Story Transcript
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NIHIL OBSTAT Rodolfo FIERRO TORRES, S. D. B.
IMPRIMASE El
Inspector de la Inspectoría San Juan Bosco Alejandro VICENTE
Madrid,
10
de
julio
de
1957
NIHIL OBSTAT Domingo CRESPO ROSALES, Pbro.
IMPRIMATUR José M. LAHIGUERA Obispo Auxiliar y Vic. General Madrid,
15
de
julio
de
1957
QUEM DE ALTERIUS A PATRE LEGÍFERO SUPREMI MODERATORIS VITA
LIBRUM COMPOSUI HUNC VELUTI PATRI FILIUS
PETRO RICALDONI QUI IN SALESIANORUM SODALITATE REGENDA CUNCTIS FERE SUFFRAGIIS QUARTUS SUCCESSIT
D. D. D.
BIBLIOGRAFÍA ALBERA (P.), Lettere circolari ai Salesiani. (Turin, Societá editrice ininternazionale, 1929.)
AMADEI (A.), Don Bosco ed U suo apostolato. (Turin, Societá editrice internazionale, 1929.)
AMADEI (A.), // Servó di Dio Michele Rúa, vol. I. (Turin, Societá editrice internazionale, 1931.) BARBERIS (A.), Don Giulio Barberis. (San Benigno Canavese, Scuola tipográfica Don Bosco, 1932.)
BONETTI (J.), / cingue lustri dell9Oratorio Salesiano. (Turin, Tipografía Salesiana, 1892.) BOURG (J. du), Les entrevues des Princes á Froshdorf. (Paris, Librairie académique Perrin, 1910.)
BULLETIN SALÉSIEN, la collection complete en franjáis et en italien9 de l'année 1879 á l'année 1910. (Turin, Societá editrice internazionale.) CERIA (E.), Memoire Biografiche del Beato Giovanni Bosco, vol. XIt XII, XIII. (Turin, Societá editrice internazionale.) CHIUSO (T.), La Chiesa in Piemonte (4 vols.). (Turin, Giulio Speirani e figli, 1892.) CIMATTI (V.), Don Bosco educatore (Turin, Societá editrice internazionale, 1925.)
COSTAMAGNA (J.), Lettere confidenziali ai direttori delle Case Salesiane del Vicariato sul Pacifico. (Santiago, Escuela tipográfica Salesiana, 1901.)
COSTAMAGNA (J.), Conferenze ai Figli di Don Bosco. (Santiago, Librería Salesiana editrice, 1900.) FASCIE (B.), Del modo educativo di Don Bosco. (Turin, Societá editrice internazionale, 1927.)
— 12 — líneas y había hecho surgir de la nada, para recoger a la juventud abandonada. Don Rúa no creó nada totalmente suyo, no era su misión; la misma Asociación de Antiguos Alumnos estaba ya establecida por Don Bosco, de la adolescencia a la madurez, todo cuanto el Padre puso entre sus manos. Gracias a los cuidados de este experto jardinero, se desarrolló el árbol plantado por Don Bosco. Fue el lugarteniente incomparable durante treinta y cinco años y el Jefe supremo durante Veintidós. * * *
Mas para dar a conocer a Don Rúa, se levanta ante nosotros un doble escollo. Su vida se fundió totalmente en la de Don Bosco; padre e hijo anduvieron entregados a la misma tarea; sus trabajos se confundieron de forma tan inexplicable que, durante treinta años, la fuerte personalidad del uno ahogó la del otro, tanto más cuanto que Don Rúa se empeñó en disimular, a toda costa, cuanto ptídiera saber a mérito suyo, f Cómo separar estas dos existencias, ni cómo dejar en las sombras, o en un segundo plano, el luminoso perfil de un personaje que no era el héroe del libro? La gran figura del fundador se interponía en cada página entre la intención del escritor y la ejecución de su plan. No siempre era fácil apartarlo. Por otra parte, para dar al lector idea exacta de la actividad de Don Rúa, era necesario encuadrarlo en la historia de los orígenes de la Obra salesiana, y resultaba que esta historia, una de dos: o ya era conocida por el público, con lo que resultaría molesto repetirla; o no la conocía, y entonces era insuficiente tratarla per summa capita. Era, pues, difícil resolver qué espacio convenía dar al relato de ciertos sucesos para no fastidiar a unos, ni dar idea superficial a otros. Si no hemos llegado a salvar estos dos escollos, esperamos! perdón de la indulgencia de nuestros lectores.
— 13 — Hemos querido hacer una biografía breve del primer sucesor de Don Bosco, según los gustos de hoy. Para satisfacer }este deseo del público, hemos adoptado el método que ha asegurado el éxito de la mayor parte de los biógrafos contemporáneos, sean profanos o religiosos. No hemos intentado decir todo cuanto se puede de nuestro héroe. Hemos seleccionado lo principal. Una biografía no es un acta, en la que se anotan, día a día, las más insignificantes acciones y palabra* de un personaje determinado, sino una reunión de los principales aspectos que hacen resaltar su figura. Nos hemos propuesto dibujar unas hermosas avenidas que se encuentran en una gran plaza. Hemos evitado aplastar el lector bajo el peso de la abundancia de datos, creyendo que, más fácilmente, se destacaría la silueta precisa de nuestro héroe, con la selección de algunos detalles característicos, que no con un montón de documentos. Ya sabemos que la forma y el plan no son todo; que lo esencial es el fondo y la materia. Pero ¿ quién no concede la vida y relieve que al todo prestan los detalles? AndréS Maurois, príncipe de los biógrafos, dijo con mucha razón: "El biógrafo como el fotógrafo y el paisajista, debe saber aislar lo que hay de esencial en el conjunto" . Guiados por este precepto, huimos el método de seguir al héroe, sin ahorrar al lector un sólo detalle de su vida, para concentrar la atención en unos cuantos hechos culminantes. Claro que también con este procedimiento seguimos el orden cronológico, imposible de evitar, pero sin preocuparnos demasiado. En resumen, no hemos sacrificado la Verdad histórica por la verdad psicológica; simplemente, hemos subordinado la primera a la segunda, porque queríamos hacer una obra sobre su vida.
Por io mismo, hemos adoptado una forma que goza de las simpatías del público actual: capítulos cortos y rápidos, frases
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corrientes y un estilo que, al decir de Montaigne, pretende ser sobre el papel el mismo de los labios. La Hagiografía ha hecho considerables progresos durante los últimos tiempos, hasta llegar a las biografías modernas, que devoran los lectores. Han adquirido rapidez de estilo, emoción y sencillez. A todos nos gusta descubrir por nosotros mismos lo que hay de admirable, porque todos nos consideramos suficientemente inteligentes. Hablan los hechos y basta exponerlos, sin imponerlos. Hemos intentado comprender al lector contemporáneo. Ojalá lo hayamos conseguido, ¡aunque sea a medias!
Han colaborado muchos en el libro. En primer lugar, nuestro Hermano y colega Don Ángel Amadei9 cuyo primer Volumen de la Vida de Don Rúa, en italiano, nos ha documentado abundantemente hasta 1898. Sin esta obra no hubiéramos podido ni empezar nuestro trabajo. También nos ha ayudado mucho el autor anónimo de Artículos para el proceso del Ordinario. Este Volumen, de apenas un centímetro de espesor, es de una densidad histórica extraordinaria: hemos entrado a saco en él. Los Padres Trione y Ceria — dos grandes nombres salesianos — nos han proporcionado el material de dos capítulos (el P. Trione el del cap. XXXIII de la cuarta parte y el P. Ceria el del XXIII de la tercera) y, además, nos han prestado luces y alientos continuos. Corazones puros de la niñez y de religiosas, cuerpos crucificados por el dolor y almas fervorosas han sostenido nuestro esfuerzo con sus oraciones y sus sufrimientos. El autor ofrece, a las puertas del libro, a todos estos colaboradores conocidos y desconocidos, la expresión de su cordial agradecimiento .
Durante el tiempo que duró este trabajo, que hubiéramos querido menos imperfecto, hubo un pensamiento que nos animó sin cesar para no abandonar nuestro deseo o dejarlo para más adelante: fue el de ayudar, con la presente biografía, al reclutamiento de tropas de refuerzo y relevo, de que tanto necesita la Obra salesiana, para llevar a cabo la aplastante tarea que las circunstancias reclaman. Nunca como hoy fue tan codiciada por todos los partidos la juventud, y, sobre todo, la juventud popular, centro radioso de las mejores esperanzas. La mies es mucha, pero faltan operarios. Nuestras Velas y fatigas quedarán bien pagadas, si alguno de esos jóvenes ardorosos que aún titubean en la primera encrucijada de la vida, se decidieran, con la lectura de este libro, a poner sus pies sobre las huellas del gran apóstol, cuya alma maravillosa hemos intentado pintar.
PROLOGO 1847. Mes de mayo. Escenario: Tarín, capital de los Estados sardos. Al Este de la ciudad, en una plaza circular, junto a las antiguas murallas, bulle el mercado municipal de Porta Palazzo. Tenderetes de ladrillo pintarrajeado de amarillo, cubiertos con caprichosos tejados de madera de pino, o con simples lonas, guardan toda clase de productos alimenticios, las más variadas ropas, o las flores más raras. Allí se vende de todo. Las flores en la parte superior, junto a la ciudad; abajo, el pescado; a lo largo de la avenida, las ropas; y en otro semicírculo de la vasta plaza se mezclan frutas, legumbres, carnes y quesos. Lo mismo se Vende una cacerola vieja„ que una palangana esmaltada. Un gentío bullicioso de hortelanos y mayoristas, tenderos y amas de casa, comerciantes y comisionistas, llena la plaza produciendo sordo rumor. Al son dé una guitarra se oye el romance sentimental de moda. Ante una mesa, a los cuatro vientos, plantada sobre unos caballetes, las cartománticas leen en las manos de los campesinos, que han ido a Vender sus productos, el futuro de su Vida. Un vendedor ambulante grita a todo pulmón la última novedad. A dos pasos, en una depresión del terreno a la izquierda, hay una plazuela anexa para el mercado de animales, que los domingos se transforma en mercado de trastos viejos, a donde Van a parar todos los desechos de la ciudad. Al lado está el "Rondó", lugar siniestro, donde se levanta el cadalso para las ejecuciones de muerte. Es este un lugar, a las afueras de la ciudad, lleno de vida
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ruidosa, trabajosa y trágica. Hay pasto abundante para todos los gustos. Allí se dan cita los galopines ociosos de los arrabales, los chiquillos que hacen novillos y todos los pillos y caras sospechosas. Allí hay ocasión para robar, tramar asaltos, preparar bromas, hacer pillerías y, a Veces, para ganar cuatro cuartos cargando y descargando los carros de los hortelanos. A menudo, un cura atraviesa por medio de la gente. Todo el barrio le conoce: es Don Bosco, joven de unos treinta años. Apenas aparece, toda la chiquillería corre a él: es su especialidad. Al caer de la tarde, abre la puerta de su pobre casa a cuantos quieran entrar, y les enseña muchas cosas, para que así tengan contacto con la sotana. Los domingos los recoge en un patinillo, junto al Orfanato de niñas, en donde es ayudante del capellán, y acuden a centenares. Por la mañana oyen misa y por la tarde les da lección de catecismo, antes de la Bendición con el Santísimo. Todo esto lo llama él un Oratorio. Todos quieren a este sacerdote, porque es sencillo y comunicativo. Se le puede hablar, preguntarle, pedirle una estampita o unas perrillas; él se para, escucha, sonríe y da gusto a los más exigentes. No tiene miedo en recogerse la sotana para jugar con sus muchachos. ¡Hay que Verlo correr! No hay modo de alcanzarle; corre como un gamo y se escurre como una anguila. Precisamente aquella mañana apareció por allí. Eran las ocho y media, la hora de entrar en la escuela. Los muchachos atraviesan el mercado para ir a las próximas Escuelas de los Hermanos. Algunos Ven a Don Bosco y se acercan a él. —¡Una medalla, Don Bosco, una medallita! Y el buen curita hunde sus manos, sin cansarse, en los bolsillos. De pronto se planta ante él un muchachito de aspecto más bien tímido. Tiene unos diez años, ojos inteligentes, porte cuí-« dado, hasta elegante, casi aspecto muy fino y un poco triste. También él tiende la mano. —Ah, ¿eres tú, Miguelillo? ¿Qué es lo que quieres?
_ 19 _ —Una medalla, como los oíros, si le quedan. —