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¿Cuándo ceder? Escrito por Natalia Agüero / Nº 150 Miércoles 02 de Julio de 2008 00:00
Si los niños colman la paciencia y se transforman en pequeños tiranos, se necesita una sobre dosis de fortaleza para no ceder ante sus demandas. Sin embargo, también es clave que los padres tengan sentido común para evaluar cuándo deben ser flexibles. Caso 1: Mamá, ¡cómprame algo!
Pilar y Carlos están casados hace seis años y tienen un hijo, Samuel, de 3 años. Siempre han sido unos padres muy permisivos. Los dos trabajan todo el día y al niño lo cuida su abuela materna. Cuando Pilar llega a buscarlo, generalmente le lleva un regalo, porque se siente mal de haber estado ausente todo el día.
Acostumbrado a recibir cosas y a conseguir todo lo que quiere, el niño se ha vuelto caprichoso e incapaz de tolerar una frustración. Cada vez que sale con su madre exige que le compre algo. Si la respuesta es “no”, en ese instante hace una pataleta. Pilar, con tal de evitar los gritos y las miradas del entorno que parecen decir “niño mal criado”, accede a las exigencias de su hijo. Pero cada vez que lo hace se queda con un gusto amargo y la sensación de estar actuando mal. Análisis En este caso, quienes realmente necesitan ayuda son los padres. Es importante que alguien los oriente en la educación de su hijo. Si están más cerca de él y aprenden a exigir y poner límites, mejorará la conducta de Samuel.
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Lo ideal sería que los padres disminuyeran su horario de trabajo para dedicarle más tiempo a su hijo. Pero si realmente no pueden hacerlo, es importante que Pilar entienda que no va a solucionar los problemas llevándole regalos a Samuel. A veces puede darle un obsequio, pero ojalá sea algo simple.
En todo caso, por ningún motivo hay que ceder a sus exigencias, porque se le hará un profundo daño. Estos padres han formado un niño consentido y caprichoso, que con el paso del tiempo, puede convertirse en un tirano. Sus demandas desmedidas son su manera de devolverles la mano a sus padres por el “abandono” que ha sufrido.
Finalmente, hay que tener presente que esta situación también puede darse en padres que dan tiempo a sus hijos. En esos casos, tampoco deben ceder y tienen que aguantar la pataleta del niño, sin preocuparse del qué dirán las personas del entorno. Conceder un capricho es querer la sonrisa momentánea de un niño, sin darse cuenta que se le está perjudicando al permitirle formar un mal hábito. Caso 2: ¡Todo es mío! Marta y Tomás son los padres de Vicente (2 años y medio) y Emilia (11 meses). Marta trabaja tres cuartos de jornada y el resto de la tarde la dedica a sus hijos. El problema apareció cuando esas horas de entretención empezaron a transformarse en un verdadero infierno de gritos, llantos y empujones entre los niños. ¿La causa? Vicente le quita permanentemente todos los juguetes a su hermana.
Para evitar tantas peleas, Marta le da en el gusto a su hijo y trata de distraer a Emilia con otro juguete. Pero en ese momento, Vicente ya no quiere lo que había pedido, sino justo lo que ahora está usando su hermana. Marta entiende que su hijo está pasando por una etapa en que considera que “todo es mío”, pero también sabe que desde pequeño debe enseñarle a compartir. Los fines de semana, cuando está Tomás, la escena es la misma. Si Vicente no consigue lo que quiere, hace un escándalo casi incontrolable. Análisis Este niño está en la etapa del egocentrismo, pero no por esto hay que permitir que haga lo que quiera. También está en una edad en que le gusta explorar y desconoce las reglas sociales. Los padres tienen que educarlo en ellas y explicarle que las cosas se piden. También se trata de un niño que tiene la ansiedad mal regulada y poca tolerancia a la frustración.
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Es importante hacerle entender a Vicente que cada uno tiene sus juguetes y tratar de evitar caer en el tema del mío-tuyo. A veces se puede ceder, explicándole al niño que se le está pasando el juguete, porque Emilia no lo está usando, pero es bueno dejar que se frustre para prepararlo para la vida. Si hace una pataleta, hay que hablarle con tranquilidad y ponerle palabras a lo que él está sintiendo. Por ejemplo preguntarle ¿te gustaría que yo te quitara tus juguetes?
Es probable que el comportamiento de este niño también se deba a un tema de celos. Los padres tienen que entregarle cariño extra a Vicente para que descubra que lo quieren y que no ha sido sustituido. Hay que hacerle entender que él ocupa un lugar especial, dándole, ocasionalmente, algunos privilegios de hermano mayor. Caso 3: La mamá rígida Marcela y Ernesto son los padres de Pablo y Antonio, mellizos de 4 años, y de Jacinta, una niña de tres meses. Desde el principio, ella asumió el papel de fijar las reglas en la casa y él siempre se mantuvo al margen del tema. El sistema funcionaba como reloj, incluso él celebraba a su esposa por esto.
El conflicto estalló cuando se organizó una bienvenida para el hermano de Ernesto, que volvía a Chile después de vivir en el extranjero. La junta era un viernes a las 7 de la tarde, con sobrinos incluidos. Marcela decidió que sus hijos no irían. Le explicó a su marido que a esa hora los niños comen, se bañan y acuestan. Insistió en que era muy importante respetar las rutinas, que en ese trabajo había invertido mucho tiempo y no estaba dispuesta a retroceder en lo avanzado. Ernesto se enfureció, acusó de “rígida” a su esposa y, a pesar de su enojo, igual fueron solos a la bienvenida de su hermano. Análisis
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Aquí el problema de nuevo lo tienen los padres. Marcela es la típica mujer obsesiva que necesita que las rutinas se cumplan para controlar la situación. Ernesto ha permitido que esto sea así, porque nunca se ha involucrado en la educación de sus hijos y porque incluso celebra el sistema que ha montado su esposa
Los horarios y las rutinas son importantes, porque ayudan a vivir en un ambiente de orden y producen seguridad en los niños. Pero este orden debe ser flexible, aceptando que en determinadas excepciones, el horario habitual no se cumpla. Lo demás es rigidez y no saber priorizar ni adaptarse a las circunstancias. En este caso concreto, obviamente que a los niños no les causará ningún problema acostarse un día más tarde, sobre todo considerando que es viernes. El sistema no va a fracasar porque ocasionalmente no funcione como está previsto.
Es fundamental que Marcela y Ernesto conversen sobre su proyecto de familia y acuerden entre los dos los criterios que van a utilizar en la educación de sus hijos. Esto incluye el establecer horarios, rutinas, reglas y permisos, y a futuro les permitirá enfrentar en paz situaciones más difíciles. Lo más importante es que los esposos actúen en bloque.
Si Marcela y Ernesto hubieran conversado el asunto podrían haber llegado a un acuerdo, a una solución intermedia (llevar a los niños, pero volver temprano), pero como nunca habían tocado este tema, el problema se mantuvo sin resolverse. Como siempre, ella hizo lo que quiso y él acumuló una rabia que inevitablemente saldrá más adelante por otro lado. Claves - Ir a las causas del comportamiento de los niños. - Ser firmes y perseverantes al exigir, pero siempre con sentido común. - Procurar que ambos padres estén involucrados en la eduación de los hijos y compartan esta tarea.
Asesoría: M. Eliana Yrarrázaval, psicopedagoga por la U. Católica; Diego Ibáñez, Licenciado en Filosofía y Letras y Orientador Familiar por la U. de Navarra; y Sonia Rivas, Licenciada y Doctora en Ciencias de la Educación por la U. de Navarra.
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