LOS INTERVALOS DIVINOS

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MÚSICA Y VIDA La extendida opinión de que la música es un lenguaje universal, no suele considerar en toda su complejidad el amplio alcance de esa universalidad, derivada del hecho de que las funciones armónicas se extienden tanto a los movimientos vibratorios, pendulares y circulares, como a los diferentes campos (eléctricos,

magnéticos,

gravitatorios,

acústicos…) y a la naturaleza ondulatoria de la materia, así como a las relaciones entre las partes y entre estas y el todo, con incidencia en los valores éticos y estéticos, todo ello interrelacionado y reforzado por las propiedades de superposición y resonancia. Entre las manifestaciones más evidentes de esta universalidad hay que destacar los efectos de la acústica sobre la biología, como demuestra la musicoterapia, e incluso sobre la química y la física si nos atenemos a los experimentos de Masaru Emoto. Hacen falta estudios científicos que profundicen en todas estas interrelaciones y muestren el camino para crecer en armonía en todos los campos en que se desenvuelve la humanidad, pero también es necesario llevar esa profundización al ámbito local, allí donde la comunidad humana convive de forma continuada y natural. Los vecinos de Sant Marcel’lí, el barrio de Valencia en donde vivo, crearon en 1980 una banda de música, que se constituyó en el germen de un ente cultural de primer orden “La Unió Musical l’Horta” que en 2013 cuenta con una banda de 90 músicos ganadora entre otros galardones del Primer Premio con Mención de Honor en el Certamen de 2007 de la Comunidad Valenciana, en la 2ª sección, una banda juvenil con 60 músicos, una Escuela de Música con más de 200 alumnos de la que se nutre el llamado “Conjunt Instrumental”, una Coral con 35 voces, una Orquesta de Cámara, un conjunto de más de diez acordeonistas y una serie de actividades culturales como “A poqueta veu”, “A poqueta llum”, el grupo de fotografía y su concurso “José Gea” así como la edición de una revista trimestral, “Noticies musicals”. El contenido de la revista muestra claramente el espíritu de comunidad cultural en el sentido amplio y comprometido, tanto de comunidad como de cultura, que se respira en la Unió Musical l’Horta, empeñada en redescubrir la función que la música ha desempeñado en la cohesión comunitaria de la humanidad. Colaborando con ese espíritu he ido aportando una serie de artículos que ahora incorporo a esta web en castellano, pues la revista está totalmente realizada en valenciano.

Nº 46 – Marzo 2013 LOS INTERVALOS DIVINOS

Cerca de Ginebra, a varios metros bajo tierra, se encuentra el Acelerador de Partículas, en el que suelen trabajar varios miles de cualificados científicos y técnicos, que tienen entre sus objetivos hallar la llamada Partícula Divina, porque es la que debe conferir materialidad a la energía. El 4 de julio de 2012, dijeron encontrarla, aunque parece escasa su contribución a una explicación de la existencia. Contemplar y definir la partícula primordial que conforma todo lo existente se buscaba hace ya unos 2.500 años. Tales probó con el agua y Anaximenes con el aire. Pitágoras dio un giro a esta búsqueda. Lo fundamental no era materializar la partícula primera, sino establecer la relación que mantienen los diferentes componentes, cualesquiera que sean, y en su afán investigador descubrió la relación existente entre la longitud de la cuerda vibrante y los intervalos concordantes de la armonía musical. Quiso trasladar este principio a la salud, a la virtud, a la política y al todo, pero no tuvo éxito y ahora, 25 siglos después, puede ser decisivo conocer las causas de su fracaso, para ver de superar los graves problemas que sufre la humanidad y las amenazas que pesan sobre ella, ordenando el mundo según las pautas de la armonía, pues si las leyes esenciales son las mismas en todo el Universo, la armonía lograda en el medio acústico pueda incidir en los intervalos de los diferentes medios. La cuestión está en definir esas leyes para que pasar de la corrupción, la explotación y la injusticia a la paz, la felicidad y la amistad, siga el camino del paso del ruido dañino a la música bienhechora. La causa del fracaso de Pitágoras puede ser la prevalencia del pesimismo antropológico, que Plauto formuló unos 200 años antes de Cristo con la sentencia “Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quien es el otro”, actualizada 18 siglos después por Hobbes aunque omitiendo la segunda parte sobre la ignorancia. Pero también puede haber contribuido el que la formulación de la armonía musical haya dificultado su universalización. La armonía pitagórica tomó como soporte matemático la serie 6, 8, 9, 12, basándose en la posibilidad de representar con estos números los puntos fundamentales de la escala de intervalos: la octava, 12/6; la cuarta, 8/6; la quinta, 12/8; el tono, 9/8. Esto creaba una diferencia entre la armonía de la música, que

es temporal, y la de los que trabajaban con la armonía espacial, que tenían como referencia los números 3, 5, 8, con los que generaban el pentáculo o estrella de cinco puntas. Designada por Euclides como “proporción áurea” y definida como “media y extrema razón”, en 1509 el fraile Pacioli publicó “Divina proportione” al considerarla expresión de la Santísima Trinidad. La obra fue magníficamente ilustrada por Da Vinci, quien encarnaría la armonía en el Hombre de Vitrubio. El encuentro entre las dos líneas de armonía dio un importante paso en 1850 cuando el alemán Zeysing estudió la presencia de la proporción áurea no sólo en la música y la arquitectura, sino en las distintas ramas de las ciencias naturales. A partir de esta fecha se multiplican las investigaciones que encuentran en la botánica un campo lleno de revelaciones que da lugar a una nueva ciencia, la filotaxia. Entre esas revelaciones está la alta incidencia de los números de Fibonacci. La serie de Fibonacci 1,1,2,3,5,8,13,21,34… se forma a partir de las dos unidades, generándose cada nuevo término con la suma de los dos anteriores, mientras que la proporción áurea se obtiene dividiendo cualquier término por su anterior. Estos cocientes para los primeros términos de la serie son 1, 2, 1,5, 1,66, 1,6, 1,625, 1,615, 1,619, esta diferencia de resultados no impide comprobar la tendencia a ir definiendo un número con creciente precisión, 1,6, 1,61, 1,618… 1,6180339894… lo que permitió designarlo con un nombre, el de número fi (Φ), cualquiera que fuera el número de decimales que contuviera. Al igual que el teorema de Pitágoras permitió universalizar la resolución del triángulo rectángulo, así el número fi permite dividir cualquier magnitud en proporciones armónicas. Los primeros términos, 1,1,2, parecen quedar excluidos de esa condición, cuando lo que muestran es la dirección ascendente de la armonía natural. El número fi va del todo hacia las partes. Las unidades iniciales nos muestran su capacidad de ir de las partes hacia el todo. Las semillas del pino o del girasol no saben de números de Fibonacci ni de proporciones áureas, pero han descubierto la forma de estructurarse para que todas dispongan del máximo beneficio y eficacia en la distribución del espacio. El ser humano necesita ir al fondo universal de esa capacidad de las semillas y para eso hay que ir al contenido que Pitágoras intuía en la unidad, la mónada generadora de todos los números. Pero la condición pionera conlleva limitaciones y creyó que la raíz cuadrada de dos rompía su sistema matemático y por eso llamó irracionales a los números que no admiten una expresión exacta, cuando habría que llamarles transcendentes, aunque tengan una expresión algebraica, como ocurre con el número fi. Leibniz descubrió una nueva forma de abordar el

infinito con el cálculo infinitesimal y por eso su mónada tiene apetición y armonía preestablecida e inventó la numeración binaria en la que 1+1 es igual a 1, pero de un rango superior. En música, esa dinámica de la unidad corresponde a la octava y cada una de ellas contiene el infinito sonoro que se ha querido racionalizar con las diferentes escalas existentes. El número fi puede contribuir a esa racionalización descendiendo al interior de la octava de la siguiente forma, Φ0 = 1, Φ-1 = 0,618, Φ-2 = 0,382, Φ-3 = 0,236, Φ-4 = 0,146, pues si superponemos estos valores nos encontramos con la siguiente escala de intervalos que coincide con la esencia distributiva de las diferentes escalas, pero partiendo de un fundamento armónico universal que permite calificarla de escala áurea o divina: 1, 1,146, 1,236, 1,382, 1,528, 1,618, 1,764, 1,854, 2. Eso no significa predominio sobre las escalas existentes pues se orienta hacia un ámbito más amplio.

  El Nobel de Medicina de 1972 Gerald Edelman, compara el cerebro con una orquesta en la que cada músico modula su propia música y es modulado por los demás. La cuestión está en cómo se coordinan y armonizan entre sí, y la clave parece estar en el cerebro límbico, que tiene que armonizar los otros dos componentes del cerebro triuno, instintos y raciocinio, así como sus relaciones exteriores: sonidos, olores, colores, espacios, palabras, necesidades, sueños e individuos que son en sí mismos universos infinitos. La cuestión está en vencer el pesimismo antropológico de Plauto con el optimismo trinitario de Pacioli, incluyendo en su mirada transcendente los hermosos versos que el ateo Rafael Alberdi dedicó “A la divina proporción”

Nº 45 – Noviembre 2013 LA TIERRA CONTRAATACA Fue el título de la conferencia que Pedro Costa Morata dio en Valencia el pasado 18 de abril. No se refería a ningún episodio de guerras intergalácticas, sino a la respuesta del planeta a la brutal agresión que sufre por parte de los grupos humanos que rompen los límites ecológicos con su pretensión de un crecimiento económico continuado. La Tierra no es un cuerpo pasivo sino un ser vivo que a evolucionado a lo largo de millones de años. Con el trabajo transformador, el cultivo de la tierra y la domesticación de animales, el ser humano inició una nueva fase evolutiva semejante a la que hizo que a la geosfera sucediera la biosfera; una fase llamada a sustituir el encuentro aleatorio por la colaboración consciente, pero que las diferentes formas de esclavitud y la ambición desmedida de poder personal han entorpecido gravemente y amenazan con destruir el progreso alcanzado. Para hacer las paces con la Tierra, la Humanidad debe hacerlas también consigo misma, sustituyendo la explotación de recursos y de personas por la redistribución de esfuerzos y frutos. Ante esta inmensa y fundamental tarea, las bandas de música constituyen más que un paradigma pues con su actuación realizan en el ámbito acústico lo que la vida busca realizar en ámbitos más profundos: la armonía unitaria. Transducciones y resonancias hacen posible que los resultados en un ámbito incidan en los otros confirmando el acierto de la palabra Uni-verso. La resonancia Schumann, descubierta en 1950, es compartida por la atmósfera que queda por debajo de la ionosfera y por el cerebro de todos los mamíferos. Su frecuencia, de 7,8 Hz, puede ser alterada por las tormentas y la actividad eléctrica humana, con negativos efectos sobre la salud, aunque lo peor es su ausencia, como han comprobado los astronautas. Al situarse en la frontera entre el inconsciente y el consciente, entre el cerebro vegetativo y el racional, entre el mundo físico y el mental, unido al hecho de que a la frecuencia de 7,8 Hz corresponde un período en el que prácticamente cabe todo el espectro ondulatorio, permite pensar que la resonancia Schumann es el resultado de una acumulación de afinidades generadoras de altas sinergias y que ejerce como vínculo de todos cuantos conformamos el planeta. El cambio radical que debe experimentar la humanidad para evitar el desastre, pasa por lograr una interacción armónica lo más amplia posible que al sincronizarse con

la resonancia Schumann cambie la actual tendencia a la confrontación y la depresión por un sentimiento común capaz de desbordarse en entusiasmo, admitiendo para esta palabra cualquiera de sus diferentes definiciones: Adhesión fervorosa a una causa o empeño. ...Exaltación del ánimo, fervor interior, que parece venir de fuera, de alguna fuerza superior a la nuestra... Quizá haya que empezar con cosas sencillas y que ya utilizamos, como son los aplausos, que es una forma de ser parte activa de un espectáculo. Quizá se trate de actuaciones como la tamborrada de Calanda, de la que Buñuel dijo: A las doce de la mañana la hora quedará rota y los tambores, fenómeno asombroso, arrollador, cósmico, que roza el inconsciente colectivo, hace temblar el suelo bajo los pies. Quizá haya que guardar silencio para escuchar que todos los corazones laten al unísono, como ocurrió el 12 de octubre de 2010 cuando mil millones de personas siguieron con temor, esperanza y gozo, el rescate de los 33 mineros de la mina de San José. Entre el estruendo y el silencio hay una gama infinita de sonidos que la banda reúne y armoniza al igual que hace con los individuos que la conforman. Quizá sea el camino más adecuado para un cambio efectivo y eficaz.

Nº 44 – Junio 2012

ESCUELA DE CIUDADANIA “Una orquesta es una escuela de igualdad y ciudadanía”. La frase es de Valeria Atela, una mujer argentina que en 1998, cuando tenía 20 años, fundó la Orquesta Escuela de Chascomús, para llevar la música a los barrios más “vulnerables”. En 2011 su sistema de integración por la música se ha traducido en 22 orquestas-escuela en su provincia y 80 en toda Argentina. En octubre de 2004 conoció a José Antonio Abreu, iniciándose una fecunda colaboración. En la Unió Musical l’Horta pudimos degustar la obra de Abreu el 16 de enero de 2009, con la película documental “Tocar y luchar”, que muestra el potencial de “El Sistema”, el movimiento musical merecedor del Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2008, que tiene como objetivo el que la música constituya un asunto de las mayorías para las mayorías, y un elemento relevante para la formación del individuo que le permita insertarse en la sociedad de manera productiva. Es evidente que lo que se dice de la orquesta es aplicable a la banda y a la coral, pues como dice Valeria Atela “la identidad no es el amor por el fagot sino hacer parte de un equipo. Cuando un chico se da cuenta de que lo que él hace afecta al todo, ya entendió lo que es la ciudadanía. Luego se lo piensa dos veces antes de tirar un papel al suelo. Efectivamente, no es el fagot, ni el violín, ni el clarinete, ni cualquier otro instrumento, lo fundamental en una orquesta o banda, sino el encuentro entre individuo y comunidad. Por eso el silencio es un componente fundamental de la música. Todas estas ideas se hicieron carne de forma espectacular el 27 de diciembre de 2011, cuando el Aula de Conjunt Instrumental y la Banda Juvenil, interpretaron conjuntamente la obra “Lluna Mediterrània”, resultando especialmente significativos los tiempos de silencio de los muchachos y muchachas que forman el Aula. Era un silencio cargado de tensión, de atenta escucha de los sonidos que iba produciendo la banda para poder intervenir en el momento preciso y en la forma adecuada. No es fácil saber escuchar. Saber que lo que tengamos que decir está profundamente ligado a lo que digan los demás. Es la enorme, infinita diferencia, entre aquella magnífica audición y el desagradable espectáculo de algunos “coloquios” en los que todos hablan a la vez, compiten por ver quien grita más y nadie escucha al otro. Todo músico sabe que los sonidos que emite estén plenamente sincronizados con los que emiten los demás, que se

unan con fuerza hasta hacer temblar las paredes y se suavicen hasta hacerse casi imperceptibles, cuando así se requiera. La formación de la juventud es una tarea compleja, cuyo factor más importante es el testimonio que ofrecen los adultos y la justicia y eficacia que se desprende de la estructura social. Por eso, las agrias polémicas que han rodeado a la asignatura de “Educación para la Ciudadanía”, así como a la de “Religión” y su secuela de “Alternativa” puede tener efectos más negativos que positivos. Puede hacer falta una formación ideológica, pero en estos tiempos de globalidad planetaria se hace imprescindible una educación que facilite y fomente el encuentro entre los diferentes, que descubra los valores singulares de cada individuo y los integre en colaboración sinérgica con los de toda la humanidad. A esa tarea puede contribuir poderosamente la música, no sólo por su condición de lenguaje universal, sino también por su capacidad para despertar, movilizar y coordinar las fibras más profundas del individuo, así como por sus exigencias de esfuerzo personal y disciplina colectiva y por la recompensa que ofrece de gozar y hacer gozar con lo que se está haciendo, a un coste totalmente sostenible. Son razones más que suficientes para considerarla como la mejor asignatura para la formación de ciudadanos.

Nº 43 – Marzo 2012 EL METRÓMETRO La racionalidad humana se ha enfrentado a la necesidad de comprender y controlar los diferentes ritmos con que se desenvuelve la existencia, particularmente a partir de cuando tuvo que prever las épocas de siembra y de cosecha. El día y la noche, las fases lunares y el año solar, fueron y siguen siendo las principales referencias, pero resultaban insuficientes para orientarse en mar abierto, coordinar actividades colectivas complejas y responder a las crecientes exigencias del progreso científico y técnico. La división del día en horas y la de éstas en minutos y segundos, es el objetivo de los diferentes relojes. Se trata de una división arbitraria que la Revolución Francesa quiso incluir en su racionalidad métrico decimal, pero fracasó porque para entonces ya habían en Europa muy buenos relojes mecánicos basados en el sistema sexagesimal de los sumerios. El primer reloj mecánico data de 1283, pero la precisión de los minutos y segundos no se logró hasta 1656 con la inclusión del péndulo en su mecanismo. El descubrimiento de las inmensas enseñanzas encerradas en el péndulo se iniciaron en 1581, cuando Galileo que entonces tenía diecisiete años, observó que las lámparas que colgaban en la catedral de Pisa, variaban la velocidad de su oscilación según fuera su amplitud, con el resultado de que cada oscilación duraba siempre el mismo tiempo. Resulta especialmente curioso que las investigaciones de Galileo sobre el movimiento y la velocidad le condujeran al concepto de un tiempo y un espacio absolutos e independientes entre sí, lo que permitió un gran desarrollo de la cinemática, pero dificultó la comprensión de la dinámica subyacente en los procesos naturales en los que tiempo y espacio van ligados como así manifiesta el péndulo. Los que si descubrieron esa relación mucho antes que Einstein, fueron los músicos, que desde los tiempos de Pitágoras y su escala musical sabían de la relación entre la longitud de la cuerda vibrante y los diferentes ciclos que conforman las octavas. El oído humano ya percibía los diferentes ritmos, pero era subjetivo y era necesario encontrar un medio objetivo en el que pudieran armonizarse todas las subjetividades y medir mejor el tiempo para poder superar con éxito los esfuerzos que durante toda la Edad Media se estuvieron haciendo para pasar de las melodías de forma monofónica a las polifónicas. La exacta y constante relación existente entre la longitud del péndulo y la duración de las oscilaciones, constituía una herramienta ideal para

lograr esas mediciones, y los primeros metrónomos se basaban en una polea con la que se alargaba o acortaba la longitud del péndulo para marcar las diferentes duraciones e indicar el tempo o compás de las composiciones musicales con un mayor rigor que las palabras italianas de allegro, vivace, andante y presto, con lo que pudo desarrollarse la técnica del contrapunto, de la que Bach que vivió entre 1685 y 1750, fue su gran artífice. El metrónomo mecánico se creó en 1814 y consiste en una varilla que funciona como un péndulo invertido de frecuencia ajustable que actúa impulsada por un muelle helicoidal. En la varilla hay una pesa ajustable según una tabla que tiene detrás y que marca las oscilaciones por minuto. Cuando la pesa está cerca de la base la longitud del péndulo es mínima y mínimos también sus períodos. Hay una mayor frecuencia y tiempos más cortos. Cuando la pesa está en un extremo, la longitud es máxima y los tiempos más largos, por lo que en uno de ellos caben varios de los cortos. Pero la mirada sobre el péndulo no puede limitarse a su síntesis espaciotemporal pues si ha sido definido como el instrumento más fundamental de la física, es debido a que constituye el mejor exponente del oscilador armónico ideal en el que además del pendular están contenidos el movimiento circular, el vibratorio y el ondulatorio, así como una amplia gama de opuestos complementarios de cuya armonización depende la armonización de nuestra existencia.

Nº 42 – Noviembre 2011 LA MUSICA DE LAS ESTRELLAS Durante su conflicto con la Inquisición por la cuestión de si era el Sol quien giraba alrededor de la Tierra o era ésta la que giraba en torno al Sol, Galileo expresó su convicción de que la filosofía está escrita en este libro grandioso: el universo... escrito en el lenguaje de las matemáticas, y sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas. Pero ¿que figuras escoger y cómo relacionarlas entre sí? La respuesta era: aquellas en que se pudiesen ordenar, de la forma más sencilla, todos los datos obtenidos en las observaciones. Desde los tiempos prehistóricos el ser humano observó los movimientos de los astros y logró establecer sus ciclos con gran precisión, lo que les permitió prever los eclipses y cuando los rayos del Sol entrarían por una determinada rendija y alumbrarían un determinado punto, como se ha podido comprobar año tras año en las piedras de Stonehenge. El círculo fue la figura escogida por todos para representar esos ciclos, pero había que ordenar los círculos del Sol, de Marte, de Venus.. para lograr un conjunto sincronizado. Los sistemas geocéntricos de Ptolomeo y de Tycho Brahe eran muy complejos y no lograban cuadrar todas las observaciones. Los heliocéntricos de Aristarco y Copérnico eran más sencillos y mucho más exactos,, pero seguían presentando unas diferencias entre el modelo establecido y los resultados de las observaciones. Kepler se esforzó por superar esas diferencias y para ello colocó, entre la geometría y la astronomía, a la música y a las enseñanzas pitagóricas y platónicas sobre la armonía,. Desarrolló una teoría conocida como “la música o la armonía de las esferas celestes” basada en una supuesta relación directa entre el número de planetas entonces conocidos y el de poliedros perfectos, en la que éstos definían una serie de esferas anidadas sucesivamente unas en el interior de otras. Pero no consiguió ajustar en ella los datos cada vez más precisos obtenidos por Tycho Brahe por lo que abandonó la rígida igualdad del círculo y probó con el óvalo que podía considerarse como la síntesis de dos círculos, pero fracasó hasta el punto que llegó a decir que “sólo me quedó una carreta de estiércol”. Pero Kepler era un hombre de profunda fe, convencido de que Dios ha creado un mundo de belleza y armonía que exige elevarse espiritualmente para comprenderlo, por

lo que inició un nuevo estudio cambiando de hipótesis, suponiendo que las órbitas fueran elípticas. Pronto empezó a descubrir que los datos concordaban plenamente, y avanzó ilusionado y estremecido hacia una comprensión global unitaria y sencilla que le llevó a exclamar: “Me siento arrebatado y poseído por un entusiasmo inefable ante el espectáculo divino de las armonías celestes”. En 1609 “después de dieciocho meses desde que rayara la primera luz, luciera entera hace tres...” publica las tres leyes que definen el movimiento de los astros. La exactitud que ofrecía su modelo cosmológico obligó a todos los astrónomos y con ellos, a todo el mundo, a reconocer el nuevo paradigma. Pero muy pocos llegaron a degustar la maravillosa sinfonía que hacía que Kepler casi levitase extasiado, a pesar de que él también sufría las penurias económicas y los enfrentamientos religiosos que sacudían Europa y que desembocaron en la espantosa Guerra de los Treinta Años. Kepler fue continuado por dos vías muy distintas. La de Newton, con su paradigma del reloj mecánico, cartesiano, monótono y determinista y la de Leibniz con su armonía preestablecida, que no se opone a la Ley de la Gravitación Universal, sino que la llena de musicalidad, al entender ésta como un anticipo y una prueba de la maravillosa concordancia de la naturaleza. El problema es que el ser humano, cegado por una egolatría narcisista, ha basado su ansia de infinito en un imposible crecimiento económico continuado, en lugar de reconocer que la Tierra es limitada en recursos manufacturables, pero ilimitada en sabiduría. Saber escuchar a la naturaleza es condición indispensable para comprender nuestra génesis y nuestras inmensas e inagotables posibilidades. La música nos prepara para ello y, en especial, la música ejecutada comunitariamente, pues en ella se armonizan la responsabilidad individual y la sinergia colectiva. Una armonización de la que saben mucho los entes que nos han precedido evolutivamente, en un proceso que estamos llamados a continuar para que la Tierra alcance el máximo de potencial plenitud, y con ella, todos cuantos la conformamos.

Nº 39 – Noviembre 2010 PALABRAS DE INTRODUCCION AL ACTO POETICO-MUSICAL CELEBRADO COMO HOMENAJE A MIGUEL HERNÁNDEZ

El motivo de esta reunión es que la próxima semana se cumplen cien años de aquel 30 de octubre de 1910 en que nació Miguel Hernández y es una costumbre humana el rememorar en estos centenarios a la persona y a su obra. Aunque la celebración va a estar especialmente orientada a escuchar y sentir su poesía, ésta no se comprende bien si no se comprende a la persona, pues van profundamente enlazadas. Por razones de tiempo me voy a limitar a dar unas pinceladas del inicio y del final de su vida. Los primeros años son decisivos en la formación de una persona, y en el caso de Miguel Hernández se caracteriza por un choque brutal entre la fuerza interior que necesita expandirse y un entorno opresor que la reprime. Miguel siente muy pronto la llamada de la poesía, de ese encuentro de la musicalidad de las palabras con sus infinitos significados, de esa capacidad sinérgica de resumir en cuatro palabras la dinámica del universo, como cuando dice en uno de sus primeros poemas: Que como el Sol sea mi verso / más grande y dulce cuanto más viejo. En Miguel se hace evidente el profundo misterio de la elección. No es Miguel el que elige ser poeta, es la poesía la que lo ha elegido a él. Su libertad reside en ser fiel a esa elección y Miguel quiere responder a esa llamada a pesar de la férrea oposición que va a encontrar en su padre. Su padre es tratante de ganado, casi analfabeto, y pronto envía a Miguel a pastorear las cabras. Sumergirse en la naturaleza no está reñido con la poesía. En cuclillas ordeño / una cabrita y un sueño, dice en uno de sus poemas pastoriles. A los ocho años empieza a ir al colegio. Un colegio de curas, pues Orihuela en aquellos tiempos era eminentemente eclesial. Los jesuitas descubren pronto su capacidad intelectual y le ofrecen costear su carrera sacerdotal. El padre no acepta, no tanto por un sentimiento anticlerical, como por una especie de odio hacia el mundo del intelecto y la palabra. Si misterioso es que alguien sienta profundamente la llamada de la palabra, tanto o más misterioso es que alguien sienta hacia ella un rechazo visceral. Lo cierto es que a los 13 años, su padre lo saca del colegio y lo envía de nuevo con las cabras,

desoyendo las protestas de los jesuitas que le aseguraban un gran provecho a sus estudios. El odio de su padre hacia la poesía le llevó a propinarle fuertes palizas cuando le descubría los libros de poesía que Miguel sacaba de la biblioteca de Orihuela y leía a escondidas. Pero ningún golpe logró apagar la llama que ardía dentro de Miguel. A los 15 años empezó a escribir en un cuaderno sus primeros versos y a los 20 logra, por mediación del canónigo Luis Almarcha, que se publique en el periódico local su poema “Pastoril”. En todas las duras gestiones que emprende para dar a conocer su obra poética e incluso para intentar vivir de ella, se va a ver apoyado inicialmente por personas muy allegadas a la Iglesia Católica. Su poesía de aquella época está en armonía con la enseñanza cristiana del colegio y el ambiente de Orihuela, y el canto que dedica al trabajo lo termina así: ¡El trabajo es una escala para ver más cerca a Dios! Pero estamos en 1930, en el inicio de una trágica década, de la que se puede decir que el enfrentamiento de Miguel con su padre es como una versión doméstica del enfrentamiento de las dos Españas que dirá Machado. Miguel va a vivir de lleno esa tragedia y su poesía lo va a reflejar alcanzando una extraordinaria fuerza y dureza aunque sin perder en ningún momento su profunda humanidad. Las “Nanas de la cebolla” muestran claramente como en los momentos más difíciles mantiene una enorme ternura. Estudiar la evolución de la poesía de Miguel Hernández en paralelo al devenir de la historia española de esa década, es un ejercicio enriquecedor que aquí no vamos a poder realizar por cuestión de tiempo. Tenemos que saltar a 1939. La guerra ha terminado y Miguel intenta huir a Portugal, En la frontera es detenido e ingresa en una prisión madrileña a mediados de mayo. El 17 de septiembre es puesto en libertad por razones que no se ha logrado clarificar. Miguel decide ir a Orihuela para estar con los suyos, su mujer y su hijo. Pero allí se conocen todos y es denunciado. 12 días después de haber sido liberado es de nuevo encerrado en el seminario oriolano que en la posguerra hace de cárcel. En diciembre es trasladado a Madrid donde se encuentra con Buero Vallejo que en enero de 1940 le hace su famoso retrato. Ese mismo mes se celebra el juicio en el que él único delito de que se le acusa es la palabra, pero el fascismo le tiene tanto miedo a la palabra que es suficiente para condenarlo a muerte. Presiones de dentro y fuera de España logran que se conmute por 30 años de cárcel. En septiembre pasa a la cárcel de Palencia

donde el frío y el hambre se ceban en su ya débil cuerpo y coge una neumonía que le deja graves secuelas. Pasa a la prisión de Yeserías, luego al penal de Ocaña y finalmente al Reformatorio de Adultos de Alicante, el 28 de junio de 1941. Allí puede recibir a su familia, pero allí lo que arrastra de la neumonía, de una bronquitis mal curada y de las duras condiciones carcelarias se convierten en tuberculosis. Se tramita su traslado al sanatorio de Porta-Coeli pero el permiso no llega hasta el 21 de marzo de 1942, cuando ya es demasiado tarde. Miguel ya se está muriendo y eso ocurre siete días después. La muerte de Miguel nos muestra que el humanismo está en la capacidad de com-padecer. Cuando esto falta carecen de sentido tanto los lazos familiares como los sociales. En el plano familiar está su padre que cuando le dicen que su hijo ha muerto, reacciona con esta frase: El se lo ha buscado. En el plano social hay que citar a Luis Almarcha, el canónigo que le apoyó en las primeras publicaciones de sus poemas, y que ahora es una persona muy influyente y al que se le pide que interceda por Miguel, pero se niega porque Miguel no cede a los requerimientos del padre Vendrell, para que reniegue de sus ideas y acepte al régimen vencedor. Sólo cuando se casa por la Iglesia llega el ya inútil permiso, aunque Miguel no lo ha hecho por cambio de convicciones, sino para que su mujer y su hijo no tengan problemas con la nueva burocracia.  

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