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NINOS ROBADOS INTRODUCCION La Guerra Civil española tuvo lugar entre 1936 y 1939 y enfrentó al bando republicano español al bando militar y nacionalista liderado por Francisco Franco. Franco recibió la ayuda decisiva de Adolf Hitler y Benito Mussolini, entre otros. La derrota de los republicanos permitió la instauración de la dictadura de Francisco Franco, que duró hasta su muerte en noviembre de 1975. En el conflicto murieron más de un millón de personas. Desde la insaturación de la dictadura franquista hasta los inicios de la democracia, España vivió uno de los mayores dramas de su historia: el de los bebés robados. Durante varias décadas miles de recién nacidos fueron arrebatados a sus padres biológicos y dados o vendidos a otras familias. Estos niños se convirtieron en mercancía con la que traficaron miembros de organizaciones religiosas y personal funcionario, administrativo y sanitario. Estos crímenes se realizaron con el respaldo y la cooperación del régimen franquista y de las instituciones religiosas, pero también perduraron durante los primeros años de la democracia por la falta de control en las adopciones y los retrasos en la promulgación de leyes que declararan ilegales estas conductas. Finalmente, se promulgo una ley (11 de noviembre 1987) que prohibió que las adopciones fueran un pacto privado, será el Estado el que las controle. Y, de esta manera, se puso fin a las sustracciones de bebes. ¿Como el Estado franquista, con el apoyo de la Iglesia, pudo organizar una red legal de sustracción de menores a grande escala durante más de cuatro décadas? Prohibición I/ ETAPA IDEOLOGICA El bando franquista asumió la construcción de una nueva sociedad española regida por valores éticos, religiosos y patrióticos. El Estado se enfrentaba a dos problemas que debían resolverse de inmediato: - La sobrepoblación carcelaria - Y, la necesidad de extirpar el "gen rojo" de las futuras generaciones españolas Para hacer frente a estas dos dificultades, el Estado franquista elaboró un complejo entramado legal, basado en las teorías eugenésicas desarrolladas por un psiquiatra del régimen, con el fin de separar a los bebés y niños de sus madres republicanas, evitar que fueran criados en ambientes no aptos para el nuevo régimen y reducir el número de encarcelados. A finales de los años treinta y cuarenta, Antonio Vallejo-Nájera, uno de los principales psiquiatras del régimen, formado en la Alemania nazi, promovió la idea de un "gen rojo" marxista que portaban los hijos de los opositores de izquierdas a Franco. Cuando estuvo en Alemania, estuvo encargado de explorar los campos de prisioneros de guerra y recibió influencias de los principales psiquiatras alemanes. Al regresar a España incorporó las tesis alemanas en sus teorías sobre la degeneración de la raza española, con la publicación de los libros Hispanidad y Regeneración de una raza (1937). El gen, decía, podía suprimirse separando a los niños de sus madres y colocándolos en familias conservadoras. Los hombres de Franco pronto comenzaron los secuestros a gran escala. Se llevaban a los recién nacidos de las mujeres que habían dado a luz en la cárcel como presas políticas. Todos fueron enviados para ser criados por personas leales al régimen. Fue el comienzo de la era de los "bebés robados". Al mismo tiempo, el Estado estableció mecanismos legales para poner en marcha este proyecto, que, como era habitual en el franquismo, se llevó a cabo bajo la apariencia de una legislación aparentemente beneficiosa, supuestamente para proteger a los hijos de los presos. Durante la dictadura se promulgó una triple normativa: -

Orden de 30 de marzo de 1940

“Las reclusas tendrán derecho a amamantar a sus hijos y tenerlos en compañía en las prisiones hasta que cumplan la edad de tres años”. Esta orden abre el camino al desalojo legal de los hijos de las presas para ubicarlos en el ámbito tutelar creado por el Estado Franquista. Los niños una vez cumplidos los tres años o incluso antes eran entregados generalmente a la red asistencial falangista o católica, a fin de garantizar que fueran adoctrinados en la ideología impuesta por la dictadura. -

Decreto de 23 de noviembre de 1940 sobre la protección de huérfanos de la revolución

Este decreto fijaba la protección de los huérfanos de la «Revolución Nacional y de la Guerra» por parte del Estado a través de sus instituciones. Por supuesto, se reconocía que esa tarea también podía desempeñarla la familia, siempre que no existieran «fundadas razones» que las consideraran nocivas para la formación moral del niño. En este caso, estos niños se confiarán a personas “reconocida moralidad, adornadas de garantía que aseguren la educación de los huérfanos en un ambiente familiar irreprochable desde el triple punto de vista religioso, ético y nacional”. El derecho de acogida de la familia del huérfano queda sometido a la adscripción ideológica de dicha familia. Queda con esto abierta la puerta a la discrecionalidad de la administración franquista. El preámbulo del decreto se aclaraba que la prioridad era atender a los huérfanos de quienes habían sido vencidos en la guerra. -

Ley de 4 de diciembre de 1941 sobre la inscripción de niños repatriados y abandonados

Esta ley regula la inscripción de los niños repatriados en el Registro Civil. Permite que todos los niños y niñas que no recordaran sus nombres, o que sus padres o demás familiares hubiera fallecido, podrán ser inscritos en el Registro Civil con una nueva identidad. Esta Ley abrió un espacio, muy bien medido y calculado, para facilitar el cambio de nombre a los hijos de los presos, lo que produjo un doble efecto: por un lado, abría el camino a las adopciones irregulares y, por otro, impedía que los padres naturales pudieran encontrar a sus hijos. Una vez establecida la maquinaria legal para la separación de los menores, el Estado tenía que decidir dónde colocar de estos menores y podía contar con el apoyo indefectible de la Iglesia católica. De hecho, el régimen franquista permitió que monjas y sacerdotes se convirtieran en socios del régimen fascista. Dirigían el sistema educativo, donde había que inculcar a los niños los valores católicos y aprender a leer la Biblia. Franco también cedió a la Iglesia la supervisión de ciertos sectores del sistema hospitalario estatal. Las monjas solían estar a cargo de la alta dirección de los hospitales, ayudando a seleccionar al personal y supervisando el presupuesto. Pero su influencia era aún mayor en las secciones caritativas de los hospitales que atendían a los pobres. Aquí, las monjas solían animar a las madres solteras a dar a sus hijos en adopción.

II/ ETAPA ECONOMICA A partir de los años sesenta, Franco abrió España al turismo y a las industrias multinacionales, lo que atrajo a extranjeros con ideologías más liberales. La economía también experimentó un auge, dando mayor independencia a las mujeres. Como resultado, ser madre soltera ya no era tan imposible como parecía. Los periodistas que han investigado esta época han afirmado que la oferta de recién nacidos se ha reducido, pero, al mismo tiempo siguen existiendo demandas de adopciones. Si bien el móvil inicial de represión de los hijos de los opositores ha desaparecido, en esta nueva etapa, es el motivo económico el que mueve adopciones. La red de instituciones de acogida de menores ya estaba creada y tenía una estructura legal. Por tanto, fueron los mismos funcionarios del régimen, religiosos, médicos, enfermeras, que empezaron a secuestrar a los bebés para responder a la demanda.

En algunos casos, las monjas consiguieron convencer a las madres para que entregaran a sus hijos voluntariamente, pero muchas afirman que fueron obligadas a abandonar a sus recién nacidos. Otras afirman que las sedaron en la sala de partos y que cuando despertaron les dijeron que sus bebés habían muerto. En realidad, los niños habían sido vendidos a otras familias. En la mayoría de los casos no se hablaba de pagos, sino de donativos que iban destinados a (atender a las madres biológicas) y a pagar los gastos de la clínica. Principalmente, estos robos de recién nacidos se realizaron de dos maneras: à través de las Casas Cuna, y, en los propios hospitales y maternidades. Las Casas Cuna son hospicios públicos regidos por organizaciones religiosas, principalmente monjas, donde llegaban niños de mujeres sin recursos, o que incluso habían sido violadas, y que se veían obligadas a dejar temporalmente allí a sus hijos, confiando la tutela a estas instituciones, manteniendo sus datos personales y orígenes y, por tanto, su identidad. Entonces, la entrega de estos niños a la Casa Cuna no implicaba el abandono por parte de la madre biológica. Pero, junto a esta entrega temporal del menor, también se permitía a cualquier persona dejar una niña o un niño de manera anónima. Así, los menores que entraban a la Casa Cuna lo hacían de forma anónima, sin identidad. Esta entrega anónima se podía producir de manera voluntaria y legal. Una vez que el menor había sido elegido por algún matrimonio deseoso de tener un hijo, los trámites se sucedían del modo más simple. En primer lugar, se modificaba la partida de nacimiento para que el hijo adoptado irregularmente se convirtiera, a efectos legales, en biológico. A continuación, se procedía a la entrega a la familia que, como regla general, vivía lejos, con el fin de garantizar la mayor distancia posible con sus vínculos familiares más directos. Por último, se efectuaba el pago por parte de la familia. Aunque no existía una tarifa establecida, estas familias adoptantes ilegales pagaban por el recién nacido una compensación económica que podía ir desde las 200.000 pesetas hasta superar el millón de pesetas, dependiendo de la capacidad económica de la familia y de las características del bebé, siendo los más caros los de ojos claros y pelo rubio. También en algunas ocasiones se entregaban los menores como un regalo a militares, familias “de bien” y, durante el franquismo, a aquellas que fueran relevantes para el régimen. El otro escenario de robos de bebés fue aquel que se realizaba los propios hospitales o maternidades. De hecho, muchos de estos establecimientos dependían de congregaciones religiosas y, por tanto, ofrecían el escenario ideal para el tráfico de bebés. En definitiva, se trataba de secuestrar, por diversos medios, bebés nacidos del "pecado" de madres solteras pobres para entregárselos a buenas familias católicas necesitadas de hijos. En este caso el perfil de las victimas varía: hay informes en los que las víctimas son familias generalmente de clase trabajadora, pero abundan las víctimas que eran madres solteras, y también las parejas jóvenes con varios hijos a su cargo. Los niños nacían completamente sanos, pero en cuanto quedaban fuera de la vista de su madre, una enfermera se llevaba al neonato y luego le comunicaban a la madre que el bebé había nacido muerto o que había fallecido durante sus primeros momentos de vida a causa de una complicación o deformidad. Esta noticia iba acompañada de una recomendación: “mejor no veas el cuerpo, no te hará ningún bien. Nosotros nos encargamos de todo”. En el caso de que la madre insistiera en verlo, les enseñaban un cuerpo envuelto y luego les entregaban una caja vacía. III/ EN VIA DE RECONCILIACION? • • •

Pacto del Olvido Ana Belén Pintado: bebé robado "Y fue entonces cuando empecé a entender que probablemente yo había sido un bebé robado". Llamada telefónica: "Mire, soy un bebé robado, estoy buscando a mi madre biológica, y un anónimo me ha dicho que usted podría ser mi madre".



Necesidad de buscar justicia

El 15 de octubre de 1975, tras la muerte de Francisco Franco y el fin de la dictadura, España aprobó la llamada ley de amnistía. Esta política reflejaba el consenso que había surgido en la España postfranquista para evitar enfrentarse al oscuro legado de la dictadura. Así, los opositores al franquismo encarcelados fueron puestos en libertad, pero al mismo tiempo se concedió el perdón por los crímenes cometidos por el régimen. Líderes españoles de derecha e izquierda defendieron la necesidad de reconciliación del pueblo español mediante una transición pacífica a la democracia, aunque ello supusiera sacrificar las demandas populares de justicia. Este acuerdo tuvo incluso un nombre revelador: el Pacto del Olvido. A raíz de esta ley, el camino judicial de las víctimas de este sistema de secuestro y comercio de recién nacidos, tanto padres como hijos, ha estado plagado de obstáculos. De hecho, aunque no se ha concedido explícitamente la amnistía a los responsables de los robos de bebés, el "Pacto del Olvido" se ha invocado en cientas de resoluciones judiciales para impedir la investigación de estos hechos. Para ilustrar esta difícil búsqueda por descubrir la verdad y encontrar a su familia biológica, tomaremos el ejemplo de Ana Belén Pintado. Mientras rebuscaba entre los documentos del garaje familiar, Ana Belén se topó con papeles que nunca antes había visto: historiales médicos de hace décadas, entre ellos una nota del médico de su madre que decía era estéril. Ana Belén se dio cuenta de que la pareja que la había criado y que siempre se había presentado como su familia biológica no lo era. También se dio cuenta de que su partida de nacimiento había sido falsificada: en sus propias palabras, "Y fue entonces cuando empecé a entender que probablemente yo había sido un bebé robado". Ana Belén Pintado continuó su búsqueda, llamando a todas las puertas del pueblo, con la esperanza de que otros estuvieran dispuestos a compartir lo que sabían, ahora que sus padres ya no estaban. A medida que descubría más y más cosas, se daba cuenta de la terrible verdad: su madre había fingido estar embarazada, sus padres habían falsificado su partida de nacimiento y habían pagado una gran suma de dinero por su adopción: habían participado activamente en su secuestro. Durante muchos años Ana Belén llevó a cabo su investigación al margen de cualquier procedimiento judicial que se negara a asumir, escribió su historia en periódicos, envió miles de cartas para exponer su caso, participó en tertulias, se unió a asociaciones de víctimas del robo de niños. Todo fue en vano. Pero una llamada telefónica una noche de julio de 2018 lo cambió todo. Un hombre al otro lado de la línea había leído su historia en un periódico local y era "amigo íntimo" de una mujer llamada Pilar Villora García, que había perdido una hija casi al mismo tiempo que nació Ana Belén. Inmediatamente Ana Belén llamó y dijo a su interlocutor: "Mire, soy un bebé robado, estoy buscando a mi madre biológica, y un anónimo me ha dicho que usted podría ser mi madre". Las fechas coincidían. Unos meses después, madre e hija quedaron para cenar: Ana Belén llegó con su marido y sus hijos; su madre, con una amiga. Pilar relató entonces las circunstancias del parto: recuerda que la anestesiaron después de coger a su bebé en brazos durante un breve momento. Cuando se despertó, un médico y una enfermera le dijeron que el bebé había nacido muerto. El hospital se encargaría de los preparativos y del entierro. Nunca pensó que le hubieran mentido. Pilar nunca había ido a buscar a su hija porque pensaba que no había hija que buscar. Las dos mujeres acabaron haciéndose una prueba de ADN que confirmó lo que ya sabían. Sin embargo, a pesar de su alivio, una pequeña parte de ella no podía quitarse de encima la sensación de que le faltaba algo: "He encontrado a mi madre, pero tengo que hacer justicia". Ana Belén denunció que ni el gobierno ni la Iglesia se habían disculpado por los secuestros. Necesitaba que alguien la castigara. Pero, de momento, la justicia no se decide a investigar el robo de bebés en España. CONCLUSION: Las asociaciones de víctimas calculan la cifra alucinante de 300.000 bebés robados en España. Pero si tenemos en cuenta que este escándalo duró medio siglo, obtenemos una media anual de 6.000 bebés. En

este sentido, en España se registraron 2136 denuncias entre 2011 y 2019, pero ninguna prosperó, principalmente por prescripción. PREGUNTA: ¿Como pensáis que se puede alcanzar la reconciliación por los crímenes que se han cometido: mediante el olvido o el reconocimiento (institucional, judicial, etc.)? KAHOOT:

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