Lengua vasca. Introducción a la filología vasca: lengua Historia de la lengua vasca

1 Introducción a la filología vasca: lengua 2008-2009 Lengua vasca 1. Historia de la lengua vasca 1.1. Breve historia del euskara 1.2. Akitania: pr

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Introducción a la filología vasca: lengua 2008-2009

Lengua vasca

1. Historia de la lengua vasca 1.1. Breve historia del euskara 1.2. Akitania: primeros testimonios del euskara 1.3. Hipótesis sobre el origen del euskara 1.4. Comparaciones léxico-estadísticas y relaciones históricas del euskara 1.5. Sobre la continuidad histórica del euskara 1.6. Historia externa del euskara 1.7. Euskaltzaindia y el euskara batua o estándar 1.8. El euskara en nuestros días 1.9. El euskara y sus dialectos Terminología en euskara (breve glosario)

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La lengua vasca o euskara, forma en la que los hablantes denominan a su lengua en la variedad estándar, es hablada por unas 800.000 personas que viven en la zona occidental de los Pirineos, tanto al sur de los mismos, en España, como al norte, en Francia. El territorio en el que se habla euskara se denomina Euskal Herria en dicha lengua, término que en castellano se puede traducir como ‘país o territorio del euskara, de la lengua vasca’. Según los estudiosos, el euskara, o sus formas precedentes, lleva hablándose en Euskal Herria por los menos 3.000 años, ya que se hablaba antes de la llegada de los romanos. El euskara comparte el territorio con el castellano, en el sur, y con el francés, en el norte. A pesar de que desde 1983 es cooficial junto al castellano en las denominadas comunidades autonómicas vasca y navarra del Estado Español, se considera que es una lengua minoritaria o minorizada, en el sentido que da al término la Oficina Europea de Lenguas Minorizadas (European Bureau for Lesser Used Languages, www.eblul.org). El euskara es una lengua considerada en peligro de desaparición (Wurm 2001), como lo están el 90% de las cerca de 6.000 lenguas que se hablan en el planeta. Desde el punto de vista lingüístico, el euskara es una lengua de las denominadas aisladas, es decir, que no está relacionada genéticamente con ninguna otra lengua hablada en nuestros días. Es una lengua preindoeuropea, hablada en Europa antes de la llegada de los pueblos indoeuropeos, tipológicamente bastante diferenciada de las lenguas indoeuropeas de su entorno. Sus características tipológicas principales son: orden básico SOV (sujetoobjeto-verbo), posposicional (con posposiciones en lugar de preposiciones), ergativa (que diferencia morfológicamente sujetos de verbos intransitivos y transitivos) y con núcleos morfológicos a la derecha. En las líneas que siguen se habla de la historia de la lengua vasca, de los testimonios históricos, de las hipótesis sobre su origen, de las instituciones para la defensa y promoción de la lengua, de su situación sociolingüística y de sus dialectos.

Lapurdi Bizkaia

Araba Trebiñu

Gipuzkoa

Nafarroa Beherea Zuberoa

Nafarroa

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1. Breve historia del euskara En el año 1545 se publicó el primer libro en euskara: Linguae Vasconum Primitiae, de Bernat Etxepare. Se trata de un libro de poemas: un prefacio de 31 líneas en prosa y 12 poemas en 52 páginas. No sabemos el año ni la localidad en que nació Etxepare, pero sí sabemos que fue oriundo del territorio que los vascos denominamos hoy Behenafarroa, es decir, la Baja Navarra, en el País Vasco francés. A Etxepare le tocó vivir una época difícil. En 1512 las tropas de Fernando el Católico de Aragón y Castilla se apoderaron del reino de Nafarroa (Navarra), incluida la Merindad de Ultrapuertos, es decir, Behenafarroa. La familia real navarra desposeída, que se trasladó a Pau, parte integrante de su reino, recuperó en 1516 Behenafarroa y en 1520 Nafarroa entera. Pero pronto las tropas castellanas conquistaron de nuevo todo el reino de Nafarroa, aunque en 1530 devolvieron Behenafarroa. La sociedad navarra vivió un enfrentamiento civil entre los partidarios de la independencia del reino de Nafarroa y aquellos que pretendían la anexión del mismo a Castilla. Al parecer, Etxepare defendió esta última opción, lo que le acarreó la cárcel, por lo que nos cuenta en los poemas autobiográficos de su libro. A partir del XVI son muchos los documentos, en forma de libros o manuscritos, que conocemos en euskara, y la descripción diacrónica de la lengua desde este momento está asegurada. Los períodos anteriores, por el contrario, constituyen un problema mayor. Las primeras frases escritas en euskara datan de finales del siglo X. Se trata de las famosas Glosas Emilianenses del Monasterio de San Millán de la Cogolla de la Rioja, Errioxa en euskara, que dieron nacimiento a la lengua castellana (Intxausti 1990). Entre las primeras glosas en lengua castellana hay dos en euskara: “jzioqui dugu” y “guec ajutu ez dugu”. Se duda sobre su significado, ya que los términos jzioqui y ajutu no han permanecido en el euskara, pero nadie duda sobre el carácter euskaldun de las mismas, es decir, su pertenencia al mundo vascófono, como lo demuestran las formas auxiliares de los verbos (dugu), la negación (ez) e incluso el pronombre de primera persona del plural (guec), sujeto en caso ergativo, aunque irregular. Además, es conocido el dato de que en Errioxa, durante el siglo X y posteriores, se hablaba euskara. Del siglo IX al XIII los testimonios en euskara no son muchos, pero a continuación citaremos algunos. Quizás las inscripciones más tempranas sean las fechadas en el año 883 (era 921) en dos de los sepulcros de Argineta de Elorrio, Bizkaia (Caro Baroja 1946). En la inscripción latina aparece una palabra que puede ser un nombre en euskara: “In dei nomine momus in corpore bibentem. In era DCCCCXXI”. Según Mitxelena (1964) con toda probabilidad “momus no es otra cosa, con vestimenta latina, que el nombre de persona mome atestiguado en Bizkaia”. De cualquier modo, no parece ser un nombre identificable para los euskaldunes de hoy, que desconocemos su significado, si bien, ha permanecido en algunos topónimos. En una segunda inscripción, "Era DCDXXI obiit FMLS di baterria XVII KLDS agustas", el nombre compuesto baterria, nos muestra el actual (h)erria (el pueblo). También es conocido el documento llamado “Memoria de los pueblos de Alava que pagan hierro o ganado al monasterio de San Millán” (Mitxelena 1964) del año 1025, en la que se observan los nombres de los pueblos de Araba de la época. Como dato curioso se constata la aspiración en el sistema fonológico de la época. Así, algunos de los nombres de las

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localidades de la época son: Okerhuri, Hurizahar, Sarricohuri, Ehari, Mendiolha, Udalha, Harriolha,... La presencia de la aspiración (h) y su distribución es muy similar, prácticamente la misma, a la actual en los dialectos de Iparralde, el País Vasco francés. La aspiración aparece ante vocal al inicio de palabra (huri, en estándar hiri, ciudad o villa), en posición intervocálica (ehari, actualmente errota, molino; vocablo proveniente del verbo hoy en día utilizado eho, moler) y tras l, r y rr (olha, okerh, en estándar ola, oker). Aunque esta tercera posibilidad no ha sido recogida por el euskara estándar, es una realidad hoy en día en las zonas que conservan la aspiración. Además, en la lista de poblaciones son fácilmente reconocibles numerosos topónimos actuales, muchos de ellos respondiendo a nombres compuestos de acuerdo con términos reconocibles: huri/hiri (villa o ciudad, “uri” en la variedad vizcaína, hiri en la forma estándar), harri (piedra), mendi (monte), olha/ola (ferrería), barruti(a) (parte interior, zona, con el artículo –a incluido), luze(a) >(largo, con el artículo –a añadido),... En la onomástica medieval de Nafarroa de la época, nunca escrita en euskara, a pesar de que constituyó un reino independiente hasta 1520, aparecen una serie de sobrenombres que son fácilmente comprensibles por los vascos actuales. Evidentemente, siempre hemos de salvar las diferencias ortográficas, entre el sistema utilizado en la época y el actual adoptado por el euskara estándar. Algunos ejemplos son: chipia (txipia/txikia en ortografía actual, el pequeño), belza (beltza, el negro), arçaia (artzaina, el pastor), zuria (la blanca), unaia (el vaquero), mutila (el mozo), emazteona (emazte ona, la buena esposa), erlea (la abeja), etc. También son numerosos los topónimos de la época de fácil comprensión. Por ejemplo, en la toponimia medieval de Espinosa del Monte (norte de Burgos) se atestigua el topónimo Larrehederra (larre ederra en grafia actual, prado hermoso). Otro testimonio significativo de la época lo constituye el del alcalde de Ojacastro (La Rioja), quién en el 1239 defendió el derecho de los habitantes del valle a hablar en euskara, derecho que fue reconocido por el Merino Mayor de Fernando III, rey de Castilla (Intxausti 1990). Durante los siglos XIV y XV aumenta el número de testimonios, incluso podemos encontrar frases cortas y textos muy breves. Estos testimonios medievales del euskara, junto con numerosos comentarios históricos realizados en otras lenguas corroboran que en Euskal Herria e incluso en Errioxa, el norte de Burgos y los Pirineos de Huesca, al menos hasta el valle de Aran, se hablaba euskara. Pero, ¿qué sabemos de los siglos anteriores? ¿Qué sabemos de la época visigótica? ¿Qué sabemos de la época de la romanización acerca del euskara? ¿Qué sabemos de la época prerromana? De la época visigótica, siglos V a VIII, sabemos que los vascos habitaban Euskal Herria y que tuvieron graves enfrentamientos con los visigodos tanto del norte como del sur. Los testimonios son de los cronistas oficiales visigodos o de personajes ilustres de la época visigótica, como Saint Gregory de Tours (587), que aseguraba que los vascos provenientes

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de los montes invadían las llanuras y arrasaban los viñedos y los campos de cultivo. Parece que casi todos los reyes visigodos lucharon contra los vascos. También las tropas de Carlomagno tuvieron enfrentamientos con los vascos, en la que se suele conocer como la batalla de Roncesvalles, Orreaga en euskara. Pero sobre el euskara, nada de nada. Los historiadores, geógrafos y conquistadores romanos tampoco nos han dejado ningún testimonio del euskara, aunque sí de la existencia del pueblo vasco y de la especificidad de sus costumbres, de su cultura y de su lengua. Así y todo, los testimonios más antiguos sobre los vascos y su lengua tienen lugar en la época de la conquista y colonización romana. Los romanos desembarcaron en Ampurias en el 218 a. de C. Iniciaron la penetración en lo que ellos denominaron Hispania por el Valle del Ebro, hacia el 200 a. de C. Aunque pronto conquistaron algún territorio de población euskaldun o protoeuskaldun, como la actual Jaca, en el 195 a. de C., la gran resistencia a la penetración romana la ofrecieron los celtíberos. El de los celtíberos era un pueblo, al parecer de origen indoeuropeo, que habitaba el norte y oeste de la Península Ibérica. Los celtíberos fueron derrotados por los romanos, quienes el año 133 a. de C. destruyeron la ciudad de Numancia. La resistencia que ofrecieron los cántabro-asturianos continuó hasta el año 19 a. de C., en el que el emperador romano Augusto los derrotó y doblegó definitivamente. En todos estos hechos parece que los vascos fueron neutrales. Al menos esto parece desprenderse de los testimonios romanos de la época. Las referencias directas a los vascos en las fuentes clásicas romanas comenzaron a raíz de las guerras civiles sertorianas (87 al 72 a. de C.), ya que algunas compañías militares romanas contaron con soldados de origen vasco. Salustio citó el territorio de los vascones. Estrabón narró la fundación de Pompaelo (Pamplona, Iruña en euskara) por Pompeyo en el año 75 a. de C. Los vascos, al parecer, apoyaron a Pompeyo en sus luchas contra Sertorio, ya que antes también habían ayudado a Pompeyo Estrabón, su padre, en sus campañas en Italia.

2. Akitania: primeros testimonios del euskara Pero los romanos se acercaron a Euskal Herria también desde el norte. Cesar conquistó las Galias y en su libro “De Bello Gallico” habla de Akitania, territorio situado entre los montes Pirineos, el río Garona (que nace en el valle de Aran, y desemboca junto a Burdeos) y el océano Atlántico, y de los aquitanos, sus habitantes. Son interesantes las palabras de Cesar, ya que de ellas se desprende que eran tres los pueblos que habitaban lo que los romanos denominaron las Galias, y que los tres pueblos eran diferentes en cuanto a sus lenguas, sus costumbres y sus leyes. Uno de ellos era el pueblo aquitano. “Gallia est omnis diuisa in partes tres, quarum unam incolunt Belgae, aliam Aquitani, tertiam qui ipsorum lingua Celtae, nostra Galli apellantur. Hi omnes lingua, institutis, legibur inter se differunt”, Fuente: Collins 1989

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También Estrabón se refirió a la Akitania y diferenció la Akitania de los aquitanos, desde los Pirineos hasta el Garona, de la Akitania de los galos, al norte de la anterior, del río Garona al río Loira. A esta segunda parte de la Akitania los romanos la denominaron de dicha forma sólo en una época posterior. De la originaria Akitania dice Estrabón que la habitaban unos veinte pueblos insignificantes, entre otros los trabelli, ausci y conuenae. Estrabón (Gorrochategui 1984) diferenció a los aquitanos de los galos, y afirmó que los primeros se asemejaban más a los que el denominó iberos, los habitantes del sur de los Pirineos. Según Gorrochategui (1984), Estrabón se refería a los habitantes de Iberia en general, no al pueblo ibérico. Otro dato clarificador es el aportado por Gorrochategui (1984) sobre las fuentes del Cesar, quién al relatarnos la conquista de Akitania por Craso, su lugarteniente, en el año 56 a. de C., cuenta que los indígenas aquitanos pidieron ayuda militar a los pueblos de Hispania. Según Cesar cuando estos acudieron en ayuda de los aquitanos fueron derrotados por la caballería romana, y entonces pasa a denominarles cántabros. Según Cesar, estas tropas del sur de los Pirineos estaban comandadas por oficiales que habían servido al romano Sertorio anteriormente. Estos datos hacen pensar a Gorrochategui que se trataba de vascos del sur de los Pirineos que acudieron en auxilio de sus hermanos del norte. Se trataba de un mismo pueblo que habitaba a ambos lados de los Pirineos: “es lícito pensar que tras esa ayuda militar había una semejanza cultural entre ambas partes, tanto más cuanto que los aquitanos en esta ocasión no entablaron contactos de defensa militar con los vecinos galos, ni se sumaron más tarde (52 a. de C.) al levantamiento general de las Galias bajo Vercingetorige, permaneciendo alejados de todos los preparativos de la sublevación (Gorrochategui 1984)”. Por todo ello, los romanos conquistaron ambos lados de los Pirineos y establecieron una frontera en los Pirineos. Denominaron vascones a los habitantes del sur y aquitanos a los del norte. Los vascones fueron adscriptos a Hispania y los aquitanos y Akitania a Galia. Algunos autores vascos actuales (Intxausti 1990) consideran que los euskaldunes en la época anterior a la conquista y colonización romana, e incluso en los primeros tiempos de la misma, estaban constituidos por las siguientes tribus: los aquitanos de Akitania, los vascones de Aragon, Errioxa, Nafarroa y la zona del Bidasoa (Gipuzkoa), los várdulos de Gipuzkoa (sólo hasta el río Deba) y Araba, los caristios de parte de Gipuzkoa (la cuenca del Deba) y de parte de Bizkaia (hasta Bilbao y las márgenes del río Ibaizabal) y los austrigones de las Encartaciones de Bizkaia). Se les ha considerado euskaldunes a todos, aunque las únicas pruebas apuntan a la euskaldunidad de los aquitanos, como veremos enseguida. Fue Ptolomeo en el siglo II a. de C., quién al describir la Península Ibérica habló de los austrigones, de los caristios, de los várdulos y de los vascones y sus territorios y ciudades (Caro Baroja 1946). Otro testimonio que apoya la hipótesis de considerar a los habitantes de Akitania y a los del sur de los Pirineos como participes del mismo pueblo, también recogidos por Gorrochategui (1984), los tenemos en las fuentes de los siglos VI y VII. En la crónica de Fredegario, por ejemplo, se habla de Wasconia como sinónimo de Akitania. Esta

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denominación, proveniente de Vasconia, durante los siglos siguientes evolucionó a Guasconia y posteriormente a Gascoña, que se refiere a Akitania. Los primeros testimonios en euskara, que hoy en día se conocen, provienen de Akitania bajo dominación romana. Se trata de nombres de personas y de divinidades que aparecen en inscripciones funerarias, votivas y honoríficas (Mitxelena 1964, Gorrochategui 1984, Trask 1997). Los textos están redactados en latín, siguiendo las pautas del alfabeto latino. Son textos que aunque no fechados por sus autores los podemos situar entre los siglos I y III de nuestra era, y casi todos ellos hallados dentro de lo que denominamos Akitania (ver mapa). En dichas inscripciones akitanas aparecen una serie de nombres de personas y divinidades que son fácilmente interpretables desde el euskara actual, aproximadamente el 25% de los mismos. Veamos algunos ejemplos: En una lápida hallada en Escuñau, en el valle de Aran (haran significa valle en euskara) aparecen los términos ilvrberrixo y anderexo. El primero es el nombre de la divinidad, el segundo el de la dedicante. Los nombres, dentro del texto latino, aparecen declinados, siguiendo, naturalmente, la pauta ortográfica y morfológica latina. En ambos se puede identificar el actual sufijo -xo (-txo), para crear diminutivos, muy usado con nombres de personas (por ejemplo, Mikeltxo, Perutxo, y Mirentxo). Delante del sufijo, los términos ilur + berri y andere, en los que se identifican berri (nuevo) y andere (señora). En la lápida funeraria hallada en Barzaban-Dessus aparece el término bihossi, el cual sin la desinencia latina -i, nos recuerda al vasco bihotz (corazón). En estas inscripciones akitanas son identificables mediante el euskara de nuestros días ciertos nombres masculinos, aita (padre), gizon (hombre), anaia (hermano), sembe/seme (hijo); ciertos nombres femeninos, andere (señora), neskato (chica joven); términos utilizados como nombres no diferenciados por el género, laur (cuatro), bortz (cinco), ene (mio), bihotz (corazón), neure (mio); nombres de animales, hartz (oso), otso (lobo), asto (burro), aker (cabrón); adjetivos, berri (nuevo), gorri (rojo), beltz (negro), ilun (oscuro); árboles, haritz (roble), arte (encino), leher (pino), etc. Además de estos elementos léxicos, los investigadores también han identificado los sufijos -txo y -to, hoy en día utilizados para formar diminutivos en dichas inscripciones. Pero la coincidencia entre el euskara actual y los testimonios aquitanos no se limita a una cantidad considerable unidades léxicas y unos pocos morfemas, también se observan importantes similitudes fonológicas. Es notable la coincidencia observada en el uso de la aspiración (h). Esta aparece en los mismos contextos fónicos en los que hoy se utiliza en las variedades del País Vasco francés.

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Fuente: Intxausti 1990

Fuente: Gorrochategui 1984 Estos testimonios aquitanos constituyen los primeros vestigios escritos conocidos de la lengua vasca. De una manera clara nos muestran que la lengua antigua de Akitania, la lengua akitana, estuvo estrechamente emparentada con el euskara. Posiblemente se tratase de la misma lengua, es decir, de la antigua forma del euskara actual, del protoeuskara (Trask 1997). También nos indican que la extensión del euskara en la época prerromana trascendía a la de la actual Euskal Herria, y se extendía al menos por el resto de los Pirineos y Akitania. Poco más sabemos sobre la extensión del euskara en épocas precedentes o sobre el origen de la lengua vasca.

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En el mapa siguiente Núñez (2003) representa lo que a su entender era la extensión que ocupaba el euskara a la llegada de los romanos.

Fuente: Nuñez 2003 3. Hipótesis sobre el origen del euskara El vascoiberismo es la hipótesis que defiende que el euskara es, de alguna manera, el resto vivo del ibérico (Caro Baroja 1943), lengua hablada antiguamente en gran parte de la Península Ibérica (ver mapa). El vascoiberismo ha gozado de gran prestigió hasta mediados del siglo XX, a pesar de que durante los siglos XIX y XX también ha conocido un gran número de detractores. La hipótesis del vascoiberismo tuvo su inicio en una afirmación del historiador judío romanizado Flavio Josefo en su libro "Antigüedades Judáicas": "fundó Thobel (Tobal) a los thobels, los que ahora se llaman iberos" (Tovar 1980). Aunque hoy en día el mundo científico está de acuerdo en que Flavio Josefo se refería a los iberos caucásicos, ya que a continuación citó a Mosoch, antepasado de los capadocios, en la Edad Media se interpretó que se refería a los iberos de la Península Ibérica, y desde el arzobispo de Toledo, Rodrigo Ximenez de Rada, hacia 1175, al parecer natural de Gares (Puente la Reina, en castellano), ha crecido el denominado mito de Tubal o Tobal. De acuerdo con dicho mito, los hijos de Tubal se dirigieron al Occidente, y arribaron a la Península Ibérica. Fueron los primeros habitantes de la península. Es preciso añadir que según el Génesis Dios había castigado a los osados constructores de la Torre de Babel

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dotándolos de lenguas diferentes, lo que interrumpió su construcción. La supuesta llegada de los descendientes de Tubal ha sido adornada con toda clase de cábalas. Se ha supuesto que hablaban ibérico, o si se prefiere, euskara, y que el primero es inteligible por los actuales euskaldunes. Los descendientes de Tubal que arribaron a la Península Ibérica, de acuerdo con algunos defensores históricos de esta hipótesis, bautizaron a los primeros puntos de llegada con Barcelona (en euskara, Bartzelona) y Badalona, ya que en euskara son: "bart ze lo ona" (anoche dormimos placenteramente) y "bada lo ona" (tuvimos un sueño plácido). A partir del arzobispo Rodrigo Ximenez de Rada, basándose en la cita de Flavio Josefo, comenzó a considerarse a los iberos como descendientes de Tubal y, a su vez, primeros pobladores de la península Ibérica. Aunque, como cuenta Tovar (1982), hubo algunos críticos con esta idea, Villena (hacia el 1493), Agustín Medina (1517-1586), etc., la hipótesis vascoiberista se sostuvo hasta el siglo XX. Algunos de sus defensores más encendidos fueron los vascos Esteban de Garibay (1533-1599), Andrés de Poza (n. 1595), Baltasar de Echave (hacia 1607), Larramendi (1690-1766), Astarloa (1752-1806), etc. También cabe destacar a Humboldt (1767-1835), creador de la ciencia lingüística moderna, quién difundió la idea del vascoiberismo en Alemania y gran parte de Europa. Evidentemente, desde el siglo XIX numerosos defensores del vascoiberismo han planteado dicha hipótesis con criterios científicos. Un ejemplo es el de Menéndez Pidal (1921): "la hipótesis de Philippon que separa radicalmente los eúscaros de los vascones, negando que estos hablasen euskara y negando al eúscaro el carácter ibérico, no puede convencer a nadie; la opinión de Schulten que hace a los vascones ligures, con ser más verosímil, creo que suscita muchas dificultades. Lo más prudente es seguir creyendo que los vascones hablaban una lengua ibérica análoga, a juzgar por nombres de lugar, a otras habladas en partes de Galicia, de Cataluña o de Andalucía. Yo veo, por ejemplo, en el corazón de Castilla, que su Tierra de Campos recibe este nombre por traducción al romance del nombre primitivo Aratoi, que es de estructura vascoibérica y que se ha perpetuado en el nombre del río Araduey...". Para Tovar, quién a su vez seguía a Coromines (1976), la antigua lengua del Algarve (el tartésico), el ibérico y el euskara arcaico formaban parte de una familia con tronco seguramente común, aunque bien lejano.

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F Fuente: Echenique 1984 y Tovar De cualquier forma, cuando Manuel Gómez Moreno, en 1949, consiguió descifrar la escritura ibérica (un signario paleohispánico utilizado en diferentes versiones para escribir textos tartésicos, ibéricos y celtibéricos), que resultó ser una combinación de elementos alfabéticos y silábicos, los estudiosos observaron que los textos ibéricos no eran descifrables a través del euskara. Tovar y Mitxelena abordaron la interpretación de los textos ibéricos, y aunque observaron una estructura fonológica similar a la del euskara o a la que se supone para el protoeuskara (cinco vocales, prominencia de las oclusivas sonoras, carencia de la oclusiva sorda p y de la nasal m y no presencia de grupos consonánticos prevocálicos), ciertos elementos morfológicos comunes (sufijos -ko y -tar) y léxicos, determinaron que el parecido era superficial (Tovar 1959). Tovar señaló que el parentesco entre el euskara y el ibérico era, como él lo denominó, protohistórico, es decir, el del préstamo, no el parentesco genealógico. A partir del desciframiento de la escritura ibérica, las hipótesis mantenidas por anteriores investigadores como Schuchardt acerca del vascoiberismo (1908) fueron desmontadas. Schuchardt había propuesto una reconstrucción de los sistemas declinativos euskárico e ibérico, intentando demostrar la gran semejanza de ambos. Tras la aportación de Gómez Moreno se ha visto que el material utilizado por Schuchardt correspondía a dos diferentes lenguas utilizando el mismo sistema ortográfico: la lengua ibérica y la celtibera (Trask 1998).

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En días más recientes algunos investigadores, como Román del Cerro (1993) y Alonso García (1996), han retomado esta hipótesis, y sostienen que el euskara es el último vestigio vivo del antiguo ibérico. Román del Cerro sostiene que los testimonios escritos del ibérico que han perdurado hasta nuestros días son perfectamente interpretables mediante el euskara actual. Es preciso señalar que, a pesar de que Gómez Moreno (1949) descifró el sistema alfabético ibérico, los textos ibéricos siguen siendo un misterio, ya que no se ha conseguido su traducción. Román del Cerro, por el contrario, propone la traducción de los mismos a través del euskara. Veamos como aplica él esta técnica. Una inscripción ibérica reza de la siguiente manera en la primera línea (trasladada al alfabeto latino, evidentemente) “uduoruduin omstarienmü” (ü indica el único signo que no se ha conseguido descifrar), aunque al parecer la segunda parte del segundo término, “starienmü”, también aparece en otras partes del texto y puede ser considerada una unidad independiente. Román del Cerro propone el siguiente tratamiento: 1. una descomposición del término en uduoru/diun/om/st/ari/en/mü; 2. una equiparación de dichas partes con los términos vascos uduri (cisco, carbón menudo), duin (justo, sugerente), on (bien, provecho, ganancia), –zto (sufijo), hari, -en (sufijo de genitivo) y muin; 3. una traducción, “extracto de la veta rica. Aprovechamiento de las medidas de cisco” (Román del Cerro 1994:199). Las críticas que ha recibido dicho análisis suelen ser contundentes: no se trata de un análisis científico (Trask 1993). Para empezar, la descomposición resulta arbitraria; ha sido propuesta por el propio autor, ya que nada nos la señala. La equiparación de las partes imaginarias con los términos vascos resulta fácilmente refutable, por distintas razones. Limitándose a la segunda parte, se puede señalar que el término –zto es un sufijo en euskara, no un prefijo. El término hari, utilizado para decir hilo o cable, ha sido utilizado por Román del Cerro para significar veta, significado del que carece en euskara, pero al que parece llegar Román del Cerro porque el término castellano hilo, proviene del latín filus, que a su vez también ha originado el castellano filón, sinónimo de veta. Evidentemente, este cruce de significados que se ha producido en castellano, no tiene porque haberse producido en euskara, y parece no haberse producido. El morfema –en es la marca del genitivo en euskara, mientras que en la traducción del castellano no se trata de un genitivo. El euskara en este contexto usa el morfema –zko. El término muin (tuétano, seso) parece haber evolucionado de una forma más antigua, de la que también parece haber surgido el término actual un (tuétano, seso); dicha forma antigua parece haber sido *fune. Muin no parece un término del protoeuskara, ya que en el sistema fonológico no existía la posibilidad de una m- inicial. Otra curiosa interpretación propuesta por Román del Cerro es la relativa a la inscripción “iunstir”, de la cual dice que es un sintagma claro. La descompone en ”i/unst/ir”. Las distintas partes las compara con los términos vascos hi (tú), untzi (recipiente, en euskara estándar, ontzi) e hiri (villa, ciudad). Concluye que se trata de una fórmula sacra que significa “pueblos que te ofrendan”. Además de la partición arbitraria de la inscripción originaria, la ‘traducción’, de acuerdo a los elementos propuestos como equivalentes o comparables por el autor, resulta un tanto peculiar.

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Otra hipótesis sobre el origen de la lengua vasca es la caucásica. Esta hipótesis sostiene que el euskara es una lengua genéticamente relacionada con las lenguas de la familia caucásica, habladas hoy a ambos lados del Caúcaso, entre el Mar Caspio y el Mar Negro (ver mapa).

Aunque tradicionalmente se pensaba que las lenguas denominadas caucásicas formaban una familia compacta, recientemente se ha determinado que se trata de dos familias diferenciadas: la caucásica y la kartvélica. El grupo kartvélico (o caucásico del sur) está formado por cuatro lenguas: el georgiano, el mingrelio, el suano y el lazo. El grupo caucásico lo forman 39 lenguas diferentes: avar, checheno, akhbakh, tabasarano, ubyjo, bats, etc. La hipótesis caucásica ha sido planteada por importantes lingüistas europeos a lo largo del siglo XX: Marr, Trombetti, Lafon, etc. Quizás el más optimista con la hipótesis haya sido el alemán Bouda (1951). Hoy el lingüista vasco Kintana (1981), miembro de Euskaltzaindia, es una de los defensores de dicha hipótesis.

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De alguna manera se sostiene que el pueblo vasco tiene su origen en una migración que partió del Caúcaso, o de otra zona que era ocupada por los ancestros caucásicos. También se suele señalar que es posible que no fuese la única migración caucásica hacia occidente, pero que de haber habido otras, estás han sido borradas por las sucesivas oleadas posteriores de pueblos indoeuropeos. Aunque los defensores de la hipótesis han señalado supuestas similitudes léxicas entre el euskara y las lenguas caucásicas y kartvélicas, quizás hayan sido ciertas semejanzas tipológicas y morfológicas las que han animado más la hipótesis caucásica. Tanto el euskara como la mayoría de las lenguas caucásicas y kartvélicas son lenguas ergativas, en las que los sujetos de verbos intransitivos y los sujetos de verbos transitivos se diferencian morfológicamente. También son lenguas posposicionales y de orden SOV, sujeto-objeto-verbo. Algunas de ellas, como el euskara, también tienen una morfología verbal rica, en la que la concordancia de personas gramaticales es múltiple. De cualquier modo, las supuestas relaciones genéticas entre el euskara y las lenguas caucásicas no pasan de ser una hipótesis, y han sido muchos e importantes los lingüistas que han tratado de refutarla. Otras hipótesis sobre el origen de la lengua vasca también la encontramos en la propuesta de la super-familia dené-caucásica o sino-caucásica realizada y defendida, entre otros, por Ruhlen, Greenberg, Starostin, Dogopolsky, Shevoroshkin e Illich-Svitych (Pinker 1994). Dicha hipótesis defiende, básicamente, que las familias na-dené, conjunto de unas 47 lenguas habladas en Estados Unidos y Canadá entre ellas el navaho, sino-tibetana, conjunto de más de 300 lenguas entre las que se encuentran el chino y el tibetano, caucásica, grupo de 39 lenguas, yeniséica, grupo de dos lenguas habladas en la zona central de Siberia al borde del río Yenisei, y las lenguas aisladas burushaski, del norte de Pakistán, y euskara, tienen un origen común y, por tanto, forman una gran familia. Ruhlen (1997) mantiene que esta gran familia está formada por tres ramas. Una de las ramas estaría formada por el euskara, el burushaski y las lenguas caucásicas (entre las que no se incluyen las kartvélicas). Otra por las lenguas yeniséicas y na-denés. La tercera por las lenguas sino-tibetanas. El tiempo hizo que estos grupos de lenguas, que en algún momento debían de hablarse en zonas geográficas próximas, según la hipótesis, se desparramasen por el mundo. Ruhlen, para avalar su hipótesis, utiliza las siguientes comparaciones entre la rama compuesta por el euskara, el burushaski y el protocaucásico (ver tabla 1), por una parte, y de toda la super-familia o linaje (ver tabla 2), por otra parte.

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Tabla 1. Euskara, burushaski y protocaucásico: comparaciones léxicas Euskara protocaucásico burushaski khorotz/gorotz (escremento) *k’urč’v (v= vocal) γuraš ni (yo) *ni mutur (hocico, extremo) *martl’v -multur nini (niña del ojo) *nanv nana ar (macho) *?iirlwv (?=oclusiva glotal) hiir zikiro (carnero) *ts’iikv tshiigir gozo (dulce, sabroso) *q’as’wa gaš-ar-um ibar (valle) bar hats (hedor, aliento) hožu (checheno) hiš Tabla 2. Comparaciones léxicas del linaje dene-caucásico euskara (ni) (yo) (gu) (nosotros) no-r (quién) ze-r (qué) agor (seco) egun (día) ur (agua) ukondo (codo) gose (hambre) izen (nombre)

caucásica *itli *na *sa *GwVr*-ginV *hwiri *q’wəntV *gašee

burushaski sino-tibetana ana be-sΛ-n Qaqər goon hur-

sen-as

yeniséica na-dené *?adz *šii iitl’ (haidera) *naai *?an*su *sVsa (tlingitera) *-gaŋ *qVr *qař *kwaaŋ kuuŋ (haidera) *gə?n *xur *s-gyit (prototxinera) *gid *gut’ *gas *seŋ (prototxinera) sen (tlingitera)

La inclusión del euskara es esta gran familia no satisface a todos los lingüistas. Trask (1995, 1997) y Lakarra (1999), no comparten esta opinión, y son muy críticos con ella.

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Trask argumenta, por ejemplo, que algunos de los términos aducidos por los defensores de esta hipótesis son de reciente incorporación al euskara, bien porque se trata de compuestos recientemente creados, bien porque han sido tomados prestados de otras lenguas. Es el caso de la palabra ukondo (codo), compuesta de ‘uko’ y ‘ondo’. Ruhlen (1997), sin embargo, mantiene el valor de la hipótesis, a pesar de conocer las críticas de Trask. Argumenta que son los restos de una gran familia, anteriormente más implantada, y que ante la invasión de otros pueblos, han permanecido fundamentalmente en zonas montañosas de Pakistán, del Caúcaso y de los Pirineos.

4. Comparaciones léxico-estadísticas y relaciones históricas del euskara Tovar (1961, 1981) aplicó el método glotocronológico o léxico-estadístico a la lengua vasca. De acuerdo con Tovar, dicho método, dadas las limitaciones históricas en algunos casos, pretende buscar e identificar relaciones históricas, o prehistóricas, entre las lenguas, usando para ello datos léxicos estadísticamente. En la base de la glotocronología subyace el principio de cambio lingüístico permanente que ocurre en las lenguas. Además, supone que en el conocido léxico básico se produce una renovación en torno al 20% cada milenio. En consecuencia, comparando los vocabularios básicos de las lenguas, e identificando el número de coincidencias, se puede establecer, poco más o menos, el momento en que se produzco la separación de las lenguas en cuestión. Para correlacionar los porcentajes de similitudes y el tiempo trascurrido desde el que se interrumpió la relación entre las lenguas propuso una fórmula matemática. De cualquier modo, se señala, de acuerdo a estudios similares, que un 4 ó 5% de coincidencias puede ser considerado como fruto de la casualidad. Tovar, con la ayuda los lingüistas Bouda, Lafon, Mitxelena, Vycichl y Swadesh, reunió un vocabulario básico de 215 términos del chukchi (lengua de Siberia), del circasiano (lengua caucásica), del avar (lengua caucásica), del georgiarno (lengua kartvélica), de las variedades de Rif y Sus del bereber (del norte de África), del egipcio, del copto (lengua de Egipto) y del árabe, y los comparó con el euskara. Tabla 3. Comparaciones léxico-estadísticas (Tovar 1961) lengua Porcentaje de coincidencias Posible relación en siglos chukchi 2.08-2.17% 125-135 siglos circasiano 6.62-7.52% 90-95 avar 3.8-5.37% 100-110 georgiano 4.73-7.52% 90-100 bereber de Rif 6-9.67% 80-95 bereber de Sus 7.38-10.86% 75-90 egipcio 2.29-3.35% 115-125 copto 5.18-6.59% 95-100 árabe 43.26-4.9 100-120

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Los resultados de la comparación los podemos observar en la tabla 3. Estos resultados nos indican, según Tovar, que las relaciones del euskara con dichas lenguas hay que remontarlas a decenas e, incluso, centenares de años. Sin olvidar que deberíamos de excluir relación alguna con aquellas lenguas en las que el porcentaje de similitudes es inferior al 5%. Lakarra (1999) ha puesto en cuestión la metodología propuesta y los resultados defendidos por Tovar. En concreto, ha criticado las supuestas relaciones encontradas entre el euskara y las variedades bereberes, las que ofrecen los índices de coincidencias superiores. Según Lakarra, las coincidencias se reducen, en el mejor de los casos, a la mitad. Y siendo estrictos en las comparaciones, las coincidencias sólo suponen el 1%, según este lingüista. En la crítica de Lakarra al método se pone en cuestión el concepto de vocabulario básico y los índices universales de variabilidad léxica aplicados por Tovar. Además, la glotocronología, según Lakarra, sólo ha servido para detectar parentescos lingüísticos que ya se conocían de antemano.

5. Sobre la continuidad histórica del euskara Algunos lingüistas suelen afirmar que el euskara es la lengua más antigua de Europa. Pero esta afirmación necesita ser matizada. Es posible, por lo que hoy sabemos, que el euskara sea una lengua que ya tenía sus raíces en Europa antes de la llegada de las lenguas indoeuropeas al continente, y en ese sentido podría ser cierta dicha afirmación, pero desde un punto de vista estrictamente lingüístico no hay lenguas más antiguas que otras. Si suponemos que una familia vasca ha permanecido habitando en los Pirineos durante 5.000 años, los hijos de dicha familia, generación tras generación, aprendían la lengua de sus padres y la transmitían a su vez sin ningún problema de comprensión. Pero este continuum diacrónico, como ha sucedido con todas las lenguas, no asegura la comprensibilidad del registro idiomático entre generaciones situadas en diferentes épocas. Es seguro que un euskaldun de nuestros días no se podría comunicarse fácilmente con un vasco de la época romana, ni éste con un prehistórico, tal y como hipotéticamente sucedería entre un legionario romano y sus descendientes castellanos actuales. Por todo ello, lingüistas vascos de nuestros días (Lakarra) proponen que el euskara ha seguido la siguiente evolución, siempre teniendo en cuenta los datos que disponemos para su estudio: Pre-protoeuskara Euskara arcáico, akitano o protoeuskara, siglos I-III Euskara común, V-IX Euskara medieval, XI-XVI Euskara clásico, XVI-XVIII Euskara moderno, XVIII-XX

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Sería el euskara común, posterior a la colonización romana, contemporáneo de la época visigótica y árabe, de una época oscura de la historia del pueblo vasco y de la lengua vasca, el que constituyó la base para el desarrollo del euskara actual. Por alguna razón que desconocemos hoy, durante aquella época el euskara conoció una unidad que ha constituido la base de todos los dialectos actuales, y también del estándar de nuestros días. Todo apunta a que el territorio vasco conoció un auge socioeconómico tras la caída del imperio romano y constituyo cierta unidad de tipo político, que se enfrentó con bastante éxito a las conquistas visigóticas. El lingüista vasco Mitxelena acometió una intensa investigación a lo largo de su vida que le permitió reconstruir el protoeuskara. Por ejemplo, estableció el sistema fonológico del protoeuskara de la siguiente manera (Mitxelena 1960, 1995): Vocales Diptongos

a ai

Consonantes Fuertes (p) Lenes b h

e ei

i au

o eu

u

t d

ts s

tz s

k g

N n

L l

R r

Las vocales no diferenciaban la cantidad. Entre las consonantes además de la aspiración (h), también se encontraban las actuales oclusivas (p, t, k, b, d, g), algunas de las sibilantes actuales (s, z, ts, tz) y un doble sistema de líquidas de las que en la actualidad sólo han permanecido algunas (n, l, r, rr). Para la estructura de la palabra planteo la hipótesis de unidades principalmente mono y bisilábicas (también algunas trisilábicas) en base a la siguiente estructura silábica: (C)

V

(W)

(C)

(C)

(< a, ni, neu, gar, haitz, beltz, geurtz)

Hoy, algunos lingüistas vascos intentan reconstruir incluso el pre-protoeuskara (Lakarra 1995), y proponen estructuras de palabras monosilábicas en su sistema constituyente.

6. Historia externa del euskara El euskara, como otras muchas lenguas, ha mantenido relaciones con sus lenguas vecinas, y ha tomado préstamos lingüísticos de ellas. Evidentemente, también ha prestado términos a las lenguas vecinas. En la época prerromana, por lo que sabemos, los vecinos lingüísticos del euskara eran la lengua ibérica y algunas lenguas célticas. Tanto en el léxico del ibérico como del euskara parecen encontrarse términos comunes. Algunos de ellos, escritos en grafía vasca actual, son: zaldi (caballo), argi (luz), lagun (amigo), beltz (negro), etc.

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Provenientes del mundo céltico parecen ser algunos términos del euskara actual, como zilar (plata), adar (cuerno), gori (ardiente), erbi (liebre), orein (ciervo), orkatz (corzo), etc. En esta época, se supone que la extensión del euskara o protoeuskara era más amplia que la actual. Al menos, se extendería por Akitania y los Pirineos, probablemente hasta el Mediterráneo. Por ejemplo, Coromines (1975), conocido filólogo catalán, señala que en el período romano en el Rosellón las ninfas eran denominadas con los términos nesca y nisca. Dichos términos parecen estrechamente relacionados con la palabra vasca neska, atestiguada en las inscripciones aquitanas como nesca, y hoy profusamente utilizada. De la extensión del euskara por los Pirineos, muchos topónimos actuales nos dan prueba de ello (ver mapa). Por ejemplo, el valle de Aran, en la provincia de Lleida, es una denominación proveniente del euskara, lengua en la que haran significa valle. Incluso en el año 1349 se prohibía la utilización del euskara en los alrededores de la ciudad de Huesca: “Item nuly corredor nonsia usado que faga mercaderia ninguna que compre nin venda entre ningunas personas, faulando en algarabía ni en abraych nin en basquence” (Arco 1993).

Fuente: Intxausti 1990 Con la llegada de los romanos y la posterior romanización, el euskara conoció una de las mayores reducciones territoriales. Además de romanizar Akitania, también al sur de los Pirineos la penetración del latín y de la cultura latina fueron muy importantes y, al parecer, el retroceso del euskara fue tremendo. El euskara ha tomado del latín cientos de palabras. Algunas de ellas son las siguientes: lege (

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