LOS DEBATES ELECTORALES Y SU INFLUENCIA SOBRE EL LIDERAZGO: AVANCES EN LA INVESTIGACIÓN APLICADA AL CASO ESPAÑOL

II Congreso de Comunicación Política y Estrategias de Campaña. ALICE Toluca (México), octubre de 2013. LOS DEBATES ELECTORALES Y SU INFLUENCIA SOBRE

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II Congreso de Comunicación Política y Estrategias de Campaña. ALICE Toluca (México), octubre de 2013.

LOS DEBATES ELECTORALES Y SU INFLUENCIA SOBRE EL LIDERAZGO: AVANCES EN LA INVESTIGACIÓN APLICADA AL CASO ESPAÑOL ANTONIO GARRIDO RUBIA JAVIER SIERRA RODRÍGUEZ Universidad de Murcia Resumen. Los debates electorales entre candidatos de los dos principales partidos ante unos comicios generales se introdujeron en España de forma tardía en 1993, aunque no se volvieron a repetir hasta 15 años después. Desde 2008 se vuelven a celebrar debates entre los candidatos de los principales partidos, creando expectativas de convertirse en un elemento constante en el futuro y despertando un amplio interés por la disposición de un mayor número de experiencias y datos para el análisis. En esta comunicación se hace un repaso a los principales avances y situación de la investigación sobre los debates electorales.

1. DEBATES ELECTORALES: INTERPRETACIONES, FUNCIONES Y EFECTOS Desde los primeros debates electorales televisados entre Nixon y Kennedy en 1960 se ha puesto de manifiesto la importancia de los debates electorales televisados como elementos que generan una gran atención del electorado y que provoca amplias audiencias (Kelley, 1962; Druckman, 2003; Sorensen, 2010). Sin embargo, en España los debates electorales televisados han sido más una excepción que una norma, a diferencia de otras democracias más establecidas, como la norteamericana, en la que desde hace más de cincuenta años constituyen una tradición. Los debates electorales son un fenómeno relativamente infrecuente si nos referimos a los que han tenido lugar entre líderes de los principales partidos políticos ante comicios legislativos en España. En concreto se han celebrado cinco debates entre los candidatos de los dos principales partidos, aunque sólo se han realizado en el marco de tres procesos electorales. Los primeros tuvieron lugar en 1993, con dos debates entre Felipe González y José María Aznar, mientras que habría que esperar quince años para asistir a la segunda ronda de debates, dos en 2008 entre José Luís Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, y el último en 2011 entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. Una semejanza es que, en ambos casos, tanto en España como en Estados Unidos se produjo una pausa en la celebración de este tipo de acontecimientos políticos, que fueron recuperados en Estados Unidos en 1976 y en España en 2008 en lo que se refiere a las elecciones generales y desde 2007 en las elecciones autonómicas y locales (Schroeder, 2009: 79). 1

Los debates cumplen distintas funciones en las campañas electorales. Desde una visión normativa pareciera haber un consenso muy sólido respecto al rol positivo de los debates en democracia. Así, no hay que olvidar la contribución que tienen los debates a las funciones que se atribuyen generalmente a las campañas electorales en su conjunto para la legitimación del sistema democrático, los partidos y las élites políticas (Moreno, 2010: 55). Los debates permiten a los votantes la posibilidad de observar cómo se desenvuelven sus líderes, especialmente en un contexto de gran atención pública por su mayor audiencia en comparación al resto de acciones de comunicación electoral y por el amplio volumen de información mediada que producen (Benoit y Harthcock, 1999; Benoit y Hansen, 2004). Desde esta perspectiva, constituyen una oportunidad para ver a los candidatos sin tanta edición en su propia imagen, en un formato más real y frente a situaciones de presión por parte de sus oponentes, del público o de los moderadores. Por eso constituyen eventos muy significativos en una campaña electoral, porque ofrecen la oportunidad de ver a los principales candidatos cara a cara discutiendo sobre los mismos tópicos. Los debates en la campaña electoral enfocan la atención de la audiencia, identifican asuntos e invitan a la deliberación y se convierten en un conflicto dramático, limitado a un tiempo breve, para responder a una audiencia. Sin embargo, todo debate es, por antonomasia, una oportunidad para defender la postura propia y rebatir la postura del oponente. Ello transforma al debate en una lucha en donde prima la lógica de la campaña negativa. La comunicación negativa lo que persigue, principalmente, no es tanto persuadir a los votantes para que cambien su voto como disminuir la participación de los votantes del candidato contrario. En consecuencia, algunos de sus críticos apuntan a que provocan una disminución de la participación electoral (Kamber, 1997; Kenney, 1999; Jackson et al., 2009). Con ello se plantea la discusión acerca de si el uso de determinadas técnicas durante la campaña electoral no vulnera el fundamento de una de las funciones de las campañas electorales: la participación electoral y, por ende, el reforzamiento del compromiso cívico. También se ha relacionado el análisis de los debates con la teoría de la agenda setting y la competición para atraer la atención de los medios hacia aquellos temas que se desean tratar (Benoit, Hansen y Verser, 2003; Boydstun, Philips y Glazier, 2010). Su influencia se fija desde el primer momento en el que se anuncia su celebración, estableciendo un escenario en el que los partidos compiten por “colocar” sus temas entre los temas de la agenda mediática y pública, de manera que sean los principalmente abordados en el debate. Pero este alcance no se limita a la celebración del propio debate, sino que abarca con posterioridad a la extensión en la discusión pública de los temas que han predominado en el debate electoral. Por supuesto, sin olvidar la clásica función de los debates de informar a los ciudadanos sobre los partidos, los candidatos y sus posiciones políticas con carácter general (Abramowitz, 1978; Lemert, 1993; Blais y Perrella, 2008). Asimismo, se ha especulado sobre la influencia que poseen en la orientación en el voto, relacionando sus efectos con aquellas campañas que giran en relación al liderazgo de los candidatos. Desde otras perspectivas, se ha estudiado la mecánica interna de la organización de los debates, la metodología y validez de las mediciones de sus efectos y la consideración de su influencia más allá del mero debate, extendiéndola desde el anuncio de su celebración hasta la valoración posterior que se hace del mismo. En este sentido, el conventional wisdom de los estudios considera comúnmente que los debates 2

electorales son elementos centrales de las campañas por la amplia atención que generan y la posibilidad de cambiar la orientación del voto, aunque la intensidad de su influencia en el comportamiento electoral está por precisar científicamente. La función principal que se atribuye a los debates desde el punto de vista de la decisión de voto es la de “refuerzo” del electorado y de un mayor conocimiento de los candidatos, al margen de la incidencia o el impacto que puedan tener en el electorado indeciso. Esta influencia o efecto, inevitablemente, está estrechamente vinculada a las previas expectativas de voto y a la competitividad del sistema de partidos. Así, algunas investigaciones sobre los primeros debates celebrados en 1993 planteaban que sus efectos sobre el comportamiento electoral son más relevantes cuanto más competitivas y disputadas estén las elecciones antes del mismo (Lledó, 2001: 164). Puesto que se presume que su influencia en la decisión de voto es leve, sólo si están muy igualadas las posiciones de los contendientes, puede existir una mayor influencia en el comportamiento electoral de los debates, por cuanto pueden convertirse en decisivos. Las consecuencias potenciales para el candidato que se considere “ganador” según las lecturas posteriores pueden ser importantes en dicho contexto, siempre y cuando la consideración de “ganador” sea muy clara o cuando los medios de comunicación en sus posteriores juicios vayan al unísono respecto al “vencedor” de un debate, en lugar de mantener una mayor disparidad de opiniones al respecto (Luengo, 2011: 92-93; Luengo y Marin, 2009). Sin embargo, la consideración del ganador parece ser solamente un efecto agregado de las preferencias previas de los electores (Sierra, 2012) y además a su vez pueden estar distorsionadas por los análisis de la prensa y los medios de comunicación, dado que los partidos suelen desarrollar el correspondiente “spin”, consistente en fijar la agenda posterior de los medios de comunicación e influir en la interpretación que estos realizan sobre el debate lectoral, con la idea de ganar también “el debate sobre el debate” (Schroeder, 2008: 252-260; Tuman, 2008: 155-159).

2. LA PERCEPCIÓN SELECTIVA Y RESULTADO DEL DEBATE EN LAS ENCUESTAS DEL CIS El análisis de la percepción selectiva en la consideración del ganador del debate es uno de los principales aspectos que se abordan en esta comunicación, por lo que es necesario tener una referencia sobre los datos de los sondeos realizados tras las elecciones que indican quien fue el candidato “más convincente” de cada debate. En el debate de 2011 y según la encuesta post-electoral de CIS, el 39,6% de los entrevistados consideraba como ganador a Mariano Rajoy, frente al 23,4% que mencionaba a Alfredo Pérez Rubalcaba, mientras que un 5,4% pensaba que ambos habían sido igual de convincentes y un 24,4% que no lo había sido ninguno de los dos. En los anteriores comicios de 2008 la encuesta post-electoral del CIS preguntaba por el candidato más convincente en los dos debates conjuntamente y el 53,3% señalaba a José Luís Rodríguez Zapatero, mientras que un 21,5% lo hacía a Mariano Rajoy. El resto de porcentajes se repartía entre quienes consideraban a ambos por igual (6,9%), a ninguno de los dos (15,8%) o NS/NC (2,5%).

3

Tabla 1. Percepción sobre el candidato más convincente en el debate. Datos globales y según intención de voto (%).

Debate 2011 Percepción del ganador

Intención de voto (fase pre-electoral) Todos PSOE PP

Debates 2008 Percepción del ganador

Intención de voto (fase pre-electoral) Todos PSOE PP

Alfredo Pérez José Luís Rodríguez 60,5 23,4 86,7 53,3 4,5 12,5 Rubalcaba Zapatero Mariano Rajoy 75,9 39,6 Mariano Rajoy 66,1 21,5 12,4 3,0 Los dos por igual 5,0 3,7 5,4 Los dos por igual 2,8 7,2 6,9 Ninguno de los dos 17,2 11,6 24,4 Ninguno de los dos 6,4 11,5 15,8 N.S. 4,6 4,2 6,5 N.S. 1,0 1,5 1,6 N.C. 0,4 0,1 0,7 N.C. 0,1 1,2 0,9 Total 100,0 100,0 100,0 Total 100,0 100,0 100 Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.708 y 7.711 elecciones generales de 2008 y 2011

Además del posible efecto de coordinación de expectativas sobre el ganador del debate por parte de las encuestas divulgadas tras el mismo y su efecto derivado la encuesta del CIS, distintas variables como la valoración del líder, la intención de voto o la identificación partidista pueden explicar la percepción del resultado del debate, lo que supone que la percepción del ganador está fuertemente influenciada por las actitudes y preferencias preexistentes (Festinger, 1957; Gerber y Green, 1999; Yawn y Betty, 2000; Lledó, 2001; Reinemann y Maurer, 2005; Luengo, 2011). Cada elector, en función de esta “percepción selectiva”, tiende a considerar como ganador al candidato preferido o de su partido y, por tanto, lo más probable es que aquel que se corresponda con el mayor porcentaje de electores que muestran unas predisposiciones claras antes de las elecciones quedará reflejado como ganador en las encuestas (Sierra, 2012). Por lo que respecta a la relación entre las preferencias previas y la percepción del ganador, la tabla anterior recoge los datos sobre el “ganador” del debate en los años 2008 y 2011 en función de la intención de voto al PP y al PSOE obtenida en la fase preelectoral de ambas encuestas panel. Así, observamos que quienes tenían una intención de voto hacia el PP daban como ganador principalmente a su candidato, Mariano Rajoy, tanto en 2011 (75,9%) como en 2008 (66,1%). Lo mismo sucedía con las personas que declaraban su intención de votar al PSOE: en 2011 un 60,5% daba como ganador a Rubalcaba y en 2008 un 86,7% a José Luís Rodríguez Zapatero. En ambos casos se observa que los electores tienden a considerar ganador al candidato del partido por el que van a votar, pero los porcentajes correspondientes a las opciones de empate son importantes, motivo por el cual la principal interpretación de los datos es que las preferencias previas actuarían como una barrera a considerar “ganador” al candidato del partido contrario del que se muestra intención de voto, por lo que en todo caso, los individuos optarían por el “empate”, conclusión similar a la de los estudios previos respecto a los debates de 1993 (Lledó, 2001:165). En un estudio experimental utilizando un sistema de recepción de respuesta en tiempo real (RTR) de los debates de 2008, que intentaba medir los efectos de la predisposición ideológica sobre las percepciones y reacciones inmediatas de los telespectadores, se concluyó también que “el modo en el que los participantes reaccionan a las intervenciones de los candidatos estaba sesgado de forma directa dependiendo de quién creían ellos previamente que iba a ganar el debate, y de a quién tenían planeado votar” y que “aquellos participantes que pensaban votar al 4

candidato conservador mostraron una clara predisposición a valorar las intervenciones de Rajoy, mientras que aquellos que reconocían su voto a los socialdemócratas en el cuestionario, expusieron un patrón de evaluación más beneficioso para Zapatero” (Luengo, 2011: 89-90); una pauta confirmada, además, en el análisis mencionado, a través de la correlación positiva entre variables como la presunción y las expectativas previas sobre el ganador o la identificación partidista y el veredicto o la impresión sobre el ganador. ¿Hay, por tanto, un ganador del debate? Esta interpretación, que se realiza desde los ámbitos periodísticos, parece ser, más bien, un reflejo de la percepción selectiva y de las preferencias sesgadas que previamente existen sobre cada candidato, matizadas por los datos que distinguen entre el convencimiento sobre la actuación positiva del candidato preferido o una percepción de igualdad de ambos y los efectos de coordinación de expectativas de los propios sondeos previos ya apuntados. Para aquellos electores que poseen una preferencia previa, no “pierde” su candidato o sólo en porcentajes muy bajos le resulta más convincente el contrincante. Más bien, se puede considerar que ambos candidatos ganan para sus respectivos electores, aunque la diferencia radica en la mayor ambigüedad o percepción de intensidad sobre la ventaja de uno u otro, algo que se evidencia a través de las categorías “los dos por igual” y “ninguno de los dos”. En todas las encuestas publicadas, parece existir una percepción tendente a considerar a Rajoy como más convincente en el debate. No obstante, podemos hacer distintas conjeturas acerca de si estos porcentajes mayores para el líder popular no son estrictamente fruto de una evaluación racional del debate, sino del encorsetamiento o constricción que experimentan los votantes al tener unas preferencias iniciales dadas y, por tanto, consecuencia del efecto agregado de existir una mayor masa de electores que tienen una predisposición favorable hacia el PP y su candidato. 2.1 Percepción selectiva según la preferencia por un partido. Existen actitudes hacia los partidos en las que se observa una clara influencia en la consideración del candidato “más convincente” en los debates. Para analizar esta influencia observamos algunas preguntas de la encuesta panel del CIS en su fase preelectoral como el partido al que votaría si las elecciones se celebrasen al día siguiente, el partido por el que siente simpatía o el partido que le gustaría que ganase. En función de la opción elegida, PSOE o PP, obtenemos dos subpoblaciones y a través de ellas analizamos el porcentaje de encuestados de cada población que considera más convincente a cada candidato. Todos los datos nos llevan a observar que en función del partido preferido, por el que el encuestado muestra simpatía o el que le gustaría que ganase, se señala con mayor intensidad al respectivo candidato de ese mismo partido como más convincente en detrimento del candidato del partido opositor. Si bien los porcentajes son más abultados a favor de la actuación de Rajoy en el debate entre los que muestran predilección por el PP, el hecho diferencial radica en la distancia entre un candidato u otro según la variable analizada, con el denominador común de que siempre es mucho más señalado el candidato del partido preferido.

5

Tabla 2. Distribución de encuestados que señalan a cada candidato como más convincente en el debate electoral según diversas variables de la encuesta preelectoral (%). Candidato "más convincente" en el debate Alfredo Pérez Rubalcaba Mariano Rajoy Candidato "más convincente" en el debate Alfredo Pérez Rubalcaba Mariano Rajoy Candidato "más convincente" en el debate Alfredo Pérez Rubalcaba

Partido por el que muestra intención de voto PSOE 60,5

PP 4,5

12,4

75,9

Partido por el que muestra simpatía PSOE 52,0

PP 3,7

16,8

77,9

Partido que le gustaría que ganase PSOE 56,7

PP 5,2

Mariano Rajoy 12,0 74,2 Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

2.2 Percepción selectiva según recuerdo de voto. Teniendo en cuenta que habitualmente se ha considerado el recuerdo de voto como un indicador parcial de la identificación partidista, podemos extraer los datos de esta percepción en función del recuerdo de voto. Así, se observa que entre quienes votaron al PP en 2008 hay un porcentaje alto de quienes consideran ganador a Rajoy (78,6%), mientras que entre quienes votaron al PSOE en 2008 el porcentaje de los que señalan a Rubalcaba como ganador es del 44,4%, siendo el más bajo de los extraídos hasta ahora entre los segmentos considerados partidarios del PSOE. Esto concuerda con los resultados electorales y las explicaciones que hasta la fecha se han dado sobre los motivos de la victoria popular en 2011, de modo que los votantes del PSOE de 2008 han tenido unas trayectorias de voto diferenciado en 2011 y por tanto dentro de ese conjunto de votantes del PSOE existe una proporción indeterminada de electores que tendrían otras preferencias previas ante los últimos comicios y por tanto no percibían a Rubalcaba tan positivamente, de ahí que resulte en ese segmento a priori socialista el menor porcentaje de los que señalan al candidato del PSOE como “más convincente”. En el caso del recuerdo de voto respecto a las elecciones autonómicas de 2011 los resultados sobre Mariano Rajoy son similares (77,2% de los votantes del PP), mientras que en el caso de los votantes del PSOE sube al 50,4% el porcentaje de los que consideran vencedor a Alfredo Pérez Rubalcaba. Tabla 3. Distribución de encuestados que señalan a cada candidato como más convincente en el debate electoral según recuerdo de voto en 2011 y en 2008 (%). Recuerdo de voto 2011 Recuerdo de voto en 2008 (autonómicas) (generales) PP PSOE PP PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba 3,3 50,4 2,5 44,4 Mariano Rajoy 77,2 17,8 78,6 20,9 Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011 Candidato "más convincente" en el debate

6

2.3 Intensidad de las preferencias partidistas. Al extraer los resultados según el recuerdo de voto de 2011 observamos las mayores correlaciones entre el partido elegido y la percepción del ganador, por lo que para mantener la tesis de que estos porcentajes son un mero reflejo de las actitudes previas, tendríamos que aislar las personas cuyas preferencias previas respecto a los partidos tuviesen una alta intensidad de dicha preferencia en función de un partido determinado. Por ello, surge la duda sobre cómo medir la intensidad de las preferencias partidistas previas, ya que en la encuesta panel del CIS en su fase pre-electoral no hay una pregunta relativa a la intensidad de la proximidad, por lo que hemos tomado para ello la correspondiente a la probabilidad de votar a cada partido, cuya respuesta se mueve en una escala de 0 a 10 donde 0 significa que “con toda seguridad, no le votaría nunca”, mientras que 10 es “con toda seguridad le votaría siempre”. Una alternativa, obviamente, sería utilizar una variable “proxy”. Analizando los datos relativos a la probabilidad de votar al PSOE, éstos muestran una correlación entre la percepción del ganador y la probabilidad del voto, de manera que a mayor probabilidad de votar al PSOE encontramos las proporciones más altas de los que consideran como ganador a Rubalcaba, llegando al 65% entre quienes señalan que con toda seguridad le votaría siempre. Este porcentaje es el más alto de los analizados hasta ahora para Rubalcaba, lo que nos lleva a pensar que esa alta intensidad de la probabilidad de votar al PSOE se muestra como la variable que mejor corrobora que la realidad política se observa en función del partidismo, pero solo funciona en sentido positivo, ya que en sentido negativo, aunque se observa que a menor probabilidad de votar al PSOE crece el porcentaje de personas que consideran a Rajoy como vencedor, el mayor porcentaje del 58,1% obtenido entre quienes afirman que no votarían al PSOE nunca no es tan alto como otros obtenidos según otras actitudes previas. Gráfico 1. Candidato más convincente en el debate según la probabilidad de votar al PSOE (%). 70 60

58,1

65 56,2

50

42,4

40

40,1

20 10

7,7

9,9

30

28,8

16,8

10,2

43 30,6

30

54,9

45,2

48,1

14,2

17,9 15,1

14

10,5

0

Alfredo Pérez Rubalcaba Mariano Rajoy Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

Considerando los datos de la probabilidad de votar al PP se vuelve a reflejar que, según crece dicha probabilidad, aumenta la valoración de Rajoy como contendiente más “convincente”, llegando al 81,4% entre quienes afirman que votarían siempre al PP y 7

arrojando el porcentaje más bajo de los que creen que fue más convincente Rubalcaba (2,7%). De nuevo se observa que, en sentido inverso, no funciona del mismo modo porque en el caso de quienes “no votarían nunca” al PP el porcentaje de los que valoran a Rubalcaba como vencedor llega al 41,5%, siendo de los más bajos de los analizados hasta ahora para un segmento poco proclive al PP. Esto es, una alta intensidad de las preferencias condiciona el modo de ver la realidad en el mismo sentido, sin embargo una baja intensidad en las preferencias, no quiere decir necesariamente que se oriente en sentido contrario, ya que puede estar relacionada con la neutralidad del electorado o su desafección política. Gráfico 2. Candidato más convincente en el debate según la probabilidad de votar al PP (%). 90 80 70 60 50 40 30 20 10 0

81,4

41,5

13,2

37,2 18,6

33,7 24,7

29 23,7 23,3

21,7

42 18,2

56,7 14

61

10,2

68,8

5,9

78,5

3,6

2,7

Alfredo Pérez Rubalcaba Mariano Rajoy

Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

La interpretación de estos datos parece sugerir que las preferencias partidistas y la intensidad de las mismas funcionan como un buen mecanismo de interpretación de la realidad, y que a mayor partidismo, mayores posibilidades hay de ver la realidad política bajo el prisma de la definición de problema del partido y por tanto, de sus líderes. Esto nos conduciría al viejo debate sobre la capacidad racional de los individuos para analizar la realidad política al margen de la identificación o vínculos partidistas, algo que es completamente compatible a la vista de los datos y que sólo ve minorada esta capacidad racional cuando el partidismo tiene una amplia intensidad. Además, se extrae de los datos recogidos por las encuestas del CIS que la animadversión a votar a un partido determinado no conlleva que se contemple la realidad bajo ese mismo prisma, lo que nos sugiere que dentro de ese conglomerado de electores que no votarían nunca a un partido determinado o bien no necesariamente se esconde el principal partido rival sino terceros partidos o bien que la animadversión tiene relación con otras variables como la ideología. 2.4 Posicionamiento en la escala ideológica El posicionamiento ideológico nos ofrecen un panorama coherente a lo mantenido hasta ahora respecto a la percepción del ganador, de manera que crece nítidamente el porcentaje de los que consideran como ganador al candidato que se corresponde o asocia con su posicionamiento ideológico, de manera que según avanzamos hacia la 8

izquierda crece el porcentaje de los que señalan a Pérez Rubalcaba y decrece el correspondiente a Mariano Rajoy. En sentido contrario sucede la pauta inversa, si bien tiene la excepción correspondiente a la “extrema derecha” que refleja una menor intensidad entre quienes dan como ganador a Rajoy, pero siguen siendo datos coherentes e incluso porcentajes más amplios que en el extremo contrario, puesto que el 75,3% de los votantes ubicados en la extrema derecha dan como vencedor a Rajoy (un 3,2% a Pérez Rubalcaba) y un 50,2% de la extrema izquierda señalan como ganador al candidato socialista (un 8,2% a Rajoy). A la vista de los datos segmentados según el posicionamiento en la escala ideológica, se podría mantener que la misma sigue una lógica similar al recuerdo de voto o la simpatía. El porcentaje de quienes señalan a Rajoy alcanza su máximo (88,5%) en el espectro de la derecha, mientras que en el caso de la izquierda el porcentaje más alto que consigue es del 50,2%, notablemente inferior, de manera que la pauta corroborada por los resultados electorales nos llevaría a sostener que las consecuencias del desencanto con el Gobierno socialista se habrían proyectado en la percepción de sus candidatos incluso entre los votantes de su mismo espectro ideológico. Tabla 4. Candidato más convincente en el debate según el posicionamiento en la escala ideológica (%). Candidato "más convincente" en el debate Alfredo Pérez Rubalcaba

Autoposicionamiento en la escala ideológica Extrema izquierda

2

3

4

5

6

7

8

9

Extrema derecha

50,2

38,2

39,3

40,7

20,7

6,7

3,4

5,7

2,6

3,2

8,2 12,2 16,4 20,1 38,5 63,8 74,5 76,5 88,5 75,3 Mariano Rajoy Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

2.5 Variables relacionadas con los candidatos. En el caso de las variables relacionadas con los candidatos hemos utilizado como referencia la valoración de los candidatos y la confianza que inspira cada uno de ellos. En ambos casos observamos la misma pauta: a mayor valoración o confianza que inspira un candidato, mayor es el porcentaje de electores que lo señalan como “ganador” del debate; por el contrario, a menor valoración o confianza, mayor es la proporción de aquellos que señalan al rival en el debate como “ganador”. En los extremos el porcentaje de aquellos que valoran con un 10 a Alfredo Pérez Rubalcaba es del 65,5%, mientras que en el caso de Mariano Rajoy alcanza hasta el 82,1%. Por lo que respecta a la confianza, entre aquellos a quienes inspira “mucha” o “bastante” confianza Rubalcaba consideran que fue el candidato más convincente en porcentajes del 68,5% y 46,2% respectivamente, mientras que en el caso de Rajoy son muy superiores, el 82% y 75,8% respectivamente. Por último, podemos observar los datos sobre la percepción del “ganador” en función del candidato que prefiere como presidente del Gobierno, alcanzando el 48% entre los que prefieren a Alfredo Pérez Rubalcaba y el 71,5% entre los que señalan su preferencia por Mariano Rajoy. 9

Tabla 5. Candidato más convincente en el debate según su valoración en una escala de 0 a 10 (%). Valoración de Alfredo Pérez Rubalcaba

Candidato “ganador”

Muy mal

1

2

3

Alfredo Pérez Rubalcaba

4,2

7,4

5,1

6,6

11,0 19,1 32,5 39,8 50,3 52,7

65,5

Mariano Rajoy

68,8

61,3 54,8 51,2 41,3 36,8 29,4 22,8 22,2 19,5

14,0

4

5

6

7

8

9

Muy bien

Valoración de Mariano Rajoy

Candidato “ganador”

Muy mal

Alfredo Pérez Rubalcaba

41,2

1

2

3

4

5

6

37,5 36,2 36,3 31,4 21,3 12,6

7

8

9

Muy bien

8,3

8,1

4,9

5,1

9,9 8,7 16,6 20,8 22,5 40,0 56,9 67,2 74,5 82,1 85,8 Mariano Rajoy Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

Tabla 6. Candidato más convincente en el debate según la confianza que inspira y la preferencia como presidente del Gobierno (%). Percepción de ganador del debate Alfredo Pérez Rubalcaba Mariano Rajoy Percepción de ganador del debate Alfredo Pérez Rubalcaba Mariano Rajoy

Mucha confianza 5,3 82,0

Respecto a Mariano Rajoy Poca Bastante confianza confianza 5,0 21,6

75,8 37,4 Respecto a Alfredo Pérez Rubalcaba Poca Mucha confianza Bastante confianza confianza 68,5 46,2 17,1 10,1 19,6 39,7

Ninguna confianza 39,4 12,8 Ninguna confianza 5,8 59,2

Preferencia como Presidente del Gobierno Alfredo Pérez Le es Ninguno de Mariano Rajoy Rubalcaba indiferente los dos Alfredo Pérez Rubalcaba 48,0 4,4 10,5 12,5 Mariano Rajoy 14,2 71,5 27,4 18,9 Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011 Percepción de ganador del debate

3. LA INFLUENCIA DE LAS PREFERENCIAS PREVIAS EN LAS PERCEPCIONES SOBRE EL “GANADOR” DEL DEBATE: MODELOS ALTERNATIVOS Algunos estudios (Campbell et al., 1960) a mediados del siglo pasado enfatizaron la identificación partidista como una vinculación psicológica a largo plazo hacia un partido político determinado que supone “un tamiz perceptivo a través del cual el individuo tiende a ver lo que le es favorable para su orientación partidaria”, de manera que “cuanto más fuerte es el vínculo partidario, más exagerado es el proceso de selección y perpetua la distorsión” (Campbell 1960:133). Este vínculo no es óbice para que, a corto plazo, el individuo pueda alejarse de su inclinación o predisposición natural, adquirida a través de la socialización política en una edad temprana, pero el individuo tendería a volver al camino marcado por su “lazo” afectivo con dicho partido y, de hecho, su visión sobre la realidad política estaría influenciada por el. Abramson (1987: 93) describe las funciones de la identificación partidista, en el sentido expuesto en The American Voter, y la define como “formación de opiniones”, lo que supone que para captar su verdadera influencia habría que observar no solamente la dirección de la identificación partidista, sino también la fuerza o intensidad de la misma. Así es posible 10

prever situaciones en las que los electores pueden predeterminar sus opiniones en función de su identificación partidista, lo que aparentemente parece suceder con la percepción de “ganador” o “perdedor” de los debates. Por supuesto, desde que se propuso la identificación partidista como modelo explicativo del voto, han existido numerosas críticas a su aplicación en Europa en Europa, en general (Thomassen, 1976) y también en España (Rico, 2009: 85-123), por mostrar un comportamiento menos estable, por no existir un bipartidismo tan perfecto como en Estados Unidos o por la propia naturaleza de los sistemas parlamentarios europeos. De ahí que se haya tendido a hacer asociaciones del modelo de la identificación partidista con la identificación ideológica. No obstante, se argumenta que en los sistemas parlamentarios, la identificación partidista y el voto es más difícil de distinguir porque hay una mayor correlación entre ambos, en contraposición con las democracias presidencialistas en las que las características de los candidatos y la marca “candidato” son el factor que origina una mayor desviación en el voto respecto a la identificación previa que los votantes poseen antes de los comicios (Thomassen y Rosema, 2009: 56 y 57). Si tomamos como referencia la alusión a las características de los candidatos como el factor que más desvía el voto respecto a la identificación partidista en distintas democracias, como en el caso estadounidense, podemos plantear que ante los debates electorales, previsiblemente afectarán las actitudes hacia los candidatos y no sólo las actitudes previas hacia los partidos, según hayan venido determinadas por la identificación partidista del individuo. Esto es así porque las propias características de un debate electoral, un cara a cara entre los dos principales líderes de los partidos, adoptan o simulan el modelo americano en el que solo uno es el vencedor y el espacio acotado a los líderes otorga una visión bipartidista del debate, en el que los candidatos o líderes son el elemento primordial y juegan un rol superlativo, relegando incluso a sus propias formaciones políticas. De este modo, planteamos que la percepción sobre el ganador o perdedor proviene de una atención selectiva de los individuos a su vez predeterminada por sus posiciones previas y actitudes ante los partidos y candidatos. Pero, si los individuos que observan los debates electorales ya vienen condicionados por sus preferencias previas ¿sirven los debates para algo? ¿hasta qué punto es verdad que condicionan las preferencias previas? ¿qué variables son las que tienen una relación más nítida al respecto? En el caso de las elecciones generales de 2011 y el “cara a cara” entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba, podemos comprobar el tipo de variables más relacionadas con la tesis de que las preferencias previas o vinculación previa son las que determinan, en mayor medida, la percepción sobre el ganador o perdedor, utilizando las preguntas de la encuesta panel del CIS. Para ello, consideramos que nuestra variable dependiente, el ganador del debate, es una pregunta formulada en la fase post-electoral1 y que las preguntas que se incorporan en las variables del modelo proceden de la fase pre-electoral de dicha encuesta panel.2 Si bien la elección de esta metodología nos puede llevar a plantear que hay sesgos o que influye la campaña electoral en la percepción de los individuos, entendemos que la comparabilidad de ambas encuestas, obviamente, es adecuada.

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Estudio CIS núm. 2.920 post-electoral elecciones generales 2012. Estudio CIS núm. 2.915 pre-electoral elecciones generales 2012.

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3.1 Variables y estrategia de recodificación. Para comprobar los efectos de la percepción selectiva sobre el resultado del debate, desarrollamos tres modelos a través de regresión logística binaria: uno a partir de las variables relativas a la vinculación partidaria, otro de las variables relacionadas con los candidatos y un tercer modelo integrador que analiza ambos tipos de variables.3 Se ha seguido, en la construcción de los modelos, la línea de investigación planteada por Lledó (2001:160), que apunta como factores relevantes o predictores de la percepción de “ganador” a las variables de la identificación/proximidad con los partidos, la evaluación previa de los líderes y la intención de voto. Entre las variables vinculadas con la identificación o proximidad a los partidos políticos, y analizando las posibilidades de la encuesta panel del CIS, distinguimos entre el recuerdo de voto de las elecciones generales de 2008 y de las autonómicas de 2011, la intención de voto para las elecciones que nos ocupan, la simpatía/cercanía a los partidos, la preferencia por un partido determinado y la probabilidad de voto. Adicionalmente, incluimos la variable “proximidad ideológica”, resultado de la medición de la distancia entre el posicionamiento en la escala ideológica de los individuos y la ubicación en la misma escala que atribuyen al PP y al PSOE. Entre las variables relacionadas con los candidatos hemos seleccionado las siguientes: candidato que mayor confianza genera, candidato más valorado y candidato preferido como Presidente del Gobierno. Dichas variables han sido seleccionadas a partir de dos criterios no necesariamente concurrentes: el primero de ellos es que reflejan total o parcialmente las principales propuestas explicativas que han sugerido otros trabajos académicos previos y el segundo es explotar el cuestionario de la encuesta panel en aras de explorar las variables que puedan conformar un modelo válido para la explicación de la visión del “ganador” en función de las preferencias previas. Así, se han incluido variables con un criterio flexible que posteriormente serán excluidas por las razones que se mencionarán al analizar los análisis de regresión logística. Adicionalmente, utilizamos como variables de control el sexo, la edad y el nivel de estudios y el posicionamiento ideológico. La estrategia de recodificación de cada una de las variables se resume en los CUADROS I y II anexos.4 3

No obstante, se recuerda que cada modelo tiene su lógica propia y por tanto, el modelo integrado que obtengamos nos servirá para poner a prueba cuáles de los dos tipos de variables son las más adecuadas para que expliquen por si solas la influencia de las preferencias previas en la opinión sobre el ganador de los debates. 4 En la estrategia de recodificación se ha seguido un criterio uniforme según el cual los valores a adoptar por todas las variables reflejan convicciones previas enfrentadas según la dirección de sus valores, es decir, que una variable nos indicará en su mínimo valor una preferencia previa hacia Pérez Rubalcaba, hacia el PSOE o hacia la izquierda, mientras que los valores máximos tenderán hacia Rajoy, el PP o la derecha. Este criterio, adoptado para la recodificación de las variables originales de los cuestionarios de la encuesta del CIS, tiene la finalidad de medir solamente las situaciones en las que hay claridad en las preferencias previas y no se confunden ante ambigüedades de los encuestados, como podría suceder al valorar igualmente a Rajoy y Rubalcaba o similares situaciones en las que no se muestra una preferencia por candidatos o partidos. La única variable en la que se ha realizado una excepción es en el caso del posicionamiento ideológico en la que se mantiene el “centro”, que según los planteamientos descritos podría considerarse como ambigüedad, pero se ha mantenido por la función de control a desempeñar y por la importancia que posee respecto al número de votantes que se ubican en este espacio del espectro ideológico. Este planteamiento se corresponde con las tesis planteadas inicialmente porque vamos a medir lo que sucede en los individuos con preferencias previas marcadas y analizar su influencia sobre un fenómeno aparentemente independiente como es el juicio sobre el candidato más convincente en el debate

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3.2 Análisis de regresión logística binaria de las variables relacionadas con los partidos y los candidatos. En la construcción de un modelo que incluya a las variables relacionadas con los partidos, el tratamiento de las siete variables relacionadas nos llevaría a concentrarnos en un modelo compuesto por la intención de voto y la proximidad ideológica. Por sí mismas, el resto de variables en combinación unas con otras, tienen una buena capacidad predictiva, pero no tan importante, como la “intención de voto” o con la “preferencia de victoria”, que resulta cercana al 90%. Estas últimas parecen medir prácticamente lo mismo, por lo que vendrían a ofrecer resultados similares. En todo caso, la inclusión de ambas variables en un mismo modelo no ofrecía mejoras sustantivas en la capacidad predictiva del modelo o en la bondad de su ajuste y la intención de voto mostraba un comportamiento mejor, por lo que son ésta y la proximidad ideológica las variables explicativas que finalmente lo constituyen. En el resto de los casos, los principales motivos de exclusión han tenido relación con el principio de parsimonia porque su aporte no era sustantivo o bien no eran significativos, como ha sucedido en este modelo con las variables del control. En lo que respecta al modelo concreto y atendiendo a los datos, posee una capacidad predictiva global del 90,6% de los casos analizados y del 90,5%, si atendemos solo a quienes señalan como ganador a Mariano Rajoy5.

Tabla 7. Modelo de variables relacionadas con los partidos: intención de voto y proximidad.

Variables independientes

B

Tabla 8. Modelo de variables relacionadas con los candidatos: candidato más valorado.

Variables independientes

B

Intención de voto

3,512***

Candidato más valorado

Proximidad ideológica

1,636***

Constante Pred. Correctas globales % Pred. Correctas % Pseudo R2 (Nagelkerke) N

-1,748*** 90,6 90,5 0,714 1.544

Posicionamiento ideológico. Ref: extrema izquierda 1,268*** Izquierda 2,099*** Centro 3,017*** Derecha 2,954*** Extrema derecha

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del estudio panel 7.711 del CIS. *** p

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