Materialismo biológico en las obras de divulgación científica de la Dra. Nancy Andreasen

Materialismo biológico en las obras de divulgación científica de la Dra. Nancy Andreasen. FUENTE: PSIQUIATRIA.COM. 2002; 6(3) Fernando Ruiz Rey. Psiq

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Materialismo biológico en las obras de divulgación científica de la Dra. Nancy Andreasen. FUENTE: PSIQUIATRIA.COM. 2002; 6(3)

Fernando Ruiz Rey. Psiquiatra, Wake County Human Services Raleigh, NC. USA E-mail: [email protected]

Se revisan las afirmaciones que hace la Dra. Nancy Andreasen en sus dos libros de divulgación de la psiquiatría biológica y de las neurociencias:The Broken Brain y Brave New Brain, acerca del origen de la vida mental en el cerebro. Se señala que las afirmaciones de causalidad expresadas, son más bien creencias de tipo metafísico que el resultado de investigaciones científicas. Se destaca, también, la progresiva consideración de la totalidad de la persona que hace la Dra. Andreasen.

La Dra. Nancy Andreasen es una reconocida psiquiatra e investigadora del University of Iowa College of Medicine, Editor Jefe de The American Journal of Psychiatry, miembro del grupo de trabajo que desarrolló el DSM III y el DSM IV, autora de numerosos libros y artículos científicos y una connotada contribuidora al avance de la psiquiatría biológica. La Dra. Andreasen ha recibido numerosos premios incluyendo la National Medal of Science. Entre sus numerosas publicaciones hay dos libros de divulgación de las neurociencias y de la psiquiatría biológica que, por su magnífico estilo, claridad de exposición y calidad de información han recibido una elogiosa crítica y una bien merecida acogida. En estos dos libros la Dra. Andreasen hace algunas afirmaciones acerca del origen de la mente humana que merecen revisarse, y constituyen el propósito de este artículo. Esta es una revisión parcial de estos libros y no un comentario de la totalidad del contenido de dichas obras. The Broken Brain se publicó en 1984, es una obra dirigida primordialmente a los pacientes mentales y a sus familias, y su propósito es difundir las bases biológicas de estos trastornos. Esta es una tarea nada de fácil de realizar considerando la aridez y complejidad del tema, pero la Dra. Andreasen lo hace con una sencillez y un estilo fluido y entretenido que capta el interés del lector, como lo ha mostrado ampliamente la aún persitente popularidad de este libro. Es interesante, sin embargo, encontrar en esta obra de divulgación científica una serie de afirmaciones que tienen más que ver con la metafísica que con la ciencia propiamente tal. Por ejemplo: “Cuando hablamos, pensamos, sentimos o soñamos, cada una de estas funciones mentales se deben (itálicas mías) a impulsos eléctricos que pasan a través de los complicados y altamente especializados circuitos eléctricos que constituyen el cerebro humano” (TBB, pag. 219). “El cerebro es la fuente de todo lo que somos. Es la fuente de nuestra habilidad de hablar, de escribir, de pensar, de crear, de amar, de reír, de desesperar y de odiar”.(TBB, pag. 83). Esta afirmación extensa y absoluta de causalidad, sin embargo, no está confirmada por las neurociencias, en tanto ciencias; se trata más bien, de una declaración de carácter metafísico. Esta es una creencia en un materialismo biológico en el que la vida humana, en toda su compleja belleza y maravillosa creatividad, queda reducida a ser el producto de una “materia biológica”: “el cerebro”. Así presentado, el cerebro no es un concepto científico, sino filosófico. Otra cita de la Dra. Andreasen al respecto: “Solo en los años recientes se ha comprendido que la vida (itálicas mías) reside en el cerebro” (TBB, pag. 84). Este temerario reduccionismo biológico de la condición humana parecería cándido desde un punto de vista filosófico y particularmente epistemológico, y en algunos momentos alcanza niveles un tanto pueriles -aún excusando la licencia literaria de un libro de divulgación- como cuando habla de la especialización y asimetría de los hemisferios cerebrales y de la comunicación interhemisférica. “Si cada hemisferio está especializado para desarrollar funciones particulares y diferentes, entonces, cuando todo funciona bien estos pueden “hablarse” el uno al otro y compartir sus habilidades especiales diferentes, algo así como dos colaboradores científicos o dos buenos amigos.” (TBB, pag.123)

Asombrosamente, el cerebro ya no es sólo la fuente de la vida pero, también, dos entidades, en cierto modo, con voluntad propia que interactúan conservando una unidad. Podría esto ser sólo literatura, pero si se pretende señalar una realidad científica se estaría entrando, más bien, en el terreno de lo mágico. Con esta amplia concepción materialista biológica de la mente humana, la Dra. Andreasen proclama lo que llama “revolución biológica” en psiquiatría. La patología psiquiátrica es el resultado de la alteración del funcionamiento cerebral: el cerebro quebrado: The Broken Brain. La autora hace excelentes resúmenes de la patología psiquiátrica mayor, de sus bases biológicas y tratamientos farmacológicos, pero en su entusiasmo biológico, afirma que, incluso los conceptos psicológicos o sociales como “loss of ego boundaries” o “lack of self esteem” “son metáforas usadas para describir procesos biológicos que están recién comenzando a entenderse” (TBB, pag. 222). Pero este reduccionismo biológico de la Dra. Andreasen tiene sus grietas: “Algunas veces la gente puede usar un hemisferio para resolver cierta clase de problemas y el otro hemisferio para otra clase de problemas.” (TBB, pag. 122). En esta afirmación es la gente, el ser humano, quien usa el cerebro y sus hemisferios. Ya no es el cerebro la fuente primigenia y única del funcionamiento vital de los seres humanos; la persona se filtra en la ecuación. En este radical materialismo biológico expresado por la Dra. Andreasen no podía faltar la referencia a la fuente originaria de todo lo existente, la “naturaleza”, que lo explicaría todo menos su propio origen y que, en la cita que sigue cobra casi un caracter mágico o divino: “Ya que los axones tienen que recorrer un gran espacio en el cerebro con disminución de su eficiencia [en la conducción eléctrica], la naturaleza desarrolló la técnica de las vainas de mielina y el nódulo de Ranvier” (TBB, pag. 130), [aumentando así la velocidad de conducción].

El materialismo biológico, como señala la Dra. Andreasen, -en verdad- libera al paciente y a su familia de la posible culpa en la génesis de la enfermedad mental. “La víctima de la enfermedad mental no la ha traído sobre si misma y no puede curarse con un acto de voluntad.” (TBB, pag. 219). Sin lugar a dudas el biologismo psiquiátrico terminó con las exigencias ingenuas y las críticas que se hacían a los pacientes (fundamentalmente esquizofrénicos) para que se sobrepusieran a sus deficiencias y a sus daños psicológicos y, muy importante, liberó a las madres (“esquizofrenogénicas”) de una cruel culpabilidad que se les imputaba. Pero un absolutismo biológico puede conducir a un absolutismo “moral”, el paciente se convierte en víctima pasiva de su enfermedad, actitud terriblemente dañina para el manejo terapéutico del enfermo. La Dra. Andreasen se refiere primariamente a las enfermedades mentales mayores que tienen un componente biológico fuerte, pero el biologismo pierde su fuerza frente a la patología “menor” donde la participación del ambiente, incluyendo las decisiones del paciente, juegan un papel importante en la génesis y en el manejo de dicha patología. El materialismo biológico de la Dra. Andreasen se atenúa al final de su libro. Esto puede apreciarse cuando la autora explícitamente se defiende de ser posiblemente acusada de pasar del determinismo psicosocial del psicoanálisis a otro determinismo, el biológico. El argumento que esgrime en su defensa es el hecho de que el cerebro muestra la capacidad de “plasticidad”, esto es de compensar cuando se producen ciertos daños. Sin embargo, esta plasticidad sigue siendo biológica y el materialismo biológico continúa -con plasticidad y flexibilidad-, pero todavía dentro de un determinismo biológico. La Dra. Andreasen comenta: “Mientras la identidad y la personalidad indudablemente residen en alguna parte de nuestros cerebros y están, al menos, parcialmente programadas desde el nacimiento, sentimos como si estuvieran separadas y bajo nuestro control. Vivir nuestras vidas es como jugar un juego de cartas con la mano que nos toca y con la que tenemos que manejarnos. No podemos controlar las cartas que nos llegan, pero podemos escoger como jugaremos con ellas”. (TBB, pag. 253). Este párrafo me parece ambiguo, porque introduce una dimensión no comprendida dentro del materialismo biológico descrito: la de la voluntad y libertad del hombre en sus posibilidades. La no consideración de esta dimensión lleva al peligro del determinismo biológico de conducir inexorablemente al automatismo del ser humano. La ambivalencia de la Dra. Andreasen continúa cuando asegura que la revolución biológica no traerá la deshumanización de la psiquiatría: “Porque, aunque el psiquiatra biológicamente orientado pueda creer que está tratando un trastorno del cerebro, sus síntomas aparecen en el modo como el paciente piensa, habla, siente y se relaciona con otros” (TBB, pag. 255). Sin embargo, todo esto no es más que el producto del cerebro según las afirmaciones anteriores de la autora. Y solo una cita más en este sentido cuando la Dra. Andreasen argumenta que la psicoterapia perdurará en la era de la revolución biológica: “Aún más, la psicoterapia es probablemente el tratamiento preferido para cierto tipo de

problemas. Mientras la autoestima y la culpa excesiva pueden ser conceptos abstractos que de hecho se refieren a procesos neuroquímicos en el cerebro, no tenemos idea donde ellos residen, ni tenemos un atisbo de como modularlos químicamente. Por otro lado, los psicoterapeutas han estado modulando estos conceptos abstractos por muchos años, escuchando y aconsejando y han desarrollado técnicas bien establecidas para hacerlo” (TBB, pag 256). El entusiasmo cientifista de la Dra. Andreasen y su exaltación del materialismo biológico racionalista la llevan, sin más, a ensalzar a los griegos, a condenar al cristianismo y a hacer una verdadera caricatura de un período histórico tan complejo como lo es la Edad Media. Pero la Dra. Andreasen va aún más allá, ‘psiquiatrializa’ a figuras del pensamiento y del arte universal: “San Agustín confiesa sus luchas con la desesperanza y la desesperación de la depresión; San Juan de la Cruz y otros místicos han escrito sobre la noche oscura del alma, poderosa metáfora de la melancolía”. (TBB, pag. 144). La Dra. Andreasen tampoco resulta convincente en su escueta reseña histórica de la psiquiatría, que es incompleta y está distorsionada por sus preferencias, y confiesa una admiración desbordante por la Ilustración sin crítica alguna; deja así de lado, las exageraciones reduccionistas que la Ilustración y el Modernismo han legado a épocas posteriores. En 2001 la Dra. Andreasen publicó su segundo libro de divulgación de la psiquiatría biológica, dirigido a un público más amplio y exigente: Brave New Brain. Esta obra ha tenido un gran éxito y ha recibido elogios, y excelentes críticas. Su contenido informativo es similar al de The Broken Brain, pero más completo; está escrito con claridad y con un estilo sencillo, de fácil lectura, entretenido, llegando a ser brillante en la descripción de los casos clínicos que presenta. Brave New Brain es un libro que considero debe estar incluído en la lista de lectura de los profesionales de la salud mental. En este segundo libro la Dra. Andreasen no abandona su materialismo biológico, pero este está mitigado por el acopio de la magnífica información que contiene. El materialismo de la Dra. Andreasen se muestra cuando describe las funciones cerebrales asignando a las neuronas y sus conexiones el papel de dirigir la atención, seleccionar el material sensorial y procesar la vida psíquica y la adaptación al medio. Algunas citas para ilustrar el materialismo biológico de Brave New Brain: “Las técnicas funcionales [de neuroimagen] nos permiten examinar cómo el cerebro crea pensamientos y responde a desafíos cambiando su metabolismo...”(BNB, pag. 135). “Estos métodos [funcionales] nos permiten observar al cerebro mientras funciona actualmente como una mente, pensando recordando, viendo, oyendo, imaginando, experimentando placer o dolor...” (BNB, pag. 135).

“Lo que llamamos mente es el producto de la actividad que ocurre en el cerebro a nivel molecular, celular y anatómico.” (BNB, pag. 27) La Dra. Andreasen critica y rechaza la dicotomía ‘mente-cuerpo’, como una formulación conducente a confusión e insostenible en vista de las investigaciones actuales. Para ella es en el sistema nervioso central donde radica ultimamente la unidad: el cuerpo y la mente su producto, o sea una reducción al materialismo biológico en que la vida psicológica es un epifenómeno de la materia biológica. Incluso cuando presenta el Síndrome de Estrés Post-traumático en el que la influencia ambiental es clarísima escribe: “El SEPT es un ejemplo poderoso del hecho de que las experiencias psicológicas tienen consecuencias neurobiológicas [atrofia del hipocampo] y que la dicotomía mente-cuerpo es una sobresimplificación que confunde” (BNB, pag. 308). Esta cita parece indicar que la materia biológica es la que legitimiza las experiencias psicológicas y preserva la unidad mente/cuerpo. Hay que notar, sin embargo -como ya lo he mencionado más arriba- que este materialismo biológico aparece menos marcado en Brave New Brain. La Dra. Andreasen hace, además, una firme declaración en defensa de la persona humana; nos dice: “Cada persona que entra en la oficina del médico es un ser único que vive su propio mundo económico y social, y que tiene molestias médicas de algún tipo. Es una persona con signos y síntomas, no un paquete de signos y síntomas que ocurre en una persona. Muy a menudo el criterio del DSM empuja a los médicos a precipitarse a un interrogatorio acerca de signos y síntomas sin tomar el tiempo adecuado para conocer al paciente en tanto individuo único, que vive un mundo económico, social y espiritual particular.” (BNB, pag. 183-184). Y al presentar el uso de la psicoterapia y de la farmacoterapia en los trastornos afectivos la Dra. Andreasen vuelve a señalar la importancia de la individualidad del paciente cuando dice que lo ideal sería el tratamiento realizado por:: “...un solo médico con entrenamiento en psicoterapia y psicofarmacología que provea continuidad de

atención médica, que pueda ver al paciente como una persona... “ (BNB, pag. 251). Y aún más directamente: “El no considerar el aspecto humano es perder el punto central de este libro. La dignidad y el valor de los seres humanos individuales no necesita, ni debe ser perdido cuando integramos nuestro entendimiento científico de sus cerebros, mentes y espíritus.” (BNB, pag. 185). La Dra. Andreasen hace aclaraciones de este tipo cuando se refiere al paciente en vivo, al ser humano sufriente, que claramente trasciende el monismo materialista que impregna sus libros, especialmente The Broken Brain. En las últimas páginas de Brave New Brain aparece un lenguaje diferente como lo ilustran las siguientes citas: “Ahora tenemos mapas del ‘terreno del cerebro normal’ que nos muestran donde mirar cuando queremos entender cómo la mente/cerebro (itálicas mías) son capaces de aprender, recordar, o sentir emociones.” (BNB, pag. 320). “La meta final es encontrar la relación entre genes normales, y luego identificar sus distantes conexiones con las funciones normales y anormales del cerebro/mente (itálicas mías).” (BNB, pag. 323). “...mente y cerebro son simplemente dos palabras para referirse al mismo proceso” (BNB, pag. 314). Aquí la Dra. Andreasen no reduce la mente al cerebro, sino que ambos aparecen al mismo nivel, preservando la unidad sin caer en el reduccionismo. La libertad humana es introducida por la Dra. Andreasen en forma más decidida y explícita al final de su segundo libro, extinguiédose el fuerte monismo reducionista de The Broken Brain y las primeras secciones de Brave New Brain: “Cada uno de nosotros es una persona única que tiene un cerebro único, primariamente, porque cada uno de nosotros ha tenido una combinación diferente de experiencias que nos han conformado en lo que somos. Aún más, cada minuto del día, cada día del año, estamos haciendo nuestras propias elecciones (itálicas mías) que modifican nuestros cerebros y finalmente cambia quienes somos. Nuestros cerebros estan constantemente reconextándose, de tal modo que muy literalmente, ‘cambiamos nuestras mentes’”. (BNB, pag. 331). "Además de aprender a usar un criterio diagnóstico, se les debe enseñar a los psiquiatras jóvenes a pensar primero en la totalidad de la persona y apreciar que es interesante y única, no simplemente un conjunto de síntomas que se usan para formular un diagnóstico DSM y proveer un tratamiento de acuerdo al algoritmo estandad, suponiendo erroneamente que ‘una misma medida calza a todos’.” (BNB pag. 339) La Dra. Andreasen cierra Brave New Brain con reflexiones que escapan decididamente del monismo materialista biológico, mostrando, así, un desarrollo progresivo en la consideración de la totalidad de la persona y de la libertad humana. La autora se pregunta dónde se encuentra el ‘ejecutor moral’ que somos, dónde radica la ‘identidad personal’ que tenemos. Su respuesta es que ese ‘si mismo’, ‘alma’, ‘espíritu’ o ‘conciencia’ -como ella lo refiere- responsable de las decisiones libres que lo ligan a la comunidad, trasciende lo meramente biológico: “Este sentido individual de si mismo y unión con los otros seres humanos en nuestro presente, pasado y futuro es el ímpetu detrás de la generosidad, humildad, compasión y sacrificio. Estos son conceptos complejos y abstractos para los cuales es poco probable demostrar un mecanismo o base neuronal.” (BNB pag.341). “Si queremos probar la existencia de la realidad moral de una identidad individual y una realidad moral que trasciende a los individuos y los liga a los demás, aprenderemos más mirando las vidas ejemplares de los seres humanos.” (BNB pag. 342). Estas reflexiones finales de la Dra. Andreasen ponen las afirmaciones reduccionistas hechas anteriormente bajo una luz diferente que obligaría a un replanteamento de tales afirmaciones.

Sin lugar a dudas los descubrimientos realizados en las distintas áreas de las neurociencias son brillantes y, en muchos casos, verdaderamente impresionantes. Está bien demostrado que la estimulación eléctrica de ciertas áreas cerebrales produce manifestaciones psicológicas y que la destrucción traumática y la ablación quirúrgica de estructuras cerebrales conllevan la perturbación o eliminación de funciones neurológicas y psicológicas, por lo que se podría hablar de una relación de causalidad; una causalidad que indica al cerebro como necesario para ciertas funciones mentales, pero no suficiente para reducir a este órgano, la totalidad de la vida con su dinámica llena de sentido y significado, y, tal vez, ni siquiera de la mayoría de la patología mental para la cual la fisiopatología es fundamentalmente hipotética y claramente incompleta, para no mencionar, además, otros aspectos de la psicopatología como la reorganización de la personalidad y ajuste frente al daño, de la voluntad del enfermo necesaria para sanar, ni del sufrimiento que estas enfermedades implican para la persona, su familia y la comunidad. La generalización de los resultados de estas investigaciones en el sentido indicado, va más allá de los hallazgos científicos.

Sería una ceguera no reconocer los hallazgos de las neurociencias y de la psiquiatría biológica, pero sería doble ceguera no ver lo acotado e insuficiente de estos hallazgos frente a la sutil y compleja variedad de la vida humana. Creo que resulta fácil caer en el reduccionismo del materialismo biológico en el movimiento de la psiquiatría biológica; impresiona como más ‘científico’ y parece ofrecer una esperanza más sólida de progreso en

el conocimiento y la terapia psiquiátrica. Pero pasar de este materialismo en psiquiatría, tal vez excusable y comprensible, al materialismo biológico de la totalidad de la vida humana, es un salto gigantesco y temerario. El ingenio y la creatividad del ser humano en afán infatigable de información y conocimiento son tareas constantes y hermosas; pero pretender buscar y hallar su origen en su propio interior resulta un intento ineludiblemente fallido. Es empeñarse en reducir la explicación de la totalidad a la función de una de sus partes. La revisión de estas afirmaciones de carácter filosófico en la obra de la Dra. Andreasen nos lleva a preguntarnos, si se puede hacer ciencia sin caer en creencias y en afirmaciones metafísicas. Esta cuestión va más allá del propósito de este artículo. Pero se debe señalar que las afirmaciones vistas en las dos obras de la Dra. Andreasen, no son necesarias, ni para la psiquiatría biológica, ni para las neurociencias. Los supuestos y posturas metafísicas parecen inevitables en el proceso científico, pero solo en cuanto soportan la actividad cognocente del científico, y no cuando se pretende fundamentar dichas afirmaciones como producto de la ciencia. Tal vez el reduccionismo materialista biológico que adoptan algunos voceros de la psiquiatría biológica sea un factor importante en la génesis de los cambios observados en el papel asignado al psiquiatra en la actualidad: diagnosticar y recetar. Podría parecer que las observaciones hechas en este trabajo son exageradas tratándose solo de obras de divulgación científica de la Dra. Nancy Andreasen, pero la popularidad y el impacto que estos libros tienen en el público general y en el ambiente cultural, particularmente Brave New Brain, justifican las aclaraciones que se han intentado presentar. Es importante estar alerta y discernir apropiadamente la diferencia entre creencias, y el producto auténtico de la actividad científica, ya que es muy frecuente oir a destacados y rigurosos científicos hacer afirmaciones y declaraciones que no corresponden al resultado de sus investigaciones, sino que se trata de opiniones que se presentan revestidas de un aurea científica respaldadas por el prestigio del investigador.

Bibliografía Andreasen, Nancy C. The Broken Brain (TBB). Harper & Row, Publishers. 1984 Andreasen, Nancy C. Brave New Brain (BNB). Oxford University Press. 2001

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