LUCAS. Capítulo 5: 1-39

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LUCAS Capítulo 5: 1 - 39 Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por el evangelio según San Lucas. Comenzamos en esta oportunidad el estudio del capítulo 5 de este tercer libro del Nuevo Testamento, y en este capítulo encontraremos los siguientes aspectos: Cristo enseña desde la barca de Pedro. La pesca milagrosa. Cristo limpia al leproso. Cristo ora en el desierto. Cristo sana al paralítico. Cristo llama a Mateo. Cristo come con pecadores y explica el ayuno y las aflicciones venideras. En este capítulo veremos que el Dr. Lucas anota con sumo cuidado los detalles de la purificación y curación de un leproso, y de la sanidad de un paralítico. Consideremos, pues, cómo Jesús llama por segunda vez a los discípulos. Demos inicio a este capítulo 5, leyendo los versículos 1 al 3: 1

Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él

para oír la palabra de Dios. 2Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. 3Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. (Luc. 5:1-3) Aclaremos primero que el lago de Genesaret es otro nombre para el mar de Galilea. Los pescadores estaban allí lavando sus redes, cuando el Señor entró en la barca de Simón Pedro y le pidió que la apartara de la tierra. ¡Qué púlpito! Creemos que esta ilustración es simbólica y sugestiva. Cada púlpito es o debe ser una barca de pescar. Es un lugar donde se puede publicar la Palabra de Dios y tratar de pescar. Jesús les dijo a estos hombres que Él los haría pescadores TTB 4197

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de hombres. Ahora, esto no significa que usted va a pescar a alguien cada vez que comparta la Palabra viviente, porque ni aún los discípulos lograron tal cosa. Pero, esto significa, que Él está a bordo de la barca, nunca debe olvidarse que el trabajo supremo de la vida es pescar las almas de los hombres. Continuemos ahora con el versículo 4 de este capítulo 5 de Lucas: 4

Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes

para pescar. (Luc. 5:4) Después que el Señor hubo terminado de hablar a la gente, se dio vuelta y animó a los hombres a seguir pescando. Mateo y Marcos nos dicen que la primera vez que el Señor llamó a Sus discípulos, estaba caminando a orillas del mar de Galilea, y vio a Simón Pedro y a su hermano Andrés echando su red en el mar. Eran pescadores y nuestro Señor les dijo aquella vez: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Así lo encontramos en el capítulo 4 de Mateo, versículo 19; y también en el capítulo 1 de Marcos, versículo 17. Pero parece que estos hombres habían vuelto a su oficio de pescadores. Evidentemente, el Señor Jesucristo llamó a los discípulos en tres ocasiones diferentes. Se encontró con la mayoría de los que más tarde serían Sus discípulos, en Jerusalén. Juan nos cuenta en cuanto a esto en el capítulo 1 de su evangelio. Según aquel relato, algunos de los discípulos que seguían a Juan el Bautista querían saber dónde vivía Jesús. Entre los que seguían a Jesús estaban Felipe, Natanael, Simón Pedro y Andrés. Pero no fue en aquella ocasión cuando Jesús los llamó para ser Sus discípulos, sino que fue más tarde, cuando el Señor andando . . . . junto al mar de Galilea y les vio pescando. Fue entonces que los llamó, y allí mismo dejaron sus redes y le siguieron. Pero ahora, han vuelto a su antiguo oficio de pescadores. Más adelante el doctor Lucas nos dirá que el Señor les llamó de nuevo a volver a pescar hombres, y que fue en aquella ocasión que los hizo Apóstoles. Simón Pedro había estado sentado en la barca escuchando, mientras el Señor le hablaba a la multitud. Cuando el Señor terminó de hablar, le dijo a Simón que bogara mar adentro, y que echara sus redes porque Él quería ir a pescar con Pedro. En otras palabras, el Señor le estaba TTB 4197

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diciendo a Pedro: “Tú dejaste de pescar conmigo, ahora pues, Yo voy a pescar contigo”. Ahora, el versículo 5, dice: 5

Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada

hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red. (Luc. 5:7-8) Note usted la frase: mas en tu palabra echaré la red. Simón Pedro reprendió a Cristo. Estos hombres eran diestros pescadores y creían saberlo todo en cuanto a la pesca y el mar de Galilea. Realmente, sí sabían mucho en cuanto al arte de la pesca. Pero Pedro dijo claramente que habían trabajado toda la noche sin pescar nada. La historia cuenta que una vez Wellington, el famoso militar que derrotó a Napoleón, le dio una orden a uno de sus Generales, y que éste le respondió que era imposible ejecutarla. Wellington le mandó a seguir adelante porque él no daba órdenes imposibles. Amigo oyente, cuando el Señor Jesucristo le da una orden a usted, no es necesario que usted le reprenda ni que le diga que no le es posible hacerlo. Él no da órdenes que son imposibles de llevar a cabo. Leamos ahora el versículo 6 de este capítulo 5 de Lucas: 6

Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. (Luc.

5:6) La pesca debe ser hecha según la dirección del Señor. La pesca es un arte. Uno tiene que ir donde se hallan los peces. Uno tiene que usar el cebo o la carnada indicada, y uno necesita ser paciente. Tenemos que pescar, amigo oyente, según las instrucciones del Señor. En este caso, la red estaba tan colmada con peces que ya se rompía. Pero más adelante, en el evangelio según San Juan tenemos el caso de una red cargada con peces, que no se rompe. La red del pescador ilustra una verdad espiritual. Aquí en este caso no había una red que podía aguantar los peces, por la sencilla razón de que Cristo todavía no había muerto, ni había mucho menos resucitado de los muertos. Este hecho, la muerte y resurrección de Jesucristo, es el evangelio y la red evangélica que podrá aguantar los peces, será una que se apoya en la muerte y TTB 4197

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la resurrección de Cristo.

En el tiempo de aquel incidente, no había ninguna muerte ni

resurrección cuando se rompió la red. Después de Su muerte y resurrección Cristo pescó otra vez con Sus discípulos, y les dijo cómo pescar, y en aquel entonces la red no se rompió. Pasemos ahora a los versículos 7 y 8 de Lucas capítulo 5: 7

Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que

viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. 8Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. (Luc. 5:7-8) Note usted que la pesca fue muy grande y que Pedro confesó su fracaso. Vio que no era buen pescador de peces, debido a su falta de fe. Cuando Simón le dijo al Señor: Apártate de mí, Señor porque soy hombre pecador, estaba diciéndole: “Señor, me llamaste a ser pescador de hombres y fracasé. Volví a pescar peces. Yo creía que yo sabía lo que era mejor pero no lo sabía. Apártate de mí, Señor, déjame solo. Soy pecador, y es mejor que encuentres a otro de quien te puedas fiar”. El Señor, sin embargo, no intentó apartarse de Simón Pedro. Él lo iba a usar, y esto mismo se aplica a nosotros hoy en día también. Lo que tenemos que hacer es reconocer y confesar que no somos buenos pescadores, y reconocer nuestras fallas e infidelidad. Cuando estamos dispuestos a venir a Él, Él no nos excluirá del trabajo de pescar las almas de los hombres, ni se apartará de nosotros. Continuará usándonos. Leamos ahora los versículos 9 y 10: 9

Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos

los que estaban con él,

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y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran

compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. (Luc. 5:9-10) Como lo veremos más adelante, Simón Pedro sí pescó hombres, y muchos. ¿Recuerda usted lo bueno que fue la pesca en el día de Pentecostés? Así, pues, esta respuesta del Señor a Pedro tiene un significado muy importante. Ya no pescaría peces muertos sino hombres vivos. Esa expedición de pesca reveló entonces, dos cosas. Primero, que los discípulos no podían pescar; y segundo, que el Señor sí podía pescar. Esta lección también nos enseña otra cosa: que hay otro TTB 4197

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pescador. Su nombre es Satanás. ¿Sabía usted que Satanás es pescador también? El Apóstol Pablo nos dice que él tiene interés en “la pesca”, en su segunda carta a Timoteo, capítulo 2, versículo 26, donde leemos: y escapen del lazo (o la red) del diablo, en que están cautivos a voluntad de él. Satanás tiene su anzuelo en el agua también. Dios está pescando, procurando pescar su alma, amigo oyente, pero Satanás también está pescando, procurando coger su alma con la carnada que tiene en su anzuelo. En el anzuelo de Satanás cuelgan las cosas del mundo, y en el anzuelo de Dios cuelga una cruz. El Hijo de Dios murió en esa cruz por usted, amigo oyente. Este es el mensaje de Dios para usted. A propósito, ¿quién le ha pescado a usted? ¿En cuál anzuelo se halla usted hoy en día? O bien se encuentra usted en el anzuelo de Dios, o de otra manera, en el anzuelo de Satanás. O el diablo le ha pescado, o Dios le ha pescado. ¡No hay un tercer pescador! Y pasamos ahora a otro aspecto: Jesús limpia a un leproso. Leamos los versículos 12 y 13 de este capítulo 5 de Lucas: 12

Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra,

el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

13

Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo:

Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él. (Luc. 5:12-13) En los versículos 12 al 15 aparece el relato sobre la sanidad de un leproso. El doctor Lucas era buen médico. Reconoció una implicación psicológica en la sanidad de este leproso, que no era entendida tanto en aquel entonces. No se nos dice cómo este hombre descubrió que tenía lepra, pero pudo haber sucedido de la manera siguiente: Un día que llegó a casa después de arar el campo le dijo a su esposa: “Tengo una pequeña llaga en la palma de la mano. Me molesta cuando estoy arando. Quiero que le pongas una cataplasma y que la cubras”. Su esposa vendó su mano, pero al día siguiente esta llaga empeoró. Al pasar unos días, ambos se asustaron. Su esposa le dijo entonces: “Creo que debes ir al sacerdote”. Y así fue como el sacerdote lo aisló por catorce días. Cuando lo sacaron, el sacerdote lo examinó otra vez y notó que la llaga se había extendido. El sacerdote, entonces, tuvo que informarle que tenía lepra.

Suponemos que al saber esto rogaría al sacerdote:

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“¡Permítame ir a la casa para despedirme de mi esposa y de mis niños!” A lo cual el sacerdote le contestó: “No, no puedes despedirte de ellos. Nunca jamás podrás abrazar a aquellos niños preciosos ni a tu esposa”. El hombre, entonces, tuvo que irse solo. Su familia le traía la comida a cierto lugar y luego se apartaba cuando él venía a buscarla. Desde lejos él podía ver a su esposa y a sus niños, a quienes tanto amaba. Sólo podía ver crecer a sus niños allá desde la distancia. Pero, un día, vino el Señor Jesucristo, y el leproso le dice: Si quieres, puedes limpiarme. El Rey de Reyes le respondió Quiero, sé limpio. Ah, pero note usted, cómo el Señor le sana: Extendió Su mano y tocó a este hombre afligido con lepra. A este pobre “intocable” nadie le había tocado por muchos años. ¿Se puede usted imaginar lo que debe haber significado para este pobre hombre, sentir la mano de Cristo sobre su cuerpo? Amigo oyente, ¿ha tocado su vida el Señor Jesucristo? Hay tantas vidas que todavía necesitan ser tocadas. Confiamos en que usted pueda alcanzar a alguien para el Señor Jesucristo. Él nos dijo que debemos ser pescadores. Y usted necesita extender la mano y así tocar algún alma que sólo usted puede tocar hoy en día. Y pasamos ahora a otro aspecto: Jesús sana al paralítico. Leamos los versículos 17 hasta el 20 de este capítulo 5 de Lucas: 17

Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores

de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar.

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Y sucedió que unos

hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él. 19Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús. 20Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados. (Luc. 5:17-20) Este es el relato sobre cómo fue sanado el paralítico de Capernaum. Algunos amigos de este hombre lo bajaron por el techo de una casa para que el Señor Jesucristo lo pudiera atender. Mateo y Marcos también incluyen este incidente en sus evangelios. Marcos da el relato más largo en su evangelio, que es a la vez el más corto. El Señor sanó a este paralítico porque estos TTB 4197

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cuatro hombres lo trajeron a la presencia de Cristo, a un lugar donde el pobre enfermo pudo escuchar a Cristo decirle: Hombre, tus pecados te son perdonados. Fueron palabras maravillosas las que llegaron a los oídos de este hombre. Hay muchas personas que no van a recibir el mensaje de la salvación, a menos que usted, amigo oyente, esté dispuesto a pararse en una extremidad de sus camillas para llevarlas al Señor porque se encuentran paralizados. Han sido inmovilizados por el pecado y por muchas otras cosas que el mundo tiene para ellos. Algunos hombres han sido paralizados por los prejuicios, y otros por la indiferencia, y estos nunca van a escuchar a Jesús decirles: Hombre, tus pecados te son perdonados, a menos que usted, amigo oyente, tome una extremidad de sus camillas y los lleve a Cristo. Todas estas historias revelan el hecho de que el Señor Jesucristo quiere que nosotros propaguemos el mensaje de la salvación a otros. Por esta razón predicamos la Palabra de Dios, y recuerde esto: Un solo hombre no puede llevar una camilla. Eran cuatro los que llevaban la camilla del paralítico. Pero, son muchos los hombres y las mujeres que se necesita hoy en día, para dar la Palabra de Dios a tantos necesitados. Y pasamos ahora a considerar el llamamiento de Mateo. Leamos los versículos 27 y 28 de este capítulo 5 de San Lucas: 27

Después de estas cosas salió, y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de

los tributos públicos, y le dijo: Sígueme.

28

Y dejándolo todo, se levantó y le siguió.

(Luc. 5:27-28) Mateo nos da esta información en su evangelio, y Marcos nos da unos detalles más, pero Lucas comparte algo ahora que no se halla en los otros evangelios. Leamos el versículo 29 de este capítulo 5: 29

Y Leví le hizo gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de

otros que estaban a la mesa con ellos. (Luc. 5:29)

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Esta cena fue dada por Leví como una manera de tratar de ganar a los hombres para el Señor Jesucristo. Leví no había sido instruido en un seminario teológico. Era un recaudador de impuestos y quizá algo pícaro. Cuando halló la salvación mediante el Señor Jesucristo, hizo todo lo que pudo para ganar a las almas perdidas. Era un publicano rico, y por tanto dio una cena y convidó a todos sus amigos de la misma clase, para que también hallaran la salvación. A los escribas y fariseos que fueron convidados a la cena les fue difícil quedarse callados y por fin fueron donde el Señor y le formularon una pregunta. Leamos el versículo 30 de este capítulo 5 de Lucas: 30

Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué

coméis y bebéis con publicanos y pecadores? (Luc. 5:30) Los escribas y fariseos le hicieron una pregunta al Señor, y como lo veremos en el versículo 31, Él les dio una buena respuesta. Nuestro Señor siempre protege a los Suyos. Leamos, entonces, los versículos 31 y 32: 31

Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico,

sino los enfermos.

32

No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al

arrepentimiento. (Luc. 5:31-32) Los escribas y fariseos le preguntaron al Señor que ¿por qué comía con los publicanos y pecadores? La respuesta del Señor fue simple y maravillosa. Era el Gran Médico y Él no andaba sanando a los que gozaban de buena salud. Vino a ministrar a aquellos que estaban enfermos a causa del pecado. El evangelio realmente es para los que reconocen su propia necesidad. Hay algunos que creen que son demasiado buenos como para necesitar la salvación. No se dan cuenta de su necesidad. Pero, si usted, amigo oyente, reconoce que tiene una necesidad, entonces, el evangelio es para usted. Cristo puede y quiere salvarle.

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Si usted es arrogante y no reconoce que tiene alguna necesidad personal, permítanos decirle que al continuar en el camino que usted ha elegido para sí mismo, éste le conducirá a la destrucción y perdición eternas. Evidentemente, los discípulos de Juan también estaban presentes en esta gran cena, y por tanto los escribas y los fariseos preguntan: ¿por qué los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunaban, mientras que los discípulos de Jesús se están divirtiendo? Leamos este incidente según aparece en los versículos 33 al 35 de Lucas, capítulo 5: 33

Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y

hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben? 34Él les dijo: ¿Podéis acaso hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos?

35

Mas vendrán días cuando el esposo les será quitado; entonces, en

aquellos días ayunarán. (Luc. 5:33-35) Es bueno divertirnos, pero el ayuno también es beneficioso. Debemos reconocer que nuestro Señor está en el cielo y que nosotros estamos acá en un mundo que le ha rechazado. Nuestro deber es darles la Palabra de Dios a los necesitados. Y, amigo oyente, nuestro tiempo se ha agotado, así es que tenemos que detenernos por esta ocasión. Continuaremos, Dios mediante, en nuestro próximo programa y confiamos que usted nos vuelva a sintonizar en la continuación de este estudio del evangelio según San Lucas. Será, Dios mediante, hasta nuestro próximo programa, es nuestra oración ¡que Dios continúe bendiciéndole en manera especial!

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