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LAS ORDALIAS DEL SUJETO: MI MUSEO IDEAL Y MARFILES VIEJOS, DE JULIAN DEL CASAL POR
OSCAR MONTERO Lehman College, CUNY
Todo gran hombre tiene sus discipulos, dijo Oscar Wilde, y es siempre Judas el que escribe la biograffa. No es precisamente el caso de Julian del Casal, ya que tuvo varios amigos que han dejado testimonio de sus gestos, su manera de vestir, sus moradas y su estilo de vida. Es conocida la figura de Casal que surge de los comentarios de sus cofrades. Segin ellos, Casal quiso hacer el papel de dandy insular; llen6 su cuarto de chinerias y hasta intent6 salir a las calles habaneras vestido de japonds. Los comentarios revelan la admiraci6n y el afecto, pero tambien muestran cierta condescendencia frente a los caprichos casi pueriles de Casal, como si su dandismo superficial provocara en el amigo, si no el desd6n, una sonrisa comprensiva y protectora. Una actitud similar con respecto a Casal ha perdurado y ha definido en parte su figura en los manuales y las antologias. Es el poeta de intensa tenia del todo quebrado algin imaginaci6n y corto aliento, alguien resorte vital> . De cierto modo perdura la figura de . Cito de J. Lacan, comme objet petit a>>, Les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse (Paris: Seuil, 1973), pp. 63-109.
de Prometeo se desata un paradigma (mirar, ver, visi6n) que altera la funci6n puramente descriptiva de los de Casal, que aleja al lector de lo que Fontanella llama representational detail y Jo acerca al del poema>>, the poem's meantradicionales como la Bereduce a valores no se ing, pero ese significado lieza o el Genio -valores desechados en Marfiles viejos- ni se reduce tampoco a un inner life of the poet, inaccesible por definici6n. Al contracual no le rio, al sefialar el aspecto autorreferencial del signo poetico, visionario>> de Prometeo define un roba su carga representativa, el espacio subjetivo alumbrado por el reflejo peculiar de la visi6n casaliana. El triunfo de la imagen de Salom6, cuya figura se insinia metonimicamente en la pedreria que la adorna, es fugaz. Su cuerpo, blanco, luminoso, carente de perspectiva, como en la pintura de Moreau, se deshace en el brillo de las piedras preciosas. Si su figura es copia de una copia, esa figura > frente a la imagen poderosa, e igualmente transitoria, de la cabeza ojo decapitada de Yokanahin, que anuncia la llegada de Prometeo y visionario>>. En , el ojo de otro titin tambien se fija en una figura tan seductora como la de Salom6, pero inm6vil, castigada a la fijeza de Endimi6n. En los cuadros de Moreau hay cierta semejanza entre los rasgos de Prometeo y los de Polifemo y entre la mirada fulminante que comparten. Casal no desperdicia el parecido. En >, la figura femenina, aunque , triunfa: En , Elena vigila el llano triunfo horrible es total y su trofeo es un lirio que alza en la mano como el loto de Salom6: Indiferente a lo que en torno pasa, Mira Elena hacia el livido horizonte Irguiendo un lirio en la rosada mano (p. 142).
>, el despliegue un tanto trabajoso de la utileria modernista. de Gloria>> carece de una entidad Al igual que los sonetos, enunciativa sefialada por el pronombre personal, pero en los sonetos se sobrepasan los limites de la descripci6n, en parte a trav6s del motif ocular y su llamada al lector, y se produce una intimidad peculiar que queda lejos de la objetividad escult6rica que Casal admir6 en Moreau y en los poetas parnasianos. Sin embargo, en «Suefio , la distancia de la voz enunciativa respecto a lo que describe es radical y el motif ocular es tenue; no es sorprendente que el lector se pierda en el catilogo de terciopelos sombrios y doseles verdinegros. Aun asi, en la quinta estrofa, frente a la figura de Moreau-Dios, se abren los sepulcros y surge una serie de imigenes terribles que opacan el brillo fatigado del decor modernista. Es precisamente en esta estrofa donde resurge el motif de la mirada, identificada fugazmente con una entidad enunciativa que todo lo mira y que apenas se esconde en el uso poco corriente de una tercera persona impersonal pr6xima al on del franc6s: «y se mira / Revolotear en el ambiente denso / Enjambre zumbador de verdes moscas ... At6nita descubre la mirada / La blancura amarilla de los huesos>. En el , la voz enunciativa opalinas> y se sitia se distancia de un paisaje convencional de denso>>, donde se evoca el fantasma severo de Baudeen un laire, como si la voz enunciativa de Casal no lograra borrarse en una ilusoria objetividad impersonal. De ese fracaso, el fracaso de una voz enunciativa que no sabe o no quiere ocultarse del todo en el aparatoso epitalamio a >, garantizada por la transformaci6n dolorosa del cuerpo propio y finalmente por el reconocimiento implicito del cuerpo ajeno 29. En Mi museo las figuras de Salom6, Elena o Prometeo se delinean y se borran en una luz siempre incierta, >. Correlativamente, al final de Marfiles s6lo queda el deseo de que «la fiebre> , como si pudiera transformarse en princesa danzante,