Mono
Mono. Fumar es un placer genial, sensual. Fumando espero al hombre a quien yo quiero, tras los cristales de alegres ventanales. Y mientras fumo, mi vida no consumo porque flotando el humo me suelo adormecer... Fumando espero (famoso cuple)
Genomo, lo que los abundios tienen con el conjunto de vicios que te esta llevando al desastre es igualito igualito que lo de los drogodependientes. Un cuelgazo que no veas. Se podría comparar también con cuando era niño y ni con las amenazas de quedarnos enanos, tísicos o ciegos, conseguían los curas que dejáramos de hacernos pajas como micos sin parar. Pero con las drogodependencias tiene más en común, porque las pajas resulta que al final lo que es malo es no hacérselas y en el caso del vicio que te quiero comentar está muy claro que no puede ser que sea buena la cosa, que aunque parezca un logro positivo, la desarrollina es una droga letal que a la larga, como ocurre con todas, su consumo compulsivo, sólo beneficia a los camellos que la venden. Y a eso tus abundios están enganchaítos y sólo pensar en tener que dejarlo les da un mono que no pueden
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soportar. Sí. Como los nicotinómanos, que son los que sufren el enganche más severo de todos los enganches, que dicen, claro, ya sabemos que mata, que en cualquier caso bueno no puede ser que sea, pero peor es no fumar, y en cualquier caso, de algo hay que morir de todas las maneras. Ayer estuve en casa de una amiga que vive en el campo. Su madre estaba pasando unos días con ella recuperándose de una quimio que le estaban haciendo por un cáncer de mama. Todo había ido muy bien pero la preocupación lógica pesaba en el ambiente como una losa que te cagas. Sin embargo, como cosa tan normal, la señora se fumo en el rato que yo estuve allí un par de cigarros del paquete que tenía a mano sobre la mesa, tan ricamente. Yo por supuesto no dije nada, claro, aunque noté, no sé en qué, que darse ese gustazo en algo le pesaba. Lo solucionaba corriendo de tirón un velo práctico que cubría la preocupación inmediata casi por completo o al menos la aplazaba mientras se fumaba ése, y encendiéndolo con decisión para acabar de ahuyentar cualquier tipo de duda que viniera a contradecir la imposibilidad total que había de hacer otra cosa que no fuera fumárselo, vamos, pero ya. Conozco también a varios con baipases múltiples en el corazón que fuman... apenas, dicen, cuando les preguntas extrañados de verles hacerlo. No más de tres o cuatro cigarros, aclaran como forma de justificación mecánica,... Que desde luego, no resultan ser menos de cinco o seis o siete... por lo menos, en ningún caso. Hay algunos que incluso razonan auto convincentes que el estrés que les supondría dejarlo sería mucho peor para su salud que el mal que puede ocasionarles seguir fumando, eso sí, con control, claro. Dónde va a parar. Y, en definitiva, aunque pocos sean los que lo admi-
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tan, la muerte al final no es más que un susto mucho menos espantoso que el tener que vivir sin nicotina. Hombre por dios. Eso es lo último. O sin el objeto de cuales sean sus dependencias, sin el sabor de las sustancias socioactivas que les ponen, sin la placentera sensación de progreso y bienestar que produce ingerir como guarros toda la nueva tecnología de la mercadotecnia que se pueda, de las comodidades irrenunciables que de ellas se derivan, el dulce consumo atroz que les quite de atrás la sensación de no haber venido a hacer otra cosa en este mundo que digerir como locos con todos sus sistemas digestivos mientras curran como tontos. Su irrenunciable forma de vida. Sus coches, sus carreteras, sus trenes de alta velocidad, su usar y tirar, los jet a pelo puta, sus juguetes, sus viajecitos de tres días para echar un polvo cada uno con su forma de exotismo al quinto coño y volver en atascos y carreras a la cruel rutina de pasar todo su tiempo en la manía de progresar todo lo que se pueda, buscando desarrollar la manera de trabajar menos que ayer y consumir más cada día para enfangarse más y más en las arenas movedizas de una esclavitud de hipotecas, de letras y de dependencia de necesidades innecesarias que acaban no dejándoles vivir y sin las cuales sin embargo poco les importaría la vida. Sin las cuales sin embargo, ¿existe ni siquiera la vida? Un auténtico enganche drogodependiente es lo que tienen. Como al cocainómano, también les parece gloria lo que les da el continuo rayajo de mierda que se meten. Con él, durante un rato, se sienten más listos, más fuertes, más guapos, más omnipotentes, como dios, y, sobre todo, tienen la deslumbrante sensación de gozar más. Después hace
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falta echando leches otra dosis más grande. Volver atrás es impensable. No hay comparación. No podrían soportar una existencia sin ese brillo. Algo habrá que hacer, oye, lo que es indudable es que la energía eléctrica es necesaria. No hay más Historia que seguir dándole caña y confiar en que lo que dicen que acarrea su desenfreno no sean más que exageraciones. No se dan cuenta de cómo sus órganos se van deteriorando por la acción corrosiva que la sustancia que les anima ejerce sobre todo lo que toca. Sólo quieren saber lo bien que les pone. Cuanto más degeneran mejor creen que lucen. Si acaso un día sangran por la nariz lo que hacen es meterse otro esnifazo de inmediato para cauterizar la brecha y dejar de pensar en el mal rollo que se están procurando, y lo único que de verdad les preocupa es que vaya a pasarles eso en público. Las primeras veces, mientras se limpian los morros del marrón se sobresaltan un poco, pero con el tiempo lo hacen sin pensar siquiera en ello. Como algo que es hasta natural que pase. En cualquier caso... dejarlo es absurdo, tendrán que pensar en ponerse un tabique de platino, está demostrada su eficacia, a grandes males grandes remedios, los efectos tóxicos pueden contrarrestarse con una alimentación sana, harán más ejercicios para oxigenar los tejidos, la ciencia avanza sin parar y aparecerán nuevas soluciones para minimizar los desequilibrios del abuso, no hay que dejarse influir por los catastrofistas, ya en la Edad Media avisaban del apocalipsis que venía, para cuando ya sea verdad que no puedan consumir más gasolina habrán aparecido en el Mercado drogas más limpias y mejores, quién dice que estemos en una cultura sin salida. Sino queda otra siempre está la posibilidad de ponerse a fumar light que, aunque sea
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una leche y no sirva ni para minimizar el riego ni para quitar las ganas, siempre será una forma razonable de sostener el vicio. Lo que no puede ser en ningún modo es parar ahora la marcha. Es imprescindible para mantener el estatus conseguido seguir dándole al rollo de la raya. No vamos a abandonar ahora, justo cuando estamos a punto de llegar a lo más alto de la Civilización. Ssssnifffhh. Ssssnifffhh. Pero no se trata sólo de no parar la marcha. Esto, como cualquier otra droga necesita cada vez más mandanga para sentir el mismo efecto, y de la misma forma que el cocainómano acaba con todo su capital y el de toda su familia si no lo cortan antes, ocurre con los recursos del planeta que es la cuenta que paga el desenfreno al que esta enganchado el modelo hegemónico social. Y de la misma manera que el uno acaba haciéndose camello para costearse su consumo cortando cutremente parte de la mierda con más mierda y adicionando al vicio a todo el que puede pillar, el otro pone todos los peones de su máquina a forjar el imperio necesario que extienda el Desarrollo al mundo entero. Un ángulo concreto de la misma foto es el de una familia campesina que conozco. Míralos ahí en su huerto al fondo de un barranco perdido donde no hay más que un viejo cortijo sin gente y almendros y jabalíes, pajaritos, zorros y cabras montesas. Imagínatelo como el lugar bucólico que es. Allí nace la fuente más caudalosa de la seca comarca y por eso es un sitio privilegiado. Su fuente. Su cortijo. Sus tierras. Son cuatro, tres hijos solteros ya talludos y el padre. A mi me hacen gracia porque siempre están juntos y siempre peleando. Los hijos discuten a gritos sin parar, mientras sulflatan, en una jerga incom-
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prensible y el padre calla y huye de dar un palo al agua mientras se rasca la cabeza remolón. Son buena gente. No hay día que no surfaten algo. Surfatá es un verbo que aquí define la actividad principal en el campo desde hace ya cuarenta años. Es una corrupción de sulfatar. También puedes oír suflatá o sufaltal y sufalteá, y toda la variedad con a inicial, asulfatá, asuflaltal, o variaciones parecidas. Se refiere no sólo a echar sulfatos sino cualquier tipo de veneno. Últimamente surfatan cosa mala. Ellos y todos los demás de por aquí. Montes enteros suflatan paso a paso. Todos los días los ves con la maquinilla a las espaldas dándole a la palanquilla y envenenando todo con la regadera milímetro a milímetro. Surfatan tanto que no me ha sorprendido el que el agua de la fuente haya dado positivo, en un análisis que mandé hacer por el mosqueo que me daba beber de ella, a un herbicida y un fungicida. Y es que no paran de suflartar. De hecho en los hijos, yo creo que lo de la maquinilla en el lomo es ya una prolongación física, una mutación biónica de su organismo. Parece que algunos están naciendo ya con ella bien acoplada a la chepa y que aprenden antes a darle a la palanca que a dejar de mearse encima. Ellos, son los que más beben del agua esa. Han vivido allí durante generaciones hasta no hace tanto que se mudaron al pueblo. Incluso tienen familiares de la playa que vienen periódicamente a llevarse furgonetas enteras de garrafas para tener para beber un mes, porque la fuente tiene tradición de ser incluso algo medicinal. Mano de santo para algunos tipos de dolencia. Entonces voy y les advierto. Están dispersos en la zona y me dirijo al padre desde unos veinte metros de distancia. En la loma de en-
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frente otro hijo suflata de herbicida a paso lento y concienzudo un campo de almendros. José... mira, que he hecho un análisis del agua de la fuente y está contaminada con el herbicida ese que echáis al campo, y con un fungicida para las viñas. Silencio corto aunque evidente y con mucha atención. El otro hijo está suflatando el huerto un poco más allá del padre. Puedo ver como asimilan la noticia los engranajes de sus mentes analizando el posible grado de peligro y responsabilidad que les vaya a suponer la señal sonora que les ha llegado al cerebro como una alarma a estudiar. Por fuera no se nota pero su parte inteligente se ha puesto en máxima alerta. A un herbicida y un fungicida, algo que por lo visto se utiliza en las viñas, aclaro. ... ¡Pueh hay poco que l’analizó uno de la playa y diho qu’ehtaba mu buena pa bebé! Dice el padre usando la extrañeza en el ataque defensivo. Eso sería refiriéndose a que era potable, tú pregúntale a ese si miró contaminantes, herbicidas y nitratos y esas cosas, es que eso si no se mira específicamente no se ve. Silencio corto pero profundo y de gran actividad en las ruedas mentales sin signos exteriores. ¡A lo mehó eh que s’arrahtrao argo de por ahi con los nubarroneh ehtoh...! Dice quitándole importancia a la cosa. No, la mandé analizar antes de las tormentas, la verdad es que se hizo en invierno, cuando todavía no se ha echado nada en el campo, es una contaminación de atrás, que se ha ido filtrando con los años y ha acabado llegando al acuífero, como era de suponer. Silencio corto pero profundo y de gran actividad en las ruedas mentales sin signos exteriores. ¡A lo mehó acaba regahtandoze...! No, le explico, eso una vez que ha aparecido, y como cada vez se echa más, lo normal es que vaya en au-
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mento, no es la única fuente, en realidad son casi que la mayoría de España ya las que están contaminadas, en Jaén y en Lérida y por ahi son muchos los pueblos que ya no pueden usar el agua suya, yo os lo digo para que lo sepáis, por mi parte la he dejado de beber, no pasa nada por beber una vez, ese tipo de contaminantes es peligroso sólo si se bebe de continuo. Silencio corto pero profundo y de gran actividad en las ruedas mentales. ¡Claro, eso eh malo a la larga! Claro. Silencio corto pero profundo y de gran actividad en las ruedas mentales sin signos exteriores. Bueno, me voy para arriba. Digo viendo que ya poca conversación más va a haber. Mientras subo a pie la cuesta recreo en mi mente la escena que sigue después de mi partida. Los movimientos físicos cambian poco. Las ruedas mentales siguen dando vueltas a la alerta recibida pero ya más relajadas al no estar en peligro de observación. Pueh nozotroh lo que echamoh ehtá permitío echal-lo. Dice quizás el hijo al padre. Pueh ya veremoh que paza, cuando empiezan a revorvé con ehtah cozah... malo, dice el padre sin dejar de analizar posibles responsabilidades que pudieran derivarse y ante las que sea necesario preparar huidas y respuestas a pesquisas que no quiera dios que se den. Pueh zi lo venden eh porque no eh malo pa’lah criaturah, zi no no lo venderían. Dice de nuevo el hijo, más preocupado con la posibilidad de que le vuelvan a obligar a quitar hierbas con el azaón, por dios bendito, que por reventar por haber bebido agua. El hijo que zuflata a lo lejos sigue zuflatando ajeno por completo a la noticia colgado en su monotonía sin haber recibido alerta alguna que lo intranquilice. Hombre... qué duda cabe que bueno no pue zé que zea. Acuerda el padre quitándose la gorra con
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una mano y rascándose el coco con la otra. Pero... qu’ezo no hay máh qu’eh qu’hay que echallo, qué duda cabe d’ezo. Sentencia en conclusión. A ver si no, to’r mundo lo jecha. Dice el hijo con las cosas muy claritas. ¿A cuanto venden en la tienda el agua embotellá?, tampoco eh que zarga ezo tan caro. Medita el padre en voz alta. ¡O la del grifo, qu’eza es verdá que ze pué bebé, que viene de la zierra y ehtá ezaminá por loh ténicoh de profeción!, dice el hijo. Argo habrá que jacé. Puede que sea buena frase para concluir la discusión, dicha por el padre mientras ordena recoger las cosas para irse a casa y descongelar así la escena. Sí, cualquier cosa menos dejar de suflatá. Eso está claro. Y cuando ya ni comprada pueda ser limpia el agua pues... estamos como al principio del cuento, más vale una extinción completa que andar de nuevo doblaos quitando yerbas con las manos como en la prehistoria de la sociedad del bienestar. Todo menos dejar de fumar o tener que vivir sin la rayita ¡No vamos a perder todo lo ganado tan trabajosamente a lo largo de los siglos! Eso es lo que dice el sentido común. Y aquí es conveniente, Genomo, hacer dos consideraciones. Una que han estado toda la puta vida sin el herbicida y los abonos de los cojones y había mejores tomates y de todo y hasta que a lo mejor eran incluso que más felices. Otra, que sí, que vale, que ellos sacan que se ahorran trabajo y que ganan por el momento mucho más con menos esfuerzo. Bueno, claro, es lo que te digo, eso es como el humo del tabaco y la gloria de las drogas. Gloria bendita que mata. El que fuma se ha echado encima una nueva dependencia y para él lo que le saca le interesa más incluso que su mismísima vida. De acuerdo, pues que se hinche hasta
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que explote. Pero y yo que no fumo, ¿tengo que tragarme el humo de sus vicios? ¿Tengo que pagar en fuentes y aire envenenados sin sacar provecho alguno? La putada es que en el caso de los suflatos, la habitación donde se fuma es el Planeta. Y no tiene ventanas, ni sistema acondicionador del aire que funcione. Yo voy a tener parte en la extinción y el horror amargo que acarrean y sin embargo no gozo del dulce pastel envenenado que se están comiendo ahora mientras tanto. Pues tiene tela lo mío. Me cago en el Sistema. Sin embargo les entiendo. Yo también fui fumador. De tres paquetes de Ducados al día. Luego me pasé al rubio. Después pase mucho tiempo luchando contra Nicotino como pude, ya te lo he contado. Que si cinco al día que eran diez cuando no veinte, que si partir los cigarros por el medio, que si una caladita... Siempre pensé que aunque consiguiera ahogarlo estaría llorando su falta el resto de mi vida. Pero por fin lo maté para siempre, sin embargo. Sin demasiado duelo. Y Ahora incluso el recuerdo de su horroroso ser me da asco. Huelo su venenoso olor a la legua. No puedo dejar de verlo montado en la chepa de los fumadores retorciéndose cachondo cuando le dan la calada que le afianza más en su parasitación. Como él también me reconoce me mira a los ojos y me hace gestos asquerosos con la lengua. El propietario fuma y ni se de cuenta de lo que tiene encima. A Progresino también le veo, pero no siempre. Aunque al final es tan individual como Nicotino tiene un carácter mucho más colectivo. Es menos corpóreo. Más evasivo. Tiene muchas caras. Todavía no has llegado a verlo bien cuando ya se ha mimetizado detrás de algún interés noble. Pero es mucho más avaricioso y dominante y exige para su desarrollo y mantenimiento muchos
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más sacrificios, humanos, que se le hacen en su santificación continuamente sin parar. Él dirige las Instituciones. Se le ofrecen tantos que ya ni nos damos cuenta de que estamos sacrificando en el más sangrientos de los rituales a nuestros propios hijos. En realidad, como el otro, a lo que nos está llevando es a nuestro propio fin en la gloria de su altar, pero los dos son amigos de que las ceremonias sean largas, larguísimas, lo más largas posibles. Pero tampoco eternas. Ahogar a Progresino es mucho más difícil y el lo sabe. Sabe cómo movilizar a su ejército de esclavos contra aquellos que lo intenten. El que ataque ese panal se verá comido por sus abejas antes de que pueda llegar a tocarlo siquiera. Está dispuesto a acabar con la propia especie antes de morir. Seguramente sea mejor dejarlo hacer, que nos lleve al punto de no retorno y se lleve nuestras almas al Olimpo de los extinguidos cantando tan contentas evolutivos himnos. Seguramente lo consiga de todas las maneras aunque sea después de tres mil ciclos después de este. Si bien, sin duda, si le matáramos ahora de una vez como yo maté a mí Nicotino, tal vez descubriríamos libres de su influencia un mundo alucinante que habría estado siempre ahí con deliciosas fragancias y sabores sin que lo sospecháramos siquiera, y el mono no fuera tan duro, y luego también nos resultara insoportable descubrirlo en las mentes sucias de los que nos lo quisieran volver a traer. Un mundo en el que sólo el hecho de trabajar por él fuera premio suficiente para sentirse a gusto. Pero es un sueño. Basta mirar alrededor para saberlo. La familia campesina prefiere reventar a quitar yerbas. Esa droga es la que mueve los cientos de miles de cayucos y pateras. Quedan muy pocos que no sean adictos y casi nadie que no
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la haya probado o sepa lo bien que pone si puedes conseguírtela. Ni dios quiere dejar de adorarlo. La Cultura de la Civilización no es otra cosa que su liturgia diabólica. Abandonad toda esperanza. Yo mismo te estoy contando estas milongas envuelto en los brazos de su abrazo. Como se pone el que está en una habitación donde todo el mundo fuma yerba respiro yo los vapores de la fiesta del Mercaraiso. Sinqueriendo y sin dejar de querer. Estoy además en el sector de los que más consumen así que el aire me llega más cargado de la sustancia activa. Soy un adicto pasivo que lleva mucho tiempo sin bajar del cuelgue. Seguramente ya no podría soportar una atmósfera limpia, de moral cristalina, dónde el frescor insípido de la pureza de la integridad me resultaría insoportable, como la levedad del ser. Tener que ir a por la compra con un bolso, disponer de tomates sólo en el verano, no disponer de tanto, que todo estuviera basado en un Orden de justicia, y no tener la evidencia del absurdo social para escurrir el bulto y vivir del cuento en lo posible sin dar un palo al agua, no sólo sin ningún remordimiento sino con una deliciosa sensación de escapar de un pringue tonto consiguiendo por ello algo parecido a la realización más cósmica que imaginarse pueda. Seguramente sería un horror casi imposible de aguantar. No, nicotina no volveré a fumarla porque ya te conté, que como lo maté, ahora ya sé lo guarrindongo que es de veras en su naturaleza, que no tiene nada de bueno, que sólo es positivo para las tabacaleras. Pero a la otra dependencia, al que te va a matar, Genomo,... en realidad, yo como todos, ni siquiera pienso en el fondo en la posibilidad de vivir sin ella. Incluso me pregunto, si alguien abriera la austeridad de par en
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par para ventilar un poco la locura del consumo y el frescor hiciera que se me apretara el cinturón, cuánto iba a tardar en ponerme a gritar: ¡Por favor, cerrad esa ventana, que no se evapore la Progresina del aire, hostias, caiga quien caiga! Pues tal son las cosas.
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