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Lenguaje no verbal y gestualidad: dos vertientes en los estudios del lenguaje
Sergio Ortega y Rodríguez*
Este trabajo tiene el objetivo de distinguir los campos del lenguaje en que se utiliza el gesto —el cuerpo o parte de él: manos, pies y piernas, cabeza, ojos— como un instrumento capaz de establecer una comunicación o de dar una información en los intercambios humanos. Es muy común encontrar una confusión cuando se habla de gestos, aunque los estudios sistemáticos relacionados con la comunicación no verbal y la gestualidad se iniciaron hace cuatro décadas. Nuestro propósito es dar a conocer los fines y elementos que diferencian estos dos campos del lenguaje, los cuales para su estudio se ubican en el análisis del discurso. En una interacción humana estamos más atentos a la palabra que a los gestos que la acompañan. Si consideramos con Mehrabian y Birdwhistell que en una comunicación normal entre dos o más personas sólo 7% de los intercambios lo constituyen mensajes verbales, mientras que 93% restante es intercambio no verbal, tal pareciera que en los estudios del lenguaje hemos puesto mayor énfasis en la comunicación verbal y hemos dejado un poco de lado la otra parte, ampliamente significativa. Al gesto, como movimiento corporal, se le ha estudiado y explicado desde diferentes perspectivas. El estudio del movimiento corporal da origen a la disciplina denominada cinésica. La cinésica se basa en la observación y análisis de los movimientos (de manos, de brazos, pies y tronco) de todo el cuerpo humano y es “como [una] ciencia del comportamiento” (Birdwhistell 155) cuyo propósito es ocuparse “de deducir, partiendo de los cambios musculares característicos del cuerpo humano, aquellos agrupamientos de movimientos que son significativos para el proceso comunicativo” (Sankey 17) y comparte con otros modos de expresión como el tacto, el olfato, el espacio y el tiempo, el amplísimo mundo de la comunicación humana sin que exista necesariamente alguna conexión directa con el lenguaje oral. La gestualidad es el estudio de los gestos que forman un sistema coexpresivo entre la palabra y el movimiento corporal, y forma parte del sistema total de significación de la expresión lingüística. Gesto y oralidad son un solo acto en la comunicación humana. Es decir, tienen la cualidad de indivisibilidad, forman una unidad. De esta manera, los movimientos cinésicos, y en particular, aquello que se ha denominado gesto, son comportamientos comunicativos. En tanto, el gesto, *
Profesor-investigador de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP.
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razón de ser de la gestualidad, es un componente que se pone en marcha en contexto de interacción y sólo se explica a partir de la lengua. De lo anterior debemos dejar en claro que, desde nuestro punto de vista, existen dos enfoques fundamentales para la investigación del gesto: a) Aquel que se orienta al estudio del gesto (y de los movimientos corporales) como síntoma de “algo”, es decir, como indicio de “algo”, llámese cualquier estado emocional o físico. A decir de Sebeok: “Los síntomas podrían ser leídos como communiqués recónditos sobre el mundo interior de un individuo” (Sebeok 60). El síntoma se siente y el gesto es la manifestación observable de ese estado que experimenta el individuo. Esta orientación es campo de investigación de la semiótica, la sociología, la antropología, la historia y la psicología. b) Aquel que se orienta a ver el gesto como símbolo: como experiencia interaccional, que conlleva información múltiple, que forma parte del sistema lingüístico propiamente dicho. Pensamos sólo en símbolos —dice Peirce—; la parte simbólica del signo es el concepto, y cada nuevo símbolo se ha originado en otros símbolos. El gesto es simbólico porque va más allá del simple movimiento, es evocador y significador de un mundo. Ahora bien, el camino del gesto, como el de las culturas, no es uniforme, transita entre obstáculos; unas veces se le define por convención, otras está diluido entre las prácticas sociales; otras es aprendido en libros de comportamiento, otras más es practicado por los actores dramáticos, o analizado por los estudiosos del comportamiento humano. Sin embargo, es siempre permanente, intenso en algunas culturas. El gesto es el testimonio del transcurrir del hombre en la línea temporal de las culturas. Señalaré como ejemplo dos momentos al azar, claramente diferenciados, del gesto: el uso del gesto como indicativo de una situación o como exageración o afectación con propósitos de diferenciación, y el estudio del gesto como fuente de conocimiento en la interacción humana. 1. EL RASTRO DEL GESTO En la cultura occidental, el gesto fue estudiado en cuanto a su utilidad desde la lejana antigüedad clásica. Cicerón en La invención Retórica y Marco Fabio Quintiliano en su Institución oratoria hablaban de la dispositio del orador para persuadir al auditorio; aquí el gesto ocupaba un primer lugar para crear y resaltar la imagen del orador y enfatizar los movimientos estratégicos que mejor convenían a las diferentes causas que defendía. Dice el insigne Quintiliano: De los cómicos debemos también aprender el ademán para las narraciones, la autoridad en el persuadir, con qué ademán se expresa la ira, y qué inflexión de voz requiere la compasión. (Quintiliano 73) Bajo el nombre de palestra entiendo a los que enseñan a reformar el ademán: v. gr. cuándo han de estar los brazos derechos, cómo se han de mover las manos con arte, y no con cierto aire rústico, cómo ha de tener el cuerpo la decente postura, moviendo los pies con destreza, y que el movimiento de cabeza y ojos no desdiga el de todo el cuerpo. Pues ninguno habrá que diga ser esto ajeno de la pronunciación, y ésta de la retórica. (Quintiliano 74).
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El gran orador latino nos manifiesta que en los documentos más antiguos de la cultura occidental, y se remite a la época heroica de los griegos, había una manifiesta inclinación por su conocimiento y uso: Por donde no es cosa ajena de propósito el aprender lo que debemos hacer en esta parte; y más cuando esta ley del ademán tuvo su origen en el tiempo de los héroes, y entre los griegos más insignes mereció la mayor aprobación; uno de los cuales fue Sócrates y Platón, quien la cuenta entre las virtudes civiles; y aún Crisipo en los preceptos sobre la educación de los hijos hace de ella mención. (Quintiliano74).
Hace alusión a su maestro el arpinense, y señala: dice Cicerón en el Libro III Del Orador, que éste debe mover varonilmente el cuerpo, no como el cómico, como el que juega las armas y se ejercita en la lucha. El cual precepto hasta el día de hoy se observa sin que ninguno se atreva a tacharlo. En esto se ejercitará el niño (si vale mi dicho) únicamente los primeros años, y no por más tiempo, porque no pretendo que el ademán del orador sea como los movimientos de un danzarín, sino que de este ejercicio en la niñez nos quede un cierto hábito natural, y decente compostura del cuerpo, que una vez aprendida dure en adelante, aun sin querer. (Quintiliano 74).
Así pues, el gesto es práctica social. Pondremos otros ejemplos: hay un gesto que se realiza levantando el dedo medio de la mano, derecha o izquierda, llamado cordial, manteniendo la mano cerrada y se considera emblemático (universal). Se trata de un gesto obsceno y nos viene de la cultura romana, ya “Marcial se refería a él: Rideto multum qui te, Sextille, cinaedum/Dixerit et digitum porrigito medium [Ríete mucho, Sextilo, de quien te ha llamado afeminado y levanta el dedo de en medio.]” (Fornés). El toque de la oreja era indicativo entre los latinos de varias situaciones, citaré una: “manus ab extrema aure pendere, es decir, colgar la mano del lóbulo de la oreja, si quien lo hacía era una mujer y si la oreja era del amante, quería decir que éste podía darse por enterado de que su pareja tenía una queja” (Fornés). Los historiadores, como los antropólogos y los psicólogos, pueden estudiar los gestos como un subsistema dentro del más amplio sistema de comunicación que denominamos “cultura” (Burke). Mencionaremos ahora algunos estudios que han llamado la atención de los investigadores y que nos permiten hacer un recorrido de los gestos por el mundo europeo. El historiador francés Jean-Claude Schmitt publicó en París, en 1981, un estudio centrado en los gestos en el siglo XII titulado Gestus/Gesticulatio, que forma parte de su Lexicographie du latin médiéval. En el caso de Inglaterra, por ejemplo, dicho interés puede observarse en los escritos de Francis Bacon y en la guía de John Bulwer acerca de los gestos de las manos, la Chirologia (1644), que afirmaba que esos ademanes “revelan el humor y el estado de ánimo”, así como en las observaciones de los viajeros en el extranjero, como John Evelyn, Thomas Coryate y Philip Skippon (Burke 92). En el caso de Francia, los escritos de Montaigne, Pascal, La Bruyére, La Rochefoucauld y Saint-Simon, lo mismo que la Teoría del arte de Charles Lebrun, contienen penetrantes análisis de los gestos. La historia de los ademanes y las posturas atrajeron la atención de eruditos y artistas como Nicolas Poussin (1594-1665), cuya Última Cena muestra que conocía la antigua costumbre
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romana de comer reclinados. El Nouveau traité de la civilité (1671), de Antoine Courtin, ofrecía consejos prácticos, como recomendar a sus lectores que no cruzaran las piernas ni hicieran ademanes grandilocuentes al hablar (Burke 92). Por cierto, las piernas cruzadas tienen distintos significados. En algunos contextos significaba poder y, en otros, falta de dignidad. La postura estaba prohibida para las mujeres, pero tampoco estaba siempre permitida para los hombres. Andrea Spínola (1526-1631), paladín italiano de la igualdad republicana, cuando este ideal ya estaba en decadencia, afirmaba que “había sido encarcelado injustamente a causa de sus gesti del corpo, como su orgullosa manera de entrar en la sala y no haberse quedado derecho de pie ante el canciller” (Spínola 126). “El gobierno genovés consideraba estos gestos una forma de ‘insolencia muda’, expresión que todavía se usa en el ejército británico y recordatorio de que, al menos en algunos ámbitos, las reglas gestuales se siguen tomando en serio” (Burke 88). El arte del gesto (1616), del jurista Giovanni Bonifacio y La imitación de los antiguos investigada en los gestos de los napolitanos (1832), de Andrea di Jorio, que compara los ademanes representados en las vasijas y estatuas clásicas con lo que veía en las calles de Nápoles en su época (Burke 90), son documentos valiosos para conocer la sociedad en su tiempo. Más ambicioso aún es un libro de Scipione Chiaramonti, publicado en Venecia en 1625, De conjectandis cuiusque moribus et latitantibus animi affectibus semiotike moralis, seu de signis, donde se analizan los gestos como parte de un estudio general de los signos o ?semiótica’, como lo denominó el autor (Burke). La comedia en aquella época, primera mitad del sigo XVII, expresaba lo que ciertos gestos representaban en su entorno comunitario. Por ejemplo, en el acto I, escena 1 de Romero y Julieta, los criados de los Capuleto, Gregorio y Sansón dialogan, y este último dice: “Me morderé el pulgar mirándolos, lo cual es un oprobio para ellos, si lo aguantan” (Shakespeare 6). Este gesto era un signo de burla o de afrenta en la Italia de la época. Burke nos señala que John Evelyn (1955) confirma la existencia de este gesto: mittendosi la dita in bocca, como altamente ofensivo (Burke 91). Algunos historiadores del arte han comentado la representación de gestos de respeto, sumisión, saludo, oración, silencio, admonición, desesperación, orgullo, agresión, que se presentan en algunas pinturas de la época. El contraste entre la gravedad española y la vivacidad francesa expuesto por Castiglione en El cortesano (libro 2, capítulo 37) se convirtió en un lugar común en el siglo XVII. El tratado de Carlos García, de 1617, La oposición y conjunción de los dos grandes luminares de la tierra, o la antipatía de franceses y españoles llamó la atención sobre las distintas formas en que caminaban, comían o usaban las manos. Manifiesta García que mientras el francés caminaba con la mano en la empuñadura de la espada y la capa sobre un hombro, el español caminaba como un gallo y se tiraba del bigote (García). Ha llegado a nuestras manos recientemente un texto publicado en Madrid en 1848, escrito por don Basilio Sebastián Castellanos de Lozada, quien fuera actuario de la Biblioteca Nacional de España y cuyo título es La galantería española. Sistema y diccionario del lenguaje de la galantería, verdadera joya para conocer los lenguajes simbólicos de las flores, las piedras preciosas, las cintas y colores, los animales domésticos, las divisas y condecoraciones españolas y “un corto opúsculo sobre el lenguaje mímico-simbólico de la buena sociedad”, entre otros temas galantes.
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Este pequeño recorrido que hemos realizado por la Europa Moderna pone en evidencia la importancia pragmática del gesto que identifica a los pueblos o las situaciones culturales. Más cercano a nosotros, en los tiempos contemporáneos, Whilhelm Wundt (1921/1973), el padre de la psicología, investigó el gesto en su propio laboratorio para encontrar que existen “gestos convencionales” y otros que son “espontáneos”. En el año de 1959 se inician los estudios formales sobre el lenguaje y la expresión corporal en las Universidades de Louisville, de Buffalo y en el Centro de Estudios Superiores de las Ciencias del Comportamiento en los Estados Unidos de América. Ray L. Birdwhistell es uno de los pioneros en estos estudios, apoyado por las opiniones de científicos en diferentes disciplinas, como los lingüistas Norman A. McQuown, Charles Hockett, Henry Lee Smith Jr. y George L. Trager, el etnólogo Gregory Bateson y los antropólogos Fred Eggan y Margaret Mead, entre otros. Todos ellos influidos evidentemente por los trabajos del sociólogo Erving Goffman y de sus aportes a los estudios de la interacción humana. El mismo Birdwhistell reconoce que el primer análisis antropológico de la actividad gestual lo realizó David Efron en 1942. Efron nos dotó de una categoría de gestos y fue el pionero, como señala McNeill (Hand and mind), del sistema de observar los gestos desde la vida misma. Siguieron los trabajos de Freedman y Hoffman (1967) desde la psicología y más tarde los de Paul Ekman y Wallace V. Friesen (1969), quienes han hecho aportaciones importantes para su clasificación y han trabajado con las emociones y su representación gestual. Paul Ekman es reconocido por el estudio y la identificación facial de las seis emociones universales: miedo, asco, repulsión, alegría, sorpresa, enojo, angustia y tristeza, así como su repertorio de conductas no verbales. Además, escribió un libro fundamental de comportamiento psicológico: Cómo detectar mentiras (1985/1991) que es una herramienta para los políticos y para el Gobierno de los Estados Unidos, en particular para el Departamento de Defensa y el FBI, y más adelante Por qué mienten los niños (1989/1999), un libro de ayuda para los padres. Este investigador ha recibido en tres ocasiones el Premio a la Investigación Científica del Instituto Nacional de la Salud Mental de su país. Además, ha sido profesor de psicología y director de Human Interaction Laboratory de la Facultad de Medicina de la Universidad de California en San Francisco, y ha dedicado treinta años a la investigación de las emociones, de tal manera que es un auténtico maestro en la lectura de las emociones y de las expresiones faciales. Se puede decir que es el mayor experto en el mundo en el campo de la expresión facial de las emociones. En definitiva, cada día es más creciente el número de investigadores que se interesan por el lenguaje del rostro y estudios de patrones de miradas y otras expresiones faciales, incluso de los movimientos oculares, todo ello arroja un sentido comunicativo que hay que desentrañar. Este pequeño recorrido alrededor del gesto nos advierte que ha sido motivo de todo tipo de investigaciones, lo que nos habla de la riqueza expresiva del cuerpo humano. Si observamos con cuidado, todas ellas ponen énfasis en el nivel comunicativo del gesto. Ahora bien, la cinésica es un campo fértil y todavía extenso que hay que desbrozar. Sin embargo, el gesto va más allá de su valor indicativo, está también
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ligado necesaria e indisolublemente al lenguaje simbólico. Así, nuestra intención es revalorar y reintegrar el gesto y la disciplina llamada gestualidad al lugar que debe ocupar dentro de los estudios de la lengua, en particular dentro de la socio-lingüística-pragmática. 2. LA PALABRA Y EL GESTO La gestualidad es una disciplina desarrollada a partir del estudio del uso simultáneo de la palabra y el gesto. Señalaremos que el investigador que mayores aportaciones teóricas ha hecho al examen del gesto es Adam Kendon, pues le da su ubicación dentro de los estudios del lenguaje sin confrontación con otras disciplinas que se ocupan de él. En 1980, hace una contribución significativa al conocimiento del lenguaje no verbal: su ordenamiento y clasificación, lo cual dio como resultado el continuum, llamado así por McNeill, del comportamiento verbal comunicativo. Más tarde McNeill (Language and Gesture) precisa el continuum y aparece el gesto en relación con el habla de la siguiente manera:
Gesticulación
Î Emblemas Î Pantomima Î Lenguajes Î Sígnicos
Cuadro 1. Aquí podemos observar que si nos movemos hacia la derecha existirá una menor dependencia lingüística hasta desaparecer ésta y crearse otro sistema (lenguajes sígnicos como el de los sordomudos), en tanto que si nos movemos hacia la izquierda la dependencia lingüística será mayor.
Este orden nos permite observar la dependencia del comportamiento no verbal con el lenguaje oral. Haremos la descripción de cada uno de ellos de derecha a izquierda: 1) Las gesticulaciones son movimientos idiosincrásicos espontáneos de las manos y los brazos acompañados de habla. La gesticulación siempre ocurre en presencia del habla (McNeill Hand and Mind 37). 2) Los emblemas son los gestos familiares enfáticos. “Constan, por regla general, de una o dos palabras o incluso una frase completa. Esta definición verbal o traducción del emblema es bien conocida por todos los miembros de un grupo, clase o cultura ... Las personas son casi siempre conscientes del uso de sus emblemas, es decir, saben en qué momento están utilizando un emblema, pueden repetirlo si así se les pide y se harán responsables de él a nivel comunicativo” (Ekman y Friesen 71). El emblema es un gesto que posee un equivalente verbal sin ambigüedades en una cultura determinada. Kendon argumenta que “un emblema no surge de otros emblemas pero en muchos casos puede iniciarse con un gesto icónico que fue ritualizado y estabilizado como parte de un código gestual” (McNeill [Kendon 1981] Language and Gesture 60). 3) En la pantomima “las manos describen objetos y acciones pero el diálogo no es obligatorio”. (McNeill Hand and Mind 37). “ ... su cualidad simbólica radica en imitar sucesos reales” (Rebel 59). 4) Los lenguajes sígnicos son “sistemas lingüísticos completos con segmentación, composición, léxico y sintagmática; no son distintivos ni son arbitrarios, son estandarizados en su forma y tienen una comu-
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nidad de usuarios”. (McNeill Hand and Mind 38), por ejemplo, los signos de los sordomudos y los signos de los obreros, entre otros. Esto nos permite observar la fluidez con la que transitan y operan el gesto y la palabra en este continuum, algunas veces bien definidos (encasillados), otras en los límites o entremezclándose entre ellos. Así, gracias a Kendon, podemos identificar la mayor o menor dependencia lingüística del gesto. Por tanto, el mundo de la gestualidad que nos interesa investigar parece estar delimitado; sin embargo, el continuum es similar a un espectro luminoso, pues parece una banda matizada de diferentes colores que se entremezclan y emergen de uno solo. Así, salta a la vista que en la gestualidad no hay separación entre lenguaje gestual y lenguaje hablado; y entendemos que 1) cada gesto es elaborado, recreado y significado por la cultura; al mismo tiempo, que gesto y habla 2) ocurren simultáneamente, que también 3) se sincronizan perfectamente, y lo que es más importante 4) son semántica y pragmáticamente coexpresivos, es decir, su uso y contenido significativo son dependientes y compartidos socioculturalmente. Ahora bien, en relación con el gesto propiamente dicho, es fundamental para este artículo definir dos de sus características y mecánicas: los gestos que son ilustrativos y aquellos que no lo son. Se considera un gesto como ilustrativo cuando hace referencia a algún elemento representado visualmente; puede ser un concepto, un objeto o una situación que se ha enunciado verbalmente y, con un movimiento corporal (de las manos, el tronco, la cabeza, las piernas), el hablante lo crea, lo muestra, lo dibuja o lo señala, aunque este elemento esté presente, sea imaginado, esté ausente físicamente y/o constituya una abstracción. Estos gestos ilustrativos se efectúan en tres movimientos que McNeill (Hand and Mind denomina fases: primera fase, el gesto como movimiento se origina en un lugar físico en el cuerpo humano (preparation) y la mano (o en su caso tronco, cabeza o pierna) se desplaza hacia otro espacio (inmediato o periférico al cuerpo) donde se hace el gesto como tal, segunda fase. Este lugar de realización gestual recibe el nombre de “golpe” (stroke). Tercera fase, la mano (o la parte del cuerpo que se utilizó para realizar el gesto) se retrae (retraction) a otra posición o vuelve a su posición inicial. Los gestos no ilustrativos carecen de representación visual, sirven para confirmar o desconfirmar una acción discursiva. Se distinguen porque tienen dos fases en el movimiento: dentro y fuera, arriba y abajo. Dicho lo anterior, enumeraremos las principales propiedades del gesto. A saber, el gesto: a) Es global. “El sentido de las partes de un gesto son determinadas por el todo” (McNeill Hand and Mind 41). b) Es sitético. “Los diferentes sentidos de los segmentos son sintetizados al interior de un simple o singular gesto” (McNeill Hand and Mind 41). Estas dos propiedades, la propiedad global y la sintética, contrastan con la combinación de linealidad-segmentación, que es la propiedad del habla y de los signos del lenguaje. c) No se combina. Los gestos no se combinan para crear estructuras y formas largas y jerárquicas (carecen de una sintaxis). “La mayoría de los gestos son uno para una cláusula oracional pero, cuando hay gestos
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sucesivos sin una cláusula, cada uno corresponde a una idea unida en y para sí misma” (McNeill Hand and Mind 41). “Ninguna de las propiedades formales del primer gesto estaría presente en el segundo gesto” (McNeill 3). d) Es sensible al contexto. Cada gesto es creado en el momento del habla y subraya o destaca qué es lo relevante en lo dicho, y la misma idea puede ser referida por un gesto que además puede cambiar su forma. Esta propiedad es mostrada cuando comparamos un gesto simple de un hablante con una idea en diferente contexto, donde la forma del gesto cambia para subrayar diferentes aspectos contextuales. (McNeill Hand and Mind). Es decir, es dependiente del contexto igual que el signo lingüístico. e) Es rítmico. Los gestos están integrados al aparato lingüístico. Sin embargo, anticipan el enunciado en su fase preparatoria y se sincronizan en la fase del “golpe” al momento de ser pronunciada la sílaba tónica de la palabra y nunca después de ella. (McNeill Hand and Mind 1992). Ahora, veremos cómo define McNeill a cada uno de los componentes de su tipología: a) Icónicos. El gesto hace alusión al contenido semántico del habla (McNeill Hand and Mind). “Presenta imágenes o representaciones visuales de objetos concretos”. (Montes 251). b) Metafóricos. Estos son como los gestos icónicos en el sentido de que son imágenes, pero su contenido pictórico presenta una idea abstracta en vez de un objeto concreto o un evento. El gesto presenta una imagen de algo no visible, una imagen de una abstracción. El gesto muestra una comparación de un concepto, una imagen visual o kinésica que nosotros sentimos que es, de alguna manera, similar a un concepto. c) Deícticos. El gesto indicativo o deíctico tiene la función obvia de señalar objetos y eventos en el mundo concreto, pero también juega una parte incluso importante allí donde no hay objetivamente presente nada que indicar. La mayoría de los gestos indicativos o deícticos en la narrativa o en la conversación son referencias a elementos abstractos. Los deícticos “son gestos que indican o señalan referentes u objetos en el contexto, de manera similar a los deícticos verbales (por ejemplo, los demostrativos) a los que muchas veces acompañan. Con todo, también pueden darse casos de usos de deícticos “abstractos” (abstract pointing) [Haviland 2000] en los que los referentes que se utilizan están en el discurso y no físicamente en el contexto” (Montes 251-252); y como podemos ver son considerados ilustrativos. d) Batutas. Un cuarto tipo de gesto es el compás. Son llamados compases porque son como una batuta que marca el compás de la música. Las manos se mueven con el ritmo de la pulsación del habla, aunque la sincronía no sea absolutamente perfecta. Se distingue el compás porque tiene dos fases en el movimiento: dentro y fuera, arriba y abajo. Mientras que, recordemos, los icónicos y metafóricos presentan tres fases.
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e) Fallas en el habla o buttterworths. Son gestos que intentan reparar una falla en el habla. Su estudio lo inició Brian Butterworth (Butterworth y Beattie 1978) y de ahí toma su nombre. La observación minuciosa del movimiento corporal y del habla, en un acto simultáneo, nos permite clasificar, en primer término, el gesto. Esta acción de observar el gesto y de ubicarlo en el contexto en que se realiza la interacción, origina un mundo de posibilidades simbólicas. En conclusión, encontramos que existen dos vertientes de observación y análisis del gesto: 1. la que considera al gesto como síntoma o indicativo de algo y, 2. la que lo mira como una construcción simbólica. La primera pertenece al ámbito de los estudios de la comunicación humana y, la segunda, al ámbito de la lingüística-prágmática donde se le estudia como una estrategia de la interacción.
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