Los viajes de Odiseo y don Quijote

Los viajes de Odiseo y don Quijote Alicia Villar Lecumberri Universidad Autónoma de Madrid El acervo cultural de Cervantes traspasó sin duda los conf

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Sobre los quijotes de don Quijote
From: Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America, 25.1 (2005 [2006]): 159-63. Copyright © 2006, The Cervantes Society of America Sobre l

La literatura de sentencias y los consejos de don Quijote
ISSN: 1579-735X Lemir 18 (2014): 287-328 La literatura de sentencias y los consejos de don Quijote Rafael Ernesto Costarelli Universidad Nacional de

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Los viajes de Odiseo y don Quijote Alicia Villar Lecumberri Universidad Autónoma de Madrid

El acervo cultural de Cervantes traspasó sin duda los confines literarios de su país y está enmarcado en la tradición clásica. El autor del Quijote bebió de dicha tradición literaria y quedó impactado por las aventuras de Odiseo, tanto es así que las hizo suyas y al emprender su gran obra dejó vislumbrar en su escritura ecos de una tradición milenaria. En este trabajo les proponemos iniciar un viaje literario, partiendo de la Grecia clásica, para llegar a la España del siglo xvi.

¿Cuál es el viaje que realizaron nuestros protagonistas? Nuestro viaje comienza en el siglo viii a. C., año de datación de la Odisea, la obra griega, atribuida a Homero, que comienza con la invocación a la musa, para que cante el viaje del protagonista, Odiseo (Ulises, en latín), tras la guerra de Troya. Se trata de un viaje de regreso del héroe, desde Troya a Ítaca, que dura veinte años. En el transcurso del viaje Odiseo logra sortear los obstáculos que se le van interponiendo en el camino. Cuéntame, Musa, la historia del hombre de muchos senderos, que anduvo errante muy mucho después de Troya sagrada asolar; vio muchas ciudades de hombres y conoció su talante, y dolores sufrió sin cuento en el mar tratando de asegurar la vida y el retorno de sus compañeros. Mas no consiguió salvarlos, con mucho quererlo, pues de su propia insensatez sucumbieron víctimas, ¡locas! de Hiperión Helios las vacas comieron, y en tal punto acabó para ellos el día del retorno (Odisea, I, vv. 1-9).

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1. Tracia - Los cicones - Libia - El país de los lotófagos - El país de los cíclopes (Odisea, Canto IX) Odiseo inicia su viaje, al mando de doce naves, partiendo de la vencida Troya, rumbo a Ítaca, hacen escala en Tracia, donde atacan a los cicones, a quienes vencen. Con intención de seguir el viaje hacia Ítaca, los sorprende una gran tormenta y la nave se desvía hasta el noroeste de África, hasta Libia. Al arribar a la costa, Odiseo le pide a la tripulación que explore el lugar. Es entonces cuando se topan con los lotófagos, los habitantes de un país que los obsequian con el loto, la planta que provoca el olvido de todo lo sucedido y la pérdida del deseo de volver a casa. Tras comer dicha planta, los compañeros de Odiseo no acuden a la llamada de este. Pero Odiseo, perseverante en su idea del regreso a Ítaca, se vio obligado a atarlos y arrastrarlos a todos, para reemprender el viaje. El siguiente destino que los espera es la isla de los cíclopes, unos gigantes, con un solo ojo, que habitan en una caverna, liderados por Polifemo, hijo de Poseidón. Cuando Odiseo y los suyos se ven atrapados en la guarida del gigante, y ante la constante amenaza de este, que había devorado a algunos de los compañeros de Odiseo, nuestro héroe idea una argucia para poder escapar. Esta consistió en emborrachar a Polifemo y cegarle al cíclope con una estaca, mientras dormía. Ya solo quedaba ocultarse bajo las pieles de las ovejas del gigante, para poder salir de la cueva. 2. La isla de Eolo - La isla de los lestrigones - Circe (Odisea, Canto X) Odiseo y sus compañeros de viaje reanudan la travesía y en esta ocasión arriban a la isla de Etolia, la patria de Eolo, el rey de los vientos. Eolo les brindó una cálida acogida y al despedirse de ellos le obsequió a Odiseo con un presente, un odre, en el que estaban metidos todos los vientos de las tempestades, de tal forma que no salieran y nuestro héroe con los suyos pudieran regresar a Ítaca. Sin embargo, en alta mar, los tripulantes de la nave Argos, llevados por la curiosidad y convencidos de que el odre contenía tesoros, lo abrieron y se desató una terrible tempestad. Tras seis días de navegación, llegaron a la tierra de los Lestrigones, otros gigantes, caníbales, que devoraron a buena parte de los compañeros de Odiseo. Tras su huida, arribaron a la isla de Circe, una maga hechicera, que habitaba en un palacio. Una vez más, Odiseo, desconocedor del paraje al que habían llegado, manda a sus hombres, al mando de Euríloco, a rastrear el lugar. Los argonautas, impresionados por el palacio que apareció en su camino, se adentraron en él, todos menos Euríloco. Una vez en su 883

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interior y habiendo sido agasajados por la anfitriona, Circe, los compañeros de Odiseo, tocados con su varita mágica, fueron convertidos en cerdos. Fue el astuto Odiseo, quien, no permitiendo a Circe que lo convirtiera en cerdo, acabó convenciendo a su enamorada, la maga, de que debía devolver la forma humana a sus compañeros, para que pudieran partir. Fue así como concluyó el año de estancia de Odiseo y sus compañeros en la isla de Eea, cerca de la costa oeste de Italia. Al despedirse, Circe le dijo al héroe que para regresar a su casa, antes tendrá que pasar por el país de los muertos. 3. Descenso al Hades - País de los cimerios (Odisea, Canto XI) Entonces arribamos a los confines del Océano, de profunda corriente. Allí están el pueblo y la ciudad de los Cimerios entre nieblas y nubes, sin que jamás el sol resplandeciente los ilumine con sus rayos, ni cuando sube al cielo estrellado, ni cuando vuelve del cielo a la tierra, pues una noche perniciosa se extiende sobre los míseros mortales (Odisea, XI, 13).

Según los consejos de Circe, Odiseo sacrifica varios carneros y llena con su sangre una profunda cavidad, que saciará el alma de Tiresias. Una vez satisfecho con la sangre, el adivino le recomendó a Odiseo que cuando llegara a Tinacria (Sicilia), la isla donde el sol tiene su ganado, no tocase ni un solo novillo. 4. La isla de las sirenas - Escila y Caribdis - Tinacria (isla de Helios) - La isla de Ogigia (Odisea, Canto XII) La siguiente sorpresa para nuestro héroe es la trampa que le van a tender las sirenas, unas bellísimas mujeres, mitad mujer, mitad, pez, a cuya llamada nadie podía resistirse. El canto de las sirenas representa en la mitología antigua el poder del espejismo y el hechizo para apartar al hombre de su ruta. Odiseo, que había sido advertido por la maga Circe de tal peligro, pidió a sus marineros que le aten al mástil del barco, habiendo antes colocado en los oídos de sus marinos tapones de cera, para así evitar oír el canto de las sirenas. Así, cuando pasaron frente a ellas, a pesar de que el héroe les gritaba a sus hombres que le soltaran, estos no lo hicieron y sortearon el peligro. La siguiente prueba era lograr pasar por entre Escila y Caribdis. Escila era una roca muy azarosa, abrupta, que había que evitar ya que de lo contrario 884

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la nave Argos acabaría haciéndose añicos al chocar con ella. Enfrente se encontraba Caribdis, un remolino que engullía todo lo que se le acercara. Con la ayuda de la diosa Atenea, la nave pasó a toda velocidad, y Caribdis solo consiguió engullir a seis de los tripulantes de Ulises. Consiguieron llegar a Tinacria, la isla del Sol. Pese a las advertencias de no tocar el ganado de Helios, los compañeros sacrificaron varias reses, lo que provocó la cólera del dios. Al hacerse de nuevo a la mar, Zeus lanzó un rayo que destruyó y hundió la nave, sobreviviendo únicamente Odiseo. Después de nadar durante tres días, llegó a tierra firme, a la isla de la ninfa Calipso. En esta isla permaneció retenido Ulises por la ninfa durante cinco años. Finalmente, Atenea se compadeció del héroe e intercedió ante los otros dioses suplicándoles que no le atormentaran más, y que lo dejaran llegar tranquilo a su hogar. Tan solo Poseidón se opuso a los ruegos de la diosa. Fue el padre de los dioses, Zeus, el que mandó a Hermes a la isla de Ogigia, donde habitaba Calipso a pedirle que dejara marchar a Odiseo, al que había retenido siete años a su lado. De ahí que la ninfa le suministrara herramientas para construir una balsa y en cuatro días Odiseo tuvo lista la nave. Fueron diecisiete los días que navegó hasta divisar tierra firme, pero Poseidón, que estaba en su contra, le envió una terrible tormenta. Con todo, la diosa de los navegantes, Ino, salió en su auxilio y le hizo saber que la única forma de salvarse era a nado. Para tal fin, le prestó un velo mágico con el cual no le sucedería nada mientras estuviera en el mar. 5. La isla de los feacios - Nausicaa - Ítaca (Odisea, Canto XIII) El caso es que Odiseo, tras dos días y dos noches de nado, consiguió llegar a tierra con el velo de Ino amarrado al cuello. Se encontraba en la isla de los Feacios, la de gente hospitalaria. Reinaban en aquella isla el rey Alcinoo y su esposa Arete, quienes tenían una hija única, Nausicaa. Como un día cualquiera, la hermosa Nausicaa fue con sus sirvientas a lavar ropa a la orilla del mar y a bañarse con aceite de oliva. Cuando se iban a marchar de la playa, vieron a un hombre desnudo que se acercaba a ellas. Todas las muchachas salieron corriendo, todas menos Nausicaa, que le esperó para ver quién era y qué hacía allí. Odiseo se presentó y le pidió ayuda. Esta le consiguió ropa y le llevó al palacio donde lo agasajaron como merecía. Una vez en palacio, Odiseo les contó la historia desde que salieron de Troya, hecho que provocó el asombro de todos los presentes. 885

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Finalmente, el rey Alcinoo lo mandó de regreso a Ítaca, su tierra, con multitud de regalos y acompañado de los feacios. Al llegar a Ítaca, Atenea le disfraza de vagabundo para evitar que le reconozcan. Por consejo de la diosa, va a pedir ayuda a su porquerizo, Eumeo.

Las salidas de don Quijote

1 «Cuéntame, Musa, la historia del hombre de muchos senderos, / que anduvo errante muy mucho después de Troya sagrada asolar; / vio muchas ciudades de hombres y conoció su talante.»

Llegados a este punto pasemos a la obra cervantina y citemos una vez más su comienzo: «En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor». Cervantes es muy explícito en la no concreción del lugar en el que nos presenta a su protagonista, un hombre, al igual que el de la Odisea.1 En este comienzo de la obra cervantina podemos ver el mismo esquema que en el comienzo de la Odisea, dado que se da un punto de partida: la Mancha o Troya, en cada caso, se habla del protagonista, un hombre o un hidalgo respectivamente. Un protagonista que vivió en «un lugar» otro que vio «muchas ciudades» y «anduvo errante», al igual que nuestro caballero andante. Centrémonos ahora en las tres salidas que hace nuestro héroe, don Quijote. La Primera Parte (1605) relata las dos primeras salidas por tierras de la Mancha y Andalucía. Las andanzas del héroe, por Aragón y Cataluña hasta Barcelona y su regreso a la Mancha, ocupan toda la Segunda Parte (1615). 1. Primera salida (Quijote, I, 1-5) Al comienzo del Quijote, Cervantes nos da cuenta de cómo el protagonista de la novela concibe la idea de hacerse caballero andante y «ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama». Así pues, nuestro héroe se hace armar caballero andante en una venta que es un castillo en su imaginación, ante las burlas del ventero y las mozas del mesón. Don Quijote de la Mancha será su nombre, las armas, antiguas, y con su viejo caballo Rocinante, se siente preparado para emprender su andadura. Y es que solo así merecerá el amor de su dama Dulcinea, una aldeana a la que él ha idealizado. Así las cosas, una vez que se cree un caballero, se enfrenta a su primera prueba, en solitario, esto es, liberar a un pastor que está recibiendo los azotes de su amo. Esta es la primera salida de don Quijote, de la que saldrá 886

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mal parado tras discutir con los mercaderes. Por fortuna un vecino sale en su ayuda y lo devuelve a su aldea. He aquí la fantasía de don Quijote, llevada a su máximo exponente, desde el principio de la obra. La fantasía suplanta a la realidad y nuestro héroe se cree lo que no es y su realidad no es más que pura ficción. 2. Segunda salida (Quijote, I, 7-52) Tras la convalecencia, nuestro héroe involucra en sus fantasías a un vecino, a Sancho Panza, un labrador al que le convence de que debe seguirle en su segunda salida. Es así como el héroe emprende su segundo viaje acompañado de su escudero. En esta ocasión el reto consiste en luchar contra unos gigantes que no son sino molinos de viento. Posteriormente, se enfrenta a un vizcaíno, al que vence; da libertad a unos galeotes perseguidos por la Santa Hermandad, que, ingratos, le apedrean; hace penitencia en Sierra Morena, lugar en el que decide escribir una primera carta a Dulcinea y envía a Sancho a El Toboso para que se la entregue. Por su parte, el canónigo y el barbero han salido a buscar a don Quijote y se encuentran a Sancho. Al contarles el encargo de su amo, estos le impiden cumplirlo. Por fin, dan con el paradero de don Quijote y tras engañarlo, lo devuelven a su aldea, enjaulado, hecho que conlleva la burla de sus vecinos. En esta segunda salida don Quijote sigue desfigurando la realidad, a pesar de que el resto de los personales le llevan la contraria. Por lo tanto, don Quijote sigue solo en su mundo de fantasía. 3. Tercera salida (Quijote, II) En la tercera salida, don Quijote y Sancho se dirigen hacia El Toboso. Es el momento en el que Sancho asegura a su amo que es Dulcinea la dama que aparece montada en un asno, cuando la dama en cuestión es en realidad una aldeana más. Ante este hecho extraordinario, que don Quijote atribuye a un mago enemigo suyo, el mismo que hizo desaparecer su biblioteca y transformó los molinos de viento en gigantes, el héroe se obsesiona con la idea de encontrar una manera de desencantarla. Amo y escudero viajan por tierras de Aragón, ya famosos como personajes literarios, y llegan a los dominios de unos duques que se mofan de la locura de ambos. Son los renombrados duques quienes nombran a Sancho gobernador de uno de sus estados (la ínsula Barataria). 887

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Llegados a este punto, hay un cambio de itinerario: caballero y escudero deciden ir a Barcelona, para desmentir al falso Quijote de Avellaneda. En este entorno, el hidalgo se enfrenta al Caballero de la Blanca Luna y sufre su derrota definitiva luchando en fiera y descomunal batalla contra su vecino, el bachiller Sansón Carrasco, quien le insta a que vuelva a su aldea. Don Quijote vuelve a la Mancha, de donde partió, totalmente derrotado, física y psíquicamente, y tras recobrar la cordura, muere cristianamente en su lecho. Cervantes da un giro en el planteamiento de su protagonista, y es que don Quijote ya no es víctima de su propia fantasía, sino que la realidad es que todos los demás se mofan de él.

Lugares que recorrieron nuestros héroes Islas, playas, ínsulas, aldeas, pueblos, ciudades, países, continentes van a configurar el espacio geográfico de estas dos obras. El itinerario que van a seguir nuestros héroes tiene como punto de partida Troya y la Mancha, respectivamente, y el destino final es Ítaca y la Mancha. Tanto en la Odisea como en el Quijote podemos diseñar un amplio mapa, por tierra y por mar. Odiseo, partiendo de Troya va a pasar por Tracia, Libia, continente italiano, Sicilia, Ogigia, isla de los feacios e Ítaca. En el Quijote el mapa se amplía. En el Quijote recorremos gran parte de España: Pueblos: Almodóvar (Ciudad Real), Caracuel (Ciudad Real), Guadarrama, Heria de Sevilla, Loja (Granada), Piedrahita (Ávila), Osuna (Sevilla), Puerto Lápice (Ciudad Real), Quintanar de la Orden (Toledo), Roncesvalles (Navarra), Sigüenza (Guadalajara), Tirteafuera (Almodóvar del Campo), El Toboso, Tordesillas (Valladolid), Tronchón (Teruel); regiones: Andalucía, Aragón, Castilla, Cataluña, la Mancha; comarcas: Montiel; ciudades: Antequera, Aranjuez, Arévalo, Ávila, Baeza, Barcelona, Cantillana (Sevilla), Cartagena, Ciudad Real, Córdoba, Cuenca, Estremadura (sic), Granada, Guadalajara, Jaca, Laredo, Madrid, Málaga, Morón de la Frontera (Sevilla), Murcia, Oviedo, Salamanca, Sansueña (Zaragoza), Segovia, Sevilla, Toledo, Trujillo (Extremadura), Úbeda (Jaén). Más allá de las fronteras de España encontramos citadas islas: Sicilia, Trapobana (antiguo nombre de la isla de Ceilán), la Bretaña, Creta; continentes, África, América, Asia, Europa; países: Alemania (Alemaña), Dinamarca, Egipto, España, Francia, Grecia, Portugal; territorios: Algarbe, Arabia, Armenia, Berbería, 888

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Borgoña, Iberia, Libia; regiones históricas: Flandes, Toscana, Tracia; ciudades, Argel, Augusta (actual Augsburgo), Cartago, Egión, Gaeta, Londres, Meca, Milán, Nápoles, París, Potosí (Bolivia), Roma, Troya. No faltan los lugares ficticios: Archipiela, Barataria, el reino de Candaya, Compluto, Potro de Córdoba, Rondilla de Granada, Malindrania, Nerbia, Olivera de Valencia, Trapisonda, Utrique.

¿Qué similitudes y diferencias podemos apreciar entre las andanzas de Odiseo y las de don Quijote? Si hacemos un paralelismo entre nuestros héroes y sus compañeros de viaje, vemos cómo Odiseo inicia su viaje de regreso con los argonautas. Desde el principio nos damos cuenta de que Odiseo es el héroe que tiene que tirar de sus compañeros para que estos no abandonen el viaje que han iniciado, rumbo a Ítaca (episodio de la isla de los lotófagos). Así que desde el comienzo de la obra tenemos a un héroe acompañado de un grupo, los argonautas, a los que va a ir perdiendo poco a poco, en desventurados momentos (unos acaban engullidos por Polifemo, otros por el mar, al topar con Escila y Caribdis, otros comieron las vacas de Helios…). El caso es que Odiseo acaba llegando solo a la isla de los feacios, tras un terrible naufragio. Será Alcinoo, el rey de los feacios, el que tras darle hospitalidad lo dejará marchar hacia Ítaca, acompañado por los feacios. Y es que Homero parece que nos quiere decir que el héroe no puede estar solo. El viaje se hace acompañado. Se trata del viaje del retorno. Por lo tanto, en la Odisea nos encontramos al protagonista de la historia acompañado de un grupo de tripulantes, y todos juntos van a ir afrontando los retos que se les van presentando, así como a los personajes que encuentran en su camino. Por su parte, si nos centramos en la obra de Cervantes, don Quijote inicia su primera salida solo, a lomos de Rocinante. Tras la derrota sufrida por el héroe, en las dos salidas siguientes ya va a acompañarle Sancho Panza, y entre los dos afrontarán lo que el destino les depare y a cuantos seres topen con ellos. Tanto Odiseo como don Quijote son firmes en su propósito y no cesan en su objetivo a pesar de todos los contratiempos. Odiseo parte de una realidad: su esposa, Penélope, le está esperando en su palacio, en Ítaca, y él debe volver a su patria. Sin embargo don Quijote vive su fantasía, quiere armarse caballero andante para ser merecedor de su dama. El caso es que en ambos casos, es una mujer la razón de ser del objetivo de nuestros héroes. De nuevo, constatamos que no es bueno que el héroe esté solo: tiene compañeros de viaje, pero también 889

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una compañera predestinada, si bien, varias van a ser las mujeres que van a tener que sortear nuestros héroes. Otro aspecto que va a definir tanto el viaje de Odiseo como las salidas de don Quijote es la hechicería. En ambas obras los héroes van a topar con este tipo de personajes. Así, en la Odisea, al protagonista le sorprende la maga Circe, quien ha convertido en cerdos a los argonautas, y gracias a la ayuda del dios Hermes nuestro héroe va a ingerir la planta moly, que le hace inmune a los brebajes de Circe. Odiseo va a sucumbir ante el hechizo de la maga, pero a cambio exige la conversión de sus compañeros, con los que finalmente partirá. En el Quijote, también la magia constituye un recurso para hilvanar capítulos. Así, en el transcurso de la narración aparecen por arte de magia nuevos personajes faltos de toda lógica. Ya en la Primera Parte, se nos presenta al mago Frestón, a quien don Quijote le atribuye la desaparición de sus libros y la conversión de los gigantes en molinos de viento: «Que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento» (Quijote, I, 8). Además, Dorotea se hace pasar por la princesa Micomicona, hija de Tinacrio el Sabidor, que fue muy docto en el arte mágica: —No es maravilla, señora mía, que la vuestra grandeza se turbe y empache contando sus desventuras, que ellas suelen ser tales, que muchas veces quitan la memoria a los que maltratan, de tal manera que aun de sus mesmos nombres no se les acuerda, como han hecho con vuestra gran señoría, que se ha olvidado que se llama la princesa Micomicona, legítima heredera del gran reino Micomicón; y con este apuntamiento puede la vuestra grandeza reducir ahora fácilmente a su lastimada memoria todo aquello que contar quisiere. —Así es la verdad —respondió la doncella—, y desde aquí adelante creo que no será menester apuntarme nada, que yo saldré a buen puerto con mi verdadera historia. La cual es que el rey mi padre, que se llama Tinacrio el Sabidor, fue muy docto en esto que llaman el arte mágica, y alcanzó por su ciencia que mi madre, que se llamaba la reina Jaramilla, había de morir primero que él, y que de allí a poco tiempo él también había de pasar desta vida y yo había de quedar huérfana de padre y madre (Quijote, I, 30).

En la Segunda Parte del Quijote, uno de los personajes es Merlín, cuando don Quijote contó lo que había visto en la profunda cueva de Montesinos: 890

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Éste es mi amigo Durandarte, flor y espejo de los caballeros enamorados y valientes de su tiempo; tiénele aquí encantado, como me tiene a mí y a otros muchos y muchas, Merlín, aquel francés encantador que dicen que fue hijo del diablo; y lo que yo creo es que no fue hijo del diablo, sino que supo, como dicen, un punto más que el diablo. El cómo o para qué nos encantó nadie lo sabe, y ello dirá andando los tiempos, que no están muy lejos, según imagino (Quijote, II, 23).

También en la Segunda Parte, aparece Escotillo, un encantador y hechicero, uno de cuyos discípulos labró la cabeza que Don Antonio tenía: —Esta cabeza, señor don Quijote, ha sido hecha y fabricada por uno de los mayores encantadores y hechiceros que ha tenido el mundo, que creo era polaco de nación y dicípulo del famoso Escotillo, de quien tantas maravillas se cuentan; el cual estuvo aquí en mi casa, y por precio de mil escudos que le di, labró esta cabeza, que tiene propiedad y virtud de responder a cuantas cosas al oído le preguntaren (Quijote, II, 52).

Otro elemento común que va a impactar a nuestros héroes es la existencia de gigantes. Odiseo llega al país de los Lestrigones, en el que habitan los cíclopes, esos gigantes mitológicos que eran ayudantes de Hefesto, el dios del fuego. Nuestro héroe tiene que ingeniárselas para zafarse del cíclope más terrible, Polifemo. En la Odisea, también se cita al «magnánimo Eurimedonte, que reinó en otro tiempo sobre los soberbios Gigantes» (VII, 58). En el Quijote los gigantes proliferan: Anteo, Brandabarbarán de Boliche, Brocabruno, Caco, Caraculiambro, Fierabrás. Con todo, si por algo es conocido el Quijote en todo el mundo es por el episodio en el que don Quijote se empeña en luchar contra los gigantes, que no son sino molinos de viento (Quijote, I, 8). Tanto Odiseo como don Quijote van a alternar con reyes y reinas durante toda la obra. Para empezar, Odiseo era rey de Ítaca y por lo tanto, debido a su linaje fue tratado como tal cuando arribó a la isla de los feacios. Allí lo encontró Nausicaa, la hija del rey Alcinoo y Arete, reyes de la isla de Esqueria. En el Quijote aparece citada la reina Pintiquiniestra, un personaje de la novela de Amadís de Grecia (Quijote, I, 6); o la reina doña Maguncia, viuda del rey Archipiela, su señor y marido, de cuyo matrimonio tuvieron y procrearon 891

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a la infanta Antonomasia, heredera del reino (Quijote, II, 38)… Cervantes no escatima en citar a todo tipo de reyes, mitológicos, reales o ficticios: desde el rey Minos, Sísifo, rey mitológico de Corinto, el rey Salomón, Tarquinio, quinto rey de Roma en el vii a. C., Alejandro Magno, Darío III el Codomano que reinó en Persia desde el 336 al 330 a. C., Wamba, rey visigodo (s. vii), el rey Arturo, Astolfo, el rey de los lombardos (s. viii), Pepino III el Breve (s. viii), el primer rey franco de la dinastía carolingia, Rodrigo, último rey de los godos (s. viii), Sancho II, rey de Castilla (s. xi), Alfonso VI (s. xi), Filipo (Felipe III de Austria, rey de España, s. xvi), e incluso el rey Sobrino (Quijote, II, 1), y el rey Tinacrio, el padre de la princesa Micomicona, invención de Dorotea.

¿Qué iban buscando nuestros héroes? Odiseo y don Quijote iniciaron un itinerario vital cuyo valor intrínseco fue el recorrido realizado. Ambos se van topando con distintos personajes, quizás no tan diferentes y van afrontando su día a día siguiendo su propio destino. Tanto uno como otro eran aventureros, idealistas, luchadores, nobles, intrépidos, enamoradizos, en una palabra, viajeros. Ambos emprenden un viaje de retorno, en busca del destino del héroe. Se trata de un viaje físico, en el que los héroes afrontan peligros con el fin de conseguir sus objetivos, pero al mismo tiempo es un viaje interior, vital, porque cada héroe tiene su propio destino.

Conclusión Hasta aquí mis reflexiones sobre los viajes de Odiseo y don Quijote, los protagonistas de dos obras que constituyen dos pilares de la literatura occidental. No sabemos a ciencia cierta si existió Homero, pero de lo que no hay duda es que la Odisea es un canto a la paz, ya que nuestro héroe emprende el viaje de regreso, el nostos, tras la guerra de Troya. Paralelamente, al cabo de los siglos, Cervantes ideó un héroe, don Quijote, que surgió tras la batalla de Lepanto. Y no se trata de ficción, sino de realidad, el autor del Quijote había luchado en Grecia, contra el infiel, y cuando regresó a su patria compuso uno de los cantos literarios más bellos que jamás han sido escritos. Si algo tienen en común la Odisea y el Quijote, las dos obras que han captado la atención de tantos lectores, es que ambas obras son máximos exponentes del viaje del intelecto.

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