Los atentados del 11 de septiembre de analizados por la prensa vernácula. Un estudio de tres diarios, durante cinco días

Trabajo de Integración Final Los atentados del 11 de septiembre de 2.001 analizados por la prensa vernácula. Un estudio de tres diarios, durante cinc

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Trabajo de Integración Final

Los atentados del 11 de septiembre de 2.001 analizados por la prensa vernácula. Un estudio de tres diarios, durante cinco días. UNIVERSIDAD DE PALERMO FACULTAD DE HUMANIDADES Y

CIENCIAS SOCIALES

Ary Ezequiel Gutman Licenciatura en Humanidades y Ciencias Sociales Orientación: Periodismo y Comunicación Especialización: Política Internacional

Diciembre 2003 1

Agradecimientos A mi familia, al claustro docente, directivos y personal de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad de Palermo. Especial mención para el Licenciado Luis Brajterman, la Lic. Elsa Zingmann y el Magíster Andrés Mombrú Ruggiero. Muchas gracias por estos años de enriquecimiento muy lícito en materia formativa de carácter y de aprendizaje intelectual.

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Índice Introducción

4

Capítulo I

7 7 7 7 19 20

Marco teórico

Hipótesis Teoría Metodología Documentos

Capítulo II

27 27 28 31 33 35 37 39 40 42 44 47 49 51 53 55 58 59 61 63 65 68 70 71 73 75 77 79 80 81

Extracción y análisis

C – Mi. 12 – p. 2 C – Mi. 12 – p. 20 C – Mi. 12 – p. 56 C – Ju. 13 – p. 18 C – Ju. 13 – p. 30 C – Ju. 13 – p. 18 C – Vi. 14 – p. 4 C – Sá. 15 – pp. 42-43 C – Do. 16 – p. 32 LN – Mi. 12 – p. 7 LN – Mi. 12 – p. 12 LN – Ju. 13 – p. 1-13 LN – Ju. 13 – p. 9 LN – Vi. 14 – p. 14 LN – Sá. 15 – p. 14 LN – Do. 16 – p. 10 LN – Do. 16 – p. 16 LN – Do. 16 – p. 9 P12 – Mi. 12 – pp. 19-20 P12 – Mi. 12 – p. 4 P12 – Mi. 12 – p. 6 P12 – Mi. 12 – p. 9 P12 – Ju. 13 – pp. 14-15 P12 – Vi. 14 – p. 3 P12 – Sá.15 – p. 5 P12 – Sá. 15 – p. 9 P12 – Do. 16 – p. 6 P12 – Do. 16 – p. 14-15

Capítulo III

84 84 91

Verificación de la hipótesis Conclusión

Bibliografía Anexo

Documentos de Clarín Documentos de La Nación Documentos de Página/12

3

93 94 94 107 120

Introducción Entre las nueve y las diez y cinco de la mañana, hora de Argentina, del martes 11 de septiembre de 2.001, se perpetraron en los Estados Unidos sucesivos atentados terroristas, cuyo elemento de mayor dramatismo resultó ser el derrumbamiento del complejo edilicio denominado World Trade Center, popularmente conocido como “Torres Gemelas”. La repercusión mundial a partir de tales acciones se vio reflejada en numerosos ámbitos, y no es incumbencia de este trabajo indagar en todos los aspectos plausibles de ser contemplados. Es evidente que tal enfoque es imposible. Nos limitaremos al desarrollo de un análisis de las columnas de opinión, sobre el particular, en tres matutinos de la prensa local. Durante los cinco días posteriores a los ataques, el tema estuvo siempre en la tapa de los diarios que supimos conseguir, ocupando el principal titular, aunque el tratamiento haya ido variando conforme se sucedían diversas reacciones, tanto en los EE.UU. como fuera de allí. En cualquier caso, no será ese el centro de nuestra investigación. Dentro de los cuerpos principales de los periódicos, y en los diversos suplementos que estos traen, los atentados fueron vistos desde infinidad de ángulos

distintos;

posibles

respuestas

político-militares,

consecuencias

económicas, debates arquitectónicos e incluso mentadas predicciones tanto en películas como en obras de corte astrológico. Entre tanta maraña de textos, acotar el objeto de investigación se volvió una necesidad urgente e ineludible. Así, nuestro trabajo se remitirá, con exclusividad, a los artículos citados (las columnas de opinión) de las secciones internacionales (o como se denominen, dependiendo el matutino) en Clarín, La

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Nación y Página/12 según las ediciones que van desde el miércoles 12 de septiembre hasta el domingo 16 del mismo mes del año 2.001. El estudio se circunscribe a autores argentinos, que sean redactores permanentes de los diarios denominados y sólo se tomarán en cuenta los artículos claramente identificados como “de opinión”. En cualquier caso, las justificaciones pormenorizadas se hallan en la sección Documentos del Capítulo I. Asimismo, el porqué se escogió esos productos editoriales está justificado en la misma sección. El presente trabajo de investigación no pretende más que verificar si los tópicos tratados en dichas columnas responden al concepto presentado por Eliseo Verón de dimensión; desplazándose, en el correr de las notas y los días, hacia nuevos niveles de elaboración que los aleja del punto de partida. Para ello, se utilizó un corpus teórico que incluye a varios autores, lo cual está documentado y desarrollado en la sección Teoría del primer capítulo. Además, y

siguiendo

a

Elisabeth

Noelle-Neumann,

buscaremos

una

posible

homogeneización de la opinión vertida a partir de la desaparición de voces discordantes. De acuerdo a la orientación del trabajo, resulta pertinente aclarar que el análisis propuesto goza de un considerable recorrido histórico. Esto es, la crítica de publicaciones periódicas puede rastrearse en bulas de la Iglesia, según consta en los capítulos tercero y cuarto de “Historia y comunicación social”, escrito por el recientemente fallecido Manuel Vázquez Montalbán, hasta tan lejos como el siglo XVI. Si bien es cierto que este trabajo de investigación mucho diferirá de la observación que podría efectuar la sacrosanta institución, desde allí surgen las raíces del mismo. Creemos, junto con Van Dijk que “el análisis del discurso es una disciplina interdisciplinaria. Se interesa asimismo por el análisis de los

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diferentes contextos del discurso, es decir, por los procesos cognitivos de la producción y la recepción y por las dimensiones socioculturales del uso del lenguaje y la comunicación” (Van Dijk, 1996, p. 14). Con esto queremos destacar que nuestro trabajo se desarrollará, precisamente, dentro de un marco que extrae material de diversos teóricos con el objetivo de lograr su cometido. Para finalizar esta introducción al tema, he aquí una cita del inicio del capítulo decimotercero de “Medios populares de comunicación”: “Aun antes de que hubiera periódicos, los críticos censuraban a los autores de las baladas que eran los periodistas de la Inglaterra del siglo XVI. En 1591 un crítico observaba, no sin mal humor que ‘no se podía asomar la cara a la calle sin tener que habérselas con un cronista de medio penique’. Un año después, otro crítico decía: Un buen número de jóvenes que detestan el trabajo honrado y las labores honestas, se dedican a vagabundear y a llevar una vida de vicios en ciudades y villas del reino, cantando baladas y vendiéndolas junto con hojas sueltas llenas de injuriosa vanidad” (Peterson, 1967, p. 293).

Por supuesto, no es esa la opinión sobre los periodistas que prima en el autor del presente estudio.

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Capítulo I Marco teórico Este capítulo presenta la hipótesis a contrastar y, además, da cuenta de los conceptos que serán utilizados en el trabajo, justificando su aplicación y elección.

Asimismo,

la

metodología

a

emplear

es

aquí

analizada

y

fundamentada, junto a la documentación, objeto principal de estudio de nuestro proyecto. Visto que las herramientas teóricas elegidas son el fruto de un complejo razonamiento por parte de los autores seleccionados, la trascripción resulta indispensable para encuadrar sus pensamientos.

Hipótesis Intentaremos demostrar que las columnas de opinión no escapan a la práctica de tratamiento en niveles de generalización o dimensiones, según denomina Eliseo Verón al alejamiento del punto de partida del acontecimiento. Además, y en un segundo lugar en importancia, buscaremos ver si la espiral de silencio, propuesta por Elisabeth Noelle-Neumann, logra hacer confluir las opiniones, acallando las voces discordantes.

Teoría El presente trabajo de investigación habrá de utilizar, entre otros, el concepto de dimensión, expuesto en “Construir el acontecimiento” (Verón, 1987), desde una óptica que no es la originalmente propuesta por el semiólogo argentino radicado en Francia. Eliseo Verón tipificó titulares y textos noticiosos, junto a las fotografías, cuando se ocupó de la prensa escrita en su obra, mas nunca apuntó a

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columnas de opinión. Nosotros sí lo haremos. Pero ya llegaremos a ese punto; antes, he aquí como Verón define su concepto: “Si la mayoría de los títulos permiten identificar el acontecimiento, otros como ‘El delicioso escalofrío del riesgo nuclear’ se alejan deliberadamente de él. Esto nos lleva a plantear el problema de los niveles de generalización en la construcción del acontecimiento. Se distinguirán cinco niveles de referenciación. Al primero1 corresponden los fragmentos de discurso que designan acontecimientos singulares, puntuales, que se sitúan debajo de los componentes de ‘A’2. Por ello siempre se requerirán varios objetos del nivel 1 para construir un componente del acontecimiento. Al segundo nivel corresponden los fragmentos de discurso que designan ya sea a ‘A’, ya sea a sus componentes, cuando se considera a cada uno de estos últimos en términos generales. En este segundo nivel se inserta el modelo que construimos para definir a ‘A’ y sus componentes humano o técnico. Este modelo no considera más que el primero los modos de tratamiento técnico o no técnico; sólo trata de delimitar los niveles de especificidad o de generalización en relación al acontecimiento. El tercer nivel corresponde al relacionamiento narrativo de los objetos construidos. Así, se podrán tener tres tipos de relaciones narrativas: entre objetos de nivel 1, entre objetos de nivel 2, o entre objetos que pertenezcan respectivamente a los niveles 1 y 2. Ejemplo de relacionamiento entre objetos de nivel 1: Evacuación de los niños y las mujeres embarazadas, luego de la nueva fuga radiactiva en la central nuclear de TMI. Ejemplo de relacionamiento entre objetos de nivel 2: Las negritas son mías. “A” es acontecimiento, y hace referencia al método de análisis propuesto por Verón, para diferenciarlos de las “C”, consecuencias. De acuerdo con Verón, así deben ser divididas las noticias para luego poder encuadrarlas bajo alguno de los niveles por él propuesto.

1 2

8

Se declaró el alerta tres horas después del comienzo del accidente. Ejemplo de relacionamiento entre un objeto de nivel 2 y un objeto de nivel 1: El miedo atómico los hizo huir + foto de una mujer con un niño en sus brazos. En el nivel 4 aparece la construcción de relaciones entre los componentes (es decir entre los objetos de nivel 2, o bien entre un objeto de nivel 2 y un objeto que no forma parte del acontecimiento), poniendo en evidencia un contenido semántico específico a la relación. Ejemplo de construcción del contenido de la relación entre dos objetos de nivel 2: El accidente nuclear de Pensilvania tomó desprevenidos a técnicos y autoridades. Ejemplo de construcción del contenido de la relación entre un objeto de nivel 2 y un objeto que no forma parte de ‘A’: El accidente no podía caerle peor a la industria nuclear estadounidense. Por último, los fragmentos del discurso completamente alejados de ‘A’, como ‘El delicioso escalofrío del riesgo nuclear’, constituyen el quinto nivel” (Verón, 1987, pp. 106-108)

De esta manera, buscaremos en nuestra investigación como los columnistas se alejan del nivel primario, que en nuestro caso, tratándose de un análisis discursivo, referirá a las propuestas de los periodistas, tomando como base el día uno, miércoles 12 de septiembre de 2.001 y el artículo del jefe de redacción o responsable máximo, según corresponda. Con el objetivo de analizar artículos que no son eminentemente informativos, como los tomados por Verón, resultaba necesario encontrar un marco de contención teórica para el traspaso propuesto. Así, siguiendo el trabajo intitulado “La noticia como discurso” (Van Dijk, 1996), nos vemos casi satisfechos. El semiólogo holandés, en dicha obra, reclama la necesidad de crear

una

“macrosemántica”

que

le

permitiera

ideológicamente propuesto en las noticias. A saber: 9

dar

cuenta

de

lo

“Ahora nos es posible caracterizar tres aspectos principales del discurso: las formas de la oración, los significados y los actos de habla. En realidad, una teoría del lenguaje intenta básicamente realizar las descripciones de estos tres componentes y de sus interrelaciones. No obstante, existen otros aspectos del discurso que no pueden definirse simplemente en términos de la

sintaxis,

la

semántica

o

la

pragmática,

tal

como

se

aplican

principalmente a las oraciones aisladas. Es decir, parece que operamos solamente sobre lo que puede denominarse un micronivel de la descripción: sonidos, palabras, modelos de oración y sus significados. También necesitamos una descripción de un nivel más comprehensivo, global, es decir, de la totalidad de las partes del discurso, o de los discursos completos. Por ejemplo, se dice usualmente que los discursos poseen un tema o asunto y que su aspecto semántico no puede explicarse simplemente en términos de la semántica de oraciones aisladas. Así, necesitamos de un cierto tipo de macrosemántica, que considere estos significado globales con el fin de permitimos describir los significados de párrafos, apartados o capítulos completos del discurso escrito.3 […] Estas formas

esquemáticas

totalizadoras

se

llenan

con

los

significados

macroestructurales totales o temas de un discurso. La categoría de titular en un discurso periodístico, por lo tanto, es sólo una forma vacía, en la cual

podemos

insertar

diferentes

significados

(mientras

que

este

significado es un tema o resumen del significado del texto completo).” (Van Dijk, 1996, p. 48)

Es en esta cita donde Teun Van Dijk no sólo propone esa creación teórica, sino que además la reclama. Ahora bien, su marcado estructuralismo, lo lleva a perder de vista el elemento ideológico que nosotros precisamos. Esto resulta tan evidente que el semiólogo holandés atribuye a los titulares esa

3

Las bastardillas son mías.

10

capacidad de generar la carga ideológica, en desmedro del texto corrido. Por esto, su propuesta resulta insuficiente para el análisis por nosotros pretendido. En la siguiente trascripción se puede ver más claramente aquello que hemos mencionado: “La noción de macroestructura semántica ha sido utilizada para explicitar la noción familiar del asunto o tema que cubre una información periodística. Las macroestructuras y los procesos cognitivos sobre los que se basan son cruciales para las informaciones periodísticas, así como para su producción y comprensión: definen la esencia, el resultado o la información más importante de la información periodística4. Más que en cualquier otro tipo de texto, las macroestructuras se expresan explícitamente en la información periodística, mediante titulares y encabezamientos. Dado que también dependen del conocimiento del mundo, de las opiniones y de las actitudes (después de todo, lo importante está ideológicamente unido), las macroestructuras y sus expresiones -por ejemplo, en los titulares- pueden ser subjetivas y tendenciosas. Un análisis explícito de la organización temática de las informaciones periodísticas, en forma de reglas macroestructurales de inferencia o reducción, nos permite confirmar estas desviaciones, por ejemplo cuando los temas de bajo nivel ascienden de grado hasta alcanzar los temas principales e incluso llegan a expresarse en los titulares, o a la inversa. En otras palabras, la definición de la situación tal como la proporciona la macroestructura temática de un reportaje periodístico puede ser muy diferente de ciertas definiciones alternativas. Las macroestructuras, por lo tanto, están sistemáticamente relacionadas con las restricciones y las condiciones

de

la

producción

periodística:

los

resúmenes

de

acontecimientos informativos aparecen por todas partes durante la fabricación de la noticia, como en parte ya hemos visto.

4

Las bastardillas son mías.

11

Por último, las estructuras periodísticas de diferentes niveles pueden adquirir

una

dimensión

retórica.

Ciertas

estructuras

especiales

o

principios organizativos (identidad, permutación, supresión o adición) pueden operar sobre los sonidos, el orden de las palabras o los significados, a fin de proporcionarles más relieve y, en consecuencia, más poder de evocación y efectividad. Si bien, como ya hemos visto, el discurso no es -ni en principio ni en su intención- persuasivo, bien puede tener una dimensión persuasiva en un sentido más indirecto: incluso aunque no argumente a favor de una posición u opinión, ciertamente las presupone, por la definición de su inserción social y, por lo tanto, ideológica. Pero, incluso profesionalmente hablando, un reportaje periodístico tiene que evidenciar su credibilidad y, por lo tanto, exhibir sus pretensiones de verdad. El aspecto retórico principal de la noticia, en consecuencia, es la utilización característica del juego de las cifras. Mediante la señalización de la precisión o la exactitud, estas cifras de la información periodística subrayan retóricamente su efectividad: como las estadísticas en una publicación académica” (Van Dijk, 1996, pp. 253-254)

Si bien Van Dijk atribuye una carga ideológica, no es lo suficientemente consistente. Hay que tener en cuenta, también, que él tiene por objeto de estudio las noticias propiamente dichas y no las columnas de opinión. Pero es precisamente por este motivo que nos hace falta algo más. El reclamo de esa “macrosemántica”

extractora

de

carga

intencional

no

puede

ser

cumplimentado solamente con sus proposiciones. Antes bien, y como veremos en la sección Documentos más detenidamente, resulta una desviación el hecho de que los titulares concentren una intención probablemente diversa de aquella que cualquier lector podría obtener sin los mismos. Tal afirmación puede leerse en el último párrafo de la primera cita de Van Dijk en esta sección. 12

El autor que nos proporciona la salida a este laberinto estructural es el ruso Mijaíl Mijáilovich Bajtín. Gracias a su formulación del concepto de enunciado, es que podremos darle forma a la extracción macrosemántica propuesta por Van Dijk. Visto que entre las características de los enunciados se encuentra, explícitamente, el de tener intención ideológica, nuestro reclamo de una herramienta conceptual que nos permita analizar los documentos se ha colmado. Para comenzar a comprender porqué Bajtín sacia nuestro pedido, habrá que transcribirlo. Nadie mejor que él mismo podría explicarlo. En primer término, estableceremos la vacuidad de la oración como unidad de análisis: “La oración como unidad de la lengua carece de todos esos atributos: no se delimita por el cambio de los sujetos discursivos, no tienen un contacto inmediato con la realidad (con la situación extraverbal) ni tampoco se relaciona de una manera directa con los enunciados ajenos; no posee una plenitud del sentido ni una capacidad de determinar directamente la postura de la respuesta del otro hablante, es decir, no provoca una respuesta. La oración como unidad de la lengua tiene una naturaleza gramatical, límites gramaticales, conclusividad y unidad gramaticales […] El cambio de los sujetos discursivos (hablantes) que determina los límites del enunciado se presenta en el diálogo con una claridad excepcional. Pero en otras esferas de la comunicación discursiva, incluso en la comunicación cultural complejamente organizada (científica y artística), la naturaleza de los límites del enunciado es la misma” (Bajtín, 1997, pp. 263-264)

A partir del cambio de orientación es que se sigue su justificación hacia el enunciado como pieza fundamental del análisis discursivo. Lo que sigue es la descripción teórica del enunciado, sus límites y características:

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“Este carácter de una totalidad conclusa propia del enunciado, que asegura la posibilidad de una respuesta (o de una compresión tácita), se determina por tres momentos o factores que se relacionan entre sí, en la totalidad orgánica del enunciado: 1) el sentido del objeto del enunciado, agotado; 2) el enunciado se determina por la intencionalidad discursiva, o la voluntad discursiva del hablante5; 3) el enunciado posee formas típicas, genéricas y estructurales, de conclusión […] Este agotamiento del sentido puede ser casi completo en algunas esferas cotidianas, […] en ciertas esferas oficiales, en las órdenes militares o industriales; es decir, allí donde los géneros discursivos tienen un carácter estandarizado al máximo y donde está ausente el momento creativo casi por completo. En las esferas de creación (sobre todo científica), por el contrario, sólo es posible un grado muy relativo de agotamiento del sentido. En cada enunciado, desde una réplica cotidiana que consiste en una sola palabra hasta complejas obras científicas o literarias, podemos abarcar, entender, sentir la intención discursiva, o la voluntad discursiva del hablante, que determina todo el enunciado, su volumen, sus límites. Nos imaginamos qué es lo que quiere decir el hablante, y es mediante esta intención o voluntad discursiva (según la interpretamos) como medimos el grado de conclusividad del enunciado. La intención determina tanto la misma

elección

del

objeto

(en

determinadas

condiciones

de

la

comunicación discursiva, en relación con los enunciados anteriores) como sus límites y su capacidad de agotar el sentido del objeto. También determina, por supuesto, la elección de la forma genérica en lo que se volverá el enunciado (el tercer factor, que trataremos más adelante). La intención, que es el momento subjetivo del enunciado, forma una unidad indisoluble con el aspecto del sentido del objeto, limitando a este último, vinculándola a una situación concreta y única de la comunicación 5

Las bastardillas son mías.

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discursiva, con todas sus circunstancias individuales, con los participantes en persona y con sus enunciados anteriores6. […] Pasemos al tercer factor, […] las formas genéricas estables del enunciado. La voluntad discursiva del hablante se realiza ante todo en la elección de un género discursivo determinado. La elección se define por la especificidad de una esfera discursiva dada, por las consideraciones del sentido del objeto o temáticas, por la situación concreta de la comunicación discursiva, por los participantes de la comunicación, etc.” (Bajtín, 1997, pp. 266-267)

El cambio, en comparación con las teorías anteriores, con el que Bajtín nos introduce al enunciado, decanta en los géneros discursivos. Para el teórico ruso, esta descripción que realiza de los géneros, dividiéndolos en primarios y secundarios, no resulta tan importante como lo expresado al final de la cita. Esto es, la conexión entre el enunciado y la vida misma, al romper con un formalismo impropio de los seres humanos al establecer comunicaciones. Entonces, como sigue: “De ninguna manera se debe subestimar la extrema heterogeneidad de los géneros discursivos y la consiguiente dificultad de definición de la naturaleza común de los enunciados. Sobre todo hay que prestar atención a la diferencia, sumamente

importante, entre géneros discursivos

primarios (simples) y secundarios (complejos); tal diferencia no es funcional. Los géneros discursivos, secundarios (complejos) -a saber, novelas, dramas, investigaciones científicas de toda clase, grandes géneros periodísticos7, etc.- surgen en condiciones de la comunicación cultural más compleja, relativamente más desarrollada y organizada, principalmente escrita: comunicación artística, científica, sociopolítica, etc. En el proceso de su formación estos géneros absorben y reelaboran diversos géneros

6 7

Las bastardillas son mías. Las bastardillas son mías.

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primarios (simples) constituidos en la comunicación discursiva inmediata. Los géneros primarios que forman parte de los géneros complejos se transforman dentro de estos últimos y adquieren un carácter especial: pierden su relación inmediata con la realidad y con los enunciados reales de otros, por ejemplo, las réplicas de un diálogo cotidiano o las cartas dentro de una novela, conservando su forma y su importancia cotidiana tan sólo como partes del contenido de la novela, participan de la realidad tan sólo a través de la totalidad de la novela, es decir, como acontecimiento artístico y no como suceso de la vida cotidiana. La novela en su totalidad es un enunciado, igual que las réplicas de un diálogo cotidiano o una carta particular (todos poseen una naturaleza común), pero, a diferencia de éstas, aquello es un enunciado secundario (complejo). La diferencia entre los géneros primarios y los secundarios (ideológicos) es extremadamente grande y es de fondo; sin embargo, por lo mismo la naturaleza del enunciado debe ser descubierta y determinada mediante un análisis de ambos tipos; únicamente bajo esta condición la definición se adecuaría a la naturaleza complicada y profunda del enunciado y abarcaría sus aspectos más importantes. La orientación unilateral hacia los géneros primarios lleva ineludiblemente a una vulgarización de todo el problema

(el

caso

extremo

de

tal

vulgarización

es

la

lingüística

behaviorista). La misma correlación entre los géneros primarios y secundarios, y el proceso de la formación histórica de éstos, proyectan luz sobre la naturaleza del enunciado (y ante todo sobre el complejo problema de la relación mutua entre el lenguaje y la ideología o visión del mundo). EI estudio de la naturaleza del enunciado y de la diversidad de las formas genéricas de los enunciados en diferentes esferas de la actividad humana tiene una enorme importancia para casi todas las esferas de la lingüística y la filología. Porque toda investigación acerca de un material lingüístico concreto (historia de la lengua, gramática normativa, composición de toda clase de diccionarios, estilística, etc.) inevitablemente tiene que ver con

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enunciados concretos (escritos y orales) relacionados con diferentes esferas de la actividad humana y de la comunicación; estos enunciados pueden ser crónicas, contratos, textos legislativos, oficios burocráticos, diversos géneros literarios, científicos o periodísticos, cartas particulares y oficiales,

réplicas

de

un

diálogo

cotidiano

(en

sus

múltiples

manifestaciones), etc., y de allí los investigadores obtienen los hechos lingüísticos necesarios. Una noción clara acerca de la naturaleza del enunciado en general y de las particularidades de diversos tipos de enunciados, tanto primarios como secundarios, o sea de diferentes géneros discursivos, es necesaria, según nuestra opinión, en cualquiera orientación específica del enunciado. El menosprecio de la naturaleza del enunciado y la indiferencia frente a los detalles de los aspectos genéricos del discurso llevan, en cualquier esfera de la investigación lingüística, al formalismo y a una

abstracción

excesiva,

desvirtúan

el

carácter

histórico

de

la

investigación, debilitan el vínculo del lenguaje con la vida. Porque el lenguaje participa en la vida a través de los enunciados concretos que lo realizan, así como la vida participa del lenguaje a través de los enunciados. El enunciado es núcleo problemático de extrema importancia8.” (Bajtín, 1997, pp. 250-251).

Con esto, ya tenemos los elementos necesarios para adentrarnos en el análisis documental en función de la primera parte de la hipótesis. Sin embargo, nos falta la segunda parte. La investigadora alemana, Elisabeth Noelle-Neumann, en su reveladora obra “La espiral del silencio”, postula una teoría sobre la homogeneización de las opiniones basada en el temor al aislamiento social. Según ella misma escribe: “Con la ayuda de las seis preguntas enumeradas más arriba podemos diseñar estudios de caso y realizar predicciones. En un tema como la

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Las bastardillas son mías.

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energía nuclear, en el que hay una clara toma de postura de los medios de comunicación y un fuerte componente moral relativo a la seguridad de las generaciones futuras, cabe esperar que los que se oponen a la energía nuclear estén más dispuestos a expresarse en público y parezcan más fuertes en el clima de opinión que los que están a favor […] Sólo cuando los partidarios han quedado reducidos a un núcleo duro puede esperarse que demuestren una mayor voluntad de hablar en público que los oponentes. […] ¿Qué teoría subyace tras el análisis de este estudio de caso? La teoría de la espiral del silencio se apoya en el supuesto de que la sociedad -y no sólo los grupos en que los miembros se conocen mutuamenteamenaza con el aislamiento y la exclusión a los individuos que se desvían del consenso9. Los individuos, por su parte, tienen un miedo en gran medida

subconsciente

al

aislamiento,

probablemente

determinado

genéticamente. Este miedo al aislamiento hace que la gente intente comprobar constantemente qué opiniones y modos de comportamiento son aprobados o desaprobados en su medio, y qué opiniones y formas de comportamiento están ganando o perdiendo fuerza. La teoría postula la existencia de un sentido cuasiestadístico que permite realizar esas estimaciones.

Los

resultados

de

sus

estimaciones

influyen

en

la

inclinación de la gente a expresarse, así como en su comportamiento en general. Si la gente cree que su opinión forma parte de un consenso, se expresa

con

confianza

en

conversaciones

públicas

y

privadas,

manifestando sus convicciones con pins y pegatinas, por ejemplo, pero también mediante la ropa que visten y otros símbolos públicamente perceptibles. Y, a la inversa, cuando la gente se siente en minoría se vuelve precavida y silenciosa, reforzando así la impresión de debilidad, hasta que el bando aparentemente más débil desaparece quedando sólo un núcleo duro que se aferra a sus valores anteriores, o hasta que la opinión se convierte en tabú. 9

Las bastardillas son mías.

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Es difícil verificar la teoría porque se basa en cuatro supuestos diferentes, así como en un quinto supuesto sobre la relación entre los cuatro primeros.

Los cuatro supuestos son: •

La sociedad amenaza a los individuos desviados con el aislamiento.



Los individuos experimentan un continuo miedo al aislamiento.



Este miedo al aislamiento hace que los individuos intenten evaluar continuamente el clima de opinión.



Los resultados de esta evaluación influyen en el comportamiento en público, especialmente en la expresión pública o el ocultamiento de las opiniones.

El quinto supuesto afirma que los anteriores están relacionados entre sí, lo que proporciona una explicación de la formación, el mantenimiento y la modificación de la opinión pública.” (Noelle-Neumann, 1995, pp. 259-260)

Esta teoría, que como ella misma afirma en numerosos pasajes de su obra, es difícil de probar, nos servirá para buscar la probable unificación ideológica, según propone.

Metodología El procedimiento a aplicar será el de extraer las ideas principales de cada uno de los 28 documentos a analizar, a partir de tomar sus enunciados, literal o figurativamente. Es decir, se buscará la intención propuesta por los autores. No sólo se observará qué están diciendo, también se verá qué es lo que están implicando. Sin embargo, no nos importarán los estilos, ni las construcciones argumentativas, es decir, las estructuras.

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Posteriormente, se tipificará según los niveles caracterizados por Verón, según se aplique, para cada uno de los periódicos por separado. Es decir, se buscará en Clarín el corrimiento dimensional conforme transcurrieron los días, lo mismo en los otros dos matutinos. A pesar de ello, resulta clave aclarar que no utilizaremos cinco niveles, sino tres. A saber: •

El

nivel

1

situará

los

enunciados

que

no escapan de aquellos

mencionados en la Base (artículo del jefe de área o responsable máximo del primer día de análisis). Se corresponde con el nivel 1 de Verón. •

El nivel 2 corresponderá al nivel 4 de Verón, esto es, a la reelaboración de ideas mencionadas en la Base, trayendo, también, elementos externos.



El nivel 3, se corresponde con el 5 de Verón y hace referencia a los enunciados que distan completamente de los mencionados o analizados en la Base. En cambio, el análisis transversal de todos los diarios en acuerdo a la

fecha, servirá para contrastar la teoría de Noelle-Neumann, donde buscaremos corroborar una unificación de posiciones.

Documentos Los documentos a analizar, como mencionamos antes, serán los textos corridos de las columnas de opinión, claramente identificados como tales, en la sección de “Internacionales”, dejando de lado los titulares, volantas y bajadas. En este punto, nos aferramos a lo siguiente: “Empíricamente hablando, los significados se asignan a los textos en los procesos de la interpretación por los usuarios del lenguaje. Tienen una naturaleza cognitiva. Lo mismo es cierto para las macroestructuras. Las personas asignan un tema a un texto, y estos procesos son una parte constituyente del entendimiento. […] Después de todo, los distintos

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usuarios del lenguaje pueden encontrar información diferente en el texto más importante y, en consecuencia, es de suponer la existencia de resúmenes levemente diferentes de un texto dado.” (Van Dijk, 1996, p. 58)

Por ese motivo, y lo mismo puede leerse en la sección Teoría, dejamos lo aledaño de lado. En lo concerniente a los matutinos elegidos, las razones están dadas porque esos tres periódicos, Clarín, La Nación y Página/12, eran los tres que más cantidad de líneas les dedicaban a los temas internacionales y que mayor número de profesionales tenían abocados a ese menester, desde antes que ocurrieran los atentados. La elección de autores nacionales, miembros permanentes del plantel de redacción, no es azarosa. Tiene su justificación en el tratamiento que seguiremos para estudiar los discursos. Esto es, la repetición de firmas, facilita el análisis en vistas de la hipótesis a demostrar. En los únicos casos que no es así; es decir, que aparecen columnistas no abocados a la sección “Internacional” (o el nombre que tenga), se da por casos muy especiales, como puede ser un artículo del secretario general de redacción o para contrastar, posteriormente, con la teoría de la espiral del silencio, si se trata de un reconocido colaborador. Además, como veremos si las opiniones de los secretarios de redacción marcan, o no, líneas de conducta dentro de los mismos periódicos, su impronta sólo puede ser cotejada sobre miembros de la planta estable. Por último, los suplementos especiales tampoco se tomaron en cuenta, puesto

que

en

demasiadas

oportunidades

participan

de

los

mismos

colaboradores que no forman parte del plantel de redacción estable. Todos los documentos pueden consultarse en el Anexo.

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Acerca del tipo de artículo que hemos seleccionado, he aquí dos definiciones: “El artículo periodístico revela la estructura de la información como capaz de producir símbolos. Asume, pues, la metáfora informativa y periodística como una de las pocas formas que le quedan al profesional para decir cosas nuevas, o al menos, cosas personales, en sentido ameno y proyectivo. La subjetividad es la última de las categorías de la comprensión y no la primera que, como dijimos, es la alteridad. El artículo es la expresión estructurada por excelencia de la información personalizada, con firma y sello, e impronta individual, irrepetible e irrenunciable. Se asume la experiencia general de lo noticioso para ser transmitido a través de una experiencia personal, donde la intimidad y confidencia desea resumirse en mucha clase, mucha observación, mucha cultura y mucha sensibilidad. El objetivo, que nos revela la estructura informativa y periodística del artículo, es la reflexión. Se pretende motivar una reflexión (actual o actualizable, es decir, traducida o traducible), además de producir una deleitación formal y de tono. Así como los atenienses iban al teatro para oír un buen discurso, algunos lectores acuden al artículo periodístico para encontrar algo bien hecho y bien dicho. Claro, sencillo, natural, directo, ameno, y, si es posible, también breve, además de exacto. Lo importante del artículo es el enfoque y el tono personal, la elegancia sin artificio, que vaya directamente a la idea (que las palabras nos lleven a lo que queremos decir, sin paradas inútiles). Hay que penetrar ideas. Educador, pero no profesor engolado, el articulista debe llegar a la benevolencia y tolerancia, mediante la gracia y la amenidad.” (SánchezBravo Cenjor, 1992, p.178)

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Las consideraciones de Antonio Sánchez-Bravo Cenjor serán revisadas en poca medida, teniendo en cuenta que no nos importarán tanto los estilos ni las formas argumentativas de los columnistas. Es en la tan mentada claridad expositiva y al hecho de “penetrar ideas” donde nos enfocaremos. Otra autora se refiere así a los artículos de opinión: “Es éste (el artículo de fondo) un género periodístico opinativo (sic) que se escribe con el propósito de interpretar los acontecimientos de la comunidad, del país y del extranjero, que al mismo tiempo señala la importancia que tales sucesos tienen dentro del momento histórico, así como las posibles consecuencias sociales, económicas, y políticas que de ellos se derivan. Al igual que el editorial, el artículo de fondo se escribe con el objeto de ilustrar al público, sólo que en este caso ya no es la institución la que se manifiesta, sino que es el periodista quien hace la interpretación de los acontecimientos, con la intención de provocar una opinión en el público. Así, mediante sus juicios y comentarios el articulista expresa su punto de vista, y en ocasiones incluso solicita algún comportamiento específico por parte del público. De acuerdo con estas consideraciones, el artículo de fondo es el género periodístico que de manera personal informa e interpreta los acontecimientos, y establece alguna tesis o doctrina. Desde el punto de vista periodístico, existen dos tipos de articulistas: los periodistas profesionales y los colaboradores, que son especialistas que tienen una profesión distinta del periodismo. En cuanto a las fuentes, los periodistas profesionales obtienen la información a través del contacto personal con las fuentes vivas de información, y también la recaban mediante el estudio bibliográfico y documental constante. Sus juicios están basados en el conocimiento que tienen del asunto en cuestión y de la experiencia que la misma profesión les provee.

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Los colaboradores, en cambio, son especialistas en la materia acerca de la cual escriben —economía, política, jurisprudencia, psicología, medicina, sociología, etc.—, y por lo mismo son autoridades en el tema. La interpretación y el enjuiciamiento que llevan a cabo se sustenta en los estudios específicos que hayan realizado […]

Clasificación Los artículos de fondo pueden clasificarse de acuerdo con su contenido y según su propósito. En lo que atañe al contenido, los artículos pueden ser de tipo social, económico, político religioso, etc.; y se refieren a temas locales, nacionales e internacionales. Por lo general, el periodista escoge el tema de su artículo con base en las noticias de los últimos días, pero también puede ocuparse de asuntos que aparentemente no tienen carácter noticioso y que sin embargo, por el tratamiento que se les da, resultan actuales y de interés público. En lo tocante a su propósito, los artículos pueden ser de comentarios y de crítica. Los primeros constituyen un esbozo ideológico en los cuales los periodistas perfilan una idea y la comentan con el único fin de manifestar sus puntos de vista en relación con el tema. Este tipo de artículo tiene una estructura argumentativa muy sencilla, puesto que el comentario que se hace no llega a ser un enjuiciamiento valorativo. Así, según Humberto Cuenca, el artículo de comentario es la “proyección de una idea que no llega a su extremo”. En el artículo periodístico el desarrollo de la forma argumentativa (comentarios, opiniones, juicios) se somete, al igual que cualquier composición, a las reglas de unidad y coherencia. Sea cual fuere su propósito, el artículo desarrolla una idea central y su exposición debe ser congruente. De no ser así, atenta contra dos de las principales reglas de la comunicación periodística: la claridad y la precisión necesarias para que el público asimile el mensaje. En este sentido, no hay mejor definición que la

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del escritor francés Albert Camus, quien sintetizó al artículo como una idea, dos ejemplos, tres cuartillas. Por su parte, en el artículo crítico el periodista no se limita a comentar la información sino que se adentra en ella, la valora, toma partido y la acepta o la rechaza. Los juicios que se asientan en este tipo de artículos se acompañan de una explicación, de un razonamiento que señala las causas de lo que se asevera. El juicio aislado que no se apoya en razonamientos y en ejemplos serios carecen de valor periodístico y está fuera de lugar en un artículo crítico.10 Hacer crítica no es tarea fácil, sobre todo en el campo que nos ocupa, debido a la complejidad del fenómeno social en el acontecer diario y a su efímera existencia periodística. La crítica es un instrumento valioso en manos del articulista que sabe manejarla con habilidad, pero también implica peligros a cuya evitación se dirigen las siguientes recomendaciones: •

Ser cauto en los detalles relacionados con el tema, es decir, no suponer mucho y decir poco ni abusar en los pormenores. Lo mejor es justo medio, de modo que los datos deben utilizarse con discreción.



Situar el hecho en un contexto y dotarlo de un ambiente que permita conocerlo más profundamente.



Redactar con un lenguaje ameno. El abuso de los lugares comunes y la sucesión interminable de opiniones y puntos de vista muy conocidos hacen que el lector pierda interés en el artículo.



Evitar las generalizaciones porque únicamente conducen a formarse ideas vagas. En vez de expresar que una cosa es buena o mala, conmovedora o monótona, hay que lograr que los lectores vean y entiendan por qué una cosa es buena o mala, conmovedora o monótona.” (González Reyna, 1991, pp. 69-72)

10

Las bastardillas son mías.

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Si bien Susana González Reyna apunta elementos similares a los de Sánchez-Bravo Cenjor, su definición resulta mucho más clara y es, además, una excelente guía para la producción “opinativa”, según ella misma considera. Además, y siempre según González Reyna, deja en claro que las consideraciones vertidas en tales columnas son de exclusiva responsabilidad de los autores. Veremos, en el tercer capítulo, si efectivamente es así o las líneas argumentativas marcadas por los secretarios de redacción se imponen. Pasemos ahora, entonces, a la extracción en cada uno de los documentos.

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Capítulo II Extracción y análisis En este capítulo nos abocaremos a la extracción en función de la carga intencional contenida en cada uno de los documentos. Identificaremos proposiciones ideológicas por un lado y conjeturas por el otro. Las abreviaturas que hemos de utilizar, son claramente identificables, a saber:

C por Clarín LN por La Nación P12 por Página/12

Mi.

para miércoles

Ju. para jueves Vi. para el día viernes Sá. referirá al sábado Do. indicará al día domingo p. ó pp. se utilizará para página o páginas respectivamente.

Si bien el estilo que emplearemos no es el más agradable (más bien se parecerá a un lenguaje telegráfico) en la extracción, será en el sucinto análisis de cada columna donde nos abocaremos a una más profunda implicancia intencional.

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Artículo de Clarín del miércoles 12 de septiembre de 2.001 de página 2. De ahora en más:

C – Mi. 12 – p. 2 1. Estamos en un mundo distinto. 2. Guerra entre EE.UU. y el terrorismo es global, aunque no contra países. 3. Similitud con Pearl Harbour, ingreso de EE.UU. a una guerra. Diferencia, por primera vez EE.UU. libra conflicto en su territorio y se asesina a sus civiles. 4. Se pregunta por el modus operandi que llevará esta guerra. 5. Sufrimiento económico mundial por esta guerra. 6. En esa línea de pensamiento, positivo haber acordado con el F.M.I. para la Argentina. 7. Esquema historiográfico planteado por Hobsbawm, dado por válido. 8. Abandono de EE.UU., para siempre, del aislacionismo. 9. Conjeturas: a. El XXI será el siglo del miedo, a raíz del control extremo sobre los actos de las personas. b. Mayor tensión internacional, superior a la de la Guerra Fría; en especial en Medio Oriente, considerando los festejos en algunas ciudades de esos países. c. Alineación automática con los EE.UU.

Este artículo, que lleva la firma de Roberto Guareschi, secretario general de redacción de Clarín para la época, marca una buena cantidad de elementos a analizar. Comenzaremos con el punto número tres, ya que es falso lo allí expuesto.

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En el año 1.812, los Estados Unidos le declararon la guerra a Gran Bretaña, conflicto que sólo se resolvió dos años después, con la firma de diversos tratados. “Guerra Anglo Norteamericana: Esta guerra tiene su origen en los resentimientos provocados en Inglaterra por la emancipación de su antigua colonia. Se iniciaron las operaciones en 1812, con una tentativa de invadir el Canadá por parte de los norteamericanos; al fracasar esta operación, los ingleses ocuparon Detroit y amenazaron todo el nordeste de la Unión […] En 1814 lograron los norteamericanos apoderarse de Toronto, donde incendiaron el Parlamento y otros edificios públicos; en represalia, los ingleses, que habían desembarcado en Patuxent y marchado sobre Washington, quemaron la Casa Blanca.” (Diccionario Enciclopédico “El Ateneo”, 1970, Tomo 3)

También, según consta en un libro de análisis político estadounidense: “War of 1812 […] only after various efforts to avoid involvements with the dominant European powers of the time –France and England– and only after what it perceived

as

continuous

violations

of

an

important

principle

of

international law: freedom of the seas for neutral states. Under a series of policy directives to limit Napoleon’s power and enhance its own, the British government barred American commerce from France or any continental ports that barred the British. Further, it barred any neutral American vessel that had not passed through a British port or paid British customs duties from carrying on commerce. U.S. ships violating such standars were subject to seizure. […] Was seen as besmirching U.S. national honor.” (McCormick, 1998, p. 26)

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Existen otros elementos sobre este conflicto, conocida también como “la guerra olvidada”. El más importante de todos ellos es el que indica la huida de James Madison, presidente norteamericano de ese entonces, hacia Virginia, pocas horas antes del ingreso de las tropas británicas en la capital del emancipado territorio. Washington no ardió completamente en llamas, según se puede cotejar en cualquier enciclopedia, libro de historia o sitio de Internet serio (www.britannica.com por ejemplo) gracias a unas oportunas lluvias. Lo cual no quita que fuerzas armadas extranjeras hayan destruido por completo la flamante Casa Blanca, inaugurada hacia pocos meses, y el Congreso de los Estados Unidos. Este detalle prácticamente pasó inadvertido para Guareschi y para varios otros autores, como luego consignaremos. En lo concerniente al punto 9.b es para destacar el hecho de que no había certezas que tales imágenes no correspondieran a ciertos sucesos acaecidos en ocasión de la Guerra del Golfo del año 1.991. En cualquier caso, el columnista los dio por válidos sin corroborar la información. Sólo resta mencionar, ateniéndonos al punto 8, que el aislacionismo estadounidense, como doctrina efectiva de política exterior, prácticamente marcó todo el siglo XIX, como se puede leer en la obra de James McCormick “American Foreign Policy & Process”, pero su resurgimiento, a partir de la caída del muro de Berlín y el desmembramiento de la Unión Soviética poco duró, si tenemos en cuenta el desenvolvimiento en Irak, tras la invasión de este país a Kuwait. En pocas palabras, el aislacionismo, como posibilidad real, hacia rato que ya no primaba en los EE.UU.

30

C – Mi. 12 – p. 20 por Oscar Raúl Cardoso 1. Seguir certezas y obviar las incertidumbres para no caer en trampas. 2. Quiebre, después de un siglo, de invulnerabilidad estadounidense, a pesar de haber pasado por muchas guerras. 3. Antecedente vagamente asimilable, ataque japonés en Hawaii. Ambos, acciones de guerra. Diferencias notables, ya que de Estado a Estado y contra territorio de ultramar; además, no hubo abandono presidencial. 4. A pesar del mayor poder de fuego de la historia, no hay contra quien utilizarlo. 5. En

el

análisis

discursivo

sobre

comentario

de

Bush,

llama

a

comprensión de que, para miles de millones de personas, EE.UU. no es la encarnación misma de la libertad tan pregonada. En ese contexto, invulnerabilidad del más fuerte, se rompió. 6. La acción terrorista no es un fenómeno marginal, y como tal, requiere respuesta íntegra y no puntual, militar. 7. Sentimiento anti-EE.UU. expandido por el orbe 8. Conjetura: a. Se aprovecharon los terroristas de esa situación. b. Se marca el fin de cierta inocencia cultural norteamericana. c. Impensable suponer los ataques sin ayuda desde dentro de la sociedad estadounidense; recuerda el atentado de Oklahoma. d. Tal

vez,

los

responsables

no

sean

extranjeros,

sino

connacionales, por más que se empiece la búsqueda en los sospechosos usuales.

31

El punto número 1 parecería estar dialogando con el artículo anterior, debido al pedido de mesura reclamado por el autor. No sólo eso, sus conjeturas del punto 8 están basadas en la expresión de los puntos 5 y 7; no en elucubraciones sin fundamento. La cita histórica del punto 3 también rompe con el artículo del secretario de redacción, desligando las similitudes entre los atentados. En cualquier caso, lo más importante de este artículo, de acuerdo a su carga intencional, tiene que ver con el intento de aprehensión sobre la visión de otros acerca de los EE.UU., como se lee en el punto 5. Si bien no es una justificación, es una forma de entender el problema.

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C – Mi. 12 – p. 56 por Osvaldo Tcherkaski 1. Conjeturas: a. La enorme muestra de burocracia que resulta ser el Pentágono no pudo resolver, preventivamente, los atentados. De tal modo, se priorizará una eficiencia del sector en EE.UU. b. Al no haber enemigo definido, y recordar el atentado interno de Oklahoma, el enemigo puede escudarse más. c. Convertir al mundo en un verdadero “Gran Hermano”, tal y como lo anticipara George Orwell en su novela 1984. De modo tal que esa descripción será como un paraíso, donde los EE.UU. llevarían a cabo esa función de control. d. Una posible identificación de los agresores podría llevar a una represalia nuclear. 2. La reproducción de imágenes de celebración en campamentos libaneses por parte de palestinos, en contraste con la ausencia de escenas de dolor y muerte en territorio estadounidense, resulta llamativa. 3. Reacción desmesurada por parte del presidente al trasladarse a lugares seguros, cual si fuera una guerra nuclear. 4. La economía tardará notablemente en recuperarse y las acciones de valores tradicionales, como el petróleo y el oro, retoman impulso. 5. Surgimiento de un nuevo tipo de guerra, donde lo único visible es el territorio bajo ataque. Esta modalidad subordina las acciones a un campo exclusivo de prevención anticipada y su posterior detección.

33

Las posibilidades propuestas por Tcherkaski rayan la ciencia ficción. A tal punto que efectivamente la menciona, como se ve en el punto 1.d. En cualquier caso, reitera, según se apunta en el inciso 2, la falta de corroboración de una información difundida por cadenas televisivas. A la vez, se

esboza

una

crítica

en

el

esconderse

norteamericano, tal y como se lee en 3.

34

por

parte

del

presidente

C – Ju. 13 – p. 18 por Oscar Raúl Cardoso 1. El ataque es una humillación al poder estadounidense, tanto en su índole militar, como financiera. 2. El golpe al centro económico es tan intolerable como las pérdidas humanas. 3. Se mueven cual si estuvieran en guerra, aunque no tengan un enemigo identificado. 4. Europa, a través de la O.T.A.N., paga su deuda de tantos años de protección estadounidense ante una amenaza soviética. 5. La misma bendición es buscada en la O.N.U. 6. Conjeturas: a. Comparación con las bajas en un solo episodio de batalla, suponiendo en varios miles los muertos por los atentados. b. Se transita un camino hacia un poder de acción incontenible, a raíz de la obtención del permiso de la O.T.A.N. para atacar allí donde considere necesario EE.UU. c. La reavivación de la O.T.A.N., organismo sobreviviente a la guerra fría, intentaría influenciar, desde el plano militar a toda la Unión Europea. d. Esta arquitectura política destruye de una vez y para siempre la reputación aislacionista del presidente estadounidense, aunque, si bien con avales múltiples se esperan acciones unilaterales de los EE.UU. e. Afganistán encabeza la lista de candidatos posibles a recibir la ira estadounidense.

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En este artículo, Cardoso describe con un encono especial el pedido estadounidense de “cheques en blanco” para actuar con manos libres, resguardado, tanto por la O.T.A.N. como por la O.N.U., como se puede ver en los puntos 4 y 5. Ahora bien, las conjeturas de 6.b y 6.c desestiman, por completo, la diferencia de criterios que tanto los países miembros de la Unión Europea como los integrantes del Consejo de Seguridad (con poder de veto) podrían presentar. Es decir, nos muestran a los EE.UU. humillados (punto 1) y enceguecidos buscando venganza, según se ve en los puntos 3 y 6.e. Por último, lo reflejado en el punto 2, desestima el valor de la vida dado por la sociedad norteamericana a sus congéneres, según expresa el autor.

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C – Ju. 13 – p. 30 por Marcelo Cantelmi 1. Un mundo en marcha descontrolada. 2. A pesar de salir victorioso de la guerra fría, la derrota se verificaría rápidamente, según cita a un politólogo estadounidense, por el advenimiento de muchos actores con intereses demasiado diversos. 3. Los terroristas responden a este modelo. 4. Sus razones deben buscarse en el conflicto entre israelíes y palestinos, así como también en las consecuencias sociales de la globalización. Lo mismo en los refugiados africanos y en el advenimiento nuclear de países periféricos. 5. Sin embargo, EE.UU. no le da la importancia que se merece a la pobreza como alimento del fundamentalismo. Y ahora está obligado a hacerlo. Debería ser su prioridad. 6. Israel debería retirarse a las fronteras de 1967 y crear un programa que contemple la indigencia de tres millones de palestinos. Sin embargo, es muy improbable que lo haga.

Este artículo de Marcelo Cantelmi expone una tesis de un politólogo estadounidense, John Mearsheimer, y sus posibles consecuencias. En primer término, habla de un mundo en marcha hacia el descontrol, en clara oposición a lo analizado por Cardoso en el artículo del mismo día, pero de página 18. Sin embargo, lo más curioso, es que la tesis presentada habla de países diversos como amenazas para EE.UU. Del único país que se ocupa este artículo es de Israel, como se ve en los puntos 4 y 6. Más aún, la tesis de Mearsheimer hace referencia a países que competirán con los EE.UU. en un mundo multipolar, 37

esto es, con intereses geopolíticos y económicos. En cambio, el columnista modifica el tema llevándolo hacia la pobreza (puntos 3 y 4). Más aún, se detiene en su propuesta de un gobierno norteamericano preocupado por la pobreza y el hambre mundial, como consta en el punto 5. Y su principal propuesta para comenzar esa acción es que Israel (!), se retire a sus fronteras anteriores a 1.967, según reza el punto 6. Es decir, los problemas globales de hegemonía global estadounidense no le son propios, sino transmitidos por un diminuto estado aliado. La simplificación conceptual hace parecer al artículo más una propaganda que otra cosa, donde se reclama una relación paternal de un EE.UU. alimentando al mundo. Eso es desconocer por completo la más básica historia social y política norteamericana.

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C – Ju. 13 – p. 18 por Telma Luzzani 1. Al llamar un “acto de guerra” lo acontecido en su país, Bush dio una respuesta excepcionalmente fuerte a un acto también excepcional. Quiere una declaración formal de guerra, como no la hubo en Corea, ni Vietnam ni el Golfo. 2. Como la situación es única, por ser el primer ataque en territorio continental estadounidense y no conocerse con claridad al enemigo, los pasos a seguir son tanto novedosos como peligrosos. 3. Las divisiones internas, que son muchas, podrán ser saldadas con un encolumnamiento detrás de quién designe el presidente Bush. 4. Al llamar “acto de guerra”, también, busca una forma de dirigirse a sus ciudadanos mucho más directa que cualquier otra posible.

Como ya comentamos en un el primer artículo analizado, el del martes 11 de septiembre no fue el primer ataque en territorio continental estadounidense. Por otro lado, el hincapié en la voz “acto de guerra”, de los puntos 1 y 4 difiere considerablemente. Mientras una apela a la comunicación interna con los ciudadanos, la otra lo hace frente al Congreso estadounidense, aunque en ambos casos la intención es sacar a relucir el sentimiento patriótico.

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C – Vi. 14 – p. 4 por Oscar Raúl Cardoso 1. EE.UU. obtuvo un apoyo absoluto a sus demandas de alianza multinacional y militar, lo cual muestra la dificultad del problema. 2. Dentro de ese apoyo obtenido, se encuentran actores que resultan acérrimos enemigos estratégicos entre sí, como Pakistán y la India, que además son potencias nucleares. 3. Impensables los conceptos solidarios de Cuba y China. 4. Rusia, no sólo apoya, sino que incluso prestará colaboración de inteligencia. 5. Incluso si se derrota al régimen talibán, no hay que olvidar que la Guerra del Golfo no logró un consenso en cuanto a los objetivos políticos que se propuso. 6. Conjetura: a. Como lo hiciera Bush padre, el actual presidente busca una coalición amplia para poder liderarla a su antojo. Decidiendo, no sólo el tipo de amenaza sino su confrontación. b. Washington emprenderá en breve acciones militares punitivas. c. Afganistán parece ser el destino primario en una guerra que se verificará larga contra el terrorismo. d. Los países árabes no apoyarán a EE.UU. como en el año 1.991, ni siquiera ante la pasividad de Israel, como en ese momento.

Esta columna de opinión de Cardoso marca una velada crítica a las acciones estadounidenses en Kuwait e Irak durante el año 1.991. La crítica está centrada, principalmente, en el mantenimiento de Saddam Hussein como 40

dictador de ese país, según indica el punto 5. Por otro lado, y siguiendo los puntos 3 y 4, se trasluce una sorpresa en las declaraciones solidarias de países enfrentados, por diversas razones, a los EE.UU. Más aún, un enemigo histórico, Rusia, le ofrece ayuda de inteligencia en una zona del mundo donde los EE.UU. apoyaban la victoria sobre sus actuales aliados. Nuevamente, Cardoso deja ver su preocupación por un mundo en camino a someterse a los designios estadounidenses, como comentamos en el C – Ju. 13 – p. 18

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C – Sá. 15 – pp. 42-43 por Oscar Raúl Cardoso

1. George W. Bush tiene suficiente poder como para sumir a su sociedad en un estado de guerra que puede exceder con holgura las fronteras estadounidenses. 2. Ruego explícito por el cual “la primera guerra del siglo XXI” (según dijera el presidente norteamericano) no sea tal, no sólo por la violencia que traerá aparejada, también por la falta de un enemigo concreto. 3. Siempre se armaron alianzas en contra de un enemigo claro. Por primera vez, esto no es así. 4. Bush declaró la primera guerra posmoderna de la historia. Una guerra de un solo luchador. 5. Como tal, todo su poderío no es necesariamente suficiente para conjeturar a los EE.UU. claros vencedores de este conflicto. 6. La confianza en la tecnología llevó a los EE.UU. a no prever acciones más bien rudimentarias. 7. Ante la pregunta de dónde surge este odio, responde que, a diferencia de lo dicho en un servicio religioso, donde se auto-proclamaron “una nación pacífica” atacada “sin razón”, semejante afirmación no puede ser refutada, en estos momentos, por el simple hecho del luto que lo rodea. 8. Citando a un historiador, afirma que la única forma de lidiar con el terrorismo, empieza por comprenderlo. Así, ubica el problema en lo cultural, en la falta de entendimiento del otro. 9. Considera una ironía del destino ser el mayor productor científico y ser regidos por un poder desorientado.

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10. Si la guerra clandestina del terror se librará en todo el mundo, es la calidad de la conducción la que se verificará crítica.

Hasta ahora, las columnas de Cardoso se preocupaban por el acopio de poder en manos de los EE.UU. En este artículo, esa impronta se ve abandonada En el punto 2, destaca su deseo de que no se materialicen, en forma de confrontación, las palabras del presidente norteamericano. Mas no lo hace por una cuestión humanitaria primariamente, sino porque considera (punto 10) a Bush poco idóneo para liderar al mundo en esa acción. Incluso, considera una paradoja su ascenso al poder, respecto de las posibilidades científicas de EE.UU. (punto 9). En el punto 7 se deja traslucir una clarísima crítica al tan mentado pacifismo del que se hacen gala los estadounidenses. Sin embargo, se contiene en su crítica, la cual, por cierto, es muy sutil. Por último, a pesar de no poner en duda el triunfo militar, lo considera más factible de fallar (punto 5) por la singularidad del caso. Esto es, la ausencia de un enemigo nominal.

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C – Do. 16 – p. 32 por Osvaldo Tcherkaski 1. Conjeturas: a. El que piensa es un terrorista. b. La primera fase de la ofensiva estadounidense está centrada en el acopio de voluntades, mediante el convencimiento o la coerción. c. La segunda fase, será Afganistán y la caza de Osama bin Laden, aunque puedan verse afectados, de forma directa, Irak, Sudán y Pakistán. 2. El impacto mayor de esta reacción resulta la actuación basándose en conjeturas, al no haber evidencias sustantivas sobre los responsables y sus motivaciones. 3. Tanto la televisión como la prensa disponen su maquinaria informativa a los designios de Washington sin investigar independientemente tal y como sucediera durante la guerra del Golfo con Bush padre. 4. El diario O globo, brasileño, analizaba un video que demostraría sin miramientos la correspondencia de los festejos con acciones del año 1.991, en ocasión de la invasión iraquí a Kuwait. Una acción semejante ya había sido perpetrada por la CNN en el pasado. 5. En EE.UU. y en Alemania varias personas fueron retenidas para ser investigadas por el solo hecho de profesar la fe islámica, en evidentes actos de discriminación. 6. Se desconocen las investigaciones que el gobierno estadounidense está llevando a cabo y, por ende, las conexiones o ramificaciones en su ámbito local, en caso de existir.

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7. En acuerdo con Noam Chomsky, este horror ha resultado una bendición para la extrema derecha estadounidense, que sueña con imponer un sistema rígido y global de control. 8. Queda clara la realidad, quien no esté incondicionalmente alineado con los EE.UU. podrá recibir ataques sin más. 9. Si la versión del pensamiento unificado durante la década del ’90 era la economía de mercado, hoy parecería ser la aceptación sin discusiones de la visión norteamericana. 10. La respuesta del golpe por golpe contra el terrorismo, allí en el lugar del mundo que se halle, es la más simplista y maniquea de todas. 11. Hoy, son las corporaciones de negocios quienes tienen una posibilidad de decisión mayor que las dirigencias políticas, y ese es un poder fuera de control.

Este artículo plantea, principalmente, una crítica fulminante a la unicidad de pensamiento, como se puede observar en los puntos 1.b, 3 y 8. También, expresa su pesar por la actuación basada en indicios, dejando de lado las evidencias concretas por el autor reclamadas, según se lee en los puntos 4, 5 y 6. Sin querer dejar elemento por analizar, retoma en los puntos 10 y 11 una visión del análisis político más crítico del neo-liberalismo. El mismo atribuye a las grandes corporaciones un rol decisorio que excede al de los

gobiernos,

quedando

estos

imposibilitados

(por

ineptitud

o

desconocimiento) de responder más allá de la utilización de la fuerza directa. Entre los autores que formulan estas proposiciones puede leerse a Jürgen Habermas en “La constelación posnacional”. Por último, Tcherkaski habla de la situación paradisíaca que se le presenta a la derecha estadounidense para

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llevar a cabo un ideario de control absoluto de las sociedades mundiales, como ya había comentado en su artículo C – Mi. 12 – p. 56

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LN – Mi. 12 – p. 7 por Fernán Saguier 1. Las lágrimas y las tensiones sensibilizan a la redacción porque la magnitud del hecho es vista de tal forma que habrá de exceder las fronteras de los EE.UU. 2. Como Clinton en su momento, Bush se mostró firme pero medido en sus primeras palabras, porque el mundo precisaba tal presentación. 3. Los símbolos caricaturizados del progreso (cuyo estereotipo el autor glorifica) se han resquebrajado. 4. La “policía del mundo” ha sido humillada, lacerada ante el más feroz ataque que se recuerde. 5. Si EE.UU. descubre que un país estuvo detrás de estos ataques, ojalá contenga su rabia, por el bien de la paz mundial y no utilice todo el arsenal armamentístico del que dispone. 6. Conjeturas: a. A partir de ahora, todo hecho fuera de lo normal, llamará poderosamente la atención y acarreará una mayor paranoia. b. Vendrán medidas de seguridad sin precedentes. c. Los estadounidenses pronto sabrán quién ha sido responsable de estas acciones.

El secretario general del periódico La Nación, Fernán Saguier, en este artículo muestra posiciones ambivalentes. Por un lado, ridiculiza los estereotipos del “gran sueño estadounidense”, mientras que dos frases después los considera símbolos inequívocos del progreso (punto 3). Por otro lado, teme que la violencia que podría desatar los EE.UU. contra algún país

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ponga en jaque la paz mundial, pero a la vez festeja con algarabía la prudencia del presidente Bush para dirigirse a la teleplatea mundial (puntos 2 y 5). Por último, es para destacar la afectación recibida por los redactores del periódico (punto 1), cual si ellos hubieran sufrido en carne propia el escarnio acaecido a miles de kilómetros de distancia. Esa identificación sigue a través de todo la columna.

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LN – Mi. 12 – p. 12 por Jorge Elías 1. Lo nuevo asusta. Más aún en un mundo globalizado, donde todo nos afecta de alguna u otra forma. 2. Preocupación argentina por llevar mensajes de condolencia recorrió un camino cierto, aunque con un destinatario de paradero desconocido, el presidente norteamericano, lo cual nunca antes había ocurrido. 3. Esa situación de huida generó un nerviosismo generalizado en todos los altos mandos estadounidenses. 4. Mientras, la aprobación de la Carta Democrática Interamericana con el objetivo de defender la democracia en la región, pasaba a segundo plano. Sin embargo, adquiría carga emblemática al ser vitoreada en la reunión de la Organización de Estados Americanos. 5. No se podía hablar de otros temas, más relacionados con la problemática nacional (A.L.C.A., F.M.I., etc.) 6. Bush, por prudencia o ignorancia no supo precisar quién es el enemigo. 7. Se da un punto de inflexión a partir de ahora, con un Bush acorralado en el dolor de no poder responder inmediatamente; ni escudarse en la tranquilidad de su hogar para que otro lo haga. 8. Conjetura: a. El escudo antimisiles pudo ser causa de estos ataques, a raíz de sus resultados insatisfactorios. b. El agresor cumple el identikit del fundamentalismo islámico.

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Dejando de lado la paupérrima expresividad y claridad del autor, es destacable su conexión con temas de índole local (puntos 2, 4 y 5) y la poca relevancia que estos pasan a cobrar con los atentados. Además, realiza una conjetura cuanto menos extraña, atribuye al fracaso de las pruebas con escudos antimisiles la plausible realización de estos ataques. Lo cual no tiene asidero alguno (punto 8.b). Finalmente, marca la situación de huida presidencial como inédita (punto 3), acto que, ya aclaramos, no fue tal. Lo último para mencionar tiene que ver con una velada crítica al presidente estadounidense, donde, en los puntos 6 y 7, se lo trata de poco apto para enfrentar la situación.

50

LN – Ju. 13 – pp. 1-13 por Joaquín Morales Solá 1. Hasta el martes, la Argentina sostenida al mundo por necesidad de negociar con Washington su voluminosa deuda y por promesa de ser aliado norteamericano como durante la década del ’90. 2. Las cuestiones internas de déficit cero y recomposición de la deuda, pueden pasar a segundo plano porque están en camino de solucionarse. 3. No se solucionó aún el problema del medio aguinaldo, el cual requerirá, en última instancia, una ayuda de Washington. Esta se verifica dificultosa en el momento actual. 4. La Argentina participará activamente de un conflicto bélico, de suscitarse. 5. A diferencia del gobierno de Menem, lo hará consultando a los países de la región. 6. Conjetura: a. Los conflictos y debates argentinos ya no serán los mismos después de los atentados, lo mismo ocurrirá en el resto del mundo. b. A la Argentina se le reclamará ayuda táctica o militar como aliado. c. Se descuenta el apoyo militar efectivo que dará nuestro país, sea con otros países regionales o en solitario.

Aquí podemos ver un traslado temático muy diferenciado con respecto a los anteriores artículos. No sólo en las intenciones efectivas dadas por el autor

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sobre la inserción argentina en el mundo (punto 1), sino, y más relevante, de las posibles acciones a llevar a cabo por nuestro país, como se ve en 6.b y 6.c En cualquier caso, la tan mentada inclusión argentina en el orden internacional queda supeditada a la colaboración indiscutida con el país del norte, buscando, con ello, retribuciones monetarias o de apoyo diplomático importante para las políticas nacionales a implementar (puntos 2 y 3).

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LN – Ju. 13 – p. 9 por Mariano Grondona

1. Se inaugura un nuevo mundo. 2. Entra en escena un nuevo actor: las organizaciones terroristas. 3. La agresión contra EE.UU. es de una escala varias veces superior a la de Pearl Harbour y potencialmente más letal que la guerra de Vietnam. 4. Lo furtivo de los ataques terroristas, dificulta el establecimiento de un enemigo concreto. 5. Donde antes la enemistad era limitada, por no buscar la destrucción del otro, sino doblegar su voluntad, ahora es absoluta. Se busca la aniquilación definitiva. 6. Ese es el error de comprensión de la situación de Andrés Pastrana en Colombia al no tratar a las F.A.R.C. como terroristas. 7. Contempla el abismo de valores entre los fundamentalistas del Islam, tal y como Huntington lo hace en su ensayo “El choque de las civilizaciones”. 8. La Argentina le negó ayuda a los EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial; ese error lo saldó Menem al enviar tropas a Medio Oriente durante la Guerra del Golfo, lo cual nos trajo enormes beneficios. 9. De la Rúa tiene ahora la posibilidad de continuar con esa política de amistad con la única superpotencia del planeta. 10. Conjetura: a. En el caso de que no haya más atentados, estos hechos quedarán como una anécdota aislada.

53

b. Como

son

los

primeros

en

atacar

territorio

continental

estadounidense con éxito, no se sentirán satisfechos con haberlo realizado una vez, y repetirán. c. Bush actuará rápidamente sobre cualesquiera de los Estados que

EE.UU.

considera

o

enemigos

o

patrocinadores

del

terrorismo y los terroristas atacarán otra vez, mientras se pertrechan. d. La vida privada se controlará más, con una obsesión de parte de las fuerzas de seguridad por saberlo todo.

En este artículo se puede ver claramente un pasaje de los problemas estadounidenses (puntos 3 y 5) hacia los latinoamericanos (punto 6), llegando a una no tan velada demanda al presidente argentino para que retome una política de amistad incondicional con los EE.UU. (puntos 8 y 9). Además, se marca, en el punto 5, incorrectamente una idea expuesta por Hobsbawm, entre otros, en su “Historia del Siglo XX”, según la cual recién ahora los enemigos buscan la total destrucción de su rival. Esto ocurrió por primera vez en la Primera Guerra Mundial, según indica el historiador inglés y no recién ahora. Por otro lado, se reitera ese error historiográfico que indica que los EE.UU. nunca habían sido atacados en su territorio continental (punto 10.b) y a partir de esa falacia considera plausible, en claro tono alarmista, una nueva escalada de atentados. Por último, queda nuevamente instalada la idea de la entrada a un nuevo mundo (punto 1), tal y como se insistiera en otros artículos ya analizados. En definitiva, se desprende de la columna de Mariano Grondona que la tragedia extranjera tiene que servir como oportunidad local.

54

LN – Vi. 14 – p. 14 por Carlos Escudé

1. Ingreso en una nueva era. 2. EE.UU. venía previendo un ataque devastador desde el año 1.994 y esas consideraciones no resultaron ser tan apocalípticas como muchos creían. 3. Igualmente, las peores predicciones (ataques bacteriológicos, con bomba nuclear “sucia”) no se produjeron... aún. 4. Los encargados de desarrollar armas químicas para la U.R.S.S. no están completamente localizados, lo cual aumenta las posibilidades de que participen en la creación de las mismas para terroristas. 5. Bin Laden distribuyó a través de Internet manuales para enseñar a construir

bombas,

expandiendo,

mediante

herramientas

de

la

democracia, el terror. 6. EE.UU. y sus agencias se ven desbordados por tantos mensajes circulantes en idiomas que muy pocos de sus funcionarios comprenden, y, además, vienen encriptados. 7. Una pérdida de libertades individuales marcaría el triunfo del terrorismo, a pesar de ser la única forma posible de controlarlo. 8. Este terrorismo contemporáneo es el mal mayor de la historia de la humanidad. 9. No hay posibilidad de ser neutrales. La neutralidad marca una aceptación de semejantes prácticas. 10. Argentina debe alinearse sí o sí con los EE.UU. para no ser relegada una vez más del mundo.

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11. Es positivo que EE.UU. se haya convertido en un país más derechista, porque los aliados serán más aliados, en todos los órdenes. 12. Conjetura: a. Ateniéndonos a esta realidad de imposibilidad de control invisible, sobrevendrán controles visibles: pérdidas de libertades individuales en el caso de repetición de ataques.

Son varios los elementos a considerar en este artículo. Por un lado, se da por sentada la precaución que los EE.UU. tenían tras el fin de la guerra fría, en vistas de que científicos rusos pasasen a trabajar para terroristas (puntos 2 y 4). A la vez, se considera a estos atentados como menores, en comparación con los hipotéticos de ser realizados con armas químicas (punto 3), en un arranque de sensacionalismo sin parangón con el resto de los columnistas. El análisis deriva en una justa pérdida de libertades, aun si lo consignaría como una victoria del terror, ya que sería la única posibilidad de contrarrestarlo (puntos 7 y 12.a). Siguiendo por este camino argumentativo, la llegada al poder en los EE.UU. de gente dispuesta a controlar la vida pública y privada de las personas, es observada como una bendición (punto 11). Finalmente, y tal como se pregonara en el anterior artículo analizado, según se puede ver en los puntos 9 y 10, un encolumnamiento tras los EE.UU. no sólo es una posibilidad, sino una necesidad imperiosa en un mundo casi dicotómico. Así visto, o se está del lado del progreso, la democracia y el comercio a la usanza estadounidense o se aísla uno del mundo para ser relegado a un ostracismo propio de la Edad Media.

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LN – Sá. 15 – p. 14 por Jorge Elías 1. Los cancilleres argentino y brasileño, junto al chileno y uruguayo, convocaron a los embajadores de los países miembros del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca para invocarlo y salir en respaldo de los EE.UU. 2. La ratificación e invocación del tratado se hará en una reunión extraordinaria de la Organización de Estados Americanos. 3. Similitud en la acción regional utilizada para pedir una ayuda económica para la Argentina a los EE.UU., de modo que el F.M.I. destrabase un crédito. 4. Todos los grandes bloques formados por tratados salieron a respaldar a los EE.UU. (O.T.A.N., G-7, etc.) 5. A pesar de la vigencia del T.I.A.R. no todos los Estados americanos son miembros del mismo. Incluso, México, que sí es miembro, habla de lo obsoleto de ese pacto y quiere cambiarlo. 6. La invocación del T.I.A.R., además, se realiza en caso de que otro país resulte atacado. La Argentina, con dos ataques en la última década, es una de las posibles víctimas. 7. Conjetura: a. Si se desata una guerra prolongada, la Argentina aportaría tropas, de lo contrario, solamente habrá apoyo diplomático.

Al invocar el T.I.A.R., Argentina abandona un camino transitado durante la pasada década cuando se apoyaron en solitario las políticas internacionales estadounidenses. Así, como se lee en el punto 1, ahora se 57

actúa en conjunto y consultando. Sin embargo, las primeras críticas al pacto existente se hacen sentir (punto 5), por considerarlo obsoleto. En cualquier caso, ubican al país dentro de un contexto mundial donde todos los grandes bloques políticos (punto 4) prestan, no ya solidaridad, sino colaboración real. A pesar de ello, ya se vislumbra una limitación en el tipo de colaboración que daría el gobierno de De la Rúa (punto 7.a).

58

LN – Do. 16 – p. 10 por Santiago Kovadloff 1. Con la caída de la Unión Soviética, reflexión interna en Occidente sobre la vida democrática. 2. La crítica interna llevó a buscar métodos para corregir los errores internos que generan desigualdades de una brutalidad demencial. 3. Sin

embargo,

mientras

ocurría,

la

riqueza

se

concentraba

y,

consecuentemente, las desigualdades, especialmente ante la ley, crecían. 4. Era la libertad de expresión, que permitía criticar abiertamente los hechos, la que permitiría encaminarlos hacia un bienestar más generalizado en el futuro. 5. Nueva York no es sólo símbolo de poder económico, también de pluralismo cultural. Y ese pluralismo, con potencial creador infinito, ha sido también atacado. 6. La contienda, entonces, no puede recaer sobre todo el mundo islámico, sino sobre aquellos que, escudándose en sus valores, llevan a cabo sus proyectos criminales. 7. Ellos buscan la supresión de la alteridad, Occidente la convivencia. 8. Europa tiene dos roles claves en este contexto, por un lado concientizar de la importancia de establecer esta diferenciación; por otro, apoyar en la práctica resolutiva del conflicto. 9. Conjetura: a. Si Occidente procede de esa forma, su victoria está asegurada.

59

El principal tema de este artículo es la otredad. El respeto por el diferente, según se lee en el punto 5. Ahora bien, esa alteridad que el columnista Kovadloff consigna como respetada en los EE.UU. y Europa, se dio tras siglos, ya no años, de desarrollo político y social (puntos 1, 2 y 8). El artículo reclama un trato propio de gente que ha, supuestamente, encontrado en el respeto por el otro, el crecimiento de todos. Habría que ver que tan cierto es esto, si se consideran las exclusiones sociales de los descendientes de turcos en Alemania o los problemas de los africanos residentes en Francia. En cualquier caso, y esto si es para destacar positivamente, Kovadloff afirma que sólo en ámbitos de libre expresión (punto 4) se pueden generar cambios sobre cualesquiera sea la política imperante. Precisamente en ese punto es donde ve la puerta hacia la victoria, en la posibilidad de cambio si una forma de actuación no resulta válida (punto 9.a).

60

LN – Do. 16 – p. 16 por Rosendo Fraga 1. Los atentados en EE.UU. confirman la tesis de Samuel Huntington, expuesta en “Choque de civilizaciones”. 2. El siglo XX está marcado por ideologías racionales surgidas en Occidente. 3. Israel marca la frontera con los pensamientos de otras civilizaciones y por eso es el campo de batalla principal de estos choques. 4. Comprender el conflicto de hoy día, precisa salir del esquema racional tradicional de Occidente. 5. Hay que retrotraerse al mundo de la Edad Media para aprehender el conflicto. 6. El llamado de Bush a una cruzada contra el terrorismo, se incluye dentro de esta retórica. 7. En su momento, el Papa perdonó todo tipo de crímenes con tal que fueran a luchar por la recuperación de Jerusalén. 8. No había Estados en ese entonces, siglo XII, enfrentados. 9. Desde el siglo XVI son los Estados los grandes protagonistas de los conflictos. 10. La mejor forma de interpretar esos atentados en los EE.UU. es retrotrayéndonos unos cuantos siglos.

De acuerdo con el autor de esta columna, no sólo los terroristas funcionan con una mentalidad del siglo XII (punto 5), sino que Bush decidió llevar su mente a esa etapa de la historia de la humanidad (punto 6). Lo más grave del caso, está dado porque el Papa en su momento perdonó todo tipo de 61

crímenes en pos de conseguir la victoria (punto 7), y eso significaría, en términos actuales, que los EE.UU. podrían avasallar cualquier derecho adquirido con tal de alzarse con el triunfo. Comprender un conflicto es muy distinto a emparentar los medios de respuesta que el agresor (o contrincante, dependiendo de cómo se lo mire) presenta.

62

LN – Do. 16 – p. 9 por Jorge Elías

1. George W. Bush, quien no recordaba o sabía el nombre del presidente de Paquistán, acaba de recibir su bendición para sobrevolar su espacio aéreo y comenzar la búsqueda de Osama bin Laden por territorio afgano. 2. Una década después, el Gran Satán Saddam Hussein se transforma en Osama bin Laden como máxima expresión del mal. 3. Cita la profecía de Nostradamus tan comentada sobre dos hermanos ardiendo y el comienzo de la tercera gran guerra, en tanto el gran líder sucumbe. 4. Tilda de loco al visionario y a los consejeros estadounidenses que ven el mundo en sólo dos colores y opciones. 5. Trae a colación una novela donde se secuestra un avión para estrellarlo contra el Capitolio. 6. Fallamos todos al pensar que nadie se inmolaría de semejante forma frente a los emblemáticos edificios. 7. Los EE.UU. son una civilización golpeada que incuba tanto amor como odio, al igual que los atacantes suicidas. 8. Bin Laden es el principal sospechoso, este ex agente al servicio de la C.I.A. como tantos otros, que luego se les vuelven en contra y que los 30.000 millones de dólares destinados a la seguridad del país no lograron detener. 9. Nunca se reparó que alguien pudiera utilizar los aviones comerciales como armas de ataque.

63

10. Desde los británicos, nadie había herido el orgullo estadounidense en su propia casa, sí en el extranjero, como en Vietnam, o en Somalia. 11. El miedo a perder la vida nos paralizará, porque en la visión occidental no tiene repuesto. 12. Para contrarrestar tanto mal, Bush convocó a la O.T.A.N. y a los países musulmanes todos, sin querer dejar cabo suelto en su lucha contra un enemigo invisible. 13. Que Bush, ignorante en política exterior y amante del aislacionismo, se convierta en el líder del bien, es una circunstancia casual. 14. Que Bin Laden, mortífero atacante de intereses estadounidenses y sus aliados sea el líder del mal, es otra circunstancia fortuita.

Este artículo es desconcertante por varios aspectos. Por un lado, descalifica las visiones de futurología pregonadas por Nostradamus (punto 3), pero luego utiliza esos dichos para explicar los hechos actuales; lo mismo con la novela de suspenso (puntos 5, 6 y 9). Posteriormente, nos incluye a todos (!) dentro los responsables por lo ocurrido en los EE.UU., y califica de ineptos a los que consideran que el dinero gastado en seguridad resuelve mágicamente los problemas (punto 8). Finalmente, acepta que el mundo es de buenos contra malos sólo si así se lo desea, pero que esos buenos y malos no resultan los mismos para todos. De tal forma, según se puede ver en los puntos 7, 13 y 14 cada una de las opciones debe ser analizada desde nuestro propio punto de vista, pues de hacerlo a partir del de otros, caeremos indefectiblemente en un maniqueísmo.

64

P12 – Mi. 12 – pp. 19-20 por Martín Granovsky

1. EE.UU. abrazó una causa deplorable en Vietnam, donde murieron 58.000 soldados de ese país. De haber fallecido 10.000 personas en los atentados del 11 de septiembre, tendremos más de un quinto de esas bajas, y todos civiles. 2. Nada de esto sería posible sin la utilización de la última tecnología en materia de terrorismo, los comandos suicidas. 3. En una guerra convencional se debe contemplar la posibilidad de escape en los ataques. Aquí no. Más aún, la muerte es bienvenida. 4. Si se supone que todo musulmán es un futuro suicida se caerá en una red sin salida, una espiral de violencia incontrolada. 5. Quienes consideren la postura de Samuel Huntington como válida, caen en un simplismo absoluto porque no es toda una cultura la que está inmolándose, sino grupos fragmentados con objetivos diferentes. 6. Muchos de los afganos, víctimas del régimen talibán huyeron a Irán buscando una sociedad más tolerante. 7. Los suicidas islámicos no son más que una caricatura del Islam. 8. Los talibanes que estarían cobijando a Osama bin Laden son fruto del apoyo estadounidense a la resistencia afgana contra la U.R.S.S. desde 1.979 hasta su retiro. 9. No se discute la proximidad de un ataque estadounidense, sino su legitimidad y eficacia. Con Kadafy surtió efecto puesto que él era jefe de un Estado, aquí no hay tal cosa.

65

10. Frente a los muertos, sólo hay un lugar posible donde ubicarse, junto a ellos. Considerar que así se combate al imperio llevaría a una derrota segura y ofrecería compañeros de ruta deleznables. 11. El festejo de algunos estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, en este contexto, está completamente fuera de lugar. 12. Conjetura: a. Una ola de violencia en Afganistán reparará mínimamente la humillación sufrida por los EE.UU., pero no solucionará el problema. b. Una ola de ataques en Medio Oriente, simplemente avivaría más las tensiones entre judíos y palestinos. c. Ellos pensaron que esta acción debilitaría al poder financiero de los EE.UU., craso error. En cambio, el impulso dado por los grupos moderados anti-globalización a la tasa Tobin (que grava los capitales especulativos) sí propone perspectivas de justicia a escala mundial.

El autor era el sub-director del diario y por ello, será considerada la voz más importante en la sección “El mundo”. Por ende, lo ubicaremos en la misma escala que Fernán Saguier y Roberto Guareschi a los efectos del análisis de estos documentos. Todo el artículo está centrado en los atacantes suicidas, sus motivaciones, métodos y dificultad para ser detenidos (puntos 2, 3 y 7). Sin embargo, no deja de lado el establecimiento de la diferencia crucial entre fundamentalistas y practicantes del Islam (puntos 5, 6, 7 y 8). Más aún, considera deleznable esta forma de actuación en busca de un debilitamiento

66

de la gran potencia del norte (puntos 11 y 12.c) por improductiva. Granovsky está convencido que, si hay una forma de actuar respecto de los EE.UU. esto es mediante el diálogo y la presentación de propuestas (punto 12.c). En cualquier caso, no desliga a los EE.UU. de su responsabilidad como patrocinador de regímenes hoy considerados peligrosos (punto 8). Finalmente, queda por aclarar que él ve con particular pesimismo una acción militar de respuesta sobre Afganistán o cualquier otro país que, se supone, cobije terroristas (puntos 9 y 12.a).

67

P12 – Mi. 12 – p. 4 por Claudio Uriarte 1. Los atentados de ayer, le otorgan a las coaliciones terroristas una Fuerza Aérea propia. 2. Si esta fue la demostración de cómo acceder a una fuerza aérea propia, el ataque al portaaviones U.S.S. Cole con una lancha suicida, marca el camino para la obtención de una Marina de guerra. 3. Es muy difícil contestar estos ataques, por la ausencia de una cabeza visible. 4. Donald Rumsfeld, secretario de Defensa, aparece como el máximo ganador dentro de las internas gubernamentales. 5. Conjeturas: a. EE.UU. reaccionará con vehemencia frente a los Estados que cobijen terroristas. b. Afganistán es el país donde las miras estadounidenses parecen apuntar primeramente. c. Un ataque a ese país asiático no proveerá ninguna victoria real. d. EE.UU. apoyará mucho más al gobierno de Ariel Sharon en Israel, a pesar de que ningún grupo palestino tiene la fuerza ni la

intención

de

lanzar

un

ataque

contra

intereses

estadounidenses. e. Mayor penetración de agentes dobles en las filas terroristas y una recomposición del sistema de inteligencia interna en los EE.UU. que avanzará sobre las libertades civiles de sus ciudadanos y de otros.

68

Obviando el tono irónico del cual hace gala el autor en todo el artículo, pero principalmente al comienzo del mismo (lo cual minimiza la tragedia), es de destacar su ausencia de lamentos por los hechos acaecidos. Más aún, en vez de describir el modus operandi, parecería estar dando lecciones sobre cómo atacar intereses estadounidenses (puntos 2, 3 y 5.c).

Por último, su

descripción de “grupos palestinos” (que no terroristas –punto 5.d-), sin deseos de atentar contra intereses estadounidenses, se verifica cuanto menos infantil.

69

P12 – Mi. 12 – p. 6 por Washington Uranga 1. Tal vez entremos en un mundo nuevo. 2. Es un error pensar que los ataques comenzaron ayer contra la potencia hegemónica del planeta. 3. La muerte es parte esencial del capitalismo global y ocurre a diario. 4. El

escenario

donde

se

suceden

estas

muertas

incluye

fuerzas

multipolares y grupos periféricos que se sienten excluidos. 5. Los grupos periféricos excluidos reaccionan con un fundamentalismo propio de los impotentes. 6. La muerte no puede ser justificada, ni la ocurrida ayer, ni las que vendrán, ni las generadas por los EE.UU. con su poder gendarme en buena parte del planeta. 7. Los que siembran muerte, tarde o temprano, recogerán muerte.

Hasta ahora, ningún artículo expuso con tanta claridad una idea semejante al “se lo merecen” que no resulta tan velado en este artículo de Uranga. Basándose en las acciones previas de los EE.UU. en el orbe (puntos 2 y 3), considera más que previsible que en algún momento los sufridos del mundo buscasen venganza (punto 5). En el punto 6 manifiesta su descontento con la muerte, pero la considera un fruto casi razonable ante tanta opresión generada (punto 7).

70

P12 – Mi. 12 – p. 9 por Miguel Bonasso

1. No sólo se rompió intangibilidad territorial estadounidense, sino que, además, cambió el orden mundial establecido tras caída de la U.R.S.S. y la Operación Tormenta del Desierto. 2. Se desconoce a los autores de este “Independence Day” (por la película) con actores de carne y hueso. 3. Es imposible parar a aquel que está dispuesto a irse con sus víctimas. 4. Los festejos en barrios palestinos no implican una autoría, pero marcan el sentimiento anti-norteamericano que regirán estas nuevas Cruzadas. 5. Los 14 servicios de inteligencia de los EE.UU. pudieron ser burlados y la pretensión de un escudo antimisiles de nada hubiera servido. 6. La paranoia de tiempos de McCarthy encontró su confirmación, tan dolorosa como la derrota en Vietnam. 7. La

guerra

no

les

pasará,

nunca

más,

lejos

a

los

pacíficos

norteamericanos. 8. El dolor ya no es más sólo de los dominados, también ha llegado al patio del vencedor. 9. Conjetura: a. El siglo XXI estará marcado por baños de sangre y terror, así como el siglo XX lo estuvo de persecuciones ideológicas y raciales. b. Si el enemigo está dentro del Islam, los EE.UU. han encontrado un rival más poderoso y duradero que la U.R.S.S. c. Este dolor y espanto de los estadounidenses, no podría haberse ejecutado sin apoyo interno. 71

d. Hemos ingresado en una nueva Edad Media.

Siguiendo la línea del “pero no nos olvidemos lo que hicieron ellos antes” (punto 6 y hay más ejemplos en el artículo que se puede consultar en el Anexo), el columnista busca por todos los medios ocultar su cuasi-satisfacción por lo acontecido en los EE.UU. Para él, el hecho de que la muerte haya llegado a la tierra de los norteamericanos, debería significar una oportunidad para lograr un mundo más justo. Sin embargo, avizora (punto 9.d) una reacción todavía mucho más funesta por parte del gobierno estadounidense. En ningún momento se intenta separar a los fundamentalistas del resto del Islam, como si hiciera Granovsky, por ejemplo (P12 – Mi. 12 – pp. 19-20). Empardando,

de

esta

forma,

a

una

religión

desaparecida como la Unión Soviética (punto 9.b).

72

con

una

superpotencia

P12 – Mi. 13 – pp. 14-15 por Mempo Giardinelli 1. Podemos comprender que sufren los estadounidenses porque nosotros sufrimos un genocidio con 30 mil desaparecidos y dos atroces ataques. 2. El terrorismo como supuesta arma ideológica y la violencia como modo de resistencia, deben ser condenados, no admiten justificaciones. 3.

Es irresponsable condenar a 1.300 millones de musulmanes por los hechos.

4. La solidaridad con el pueblo estadounidense no debe ocultar la reflexión de por qué tanto odio. 5. El odio hacia el pueblo norteamericano es injusto, ya que son tan nobles como cualesquiera otros pueblos del mundo. No así sus dirigentes, hacia quienes el sentimiento es menos injusto. 6. Los estadounidenses deberían meditar sobre el papel que han tenido durante el siglo XX en el mundo. Un horrible papel. 7. Su democracia funciona de puertas hacia adentro, no hacia fuera. 8. El aporte de los EE.UU a la cultura universal es la Coca-Cola, la hamburguesa y la televisión. 9. El feliz nivel de vida de los norteamericanos reside en la voraz maquinaria chupadora de dinero instalada en el mundo entero. 10. Así, el acto terrorista debe ser condenado, pero no por ello se debe ocultar esta realidad. 11. Tal vez este ataque le marque la hora a los ciudadanos estadounidenses de empezar a pedirles cuentas a sus gobernantes por la soberbia con que miran al mundo.

73

Tenemos ante nosotros otra columna de opinión que comienza condenando los atentados (puntos 1 y 2), para terminar casi justificándolos (puntos 6, 7, 8 y 9). Así como en un anterior artículo, se demanda una reflexión interna del por qué de tanta barbarie y antipatía acérrima contra la vida de los norteamericanos. Aquí se plantea una pequeña salvedad en el columnista. Escuda sus dichos en la amistad con los ciudadanos de ese país, a quienes defiende y separa de sus gobernantes (punto 4 y 5), pero luego los acusa de aprovecharse de las atrocidades que estos cometen (punto 9). En definitiva, les pide a sus amigos que dejen de lado sus lujos, para reclamar prácticas en sus gobernantes (punto 10), que, probablemente, pongan en jaque su estándar de vida. Nadie cortaría su propio cordón umbilical. La furia contra las producciones culturales expandidas por el orbe debería llamar la atención de por qué no son otro tipo de elementos los aceptados por las diversas sociedades (punto 8). Sin embargo, ese comentario no aparece en el artículo.

74

P12 – Vi. 14 – p. 3 por Martín Granovsky 1. EE.UU. todavía no decidió si el blanco de su ataque será Afganistán u otro país. Sin embargo, sondean. 2. El gobierno argentino mantiene su alineación automática con los EE.UU. 3. La diferencia con Menem, será que esta vez la decisión tendrá escala en el Congreso. 4. La discusión se centra sobre cómo se combate al terrorismo, si de la forma rápida, con bombardeos sobre Afganistán y nuevos miles de muertos o la vía lenta, desarmando conflictos para aislar al terrorismo. 5. La vía rápida borra la humillación de la potencia hegemónica, pero trae más violencia. Y no se asegura su eficacia. 6. La vía lenta implica reconocer la exclusión, la desigualdad, el conflicto de Medio Oriente, es decir, la solución política. 7. El argumento contra la vía lenta es que no hay Estado a quien presionar o con quien negociar. Sin embargo, Afganistán es un Estado. 8. Mientras De la Rúa parece ubicarse rápidamente tras los EE.UU., México y Brasil toman distancia. 9. Conjeturas: a. La Armada convocó a sus efectivos licenciados porque los marinos

se

preparan

para

embarcar

rumbo

a

Oriente,

nuevamente. b. Si la Argentina finalmente desiste en su envío de tropas, el justicialismo emergerá como el garante de esa alineación, por estar de acuerdo.

75

La columna de Granovsky se centra sobre la legitimidad del tipo de acción que los EE.UU., con seguridad, llevarán a cabo (puntos 1 y 4). Mientras, crítica veladamente la continuidad de la política de Menem en cuanto a seguir los designios del país del norte (puntos 2 y 8). En cualquier caso, el asunto central es la toma de posición respecto de una injusta descarga de violencia sobre Afganistán, que no traerá más que un paliativo momentáneo a la bronca que sienten los estadounidenses tras haber sido heridos en su orgullo. Granovsky reclama una actuación que limite a los terroristas, suponiéndolos a estos manifestantes en pro de la igualdad y la equidad social de las personas del mundo (punto 6). Esta postura ya ha sido adoptada por otros autores en notas anteriores y no resulta más que una conjetura. Si el terrorismo no reclama acciones puntuales para detener su accionar, es bastante aventurado darles intenciones ideológicas propias a esos actos.

76

P12 – Sá. 15 – p. 5 por Martín Granovsky 1. La invocación del T.I.A.R. busca legitimar acciones en solitario que emprenderán los estadounidenses como forma de reacción a los ataques sufridos. 2. EE.UU. confirmó que de una u otra forma responderán estos ataques, pero también aseguraron que buscarán una coalición de naciones para el desarrollo conjunto de políticas a implementar a partir de estos hechos. 3. Quien decidió invocar el T.I.A.R. fue Brasil y luego invitó a la Argentina a sumarse, aunque Brasilia no participará en ninguna contienda 4. Resucitar el T.I.A.R. a sabiendas de las objeciones que plantean algunos países, como México, es un retroceso. 5. Se corre el riesgo de reflotar la Doctrina de Seguridad Nacional, al invocar ese tratado. 6. Conjetura: a. Si el T.I.A.R. se relanza, las Fuerzas Armadas puede reclamar, y obtener, más protagonismo en una lucha antiterrorista que devendrá interna. b. La

pérdida

de

libertades

civiles,

afectaría

la

cohesión

democrática.

En esta columna, se dejan en claro dos ideas fundamentales. La primera, en el punto 3, es la alineación indubitable de la Argentina con los EE.UU. que el autor considera errónea. La segunda, es la posibilidad de que el reflote de un tratado añejo, recupere prácticas deleznables por parte de la 77

Fuerzas Armadas (puntos 5 y 6.b). El temor de una posible llegada de los militares a realizar inteligencia interna, tiene, obviamente, demasiado buen asidero como para considerarlo una reacción paranoica. Lo cierto, es que tal vez sea desproporcionada, pero no por ello es ilógica.

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P12 – Sá. 15 – p. 9 por Alfredo Grieco y Bavio 1. El pastor Billy Graham consideró al diabólico atentado como bueno para George W. Bush porque ahora podría poner a prueba su liderazgo, liderazgo que no obtuvo con claridad en las elecciones presidenciales. 2. El pastor espera, además, que se produzca una resurrección espiritual en el país que impulse a la derecha religiosa a una etapa de poder y gloria.

El artículo menos extenso de todos no es por ello menos rico en sus dichos. La satisfacción del presidente norteamericano, por las palabras del pastor, rememora las bendiciones de los Papas en la época de las Cruzadas. Tal que si a Bush no le fuera suficiente el mandato terrenal dado por el sufragio y la responsabilidad constitucional con sus ciudadanos.

79

P12 – Do. 16 – p. 6 por Eduardo Aliverti 1. Se debe ser muy tonto para no relacionar las enormes sumas de dinero que se propuso gastar el Estado norteamericano en la milicia y su posterior rebote en la alicaída economía de ese país. 2. Tanto el terrorismo como el negocio de las drogas son funcionales a la economía estadounidense. 3. El gobierno argentino no sólo deberá responder ante las locuras en las que se sumerja Washington, también sobre el horizonte a largo plazo para el país. 4. Conjetura: a. Cotidianidad casi policíaca dentro de los EE.UU.; militarización de la región. b. Los

planes

para

controlar

las

sociedades

de

países

subdesarrollados serán alentados como nunca.

El artículo de Aliverti propone dejar de lado las teorías conspirativas, pero las utiliza para explicar la realidad. Este ardid ya lo habíamos visto en ocasión de LN – Do. 16 – p. 9 En cualquier caso, lo remarcable de la columna es que todo, absolutamente todo, es funcional a la economía estadounidense. Incluso un atentado con las características de lo ocurrido el 11 de septiembre de 2.001 Por último, en el punto 3, a pesar de la sutileza, es clara la demanda, hacia el gobierno nacional, de asumir una posición menos subordinada a todos los mandatos estadounidenses, en defensa de los intereses argentinos a largo plazo.

80

P12 – Do. 16 – pp. 14-15 por Mario Wainfeld

1. Las desigualdades sociales, los trabajos precarios, la pobreza en niveles dramáticos, muestran más una segregación similar a las castas que una discriminación real en el mundo entero. 2. La eficiencia capitalista destruye las naciones, la familia, los sindicatos y toda forma de cooperación que garantice la auto-perpetuación. 3. Nunca antes la riqueza fue vista como una virtud en sí misma, estigmatizando al pobre. 4. La única tolerancia cero rige para las clases más sojuzgadas. 5. Argentina no es más que una muestra de ese mundo. 6. De la Rúa fue rompiendo toda alianza interna y sus asesores no están lo suficientemente capacitados para asesorar nada. 7. Como Bush busca el consenso internacional y la Argentina padeció atentados terroristas, hay que encolumnarse tras él, pero con la aprobación del congreso, tal la única diferencia con el gobierno de Menem. 8. Sería trágico reiterar la “compra de guerras santas” como la acontecida durante el mundo bipolar. 9. Los demócratas han sido tan vengativos como los republicanos en los EE.UU. 10. Argentina parece dispuesta a sumergirse una vez más en arenas internacionales cuando sus problemas locales son acuciantes y no están nada resueltos.

81

11. Ni antes de los atentados George W. Bush ni Fernando de la Rúa parecían idóneos para conducir los designios de sus países, menos lo parecen ahora, con un mundo mucho más complejo. 12. Conjetura: a. La tragedia estadounidense podría colocar a la Argentina nuevamente en el mapa mundial y sacarla del pozo económico en el que está metida, ello requiere una doble apuesta a las relaciones carnales. b. Los dos ataques sufridos por la Argentina tuvieron cabida por la relación de alineación total con los EE.UU.

El artículo de Wainfeld trabaja sobre unos pilares muy claros. Por un lado, la búsqueda del gobierno argentino de obtener réditos políticos sustanciales tras los hechos del 11 de septiembre de 2.001 en los EE.UU. a través de la colaboración incondicional (puntos 7, 10 y 12.a). El columnista no sólo no lo ve factible, además, lo considera improductivo, por los problemas internos y la posible repercusión a nivel local que esto podría traer, o sea, nuevos atentados en nuestro país (punto 12.b). Toda la nota gira en torno a los dramas generados por la expansión del capitalismo a escala mundial, sin siquiera mencionar un aspecto positivo. Nada. Ni siquiera la libertad de prensa para poder criticar aquello que se considera nefasto. El último tema a destacar tiene como centro el punto 8, porque se compara

una

guerra

entre

posiciones

contrapuestas

(comunismo



capitalismo) con una que, en principio, no tiene descripción más allá del vago término “terrorismo”. Si los temores están centrados en aquellos indicados en

82

P12 – Sá. 5 – p. 5 entonces debería ser aclarado, de lo contrario, la explicación es simplista y poco feliz.

83

Capítulo III Verificación de la hipótesis En consideración de lo expuesto en la Metodología citada en el Capítulo I, veremos como los artículos de opinión seleccionados presentan elementos de nivel 1, 2 ó 3 en sus intenciones. El objetivo de ver que aparecen más elementos de nivel 3 conforme avanzamos en los días, según reza la hipótesis será así verificado o refutado. Luego, buscaremos una homogeneización de forma transversal, entre los periódicos, siguiendo lo expuesto por Noelle-Neumann. Recordemos que los artículos bases para el análisis son:

C – Mi. 12 – p. 2 LN – Mi.12 – p. 7 P12 – Mi. 12 – pp. 19-20

Comenzaremos por Clarín, seguiremos por La Nación para finalizar en Página/12.

84

Primer Nivel C – Mi. 12 – p. 20

Punto 3

Segundo Nivel

Tercer Nivel

Puntos 1, 2, 4, 6, Puntos 5, 7, 8.a 8.b, 8.c, 8.d

C – Mi. 12 – p. 56

C – Ju. 13 – p. 18

Puntos 1.a, 1.c, 2, Puntos 1.b, 1.d, 3, 4

5

Punto 1, 6.d

Puntos 2, 3, 4, 5, Puntos 6.b, 6.c, 6.e 6.a,

C – Ju. 13 – p. 30

Punto 1, 2, 3

Puntos 4, 5, 6

C – Ju. 13 – p. 18

Punto 2

Punto 1, 3, 4

C – Vi. 14 – p. 4

Punto 6.a

Puntos 1, 2, 3, 4, Puntos 5, 6.c 6.b, 6.d

C – Sá. 15 – pp Punto 1

Puntos 2, 8, 10

42-43 C – Do. 16 – p. 32

Puntos 3, 4, 5, 6, 7, 9

Punto 1.b

Punto 4, 5, 7, 8

Puntos 1.a, 1.c, 2, 3, 6, 9, 10, 11

85

LN – Mi. 12 – p.

Primer Nivel

Segundo Nivel

Tercer Nivel

Punto 6

Puntos 1, 3, 7, 8.b

Puntos 2, 4, 5, 8.a,

Punto 6.a

Punto 1, 2, 3, 4, 5,

12 LN – Ju. 13 – pp.

6.b, 6.c

1-13 LN – Ju. 13 – p. 9

Punto 1, 10.c, 10.d Puntos 2, 3, 4, 5, Puntos 6, 7, 8, 9 10.a

LN – Vi. 14 – p. 14 Punto 1, 12.a

Punto 5, 7, 8

Puntos 2, 3, 4, 6, 9, 10, 11

LN – Sá. 15 – p.

Puntos 1, 2, 3, 4,

14

5, 6, 7.a

LN – Do. 16 – p.

Punto 1, 4, 5, 6

Puntos 2, 3, 7, 8,

10

9.a

LN – Do. 16 – p.

Puntos 1, 2, 3, 4,

16

5, 6, 7, 8, 9, 10

LN – Do. 16 – p. 9

Punto 1, 2, 4, 6, 8, Punto 3, 5, 7, 12, 9, 10, 11

86

13, 14

Primer Nivel

Segundo Nivel

P12 – Mi. 12 – p. 4 Puntos 3, 5.a, 5.b, Puntos 1, 2, 5.d

Tercer Nivel Puntos 4, 5.e

5.c P12 – Mi. 12 – p. 6 Punto 6

Puntos 1, 2, 3, 4, 5, 7

P12 – Mi. 12 – p. 9 Punto 3

Puntos 2, 4, 9.b

Puntos 1, 5, 6, 7, 8, 9.a, 9.c, 9.d

P12 – Ju. 13 – pp. Puntos 2, 3

Puntos 1, 4, 5, 9, Punto 6, 7, 8, 11

14-15

10

P12 – Vi. 14 – p. 3 Punto 5

Puntos 1, 4, 6, 7

Puntos 2, 3, 8, 9.a, 9.b

P12 – Sá. 15 – p. 5

Punto 2

Puntos 1, 3, 4, 5, 6.a, 6.b

P12 – Sá. 15 – p. 9

Puntos 1, 2

P12 – Do. 16 – p.

Puntos 1, 2, 3, 4.a,

6

4.b

P12 – Do. 16 – pp.

Punto 1, 7, 12.a

14-15

Punto 2, 3, 4, 5, 6, 8, 9, 10, 11, 12.b

87

El análisis de los niveles de referenciación no muestra un patrón entre los tres periódicos, aunque sí es mucho más similar el comportamiento entre Clarín y Página/12. Dentro de este contexto, nos atendremos al análisis interno. En Clarín, la supremacía de enunciados de tercer nivel llega recién el día sábado, lo cual demuestra una atención a los temas planteados en un primer momento, sin alejarse tanto de los mismos. A la vez, la cantidad de puntos en el nivel 2 (mayoritario desde el primer día) indica a las claras que el tratamiento de los asuntos, si bien profundo, como se puede leer en el Capítulo II, no parece alejarse en demasía de la visión original. A

la

pregunta,

¿se

verifica

la

hipótesis?,

debemos

responder

afirmativamente en el caso de Clarín, ya que, efectivamente, con el correr de los días y las notas, la dimensión en el análisis se incrementa claramente, dejando paso a los temas (y a la opinión que estos revisten) surgidos.

8 6 4 Primer Nivel Segundo Nivel Tercer Nivel

2 0 C– C– C– C– C– Mi. Mi. Ju. Ju. Ju. 12 – 12 – 13 – 13 – 13 – p. 20 p. 56 p. 18 p. 30 p. 18

Ã

C– Vi. 14 – p. 4

Ã

88

C– Sá. 15 – pp 4243

C– Do. 16 – p. 32

Ã

En lo referente a Página/12, la supremacía de enunciados de tercer nivel se da el día viernes, aunque el jueves ya casi se muestran igualados el segundo y tercer nivel. Es decir, si bien las opiniones se dedican a sopesar más y más posibilidades, a conjeturar sobre lo dicho y ocurrido, no es hasta dos días después que los enunciados versan sobre intenciones ideológicas completamente alejadas de las primariamente propuestas. ¿Se verifica la hipótesis en Página/12? Sí, también. Al igual que en Clarín, con el correr de los días y las notas es claramente observable como los niveles dos y tres acaparan la cantidad de enunciados producidos.

10 8 6 4 2 0 P12 P12 P12 P12 P12 P12 P12 P12 P12 – – Mi.– Mi.– Mi.– Ju. – Vi.– Sá.– Sá. – 12 – 12 – 12 – 13 – 14 – 15 – 15 – Do. Do. p. 4 p. 6 p. 9 pp. p. 3 p. 5 p. 9 16 – 16 – p. 6 pp. 141415 15

Ã

Ã

Primer Nivel Segundo Nivel Tercer Nivel

Ã

¿Qué ocurre en La Nación? En el periódico de los Saguier tenemos la mayor presencia de enunciados de tercer nivel, tanto proporcional como absolutamente. En cualquier caso, el día jueves los enunciados de primer y segundo nivel equiparan (sumados) a los del tercer nivel. ¿Qué queremos aventurar con esto? Simplemente marcamos como, a pesar de ser La Nación el 89

periódico que más se aleja, y más rápido lo hace, de los postulados iniciales, también permite la confirmación de la hipótesis planteada. Sin embargo, como el desarrollo es claramente distinto al de Clarín y Página/12, diremos que se verifica la hipótesis, pero con reservas.

10 8 6 4 Primer Nivel Segundo Nivel Tercer Nivel

2 0 LN – LN – LN – LN – LN – Mi. Ju. Ju. Vi. Sá. 12 – 13 – 13 – 14 – 15 – p. pp. p. 9 p. p. 12 1-13 14 14

Ã

LN – Do. 16 – p. 10

LN – Do. 16 – p. 16

Ã

LN – Do. 16 – p. 9

Ã

En cuanto a la segunda parte de la hipótesis, no hemos podido encontrar ningún enunciado que claramente se haya modificado en los periódicos analizados o voces que se hayan rotundamente acallado con el correr de los días. Cada uno de los diarios mantiene hilos concordantes que perduran a través de los artículos. Más aún, los tibios esbozos en Página/12 de los primeros días sobre la obligación en la que se sienten sus columnistas de mencionar las atrocidades cometidas por los estadounidenses a través de su historia, no encuentra sino un único enunciado de eco en La Nación ( LN –

90

Do. 16 – p. 9) y dos en Clarín (C – Mi. 12 – p. 20 ; C – Sá. 15 – pp. 42-43) con el detalle que, en el periódico de la señora de Noble, fueron escritos por el mismo autor y ya el primer día mencionó tal idea. En definitiva, de acuerdo con Noelle-Neumann podríamos estar ante casos de núcleos duros, que jamás cambiarán de opinión o, tal vez, si se sucedieron estos cambios y homogeneizaciones en las intenciones ideológicas vertidas, las mismas ocurrieron en días posteriores a los analizados. Tal labor puede quedar para un futuro trabajo.

Conclusión No queremos finalizar este trabajo sin citar un pasaje de “La noticia como discurso” el cual describe la naturaleza con la cual los periodistas suelen tomarse los trabajos académicos que indagan sobre su labor: “Por lo general, los periodistas tienen en cuenta lo que ellos presuponen que el lector medio comprenderá, y esta presuposición influye en sus estilos. Aun así, esta retroalimentación raramente es directa. Los constructores de noticias escriben de acuerdo con sus creencias intuitivas acerca de los lectores de la clase media. Los resultados experimentales sobre la capacidad de lectura se tienen menos en cuenta, habitualmente, que las cifras de ventas. Viviendo tan de cerca los campos y los estilos de comunicación en los que se basan para escribir, su retroalimentación rara vez proviene de los lectores, excepto de manera indirecta, en lo que se refiere a los factores económicos del mercado. Por lo tanto, no nos sorprende que sólo parte de los espectadores comprendan el sencillo estilo informativo de la televisión, y debemos pensar que esto será aún más grave

para

los

ítems

del

periódico.

Tampoco

hay

allí

ninguna

retroalimentación a partir de los resultados en la psicología de la comprensión del texto. Más bien, una evidencia de peso sugiere que los

91

periodistas tienden a ser reacios a aceptar conocimientos de cualquier investigación académica en su arte. La edición y la corrección del estilo, entonces, se basa en su mayor parte en conocimientos intuitivos, la rutina profesional y el sentido común, el cual por supuesto es a menudo suficiente para el cumplimiento eficaz de las tareas rutinarias cotidianas” (Van Dijk, 1996, pp. 115/116).

Que el análisis de los enunciados dentro de cada periódico pueda mostrar una mayor o menor condescendencia con los secretarios de redacción a través del retomar los temas por estos sugeridos (en lo que popularmente se conoce como “bajada de línea”), no es cuestión central de esta investigación. Simplemente nos hemos limitado a mostrar e intentar demostrar una hipótesis sobre el comportamiento de los analistas estables de las plantas de redacción. Por otro lado, a partir de este trabajo se puede observar claramente cierto desconocimiento histórico (como el tema de la guerra de 1812) que, tal vez, no sea sólo culpa de los periodistas que retransmiten esos errores, sino de aquellos que los escriben en primera instancia en cables informativos. La confianza en la veracidad de las agencias noticiosas nunca debe impedir la verificación de una información. Máxime si en ella se basarán algunos postulados a mencionar. Todos los documentos analizados pueden ser consultados en el anexo de este trabajo así como también en los sitios de Internet de los periódicos estudiados.

92

Bibliografía

BAJTÍN, MIJAÍL MIJÁILOVICH, Estética de la creación verbal, Siglo Veintiuno Editores, México, 1997 GÓNZALES REYNA, SUSANA, Géneros Periodísticos I – Periodismo de opinión y discurso, Editorial Trillas, México, 1991 HABERMAS, JÜRGEN, La constelación posnacional, Ediciones Paidós, España, 2000 HOBSBAWM, ERIC, Historia del Siglo XX, Editorial Crítica, Buenos Aires, 1999 McCORMICK, JAMES, American foreign policy & process, F.E. Peacock Publishers, Inc., EE.UU., 1998 MOMBRÚ, ANDRÉS; MARGETIC, ALEJANDRO, El hacedor de tesis, Пραγµα, Dock Sud, 1992 NOELLE-NEUMANN, ELISABETH, La espiral del silencio – Opinión Pública: nuestra piel social, Ediciones Paidós, España, 1995 PETERSON, THEODORE; JENSEN, JAY W.; RIVERS, WILLIAM L., Medios populares de comunicación, Editorial RM, Barcelona, 1967 SÁNCHEZ-BRAVO CENJOR, ANTONIO, Manual de estructura de la información, Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, S.A., Madrid, 1992 VAN DIJK, TEUN, La noticia como discurso. Comprensión, estructura y producción de la información, Ediciones Paidós, Madrid, 1996 VERÓN, ELISEO, Construir el acontecimiento, Editorial Gedisa, Buenos Aires, 1987 Diccionario Enciclopédico El Ateneo, Tomo 3, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1970 Sitios de Internet: http://www.clarin.com.ar http://www.lanacion.com.ar http://www.pagina12.com.ar 93

Anexo Aquí pueden consultarse los documentos en su integridad, en texto corrido. Los errores de ortografía no fueron corregidos.

Clarín del día miércoles 12 de septiembre de 2.001 •

Página 2 - Roberto Guareschi

¿En qué mundo estamos? Esta pregunta seguramente estuvo en la mente de la gente cuando ayer miraba en su televisor cómo caían las Torres Gemelas. Sin duda estamos desde ayer en un mundo distinto. Este es el infierno temido y anticipado en las hipótesis de guerra y en las películas, los televisores, y en los libros que llevamos a la cama.

Ayer EE.UU. entró definitivamente en guerra contra el terrorismo; aunque hasta anoche no se supiera quiénes eran los autores del ataque. No es, por cierto una guerra mundial: no habrá países que se levanten contra el poder de Washington. Pero todo indica que es una guerra global, en el sentido de que no habrá un territorio (los argentinos ya lo sabemos) que pueda considerarse a salvo. Significa que todos entramos en un nuevo mundo. Y la inédita crueldad de estos atentados es un presagio ominoso. En primer lugar hay que establecer la magnitud de lo ocurrido ayer en EE.UU.. En un sentido, el ataque es similar y distinto a Pearl Harbour, aquel bombardeo de la aviación japonesa a una base norteamericana del Pacífico, que disparó la entrada de EE.UU en la II Guerra. Es similar porque el ataque a Nueva York y Washington marca el ingreso definitivo de EE.UU. a una guerra. Es distinto porque por primera vez en su historia independiente EE.UU. libra un conflicto en su propio territorio, y un enemigo asesina a sus civiles. Hay imágenes que expresan la nueva realidad: la isla de Manhattan vista desde Brooklin envuelta en humo, las calles y la gente de la ciudad insignia del imperio más grande de la historia cubiertas de ceniza y del polvo de las torres derrumbadas, blanca como un paisaje lunar. Nueva York sin las torres es el testimonio de una amputación y de la vulnerabilidad del mundo civilizado. También lo era, ayer, el hecho de que el presidente Bush no estuviera en la Casa Blanca hasta entrada la tarde. En segundo lugar, hay que saber cómo se ha de pelear esta guerra. Es decir, si EE.UU. tiene la voluntad y el poder para desarrollarla sin desbordar los límites de la legalidad. Y, aún dentro de la legalidad, sin usar una fuerza excesiva. No será fácil. El pueblo norteamericano, que ahora termina de aceptar que en este nuevo mundo es más vulnerable, pedirá castigo rápido para sentirse más seguro. El modo en que este interrogante se resuelva influirá en la vida cotidiana de todo el planeta. El mundo civilizado está construído sobre la base de la ley y de la confianza —como se comprobó ayer, hay crímenes que son escandalosamente fáciles de cometer. Hacen falta apenas un puñado de hombres para secuestrar un avión y lanzarlo contra un edificio con decenas de miles de personas. Pocos litros de una sustancia química pueden envenenar el agua potable de una ciudad. Confiamos en nuestros vecinos. Confiamos en que la seguridad de todos es una razón suficiente para mantener nuestras disputas dentro de la legalidad. Ahora esa ténue red de confianza se rompió. Y puede ser reemplazada por el control y el miedo. ¿Será este un signo del nuevo siglo? Dentro de lo imaginable está un futuro donde los militares y el espionaje tengan mayor poder. Los servicios de inteligencia norteamericana sabían algo pero no lo suficiente: hace 9 días, tuvieron noticias de un eventual atentado grande. Pero no

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logró saber lo necesario y ahora se la culpa por no haber impedido el ataque. Su respuesta será, acaso, reclamar más recursos y más libertad para operar en todas partes contra un enemigo que puede estar en cualquier parte; a la acción de la inteligencia seguramente le seguirá la acción militar. La tensión seguramente puede extenderse a todas las relaciones internacionales, en un grado quizás mayor al de la Guerra Fría. Por entonces, la existencia de bloques y la "coexistencia pacífica" encapsulaban los problemas y les imponían ciertas "reglas". Ahora los problemas se globalizan sin control porque el enemigo tiene otra lógica y, dentro de esa lógica, nada que perder. La crispación que agregará esta nueva realidad, volverá a colocar las cuestiones de seguridad en un plano superior. Y habrá presiones que pueden reducir aún más la autonomía de aquellos países que hasta ahora ofrecían resistencia a un alineamiento automático con las políticas de EE.UU. La economía mundial ya sufre las consecuencias de esta guerra: los datos están en esta edición. Desde una perspectiva argentina, es positivo haber concluído ya el acuerdo con el FMI; pero cabe preguntarse si la nueva situación no agregará dificultades a la renegociación de nuestra deuda, un tema de baja prioridad en el mundo de hoy en día. Cuando se ve cierto júbilo que tanta muerte produjo en algunas ciudades de Medio Oriente puede creerse que la tensión mundial se realimentará. En el plano de la vida de la gente, la privacidad puede ser una víctima, precisamente ahora que hay más conciencia de su valor: en Internet, en todo medio de comunicación, en la intimidad del hogar. La libertad de movimientos, podría ser otra. Es posible que las fronteras nacionales sean reforzadas y hasta cerradas, como ahora, en momentos de crisis. Y si hiciera falta algún argumento para sostener estas especulaciones, sólo hay que mirar aquí, tan cerca de nosotros, tan lejos de Estados Unidos, y multiplicar por mil. En la Argentina las empresas norteamericanas tomarán recaudos especiales y las instituciones judías permanecerán cerradas hasta nuevo aviso. El Siglo XX no terminó el 31 de diciembre de 1999. Terminó, como dijo Eric Hobsbaum, el 9 de noviembre de 1989, con la caída del Muro de Berlín. Una imagen así de fuerte pero no de triunfo -el avión que se estrella- tal vez sea la que marque el nacimiento cruel del Siglo XXI. EE.UU., constructor del imperio más poderoso de la historia, seguramente abandonó ya lo que pudiera quedarle de una política de aislacionismo. Ayer estrenó, dolorosamente, una nueva dimensión de su rol hegemónico: este tipo de guerra, por anunciada y prevista, no deja de ser una siniestra novedad. Un terror globalizado contra un poder político y económico también globalizado.



Página 20 - Oscar Raúl Cardoso

En contextos de confusión y desconcierto —como el que se instaló en el mundo después del ataque terrorista masivo de ayer contra Estados Unidos— lo que conviene es separar las escasas certezas con las que uno cuenta de las muchas incertidumbres que guarda la realidad. De otro modo el error es la trampa. Y en estas emergencias suelen tener un costo que nadie, literalmente nadie, puede pagar. Seguir el sendero que sugieren aquellas certezas es la mejor opción a mano para alcanzar la comprensión. He aquí algunas de ellas, para comenzar: · Estados Unidos vio ayer cómo el terrorismo contemporáneo logró lo que no pudieron alcanzar otras potencias grandes y medianas de los últimos cien años: quebrar la especial forma de "insularidad" norteamericana que, a lo largo del siglo XX, le permitió atravesar como parte combatiente un sinnúmero de conflictos (entre ellos dos guerras mundiales) sin que la violencia alcanzara nunca su territorio o sus espacios aéreos o marítimos nacionales.

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· El único antecedente vagamente asimilable es, por cierto, el ataque sorpresa del imperio del Japón en los años 40 contra la base de Pearl Harbor en Hawaii. Y hay un elemento común poderoso en su significado: tanto aquel asalto como los episodios de ayer constituyen claramente lo que los especialistas llaman "actos de guerra". Aun así, las diferencias entre uno y otro son igualmente notables: el agresor fue en Pearl Harbor un Estado nacional inmediatamente identificable, el archipiélago de Hawaii constituye un territorio de ultramar y la amenaza no se acercó nunca al espacio continental. Por lo demás, ni en aquel conflicto un presidente norteamericano —como ayer George W. Bush— se vio obligado a buscar el refugio de una base militar abandonando la "ciudad del príncipe", Washington, que por varias horas pareció un lugar poco menos que abandonado. Un dato adicional que es demostrativo de la dimensión de lo ocurrido ayer: Bush es el comandante en jefe de las fuerzas armadas más poderosas del planeta. Tanto poder de fuego concentran que tienen la capacidad de reducir a cenizas varias veces, no sólo una, el planeta, con armas de destrucción masiva como las nucleares. Desde poco después de finalizada la Guerra Fría ese aparato bélico ha sido organizado para librar dos guerras simultáneas en lugares del mundo distantes entre sí. Ayer, esas fuerzas armadas se encontraban en lo que los expertos llaman la condición de "fuerza de protección Delta", uno de los estados de alerta más intensos. Y así y todo el presidente daba sus órdenes desde un refugio en el corazón mediterráneo de Estados Unidos sin saber a ciencia cierta cómo emplearlo de modo eficiente, quién era el enemigo de estas horas ni dónde estaba ubicado. Hay una lección paradojal en estos datos si tanto poder de fuego se vuelve estéril en las manos de los que lo manejan. · Otra certeza del drama de ayer estuvo cifrada en el segundo de los mensajes pronunciados ayer por Bush durante la larga jornada, una oratoria que denunció los problemas de comprensión que suele poner en evidencia la perversa lógica del terrorismo cada vez que se manifiesta. Bush inició su declaración asegurando que "la libertad ha sido atacada por un enemigo sin rostro". Esto podrá tener ecos de dignidad para una opinión pública que intenta sobreponerse a una agresión de magnitud sin precedentes, pero es, en esencia, una afirmación que la realidad cuestiona. Estados Unidos no es, para miles de millones de seres humanos en innumerables puntos geográficos del planeta, esa encarnación de la idea misma de la libertad que sugieren las palabras del presidente sino un opresor y enemigo que afecta sus vidas cada día y que, hasta ayer al menos, resultaba inalcanzable. No importa lo que se piense sobre esta visión crítica de todo lo norteamericano, el hecho es que esta allí —en Asia, en Africa y hasta en América latina— y es verificable e innegable. No es arriesgado suponer que los terroristas de ayer operaron —como todos los que apelan a la violencia clandestina— usando como puntos de apoyo estos sentimientos de agravio. De algún modo los aviones que ayer se estrellaron contra el Pentágono o contra las Torres Gemelas en Nueva York pueden haber marcado el fin inevitable de cierta inocencia cultural norteamericana. Hay un relato del estado del mundo, un relato sobre las relaciones de poder en la globalización que entró en crisis con los atentados de ayer. · Una certeza más: el grupo o los grupos responsables de este lunes de muerte en Estados Unidos llevaron adelante el ataque terrorista más sofisticado de la historia, cuya ejecución resulta asombrosa no sólo por el daño sino por la complejísima logística que debió reunir. En un primer análisis es impensable que hayan podido organizar y ejecutar operaciones que vulneraron los aeropuertos más seguros del planeta, que violaron los espacios aéreos más restringidos de los que se tenga noticia sin haber contado con

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algunas complicidades dentro de la misma sociedad norteamericana. El fantasma del atentado en Oklahoma en los 90 —por el que este año fue ajusticiado un norteamericano, héroe de Vietnam, Timothy McVeigh— se corporiza otra vez y no es impensable, ni mucho menos, que Estados Unidos redescubra en un futuro cercano que sigue durmiendo con el enemigo en una misma cama. Los nombres de Ossama Bin Laden, de los líderes del régimen Talibán en Afganistán o de las organizaciones militantes islámicas, como Hamas, que surgieron en los minutos iniciales de la búsqueda de explicaciones, pueden ser una forma de recurrir a "los sospechosos de siempre" o, en otras palabras, de buscar la aguja no en un costurero sino en un imposible pajar. Hay otras certezas en el episodio que hasta ahora el mundo, no ya los norteamericanos, insistía en no aceptar. La acción terrorista no es un fenómeno marginal, producto de unos "locos" y como fenómeno complejo que es quizá haya llegado el momento en que demande algo más que adjetivos de indignación y respuestas de seguridad física o meramente militares, como las que explicablemente surgen en la lógica que emplea en estas horas el gobierno en Washington.



Página 56 - Osvaldo Tcherkaski

ESCENARIO 1: La guerra es contra la burocracia El lunes, justo en vísperas de lo que vendría después, un azar tan asombroso como lo que estalló en la mañana de ayer, quiso que el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, decidiera declarar "la guerra a la burocracia". El sentido de esta declaración era producir el ahorro de unos 3.000 millones de dólares para racionalizar y hacer más eficiente la misión de ese megarecinto, considerado inexpugnable. Que a la mañana siguiente, ese complejo haya resultado perforado como blanco, al desencadenarse el operativo que tuvo las dimensiones de una conflagración, puede imprimir otro sentido a la racionalización proyectada por Rumsfeld: detectar qué hizo posible semejante vulnerabilidad, a la que puede no ser ajena la burocracia. Es decir, un sistema que busca volverse inmune mediante un escudo espacial antimisilístico, para una "Guerra de las Galaxias" que sólo existe en el cine. Lo que se presentaba como la aspiración científico-tecnológica más audaz para la guerra del siglo XXI, parece reducida por ahora a un sueño vacuo o a un derroche inútil: con tecnologías casi obsoletas, el sistema estratégico de seguridad de la mayor superpotencia económica y militar del planeta fue hecho añicos. La prioridad, en este escenario, sería descubrir dónde estuvieron las fallas y quiénes pueden ser sus responsables. ESCENARIO 2: ¿Dónde está el enemigo? Con EE.UU. como única superpotencia dominante, los escenarios posibles de una conflagración mundial se han modificado dramáticamente. No sólo no hay un enemigo claramente identificado, como sucedía con la ex Unión Soviética y sus aliados durante la segunda mitad del siglo XX, sino que el o los enemigos, son invisibles. Esta invisibilidad significa que no hay un beligerante declarado, salvo la idea genérica de "terrorismo", que si bien califica el modo de operar y sus consecuencias catastróficas sobre la población civil, no alcanza para precisar el blanco que deberá ser objeto de la respuesta, ya sea de retaliación o de definición del teatro de combate. En el día de ayer, esta modificación produjo, al menos, estos datos significativos: · Analistas estadounidenses recordaban ayer lo sucedido en ocasión de la voladura de un edificio de la administración federal en Oklahoma, en abril de 1995. Las primeras hipótesis habían apuntado a organizaciones terroristas extranjeras, especialmente las que se suele ubicar bajo la apelación de "fundamentalismo islámico". Las investigaciones revelaron que se trataba de una organización terrorista interna, y concluyeron con la ejecución del norteamericano Timoty McVeigh, que se declaró culpable. La mera sospecha de que algo así pudiera haberse reproducido ayer, contribuye al caos buscado por el enemigo, con la ventaja inicial de su invisibilidad.

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· Escenas que mostraban en la TV a palestinos en el sur del Líbano festejando el ataque, podían llevar a una fácil "detección" de los autores de la tragedia. En cambio, no se vieron escenas de dolor y desolación en el campo atacado, ni se conocía el número de víctimas. · El presidente George Bush, su vicepresidente, sus principales secretarios de Estado y su cúpula militar, debieron trasladarse a lugares seguros y secretos, como si se tratara de una guerra nuclear. · Los mercados acusaron inmediatamente el impacto, y sólo subieron en la apertura las acciones de valores "arcaicos", como el petróleo y el oro, mientras el resto cayó verticalmente. Los mercados bursátiles dejaron de funcionar y se ignoraba hasta cuándo. · Se debió ordenar el cierre de aeropuertos, suspensiones del transporte público, evacuaciones, cierre o reducciones de embajadas estadounidenses, cierre de escuelas y universidades, precauciones en el tránsito, tanto de rutas como en las calles. El marco corresponde al de una gran conflagración, pero en la que lo único visible es lo que sucede en el territorio bajo ataque. El enemigo actúa y coordina desde la impunidad. Este escenario obliga a repensar la guerra como nunca antes había sucedido: la planificación y coordinación para destruir al enemigo queda subordinada a la prevención anticipada y su detección posterior. Algo así como el grado cero de la guerra en el nuevo milenio. ESCENARIO 3: El supercontrol En las nuevas condiciones surgidas a partir de ayer, las tareas de control en todo el mundo conocen dimensiones impensadas: en primer lugar, la búsqueda sistemática de los autores en cada rincón del planeta. Un supercontrol sobre el movimiento y la vida de las personas, que exigiría la construcción de un sistema omnímodo capaz de transformar al mundo entero en un espacio donde el "Gran Hermano", anticipado por George Orwell en su novela 1984, pasará a ser leído como un relato del paraíso. ESCENARIO 4: La respuesta nuclear Los autores del ataque de ayer son identificados, y si contaron con el apoyo o la complicidad de un Estado, los EE.UU., con el acuerdo del Grupo de los 8, los países más poderosos, apelan —por segunda vez en la historia, la primera fue Hiroshima y Nagasaki— a una retaliación nuclear. ESCENARIO 5: Pearl Harbor La penetración en el espacio aéreo de EE.UU., como ocurrió ayer, que incluyó una incursión sobre el Pentágono, es imposible. O revela la existencia de un poderío tecnológico desconocido hasta ahora, capaz de eludir los sistemas de prevención y detección más sofisticados de la tierra. Así como el ataque japonés contra Pearl Harbor, en diciembre de 1941, dio paso a la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, los ataques de ayer abren una nueva era en la historia de la humanidad: la del Escenario Tres, bajo el comando y la hegemonía de Washington. Ambas condiciones se perfilaban en el contexto histórico anterior, pero sin la consolidación omnímoda que permitiría este escenario para un nuevo orden de control, desde el simple tránsito de las personas y la vida cotidiana, hasta las telecomunicaciones, la administración de justicia y la información.

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Clarín del día jueves 13 de septiembre de 2.001 •

Página 7 - Telma Luzzani

De la misma manera que se espera el golpe únicamente como paso posterior a la advertencia, en el código de la fuerza, un "acto de guerra" es el movimiento siguiente y más grave de una "declaración de estado bélico". Por eso cuando el presidente George W.Bush definió el ataque a Nueva York y Washington "no como un acto de terrorismo sino como un acto de guerra" buscó dar a una agresión extraordinaria una respuesta no menos excepcional. Hay un solo antecedente en la historia bélica de los Estados Unidos y fue tras el ataque aéreo a Pearl Harbour, cuando también hubo pilotos que se inmolaron. El 8 de diciembre de 1941, el Congreso reconoció el estado de guerra con el Imperio de Japón y pocos después, el día 11, el presidente Franklin D. Roosevelt pidió al parlamento que reconociera "el estado de guerra entre Estados Unidos y Alemania e Italia". Durante la Guerra Fría, en cambio, no hubo "declaraciones" formales. A pesar de los acuerdos, las convenciones y las normativas internacionales que buscaban evitar el desmadre bélico, durante la guerra en la península de Corea (1950-1953), en la de Vietnam en la década del 70 y en la del Golfo en los 90, no hubo declaración de guerra aprobada por el Capitolio. Hoy la situación es única. Es el primer ataque en territorio continental norteamericano. Segundo, no había una situación bélica más o menos puntual que lo preexistiera o predijera. Tercero -y lo mas inquietante- no se conoce con claridad quién es el enemigo. Este "acto de guerra" referido por Bush no tiene un enemigo concreto. Existe el agravio y sus consecuencias. Pero no existe (por intangible, por desconocido) el sujeto agresor. Con este ánimo, con el orgullo de la superpotencia herida y con una clase política y una sociedad que pronto le exigirá resultados, el inexperto Bush, tiene que resolver un hecho inédito. Detrás de la frase del presidente norteamericano se prepara una respuesta que termine con el enorme desconcierto que significó un ataque sorpresivo realizado sin armas de fuego, con sus propios aviones y contra los símbolos arquitectónicos del poder. Bush enfrenta, además, divisiones en sus propias filas. El diario Washington Post informó sobre las "luchas internas entre la agencia federal de gestión de emergencias y el Departamento de Justicia" y son más que conocidos los enfrentamientos en su gabinete entre los halcones y palomas. Nombrar el "acto de guerra" ayudará al presidente -junto a las imágenes repetitivas de la destrucción edilicia en las que no obstante no aparecen, como en la Guerra del Golfo, los cuerpos de los ciudadanos muertos- a generar un clima que lo habilite a acciones posteriores como una represalia global a un enemigo tentativo. Bush anunció poco después que la "batalla llevará tiempo" y tranquilizó a su pueblo con un "ganaremos". Su secretario de Estado, Colin Powell, habló también de "un conflicto a largo plazo" todas frases que permite justificar frente a un hecho impreciso como el del 11 de setiembre una respuesta de envergadura. El "acto de guerra" concentra la retórica aceptable para un pueblo al que le cuesta comprender qué pasó y se ve obligado a ver otra imagen de sí mismo.



Página 18 - Oscar Raúl Cardoso

No queda sino enfrentar la realidad en toda su magnitud: más allá del drama masivo que produjo el ataque terrorista múltiple del martes, la agresión contra Estados Unidos tiene un costado innegable de humillación de su poder de cara al resto del mundo. Sólo con la comprensión de este costado del episodio, adquieren

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sentido algunos de los desarrollos políticos y militares que Washington está propiciando en la escena internacional. Apenas una comparación sirve para poner en perspectiva el verdadero significado de este martes sangriento de setiembre. Las especulaciones más informadas elevan el número de víctimas a varios miles y esto supone que la última vez que los norteamericanos sufrieron un número de bajas similares en una única acción bélica no fue el resultado de una agresión externa, sino un daño autoinfligido: la batalla de Antietam, ocurrida a mediados de setiembre de 1862 en plena guerra civil entre la Unión y la Confederación. Con casi 23.000 muertos y heridos, Antietam tuvo —dicen los historiadores— nueve veces el número de bajas que ocasionó el desembarco aliado en las playas de Normandía el 6 de junio, 1944. Si la ofensiva del famoso "Día D" en la II Guerra Mundial no puede compararse, en costo humano, a la confrontación doméstica del siglo XIX, el recuento final de la agresión terrorista del martes pasado sí será comparable con aquella batalla de la Guerra Civil. No se trata sólo de las pérdidas humanas y materiales sufridas, sino de la recuperación del golpe que penetró con profundidad en los centros del poder militar y político de la superpotencia —Washington—, sino del centro mismo de su influencia financiera, Nueva York. Esta última dimensión es, cuanto menos, tan intolerable para EE.UU. la tragedia humana que padeció. No es una mera coincidencia que la dirigencia norteamericana, comenzando por las principales voces de la administración republicana, parezcan ahora transmitir en cadena la idea de la vigencia de un estado de guerra, aunque el enemigo no tenga aún rostro y el propio secretario de Estado, Colin Powell, admita que ese estado de guerra puede no tener demasiado asidero en el derecho público internacional. El camino que está siguiendo Washington es de una proyección posible asombrosa. Ayer demandó y obtuvo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte —OTAN, la única gran alianza militar que sobrevivió a la conclusión de la guerra fría— el primer cheque en blanco bélico que el foro concede a uno de sus miembros en más de medio siglo de historia. EE.UU. invocó el denominado Capítulo V de la carta fundacional de la OTAN — que define una agresión a cualquiera de sus miembros como una agresión a todos y cada uno de los restantes—, con lo que recibe una aprobación anticipada para cualquier acción militar que decida emprender en el futuro contra cualquier país que identifique como responsable directo o indirecto de los ataques del martes. Después de haber sido durante más de cuatro décadas la sombrilla protectora de Europa frente a la amenaza militar soviética, EE.UU. comenzó a cobrar esa cuenta: los restantes miembros de la OTAN se comprometieron a alinear sus propias capacidades bélicas, según las demandas que realice Washington. La Inglaterra de Tony Blair parece haber jugado un rol primordial en lo que sucedió ayer en Bruselas asumiendo la defensa de la tesis de que la OTAN toda debía considerarse víctima de la agresión que se verificó solo en territorio norteamericano. El Gobierno de George W. Bush se acercó así a una cercana acción militar en algún lugar del planeta (Afganistán encabeza en estas horas la lista de candidatos posibles a recibir ese castigo). Para complementar lo de la OTAN se apresta a buscar la misma bendición de la ONU, cuya asamblea anual está ahora en sesiones en Nueva York, invocando las previsiones de legítima autodefensa que están contenidas en la Carta de San Francisco que rige a esta organización. Hay que convenir en que ahora la operación bélica de la OTAN contra Yugoslavia en 1998 —por el destino de Kosovo— adquiere su verdadera dimensión. En aquella instancia EE.UU. buscó probar —en el contexto de un creciente descreimiento europeo— que la alianza atlántica efectivamente tenía una nueva vida tras la desaparición de la URSS. Ese debate no está cerrado, sin embargo, y esta decisión de la OTAN de aprobar acciones militares aun no emprendidas —ni siquiera explicadas— por EE.UU. tiene destino de reavivarlo antes que tarde. Una sospecha nunca despejada sobre el empecinamiento norteamericano en mantener vigente a la OTAN es que, en realidad, este foro es vital para conservar un ámbito en el cual Washington pueda seguir ejerciendo una influencia decisiva sobre una Unión Europea cuyo curso de autonomía podría acentuarse en el futuro.

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Esta arquitectura política remite curiosamente al actual presidente de Estados Unidos, reputado de aislacionista, al modelo multilateralista por el que su padre, George Bush, optó en 1991 para resolver la crisis del Golfo Pérsico. Aun así la mayoría de los expertos aguardan que esta nueva forma de "guerra" prosiga con una acción militar unilateral de Washington, porque el Gobierno de Estados Unidos enfrenta ahora un doble e inesperado examen: debe probar ante el mundo que sigue siendo la superpotencia del planeta y hallar un modo gráfico de decirle lo mismo a su propia sociedad.



Página 30 - Marcelo Cantelmi

La percepción de un mundo en marcha descontrolada, como el que se experimenta en estas horas tras el brutal ataque en Estados Unidos, ha permanecido viva con la fuerza renovada de una paradoja aún desde después que se rompió el equilibrio entre el Este y el Oeste. Ese balance de fuerzas del pasado había generado cierto control planetario, pero al costo del temor de que en algún momento una de las dos potencias oprimiera el botón rojo de la guerra nuclear. La caída de la Unión Soviética en los albores de la década del 90 produjo un mundo de diseño unipolar con un gendarme, Estados Unidos, en el tope de su poder político, militar, económico y hasta cultural. Pero ese escenario estuvo lejos de construir un panorama tranquilizador. Hace años, John Mearsheimer, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Chicago, pronosticaba ya en clave pesimista que Estados Unidos acabaría rápidamente perdiendo su victoria en la Guerra Fría. Y no sería a manos de otra potencia. Este cientista admitía que un mundo compartido entre dos es más fácil de conducir que otro multipolar donde son numerosos los participantes, los intereses y los riesgos. "Un error se cometerá tarde o temprano", adujo. En su visión dramática sostenía que "en un nuevo e incierto medio ambiente" todos los Estados, grandes o pequeños, incluidos grupos rebeldes, acabarán por desarrollar armas sofisticadas, aun nucleares". Esa curiosa nostalgia por las épocas de la Guerra Fría se explica en que aquellos años de mutua destrucción asegurada entre las potencias cancelaban la iniciativa bélica de los dos contendientes manteniendo al mundo al filo de un abismo. Con la unipolaridad, si bien se alejó ese peligro, se consolidó una modificación estructural en el capitalismo que se fortaleció y generó una nueva etapa de acumulación definida como globalización o neoliberalismo. Este capítulo dio nacimiento a otro tipo de tensiones o se fortalecieron otras anteriores. Los terroristas de Nueva York y Washington no hicieron más que confirmar los pronósticos ominosos de los analistas. Y lo hicieron en el peor extremo del estilo de atentados suicidas que han venido sacudiendo a Oriente Medio y que se redoblaron en la última intifada iniciada hace un año este mes. La virulencia de esos ataques figura al tope de los desafíos que enfrentan la única potencia mundial y sus aliados. Pero en una lista que no sólo incluye el desmadrado conflicto entre israelíes y palestinos, sino también, con sus grados de importancia, las crecientes oleadas de repudio a las consecuencias sociales de la globalización; las crisis de refugiados que escapan de países empobrecidos que se lanzan sobre los ricos de Occidente en búsqueda de sitios donde poder construir un futuro; o la aparición de nuevos arsenales nucleares en naciones de la extrema periferia mundial como Paquistán. Pero esos desafíos no son percibidos con igual claridad por Washington, e incluso, antes que resueltos, muchos de ellos han merecido consideraciones devaluatorias como la generalizada crisis de pobreza y sus consecuencias políticas. Recientemente, el canciller israelí, Shimon Peres, afirmó con elocuencia que la realidad de su país no sólo se limita a enfrentar un enemigo sanguinario como es el terrorismo suicida, sino al hecho cierto de que frente a sus fronteras se alzan tres millones de palestinos indigentes. El veterano funcionario, enfrentado con el primer ministro Ariel Sharon por la estrategia de los asesinatos selectivos de dirigentes palestinos, iluminó con ese

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comentario uno de los puntos clave de la crisis en Oriente Medio: la pobreza que alimenta al fundamentalismo. Washington, confrontado ahora con el mayor atentado en la historia de Estados Unidos dentro de sus fronteras, y al margen incluso de la identidad de la muy compleja red que tramó el ataque, está obligado a girar su mirada sobre esa crisis abierta. Pero no es claro cómo lo hará. Aun por encima de la presión para una acción militar que balancee el durísimo golpe recibido, la prioridad debería ser apagar uno de los focos de tensión más imprevisibles que existen en el mundo. Y ello difícilmente sea tarea para las fuerzas armadas, como remarca el propio Peres. Para muchos analistas, como el francés Alain Touraine, es hora de que Occidente "abra los ojos" y utilice los enormes recursos acumulados en la última década para aliviar tensiones. En Israel hay ya un debate para que se decida el retiro a las fronteras previas a la guerra del 67 y se desarme la política de los colonos. Ese retiro unilateral debería contemplar un programa para apagar el hambre que denuncia el canciller y eliminar así la principal motivación del fundamentalismo. Es una salida improbable en estas horas en que los escombros en Nueva York y en el Pentágono presionan hacia otros rumbos. Pero si no se lo hace, el pronóstico de Mearsheimer será mucho más que una amarga profecía.

Clarín del día viernes 14 de septiembre de 2.001 •

Página 4 - Oscar Raúl Cardoso

Con velocidad asombrosa, aún para una potencia de condición hegemónica en el mundo, Washington articula la segunda alianza multinacional política y militar en una década. Hasta ahora demandó y obtuvo una solidaridad internacional poco menos que absoluta, aunque esa misma eficiencia destaca, antes que disimula, los difíciles desafíos que enfrenta el proyecto. Una pieza especialmente extraña en esta arquitectura diplomática es que involucra, como escenario posible de su acción, a una zona del Asia en la que conviven la extrema pobreza, la inestabilidad política, las rivalidades estratégicas intensas como la disputa por Cachemira- y el poder bélico nuclear (India y Pakistán son las más recientes potencias atómicas desde 1998). Como lo hizo en 1991 su padre y predecesor en la Casa Blanca para hacer frente a la invasión de Kuwait por parte de Irak, el presidente George W. Bush apeló al diseño de una coalición amplia para responder al desafío a su poder que supuso el ataque terrorista. Las similitudes entre ambos proyectos exceden largamente el liderazgo común del apellido Bush: muchos funcionarios que fueron parte de la cadena de mando hace diez años han recupe rado lugares importancia en el gobierno de hoy, como el actual secretario de Estado Colin Powell, quien antes fuera el jefe del estado mayor conjunto durante la guerra contra Saddam Hussein. Pero lo que es aun más importante, como su padre en 1991, Bush aspira a definir de modo unilateral e imponer al resto de la coalición la naturaleza de la amenaza a enfrentar y cómo hacerlo. Sólo 48 horas después de la conmoción de la violencia, la iniciativa norteamericana reveló un poder sorprendente: no sólo obtuvo un respaldo anticipado y poco menos que irrestricto de sus socios de la OTAN, sino que la solidaridad con EE.UU. proviene de lugares tan impensables como Cuba y China. El Consejo de Seguridad de la ONU parece preparado para aportar su sello legitimador a las futuras operaciones militares punitivas que, es consenso casi global, Washington emprenderá en breve. Más aun, Bush decidió definir ayer la presente coyuntura como el inicio de "la primera guerra del siglo XXI", planteando un escenario de esfuerzo bélico prolongado que no recibió cuestionamiento alguno. Aunque la coalición carece todavía de enemigo formalmente identificado -uno de los rasgos más asombrosos de la situación-, el hecho de que Afganistán sea el

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blanco posible más citado hace que el escenario parezca articularse por mera inercia. Ayer, por ejemplo, funcionarios de Rusia, India e Irán se reunieron en la antigua república soviética de Tajikistán para considerar medidas desestabilizadoras del poder en Afganistán, lo que supone asistir a la oposición armada al régimen Talibán que gobierna ese país desde 1996. Bush aspira a repetir el éxito norteamericano de la Operación Tormenta del Desierto y militarmente tiene capacidad de sobra para obtenerlo. La adhesión rusa de Vladimir Putin, por citar un ejemplo, le ofrece un potencial de recursos enormes: el acceso al territorio y espacios aéreos de vecinos de Afganistán y a una inteligencia profunda de ese país, que las tropas de Moscú ocuparon durante una década desde 1979. Para Washington, aquella región del mundo es un enigma cultural. Sin embargo, en términos políticos es poco menos que imposible pensar con un criterio de evoluciones gemelas para las situaciones del 91 y del presente. Las diferencias entre los dos momentos históricos son tan grandes como sus semejanzas. En 1991 Bush padre tuvo a su favor un horizonte de promesa global derivado del fin de la guerra fría que bautizó como un "nuevo orden internacional" cuyo atractivo está agotado. Cuando la coalición de entonces pasó a la etapa bélica, Washington lidió con un único factor crítico: para preservar su integridad debió garantizar la pasividad militar de Israel, su incondicional aliado en Medio Oriente. En esta ocasión la situación es mucho más compleja. La escalada de violencia entre israelíes y palestinos genera dudas sobre la posibilidad de obtener solidaridades árabes concretas para operar contra una nación y organizaciones que, aun cuando puedan ser definidas como terroristas, son de cuño islámico. Otro gran interrogante es Pakistán. El fenómeno Talibán nació, como escuela teológica, en ese país, que ha actuado como potencia protectora durante los últimos tres años. El actual dictador pakistaní, general Pervez Musharraf, está ahora sometido a una enorme presión internacional para poner fin a ese respaldo, pero la decisión que se le demanda no es sencilla. Hace tres años, cuando los misiles de EE.UU. cruzaron el espacio aéreo de Pakistán para castigar a Afganistán por los atentados contra las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania, una ola de protesta popular puso en jaque a su predecesor de entonces. La idea de una acción militar de gran magnitud contra Afganistán, un lugar del mundo devastado remite a otro dato al que quizá no se le asigna suficiente importancia: la Guerra del Golfo de 1991 fue el previsible éxito militar garantizado por la asimetría entre sus contendores, pero no existe consenso en que haya logrado los objetivos políticos que se propuso.

Clarín del día sábado 15 de septiembre de 2.001 •

Página 42/3 - Oscar Raúl Cardoso

Casi todo gobernante de un país soberano tiene poder —"de facto", sino siempre "de jure"— para sumir a su sociedad en un estado de guerra. Cuando se trata de George W. Bush, las condiciones del presente le dan la extraordinaria capacidad de extenderlo mucho más allá de las fronteras de Estados Unidos y —después de los atentados terroristas del martes— es lo que acaba de hacer. Es imposible mirar la situación con algún detenimiento y no sentirse inmediatamente compelido a rogar —a Dios, al destino o a la suerte— que no haya una equivocación mayor en su decisión de declarar "la primera guerra del siglo XXI". No es sólo que se inaugura en forma temprana la violencia en gran escala, en una nueva centuria; se trata de reconocer que tanto en este presente es nuevo que — aun con una historia que sugiere que el conflicto armado fue siempre una ocupación preferida por la humanidad—, la sospecha más intensa que surge hoy de la realidad es que la sociedad global ha comenzado a deslizarse por un espacio que ninguna avanzada ha reconocido, ni cartógrafo alguno ha dibujado. Es asombroso. Hasta donde lo conocemos, el fenómeno de la guerra precisaba para verificarse de, cuanto menos, dos contendores; nadie, ni en la ficción, podía

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imaginar uno solo. Hasta el momento la declaración de Bush no tiene destinatario individual identificable. Más aún, cronistas clásicos del conflicto como Tucídides se verían en serias dificultades para narrar y explicar el surgimiento de una alianza militar sin enemigo, como la que efectivamente están articulando Bush y su administración en estas horas. Desde el inicio mismo de la historia escrita del hombre, las asociaciones guerreras se articularon a partir del adversario; saber quién era resultaba imprescindible para medir el propio poder, para entender los modos eficientes de emplearlo, fijar los requerimientos para guerrear, pero también para desarrollar el imprescindible mito y la legitimidad de la causa propia que es lo que lleva finalmente a los pueblos y a sus ejércitos a entregar vida y propiedad. Estas nociones básicas se pueden hallar en textos tan antiguos —y producidos en lugares tan diferentes del planeta— como "El arte de la guerra" de Sun Tzu y el estudio sobre "La guerra de las Galias" de Julio César. Pero ahora parecen haber quedado desactualizadas, quizá para siempre. El terrorismo internacional —denominación genérica, a la que sólo se le ponen rostros que parecen caricaturas— es un enemigo tan difuso, fragmentario y letal que habría que convenir en que lo que Bush acaba de hacer no es otra cosa que declarar la primera guerra posmoderna de la historia, en que las acciones fueron iniciadas por manos todavía anónimas. Si esta premisa es cierta, entonces hay que convenir que el poder de destrucción y los recursos logísticos que la hacen posible no permiten necesariamente —como quizá pudiera haber sido el caso en el pasado— anticipar un resultado final. En cualquier instancia anterior la capacidad militar acumulada por la única superpotencia del planeta —con el agregado de la que posee Europa a través de la OTAN, y la cooperación de Rusia y Japón— no hubiesen dado margen para el menor escepticismo acerca de la victoria definitiva. Pero en este caso el enigma es esencialmente cultural y lo es desde el mismo momento en que el primero de los aviones asesinos se estrelló contra las Torres Gemelas en Manhattan. Sin respuesta Las preguntas sin respuesta se acumulan en forma incesante. ¿Cómo es posible que habiéndose denunciado inicialmente la supuesta amenaza a Occidente del erróneamente llamado "fundamentalismo islámico" hace casi tres décadas —muy poco después de las crisis petroleras de los años 70— se haya llegado a este presente de vulnerabilidad que revierte más de 200 años de segura insularidad mundial para Estados Unidos? ¿Cómo fue que una nación que invierte en sus muchas agencias de inteligencia un presupuesto combinado de 30.000 millones de dólares anuales fuera incapaz de obtener siquiera un indicio de lo que estaba por sobrevenir? Que es efectivamente un problema de naturaleza cultural lo prueban los ensayos que ahora se hacen para descifrar este último interrogante. "Fuimos víctimas de nuestra fe en la tecnología", dicen ahora —palabra más o menos— todos los expertos. Desde el fin de la Guerra Fría, y con pocas excepciones, Estados Unidos prefirió deslumbrarse con los satélites capaces de registrar desde el espacio exterior hasta las imperfecciones en el rostro de un transeúnte ocasional poco menos que olvidando la capacidad analítica para descifrar el sentido de la expresión de esa misma cara. Se renunció a lo que los expertos llaman el "factor humano" de la inteligencia. En el mejor de los casos esto suena a excusa, porque la incomprensión parece haber sido más profunda; no sólo la hubo para los símbolos del peligro sino para el contexto que la hizo posible. ¿Cúal es el origen y la naturaleza de un odio que permite concebir y ejecutar la barbarie del martes? Bush y la clase dirigente norteamericana articulan su llamado a las armas —y es explicable porque cada causa demanda un mito— a través de adjetivos que, se sabe, son palabras que en cualquier idioma apelan a la emoción más de lo que esclarecen. Así, Estados Unidos, lo dijo ayer en el homenaje religioso ecuménico con que se conmemoró a las víctimas, es "una nación pacífica" que fue atacada "sin razón".

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En horas de luto la afirmación viene envuelta en olor de ser incuestionable porque, de otro modo, se corre el riesgo de intentar justificar lo injustificable del sufrimiento humano de esta semana. El historiador e internacionalista norteamericano Ronald Steel lo explicó de un modo más lúcido en un artículo pos atentado. Al aludir a los enemigos sin rostro escribió: "Nos odian porque somos campeones de un nuevo orden mundial hecho de capitalismo, individualismo, secularismo y democracia que debiera ser la norma en todas partes. Orquestamos un sistema económico que dicta lo que otros producirán, lo que les será pagado y si tendrán o no trabajo. Declaramos con orgullo que somos el indisputado Número Uno del mundo y después nos sorprendemos cuando otros nos hacen responsables por todo lo que encuentran amenazante en el mundo moderno." "No podemos lidiar efectivamente con el terrorismo si no lo entendemos", advirtió Steel más adelante en su artículo. Esa falta de entendimiento es lo que pone la piel de gallina cuando se piensa que gente en cada rincón del mundo está siendo arrastrada a una "guerra prolongada" bajo el liderazgo que expresa Bush y la clase dirigente de la que forma parte. No hay antecedente histórico de un poder imperial que muestre la paradoja cultural que exhibe hoy el que detenta Estados Unidos. Es, por lo menos, increíble que sea la nación con la mayor producción de pensamiento científico, con recursos de cantidad y calidad sin precedente, con intelectuales de extraordinaria claridad individual incluyendo en la anticipación del futuro y que, sin embargo, ese producto resulte en un poder global desorientado, en la más piadosa de las descripciones. Hace muy poco una comisión especial norteamericana sobre terrorismo — bautizada con el nombre del nuevo siglo— difundió los resultados de un estudio que afirmaba que el lugar de riesgo mayor para convertirse en víctima de un atentado terrorista era, para el ciudadano norteamericano, su propio país. Desde 1991, cuando la crisis del golfo Pérsico pareció profundizar el potencial de una confrontación con un sector del mundo islámico, decenas de agencias militares y civiles norteamericanos han trabajado —e invertido miles de millones de dólares anuales— en la previsión de lo que sus técnicos llamaron "una crisis terrorista mayor". Nada de este conocimiento sirvió en el momento de consumarse la tragedia. ¿Qué pasó con este conocimiento en el poder? Ingresar a una guerra en la que han desaparecido, como en ésta, lo que la jerga militar solía llamar "daños colaterales" —cualquier edificio es un blanco militar— y "víctimas no combatientes" —todo civil inocente es enemigo susceptible de aniquilamiento— con tanto contraste entre lo que dicen los generales del conflicto y lo que el sentido común entiende es no sólo original en términos históricos: es aterrador. El agredido puede equipararse con facilidad al agresor si todo condujera, como sugiere la presente marcha de cosas, a una operación para devastar un lugar del planeta, Afganistán, al que 22 años ininterrumpidos de guerra civil y cuatro de sequía ya han colocado muy cerca del colapso humano. Un desarrollo de esta naturaleza sólo dejaría al terrorismo con la ventaja principal de la que hasta ahora ha gozado: en la guerra clandestina del terror no hay obligación de producir la derrota del enemigo en plazo cierto alguno, ni atenerse a regla humanitaria básica alguna, ni tienen que reparar en restricción geográfica y pueden considerar a todo el planeta como su campo de batalla. Con armas de destrucción masiva —nucleares, químicas y bacteriológicas— en juego, la calidad de la conducción será crítica. Y la verdad es que, aun desde el agobio frente a la agresión del martes y de la solidaridad absoluta con quienes la sufrieron en forma individual y colectiva, no es posible sentirse enteramente confiado en la solidez del liderazgo que hoy convoca, globalmente, a la guerra.

Clarín del día domingo 16 de septiembre de 2.001 •

Página 32 - Osvaldo Tcherkaski

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El que piensa es un terrorista. O mejor, quien ahora se resista a ver el mundo como la Casa Blanca dice que es deberá enfrentar la posibilidad certera de muerte y destrucción. Esta fue la primera fase de la respuesta militar que el alto mando estadounidense lanzó sobre el mundo entero luego del devastador operativo suicida que el martes pasado destruyó las Torres Gemelas de Wall Street, símbolo y sede del capitalismo universal, y golpeó al Pentágono, símbolo y sede de la superioridad militar estadounidense. El lanzamiento de la segunda fase parece inminente y promete ser no sólo devastadora sino indiscriminada; en primer lugar contra Afganistán, donde se refugia el multimillonario saudita Osama bin Laden, caracterizado como el Satanás del siglo XXI, a quien se responsabiliza del ataque terrorista con aviones de línea norteamericanos, pero que también puede incluir a países como Irak, Sudán y acaso Pakistán, que ocupa una posición estratégica, al sur de Afganistán, según "filtraciones" difundidas el viernes por el diario The New York Times. Al identificar el terrible ataque terrorista con el estallido de la Tercera Guerra Mundial, el gobierno del presidente George Bush hijo, deja de lado sutilezas diplomáticas y acuerdos internacionales de respeto a la neutralidad y a las fronteras nacionales. Lo más impactante de esta reacción bélica, es que no se conocen evidencias ni resultados de investigación sobre las causas, el origen y los responsables de la tragedia del martes, como tampoco se conoce, todavía, cuántas vidas fueron segadas en los lugares atacados. En cambio, hemos tenido y seguimos teniendo en las pantallas de TV una cobertura que repite el modelo de la Guerra del Golfo en 1991: la trasmisión en cadena de imágenes vistas desde el principio, en este caso las que reproducen "en directo" el impacto de los aviones contra las Torres Gemelas, el salvataje entre los escombros de un extremo de Manhattan, o los rostros y gestos de la alta dirigencia estadounidense al hacer declaraciones. Salvo alguna excepción —en lugar de George Bush padre, George Bush hijo, como presidente—, el elenco que desfila en las pantallas es el mismo que el de la cruzada contra Saddam Hussein. Otra coincidencia: como entonces, los diarios norteamericanos tampoco investigan lo sucedido, ni recurren a fuentes independientes de la máquina que se ha puesto en marcha, para elaborar la información y entrever su sentido; actúan como la TV, según lo dispuesto por el alto mando de Washington, su nueva política exterior y su flamante doctrina estratégico-militar. El viernes, la redacción del diario O Globo, de Río de Janeiro, analizaba un video que podría revelar que las escenas que recorrieron el mundo mostrando a un grupo de palestinos, en el Líbano, festejando el atentado del martes, corresponden a 1991, en celebración de la invasión a Kuwait por parte de Irak. Fue lo que había realizado la CNN durante la Guerra del Golfo, al poner en pantalla a pájaros cubiertos de petróleo, como víctimas de un derrame "provocado" por Irak, que correspondían al desastre del 24 de marzo de 1989, en que el buque Exxon Valdés derramó 42 millones de litros de petróleo en Alaska, contaminando 1.600 km de costas y provocando la muerte de miles de animales. Entretanto, ha sucedido que en Estados Unidos y en Alemania fueron detenidos ciudadanos de origen árabe, "identificados" como terroristas pertenecientes al grupo o la organización que actuó el martes, que debieron ser puestos en libertad porque resultó evidente que no tenían nada que ver. Es decir: basta ser árabe, profesar la fe islámica o vestir su indumentaria tradicional para ser víctima de discriminación y exponerse a la agresión. Al mismo tiempo, el diario romano la Repubblica reveló en su edición del viernes, que desde el Boeing desviado hacia Washington para atacar el Pentágono, hubo una llamada telefónica a la Casa Blanca para advertir que el avión presidencial Air Force One sería atacado. El detalle insólito, atribuido a las consecuencias de la globalización tecnológica, según el FBI, es que esa denominación del avión fue emitida en el código secreto que lo identifica. La eventualidad de conexiones o ramificaciones en el interior de EE.UU. con el aparato logístico de los terroristas, que este detalle permite inferir, ni siquiera es mencionada como parte de una investigación, cuya naturaleza misma se desconoce.

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El célebre lingüista estadounidense Noam Chomsky, mostró una vez más su coraje intelectual, al declarar en estos días que el horror abatido el martes sobre su país "es un regalo" para la extrema derecha que sueña con imponer un sistema omnímodo de control y militarización del mundo. Se ha naturalizado rápidamente la noción de que en el nuevo orden mundial que se está erigiendo, habrá avasallamientos "inevitables" de las libertades individuales y de la soberanía de los Estados, y que no alinearse detrás de EE.UU. equivaldría a un suicidio. En agosto de 1998, EE.UU. descargó una lluvia de misiles sobre Sudán y Afganistán, en represalia por atentados cometidos contra sus embajadas en Kenia y Tanzania. Pero un mes después, se conoció que la decisión de bombardear no se basó en prueba alguna. La nueva versión del pensamiento único, que no admite discusión ni disidencia, como ocurrió durante la década del ''90 al imponerse la economía de mercado como opción excluyente de la humanidad, y que desde entonces arroja al sufrimiento o la muerte por hambre a gran parte de la población planetaria, ¿transformará en delito pensar de otra manera? La venganza sanguinaria y espectacular es tan arcaica e incivilizada como el fanatismo. Traducido a términos de discurso, el fanatismo que mueve al terror y sus kamikazes, facilita las cosas, sobre todo vuelve innecesario pensar: todo responde a un orden simplista, esquemático y maniqueo, donde lo principal es odiar, sentirse implacable. ¿Washington habrá decidido adoptarlo como condición de eficacia para el combate contra el terrorismo en cada rincón del planeta? Entre las modificaciones que aportó la última década del siglo XX, figura el hecho de que el poder de decisión pasó de las dirigencias políticas a las corporaciones de negocios. Con lo que, como acaba de advertir el dramaturgo estadounidense Arthur Miller, es un poder fuera de control.

La Nación del día miércoles 12 de septiembre de 2.001 •

Página 7 - Fernán Saguier

La noche del 11 de septiembre se cierra en la Redacción de LA NACION entre el estupor y la conmoción. Hay miradas perdidas, rostros boquiabiertos y huellas de lágrimas en muchas caras. Hay tensión y temor por lo que pueda llegar a ocurrir de ahora en más. La palabra "guerra" repiquetea nerviosa tanto entre madres redactoras como entre experimentados editores y jóvenes pasantes. Claro síntoma de que la magnitud del hecho y sus eventuales derivaciones exceden las fronteras norteamericanas. Los rostros se agolpan sobre las pantallas de los televisores. Las imágenes que reitera la CNN enmudecen. Del escueto mensaje nocturno del presidente George W. Bush ya puede extraerse una primera lectura: si bien señaló su "rabia muy profunda" y dijo que su país se enfrenta a "lo peor de la naturaleza humana", no se apresuró a señalar responsables ni habló de represalias inminentes. Igual que Bill Clinton cuando el ataque al edificio federal de Oklahoma, se mostró firme y determinado, pero también medido. Cuidó sus palabras. El joven republicano pareció comprender que así como los indignados habitantes de su país esperaban anoche verlo decidido y enojado, el mundo entero necesitaba básicamente tranquilidad. Un senador de Utah lo precedió con una frase que lo sintetiza todo: "Por mucho tiempo, nuestras simples vidas cotidianas cambiarán completamente", dijo el republicano Orin Hatch. Lo que el ignoto legislador ha dicho en pocas palabras es que el tan mentado sueño americano, aquel que se caricaturiza bajo la figura de un trabajo seguro, una casa sencilla, con techo a dos aguas y jardín, un auto moderno pero discreto y un perro esperándolo a uno para cenar a las 19 -símbolos inequívocos del progreso-, ha quedado hecho pedazos. En lo inmediato, nada será igual para los 280 millones de norteamericanos. Ni viajar en avión o en tren, ni visitar un edifico público, ni detenerse a un costado de la

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carretera, ni correr por la calle porque uno llega con demora al lugar que sea. Todo hecho que salga de lo común está destinado a llamar la atención. En estas horas de furia y búsqueda frenética, el afán persecutorio, la paranoia, lo domina todo. Las extremísimas medidas de seguridad esperables de ahora en más seguramente no tendrán precedente. Los norteamericanos, la llamada policía del mundo, que supieron hacer de la seguridad -y, especialmente, de la inteligencia preventiva- un orgullo nacional, han sido puestos de rodillas, lacerados y humillados ante el más feroz ataque del que se tiene memoria. Reaccionarán, aún no sabemos cómo, pero habrá una represalia. La pregunta es cómo será la respuesta de un presidente considerado duro, rodeado de halcones conservadores, pero que todavía no lleva un año en el Salón Oval. *** Hay dos aspectos que se impone evaluar al término de una jornada desoladora: Aun cuando se desconoce la identificación de los atacantes -que, se descarta, los norteamericanos establecerán pronto-, el presidente Bush ha señalado que es obra de terroristas. ¿Pero quiénes? ¿Acaso el disidente saudita Osama ben Laden, que hace tres semanas advirtió que lanzaría un ataque sin precedente contra intereses de los Estados Unidos? Y si se tratara de él y su grupo -que hace dos años volaron las embajadas de Estados Unidos en Tanzania y Kenya-, la pregunta inevitable sería ésta: ¿qué ocurrirá con Afganistán, el país que le ha suministrado respaldo, amparándolo bajo su territorio para prepararlo y entrenarse? Si el presidente Bush y sus colaboradores efectivamente establecen que una nación colaboró en el ataque, ¿cuál será la represalia? ¿Qué forma adquirirá? Si hay un Estado involucrado, ¿habrá llegado el momento de dejar de lado las respuestas "quirúrgicas" que se han venido llevando a cabo, por ejemplo, contra Irak? Si es así, cabe implorar que la primera nación del mundo controle los resortes emocionales de su reacción y que la respuesta a esa "rabia muy profunda" sea racional y se concentre con la mayor precisión posible sobre los estrictos responsables. El mundo entero está en vilo y se ha puesto en juego nada menos que la paz del planeta.



Página 12 - Jorge Elías

Lo nuevo asusta. Más aún si se trata, como ayer, de atentados emblemáticos contra edificios emblemáticos con armas emblemáticas: el poder financiero (Wall Street) y el poder político (Main Street), blancos de aviones de línea que, en cierto modo, representan ambos poderes. O, acaso, las alas de la globalización en un mundo en el que un estornudo en Nueva York o en Washington puede provocar pulmonía en la Antártida. O viceversa. En medio de la incertidumbre, el canciller argentino, Adalberto Rodríguez Giavarini, quiso cerciorarse sobre el destino del mensaje de condolencias que Fernando de la Rúa había enviado a George W. Bush. Le preguntó desde Lima al embajador en Washington, Guillermo González. Y supo de ese modo que el presidente norteamericano había acusado recibo, pero su paradero era desconocido. Nunca antes había sucedido. En el vértigo nació un nuevo paradigma. Sin certezas. Ni respuestas. Divorciado de todo aquello que fuera convencional. Con un presidente de los Estados Unidos que, herido en su orgullo, prometió superar la humillación y partió hacia un sitio secreto. O varios en el mismo día, al parecer. Desde los cuales, curiosamente, el situation room de la Casa Blanca, desalojado por razones de fuerza mayor, adquirió vigor de ping-pong de conferencias telefónicas y de correos electrónicos con los secretarios (ministros) y con los consejeros de seguridad nacional.

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Caos en el desconcierto, y desconcierto en el caos, mientras Rodríguez Giavarini advertía que su par norteamericano, Colin Powell, estaba consternado. Temprano. En Lima, lejísimos de Washington, pronto a partir rumbo a Bogotá después de aprobar la Carta Democrática Interamericana en la asamblea extraordinaria de la Organización de Estados Americanos (OEA). Un trámite en la emergencia, por más que tuviera la trascendencia de promover la defensa del mejor sistema que supimos concebir. "Le expresé al secretario Powell las condolencias del gobierno argentino y quedamos en vernos próximamente -dijo Rodríguez Giavarini a LA NACION-. Estaba muy conmovido. Había decidido permanecer en la asamblea. Y, de hecho, todos los cancilleres nos solidarizamos con él y con su país. Después me tocó promover el voto por la Carta, adoptada por aclamación." "Una tragedia terrible" No era momento para hablar de la crisis económica argentina, ni del desembolso del Fondo Monetario, del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), ni del interés de De la Rúa en ver a Bush, ni de otra cosa que no fueran los atentados, las víctimas, el horror. El riesgo país traducido en riesgo persona. Powell, como el mundo civilizado, se había desayunado con la catástrofe: "Una tragedia terrible, terrible, ha caído sobre mi país, pero ha caído también sobre todos aquellos que creen en la democracia", dijo, después de suspender el viaje a Bogotá, aún sorprendido tanto por el ataque como por su magnitud. De un enemigo agazapado. Que Bush no quiso, o no supo, precisar. Por prudencia o por ignorancia. O, quizá, porque todo hecho nuevo requiere nuevos hechos. No sólo en cuestiones de seguridad, sino, también, en el diseño de políticas internas y externas capaces de alcanzar la velocidad del tren bala con la cual evoluciona, o involuciona, el mundo. Un refugio sin techo. ¿Es solución el escudo antimisiles que promueve Bush, por más que los ensayos apenas hayan sido satisfactorios? Pudo ser causa y, tensada la cuerda, puede ser fin. Sobre todo, por la falta de identidad, y de forma, del adversario: una suerte de fantasma, sin identikit ni huellas digitales, con las señas particulares del fundamentalismo islámico. Punto de inflexión Que vino a sembrar paranoia en donde hubo miedo. Como en la Argentina después de los atentados contra la embajada de Israel, en 1992, y contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), en 1994. Como en el Medio Oriente después de casi un año de intifada (sublevación palestina) y de siglos de enfrentamientos. Como, ahora, en los Estados Unidos, tan vulnerable como cualquiera. Es un punto de inflexión, digamos, más allá de que el Departamento de Estado haya pedido anteayer que sus ciudadanos tuvieran cuidado con posibles atentados terroristas. ¿Premonición, pronóstico? Bush, reprobado en política exterior durante la campaña electoral, no pudo ordenar bombardeos contra Afganistán, refugio de Osama ben Laden, el terrorista más buscado del mundo, ni contra Sudán, como Bill Clinton, en 1998, como represalia por las voladuras de las embajadas norteamericanas en Kenya y en Tanzania. Ni pudo ver la guerra por CNN, como su padre, en 1991, mientras los misiles iluminaban las noches de Bagdad. Quedó acorralado, 10 años después, entre atentados, blancos y armas. Meros emblemas que, como bumeranes, llevaban el sello Made in USA. Nunca doloroso. Como ayer.

La Nación del día jueves 13 de septiembre de 2.001 •

Página 1/13 - Joaquín Morales Solá

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Seguramente, la Argentina, sus conflictos y sus debates no serán iguales después de los atentados contra los símbolos más grandes del poder económico y militar universal, en Nueva York y en Washington, y que -según todo lo indicacambiarán el mundo que se conocía hasta el amanecer del martes. Hasta esa mañana ingrata, la Argentina estaba sostenida al mundo por una necesidad y por una promesa. La necesidad tenía como aliado táctico a Washington y consistía en el proyecto de reprogramar -o recomprar- parte de su voluminosa deuda externa para desahogar sus finanzas y recuperar el crecimiento económico perdido hace más de tres años. A su vez, la promesa refería a la condición de país aliado de los Estados Unidos según la política exterior que rigió durante la última década. Si bien en los últimos años hubo múltiples gestiones reservadas de la diplomacia argentina en el mundo requeridas por Washington, lo cierto es que no fue necesario, desde la Guerra del Golfo, un gesto público -ni acciones militares concretas- para consolidar esa coalición. Tal posición de alianza relativamente cómoda es la que ciertamente podría cambiar ahora. Hasta el momento en que se desplomaron las Torres Gemelas de Nueva York, el gobierno de Fernando de la Rúa estaba obsesionado con dos temas: lograr en la práctica el déficit cero y comenzar, cuanto antes, las negociaciones con los organismos multilaterales de crédito por la recomposición de la deuda. El déficit cero es una cuestión interna y sigue siendo el objetivo tal vez más difícil de alcanzar, porque todo lo demás se tornará más accesible cuando se logre ese ordenamiento de las cuentas públicas argentinas. Fuentes seguras del Gobierno dijeron que el déficit cero es un objetivo casi logrado ya hasta el mes de octubre incluido. Noviembre traerá muchos vencimientos de intereses de la deuda (por más de 1000 millones de dólares) y aquel propósito se complicará, aunque se descuenta que podrá concretarse mediante ahorros durante los meses de septiembre y octubre. También podrían usarse parte de los recursos previstos por el blindaje financiero acordado en diciembre último. El aguinaldo El problema fiscal no resuelto aún es el que creará el pago del medio aguinaldo a la administración pública, en diciembre, porque requerirá de una erogación extra que, por ahora, es incompatible con el proyecto de déficit cero. Ese medio aguinaldo involucrará unos 800 millones de pesos, sobre los cuales pesará, mientras no se diga lo contrario, la merma del 13 por ciento y, tal vez, una acreditación en cuotas. Antes de los atentados en Estados Unidos, el gobierno argentino esperaba tener hechas en diciembre algunas operaciones de recompra de su deuda pública y comenzar, así, un proceso de reprogramación de sus compromisos, que podría extenderse por un período de entre seis meses y un año. En ese proceso no puede estar ausente el gobierno de Washington. Aunque la administración de De la Rúa le pidió que aportara fondos frescos o que sirviera de garante para nuevos créditos, por ahora sólo confía -y espera- la intensa gestión de Estados Unidos ante los organismos multilaterales en apoyo del plan argentino sobre la deuda pública del país. En rigor, fue la nueva administración del presidente Bush la primera en advertir que la Argentina no tenía solución si no cambiaba el programa de pagos de su deuda. Menos accesibles El crimen del fanatismo no cambiará por sí solo esa posición, pero por un tiempo tornará menos accesible a los hombres más poderosos de Washington, dedicados, como están, a establecer una estrategia de represalia contra el terrorismo sin límites ni medidas. "Es difícil hacerse escuchar en estos momentos y por esos hombres", aceptó uno de los principales negociadores argentinos.

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Hasta ahora, los pedidos de Washington a Buenos Aires eran de índole diplomática o meramente hipotéticos para un aliado (para un "socio", como llaman a la Argentina en la capital de Estados Unidos). Sin embargo, diplomáticos argentinos prevén ya que en los próximos días u horas, no bien Estados Unidos haya identificado al enemigo y dispuesto la respuesta militar, reclamará la solidaridad concreta de sus aliados; esto es, le pedirá a la Argentina -y, desde ya, a otros países- que lo acompañen en las consiguientes operaciones bélicas. De hecho, el secretario de Estado, Colin Powell, habló públicamente de la necesidad de que reaccionen en forma conjunta "todas las democracias del mundo", y su embajador en las Naciones Unidas, Bill Richardson, reclamó una acción militar de "Estados Unidos y sus amigos". En las oficinas del canciller Adalberto Rodríguez Giavarini se informó que la decisión del Gobierno es, sin mayores debates internos, comprometerse activamente con la represalia del terrorismo y, aun, de los países que lo refugian. "La Argentina, que además ha sido víctima del mismo terrorismo, no puede pedirle ayuda constante a Estados Unidos y borrarse cuando este país le reclama un gesto concreto de solidaridad ante un hecho execrable y que no debería quedar como un precedente de impunidad", se oyó muy cerca del canciller. Acción conjunta Al revés de lo que hizo Menem durante la guerra del Golfo (envió naves sin consultar con los países vecinos), el canciller argentino proyecta intentar una acción conjunta de solidaridad con Estados Unidos de parte de los países de la región. "Si ella no fuera posible, entonces la Argentina estará liberada para tomar una decisión individual. Pero siempre será mejor y, más contundente, que lo haga junto con las demás naciones de la región", se precisó. El núcleo duro del Gobierno (De la Rúa, Colombo, Rodríguez Giavarini y Cavallo) no necesitan ni siquiera sentarse a conversar del tema para decidir una política de apoyo a Washington. Pero no están en condiciones de asegurar que no se abrirá un debate interno dentro del partido oficial, posiblemente con marcadas diferencias con la administración. Aun en ese caso, también el debate y la política internos no serán iguales después de que se abatieran la destrucción y la muerte sobre las capitales simbólicas de Occidente.



Página 9 - Mariano Grondona

Hay algo en lo cual todos los observadores internacionales están de acuerdo: el atentado terrorista de anteayer, el más cruento de la historia, inaugura un nuevo mundo. Habrá un "antes" y un "después" del 11 de septiembre. ¿Cómo será ese nuevo mundo en el cual ingresamos con espanto, entre los gritos de las víctimas y el polvo de los escombros? Ya asoman algunos de sus rasgos. El primero de ellos es que un nuevo actor principal sube a escena. Pero ese actor no es un Estado como era el Japón militarista que bombardeó por sorpresa la base militar de Pearl Harbor hace cuarenta años, entrando en guerra con los Estados Unidos. Si bien está protegido por algunos Estados, el nuevo actor es un grupo "privado": las organizaciones terroristas. Hasta anteayer, ya fuera en el Medio Oriente, el País Vasco o Irlanda del Norte, el terrorismo se había mostrado capaz de "molestar" a los Estados de Occidente, pero no de agredir al más fuerte de ellos en una escala varias veces superior a la de Pearl Harbor y potencialmente más letal que la guerra de Vietnam. La guerra que ha declarado el terrorismo a los Estados Unidos tiene dos características diferentes de la guerra convencional. La guerra entre Estados es, por lo pronto, "abierta": si bien el ataque a Pearl Harbor fue sorpresivo, lo que siguió fue una confrontación declarada entre las que eran por entonces las dos grandes potencias militares del Pacífico. El terrorismo, a la inversa, es "furtivo": como tira la piedra pero

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esconde la mano, el primer problema de la potencia agredida es descubrir quién es, en concreto, su enemigo. La enemistad entre los Estados es, además, "limitada". Como ninguno de ellos persigue el objetivo de aniquilar al otro, sino de doblegarle la voluntad, a la guerra sigue siempre la paz y, a la enemistad, la amistad. Enemigos durante la Segunda Guerra Mundial, hoy los Estados Unidos y el Japón son amigos. También, para el caso, Francia y Alemania. A treinta años de la guerra de Vietnam, son buenas las relaciones entre los enemigos de entonces. A diez años del fin de la Guerra Fría, Rusia y los Estados Unidos son amigos. Como lo observó Carl Schmitt en su clásica "Teoría del Partisano", en cambio, la enemistad del terrorista es "absoluta". Siendo su objetivo no ya vencer sino aniquilar a su enemigo, el terrorista no contempla entre sus planes ni siquiera una paz favorable. Este es quizás el error principal del presidente Pastrana, de Colombia, cuando busca negociar con las FARC como si fueran un Estado y no una organización terrorista. Cuando inmolaron sus vidas para destruir los símbolos financiero y militar del imperio norteamericano, los terroristas que anteayer le causaron la mayor de sus tragedias eran coherentes con la concepción "schmittiana" de la enemistad absoluta. Juegan las negras Si, con los meses, la tragedia de anteayer no tiene secuela, el atentado quedará como un hecho enorme pero aislado. ¿Por qué se habla entonces de "guerra?" Porque es difícil imaginar que el mundo ha vivido simplemente un día negro y no el punto de partida de una conflagración. Habiendo demostrado un potencial bélico que ningún Estado hostil había alcanzado, puesto que ninguno había llegado a herir el territorio continental de los Estados Unidos, ¿es lógico pensar que los terroristas se declararán satisfechos con lo hecho? ¿O es más lógico suponer que, animados por su siniestro éxito, estarán planificando el próximo paso? Por otra parte, Bush tendrá que responder. Si en esta gigantesca partida de ajedrez han jugado las blancas, ahora les toca a las negras. Si Bush se internara en un método dilatorio como exigir una investigación exhaustiva antes de actuar, sus enemigos interpretarían su cautela como debilidad. He aquí un lujo que los imperios no pueden darse. Al dirigirse a su pueblo y al mundo por televisión, el presidente norteamericano acusó no sólo a sus autores intelectuales y materiales, sino también a los Estados que protegen al terrorismo. De Afganistán a Irak, del Líbano a Libia, de Siria a Irán o a la propia Autoridad Nacional Palestina, la lista de esos Estados es suficientemente larga como para dar a Bush un amplio abanico de represalias. Probablemente, antes de que las blancas preparen su próxima jugada, las negras responderán. Huntington tenía razón En "El choque de las civilizaciones", Samuel Huntington advirtió hace cinco años que al fin de la Guerra Fría ideológica seguiría la paz, pero podría comenzar un conflicto esta vez "cultural" entre la civilización occidental y otras ajenas como, por ejemplo, el islam. Naturalmente, el islam en su conjunto es distinto, pero pacífico. Pero al contemplar cómo proceden los fundamentalistas del islam y otros fundamentalistas venidos de otras partes, es imposible no advertir el abismo de valores que los separa de Occidente. ¿Cuáles habrán sido los últimos pensamientos de los secuestradores suicidas de anteayer? ¿Que estaban cometiendo un crimen o que estaban iniciando la batalla final contra Satán? Seguramente murieron en estado de exaltación, como mártires escogidos de la guerra santa. En la guerra convencional, el soldado sabe que "puede" morir. En la guerra santa, el combatiente "quiere" morir. Un abismo insalvable. ¿Qué hará la Argentina?

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También habrá grandes cambios en la seguridad y en la diplomacia. El primero hará más difícil la vida de las personas que habitan dentro y fuera de los Estados Unidos. Las cámaras ocultas, las escuchas telefónicas, las computadoras que ya habían mostrado un inquietante poder de penetración en las vidas privadas, ahora se volverán omnipresentes en respuesta a una preocupación por la seguridad casi obsesiva. Para analizar los efectos diplomáticos del atentado conviene volver por un momento a Pearl Harbor. Cuando fueron atacados por Japón, los Estados Unidos presionaron con una fuerza hasta entonces desconocida a sus aliados occidentales en busca de respaldo. La Argentina, se recordará, fue reacia en ese momento y a ello debió ser relegada por décadas en la escala de preferencias de la nueva potencia imperial. Cuando los Estados Unidos convocaron otra vez a sus amigos hace diez años, en el momento en que el presidente Bush (padre) acometía la guerra del Golfo contra Irak, el presidente Menem se alineó prontamente con la potencia imperial al enviar, único en América latina, nuestras naves al Golfo. De esta audaz decisión nacieron las "relaciones carnales", la declaración de la Argentina como "aliado extra-OTAN" de los Estados Unidos y hasta la ayuda que nos ha ofrecido en medio de nuestra crisis financiera el Tesoro norteamericano. Ahora, los Estados Unidos urgirán de nuevo a los Estados que se consideran sus amigos a una nueva demostración de solidaridad. ¿Qué hará entonces el presidente De la Rúa? ¿Confirmará una actitud correcta pero distante, como la que insinuó horas después de la tragedia, o ahondará decididamente como Menem hace diez años la amistad con la única superpotencia del planeta? No sólo Bush; también De la Rúa enfrenta en estos días, por lo visto, una opción crucial.

La Nación del día viernes 14 de septiembre de 2.001 •

Página 14 - Carlos Escudé Intempestivamente, el 11 de septiembre de 2001 el mundo ingresó en una era

nueva. En realidad, a partir del 14 de noviembre de 1994 esto ya había sido previsto en forma pública y oficial por el entonces presidente Bill Clinton. Ese día emitió la Orden Ejecutiva N° 12.938, por la que declaró "emergencia nacional" y adquirió poderes especiales para intentar prevenir lo que consideraba una casi inevitable tragedia: un atentado terrorista de gran magnitud en territorio norteamericano en un futuro cercano. Año tras año el Congreso renovó y amplió esos poderes especiales. En enero de 1999, Clinton volvió a pronosticar un ataque devastador y obtuvo unos $ 3000 millones adicionales del Congreso. Cuando publiqué estas cosas en mi libro Estado del Mundo (Ariel, Buenos Aires 1999) muchos me tomaron por un exagerado contaminado por los temores apocalípticos que suelen hacerse presentes en los fines de siglo. En realidad, las previsiones norteamericanas eran más graves aún que lo acontecido el 11 de septiembre, porque el temor era y sigue siendo que el ataque más fulminante no consista en arrojar aviones contra edificios, sino en rociar una gran ciudad con un arma bacteriológica que puede aniquilar no 10.000 sino 10 millones de personas en escasos minutos. El peligro es muy grave, porque después del derrumbe de la Unión Soviética se produjo un colapso de mandos en Rusia, por el cual muchos militares empobrecidos están dispuestos a vender cualquier arma al mejor postor. Además, los soviéticos desarrollaron armas bacteriológicas terroríficas. Durante su apogeo, los programas Biopreparat, Vector, Obolensk y otros similares contrataban un total de 70.000 científicos. Hoy, no se conoce el paradero del 54% de los científicos de Vector.

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Mientras tanto, a lo largo de la década de 1990, representantes de Estados exportadores de terrorismo recorrieron el territorio ruso para reclutar estos talentos, abandonados y hambrientos frente a la quiebra del sistema soviético. Si a todo esto agregamos el peligro del terrorismo nuclear, el panorama es demencial. Democratización del terror Tal proliferación de armas y tecnologías de destrucción masiva es todavía más peligrosa debido a lo que puede llamarse la "democratización del terrorismo". Osana Bin Laden distribuyó en CD ROM y por Internet muchos miles de "manuales del terrorista" en los más diversos idiomas, enseñando a fabricar bombas y armas químicas. Para colmo, los servicios de inteligencia están completamente desbordados porque la tecnología funciona más en contra que en favor del espionaje. La red de satélites espía Echelon puede interceptar tres millones de comunicaciones por minuto, pero sólo alcanza a las inalámbricas. No puede penetrar cables de fibra óptica, cuyas comunicaciones sólo se pueden interceptar con una conexión directa, que en el caso de un cable submarino requiere una tecnología complejísima. Las comunicaciones por fibra óptica aumentan permanentemente y aunque se logre una conexión directa a un cable, resta el problema de decodificar y luego traducir muchos millones de mensajes en lenguas conocidas por muy pocos agentes. Las supercomputadoras de la NSA (National Security Agency) son fatalmente lentas frentes a los algoritmos de encriptación de última generación. Y el hecho de que la gran mayoría de los mensajes decodificados son irrelevantes y representan tiempo perdido. La tarea del control del terrorismo de alta tecnología se vuelve casi imposible. Esto significa que si atentados como los del martes o mayores se repiten, las fuerzas de seguridad apelarán a mecanismos de control que conducirán a la pérdida de libertades. Sería el triunfo del terrorismo y, puede ser, sin embargo, el único recurso disponible para combatirlo. Ese terrorismo es el mal absoluto en mucha mayor medida que otros del presente y del pasado. La neutralidad frente a la tragedia sufrida por la humanidad entera en Nueva York y Washington no admite neutralidades. En esta ocasión, el neutral milita en connivencia con el mal absoluto. Que no lo duden nuestras autoridades, porque no alinearse en forma clara con EE. UU. no sólo nos provocaría los irremediables daños materiales que nuestras neutralidades del pasado nos infligieron (porque nos aislaron y marginaron), sino que, además, nos convertiría en la imagen viva de la cobardía y la amoralidad. Pero más allá de este razonamiento de orden ético, todos sabemos que este terror es global y que no hay manera de salir de un mundo donde la globalización no es sólo de las finanzas y el comercio, sino también de la capacidad de destrucción. En el pasado pudimos autoengañarnos pensando que una guerra mundial no era cosa nuestra. Con la globalización del terror, eso ya no es posible. Y la Argentina ya fue víctima dos veces del terrorismo globalizado. También desde el pragmatismo, digamos que es seguro que frente a esta emergencia los EE. UU. se convertirán en un país más derechista y más ideológico que antes, y será crecientemente importante que nos perciban como sus aliados incondicionales en el campo de la seguridad. Si esta administración ya era más ideológica y derechista que la de Clinton, después del segundo Pearl Harbor estará sólidamente apoyada por su pueblo en todo lo relativo a su supervivencia como superpotencia. Por su parte, la OTAN demostró que no tiene fisuras frente al carácter demoníaco de la actual amenaza. En tales circunstancias, sería suicida que nosotros no apoyásemos a los EE.UU. en todos sus emprendimientos vinculados con la seguridad mundial y regional.

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La Nación del día sábado 15 de septiembre de 2.001 •

Página 14 - Jorge Elías

Casi en estéreo, el canciller argentino, Adalberto Rodríguez Giavarini, y su par brasileño, Celso Lafer, recibieron en sus despachos a los embajadores de los países que forman parte del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), de modo de informarles que sus respectivos gobiernos, al igual que Chile y Uruguay, estaban dispuestos convocar, e invocar, ese órgano. Todo ello con conocimiento de los Estados Unidos. La idea, surgida de consultas con autoridades de Chile, por la presidencia protempore del Grupo de Río, y con Uruguay, por idéntica circunstancia en el Mercosur, ha derivado de la necesidad de adoptar una posición común como consecuencia de la tragedia en Nueva York y en Washington. Posiciones parecidas, aunque más simbólicas, adoptarán el Grupo de Río y el Mercosur. El TIAR, rubricado en 1947 en Río de Janeiro, establece algo así como la cláusula todos para uno, uno para todos, en caso de que uno resulte agredido. Todos, en principio, acordarán la fórmula, el miércoles, en una reunión extraordinaria del consejo permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA). "Consultamos a Chile, el Uruguay, el Brasil y los Estados Unidos antes de convocar a los embajadores, como también sucedió en el Brasil -dijo Rodríguez Giavarini a LA NACION-. Los Estados Unidos, a su vez, ya habían hablado con nuestros embajadores en la OEA." Todos para uno Fue una movida regional. Parecida al prólogo de las cartas de los presidentes de Chile, el Brasil y México, dirigidas a George W. Bush, con tal de advertirle el peligro que significaba la crisis argentina antes de que el Fondo Monetario autorizara el último desembolso. Actitud que coronaron en la reunión del Grupo de Río, en Santiago, y que repitieron en esta ocasión. Ayer al mediodía, De la Rúa habló por teléfono con el presidente de Chile, Ricardo Lagos, de modo de coordinar la convocatoria. La toma de posición de la región coincide con otras expresiones de solidaridad con los Estados Unidos. Del Grupo de los Siete (los países más industrializados del mundo) más Rusia, y la alianza atlántica (OTAN), cuyo capítulo quinto de defensa mutua es una copia de la cláusula del TIAR. Hasta del gobierno de Australia, afectado por la pérdida de 80 o 90 ciudadanos en los atentados. El TIAR por sí mismo implica una especie de seguro de vida si ocurre un acto criminal de magnitud semejante en alguno de los países miembros. Y coincide ahora con la campaña mundial antiterrorista que encabezan los Estados Unidos, principales damnificados de la demencia. No por ello exaltados, sin embargo. Con suma prudencia, actitud que imitó la mayoría de los gobiernos. "La Argentina, como país amigo y aliado de los Estados Unidos, va a trabajar con ellos tal cual hemos diseñado durante todo este tiempo, dentro de los marcos establecidos, y ahora, concretamente, con el marco que estableció con toda claridad las Naciones Unidas, tanto desde el Consejo de Seguridad como desde la Asamblea General", dijo Rodríguez Giavarini. Todos para uno Todos los miembros del TIAR forman parte de la OEA, pero no todos los miembros de la OEA forman parte del TIAR. Canadá y los países caribeños, por ejemplo, no forman parte de él. Otros, como México, no están de acuerdo con su funcionamiento: el presidente Vicente Fox llegó a tildarlo de grave caso de obsolescencia e inutilidad. Razón por la cual sugirió que su país sea sede, en 2004, de una conferencia interamericana en la cual se diseñe una nueva herramienta de la

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seguridad interamericana. Que contemple, entre otros ítem, el narcotráfico, como ejemplo. Fuentes de la Cancillería explicaron a LA NACION que la convocatoria de ayer es, más que todo, un gesto de solidaridad. No descartaron, sin embargo, que también puede ser un paraguas en caso de que otro país resulte agredido. La Argentina, con dos voladuras de instituciones judías en su debe, es el más vulnerable. Pregunta de la calle: ¿qué aportaría el país si se desata la guerra? Respuesta de Rodríguez Giavarini: "Todo transcurre por la diplomacia de alto nivel. En una acción prolongada, si la hubiera, habría gran contenido tecnológico. Nosotros, por lo pronto, sólo avanzamos por ahora hacia la paz".

La Nación del día domingo 16 de septiembre de 2.001 •

Página 9 - Jorge Elías

Por pura ignorancia, o por laguna súbita, George W. Bush reprobó su primer examen de política exterior en vísperas de las elecciones: no sabía cómo se llamaba el presidente de Paquistán. De él, sin embargo, Pervez Musharraf, criticado por su simpatía con los talibanes que apañan al terrorista Osama ben Laden, ha recibido permiso para sobrevolar su espacio aéreo. Clave en el virtual despliegue de la mayor coalición de la historia contra Afganistán como represalia por la demolición de las Torres Gemelas y de un lado del Pentágono. Plegarias no atendidas, o pesadillas cumplidas, en las cuales el Gran Satán, versión Saddam Hussein, alterna una década después de la madre de todas las batallas entre el rostro sombrío de Bush y la barba hirsuta de Ben Laden. Entre ellos alterna, también, la gracia divina en medio de la humillación, y del duelo, de la humanidad toda por la crueldad desatada contra los símbolos de la cultura occidental: el poder económico (Wall Street, Nueva York) y el poder militar (Main Street, Washington). Con la espina molesta, o la mera inquietud, de la profecía de Nostradamus: "En la Ciudad de los Dioses habrá un gran trueno, dos hermanos se destrozarán separándose por un caos; mientras la fortaleza soporta, el gran líder sucumbirá. La tercera gran guerra comenzará cuando la gran ciudad esté ardiendo". La gran ciudad, o la Gran Manzana, está ardiendo desde el martes entre hierros retorcidos, escombros esparcidos, cóleras contenidas y muertes absurdas. En intolerable coincidencia con el caos anunciado, o imaginado, en 1654. Obra de un lunático, seguramente. De un loco, tal vez. Que 347 años después ha calado con su increíble opción apocalíptica entre el bien y el mal hasta en las reuniones del Consejo de Seguridad Nacional y en los discursos de Bush. Fuera de tiempo y de lugar. Como si las estrellas del cielo, carne, o carnada, de las profecías antiguas se hubieran mudado a las estrellas de Hollywood, carne, o carnada, de las profecías modernas. Carne, o carnada, a su vez, de la trilogía Ordenes ejecutivas , de Tom Clancy, editada en 1996, en la cual un Boeing 747, tomado por fundamentalistas islámicos, embiste contra la cúpula del Capitolio. Golpe al corazón ¿Acertó Nostradamus? Fallamos todos. Por pura ignorancia, o por laguna súbita, jamás pensamos que el desprecio por la vida propia y ajena fuera capaz de inmolar a un puñado de dementes y de sacrificar a una multitud de inocentes en una cruzada desquiciada, reñida con la razón, en la cual, al parecer, el cielo prometido acepta como moneda el infierno terrenal. Tampoco reparamos, quizás, en que los Estados Unidos, eje de una civilización con la nariz estropeada por la agresión y con los talones mordidos por el miedo, incuban tanto amor como odio. Y viceversa.

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Con todas las sospechas sobre Ben Laden, autor de las voladuras de las embajadas norteamericanas en Kenya y en Tanzania, en agosto de 1998, y del atentado contra el destructor USS Cole, en el puerto de Adén, Yemen, en octubre de 2000. Enrolado oportunamente, como Vladimiro Montesinos, algunos traficantes de armas y otros seres detestables, en los sótanos de la CIA. Señal de la extraordinaria capacidad de la república imperial para crear aprendices de hechiceros. O de brujos a secas. Contra los cuales no pudieron, en esta ocasión, los 30.000 millones de dólares anuales del presupuesto de los servicios de seguridad. Estancados en hipótesis de conflicto convencionales. De un Estado contra otro. Como en la Guerra Fría. Sin cabida para la posibilidad descabellada, casi fantasiosa, de que el enemigo, con déficit cero, usara otro símbolo de la cultura occidental, las aerolíneas comerciales, cigarros con alas de la globalización, como boomerangs contra sus pies de barro. Bush puede morir de vergüenza, no de miedo. El ataque contra su territorio ha sido el más grande, y espantoso, desde que los británicos incendiaron Washington en los albores del siglo XIX. En agonía está el temor al fantasma de Vietnam: la muerte de soldados norteamericanos. Corregido y aumentado, en 1993, por el cadáver de uno de ellos arrastrado por las calles de Mogadiscio, Somalia, como réplica contra la Operación Devolver la Esperanza, de las Naciones Unidas (ONU). Escena macabra por la cual iba a rodar tiempo después la cabeza del secretario general, Boutros-Boutros Ghali, antecesor de Kofi Annan. Atrapados sin salida La obsesión por el suicidio terminará matándonos a todos. Por pura ignorancia, o por laguna súbita, los miedos a perder (el tiempo, el empleo, el dinero, la casa, la comida, el amor, la libertad, la democracia) han quedado resumidos en uno: el miedo a perder la vida. Lo único que no tiene repuesto. En la cultura occidental, al menos. El miedo, disimulado con dureza e indignación, surcaba los labios de Bush mientras, en un día infame y atípico de Casa Blanca vacía, al igual que los edificios federales, cambiaba deliberadamente el orden de precedencia de su gabinete, anteponiendo el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, al secretario de Estado, Colin Powell, y prometía no distinguir entre terroristas y cómplices. Entre terroristas y Estados, convengamos. De guerra habló después, pero ya estaba declarada. Y comenzó la búsqueda de consenso. Sin mucha alternativa: el bien o el mal; los buenos o los malos. E invocó por primera vez en la historia la aplicación del artículo quinto del acta fundacional de la alianza atlántica (OTAN). Por el cual los miembros se sienten agredidos por un acto de guerra originado en el exterior. Y convocó, asimismo, a los países musulmanes, de modo de sumar en lugar de restar, en una suerte de cruzada épica. Sin espacio para la neutralidad, como la argentina, durante la Segunda Guerra Mundial, en contra del fascismo y de su degeneración nazi. Sobre todo ahora, vulnerable desde el momento en que no pudo sofocar los atentados contra la embajada de Israel, en 1992, y contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), en 1994. Razón de las convocatorias del Grupo de Río, del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), como anexo de la Organización de Estados Americanos (OEA), y de todas las siglas que supimos conseguir. ¿Es Bush el líder del bien, más allá de que haya sido reprobado en política exterior tanto en la campaña por pura ignorancia, o laguna súbita, como en el ejercicio de la presidencia por su prédica aislacionista? Es una circunstancia. ¿Es Ben Laden el líder del mal, convencido de que matar norteamericanos y sus aliados, civiles y militares, es el deber individual de todo musulmán y de su ejército, o fábrica, de hombres bombas? Es otra circunstancia. Perdón, ¿y dónde está el piloto?



Página 10 - Santiago Kovadloff 117

Cuando la Unión Soviética se desplomó, a fines de los años ochenta, la vertiente más lúcida y cauta del pensamiento occidental, lejos de todo triunfalismo, estimó indispensable concentrar su esfuerzo reflexivo, y por lo tanto su advertencia, sobre las profundas contradicciones que, en Occidente, encerraban la teoría y la práctica de la vida democrática. Comprendieron los voceros de ese pensamiento que durar más que el comunismo no implicaba, en un sentido esencial, sobrevivir, como auténtica alternativa ética, y no sólo económica y política, al fracaso de la Unión Soviética. Era indispensable, por el contrario, empeñarse en corregir sin cesar sus propios males, es decir, sus desmesuras y abusos, si se quería que Occidente fuera algo más que el escenario de una retórica igualitaria desmentida brutalmente por una realidad muchas veces demencial. Mientras este esfuerzo autocrítico se realizaba, prosperaba al unísono una práctica mercantilista y concentradora de la riqueza y el poder ante la cual el economicismo soviético terminó por parecer un juego de niños. La sentencia orwelliana según la cual "somos todos iguales, pero algunos lo son más que otros" acentuaba su arraigo entre los timoneles de un concepto perverso de la globalización. Occidente seguía siendo cruelmente contradictorio, pero la libertad de expresión con que en él se denunciaban los conflictos vigentes aseguraba la subsistencia de una actitud democrática e indispensable para promover, paulatinamente, los cambios necesarios. Mediante esa libertad crítica y autocrítica, ejercida con pasión, la democracia occidental ha venido preservando un precioso recurso vital para su crecimiento auténtico. En eso estábamos, en esa indispensable confrontación entre tendencias y concepciones de una misma civilización, cuando estalló la catástrofe del 11 de septiembre. Símbolos sin inmunidad Se ha señalado ya, y con razón, que la agresión desatada en la mañana de ese día sobre Nueva York no sólo consumó una masacre, sino que quebró la inmunidad de los símbolos centrales del poder económico y militar de los Estados Unidos. Lo que no se dijo aún es que Nueva York no es únicamente el símbolo por excelencia de esos dos poderes, sino la expresión más honda y más diáfana que alcanzó, en nuestro tiempo, la aptitud para la convivencia interracial, el pluralismo cultural y religioso y la libertad creadora en cualquiera de los órdenes en que se la quiera considerar. Es también ese logro ejemplar de diálogo y encuentro, de unidad asentada en la valoración de la diversidad tanto étnica como lingüística e intelectual, la que fue brutalmente atacada el último 11 de septiembre. Hay que entender, en consecuencia, que la contienda que a partir de ahora se librará en forma abierta y multinacional y sobre un terreno planetario no puede apuntar la contundencia de sus procedimientos, por parte de Occidente, a la cultura islámica, a las sociedades islámicas, sino a quienes, escudándose en ellas, traman y llevan a cabo sus proyectos criminales. Es al preservar esta distinción decisiva entre terrorismo e islamismo que las fuerzas aliadas de Occidente lograrán diferenciar su proceder, por más rotundo que sea y deba ser, del de sus enemigos. Estos atacan una civilización para borrarla sin más de la faz de la Tierra. Decretan la necesidad de su exterminio como requisito insoslayable de la propia subsistencia. Sólo pueden decir yo si privan de lugar a un tú. No buscan afirmar el derecho a la diferenciación respetando y buscando la convivencia, sino optando por la supresión lisa y llana de toda alteridad. Buscan la soledad que resulta del degüello del otro y sólo así entienden la firmeza de sus propios valores. Papel decisivo de Europa Por eso, nunca como ahora el hondo ejercicio autocrítico que a lo largo de su historia ha sabido desplegar la cultura occidental -del que hablábamos al comienzo-

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está llamado a jugar un papel determinante en la concepción y en la práctica de la contienda que se avecina. Y es Europa, como aliada principal de los Estados Unidos, la que puede y tiene que desempeñar a este respecto, por su fecunda y dolorosa experiencia reciente y pasada, y su incomparable aptitud filosófica, una función decisiva en el orden del discernimiento de los hechos y no sólo en el de la acción concreta. Tal es lo que deseamos, esperamos y necesitamos todos los que, en esta hora, compartimos la convicción de que Occidente debe defenderse. Sepamos proceder con la claridad y la resolución de quienes no están dispuestos a ver avasallado su derecho a la vida. Pero hagámoslo como quienes están decididos a impedir que las expresiones de la vida -y sobre todo de la vida humana- se reduzcan a ese derecho. Si sabemos proceder así, el primer paso de la victoria estará asegurado. Aunque el último tarde en llegar.



Página 16 - Rosendo Fraga

El politólogo norteamericano Samuel Huntington anticipó, en su libro "Choque de civilizaciones" que el conflicto del siglo XXI no se libraría entre ideologías sino entre civilizaciones. El atentado terrorista sufrido por los Estados Unidos el 11 de septiembre confirma esta tesis. El siglo XX fue hiperracional. Las ideologías -liberalismo, nazismo, marxismorespondían todas al esquema filosófico occidental. Marx y Lenin eran occidentales no sólo por nacimiento sino también por estructura de pensamiento. Utilizaban la razón como base de su lógica. A su vez, los antecedentes filosóficos del totalitarismo nazi recogen, entre otros, aportes de pensadores como Nietzsche, que no dejan de ser una expresión del pensamiento occidental. En este contexto, el liberalismo, tributario de las ideas de la independencia norteamericana y la revolución francesa, se encuadra claramente dentro de los parámetros filosóficos de occidente. En una de sus tantas agudas observaciones, Jorge Luis Borges decía que el cristianismo es la combinación de una religión oriental, la judía, con una filosofía occidental, que es la griega. Y esa idea sintetiza bien lo que es el razonamiento y la filosofía de Occidente. Israel puede no estar en el occidente geográfico, pero claramente integra su civilización y no por casualidad ha sido el campo de batalla principal de este "choque de civilizaciones". La comprensión del conflicto que hoy vive el mundo, requiere salir de las interpretaciones dominantes del siglo XX, en función de las cuales estamos viviendo algo irracional. El problema En ello radica el problema: el racionalismo occidental resulta incapaz de comprender el fenómeno que hoy enfrenta, porque la lógica del fundamentalismo musulmán es otra. La comprensión del fenómeno requiere retrotraerse más al mundo de la Edad Media, que pensar en una era de nuevos o de diferentes conflictos. La convocatoria de Bush a una "cruzada" mundial contra el terrorismo tiene más puntos de contacto con las convocadas por el Papa en el siglo XII, que con las dos guerras mundiales y la Guerra Fría del siglo XX. Hace nueve siglos, cuando Occidente enfrentó al fundamentalismo musulmán, entonces como ahora, Jerusalén, la capital de tres religiones, estaba en el centro del conflicto y adecuó su filosofía a la del oponente. El Papa dispuso que los cristianos que fueran a las cruzadas si morían alcanzaban la felicidad de la vida eterna, hubieran cometido el pecado que fuera hasta el momento del último suspiro. Asesinatos, saqueos, violaciones, exterminios, eran compensados con ganar el cielo en forma automática. Fue la fórmula con la cual el

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cristianismo enfrentó entonces al fundamentalismo musulmán. Esa fue la lógica de la confrontación mundial que fueron las cruzadas. Otro interesante punto de contacto entre el mundo del siglo XII y el conflicto mundial que se ha desatado es el rol de los actores no estatales, como es hoy el terrorismo fundamentalista. Diferencias Desde el siglo XVI, los Estados o naciones son los grandes protagonistas de los conflictos o guerras mundiales, y aún las pugnas ideológicas del siglo XX se libraron entre de naciones. En cambio, la sociedad de la Edad Media fue un mundo en el cual los reinos eran protagonistas menores, que compartían el poder local con la nobleza por un lado, y la Iglesia, por otro, y con órdenes religiosas y de caballería que tenían un poder de autonomía respecto de reyes y nobles y, en algunos casos, relativa independencia del Papa. Es así como la era en el cual entramos el 11 de septiembre del 2001 con el mayor atentado terrorista de la historia, en el comienzo del tercer milenio, se interpreta mejor al mirar el mundo de comienzos del milenio anterior que al mirar el del siglo pasado.

Página/12 del día miércoles 12 de septiembre de 2.001 •

Páginas 19/20 - Martín Granovsky

En toda la guerra de Vietnam, donde Washington abrazó una causa deplorable, murieron 58 mil soldados norteamericanos y, obviamente, casi no hubo bajas civiles. Si ayer cayeron 10 mil estadounidenses en las Torres Gemelas, quiere decir que en dos horas murió más de la quinta parte de los muertos en Vietnam durante toda una guerra de intervención. Y no hubo bajas militares. Sólo civiles. Esas cifras, junto a los aviones civiles secuestrados y sacrificados en vuelo, expresan como ninguna otra la magnitud de lo sucedido ayer en los Estados Unidos. La expresan mucho más que el valor simbólico del ataque a los signos del poder económico (las Gemelas) y del poder militar (el Pentágono) de los Estados Unidos. Y se trata, además, de números monstruosos que no hubieran sido posibles sin la utilización de la tecnología de última generación en terrorismo: los comandos suicidas. El diario israelí Maariv publicó hace unos días el relato de un funcionario de seguridad, Avi Dichter, a miembros de la Comisión de Relaciones Exteriores y Defensa del Parlamento. Contó Dichter que un terrorista suicida que intentó un ataque en la Franja de Gaza fue herido y capturado por las fuerzas israelíes y llevado sin conocimiento al Hospital Barzilai de Ashkelon. Cuando despertó y recuperó la conciencia el investigador del servicio de seguridad le preguntó: –¿Sabés dónde estás? –Por supuesto –contestó el terrorista mientras miraba a su alrededor un mundo limpio de sábanas blancas, luminosidad y hermosas enfermeras que lo rodeaban mirándolo suavemente–. En el Paraíso. –Y decime –preguntó el interrogador–. ¿Hay judíos en el Paraíso, o solo 70 vírgenes? –No, no hay judíos. –Entonces no estás en el Paraíso –informó el interrogador. La historia es verdadera y, más allá del humor, es una de las pocas que sirve para explicar la disposición a morir que exhiben los comandos. En la guerra tradicional, e incluso en el terrorismo clásico, la capacidad de daño está minimizada por la necesidad de conseguir la logística para el escape. La muerte es siempre una posibilidad pero jamás una certeza. Para los comandos suicidas, en cambio, la muerte

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es una seguridad y, además, la garantía de acceder al más placentero de los paraísos que ofrecen las grandes religiones monoteístas. El mayor arma del suicida es el propio suicida, que puede valerse de explosivos como ayer se valió de aviones a los que secuestró con cuchillos o cortantes de papelería. Entonces, ¿cualquier fanático es un terrorista en potencia? Más todavía: ¿cualquier musulmán es un suicida futuro? En la respuesta a esas preguntas reside, justamente, el mayor riesgo que puede desatarse luego del horrible atentado de ayer: la caza del musulmán o la revancha (retaliación, dicen los expertos en estrategia) contestando con violencia indiscriminada a la violencia de los comandos. El teórico conservador Samuel Huntington escribió hace unos cinco años su libro “El choque de civilizaciones”. En ese esquema, fenómenos como el de ayer quedarían como un simple “choque de culturas”. Sin embargo, esa sobresimplificacion choca con la realidad e impedirá combatir al terrorismo: No hay una internacional del terrorismo islámico. Son grupos fragmentados con objetivos diferentes. Si el autor del atentado de ayer fue Osama Bin Laden, y si es verdad que el millonario saudí está en Afganistán refugiado entre los talibanes, conviene recordar un punto: el intolerable fundamentalismo de la teocracia afgana hizo que cientos de miles de personas huyeran... a Irán. Y en Teherán, hoy, el fundamentalismo más extremista cotiza en baja. El islamismo de los suicidas no es el Islam sino su caricatura. El poder de los talibanes, que por otra parte no controlan todo el país, no surgió de la crisis del Oriente Medio sino de otra realidad. En1979 la Unión Soviética invadió Afganistán. Los Estados Unidos, entonces, alimentaron a unos guerrilleros fundamentalistas y los ungieron como “combatientes de la libertad”. Son los actuales talibanes. Una retaliación indiscriminada sobre Afganistán podrá reparar la humillación sufrida ayer por la Casa Blanca pero no contribuirá a destrabar el complicado conflicto político afgano. Y la guerra escalará con nuevas víctimas civiles y sin garantía de una solución siquiera militar para los Estados Unidos. Una retaliación de otro tipo, por ejemplo en el Oriente Medio, solo recalentaría la violencia entre dos pueblos que, como los judíos y los palestinos, no solo deben convivir sino que, como vecinos, están condenados a hacerlo. Esta descripción no equivale a negar que George W. Bush buscará la retaliación. Pone en duda tanto su legitimidad, más aún si es indiscriminada, como su eficacia. El ejemplo en contra de este argumento suele ser el de Muammar Kadafy. La participación del líder libio en atentados terroristas cesó luego de que los Estados Unidos bombardearan sus cuarteles y sus casas, a tal punto que Kadafy salvó por poco su vida. Pero la diferencia entre un caso y otro es notable. Kadafy era la cabeza de un Estado. Bin Laden no lo es, y tras el santuario afgano, o eventualmente el sudanés, podría encontrar otro. Y, de nuevo, la tecnología del suicidio a disposición de los comandos ha demostrado ser accesible y eficiente para producir miles de muertos. Frente a esos muertos, no cabe duda de dónde es mejor ubicarse: junto a ellos. Cualquier razonamiento de que así, igual que los suicidas, se combate al imperio, dejaría en pie la evidencia de que el imperio, por el contrario, sigue, y ofrecería compañeros de ruta deleznables, que no dudarían un segundo en estrellarse contra un edificio de Catalinas en pleno centro de Buenos Aires matando miles de empleados mientras van a su trabajo en hora pico. Ayer, en la Facultad de Filosofía y Letras, un pequeño grupo de estudiantes festejó el atentado. Como no son terroristas de Ben Laden, en cuyo caso se trataría de algo peor, cometieron un acto idiota. Pensaron, criminalmente, que la masacre de civiles debilitaría al poder financiero. Basta pensar en un ejemplo. Hace solo una semana, el primer ministro francés propuso a los países industrializados adoptar la tasa Tobin, que grava la especulación de capitales. La propuesta había salido de los grupos más pacíficos del movimiento antiglobalización. Es temprano para decir si la idea triunfará luego del espaldarazo de Leonel Jospin, pero con solo obligar al mundo a debatir la perspectiva de justicia estará más cerca. Ayer, en la guerra de dos horas, en la batalla de las Torres Gemelas, lo único que estuvo más cerca fue la muerte.

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Página 4 - Claudio Uriarte

El triple atentado de ayer en Estados Unidos marca lo más cerca que el terrorismo ha llegado a disponer de una Fuerza Aérea propia. El procedimiento es reminiscente del atentado contra el destructor norteamericano USS Cole en aguas del Golfo de Aden en octubre de 2000, por el cual un kamikaze se lanzó contra el navío a bordo de una lancha cargada de explosivos; con ese procedimiento los terroristas resolvieron un viejo problema táctico, que consistía en la dificultad de atacar objetivos navales sin una fuerza de escape realmente veloz, y después de haber desistido de la compra de un submarino pequeño, que de todas maneras era inadecuado para el disparo de grandes cargas letales. Vale decir: se trata de una escalada, porque el ataque al USS Cole ya muestra la maqueta de lo que puede ser una Marina de Guerra sui generis para las organizaciones terroristas, y el triple ataque aéreo de ayer muestra los formidables niveles operativos, logísticos, materiales y financieros a que ha llegado una organización capaz de llevar a cabo cuatro secuestros aéreos casi simultáneos para convertir las aeronaves civiles en bólidos de fuego contra los principales símbolos del poder militar y financiero de la superpotencia única. Se trata de una escalada, y ahora sólo se trata de saber cómo contraatacará el imperio. Se atribuye a Leon Trotsky haber definido una vez al terrorismo como “un puño sin brazo”, un golpe que desciende desde los cielos (en este caso literalmente) donde el golpeador permanece oculto. Justamente aquí radica la dificultad en contestar a los atentados con una respuesta de guerra clásica; en el hecho de que no constituye una guerra clásica, y que el enemigo es tan diligente como secreto. Sin embargo, pueden preverse ya con seguridad tres escenarios de acción para la inevitable respuesta de Washington. Uno estuvo ayer todo el día en los noticieros y talk-shows de la TV norteamericana, avanzado por senadores tan distintos como John McCain de Arizona y Christopher Dodd de Connecticut, hasta hacerse verbo en el secretario de Defensa Donald Rumsfeld y por último en el mismísimo George W. Bush, y consiste en que el Estado que proteja a los terroristas que practicaron este ataque no será considerado distinto a la hora de las represalias. Teniendo en cuenta el marco, las circunstancias y las características del ataque, nadie duda que se está hablando de Afganistán, un Estado totalmente fuera de la ley internacional, que vive del tráfico de heroína y que da santuario al millonario saudita expatriado Osama Bin Laden. Justamente, bin Laden es el principal sospechado por los atentados de Africa Oriental en 1999 –que golpearon las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania con una sincronización muy reminiscente a la acción de los aviones de ayer–, y por el episodio del USS Cole enfrente a Yemen. Afganistán y Sudán fueron objeto de sendos bombardeos aéreos tras los atentados en Africa, pero se trató de acciones simbólicas –en el segundo caso se llegó a atacar una fábrica de aspirinas–, mientras lo de ayer se supone que provocará una represalia proporcionadamente superior. Atacar Afganistán es fácil y es barato, pero es muy difícil que la operación logre un mínimo de eficacia. La razón es que Afganistán es un país de topografía tortuosa, repleto de montañas y de grutas, donde una sucesión de bombardeos masivos no garantiza necesariamente nada: el Ejército Rojo en el pico de su potencia de los tiempos soviéticos estuvo en pleno en Afganistán durante ocho años y no logró más que derrotas en un país donde el control de la capital equivale a poco, y donde los mismos talibanes en el poder todavía están luchando por conquistar la totalidad del territorio nacional. El empleo de explosivos del tipo combustibleaire, que hicieron su debut en la Guerra del Golfo y fueron usados recientemente por el Ejército ruso contra Chechenia, puede relativizar un poco estas dificultades –en la medida que se trata de armas con un poder destructivo equivalente al de cabezas nucleares tácticas–, pero no aventarlas por completo. Una derivación ulterior de los atentados de ayer será el endurecimiento de las opciones mediorientales y el refuerzo del apoyo norteamericano al gobierno de Ariel Sharon en Israel, pero es poco verosímil una conexión directa en la medida que ningún grupo palestino tiene el poder ni la intención de lanzar un ataque contra Estados Unidos como el que se concretó ayer. El segundo y tercer escenario de respuesta están íntimamente relacionados: uno es la multiplicación de los esfuerzos de infiltración e inteligencia dentro de las redes terroristas; el otro, una gigantesca recomposición de la inteligencia interna en

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Estados Unidos, que inevitablemente va a avanzar sobre las libertades civiles. Ya que el escudo antimisiles de Donald Rumsfeld es solamente la corteza exterior más llamativa de un concepto global con que el poderoso secretario de Defensa –que con estos ataques ha ganado de golpe toda su interna en la administración– busca asegurar la invulnerabilidad norteamericana en la época de su superioridad tecnológica incuestionada: desde hace algún tiempo -y hasta ahora con medias palabras- se habla de una “suitcase bomb defense”, la defensa contra el escenario de una bomba nuclear portátil a ser detonada en territorio norteamericano, y estos trabajos van en paralelo con la adopción de nuevas tecnologías de identificación personal –como el control de identidades por el iris del ojo en los aeropuertos– y de espionaje interior a niveles foucaultianos. Este es el nuevo mundo que los atentados de ayer están ayudando a alumbrar.



Página 6 - Washington Uranga

Es posible que lo acontecido ayer en Estados Unidos cambie la historia contemporánea de la humanidad. Pero sería un error pensar que la secuencia de muerte se inicia con los atentados ocurridos en territorio norteamericano. Lo distinto, lo sorprendente, es que el hecho ocurrió en el mismo corazón del imperio hegemónico del mundo, golpeando de manera real y tangible, pero también de forma simbólica. Esto es lo diferente. El terror se instaló en el territorio de la nación dominante de la tierra. Duros, difíciles de aceptar, dolorosos, los terribles hechos a los asistimos con dramático realismo a través de la televisión no son el primer acontecimiento de una secuencia de muerte. La muerte está instalada en la vida cotidiana de los pueblos, plagada de víctimas inocentes, y es parte esencial y consecuencia de la crisis del capitalismo global. Para entender lo ocurrido ayer es necesario describir un escenario en el cual, si bien hay una potencia hegemónica, ésta coexiste con intereses y fuerzas multipolares y con grupos periféricos que en su exclusión encuentran razón valedera para la violencia irracional, fanática, suicida y asesina. Frente al cinismo de los poderosos irrumpe el fundamentalismo de los impotentes. Ninguna muerte es justificable. Ningún atentado contra la vida humana y contra personas inocentes puede tener explicación alguna. Ni esto que ahora ocurrió en Estados Unidos, ni las represalias anunciadas y previsibles que vendrán de inmediato. Pero tampoco la violencia precedente aplicada por el poder gendarme en distintos lugares del mundo y con argumentos poco convincentes. Ni los conflictos llamados de “baja intensidad” sostenidos con cinismo por el poder, ni las guerras “quirúrgicas” celebradas como éxitos, ni los genocidios por hambre que se ejecutan a diario en todos los rincones planeta. Nada de lo ocurrido pueden desvincularse de otras muertes silenciosas, menos espectaculares y estridentes, que tienen que ver con la corrupción, con los paraísos fiscales, con la concentración de la riqueza, con la pobreza extendida por la tierra, con la esclavitud, con la segregación, con el racismo, con la impotencia de los pobres y los excluidos. Todas las muertes siembran muertes. Y quienes las siembran, sin importar sus razones o justificaciones, en algún momento se exponen a una cosecha de violencia.



Página 9 - Miguel Bonasso

El apocalíptico ataque al corazón de Estados Unidos no sólo rompió un record de intangibilidad territorial que había sorteado con éxito dos guerras mundiales, sino que cambió de manera copernicana el nuevo orden internacional que parecía establecido por mucho tiempo después de la implosión de la Unión Soviética y de Operación Tormenta del Desierto. La posguerra fría ha durado menos de diez años para dejar paso a una guerra oscura, de golpes imprevisibles y retaliaciones devastadoras y seguramente infructuosas que teñirá de sangre y terror el siglo XXI como las guerras y las persecuciones ideológicas y raciales hicieran durante el siglo anterior.

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Al cerrar este comentario no se sabía aún quiénes eran los responsables de los cinematográficos atentados que golpearon con la crueldad de una profecía autocumplida las torres del World Trade Center, que eran los tótem de la globalización; ese Pentágono que simboliza el poder militar más gigantesco de la historia, y estuvieron a punto de hacer volar por los aires la Casa Blanca y el Capitolio, en un Independence Day con extras de carne y hueso. Pero algo quedaba claro: sus autores materiales tienen una determinación oriental a morir junto con las víctimas que debería encender una luz de alarma en las estólidas conciencias texanas que hoy rigen los destinos del mundo: es imposible parar al que está dispuesto a irse con sus víctimas. Si esos autores son, como se sospecha, seguidores del Islam, puede decirse sin temor a equivocaciones que Estados Unidos ha encontrado un enemigo más peligroso y duradero que la URSS. Los festejos de ayer en barrios palestinos no señalan necesariamente una autoría, pero ponen de relieve que el sentimiento antinorteamericano anida en buena parte de la población musulmana y amenaza quedarse durante el tiempo que duren las nuevas Cruzadas. Si los intelectuales del Grupo de Santa Fe buscaban un nuevo enemigo para mantener el complejo militarindustrial, la realidad les ha hecho caso con una escalofriante consecuencia que no supieron prever: la violencia ya no es privativa del Desierto o de Belgrado; ahora pasea su viento negro por las calles de Manhattan. La dialéctica no perdona: los que pretenden un escudo antimisiles fueron mutilados con sus propios aviones comerciales, en una operación de terrorífica precisión, con comandos que no solamente estuvieron dispuestos a morir sino que podían pilotear Boeings 757 y 767. Esos comandos y sus apoyos totalizarían –según expertos– unos doscientos hombres. Ese virtual ejército pudo actuar con éxito en varios ataques simultáneos, burlando a los 14 servicios de inteligencia de Estados Unidos y mostrando la extrema vulnerabilidad de la potencia hegemónica. Además del dolor y el espanto, un nuevo sentimiento insidioso se ha apoderado de los norteamericanos: la convicción de que los jinetes del Apocalipsis no hubieran podido cabalgar sin apoyos internos. Como en las películas, han descubierto que tienen a los alienígenas dentro. Esa vieja paranoia, que en tiempos de McCarthy llevó al matrimonio Rosemberg a la silla eléctrica, encontró desde ayer una confirmación no menos dolorosa que la conciencia de la derrota que les infligieron los vietnamitas en 1975. La guerra, por primera vez en su historia, ha dejado de ser una imagen de Nintendo en tierras lejanas. Esos aviones de United o American Airlines que hasta este martes formaban parte de la rutina y el pacífico american way of life, se trocaron en segundos en armas mucho más mortíferas que las bombas inteligentes diseñadas para reactivar la industria armamentista a costa de remotos extranjeros. Como el presidente chileno Salvador Allende, de cuyo cruento derrocamiento por parte de Augusto Pinochet (con el aval de Henry Kissinger), ayer se cumplió un nuevo aniversario. Olvidado en medio de las estremecedoras imágenes del hombre que agita un pañuelo cuando se incendia la torre o el otro, que cae como un muñeco, desde más de cien pisos. El dolor ha dejado de ser patrimonio exclusivo de los dominados y ha llenado de sangre el patio del vencedor. Terrible igualación que debería patrocinar conductas racionales y una búsqueda sincera de la paz. Pero eso no va a ocurrir: esta no es la Edad de la Razón, sino una nueva y aún más tenebrosa Edad Media.

Página/12 del día jueves 13 de septiembre de 2.001 •

Páginas 14/15 - Mempo Giardinelli

Muchos tenemos amigos en los Estados Unidos y sabemos que están desolados. Nosotros, como argentinos, podemos comprenderlos perfectamente porque ya sufrimos un genocidio que nos costó 30 mil desaparecidos y dos ataques atroces: la voladura de la embajada de Israel en 1992 y el bombazo contra la mutual judía en julio de 1994.

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El horroroso espectáculo que todos vimos este 11 de setiembre obliga a repudiar, una vez más, toda violencia. El criminal ataque que segó la vida de miles de víctimas inocentes; el terrorismo como supuesta arma ideológica; la violencia como modo de resistencia son y deben ser condenados de la manera más contundente: no hay excusas ni justificaciones. Sin embargo, hay que ser muy prudentes antes de pronunciar condenas, como subrayó con mesura el propio Colin Powell: todavía se está en etapa de investigación y sería irresponsable condenar en conjunto a 1300 millones de musulmanes que hay en el mundo. Ya en el bombazo de Oklahoma se pensó en un ataque árabe y sin embargo fueron norteamericanos los autores de aquel otro acto terrorista. De todos modos, se debe ser solidarios con el dolor del pueblo norteamericano, al mismo tiempo que se impone reflexionar con sinceridad sobre las causas profundas de tanta intolerancia y tanto odio. Porque estamos frente a un acto que –además de lo repugnante– denota un fuerte y arraigado sentimiento antinorteamericano. Que es un sentimiento muy marcado y que está creciendo en todo el mundo. Y no digo en el “mundo árabe”, sino en todo el mundo. Esto es lo más grave, de cara al futuro, sobre todo porque las autoridades norteamericanas no parecen advertirlo y siempre lo niegan, como ahora mismo. Por ejemplo cuando el Sr. Bush se manifiesta sorprendido por el ataque e insiste en que los Estados Unidos son el ejemplo máximo de libertad y democracia en el mundo. Este acto terrorista despreciable debe hacer reflexionar a todos los norteamericanos acerca de por qué tanta gente los malquiere en el mundo entero, y por qué tantos los odian. Ese es un sentimiento absolutamente injusto hacia muchos millones de estadounidenses que sólo tienen en sus corazones sentimientos tan nobles y amistosos como los de cualesquiera otros pueblos de la Tierra. Pero no necesariamente es injusto hacia los dirigentes de esas mismas personas. He ahí la esencia de la cuestión: es la conducta dirigente de los Estados Unidos la que es cada vez más odiada y la que compromete a todo el pueblo norteamericano, que no entiende esto, que se asombra sinceramente del sentimiento generalizado contra ellos y que probablemente tenga dificultades para aceptar (comprender) un texto como éste. Lo que los estadounidenses deberían meditar (y la televisión jamás les dice) es que por lo menos en todo el siglo XX el papel de los gobiernos norteamericanos frente al inmenso mundo ha sido horrible. Sus gobiernos fueron constantemente intervencionistas, manejados casi siempre por conveniencias e intereses sectoriales. Funcionaron como gendarmes militares al servicio de muchísimas injusticias, y abortaron decenas de procesos de libertad y democracia autónomos y originales. Protegieron a los peores dictadores, entrenaron a miles de torturadores y asesinos, y corrompieron a infinidad de políticos, empresarios y sindicalistas en cada país. Fueron promotores de todo tipo de injusticias laborales y protegieron siempre a las empresas más voraces, que explotaron a generaciones enteras de ciudadanos y ciudadanas de todo el planeta, en centenares de países. Defendieron siempre el medio ambiente en su territorio, pero arruinaron el de países y continentes cortando árboles y llevándoles sus desechos, y todavía se oponen a la creación de un Tribunal Penal Internacional Medioambiental. Practicaron el racismo por generaciones y aunque hoy son una sociedad multirracial acaban deboicotear la Conferencia Internacional Contra el Racismo de Durban, Sudáfrica. Sus mayores aportes a la cultura universal han sido la CocaCola, las hamburguesas y la televisión, mucho más famosos e importantes en el mundo que Winslow Homer, Truman Capote o Toni Morrison, por caso. Y sus bancos, su sistema financiero-bursátil, sus consultoras económicas y sus organismos de crédito chuparon y siguen chupando cada día la sangre de millones de personas de todo el planeta. Todo esto genera un enorme resentimiento en mucha gente, que ve cómo los intereses que nos cobran a nosotros (los miles de millones de dólares que forman todas las deudas externas del mundo más sus intereses leoninos) son los dineros que garantizan el feliz nivel de vida de los norteamericanos. Y a todo esto sus gobiernos lo hicieron y lo hacen propagandizándose a sí mismos como paladines de la Libertad y la Democracia. A demasiada gente en el mundo tanta soberbia les resulta chocante.

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Por eso el acto terrorista de ayer debe ser condenado de la manera más rotunda, pero diciendo también todo esto. No hay justificación alguna a un ataque tan cobarde y miserable sobre civiles inocentes y desarmados que viajaban a bordo de aviones comerciales, iban a sus trabajos o eran mansos turistas que simplemente caminaban por ahí. Es cierto: hay que aplicar el más duro castigo a los asesinos que mandaron y ejecutaron este acto insólito y brutal. Ninguna duda acerca de ello. Pero todo lo anterior también debe ser dicho. Y yo lo escribo aquí y ahora porque conozco y quiero a muchísimos norteamericanos, porque he vivido, gozado y sufrido con ellos, porque enseño en sus universidades y porque he recorrido casi completa su maravillosa geografía. Lo escribo con el dolor de estas horas y con el amor de siempre: ustedes, norteamericanos, no tienen la culpa de esos feos sentimientos, pero sí la tienen vuestros gobernantes y la soberbia que a ellos caracteriza. Quizá este ataque atroz marque la hora de que ustedes les empiecen a pedir cuentas. A ellos, sus gobernantes.

Página/12 del día viernes 14 de septiembre de 2.001 •

Página 3 - Martín Granovsky

Una versión comenzó a circular anoche con insistencia: la Armada estaría por convocar nuevamente a sus efectivos que fueron licenciados porque el dinero no alcanza. Si esto es cierto, o los marinos ya se preparan para embarcar otra vez rumbo al este, como antes con la guerra del Golfo, o el Gobierno les hizo un guiño mayor del que se conoce públicamente. El embajador norteamericano, James Walsh, dijo ayer que los Estados Unidos no pidieron nada a la Argentina. Es lógico. Si todavía no decidieron cómo será la expedición punitiva, y si el blanco será solo Afganistán, no tienen qué pedir. En estos casos, lo habitual para Washington es registrar con prolijidad cada reacción, y sondear, sondear, sondear sin descanso, casi en tono de simple curiosidad. Fernando de la Rúa, suele decirse, es insondable. Error. Cuando un presidente lleva casi dos años en el gobierno, hasta los silencios pueden interpretarse. Cuando decidió repetir el voto menemista de castigo a Cuba, en el 2000, estuvo preguntando casi con disimulo, pero solo lo consultó de verdad con el canciller Adalberto Rodríguez Giavarini y dio la orden de cómo votar en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU a último momento. Este año mantuvo el mismo secreto, pero ya nadie dudaba de que De la Rúa, salvo en la cuestión del Mercosur y la negociación del ALCA, quiere mantener el alineamiento automático con los Estados Unidos. Y repitió el voto. Si así ocurrió con un simple sufragio en Ginebra, tanto la historia reciente como sus declaraciones de ayer indican como muy probable que De la Rúa se aliste en una fuerza de retaliación, como llaman los expertos en derecho internacional al castigo. La diferencia con Menem sería que, esta vez, la decisión pasará por el Congreso, cosa que Menem esquivó porque sabía que el Congreso, con su voto en contra, le hubiera impedido mandar tropas al Golfo. Ahora, en cambio, el peronismo no solo votaría a favor de enviar expedicionarios. Si el Gobierno, por algún motivo, se echara atrás, aprovecharía para presentarse ante el establishment como el único reaseguro del compromiso con Washington. Ya que el Gobierno no tomará el atajo constitucional de Menem, el debate de fondo es si la Argentina debe mandar tropas. El canciller emitió un documento diciendo que, ante el terrorismo, ningún país puede ser neutral, y menos un país que soportó tremendos ataques como la Argentina. Las matanzas no son relativas. Son absolutas.

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El punto es cómo se combate al terrorismo. Hay una vía rápida, que es la que la Casa Blanca parece a punto de tomar. Responderá a una propaganda armada como la de los aviones estrellados contra las Torres Gemelas con otra propaganda armada, quizás bajo la forma de un bombardeo masivo sobre Afganistán, presunto santuario de Osama Bin Laden. Símbolo contra símbolo. Y con nuevos miles de muertos. La vía lenta consiste en desarmar políticamente conflicto tras conflicto, para aislar al terrorismo y garantizar su derrota. La vía rápida es espectacular. Da solución rápida a la humillación de la potencia hegemónica. Ojo por ojo, diente por diente, la vía rápida tiene un problema: como decía el obispo sudafricano Desmond Tutu, “si todos aplicáramos la ley de Talión, ya estaríamos sin ojos y sin dientes”. La vía lenta es complicada. Supone asumir que debe combatirse al terrorismo pero que siempre habrá terrorismo mientras los suicidas tengan una coartada fuerte: la exclusión, la desigualdad internacional, el conflicto del Medio Oriente, trabado en su solución por la suma de la obcecación de Yasser Arafat en las últimas negociaciones y la emergencia de un halcón como Ariel Sharon al frente de Israel. La vía rápida es la guerra. La vía lenta es la política, incluso sabiendo que incluye el enorme factor disuasivo del poderío militar norteamericano. El argumento contra la vía lenta es que, como el terrorismo no es un fenómeno estatal, no hay con quien negociar o a quien presionar. Pero si la vía rápida se aplicara contra Afganistán, a costa de producir más muertes, ¿no se estaría actuando, acaso, contra un Estado? De la Rúa, aún, no fue preciso sobre lo que quiere la Argentina, pero dio a entender que secundará a Washington. Otros colegas suyos o piensan distinto o se apuraron menos. “Llamo a colaborar con todos los países del mundo que enfrentan una lucha por la vía del Derecho, por la vía de la legalidad, para terminar con el terrorismo en el mundo”, dijo Vicente Fox. El brasileño Fernando Henrique Cardoso, casi en posición de observador, pronosticó que “el mundo sufrirá profundas transformaciones, cambios muy fuertes a raíz de estos acontecimientos, y la agenda diplomática del planeta cambiará en una dirección aún incierta”, y anunció que igual Brasil mantendrá su “deseo de que el poder sea compartido al máximo posible a nivel global, con la mayor legitimidad posible en las decisiones que se tomen sobre el futuro del mundo”. Y Jorge Batlle, presidente del Uruguay, fue más franco. Dijo que el ataque contra los Estados Unidos “no fue un acto de guerra, fue un acto de terroristas, y al terrorismo sólo se le puede responder con un gran movimiento a favor de la paz, en el cual estén involucrados todos los países, inclusive los países árabes”. Batlle tal vez suene lento, utópico y nada heroico. Pero, ¿alguien garantiza que lo contrario sea, además de justo, eficaz?

Página/12 del día sábado 15 de septiembre de 2.001 •

Página 5 - Martín Granovsky

La convocatoria del TIAR sintoniza con Washington en un punto clave: los Estados Unidos buscan legitimación multilateral para devolver el golpe que recibieron el martes, pero utilizarán ese capital para el objetivo militar que se fijen unilateralmente. O sea, solos. Es lo que quedó claro ayer en una reunión de la que participaron Lincoln Bloomfield, subsecretario de Acción Política y Seguridad del Departamento de Estado, con los diputados Jesús Rodríguez (Alianza), Ramón Torres Molina (Frente por el Cambio), José Luis Fernández Valoni (cavallismo) y Miguel Angel Toma (peronismo). Toma dijo a Bloomfield que el PJ apoyaba sin condiciones la respuesta de la Casa Blanca. Fernández Valoni recordó que un Domingo Cavallo canciller envió tropas al Golfo Pérsico. Torres Molina protestó contra la injusticia internacional. Y cuando en

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un momento de la rueda Rodríguez señaló que le parecía bien la prudencia, la formación de una alianza amplia y el respaldo de cualquier acción en los organismos internacionales, Bloomfield, ex asesor del mediocre y ultraconservador vicepresidente Dan Quayle, fue crudo: –Sí, ése es un plano, pero hay otro más. Es el de la contestación a un ataque recibido. Fuimos agredidos y vamos a reaccionar. Y en una carta a Fernando de la Rúa agradeciendo en nombre de George W. Bush la solidaridad argentina ante la masacre del martes, James Walsh reforzó la idea. Prometió que los Estados Unidos intercambiarán “ideas sobre el modo de trabajar conjuntamente en el impulso de una coalición de naciones”. La resurrección del TIAR, el órgano de consulta militar que incluye a los Estados Unidos y sus vecinos americanos, ¿entra en el primer plano de Bloomsfield o en el segundo? Una pista es el origen de la iniciativa. Un funcionario argentino dijo que el proyecto era conjunto, de brasileños y argentinos. Otro, que era argentino. Y una consulta de este diario a una autoridad de Itamaraty recogió esta respuesta: “La idea fue brasileña”. Si el entusiasmo tiene copyright de Brasilia, se abren dos posibilidades: Por segunda vez desde la última guerra mundial, Brasil decide enrolarse militarmente junto con los Estados Unidos. Esa es la interpretación del académico André Martin, de la Universidad de San Pablo (ver página 6). Al convocar a un organismo multilateral como el TIAR, ineficiente por definición en una guerra, cuando las decisiones son verticales, Brasil está indicando que no quiere de ninguna manera participar en la primera fila de una guerra que ve incierta. Apoyará, porque no ve alternativa ante la ola que viene de los Estados Unidos, pero no combatirá. La sensación que deja la Argentina es distinta. De la Rúa no parece buscar conformarse con legitimar una acción de Washington. Con más probabilidad, busca un nivel de protagonismo. Para América latina, resucitar al TIAR cuando hace solo diez días México, por ejemplo, quería darlo por muerto, es un retroceso. Se trata de un instrumento típico de la Guerra Fría, que se reveló inútil en una guerra fuera de los marcos del conflicto Este-Oeste como la de Malvinas. Un instrumento reformado en 1975, cuando ya se habían producido los golpes de Uruguay y Chile y la Argentina estaba por pasar de la Triple A a la represión científica de las Fuerzas Armadas. En esa reforma se agregó un artículo, muy de época, que quizás sea recordado ahora. Describe como agresión la que surge del “envío de un Estado, o en su nombre, de bandas armadas, grupos irregulares o mercenarios que lleven a cabo actos de fuerza armada contra otro Estado, o su sustancial participación en dichos actos”. Solo un análisis frívolo puede asimilar el terrorismo que acabó con miles de vidas en Nueva York y Washington con cualquiera de las formas de protesta en América latina en los años ‘70. Pero la Argentina corre el riesgo de reflotar, por otra vía, la Doctrina de la Seguridad Nacional. Si las Fuerzas Armadas del continente coordinan su tarea antiterrorista, también estarán incluidas, obviamente, las argentinas. Lo cual podría servir para que los partidarios de volcar a los militares a la inteligencia interna y la seguridad interior tengan una coartada basada en lo siguiente: si el terrorismo es externo, las Fuerzas Armadas están habilitadas para combatirlo. Premisa que encierra otra más: no hay terrorismo sin infiltración de comandos ni uso de células dormidas y logística. Entonces, los militares quedarán habilitados para sus viejas prácticas, y vuelta a empezar. Con un agregado: la reducción de las libertades individuales en la Argentina no significará la derrota de ningún grupo de asesinos globales, fanáticos y suicidas; debilitará, justamente, la cohesión democrática necesaria contra cualquier ataque proveniente de ellos. Osama bin Laden, muy agradecido.



Página 9 - Alfredo Grieco y Bavio

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De algo está seguro el pastor Billy Graham. Y lo dice: el "diabólico" atentado terrorista fue bueno para George W. Bush. La cámara muestra al presidente, que sonríe y asiente. De la sucesión de barbados muftis, protestantes negros, obispos mujeres, rabinos con estola y cardenales purpurinos presentes en la catedral nacional de Washington para demostrar la riqueza multicultural estadounidense en el Día de Duelo Nacional, el único elegido por la Casa Blanca, el único que no pertenece a la diócesis y voló para pronunciar su sermón fue el evangelista. Tuvo más tiempo para hablar que los demás, y contó con la mejor atención de una audiencia que se había adormecido entre lecturas vetero y neotestamentarias y cantantes afroamericanas que entonaban "America the Beautiful". Cuando Graham terminó, fue el único en ser aplaudido. Su retórica había sido clásica, con pocas pero elegidas citas de la Escritura, con narraciones que sostenían cada punto de la argumentación. Los demás oradores sacros habían enfatizado el carácter interreligioso de la ceremonia. Lo hicieron incluso de la manera políticamente correcta, refiriéndose a la convivencia de “comunidades de fe" –como si "religión" fuera una palabra muy fuerte a tan pocos días de atentados atribuidos al fundamentalismo islámico–. Billy Graham fue claro: él era un cristiano y se dirigía a los cristianos. "En esta majestuosa catedral, abundan las cruces", que recuerdan el sufrimiento del Cristo que resucitó. Fue claro también en otro sentido: fue el único que habló claramente de los atentados, y los interpretó sin metáforas. Las consecuencias que sacaba satisficieron claramente a Bush. El pastor aludió, incluso, que el mandato que le había dado la elección no había sido abrumador. Pero el terrorismo compensaba los votos equívocos de los electores de Florida. Dios, aunque no lo podamos entender racionalmente, escribe derecho por líneas torcidas. La unidad nacional estaba lograda, como lo demostraba la solidaridad en las calles, el patriotismo de un Congreso que había votado de manera tan generosa como bipartisana, la presencia de presidentes y ex presidentes que tenía delante de sí. Y aquí expresó el gran anhelo evangelista de los siglos XIX y XX. Que el revival político que esperaba a Bush fuera acompañado por otro, espiritual. Como si la derecha religiosa, que había sido decisiva para que Bush triunfara en las primarias republicanas, esperara ahora que un Bush victorioso y resurrecto la impulse a su vez en su nueva etapa de poder y gloria.

Página/12 del día domingo 16 de septiembre de 2.001 •

Página 6 - Eduardo Aliverti

El miércoles pasado, La Nación publicó un artículo del francés Guy Sorman que quizá resuma como nada el pensamiento y la determinación de los estadounidenses. Dice Sorman que “(...) estamos preparados para detener a un dictador retirado como el chileno Augusto Pinochet”, pero no para que el tribunal de La Haya contra los crímenes de guerra tenga “una función preventiva”. Agrega que “es necesario que el crimen sea perpetrado para que nos permitamos sancionarlo” y que “ése es el precio, un poco alto, de nuestro honor”. Dos referencias, concluyentes. El ataque se produjo a 28 años exactos del golpe preparado por la CIA que derrocó a Salvador Allende, cuando el “dictador” Pinochet era imprescindible para los intereses norteamericanos en la región. Y, respecto de la necesidad de perpetrar el crimen para permitirse sancionarlo, valga el aviso publicado por un tal Ben Cohen en el sitio AlterNet, colocado en la red unos días antes del atentado y reproducido en este diario: “Enemigo se busca. Necesítase serio enemigo para justificar aumento presupuesto Pentágono. Contratistas de Defensa desesperados (...) La administración

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Bush propuso incrementar el gasto (militar) en 33 mil millones de dólares y tiene mucha prisa por encontrar un enemigo”. En efecto, hay que ser muy tonto para no relacionar el componente reactivador que sumas como las que están en juego tendrían sobre una economía norteamericana en recesión. Hacen falta todas las letras: sin entrar en la consideración de teorías autoconspirativas ni nada que se le acerque, el terrorismo, igual que el negocio de las drogas, es funcional a los intereses de la economía estadounidense. Hacia adentro del territorio norteamericano es probable que se establezca una cotidianidad cuasi policíaca, y hacia fuera intentarán la militarización regional. So pretexto de la lucha contra el terrorismo, ardides como el Plan Colombia, los conflictos de baja intensidad o la supervisión de las fronteras serán inyectados como nunca: un movimiento de pinzas que conjugará la justificación presupuestaria de la prepotencia armada con el control social en los países subdesarrollados. El Gobierno y la dirigencia política argentinos, después de preguntarse si están dispuestos a sumarse a cualquier locura que Washington implemente en las próximas horas o días, tendrán que responder a ese otro futuro de más largo plazo y aliento. Y yendo más allá todavía, cabe discernir si ese escenario servirá una oportunidad para profundizar la dependencia o para construir un espíritu patriótico de autodeterminación.



Páginas 14/15 - Mario Wainfeld

La inseguridad no brotó con la violencia del rayo, el martes en un luminoso día neoyorquino. El lunes, digamos a la noche, horas antes de los atentados, el mundo era un lugar muy inseguro. Una proporción altísima de sus habitantes estaba sumido en insoportables niveles de pobreza. Muchos otros, en el techo del mundo o en sus suburbios, tenían trabajos precarizados e ignoraban si los mantendría en los próximos días o meses. La marginación creciente recibía como principal respuesta la represión o el aislamiento. La fragmentación social era cruel ese lunes. En muchas sociedades, nacer pobre era una condena de por vida, algo semejante a integrar una casta de la que no parecía poderse zafar ni aun luchando. “La sociedad liberal contiene en sí misma el ghetto. La sociedad de clases llevaba en su seno el conflicto, la desigualdad... no el ghetto. Eramos una sociedad de discriminación –describe Alain Touraine–, nos convertimos en una de segregación.” Ghettos en las ciudades, en las naciones. Casi un continente entero (Africa) sobraba, estorbaba en la aldea global. La desregulación, orientada sólo en función de la ganancia empresaria, había arrojado a millones de personas a la desocupación, a la anomia, a no saber ni siquiera qué desear. En ese mundo del lunes, escribió uno de sus mejores historiadores, Eric Howbsbawn “el pasado ha perdido su función, incluido el pasado en el presente... los viejos mapas que guiaban a los seres humanos individual y colectivamente por el trayecto de la vida ya no reproducen el paisaje por el que nos desplazamos y el océano en que navegamos. Un mundo en el que no sólo no sabemos adónde nos dirigimos sino tampoco adónde debemos dirigirnos”. El eficientismo capitalista desbarató las naciones, la fábrica, los sindicatos y las familias (medios de cooperación que la humanidad fue urdiendo en su devenir) dejando a miríadas de gente común sin rutinas, sin memorias, sin elementos que les permitieran imaginar y garantizar su autoperpetuación. Una ideología banal pero potente había definido al móvil de lucro como único motor indisputable de las conductas humanas. Su desarrollo sin cortapisas, se dictaminó, era la mano invisible que armonizaba todos los intereses. Subordinados a él se mancillaron las conquistas sociales, los objetivos de igualdad, el medio ambiente. En todos los tiempos hubo ricos y pobres y en todos riquezas afrentosas. Pero, tal vez, nunca como en el mundo que se acostó a dormir el lunes la riqueza fue identificada con la virtud. Si todas las culturas populares, los cuentos de hadas, el cine neorrealista, los mensajes de Cristo identificaron a los ricos con la avaricia, la mezquindad y hasta la torpeza, los albores del siglo XXI hicieron confluir los vicios

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privados con la virtud pública. Los ricos eran, en el imaginario dominante en la noche del lunes, seres admirables. La “revolución conservadora” (expresión que es una de las tantas contradicciones en los términos que se habían transformado en sabiduría) liberó de toda culpa (aun de las que contienen los evangelios) a los ricos y estigmatizó al pobre como “culpable” de su condición. Tan ennoblecidos estaban los ricos que gravar con impuestos sus bienes era visto como pecado en ciertos confines del orbe e investigar sus chanchullos, así fueran algunos tan perversos como el lavado de dinero, seriamente desaconsejado por los gobiernos de acá y acullá. Tan invulnerable era el móvil de lucro que una crasa ideología repetida banalmente por muchos comunicadores se permitía día a día estigmatizar hasta el hartazgo a los dirigentes políticos pero –a diferencia de los bufones, de los juglares, de los trovadores, de los folcloristas, de los costumbristas de todos los tiempos precedentes– dejaban intactos de críticas a los más pudientes. Era un mundo inseguro, con un presente asfixiante, un futuro improbable, trabajos transitorios muy mal pagos en el que la “tolerancia cero” sólo regía para los delitos cometidos por las clases más sojuzgadas. El individualismo y el consumismo eran las vigas maestras de un orden mundial, aun para aquellos que no podían garantizarse un mínimo acceso a lo imprescindible. Los flujos financieros habían abolido las fronteras para desplazarse. Los límites, los cupos, las aduanas, subsistían sólo para la especie humana, en especial para su tramo más sojuzgado. Ese mundo de incertezas, de miedos, de injusticias, que nadie bien nacido puede identificar con el “bien”, anocheció el lunes. El Sur también existe La Argentina era, en ese anochecer, un triste suburbio de ese mundo. Incorporado –sin anestesia, sin entes reguladores y sin seguro de desempleo– a la globalización, pagó todos sus costos sin que una abrumadora mayoría de sus habitantes haya siquiera olido sus dividendos. Su gobierno estaba liderado –es una forma de decir– por un presidente conservador, débil, irresoluto y de miras muy estrechas. Abolir el déficit fiscal era la única utopía que le permitía imaginar un credo, antes que capitalista, municipal. Los avatares de la historia lo habían puesto al frente de una coalición que incluía mujeres y hombres algo más amplios que él en sus perspectivas del mundo. Pero sus errores, su sectarismo y también cierta tozudez en conservar jirones de poder lo indujeron a liberarse de esos aliados. Cuando se acostó el lunes, Fernando de la Rúa no tenía –en posiciones de poder, en el gabinete, en su mundillo de confidentes– cerca a nadie menos conservador, menos rico que él (que es millonario), menos vinculado a las derechas económica, eclesiástica y cultural de la Argentina. Hizo lo que hizo de consuno con sus asesores más íntimos, muchos de ellos ajenos a toda sabiduría política, ni qué decir democrática: un financista que se hizo rico en horas, sus hijos que apenas dejaron la adolescencia, un par de políticos sin votos. Todos le certificaron que recortando su alianza ganaría más poder. Empero, a menos de dos años de mandato, su legitimidad política parecía hecha trizas: las encuestas decían que perdería cerca del 50 por ciento de los votos que lo llevaron a la Presidencia. Seguramente la clave de su desmoronamiento no era su sectarismo sino el fracaso de la economía nativa. Le tocó presidir durante la más larga depresión económica de la historia argentina. A su lado se trituraron tres ministros de Economía y –como único resultado palpable– habían crecido el desempleo, la pobreza extrema, la concentración económica. Una novedad, eso sí: el país estaba al borde del default. Si una característica saliente tuvo la gestión De la Rúa –amén de su sectarismo e ineficacia– fue su ciclotimia. Con el Presidente a la cabeza, su entorno y sus obsecuentes, la administración de la Rosada transitó a toda velocidad, más de una vez, de la euforia a la depresión. Euforia cuando ganó las elecciones, cuando eyectó del Gobierno a Carlos Alvarez, Federico Storani y Rodolfo Terragno, cuando logró el blindaje, cuando pactó el megacanje.

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Depresión cuando todos esos atajos políticos y financieros se desvanecieron como el humo en el aire. Siendo ya la mañana del martes, el Presidente asistía a una escena repetida. Una reunión de gabinete en la que Domingo Cavallo describía los lineamientos del Presupuesto 2002, concebido en la matriz del déficit cero. Dos diputados, un radical y un frepasista (Horacio Pernasetti y Darío Alessandro) le pedían precisiones, moderación en los recortes. Dos contrapartidas que Mingo suele ser muy avaro en prodigar. Es sabido que el real diseño del Presupuesto se oculta de la luz del sol. En ese momento, con involuntario simbolismo, entró el Edecán. Había visto, en algún televisor de la Rosada, el segundo atentado y él, un soldado, venía a contárselo al poder civil. Lo primero fue lo que ocurrió en tantos hogares y lugares de trabajo de argentinos: el hipnótico seguimiento, por horas y horas de las contadas –y no por eso menos expresivas– imágenes que venían por TV. Lo segundo fue una cautelosa pero casi audible euforia que fue impregnando al entorno presidencial: había otro atajo para recolocar a la Argentina en el mundo, al Presidente en primer plano, para recuperar esa alicaída imagen, para contrarrestar los tozudos datos que prodigan las encuestas de opinión y la sensación térmica de las calles. La Argentina, esto es, Fernando de la Rúa debía doblar su apuesta a las relaciones carnales. El disco duro en acción El disco duro del delarruismo –el Presidente, su vocero, el canciller– tal vez se hubieran bastado solos para llegar a esa conclusión. Pero recibieron buenos consejos en sus orejas. Provinieron de la flor y nata de cierto establishment financiero que los urgió a ponerse al frente del Mercosur. En esto la voz cantante que se hizo oír fue la de Emilio Cárdenas. Cárdenas –el lector más avisado tal vez no necesite este recordatorio– es un importante dirigente corporativo del empresariado bancario que acusó al gobierno menemista de “cleptocracia”, esto es gobierno de los chorros. Su amor por el neologismo no le impidió, apenas después de emitir su diatriba, ser embajador de ese gobierno. Y ha rato que ambiciona sumarse a éste. Cavallo le ofreció hace poco ocuparse del ala económica de la Cancillería pero tropezó con la objeción de Adalberto Rodríguez Giavarini. Ahora el hombre reapareció como asesor de política nacional, autodesignado claro está. Sopló en los atentos oídos del ministro de Economía (antes que de nadie) y del canciller (tras cartón) la necesidad de demostrar adhesión total e incondicional a la política exterior norteamericana. Más que eso, planteó que era imprescindible anteponer el consenso a los propios reclamos de George W. Bush. La insinuación germinó en suelo fértil. Los hombres de comunicación del Presidente, Juan Pablo Baylac el primero, se esmeraron en que De la Rúa fuese el primer mandatario latinoamericano que apareciera en la CNN encolumnado tras los Estados Unidos. Y Argentina fue pionera puesta a sacarle naftalina al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (el TIAR) de infausta memoria por acá ya que fue desactivado durante la guerra de Malvinas cuando nuestro país quiso invocarlo en defensa propia, olvidando que había sido concebido con un instrumento de la bipolaridad y no de la contingente necesidad de países periféricos. Los argumentos centrales del Gobierno, que tuvieron en el canciller su más preciso expositor merecen mención y síntesis: La amenaza terrorista no permite actitudes tibias o neutrales. Menos que ninguna nación puede permitírselo Argentina, víctima reciente de dos atentados feroces. La reacción de Bush no ha sido violenta ni irracional. Ha buscado el consenso internacional. Todos los dirigentes del mundo, incluidos los de China o el propio Fidel Castro, han repudiado los salvajes atentados. Los países europeos son a la vez referencia y contención para eventuales desbordes norteamericanos. (Dicho en forma más confidencial). La extrema vulnerabilidad de la economía argentina impide cualquier distanciamiento, distracción o atisbos de tercerismo.

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El orden legal interno será respetado. Las decisiones esenciales de política exterior o militar pasarán por el Congreso. Ese punto, ése solo, es el que diferencia al actual gobierno de su precursor. El camino del alineamiento automático y sobreactuado fue piedra basal de la estrategia gubernamental del peronismo neoconservador de fin de siglo, al que, convencionalmente, se bautizó menemismo. Un canciller de ideología idéntica al del actual, aunque más simpático y – seguramente– más sincero bautizó “relaciones carnales” a esa estrategia, pensada como llave del crecimiento y la integración nacional. Sus resultados deberían inducir a pensar mejor su eficacia y deseabilidad. Y los dos atentados que padeció la Argentina tal vez tengan una relación causal con esa decisión. No es seguro ni probado pero sí probable. Razonar a partir de las relaciones causa-efecto es una de las tradiciones occidentales, acaso más venerables que la política exterior norteamericana. En todo caso, los gobernantes de este confín no deberían olvidarla. La retórica del canciller Es un hombre de perfil bajo, religioso, austero hasta el paroxismo. Ha sido figura clave en estos días, lo será en los porvenir y vale la pena repasar su retórica en estos días terribles. Rodríguez Giavarini se ha apegado estos días a hablar de las fuerzas del “Bien”, entendiendo por tales a las que reportan a Estados Unidos. Y un análisis de contenido revela la abundancia de la expresión “pecaminoso” para aludir a eventuales decisiones políticas o estratégicas que contradigan el Norte que él ha elegido. Una expresión que parece más propia de alguna concepción teocéntrica o fundamentalista que de la delicada jerga política democrática. Tal vez no sea ése el pensamiento íntimo del canciller pero debería cuidar cómo dice lo que dice. Es notorio que su retórica condenatoria del terrorismo no suela incluir el aditamento “de Estado” ni siquiera cuando menciona que asoló la Argentina. Solo en una nota que publicó ayer La Nación se permitió una módica mención incidental: “la violencia hace tres décadas produjo hechos con víctimas inocentes y desaparecidos”. Una elusión que evoca a la teoría de los dos demonios y que está muy por debajo de la autocrítica que realizaron las propias Fuerzas Armadas por boca del general Martín Balza. La memoria del canciller no sólo es demasiado selectiva para esos tramos históricos. Su nota señala que la fecha del atentado coincidió con el día del Maestro, lo que engarza con el recuerdo de dignas tradiciones nacionales vinculadas con la educación y la movilidad social. Pero su recuerdo omite que el 11 de setiembre también se conmemora el asesinato de Salvador Allende, a manos de las Fuerzas Armadas de su país y con la complicidad ostensible y probada del Departamento de Estado que, por aquel entonces, convocaba al mundo libre a la guerra santa contra el marxismo, así lo encarnaran demócratas ungidos por el voto popular como Allende. Una guerra santa que gobiernos del Cono Sur compraron llave en mano, experiencia que sería trágico reiterar. Déjà vu Es que todo tiene algo de déjà vu. Las mismas imágenes del atentado sugieren que los psicópatas que los urdieron los maquinaron en términos cinematográficos. La política exterior norteamericana siempre dispuesta a hacer tronar el escarmiento, a hacer valer el cinco por uno. Una nota al pie: se ha dicho demasiado en estos días que cabe temer desmesuras de Bush, a fuer de republicano, de derecha. Pero es bueno rememorar que, puestos a promover vendettas, los demócratas han hecho lo suyo. Demócratas bombardearon Hiroshima y Nagasaki, atacaron Corea (Harry Truman), intentaron desembarcar en Cuba (John Kennedy), escalaron Viet Nam (Lyndon Johnson).

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La política exterior americana es como la argentina de estos años: constante aunque cambien de manos los gobiernos. La diferencia es que ellos la urden en sintonía con las pasiones, dolores y reclamos de su pueblo. La reacción argentina, buscando en forma espuria liderazgos que no se consiguen por acá. “El estado –propuso el sociólogo francés Jean Claude Guillebaud– es a duras penas, aun amo de su moneda, de sus decisiones domésticas, de sus subsidios a la crianza de cerdos. Paradoja: cuanto menos medios de acción tiene más se lo convoca para misiones planetarias”. En el caso argentino lanzarse a la arena internacional parece especialmente patético. De hecho, ni política monetaria tiene. Y su vindicta con los terroristas que vulneran derechos humanos no abarca a los que cometieron genocidio acá mismo. Daría risa, si no diera odio, que el ministro de Defensa esté dispuesto a perseguir por doquier a quienes otros poderes designen “terroristas” siendo que él mismo garantizó, mediante tortuosos mecanismos legales que los – probados– genocidas argentinos tengan su santuario en la Argentina. La vida humana es, debería ser, sagrada para los hombres. Matar a otro es pecado para casi todas las religiones y delito para casi todas las leyes. Matar a civiles es un acto de indecible crueldad que sólo puede mover al repudio y a la búsqueda de sanción a los culpables, amén de su aislamiento político. Entre eso y sumarse acríticamente a cualquier cruzada vengativa, incluida alguna que ataque a otras poblaciones civiles –tan dignas de respeto como la neoyorquina– media un abismo. Un abismo que el gobierno argentino, preso de sus limitaciones, parece más que dispuesto a transitar. Coda Se ha repetido en estos días que ha comenzado una etapa histórica. Y bien puede pensarse que así será. Nacida a sangre y fuego, parida por un terrorismo que ni siquiera asume sus atentados. Bajo esos auspicios, cabe pensar que todo será peor para quienes piensan en términos de reforma, de progreso, de articulaciones políticas, de avances consensuados. Cuando hablan las armas y las minorías mesiánicas, la política suele callar o ceder. Algo nuevo y terrible ha ocurrido y nada será igual. Sin embargo, sería un error pensar que el pasado fue abolido, que las discusiones válidas y pertinentes el lunes a la noche hayan perdido vigencia. Ya por entonces ni George Bush ni Fernando de la Rúa parecían líderes adecuados para comandar las realidades de sus bien distintas comarcas. ¿Lo serán ahora, cuando todo es más arduo, más complejo, más brutal? Todo induce al pesimismo, pero habrá que ver.

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