar nuevos caminos de concertación entre persona y colectivo.42

Para la autora, lo colectivo fue percibido como una renuncia a la deliberación personal y a la legitimación del bien propio.

Frente al imperio del mercado como escenario de las relaciones sociales; a la despolitización de los sujetos, sus prácticas y sus cuerpos; al fin de las ideologías y la historia; resistir al neoliberalismo supuso, también, politizar lo despolitizado. Esto significó asumir la tarea de tematizar el poder en todos los ámbitos: desde la esfera del trabajo y la producción económica hasta las lógicas de creación, circulación y consumo artístico; desde la construcción editorial de los medios concentrados hasta las relaciones entre varones y mujeres; desde las políticas educativas hasta los estereotipos que estigmatizaron a los migrantes latinoamericanos. Así expresaban esta idea Lamas y Tordini (2000), integrantes de FM La Tribu: “Las tareas son contextuales. Y una de las tareas de hoy es politizar la vida cotidiana, politizar las 42

Fue en la propuesta de construcción de ciudadanía donde la autora halló esta concertación entre individuo y colectividad.

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prácticas, politizar los usos de los espacios, de los medios, la tarea sigue siendo politizar la cultura y las relaciones.” De lo que se trataba era de poner en cuestión aquello que se presentaba como natural, como sentido común, para poner nombre a procesos históricos, a decisiones políticas, a relaciones de poder. Al politizar lo despolitizado se abría la posibilidad de que lo que se presentaba como inevitable pudiera ser de otra manera. De este modo se criticaba la idea imperante de un presente perpetuo y se recuperaba la resquebrajada idea de otro futuro posible.

De la resistencia a la incidencia

La decisión de resistir la hegemonía del capitalismo neoliberal en tanto modelo económico, político, social y cultural podría haber llevado a las radios comunitarias, populares y alternativas a conformarse con la construcción de refugios expresivos o de pequeñas comunidades de intereses. No obstante, algunas antes, otras más tarde, las emisoras no se contentaron con ocupar un lugar de marginalidad. Por el contrario, además de resistir expresaron la intención de lograr incidencia en la transformación de la sociedad. FM La Tribu dio cuenta de este pasaje. En la introducción del libro que reseña sus diez primeros años de historia, afirmaba (La Tribu, 2000, p. 8): La idea de refugio nos marcó inicialmente, eran tiempos difíciles para construir un proyecto con lógicas antagónicas a las hegemónicas, a contramano de lo que el muro anunció, del proclamado fin de la historia y de lo que el proceso eufemísticamente llamado neoliberalismo tuvo como objetivo fundamental, la domesticación. Refugio de todo para algunos que intentábamos ser nosotros mismos en algún, aunque limitado, lugar de la ciudad.

Más adelante, el libro presentaba diversas reflexiones acerca de lo que los integrantes de la emisora imaginaban para el futuro del proyecto. Allí puede leerse (La Tribu, 2000, p. 204): En el futuro me gustaría que cada vez podamos seguir incidiendo más. Con otras instituciones, con otros medios de comunicación, con otros proyectos autónomos y en red. Me imagino un proyecto mucho más sólido y fuerte en su capacidad de intervención. Y me gustaría que cuando haya gente que diga ¡basta!, estemos preparados para ocupar un lugar de articulación de esos “basta”. Si esto termina siendo un refugio, yo me quedo acá, cierro la puerta y listo, pero así no se consolida un proyecto. La Tribu tiene que molestar de verdad.

Por su parte, al momento de dar cuenta de la historia de FM De La Calle, Galavotti y Randazzo (2001, p. 26) señalaron: “la disputa era con los pesos pesados de enfrente”,

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refiriéndose de esta manera al multimedio La Nueva Provincia de la ciudad de Bahía Blanca. Más adelante explicaban cómo hizo la radio para ganar importantes niveles de audiencia en los primeros años de la década de los ‘90 (p. 31): ¿Cómo se hizo para que esta radio se transformara en amigo/a de la gente? En primer lugar, un gran esfuerzo por parte de los fundadores para escaparle a muchos de los vicios ideológicos y prácticos adquiridos en su militancia. En segundo lugar, no quedarse lamentando por las difíciles circunstancias que atravesaba la izquierda en el mundo. En tercer lugar, un gran debate a fondo sobre todos los aspectos que, dentro de nuestra ignorancia sobe comunicación, creíamos importantes.

También las redes latinoamericanas interpelaron a las radios para que hagan propia la voluntad de incidencia. Así lo expresaba ALER (1996, p. 70): “Seguras de su papel como actores sociales y para incidir en la sociedad, son radios que salen de la marginalidad y se proyectan más allá de su ámbito geográfico y sectorial de funcionamiento”.

A pesar de estas intenciones e interpelaciones, no faltaron quienes calificaron a las radios comunitarias, populares y alternativas como débiles. Es el caso de Horvath en “¿Qué hacer con la radio?” (1994). Como sea, no se trata aquí de evaluar cuál fue la incidencia efectiva que las radios lograron en la década que nos ocupa, pues escapa a las posibilidades de este trabajo. Siguiendo con los propósitos formulados páginas atrás, más bien se trata de dar cuenta de cómo la idea de incidencia fue una significación relevante que interpeló a la identidad de las emisoras.

Geerts y Van Oeyen (2001, p. 43) definieron la incidencia de una radio como el peso de su presencia y de su influencia en la sociedad, los procesos que genera, la mella que hace para provocar un cambio a favor o en contra de algo, la capacidad de la radio para levantar polvo. Una radio que incide, deja una marca, es una radio protagonista que no se puede obviar.

Veamos más concretamente cómo se tradujo esta intención de profundizar la incidencia. En primer lugar, incidencia significó masividad y popularidad. Algunos prefirieron utilizar el primer término; otros, el segundo. Algunos utilizaron ambas palabras en forma indistinta. Más allá de estas elecciones, a lo que se referían era a lograr audiencias numerosas y diversas de tal modo de que estas audiencias no quedaran reducidas a las organizaciones del campo popular (López Vigil, 1997), a los ya concientizados (Mata, 1994 a), a los convencidos (Lamas y Lewin, 1995; Lamas, 1996), al partido (Galavotti y Randazzo, 2001); es decir a quienes compartían una mirada reflexiva y crítica similar a la de quienes producían las radios. Como

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señalamos en el capítulo anterior, López Vigil fue uno de los primeros que interpeló a las radios para que procuraran masividad y popularidad. En los años ‘90 continuó haciéndolo a través de diferentes intervenciones. Pero también hicieron propia la idea las asociaciones de radios latinoamericanas ALER43 y AMARC ALC, así como emisoras, comunicadores e intelectuales de nuestro país. Para estas asociaciones la pregunta por la masividad y la popularidad significó poner en relación los objetivos sociales y políticos transformadores con el reconocimiento de las características del sistema de medios de comunicación imperante y con los modos en que ese sistema configura sus públicos. En “Un nuevo horizonte teórico para la radio popular en América Latina” ALER (1996, p. 72 y 73) afirmó: Las radios populares son medios masivos y, como tales, forman parte de un mercado de comunicación poblado por otras ofertas. Es un mercado regido por normas implacables que ha tenido la capacidad de modelar culturalmente a los sujetos como públicos de una cultura masiva. Este reconocimiento implica tener en cuenta que las audiencias no son libres y que están habituadas a códigos, géneros, modos de interactuar con las demás radios que no pueden ser desconocidas a la hora de planificar estrategias alternativas. Por ello, las radios populares deben ganar su propio espacio en ese mercado cultural. Lo hacen desde su proyecto pero también desde la realidad en que actúan en la cual perviven raíces culturales y tradiciones que merecen rescatarse y defenderse, pero en la que existen también los frutos de una cultura moderna y con los que se debe estar en diálogo para seguir construyendo cultura. (…) La radio popular está obligada a ocupar un lugar importante en el mercado radiofónico y para ello deberá traducir sus objetivos y aspiraciones sociales y educativas en un proyecto comunicativo de calidad capaz de empatar con su audiencia emocional y racionalmente.

Y López Vigil (1996, p. 26) lo expresó en estos términos: “Si apostamos por un medio de comunicación masivo es para influir en la opinión pública, para contribuir a mejorar la sociedad.”

La pregunta por las audiencias conllevó la atención hacia otras cuestiones: la calidad técnica de las transmisiones, la capacitación y profesionalización de productoras y productores, las particularidades del lenguaje radial, la estética de las producciones, la utilización de géneros y formatos reconocibles por los públicos de los medios masivos, la apertura de los criterios musicales a los gustos populares – incluso a pesar de que fueran moldeados por el mercado–, la inclusión del 43

La pregunta por las audiencias llevó a ALER a desarrollar una línea de acción vinculada a la investigación de las programaciones y las audiencias de las emisoras. Las publicaciones “Lo que dicen las radios. Una propuesta para analizar el discurso radiofónico”, de Mata y Scarafía (1993), “Cómo conocer la audiencia de una emisora: los sondeos de audiencia”, de Mata (1994 b) y “Cómo conocer la audiencia de una emisora: los debates de audiencia”, de Mata (1996), todas publicados por ALER, representan el interés y dedicación dedicados a esta línea de acción.

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entretenimiento y lo lúdico en las programaciones, la opinión bien argumentada, la interpelación a la sensibilidad y no sólo a la reflexión racional, la inserción en el mapa de medios local y la competencia con los otros actores de esos mapas fueron las cuestiones más importantes. Es necesario aclarar que para las radios latinoamericanas con largos años de vida estas cuestiones comenzaron a ganar relevancia en un contexto en el que los aportes de las agencias internacionales de cooperación con los que se sostenían comenzaron a disminuir. Por lo tanto, la masividad y la popularidad no sólo se tornaron condiciones para la realización de los objetivos políticos de las radios, sino también para la sostenibilidad de las emisoras. En la atención puesta a estas nuevas cuestiones algunos advirtieron los riesgos de perder el sentido político de las experiencias. Por ejemplo, Rodríguez Esperón y Lamas (1995, p. 148 y 149) advirtieron: Hoy la preocupación por los aspectos estéticos es planteada por los protagonistas en relación directa con la captación de audiencia y la generación de recursos económicos, en una visión signada por la necesidad de competir en el mercado de bienes simbólicos. (…) No se puede resolver el problema estético con la simple apelación a los modelos exitosos impuestos por las grandes radios, sin correr el riesgo de caer en otra de las tantas formas de reproducción del sistema. (…) Aceptar las reglas de juego del sistema radiofónico, manejando los mismos parámetros para determinar el éxito, implica el peligro de la pérdida del sentido político de las experiencias alternativas. (…) La ausencia de debate sobre este paso que constituye al sujeto en audiencia aporta un grado más a la pérdida de sentido político y el carácter transformador de las experiencias alternativas, corriendo el riesgo de que en un futuro próximo el rating se convierta en la escala de valores que permita medir el grado de transformación de la sociedad.

También Mata (1994 a, p. 46), aún reconociendo la inserción de las radios comunitarias, populares y alternativas en el mercado mediático, no dejó de advertir los riesgos que implicaba este reconocimiento: Pero asumir nuestra existencia en medio del mercado es también asumir una zona de riesgo. Porque sin una profunda labor crítica ese lugar de trabajo puede convertirse en lugar de realización. Es decir, podemos internalizarlo como modo de pensar y operar en base a sus categorías justificando ese accionar en pos de los resultados a obtener, olvidando que es el acto comunicativo en sí el que construye realidad. (…) Desde su propio vientre podemos llegar a producir los mismos desechos: altos índices de audiencias, buenos ingresos publicitarios, excelentes conductores de programas cuyos dichos repetirán miles de oyentes… La asunción del mercado como escena cultural puede llevar a mimetizarnos en él, a ponernos el vestuario previsto en un guión escrito por otros.

En segundo lugar, incidencia significó generar opinión pública y producir nuevas significaciones. En 1997 ALER publicó el libro “Cómo incidir en la opinión pública” (Gutiérrez, 1997 a). Allí definió la opinión pública en términos de “fuerza

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invisible, pero inmensamente poderosa, capaz de ejercer mucha presión sobre la misma sociedad y sobre sus aparatos de poder” (p. 6) y analizó sus principales características para brindar, al estilo de un manual, un conjunto de estrategias y herramientas para que las emisoras influyeran en la opinión pública44. Los espacios periodísticos de las radios resultaban lugares privilegiados. A su vez, en su “Manual urgente para radialistas apasionados”, López Vigil (1997) destacó como tarea periodística de las radios la generación y el impulso de corrientes de opinión pública favorables a los intereses de las mayorías. Y agregó que, por la misma volubilidad de la opinión pública, las emisoras debían articularse con los movimientos y organizaciones sociales para lograr mayores niveles de incidencia. En Argentina, los niveles de concentración de los medios de comunicación tornaron extremadamente dificultosa la posibilidad de incidir efectivamente en la opinión pública, entendida en términos de agenda periodística. En este contexto, algunos plantearon la cuestión no tanto en clave periodística sino de construcción de una nueva trama de significaciones que dispute, aún con las limitaciones de la correlación de fuerzas de la época, los relatos acerca del mundo y sus relaciones. Lamas y Lewin (1995, p. 85) lo expusieron del siguiente modo: Los medios de comunicación muchas veces tienen la responsabilidad de construir ese relato del mundo cotidiano, el desafío que se plantea es participar del tejido de un nuevo lienzo de significaciones que estructure la sociedad bajo otras normas. (…) Esta tensión entre tomar lo establecido y devolver una reelaboración tendrá que basarse en una alquimia muy cuidadosa, para no reproducir vicios como el exceso de retórica o la pedagogía.

De esta forma, la cuestión de la incidencia no quedaba reducida a las agendas periodísticas, sino que se ampliaba a la producción y la circulación de nuevas significaciones en el conjunto de la programación radiofónica. 44

Años más tarde, ALER amplió su concepto de incidencia más allá de lo periodístico (Geerts y Van Oeyen, 2001, p 44): “la incidencia de una radio no se juega solamente en lo informativo o en los espacios de opinión, que serían los espacios más explícitamente políticos. Una de las redefiniciones teóricas más relevantes de los últimos tiempos en el espacio comunicacional ha sido la necesidad de incluir y develar la dimensión política dentro de otros espacios públicos: la cultura, la vida social, la cotidianidad. Esta ampliación del concepto no quita relevancia alguna a la necesidad de incidir en la opinión pública como estrategia más explícitamente política, colocando temas o disputando la agenda dominante, sino que obliga a pensar en los múltiples y diferentes modos (espacios, géneros, temáticas, etc.) en que se puede influir desde una radio. (…) En síntesis, la radio popular y comunitaria logra menor o mayor incidencia • cuando aporta significativamente en las lecturas e interpretaciones políticas, culturales e informativas del lugar, la región o el país, • cuando desata procesos de toma de conciencia y de cambio de actitudes en la población, • cuando participa con peso en la construcción de la opinión pública, • cuando logra articular públicos y actores sociales.”

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En tercer lugar, voluntad de incidir significó articulación en red. Si en las décadas precedentes la conformación de redes latinoamericanas de radios estuvo orientada, principalmente, por el intercambio de experiencias y el fortalecimiento de las emisoras a través de la capacitación, a lo largo de los años ‘90 puede leerse una creciente interpelación a conformar redes de emisoras nacionales y continentales con los propósitos de aumentar la potencia política y comunicacional de las radios y de ampliar sus alcances más allá de los límites de inserción locales en un contexto de globalización. Por ejemplo, desde ALER, Gutiérrez (1997 b, p. 32) sostenía: Aunque está claro que las radios se deberán a sus audiencias locales y es allí donde encuentran mayoritariamente su razón de ser, su propuesta trascenderá las fronteras de su zona de cobertura, por razones políticas y por razones prácticas. (…) Las mismas tareas en lo local, relacionadas con la articulación de la sociedad civil, por ejemplo, valen para el ámbito nacional: las radios populares deben facilitar la intercomunicación dentro de cada país y contribuir a forjar identidad nacional, alrededor de los temas estratégicos. En su conjunto deben tratar de fortalecer corrientes de opinión pública nacional a favor de los intereses de los sectores populares e incidir con más fuerza en los centros de poder.

América Latina en Red (ALRED) inaugurada en 1997 fue la estrategia que desarrolló ALER a través de la tecnología satelital “para construir una red continental que intercomunique a las emisoras populares y a la vez posibilite la globalización de su propuesta al conjunto de las sociedades latinoamericanas” (Gutiérrez b, 1997, p. 32). A su vez, en 1996 AMARC ALC fundó la Agencia Informativa Púlsar, un servicio informativo regional a través de Internet producido con los aportes de diferentes emisoras de la región. Según Girard (1997, p. 27), su primer director, “las mismas tecnologías de la comunicación que hacen posible la globalización y la centralización de la programación, también hacen posible que estas radios ciudadanas trabajen con la sociedad civil en su intento por influir en la aldea mundial.” En Argentina las primeras experiencias de conformación de red se remontan a la segunda mitad de los años ‘80, casi en paralelo al nacimiento de las radios, con la fundación de ARCO. La búsqueda de una identidad que diferenciara a las emisoras comunitarias, populares y alternativas en el vasto mar de las radios truchas, así como la lucha por la legitimidad y la legalidad de las radios en un contexto amenazante45, fueron los núcleos centrales de trabajo conjunto por aquellos años. Durante los años ‘90, la cuestión legal continuó 45

Con contexto amenazante nos referimos a las denuncias públicas que sufrieron las radios comunitarias, populares y alternativas por parte de la Asociación de Radiodifusoras Privadas Argentinas (ARPA) y de la Asociación Internacional de Radiodifusión (AIR); así como a los intentos de cierre y decomiso de las emisoras.

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siendo estratégica. A esto se sumó la capacitación de las emisoras como camino para su fortalecimiento. No obstante, hubo que esperar algunos años más para que la voluntad de aumentar la potencia política y de incidir más allá del ámbito local ocupe un lugar estratégico en las redes y asuma la forma de proyectos conjuntos. En 1996 Lamas (p. 22) sostenía: La autosatisfacción con la pequeña experiencia, la no creación de redes comunicacionales, entre radios, programas, televisoras, cine-videastas independientes, boletines y periódicos, grupos contraculturales, de rock independiente, cátedras universitarias, etc.; pueden convertir a las radios en medios funcionales al sistema. Estas redes no podrán quedar en intercambio, producción y emisión de información, sino que deberían ser parte de una construcción política que articule distintas iniciativas comunitarias-alternativas-populares. Con la construcción de redes podemos comenzar a visualizar la posibilidad de constitución de un entramado sobre el que se asiente un proyecto alternativo de carácter transformador. El desafío será no sólo transmitir un discurso contrahegemónico, sino ser protagonistas de una práctica política que cuestione el actual consenso.

En esta afirmación se revela la potencia que el fundador de FM La Tribu, así como otros integrantes de las radios, otorgaron a la articulación en los procesos de incidencia política y social. Pero a pesar de ello, no fue fácil para las radios lograr una articulación capaz de acumular y lograr incidencia en torno a reivindicaciones o proyectos propios. Podemos ensayar diversas razones que den cuenta de esta dificultad: la necesidad de cada emisora de sobrevivir en un contexto desfavorable, la dificultad de poder penetrar un Estado que lucía sin pudor su alianza con los grupos concentrados, el lugar marginal o el carácter instrumental que organizaciones y movimientos sociales adjudicaron a las comunicaciones en el marco de sus agendas y las diferentes tradiciones políticas de las que provenían cada una de las emisoras. Por último, las radios comunitarias, populares y alternativas comenzaron a preguntarse y a preocuparse por fortalecer sus propias formas de gestión o de sostenibilidad como condición para resistir la época e intentar incidir. Uno de los indicadores del interés puesto en la gestión de las emisoras es la publicación del libro “Gestión de la radio comunitaria y ciudadana” producido por Villamayor y Lamas y editado por AMARC ALC y FES en 1998. Tal como se define en esta publicación (p. 25), gestión no se refiere aquí a la generación de recursos económicos o a la administración de las radios. En cambio, “gestión es la forma a través de la cual un grupo de personas establece objetivos comunes, organiza, articula y proyecta las

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fuerzas, los recursos humanos, técnicos y económicos.” A su vez, para Geerts y Van Oeyen (2001, p. 117), la sostenibilidad “contiene elementos de autonomía, de un sistema que asegura la permanencia y el crecimiento del proyecto, de mecanismos de previsión y planificación a mediano y largo plazo: la sostenibilidad es estratégica”. Si bien gestión y sostenibilidad no se definen exactamente del mismo modo, si bien el primer término fue utilizado principalmente por AMARC ALC y el segundo por ALER, ambos sirvieron para poner el acento en un nuevo conjunto de problemas. En las redes de radios latinoamericanas la emergencia de la gestión como cuestión de preocupación e interés estuvo estrechamente ligada al hecho de que las agencias internacionales de cooperación, que habían financiado el sostenimiento de numerosas experiencias durante largos años, redujeran considerablemente sus aportes. Pero este no fue estrictamente el caso de Argentina. País poco beneficiado por las agencias de cooperación en materia de comunicaciones, gran parte de las radios argentinas debieron lidiar con la responsabilidad de atender la gestión de sus proyectos, en todas sus dimensiones, desde sus mismos nacimientos.

La radio más allá de la radio

En la resistencia contra el neoliberalismo y en el intento por incidir en procesos transformadores puede leerse el horizonte de las radios comunitarias, populares y alternativas de contribuir al cambio social. Como lo señalamos en el capítulo anterior, las emisoras no se agotaron en su quehacer comunicacional, sino que aspiraron a la transformación del orden social. Pero, ¿qué proyecto de sociedad anhelaron las emisoras? ¿Cuál era el sentido de la transformación social deseada? Dejamos estas preguntas para el final de este capítulo, no porque sean menos relevantes que lo desarrollado hasta aquí, sino porque es en torno a ellas donde podemos observar los mayores vacíos y posiciones divergentes durante la década de los ‘90. Como sostiene Rodríguez Esperón (2000, p. 211): Este sentido de transformación ha sido uno de los grandes problemas a la hora de definir la comunicación alternativa, más en países con gobiernos democráticos y mucho más en aquellos que, como el nuestro, sufrieron largos períodos de represión dictatorial. Cambiar qué y por qué son los interrogantes más comunes en la búsqueda de una respuesta que llene de sentido la práctica, derivando la mayoría de las veces en arduas diputas dogmáticas.

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En primer lugar, como lo anticipamos páginas atrás, si bien las lecturas que las radios, sus redes y sus intelectuales hicieron de la época coincidían en muchos aspectos, estas lecturas se hicieron desde perspectivas teóricas y políticas muchas veces diferentes. Mientras algunos insistieron en denunciar al capitalismo –en su fase salvaje o, más eufemísticamente, neoliberal– como principal fundamento de las relaciones sociales de desigualdad y opresión, otros expresaron la idea de una sociedad altamente injusta en términos de exclusión. Por ejemplo, en la bienvenida al 1er Congreso Nacional de Educación y Comunicación Popular organizado por INCUPO, el Director General de la institución, Juan Cian (INCUPO, 2001, P. 5), decía: “Treinta años no son muchos comparados con la historia de la humanidad, pero sí los suficientes para haber caminado desde el análisis de la marginalidad social que se hacía hace treinta años, a esta dolorosa exclusión que vivimos y sufrimos hoy.” Por otra parte, desde FM La Tribu Lamas y Tordini afirmaban (2000, 270): La única reivindicación aparentemente posible es la inclusión de los “excluidos” del sistema. (…) Las políticas y el modelo desaparecen como decisiones políticas para convertirse en el estado de las cosas, en una situación natural ajena a las decisiones de los sujetos, a las ideas, a los deseos. Pensar la organización de la sociedad en términos de inclusión-exclusión es expresión de ese disciplinamiento.

Algunos persistieron en la utilización de las categorías izquierda y derecha, muchas veces resignificadas –y más allá del proyecto revolucionario–, para dar cuenta de éticas y horizontes de sociedad antagónicos. Otros prefirieron descartar aquellos términos. López Vigil (1997, p. 540) lo expresó de este modo: ¿Somos de izquierda o de derecha? Rotos tantos paradigmas, la misma pregunta –ya no la respuesta– resulta difícil de entender. ¿No habrá que aplicar aquí, como en el mundo subatómico, el principio de la incertidumbre quántica? ¿Partícula u onda, spin a derecha o spin a izquierda? Depende de la posición del observador. ¿Dónde queda la izquierda en el Perú de hoy, en Colombia, en tantos de nuestros países latinoamericanos? ¿Era izquierda lo de Europa del Este? Tal vez sea más claro decir que las radios comunitarias han sido y seguirán siendo de oposición a cualquier sistema que ponga los haberes sobre los seres, que discrimine a las personas por miopías de raza, sexo o credos, que permita que a unos pocos les sobre lo que a tantos les falta.

Mientras algunos cuestionaron la idea de democracia por haber quedado reducida a mera formalidad y por dejar incumplidas las expectativas abiertas en amplios sectores durante la década anterior, otros hicieron de la democracia una nueva utopía.

En segundo lugar, algunas emisoras y redes latinoamericanas dieron cuenta de la ausencia de propuestas claras sobre el proyecto de sociedad al cual se aspiraba, consecuencia del resquebrajamiento de los modelos, las categorías y los relatos que

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habían operado como referencia décadas atrás. Así lo afirmaban Geerts y Van Oeyen (2001, p. 112) a partir del estudio de vigencia e incidencia de la radio popular que desarrollaron desde ALER entre 1999 y 2001: Frente al proyecto hegemónico neoliberal que se presenta con mucha claridad, las radios no parecen encontrar alternativas claras y coherentes en función de las cuales se define también su proyecto radiofónico. La claridad de antes se sustentaba porque las radios populares se movían en una corriente con opciones más definidas (los proyectos de liberación de inspiración cristiana y/o socialista). Hoy los sectores populares o los actores sociales de cambio tampoco tienen propuestas claras y las radios tienen gran dificultad de vincularse con estos actores para construir juntos alternativas, desde los ámbitos en que se encuentran. Hoy la radio parece responder a situaciones más inmediatas.

Algo similar sostuvieron Galavotti y Randazzo respecto de la historia de FM De La Calle: Sabemos lo que no queremos. Pero fuera del ámbito de nuestros proyectos, en la búsqueda de un modelo nuevo de sociedad, no sabemos con precisión que es lo que queremos. O diferimos en los caminos para lograrlo, o mantenemos residuos de antiguas búsquedas. Este desequilibrio entre el no querer y el querer impreciso, dificulta el encuentro de acciones comunes, el ensamble de objetivos.

No obstante, algunos intelectuales y asociaciones de emisoras procuraron interpelar a las radios desde algunos proyectos más claramente definidos. Por una parte, así como lo habían hecho las emisoras insurgentes en Centroamérica y las radios mineras bolivianas, y como lo había sostenido Graziano años atrás46, algunos insistieron en definir la alternatividad de las experiencias de comunicación en tanto se articularan orgánicamente con proyectos revolucionarios y con la lucha de clases de cara al socialismo. Para ejemplificar, podemos remitirnos a las palabras y posiciones de Mangone referidas en el artículo que publicaron Lamas y Rodríguez Esperón en la Revista Causas y Azares (1995). De esta forma, revolución y socialismo permanecieron, aunque mucho más debilitadas que en las décadas precedentes, como horizontes posibles de las experiencias.

Desde otra perspectiva, a lo largo de los años ‘90 persistió, como había ocurrido en la década precedente, la idea de democracia como horizonte utópico. En 1996 ALER (1996: p, 52) se preguntaba: “¿a qué modelo de sociedad aspiramos?”. Y en el mismo acto, respondía: Aspiramos a una nueva sociedad, más humana, basada en una convivencia democrática. Pero construir la democracia no es sólo modificar y perfeccionar el 46

Ver capítulo anterior.

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sistema político. Implica modificar las reglas económicas vigentes, refundar las relaciones sociales, reubicar al Estado y a los individuos en el marco de una cultura solidaria. Por ello se impone una doble tarea: la de democratizar el Estado y la sociedad en su conjunto.47

Articulada a la idea de democracia fue emergiendo y cobrando centralidad una resignificada noción de ciudadanía. Tanto en las publicaciones de ALER como en las de AMARC ALC se puede identificar una presencia cada vez mayor de la construcción de ciudadanía como horizonte al cual las emisoras debían contribuir. Para ejemplificar, en una entrevista realizada por la Revista Causas y Azares, López Vigil, por entonces coordinador para América Latina y Caribe de AMARC ALC, afirmaba: “Personalmente creo que en breve habrá que dar el salto a otro concepto, el de radio ciudadana. El concepto de construir ciudadanía, corresponde exactamente a lo que estamos buscando con nuestros proyectos” (Lamas, 1997, p. 82). Asimismo, ALER (1996, p. 59) expresaba a propósito del nuevo rol de las radios populares y educativas: “Los medios de comunicación populares deben asumir un rol central en la generación de una nueva ciudadanía, que asegure la profundización de la vida democrática en América Latina.” Por su parte, en una publicación que reúne artículos de diversos autores latinoamericanos en torno a la radio, Roncagliolo (1999, p. 119) sostenía:

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Inmediatamente después, ALER especificaba: “Democratizar el Estado exige: • Revisar los mecanismos de acceso al poder para garantizar la representatividad de todos los sectores sociales. • Crear mecanismos e instancias de participación y fiscalización eficaces. • Descentralizar el poder a través del fortalecimiento de las regiones y los gobiernos locales. • Reconocer que el Estado debe tener como prioridad en sus estrategias de desarrollo, la satisfacción de las necesidades básicas de los ciudadanos. El desarrollo debe estar subordinado a los valores humanos. • Garantizar a los ciudadanos el ejercicio, tanto de sus derechos políticos y civiles, como de sus derechos sociales. A su vez, la democratización de la sociedad exige: • Un esfuerzo por redistribuir las riquezas y reducir las desigualdades sociales. • Una mayor participación de la sociedad civil en las decisiones y la conducción de la sociedad en su conjunto. • El respeto a las diferencias culturales, raciales, de género y de creencia. • El respeto y la defensa del medio ambiente. • La democratización de los medios de comunicación. • La promoción de valores particulares relacionados con la honradez, la veracidad y la solidaridad humana. • La reconstrucción de los partidos políticos y otras organizaciones sociales de carácter reivindicativo para que se renueven, modifiquen sus estructuras internas permitiendo la participación de sus integrantes y actúen con transparencia y apertura. El conjunto de esas acciones debería conllevar a una convivencia más humana, bajo un Estado democrático y con el disfrute de una ciudadanía plena.”

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creo que la expresión “radio ciudadana” proporciona un marco de reflexión mucho más pertinente, fructífero y desafiante que los adjetivos que vienen siendo moneda corriente entre nosotros: “educativa”, “popular”, “comunitaria”. Ciudadana dice más que todos ellos juntos. Por eso, es una palabra que me encanta, en toda la lúdica polisemia de la palabra “encantar”.

A través de la creciente relevancia dada a la noción de ciudadanía las radios comunitarias, populares y alternativas recuperaron y trasladaron al ámbito de la comunicación un conjunto de reflexiones que, simultáneamente, se venían produciendo desde diferentes disciplinas de las ciencias sociales en América Latina. A partir de la década del ’90 la noción de ciudadanía se reconceptualizó. Desde el campo más específico de la comunicación Alfaro y Mata fueron algunas de las autoras que más aportaron a la reelaboración del concepto. Según Mata (2003: 43) esta reconceptualización permite pensar la ciudadanía como práctica que implica la capacidad de ser sujeto en todos los ámbitos en que se construye el poder y, por consiguiente, como práctica que implica el participar efectivamente en la elaboración de las reglas que, con validez de norma instituida o legitimada, tienen capacidad de ordenar la vida en sociedad.

En este sentido, ser ciudadano no es una cuestión que viene dada por algún cuerpo de disposiciones jurídicas sino que es una condición que se adquiere en términos de práctica social, política y cultural. Implica la capacidad de los ciudadanos de constituirse en sujetos de demanda y proposición responsables en diversos ámbitos vinculados con su experiencia. Su ejercicio se ubica en múltiples campos, y no sólo en relación con el Estado, en correspondencia con los muchos ámbitos desde los cuales se es sujeto y se ejercen poderes. De ahí que sea posible hablar de ciudadanía comunicativa. O de comunicación ciudadana. Estas nociones surgieron del reconocimiento de la centralidad de los medios de comunicación en las nuevas configuraciones del espacio público, espacio necesario para la posibilidad de cualquier tipo de democracia. Partieron de la idea de que vivimos en sociedades mediatizadas: el espacio público se ha desplazado hacia los medios de comunicación. Pero reconocer la centralidad de los medios masivos en las sociedades mediatizadas implica también reconocer las desigualdades en torno a las cuales se constituyen las mediatizaciones: existe un mercado y una producción de bienes culturales y comunicacionales que son hoy hegemónicos como instancias de organización de los intercambios. Desde esta perspectiva, asumir la noción de ciudadanía como horizonte supuso que los proyectos de las radios enfatizaran ciertas cuestiones:

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La legitimación de las voces de quienes tradicionalmente han sido marginados

o excluidos de los medios masivos de comunicación. •

La visibilización y el acompañamiento de movimientos o fuerzas sociales

nucleadas en torno a demandas y reivindicaciones comunes. •

La expresión de estas demandas y reivindicaciones políticas, sociales,

económicas y culturales en términos de derechos. •

El pluralismo, entendido como el reconocimiento y la posibilidad de expresión

de la diferencia. Esto supuso la apertura de los micrófonos a las distintas tendencias y actores sociales, aún a las que resultan adversas a la perspectiva editorial de las radios. •

La radio como gran foro democrático (Alfaro, 1999 a) donde múltiples voces

se expresen y confronten, donde se construyan acuerdos mínimos entre la ciudadanía, donde se identifiquen necesidades y propuestas disponibles para la presión política. Esto implicó pensar la radio como espacio público, como terreno de lo común, sin obviar que allí albergan condiciones de desigualdad y conflictos. •

El sentido dado a la participación: “no se participa sólo por participar, se

participa y se busca la participación para crear estos intereses comunes, para crear estos espacios comunes, estas imágenes comunes, para crear diálogo, discusión, foro público y relación entre los que influyen y los que no influyen” (Alfaro, 1999 b, p. 21). •

La tarea de fiscalización de las autoridades y de mediación entre ciudadanía y

gobiernos, fundamentalmente locales. •

El fortalecimiento de la radio en el espacio local, donde lo local se concibió

inserto y en interacción con una trama de poderes que exceden el micro espacio. •

El reconocimiento de lo individual, en contraposición a la dilución de lo

individual en lo colectivo o en la idea de comunidad. •

La pertenencia a la sociedad por sobre la pertenencia a una clase social.

No obstante, si bien las radios y los comunicadores argentinos fueron acercándose a esta perspectiva, no dejaron de oponer cierta resistencia a la apropiación de la noción de ciudadanía para sus propios proyectos. En “Comunicación, Ciudadanía, Espacio”, publicación editada por Nueva Tierra a partir de la sistematización de un encuentro que reunió a más de cien comunicadores de todo el país, Alfaro (1999 b) dio cuenta de ello. En sus propias palabras: Me quedé preocupada, muy preocupada, y me hice la siguiente pregunta: alguien me dijo: “viste, cómo a pesar de todo lo que estás trabajando, lo de ciudadanía no ha

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salido, la palabra ciudadanía no sé por qué no la queremos pronunciar. Entonces, yo me preguntaba en la noche, cómo viniendo de experiencias autoritarias tan traumática, como las que ha vivido Argentina no aparece lo de ciudadanía que, de alguna manera, es expresión de una línea radical democrática.

A pesar de lo dicho hasta aquí, el antagonismo respecto a la alianza entre mercado –particularmente medios de comunicación concentrados– y Estado para la implementación de las políticas neoliberales facilitó la construcción de equivalencias y la articulación entre las diversas radios comunitarias, populares y alternativas en nuestro país y en la región. De ahí que muchas emisoras formaran parte de las redes de radios nacionales y regionales, aún a pesar de las diferencias entre sí. No obstante, estas diferencias también constituyeron límites para el fortalecimiento y la profundización del accionar de estas redes. Así lo expresaban Lamas y Rodríguez Esperón (1995, p. 145 y 146) a propósito del encuentro de radios para refundar la red nacional que las nucleaba: La falta de definiciones políticas es uno de los hechos más llamativos de este encuentro, más si tenemos en cuenta que uno de los objetivos principales era la reconstitución de la federación. Sin una postura política clara, la formulación de una entidad a nivel nacional corre el riesgo de transformarse en una mutual de radios comunitarias, encargada de obtener ciertos beneficios para el conjunto de sus asociados (publicidades importantes, equipamiento más barato, asesoramiento legal, etc.). (…) Es necesario señalar que una pregunta fundamental queda sin responder, ¿por qué es importante que existan radios comunitarias? La respuesta debe exceder la retórica tradicional, una serie de frases que de tan repetidas han perdido contenido; es necesario redefinir políticamente el lugar de este tipo de radios en nuestra sociedad y a partir de allí ver si se las puede articular en un proyecto común.

Serán precisamente las diferencias de perspectivas políticas en un conjunto heterogéneo de experiencias las que, una vez entrada en crisis la década neoliberal comenzarán a visibilizarse y profundizarse aún más.

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VI 2001-2008: ENTRE LA ARTICULACIÓN Y LA DISPERSIÓN

Muchas han sido las formas de caracterizar las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. Muchas y divergentes. Aún así, casi todos los análisis y memorias –si no todas– coinciden en ubicar allí un punto de inflexión en la historia reciente argentina. El período que nos ocupa inicia entonces en aquellos días de diciembre. ¿Dónde culmina? Probablemente, la respuesta a esta pregunta suscite menos consensos. Por lo tanto, también merece más argumentos. Finalizaremos este período, y también esta Tesis, en la primera mitad del año 2008; es decir, en el momento en que por primera vez desde la recuperación democrática un gobierno nacional radicalizó públicamente el enfrentamiento con los principales grupos concentrados de medios de comunicación del país, particularmente con el Grupo Clarín. La cobertura que realizaron estos medios a propósito de la resolución 125 sobre retenciones móviles a las exportaciones agrícolas, dispuesta por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, fue el disparador del conflicto. Frente a las perspectivas editoriales inclinadas a favor de los intereses de los sectores agroexportadores, el gobierno nacional eligió la confrontación abierta antes que una posición de negociación, complicidad o alianza. Esta fue la antesala de un proceso que derivó en la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, con sus respectivos debates previos; en el inicio de un proceso aún abierto de democratización del sistema de medios de comunicación y en el reposicionamiento político de múltiples actores sociales vinculados, más o menos directamente, a los medios de comunicación. Las radios comunitarias, populares y alternativas argentinas incluidas.

Como lo hicimos respecto de los períodos anteriores, en este capítulo nos proponemos identificar las principales significaciones, con sus regularidades y tensiones, a las que estuvieron ligadas las radios comunitarias, populares y alternativas argentinas en los vertiginosos años comprendidos entre fines de 2001 y principios de 2008. Asimismo, pondremos en relación estas significaciones con aquellas que se produjeron y circularon en el resto de América Latina y, en menor medida, con algunos aportes producidos desde Europa.

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Los nuevos escenarios nacional y global A diferencia de lo ocurrido durante la extensa década neoliberal, entre los años 2001 y 2008 nos encontramos con un contexto revitalizado respecto a la emergencia de nuevas experiencias y de debates en torno a la comunicación alternativa, comunitaria y popular. La confluencia de dos escenarios, uno de carácter nacional y otro internacional, propiciaron este nuevo dinamismo: la nueva etapa política y social abierta a partir de las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, por un lado, y la revitalización de los foros de debate internacional acerca de las políticas de comunicación junto con un nuevo activismo comunicacional de carácter global, por el otro.

Como señalamos recién, fueron muchas las formas de caracterizar las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. No pretendemos aquí describir o analizar el abanico de estas caracterizaciones. No obstante, si revisamos las publicaciones que dieron cuenta de las experiencias de comunicación alternativa, comunitaria o popular argentinas –donde incluimos a las radios de este tipo– entre los años 2001 y 2008 nos encontramos con múltiples referencias a aquellos días como punto de quiebre o de inflexión, así como a los procesos que se abrieron a partir de entonces. Diversos autores destacaron la emergencia de un nuevo protagonismo social a través de viejos espacios de resistencia y de nuevas prácticas como las asambleas barriales, las fábricas recuperadas, las organizaciones piqueteras, los proyectos de intercambio sin la mediación de dinero como el Club del Trueque o el Proyecto Venus, los escraches de HIJOS, los movimientos sociales y las mismas experiencias de comunicación alternativa. Se trató de espacios por momentos más visibles, por momentos más replegados de lo público pero trabajando en lo local o en el fortalecimiento de las propias organizaciones. Junto con este nuevo protagonismo, los sentidos comunes que fueron sostén de la hegemonía neoliberal se vieron resquebrajados en amplios sectores sociales. FM La Tribu (2004 a, p. 169) expresó esta idea en términos de la ruptura de las costumbres: Para los que deseamos una transformación de la sociedad y además nos hemos imaginado una y mil veces el mundo y las relaciones que deseamos, las cosas no han cambiado tanto. El orden de las cosas demuestra su capacidad ilimitada de profundizar la miseria. Aún así, podríamos decir que algunas costumbres se rompieron. El hambre es un tema de conversación. La conformación del espacio público está en discusión. La autoorganización brota en nuevos espacios y da lugar

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incluso a la reflexión sobre sí misma. Después de años de telarañas parece ser que reaparece la posibilidad de ver no sólo la desigualdad persistente sino también de dialogar sobre otro mundo posible y de desarrollar acciones que van desde la discusión del programa al salvataje de aquellos que ya ni siquiera pueden sobrevivir.

Asimismo, la calle asumió una centralidad paradójica como escenario de la pobreza extrema, la desesperación y un tejido social desmembrado pero también como espacio de manifestación y acción colectiva. Para ilustrar esta idea, basta citar el modo en que Vinelli y Rodríguez Esperón (2004, p. 7) introdujeron el libro “Contrainformación. Medios alternativos para la acción política”: El 19 y el 20 nos encontró en la calle. En el sitio a la Plaza de Mayo, en las barricadas de Diagonal Norte o Avenida de Mayo, en las barricadas populares, la denuncia hacia los grandes medios de desinformación fue creciendo.

A su vez, como esas palabras anticipan, el proceso abierto en diciembre de 2001 no sólo significó la puesta en cuestión de los sistemas de representación y de las instituciones propias de la democracia formal. También tuvo como consecuencia un creciente cuestionamiento a la pretendida neutralidad, objetividad e independencia de los medios hegemónicos de comunicación, fundamentalmente por parte de organizaciones y movimientos sociales48. A partir de la década del ´90, los movimientos sociales comenzaron paulatinamente a advertir las limitaciones impuestas por un sistema de medios profundamente concentrado y a valorar la dimensión comunicacional de sus reivindicaciones y demandas. Si en los años ´80 la democratización de las comunicaciones fue asunto de interés de quienes estaban directamente vinculados a los medios –trabajadores, investigadores o emisoras marginadas a la ilegalidad–, a partir de los años ‘90 los movimientos sociales empezaron a considerar la comunicación como cuestión crecientemente estratégica. Poco a poco, comenzaron a pensar sus acciones y movilizaciones como acontecimientos capaces de despertar el interés de las cámaras y de transformarse en noticia. Poco a poco, advirtieron y reflexionaron sobre sus estigmatizadas presencias en los diarios y pantallas de televisión. Poco a poco, analizaron los intereses ocultos detrás de la construcción de las agendas y noticias de los multimedios. Con todo esto, las jornadas de diciembre de 2001 fueron un punto de inflexión en este sentido. Así se puede constatar en numerosos libros y artículos dedicados a la comunicación 48

Un graffiti que pudo verse en las calles de Buenos Aires durante las movilizaciones posteriores al 19 y 20 de diciembre de 2001 da cuenta de este proceso: “Nos mean y los medios dicen que llueve”. En el mismo sentido, innumerables fueron las críticas que recibió el diario Clarín por su portada el 27 de junio de 2002, día después del asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki en el Puente Pueyrredón: “La crisis causó 2 nuevas muertes.”

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alternativa, comunitaria y popular. Por ejemplo, en La Vaca (2006, p. 15) puede leerse: Diciembre de 2001 marcó un punto de inflexión en la realidad argentina. La crisis institucional profundizó la grieta entre la sociedad y los sistemas de representación, dejando en evidencia las heridas provocadas por la expulsión social. No se trató tan sólo de un cuestionamiento a un grupo de funcionarios. No se detuvo en el deterioro de la imagen de los partidos políticos. El derrumbe tuvo como protagonistas a las más importantes herramientas de intermediación social. Entre ellas, los medios comerciales de comunicación.

La profundización de estos cuestionamientos erosionó la aparente legitimidad de los medios y dejó abierta la pregunta acerca de qué hacer. De ahí que organizaciones, movimientos sociales o, simplemente, colectivos constituidos para tal fin impulsaran nuevas estrategias y proyectos de comunicación. En ese marco, las experiencias que ya tenían recorridos largos años de historia cobraron una nueva visibilidad. Si, como describimos en el capítulo anterior, durante la década del años ´90 la sociedad había padecido un fuerte proceso de despolitización, los materiales analizados coinciden en afirmar que las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 tuvieron como consecuencia cierta repolitización de la sociedad y la emergencia de nuevas formas y categorías para repensar lo político, que más de una vez entraron en debate con viejas categorías y perspectivas de pensamiento, como veremos más adelante. De este modo, la pregunta por la relación entre política y comunicación volvió a cobrar cierto protagonismo, motivó la producción de libros y artículos que procuraron movilizar los sentidos dominantes sobre cada uno de los términos y alimentó renovados debates. No obstante, a pesar del optimismo que para muchos suscitaron estos procesos, el 19 y 20 de diciembre y los años posteriores se siguieron caracterizando como una etapa de profunda crisis y desigualdad socioeconómica producto de largos años de neoliberalismo o capitalismo salvaje. Casi todos los textos escritos por las radios comunitarias, alternativas y populares dieron cuenta de ello al referirse a sus propias comunidades y contextos de inserción.

Desde la actualidad podemos interpretar que las presidencias de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández tuvieron determinada relevancia para los proyectos de las radios comunitarias, populares y alternativas de nuestro país, por las políticas que estos gobiernos implementaron paulatinamente en contraposición a las tendencias neoliberales y por el consecuente realineamiento de las fuerzas políticas. No obstante, las publicaciones sobre comunicación alternativa, comunitaria y popular editadas

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hasta los primeros meses de 2008 aún no hicieron particular referencia a estos gobiernos y a sus iniciativas, a excepción de escasas menciones sobre las discusiones que generaron las nuevas políticas en materia de derechos humanos49. Será más adelante, fundamentalmente a partir de los debates por una nueva ley que regule a los medios de comunicación audiovisual, cuando las radios comunitarias, populares y alternativas hagan explícitas sus reconfiguraciones de sentido y sus posiciones en relación al gobierno nacional de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.

Por otro lado, en el período que nos ocupa asistimos a un contexto internacional en el que se revitalizaron los foros de debate acerca de las políticas de comunicación y emergieron nuevas experiencias de activismo comunicacional de carácter global. En la conferencia inaugural del III Congreso Panamericano de Comunicación realizado en la ciudad de Buenos Aires en 2005, Mattelart (2007) dio cuenta de un período de veinte años en que las discusiones internacionales acerca de la democratización de las comunicaciones atravesaron un período de “glaciación”. La retirada de Gran Bretaña y Estados Unidos de la UNESCO tras la presentación del Informe Mac Bride y la propuesta del NOMIC, dio inicio a un período de congelamiento de los debates que, según el mismo autor, se extendió hasta 2004 cuando en ese organismo comenzaron las negociaciones acerca de la Convención Internacional sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales. Esos veinte años coincidieron, de acuerdo con Mattelart (2007, p. 30), con “el desmantelamiento de las regulaciones públicas y la penetración de marcos jurídicos favorables al avance del espacio de la racionalidad mercantil –la impropiamente llamada desregulación”. A las discusiones que resurgieron en el seno de la UNESCO, Mattelart sumó las acontecidas a propósito de la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información50 donde, por primera vez en la historia del sistema de Naciones Unidas, las organizaciones no gubernamentales fueron invitadas a dar su opinión en el transcurso de las conferencias preparatorias. Según el autor, a pesar de

49

Esto se puede constatar, por ejemplo, en la publicación de Huffschmid (2007) “La crisis como laboratorio” editada en Buenos Aires por La Tribu. Este libro sistematiza las conversaciones que mantuvieron integrantes de organismos de derechos humanos, artistas, arquitectos, fotógrafos, activistas, diseñadores, militantes e intelectuales argentinos y alemanes durante una serie de encuentros realizados en Buenos Aires y Berlín durante 2004. 50 La Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI) se desarrolló en dos fases. La primera tuvo lugar en Ginebra, del 10 al 12 de diciembre de 2003, y la segunda en Túnez, del 16 al 18 de noviembre de 2005.

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la heterogeneidad de sus componentes y sin llegar a limar asperezas, estas organizaciones lograron expresarse con una sola voz cuando se trataba de afirmar los principios del derecho a la comunicación. Paralelamente, en el Foro Social Mundial – que desde 2001 en adelante reunió a movimientos sociales, organizaciones y activistas de todo el mundo en torno a estrategias globales de resistencia y de construcción de alternativas al capitalismo neoliberal– los temas de comunicación y cultura fueron ocupando un lugar crecientemente estratégico. Así lo constató el mismo Mattelart (p. 36 y 37): Basta con comparar el orden del día del primer Foro Social Mundial de Porto Alegre (2001) con el último (2005). Marginal y disperso en el primero, el tema culturacomunicación ocupó en este último cuatro de los once espacios temáticos que componían el Foro. A grandes rasgos, han versado sobre: pensamiento autónomo; reapropiación y socialización de los conocimientos y las tecnologías; las diversidades, la pluralidad y las identidades; artes y creación: construir las culturas de resistencia de los pueblos; Comunicación: prácticas contra-hegemónicas, derechos y alternativas. (…) Así, poco a poco, se han forjado las bases de una filosofía sobre los bienes públicos comunes, como la cultura, la información y la comunicación, la educación, la salud, el agua. Todos dominios que deberían escapar a la sola lógica del mercado para ser regido por el principio del servicio público.

En todos estos debates Mattelart reconoció la acumulación de las redes transnacionales que fueron estableciendo relaciones entre sí, como en el caso del frente comunicacional que en América Latina agrupó a organizaciones como la Asociación

Mundial

de

Radios

Comunitarias

(AMARC),

la

Asociación

Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER), La Agencia Latinoamericana de Información (ALAI), la Asociación Mundial para la Comunicación Cristiana (WACC, por sus siglas en inglés) y la Organización Católica Latinoamericana y Caribeña de Comunicación (OCLACC), entre otras. Podemos encontrar un indicador de la centralidad que tuvieron estos foros internacionales para AMARC ALC en las abundantes referencias que tuvieron la Convención Internacional sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales, la Cumbre de la Sociedad de la Información y el Foro Social Mundial en la revista Cara y señal editada por el capítulo regional de esa red dos veces al año desde 2004.

No obstante, estos debates se dieron en un contexto en el que numerosos organismos internacionales como la Organización Mundial del Comercio, la Unión Internacional de las Telecomunicaciones y la Organización de la Propiedad Intelectual evidenciaron un creciente interés por abordar procesos de integración supranacional desde la perspectiva de la producción de las industrias culturales. Según Mastrini y 109

Loreti (2007, p. 9), en la mayoría de estos organismos predominaron las discusiones en torno a la liberalización del comercio incluyendo los bienes y servicios culturales y educativos. En este mismo sentido, es posible sumar los intentos por establecer tratados de libre comercio como el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), frustrados en la IV Cumbre de las Américas realizada en Mar del Plata en 2005. En resistencia a las reuniones y discusiones de estos organismos, floreció un renovado activismo comunicacional de carácter global que convocó también a movimientos sociales que no están específicamente vinculados al campo de la comunicación. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, fundamentalmente Internet, fueron el recurso a través del cual se articuló este movimiento mundial. Las manifestaciones contra la Organización Mundial de Comercio (OMC) en la ciudad de Seattle en noviembre de 1999 son referencia obligada al respecto: fueron las primeras de una larga serie de movilizaciones globales de resistencia. En torno a ellas se gestaron nuevas experiencias de comunicación contrahegemónicas que en adelante fueron enriqueciendo las perspectivas y multiplicando los debates en torno a la comunicación alternativa, comunitaria y popular. Los contextos nacionales e internacionales que acabamos de sintetizar constituyeron un terreno propicio para que, como venimos diciendo, las viejas radios que nos ocupan asumieran una nueva visibilidad; para que emergieran nuevas experiencias de comunicación alternativa, popular y comunitaria; y para que las reflexiones y los debates en torno a unas y otras se revitalizaran.

La circulación de experiencias, saberes y debates

Los escenarios recién descriptos motivaron la emergencia de nuevas experiencias de comunicación alternativa, comunitaria y popular. La mayoría de ellas surgió en estrecha vinculación con las movilizaciones que siguieron a las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, con las organizaciones que cobraron nuevo protagonismo social y con los movimientos globales de resistencia. Así lo evidenció Calicchio (2004, p. 54), integrante del Equipo de Comunicación del Movimiento Barrios de Pie:

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Se da entonces una conjunción que va a permitir el surgimiento de nuevos proyectos en comunicación popular: una masa excesiva de estudiantes y egresados de las universidades y escuelas de periodismo, comunicación, cine, fotografía, una creciente politización de ese sector, un crecimiento en la organización social y del interés en esas organizaciones por el tema de la comunicación, los medios, la prensa, una pérdida importante de la credibilidad por parte de los grandes medios de comunicación, un desarrollo tecnológico que facilita la realización de materiales a bajo costo y en forma rápida, un interés a nivel internacional por la problemática argentina que se traduce en la visita a nuestro país de una importante cantidad de documentalistas, periodistas, fotógrafos, en la posibilidad de distribución y difusión en el exterior de lo producido, en la obtención de fondos para desarrollar proyectos.

La mayoría de los proyectos comunicacionales que nacieron inmediatamente después de las jornadas de diciembre de 2001 no fueron radiofónicos. Más bien se trataron de grupos de cine, video y fotografía, agencias de noticias por Internet, televisoras de emisiones eventuales, publicaciones gráficas, áreas de prensa y comunicación de los movimientos de trabajadores ocupados y desocupados. Poco después, numerosas organizaciones y movimientos expresaron un renovado interés por fundar sus propias radios. Así lo testimonió Montells, integrante de FM La Tribu (Huffschmid, 2007, p. 30): La Tribu ya tenía trece años en 2001, así que la crisis nos agarró convencidos y juntos. Lo que nos pasó es que fuimos potencialmente mucho más demandados que antes, mucha más gente se acercó a La Tribu. Funcionamos en cierta medida como socializadores de un recorrido ya hecho. De repente todas las asambleas consideraban estratégico tener sus propios medios de comunicación. Todas querían tener radios o su propio programa. Venían muchas asambleas a pedir que les diéramos un espacio al aire. Fue el surgimiento de nuevos proyectos comunicacionales, de construir autonomía comunicacional.

En ese proceso, las emisoras que habían nacido en los años ´80 y ´90 asumieron una nueva referencialidad.

En este marco la comunicación alternativa, comunitaria y popular cobró visibilidad. Las charlas, debates y talleres al respecto se multiplicaron en los foros donde se dieron cita los movimientos sociales, en las universidades, en las organizaciones y en las asambleas. También se acrecentó la publicación de artículos y libros, entre los que incluimos los específicamente referidos a las radios que nos ocupan.

Si centramos la mirada en estos últimos, podemos reconocer en ellos tres grandes tendencias de acuerdo a sus propósitos. En primer lugar, tal como ocurrió en años anteriores, algunos se orientaron a recuperar las historias y las prácticas de los

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medios comunitarios, populares y alternativos. En ellos las experiencias tuvieron un valor por sí mismas, como testimonio pero también como motivación para otras iniciativas. Ejemplo de esto es la publicación conjunta de ALER y AMARC ALC “La práctica inspira” (Geerts, Van Oeyen y Villamayor, 2004), donde los autores relataron o compilaron, según cada caso, los contextos y las vivencias de 32 radios de América Latina, cinco de ellas argentinas. Como su mismo nombre lo indica, el motor de la edición lo constituyeron las experiencias en tanto inspiración tendiente a multiplicar buenas prácticas. También es el caso del libro “Micrófonos para el pueblo” (FM Bajo Flores, 2008), que articula testimonios para construir la historia de FM Bajo Flores y de su barrio, la villa 1-11-14 de la Ciudad de Buenos Aires.

En segundo lugar ubicamos un conjunto de textos que procuraron sistematizar conocimientos y saberes propios del quehacer radiofónico desde una perspectiva comunitaria, popular y/o alternativa con el propósito de acompañar, fortalecer o enriquecer a los proyectos que comenzaban a surgir y a los que ya contaban con algunos años de historia. Es el caso de las cartillas que conforman la serie “Hacer diciendo”51 producidas y editadas por Radio Revés de Córdoba, donde integrantes de la emisora sistematizaron nociones para profundizar la formación de las radios en materia de producción periodística y de gestión de equipos de trabajo. Es también el ejemplo de “Radio Newen” (La Tribu y FM Alas, 2007), donde miembros de FM La Tribu de Buenos Aires y de FM Alas de El Bolsón, Río Negro, sintetizaron los conceptos, las actividades y algunos de los intercambios compartidos a lo largo de cinco talleres destinados a radios de la Patagonia argentina, algunas en funcionamiento y otras en proceso de fundación. Es, asimismo, el caso de las publicaciones editadas por AMARC ALC conjuntamente con Interconexiones Cono sur52 (2006 a; 2006 b): “El cantar de las hormigas. Producción periodística en las radios comunitarias” y “Un río son miles de gotas. La capacitación en las radios

51

La serie está constituida por dos publicaciones: “Hacer Diciendo. Cartilla de formación para la producción periodística en radios populares, ciudadanas y públicas.” (Radio Revés, 2007: a) y “Hacer Diciendo. Cartilla de formación para la gestión de equipos de trabajo en radios populares, ciudadanas y públicas” (Radio Revés, 2007: b). 52 Interconexiones Cono sur fue un programa de capacitación orientado a radios comunitarias y ciudadanas de Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay gestionado por cinco emisoras y organizaciones de la región: FM La Tribu de Argentina, el Centro de Comunicación La Crujía de Argentina, Educación y Comunicaciones (ECO) de Chile, FM Trinidad/FM Viva de Paraguay y FM El Puente de Uruguay, con el apoyo de EED de Alemania. Comenzó a implementarse en 2000 y aún continuaba en funcionamiento en el año en que se concluyó esta Tesis.

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comunitarias”. Además de brindar nociones para fortalecer las prácticas radiofónicas en estos ejes, los dos textos recuperaron actividades y experiencias compartidas durante talleres de capacitación orientados a las emisoras. Si bien todas estas publicaciones asumieron enfoques claramente definidos respecto de las cuestiones abordadas, no tuvieron por objetivo delimitar definiciones acerca de la comunicación popular, comunitaria o alternativa para contrastarlas con otras perspectivas posibles. Por el contrario, más bien intentaron motivar el hecho de que sean los mismos colectivos o equipos de las radios, en cada contexto particular, quienes reflexionaran acerca de sus perspectivas, objetivos, decisiones y lógicas. Como en la década anterior, estos materiales procuraron dar cuenta de la existencia de la diversidad de emisoras, pero no profundizaron en sus diferencias.

El tercer grupo de libros y artículos es el que se orientó a definir y a delimitar las nociones de comunicación –o de radio– alternativa, comunitaria y popular o bien a proponer otras nociones para dar cuenta de modo preciso de las perspectivas comunicacionales y políticas a las que adscribieron sus autores. Es el caso de las nociones de contrainformación (Vinelli y Rodríguez Esperón, 2004), medios sociales de comunicación (La Vaca, 2006), mediactivismo (Cara y señal, 2006), comunicación autónoma (Cara y señal, 2008) o ciudadanía comunicativa (Mata, 2003). Los ejemplos que permiten ilustrar estas afirmaciones son numerosos. Basta con referirnos a los artículos que Vinelli y Rodríguez Esperón (2004) compilaron en “Contrainformación. Medios alternativos para la acción política.” A lo largo del libro, casi todos los autores y experiencias reunidas, si no todas, se esforzaron por definir y delimitar nociones. En la introducción los compiladores explicitaron (p. 7): Queríamos intervenir en el debate sobre el rol de los llamados medios alternativos y contrainformativos en la Argentina, pero también plantear nuevos acercamientos que, desde una indagación crítica, echaran un poco de luz sobre las eternas discusiones acerca de los alcances de términos tan ambiguos como contrainformación y alternatividad. La idea era abrir un espacio que abonara la reflexión y representara un amplio abanico de experiencias, posibilitando una discusión hacia dentro y hacia fuera del texto.

Tomando en consideración el conjunto de los textos que inscribimos en esta tendencia, podemos encontrar que algunos autores ensayaron definiciones positivas o propusieron matrices para analizar el grado de alternatividad de las experiencias (Colectivo Cono Sur, 2004). Otros enfatizaron el carácter contextual, procesual e intertextual de toda práctica que se defina en términos de comunicación popular,

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comunitaria o alternativa (Huergo, 2004; La Tribu, 2004 a). Muchos reactualizaron textos que fueron escritos décadas atrás. Otros tantos recuperaron viejas experiencias para erigirlas como referencias de resistencia o de lucha –en ocasiones de manera un tanto descontextualizada–, como la experiencia de Rodolfo Walsh y ANCLA, las radios mineras bolivianas y las guerrillas centroamericanas, las cabinas radiofónicas en zonas rurales de Ecuador y Bolivia y el Grupo Cine Liberación de Getino y Solanas. Hubo también quienes, cansados de los conceptos problemáticos, los descartaron por su falta de operatividad. Por ejemplo, esto decía Gándara (2004) a propósito de la noción de comunicación alternativa: En este sentido podríamos decir que la prensa de izquierda no es una prensa alternativa sino que es la prensa de un partido. Lo alternativo es un concepto muy problemático que termina derivando en una noción demasiado vaga que se va llenando de contenido depende de quién esté hablando o de cómo se lea una determinada práctica comunicacional. Pudo haber sido una noción muy operativa, pero termina resultando un obstáculo. Como sucede con muchos conceptos del campo de la comunicación, lo alternativo se convierte en una palabra valija que alguien llena y emplea como quiere sin terminar de comprender lo que significa. Por eso insistiría en que la prensa de izquierda no es alternativa y en que, al hablar de la prensa alternativa habría que explicar en cada caso concreto su sentido.

Como en años anteriores, lograr definiciones consensuadas fue una tarea difícil, si no imposible. Los significantes alternativo, comunitario, popular, junto con otros que fueron reactualizados, siguieron siendo lo suficientemente ambiguos en el nuevo siglo.

Las radios que constituyen el referente empírico de esta Tesis continuaron nombrándose como alternativas, comunitarias y populares; a veces de modo indistinto, a veces privilegiando un calificativo sobre los otros. No obstante, en la puesta en relación de los libros y publicaciones a los que nos acabamos de referir podemos hallar dos movimientos. Por un lado, la puesta en relieve de un conjunto de significaciones que las emisoras fueron condensando y haciendo parte de su identidad, como continuidades y regularidades, a lo largo de más de veinte años de trayectoria a nivel nacional –y a lo largo de mucho más tiempo aún si las pensamos insertas en una trama latinoamericana–. Por otro lado, la puesta en evidencia de una serie de perspectivas que suponen modos divergentes de significar la relación entre comunicación y política, así como el rol de las radios en esta relación. De estas regularidades y divergencias nos ocuparemos de aquí en adelante. Unas y otras llevaron a que en el período que nos ocupa las radios

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oscilaran entre su articulación como configuración discursiva –y como proyecto político– y la tendencia a la dispersión.

Continuidades y regularidades

Las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, la multiplicación de los foros y las movilizaciones internacionales con activo protagonismo de los movimientos sociales, así como la asunción de gobiernos nacionales que pusieron fin al predominio de las políticas neoliberales53 en algunos países latinoamericanos expresaron el resquebrajamiento de la hegemonía neoliberal a lo largo de la década. Como consecuencia, si bien la idea de oposición radical al neoliberalismo –tanto en términos económicos, como sociales, políticos y culturales– continuó vigente como sentido ligado a las radios comunitarias, populares y alternativas, paulatinamente fue perdiendo potencia como significante articulador de significaciones y dador de identidad. ¿Es posible identificar en estos años un significante que, con la misma fuerza, cumpliera un rol semejante? La tarea se torna difícil. No obstante, si analizamos los artículos y libros sobre radios y/o comunicación alternativa, comunitaria y popular– editados entre fines de 2001 y principios de 2008, podemos rastrear una serie de significaciones que fueron condensando la identidad de las emisoras. Podemos pensar estas significaciones en términos de continuidades, pues todas ellas tuvieron su origen en las décadas precedentes y continuaron teniendo relevancia en el período que nos ocupa. También podemos pensarlas en términos de regularidades, pues son estas significaciones las que nos permiten pensar al conjunto de las radios comunitarias, populares y alternativas como configuración discursiva con cierta identidad común. A continuación, explicitaremos estas continuidades y regularidades sintéticamente. No profundizaremos en ella pues, casi todas, fueron motivo de reflexión en los capítulos precedentes. •

Las radios comunitarias, populares y alternativas no sólo pugnaron por

democratizar las comunicaciones, sino que también expresaron, desde su específico 53

Nos referimos, por ejemplo, a los gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, de Hugo Chávez en Venezuela, de Evo Morales en Bolivia, de Tabaré Vázquez en Uruguay y de Néstor Kirchner en Argentina.

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accionar en la esfera de la cultura, opciones de cambio frente a las estructuras sociales o formas de vida injustas. De este modo, hicieron explícitas las relaciones existentes entre comunicación y política y comunicación y poder. En tanto los modos en que concibieron los procesos de cambio social, el estatuto de la comunicación en estos procesos y la articulación con los movimientos sociopolíticos que luchan por la transformación desde diversos ámbitos y proyectos, fueron motivo de divergencias entre las emisoras. De esto nos ocuparemos más adelante. •

El antagonismo respecto de los medios de comunicación comerciales,

crecientemente concentrados y orientados por el fin de lucro fue constitutivo de la construcción identitaria de las radios. De acuerdo a las perspectivas de unos u otros autores, estos medios fueron caracterizados como soportes ideológicos del poder o del sistema, como productores o vehiculizadores de los discursos sociales hegemónicos, como portavoces del discurso único, como promotores de la dispersión y la fragmentación social, como espacios que reducen las relaciones de comunicación a mercancías. En este contexto, las radios comunitarias, populares y alternativas consideraron la relación entre los sucesivos gobiernos y el creciente poder económico, político y cultural de estos medios en términos de alianza, complicidad o subordinación. El modo en que las emisoras concibieron al Estado es una de las cuestiones en torno a las cuales las experiencias comenzaron a dar indicios de divergencias. •

Como en las décadas precedentes, la sanción de una nueva Ley de

Radiodifusión que no sólo reconociera el derecho de las organizaciones sin fines de lucro de prestar servicios de comunicación audiovisual, sino que garantizara también el ejercicio del derecho a la comunicación para toda la ciudadanía y la democratización del sistema de medios en su conjunto, continuó siendo una demanda de las radios comunitarias, populares y alternativas. En este sentido, es necesario destacar el activo protagonismo de algunas emisoras y de sus redes54 en la conformación de la Coalición por una Radiodifusión Democrática. A partir de 2004 diversos actores sociales comenzaron a articularse en esta Coalición: universidades, gremios de trabajadores de los medios de comunicación nucleados en las dos centrales 54

Nos referimos, particularmente, al accionar del Foro Argentino de Radios Comunitarias (FARCO) y de AMARC Argentina.

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(CGT y CTA), el movimiento cooperativista, intelectuales, organismos de derechos humanos, movimientos de trabajadores ocupados y desocupados, músicos, entidades gestoras de derechos, pueblos originarios, organizaciones de mujeres, otros movimientos sociales y, como lo anticipamos, las radios comunitarias, populares y alternativas. Poniendo en segundo plano diferencias políticas e ideológicas, un primer núcleo impulsor de la Coalición logró consensuar 21 puntos por una Ley de Radiodifusión Democrática55. A partir de allí adhirieron y se sumaron nuevas organizaciones, llegando a ser más de 300 hacia 2009. De este modo, la Coalición con sus 21 puntos fue capaz de extender el reclamo por la democratización de las comunicaciones y por una nueva ley más allá de las agrupaciones ligadas directamente a los medios de comunicación y de ejercer presión en este sentido. De hecho, la Coalición cumplió un rol fundamental en el proceso de elaboración y sanción de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual cuando el gobierno nacional radicalizó el enfrentamiento con algunos de los principales grupos concentrados de medios de comunicación. •

En un contexto caracterizado en términos de fragmentación y desarticulación

del tejido social, el encuentro y la articulación de las resistencias y disputas, en tanto tareas políticas orientadas a construir fuerzas simbólicas y sociales de creciente incidencia, continuó siendo un horizonte relevante que las radios comunitarias, populares y alternativas procuraron asumir para sí, sea en el ámbito local, nacional o internacional, y más allá de cualquier evaluación acerca de la eficacia lograda en este sentido. La publicación de “Comunicación para el cambio social en América Latina: prácticas de articulación entre movimientos sociales y redes de comunicación” (Cremona, 2007), con el análisis de las articulaciones producidas por las emisoras argentinas (Saintout, 2007), atestiguan esta relevancia. Como veremos más adelante, los modos en que se concibieron estas articulaciones y cuáles se consideraron más o menos estratégicas son aspectos que diferenciaron a las radios. •

Como señalamos páginas atrás, uno de los procesos abiertos a partir de la

crisis de diciembre de 2001 fue el resquebrajamiento de los valores hegemónicos que fueron sostén del neoliberalismo. El individualismo fue uno de aquellos sentidos 55

Los 21 puntos por una Ley de Radiodifusión Democrática pueden http://es.wikisource.org/wiki/21_puntos_básicos_por_el_derecho_a_la_comunicación

leerse

en

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erosionados en amplios espacios sociales. En este marco, la acción colectiva que había emergido como práctica de resistencia durante los años ´90 –o lo colectivo, a secas– cobró nueva fuerza como opción de construcción política orientada a crear vínculos y lazos que fortalecieran al campo popular y a sus movimientos. Así lo expresó Radio Revés (2007 b, p. 4): Debemos pensar nuestros proyectos fuertemente desde lo colectivo. (…) [Tenemos que ser capaces de crear] espacios en los que reconozcamos las potencialidades de construir colectivamente aun con diferentes concepciones sobre los problemas del mundo o sus posibles soluciones. (…) Tenemos que emprender la organización y coordinación de esos espacios como lugares donde se forma una identidad participativa y donde se aprende a ser y crear colectivamente.

Paralelamente FM La Tribu (2004 b) editó “Palabras que muerden. Definiciones colectivas”, un libro donde intelectuales, músicos, integrantes de organismos de derechos humanos, fábricas recuperadas, movimientos campesinos, oyentes, periodistas, agrupaciones estudiantiles y otras radios comunitarias propusieron sus propias definiciones para quince palabras propuestas por la emisora. Entre la lista puede leerse el término colectivo y, en torno a éste, una gran coincidencia de los diferentes autores acerca de su valoración. •

En un contexto de emergencia de nuevos protagonismos sociales, las radios

comunitarias, populares y alternativas volvieron a poner de relieve la participación como rasgo propio de sus identidades. En los materiales analizados podemos identificar que esta noción estuvo ligada fundamentalmente a la expresión en la programación radiofónica de las voces de los sectores populares y de quienes habitualmente han sido discriminados o estereotipados en los medios de comunicación, sobre todo a través de sus movimientos y organizaciones. Estuvo asociada también a la construcción de iniciativas para motivar el involucramiento de oyentes, integrantes de las comunidades u organizaciones en instancias de producción y gestión de las emisoras. Es el caso, por ejemplo, de la conformación de la Red de Corresponsales Populares impulsada por FM La Tribu entre 2002 y 2004 (La Tribu, 2004 a). O el de la creación del Club de Radioparticipantes de FM Alas (Tornero, 2004), modo en que esta emisora comenzó a referirse –y resignificar– a sus oyentes. La idea de participación estuvo estrechamente vinculada, asimismo, a la aspiración de construir formas de gestión democráticas y participativas en oposición a los modelos caracterizados por la centralización de la información y la verticalidad en la toma de decisiones. No obstante, las implicancias y los alcances de la noción de participación 118

no siempre se reflexionaron y problematizaron en profundidad. Por el contrario, esta idea permaneció como una especie de ideal al cual las emisoras debían responder. Tal vez una excepción sean las palabras que sistematizaron La Tribu y FM Alas en “Radio Newen” (2007, p. 15). ¿Qué queremos? ¿Que la gente participe en los procesos sociales o en nuestro proyecto? Yo creo que en función de nuestros objetivos, queremos que las personas protagonicen lo que les pasa, transformen lo que sucede. Y no necesariamente que participen en nuestro proyecto. Tal vez necesiten una mano para participar en un centro de estudiantes, en una organización campesina, etc. Uno mide participación por la participación en nuestro proyecto. Y tal vez tenemos que discernir los espacios de participación que hay para las personas.



En continuidad con diversos aportes latinoamericanos desde los años ´80 en

adelante, y estrechamente relacionado con lo anterior, la construcción de relaciones dialógicas o no asimétricas entre emisores y receptores –o entre radialistas y oyentes– cobró un nuevo énfasis como aspiración de las radios comunitarias, populares y alternativas. A modo de ejemplo, en diversas publicaciones FM La Tribu (2004 b) comenzó a referirse a los oyentes en términos de interlocutores. La creciente extensión del acceso a las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, fundamentalmente a Internet, contribuyeron a revitalizar las reflexiones y las experiencias en este sentido. Muchos vieron allí la posibilidad de subvertir las distancias de los polos emisor-receptor impuestas por las tradicionales tecnologías analógicas, así como la oportunidad de multiplicar el número de medios y emisores. •

En un escenario en el que, como señalamos al principio del capítulo, se

extendió el cuestionamiento a la pretendida neutralidad, objetividad e independencia de los medios hegemónicos de comunicación, las radios comunitarias, populares y alternativas volvieron a considerar estratégica su incidencia en la opinión pública y en la disputa de las agendas mediáticas. El título del artículo sobre la experiencia de Radio Encuentro de Viedma (Busso, 2004), es elocuente al respecto: “Primera en noticias y en opinión pública.” Allí el autor resaltó como rasgo distintivo de la emisora su capacidad para instalar temas locales en la agenda de los medios de Viedma e incidir en la opinión pública de la ciudad. También, los cuadernillos y artículos orientados a profundizar la formación periodística de las emisoras pueden dar cuenta de la relevancia dada a esta cuestión, como los ya referidos “Hacer diciendo. Cartilla de formación periodística en radios populares, ciudadanas y

119

públicas”, editada por Radio Revés (2007 a) y “El cantar de las hormigas. Producción periodística en las radios comunitarias” (AMARC ALC e Interconexiones, 2006 a). •

En continuidad con las reflexiones que cobraron vigor en los años ´90, muchas

radios comunitarias, populares y alternativas, así como otro tipo de medios de comunicación, siguieron reconociendo el problema de dirigirse sólo a los círculos militantes y se identificaron con los desafíos de ampliar sus audiencias más allá de estos límites para construir masividad. Calicchio (2004, p. 62) lo expresaba en estos términos: Hoy (los medios alternativos) son una herramienta muy importante de denuncia, permiten informar en el exterior lo que pasa en Argentina, son un vehículo de comunicación entre organizaciones y llegan a un activismo importante pero no logran romper con un determinado “circuito” militante. Al estar la mayoría sustentados en formatos electrónicos, que son más rápidos y económicos, se limita el universo de receptores ya que si bien el acceso a las nuevas tecnologías se ha extendido no se ha masificado. Y en el caso de los materiales gráficos chocan con un bajo nivel de lectura o la falta de las monedas necesarias para pagar un ejemplar. La radio y la TV; los principales medios consumidos por los compañeros, no han podido ser abordados con éxito desde el campo popular. (…) Como decían los compañeros de la Agencia Conosur en la misma charla, no se trata de hacer un gran medio masivo sino que la comunicación popular y alternativa en su conjunto se masifique y llegue a los sectores populares.



Las preguntas y las búsquedas en torno a la dimensión artística de las

programaciones, a las formas de interpelación orientadas no sólo a la racionalidad sino también a la sensibilidad de las audiencias y a las posibilidades de transformar lenguajes y códigos continuaron vigentes. Más aún, la emergencia de nuevos grupos de activismo artístico y la revitalización de otros ya existentes a partir de las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 contribuyeron a enriquecer estas preguntas y búsquedas56. El acercamiento a los grupos de activismo artístico llevó a que algunas

56

Tal como propone Longoni (2009, p. 18) la noción de activismo artístico se utiliza aquí de modo genérico para agrupar a “producciones y acciones, muchas veces colectivas, que abrevan en recursos artísticos con la voluntad de tomar posición e incidir de alguna forma en el territorio de lo político”. No obstante, cabe señalar que algunos de los grupos que la autora incluye bajo esta denominación se resisten a definirse a sí mismos como artistas y a sus prácticas como arte y, en su lugar, comprenden sus acciones como formas de militancia desde estrategias creativas de comunicación política. Según Longoni, dos coyunturas facilitaron la emergencia, la multiplicación y la vitalidad de los grupos de activismo artístico durante la década del ´90 y los años 2000: el surgimiento de HIJOS, agrupación nacida en 1996 que reúne a hijos de detenidos-desaparecidos durante la última dictadura militar, y la etapa comprendida entre la revuelta de los días 19 y 20 de diciembre de 2001 y la asunción del presidente Néstor Kirchner, a mediados del 2003, “período marcado por un clima de inédita inestabilidad institucional y continua agitación callejera, así como por la emergencia de lo que se llamó nuevos protagonismos sociales” (Longoni, 2009, p. 21).

120

emisoras exploraran los cruces entre arte y política en el territorio del lenguaje radiofónico57. A modo de ejemplo, la nota de tapa de la revista Cara y señal editada por AMARC ALC en 2008 se tituló “El medio es la interferencia. El radioarte, de las vanguardias a las radios comunitarias.” Allí los editores de la publicación producida en Buenos Aires afirmaban (Cara y señal, 2008 a, p. 5): La radio busca desencantar. Arrancar al encantado de su obediencia. La historia de la etimología relaciona oír con obedecer. Ese obaudire del latín derivó en la forma castellana obedecer hasta vincular la noción de audiencia con la práctica de la obediencia. Por eso es desgraciada la terminología radiofónica cuando nombra al otro del diálogo como oyente o auditor. Si el sistema ha construido modos de sometimiento y represión, lo ha hecho también sobre las maneras de organizar el lenguaje para controlar el diálogo. Por eso un hecho artístico puede ser un modo de desestabilizar el sistema de códigos y entendimientos. De sacarle la costumbre al cuerpo para evidenciar que acostumbrarse a un acontecimiento no quiere decir tener que continuarlo. Y que otro mundo empieza por decírselo de nuevo y diferente porque el sonido puede ser una interferencia sobre la época.

En su encuentro y vinculación con los grupos de activismo artístico algunas emisoras hallaron un conjunto de reflexiones y de recursos que en ocasiones les permitieron tomar distancia –aunque no abandonar– las formas de comunicación caracterizadas por la transmisión de contenidos ideológicos o concientizadores con un estilo pedagógico y de denuncia para explorar formas orientadas a la subversión y la interferencia de las gramáticas culturales y de los códigos que regulan el decir. No obstante, algunos autores cuestionaron estas tendencias. Mangone (2007) fue tal vez uno de los más críticos en este sentido, al considerar estas búsquedas como experimentaciones formalistas o innovaciones estéticas que tomaron distancia de la articulación orgánica con proyectos transformadores del orden social y que habrían permitido la articulación de los márgenes alternativos con el centro cultural dominante. •

Por último, tal como ocurrió durante los años ´90, para las radios

comunitarias, populares y alternativas continuó siendo un desafío la construcción de formas de gestión colectivas, democráticas y participativas que posibilitaran la sostenibilidad y el logro de sus objetivos. A esto se sumaron las nuevas inquietudes de

57

Este fue el caso, por ejemplo, de FM La Tribu. En un trabajo anterior nos propusimos indagar, precisamente, los encuentros y vinculaciones entre esta emisora de Buenos Aires y un conjunto grupos de activismo artístico que desplegaron sus intervenciones en la misma ciudad desde mediados de la década del ´90 hasta la actualidad. En este trabajo se pueden encontrar no sólo referencias a la incursión de la emisora en la producción de radioarte, sino también en otro tipo de intervenciones donde arte y política se entrecruzaron (Kejval, 2010).

121

las organizaciones y movimientos sociales que fundaron sus proyectos radiofónicos con posterioridad a 2001 y que procuraron nutrirse de las experiencias acumuladas previamente. De ahí que las preguntas, nociones, herramientas y experiencias en torno a la sostenibilidad y la gestión de las emisoras se expresaran en diversas publicaciones tanto al estilo de manual como de aportes conceptuales o reflexiones provocadoras. A modo de ejemplo, se puede citar la sistematización realizada por Radio Revés (2007 b) en “Hacer diciendo. Cartilla de formación para la gestión de equipos de trabajo en radios populares, ciudadanas y públicas”.

Lo que acabamos de sintetizar son un conjunto de significaciones en torno a las cuales se fue anudando la construcción identitaria de las radios comunitarias, populares y alternativas entre fines de 2001 y principios de 2008. Significaciones que, en general, tuvieron sus orígenes en las décadas precedentes y que, por lo tanto, expresaron continuidades. Significaciones que pueden ser pensadas en términos de regularidades, pues dotaron de sentido al conjunto de las emisoras y abrieron la posibilidad de concebirlas como totalidad. En todo caso, será la centralidad que ocupe cada una de estas cuestiones uno de los motivos en los cuales se funden las diferencias entre las experiencias y las perspectivas que procuraron dar cuenta de ellas.

No obstante, las significaciones en torno a las radios comunitarias, populares y alternativas no pueden ser pensadas exclusivamente en términos de regularidades. Es necesario analizar también sus divergencias y puntos de debate. ¿Cómo acceder a ellos? De más está decir que cada experiencia reviste una singularidad que le es propia y que es irreductible a cualquier intento de sistematización. Aún así, a diferencia de las décadas anteriores, entre 2001 y 2008 podemos reconocer la configuración de tres perspectivas conceptuales en pugna para dar cuenta de la relación entre comunicación y política –o también entre comunicación y poder– y, en este marco, de las significaciones y roles atribuidos a las radios que nos ocupan. Estos tres enfoques procuraron interpelar a las emisoras para incidir en sus estrategias de acción. En las próximas páginas nos ocuparemos sintéticamente de cada uno de ellos. Al recorrerlas algunos lectores intentarán clasificar unos u otros medios de comunicación bajo una u otra perspectiva. En algunos casos será una tarea sencilla. En otros, la cuestión será más bien compleja, pues muchas radios estuvieron 122

atravesadas conflictivamente por más de una de estas tendencias. De cualquier modo, la intención está lejos de pretender categorizar o clasificar medios. Se trata, en cambio, de hacer explícitas las diferencias de una manera que resulte productiva y problematizadora.

Construir ciudadanía

En el capítulo anterior destacamos cómo durante la década de los ´90 fueron emergiendo y cobrando relevancia las ideas de construcción de ciudadanía y de ciudadanía comunicativa para expresar los horizontes político culturales a los cuales las radios comunitarias, populares y alternativas debían contribuir. Esta tendencia continuó vigente e, incluso, en muchos casos se profundizó. Al respecto, Huergo (2004) afirmaba: Como vengo tratando de sostener, nuestras prácticas de comunicación popular y comunitaria pertenecen al orden de las políticas culturales. Pero, hoy, hablar de políticas culturales pasa por reconcebir a la ciudadanía en tanto “estrategia política”. Ante una mayor oscuridad en los escenarios socioculturales actuales, adquieren mayor relevancia los proyectos que acompañen la redefinición del papel de diversas formas de la ciudadanía en sociedades con crisis orgánicas.

La estrategia de aportar a la construcción de ciudadanía se puso en evidencia en el modo en que algunas de las emisoras se apropiaron de este horizonte. Por ejemplo, la mencionada publicación “Hacer Diciendo. Cartilla para la producción periodística en radios populares, ciudadanas y públicas”, editada por Radio Revés de Córdoba (Radio Revés, 2007: a), estuvo atravesada por la noción de ciudadanía en el sentido en que la desarrollamos en el capítulo precedente. Luego de caracterizar la creciente centralidad de los medios de comunicación en la configuración del espacio público y en los modos en que los sujetos perciben la realidad y constituyen sus identidades, los autores enfatizaron, en contraposición a las prácticas de las empresas mediáticas orientadas por el fin de lucro, el rol de los medios de comunicación populares, públicos y ciudadanos en la producción de noticias y agendas informativas. La realización de estas últimas debería estar orientada de acuerdo a las “necesidades y requerimientos de la ciudadanía organizada, de las organizaciones de base y del movimiento popular” para dar visibilidad y legitimidad a estas organizaciones y para que “la ciudadanía se informe, comprenda, intercomunique, organice y participe activamente en la definición de sus derechos y obligaciones” (Radio Revés, 2007: a, 123

p. 18). Por su parte, en “Veedurías y observatorios”, La Tribu (2003) convocó a diversos autores para reunir reflexiones y experiencias acerca de las veedurías y observatorios de medios de comunicación en América Latina. Esta publicación permitió ubicar los proyectos de las radios en un contexto más amplio de lucha por la democratización de las comunicaciones. En este marco, el horizonte de contribuir a la construcción de ciudadanía comunicativa se hizo presente con fuerza a través de acciones en múltiples frentes58. Al respecto los editores sostenían en la introducción: La ciudadanía se encuentra en un momento privilegiado para tomar en sus manos la emisión de juicios críticos con respecto a los medios masivos. Mientras se desarrollan y multiplican los medios de comunicación alternativa en los diversos niveles, los grandes comunicadores tendrán que tener en cuenta que hay millones de ojos pendientes de qué información se difunde y bajó qué tratamiento. Frente al poder de los medios masivos de comunicación para configurar el relato social algunos sectores de la sociedad se organizan para desmontar sus estrategias. Frente a la concentración de la propiedad de los medios y las legislaciones injustas, la ciudadanía busca extender las posibilidades de ejercer sus derechos.

Asimismo, la centralidad de la noción de ciudadanía se expresó en las intervenciones protagonizadas por las redes de emisoras ALER Y AMARC ALC a través de sus publicaciones, de sus intervenciones en foros y congresos y de sus propias políticas de fortalecimiento de las radios asociadas.

En esta nueva etapa la noción de ciudadanía que las radios hicieron propia se fue complejizando, enriqueciendo, precisando y portando acentos particulares respecto de sus definiciones previas. En primer lugar, Huergo (2004) supo distinguir diferentes narrativas acerca de la ciudadanía en disputa en las sociedades y en las políticas culturales: las conservadoras, las liberales/neoliberales y las críticas. En contraposición a las narrativas que tienden a soslayar o a contener59 las diferencias, los conflictos y los antagonismos sociales, el autor caracterizó las narrativas críticas como aquellas que atienden a las tramas conflictivas que atraviesan a las sociedades y que abordan las relaciones asimétricas que se dan en su interior. Asimismo, estas narrativas proponen una lectura histórico-crítica de las diferencias culturales, comprendiendo que éstas se constituyen en condiciones materiales e históricas de desigualdad. A su vez, frente a las narrativas que exaltan la construcción de consensos a través de grandes conversaciones o foros sociales, las narrativas críticas permiten 58

Entre estas acciones se destacaron las luchas por legislaciones democráticas en materia de radiodifusión y la creación de veedurías y observatorio de medios de comunicación. 59 Según Huergo (2004), en vez de contener podríamos decir, también, retener y reprimir las diferencias, conflictos y antagonismos.

124

imaginar un más allá de las fronteras de los consensos hegemónicos y, por lo tanto, disputar poder. Además, en oposición a las narrativas que ponen el acento en el carácter individual del ejercicio de la ciudadanía, las narrativas críticas enfatizan la organización ciudadana. Finalmente, no suponen una figura predefinida de ciudadano, sino que éste mismo se va constituyendo como tal a través de procesos de formación. De este modo, se abre la posibilidad de desandar las imágenes y los sentidos naturalizados por los discursos hegemónicos y de construir prácticas transformadoras del orden social. Son precisamente las narrativas críticas las que el autor propuso para que las experiencias de comunicación popular y alternativa asumieran como propias.

En segundo lugar, y en estrecha relación con las reflexiones precedentes, los procesos de organización y movilización ciudadana fueron valorados por sobre el ciudadano individual en tanto potencia capaz de motorizar transformaciones del orden hegemónico. No obstante, diversos autores reconocieron los límites de las organizaciones y los movimientos. En este sentido, en el artículo “Desarrollo, ciudadanía y democracia: aportes desde la comunicación” Uranga (2007, p. 204) sostuvo: En medio de un escenario caracterizado por la fragmentación de las iniciativas, de las propuestas y de los modelos organizativos, las organizaciones sociales dieron respuestas supletorias, se hicieron cargo de la acción social, generaron redes y articulaciones muchas veces precarias. Estas iniciativas dieron respuesta a la emergencia, pero sin capacidad para generar un modelo de desarrollo alternativo. Hoy nos encontramos frente a la necesidad de redefinir el sentido mismo de estas organizaciones, de discutir su papel en el marco de otra relación con el Estado y de redefinir el sentido de lo que entendemos por “lo público” y las responsabilidades que a cada sector le competen en ese escenario.

Si bien las intervenciones y estrategias en torno a la construcción y fortalecimiento de la ciudadanía partieron del reconocimiento del debilitamiento del Estado producto de la implementación de las políticas neoliberales desde la última dictadura militar, el Estado no dejó de ser interpelado como regulador y promotor de políticas públicas que ampliaran y garantizaran el ejercicio de derechos.

En tercer lugar, como lo venimos sosteniendo a lo largo de este capítulo, algunos autores advirtieron una mayor criticidad de las organizaciones sociales y de la población en general frente a los medios de comunicación concentrados. No obstante, frente a esta situación Mata constató que en el momento de plantear reivindicaciones tendientes a transformar esta situación los sujetos se reconocían en una situación de

125

“no poder”. A partir de esta constatación la autora afirmó que desde la posición de públicos se asume una condición de impotencia que no permite reconocer las expectativas bajo la forma de derechos propios o de obligaciones de otros, sea bajo la forma de desafíos o de objetivos a lograr. En consecuencia, Mata propuso la estrategia de que los públicos de los medios de comunicación ya no sólo se pensaran como tales, sino también como ciudadanos. De ahí la necesidad de construir una ciudadanía comunicativa en torno al derecho a la comunicación que actúe en múltiples frentes, con activo protagonismo de los medios comunitarios, populares y alternativos. Así lo expresaba la misma Mata (2003: 51): No alcanza con reconocer la impotencia que se aloja en el consumo masivo. No basta con detectar los niveles de sub información sostenidos en la creciente concentración de medios y las férreas lógicas mercantiles con que ellos operan. Se vuelve necesario actuar reponiendo la idea de una ciudadanía comunicativa como idea fuerza que marque una vasta labor de acción político cultural. (…) Se trata de reivindicar y hacer efectiva la posibilidad que existe para quienes han sido constituidos como públicos, más allá de esa condición pero desde ella, de ser capaces de no delegar los derechos a la libre expresión y la información.

Autores como Rincón (2007) plantearon propuestas similares en los términos de fortalecer y profundizar un activismo comunicativo en torno al derecho a la comunicación y a la democratización de las comunicaciones, a través de espacios atractivos y acciones creativas, capaces de construir unas ciudadanías que no resultaran aburridas.

Las reflexiones en torno a la ciudadanía comunicativa se fueron enriqueciendo con los aportes de investigadores e intelectuales argentinos y latinoamericanos dedicados al estudio de la economía política crítica de la cultura, de las políticas de comunicación y de los derechos a la libertad de expresión y a la información. De este modo, se complementaron con las indagaciones acerca de las especificidades de los bienes culturales en relación a otras “mercancías”, sobre la concentración y la centralización de capital en los medios de comunicación y acerca de la diversidad y el pluralismo cultural. El ejercicio de la ciudadanía comunicativa encontraba un límite frente a los procesos de concentración, homogenización y mercantilización que estos estudios procuraban poner en evidencia. En consecuencia, la reivindicación de democratizar las comunicaciones cobró nuevo vigor. Junto con esto, se revitalizó la demanda de legislaciones que comprendieran la comunicación como un derecho humano y que garantizaran su ejercicio.

126

Por último, si durante los años ´90 las formulaciones sobre la construcción de ciudadanía habían privilegiado el accionar local, en el nuevo siglo la lucha por la ciudadanía comunicativa se desplegó simultáneamente en el ámbito local, nacional y global. La relevancia que las redes de radios comunitarias, populares y alternativas dieron a la participación en los foros y cumbres de debate internacional demuestra este desplazamiento.

Contrainformación

En 2002 Vinelli publicó “ANCLA, Agencia de Noticias Clandestina” sobre la agencia informativa creada por Rodolfo Walsh dependiente del Departamento de Informaciones e Inteligencia de Montoneros que funcionó en 1976 y 1977. Este libro y la investigación que lo sustentó le permitieron a la autora no sólo describir y analizar en detalle la experiencia de ANCLA, sino también recuperar y reactualizar un concepto acuñado décadas atrás: el de contrainformación. Desde entonces, esta noción fue apropiada por numerosas experiencias y cobró un nuevo protagonismo en nuestro país. Más adelante, en 2004, la misma Vinelli junto con Rodríguez Esperón publicaron “Contrainformación. Medios alternativos para la acción política”, libro ya citado en esta Tesis, donde los autores compilaron las reflexiones y las experiencias producidas por más de quince intelectuales y colectivos de comunicación. Allí la idea de contrainformación se hizo presente otra vez con fuerza. Siguiendo los aportes de estos autores, intentaremos sintetizar cómo se conceptualizó la noción de contrainformación e identificar qué acentos supuso en relación a los medios de comunicación a los cuales aludía. En primer término, Vinelli y

Rodríguez

Esperón

(2004,

p.

13)

distinguieron

y

caracterizaron

complementariamente la comunicación alternativa y la contrainformación. Si la primera refiere al “proceso que abarca desde el discurso hasta la organización del medio y las formas sociales en que éste se utiliza”, la contrainformación refiere a la específica discursividad de la práctica de comunicación alternativa.

127

En

segundo

lugar,

según

los

mismos

autores

(2004,

p.

17)

la

contrainformación supone enfrentamiento, “no sólo contra el discurso oficial sino también contra el orden establecido. Enfrentamiento que algunos nos empeñamos en seguir caracterizando como lucha de clases”. Ligada al rol de la vanguardia política y social, la contrainformación es comprendida como “arma de combate”60 o instrumento en relación con un proyecto de cambio de la estructura social en tanto totalidad61. Esto quiere decir que estas prácticas están ligadas, en cierta medida, orgánica e instrumentalmente a organizaciones político sociales que exceden el campo comunicacional. Sus objetivos se subordinan a las estrategias de dichas organizaciones de acuerdo a las coyunturas político sociales en las que deciden intervenir. En este sentido, luego de recorrer diferentes medios de comunicación alternativa y de contrainformación a lo largo de la historia de América Latina, Vinelli (2002, p. 58) concluyó que todas estas experiencias “tienen en común una práctica política que se sostiene en la concepción leninista de la prensa en tanto factor de organización, educación y esclarecimiento.” Desde esta concepción, otros aspectos relativos a la práctica comunicativa como las formas de propiedad, los modos de relación entre emisores y receptores, las búsquedas formales o los modelos de gestión de los medios dejaron de tener centralidad. A su vez, como anticipan las citas, la noción de contrainformación recuperó el antagonismo de clase como fundamento de toda estrategia política que se proponga transformar radicalmente el orden social. De este modo, los conflictos entendidos a partir de conceptos como los de género, etnia, nacionalidad, generación u orientación sexual ocuparon un lugar secundario. El Estado fue generalmente confrontado de forma explícita por su funcionalidad respecto de los intereses de las clases dominantes.

En tercer término, siguiendo a Vinelli y Rodríguez Esperón (2004), las prácticas que se definen como contrainformativas tienden a hacer explícito su carácter dependiente de un proyecto de transformación social, en oposición a la retórica de la independencia y objetividad periodísticas. A la verdad construida por los medios del sistema enfrentan otra verdad, velada por los primeros: la de los oprimidos, la de la 60

Vinelli (2002) utiliza esta expresión en reiteradas oportunidades en “ANCLA. Agencia Clandestina de Noticias” 61 Al respecto, los autores recuperaron los aportes de Graziano (1980) en su artículo “Para una definición alternativa de la comunicación”, texto al cual ya nos referimos en el capítulo “Los años ´80. Democratizar las comunicaciones, democratizar las sociedades.”

128

clase trabajadora. En consecuencia, la contrainformación tiende a reconocer la existencia de manipulación en toda producción mediática y procura explicitar sus mecanismos, transparentando los modos de producción y los objetivos políticos en los que se fundamentan. Los autores retomaron las palabras de Enzesberger (1971, p. 25) para dar cuenta de la idea de manipulación comprendida como una consciente intervención técnica en un material dado. La cuestión deja de ser entonces si los medios son manipulados o no para pasar a preguntarse quién manipula los medios. El reconocimiento de la manipulación lleva a la necesidad de aprender las técnicas de la producción mediática y el dominio de estas técnicas abre la posibilidad de la producción propia. De ahí que quienes son constituidos como receptores por los medios hegemónicos son llamados a transformarse en emisores.

A partir de lo anterior, la contrainformación propone centrar la acción comunicacional en torno a la información, en dos sentidos: criticar la información dominante y construir la agenda propia. La contrainformación tiende, por un lado, a criticar e invertir la información ligada a los intereses de la clase dominante y a producir una lectura orientada a la clase trabajadora. Desde este punto de vista, la contrainformación es lectura crítica de medios: “existen momentos en los que las agendas –de los medios hegemónicos y de los contrainformacionales– coinciden; pero el tratamiento es desde lados opuestos de las barricadas” (Vinelli y Rodríguez Esperón, 2004: 16). De lo que se trata en este caso es de poner en evidencia los mecanismos de ocultamiento y tergiversación de los medios masivos. Pero al mismo tiempo, las experiencias de contrainformación tienen una agenda construida de acuerdo a los objetivos y las prioridades de las organizaciones político sociales de las que dependen o con las que se articulan. En esta línea, la disputa por el sentido no se ejerce únicamente en los momentos ‘calientes’ (…), sino también en el trabajo cotidiano de los medios del campo popular. Es decir, en la cobertura de lo que para los medios del sistema no es noticia. Antes o después del piquete, en la huerta o en la producción de ladrillos, en los cursos de formación y en las presentaciones de los planes de lucha, en la organización barrial o en la fábrica recuperada; en fin, en la vida misma de los sectores populares también están en juego los modos de representar la identidad de los movimientos políticos y sociales. (Vinelli y Rodríguez Esperón, 2004: 16).

Desde esta perspectiva, algunos autores tomaron distancia de las principales significaciones que habían estado ligados a los medios de comunicación alternativos,

129

populares y comunitarios, tal como los sintetizamos páginas atrás. Incluso algunos las cuestionaron. Por ejemplo, respecto a la cuestión legal, decía Pierucci (2004, p. 36 y 37): Así, aunque contraria a la opinión mayoritaria de teóricos y responsables de medios de comunicación que hoy existen en el aire bajo estado judicial precario o directamente ilegal y que proclaman como acción política la presión por el reconocimiento estatal de medios de baja potencia o comunitarios, entendemos que los costos y restricciones inherentes a esta alternativa son peores que la situación actual. Si existe la voluntad de que los medios de comunicación sean herramientas para la lucha emancipatoria de la clase trabajadora, pensamos que tal vez sea mejor asumir la condición que caracteriza la ley del Estado burgués a aquellas experiencias que no se ciñan a sus normas, tomar las medidas de seguridad que correspondan y no resignar ningún aspecto que desvíe su sentido original o disminuya su potencia libertaria. En algunos casos al margen, en otros fuera de la ley.

En su artículo “Fuera de la ley” Pierucci (2004) sostuvo que la lucha por el reconocimiento legal, la búsqueda de profesionalizar los medios e incorporar equipamiento y los intentos por seducir en términos de mercado a posibles anunciantes o fuentes de financiamiento contribuyeron a la cooptación de las radios y canales alternativos por parte del sistema. Las críticas que recibió la noción de contrainformación fueron, en muchos casos, explícitas. Durante el III Congreso Panamericano de Comunicación realizado en Buenos Aires Downing (2007, p. 304) fue elocuente: Este modelo tiene sus ventajas: no se necesita información precisa, bien investigada y en tiempo, y los medios principales, a pesar de sus fuentes de financiación, son generalmente una fuente incompleta, que habitualmente requiere que re-aprendamos el viejo hábito soviético de leer entre líneas. Pero el modelo de contra-información implica constantemente que todo lo que necesitamos sean hechos reales para sólo ahí comenzar a trabajar sobre ellos. Hay poco espacio para las emociones o la imaginación o el humor; sólo el recitado ralentado de todo un ciclo de represión y desafío, desafío y represión. La única emoción que parece tolerarse es la indignación, y se asume en forma implícita que ésta llevará a la gente automáticamente a las calles y plazas para protestar. ¿Y después?

Downing

completó

su

cuestionamiento

refiriéndose

a

que

el

modelo

contrainformativo pocas veces muestra los proyectos, experimentos y logros de los movimientos de justicia social, la cotidiana subversión capilar y las actividades que permiten lograr el disfrute colectivo: “lo que está ausente entonces en estos medios es el día a día de la vida social, lo cual debería ser parte de cualquier solución plausible frente a las negativas bien reales que las estructuras de poder del planeta presentan”.

130

Por otro lado, en 2008 la Revista Cara y señal publicada por AMARC ALC realizó una entrevista al italiano Berardi durante su estadía en la ciudad de Buenos Aires. Allí mantuvieron el siguiente diálogo: – Hoy vemos nacer muchos proyectos que se definen como contrainformacionales. ¿Cuál es tu mirada sobre este concepto? – En los años 70 una parte del movimiento de comunicación, especialmente Radio Alice, rechazó esta idea de la oposición entre falsedad y verdad. No hay una verdad, hay una multiplicidad de intereses, una multiplicidad de formas imaginarias. El problema no es establecer la verdad, es buscar las formas que permiten el máximo de liberación. Todo esto parece una cuestión conceptual, pero tiene consecuencias lingüísticas y prácticas muy importantes. Por ejemplo, en los 70 italianos significó un rechazo a la ideología izquierdista predominante y la búsqueda de formas más cercanas a la vida proletaria. Hoy, en la realidad comunicativa, la expresión contrainformación me parece completamente pobre.

Por su parte, desde el ámbito nacional, Radio Revés cuestionó que las radios populares orienten su producción periodística exclusivamente en torno a la contrainformación. Sostuvieron que las agendas de estos medios no deben estar determinadas, exclusivamente, por la oposición a las de los medios comerciales sino por las necesidades de la ciudadanía organizada, de las organizaciones de base y del movimiento popular. Y agregó (Revés, 2007: a, p. 18 y 19): Nuestro trabajo no consiste sólo en denunciar, en dejar asentada nuestra indignación por las injusticias y desigualdades de este mundo. Nuestro trabajo es una propuesta de diálogo y por eso debemos reconocer el lugar desde el que nos escucha el oyente con el que dialogamos e invitarlo a recorrer un camino juntos, acompañarlo en ese camino... no empujarlo o tironearlo. No se trata de apabullar a nuestra audiencia con nuestras verdades y sentencias, con nuestros análisis e interpretaciones. Todas esas cosas deben estar presentes, pero tenemos que hacer un esfuerzo por dialogar con nuestros oyentes sobre sus necesidades y requerimientos informativos. Reconociendo además que nuestra audiencia, como nosotros, vive, piensa y siente en una sociedad que se rige fuertemente por los valores del mercado y el beneficio individual.

Por último, en los textos y reflexiones focalizados en la contrainformación podemos encontrar, a modo de referencias, múltiples experiencias comunicativas en contextos dictatoriales, de insurgencia revolucionaria o represivos. Desde ANCLA hasta las radios de la guerrilla salvadoreña, desde Tucumán Arde hasta las radios mineras bolivianas, desde la cubana Radio Rebelde hasta la cobertura de la represión en Puente Pueyrredón el 26 de junio de 2002. No obstante, escasean las experiencias inspiradoras que refieran al papel de los medios contrainformativos en tiempos de funcionamiento de la institucionalidad democrática.

131

Mediactivismo En el período que nos ocupa fue cobrando visibilidad y protagonismo una perspectiva que puede interpretarse como tal al poner en relación un conjunto de reflexiones que coinciden en lecturas acerca de los escenarios actuales, sobre la relación entre política y comunicación y acerca del rol de los medios que se pretendan transformadores en esos contextos. No es sencillo nombrarla, debido a que su articulación es menos sistemática que las perspectivas desarrolladas anteriormente. Algunos la han identificado como comunicación autónoma. Otros, como mediactivismo. Otros, como la que sustenta a los “medios sociales de comunicación”. En las próximas líneas intentaremos identificar sus orígenes, algunos de sus principales modos de comprender los contextos y los acentos que imprimieron a los medios de comunicación comunitarios, populares y alternativos, entre los que incluimos a las radios. Paralelamente a la creciente incidencia de autores como Negri, Hardt y Holloway en las ciencias sociales, durante el período que analizamos se multiplicó la circulación de artículos del italiano Berardi, fundamentalmente a través del sitio de Internet de Indymedia Argentina. Este autor recurrió a la noción de mediactivismo, así como a la idea de una comunicación autónoma, para dar cuenta de sus propios desarrollos teóricos y para proponer acciones comunicativas. Asimismo, en 2006 el colectivo La Vaca publicó “El fin del periodismo y otras buenas noticias” que critica los conceptos de medios alternativos y de contrainformación. En cambio, propone la noción de medios sociales de comunicación para dar cuenta de la producción y la circulación de información contrapuestas al “capitalismo mediático”62. También en 2006, AMARC ALC publicó “La red es el mensaje”, un artículo dedicado al mediactivismo que ocupó la nota de tapa de su revista. En su introducción los editores señalaron (p. 6): En los últimos años, una nueva manera de entender la relación entre comunicación y política ha generado proyectos y acciones que se agrupan con el nombre de mediactivismo. En este número de Cara y señal se presenta un recorrido por las reflexiones que les dan origen y por algunas de sus experiencias en distintos lugares del mundo.

62

Los autores utilizaron la noción de capitalismo mediático para referirse a “la construcción de poder basada en controlar, restringir y clasificar los flujos de la información.” (La Vaca: 2006, p. 2)

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La publicación y circulación de todos estos textos, junto con otros producidos y editados fundamentalmente en Europa pero que comenzaron a tener una asidua circulación en nuestro país, permiten advertir la centralidad que paulatinamente fue cobrando esta nueva perspectiva.

Muchos de los libros y artículos que podemos incluir dentro de este enfoque tendieron a fijar en las movilizaciones de Seattle contra la Organización Mundial del Comercio, en noviembre de 1999, un hito de origen. En la masiva marcha conocida como N-30 participaron miles de movimientos sociales, organismos de derechos humanos, pacifistas, indígenas, campesinos y sindicatos de todo el mundo. Las nuevas tecnologías y la autoorganización, sumadas a la emergencia del movimiento global, tuvieron un papel protagónico en términos de convocatoria y de difusión de lo sucedido.

En el momento de describir los contextos actuales, la mayoría de los autores que podemos vincular a esta perspectiva destacaron las transformaciones políticas, socioeconómicas y culturales, así como en la constitución de las subjetividades e identidades consecuencias del semiocapitalismo y de la globalización. La centralidad de los flujos informativos en la nueva etapa del capitalismo, los vertiginosos desarrollos de las tecnologías de la comunicación, las transformaciones en el trabajo, las mutaciones en las percepciones del tiempo y del espacio, la concentración de las industrias culturales, la reducción de los Estados nacionales a la implementación de políticas de contención y represión de los excluidos del sistema, fueron entonces referencias frecuentes. No obstante, allí donde se diagnosticaron las nuevas formas que asumía la dominación y la explotación, muchos autores identificaron contradicciones capaces de dar origen a las nuevas resistencias y luchas, fundamentalmente a partir de las oportunidades que trajo aparejado el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y de la creciente preponderancia del trabajo cognitivo. En estos contextos, a los que es necesario sumar el punto de inflexión que significaron las jornadas de diciembre de 2001 en Argentina y las nuevas formas de resistencias latinoamericanas como el zapatismo en México, muchos autores consideraron inútiles las categorías utilizadas en décadas anteriores para pensar lo político y las experiencias de confrontación contra la dominación. De este modo, las viejas nociones de comunicación alternativa y de contrainformación fueron 133

severamente cuestionadas. Así lo expresaba Berardi en la entrevista realizada por la revista Cara y señal (2008 b, p. 32) referida anteriormente: La definición de alternativo está muy frágil. En los años ‘60 y ‘70, cuando se decía ‘alternativo’ se podía entender la idea de contrainformación. Por un lado la verdad de clase del poder y por otro la verdad ‘verdadera’, la del proletariado. La idea de comunicación alternativa estaba vinculada a la de conflicto de clases. Hoy la noción de alternativo es mucho más difícil de establecer, fundamentalmente por la multiplicación infinita de fuentes comunicacionales, semióticas. También porque la misma definición de una oposición social e ideológica es cada vez más imprecisa. En lugar de comunicación alternativa me parecería mejor elaborar la noción de comunicación autónoma, que significa no tanto una comunicación que se opone a una especie de comunicación dominante, sino la idea de una forma de comunicación que corresponde al deseo del cuerpo social.

Como puede presuponerse hasta aquí, los medios y las prácticas de comunicación que aspiraban a contribuir a procesos transformadores recibieron desde este enfoque acentos diferentes a los que les imprimieron otras perspectivas. En primer lugar, como el mismo término lo indica, el mediactivismo cuestionó la pasividad del receptor construida por la industria cultural y puso énfasis en la multiplicación de sujetos devenidos en productores activos de comunicación. En una entrevista publicada en Indymedia Argentina Berardi decía: “La palabra mediactivismo es significativa porque los medios tienden a producir pasividad, mientras que el mediactivismo se pone a transformar activamente, de forma autónoma, la relación con los medios.” Por su parte, La Vaca (2006, p. 30) afirmó: Si el circuito de la comunicación, tal como estaba planteado, es un elemento clave para la consagración de un poder vertical, autoritario y concentrado, una manera radical de confrontarlo es crear otro diseño, que contemple y sea capaz de albergar otra concepción de poder. Ese nuevo diseño es el que coloca en su centro al sujeto social y a su alrededor, como los rayos de un sol omnipresente, todas las herramientas de comunicación que es capaz de crear para compartir su mensaje. Estas herramientas se convierten así en opciones y no en condiciones de la comunicación. El sujeto social se transforma, según nuestra hipótesis, en un medio de comunicación.

En segundo lugar, desde el mediactivismo se puso énfasis en socavar la normalización de las relaciones de dominio que se expresan en las formas de producción capitalista, en las desigualdades generacionales, en el sexismo y en el racismo, sostenidas a través de la producción y circulación de los discursos sociales y de las formas de gramática cultural63 en los medios de comunicación y en toda la vida 63

En “Manual de guerrilla de la comunicación”, libro editado en Europa que comenzó a circular en nuestro país durante el período que nos ocupa, el grupo A.F.R.I.K.A., Blisset y Brunzels (2000, p. 17)

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cotidiana. En otras palabras, de lo que se trataba era de cuestionar la legitimidad e incuestionabilidad del poder transformando los discursos cerrados en situaciones abiertas. El humor, la ironía y la puesta en evidencia de los mecanismos ordenadores del discurso fueron recursos destacados.

Complementariamente, desde el mediactivismo se enfatizó la construcción de nuevas relaciones sociales –o, simplemente, de relaciones humanas– que, frente a la saturación de información y al exceso de virtualización en casi todas las esferas de lo social, recuperaran el encuentro y el deseo de contacto con un otro. Que facilitaran la emergencia de nuevas subjetividades políticas, del pensamiento crítico, de la experiencia sensible, de la afectividad y de la creación libre64. La Vaca (2006, p. 1) lo expuso del siguiente modo: El proceso de esta transición nos ofrece la oportunidad de convertir todo lo que hagamos y dejemos de hacer –no tan solo lo que podamos, sino aquello que seamos capaces o incapaces de soñar– en herramientas aptas para construir una nueva forma de comunicación humana que recupere su sentido: establecer relaciones.

Por su parte, los editores de Cara y señal (2006, p. 11) lo sintetizaron así: El mediactivismo, como señalan algunos de sus protagonistas, se propone construir nuevos mundos, crear espacios de comunicación que habiliten la aparición de nuevas subjetividades políticas. Vale pensar entonces que, en estos tiempos, la tarea de comunicadores y comunicadoras sigue siendo crear zonas comunes y espacios de

definieron el concepto de gramática cultural como “el sistema de reglas que estructura las relaciones e interacciones sociales. Abarca la totalidad de los códigos estéticos y de las reglas de comportamiento que determinan la representación de los objetos y el transcurso normal de situaciones en un sentido que se percibe como socialmente conveniente. La gramática cultural ordena los múltiples rituales que se repiten diariamente a todos los niveles de una sociedad. Comprende también las divisiones sociales del espacio y del tiempo, que determinan las formas de movimiento y las posibilidades de comunicación”. 64 Diversas investigaciones advirtieron sobre las mutaciones cognitivas y emocionales a las que asistimos como consecuencia de la expansión de las tecnologías de la comunicación y la información. Según Berardi (2006, p. 124), “la aceleración absoluta de la infósfera recorta drásticamente los tiempos que serían necesarios para la elaboración racional de una información, para traducir las reacciones inmediatas por medio de la verbalización y, sobre todo, para una elaboración emocional de los estímulos que proceden del entorno, de los cuerpos-signos que nos rodean”. De este modo, la posibilidad del pensamiento crítico se ve cuestionada. La atención en el tiempo está saturada por un exceso de signos. El deseo de contacto físico de los cuerpos se cancela por la virtualización del otro. A partir de este análisis, según Berardi, Jacquemet y Vitali (2003, p. 89), la relación entre medios y poder político “no tiene tanto que ver con la ideología y con los contenidos como con la ocupación sistemática y omnipresente del tiempo mental, de los automatismos psíquicos, de la atención y de la imaginación”. En este contexto, el mediactivismo se plantea el desafío de generar las condiciones para el pensamiento y la elección libres, para la escucha del otro, para la capacidad creativa y sensible. Así lo expresó el mismo Berardi: “Tengo la impresión de que el problema principal del mediactivismo presente y futuro no es tanto la contraposición de otra información a la información dominante, sino la capacidad de reconstruir las condiciones del silencio. (…) Eso no significa estar callados, significa escapar del ruido de la comunicación de masas y reconstituir las condiciones para la escucha de un cuerpo.” (Cara y señal: 2008, p. 32).

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confluencia en donde tanto la posibilidad de la transformación como la posibilidad de ser un poco más felices encuentren nuevas formas de realizarse.

En cuarto lugar, y en estrecha relación con todo lo anterior, fue cobrando relevancia el horizonte de construir espacios y modos de vida signados por la mayor autonomía posible respecto de las lógicas que regulan al capitalismo y su penetración en todas las esferas de lo social. En el libro “Palabras que muerden”, FM La Tribu reunió a diferentes artistas, intelectuales, oyentes de la emisora, agrupaciones estudiantiles, organizaciones de derechos humanos, movimientos campesinos, colectivos de comunicación y comunicadores para definir colectivamente algunas palabras claves. Entre ellas, la palabra autonomía recibió del colectivo Intergaláktica (2004) la siguiente definición: El nuevo anticapitalismo trata de potenciar esas resistencias en el sentido del desarrollo de nuestra capacidad de poder-hacer libremente. “Antipoder” o “contrapoder” significa la lucha por extender la autonomía de los oprimidos, la posibilidad de vivir bajo las reglas que nosotros mismos nos demos. Por el contrario, el poder supone siempre heteronomía, vivir bajo reglas que no decidimos. Cada vez que se crea un espacio de autonomía, un sitio de vida en común, se abre una grieta en el sistema capitalista. Cuando los trabajadores se auto-organizan para defender sus derechos, cuando los campesinos toman los latifundios para sí, cuando los okupas convierten una casa abandonada en un centro cultural, cuando los indígenas defienden su derecho a conservar su modo de vida, cuando los desempleados desarrollan proyectos de economía autogestionada, cuando se abre un medio de comunicación alternativo como La Tribu, en todos esos casos la resistencia contra el capitalismo se convierte en una lucha por la autonomía. Para el nuevo anticapitalismo se trata de ahondar siempre un poco más las grietas de autonomía que la resistencia produce por todas partes en el poder del capitalismo. La política del nuevo anticapitalismo busca siempre ampliar y fortalecer nuestra capacidad de auto-determinarnos, es decir, la autonomía. Cuando se nos llama a obedecer las decisiones que otros toman –sea el Estado, o un partido político que dice representar nuestros intereses– allí la autonomía se encuentra en peligro.

Como puede interpretarse, el énfasis estuvo menos puesto en confrontar o demandar la reparación de un Estado ausente y más en fundar espacios propios, con reglas también propias, desde los que pudieran emerger relaciones sociales capaces de erosionar las diferentes y diseminadas formas de poder. No tanto desde una estrategia totalizante, sino desde un accionar viral. Con todo esto el mediactivismo no comprendió la comunicación como un instrumento de la acción política, sino como la acción política misma.

El mediactivismo, así como la jerarquización de la noción de autonomía, fueron susceptibles de múltiples críticas. Uno de los puntos más cuestionados fue la

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incondicional confianza en la liberación que el acceso a la tecnología portaría consigo y en la aparente democracia de la red, olvidando la brecha digital (Cara y señal, 2006) y las consecuencias del exceso de virtualización del proceso comunicativo. Pero fueron tal vez los límites de la pretendida autonomía, junto con el rechazo a la organicidad en relación a las luchas políticas y formas organizativas de los sindicatos y partidos políticos de izquierda, los aspectos más criticados (Mangone, 2007).

Entre la articulación y la dispersión Hasta aquí hemos sintetizado un conjunto de significaciones, expresadas en términos de regularidades y continuidades, en torno a las cuales se fue anudando la identidad de las radios comunitarias, populares y alternativas entre 2001 y 2008. Son estas significaciones las que nos permiten pensar a las emisoras como configuración o totalidad discursiva, capaces de establecer proyectos político culturales comunes o articulados. Pero también hemos sintetizado tres perspectivas conceptuales acerca de la relación entre comunicación y política, muy presentes en la época, que procuraron interpelar a las radios y que nos permiten acercarnos a un conjunto de medios que estuvo lejos de ser homogéneo y que fue atravesado por múltiples debates. Más aún, la puesta en relación de estas tres perspectivas nos permite comprender las principales preguntas y tensiones que recorrieron a las emisoras: ¿cómo concebir la relación con los movimientos y organizaciones sociales?65 ¿Qué estatuto asume la noción de comunicación –instrumento de transmisión ideológica, dimensión configurante del tramado social que se busca transformar, práctica que instaura nuevas relaciones capaces de producir (nuevos) sujetos/subjetividades–? ¿Cómo comprender al Estado y, por lo tanto, qué centralidad otorgarle a la incidencia en las políticas públicas y en los marcos normativos que regulan los medios? ¿Cómo interpelar a las audiencias? ¿Cómo comprender la relación forma/contenido en los procesos de producción? ¿Qué importancia otorgarle a la pregunta por los modelos de gestión? Estas tensiones y preguntas generaron reflexiones y debates en el interior de las mismas radios, así

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La pregunta acerca de la relación entre medios de comunicación alternativos y movimientos sociales dio lugar a múltiples reflexiones y posicionamientos. Muchos de ellos se pueden leer en los artículos compilados en “Contrainformación. Medios alternativos para la acción política”: Vinelli y Rodríguez Esperón (2004), Calicchio (2004); Foro de Medios Alternativos (2004). También en Revés (2007: b) y en Huergo (2004).

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como en los espacios de encuentro entre emisoras, comunicadores e intelectuales. A modo de ejemplo, en “La crisis como laboratorio” (Huffschmid, 2007, p. 49), editado en Argentina por FM La Tribu, Montells, integrante de esa emisora, reflexionaba: Me parece que hay que construir autonomía por fuera del Estado pero también hay que dialogar con el Estado y exigirle intervenir en ese espacio. No hay que abandonar la pelea con el Estado sobre lo que el Estado como institución debe hacer socialmente. No esperar tampoco que lo solucione, pero no abandonar la pelea. Me parece que el camino es la construcción de la autonomía de los proyectos, la construcción de redes para esa autonomía y me parece que no se puede abandonar el Estado como un espacio de posibilidad. Me parece que la discusión hoy pasa por cuál es la estrategia a través de la cual la política puede ser un espacio de seducción para el otro; cómo hacer que la política vuelva a ser resignificada como un espacio posible de transformación. Y ahí me parece que las experiencias que circularon recuperaron la política como un campo de acción. Pero claro, a partir del kirchnerismo parece como si hubiese una suerte de regreso del diálogo con el Estado. Si, de alguna manera, los ´90 fueron primacía del mercado, 2001 fue la gran crítica a las instituciones y ahora se vuelve a pensar al Estado como un actor social en diálogo.

Son cuestiones que no pueden ser comprendidas al margen de los contextos de inserción de las experiencias. Serán, precisamente, algunas de estas preguntas y tensiones las que, según la hipótesis con la que cerramos este trabajo, derivarán en una mayor polarización entre las emisoras después de 2008, cuando por primera vez un gobierno nacional rompa la situación de alianza o complicidad con los grandes grupos concentrados de comunicación. Cuando otros significantes –como peronismo, proyecto nacional y popular66 e izquierda– anuden los alineamientos políticos y las identidades.

66

Cabe aclarar que en los textos analizados aún no emerge con fuerza la noción de pueblo ni se privilegia particularmente lo popular, ideas que tendrán mayor presencia después de 2008.

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VII REFLEXIONES FINALES

A lo largo de los capítulos precedentes procuramos identificar las condiciones que facilitaron la emergencia y la vigencia de los significantes radio comunitaria, radio popular y radio alternativa con los que se nombraron un conjunto de emisoras argentinas, entre su surgimiento a mediados de los años ‘80 hasta la primera mitad de 2008. Asimismo, analizamos y relacionamos las principales significaciones que estuvieron ligadas a estos significantes, con sus regularidades y tensiones, continuidades y desplazamientos, para dar cuenta de los sentidos que dotaron de identidad y que orientaron el accionar de estas emisoras. El análisis y las interpretaciones producidos y expuestos hasta este punto estuvieron centrados, fundamentalmente, en cada uno de los períodos en los que dividimos el proceso histórico que abordamos en este trabajo: 1983-1989, 1989-2001 y 2001-2008, recorte temporal fundamentado en el capitulo II. En este último apartado nos proponemos tomar cierta distancia de cada una de estas etapas para desarrollar interpretaciones sobre la totalidad histórica delimitada. Asimismo, como consecuencia de lo anterior, intentaremos dejar planteados algunas reflexiones, interrogantes y desafíos sobre el devenir de las radios comunitarias, populares y alternativas más allá de 2008, como líneas que nos permitan anticipar futuras indagaciones. De ahí que hayamos decidido nombrar a este capítulo “Reflexiones finales” en vez de “Conclusiones”.

25 años de historia Como desarrollamos más profundamente en el tercer capítulo67, los significantes comunitarias, populares y alternativas con los que se nombraron las radios que nos ocupan no tuvieron su origen en nuestro país. Por el contrario, luego de la vertiginosa emergencia de las emisoras de baja potencia en Argentina entre mediados y fines de los años ’80, numerosas experiencias comenzaron a reflexionar sobre sus identidades y proyectos y se fueron apropiando de nociones que ya tenían su

67

“III. Comunitarias, populares, alternativas”

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propia trayectoria en otras regiones de América Latina. En esa tarea jugaron un papel fundamental las estrategias de las redes latinoamericanas de radios ya constituidas y algunas instituciones e intelectuales argentinos dedicados a la comunicación con activo protagonismo en la región. Entre las condiciones de emergencia de cada uno de estos significantes identificamos diferentes orígenes institucionales, perspectivas teóricas y énfasis en las lecturas acerca de los contextos sociopolíticos en que fueron fundados. No obstante, estos significantes fueron reapropiados por las emisoras argentinas como equivalentes. Estas equivalencias tuvieron continuidad hasta el fin del período que analizamos, a mediados de 2008.

A lo largo de los veinticinco años de historia recorridos en esta Tesis, podemos reconocer diversos intentos por delimitar y precisar las nociones de radio comunitaria, de radio popular y de radio alternativa. Quienes generalmente se embarcaron en esta tarea fueron intelectuales y organizaciones dedicadas a la comunicación ampliamente comprometidos con las emisoras. Muchas veces, las diferencias entre las orientaciones expresadas en estos intentos respondieron más a las pertenencias institucionales y a las inscripciones teóricas de estos actores que a diferencias sustantivas entre las prácticas de las cuales se pretendía dar cuenta. Si bien estos intentos no fueron vanos, pues alimentaron la reflexión y la búsqueda de identidad de muchos proyectos, ninguno tuvo la suficiente incidencia como para permitir que gran parte de las experiencias se apropiaran o se identificaran con conceptos claramente delimitados.

El antagonismo respecto del sistema de medios hegemónico conformado predominantemente por empresas orientadas por el fin de lucro, crecientemente concentradas y más colaboradoras con la legitimación del orden social que con su crítica y transformación, resultó constitutivo de las equivalencias entre las radios comunitarias, populares y alternativas durante todo el período analizado. Del mismo modo, las políticas de comunicación de los sucesivos gobiernos nacionales fueron explícitamente cuestionadas y confrontadas por posibilitar, por acción o por omisión, los

procesos

de privatización,

centralización

de capital,

concentración

y

transnacionalización de este sistema de medios. Dicho de otro modo, entre 1983 y 2008 el poder político mantuvo relaciones de alianza, complicidad o subordinación con las empresas mediáticas. Esto se expresó con fuerza en la vigencia del Decreto 140

Ley de Radiodifusión 22.285 y sus sucesivas modificaciones, en la dilación de la sanción de una nueva norma de carácter democrático que regulara los servicios de comunicación audiovisual y en la situación de ilegalidad o precaria legalidad a la cual quedaron relegadas todas las emisoras comunitarias, populares y alternativas68. Frente a estas relaciones las radios se constituyeron en unidad de ruptura. Como consecuencia, la demanda de una Ley de Radiodifusión democrática se convirtió en articuladora de este conjunto de emisoras.

No obstante, el antagonismo que acabamos de sintetizar sufrió algunos desplazamientos a lo largo de los tres períodos que analizamos. Entre mediados de los años ´80 y fines de 1989 el principal antagonismo que facilitó la construcción de equivalencias y articulaciones entre las emisoras se centró, como desarrollamos en el capítulo IV69, en la confrontación con un sistema de medios caracterizado por la homogenización, la falta de pluralidad y la verticalidad. La democratización de las comunicaciones y, con ello, la democratización de la sociedad en su conjunto, se convirtieron en demandas compartidas por las radios comunitarias, populares y alternativas de cara a un gobierno nacional que no transformó sustantivamente las políticas de comunicación heredadas de la última dictadura cívico militar, a excepción de la intervención del Comité Federal de Radiodifusión70 (COMFER) y la sanción del Decreto 1.151/84 que suspendió el llamado a concurso para el otorgamiento de nuevas licencias hasta la sanción de una nueva ley. Iniciada la “década neoliberal”, entre 1989 y 2001, el principal antagonismo que facilitó la construcción de equivalencias y articulaciones entre las radios no se focalizó tanto en un sistema de medios de comunicación cada vez más concentrado sino que se amplió e incluyó al conjunto de las políticas de corte neoliberal en todas las esferas de lo social, implementadas por el gobierno de Carlos Menem en alianza con el capital financiero 68

Incluso el gobierno de Néstor Kirchner mantuvo relaciones de complicidad o de subordinación con los grupos concentrados de medios. En este sentido, es pertinente recordar que, como Presidente de la Nación, sancionó el Decreto 527/05 que estableció la suspensión del conteo del tiempo del plazo de licencias de empresas de radiodifusión por 10 años. El Decreto Ley 22.285 preveía para la duración de las licencias un plazo de quince años, más diez de prórroga por única vez. De esta manera, se extendió por otros diez años el término original. Recién en 2008, durante el gobierno de Cristina Fernández, Kirchner tomó distancia de algunos grupos concentrados y promovió la sanción de la LSCA. 69 “IV. Los años ´80: democratizar las comunicaciones, democratizar las sociedades” 70 Originalmente la Ley de Radiodifusión 22.285 sancionada en 1980 por la última dictadura cívico militar preveía que el órgano de aplicación de la Ley, el COMFER, estuviera presidido por tres representantes: uno por la Fuerza Aérea, otro por la Marina y un tercero por el Ejército. De ahí que una de las primeras medidas del gobierno de Raúl Alfonsín en la materia consistiera en la intervención del organismo.

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y transnacional y con los medios de comunicación hegemónicos. Como sintetizamos en el capítulo V71, se trataba de resistir al neoliberalismo. Paulatinamente, puesta en crisis la hegemonía neoliberal a partir de las movilizaciones del 19 y 20 de diciembre de 2001 y, más tarde, a partir de las progresivas políticas de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, el neoliberalismo dejó de operar como el principal antagonismo frente al cual confrontaron las radios comunitarias, populares y alternativas. Como consecuencia, las dispersiones o divergencias entre los proyectos se hicieron más visibles. Esta afirmación tiene su correspondencia, por ejemplo, en la emergencia de nuevas redes de radios. En los períodos precedentes las únicas agrupaciones que nuclearon a las emisoras fueron la Asociación de Radios Comunitarias (ARCO) y, posteriormente, el Foro Argentino de Radios Comunitarias (FARCO)72. A su vez, estas redes se constituyeron en las referentes locales de las asociaciones latinoamericanas ALER y AMARC ALC. Pero entre 2001 y 2008 nuevas redes emergieron en el escenario: la Red Nacional de Medios Alternativos (RNMA), constituida en 2004, y AMARC Argentina como red nacional con dinámica propia, situación formalizada a inicios de 2008 como corolario de la renuncia de un grupo de emisoras a FARCO. A pesar de lo anterior, el antagonismo frente al sistema de medios concentrado y centralizado, y las demandas frente a un Estado que obraba en complicidad o subordinación con las empresas mediáticas, continuaron posiblitando las equivalencias entre las radios. Para sintetizar, como señalamos en el capítulo VI73, durantes esos años las radios oscilaron entre su articulación y su dispersión.

En estos contextos, y tal como venimos sosteniendo a lo largo de este trabajo, los significantes radio comunitaria, radio popular y radio alternativa operaron como puntos nodales capaces de condensar las significaciones a las que estuvieron ligadas las radios que nos ocupan, así como de articular sus principales demandas a lo largo de los veinticinco años abordados. No es la precisa definición de cada uno de estos conceptos lo que ha hecho posible esta operación sino su relativa ambigüedad. Junto con estos significantes, en las décadas de 1980 y 1990 emergieron otros que operaron 71

“V. Los años ´90: resistir e intentar incidir” La creación de FARCO fue consecuencia de la refundación de ARCO, luego de una crisis institucional atravesada por esta última. Por lo tanto, ambas redes no convivieron en el tiempo, sino que fueron correlativas. 73 “VI. 2001-2008: entre la articulación y la dispersión.” 72

142

en complementariedad: “democratizar las comunicaciones para democratizar las sociedades”, en primer término, y la “oposición y resistencia al neoliberalismo”, en segundo lugar. Luego de 2001, puesto en crisis el capitalismo neoliberal, se hizo más difícil hallar un significante que condensara de manera similar, y con la misma fuerza, la identidad de las radios. Si bien es posible encontrar entre ellas varias regularidades, también las dispersiones se hicieron más notables, tal como desarrollamos con cierta profundidad en el capítulo VI. La posibilidad de reconocer en la “construcción de ciudadanía”, en la “contrainformación” y en el “mediactivismo” tres perspectivas conceptuales diferenciadas que pugnaron por dar cuenta de la relación entre comunicación y política y que procuraron interpelar a las radios para incidir en sus sentidos y en sus acciones, da cuenta precisamente de la profundización de estas dispersiones.

Como sintetizamos en el capítulo VI, una serie de regularidades y continuidades entre las significaciones ligadas a las radios comunitarias, populares y alternativas se sostuvieron en los tres períodos analizados: la ausencia de fin de lucro, la propiedad colectiva del medio, el horizonte de contribuir a la transformación de las estructuras sociales o formas de vida injustas a partir de proyectos de comunicación, la demanda por democratizar las comunicaciones y de nuevos marcos legales, la participación como idea fuerza, la valoración de la acción colectiva frente al resquebrajamiento del tejido social consecuencia de la dictadura y de la lógica individualizante del neoliberalismo, la tarea política de promover el encuentro y la articulación en sociedades fragmentadas, la construcción de relaciones dialógicas o menos asimétricas entre emisores y receptores, la pretensión de incidir en la disputa de las agendas mediáticas y en la opinión pública, el desafío de ampliar las audiencias más allá de los límites de los círculos afines a los proyectos y de construir mayores niveles de masividad, la búsqueda de transformar los códigos y lenguajes que regulan las formas dominantes de comunicar a través de los medios masivos, la intención de construir formas de gestión colectivas, democráticas y participativas capaces de lograr los objetivos de las radios y su sostenibilidad a lo largo del tiempo.

Pero también, como vimos a lo largo de los sucesivos capítulos, las dispersiones entre las radios comunitarias, populares y alternativas entendidas como configuración discursiva fueron múltiples. Aún así, si tomamos distancia de cada 143

período y ensayamos una mirada sobre la totalidad histórica comprendida en esta investigación, podemos concluir que la principal dispersión se sintetiza, en definitiva, en el modo en que las radios comprendieron las desigualdades y los conflictos sociales, los procesos de transformación, los actores protagonistas o motores de estos procesos, el rol del Estado y, fundamentalmente, el estatuto dado a la comunicación y a los medios.

Finalmente, podemos anticipar aquí provisoriamente, que las dispersiones, debates y tensiones que estuvieron relativamente latentes durante los veinticinco años analizados se profundizaron y se radicalizaron a partir de 2008, una vez que el gobierno nacional extremó su enfrentamiento con algunos grupos concentrados de medios de comunicación, hizo propia la necesidad de una nueva ley en materia de radiodifusión de carácter democrático, motorizó debates públicos al respecto, sancionó la Ley Servicios de Comunicación Audiovisual 26.522 (LSCA) y comenzó paulatinamente su implementación. Es decir, una vez que se resquebrajó la relación de alianza o subordinación entre poder político y grupos mediáticos, frente al cual las radios establecieron equivalencias y articulaciones. Podemos hipotetizar que desde entonces las significaciones y los posicionamientos políticos sintetizados en las ideas de contrainformación y de construcción de ciudadanía, expuestos en el capítulo anterior, emergieron más claramente diferenciados en la escena pública.

Más allá de 2008: reflexiones, preguntas y desafíos a partir de la institucionalización de la demanda de democratizar las comunicaciones

El recorrido que nos trae hasta aquí permite esbozar algunas ideas provisorias sobre lo que ha sucedido después de la primera mitad de 2008. Son reflexiones, preguntas y desafíos que escapan a los objetivos específicos que nos propusimos en esta Tesis pero que abren nuevos caminos de indagación y de elaboración de políticas comunicacionales.

Como sostuvimos a lo largo de este trabajo, y a riesgo de ser redundantes, la democratización de las comunicaciones y la sanción de una Ley de Radiodifusión democrática, fue una de las principales demandas compartidas y articuladoras de las 144

radios comunitarias, populares y alternativas durante más de veinticinco años. La sanción de la LSCA en octubre de 2009 puede ser interpretada, precisamente, como la institucionalización de esta demanda en el marco jurídico estatal argentino. Por lo tanto, también puede ser comprendida como un parteaguas para este conjunto de medios, pues les habilita una nueva situación legal y, fundamentalmente, tiene consecuencias en la reconfiguración de sus proyectos político culturales. La nueva norma se propuso regular los servicios de comunicación audiovisuales de modo de garantizar el derecho a la información y a la libertad de expresión74, un mapa mediático caracterizado por la diversidad y la pluralidad75 y la desconcentración de la propiedad de los medios de comunicación. Podríamos utilizar sólo tres puntos para expresar el espíritu de esta ley. Uno: el reconocimiento de tres sectores en el campo de la comunicación: privado comercial, público y sin fines de lucro. Dos: la reserva para este último de 33% de las frecuencias del espectro radioeléctrico, en todas las bandas y frecuencias existentes y venideras a partir del proceso de digitalización de las comunicaciones. Tres: los límites a la concentración de medios, con un máximo de diez licencias permitidas a un mismo titular, topes para cada tipo de medio y límites por

zona

geográfica.

Las

radios

comunitarias,

populares

y

alternativas

coprotagonizaron esta conquista a través de su activa participación en la Coalición por

74

Si el Decreto-Ley 22.285 partía de una matriz represiva, entendía el espacio radioeléctrico como un bien material escaso y concedía su administración esencialmente al ámbito del mercado, las sucesivas transformaciones que fue sufriendo la legislación en materia de radiodifusión a partir de 1989 y hasta mediados los años 2000 tendieron a concebir la comunicación, fundamentalmente, como mercancía. Estas modificaciones, o bien la ausencia reguladora del Estado, posibilitaron un vertiginoso proceso de compras y fusiones de medios de comunicación sin precedentes en nuestro país –e incluso, en gran parte del mundo–. Orientadas por la maximización de beneficios como fin y la dinámica propia del mercado, las comunicaciones sufrieron un fuerte proceso de concentración horizontal, vertical y conglomeral en manos de capitales nacionales y transnacionales al mismo tiempo que los medios públicos fueron librados al abandono tecnológico y al vaciamiento económico. En contraposición con lo anterior, la LSCA define la actividad realizada por los servicios de comunicación audiovisual como “una actividad de interés público, de carácter fundamental para el desarrollo sociocultural de la población por el que se exterioriza el derecho humano inalienable de expresar, recibir, difundir e investigar informaciones, ideas y opiniones" (Art. 2). A su vez, tal como se explicita en la misma ley, los objetivos que la norma establece para los servicios de comunicación audiovisual y los contenidos de sus emisiones están alineados con los textos internacionales de derechos humanos, en particular aquellos vinculados a la libertad de expresión y el derecho a la información (Art. 2 y 3). 75 Los procesos de concentración de la propiedad, de transnacionalización y de globalización del mercado de bienes simbólicos vividos en las últimas décadas, así como la histórica concentración geográfica de la producción comunicacional en la Ciudad de Buenos Aires, constituyeron una amenaza a la pluralidad de expresiones culturales e informativas. Frente a esta situación, como afirma De Charras (2011, p. 68), el texto de la LSCA “recupera buena parte de los lineamientos establecidos en un largo itinerario de documentos internacionales gubernamentales, académicos y otros de formulación de políticas activas de resguardo del pluralismo y la diversidad.” Siguiendo la lectura que el autor hace de la ley, estas políticas se destacan en, al menos, tres conjuntos de disposiciones: los tipos de prestadores, los límites a la concentración y las cuotas de pantalla.

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una Radiodifusión Democrática, en los foros organizados por el Poder Ejecutivo Nacional para que las organizaciones y la ciudadanía participaran en la elaboración de la norma, en las audiencias públicas organizadas por el Congreso y en decenas de movilizaciones y debates públicos realizados antes y después de la sanción de la ley76. No obstante, el proceso de institucionalización de la demanda de democratizar las comunicaciones en un nuevo marco jurídico abre un conjunto de interrogantes, tensiones y desafíos para estas radios. El propósito de estas últimas líneas es esbozar algunos de ellos.

La nueva ley reconoce y garantiza jurídicamente el derecho de las organizaciones sociales sin fines de lucro y de los Pueblos Originarios a ser prestadores de servicios de comunicación audiovisual. No obstante, el efectivo ejercicio de este derecho encuentra algunos límites. Por un lado, la escasa disponibilidad de frecuencias en el espectro, fundamentalmente en zonas urbanas con alta densidad de población, que permitan en lo inmediato cumplir con las reservas destinadas a estos actores. Por otro lado, las generalmente débiles condiciones económicas y técnicas para la gestión y la producción de programaciones de calidad. Desde finales de los años ´80 las radios comunitarias, populares y alternativas se constituyeron desde condiciones de desigualdad no sólo jurídica sino también económica. Gestadas y gestionadas por campesinos, indígenas, estudiantes, vecinos de barrios empobrecidos o de pequeños pueblos se caracterizaron por enfrentar variadas dificultades para su sostenibilidad económica. Desde esta condición, el protagonismo de este tipo de emisoras en la reconfiguración del sistema de medios de comunicación encuentra un obstáculo. De manera más abarcativa, podemos preguntarnos: ¿cómo se sostiene económicamente un sistema de medios que aspira a la pluralidad y a la diversidad? Si las resoluciones de estas preguntas quedan libradas exclusivamente al mercado probablemente no sean satisfactorias, pues las industrias culturales tienden “naturalmente” a la concentración dadas las inversiones iniciales que requieren, los riesgos que suponen respecto de su demanda y la propensión a la 76

Una vez presentado el anteproyecto de ley, desde el Poder Ejecutivo se organizaron 24 Foros Participativos de Consulta Pública a lo largo de todo el país, realizados mayormente en sedes de las Universidades Nacionales. Estas instancias, sumadas a la recepción de propuestas a través de la página web del ex COMFER, permitieron incorporar alrededor de ciento veinte modificaciones al proyecto original (Rodríguez Usé, 2011). Una vez enviado al Parlamento Nacional, las audiencias públicas organizadas por el Congreso y las propuestas de los legisladores de centro izquierda tuvieron como consecuencia la incorporación de más de veinte nuevas modificaciones.

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expansión en escala por sus costos marginales de producción cercanos a cero. De ahí se deriva la necesidad de un conjunto de políticas públicas –más allá de las consideraciones particulares incluidas en la misma LSCA y en su reglamentación– que permitan promover y fortalecer a aquellos actores que históricamente fueron discriminados o que, por su posición en la estructura social, se encuentran en situación de desigualdad para el ejercicio del derecho a la libertad de expresión y a la información.

Como señalamos recién, la sanción de una nueva ley como marco regulatorio es condición necesaria, pero no suficiente, para la democratización de las comunicaciones. Para avanzar en este sentido es necesario implementar un conjunto de políticas públicas que permitan promover y fortalecer a aquellos actores que fueron históricamente discriminados o que, por su posición en la estructura social, se encuentran en situación desfavorable para el ejercicio del derecho a la comunicación. Si la demanda de una nueva ley en materia de radiodifusión fue capaz de articular una diversidad de actores, el proceso de elaboración de estas políticas también se encuentra con el desafío de involucrar efectivamente la participación social. El gobierno se enfrenta, entonces, a la tensión entre orientar la reconfiguración del sistema de medios y los recursos disponibles de acuerdo a sus propias necesidades e intereses coyunturales, por un lado, y, por el otro, promover políticas públicas tendientes a fortalecer a una pluralidad de actores y a distribuir de manera equitativa los recursos del Estado, aunque esto no se corresponda directamente con sus prioridades específicas. El modo en que se resuelva esta tensión no sólo estará vinculado a la voluntad política del actual y de los futuros gobiernos, sino también a la capacidad de interlocución y de incidencia de diversas organizaciones, movimientos y actores, incluidas las radios comunitarias, populares y alternativas. Como consecuencia, estas últimas se ven desafiadas a mantener condiciones de diálogo con los gobiernos. Pero también a construir espacios capaces de ejercer control sobre la aplicación de la LSCA, espacios capaces de seguir imaginando sucesivas transformaciones y de incidir en este sentido.

A lo largo de su historia, las radios comunitarias, populares y alternativas – como muchas otras organizaciones y movimientos sociales– ensayaron modos de ejercicio de la política y de organización que no necesariamente se encuentran 147

contenidas en las formas reconocidas por el Estado. Su incorporación en el nuevo marco jurídico produce un conjunto de tensiones y desafíos. Por ejemplo, allí donde muchas radios decidieron gestionarse y producirse a través del trabajo voluntario o la participación comunitaria, la nueva legislación exige la incorporación de trabajadores asalariados de acuerdo a los convenios colectivos de trabajo apoyados por los sindicatos de medios de comunicación. Asimismo, las emisoras tendieron a crear complejas formas organizativas basadas en el ejercicio de diferentes niveles de participación y de democracia directa, muchas veces por fuera de todo marco legal. No obstante, la legislación exige la constitución de personerías jurídicas con sus correspondientes autoridades, adecuadas a los marcos legales e impositivos correspondientes. Todo esto torna necesario el fortalecimiento de la gestión de las radios comunitarias, populares y alternativas para que estén en mejores condiciones de adecuarse a los requerimientos de la ley. Pero también se enfrentan al desafío de seguir dando vida a proyectos que no sólo sean capaces de ajustarse a las exigencias que conlleva el nuevo marco jurídico, sino que puedan seguir sosteniendo y creando formas políticas y organizativas que continúen expandiendo los límites del orden social.

La reconfiguración del sistema de medios de comunicación abierta a partir de la paulatina implementación de la LSCA y de otras políticas públicas complementarias en materia de comunicación, vuelve a ubicar a las radios comunitarias, populares y alternativas frente a la pregunta sobre su capacidad de incidencia cultural. ¿Pueden asumir estas emisoras un rol protagónico a la hora de ganar audiencias? ¿Pueden conquistar mayor visibilidad para disputar agendas y significaciones? Mejorar las condiciones técnicas y económicas de la gestión de estos medios es un camino para avanzar en este sentido. Pero no el único. Una vez más se torna necesario pensar las estrategias de comunicación y los modos de interpelación de estos medios hacia sus públicos reales y potenciales.

Muchas radios comunitarias, populares y alternativas fueron gestadas y motorizadas, fundamentalmente desde el año 2001 en adelante, por múltiples y diversos movimientos sociales. ¿Cómo concebir, entonces, a estos medios en su relación con esos movimientos? ¿Resulta estratégica la integración orgánica de los medios

comunitarios

a

los

movimientos

sociales

como

sus

“frentes 148

comunicacionales”? ¿Se torna estratégico concebir los medios como espacios de articulación discursiva de movimientos, organizaciones y proyectos nucleados en torno a reivindicaciones diversas y, muchas veces, fragmentadas? Si se avanza en la aplicación de la LSCA y nuevos emisores sin fines de lucro acceden a la posibilidad de constituirse en licenciatarios de medios de comunicación en el marco de un sistema con numerosas propuestas comunicacionales, fundamentalmente en las zonas urbanas, y en un espectro que continúa siendo finito, estas preguntas se tornarán, probablemente, relevantes.

Por último, durante más de veinticinco años las emisoras de las cuales venimos dando cuenta en este trabajo tuvieron una relación de confrontación o, en ocasiones, de demanda frente a los sucesivos gobiernos nacionales. La voluntad política del gobierno de Cristina Fernández de recuperar parte de las reivindicaciones de estos actores sociales así como de otros sectores a los que también contuvo la Coalición por una Radiodifusión Democrática, y de sancionar la LSCA vuelve a poner en primer plano la pregunta acerca del modo en que las radios conciben al Estado, al gobierno nacional y sus relaciones con ambos. ¿En qué medida las emisoras hacen propio como horizonte el proyecto político encarnado por el kirchnerismo, fundamentalmente desde el Estado? ¿En qué medida sus identidades se fijan en la confrontación con el gobierno nacional y van dejando en segundo plano otras disputas? ¿Qué dificultades enfrentan los proyectos que deciden construir espacios de comunicación que no necesariamente se ubiquen en alguno de los extremos de esta tensión? ¿Qué rol les cabe a los movimientos sociales y a las mismas radios, que con sus reivindicaciones históricas nutrieron gran parte de las actuales políticas públicas, en un contexto de fortalecimiento del rol del Estado en la sociedad? Podríamos arriesgar que a partir de 2008 los significantes y las significaciones que comenzaron a dar sentido a las radios comunitarias, populares y alternativas se fueron reconfigurando, en gran medida, de acuerdo a sus respuestas en torno a estas preguntas. La cuestión se vuelve más central y compleja aún en un contexto donde las adhesiones y la confrontación respecto del gobierno nacional y del kirchnerismo se radicalizan y atraviesan al conjunto de los movimientos y organizaciones sociales con quienes las radios constituyeron, históricamente, relaciones de alianza y de cooperación.

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Como lo sostuvimos a lo largo de esta Tesis, las radios comunitarias, populares y alternativas no constituyen una totalidad homogénea. Muy por el contrario, las respuestas a las preguntas y los caminos frente a los desafíos aquí planteados van dando lugar a posicionamientos, políticas y acciones divergentes. Estas respuestas se ligan con las posibilidades de proyección y de articulación de estas experiencias, pero también con la amenaza siempre presente de su fragmentación y dispersión. Más aún, ¿podemos seguir hablando, como lo hicimos a lo largo de este trabajo, de un conjunto o totalidad? Queda planteado un terreno fértil para futuras indagaciones que permitan seguir reflexionando y aportando a la construcción de una comunicación transformadora.

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VIII REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Como anticipamos en el capítulo “Puntos de partida”, damos cuenta de la bibliografía citada de acuerdo a los tres períodos en los que fue organizado el análisis presentado en esta Tesis: los años ’80, los años ’90 y 2001-2008. Es decir, estos mismos materiales, junto con otros no citados en el desarrollo de la Tesis, conformaron el corpus de análisis a lo largo de los sucesivos capítulos. Además de estos textos, bajo el título “Otras referencias bibliográficas”, incluimos libros y artículos citados que permitieron nutrir el trabajo de interpretación y precisar las perspectivas teóricas y metodológicas asumidas.

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