LAS DIEZ BENDICIONES DEL SACERDOCIO por el élder Bruce R. McConkie del Consejo de los Doce

Conferencia General Octubre 1977 LAS DIEZ BENDICIONES DEL SACERDOCIO por el élder Bruce R. McConkie del Consejo de los Doce Somos siervos del Señor,

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Conferencia General Octubre 1977

LAS DIEZ BENDICIONES DEL SACERDOCIO por el élder Bruce R. McConkie del Consejo de los Doce

Somos siervos del Señor, sus agentes, sus representantes. Hemos sido dotados con poder de lo alto. Poseemos el Sacerdocio Aarónico, que es un orden de preparación y aprendizaje, o el Sacerdocio de Melquisedec que es el poder más elevado y más grandioso que el Señor da a los hombres en la tierra. En el Sacerdocio Mayor hay cinco oficios o llamamientos, a saber: élder, setenta, sumo sacerdote, patriarca, y apóstol; pero el Sacerdocio es el mismo y es más importante que cualquiera de sus oficios. Formamos un reino de hermanos, una congregación de personas iguales, y todos tenemos el derecho a recibir todas las bendiciones del Sacerdocio. Los apóstoles no reciben bendiciones especiales que no puedan recibir todos los élderes del reino. Se reciben bendiciones por motivo de la obediencia y rectitud personal, y no por el cargo administrativo que se ocupe. Hablaré de estas bendiciones, las diez bendiciones del Sacerdocio, que están al alcance de la mano de todos los que poseen el Santo Sacerdocio de Melquisedec. Primera bendición: Somos miembros de la única Iglesia verdadera que existe sobre: la faz de la tierra, y hemos recibido la plenitud del evangelio sempiterno. "Y este sacerdocio continúa en la Iglesia de Dios en todas las generaciones, y es sin principio de días o fin de años. Y... administra el evangelio. . ." (D. y C. 84:17, 19.) El evangelio es el plan de salvación; es la guía y el camino que el Padre ha provisto a sus hijos espirituales a fin de que tengan el poder para avanzar, progresar y llegar a ser como El. El Sacerdocio es el poder y la autoridad de Dios, delegado al hombre en la tierra para hacer todo lo necesario para la salvación de la humanidad. Allí donde se encuentra el Sacerdocio de Melquisedec, está la Iglesia y reino de Dios en la tierra, el evangelio de salvación; y donde no esté el Sacerdocio Mayor, no hay Iglesia verdadera, y por lo tanto, no hay poder que salve a los hombres en el reino de Dios. Segunda bendición: Hemos recibido el don del Espíritu Santo, y tenemos derecho a recibir los dones de este Espíritu, o sea, aquellos maravillosos galardones espirituales que nos apartan del resto del mundo nos elevan sobre las cosas carnales. El don del Espíritu Santo es el derecho que tiene cada persona según su fidelidad, de gozar de la influencia constante de ese miembro de la Trinidad. Es el derecho a recibir revelaciones, tener visiones, y estar en armonía con el Infinito. Juan, que poseía el Sacerdocio de Aarón, bautizó con agua para la remisión de los pecados. Jesús, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec, bautizó con el Espíritu Santo y con fuego.

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El Espíritu Santo es un revelador; El testifica del Padre y del Hijo, aquellos Seres Santos que significan vida eterna para quienes los conozcan. Por eso....... este sacerdocio mayor... posee la llave de los misterios del reino, aun la llave del conocimiento de Dios" (D. y C. 84:19). Los dones espirituales son las señales que reciben aquellos que creen; son milagros y sanidades hechos en el nombre del Señor Jesucristo, incluyendo manifestaciones de verdad y luz, y la revelación del Dios que está en los cielos al hombre aquí en la tierra. Nuestras revelaciones dicen que el Sacerdocio de Melquisedec tiene, "las llaves de todas las bendiciones espirituales de la Iglesia"; y que todos los que lo Poseen, "tienen el privilegio de recibir los misterios del reino de los cielos, comunicarse con la asamblea general y la Iglesia del Primogénito y gozar de la comunión y la presencia de Dios el Padre y de Jesús, el mediador del nuevo convenio" (D. y C. 107:18-19). Tercera bendición: Podemos ser santificados por el Espíritu, ser purificados como si fuera por fuego, y quedar limpios y sin mancha para vivir con los dioses y los ángeles.. El Espíritu Santo es el Santificador. Los que magnifican sus llamamientos en el Sacerdocio están, "santificados por el Espíritu para la renovación de sus cuerpos" (D. y C. 84:33); nacen de nuevo; se convierten en criaturas nuevas del Espíritu Santo; viven en Cristo. Hablando de estas personas fieles en su época, Alma dijo: "Fueron llamados según este santo orden" quiere decir que poseyeron el Sacerdocio de Melquisedec, "y fueron santificados, y sus vestidos fueron blanqueados mediante la sangre del Cordero. Y después de haberlos santificado el Espíritu Santo, habiendo sido blanqueados sus vestidos, hallándose puros y sin mancha ante Dios, no podían ver el pecado sino con repugnancia; y hubo muchos, muchísimos, que fueron purificados y entraron en el descanso del Señor, su Dios." (Alma 13:11-12.) Cuarta bendición: Podemos actuar en lugar del Señor Jesucristo al administrar la salvación a los hijos de los hombres. El predicó el evangelio; también podemos hacerlo nosotros. El habló por el poder del Espíritu Santo; nosotros también podemos hacerlo. Fue misionero, nosotros podemos serlo. Siempre hizo el bien; no hay nada que nos impida a nosotros hacerlo. El llevó a cabo ordenanzas de salvación; también nosotros podemos hacerlo. El guardó los mandamientos; ¿acaso nosotros no podemos guardarlos también? El hizo milagros, y nosotros podemos gozar del mismo privilegio, si somos verídicos y fieles en todas las cosas. Nosotros somos sus agentes; lo representamos, y se espera que hagamos y digamos lo que El haría y diría si estuviera personalmente aquí, entre los hombres.

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Quinta bendición: Tenemos el poder de llegar a ser hijos de Dios, de ser adoptados en la familia del Señor Jesucristo, de que El sea nuestro Padre, de ser uno con El como El es uno con su Padre. “Y tú eres según el orden de aquel que fue sin principio de días o fin de años, de eternidad en eternidad. He aquí, tú eres uno en mí, un hijo de Dios; y así todos pueden llegar a ser mis hijos." (Moisés 6:67-68.) Como hijos de Dios tenemos poder para progresar hasta que seamos "coherederos con Cristo", y nos hayamos hecho "conformes a la imagen de su Hijo", según nos dijo Pablo. (Rom. 8:1429.) Sexta bendición: Podemos entrar en el orden patriarcal, el orden del matrimonio eterno que posibilita a la unidad familiar continuar eternamente en gloria celestial. Para alcanzar la gloria más alta y gozar de la plenitud de esa luz y gloria que comprende la vida eterna, tenemos que, “entrar en ese orden del sacerdocio" que lleva el nombre de "nuevo y sempiterno convenio del matrimonio" (D. y C. 131:1-2.) Séptima bendición: Tenemos poder para gobernar todas las cosas, tanto temporales como espirituales, tanto los reinos del mundo, como los elementos, y las tempestades y los poderes de la tierra. Con respecto a esto, las Escrituras dicen: "Porque Dios había jurado a Enoc y su posteridad, con su propio juramento, que todo aquel que fuera ordenado según este orden y llamamiento, tendría poder, mediante la fe, para separar montañas, para dividir los mares, para secar las aguas, para desviarles de su curso; para desafiar los ejércitos de las naciones, para dividir la tierra, para quebrantar toda ligadura, para estar en la presencia de Dios; para hacer todas las cosas de acuerdo con su voluntad, de acuerdo con su llamamiento, y subyugar principados y potestades; y esto por la voluntad del Hijo de Dios, que existió desde antes de la fundación del mundo." (Versión inspirada de la Biblia, Gén. 14:30-31.) El Sacerdocio de Melquisedec es el mismo poder que Cristo utilizará para gobernar a las naciones en aquel día en que "los reinos del mundo hayan venido a ser de nuestro Señor, y de su Cristo, y El reinará por los siglos de los siglos" (Apoc. 11:15). Octava bendición: Tenemos poder, por medio del Sacerdocio, de alcanzar la vida eterna, "que es el máximo de todos los dones de Dios" (D. y C. 14:7). Vida eterna es el nombre que se da a la vida que vive Dios. Primero, consiste en la continuación de la unidad familiar en la eternidad; y segundo, en recibir en herencia la plenitud de la gloria del Padre. Todos los que reciben el Sacerdocio de Melquisedec entran en un convenio con el Señor, y al hacerlo, cada varón promete solemnemente: Recibir el Sacerdocio.

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Magnificar su llamamiento. Guardar los mandamientos, y vivir "con cada palabra que sale de la boca de Dios". Por su parte el Señor promete a los fieles: "todo lo que mi Padre tiene", que es la vida eterna en el reino de Dios. (D. y C. 84:33-44.) Y el Señor, para demostrar la solemnidad de su promesa, ha declarado con un juramento que la prometida recompensa en verdad se obtendrá. Este juramento, viniendo del Hijo de Dios mismo, dice así: "Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec." (Salmos 110:4.) Con respecto a todos los otros que también han de recibir el Sacerdocio de Melquisedec, la escritura dice: "Y todos aquellos que fueron ordenados en este Sacerdocio serán como el Hijo de Dios, permaneciendo sacerdotes para siempre" (Heb. 7:3. Versión inspirada). O sea, que serán reyes y sacerdotes para siempre,, que su Sacerdocio continuará por toda la eternidad, y que tendrán vida eterna. "Ellos son la Iglesia del Primogénito. Son aquellos en cuyas manos el Padre ha entregado todas las cosas. Son sacerdotes y reyes, quienes han recibido de su plenitud y de su gloria. Son sacerdotes del Altísimo, según el orden de Melquisedec, que fue según el orden de Enoc, que fue según el orden del Hijo Unigénito. De modo que, como está escrito, ellos son dioses, aun los hijos de Dios. Por consiguiente, todas las cosas son suyas, sea vida o muerte, cosas presentes o cosas futuras, todas son suyas, y ellos son de Cristo, y Cristo es de Dios." (D. y C. 76:5459.) Novena bendición: Tenemos poder para "hacer firme" nuestra "vocación y elección " a fin de que, mientras estamos en la mortalidad, habiendo vencido lo malo y sido fieles y verídicos en todas las cosas, seamos sellados para vida eterna con la incondicional promesa de esa, vida en la presencia de Aquél a quien pertenecemos. Nuestras revelaciones dicen: "La palabra profético más firme significa tener conocimiento un hombre, por revelación y el espíritu de profecía, de que está sellado para vida eterna mediante el poder del Santo Sacerdocio." (D.y C. 131: 5.) Durante los últimos años de su ministerio, el profeta José Smith suplicó fervientemente a los santos que continuaran en la rectitud hasta tener firme su vocación y elección, hasta que oyeran la voz celestial decir: "Hijo mío, serás exaltado". El mismo José vio el cumplimiento de esa promesa en esta dispensación, cuando una voz de los cielos le dijo: "Porque yo soy el Señor tu Dios, y estaré contigo aun hasta el fin del mundo, y por toda la eternidad; porque de cierto, confirmo sobre ti tu exaltación y te preparo un trono en el reino de mi Padre, con tu padre Abraham." (D. y C. 132:49.) conferenciageneralsud.wordpress.com

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Décima bendición: Tenemos el poder y el privilegio de que, al llegar a ser "los de limpio corazón", veamos la faz de Dios aun mientras vivamos en este mundo de pecado y tristeza. Esta es la mayor bendición de la vida mortal, y la proporciona a todas los fieles de su reino ese Dios que no hace acepción de personas. "De cierto, así dice el Señor: Acontecerá que toda alma que desechara sus pecados y viniere a mí, e invocare mi nombre, obedeciere mi voz y guardare mis mandamientos, verá mi faz, y sabrá que yo soy." (D. y C. 93: l.) "Y además, de cierto os digo que es vuestro el privilegio, y os hago una promesa a vosotros, los que habéis sido ordenados a este ministerio", se dirige ahora a los poseedores del Sacerdocio de Melquisedec, "que si os despojáis de todo celo y temor, y os humilláis delante de mí, pues no sois lo suficientemente humildes, el velo se hendirá, y me veréis y sabréis que yo soy no con la mente carnal ni natural sino con la espiritual. Porque ningún hombre en la carne ha visto a Dios jamás, excepto que haya sido vivificado por el Espíritu de Dios. Ni puede el hombre natural aguantar la presencia de Dios, ni conforme a la mente carnal. Por ahora no podéis aguantar la presencia de Dios, ni la ministración de ángeles; por consiguiente, continuad pacientemente hasta perfeccionaras." (D. y C. 67:10-13.) Estas son, entonces, las diez bendiciones del Sacerdocio, "el Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios" El Sacerdocio al que los santos en los días antiguos, para evitar la frecuente repetición del nombre del Padre, dieron el nombre de Melquisedec. Podemos agregar también lo siguiente de las Santas Escrituras: "Ahora, Melquisedec era un hombre de fe que obró con justicia; y cuando era niño temía a Dios, y cerró las bocas de leones y apagó la violencia del fuego. Y así, habiéndole aprobado Dios, fue ordenado sumo sacerdote, según el orden del convenio que Dios hizo con Enoc. Que era según el orden del Hijo de Dios, orden que vino, no por el hombre ni por la voluntad del hombre; ni por padre ni por madre; ni por principio de días ni fin de años, sino de Dios; Y fue dado a los hombres por el llamamiento de su propia voz, de acuerdo con su propia voluntad, a cuantos creyeron en su nombre. Y Melquisedec era sacerdote de este orden; por tanto, logró la paz en Salem, y fue llamado Príncipe de Paz. Y su pueblo obró justicia, y logró el cielo, y buscó la ciudad de Enoc que Dios previamente se había llevado, separándola de la tierra, habiéndole reservado para los postreros días, o el fin del mundo;

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Y ha dicho, y jurado con juramento, que los cielos y la tierra se unirían, y que los hijos de Dios serían probados como si fuera por fuego. Y este Melquisedec, habiendo establecido así la rectitud, fue llamado por su pueblo el rey del cielo, o, en otras palabras, el Rey de Paz. Y alzó la voz y bendijo a Abraham... Y aconteció que Dios bendijo a Abraham, y le otorgó riquezas, y honor y tierras como posesión eterna, de acuerdo con el convenio que había hecho, y de acuerdo con la bendición con la cual Melquisedec lo había bendecido." (Gén. 14:26-29, 33-37, 40.) Pues bien, mis hermanos, éste es el mismo Sacerdocio que poseemos nosotros. Nos bendecirá tal como bendijo a Melquisedec y Abraham. El Sacerdocio de Dios Todopoderoso está aquí en la tierra. La doctrina que enseñamos es verdadera, y obedeciéndola podremos disfrutar de las palabras de vida eterna aquí, y ser herederos de gloria inmortal en la vida venidera. Yo sé, como vosotros sabéis, que tal como los cielos se hallan por encima de la tierra, del mismo modo las verdades de que hablamos se hallan por encima de las cosas del mundo y de todos los honores que los hombres puedan conferir. Que Dios nos bendiga para que podamos guardar los mandamientos y ser herederos de todo lo que el Señor ha prometido a su pueblo. En el nombre de Jesucristo. Amén.

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