MIGRACIÓN Y TRATA EN LA BIBLIA

V Congreso Internacional de Pastoral Mercedaria “Migración, Tráfico y Trata” MIGRACIÓN Y TRATA EN LA BIBLIA Xabier Pikaza Ibarrondo Madrid, 3 de abri

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V Congreso Internacional de Pastoral Mercedaria “Migración, Tráfico y Trata”

MIGRACIÓN Y TRATA EN LA BIBLIA Xabier Pikaza Ibarrondo Madrid, 3 de abril de 2016

Introducción. Migración, tráfico y trata Si bien la trata de personas, el tráfico ilícito de migrantes y la migración son cuestiones distintas, están interrelacionadas. La migración puede tener lugar mediante conductos regulares o irregulares y un migrante puede elegirla libremente o verse obligado a elegirla como medio de supervivencia (p. ej., durante un conflicto, una crisis económica o un desastre ambiental). Si el método de migración es irregular, probablemente el migrante reciba ayuda de un traficante que facilitará el ingreso ilícito a un país a cambio de una suma de dinero. Es probable que el traficante exija una suma exorbitante y que exponga al migrante a graves peligros durante el transcurso del viaje, pero al llegar a su destino, el migrante estará en libertad de seguir su camino y normalmente nunca volverá a ver al traficante. La trata es fundamentalmente distinta, puesto que implica el traslado de personas con fines de explotar su trabajo o sus servicios. La inmensa mayoría de las víctimas de la trata son trabajadores migrantes. Estas personas tratan de escapar de la pobreza y de la discriminación para mejorar sus vidas y enviar dinero a sus familias. Se enteran de empleos bien remunerados en el extranjero por intermedio de familiares o amigos, o de “agencias de empleo” y otros individuos que les ofrecen encontrarles empleo y encargarse de los preparativos del viaje. Para la mayoría de las víctimas de la trata, los verdaderos problemas comienzan al llegar al país de destino, cuando se percatan de que el empleo que les ofrecieron no existe y se ven obligadas a trabajar en empleos o en condiciones que no acordaron. No es coincidencia que el auge de la trata haya tenido lugar durante un período en el que la demanda de trabajadores migrantes ha aumentado, demanda que no ha sido adecuadamente reconocida ni facilitada. La ausencia de oportunidades de migración regular para conseguir empleo en otros países, sumada al hecho de que muchos migrantes buscan empleos en el extranjero como medio de supervivencia, más que como una oportunidad de mejorar su nivel de vida, han dejado a los migrantes pocas alternativas, excepto valerse de traficantes o de tratantes para acceder a dichos empleos. (cf. Vínculo entre migración y trata, cf. http://www.antislavery.org/includes/documents/cm_docs/2009/s/spanish_nexus_full.pdf).

UN TEMA BÍBLICO

Las condiciones de la migración, tráfico y trata de personas de la actualidad son muy distintas de las del tiempo de la Biblia, pero los problemas de fondo siguen siendo los mismos. Por eso, una visión de conjunto del tema en la Biblia es muy importante para entender y plantear los temas desde un punto de vista cristiano. No se trata simplemente de conocer lo que ha habido, sino de plantearlo desde sus raíces los problemas, para iluminar de esa forma el camino y para encontrar nuevas respuestas. La Biblia no resuelve los problemas actuales, pues la situación social ha cambiado, pero ayuda a plantearlos con radicalidad. Éste es un tema que ha sido planteado desde el Antiguo Testamento, donde el mismo Dios, al comienzo del Decálogo, se define a sí mismo liberador oprimidos: “Yo soy Yahvé, tu Dios, que te he sacado de Egipto” (Ex 20, 2; Dt 5, 6; cf. 1 Rey 1

12, 28; Jer 2, 6). En esa línea se sitúa ratifica un credo histórico muy antiguo, donde cada israelita se confiesa hijo de emigrantes. Mi padre (Jacob=Israel) era un arameo que erraba por la tierra; bajo a Egipto y residió allí con unos pocos hombres... Pero los egipcios nos maltrataron y humillaron... Gritamos a Yahvé, Dios de nuestros padres, y Yahvé escuchó nuestra voz, vio nuestra miseria... y nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido y nos trajo a este lugar...» (Dt 26, 5-10; cf. Jos 24, 2; Sal 136, 78).

Ese tema, unido al de la trata (compra-venta de personas, en especial de mujeres y niños) define de algún modo la historia bíblica, tal como culmina en Mt 25, 31-46, donde el Mesías de Dios confiesa: ‒ Fui extranjero y me acogisteis (o no me acogisteis) ‒ Estuve desnudo y me vestisteis (o no me vestisteis) ‒ Estuve en una prisión y me visitasteis (o no me visitasteis):

Las reflexiones que siguen ofrecen una visión de conjunto de la problemática, dividida en cinco apartados generales: 1. Principios. La mujer como objeto de deseo y conquista. En el principio de la historia hay un deseo de posesión, que se expresa de un modo especial (aunque no exclusivo) en el deseo de posesión de la mujer. En este contexto destaca el robo de personas. 2. Nacimiento del pueblo. En el origen del pueblo está la migración. En este contexto se sitúan los grandes relatos del éxodo y de la entrada de los hebreos en la tierra prometida. Israel aparece así como un pueblo creado por emigrantes. 3. Leyes fundamentales. Por encima de los códigos ordinarios con las leyes civiles y penales del pueblo, el AT conserva unas leyes básicas de protección de viudas, huérfanos y extranjeros, con otras de tipo mesiánico en las que se promete libertad a los esclavos. 4. Jesús, la visión del NT. En principio, Jesús no se ha ocupado de un modo directo de los emigrantes, ni de las mujeres amenazadas por un tipo de trata social y/o sexual. Pero todo su mensaje y camino puede y debe entenderse en esa línea. 5. Aplicación actual. Intentaré recoger algunas aportaciones básicas de la Iglesia a partir del mensaje de Jesús, en este contexto social y religioso.

No olvidemos que la Biblia es un libro realista donde el recuerdo de la historia más dura se entremezcla con leyes y caminos de liberación (de utopía), que siguen abiertos, de manera que tenemos que interpretarlos de un modo personal y social, orante y comprometido, desde nuestro propio momento histórico. No se trata, pues, de quedarse en la letra, repitiendo lo que dijo la Biblia en otro tiempo, sino de actualizarla, desde los principios de la experiencia bíblica, tal como culmina en Jesús. He venido trabajando hace algún tiempo en el tema, desde una monografía antigua, titulado Hermanos de Jesús y Servidores de los Más Pequeños. Mt 25, 31-46 (Sígueme, Salamanca 1984). Acabo de publicar con J. A. Pagola, un libro sobre el tema, titulado Entrañable Dios. Las obras de misericordia (Verbo Divino, Estella 201). Allí podrá verse más bibliografía.

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1 EN EL COMIENZO LA MUJER COMO OBJETO DE DESEO Y CONQUISTA Tras el modelo de los “fundadores”, que son Adán-Eva (Gen 1-3), la historia concreta de los seres humanos empieza según la Biblia con el enfrentamiento de los dos hermanos (Caín y Abel), como una historia de violencia (Gen 4) de la que derivan todos los restantes males. Significativamente, en esa historia arranca la experiencia concreta de los hombres y mujeres, que la Biblia canónica condensa en la historia de Lamec, con la violencia y la opresión de las mujeres, y la histórica más “apócrifa” condensa en la historia de los ángeles violadores y violentos. 1. Lamec y las dos mujeres. La mujer mercancía Tras el “pecado” de Caín, la historia bíblica presenta a sus hijos, como punto de partida y modelo de toda la humanidad. La ciudad aparece aquí como lugar de intercambio y comercio, abierto a la trata de mujeres, como seguiré indicando: Conoció Caín a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Henoc; y edificó una ciudad, a la cual dio el nombre de su hijo, Henoc. A Henoc le nació Irad, e Irad engendró a Mehujael; Mehujael engendró a Metusael, y Metusael engendró a Lamec. Lamec tomó para sí dos mujeres: el nombre de la una fue Ada, y el nombre de la otra, Zila. Ada dio a luz a Jabal, el cual fue padre de los que habitan en tiendas y crían ganados. Y el nombre de su hermano fue Jubal, el cual fue padre de todos los que tocan arpa y flauta. También Zila dio a luz a Tubal-caín, artífice de toda obra de bronce y de hierro, y a Naama, hermana de Tubal-caín (Gen 4, 17-22).

Esta es la primera lista simbólica de los patriarcas prediluvianos (anteriores al diluvio de Gen 6-7) y su finalidad es evocar de alguna forma el origen y variedad de la cultura. Antes (con Caín y Abel) sólo había agricultores y pastores, que vivían en el campo, sin ciudades, esto es, sin establecer relaciones más intensas de intercambio. Pero ahora, Caín, el asesino aparece como padre de una estirpe “brillante” de personas que se extienden y construyen ciudades, y crean oficios distintos, de manera que comienza así la división de los trabajos sociales: ‒ Primera ciudad (Henoc). Caín era agricultor sobre el ancho campo, pero tras matar a ser hermano, siendo “perdonado” (protegido) por Dios ya no quiere seguir a la intemperie, en un lugar abierto para todos los que van y vienen, pues podrían matarle. Quiere tener seguridad y, por eso construye la primera ciudad, con sus instituciones defensivas (ejército y murallas), económicas, sociales y religiosas (con mercado, magistrados y sacerdotes). La ciudad, creadora y enclave de cultura social y económica, ofrece un salto cualitativo en la vida de los hombres. Del huerto extendido y abierto (paraíso de Gen 2-3) hemos pasado a la urbe, que es espacio de comunicaciones reguladas de múltiples personas. ‒ Nuevos oficios ciudadanos. Desde esa perspectiva de la ciudad y de su entorno (hinterland) interpreta la Biblia los restantes oficios (empresas) de los nietos de Caín, que ahora aparecen vinculados a ella. (1) Jabal representa a los pastores nómadas (que viven en tiendas), al exterior de la ciudad, pero en relación con ella, pues venden allí su leche y carne. (2) Jabal es padre de los músicos, que parecen una tribu separada, especializada en celebrar la vida (baile y fiesta) y quizá en la religión. (3) Tubal-Caín es el padre de los forjadores de metales (hierro y bronce), que sirven para fines pacíficos (agricultura, arquitectura) pero que se emplean de un modo especial para la guerra.

Así aparece la complejidad de la cultura ciudadana, que es todavía básicamente agrícola, con sus tres “empresas”: Ganadera, lúdico-religiosa y metalúrgico-militar. Hay en esa 3

división de “oficios” (mirada desde la ciudad) algo hermoso, como despliegue de vida, pero también algo peligroso y fatídico. Esta cultura de la ciudad no nace como expresión de simple generosidad (agricultores, músicos, pastores y metalúrgicos no bailan juntos y se abrazan), sino que ella posee un hondo potencial de violencia, representado por Lamec, tataranieto de Caín, que ratifica el dominio del varón sobre las mujeres, a la que presenta en su canto como objeto primario de posesión y venganza, como la primera de todas las monedas de “trata”, de intercambio y enfrentamiento para los varones: Ada y Sila, oíd mi voz, mujeres de Lamec, escuchad mis palabras: A un hombre maté por haberme herido y a un joven por haberme golpeado. Si siete veces será vengado Caín, Lamec lo será setenta veces siete (Gen 4, 23-24)

Un texto anterior afirmaba que Dios se vengaría de los mataran a Caín, el asesino (Gen 4, 15). Este nuevo texto añade que es el mismo Lamec, descendiente de Caín, y dueño de dos mujeres, el que establece e impone su ley de venganza. Ciertamente, este Lamec puede tener otras posesiones, pero las más importantes son sus dos mujeres y su propia vida: 1. El varón es macho, la mujer dinero. Este hombre es polígamo y las mujeres su primera posesión; ya no cuentan ya como personas, no interesa lo que piensen, carecen de palabra, se encuentran sometidas al varón que les expone su canto (programa) de guerra y venganza. Aparece así una cultura de dominio donde el hombre posee a las mujeres, que son su primer dinero. En este contexto debemos recordar que en múltiples culturas antiguas las mujeres han sido (y en algún sentido siguen siendo) el dinero más preciado, objeto de intercambio matrimonial, con la dote correspondiente (o sigue siendo objeto de trata). 2. Mujer y guerra. Lamec canta su venganza (hace su guerra), para que ellas, sus mujeres, se mantengan sometidas. Por eso les presenta su programa de “dominio”: maté a un hombre por haberme hecho una herida, a un joven por haberme golpeado. De esa forma, el comercio aparece vinculado a la posesión personal (de las mujeres) y a un tipo de “defensa propia”, que se expresa en un tipo de guerra permanente. En ese contexto se podría decir que el comercio es una especie de guerra ejercida por “medios pacíficos” (como alguien ha dicho que la política sería la misma guerra continuada con medios no militares)1.

Este canto presenta a Lamec como organizador de la vida familiar (del matrimonio histórico), como un hombre que empieza siendo polígamo, pues se dice que ha tomado dos mujeres a las que domina con violencia. Este pasaje no explica el paso de la monogamia ideal, igualitaria (que se suponía en Gen 1, 27-28 y en 2, 21-25) a la poligamia real, donde el varón aparece como cabeza de dos o más mujeres, que él debe defender con violencia: Lamec, descendiente de Caín, el asesino, actúa de esa forma como dueño y vengador de sus mujeres. Sólo él (el varón) tiene la palabra, mientras las mujeres aparecen como receptoras pasivas de su ley de violencia sagrada y social. Ellas carecen de voz, no pueden decir nada, simplemente escuchan lo que Lamec les dice: son posesión que él debe custodiar con celo y sangre, son mujer-objeto, “protegidas” por una ley de venganza (¡setenta y siete veces!) que tiene dos finalidades: mantener a las mujeres sometidas (que introyecten la ley de su marido), expulsar a los posibles contendientes (otros machos que puedan desearlas). Éste es el primer mercado y guerra, que convierte a la mujer en objeto de dominio y disputa entre varones. Nacen así juntas la propiedad (las mujeres son de Lamec), la defensa violenta (Lamec lucha para defender a sus mujeres), con el derecho que justifica ese dominio sobre las mujeres y esa guerra por defender (seguir poseyendo) a las mujeres. Por causa de 1

Estudio básico del texto en G. VON RAD, Génesis, BEB 18, Sígueme, Salamanca 1977, 131-136; C. WESTERMANN, Genesis 1-11, Augsburg PH, Minneapolis 1987, 321-344. De un modo especial, cf. S. CROATTO, Exilio y sobrevivencia. Tradiciones contraculturales en el Pentateuco. Comentario de Gen 4-11, Lumen, Buenos Aires 1997 e I. GÓMEZ ACEBO (ed), Relectura de Génesis En clave de mujer, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1997.

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mujeres (para poseerlas y robarlas) combaten los varones. Para domarlas se instaura la primera ley de dominio y venganza, no como norma de razón sino como principio de violencia "civilizadora". Más que fuente de atracción sexual (como aparecía en Gen 2, 23), la mujer aparece aquí como objeto de dominio del varón y como madre de sus hijos. La evolución posterior de la humanidad se establece así en claves de violencia (masculina) y sometimiento (femenino). Esta ley de Lamec no ha definido toda la historia posterior de la humanidad, pero ha tenido mucho influjo en ella. Ciertamente, con el tiempo las cosas han cambiado, pero en muchos lugares sigue habiendo una violencia de género parecida a la de Lamec. 2. Decálogo 1: Octavo mandamiento: No robar personas En ese contexto puede entenderse mejor la segunda “tabla” de los mandamientos, formulados en dos textos básicos de la Biblia israelita (Ex 20, 1-17 y Dt 5, 6-21). ‒ La primera tabla define la identidad israelita y se aplica en especial al pueblo de Israel. (1) No tendrás otros dioses frente a mí. (2) No te harás ídolos. (3) No pronunciarás el nombre de Yahvé, tu Dios, en vano. (4) Fíjate en el sábado para santificarlo… ‒ Por el contrario, la segunda tabla tiene un carácter ético, de tipo universal. Éstos son sus mandamientos: (5) Honra a tu padre y a tu madre. (6) No cometerás homicidio. (7) No cometerás adulterio. (8) No robarás. (9) No darás falso testimonio contra tu prójimo. (10) No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu prójimo (Ex 20, 12-17; Dt 5, 16-21).

El punto de partida de esta segunda tabla es un mantenimiento de tipo familiar, que está vinculado a la figura del padre y a la madre (5º mandamiento), que aparecen así unidos y que ratifican y definen la estructura básica de la sociedad. Siguen después los tres mandamientos más conocidos y constantes de todas las grandes culturas (6º, 7º y 8º), que prohíben el homicidio, el adulterio y el robo, estableciendo de esa forma las bases de toda relación moral, ratificando así el valor supremo de la vida (no matar), de la vinculación familiar de los esposos (no adulterar) y de la libertad de hombres y mujeres. En ese contexto, en principio, el no-robar no se aplica al robo de cosas, sino (al menos, en principio) al robo (compra-venta) de personas. En las dos versiones (Ex 20, 15 y Dt. 5, 19) se dice de la misma manera: no robarás (bnOë*g>Ti al{æß), sin más especificaciones. ‒ El mandamiento originario prohíbe el robo de personas, igual que prohíbe el asesinato y el adulterio. La vida del hombre o mujer es inseparable de la fidelidad personal (contra el adulterio) y de la libertad (ningún hombre o mujer puede ser posesión de otros). La trata de personas está vinculada a un tipo de robo. Este matiz de “robo de personas” se ha difuminado más tarde en las interpretaciones de los mandamientos, de manera que el no-robar se ha universalizado y aplicado a todo tipo de hurtos. Pues bien, en principio, el robo más significativo, el que está más perseguido y castigado en aquel contexto bíblico, en el que se empezaba a extender el robo de personas, para su venta en el mercado, al servicio de los grandes imperios del entorno (asirios, babilonios, egipcios…), es el robo de personas. Intermediarios de ese robo de personas eran básicamente los fenicios (como sabe el profeta Amós). ‒ Intención básica de esta ley: impedir el robo-secuestro y venta de personas. Este mandamiento, ya desde sus orígenes, tuvo dos finalidades, que son inseparable: Impedir el secuestro o robo de personas, y su compra-venta. La prohibición del secuestro ocupa un primer plano, porque suele ser bastante ignorada. Pues bien, esa ley contra el rapto se encuentra en los dos códigos fundamentales de Israel: ‒ En el Código de la Alianza: «Quien rapte a un persona para venderla o retenerla es reo de muerte» (Ex 21, 16). Esta ley forma parte de la legislación criminal, y va unida a la ley contra el homicidio y contra la rebelión contra los padres (quien maldiga a su padre o a su madre…) (cf. Ex 21. 12-16). Ella está en el principio de todas las relaciones humanas. 5

‒ En el Deuteronomio se dice: «Si se encuentra a un hombre que haya raptado a uno de sus hermanos, entre los hijos de Israel, para explotarle como esclavo o para venderle, ese ladrón debe morir. Harás desaparecer el mal de en medio de ti» (Dt 24,7): Según eso, este mandamiento protege ante todo «la libertad misma del prójimo, manifestándose en contra del secuestro de personas, con el fin, por ejemplo, de venderlas”. Va, por consiguiente, en contra de aquellos que convierten la persona en una cosa, objeto de robo y de esclavizamiento.2. ‒ Importancia profética del tema. El profeta Amós. La condena del robo de personas está en el principio de la profecía de Israel, tal como aparece en Amós, en el siglo VIII a.C. Entre las grandes condenas del profeta aparecen estas tres: ‒ Pecado de Gaza: “Por tres pecados de Gaza, y por el cuarto, no revocaré su castigo: porque llevó cautivo a todo un pueblo (hicieron prisioneros en masa), y los vendieron a Edom” (Am 1, 6). ‒ Pecado de Tiro: “Por tres pecados de Tiro, y por el cuarto, no revocaré su castigo: porque entregaron a todo un pueblo cautivo a Edom y no se acordaron del pacto de hermanos” (Am 1, 9). ‒ Pecado de Israel; “Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo: porque vendieron por dinero al inocente (=justo), y al pobre por un par de sandalias” (Am 2, 6). Éste es un pecado “social”, propio de estados y/o comunidades dedicadas de un modo especial al comercio, como son las de Tiro y Gaza, que se han especializado en la compra-venta de esclavos, a lo largo y ancho de todo el oriente. Es un pecado de lesa humanidad, que no está vinculado a la fe concreta de un pueblo, sino a lo que pudiéramos llamar el “pacto de humanidad”, que es anterior a todos los derechos políticos y religiosos. Éste es un pecado comercial y monetario, que pone el dinero (el comercio) por encima de las personas…; un pecado que pone al mismo Estado (Gaza, Tiro, Israel…) al servicio de un tipo de economía que esclaviza a las personas e, incluso, por encima de los pactos políticos de vecindad o de ayuda mutua, como se dice en el caso de Tiro, “que no ha respetado el pacto de hermanos” (posible pacto de fraternidad entre Tiro y el reino de Israel, que aparece vigente ya en tiempo de Salomón, según 1 Rey 5). ‒ Economía de mercado “humano”. Estos pasajes de Amós, con las leyes del Exodo y Deuteronomio nos sitúan ante una de las primeras economías esclavistas que conocemos, que ponen la economía (mercado) por encima de las personas que, según eso, puede comprarse y venderse, sea a través de expediciones militares (para robar personas), sea a través del sistema de deudas, por el que los deudores pueden ser vendidos como esclavos. La finalidad de la ley israelita (y de la proclamación profética de Amós) se centra en el valor de la persona, que no puede ser robada (vendida). En ese sentido, dentro de la Biblia, la prohibición del robo está siempre al servicio de la autonomía de la persona. La tradición posterior de la Iglesia cristiana, de tipo más pedagógico-moral, ha relacionado casi siempre este mandamiento con el hurto de cosas. La investigación bíblica, por el contrario, ha mostrado claramente que este mandamiento se refiere ante todo a la prohibición del secuestro y del «tráfico» con personas. Esto queda especialmente expresado en el Éxodo y en el Deuteronomio, en cuyos respectivos textos del Decálogo se interpretan detalladamente las normas individuales. ‒ Aquí se incluyen los tres elementos básicos del tema, que son robo, tráfico y trata, que son de alguna forma inseparables: ‒ Robo. Puede ir unido a un tipo de guerra (que es el caso más común) o también a expediciones o procesos de robo directo.

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Cf. A. Exeler, Los diez mandamientos. Vivir en la libertad de Dios, Sal Terrae, Santander 1983, 161-180. En esa línea se entiende la gran crítica del profeta Amós, que se opone a todos los reinos del entorno que roban y venden personas en los mercados de Fenicia.

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‒ Tráfico. Algunas veces el robo culmina en sí mismo, de forma que aquellos que roban se apoderan de las personas robadas para así hacerlas esclavas. Pero en general se establece un tráfico de esclavos en los grandes mercados de las ciudades mercantiles (sobre todo en Tiro). ‒ Trata. El esclavo así robado o comprado se convierte en mercancía laboral o sexual, al servicio del amor. 3) Decálogo 2. Décimo Mandamiento: No desear la mujer de tu prójimo.

En la línea anterior de “no robar personas” avanzan los dos mandamientos finales: “no dar falso testimonio” (para robar, utilizar, a las personas), y no desear los bienes de tu prójimo: no codiciarás su casa, ni sus tierras, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él (cf. Ex 20, 17; Dt 5, 21). Este último (no desear) aparece de algún modo como mandamiento final (y radical), que equivale de algún modo al primer mandamiento del paraíso, en el que se dice no codiciaras (es decir, no comerás del árbol prohibido del “conocimiento del bien y del mal”). Este mandamiento marca el límite del deseo, de manera que sitúa al hombre ante su propia finitud, ante su limitación, como ser que puede desearlo todo, pero que tiene que poner un límite a sus deseos, que no puede interpretarse sólo en sentido sexual (prohibir el deseo erótico…), como ha interpretado después normalmente la moral de la Iglesia, sino en sentido mucho más profundo, en un contexto universal, desde la perspectiva del varón propietario, que tiene el “derecho”. Hay dos formulaciones de este “mandamiento”. La más antigua parece la del Éxodo: ‒ Ex 20, 17: No desearás la casa de tu prójimo: no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su

siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo". p `^[

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