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Las cartas de Tiziano Vecellio «Cadorino» al Rey Felipe II de España
Liana BERTOLDI LENOCI
Universidad de Trieste, Centro Recerche Sioria Religiosa im Puglia Italia
En esta relación no se pretende aportar contribuciones a los estudios sobre la pintura del siglo XVI en general, o sobre la de Tiziano en particular. No soy una historiadora del arte, sino una historiadora que conoce la tierra de origen de Tiziano Vecellio, el «Cadore», que lo ha llegado a conocer como conoce profundamente la tierra tanto su ambiente que como el carácter de las personas. He querido revisar la correspondencia entre Tiziano Vecellio Cadorino —Vasari lo llamaba también Tiziano Vecellio del Cadore— y Felipe II de España, no sólo para verificar cuándo, de qué manera y qué cuadros fueron enviados al Escorial, sino más bien para intentar comprender con qué espíritu y ánimo este gran maestro se ha relacionado con el gran Rey de España, y este último con el maestro italiano. También esto es una parte de la historia de los cuadros expuestos en El Escorial, queridos y realizados por estos hombres. Una historia que no es sólo artística y estética, sino también humana y social, con una implicación íntima y privada, sobre todo si la investigamos a través de la correspondencia la cual se puede considerar como un espejo material de relaciones, sentimientos, y de todo aquello que un alma quiere explicar a otra. El género literario epistolar tiene una historia antiquísima que se desarrolla a lo largo de la evolución de la civilización y la cultura en unas maneras/modos peculiares y diferentes, y que deriva de los lugares y de los momentos histórico-culturales que el género representa. El epistolario de Tiziano responde a estas características generales a las cuales, obviamente, se añaden las particularidades dictadas por la cultura de quien escribe, por su sensibilidad, por las reglas que la sociedad le impone, por la moda, por el bon ton de la época en las relaciones epistolares. Por último, y en este caso peculiarmente, es fundamental el destinatario de la misiva, Tiziano Vecellio escribe a un Rey; escribe a Felipe II de España, escribe a un rey muy especial, el más importante en el mundo católico, con un prestigio moral, militar y económico inmenso en Europa y en el Nuevo Mundo (en el siglo xvi). Leer estas cartas nos permite abrir una ventana para mirar un mundo lejano en el tiempo que lo podríamos considerar definitivamente transcurrido y acabado si en la
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relación epistolar entre estos dos hombres, dos reyes, uno del cetro y otro del pincel, no emergiera una relación de fuerzas que se comparan según modalidades todavía muy actuales. Y es esta actualidad lo que nos ha impulsado a examinarlas otra vez como testigos de humanidad. No es un juicio, que se refiere a la historia del arte, sino al aspecto sociológico de una relación humana que nos parece desequilibrada por lo que respecta a la interacción entre el dar y el recibir. En primer lugar es necesario plantearse la cuestión de cuáles son las cartas que Tiziano había escrito efectivamente y cuáles las que habían sido escritas por literatos de profesión que sabían dar la forma adecuada, la que exigía la moda de la época, las diferencias de clase entre remitente y destinatario, la cultura de quien escribe y de quien recibe, el tono del contenido de la misiva y todo aquello que constituya una influencia externa. Hay siempre una forma, sustancia, marco y sujeto en una carta en la que, quizás, la mano divina con el pincel del gran pintor Cadorino no lo era otro tanto con la pluma si, como afirma Carlo Ridolfi, las cartas oficiales de Tiziano fueron escritas al menos parcialmente por Pietro Aretino (Arezzo 1492-1556) y por Giovanni Maria Verdizotti. Vasari en su vida del Vecellio, no señala una eventual colaboración en este sentido, y de haberla habido la habría conocido dada sus frecuentes visitas a la casa de Tiziano en Venecia y en relación con Verdizotti. Sin embargo, la similutud entre las cartas de Tiziano, entre el 1527 y el 1566, y las de Aretino, apoyan la hipótesis de la colaboración. Puesto que esta teoría no daña a ninguno puede considerarse, y vista como válida. Estas cartas se presentan ajustadas a su tiempo, con una introducción extensa, llena de exaltaciones de las cualidades, la importancia y el prestigio del destinatario, de quien se declara servidor muy humilde o de quien se exaltan las grandes características. No se pretende mencionar a personajes ilustres con quien se tiene, o se pretende tener familiaridad o gozar del favor, para llamar la atención del personaje que recibe la misiva. Este juego sutil, o red de juegos sutiles, entre cosas dichas y no dichas, citadas a la mitad o las que sólo se dejan intuir, es un rasgo de la habilidad de un estilista literario. Un ejemplo importante de este arte, que seguramente Tiziano no poseía, son las cartas dirigidas por el artista al entonces príncipe Felipe de España'. En la carta del 11 de octubre de 1552 3, que envía con una 1. VASAR!, Le
vite dei pii4 eccellenti pittori, scultori ed architetti, Newton 1991,
pp. 1285-1297. 2. AA. VV., Tiziano, le lettere, Roma 1989, pp. 155 y ss. (n. 122, n. 124). 3. CAVALCASELLE-CROWE, t. II, pp. 172 y 178, nota. La obra es Santa Margherita,
recibida en 1552 y enviada a El Escorial en 1574, donde todavía se encuentra.
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obra que «he juzgado digna de comparar con la presencia de Vuestra Alteza.. .Y así nuestro Señor Dios mire y haga prosperar la muy alta y muy poderosa persona y estado de Vuestra Alteza... Servidor de Vuestra Alteza que besa su pies». Éste es un gesto de total sumisión. Algunas de estas reglas, como por ejemplo las formas de saludo permanecerán casi inalteradas a su vez en las cartas, donde Aretino no intervino. A pesar de todo nos parece, como sostiene también Erica Tietzte-Conrat 4, que frases tan elaboradas y conceptos tan retorcidos, como «el soberano podría ver reflejadas sus virtudes pintadas en el corazón del artista», no pertenecen a Tiziano sino a un precursor de ciertos barroquismos literarios usados por profesionales. Este tipo de examen se adapta a casi todas las cartas de Tiziano hasta 1566, aunque en algunos casos las circustancias que dan lugar a la carta, o la celeridad, imponen a Tiziano mayor concisión y abandono de las reglas rituales demasiado elaboradas. A nosotros nos parece más coherente con su personalidad y carácter de hombre de la montaña, nacido en este enclave estratégico desde época prerromana, situado en un espolón en la confluencia entre el río Piave y el torrente Boite. La posición de su antiquísimo castillo defensivo, antiguo castrum ahora destruido, permitía dominar desde lo alto el valle del Piave hacia el sur y un gran trecho de su curso hacia el noroeste. Permitía una buena visibilidad del valle del Boite hacia el noroeste. De hecho, la llegada de enemigos se podía controlar desde tres puntos cardinales, mientras que el cuarto estaba y está obstaculizado por montañas casi impracticables. La estructura económica del lugar era más bien pobre, basándose en actividades agrícolas, pastorales y forestales practicables sólo durante el verano. La comunicación era reducida, sino cerrada en los meses de invierno. Vasari nos informa que la familia Vecellio era una de las familias nobles del lugar. Pero tenemos que aclarar el sentido del término en el contexto local. Por nobles Vasari entiende no la nobleza titulada, sino personas acomodadas, notables por censo, ya que eran propietarios de bosques muy importantes para el comercio de la madera, sobre todo con Venecia, que la utilizaba en sus arsenales 5. 4. TIETZE-CONRAT, F., «Titian as a letter writer», en The Art Bulletin, junio de 1944, vol. XXVI, n.° 2. 5. Los bosques de estas zonas estaban administrados por la "Comunidad" según antiquísimos reglamentos escritos y aprobados por los Regalieri, los jefes de familia locales. Tales reglas, o «landi» datan del siglo xiii y, hoy, actualizadas, siguen vigentes. Es interesante conocer las modalidades del transporte de la maderada. Los troncos eran confiados a los ríos que confluyen en el Piave, y desde la alta montaña llegaban a Venecia guiados por balsas. Los hombres encargados de este trabajo,
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En 1480, antes del descubrimiento de América, cuando Tiziano Vecellio nació en Piave di Cadore, había vivido en esta realidad pobre, avara y estrecha y seguramente percibió muy pronto el concepto de parsimonia, de ahorro y el valor del dinero, que costaba siempre mucho ganar. El Cadore, puede ser pródigo con él sólo en gloriosos paisajes durante todas las estaciones, en increíbles luminosidades e iridiscencia: reverberos de luces intensas que desde los glaciares perennes se refractan con luz extraordinaria sobre el verde de los prados o el candor de la nieve. El niño Tiziano, que a los diez arios, deja este mundo matizado y luminoso para ir a estudiar a Venecia, tenía que saber muy poco de letras, ya que quizás había ido sólo a la escuela de su casa. Por su predisposición a la artes decorativas fue asignado al taller de Giambellino, que utilizaba la copia natural llevada más tarde a la perfección, sin dibujo previo. Tenemos que imaginar así a este niño de diez años, que procedía de un magnífico pueblo con montañas luminosas y abierto, obligado ahora a vivir en una ciudad como Venecia, espléndida por sus transparencias nacaradas de albufera, pero melancólica, poco solar. Quizás un hilo de tristeza, melancolía y nostalgia de este mundo de fábula perdido nunca le abandonó: nos parece leer todo esto también en sus retratos, en su rostro descarnado, orgulloso; en su mirada severa, en el porte seguro, pero triste. Mientras que la nostalgia por su Cadore aparecía constantemente en su obra. Nos parece percibirla en la reproducción en algunas secciones de sus lienzos del Roccolo, es decir, el promontorio donde estaba ubicada la fortaleza de Piave (ej., la obra acabada en 1537 por Tiziano, Las batallas del Cadore) visto desde la antigua carretera romana que sigue la planicie a lo largo del Piave. El mismo monte se distingue desde la ventana que sirve de fondo al retrato de Isabel de Portugal (1537). Aquí incluso cambia el punto de observación: el castillo aparece en primer plano dominado por el monte Rocchetta. Siempre sus montañas, no sólo como figuración, constituyen el fondo del retrato de Carlo Ve Isabel (1548), mientras que el valle del Piave, con las divagaciones del río, se recorta en el retrato ecuestre de Carlo V del 1548 6, y aún esas montañas aparecen en el cuadro de Venus y Adone (1553). La naturaleza arbórea y floreal, exuberante de la Magfatigoso y muy peligroso, se llamaban balseadores y estaban reunidos en cofradías. La toponimia registra la historia de estas cofradías. A lo largo del Piave, sobre todo en los meandros del río donde la maderada se encallaba y se llevaba de nuevo otra vez al centro de la corriente fluvial con dificultad, hay lugares y caminos «de los Balseadores». Cfr. AA. VV., L'incontro Zattieri-Piave, Europa, Belluno 1987. 6. Carlos V nombró caballero a Tiziano en 1533, con una renta anual que no fue retribuida/cumplida insoluta porque seguirá siendo reclamada hasta la muerte del artista
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dalena penitente (1561), de la Oración en el Huerto (1559-1562), de Nuestra señora con Niño (1561); en Diana y Ateone (1559) . El Roccolo domina a contraluz en la Venus del Prado (1540). Los años transcurren pero el pueblo natal estaba siempre presente en al alma de Tiziano y lo representaba continuamente en su trabajo de estudio encerrado entre paredes, donde el artista inventa una luz que no existe. Una luz que irá adquiriendo una tonalidad cada vez más oscura con el pasar de los años y con el entristecerse del humor atormentado por la edad, por los achaques y por las preocupaciones económicas jamás resueltas. Éste es el niño, el joven, el hombre maduro, y después el anciano que escribirá, continuamente a Felipe II de España, sucesor de Carlos V, como mecenas. La colección de cartas de Tiziano que hemos utilizado está compuesta por 201 publicadas, de las que un gran número están dirigidas a Felipe II. Parece que las misivas están estructuradas de manera casi siempre idéntica, según el modelo sugerido al principio por Aretino y después por Verdizotti'. Las fórmulas de obsequio, indispensables y rituales, el excusarse humildemente por la osadía de escribir, el asegurarse que cada deseo es una orden que será puntualmente satisfecha, forman parte de reglas casi siempre observadas, impuestas por una moda epistolar que reflejaba claramente, consolidándolas, las posiciones jerárquicas. El poder económico, asimilado en el poder que la autoridad real reflejaba, es una constante de este epistolario y es el elemento que irá desplegándose en las cartas de Tiziano a Felipe II desde el inicio de los años cincuenta hasta su última misiva, en la que el sentido del dinero, enraizado en el pequeño cadorino enviado a estudiar a Venecia, no sólo permanece inalterado, sino que se acrecienta en el Excelente Viejo Cadorino en dificultad económica. Dificultades reales verdaderas, que su dignidad de persona de montaña nunca le habría permitido inventar. Nos parece importante la carta del 11 de octubre de 1552, con la que Tiziano envía una obra que considera «digna de aparecer al alta presencia de Vuestra Majestad», por sus fórmulas de obsequio inicial. Transmitida la noticia, la fórmula de despedida repite el obsequio debido sometiendo al poderoso a la única entidad que lo sobrepasa, Dios. De hecho escribe: «Así nuestro señor, Dios mire y prospere la muy alta y muy poderosa persona y Estado de vuestra Alteza con toda felicidad y prosperidad según lo que el muy devotísimo servidor de Vuestra Alteza Tiziano desea». Alta presencia al comienzo del texto; «muy alta y muy poderoso» al final. Dos tercios de la carta están dedicados a 7. AA. VV., 7iziano, le lettere, Roma 1989.
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las fórmulas de obsequio. Felipe II contestará un año después, muy brevemente, utilizando la fórmula que se hará recurrente: «que es cosa de vuestra mano». En el agradecimiento se indica también un pago que resulta ser de 500 ducados. La carta de Venecia del 23 de marzo de 1553 8 nos parece también importante, porque quizás sea la primera, en la que Tiziano recuerda a su Rey su ancuanidad. Estamos al final de un invierno veneciano seguramente frío y húmedo; Tiziano tiene setenta y tres años. Por primera vez, aunque sea en una fórmula de obsequio, lo evidencia y se lo recuerda al rey: «Tuve la carta (actualmente perdida) de Vuestra Alteza del 12 de diciembre, tan cariñosa y tanto favorable, que siendo viejo me he vuelto joven, de modo que V. Al. ha obrado el milagro en mí». Sigue escribiendo aún: «...pero no es maravilla cuando no es otra cosa el gran ser de V. Al., y de todas sus acciones a quien deseo tanto atender, que sólo por eso apreciaré la vida ya dedicada y consagrada a V. Al. Y así no me puede salir ni por la boca ni por el corazón si no el gran Rey Felipe mi Soberano. Beso los pies de V. Al. A quien Dios guarde por infinitos años y me concede de ver antes de que me muera». Sabemos que ni lo verá ni obtendrá respuesta de él. Evidentemente, a pesar de que los visitantes del taller de Vecellio lo describieran aún como fuerte y eficiente, el numeroso trabajo y las preocupaciones pesaban sobre su vejez. En esta carta, con la metáfora atrevida que una carta de su rey le ha rejuvenecido, por la primera vez recuerda, a quien compete, su edad. La respuesta del rey llegará el 12 de diciembre de 1552: rápida, concisa. Especifica que los cuadros son dos, se repite la frase «que son como cosas de vuestra mano». Si tiene algún otro deseo lo debe referir a Don Juan Benavides. Sólo dos años después, según una datación actual —la primavera o el verano de 1554 9— Tiziano, con una carta que revela gran oficio, agradece a Felipe II que: «Del embajador Cesáreo obtuve un don más conforme a la grandeza vuestra que a los pequeños méritos míos. Todo esto me fue por muchos aspectos caro, pero mucho más porque para un pobre devoto es gran riqueza el ser muy estimado por su señor». La imagen retórica se amplía y profundiza con una declaración ulterior de dedicación total: «Yo encontrándolo querría poder retratar la imagen de mi corazón, desde hace tiempo consagrado a Vuestra Alteza, porque Vuestra Majestad viera en más perfecta parte esculpida la imagen de su valor». Declara que está preparando otras obras para su señor, «pues que de mi árida tierra frutos más nobles no pueden provenir». 8. AA. Vv., o.c., p. 158. 9. AA. VV., 0.C., carta n. 130, p. 165.
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Sólo algunos meses más tarde, en septiembre, enviará una larga misiva a Carlos V indicando que sus ministros no han previsto todavía pagarle lo que el emperador había establecido para él en Nápoles, Génova y Milán. Con la misma fecha se encomienda por el idéntico motivo al rey, enviándole la poesía de Venus y Adone. Las peticiones de pago se repiten en las cartas a Carlos V de 1555. Sólo en mayo de 1556 Felipe II contestará a una carta del 7 de marzo de 1556 (no recibida). Le agradece por las obras realizadas y se explaya insistiendo en la elección del embalaje y del camino para el transporte bajo la dirección del embajador Francisco Vargas. No quiere que las obras se deterioren, como ha pasado con el cuadro de Adone. Subrayo el hecho que Tiziano tenga que dedicarse personalmente a estas cosas, como si fuera un servidor. Al final le pregunta sobre la cuantía del pago y sobre la cantidad pendiente de enviarle para su completa satisfacción. Firma de autoridad YO EL REY, ritual. La carta en su conjunto no es amistosa, ni muestra respeto hacia el artista al que estaba dirigida. Las fórmulas de respeto impuestas por la etiqueta, sentidas por Tiziano, que conoce profundamente su tiempo y su condición de artistay que para trabajar tiene que gozar de la protección de los poderosos. Estos se encuentran constantemente en el epistolario que se remonta a cincuenta años antes y en las fórmulas que el artista utiliza con una insistencia que raya en la monotonía, con la exaltación de su rey-protector, con declaraciones de total dependencia y sumisión, intentando complacerlo enviándole a España una gran cantidad de obras maestras... y pidiendo siempre lo que le había sido prometido desde el lejano 1536, cuando todavía reinaba el emperador Carlos V. Para obtener el pago de lo debido, su hijo Oracio fue a Milán, quizás pasando también por Génova. Fue agredido por el escultor Leone Leoni Aretino, qué quería robarle, y corrió el peligro de ser asesinado. Refiriendo el asunto al rey —carta del 22 de diciembre de 1559— Tiziano no utiliza fórmulas de cortesía, sino empieza con un seco «Invictísimo, católico Rey». El artista cuenta detalladamente el asunto, pide la condena del malvado ladrón y se despide con un sencillo «Humildemente recomendándome, le beso la Real y Católica mano». Es quizás la carta más larga escrita al rey, de cuyo texto se trasluce el espanto de un padre por el atentado a la vida de su hijo, la indignación por lo sucedido y la petición de una justa pena para el malhechor. El 24 de marzo de 15600 con una fórmula poco ceremoniosa: «Serenísimo y Católico Rey» pide noticias de los cuadros enviados y cuenta 10. AA. Vv., o.c., pp. 191-92.
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otra vez el episodio de Milán, despotricando contra Leoni, pidiendo otra vez justicia. No sabemos lo que sucedió después. Tenemos que llegar a la carta del 2 de abril de 1561 para encontrar una notación jubilosa en las palabras del gran maestro. Escribe que una carta del Delfín lo informa de que las obras enviadas han sido de su gusto. Sigue: «De lo cual he tomado esa alegría, que deriva del deseo que yo tengo de servirle, estimando grandísima felicidad que mis cosas le gusten a tan gran Rey». Tan bonita e importante noticia, sin embargo, guardaba una pizca de rencor. Tiziano agradece al Rey los dos mil escudos que tres años antes había mandado que le pagaran. Contando con ello, Tiziano había comprado una casa que se vió obligado a vender porque el dinero de España pagadero en Génova nunca llegó. Envía un lienzo El llanto de la Magdalena con la esperanza de que conmueva al Rey inclinándolo. Esta penosa y humillante cuestación se hace cada vez más dolorosa porque el avanzar de los años aumenta las necesidades, encuentra poco sensible al gran Rey. En la carta que Tiziano fecha 26 de abril de 1562", que acompaña al Cristo en el Huerto y la «poesía» Europa llevada por el Toro, cuadros con los que concluye la serie que le había sido encargada, escribe: «... cuando yo sabré, como espero, que estas mis fatigas sean merecedoras de su mejor juicio y gracia, similarmente consagraré lo que queda de mi vida, que avanza, a obsequiar enseguida a Vuestra Católica Majestad con algunas de mis nuevas pinturas, y que la fatiga de mi pincel le proporcione esa satisfacción que yo deseo y que merece la grandeza de tan gran Rey». En esta época Tiziano ya tiene más de ochenta arios. El 28 de julio de 1563 12, la noticia de la victoria de Felipe II sobre los turcos y Orán ofrece la ocasión a Tiziano de felicitarse por su éxito con una larga carta destinada a recordarle su devoción. Devoción que corrobora informándole ciue ha pintado para él «un tema histórico de devoción», es decir, la Ultima Cena, que enviará cuanto antes. Además, se atreve aclarar que es el cuadro más laborioso que jamás ha hecho (su superficie es de siete brazos por más de cuatro). Dada la edad, es más que comprensible el esfuerzo realizado. Más de un tercio de la carta es una súplica a «Vuestra Majestad» para que le «conceda la gracia» de poder «haber consolación y obtener los frutos de ese negocio de trigo de Nápoles, ya hace mucho tiempo concedida por la gloriosa memoria de César su Padre (¡ 1536!)..., de las cuales ya hace más de cuatro años que yo no he cobrado ni un dinero para que... yo pueda sustentarme en 11. AA. VV., 0.C., p. 212. 12. AA. VV., 0.C., p. 218.
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esta mi última vejez, mientras me esfuerzo por vivir felizmente y prolongar los términos de la muerte sólo para servir a mi Señor». Enésima, y seguro no la última, referencia a su poderoso Rey como mecenas; humilde y servil lamento por no haber recibido desde hacía años lo que le es debido. La culpa del retraso y de los contratiempos fue la mala suerte, la burocracia, los funcionarios perezosos, avaros y que no cumplen con su deber, nunca del «munífico» señor. Tiziano Vecellio, el rey del pincel entre los pintores de la corte de España, envejece en la indigencia esperando que lo paguen. Dado que no ha recibido ninguna respuesta después del envío de unos cuadros y de sus cartas, el 23 de diciembre de 1563 escribe otra vez pidiendo noticias sobre lo ya enviado y pidiendo muy humildemente ayuda. Casi tres meses después, en marzo de 1564, el Rey contesta a su misiva que acompañaba a la Última cena y promete enviar el dinero que había sido convenido. De tan extrañas, parecen inconcebibles que las órdenes reales a tal propósito no hayan sido ejecutadas en más de 30 años. Esta falta de cortesía, de respeto hacia un viejo, hacia un gran artista, ¿cómo se explica? Tiziano ahora escribe cartas corteses pero sin demasiadas superficialidades, sobrias y breves, con fórmulas concisas. He pintado como un rey una cosa digna de un Rey; la magnificencia del soberano hallará la justa recompensa. La mentalidad llana, directa, práctica del hombre de montaña que se ha vuelto gran artista, se inclina ante el soberano con esas fórmulas rituales pretendidas por la moda, pero que a pesar de todo expresan con claridad lo que quiere y, entre líneas, dejan translucir la desilusión, la angustia y también la indignación por esta conducta ofensiva de su dignidad de hombre y de artista. El 5 de agosto de 15643 informa que la Cena ha sido acabada; nueve líneas de introducción, veintitrés para pedir lo debido. Como ya he dicho antes, con el paso del tiempo todo perjudica a Tiziano, cada vez más. En la parte conclusiva escribe: «Estoy seguro, Clementísima Majestad, que si Vuestra Majestad supiera mi pena, su infinita piedad se movería a compasión y me mostraría su singular benevolencia enviándome lo que se me adeuda, que nunca me pagáis cosa alguna». Si calculamos qué tupida red de bancos, banqueros, prestamistas cubrían Europa y con qué facilidad eran satisfechas las exigencias de las cartas de créditos, resulta incomprensible la indolencia, la pereza de no hacer el propio deber, obedeciendo a órdenes reales, de embajadores y cuantos estaban encargados de los asuntos económicos en las plazas de Nápoles, capital del virreino, Génova y Milán. 13. AA. VV., 0.C., p. 228.
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Al ario siguiente, el 28 de julio de 1565 14, con una muy sobria apertura, «Poderosísimo e Invictísimo Rey», Tiziano indica que la plaza de Milán, liquidándole viejas deudas, ha retenido lo correspondiente a muchos arios. Además, le han hecho daño por un negocio de arroz que le ha costado una perdida de cien ducados. Pide que el gobernador de Milán le indemnice por los daños sufridos, por lo menos para asegurarle la serenidad necesaria para seguir sirviendo a su Majestad. Cierra la misiva con una buena noticia: informa que está acabando el Martirio de San Lorenzo 15 para El Escorial. Resumiendo amargamente, Tiziano se humilla, mendiga la recompensa prometida y debida como un servidor, y gran señor del pincel, y comunica al Rey el cumplimento de una de sus obras maestras. La obra ha sido completada con retraso por su avanzada edad, tardanza que no hizo posible el envío porque, entre tanto, acaecío la muerte del embajador Hernando García. Deberá esperarse el nuevo nombramiento. Se ofrece para satisfacer los deseos del Rey: pintar una serie de cuadros sobre la vida de San Lorenzo 16 • Es probable que no lo hayan tomado en consideración porque ya lo juzgaban demasiado viejo. Ya no servía. Tiziano desea dedicar el resto de la vida que le queda para satisfacer a Su Majestad. A todo esto le dedica dieciséis líneas respetuosas, a las que siguen veinticuatro de petición de pago, en las que se subrayan las dificultades que la edad le causa, los gastos soportados para pagar los regalos. Para excusarse añade al San Lorenzo la espléndida Venus en el espejo 17, por él definida Venus desnuda. Se despide con la fórmula de rito: «le beso las católicas manos». El 26 de octubre de 1568" el artista informa al Rey que le ha enviado «la pintura de Nuestro Señor con el fariseo que le enseña la moneda» (la pintura se llama El tributo) '9. Anticipa una segunda pintura que define de gran fatiga y desea que su se14. AA. VV., 0.C., p. 230.
15. El cuadro, empezado a mediados de 1564, fue visto por Vasari en el taller de Tiziano en 1566, mientras el maestro lo pintaba. 16. Tiziano no trabajó en la serie de once cuadros sobre la vida de San Lorenzo. La serie fue seguida por Bartolomeo Carducho. Hasta hace poco estaba guardada en el claustro superior del Escorial en malas condiciones. 17. El 22 de diciembre de 1574, Tiziano envió a Antonio Pérez una memoria según la cual el lienzo representa a Venus que se mira en el espejo sujetado por Amor. Baroqui, p. 147, lo considera desaparecido de las colecciones reales, después de la invasión napoleónica. 18. AA. VV., 0.C., pp. 252-253. 19. La obra fue entregada por Felipe II a El Escorial en 1574 y el padre Sigüenza la vio en la sacristía. Giuseppe Buonaparte la donó al mariscal Soult. En 1852 fue vendida a París y hoy se encuentra en la National Gallery de Londres, n. 224.
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ñor goce mirándola. De todo esto da noticia en ocho líneas que podríamos definir jubilosas y al mismo tiempo angustiosas, a las que siguen doce líneas de súplicas humillantes, donde declara la falta de liquidación y «la grandísima necesidad en la que actualmente me encuentro, consideraré que mi alma ha vuelto en este cuerpo afligido todo dedicado a su servicio». En esta fecha Tiziano tiene ochenta y ocho arios. Eso explica la gran dificultad en el pintar, la angustia por su salud. En la carta del 1 de agosto de 1571" Tiziano pregunta al Rey por el cuadro que le había enviado, Lucrecia violada por Tarquinio 21 , y del cual no tuvo la notificación de haber sido recibido: cuatro líneas y otras quince solicitan humildemente lo que está pidiendo inútilmente desde hace treinta años. Le recuerda que tiene ya noventa y cinco años. Envía también dos estampas de la pintura del Beato Lorenzo. El asunto será tratado otra vez en la carta del 18 de junio de 1572 a Juan de Albornoz" y en la al Duque de Alba del 31 de octubre de 157323, en la que le recuerda las expediciones precedentes, una Magdalena penitente y una «Bellona» (Venus en el espejo), solicitando que le sean enviados los paños solicitados. Estó representa otro ejemplo de insolvencia de un ilustre señor. A Antonio Pérez", secretario de Felipe II, Tiziano escribirá una larga carta de treinta líneas el 22 de diciembre de 1574 25 . El tono es el de una carta comercial. Enumera una larga lista de obras que Tiziano había enviado a la corte de España a partir de 1561. A pesar de la voluntad de seguir sirviendo a su señor «con las débiles fuerzas» que le quedaban pide ser retribuido. El atreverse a enviar una lista, como si quisiera enfrentar al insolvente con sus responsabilidad, manifiesta una creciente indignación por esa falta de cortesía que había comenzado 50 años antes. Las obras son tantas que no las recuerda todas y las enumera en desorden cronológico. En la 20. CAVALCASELLE-CROWE, t. II, pp. 383-84. 21. Al inicio de 1800 el cuadro se vendió en Inglaterra. Fue donado por un privado al Museo Fitzwilliam di Cambridge en 1918, donde todavía está guardado. 22. Publicado en Documenti e rice rche, II, «Tiziano e la Corte di Spagna», en los documentos del Archivo General de Simancas, Instituto Italiano de Cultura, Madrid 1975. 23. AA. VV., o.c., pp. 260-261. 24. Antonio Pérez gozaba totalmente del favor del Rey y el consejo de los Diez decidió donarle dos grandes obras de Tiziano, de las que la primera trataba un tema religioso, la segunda enseñaba algunas leyendas bonitas. Cfr. MOCENIGO, A., «Chronique vénitienne du passé», en Gazette de Beaux-Ans, t. I, 1859, pp. 78-79. El segundo tema todavía no ha sido identificado, mientras que se supone que el primero trate de una Deposición en el sepulcro, guardado en el Prado desde 1839, n. 441, y procedente del Escorial. 25. CAVALCASELLE-CROWE, t. II, pp. 397-400. AA. VV., o.c., pp. 270-71.
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lista menciona las obras siguientes: «Venus con Adonis (1556), Calisto grávida de Júpiter (1561), Ateon llega inesperadamente al baño (1561), Andrómeda atada a la piedra (1556), Europa conducida por el toro (1562), Cristo en el Huerto de las oraciones, La tentación a Cristo con la moneda por los judíos (1568), Christo en el sepulcro (1561), La Santa María Magdalena (1561), Los tres Magos de Oriente (1561), Venus con Amor que le sujeta el espejo (1567), La desnuda con el poeta y el sátiro (1567), La cena de Nuestro Señor (1564), El martirio de San Lorenzo, y otros tantos que no me acuerdo, etc.». La carta del 25 de diciembre de 1575" (¡raro modo de pasar el día de la Navidad!) es casi una repetición de la anterior, del 22 de diciembre de 1574, a Pérez con una nueva lista. Sabemos que fue recibida el 14 de febrero del 1576 por una anotación a la vuelta. Felipe II anota «esto me acordaréis». Seguramente los tratos para concordar cualquier cosa no estaban a punto de iniciarse las tratativas, cuando el 27 de febrero de 1576 27 Tiziano escribe nuevamente al Rey una larga carta de casi treinta líneas. Es la última misiva que Tiziano, el rey del pincel de noventa y nueve años, escribe al Rey del Cetro, del poder militar y económico. La dedicatoria se reduce a las siglas «S.C.R.M. tá». Se atreve a escribirle conociendo su dignidad y para demostrarle cuánto le es aficionado, y esto le da el valor de pedirle una gracia. Por última vez, le recuerda cómo ha estado al servicio de la corte de España durante veinticinco arios sin haber recibido cuanto correspondía. No duda de la bondad del Rey y de su augusto padre pero, subraya por enésima vez, que sus ministros o agentes de banco no ejecutan sus mandos. El ser pagado será muestra de magnanimidad y que su trabajo ha sido de gusto. Y ello lo ayudará a vivir con serenidad para servirlo aún. Firmado siempre: «Muy Humilde y Devotísimo servidor Tiziano Veeellio». El Rey del pincel muere exactamente seis meses más tarde al 27 de agosto de 1576, a los noventa y nueve arios. De la documentación guardada en el Archivo de Simancas no resulta que esta carta, esta última apelación de Tiziano haya tenido jamás respuesta. Esta última petición es la triste demostración de la indiferencia de las personas y de las instituciones respecto a acreedores cuya exigencia no ha sido satisfecha nunca. Es la demostración de un crédito inestimable de un artista y del gran débito moral que la humanidad tiene respecto al arte. Los tesoros que el pincel de Tiziano habían donado a la corte de España parecen adquiridos en una atmósfera de general arrear, que se hace cada vez más afanoso con 26. CAVALCASELLE-CROWE, t. 27. AA. VV., 0.C.
II, pp. 402-403. AA. VV., 0.C., p. 271.
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el avanzar de la edad del maestro. Sabemos que las condiciones de salud del artista eran ciertas, controladas por la corte de España. De hecho García Hernández, ya el 11 de octubre del 1559 y después en el 1561, informa que la lentitud del ritmo de trabajo del maestro se debe a su avanzada edad. Tiziano recuerda al Rey su avanzada edad ya a partir de 1562. El 9 de octubre de 1564 García Hernández asegura al Rey que Tiziano «trabaja y puede trabajar aunque sea tan viejo» y le aconseja que le envíe los lienzos pedidos, porque Tiziano, si bien goza de buena salud y no lo demuestre, ya tiene noventa años. Tiziano mismo, a partir del 26 de octubre de 1568, hasta el 27 de febrero de 1576, seis meses antes de morir, recordará al Rey haber llegado ya «a una edad grave». Estas noticias diseminadas y que se toman por aquí y por allá, son como las perlas de una collar. Separadas dicen poco, enhebradas trazan el camino de la vida de un gran artista y de sus relaciones con el mundo de los mecenas. El argumento de estudio de este simposium es «El monasterio del Escorial y su pintura». También lo que nos cuentan estas cartas es parte integrante de esta pintura, aunque no hablen de perspectiva, escuelas, estilos, color, luz y otras cosas que estudian el histórico y el crítico de arte. Son obras de un hombre, un hombre con la mano divina, con sentimientos, necesidades, angustias que se vislumbran en las formas y colores. Una carta, una especie de confesión escrita nos informa mejor y en llave completamente diferente. No he leído las cartas de Tiziano sólo para saber qué lienzos ha pintado para Felipe II de España y cuándo. No he querido voluntariamente, como ya dicho, entrar en el área de los estilos, de las escuelas pictóricas, de la historia estética, por eso cualitativa, de sus pinturas. He preferido tratar de conocer qué historia humana cada uno de ellos representa en el plano de las relaciones entre personas en un continuo equilibrarse de estima, apreciamiento, poder por parte del Rey, y del respeto, devoción, sumisión, servilismo, dados los tiempos, por parte del artista. Todas las pinturas de Tiziano presentes en El Escorial —el asunto naturalmente vale también por las llevadas al Prado o en otros lugares; pero por quedar en el tema los excluyo— nos cuentan esta historia que, por supuesto, les infunde un sentido nuevo y diferente: les da una particular profundidad. Habiendo leído las cartas, vemos la grafía de Tiziano o de su escribano; se recoge en el pergamino la satisfacción por haber completado obras importantes para la cultura y civilización del mundo actual, cuyo valor se conoce prefectamente y que se reputa justo o justificado que vayan dirigidas a un ilustre mecenas que les encarga por quien se cree apreciado y honrado. En esta ola de alegría siempre está velada la melancolía de un gran pintor; a pesar del avance de los años, regala al mun-
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do una espléndida obra. Una obra que nos deja intuir el orgullo de un gran espíritu, aunque pertenezca a un estado social preciso, determinado por la jerarquía de los tiempos. Tiziano es plenamente consciente de volar muy alto, de sus geniales capacidades, del don divino que se desprende de sus obras y lo libran de cualquier encasillamiento jerárquico. Esta total conciencia de sí mismo y de su arte se lee entre líneas, mientras que las palabras con las que se dirige al rey son las de la persona sencilla, de montaña, respetuosa y devota hasta el último momento de su vida. Una devoción mal correspondida desde el momento que las apelaciones de ayuda que Tiziano envía a Felipe II quedan en su mayoría desoídas. Pocas y desoídas las respuestas diplomáticamente cómodas y sembradas de largos silencios. Digno de nota el último silencio de cinco siglos. Tiziano ha muerto desoído y no recompensado por gran parte de esas obras que le habían encargado. Hoy parte de las obras las alberga este espléndido complejo del Escorial. Cuando miramos estas obras, junto a la síndrome de Sthendal que pueden indudablemente suscitar, deben conmovernos a la gratitud, porque aunque, involuntariamente, Tiziano nos las ha donado y son un patrimonio de la humanidad. Esto es lo que las cartas nos han contado y por eso este aspecto es una parte de la historia de la pintura presente en este extraordinario monasterio. Como ya he dicho en el exordio, no es una historia histórico-artística o histórico-estética, sino una humana y moral, la historia del encuentro-enfrentamiento entre dos reyes, uno de los que resulta gravemente insolvente. Pero al gran rey Felipe II le perdonamos con mucho gusto el no haber honrado sus empeños de deudor respecto del otro tanto gran pintor Cadorino. Entre el gran rey de España y el gran rey del pincel existen lazos indisolubles de recíproca interdependencia que, seguro, resulta ser asimétrica bajo el perfil económico-financiero. De todas formas, el desequilibrio entre los dos sobrepasa el aspecto sólo material, aunque dramático para Tiziano, porque sale del área del patrimonio de obras y de bienes artísticos entregados a la historia y a la humanidad. Bajo este aspecto, el desequilibrio de relación entre las dos grandes personalidad no es necesariamente a desventaja de Tiziano. Frente a la historia y frente a toda la humanidad, Felipe II queda siempre el Rey sin el cual Tiziano no habría creado las obras maestras que hoy admiramos en El Escorial. Los incumplimientos del rey se transforman entonces en pobre cosa si, a pesar de todo, el genio creador del excelente Cadorino ha tenido modo para expresarse. Como consecuencia, perdonamos a Felipe II sus incumplimientos contractuales respecto a Tiziano, más bien sobre todo le estamos agradecidos por haber contribuido a favorecer la realización de las obras maestras de la madurez.