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LA BENDICION DE PERTENECER AL SIGNO DE SAGITARIO
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Atrapado por la Video – seducción por Autor Anónimo

Mis acciones parecían estar muy lejos de lo que debe ser el carácter de un cristiano. «¿Qué ha sucedido en mi mente y en mi conciencia?» —pensé. «¿Cómo pudieron los fieros dardos de Satanás penetrar tan profundamente?» Todo empezó inocentemente. El video grabador fue un regalo para mejorar mi ministerio. Muchos de mis amigos lo usan para ver videos de mensajes de predicadores importantes, internacionales y nacionales. Historias bíblicas animadas para chicos están disponibles en casetes. Los institutos bíblicos ofrecen clases video-grabadas para estudiantes por extensión. Mis amigos también usan el video para grabar programas de televisión que no pueden ver a causa de los compromisos de su ministerio y también para gozar alguna película alquilada. Muchos cristianos alquilan películas en los video clubes (tiendas de alquiler de videos), ahí es donde mi tentación empezó. Muy rara vez voy al cine, películas importantes como «Ben Hur» y «Carrozas de fuego» están entre las películas que he ido a ver en el cine. Pero ni bien recibí el video grabador descubrí que hay miles de películas disponibles por un alquiler barato. Durante los primeros meses de uso mi familia y yo vimos varias películas clásicas de Walt Disney: Mary Poppins; La familia Robinson; etcétera. pero, cuando estaba seleccionando las películas para la familia en el video club local, una excitante selección de películas fascinantes de aventura capturó mi atención. Mientras miraba los títulos me di cuenta de que muchas de ellas no eran buenas para ver en familia, pero realmente no parecían ser «malas películas» y prometían un buen entretenimiento. Cuando comencé a escuchar los comentarios de algunos amigos acerca de estas películas, yo justifiqué verlas no sólo porque eran un buen entretenimiento sino porque otros lo estaban haciendo. Entonces cuando seleccionaba alguna película para la familia también seleccionaba alguna de un tema más maduro para mi esposa y para mí, para ver después que los niños se iban a la cama. Realmente disfrutaba de la acción de estas películas, pero también algo me preocupaba, los actores usaban un lenguaje profano, las mujeres a menudo estaban parcialmente desnudas y, muy a menudo, había escenas de ruda violencia e inmoralidad sexual. Toleraba esas porciones porque las películas eran noventa por ciento de entretenimiento. Muy pronto, sin embargo, hallé esas escenas sexuales más excitantes y menos ofensivas.

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Una vez, mi hijo vio la caja de la película que íbamos a ver su madre y yo, y me preguntó si podía verla también, le expliqué que no era una película para chicos, pues tenía un lenguaje soez y tenía cosas que no eran muy lindas. «Entonces, ¿por qué la están viendo ustedes, papá?» —preguntó. No tuve nada para replicar. La mayoría de las películas que veíamos con mi esposa eran prohibidas para trece años, todavía no había alquilado ninguna prohibida para dieciocho años. Pero llegó el día cuando lo hice; fui atraído por el título y por la sugestiva foto y me dije a mí mismo que el sexo no era la atracción. Antes de que me diera cuenta estaba mirando una película por fin de semana y algunas veces dos. Poco a poco me interesó menos la lectura, a veces levantaba un libro y lo hojeaba pero lo que realmente quería era ver alguna otra película. Y había varios títulos que yo no podía esperar para ver y así llegó el momento de ver películas también a mitad de la semana. Durante mi video-seducción experimenté una perpleja lucha espiritual, pronto no me pareció malo ver sexo discreto y nudismo parcial. «Soy bastante maduro para manejar esto —pensé—. No hay nada de malo en simplemente ver estas cosas. Yo no soy el que lo está haciendo.» Aún así, profundamente dentro de mi corazón yo sabía que era culpable. Durante ese tiempo me fue especialmente difícil llevar a cabo un ministerio eficaz. Aunque por el hábito continuaba mis devocionales personales, yo sabía que la lectura de las Escrituras y mis oraciones eran un fingimiento. Mi entusiasmo por enseñar la Biblia palideció. También perdí mi valentía para hablar de los mandamientos bíblicos en contra de la inmoralidad sexual. En varias ocasiones determiné que no vería más películas prohibidas para mayores de dieciocho años. No me gustaba lo profano, las historias no tenían contenido, y nunca proveían el entretenimiento satisfactorio que yo había anticipado. Pero, mientras miraba las películas en el video club, buscando una mejor película, mi carne era incentivada por títulos sensuales. El video se había transformado en un elemento necesario de mi vida. Esperaba la película de la media semana como una oportunidad para poner mi mente en punto muerto y relajarme después de un día ajetreado. Cuando mi esposa estaba ocupada con el trabajo de la casa o con su estudio bíblico, yo miraba la película solo, a menudo seleccionando una película con un título más sugestivo, sexualmente hablando.

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A pesar de todo ello, la sensibilidad moral y la presencia de mi esposa en la casa prevenía que yo alquilara películas más sexualmente explícitas. Un día llegó el fin de semana en que ella tenía que ir a una conferencia para mujeres. Nunca me hubiera permitido traer una película pornográfica a casa para ver juntos, pero ahora era mi oportunidad para verla solo. Contemplé esta decisión, al menos una semana; no quería ceder a esta tentación, pero parecía que no podía sacar esa película fuera de mi mente. Un sábado a la noche fui al video club con el fin de traer una película para la familia, pero al final alquilé una película pornográfica y me dije a mí mismo: «Es simple curiosidad, no lujuria. Quizás como cristiano debería saber lo que el mundo está consumiendo.» Lo que vi fue horrible. La película degradaba tanto hombres como mujeres. La belleza de la sexualidad humana, como fue designada por Dios y como yo la había experimentado en el matrimonio, estaba ausente. Me sentí vacío, traicionado y vencido. Fue en aquel momento en que Dios hizo que volviera en mi sentido. Él me había estado llamando al arrepentimiento todo el tiempo, pero yo lo había estado ignorando. Golpeado por mi fracaso me di cuenta que estaba en peligro de destruir toda mi vida y mi ministerio. Si yo había endurecido mi corazón y acariciado este pecado, ¿qué sería lo próximo? Aquella noche, antes de ir a la cama, hice cuatro cosas. Primero, destruí las tarjetas de identificación que los video clubes requieren para alquilar las películas. Segundo, le escribí una carta a mi esposa confesando mi fracaso y pidiéndole que ore por mi recuperación espiritual. Tercero, le confesé mi pecado al Señor y me apropié de su perdón. Cuarto, hice una decisión ante Dios de estar lejos de los video clubes. Más tarde di otro paso. Me propuse rendirle cuentas a un amigo, un pastor a quien respetaba grandemente. Le confesé mi pecado y le pedí que orara por mí, y le prometí que le haría saber si en algún sentido estaba otra vez cayendo. Nos pusimos de acuerdo de preguntarnos uno al otro regularmente acerca de nuestras vidas espirituales. No estoy escribiendo esto para purgar mi alma, porque estoy seguro del perdón de Dios, (1 Jn. 1.9), sino para advertir a otros cristianos que poseen equipos de video. Ningún cristiano es inmune a las tentaciones de la video seducción.

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Me gustaría compartir algunos pasos que he tomado para evitar el mal uso de mi máquina de video: Terminé de frecuentar los videos clubes. Aún cuando podía no intentar alquilar una película pornográfica cuando entraba a uno de esos negocios, a menudo me encontraba con ellas ante mí. Curiosear esas películas en un video club secular le da a Satanás la oportunidad de darnos algunos bofetones. Puedo escapar sin alquilar una película comprometedora, pero me he expuesto a mí mismo a títulos sugestivos, que pueden venir a mi mente cuando mi guardia está baja. Muchas librerías cristianas, ahora están alquilando películas para la familia. Al alquilar mis videos ahí evito las tentaciones innecesarias. En el futuro, si tengo que alquilar en un video club secular, puedo llamar por adelantado y reservar el título que quiero e ir a buscarlo directamente, sin necesidad de tener que mirar ninguna otra película. He dejado de mirar películas en video estando solo, cuando planeo mirar una película en el video arreglo para hacerlo con mi esposa, mis niños y algunas veces con otra familia. Esto me ayuda a ser más selectivo al escoger mi película. He limitado las veces que veo un video, el tiempo de descanso y de entretenimiento tienen su lugar pero, menudo yo me iba hacia los extremos. «Si mirar un video al mes es algo agradable, uno a la semana será muchísimo mejor». En mi opinión muy pocas películas seculares valen la pena para estar mirándolas por dos horas. La calidad disminuye grandemente cuando dejo de ver películas altamente premiadas para ir a producciones de poco presupuesto. He decidido ver unas pocas películas al año, sólo aquellas de la más alta calidad que se estrenan ese año. Entonces uso el otro tiempo para leer, hacer juegos con la familia y tener recreaciones más interactivas. Estoy cultivando oportunidades para usar mi equipo de video para el ministerio. Cientos de películas evangélicas están ahora disponibles en los video clubes. Conseguir videos hechos por buenos consejeros, o buenos predicadores o maestros es de mucha utilidad. Muchas veces compramos los videos y buscamos las oportunidades para poder compartir esos materiales con un amigo o con una familia. Estoy tratando de cultivar la actitud de Dios hacia las cosas que yo veo en el video. Proverbios 6.16-19 lista las clases de mal que Dios odia: mentira, derramamiento de sangre, y planes perversos; estos mismos males son enfatizados y exaltados por la industria filmográfica, es triste que tenga que decir

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que a veces he sido entretenido por actividades que el Señor odia. Salomón me recuerda en Proverbios 8.13 que temer al Señor es odiar al mal y el salmista nos exhorta que todos aquellos que amen al Señor odien el mal, Salmo 97.10. Estoy limitando las películas que miro para que cumplan con el criterio de Filipenses 4.8, Pablo escribe: «Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad». Si los videos que miro cumplen esas normas es muy raro que mi entretenimiento esté deshonrando al Señor. Olvido muchas cosas, números de teléfonos, nombres, referencias de la Escritura, pero muchas escenas explícitas y violentas de las películas pornográficas aún permanecen en mi mente. Ahora, realmente, quiero proteger mi mente de las manchas de la corrupción.

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