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ANO XXVII.
PEBEEEO DJB
1921
JíÚM, 314.
REVI5T/Í C/lTÓLICfl DE
CUESTIONES
SOCIALES
(Con censura eclesiástica).
ANTE UNA HUELGA DE FUNCIONARIOS Hemos tenido ana nneva hnelga de fanoionaríos. I^o se ha tratado esta vez de los agentes de comanícaoiones qne realizan uno de aqaellos servicios qne según la Economía clásica debieron en principio encomendarse á la iniciativa privada. Les ha tocado ahora el turno á los encargados de desempeSar nna de las fanciones más indiscutiblemente públicas: la gerencia de los intereses del Estado. Las líneas generales del conflicto son conocidas de todos, ün ministro que da ana disposición qae los empleados estiman atentatoria á su dignidad y perjadicial á sus intereses. Una exigencia más ó menos respetaos» de sa derogación. La inevitable negativa del superior. En su vista la huelga de brazos caidos, especie de sabotaje burocrático. Una disensión en las Cortes qae motiva una crisis ministerial. La salida del ministro y la ananciada derogación del Beal decreto origen de la cuestión. La vuelta de los empleados al trabajo • Y, como epílogo, el vago anunciarse de sanciones que nunca llegarán y que si llegan no representarán otra cosa que una vana fórmula. Tal es lo sucedido. Prescindiendo del aspecto político de la cuestión, que nos ea totalmente ajeno, vamos á examinar el hecho en su aspecto social, muy interesante sin duda
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alguna, El problema de los fanoionarios es en efecto en gran parte el problema de las clases medias y la crisis de la autoridad, da qne el caso qae nos ocupa ofrece un ejemplo significativo, presenta singular interés desde nuestro puuto de vista. * * *
Para juzgar equitativamente hechos como el apuntado es preciso hacer nn poco de historia. En un artículo anterior nos ocupábamos en general de la ürisifl de la conciencia profesional. La crisis de la conciencia fancionarista no es en definitiva sino una manifestación de aquella. Todo oficio, toda profesión realiza su fanción propia dentro de la total actividad social. Esto que es evidente en todo caso se revela de modo todavía más palpable en los oficios 6 profesiones de carácter público. Pero, perdida ú oscurecida la unión del destino humano, se oscureció la idea de servicio social que toda profesión lleva consigo y este eclipse más 6 menos grave se extendió á la conciencia de los funcionarios como á los demás profesionales. Hubo además en este orden causas que actuaron haciéndolo acaso más completo, más grave que en otras esferas. Faltó en primer Ingar la vocación á muchos do estos profesionales. La clase media se acostumbró durante unas cuantas décadas á destinar á nn gran número de sus hijos al funcionarismo. El temor al esfuerzo y á la lucha en que consiste fundamentalmente la vida hizo que los hombres de las clases medias se euoaminaseu de preferencia hacia el porvenir mediocre, pero seguro del funcionario, sin consultar para ello las aptitudes é inclinaciones individuales. Por otro lado la política—¡la maldita política!— corrompió por completo hasta la idea de función pública. Muchos altos empleados eran politioos más ó menos significados que ocupaban los destinos públicos sin otro empeño que el de BU medro personal ni otro estímulo que el de su gloria egoísta seguida por los soldados de sn partido. A cada subida del partido al Poder se repartía entre tinos y otros el botín de la victoria; es decir, nn baen número de cargos ú oficios públicos. Los del partido adverso quedaban en triste cesantía esperando
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qne un azar de las luchas personales de los caudilloe, haciendo subir á los «suyos», les restituyese la perdida posición. Consecuencias: qne muchos funcionarios eran en sus cargos los servidores, DO de la nación sino de un partido determinado y que se acostumbraron á mirar su estancia en aquellos, como transitoria y pasajera. Naturalmente qne esto no sucedía en todss las carreras del Estado. Hubo siempre cuerpos especíales ú facultativos, cuerpos de escala cerrada qne representaban ana especie de aristocracia función arista; pero aúa en estos la política dejaba sentir su nefasta icñoencia. Se perseguía á los fancioaarics por ser hostiles á este ó al otro personaje. Se daban disposiciones de carácter general para favorecer á determinada persona. Se abasaba en ascensos y traslados de turnos de méritos que no eran sino un respiro otorgado á la arbitrariedad y al favoritismo. Y lo que es más grave, Ja conciencia colectiva veía todo esto con la más completa indiferencia. Yiuo después por virtud de múltiples cansas una reacción contra este estado de cosas. Los cuerpos de funcionarios del Estado se sustrajeron cada vez en mayor grado de la influencia política. Sa generalizó la oposición como sistema de ingreso en las carreras del Estado, la antigüedad como forma del ascenso, la inamovilidad de los destinos como regla, salvo el caso de falta saflcientemente justificada. Los funcionarios, á virtud de estas garantías adquirieron conciencia de clase. En elloa se despertó 6 avivó ese sentimiento del honor profesional que es, como el del honor individual, el mejor timbre de nobleza. Trabajaron con amor en las cosas de su profesión y procuraron dignificarla alejando de ella 4 los elementos indignos por medio de los tribunales de honor. Esta evolución no fué seguida, por lo menos de modo uniforme, por los políticos llamados por un absurdo sistema de gobierno qne descansa sobre una ficción, (la electoral), á regir la vida de los departamentos ministeriales. Por otra parte la conciencia profesional que despertaba experimentaba la necesidad de encarnar en un organismo fuera de la ley si no era posible dentro de la ley. Por último la carestía creciente de la vida hacía necesaria la elevación de los sueldos ya que no se llegaba mediante una discreta política de abastos al abaratamiento de las subsistencias. Así, bajo esta
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triple necesidad,—necesidad de defenderse contra los asaltos del favoritismo y de la arbitrariedad, necesidad de cultivar la comtln vida profesional, necesidad de mejorar la condición material de sus empleados—nacieron las asociaciones de funcionarios que tomaron entre nosotros el nombre poco afortunado de Juntas de defensa. Fué en vano que el Poder público acu< diendo tardíamente en auxilio de una autoridad que no habla acertado á mantener promulgase interdicciones, decretase trabas al ejercicio del derecho de asociación por los fundonarios, intentase capitular decorosamente dando aspecto de asociaciones de mutualidad á lo que eran verdaderos sindicatos de funcionarios. Hubo que transigir y ello es que estos sindicatos existen, que están empeñados en una lucha más ó menos abierta con el Poder páblioo, que como los otros sindicatos, desconocen á veces la preferente deuda de actividad que los funcionarios tienen con la nación; que á la crisis de la autoridad paterna, á la crisis de la autoridad industrial ha venido á agregarse la crisis de la autoridad administrativa, al relajamiento de aquellos vínculos el de los que constituyen la jerarquía administrativa cuyo mantenimiento es indispensable para el normal funcionamiento de la máquina social, y que por último enfrente de un hecho social de esta gravedad, de nn conñicto en qne existen como en casi todos los conflictos faltas por ambas partes se hace preciso que los católicos sociales deflnan su actitud como ya lo han hecho en otros países. Sin pretender atribuirnos una misión qne no nos compete vamos ó indicar onal debe ser á nuestro juicio la orientación que ios católicos debemos seguir eu este punto. • *
Bn el principio no puede haber, á nuestro juicio, duda de ninguna especie. Hay qne afirmar que los cargos públicos, todos, los altos y los bajos, son servicios, es decir cargos impuesto ú aceptados libremente en beneficio de la sociedad entera antes que de sus titulares individual ó colectivamente considerados. Representan gravísimos deberes á los que en principio no
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es dado sustraerse. Debemos condenar, pues, sin reservas, la huelga de fanoionarios por lo menos mientras no se aparan todos los reoarsoa legales para obtener la reparación de manifiestas injusticias, y &úa esto último, siempre que el mal que con ellos se siga á la sociedad sea mayor que el producido con la huelga, mal gravísimo en sí^ no sólo por los perjuicios que ocasiona á los particulares sino por el espirita de indisciplina que contribuye á fomentar. Es evidente por otra parte que existen servicios—la inmensa mayoría—en que con toda evidencia el mal de la huelga es mayor que el que paede suponer la oontinuaclóa de la injusticia que se combate. Piénsese por ejemplo en una huelga de correos y telégrafos. En todos estos casos la haelga debe proscribirse aún en el dominio de la conciencia y no diremos en el de la ley porqae la ley debe proscribir toda huelga de fanoionarios, á nuestro juicio, porqae toda excepción en este punto seria peligrosa. Pero si la huelga de funcionarios debe ser ilícita y aun objeto de severas sanciones, es mny urgente abrir canee á la acción de las asociaciones de funcionarios formadas por elementos de orden que se ven arrastrados muchas veces á actitudes revolacionarias por falta de espacio en qne desenvolverse, logrando dentro de la ley, la dignificación de la fanción y el respeto á loa derechos de sas miembros que en aquella va iuclaído, Es paes, indispensable reducir todo lo posible el arbitrio ministerial, conceder á los funcionarios como colectividad reonrsoB eficaces y rápidos contra las resol aciones qne á ellos afecten, organizar sin desconfianzas ni recelos las asociaciones de funcionarios con criterios de gran amplitud dándoles intervención en el régimen de la función sin menoscabo de los vínculos disciplinares. Porque, hay que convencerse de ello, la misma evolución á que hoy asistimos en la industria tendente á dar intervención á los obreros, no solo en los beneficios, sino en la gestión de la empresa, se dibuja en la organización administrativa, Y no es esto solo: en los organismos administrativos que se crean se tiende á dar intervención oficial al público interesado, es decir á la sociedad, con todo lo cual podrá obtenerse á la larga una inñnencia más real y efectiva, es decir ana gestión más eficaz del paeblo en la gobernación del Esta-
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do que con elecciones más ó menos falseadas por gobiernos, oposiciones y candidatos. Añrmaudo la necesidad de mantener el prinoipio de autoridad en este como en todos los órdenes; el carácter de fanoión social que supone todo destino público y á la vez proslümando la necesidad de la colaboración de las aaociacionas fancionarlstas, como de la sociedad en general ea la inevitable reorganización de los servicios públicos, trabajaremos más eficazmente por la causa del orden que limitándonos á proclamar la ilicitud dé la huelga en este terreno que por lo demás somos los primeros en declarar inadmisible.. JUAN DB HINOJOSA.
UNA GRAN PASTORAL
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Desde las altaras del Vaticano, atalaya el Padre común de los fieles, los horizontes de la cristiandad nimbados todavía por las negruras de la guerra mundial. En el cómputo de las atenciones pontificias, especialmente dirigidas á la salud sobrenatural de las gentes, figuran partidas de desaliento y recuento de pérdidas dolúrosísimas. El huracán de la guerra ha tronchado en flor campos de cultivo espiritual que prometían cosecha de conversiones á la fe; los misioneros abandonaron ln parcela del Señor; algunos quedaron en los campos de batalla y á otros les impidió volver la diplomacia de la paz, que, hosca y suspicaz, no acaba de desentenderse de prejuicios nacionalistas, tachando y fichando con reservas de suspicacia y ukases de ostracismo, á los anunciadorea del Evangelio. Es necesario buscar en los países neutrales y católicos elementos de segura aceptación y fácil pasaporte en las cancillerías de las naciones victoriosas, y el Papa fija al punto sn vista on Eípañi, que en los anales de su gloriosa historia tiene páginis inmortales de Apostolado misional. Como un germen ha tiempo soterrado con cariño y cultivado con amor, late en el Colegio de Vocaciones de Ultramar, de Burgos, la obra de espansión sacerdotal que, en manos de la Jerarquía, ha de transformarse en fecundo plantel de misioneros de la gentilidad. El nombre y las virtudes sacerdotales de su fundador, el ca(I) Aún á riesgo de molestar la santa humildad y modestia de nuestro amadisimo Alto Asesor, y contraviniendo nuestras costumbres de no publicar sino originales inéditos, reproducimos hoy el articulo que ha visto la luz en nuestro querido compañero £1 Fensamiento Español, en el cual se hace justicia á las singularísimas dotes de pensador profundo de! Arzobispo de Burgos Excmo. Sr, D. Juan Benlloch.—A^. de la R.
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uónigo de la Metropolitana de Burgos, don Gerardo Villota—á quien quisieron cuantos le trataron—se destaca en el documento pontificio con una designación laudatoria del más alto relieve. El Sumo Pontífice honra al Arzobispo de Burgos, doctor don Juan Benlloch, con el encargo de acercarse á esta humilde parcela de la buena viña y el mandato paternal de labrarla en términos de que los renuevos de aquella vid, en manos de celosos operarios evangélicos, puedan ser trasplantados á las tierras yermas y estériles hoy de la gentilidad. Al aceptar obediente y agradecido el mandato Pontificio, el ilustre por tantos títulos Prelado burgalés, se dirige á sus diocesanos en una Pastoral que pasará á la historia de la literatura eclesiástica, como documento pleno de doctrina, exuberante de piedad y elocuencia y labrado con amor por manos de artista para engarzarlo como joya de subido valor en la corona del Apostolado arzobispal. Verdadero lugar teológico por los fundamentos escriturístieos, patrísticos y teológicos de la Pastoral, condensa en páginas claras y movidas el dogma de las misiones; recorre á grandes trazos las fases de la Iglesia misional, y, finalmente, se da cuenta en el providencialismo sobrenatural de la Iglesia, de la hora actual marcada por el dedo divino para la evangelización de las gentes. Hay páginas en este documento que honran á la literatura eclesiástica española; el comentario sólido y jugoso de las Epístolas de San Pablo, abarcando en síntesis brillante y oratoria las dos intuiciones del Apóstol de las gentes: la del paganismo y la de la Iglesia. Hay rasgos valientes que recuerdan al egregio orador, como cuando enfoca la figura de Jesucristo, centro de la redención, desde el Trono de la Cruz, que extiende sus brazos, clavados, para cobijar, no sólo al pueblo de la ley y de la promesa, sino al Universo mundo, Hay amplificaciones exuberantes de doctrina, radiantes de belleza, cuando desarrolla el tema de la fe y de la gracia. La gran Pastoral del insigne señor Benlloch debiera, á mi inicio, extractarse en forma de manual, á modo de Catecismo, con preguntas y respuestas, para que sirviera de Vade mecum
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de todo sacerdote tocado del espíritu y de la vocación de las misiones. La lectura de este compendio no dispensaría de la del amplio y dogmático texto de la Pastoral, antes sería acicate y estímulo para volver á ella con ánimo reposado y ganoso de saborear otra vez sus múltiples bellezas. La Iglesia y el Trono, el Papa y el Key, se hicieron representar en la inauguración del nuevo Colegio de misiones de Burgos; bajo las bóvedas magníficas de aquella incomparable Catedral, que más se admira cuanto más se conocen otras, resonaron plegarias invocando al Espíritu Santo, el enviado infinito y personal del Padre y del Hijo, que, como nn viento y lenguas de fuego, descendió sobre los primeros y ejemplares misioneros de la Cristiandad. En el Trono de Dios es conocida la voz d« la catolicidad de todos los pueblos, herencia y porción de la Iglesia; pero sin desdoro para ninguno de ellos, sin mengua para nadie, escrito está que en naves españolas aportaron el Altar y la Cruz, que plantaron los jalones de las cristiandades del Nuevo Mundo; y la Patria de San Francisco Javier y de San Luis Beltrán no es imperita ni reacia en consagrar su acción religiosa, política y social para la evangelización del mundo. Castilla, madre espiritual de la cultura patria, delicada en sus sentimientos de oblación por el ideal, deja oir su voz por uno de sus egregios Prelados, y la Pastoral del doctor don Juan Benlloch parece la carta-puebla que el catolicismo extiende en Burgos para la inscripción y fundación de las futuras cristiandades del gran pueblo misional. A. M. DE LUYANDO.
S K o c i ó J V i>oou2krE?Jv^jsLi:^
RELIGIÓN Ó
ANARQUÍA
DEL
IWm. y KV(itH9. 5r. Pr. D. Antonio AWaro y Ballano, OBISPO DE ZAMORA
(CONTINUACIÓN)
IV Se Impone un cambio radical de procedimientos Llevamos más de un siglo, desde los tiempos de Ja revolución francesa, que el procedimiento universal y constante, como si obedeciese á una consigna, ha sido precisamente el de suprimir en la vida social todo lo que implica idea de Dios y reconocimiento de su soberanía. Para gobernar, se ha dejado la religión al margen de la política: para formar los ciudadanos ha quedado al margen de la educación; para estrechar las relaciones entre los pueblos, al margen de los pactos internacionales; para señalar y hacer cumplir los deberes sociales, al margen de las leyes; para constituir la familia, célula de la sociedad, al margen del matrimonio. La religión siempre al margen: tal ha sido la táctica adoptada generalmente, y estimada todavía como trato de favor, por quienes repugnaban ó no creían oportuno el procedimiento de oposición violenta y descarada. T á los ministros de Dios, y á las almas sincera y sólida, mente creyentes que no han cesado de señalar los peligros de
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esta conducta, y condenando lo absurdo del ingrato proceder se han opuesto con todas sus fuerzas á la corriente devastadora de este fanatismo ciego, disfrazado con los nombres de laicismo y secularización, se les ha llamado fanáticos y hombres de escasa mentalidad, con la que no podían abarcar los amplios horizontes de las nuevas ideas. ¿Qué más?; hasta se ha buscado y pretendido cierta complicidad de la Iglesia en este punto, dándose el caso de que cuando los Sacerdotes, en cumplimiento de su deber, y algucos fieles á impulsos de sus arraigadas creencias y guiados por móviles puros y desinteresados, llevaban su actividad al campo social, para aplicar allí los principios de nuestra religión, y reparar de este modo loa daños cansados por su olvido, conjurando al mismo tiempo los peligros de mayores estragos, ha merecido censuras el que paladinamente y sin eufemismos se declarase el espíritu religioso que animaba tales esfuerzos. ¿Para qué, decían, á esos círculos, y á esos sindicatos, y á esas federaciones y á todas esas organizaciones sociales se les ha de imponer el calificativo de católicos, si con ello se les resta fuerza y prestigios, y se suscitan dificultades para que se extienda su esfera de acción bienhechora? Pero la experiencia ha sido terrible; las consecuencias á que conduce esta que hoy se llama aconfesionalidad, y que no es otra cosa que el ateísmo práctico aplicado á todas las manifestaciones de la vida humana, han hecho reñexiouar á muchos hombres sen-jatos. Eiresplnndor de las hogueras que por doquier enuiende la anarquía, empieza á disipar tinieblas, á desvanecer prejuicios que la luz de la fó y de la razón serena no conseguían ahuyentar, y ya la Iglesia Católica no está sola al proclamar la necesidad de que la religión ocupe en la sociedad, para que e.sta no perezca, el lugar que por derecho le corresponde. Mensaje de los Jefes de Gobierno de los £stt)dos del imperio brifáníco
Seasacionales son, por lo insólitas, y las citamos únicamen te como ejemplo de que parece iniciarse una provechosa recti ficación, las declaraciones contenidas en el mensaje que poco
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BELIGIÓN Ó ANARQUÍA
ha dirigieron á sus pueblos los jefes de Gobierno de los Estados que integran el imperio británico, del cual mensaje trascribimos las siguientes expresivas afirmaciones: «Está hoy clara»mente demostrado, tanto por la experiencia de la guerra, co»mo por los ensayos hechos para reconstruir la vida de la paz, »que ni la educación, ni la ciencia, ni la diplomacia, ni la pros»peridad comercial, fundadas en la opinión de ser la fuerza ma»terial el poder decisivo, constituyen cimientos sólidos para el »ordenado desenvolvimiento de la vida mundial. Todos esos «factores son sencillamente los instrumentos ó medios que pajara obrar utiliza el espíritu. Aun la esperanza, hecha entrever »al mundo, de una vida de paz protegida y fomentada por la «Liga de las naciones... sólo tendría efectividad cuando los pue»blos coalicionados obedecieran al acicate de la buena volun»tad; ahora bien, el espíritu de buena voluntad entre los hom»bres descansa necesariamente sobre móviles espirituales, así »como la esperanza de una fraternidad humana ha de apoyar»se sobre el firme cimiento espiritual de la fe en Dios como »Padre». «En ese reconocimiento y en el de los designios de Dios res»pecto al mundo, ejes ambos de la Doctrina cristiana, hallare»mos las bases primordiales y últimas para la reorganización »de una vida ordenada y armónica entre todos los hombres... »En la aceptación de aquellos principios espirituales estriba el «fundamento más seguro de la paz del orbe. Por ello quisiera. »mos recomendar á nuestros conciudadanos la urgencia de que »lo8 hombres de buena voluntad... consideren también la ver»dad y validez eternas de aquellas fuerzas espirituales, que son, »en definitiva, las únicas que permiten esperar en el reinado «permanente de la paz del mundo». provldencinl coincidencia Parecerá una mera y casual coincidencia, pero cuantos creemos que la providencia de Dios se extiende hasta las cosas más pequeñas y lo va disponiendo todo con suavidad (1), no (1)
Sap. V I H , I.
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podemos menos de estimar como especialmente significativa, la circunstancia de que declaraciones tan terminantes fueran hechas diez días después que Sn Santidad el Papa había expresado pública y solemnemente sus anhelos con esta exclamación: «Ojalá que el aniversario del Nacimiento (de Jesucristo) mues»tre á los humanos que en vano aspira á dar paz á los hombres »y á las naciones quien no se apoya en la fe (1).» ÍES que las palabras del Vicario de Jesucristo, caídas en el vacío tantas veces, tienen ahora fuerza para repercutir en los gabinetes de los gobernantes, aunque no sean católicos, ó es que los hombres, convencidos de su impotencia si sólo emplean medios materiales, comienzan á deponer sn orgullo, y buscan en la religión el auxilio que antes repudiaronl Sea cualquiera la causa, y sin entregarnos á suposiciones insuficientemente fundadas, confiemos en los designios amorosos de Dios, que según la expresión de Job (2) desvanece las maquinaciones de los malos para que no puedan llevar á término lo que se habían propuesto, y que, cuando hiere. El mismo da la medicina. V No es lo mismo profesar la religión que practicarla
Conviene, sin embargo, salir al paso á un error práctico bastante frecuente y que acarrea funestas consecuencias. Cuando decimos que la sociedad toda entera ha de volver al punto de partida que nunca debiera haber abandonado; que igualmente que en sus comienzos ha de tener por base la religión para vencer los peligros de la anarquía, no hacemos otra cosa que expresar y encarecer la necesidad ineludible de que todos sus miembros, su organismo completo, participe y se sature de la vida sobrenatural, cuyo principio es Jesucristo. Relegar las creencias á la esfera de lo especulativo; considerar la religión como un conjunto de verdades que afectan á la inteligencia, y creer que no es preciso amoldar á ellas la con(I)
Disciliso cit,
(2)
V , 12, I8,
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R E L I G I Ó N Ó AN^EQtxíA
ducta, es detenerse á la mitad del camino. Xo puede bastar á nuestro propósito una religión, como la que machos se fingen para mayor comodidad, imperfecta, truncada, señora y dueña del entendimiento; pero que no ejerce influencia alguna en el corazón; una religión cuyos dogmas se acatan, al mismo tiempo que se menosprecian sus preceptos. Desnaturalizar de este modo la religión es hacerla perder su eficacia salvadora. Hay qne pensar en cristiano, es cierto; pero hay también que obrar en cristiano, de lo contrario, por extendida quo parezca hallársela fe, aunque todos se llamen creyentes, faltará el espíritu del cristianismo, y sin que e^te espíritu, informe la vida do ¡a sociedad, no se conseguirá nunca la ansiada renovación. Ni bastminio del Creador sobre todas las criaturas. Consiste, en se»gnndo lugar, en que prevalezca el espíritu sobre los sentidos. »ConsÍ8te, finalmente, en el amor sincero y práctico á núes»tros semejantes: y iá quién se oculta que el orden está hoy más »perturbado que nunca en las sociedades y en los individuos, • porque nunca como ahora fué subvertido por la violencia de »las pasiones, que se atrevieron á negar los derechos de Dios »sobre la sociedad humana, el imperio del alma sobre el cuer»po y el amor práctico al prójimo?» (Continuará).
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Benedicto XV. Discurso cit,
C R Ó N I C A DEL EXTRANJERO Los partidos socialistas y la Tercsra Internacional.—La disolución de la Confederación general del Trabajo en Francia.—Por la Familia.—El Congreso de estudios sociales de Roma,—El Episcopado alemán y la Escuela.—Hacia el internacionalismo católico.—Dos jcausas católicas Internacionales (Irlanda y Austria).
L* adhesión á la Tercera Internacional, es decir á la Internacional comunista residente en Moscou, de la qne es altna Lenine, constituye hoy el pnnto sobre que giran las querellas entre las dos ramas: la reformista y la revolucionaria, en que viene dividido el socialismo en mayor ó menor grado en todos los países. Sabido ea que el pontífice máximo del comunismo libertario exige á los partidos socialistas para su admisión en la Tercera Internacional, la profesión de 21 condiciones que constituyen la aceptación de los dogmas y procedimientos revolucionarios, y á la vez su más completa anulación como entidades, la entrega sin reservas en manos del celebre dictador. Esta cuestión—la de )a aceptación de las coadiciones y consiguiente adhesión á la Tercera Internacional—ha sido ampliamente debatida entre nosotros á raiz del viaje de exploración á la tierra clásica del bolchevismo llevado á cabo por los sefiores Anguiano y de los EÍ03. Oomo es sabido, los socialistas espaQoles han rechazado, por nueve votos contra tres, la moción del primero favorable al ingreso en la Internacional moscovita. Fuera de BspaHa—en Italia y en Francia—ha determinado la cuestión que nos ocupa una escisión en el partido socialista. Ea pocos días se han seguido en ambas naciones dos Congresos socialistas nacionales—el de Tours y el de Liorna— donde han contendido aquellas fuerzas sociales sobre punto de tan vital interés para la acción práctica de los partidos. Prescindimos de reseSar, siquiera sea rápidamente, lo acontecido en
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el segando de dichos Congresos (1). Báí»tdno8 consignar tan solo la división consumada entre la mayoría que abarca á los elementos tradioionalmente socialistas, desde Tarati hasta Berrati, y una fuerte minoría comunista. Vamos á ocuparnos tan sólo brevemente del Congreso de Tours y de sus resultados. Becordemos ante todo á grandes rasgos la situación del socialismo francés. El fracaso de la Segunda Internacional (Amsterdam) y la aparición de la Tercera, originaron, juntamente con la salida del partido de la Segunda Internacional (Congreso de Estrasburgo, 1920) la discusión acerca de su posible ingreso en la nueva agrupación que aspira á englobar todas las fnersas socialistas del mundo para implantar la dictadura del proletariado. Los elementos derechistas del socialismo francés—Alberto Thomas, Benaudel, eto.—optaron desde un principio por la negativa. Se han abstenido por lo demás en gran parte de concurrir al Congreso. La lucha se ha mantenido principalmente entre los elementos centristas, capitaneados por Longuet, que preconizaba la adhesión á la Tercera Internacional, pero bajo ciertas y determinadas condiciones, y la fracción comunista acaudillada por Cachin y Frossard, que sostenían la adhesión incondicional á Moscou. Estos han triunfado por una gran mayoría. En efecto: la moción de la derecha, que propoponía el aplazamiento de la cuestión, obtuvo solo 397 votos por 1.022 que alcanzó la de Longuet y 3.20S que logró la tendencia extremista. He aquí, pues, al socialismo francés dividido en dos. No han faltado en ambos países quienes se feliciten por ello, pensando que la fracción moderada vendrá en plazo más ó menos breve á sumarse á los elementos de orden. Error crasísimo que puede ser de funestos resultados. Estos revolucionarios moderados lo son porque quieren llegar por grados al mismo resultado que sus oompaCeros pretenden aloansar por una subversión violenta de todo lo existente. A. lo sumo, se. mejantes divisiones pueden representar ana tregua, suponer an compás de espera, tiempo precioso que es preciso aprovechar para combatir á la Bevolución, atacándola en sos cansas (I)
Como regla general, omitiremos en esUs Crónicas lo relativo i Italia.
OBÓNICA VKL EXTBANJEEO
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profundas—principalmente el grosero ntilitarismo de la vid», el bratal egoísmo de los individuos y de las clases—más bien que en sns efímeras y fagaces manifestaciones. • *
El proceso segaido en Francia á la Oonfederaoióa general del Trabajo, ha tenido un desenlace inesperado. El Tribunal de casación ha decretado la disolaoión de este organismo y ha Impaesto penalidades variables á sas principales directores. Son interesantes las consideraciones en qne se apoya. Oitamos á oontinaación alganas de ellas. Parece qne los magistrados fran> ceses hacen el proceso de nnestros sindicatos obreros de tendencia rerolacionaria. La sentencia estima qne la O. G-. T. ha tenido «la pretensión de agrapar á todos los trabajadores oons. oientes para la desaparición del salariado y del patronato», qne de sns actos se deduce «un espíritu de revuelta y emancipación desordenadas contra la legalidad, al paso qne el pensamiento inspirador de la ley de sindicatos no fué otro qne el de permitir á los trabajadores la mejora de sa condición mediante el uso discreto de nna libertad necesaria que se les reconocía para evolucionar hacia nn medio social más tolerante, x>ero nunca para romper sus cuadros»; «que ningún Gobierno regularmente constitaído pnede tolerar qne se constituya enfrente de él, con la máscara sindical, otro Gobierno creado por nna minoría de agitadores qne pretende imponerle su voluntad», y por último, que «al día siguiente de la victoria el orden es más necesario qne nunca y que importa esencialmente no comprometer la nnióa sagrada por la fantasmagoría de nn ideal revolucionario más ó menos engañoso y en oposición con las leyes profundas qne rigen la vida de toda sociedad». La resolución qne nos ocupa hace además larga historia de la actuación de la O. G. T. después de la guerra, insistiendo particularmente sobre las huelgas de servicios públicos por ella organizadas ó apoyadas, y sobre sns concomitancias con las organizaciones revolucionarias del extranjero, de Easia principalmente. Algo parecido sería necesario entre nosotros. Hay que acabar por las vías legales con ciertos organismos que nacen y vi.
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ven faera de la legalidad. Por las vías legales, es decir, haoiendo declarar sa ilicitnd por los Tribunales y procediendo & sa disolación, antes qae suspendiendo su ejercicio como medida gubernativa, lo que da con frecuencia aspecto de arbitrariedad, y lo que es peor, de interinidad, á lo que aplicando las leyes puede hacerse de modo estable y deñnitivo. Por lo demás, no nos cansaremos de repetir que la represión no lo es todo y que la acción mantenedora del orden material—que como toda acción de gobierno sólo en Dios puede fundamentarse, so pena de revestir el aspecto de una fuerza que se opone á otra fuerza—no lo es todo ni mucho menos, y que debe ir acompasada de la acción moral y de la extirpación de las injusticias sociales, que son el más poderoso acicate de las revoluciones.
Las Asociaciones familiares católicas, que como es sabido adquirieron en Francia gran desarrollo con anterioridad á la guerra y que tan gloriosas batallas han reSído en pro del respeto á la conciencia del niño en la escuela pública, han celebrado en Lila un Congreso interesantísimo. No disponemos de espacio para resumir sus debates; pero sí queremos á lo menos apuntar sus conclusiones fundamentales, que fueron leídas por el ilustre general Oasteluan, y que constituyen las líneas generales de lo que pudiera ser un programa social católico en lo referente á la Familia. «La familia fundada sobre el matrimonio, jerárquicamente constituido bajo la autoridad paterna, tiene por fin transmitir, mantener, desenvolver, perpetuar la vida humana. Dispone á este efecto de derechos imprescriptibles anteriores y superiores á toda ley positiva: Primero. La faniüia tiene derecho á multiplicarse. De ella obtiene la Patria sus ciudadanos, sus soldados, sus artesanos, sus misioneros, sus trabajadores. Todo lo que se oponga á la transmisión de la vida: propaganda inmoral, reorganización anticristiana del trabajo, mal reparto de sus beneficios ó de los cargos públicos, hiere á la familia en el más esencial de sus derechos.
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Segundo. La familia tiene derechos en materia de educación. Debe formar el cuerpo, la inteligencia y el alma del niOo. Tiene, pues, el derecho de poner por obra todos los medios legítimos que concurren á tal fin, y en especial de mantener con la escuela relaciones contantes de colaboración y dví inspección. Tercero. La familia tiene derecho á ser protegida contra los diversos males que la amenazan con la disolución: licencia en las calles, en los espectáculos, de una parte de la Prensa, alcoholismo, tuberculosis, divorcio. Ouarto. La familia tiene derecho á poseer. Sociedad viva y concreta, que nace y vive en medio de los bienes exteriores que la rodean, tiene derecho, no sólo á un hogar decoroso, sino á la fácil adquisición de una propiedad ó dominio familiar, al cultivo de una parcela del suelo nacional y ancestral. Quinto. La familia tiene derecho á perpetuarse: no muere con los representantes temporales de la autoridad doméstica, como no muera el Estado cuando desaparecen tales representantes ó depositarios de la autoridad pública. Debe, pues, serle garantizada la transmisión hereditaria del patrimonio, sin amputárselo con impuestos excesivos de transmisión ó pulverización por una partición forzada. Sexto. La familia tiene el derecho de vivir de su trabajo. Debe ser proscrito todo régimen de producción que reúne las fuerzas vivas del padre, de la madre, del niño, ó que perturbe la vida familiar; debe ser asegurado por organizaciones apropiadas bajo la égida de la profesión y de la ley, el salario suficiente para el sostenimiento de la familia. Séptimo. La familia tiene derecho á la justicia distributiva. Los impuestos, las cargas, las tarifas, las subvenciones, las pensiones, deben ser calculadas, no en relación con el individuo aislado, sino en relación con la familia. Octavo. La familia, verdadera célula social, tiene derecho á elegir mandatarios en las asambleas comunales del departamento, de la región, de la nación. El padre debe disponer de un número de votos proporcional al de hijos menores no emancipados que estén bajo su potestad; la madre debe votar en nombre del padre ausente, interdicto ó desposeído de sus derechos.
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I^oveno. Siendo la fitmilia la fuente de toda grandeza nacional, de toda prosperidad económica, el bien familiar debe ser á la vez inspirador y coordinador de leyes sociales. Toda ley, todo decreto, toda jorisprodencia, todo régimen administrativo qne, habida sa experiencia, se considere perjudicial 6 peligroso para la familia, debe ser modiñoado. Es preciso, pnee, que la familia tenga sa parte de inflaencia propia en los organismos, oaalqaiera qae sean, qne tengan por fanción preparar la ley ó asegarar sa ejecación; en ana palabra^ lo primero la familia, y lo demás, si la familia es faerte, anida y próspera, vendrá por afiadidara».
A mediados de Diciembre último se ha verificado en Boma nn Congreso de estadios sociales que ha tenido excepcional importancia. Annqne, como se consigna más arriba, de nuestras Crónicas queda eliminada Italia, estimamos indispensable hacer sucinta referencia de esta Asamblea. La importancia de los temas tratados para fijar la posición de los católicos frente á la evolución social á que asistimos y la autoridad interoacional de los profesores qae los han tratado así lo reqaieren. Por otra parte, el Congreso, más que italiano, tuvo carácter internacional, paes á él asistieron representantes de Francia, Saiza, Bélgica, Canadá, Checoeslovaquia, Kepública Argentina y Urngaay. De todas suertes no inflayó poco la especial situación de Italia—invasiones de fábricas y tierras por los campesinos y obreros—en el temario del Congreso. No hay más qae hojearlo; «La fanción social de la propiedad», por el P. Yeersmersch (S. J.); «Los latifandios en Italia», por el abogado Mangano»; «Fin, objeto y efectos de la industria socializada», por el profesor Boggiano; «El régimen del salariado y su carácter histórico», por el prefesor Maroonoini; «La participación de los obreros en la gestión y en la propiedad de la empresa», por el Pa' dre Braooolari (S. J.), etc. Tamos á hacer referencia principalmente á las conferencias
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de los Padres Yeermersoh y Braccolari. Se disoate entre católiooB acerca de la fanoión social de la propiedad. Hay quien dice: «la propiedad es ana faucíón social», expresión qae se presta á equivocadas interpretaciones. El Padre Veermersch rechaza la idea de que la propiedad sea una fanoión social; pero afirma sin vacilar que la propiedad tiene una función social. Y esto por las razones siguiente»: primero, porque sirve para adquirir, conservar y distribuir las cosas que nos sou necesarias; segundo, porque gracias á ella se realiza el progreso de la sociedad; tercero, parque es la base de la actoaomía individual; cuarto, porque provee á la direooióa de la sociedad. La propiedad individual, como todos los derechos que so atribuyen á la persona humana^ llamada á vivir en sociedad, desempeña una función social. De aquí la intervencióa del Estado en el régimen de la propiedad. «En la medida qae lo requiera el bien general, el Poder civil puede sustraer ciertos bienes á la industria privada como lo hace abriendo vías públicas y oreando monopolios legales; puede imponer & los poseedores ciertas prohibiciones y rechazar ciertos modos de enriquecerse, como el juego de Bolsa; añadir á los contratos ciertas cláusulas; establecer nuevos modos de adquirir los bienes; fijar el precio legal de las mercancías; expropiar medíante justa indemnización; y á fin de que el territorio esté convenientemente dividido determinar la porción máxima de terrece que puede poseer cada cual» (1). Estas conclusiones fueron aceptadas por el Congreso. Igualmente fueron admitidas en lo fundamental después de larga discusión las propuestas por el Padre Brnccolarl como resumen de sus lecciones. Para el sabio jesuíta el régimen del salariado es iucompatible actualmente con la armonía que debe reinar entre patronos y obreros. Hace falta ir á la participación del obrero en la empresa industrial, pero no limitada á la propiedad ni menos á los solos beneficios, sino extensiva á la gestión del negocio, aunque con ciertas limitaciones, es decir á lo que llama «el participacionalismo integral». Para la participación en la propiedad preconizó el accionariado, es de» (i)
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oir el sistema de acciones de trabajo ya atribayéndolas á cada obrero (individual) ya al sindicato (colectivo). * *
La cuestión do la coufesionalidad de la escuela faé planteada en Alemania al votarse la nueva constitución. Merced á los esfuerzos del Centro se llegó á una solución que no es seguramente el ideal, pero que representa una transacción bastante aceptable entre los dos principios contendientes: el de la escuela neutra mantenida por los socialistas y el de la escuela confesional patrocinada por los católicos. El párrafo 2° del artículo 146 de la constitusióa en su forma definitiva dispone que en cada municipio podrá establecerse ya escuelas confesionales, ya escuelas mixtas según la voluntad de los padres 6 de sus representantes. El desenvolvimiento de este principio queda encomendado á una legislación especial que habrá de someterse á la aprobación del próximo Beiohstag. No es extraño, pues, que los Prelados de Alemania bayan dejado oir su voz sobre punto de tan capital importancia. En la pastoral colectiva que han dirigido al pueblo católico de Alemania, después da recordados los imprescriptibles derechosde la Iglesia en este punto, se colocan en el terreno constituido. Becbazan la escuela mixta como el antecedente obligado de la escuela sin Dios. «De la escuela mixta á la escuela sin Dios no hay más qae un paso y de ésta medio paso para llegar á la escuela enemiga de Dios y de la religión». La escuela religiosa pnede realizar únicamente la labor de la formación de los caracteres. Ella sola acierta & dar unidad á la cultura humana, «Algunas horas semanales de instrucción religiosa Bon Buñcientes para hacer hombres religiosos. Es necesario que en su conjauto la enseñanza de la escuela se vea iluminada por la fó y penetrada por un mismo espíritu moral y religioso. Los niños deben aprender en la escuela á unirse á Dios por la oración». Todo esto no puede veriflearse más que en la escuela confesional, Por último «solo puede tener lugar una enseñanza provechosa allí donde se da entre profesores y discípulos plena armonía de pensamientos y sentimientos». Oo-
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mo la verdad lo ea para todas partee, el Estado debe establecer escuelas de cada confesión aún allí donde existen peqnefias minorias de una de ellas. Así lo exige imperiosamente el principio de la libertad de conciencia». Tdl es en substancia la pastoral del Episcopado alemán. Los católicos se disponen á la lacha constituyendo por doquiera acciones de padres de familia. Esperemos de su decisión y actividad y sobre todo del favor divino que obtengan cumplida victoria.
Se acentúa el movimiento de Bproximación y mdtua inteligencia entíe los elementos católicos de todo el mundo. En la Crónica anterior registrábamos los primeros pesos de la Internacional Obrera Católica. Por otra parte, nuestra Confederación Nacional Católíca-agraria ha dirigido un llamamiento á las entidades similares del Extranjero, invitándolas á una estrecha colaboración para el logro de los fines comunes. En Alemania existe una asociación importantísima: la Unión católica académica que reúne á los católicos pertenecientes á las profesiones liberales y que dirige nn médico eminente el Dr. Bergmann, que apunta en su programa la Federación con las entidades similares de otros países. En la libre Suiza y en la propia ciudad que dio asilo á la inolvidable Unión de Freiburgo de grata memoria en la historia del catolicismo social, se ha constituido una importante asociación: La Unión católica de estudios internacionales que preside ana ilustre personalidad católica: el barón de Montenach y que ha celebrado en París eu el último mes de Noviembre en primera sesión. Concurrieron á ella representantes de diversos países y leyeron ó pronunciaron importantes informes su propio Presidente: (Programa de estudios y de acción), el B. P. de la Brióre (S. J.)j (las enseSanzas pontiñcias y el derecho de las gentes cristianas), el rector de Lovaina MonseSor Deploige; (relaciones entre los católicos y la Sociedad de las Naciones), Le Frnz (fundamento moral del derecho de gentes). Estos informes fueron seguidos de interesante discusión^ vetándose diversas conclusiones. Entre ellas
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merece particular mención la que se refiere á la Sociedad de las Naciones. Los reunidos «se proponen interesar á los medios católicos en la obra de la organización de las relaciones internBcionales proseguida por la Sociedad de las Naciones y estu» diar las cuestiones relativas á esta nueva institución mundial». A alguno de nuestros lectores sorprenderá esta resolución. ¿No está ausente de la Sociedad de las Naciones la única autoridad moral capaz de dar cohesión á sus elementos componentes, es decir, el Bomano Pontífice? La Sociedad de las Naciones ¿no está expuesta á convertirse en una especie de alianza tan infecunda para la paz del mundo como las de la época del tan decantado «equilibrio europeo? ¿No se ven excluidos de ella á título de vencidos y de presuntos culpables, unos cuantos estados, qne sean cuales fueren sus yerros, son hoy por hoy de los más débiles y de los más necesitados, por lo tanto, del amparo internacional? Indudablemente todo esto es cierto; pero la Sociedad de las Naciones existe. Puede, modificándose en su composición y en su fancionamiento ser un instrumento eficaz para la paz del mnndo, para el reinado de la justicia entre los pueblos que al igual que el del amor entre los hombres forman parte de ese reinado de Dios, cayo advenimiento pedimos todos los días. Está llamada á estatuir sobre problemas que afectan profandamente á la catolicidad. Estos son motivos más que suficientes para que prestemos atención á sus trabajos y deliberaciones^ para que procuremos ilustrar en este punto á la opinión pública y antes de esto para que ezamiuemos los problemas del derecho internacional moderno á la luz del Evangelio, de las obras de los teólogos y de las enseñanzas de los Papas. Esa es la obra que está llamada á realizar la Unión católica internacional. Pocas consideramos tan oportunas.
Y, ya que de internacionalismo católico se trata, vamos á decir dos palabras de dos causas católicas internacionales de palpitante actualidad que se ofrecen al estadio y á las preoou-
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paciones del mundo católico, & las oraciones y 4 la caridad de los católicos de todo el mundo: nos referimos al problema irlandés y al problema austríaco. Todos los católicos del mundo siguen con simpatía la lucha entablada por el pueblo mártir y mártir de su religión por su emancipación política. Podrán condenar y condenarán sin dada, los excesos 4 que les arrastra en ocasiones el sentimiento patriótico, pero harán fervienteei Tctos por su liberación del yago que los oprime. El fraternal mensaje dirigido recientemente por el Bpiaoopado belga al irlandés expresa admirablemente cual debe ser en este punto la actitud de los católicos del mundo entero. Ea nuestra Crónica anterior nos ocupábamos del triunfo de los cristianos sociales de Austria. Este pueblo que tan importante misión ha desempeüíido ea la historia de la cristiandad se halla amenazado de muerte. Las duras condiciones impuestas por el tratado de paz han dado sus tristes frutos. «L-i situación de Austria—ha dicho Su Santidad en su carta al Sacretario de Entado—es absolutamente intolerable puesto que quita á una nación entera la posibilidad de procurarse la snbsistencia que el Creador ha puesto al alcance de todos los hombres.» Eapetidas veces el Bamano Pontíftoe ha llamado sobre este gran infortunio colectivo la atención del mundo católico. Ahora invita por el mencionado documento al cuerpo diplomático para que se haga intérprete cerca de loa gobiernos respectivos de BU deseo de que ee ponga término á este lento martirio. Obligación de los católicos de todo el mundo es apoyar actuando sobre la opiniónja acción entablada por el Padre común de los fieles. Obligación más grave aún para los católicos sociales cuyos correligionarios se encuentran hoy al frente del gobierno de este desgraciado pueblo. MANUEL FEEREE.
CRÓNICA DEL nOViniENTO CATOUCO FEnEHIHO Acabamos de regresar otra vez de Parít!,la seaorita de Oalonje y yo, que hemos llevado á la capital fraucesa la representación de la Acción Católica de la Mvjer, en el Congreso de Sindicatos Femeninos celebrado los días 21, 22 y 23 del pasado mes de Eoero por la Federación de la rae do Séze, que con tanto éxito está llevando á cabo su interesante labor, Este aSio se discutían de una manera principalísitua los contratos colectivos, el proyecto de ley StrauBs, y las enmiendas que se hacían necesarias proponer á dicho proyecto. Lassesíones resultaron, como de costumbre,samamente animadas, dándose el espectáculo de un grupo numeroso de obreras, que están perfectamente capacitadas, que saben admirablemente defender sus intereses profesionales, y que van abriéndose paso á través de las múltiples diflcnltades con que tropiezan esta clase de obras, y más siendo de carácter católico en un país donde aún, por desgracia, reina cu espíritu bastante sectario y bastante opuesto al catolicismo. Precisamente entre los puntos llevados á las sesiones para sa estadio, estaba el de lo difícil que resalta el reolatamiento de obraras por ese espíritu de que he hablado, porque en seguida que las obreras comprenden que se trata de un Sindicato católico. Rúa cuando sea profesional, aún cuando vean que sabe defender la causa de la mujer trabajadora, se retraen y se niegan á pertenecer á él. La cosa que á las francesas asombraba dolorosamente, para nosotras las espaSolas tenía fácil explicación; la juventud actual es la niñez y la adolescencia educadas en las escuelas sin Dios. Lógicamente tenía que suceder lo que ha sucedido. Lo que sucedería en España si no hubiese esas hermosísimas instituciones que fomentan y sostienen las Escuelas Católicas, y si no se hubiera luchado para evitar que la escuela del Estado quedase del todo cfleialmente descristianizada. El problema palpitante hoy para los Sindicatos france-
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868, es el del «ohómag«», el del paro forzoso; en Francia como en mnchaB partes reviste caracteres gravísimos: existen millarea de pobres mnjeres qne ganan su vida del trabajo qne las dan en las tiendas ó ea los almacenes, qae están sin tener qne comer, porqne no hay labor. Han snbido tan horriblemente los precios, qne la gente, el oonsamidor, no compra sino aqaello qne le ea absolutamente necesario, pero lo qne ya no lo es, se abstienen de comprarlo. Claro que algunas tiendas habrán de bajar sus precios: ya las hay que han comenzado á hacerlo. Porque el problema es de los más importantes, el hambre nunca fné bnena consejera, y si continúa ese paro el hambre y la miseria se enseSorearán del pueblo francés. Los Sindicatos femeninos estudiaron detenidamente el asunto y tomaron varios acuerdos encaminados á salvar la situación de sus obreras sindicadas mientras dure este estado de cosas. EQ el mitin social que tuvo Ingar el día 23 presidido por el ilustrísimo señar Obispo auxiliiir de París, Monseñor Oosselin, y por Mr. LeroIIe, que es uno de los sociólogos más conocidos y queridos en Francia, abogado, diputado y qne está al frente del Secretariado social de París que tantos servicios presta, se trató principalmente del tema base del Congreso: los contratos colectivos celebrados entre patronos y obreros y asociaciones patronales. Primeramente la inteligente secretaria de la Federación Melle. Debray, leyó una interesantísima Memoria de la labor realizada por los Sindicatos da dicha í'ederación durante el año; y citó los contratos hechos por dichos Sindicatos, siempre con ventaja de las obreras. Después Madame Dingny, obrera también, propagandista de dotes nada comunes, habló sobre el proyecto de ley Strauss referente á los contratos colectivo», y expuso clarísimamente su opinión y las enmiendas presentadas. Como en el Instituto de Eeformas Sociales se está estudiando también el proyecto de ley sobre el contrato del trabajo, resultaba para las delegadas españolas doblemente interesante la discusión y la coincidencia. El Obispo auxiliar de París dirigió á la concurrencia numerosísima, obreras, señoras, sacerdotes, seglares de los más «onooidos y mejor reputados en materias sociales, unas pala-
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bras may elocuentes en sn sencillez, animando á las sindicadas á proseguir su trabajo, tanto más cuanto que con el golpe rudo sufrido por la Oonfederación General del Trabajo, tenían los Sindicatos católicos más expedito el campo y más probabilidad de triunfar siempre que no se durmiesen sobre los laureles conquistados. Y uno de los conquistados por la Federación femenina de la rué de Sáze ha sido sin duda algnaa la victoria de sn candidata Melle. Bardot, que luchaba contra una de las «damas rojas» de París más significada y furibunda, Jeanne Bouvier, para el Oongeil de Prud'homtnes, y & pesar de tener ésta á sn favor los votos de los hombres, salió elegida la de los Sindicatos católicos, testimoniando éstos con ello su vitalidad y sn excelente organización. Finalieó el acto social-sindioal, el discurso de Mr. LeroHe, de toaos sumamente prácticos, de un fondo muy cristiano, en cuyo discurso, después de elogiar como era de justicia todo lo llevado á cabo por las sindicadas francesas, expaso su opinión de que debían fomentarse los contratos entre patronos y obreros, como nno de los medios de ir pacificando los espíritus, de ir uniendo esas clases sociales tan distanciadas hoy, y cerrando el abisoio que se ha abierto entre el capital y el trabajo. Ko basta, dijo, el Sindicato... Hay que llegar á la paz... Si no la obr* del catoliciscno social no se habría hecho. Hoy tenemos frente á frente dos grandes poderes: los Sindicatos obreros y patronales están en guerra, son dos fuerzas lanzadas la ana contra la otra... Es preciso acercarlas... es preciso que colaboren juntas para que así reine la justicia y reine el orden social... El discurso del diputado sociólogo que siempre sabe defender los intereses de los obreros, pero sin adular á éstos, fué eaInrosamente aplaudido... La reunión concluyó á loa pies del Obrero Divino, de Aquel onya doctrina es toda amor y que bendijo aquella tarde á los obreros y á los seflorea y á onantos se interesan por estas onestiones, bendición qne fué un aliento poderoso para las valientes obreritas francesas que saben batallar por sn cansa al amparo de la bandera de la Iglesia. Las delegadas espafiolas visitamos la Bsoaela Normal So*
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oial de la que ya se ha hablado en estas páginas, y que tan excelente formación está dando á las obreras, preparando asimismo á las que luego en provincias, en sus pueblos, se dedicarán á la acción social que no es solo el Sindicato, aún cuando hoy va creyéndose así, sino otras muchas obras: Mutualidades, Aprendizaje, obras post-esoolares, que son tan precisas, y de láü que se suelen ocupar poco en todas partes, las preparan por medio de sus cursos de dos meses, en los que se intensifica la labor,—pues las que son de fuera de París no pueden permanecer mucho tiempo alejadas de sus casas,—ó por medio de los curaos que duran dos aSos, y á los que asisten las que viven en París, por lo general. También tuvimos una reunión con las señoras de l'Action Sociale de la Pémme, cuya Presidenta es Mme. Oheun, y la que está al frente de la sección extranjera, es Mme. Girod de l'Ain, x ambas de gran inteligencia y de una actividad incansable. Preparan ya sus jornadas sociales en las que se estudiará [ ^ el modo de luchar contra feminismos radicales y anticatólicos, v '•, y esperan que la España femenina católica coopere al movimiento y aporte á dichas jomadas su apoyo y su doctrina. Se encontraba también en París y hablamos con ella largo rato, la Presidenta general de la Protección de las jóvenes. Baronesa de Montenach, que ha realizado una labor digna de todo encomio durante la guerra y que probablemente vendrá á Madrid si se celebra, como se proyecta, un Congreso nacional de la Asociación de Protección á las jóvenes, de la que es Presidenta la marquesa de la Mina, y Presidenta honoraria. Su Alteza Eeal la Infanta Isabel. Dicho Congreso puede y debe resultar de verdadero interés, ya que la protección de las jóvenes es obra que lleva consigo la simpatía general, y so tiene que hacer mucho en este sentido, puesto que tantos y tantos peligros rodean hoy á las muchachitas, expuestas constantemente á perder su inocencia. Por todo lo dicho se vé que el viaje fué interesante y de provechoso resultado, y que se patentizó una vez máB el constante movimiento católico femenino del mundo entero. Y esto resulta muy consolador. MARÍA DE EOHAREI.
CORRESPONDENCIA
ROMANA ROMA, FEBRERO. 1921.
El cisma del socialismo,—¡Todavía lo de Flume!.—Palabras inefables.
Eo el Congreso sociaiieor lo Unto de extrañar que puestos unos y otros en este Tetitum, menudearan los escándalos y las frases de cobardes y traidores y otras por el estilo ni que al delegado Yarirk que en la sesión del día 18 pronunció un discurso recomendando la templanza, por estimar que las violencias á que se entregan algunos socialistas van contra los ideales 6 intereses del partido se le echara encima el delegado Bombani armado de un revólver con el que se proponía sacar el alma del cuerpo á BU contrincante, ni que los amigos de este patearan de lo lindo á Bombani hasta que lo ezpalaaron del local. Aunque con esto
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no se apaciguó el tumulto porque á su vez loa partidarios de Bombani quisieron hacer lo propio con Varirk y el presidente para qne todos se fueran á la calle levantó la sesión. En la del día siguiente hubo más orden y otro orador de más talla, el señor Tarati, expuso sus principios contrarios á la violencia y á la dictadura y con relativa compostura fué contestado por otros oradores del bando contrario entre ellos el secretario del Directorio del partido, señor Gennari, que en tono de amenaza declaró que en el caso de que el congreso no acep tase la8 conclusiones de la tercera Internacional do Moscou, sabrá el Directorio cumplir su deber. Por fin el día 20, apurado por unos y otros el Diccionario de los dicterios procedióse á la votación de las tres mociones presentadas, contra las conclusiones del Congreso de Moscou, la de los comunistas y un término medio entre una y otra ía de los concentrados con el resultado siguiente: La moción anterior obtuvo 98.020 votos. La de los comunistas, 58.873. La de los concentrados, 14.695. Hubo además 981 abstenciones. Este trinnfo de los socialistas onificados sobre los comunistas es considerado como un mal menor por los que preñeren las enfermedades crónicas á las agudas, pero aparte del avance del bolcheviquismo en Italia que ha restado á las fuerzas del antiguo partido socialista más de la tercera parte de sus adeptos, la excisión consumada en el Congreso de Berna, va á traer y puede ya decirse que como primera consecuencia está trayendo una serie de desórdenes inacabable en aquellos concejos municipales y provinciales qne tienen mayoría socialista. Claro está qne loa primeros culpables de esos desórdenes son los electores que tan mal uso hicieron de sus votos, pero eso no quita para lamentar la serie de disturbios qne habrán de producirse en las regiones de cuya administración se ha apoderado el socialismo por la apatía de loa amantes del orden más que por la fuerza efectiva de sus enemigos.
La especiosa y delicada cuestión de Fíame amenaza eterni
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zarse con peligro para la paz interior y exterior de Italia, no obstante la retirada de D'Annancio y la evacnación de dicha plaza por sus legionarios. Uno y otros han dejado en Fíame on fermento de discordia que se maniñesta en los diversos bandos en que se han dividido sus habitantes cayos hechos políticos hacen necesaria á cada momento la intervención de las tropas italianas qae acampan en los alrededores de la ciadad para conservar el orden mientras se consolida el gobierno qne han de darse los ñnmeses. Bandas de legionarios al abandonar á Fiame se han esparcido por las cercanías de aqaella comarca cometiendo toda clase de excesos, como si tavieran empeño en provocar un conflicto entre Italia y Sudeslavia y toda la vigilancia de los «carabinieri» ea poca para evitar los asaltos y saqueos que los tales legionarios intentan.
Conforta el ánimo en medio de la amargara qne todo italiano siente al contemplar los estragos que la indisciplina social en que vivimos causa, oír de labios augustos lecciones de prác tica caridad como las pronunciadas por Su Santidad el Papa Benedicto XV al r