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Mi bitAcora como Infante de Marina

Fernando luis martin

PROLOGO El 11 de setiembre de 1901 fue sancionada con fuerza de Ley , lo que el ministro de guerra teniente general Pablo Riccheri, presentó un proyecto según el cual se reclutaba a los varones argentinos de veinte años en las Fuerzas Armadas y fue creado el servicio militar obligatorio. Y el 31 de agosto de 1994 fue terminada esta etapa en la presidencia de Carlos S. Menem. Este libro es mi autografía personal y testimonial, dedicado para esas generaciones que nunca participaron del servicio militar. Muchas de ellas desconocen de que se trató. En este libro no se trata las causas políticas, ni de su creación, ni de su derogación de tan emblemática Ley. Solo relato mis vivencias desde el principio, con anécdotas y personajes reales que me llevó a formar vínculos de hermandad y fraternidad. Como así también lugares reales y momentos vividos desde mí llamado a la conscripción, mi participación en la guerra y mi vida terminada mi carrera como conscripto

CAPITULO I EL PRINCIPIO Año del señor 2022, han pasado 40 años de esta historia y como reza el dicho, un hombre para sentirse realizado debe plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. He cumplido las dos primeras condiciones, es la hora de escribir un libro. Tuvieron que pasar años para escribir parte de una etapa que me marcó a fuego mi vida. Y es que, como ciudadano común me tocó cumplir con el servicio militar obligatorio, y por esas situaciones que hacen a la historia de un país, también me tocó vivir una guerra. Pero vamos por el principio, los albores de esa etapa. Corría el año 1980 y para ser parte de un conjunto de jóvenes que servirían a su país, primero debía realizarse un sorteo y así se sabía si harías el servicio militar obligatorio, si tenías esa suerte o esa desgracia y también de ese azaroso acto dependía en qué fuerza militar te tocaba.

Con mucha ansiedad, en ese tiempo escuchabas el sorteo que se trasmitía en directo por radios locales y que se realizaba por la lotería Nacional el número con que el azar te llamaría a servir a la patria. Correspondía a las tres últimas cifras de tu documento nacional de identidad. Y dependiendo de las centenas de números sorteadas era la fuerza que te tocaría prestar servicio. En mi caso, y el de otros tantos, la suerte nos asignó números bastantes altos, era conocido que esos correspondían as, era conocido que esos correspondían a la Armada Argentina. Por el principio contentos, porque en nuestras mentes sabíamos o creíamos, que la Armada era buques de alta mar, destructores, fragatas o corbetas. En nuestras mentes, nuestra imaginación volaba nuestros uniformes de marineros. Todos blancos y cuellera con ribetes azules, y sombrero o birrete acorde a un marinero. La espera fue larga, primero fue la revisación médica, en ella se sabría si estabas apto A, que era sencillamente apto A todo servicio. Luego de pasar una mañana muy despojados de nuestras

ropas, y revisación íntimamente completa, te daban en un tu documento el famoso sello, colocado por el distrito militar APTO A, a partir de ahí, los días se iban acelerando y sabiendo que la partida del comienzo de todo, cada día se acercaba más.

Amigos y novia daban fuerzas, alentaban. Tal vez, en mi caso porque era el primero del primero en todo. Mi padre, ya con un servicio militar cumplido, siempre me aconsejaba y me decía; en el servicio o batallón nunca debes ser el más inteligente, ni el más ignorante. Siempre me aconsejaba, debes ser del montón. Supongo que fue una táctica que a él le sirvió. Esos concejos quedaron grabados en mi mente. Y llego el día, el esperado o ansiado día, muchas cosas pasaban por mi cabeza. La estación de trenes de aquel entonces me estaba esperando con las escalinatas listas para recibirme. Sorpresa de ese día, la Armada Argentina que estábamos esperando, esos barcos que creíamos que nos esperaban, se disiparon cuando unos uniformados nos anticiparon que para nosotros no había barcos. En su cambio habría tierra, en una palabra a partir de ese momento pasaríamos a formar parte de la Infantería de Marina de la Armada Argentina. No niego que mi mundo se lleno de interrogantes, tal vez decepción, incertidumbre o qué, pero lágrimas empezaron a brotar de mis ojos. Hoy pienso que era temor a lo desconocido, además, de saber que nos anticiparon que el servicio militar tendría una duración de 18 meses. Un año y medio sin regresar a buscar el abrazo de mis padres, los besos de mi novia, los abrazos de mis amigos. Creo que era mucha información para digerir en un momento. Es día, mis padres, mis hermanos, mi novia y una tía muy especial me acompañaron para despedirme. Pero aun hoy, después de 40 años, solo me quedo una frase, y no fue justamente la de mis padres, hermanos o novia. Y era una frase de consuelo que me dio esa tía. Rosita para nombrarla, y me dijo: Fernandito, no llores, la colimba no es la guerra. Me quedo tan marcada esa frase, porque al cabo de unos meses, la colimba fue la guerra. Pero eso va en otro capítulo.

CAPITULO II EL VIAJE A MI INSTRUCCIÓN

Ni bien empezamos a subir al largo tren que nos llevaría a nuestro primer destino, solo se veían caras desconocidas, con lágrimas en los ojos. Otros los más valientes, solo con la mirada perdida en el horizonte. Las persianas de las ventanas se bajaron completamente, aun hoy no se cual fue el motivo. No sé si seria para evitar la tierra del trayecto de San Juan a Mendoza, desierto total o de alguna manera para entrar en la emancipación de la civilización. Todos éramos iguales en ese momento, solo un oficial y varios ayudantes controlaban todo el convoy. La hora de partida desde la estación de trenes de San Juan creo que fue las 10 hs de la mañana. Y supongo por que pasaron un poco más de tres horas, y los ayudantes a cada uno nos entregaron una bolsa de nylon. En ella tenía nuestro almuerzo, un huevo duro, una naranja y un sándwich de milanesa frio. A partir de ese momento, ya empezamos a extrañar la comida de mamá, o la de nuestras abuelas. Me detengo un instante a pensar en mi vestimenta, si bien la temporada era fines de setiembre, el fresco se hacía sentir. Nadie iba vestido con ropa en particular. Yo tenía mis pantalones de corderoy, color marrón y como abrigo un gamulan que hacia tono con el pantalón. Fue un viaje muy extenso, catorce horas para ser más exactos y llegar a Retiro, estación final en Buenos Aires. Luego, como ganado y a gritos y silbatos nos bajaron a la orden de correr. Nuestro próximo vehículo de transporte, era los subtes. Esos trenes y vagones que viajan bajo tierra. Para la gran mayoría, si el tren era algo nuevo y desconocido, el subterráneo lo era más. Tanta era la incertidumbre a lo desconocido que no podíamos ver hacia los costados para ver el nuevo ambiente. El viaje de San Juan a Buenos Aires fue muy agotador, y en el subterráneo algunos aprovechamos en cabecear y reconciliar un sueño perdido. Corto fue el viaje, luego bajamos todos y volvieron a subirnos a otro tren. Este, si ya nos llevaría a nuestro destino final. Grande fue nuestra sorpresa, cuando ya no solo éramos un puñado de coterráneos. En este último viaje, nos encontramos con jóvenes de otras partes de la Argentina, en su mayoría de Santiago del Estero, Formosa, algunos de San Luis y otras provincias norteñas. El último trayecto de capital federal, a nuestro destino Pereyra Iraola (La Plata) solo duro apenas una hora. Ya llegando a

nuestro destino, ahora llamado CIFIM , que significaba centro de incorporación de conscriptos de infantería de marina, un señor, aun no sabíamos su rango, pero si se notamos dos características, su sobresaliente panza y una tranquera o valla que se abría verticalmente. Solo dos frases nos quedaron marcadas para siempre. El bienvenidos al infierno verde, y la otra frase fue, sus partes varoniles que tienen entre sus piernas, lo dejan acá colgados y se los llevan cuando termine su periodo de adaptación.

CAPITULO III BIENVENIDOS AL INFIERNO VERDE Pasada la barrera, todo se convirtió en una ciudad nueva y desconocida para todos. Todo era poco pero de dimensiones gigantescas. Lo que sería nuestro dormitorio, que eran solamente dos, eran simplemente dos galpones de tamaños gigantes. Un galpón dormitorio se llamaba Rosales, y el otro galpón se llamaba Espora. Ahí, además de albergar a más de mil jóvenes por dormitorios, teníamos también varios baños comunitarios. La particularidad de estos baños, era que no tenía puerta. Nuestras necesidades fisiológicas eran captadas por las miradas de los otros jóvenes que iban pasando. Nuestro baño de aseo, era como los dormitorios de tamaños gigantescos. Las llamadas con el tiempo, las temidas duchas. Ahí, se forjaba nuestros carácter o noches en donde algunos no querían dormir. Solo bastaba una hora de arriba abajo con el ritmo de un silbato, y todos volvíamos a nuestras camas cansados y con ganas de reconciliar nuestro sueño. Creo que al segundo día de haber llegado a esta nueva casa, dejamos de ser un simple ciudadano, y pasamos a ser un número. A todos nos identificaba un numero, en ese entonces, temíamos un ROL, no recuerdo que significaba la sigla, pero si el número. Este quedo grabado hasta el día de hoy, ROL 57 perteneciente a la compañía Rosales. En ella, además de albergar a más de mil conscriptos, todos dormíamos en cuchetas. Por esas casualidades y buena fortuna la mía, había elegido la última de una fila vertical de tres. Con el tiempo me veía favorecido, cuando nos tocaba días de lluvia y tenía que acostarme. Las dos primeras tenían registros de mis borceguíes llenos de barro. Lo malo de estar en el último piso, era cuando por la condensación de la respiración se formaban gotas, y molestamente caían en la cara. Pero también tenía sus ventajas, era que al

estar bien arriba uno podía darse el lujo de esconderse, cuando a pleno silbato llamaban a calmar nuestro espíritu en las temidas duchas. Los días prácticamente eran todos iguales, actividades físicas a los compás de salto de rana march, flexiones de brazos hasta quedar exhaustos. Que solo recobrabas fuerzas a las diez de la mañana, cuando, un apetecible sándwich de fiambre recargaba tus energías. Y como todo era horarios estipulados, nuestro lugar de distensión era compartido, por el lugar donde almorzábamos y cenábamos todos juntos. O sea, un gran lugar donde entrabamos todos. Y a la noche, algunos días de la semana, teníamos cine. Películas, creo que si mal mi memoria no me falla, eran de la recordada Isabel Sarli. Los días transcurrían casi todos con órdenes sistemáticas. Cuando no había ejercicios físicos rigurosos, había tareas de hogar. Cuando llamamos tareas de hogar, me refiero a lavar nuestros pertrechos de fajina. Que simplemente era nuestra vestimenta de fajina diaria. Por otro lado, dejar en manera inmaculada nuestro uniforme de salida. Pasaron treinta días de nuestra llegada y por fin pudimos salir de franco. Serian como unas mini vacaciones de cuarenta y ocho horas fuera del infierno verde. Solo recuerdo que solo salí junto a un amigo, Jorge Pereyra que congeniamos y en la actualidad nos vemos. Nuestro propósito fue a visitar a un tío que vivía en Avellaneda, solo lo conocí en esa oportunidad. Recuerdo aun, que nos dio dinero para que nuestras mini vacaciones fueran un poco más pasable. Conocimos la gran capital federal, un bar nos recibió y nos brindo una botella de cerveza. Claro que fue pagada por esos pocos o muchos aportes monetario que nos brindo muy amablemente este querido pariente. El día domingo, ya levantados de una noche sin sobre saltos, fuimos a conocer y ver la cancha de Boca Jrs. , para ese entonces si ibas con uniforme de gala, no pagabas entrada al partido. Si recuerdo que nos encontrábamos en las bandejas que daba al riachuelo. Tan altas, que a los jugadores los veíamos pequeños. Pero para nosotros todo era nuevo. Ya terminada la jornada, regresamos al infierno verde en horas de la tarde. Solamente descansamos de unas pocas horas vividas y sin órdenes que cumplir. El día lunes, y para variar nuestros jefes nos dieron una orden, plantar o replantar champas de chépica, y como era de esperar, no habían herramientas como azadones o palas para poder cortar y trasladar las champas, solo como herramienta nuestra bandeja con varios compartimientos que solo utilizábamos para almorzar y cenar. Cuando nombro compartimientos, era uno para la sopa, otro para el postre, por lo general membrillo o dulce de batatas y queso. Otro para alimentos sólidos y otro para un bollito de pan. Esta herramienta era multi uso. Nuestro plato y nuestro azadón. De este infierno verde, solo me quedan pocas anécdotas en mi memoria, la primera fue que en una salida de franco, al cual salimos el día viernes y regresar el día lunes a las 8;00 hs nuestra intención fue escaparnos hasta nuestra querida provincia, a ver a nuestros padres, nuestra novia. Tuvimos la buena idea de alquilar un colectivo, lo que no contamos fue que antes de salir, el oficial de guardia, junto a enfermeros fue de colocarnos la muy temida inyección en nuestra espalda. Con el tiempo y hasta la fecha no sabemos qué tipo de vacuna era. Pero les aseguro que te dejaba con mucho dolor y estado febril. Aun así, viajamos. Este viaje fue muy incomodo, además de ser un

viaje en donde sabíamos que solo estaríamos un par de horas en nuestra provincia, pero el sacrificio valía la pena. Como ya me gusto este viaje, pensé en volver a repetirlo solo. Yo ya sabía los horarios del colectivo de larga distancia, el querido TICSA, que solo unía Punta Alta con San Juan. Abran pasado unos 20 días de mi última visita a San Juan, y me volvieron a dar franco, que es el permiso para salir autorizado del centro de instrucción. Llego el día, tome el colectivo y partí a mi querido San Juan, llegando a la terminal, por esas cosas del destino , vi en un colectivo de línea urbana a mi mejor amigo, Francisco Tito Martin. Con señas desde adentro del colectivo logro que me identifique y se bajo de su colectivo. Nos fundimos en un gran abrazo y juntos tomamos el colectivo que nos llevaría a nuestro barrio. Ese día sábado, además de cenar con mi novia, salir a bailar, me quedo una intriga, ya que mi padre me pregunto cuando salía de vuelta al centro de incorporación. Solamente le dije, el tren que me lleva sale mañana domingo a las 18 hs, cuestión que para mis adentro sabia que en realidad no era así. El día domingo, fuimos hasta la estación de trenes, me acompaño mis padres y mi novia y hermanos. Cuando arribamos, la estación de trenes, como era de esperar, estaba completamente vacía, ya que el tren había partido al medio día .De regreso a casa, sabía que había ganado una noche más en mí querida cama, y una noche más con Patricia, mi novia, sabía que el tren partía el lunes al medio día, y sabiendo que mi llegada de vuelta estaba estipulada para el martes. MI padre con la experiencia que tenía en haber realizado el servicio militar, sabía que me esperaba, y lo que me esperaba en el castigo de los oficiales del centro de incorporación me iban a aplicar. Que hizo mi padre…? Saco un boleto de avión para el lunes a primera hora. Aun recuerdo, un simple conscripto viajando en avión a su destino. Resultado del viaje, llegue a horario y ni un castigo gracias a la ocurrencia de mi padre. Y mi otra anécdota que quedo no solo en mi memoria, sino en todos mis compañeros de San Juan, y cuando digo todos, es realmente literal. Hasta el día de hoy de este siglo XXI todos la recuerdan. En el centro de incorporación, tenemos muchas actividades militares, una de ellas era aprender y que hacer en un combate en localidades. El instructor de esa temática, junto a todos mis coterráneos, y nos lleva a una parte del predio. En ese lugar había una casa de madera, con puerta y ventanas y simplemente solicita, un voluntario para dar explicación del procedimiento. Ni lerdo ni perezoso, levante la mano para ser partícipe de tal instrucción. Este instructor me dio un fusil, obvio sin municiones y una granada sin su sistema de explosión. Ya que solo era una instrucción y forma de actuar para tomar, a los supuestos terroristas que se encontraban adentro de la casa. Este instructor me dijo: conscripto, Ud. Debe darle una patada a la puerta, luego, arroja la granada y posteriormente entra y remata a todos los terroristas que están vivos con su fusil. Yo cumplí al pie de la letra todo lo solicitado. Solo que cuando arroje la granada en plena supuesta explosión, entre con el fusil para rematar a los terroristas. En el caso de haber sido real, no estaría escribiendo esto ahora.

CAPITULO IV VAMOS NUESTRO DESTINO FINAL

Terminada mi etapa de instrucción de dos meses, partimos en tren con rumbo desconocido, mi batallón que nos daría la bienvenida, y en donde pasaríamos los 12 próximos meses. Nuestro viaje, junto a una bolsa blanca en donde llevábamos todos nuestros pertrechos, ropa de civil, ropa de fajina y ropa de gala, nos acompaño durante un par de horas, ya que salimos de parque Iraola con rumbo a Punta Alta. Allá nos espero un lugar nuevo, una estación y una ciudad repleta de uniformados de la Armada Argentina.

Nuestra primera impresión fue ver la imponente entrada a la base naval de puerto Belgrano, en donde decenas de buques estaban amarrados a las dársenas. Además de una infraestructura de galpones que servían de depósitos y oficinas de toda índole logística. Pero para llegar a nuestro batallón, debíamos hacer un recorrido en camiones verdes y todos con un logo de la armada, que era un ancla pintada en color blanco. Recorrimos 12 kilómetros, atravesando infinidad de dunas, nuestra primera mirada y con mucha atención, fue un arco semicircular que rezaba la leyenda, base baterías, cuna de los infantes de marina. Al poco andar, y mirando hacia la izquierda , se encontraba el BIM 2 (Batallón de infantería de marina numero 2) recientemente inaugurado y llamado el batallón de cemento, ya que no había ni un solo árbol ni arbusto. Un par de kilómetros más, al fin llegamos a la base naval de infantería de marina, custodiado con el puesto uno por sub oficiales y conscriptos. Nuestro destino, de ahora llamado batallón se encontraba solitario hacia la derecha, solo hicimos un par de curvas, que de alguna manera enderezo nuestros destinos. Ni bien llegamos, una centena de jóvenes, coterráneos, y de provincias de Santiago del estero, Formosa, y del sur del país. Nos formaron en un inmenso playón, a nuestra derecha se encontraba el comedor, era un gran salón de dimensiones como para dar de comer a más de 800 conscriptos. Al frente nuestro, el que se convertiría posteriormente nuestro casino de conscriptos, o llamado zona de esparcimiento y descanso. Y a nuestra izquierda una compañía, la llamada compañía comando. Ahí, conscriptos con solo 2 meses y 4 meses más de antigüedad, nos miraban y espiaban desde las ventanas. Valla a saber que pensaban, supongo, que en la jerga militar, se llamaba aplicar matricula, que no era más que un numero de seis cifras que se convertiría durante nuestra estadía nuestro número actual de identificación naval.

Y que con el tiempo jamás olvidaríamos ese número, de alguna manera mientras más bajo era el número, más antiguo eras y mayor jerarquía, pero solo por una cuestión de bromas verbales. Ya formados, ahí recordé sabias palabras de mi padre, que siempre me dijo; nunca seas ni el más inteligente, ni el más vivo, ni el más tonto. Primer error cometido de mi parte, cuando un oficial que formaba parte del staff del batallón pregunto: Quien sabe manejar..? Y sabiendo que sabía manejar, solamente levante mi mano. Automáticamente, este oficial me dio una carretilla y me dijo, acá tienes tu vehículo. No quiero dejar pasar que mi batallón se denominaba BIAL, por que sus letras significan, batallón de infantería de apoyo logístico. Un batallón, meramente de apoyo con todas las necesidades para cubrir a todos los otros batallones ya sea transportes, comunicaciones, servicio de costas, y abastecimiento de combustibles. Luego, de soportar las risas de los más antiguos, trate de no cometer el mismo error y volvieron a preguntar, quien tiene estudios..?, yo simplemente tenía una secundaria incompleta y un par de cursos de mecanografía, también incompletos. Así que me volví a arriesgar y levante la mano. Esta vez me salió bien, y me pregunto este oficial, que titulo tiene Ud. conscripto..? así que le dije, Sr. Yo soy técnico en administración de empresas. Ahí, con este falso titulo, ya era codiciado. La primera compañía en solicitarme, era la compañía transporte motor. Tome mi bolsa inmensa de color blanca y partí a mi futuro dormitorio, que en el cabían doscientos conscriptos, pero no dure ni una hora en esa compañía. Había tres en total, la compañía transporte motor, la compañía servicios de costas y la compañía comando. En esta última, y a pedido de un oficial de baja estatura, y de voz muy estridente, además de muy pulcro y bien uniformado, me saco de transporte motor y me dijo, conscripto, Ud. Va a ser mi asistente de logística. Departamento en donde se manejaba prácticamente toda la logística del batallón. Posteriormente, me apreste a salir y apostar todos mis pertrechos a mi nueva habitación. Como en la primera, también era de grandes dimensiones. La diferencia entre estas habitaciones y las de mi etapa de instrucción, era la altura de las cuchetas. En este caso eran de dos cuchetas. Por lo demás, todo igual, duchas y baños. Pero tal vez mas organizado, había un jefe de compañía, que era un oficial, y su cargo era teniente de fragata y su nombre es Juan Fernando Pendino. Además de haber un sub oficial encargado de la compañía, y conscriptos con ciertos puestos para hace mas organizativa la compañía. Había conscriptos, que eran el furriel, que no eran ni más ni menos que los secretarios de ciertos sectores. Los días eran muy similares, para todos en la misma manera. Cada uno cumplía una función, había comunicantes, furrieles, choferes, asistentes del comandante del batallón y asistentes del segundo comandante. Mi función, como furriel de logística, era una oficina en donde todos los días en compañía de un cabo principal de Formosa, de apellido Albornoz y un cabo segundo y nuestro

jefe, ese que le llamo la atención mi título no recibido, el teniente de corbeta Luis Pacheco. Con el tiempo y después de cuarenta años se convirtió en mi amigo, como así también el jefe de la compañía. Pero aun hoy el respeto se sigue manteniendo, el de tratarlos como señor. En su vida militar, o civil siempre lo llamábamos señor, creo que esa costumbre tradicional, diferencia al personal de ejército, en donde un soldado a un oficial, siempre le decía “MI” y precedida del cargo. Creo, que una de las primeras experiencias malas fue, que lo primero que aprendimos fue a robar, si.. ya que si no tenías o te faltaba alguna prenda en tu taquilla (ropero de chapa) debías pagarla con ese sueldo que mes a mes te daban. Y por precaución, cuando hacían revista o revisión de uniforme, si no estaba completo te lo descontaban del sueldo. Por precaución, yo tenía dos taquillas (roperos metálicos), una con materiales de repuestos y la otra oficial. Aun así, una noche en horario de madrugada que regrese de una guardia de honor a un sub oficial fallecido, llegue a mi compañía y o sorpresa, no tenia en mi cucheta el colchón. Y como buen sobreviviente a casos de apuro, un pobre compañero, que cumplía la función de calderísta se quedo sin su colchón. Obvio, que el calderista también uso la misma táctica. Lo que a la fecha, solo me lleva a la reflexión de que a nadie le hacía falta un colchón, sino mas bien, creo que eran bromas de jóvenes, que por lo general los más antiguos eran lo participes necesarios de fabricarlas. Afortunadamente, no solo pasaba más que eso, solo bromas, pero cuando uno se pasaba de la raya, había un castigo que se le llamaba, anotate un desembarco. Que era simplemente que cuando uno estaba durmiendo, te tiraban un jarro de agua y luego uno de arena. Pero nunca paso a mayores, y las amistades que se formaron o la hermandad que nació entre varios, hasta la fecha siguen intactas. De mi parte, logre una muy hermosa hermandad con dos santiagueños, uno de ellos llamado Manuel Montañés, y el otro que cariñosamente le decíamos King Kong, Héctor Peralta, tenía un porte físico justamente al mitológico mono de las películas. Una de las mayores tristezas vividas, fue pasar las fiestas de fin de año en el batallón y haciendo guardia en un puesto que se lo denominaba puesto dos, que era uno que estaba en medio de la nada, pero conservaba toda las municiones y armamento del batallón. Aun recuerdo cuando dieron las doce de la noche del día veinticinco de diciembre las bocinas de los buques anunciando un nuevo aniversario de natalicio de nuestro señor Jesucristo. Más de una lágrima y nostalgia por no poder estar con mi familia en estos momentos invadió mi cuerpo, sentí caer o derribarme. No sé de donde saque fuerzas, solo sé que aguante. Posteriormente, el cambio de guardia que se realizo a las dos de la mañana me trajo de vuelta a mi dormitorio, y poder en soledad conversar con mi almohada. Para que esta fecha no pasara tan desapercibida, nuestra cena fue milanesas, con jugo y un copa de sidra, solamente una copa. El día treinta y uno de diciembre solo cambio el horario de guardia y el puesto, pero los sentimientos y sensaciones fueron iguales. Solo los de una tanda o dos más antiguos que nosotros pudieron estar en sus provincias natales. En la marina o en la armada, en un año se dividen los conscriptos en tandas de cada dos meses. En mi caso formaba parte de la quinta tanda, y los agradecidos por pasar las fiestas con su familia fueron los hermanos y compañeros de la tercera tanda, por lo general oriundos de Mendoza y Buenos Aires. Que con el tiempo nos convertimos en buenos hermanos de la vida, pero eso será en otro capítulo. El año termino, y comenzó un nuevo año, un año que cambiaria nuestras vidas para siempre, y cuando digo para siempre me refiero a cuatro décadas posteriores, las actividades comenzaron bastante agitadas, es decir, maniobras que no sabíamos el porqué y para qué. El despliegue de casi todo el batallón, movilizando todo en campaña, es decir campamentos. Nuestros oficiales nos decían, debemos practicar el SPAC que no era ni más ni menos que servicio para apoyos de combate, grande fueron nuestros interrogantes porque si bien sabíamos que éramos infantería de marina, la verdad no sabíamos el por qué. Con el tiempo y no muchos días más nos enteramos que formaríamos parte de la historia de esta Argentina.

CAPITULO V UNA GUERRA QUE NO PEDIMOS, PERO UNA GUERRA QUE VIVIMOS Supongo que será uno de los capítulos más difícil de testimoniar, o volcar recuerdos, ya que la mente juega un papel muy importante es situaciones extremas. Terminada las operaciones preparatorias en SPAC, llego el día 2 de abril de 1982 y como tantos Argentinos nos enteramos que nuestro país entro en guerra con Inglaterra, fue ahí que cerro todos los interrogantes el por qué de las operaciones anteriores. En mi caso, durante la primera quincena del mes de abril me dijeron que tenía que cumplir con mis servicios para con la patria. No sabíamos el destino final, en varios camiones de nuestro batallón nos llevaron al aeropuerto cercano, antes de subir un coterráneo , Manuel Tripolone me dio a plata de ese entonces diez pesos. Me dijo, llévalo por si necesitas comprar algo. Agradecí profundamente la acción. Ya en el aeropuerto, un avión de la armada Argentina, modelo foker abrió sus puertas para que subiéramos, grande fue nuestra sorpresa cuando entramos. No existía ningún asiento, todo el avión pelado por dentro, uno a uno nos fueron sentando y acomodando espalda con espada, mochila y armamento al costado. Realmente no sabíamos nuestro destino, fue un vuelo de aproximadamente 3 horas. Cuando arribamos, un frio y helado viento nos esperaba, una temperatura de bajo cero. Ahí supimos que estábamos en la isla grande de Tierra del Fuego, otros camiones nos trasladaron a nuestra nueva morada, cruzamos un largo puente y el destino final era un frigorífico a medio funcionar, que era llamado CAP, Corporación Argentina de Productos, ahí fabricaban los deliciosos picadillos. La cantidad de soldados era de consideración, muchos camiones y vehículos anfibios nos esperaban. Nuestras habitaciones, completamente de madera estaban vacías, así que nuestras primeras noches, fueron solamente en bolsas de cama en el piso. Ya se encontraban trabajando varios en la construcción de cuchetas de madera, entre mis amigos del batallón estaba Raul Soria de San Juan y Manuel Montañez de Santiago del Estero y cuando menos lo pensamos, estábamos ya en nuestras cuchetas, sin colchones pero más confortable serian nuestro tiempo de descanso.

Con el transcurrir del tiempo, me tocaron guardias con lluvias, nieve y por ende temperaturas bajo cero, una de ellas y la que más recuerdo de ese lugar , fue una guardia que me toco en el puesto de entrada al frigorífico, estimo que serían las dos de la mañana o cuatro de la mañana. El frio era insoportable, solo sé que atine a meterme sigilosamente en una casa de madera con pocas

habitaciones, en ella solían dormir altos jefes, pero lo que si sabía que tenían estufas a gas. Yo con solo un par de minutos dentro de esa casa, me fue suficiente para entrar en calor. Tenía todas las respuestas en mi mente si uno de estos jefes se levantaba y me preguntara: que hace acá soldado, yo sabía que mi respuesta era contestarle de inmediato, señor sentí ruidos extraños y entre a verificar. Afortunadamente ninguno se levanto, y yo pude entrar al menos un par de minutos en calor. Terminada mi guardia,

me reemplazaron con el santo y seña, obligatorio no olvidarlo ni de una parte ni de otra, ya que el resultado sería sacar el seguro del fusil y disparar. Con la misma rutina fueron pasando los días, pero una noche muy especial o atípica, me encontraba con mi espalda contra la pared de madera de mi habitación, donde éramos un grupo de no más de 30 conscriptos. Mi aburrimiento era importante y me puse a cantar, una canción muy antigua, de la época de mi niñez, que titulaba, partirá la nave partirá y buscando creo que es el nombre real, la barca de Noé. Hubo un compatriota de San Luis, de apellido Quevedo, que jocosamente le decíamos o apodamos, cara cortada a hacha, y él me decía: Fernando, deja de cantar o te pego un tiro, yo haciendo caso omiso a su pedido seguía cantando y tarareando la letra de la canción, cuando de repente y no sé qué paso por su mente, fue que puso bala en boca, ó sea lista su arma para disparar y me apunto y disparo. Su proyectil solo dio a muy pocos centímetros de mi cabeza. Fue tan grande no solamente la percusión del arma, sino también el asombro de todos, inmediatamente, se hicieron presentes varios oficiales para ver qué había sucedido. Verificando la trayectoria de la munición y ver si estaba todo en orden y bien. En ese primer lugar de acantonamiento mío, también conocí las miserias humanas. Fue un día que entre a la habitación a buscar mi arma, y porta cargadores de municiones, cuando grande fue mi sorpresa que no tenía ningún cargador de municiones, manos ajenas me los sustrajeron. Sabía que sin municiones estaba desnudo, y contando con experiencias de mi batallón, fui a la habitación contigua, en donde no había nadie, y tuve que sacar otros porta cargadores con municiones. La verdad no se a quien pertenecieron, pero estaba seguro que a quien le saque sus municiones no le habrá quedado más remedio que repetir la acción.

Ya entrando los primeros días de mayo, no se cual fue el motivo, pero me trasladaron a la base aero naval de Rio Grande con otra posición de combate. Ahí, me destinaron justamente a la custodia de la base y pista de aviones, lugar donde se comando y operó todos los ataque a la flota británica. Los dormitorios volvían a ser de madera, pero en este caso eran habitaciones a lo largo de la pista y bajo tierra, y fabricados con durmientes de líneas férreas, era un laberinto, ahí todas las habitaciones se entrelazaban entre sí, solamente calefaccionadas con un tipo de salamandra, y como combustible aceite quemado o kerosene. Eran muy acogedoras con respecto a la temperatura interior, y en ese puesto de combate o de guardia, era completar la misma rutina.

En distintos horarios cumplir las dos horas de guardia y luego tiempo libre abajo de tierra. Cuando me refería que en mi anterior lugar de custodia, la CAP , recordé una guardia con una noche muy

fría, en este nuevo destino también recuerdo una guardia y en horarios de madrugada y nevando, y creo que fue la noche más helada ya que la temperatura era de 20 grados bajo cero. Tenía literalmente todo mi cuerpo congelado, no podía doblar mis falanges y realmente tenía que sobrevivir, a falta de luz ya que a partir de las 18 horas se oscurecía absolutamente todo, casas de vecinos y hasta la misma base, divise a metros un carpón, carpa grande y el mismo instinto de supervivencia me llevo a meterme adentro, a mitigar un poco la nevada y prenderme un cigarro, ya que este carpón, tenía una puerta o lona que cubría absolutamente todo. Sabía que era muy arriesgado dejar mi puesto de guardia, no solamente por posibles incursiones del enemigo, o la presencia de algún sub oficial u oficial para controlar que el puesto estaba cubierto. Solamente me tomo diez minutos entrar en calor, prenderme un cigarro con la tranquilidad que sabía que la iluminación que produciría la llama del encendedor no sería visto. Ya con el cuerpo un poco mas establecido, solo atine a salir, a acomodar mi abrigo, y mi poncho de agua y solamente esperar a mi relevo, por fin llego y con el santo y seña en orden procedí a entregar mi lugar de guardia y mi turno. Cuando al principio del capítulo dije que era un capitulo difícil de describir o testimoniar, es justamente porque la mente, y valla a saber porque, borra situaciones. Y no precisamente situaciones malas. Aun hoy después de 40 años no recuerdo haber almorzado ni cenado durante los 45 días o 50 que me toco estar en custodia. Charlada esta situación con un psicólogo amigo, me comento, que los momentos en donde encontraba la paz y tranquilidad era justamente en esos momentos, y mi mente estaba preparada para otras situaciones, para estar más preparado y atento. Supongo que tendría que hacer un psicoanálisis, pero no creo que sea importante. La guerra que viví o el puesto de combate u orden que me dieron era, no solo custodiar la base aero naval, sino también patrullar a oscuras toda la ciudad. Terminada las patrullas, regresábamos cansados, con sueño y con frio a nuestros bunker. Me pongo a pensar y recordar, y una de esas largas noches, junto a un coterráneo, de nombre Luis Toledo, quisimos tener la estufa, tipo salamandra que era alimentada con kerosene, más cerca de nuestros aposentos y estar más abrigado. Desgraciadamente no tuvimos la precaución de recordar que las manijas de transporte estaban bastante caliente, y por ende cuando la quisimos trasladarla de lugar, se volcó y desparramo todo el combustible en el piso, ocasionando un incendio , si bien nuestro bunker tuvo daños, pudimos sofocar. Trato de recordar en estos momentos, mientras escribo otras situaciones, muchas de ellas sin sentido, otras en cambio me hace recordar que desde mi provincia me llega correspondencia, por lo general, todas censuradas, con un sello que rezaba “ Censura Naval”, y las frases recibidas o enviadas, iban tachadas he indescifrables.

Solo había que poner un poco de imaginación y adivinar que querían decirnos. Pero en una de las tantas correspondencias que recibí, fue la de un primo hermano mío, Marcelo Galaburri, además de las palabras de aliento, agradecimiento por todo lo que estaba haciendo, no tuvo la mejor idea

de enviarme, hojas de revistas condicionadas. No puedo reproducir la situación, tal vez en un libro mas intimo. Puedo decir, sin temor a equivocarme que siempre recibimos cartas de aliento de personas que ni siquiera conocíamos, algunas pocas cartas que decían a Un Soldado desconocido se entregaban a justamente a cualquiera de nosotros, algunas de esas cartas y por su remitente cuando termino la guerra pude conocerlos personalmente, y por ende, agradecer. Una de esas cartas me la envió una señorita, era alumna de la escuela Dante Alighieri, de nombre Sonia Sánchez, al cual tuvimos hasta el día de hoy una linda amistad. Además de las cartas, era muy emocionante escuchar la voz de nuestros seres queridos, ya que encontramos un teléfono que estaba roto y se encontraba el el hall central de la base del aeropuerto, en este sentido colocábamos una moneda y podíamos hablar para los que teníamos suerte que en nuestras casa o trabajos tenían teléfono. Eso sí, había que hacer colas de largas esperas, pero valía la pena, eran conversaciones siempre de aliento que alimentaban nuestro espíritu y fuerza. Mi vida como conscripto paso así en esos 45 días, solo recuerdo que cuando los altos mandos decidieron rendirse, lo primero que atiene fue a llamar por teléfono a mi madre y decirle, ya todo acabo mamá, pronto estaré en casa. Fue una mezcla de sensaciones, por un lado sabia que se acabaría la tensión, los miedos, el frio y por otro lado la sensación de saber que no pudimos cumplir una victoria. Grande fue nuestra tristeza, cuando por el único televisor se veían imágenes de la isla con montañas de fusiles y cascos amontonados, esa imagen me quedo marcada y grabada para siempre.

CAPITULO VI EL REGRESO AL BATALLÓN Tal cual llegamos, de la misma forma emprendimos el regreso, no fue apenas termino la guerra, habrán pasado un par de días más, solo dejamos en nuestros puestos alguna ropa que no usaríamos y en su reemplazo, y por una cuestión de quita de impuestos, trajimos cartones de cigarros, de valores mucho más baratos que en nuestras provincias o restos de las provincias. Nuestro vuelo de regreso y de la misma forma, espalda contra espalda se realizo sobre la media noche, las tres horas de vuelo nos depositaron nuevamente en la base aero naval Espora en la ciudad de Punta Alta, y los camiones que habían quedado en nuestro batallón nos fueron a buscar. Era aun fines de junio, el invierno húmedo y frio se sentía cálido, a diferencia de los días y noches heladas que pasamos. Nuestro cuerpo, se hizo amigo del frio y no sentíamos para nada esta temperatura. Lo primero que hicimos, fue tomar una ducha con agua caliente, en mi caso habían pasado muchos días sin bañarme, así que cuerpo limpio y caliente agradable y pertrechos a la basura. Ya con uniforme de fajina limpio y nuevo nos dispusimos a ir a nuestro comedor. Fue la única comida que recuerdo que ingerí, y era unas buenas porciones de pizza. Preparadas por los pocos compañeros que quedaron en custodia del batallón, aun recuerdo que de seiscientos u ochocientos que habitábamos en el batallón, solo quedaron unos muy pocos, no más de una treintena. Creo y no me equivoco, que los pocos que se quedaron, hubieran dado lo que no tenían para poder haber estado con nosotros, pero su puesto de combate fue custodiar nuestra casa. Así que simplemente fuimos abrazarnos y decirnos gracias mutuamente. Ya terminada la cena, a altas horas de la madrugada, nos fuimos retirando, cada uno a su compañía y poder dormir cómodos, abrigados y sobre todo relajados. El posterior día, no hubo diana de temprano, solo nos dejaron dormir para reponer sueños, y emociones. En realidad todo el día posterior fue nuestro día

completo para realizar todo lo que queríamos. Muchos lavamos ropa, otros tantos nos dirigimos a nuestro casino de conscriptos, en donde nos podíamos distender con juegos de mesa, otros y los que tenían la oportunidad de tener un dinero extra, el cantinero nos ofrecía unos sabrosos sandwichs y la gaseosa personal, o tal vez un rico paquete de galleta. Es semana paso sin pena ni gloria, ya que volvíamos poco a poco a la normalidad del batallón, desayuno, y cada uno a sus puestos de trabajo, pero nos dijeron que la semana que viene juraríamos la bandera. Raro no.? Fuimos a una guerra sin haber jurado la bandera, al menos mi tanda, ya que las anteriores tanda la habían jurado en el centro de incorporación. Llego el día, el 9 de julio de 1982 y mi tanda de mi año o clase, después de dejar nuestro uniforme de gala impecable, nos llevaron hasta el campo de deportes de la base naval de puerto Belgrano, para tomar juramento de lealtad a nuestra querida bandera. Formamos todos los de la quinta tanda de todo el país, y al unisonó respondimos a la tan famosa frase impartida por el oficial de mayor rango, “ Juráis a la patria y a la bandera, defenderla hasta perder la vida…!” y solo se escucho un sonido ensordecedor, SI juro..!,

luego regresamos al batallón con diploma en mano en donde constaba tan orgulloso juramento. Con la buena noticia, que la semana posterior nuestra tanda nos daría la tan ansiada licencia de treinta días. La licencia en cuestión era unas vacaciones que correspondía a todo el personal, solo que en tandas, solo quedaría en el batallón y en guardia la tercera tanda y cuarta tanda, ya que la primera y segunda tanda ya fue dada de baja. Gracias a la guerra y por una resolución del jefe de la armada, no sería de catorce meses nuestra conscripción, solo seria de doce meses. Llego el día, era viernes, aun lo recuerdo, saque mi calculadora mental e hice cuentas, si viajaba en tren eran cuatro días menos, y como tenía dinero saque pasajes en colectivo, y eso me significarían solamente dos días de pérdida. Acá, segundo error cometido en toda mi estadía, cometí lo que siempre me dijo mi padre, no seas ni el más tonto ni el más vivo, y cometí el error de ser el más vivo, y ese día de partida no tuve la mas ocurrente idea de decirle al oficial de guardia, el teniente de fragata Santillan, la siguiente frase: Sr a mí no me dieron la orden de pasaje en tren, pero no se haga problemas, ya saque pasaje en colectivo, el con voz firme me dijo, conscripto, hasta el lunes que no venga el furriel y le dé la orden de pasaje en tren, Ud. no sale, yo desorientado, le volví a explicarle, Sr, pero yo ya tengo el pasaje sacado en colectivo, sabiendo que si me quedaba, todo lo que había planificado se iría a la basura. Y me volvió a repetir la misma frase, Ud. hasta el lunes no se mueve. Claro que saque lo peor de mí, y un fuerte exabrupto para él y toda la armada Argentina salió de mi boca y di media vuelta e intente irme. Este oficial, creo que recapacito y me dijo, conscripto de la vuelta, obvio que ya uno estaba acostumbrado a cuando lo llamaban a uno, así que di la vuelta y dije, ordene señor..! este recordado teniente de fragata, me dijo, Ud. se va de licencia ya, pero cuando regrese, me busca por la guardia. Yo simplemente respondí comprendido

señor. Y con alegría, tome el colectivo verde que me llevaría de la base naval de infantería de marina, hasta Punta Alta y de ahí tomar el colectivo que me llevaría a San Juan. Creo que en esas 16 horas que demando el viaje no pude dormir, de solo pensar todo lo que me esperaba.

CAPITULO VII YA EN CASA A DISFRUTAR Llegando a la terminal de ómnibus, con toda la premura del caso y orgulloso de bajar con ese uniforme de gala, me predispuse a tomar el colectivo inter urbano que me llevaría a mi hogar. Muchas cosas pasaban por mi cabeza, que haría en esos treinta días que me había ganado por derecho. Supongo los momentos que pasaría con mi novia, mi familia, las comidas que no podía consumir en mi batallón. Por fin llegue, era sobre el medio día, aun mis padres no estaban en casa, ya que se encontraban trabajando, así que me saque el uniforme de gala y fui a la casa de mi novia, que solo se encontraba a metros de mi casa.

Nos fundimos en un abrazo, lagrimas por medio y charlas interminables, luego sobre las trece horas fui a casa nuevamente a abrazar a mis padres, y como era de esperar milanesas mi primera comida, ademas orgulloso de mostrar a mi padre un tatuaje hecho en mi antebrazo y realizado por mi querido amigo santiagueño Héctor Peralta, al cual a varios nos dejo su obra de arte. Posterior al dia de mi llegada, me encontré con varias novedades, encontré un auto mas una lancha, y hablando de esta ultima, el día domingo me dijo mi padre, vamos al dique a navegar, claro que el invitado principal fue mi mejor amigo, Francisco Martin, ya navegando y mi padre intuyendo mi crecimiento, me dijo o me invito un cigarrillo. Para mi fue una gran sorpresa, ya que me padre jamas había fumado en presencia de su padre, y dado el caso de que me invito un cigarro fue para mi un permiso . Al principio solo fue un tipo de vergüenza, pero solo al principio. Luego me solte y pude y dar rienda suelta a este vicio. Los treinta días vividos fueron de variadas acciones, el día lunes y apenas llegado a mi provincia, lleve de regalo a mi abuelo paterno de nombre Martín Martin Gomez tres cartones de cigarro, comprados en Rio Grande, aun recuerdo la marca, Jockey

Club 100 mm. Son cosas que hasta el día de la fecha no se me olvidan. Los posteriores días, y cumpliendo con los días oficiales de visitas, martes y jueves visitaba a mi novia Patricia Mabel, recién ahora coloco su nombre, los pocos sábados que pasamos juntos, y en esa época se utilizaba las famosas juntadas que se hacían en casa de compañeros de colegio. Si mal no me falla la memoria, una de esas juntadas fue en casa de un compañero de ella, de apellido Cerdera, ahí por la calle Cereceto esquina Genaral Acha. Trate de disfrutar todo lo que mas podía, los días como civil temporario pasaban mas rápido que de lo costumbre. Día a día y el tiempo volaba. Se que mi cumpleaños numero veinte lo pase en casa, pero también sabia que cumpliendo años solo faltaban solamente diez días para emprender el regreso para terminar mi licencia y esperar lo que restara para cumplir con lo que el servicio militar obligatorio me imponía. Ya se iba terminando mi estadía, trate de disfrutar minuto a minuto, pero llego el día de mi partida de regreso para seguir cumpliendo con la patria, y ese es otro capitulo.

CAPITULO VIII DE VUELTA A MI SEGUNDA CASA Indudablemente, este será uno de los capítulos con mezcla de sentimientos. Por un lado, felices porque después de 30 años poco a poco nos fuimos re encontrando gracias a las redes sociales, y ya en un grupo consolidado, emprendimos el viaje a lo que fue nuestra segunda casa. Hogar que nos albergo por 365 días. Grande fue nuestra sorpresa, cuando pisamos después de 3 décadas nuestro batallón, encontramos todo destruido, parecía un batallón fantasma. Los abrazos entre todos entre llantos fue inmediato y todos en silencio, tratamos de recorrer todos los lugares. Desde nuestras compañías, hasta el querido casino de conscriptos (lugar de recreación nuestro) donde había una cantina. Que por lo general, el cantinero trabajaba muy bien los días en que la Armada nos daba nuestro sueldo. Ahí, disfrutábamos de unas gaseosas y sandwichs de mortadela y queso. Y los que fumábamos comprábamos los cigarrillos Particulares 30, que eran más conocidos como Infante Infante por su color verde. Eso sí, no recuerdo si en el batallón habían mosquitos,pero de seguro si habían, el aroma de ese tabaco los ahuyentaba.

Como dije al principio del capítulo, fue una sensación muy rara, muy de sentimientos desencontrados. Afortunadamente fuimos acompañados, por lo que en aquel entonces era

nuestro jefe, el Teniente de Fragata Juan Fernando Pendino, y como vivíamos de nostalgias y de recuerdos, le pedimos si podíamos entrar al Batallón marchando. El en ningún momento se negó, y de alguna manera, se siento reconfortado por qué sabía que en la década del 80 había realizado bien su tarea en formarnos y se sintió orgulloso por el sentido de pertenencia que teníamos al extinto batallón. A paso redoblado íbamos marchando, sin equivocarnos y recordando una tradición léxica que decía, “ no somos patos ni gallinas, somos infantes de marina”. Fue un momento único, luego vendrían otros momentos o deseos que teníamos en mente, y que gracias al apoyo de otros oficiales y sub oficiales complacieron nuestros deseos. Nunca pensamos que nuestras lagrimas, se convirtieran en contagiosas para estos oficiales y sub oficiales ya retirados. Si bien el paso de los años llenó nuestras cabelleras de hilos de plata, y nuestros rostros con marcados rasgos por el paso del año, estos queridos jefes, abrieron la caja de pandora y volvieron a sacar esos recuerdos. Cuando digo recuerdos me refiero a bailes, y no precisamente a danzar con música, sino a realizar movimientos que formarían nuestro temple. A órdenes que no nos gustaba, pero en un conjunto nos hicieron hombres con amor a la Patria, y amor a nuestra bandera. Simplemente todos teníamos una palabra en común para con ellos, y era Gracias…!, así que en este capítulo quiero decir nuevamente y no me cansare de decir Gracias al Capitán de Navío Juan Fernando Pendino, Capitán de Navío Carlos Ochoa, Capitán de Corbeta Luis Pacheco Uergo , Sub oficial Miguel Villareal, Sub oficial Edmundo Leyes, y no quiero dejar de lado al sub oficial Abraham que actualmente está en la fuerza de Infantería de Marina, que de alguna manera se integro muy bien a nuestros grupo, quedándose admirado por nuestra hermandad y sentido de pertenencia al BIAL.

CAPITULO IX EL NACIMIENTO DEL PELOTON BIAL

Como ya había comentado en capítulos anteriores, nuestro sentido de pertenencia era real. Pero para llegar a es sentido de pertenencia, primero se tenía que gestar. En el año 2013, Manuel Tripolone, y gracias a las redes sociales fue contactando a ex integrantes, al principio se aboco a la compañía comando, y los nombro por que fueron los que dieron el punta pie inicial a los que es hoy en día el Pelotón BIAL, Raúl Mercado, Raúl Callieris Daniel Molina, Fernando Martin, Rolando Tello, Manuel Tripolone, Marcelo Figuero. Víctor Palavecino y Ramon Ahumada y Omar Puebla, todos apoyados por el Capitán de Navío Juan Fernando Pendino. Quien desde un primer momento, se brindo el todo por el todo para sus ex conscriptos.

Luego de este primer re encuentro, nos propusimos a seguir buscando hermanos que la vida y la guerra nos regalo. No fue una tarea fácil, pero cuando uno siente que sus camaradas de armas , que vivieron los mismo que uno la tarea fue un poco mas fácil. Primero fueron algunos encuentros para formalizar y dejar marcado a fuego nuestras amistades. El gran participe y organizador fue el querido , el Flaco Mercado. Quien desinteresadamente ofreció su incipiente quincho, que luego se convertiría nuestro querido quincho del BIAL con sus innumerables reuniones, asados de por medio y testigos de la partida de queridos hermanos que dejaron su huella para partir al batallón celestial. El recordado Noño, el querido quirquincho y otros tantos mas. Pero hasta el día de hoy siempre seguirán presentes en nuestra memoria y nuestros corazones. Ya poco a poco y reuniéndonos de a poco fuimos organizando reuniones. Si mi memoria no me falla, una de

nuestras primeras reuniones fue para organizar o conmemorar el día de la infanteria de marina (19 de noviembre) por que de eso se trataba, de sentirnos conscriptos de infanteria de marina. Con el tiempo nuestro jefe y gran amigo Capitán de Navio Juan Fernando Pendino, nos saco el titulo de ex conscriptos y nos dejo un legado. Uds. Ya no son ex conscriptos y pasaron a ser Infantes de marina clase 62. Y reforzó su legado diciendo, han demostrado y han hecho sentir a la Armada Argentina orgullo. Entre tantas reuniones, decidimos tener dos reuniones oficiales, o de protocolo. Una de ellas es el 2 de abril, y la otra el 19 de noviembre dia de la infantería de marina. Claro, eso fue en teoría ya que nunca faltaron los motivos para seguir formando una fraternidad y una hermandad. Y por supuesto nunca faltaron los acontecimientos importantes , e ideas que fueron naciendo de cada uno de los integrantes. Nuestro primer destino, fue visitar y re encontrarnos con un camarada nuestro , que hacia tres décadas que no lo veíamos, y con las puertas abiertas nos recibió Omar Ramirez quien vive en Merlo , San Luis. Aun recuerdo ese día, habíamos llevado nuestras carpas y bolsas de rancho (bolsa de cubiertos y vaso) grande fue nuestra sorpresa al enterarnos que gracias a su posición económica nos brindo su hotel. Y no solo eso, no corrió con un freezer lleno de bebidas y nos lleno nuestros estómagos con abundante comida. Luego vendrían los conmemorativos festejos del 2 de abril, Mendoza, San Juan, y en todos ellos con todo el marco de respeto y protocolos para conmemorar a los 649 caídos en la gesta.

Asi fue transcurriendo el tiempo, nuevas metas íbamos planteando, organizando y cumpliendo los objetivos, hasta que en el año 2019, si bien no recuerdo el mes, un compañero de San Juan, me llamo por teléfono o por audio de una conocida red social y me dijo si quería ir a Rio Grande a la Base aero naval . Este amigo Walter Flores perteneciente a otro batallón, BIM 4 me comento que era muy lindo y emocionante pasar la vigilia del 2 de abril en Rio Grande. Yo, por mi condición

económica le agradecí, pero era un viaje imposible. Por mas emoción que sentiría regresar después de 37 años al lugar en donde viví hermosos y temerosos recuerdos. A mis espaldas, muy atentamente estaba mi esposa escuchando. Luego de finalizar la llamada, muy silenciosamente mi esposa se dirigió a otro sector de mi hogar, y me paso su tarjeta de crédito, y simplemente me dijo: compra el pasaje, yo te lo regalo. Sin decir nada, Sali a la vereda y me puse a llorar desconsoladamente. Luego que se me paso ese llanto que salió de mis entrañas, agarre el teléfono y entre palabras con llanto, me dirigí al grupo y no me salían palabras. Les dije como pude, hermanos, para el 2 de abril del 2020, el BIAL sera representado en la vigilia del 2 de abril. No podía contener mis lagrimas, mis palabras no salían de mi garganta. Muchos de mis hermanos, camaradas, no solo me felicitaron sino también, me dijeron: el infante nunca llora. Solo comparte sus alegrías. Y valla que las compartieron. Al día siguiente casi una veintena de hermanos ya habían sacado los vuelos para que juntos pudiéramos viajar. Es de publico conocimiento, que la pandemia nos jugo en contra. Tuvimos que esperar dos años para viajar, las empresas de turismo fueron a conveniencia de ellos re programando los vuelos. La gran mayoría, pudo viajar juntos en el 2021. En mi caso después de sufrir porque no me cambiaban el vuelo, pude viajar en junio del 2021. Viaje junto a Manuel Tripolone. Fue un viaje en donde pensamos vivir y sentir nostalgia. Sorpresa fue para ambos, cuando llegamos a la Base aero naval y recorrer los bunker (habitaciones bajo tierra) sentir una paz interior. Ninguno de nosotros se emociono. A pesar que nos adentramos en las oscuridades de ellas, y pisar nuevamente la turba (tierra con pasto y mojada). Volver a sentir el frio que te calaba los huesos. Y recordar las famosas alertas rojas ya que desde Rio Grande, se planificó todas las operaciones tácticas de la guerra. Fue impactante también desayunar y almorzar en la Base que nos hospedo, tener una charla amena con oficiales y sub oficiales, que si bien llevaban 30 años de servicio no sabían todo lo que habíamos vivido. La gente de Rio Grande, en cuanto veían las camperas que habíamos diseñado para el viaje, sin pedirlo ni mucho menos nos ofrecían, descuentos, taxis gratis y agradecimientos mutuos. El motivo el general, nos decían gracias por ser custodios de esta isla. Actualmente, los habitantes originarios del año 82 van desapareciendo, pero su agradecimiento va a seguir pasando de generación en generación.

Así, paso a paso fueron transcurriendo los eventos que uno planeaba, desde el reconocimiento que un Juez de la provincia de Mendoza realizó para con nosotros. Ya que vio que el gobierno nacional nos había sacado todos los honores, y valla a saber cual eran los motivos políticos. A este encuentro se vio enmarcado en el cuadragésimo aniversario de nuestra incorporación y llegada al BIAL . Y Se llamo encuentro Nacional de Infantes de marina, y luego de cuarenta años, nos re encontramos con hermanos que , justamente hacia cuarenta años que no nos veíamos. Desde distintas provincias de nuestra querida Argentina. Llegaron hermanos desde Rio Negro, Neuquén, San Luis, San Juan, Mendoza, Córdoba, Santiago del Estero. Este Sr. Juez, nos sorprendió con esta condecoración, y lo fundamental que lo hizo en nombre del pueblo Argentino. Dejando de lado toda su embestidura. No quiso que nadie se quedara con tan hermosa medalla, solo pidió que cuando fuese colocada en nuestro pecho, le hiciéramos el saludo uno ,ó sea la venia, saludo que militares hacen reverencia a un oficial. Nosotros accedimos con todo el honor que le correspondía.

Y los eventos y motivos continuaban, y uno de los mas importante, que en realidad fueron los dos del 2022 fue nuestro ultimo viaje a nuestro destruido batallón. Nuestro sueño fue siempre comer un asado en lo que fue nuestro comedor, y como siempre el Capitan Juan Fernando Pendino, fue nuestro ángel que abría caminos y podíamos cumplir nuestros sueños. En esta oportunidad, viajaron varios, que en otras ocasiones no pudieron viajar. Además, de su vuelta al batallón de nuestro querido Capitán de Corbeta Luis Pacheco Huergo. En esta ocasión, contamos con la gran colaboración del Sub oficial Abraham, que nos brindo todo el apoyo logístico junto a otros cabos en actividad. En esta oportunidad acondicionaron muy detalladamente nuestras habitaciones, poniendo a nuestra disposición absolutamente todo. Desde formaciones especiales, y volver a tener un fusil verdadero en nuestras manos para posar para las fotos. Y sentirnos tiradores en el simulador de tiro que posee la infantería de marina. Visitas guiadas al COIM (comando de la infantería de marina) que es un compilado o acondicionamiento de varios batallones en una sola base. Producto de los recortes que nuestra querida democracia realizó, y que comenzó con el pacto de olivos entre los ex Presidentes Raul Alfonsin y Carlos Menem. Y que sistemáticamente, los nuevos presidentes siguieron llevando a cabo. Pero ese es otro tema que no vale la pena volcar en este libro, por el motivo de que uno siente un amor incondicional por nuestra querida Armada. Que tanto valores nos inculcó, y nos formó como hermanos en fraternidad. Solo el que pudo tener la suerte de haber realizado el servicio militar obligatorio, sabe que sea la fuerza que sea, la hermandad es siempre la misma.

La última actividad, ademas de haber comido ese gran asado, pudimos ver flamear nuevamente nuestro pabellón nacional en lo que fue nuestra querida casa. Como fuimos un batallón de apoyo logístico, siempre teníamos a disposición ideas y mente ocupada para resolver los problemas que se nos planteaban. En una experiencia personal de uno de los integrantes, que tiene nombre y apellido, Omar Bellino, contó que luego de regresar al batallón, escondió una munición de guerra en un pequeño hueco de su lugar de trabajo, la enfermería. Solo el sabia el lugar en donde luego con el paso de su servicio militar, ese lugar fue sellado, por una cuestión de reforma que tubo enfermería. Su sueño, y creo que el de todos, era recuperar la munición. Era una parte de su historia, historia que hicimos parte nuestra. Desgraciadamente, con el paso de los años y destrucción total del batallón, ese lugar fue profanado. En una palabra destruido y esa munición nunca apareció. Fue una desilusión generalizada, que nos costo un tiempito poder aceptar la desaparición de una historia.

Ya para ir finalizando este capítulo, que de seguro quedaron en mis neuronas un sinfín de reuniones, y momentos de emociones, no quiero dejar de pasar de alto nuestro ultimo proyecto, o como siempre decimos, nuestra ultima misión del 2022. Y creo que fue lo mas importante y trascendente que realizamos, que fue una idea que nació del enfermero de nuestro batallón, nuestro hermano Omar Bellino, oriundo de Baldissera, en la provincia de Córdoba. Tuvo la brillante idea de hacer un memorial en su ciudad. Gracias a la buena predisposición de Juan Carlos Berrios, quien fue el que diseño el memorial, ademas de la colaboración del intendente del Baldissera y su cuerpo de concejales, el gran apoyo de ya de nuestro gran amigo y jefe Capitán de navio Juan Fernando Pendino, y el apoyo presencial del querido Capitán de Corbeta Pacheco , y

nuestro sub oficial Edmundo Leyes que se hizo participe junto a su esposa se llevo a cabo la misión. Un día muy agradable nos recibió el pueblo de Baldissera, el pueblo nos acogió como a sus hijos, y llegando de distintas partes de la Argentina, fuimos arribando. En esta ocasión, nos reunimos con nuestro camada Ponce de Leon, que hacia 40 años que no nos veíamos. Como siempre y por mas poco tiempo que no nos veíamos, siempre nos fundiamos en un abrazo. Aclaro que el anfitrion Omar Bellino, por mas que tenga un cuerpo exuberante y manos que se asemejan a unas maquinas de escribir, toda esa mole se veía debilitada con ese corazón de oro que tiene. No dejo nada librado ala azar. Junto a su esposa, e hijos, quienes colaboraron juntos, hicieron que todo saliera perfecto. Solo el clima del día de la inauguración, no nos acompaño, pero nadie le saco el pecho al frio y al viento, total…? Ya estabamos amigados con el frio y el viento. Eran nuestro aliado. Tanto escuela, como bomberos, personal del concejo deliberante y publico en general, se fueron agolpando para ser participes de este evento. Fotos y filmaciones dejaron grabados en los sistemas informáticos y celulares de todo lo acontecidos. Se pasó un fin de semana inolvidable. Desde los cuatro puntos cardinales, fuimos testigos de unas de las misiones mas dificil de cumplir. Un memorial, que de alguna manera tiene en resguardo, pertrechos usados en la guerra. Desde un porta cargador de municiones, un casco que como siempre nuestro Jefe Capitán de Navio Juan Fernado Pendino logro gestionar ante la Armada, una entrañable marmita (artefacto que sirve para comer con todos los utensilios) y como no pudimos gestionar un fusil FAL, por cuestiones de protocolo y seguridad, y gracias a la tecnología pudimos hacer una replica exacta en una impresora 3D. Están todos en una cripta con vidrio y que todo el mundo que pase por ese pueblo sera testigo de ese momento. Lo mas importante de todo, y por pedido del Sr. Intendente que se nombro ciudadano ilustre y custodio del memorial a Omar Bellino. Ya terminado el fin de semana, fuimos retornando en caravana a nuestros lugares de origen. NO sin abrazarnos y seguir cumpliendo nuestros pilares fundamentales, Hermandad, sentido de pertenencia y fraternidad.

CAPITULO X LA MIRADA Y PENSAMIENTOS DE NUESTROS PILARES En realidad, este capítulo lo iba a pasar de alto, pero en el último encuentro en Baldissera, mi jefe el Capitán Luis Pacheco lo acompaño su esposa. Y decidí dedicarle un capitulo a esos pilares que nos sostuvieron. Novias, esposas, madres e hijos. La gran mayoría de nosotros cuando comenzó nuestro camino hacia a la Armada, estábamos de novio. Nuestros jefes, por ser unos pocos años mayores, eran casados. Algunos solteros, mi vida como conscripto y estando de novio en este capítulo se verán representados la mayoría de mis camaradas. Esas novias que dejamos por un tiempo sin verlas sufrieron mucho. Nosotros también, pero ese sufrimiento se baso en la confianza y el acompañamiento. Motivo por el cual a la fecha, muchos de nosotros ya llevamos cumplidos más de 40 años juntos. No quiero olvidar a esas madres, quienes todas por igual sufrieron ese desarraigo de sus niños. Y esto me recuerda a un día de la madre, ya como civiles y con años encima se realizo un video motivacional para homenajear a nuestras madres. Sin pedirlo, en varios videos nuestras madres nos contaban sus experiencias vividas, tenían un denominador común. Con una frase que decía: Uds. También son mis hijos, algunos habíamos ya perdido a nuestras madres y esa frase, inundo nuestros corazones de orgullo y amor, sentíamos que habíamos formado una gran familia. Y la verdad que así fue, en varias ocasiones en algunos encuentros llamábamos mamá a una mujer que no era nuestra mamá biológica. Con el tiempo uno a uno fue perdiendo a nuestras madres, y el dolor de esos hijos adoptivos acompañaba con profundo dolor esa perdida. Otros de los pilares fundamentales fueron nuestros hijos. Y acá solo me referiré a mi experiencia vivida con mis hijos. Luego de terminada la guerra y producida mi baja y retornar a mi vida civil, en muchos años, creo que tal vez 4 décadas. Nunca me preguntaron sobre mis vivencias, de mis temores o alegrías en el cumplimiento de mi servicio militar. Y para festejar nuestro encuentro nacional en donde varios hermanos que la vida me regalo, y después de 40 años me volví a re encontrar con mis hermanos santiagueños. En nuestra primera etapa, antes de viajar hacia Mendoza lugar donde se realizaría el encuentro, decidimos almorzar en mi casa, junto a mi esposa e hijos. Fue el momento que entre bocados y bocados, mi hija menor Rocio, que en ese entonces tenía 20 años fue quien le pregunto vivencias a nuestro querido y hermano apodado, el mono hoyo temas sobre la guerra y el servicio militar. Juro que me sorprendió…!. Luego entre charlas entre nosotros, llegamos a la conclusión que lo hizo con él y no con mi persona, tal vez para no hacerme sentir mal, o tal vez pensaría que recordar esos momentos me traería malos recuerdos, y en su afán de no lastimarme aprovecho la oportunidad con un desconocido. Con esto concluye este libro que más que nada es mi autobiografía testimonial, esperando que haya sido de su agrado. Nosotros los que vivimos esta etapa, hasta el fin de nuestros días añoramos que el Servicio militar, vuelva….!

FIN

BIOGRAFIA Fernando Luis Martin. Nació y se crió en San Juan. Dedicado desde los 17 años al comercio, en el rubro librería. Nunca fue un escritor, pero si cada objetivo que propuso lo llevó a cabo. Con el pasar de los años, junto a su padre emprendieron una nueva empresa, la fabricación de boletos de colectivos en el año 2000. Luego en épocas en donde el capitalismo fue cruento, se quedó sin trabajo. Pero amigos, le tendieron una mano. Actualmente trabajando como delibery para laboratorios dentales. Y Además siempre fue un apasionado por la fotografía, y actualmente es un reconocido fotógrafo deportivo motor. Donde tiene miles de seguidores en sus redes sociales y grandes amistades con periodistas a nivel nación, como así también pilotos que compiten a nivel nacional en varias categorías. Haciendo el servicio militar obligatorio en el año 1982, le tocó participar en las acciones bélicas desarrolladas en las operaciones del atlántico sur, durante la guerra contra Gran Bretaña por la recuperación de las islas Malvinas. En virtud de esta experiencia, decidió publicar este libro testimonial. “MI BITACORA COMO INFANTE DE MARINA”, representa el debut como escritor. Este testimonial corto nace de las vivencias que vivió en el servicio militar obligatorio y dedicado especialmente para que las generaciones que no realizaron el servicio militar , sepan de que se trata.

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