LUNES DE PASCUA DE RESURRECCION

LUNES DE PASCUA DE RESURRECCION (corresponde al III Domingo de Pascua de la liturgia actual) SERMON 1º 1 "¿Tú eres el único peregrino de Jerusalén que

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II DOMINGO DE PASCUA
CEP PERUANO CHINO JUAN XXIII COMUNICADO 06 - 2016 / DIRECCIÓN San Miguel, 04 de abril de 2016 “No sirve de nada andar en todos lados predicando, a m

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LUNES DE PASCUA DE RESURRECCION (corresponde al III Domingo de Pascua de la liturgia actual) SERMON 1º 1 "¿Tú eres el único peregrino de Jerusalén que no sabe las cosas que han pasado en ella estos días?" Lucas 24,18 1.- Grandísimo trabajo y fatiga es peregrinar por tierras extrañas, principalmente por desiertos, por entre montañas, por entre peñascos y por tierras escabrosas. Este dolor y trabajo se aumenta con la sed y el hambre, pues caminar teniendo sed y hambre es un grandísimo sufrimiento. Pues, hermanos, que cada uno ponga los ojos sobre sí mismo y verá cuán fatigado y trabajado anda por conservar su estado, su fama y su pompa. Veréis, por ejemplo, que uno tiene hijas casaderas, y no tiene qué darles, y de ahí el que lo veáis muy cansado y fatigado yéndose a las Indias, a Flandes o a Lombardía. Siempre anda con el corazón soliviantado, pensando en si se le levantará el factor que tiene en Flandes, etc. Mirad ahora al labrador, qué cansado anda de pensar si faltará agua en el mes de abril, si se le secará el trigo, si vendrá una nube que destruya su cosecha, o si vendrá un cierzo que queme los pimpollos de las cepas, cuando brotan. Y así, discurriendo por los demás estados, todos andan cansados y fatigados de miserias. Además de esto todos los que servimos al mundo andamos cargados de sed, y también los que sirven a Dios andan muertos de sed por las cosas de Dios. En suma, que todos somos peregrinos y caminantes que andamos cansados, sedientos y hambrientos. 2.- Pero a los caminantes quédales un remedio y es que, de cuando en cuando, pueden descubrir una ciudad populosa y provista de todo lo necesario, donde pueden refrescar y reposar, y matar el hambre y la sed, y con esto caminar con más ánimo y esfuerzo. Pues andamos todos caminando por este mundo y una de las cosas que más nos consuela y da aliento y ánimo para caminar es que descubrimos una ciudad, que es la Reina de los ángeles, llamada por Isaías ciudad del sol (Is 19,18). Esta es esa ciudad populosa en la cual hay toda clase de refrescos y de satisfacciones, hartura del pan de la gracia y del vino de la consolación. Es la ciudad en donde habita y mora Dios, y toda su corte. Pues una ciudad como ésta, ¡cuán provista debe estar de todo lo necesario! Por eso a esta ciudad se acogen los peregrinos y caminantes. A ella se aplican aquellas palabras de Cristo: No se puede ocultar una ciudad que está sobre un monte (Mt 5,14). Pues vos, Virgen sacratísima, sois esa ciudad, cuyo ciudadano es Dios, y no podéis esconderos porque estáis en las alturas, en los montes de la misericordia, de la piedad y de la clemencia. Las puertas de esta ciudad son vuestras sacratísimas entrañas, en donde de día y de noche todos hallan posada y morada; tanto los que caminan en la noche del pecado mortal, como los que caminan durante el día de la gracia, todos hallan entrada, a todos se les abren las puertas de vuestra misericordia y clemencia. Y puesto que las puertas de esta ciudad están siempre abiertas, entremos nosotros ahora a tomar el refresco de la gracia y del consuelo. Y eso lo conseguiremos si con mucha humildad, y poniéndonos de rodillas, le decimos: Ave Maria. 3.- Cuenta el santo Evangelio que el mismo día de la resurrección, hacia la tarde, iban dos discípulos de Cristo hacia el castillo de Emaús, apartado de Jerusalén como dos leguas. Iban tardos en la fe, desconfiados y perdida su esperanza en la resurrección de Cristo. San Agustín afirma de ellos: ¡Oh discípulos! ¿Decís que esperabais que Cristo fuera el libertador de Israel?... Luego, si esperabais, es señal de que ya no esperáis que esto se cumpla2. Y así tenía que ser: la gente que no 1 2

Obras y sermones, vol. II, pp.18-26 SAN AGUSTÍN, Sermones, 140

confía en su resurrección no podía permanecer en Jerusalén, porque es imposible desviarse de la fe sin salir de Jerusalén. Jerusalén significa paz; por eso, en perdiendo la fe, tenéis que salir de la paz, del sosiego y de la tranquilidad. Y si no, mirad los malditos herejes de nuestros días, ¡con cuánta inquietud, con cuántas guerras y desasosiegos andan! El camino por donde se va a Jerusalén, es decir, a la paz, es la fe; y aunque estos discípulos andaban tardos en la fe de la resurrección, sin embargo como se habían criado con buena leche, y eran discípulos de un buen Maestro, en seguida se les conoció. Dice el texto sagrado que iban hablando entre sí y tratando de las cosas referentes a la pasión y muerte del Maestro. No iban ocupados en conversaciones profanas y deshonestas, sino en muy santas palabras, y fueron tales, y de tanta eficacia, que atrajeron a Dios por la fuerza. Pues, añade el texto sagrado, que andando en estas razones se les apareció Cristo en forma de peregrino, y se puso a andar con ellos. ¡Cuánto puede y vale el buen hablar! Tenéis que saber que entre el corazón y la lengua existe un grandísimo parentesco y una gran hermandad, porque la lengua en seguida se aficiona a lo que hay en el corazón y se apega a ello; y de ahí el que la lengua hable luego de lo que hay en el corazón. Y lo mismo ocurre al revés, que el corazón se apega a lo que hay en la lengua. 4.- El corazón y la lengua son, como digo, muy buenos parientes, y existe entre ellos una gran afinidad y hermandad. Así lo aseguró la misma suma verdad cuando dijo: La lengua habla de la abundancia del corazón (Lc 6,45). De ahí que quien tiene el corazón en Dios, siempre quiere hablar de Dios, porque de lo que hay en el corazón habla la boca. Y lo mismo ocurre cuando vuestro corazón ama y desea los dineros, u otras cosas materiales. Si vuestro corazón arde en la concupiscencia de la carne, todas sus conversaciones serán carnales. Y, como os dije antes, lo mismo sucede al contrario. Si continuamente estáis hablando de dineros, luego vuestro corazón se abrasa en la codicia del dinero; y si sólo habláis de amores, luego se os inflama el corazón en esos amores. Y todo esto es efecto de la familiaridad que existe entre el corazón y la lengua. Por eso es norma de los siervos de Dios, hablar siempre de la virtud, para que aunque no la posean, al hablar mucho de ella, el corazón se aficione, se apegue y se inflame en ella. Y ésta es también la razón por la que se celebran tantas fiestas religiosas, para que en ellas os ocupéis en tratar de las mercedes que Dios nos hace, para que así, hablando de ellas muchas veces, al final se encienda y abrase el corazón en el amor de Dios y de la virtud. Pero, decidme la verdad, hermanos: ¿Os parece que las fiestas se ocupan realmente en hablar de las mercedes que Dios nos hace? Por reverencia a Dios, que ahora se ponga cada uno la mano en el pecho, y vea cuán poco se ha ocupado en hablar del misterio de la santísima resurrección en estos días. Mirad cuántas horas habéis gastado en comer, beber, jugar, hablar y pasear, y cuán poquitas son las que habéis gastado en hablar de la merced que Dios nos hizo al resucitar, pues si no hubiera resucitado, ¿de qué nos aprovecharía el que se hubiera hecho hombre, y el que hubiera muerto en una cruz, etc.? 5.- ¡Cuánto le debemos por esta sola merced! ¡Y cuán poquitos ratos gastamos en estas santas conversaciones! ¡Esto es un gran mal! Que se celebren las fiestas para que el corazón del hombre se inflame en las cosas divinas, ¿y que lo más olvidado en esta fiesta de la resurrección sea la misma resurrección? Observad lo que hicieron estos dos discípulos que, al ir hablando de cosas santas, con ellas se atrajeron a Cristo, para que les sacase de aquella su tibieza en creer y esperar. Pues entended que lo mismo haría Cristo con vosotros, si lo recibierais por huésped. ¿En qué os aventajáis a los infieles si no os ocupáis de las cosas santas en estas fiestas, y de los misterios que en ellas se celebran? ¿Qué más hacéis que ellos? ¿Que en los días de fiesta no trabajáis? Tampoco ellos trabajan y, a lo mejor, las guardan mejor que vosotros. Es cosa propia de infieles el que, durante toda la cuaresma os aparejéis para celebrar la pascua, y que ahora, lo que más olvidado tenéis es la misma pascua. ¿Para qué te has confesado y comulgado, y has hecho muchas obras buenas en esta cuaresma, sino para ocuparte mejor en el día de pascua de la santísima resurrección del Señor? Y es lo que tienes más olvidado. Algunos el Domingo de Ramos se dan una gran prisa en recoger ramos, y se desviven por ello, y luego llegando a casa los ponen en un rincón, se llenan de polvo, y ya no

piensan en ellos hasta la pascua siguiente en la que, a lo sumo, se los dan al Vicario para que haga ceniza con ellos. Mirad en qué para todo el afán por recoger los ramos. ¿Qué pensaría de vosotros quien os viere durante la cuaresma recoger ramos, confesaros, ayunar, dar limosnas, hacer oración, etc., y pasada la cuaresma ya no os acordarais de todo eso hasta la otra cuaresma? Ciertamente es un gran mal y una gran desventura el que ya no os acordéis más de practicar la virtud, y de hacer limosnas, etc. Pues, hermanos, ocupaos durante las fiestas en aquello para lo que están ordenadas, y Dios os quitará la ceguera del alma, y le tendréis por huésped, como estos discípulos, a quienes se les apareció en figura de peregrino. 6.- Jesús les dijo: ¿Qué conversación es ésta que lleváis entre vosotros en el camino y que os tiene tristes? (Lc 24,17). ¿Qué pláticas son éstas que lleváis entre vosotros? Ellos le respondieron: ¿Tú eres el único peregrino de Jerusalén que no sabe las cosas que han pasado en ella estos días? (ibíd. 18). Estas son unas palabras provechosísimas para consuelo de nuestras almas, pues estos dos discípulos las pronunciaron por boca del Espíritu Santo. Si hubieran dicho, ¿eres tú el único peregrino de Babilonia?, no hubieran acertado, porque en ésta había muchos peregrinos. Llaman a Cristo el único peregrino de Jerusalén, porque Cristo era ya comprensor y bienaventurado en el alma y en el cuerpo, y su propia habitación era el cielo. Por eso dicen muy acertadamente: Eres tú el único peregrino de Jerusalén. Como si dijeran: Señor, vos solo sois el que anduvisteis peregrinando por el mundo, porque vuestra morada natural es el cielo. Por ejemplo: Os acontece caminar hasta la corte, y allí veis a un hombre que estaba muy regalado en su tierra, y veis que va de audiencia en audiencia, y de oidor en oidor. ¿Cuál es la causa? El os contestará: Señor, mis hijos son la causa, porque como padre tengo que procurar por sus necesidades y remedio, y aunque ellos son malos hijos, yo soy buen padre, y no puedo olvidarme de ellos, sino que tengo que sufrir esta peregrinación y padecer estos trabajos, y por eso ando arrastrado y afrentado de juez en juez. ¡Oh bondad de Dios! Estaba el Verbo divino en su tierra, esto es, en el cielo, con toda clase de regalos y de contentos. Pues, ¡santo Dios!, ¿quién os hizo venir a las cortes de este mundo para ir peregrinando de audiencia en audiencia, y de juez en juez, y de casa de Anás a la de Caifás, etc. , arrastrado, deshonrado, afrentado, menospreciado, abatido, atormentado, de tormento en tormento, de trabajo en trabajo, y de fatiga en fatiga?... ¿Sabéis quién me ha traído aquí? Los pecados, los desvaríos, las locuras y las maldades de mis hijos, los hombres; y aunque ellos sean malos hijos, yo soy buen padre. Por eso estos dos discípulos tienen razón al decir: Tú eres el único peregrino de Jerusalén que no sabe las cosas que han pasado en ella estos días. 7.- Otro ejemplo: Os acontece que tenéis a vuestro hijo malo, y luego prometéis hacer romerías, peregrinaciones y votos para que se remedie y que se cure. Pues, ¡oh amor de Dios!, que al ver al mundo sumido en tantos males, pecados, necesidades y enfermedades, hicisteis muchos votos y promesas, y os comprometisteis a realizar una peregrinación para sanarlo. Dice el Salmista: Juró el Señor a David esta promesa que no retractará (Sal 131,11). Es decir, que Dios hizo votos a Abraham y a David en favor de los hombres, sin faltar a su palabra. Por ejemplo: Vais a confesaros y tenéis grandes pecados. ¿Cuál es el remedio? El confesor os impone como satisfacción la penitencia de que vayáis en romería a Jerusalén. Pues esto es lo que hizo el Padre eterno con su Hijo. «Puesto que has cargado con los pecados del mundo —le dijo— y quieres satisfacer por ellos, te impongo como penitencia que vayas en romería a Jerusalén». Por eso decía David: Mis maldades sobrepujan por encima de mi cabeza (Sal 37,5). Son tantos mis pecados y los del mundo, que han sobrepujado mi cabeza que es Cristo, pues como dice San Pablo, Cristo es la Cabeza de todo (1 Co 11,3; Ef 4,15; Col 1,18). «Pues ya que eres la Cabeza de todo —le dice el Padre eterno—, te impongo que vayas a Jerusalén en peregrinación y romería, puesto que te has obligado a pagar por los pecados del mundo». Y esta es la razón por la que se vistió de la esclavina y sayal de nuestra humanidad y vino a buscar las reliquias tan alabadas por los santos padres, como fueron los clavos, la corona de espinas,

la lanza, y tantos trabajos; y los halló y aceptó de muy buena voluntad. Y así como los peregrinos, cuando llegan a la Iglesia que van a visitar, lo primero que hacen es dejar allí un exvoto o imagen de cera, así este divino peregrino, cuando vino a visitar Jerusalén, dejó su propia imagen, no pintada en cera, sino su mismo cuerpo clavado en la cruz. Y así como los peregrinos en testimonio de su romería se llevan estampas y reliquias de su peregrinación, así este divino peregrino se quedó con la señal de sus llagas, con el fin de que fuesen un testimonio evidente de su romería, tanto para que sus discípulos entendieran que había resucitado, como también para mover a su Padre e inclinarle a misericordia con los hombres. De la misma manera que un caballero que ha recibido muchos golpes en una guerra, y aunque los tenga curados, siempre conserva su señal para decirle al rey, esto padecí por vuestro servicio, estas llagas me hicieron por serviros; así también a Cristo le quedaron estas llagas para decirle al Padre: Estas son las señales de lo que padecí por los hombres y por serviros a vos; que ellas os obliguen a concederles mercedes y beneficios. 8.- También dejó sobre sí las señales de las llagas para confusión de los malos, que no quisieron aprovecharse de su gloriosa pasión, ni cumplir su voluntad, sino la del mundo. Decidme: ¿Qué ha hecho el diablo en favor vuestro? ¿Os ha creado? ¿Os ha redimido? ¿Es él quien os mantiene y sustenta, para que hagáis su voluntad? Este también se hizo peregrino para acaparar más, como hacéis vosotros que andáis de tierra en tierra, de feria en feria, y por hallar alguna riqueza os echáis a los abismos y hasta el centro de la tierra. Por eso Cristo bajó hasta los abismos para sacar de allí y ganarse las almas de los santos padres, tal como lo manifiesta San Pablo: Al subirse a lo alto se llevó consigo cautiva a una grande multitud de cautivos (Ef 4,8); o como afirman otros: Descendió a los abismos y sacó a los cautivos. Como si dijera: ¿Veis a ése que lleva tantas almas? Pues antes de que las ganase, descendió hasta los abismos del infierno. Por eso los discípulos le dijeron: Tú solo eres el peregrino de Jerusalén. Pues nosotros, aunque somos peregrinos, pero no lo somos de Jerusalén, sino de Babilonia. 9.- Los hombres somos peregrinos y desterrados, porque las demás criaturas cada una tiene su propio lugar, en cambio el hombre camina siempre aguardando el cielo. Los animales y las aves no tienen nada que esperar porque ya están en el agua o en la tierra, que es su propio lugar. Sólo el hombre es el que no está en su parroquia, en su morada, hasta llegar al cielo. Pues siendo verdad que somos peregrinos, ¿a qué viene el que vayamos tan cargados con las cosas del mundo? Si cuando un hombre camina por lo llano, si va cargado con una carga mediana, apenas puede andar, ¿cuánto menos podrá caminar si ha de subir una cuesta? Pues tened presente que el camino del cielo, por el que caminamos, o por mejor decir, por el que queremos caminar, es todo cuesta y subida. ¿Cómo será posible subir con tanta carga de negocios, de tratos y retractos, y con la tristeza en el corazón de no haber podido vengar las injurias? ¡Oh, y qué amor tenemos a las cosas del mundo! Fijaos lo que dice Dios en el Levítico: Todo animal que va arrastrándose por el suelo es abominable (Lv 11,42). Pues, ¿cuánto más abominable no será el hombre que va pecho por tierra, envuelto en las cosas terrenas? Considerad, hermanos, que somos peregrinos, y no podemos ir al cielo mientras estamos embarazados y cargados con las cosas del mundo. 10.- Si uno se halla embarazado cuando se le pide desempeñar el oficio de otro, sin abandonar el suyo propio, porque se siente incapaz de llegar a todo, ¿cómo pretendes tú desempeñar el oficio más importante, que es el de ir al cielo, embarazado y revuelto con las cosas del mundo? Si le pides al calcetero que te haga un sayo, en seguida te dirá, quita de ahí, que me embaraza; y si al zapatero le pides que te haga unas calzas, te dirá lo mismo. ¿Y a ti, para ir al cielo, no te embarazan las cosas del mundo, tanto amor, tanta afición, tanta honrilla, tanta niñería y tanto no se qué? ¡Oh gente loca y desatinada! Que Dios os alumbre con su clemencia como alumbró a estos dos discípulos, para que veáis cuán errados andáis y cuán mal desempeñáis el oficio de peregrinos. ¿Quién os ha embarazado tanto para que vayáis tan afanados por las cosas del mundo, habiendo mandado Dios que las dejéis?

11.- ¿No habéis visto alguna vez que una mula da vueltas y vueltas y siempre se queda en el mismo sitio? Decidme: Por muchas vueltas que dé al día, ¿cuánto habrá avanzado a la noche? Mirad lo que dice Job: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré a ella (Jb 1,21). Pues entended que, por más vueltas que deis, por más que acaparéis y hagáis tratos, y os vayáis a las Indias, etc., cuando os llegue la noche de la muerte os quedaréis tan desnudos como salisteis de las entrañas de vuestra madre. Tened en cuenta que, si somos peregrinos, tenemos que demostrarlo en el traje, y creo yo que no lo demostramos cuando andamos con tanta locura, con tantas sedas, con tanto brocado, con tanta holanda, con tantos volantes y con tantos bordados. ¿Quién vio jamás con esclavina de terciopelo, ni brocado, a uno que pretende ser peregrino que camina hacia el cielo? ¿Con tanto reposo quién puede llegar hasta allí? 12.- Imaginad que uno va de camino y entra en una venta en donde sólo encuentra mal recado y se pasa la noche aguardando que llegue el día para marcharse. Pues entended que este mundo no es más que una venta, en la cual todo nos es contrario, y lo único que debemos desear es cuándo llegará la hora de la muerte para que nos saque de aquí. Por consiguiente, hermanos, haced vida de peregrinos y cuidad de dejar una señal de vuestra peregrinación. Veamos: ¿Qué señal dejáis vosotros? ¿Qué buenos ejemplos, qué dechados de virtud dejáis por donde puedan seguir vuestros sucesores? Fijaos qué buenos dechados nos dejaron los primeros cristianos, qué de templos, qué de órdenes religiosas, qué de hospitales y qué de Iglesias con muchas rentas y prebendas. Ahora, en cambio, si se cae la pared de un monasterio, no hay quien la vuelva a reedificar. ¿Cuál es la causa? Que aquellos primeros cristianos eran verdaderos peregrinos y caminaban dejando buenos ejemplos y pruebas de su peregrinación. Y ahora ¿qué ejemplos dejan los cristianos? ¿Sabéis cuáles? Muchas armas, muchos mayorazgos, todo es fundar rentas para sus hijos y herederos, muchas locuras y vanidades, muchas tapicerías, etc.; y todo es finalmente señal de vuestra condenación. Por tanto, hermanos, es menester darse a la vida virtuosa, y dejar buenos ejemplos para que los que vengan después puedan imitaros. 13.- Además de esto, mirad que Cristo no se contentó con venir en romería al mundo, sino que fue también en romería a los infiernos. Con esto se nos enseña que la mejor romería que podéis hacer cada día es ir dos o tres veces con el pensamiento a los infiernos. Pero esto ha de hacerse mientras es de día, esto es, mientras vivís, porque si lo hacéis en la noche, esto es, a la hora de la muerte, amarga sería para vosotros esta romería, porque os conduciría a permanecer allí eternamente. Por eso os digo que esa romería tenéis que hacerla durante el día de la vida, no a la hora de la muerte. David decía: Desciendan al infierno mientras viven (Sal 54,16), pues si se van allá cuando llegue la muerte, negra romería sería para ellos. Mirad la patraña y mentira del mundo de los que dicen que quien no va a Santiago en vida, irá allá en la muerte. Esto es una patraña y una mentira. Pero es una gran verdad que si de día no vais con el pensamiento a los infiernos, es seguro que iréis allá en la noche de la muerte. Ved cuántos reyes, cuántos emperadores, cuántos monarcas del mundo, cuántas doncellas, damas y jóvenes están ardiendo allí, por no haber ido en vida en peregrinación allá, y ahora no aguardan sino la resurrección general, para que aquellos cuerpos que regalaban con muchas satisfacciones sean abrasados y atormentados para siempre. Pues evitemos este peligro siendo buenos y verdaderos peregrinos. 14.- ¿Tú eres el único peregrino de Jerusalén que no sabe las cosas que han pasado en ella estos días? ¿Eres tú el único que ignora que han crucificado a un profeta muy santo en obras y doctrina, que lo han azotado, coronado de espinas, y clavado en una cruz? Nosotros somos sus discípulos y esperábamos que tenía que resucitar, pero según parece ya no ha lugar a tal espera. Unas santas mujeres fueron hoy antes de amanecer y nos dijeron que hallaron el sepulcro abierto, pero que en él no había nadie. También fueron allá algunos de los discípulos y hallaron que lo que decían las

mujeres era verdad. Pero a él no lo encontraron. Y fue entonces cuando el Señor abrió su santísima boca y les dio una reprensión muy áspera, diciéndoles: ¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No es verdad que era necesario que el Cristo padeciese estas cosas y así entrara en su gloria? (Lc 24,26). ¡Oh necios, locos y desatinados! ¿Pero no sabéis que convenía que muriese así? ¿Cómo sois tan incrédulos? ¿Cuántas veces os predicó ese Maestro que convenía que sucediera todo eso?... ¡Oh, qué divinas palabras son éstas, hermano! ¡Convenía que la suma bondad padeciese! 15.- Os lo explicaré con un ejemplo. Tenéis una espada muy bien afilada, cuyos filos son muy cortantes; y para que no corte tanto le dais unos golpes sobre una piedra, a fin de que mellada y doblados los filos, no corte tanto. Pues entended que la espada de la justicia de Dios estaba muy afilada y con los filos muy cortantes, haciendo grandes estragos entre los hombres. ¿Qué remedio podía emplearse para que no cortase tanto? Pues darle muchos golpes en la piedra, que era Cristo (cfr. 1 Co 10,4). Esto es, que se descargasen sobre él los trabajos, los azotes, la corona de espinas, los clavos, la lanzada y la muerte, y así, de esta suerte, esa espada de la justicia de Dios quedaría templada y con los filos doblados. Y llegaron a darle tantos golpes que vino como a quebrarse y mellarse de tal manera que de muy rigurosa y cruel vino a convertirse toda ella en misericordia. ¡Oh, bendita sea esta piedra! ¡Bienaventurados los hombres que tiene la justicia de Dios ablandada y convertida en misericordia! ¿Veis, pues, a través de este ejemplo, cómo convenía que Cristo padeciese? Otro ejemplo. Cuando una nubecilla está en lo alto de los aires y está echando gotitas de agua como de rocío, si le pegan los rayos del sol, en seguida veréis que se forma sobre el firmamento un arco, muy bien labrado y pintado, de muchos colores —rojos, negros, etc.—, que significa que no habrá más diluvio. Pues ésta es la señal que Dios ofreció de su amistad entre él y los hombres: Pondré mi arco —dice el Génesis— en las nubes, y será la señal de la alianza entre mí y la tierra (Gn 9,13). Pues bien, este arco con tantos colores y tantos signos es la señal que Dios no da de que ya no habrá más diluvio de trabajos. ¿Y cuál es esta señal? ¿Sabéis cuál es este arco labrado con tantos colores? La nube de la santísima humanidad de Cristo, puesta en lo alto de la cruz, de donde nos llueve la gracia, las mercedes, los beneficios y el rocío de la gracia, y con lo que de allí se colaba se regaban nuestras almas. Afirma San Pablo: Que la gracia y la paz nos vienen por Jesucristo (Rm 1,7). En esta nube daban los rayos de la substancia divina, y quedó hecho un arco de mil colores. Por una parte estaba el color rojo de la sangre que derramaba; por otra, el color morado de los muchos cardenales que recibió; y por otra, los huesos blancos descarnados con la sangre cuajada. ¡Oh Dios de mi alma, que estáis hecho un arco de paz matizado y hermoseado con diversos colores y matices, en señal de paz, y por el cual ya no hay que temer ningún diluvio de la justicia rigurosa de Dios! Por todo ello, queda claro que convenía que Cristo padeciese. Era necesario que Cristo muriese para nuestro remedio y salvación. 16.- Cuando el gigante Goliat atacaba al pueblo de Israel devorándolo y asolándolo todo, fue necesario que David, con su honda y una piedra, lo atacara y derribara, dejándolo muerto en el suelo (cfr.1 R 17,38-54). Pues igualmente cuando el gran gigante, que es el demonio, andaba señoreándose por el mundo, apoderándose y asolándolo todo, fue necesario que la piedra, que es Cristo, se pusiese sobre la cruz, y que desde allí se le tirase una pedrada al demonio que le rompiese y quebrantase los dientes y muelas, tal como profetizó David: Dios quebrará a sus enemigos los dientes dentro de la misma boca; y las muelas de esos leones desmenuzarlas ha el Señor (Sal 57,7). De donde sacamos en limpio, que ahora el demonio sólo puede comer manjares blandos y líquidos, manjares triturados y que no son secos y duros. Pero antes de que se le quebrasen las muelas, esto es, antes de que Dios se encarnase, como tenía muelas fuertes, comía manjares duros y blandos, esto es, a los justos y a los pecadores, y a todos los llevaba al infierno; pero después que le quebraron los dientes por la

encarnación, no puede comer ya los manjares secos, que son los justos, sino sólo los blandos, es decir, a aquellos hombres que se ablandan y deleitan con regalos, vicios y pecados, o lo que es lo mismo, con la sensualidad de la carne. A éstos se los traga; pero no a los justos que, por la aspereza y la penitencia, son secos y duros. 17.- Dice Ezequiel: Yo pondré un freno en sus quijadas (Ez 29,4), para que como un caballo desbocado no pueda comer ni tragar, sino sólo beber. Quiero deciros con esto, hermanos, que si sois una persona recogida, no podrá tragaros el demonio; pero si os hacéis como agua, esto es, si os divertís con vicios y pecados, entended que entonces os beberá y sorberá el demonio; y por más que haya padecido y muerto Cristo, aquél os beberá y tragará. Por aquí podréis entender con cuánta razón dijo: Convenía que Cristo padeciese; pues si a Cristo le convino entrar en la gloria después de muchos trabajos y fatigas, cuánto más te conviene a ti, cargado de pecados, que entres allá por medio de muchos trabajos y fatigas, pues pretender entrar con regalos y contentos es un gran desatino y necedad, porque significaría que queréis ser mejores que Dios. 18.- Refiere San Lucas, que después que Cristo les dijo a aquellos dos discípulos que convenía que Cristo padeciese, que comenzó por Moisés y por todos los profetas a explicarles lo referente a él en las Escrituras (Lc 24,27). ¡Oh quién supiese declarar lo que entonces les explicó! Sin duda que les aclaró el significado de aquel pasaje en el que, estando los hijos del pueblo de Israel pereciendo de sed y renegando de Dios, éste se le acercó a Moisés y le dijo: Toma esta vara y da un golpe en esa piedra (cfr. Ex 17,5 y ss.). Pero al primer golpe no salió ni una gota de agua; pero al segundo, manó todo un arroyo. ¿Y por qué esto? ¿No podía Dios darles agua de una fuente o mandando llover a las nubes? Pues no quiso, sino que manara de la piedra, y no al primer golpe, sino al segundo. ¿Qué misterio, pensáis, que está encerrado en este hecho? Pues no otro sino el que los hombres venían sedientos por el desierto del mundo, pidiendo agua de gracia y de salvación, y el rescate de sus pecados, y dieron unos golpes en la piedra que es Cristo. Pero dieron dos golpes, porque dos fueron los géneros de tormentos que sufrió. Uno el de las afrentas y deshonras, llamándole samaritano y endemoniado; pero a este golpe no salió el agua. Por eso le dieron el segundo golpe del martirio de los clavos y de la lanzada, y a este segundo golpe manó el agua de su preciosísima sangre, con la cual nos salvó y no dio a beber. ¿Entendéis ahora qué significa: Convenía que Cristo padeciese? 19.- Sigamos más adelante y veamos ahora qué les debió decir Cristo a estos discípulos acerca del significado de que Moisés metiera la mano limpia en su seno y luego la sacara leprosa y llagada, y que al meterla por segunda vez la sacara limpia del todo (cfr. Ex 4,6-7). ¿Qué significaba esto? Pues que Dios envió la mano del Verbo divino, limpia y hermosa, y después que la puso en el seno de las entrañas de María, salió toda leprosa y llagada con muchos trabajos, fatigas, miserias y penalidades; y después metiéndola otra vez en el seno de las entrañas del sepulcro, de allí salió toda limpia, gloriosa y triunfante. ¿Veis, pues, cómo la Escritura tenía profetizado que convenía que Cristo padeciera? Pero veamos ahora: ¿Qué significa que el rey Ezequías, estando muy enfermo de recias calenturas, vino a él el profeta Isaías y lo curó con una masa de pan de higos bien amasado? (cfr. Is 38,21) Con ello se nos quiso dar a entender que la fruta que más agrada a Dios son los higos, porque en esta clase de fruta nada se echa a perder, no hay una parte que se come y otra que se tira. Porque si coméis dátiles, sólo coméis lo de fuera y echáis lo de dentro; y si coméis almendras o nueces o naranjas, coméis lo de dentro y tiráis lo de fuera. Solamente el higo es una fruta en la que se come todo, y todo es provechoso. No tiene cáscara que se haya de echar, ni pepitas. Esto es símbolo de Cristo, que es como el higo, con el cual, por una parte, se habían de curar las calenturas de los pecados de los hombres; y, por otra parte, como el higo se puede comer todo, es decir, lo de dentro, que es su santísima divinidad, y lo de fuera, que es su santísima humanidad. En él no hay cáscara ni

pepita que echar. Esta es la masa de higo amasada con tanto trabajo, con tanta fatiga, con tantos azotes y con tantas espinas. Con esta masa había de curarse el rey Ezequías, que simboliza al mundo. Por eso les dice Cristo a sus discípulos: Hacéis muy mal en desconfiar, porque convenía que Cristo padeciese. 20.- ¿Qué pensáis que significó aquel otro episodio del libro de los Jueces en el que el capitán Gedeón llevaba muchos cántaros de barro para la batalla, con luces dentro, y que una vez rotos los cántaros aparecieran las velas encendidas (cfr. Jc 7,17), sino que el cántaro de barro, que era la humanidad de Cristo, dentro de la cual estaban encerrados los atributos divinos de su omnipotencia, de su misericordia y de su justicia, cuando fue quebrado este cántaro con tantos tormentos y puesto en la cruz, mostró luego la vela de la omnipotencia, como Dios verdadero, pues hizo que se obscureciese el sol, temblase la tierra, chocaran unas piedras contra otras, se rasgase en dos el velo del templo, resucitasen los cuerpos de los muertos y envueltos en sábanas fueran corriendo hacia Jerusalén? Por lo dicho podréis entender, hermanos, por qué Cristo quiso morir entre dos ladrones, y no entre dos justos o santos, como pudieron ser San Pedro y San Juan. ¿Sabéis por qué? Porque Cristo, como era verdadero Dios, conocía la endiablada malicia de los judíos, y éstos hubieran atribuido luego a San Pedro o a San Juan los milagros que se hicieron, y hubieran dicho que por virtud de éstos se habían realizado, y no por la virtud de Cristo; y para que nada de esto impidiese el que se mostrara su omnipotencia, por eso quiso ser crucificado entre dos ladrones. Con todas estas reflexiones Cristo les fue explicando y declarando a los dos discípulos que, según las Escrituras, convenía que Cristo padeciese y muriese en la cruz. Y cuando llegaban al castillo de Emaús, dice el evangelista, que Cristo hizo como que iba más lejos (Lc 24,28). Mas como los discípulos procedían de un buen Maestro y habían mamado buena leche, a pesar de haberles reprendido tan ásperamente, mirad con qué amor le tiran de la ropa y le dicen: Señor, hacednos la merced de quedaros con nosotros, porque ya es tarde: Quédate con nosotros, porque es tarde y el día ha declinado ya (ibíd. 29). 21.- Considerad cómo le amaban aquellos dos discípulos, aunque los había llamado incrédulos, para que entendáis que por muchos sermones que os prediquen y por mucho que os reprendan, porque nunca os dirán todo lo que deberían echaron en cara, que no por eso os enojéis, sino que toméis la doctrina que os predican y la aprovechéis, pues es del Espíritu Santo. Tomadlo todo con mucha paciencia y temor, y no tengáis a los predicadores odio ni rencor. Pero además, no basta con esto, sino que como hicieron estos discípulos que forzaron a Cristo para que se quedase con ellos, así también vosotros debéis traer a vuestras casas a los pobres. De verdad, hermanos, si fueseis como deberíais, convendría que obligaseis e importunaseis a los pobres a que fueran a vuestras casas, y también que fueseis a las casas de los necesitados y de los huérfanos y les obligaseis a que tomasen vuestra limosna, pues vuestra hacienda, ¿qué otra cosa es sino estiércol y basura? Pues si pagáis para que os saquen el estiércol de casa y se lo lleven al estercolero, ¿por qué no pagar al que me lo lleva al cielo, en donde está muy seguro, y de estiércol se vuelve en oro fino de Arabia? 22.- Así, pues, los discípulos obligaron a Cristo a entrar en el castillo, y a continuación le pidieron a la hospedera: «Señora, ¿hay algo para comer?» Les respondió ella: «Tomen asiento vuestras mercedes, que no faltará». Y aparejada la mesa, les sacó el pan, y el Señor lo tomó en sus santísimas manos, lo bendijo haciendo la acción de gracias, según era su costumbre, lo partió, como si lo hiciera con un cuchillo, y al instante los discípulos lo reconocieron, y querían derribarse ante él para adorarle, pero él desapareció. Al punto los discípulos saltaron de allí y se fueron a llevar estas noticias a los demás discípulos. Y dice el evangelista que ellos comentaban: ¿No es verdad que dentro de nosotros ardía nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? (Lc 24,32). ¿No te decía yo, hermano Cleofás, qué era nuestro Maestro?...

Pues, hermanos, mirad qué fácilmente se pierde a Dios. Temblad y temed. Mirad que este negocio es para temblar. Que a Dios se le puede perder por una niñería y por una nonada. A los que Dios os ha hecho la merced de hallarle en esta santa cuaresma, guardaos de perderle. Andad con recato. Vivid sobre aviso. No vayáis descuidados. Creedme, que se pierde muy fácilmente. Y si por vuestra desdicha lo perdiereis, procurad buscarle de nuevo con diligencia, como lo buscaron estos discípulos, que en seguida saltaron de la mesa. Pues lo mismo vosotros, saltad de la mesa en busca de Dios, y de esta suerte, buscándole con diligencia, lo hallaréis en esta vida por la gracia, y en la otra por la gloria. Amén. ANEXO Notas para el sermón sobre este Evangelio

1.- El día de la resurrección puedes explicar que el gozo que sintió nuestra Señora en este día fue como el de aquella mujer del Evangelio que perdió una piedra preciosa, revolvió toda su casa, encendió una luz, y cuando la encontró se gozó sobremanera con sus vecinas diciendo: Alegraos conmigo, porque he encontrado la perla que había perdido (Lc 15,9). Pues nuestra Señora sintió mucho dolor cuando perdió a su Hijo, su perla preciosa, al verle morir en la cruz, y por eso con súplicas y oraciones deseaba verle el día de hoy, y cuando lo vio resucitado se alegró diciendo: Alegraos conmigo, porque he encontrado la perla que había perdido. 2.- Dos discípulos que iban a una aldea, por nombre Emaús, conversaban entre sí de todas las cosas que habían pasado en Jerusalén (Lc 24,13-14). Comenta cuán provechoso es el hablar bien, y reprende a los que siempre están difamando a los demás, según aquella sentencia de David: Su garganta es un sepulcro abierto, y con sus lenguas urden continuamente engaños (Sal 5,11). Pon el ejemplo del que come ajos y del leproso que, cuando está con otros leprosos, no siente el hedor. Dice San Bernardo: Difamar, o escuchar al que difama, no sé qué es peor3. Comenta también lo difícil que es restituir la fama, con el ejemplo del nudo hecho en una hebra de seda, que antes se quiebra ésta que se desata el nudo. En cambio cuando el nudo se hace en una cuerda de esparto, fácilmente se desata, mediante la confesión; aunque después de ésta es necesario restituir la fama. Encarga mucho además lo bueno que es hablar de Dios, pues sobre este tema siempre hay mucho de lo que echar manos4. 3.¿No es verdad que era necesario que el Cristo padeciese estas cosas y así entrara en su gloria? (Lc 24,26). Comenta cómo Dios da primero las duras, y después las maduras; lo contrario a lo que hace el mundo, que primero da la vida y luego la muerte. Judas dio primero el beso a Cristo, y luego lo entregó. El pescador pone el cebo y debajo el anzuelo para que pique el pez. Es necesario conversar de cosas honestas y trabajar por alcanzar el cielo, pues vale mucho más. Y di cómo muchos gentiles nos confundirán en temas morales, tal como cuenta Plutarco de una mujer griega, que tenía a un marido al que le hedía la boca, y cuando le preguntaron cómo lo podía resistir, respondió, que ella pensaba que a todos los hombres les hedía, porque nunca se había acercado a otro hombre que no fuera su marido. Con este ejemplo puedes reprender a las mujeres que no se guardan de hablar con otros hombres, y por eso caen luego fácilmente.

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SAN BERNARDO, De consideratione, lib. 2, cap. 13 San Luis remite a continuación a SAN VICENTE FERRER, Sermón 2º para este día

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