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XXVII JUEGOS OLIMPICOS SYDNEY 2000 Fecha y lugar de Nacimiento: 15 | MAR | 1978 Chimalhuacán, Estado de México
Noé Hernández Valentín Plata en Atletismo | Caminata 20 km
Parecía un sueño, un hermoso sueño olímpico, aquel 21 de septiembre: Durante 11 minutos, ésta fue la historia de la prueba final de los 20 kilómetros de marcha de los Juegos Olímpicos de Sydney 2000: ¡Para México, el 1-3!: El mexicano Bernardo Segura se consagró campeón olímpico, este viernes, al tiempo que su compatriota Noé Hernández ganó la medalla de bronce. La presea de plata fue para el polaco Robert Korzeniowski.
Enmedio del desorden y las especulaciones, surgieron las primeras hipótesis: La falta de diligencia de un juez fue la causa de la confusión en la llegada. Bernardo, bronce en Atlanta ‘96, había recibido poco antes de entrar en el estadio el fatídico tercer aviso por marcha irregular, pero el juez que lo había castigado no comunicó la falta al juez central. Segura, tal vez no del todo convencido de su desgracia, continuó hasta la meta, levantó los brazos y festejó su aparente triunfo como si fuera real, mientras Korzeniowski pareció desentenderse del mexicano en los últimos metros, como si se supiera vencedor sin necesidad de apretar el paso. La hipótesis se confirmó: Segura pasó del júbilo a la desolación... Del paraíso al infierno. Y todo un país, de la euforia a la decepción. Pero ahí, tímidamente, estaba Noé. Le habían trocado la medalla de bronce por la de plata. ¡Estupendo! Se sinceró, minutos después, ante los medios informativos: –No merezco la plata. Lo que gané fue el bronce... Calificó de “injusta” la descalificación de Bernardo Segura e insinuó que había una “persecución” contra los marchistas de México. Más tranquilo, al empezar a digerir su propia suerte, comentó al borde de las lágrimas: –Dedico esta medalla a mi técnico y a mi familia, de la que estoy alejado desde hace un año. Todo lo que quiero es volver a estar con ellos. En efecto. Como caída del cielo le llegó a Noé Hernández la medalla de plata de los 20 kilómetros de caminata.
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Pero México pasó del delirio al simple contento en esos minutos que mediaron entre la llegada victoriosa de Bernardo Segura y la noticia de su descalificación, que otorgaba el oro al polaco Robert Korzeniowski. La marcha mexicana, pese al súbito disgusto, se quedaba sólo con la presea de plata de un joven valor de 21 años, Noé Hernández, que había llegado tercero a la meta al cabo de un duelo sin complejos con los mejores andarines del mundo. El bronce pasó a las manos del ruso Vladimir Andreyev. Y el campeón de Atlanta ‘96, el ecuatoriano Jefferson Pérez, se quedó en cuarto lugar.
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Sí, parecía, parecía... La escena: Bernardo, sonriente, feliz; Noé, gratamente sorprendido... Así los vieron los 110 mil espectadores en el Estadio Olímpico. Así los vieron millones de televidentes en el mundo. Sí, efectivamente, parecía un sueño...
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-------------------357 Sidney, 2000. Avance del grupo puntero en los 20 km de caminata de los Juegos Olímpicos. --------------------
Desgraciadamente, la presea de Noé prácticamente pasó a segundo término en la jornada inaugural del atletismo de Sydney, ya que la atención se enfocó a Segura: primero por su triunfo y posteriormente por la descalificación, pero íntimamente Noé disfrutó en grande su triunfo personal. Primero con el bronce, y finalmente con la medalla plateada ya en sus manos. Y un sombrero de charro adornó su cabellera. Se paseó orgulloso por la pista. ¿O, no era así como debía festejar su debut olímpico, un joven de escasos 21 años de edad?; ¿y más cuando su figura no llamaba la atención como para ponerlo entre los candidatos a las medallas? Noé: –Este es un resultado muy grato con base en la experiencia que tiene mi entrenador Pedro Aroche, y al sacrificio de estar un año fuera de casa. Por eso, lo primero que quiero hacer es ver a mi familia, porque es la que más apoyo me ha dado, así como mi técnico y Hugo López”, expresó. Hernández confesó, ya en la Zona Mixta, que desarrolló una competencia perfectamente planeada, con las instrucciones que recibió de su entrenador en el campamento en Bolivia, en la última etapa de su preparación olímpica. Allá, a las orillas del lago Titicaca, donde sólo fue para afinar detalles en la resistencia y técnica, que fueron la base de su éxito. Noé reconoció que se apoyó mucho en Daniel García y Segura, porque “no es fácil vencer a unos campeones, ya que apenas empiezo y soy muy joven todavía. No creía estar entre los tres primeros lugares, pero me decía a mí mismo en el recorrido: “se vale soñar, Noé”. Mientras Segura y Korzeniowski se trenzaban en una fiera lucha, en la mente de Noé pasaba lentamente la película de su vida deportiva. Y más que soñar en cada paso, la ocasión valió la pena al atleta mexiquense para recordar sus años de adolescencia... Cuando vio por primera vez unos andarines en competencia y cómo le causaba risa la forma en que caminaban moviendo las caderas por la mecánica del paso de esta disciplina. También, entre andar y andar, recordó cuando, a los 14 años, ingresó a esta disciplina a invitación de su profesor de educación física y participó, a los pocos meses, en una competencia juvenil; pero luego se retiró por problemas económicos y de estudios.
Cuando volvió a las pistas. Cuando se preguntaba si valía la pena ese esfuerzo. Cuando se hacía la eterna pregunta de los noveles: “¿cuándo voy a ir a unos Juegos Olímpicos?”. Y ya desde entonces, sus ídolos eran Daniel Bautista, campeón en Montreal ‘76, y Carlos Mercenario, medallista de plata en Barcelona ‘92. Recordaba, asimismo, aquellos días de preparación en las frías y altas carreteras de Bolivia... Noé: –Allá estaba emocionado por el acercamiento de la hora olímpica. Y, en vez de preocuparme de los deportistas y la competencia, me preocupaba por mí, porque necesitaba estar listo para este momento, mi momento olímpico.
DEL ANONIMATO A LA GLORIA OLÍMPICA Noé Hernández Valentín nació el 15 de marzo de 1979 en Chimalhuacán, Estado de México. Extraído de una familia de escasos recursos, comenzó su carrera deportiva a los 14 años de edad, cuando fue invitado por su profesor de educación física a participar en pruebas atléticas, especialmente carreras. Y ya como atleta, de apenas 1.60 metros de estatura, determinó inclinarse por la marcha. Hernández realizó su primera competición nacional de marcha en Apodaca (Nuevo León) en 1997. Recuerda, con una tibia sonrisa: –En un principio me daba risa ver a los atletas menearse de esa forma y me reía de mí mismo cuando comencé a dar los primeros pasos. Después me retiré un poco por problemas económicos, pero mi familia me apoyó y al poco tiempo regresé para quedarme en el deporte de una forma permanente.
Noé: –Me gustaba mucho el fútbol y pienso que pude llegar lejos. En seis meses gané la titularidad con el equipo infantil del Toros Neza, y me tomaban en cuenta para todo porque podía jugar de delantero o de medio. A los 12 años hay oportunidad de hacer un poco de todo, nada formal: jugar, estudiar, competir... Noé: –Ya jugaba con el Toros, pero mi maestro de educación física, José Jeremías Pío Luna, insistía que me dedicara a la caminata. Total, empecé para darle gusto, para mí era un juego... El profesor, Noé y otros alumnos –cerca de 100– acondicionaron una pista atlética en un callejón del Xochiaca, allá por Chimalhuacán. Don José Hernández, padre de Noé: –El deporte los orillaba a olvidar la pobreza y los encaminaba para ser hombres de bien, lejos del alcohol y las drogas. Los padres del andarín emigraron de Hidalgo hace 28 años. Vivieron un tiempo en Nezahualcóyotl, luego se asentaron en el pueblo que, entonces, era de terrenos baldíos. Pagaron veinte mil pesos, en abonos, por un pedazo de tierra en la que han ido construyendo una casa, pero las obras parecen infinitas. Las carencias también. Doña Felipa, madre del deportista, mujer morena de 62 años, ha ido perdiendo el sentido del oído. Las arrugas que surcan su rostro son producto de la edad, de las preocupaciones por no poder ofrecer a sus hijos todo lo que ella quisiera.
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Quizá... El relato marca un retroceso hasta los olímpicos días de 1992. El entusiasmo del marchista es contagioso. Cuenta su historia con ánimo, con detalle. Irremediable es fijar la vista en su boca de grandes, limpios, dientes. Ojos verdes y piel blanca lastimada por el sol, el polvo, el frío.
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El deporte lo había envuelto. Había sido cautivado por el atletismo. Había encontrado, en la fase solitaria del entrenamiento, el mejor momento para pensar, para recordar, para enfrentar la vida... Pero allá en los llanos de Chimalhuacán, los jóvenes de su edad hablaban de fútbol. Y Noé tenía cualidades. Se distinguía entre la chamacada corriendo por el balón. ¿Promisorio habría sido el oficio de futbolista?
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-------------------358 Noé disfrutó en grande su triunfo personal. Primero con el bronce, y finalmente con la medalla plateada ya en sus manos. Y un sombrero de charro adornó su cabellera. Se paseó orgulloso por la pista. ¿O, no era así como debía festejar su debut olímpico, un joven de escasos 21 años de edad? --------------------
Le lastima recordar que cuando Noé empezó en la caminata de manera formal, por las tardes o muy de mañana, su hijo tenía que hacer trabajos de albañilería para pagar los pasajes al centro de entrenamiento. Sus amigos lo recomendaban para hacer colados, y terminaba con los pies llenos de cemento y adolorido, pero ni así dejaba de entrenar. Recuerda doña Felipa: –Si no encontraba trabajo, entonces él tenía que exprimir los cinco o diez pesos que yo le daba. Mi muchacho tenía que comprarse, hasta seis meses antes de los juegos de Sydney, tenis de medio callito o esperar a que alguien se los regalara. Y todavía tenía que aprovechar cada plato de comida que le daban en el centro de entrenamiento, porque aquí en casa sólo había sopa y frijoles. Con todo, Hernández Valentín jamás se amilanó. En ocasiones el joven se iba al cerro a entrenar, solo, acompañado solamente de su perro. Noé y León se perdían por horas... Pero sus piernas empezaron a contabilizar kilómetros y kilómetros de caminata, y su estilo mejoró, consolidando la idea de José Jeremías. –Su técnica es buena, tiene futuro, –pensaba el educador. Mas, había que comprobarlo. Había que inscribirlo en una prueba formal. Y no tardaría mucho... Se acercaba la fecha de los campeonatos nacionales de atletismo, en San Luis Potosí. Por la edad (12 años), Hernández Valentín tenía que ser inscrito en la categoría infantil, pero su estatura (casi 1.60 metros) lo apuntaron en la división juvenil. Y el profesor José Jeremías fue el hombre más feliz. Su pupilo quedó en sexto lugar. Excelente. Nada malo para una primera competencia oficial, ante juveniles. Luego, en la Ciudad Deportiva de la Magdalena Mixhuca, probó la miel del triunfo. Noé cuenta: –Pedro Aroche llevaba un grupo de chavos que se suponía eran los mejores... ¡Qué les saco dos vueltas a todos! Ni me acuerdo del tiempo que hice, pero me gustó la sorpresa que se llevaron. El encuentro con el alto rendimiento era ya inaplazable. Aroche se acercó a él para ofrecerle su asesoría, para invitarlo a entrenar en el Centro Deportivo Olímpico Mexicano (CDOM). A Hernández Valentín no le emocionó la idea. Respondió: “Sí, un día de éstos...” El destino esperaba paciente. Travieso.
Dice Noé: –Yo seguí jugando fútbol, era lo que más me gustaba. Pero un día recapacité. En realidad no tenía dinero ni los contactos necesarios para hacerla en el fútbol; hay que invertir mucho. Pensé: “y de dónde, si no soy de familia con grandes recursos”. Dos meses tardó Noé en decidirse. –¿Me aceptarán en un centro deportivo?, –pensaba. Y no dudó más. Acudió al centro deportivo, a ver si de casualidad encontraba a Pedro Aroche, ex integrante del equipo mexicano que ganó la Copa Lugano en 1977 y 1979. Y ahí empezó todo. Aroche lo recibió con agrado, pero firme fue en su primera orden: –¡Nos vemos aquí mañana, a las seis! Y, al otro día, ahí estaba el muchacho. Aprovechó el largo recorrido en camión para completar la jornada de sueño. Conoció en el grupo a otros marchistas que, como él, buscaban la gran oportunidad. Entre ellos, la mirada de Noé se clavó en los de Vianney Pedraza, nieta del sargento José Pedraza, medallista olímpico de plata en los Juegos de México 68. Hoy, su esposa. Los alicientes estaban ya completos: deporte y... Nunca dudó el técnico de las aptitudes de su nuevo pupilo. Y de inmediato lo propuso como becario de la categoría juvenil. Recuerda Pedro Aroche: –Después de Daniel Bautista (campeón olímpico en Montreal ‘76), no había surgido nadie con esas características: joven, le gusta entrenar, tiene velocidad y buena técnica. Pero sobre todo, un gran espíritu combativo. Las respuestas, sin embargo, fueron negativas aquí y allá.
Como si fuera sello dogmático que deben lucir los futuros vencedores, Noé (nacido el 15 de marzo de 1979), empezó a trabajar sin el escudo de la credibilidad. No fue sino hasta 1999 que empezó a sobresalir. Incontenible era la emoción de Noé cuando le avisaron que iría a competir al extranjero. Empezaba la vida a compensarle su esfuerzo. Casi no pudo dormir antes del viaje a Oriente. Y de ahí a Europa.
En esa primera experiencia en el extranjero, doña Felipa estiró el gasto semanal para darle 50 pesos. Recuerda, mientras enrojecen sus ya cansados ojos: –Se los puse en su pants, quería que mi hijo llevara algo, que no se fuera con las manos vacías. El debut en Japón resultó perfecto. No ganó, pero su tiempo fue espléndido. Cronometró 1h.20’.12” en la competencia. Y dos semanas después, en Alemania, registró 1h.20’.52”, y doce días más tarde, en el Campeonato Centroamericano de Atletismo, celebrado en Barbados, 1h.20’.45”. Registros excepcionales... Con el tiempo registrado en la ciudad japonesa de Wajima, el andarín se ubicó en el decimocuarto lugar mundial; terminó el año en esa posición en el ranking. Explica Aroche: –Normalmente los grandes marchistas empiezan su temporada con marcas de 1 hora y 25 minutos o más, hasta que bajan a 1.22. Noé inició su calendario tras dos meses de temporada con unos 20 kilómetros y los caminó en 1 hora y 20 minutos; y eso pocos lo logran. Daniel Bautista fue uno de ellos.
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–¡Jamás lo había soñado!, –subraya con orgullo. Al final no fue un viaje de placer, sino de duras competencias en las que tenía que mostrar sus habilidades en la marcha y reportar buenos resultados si en realidad quería continuar con el sueño olímpico, “lo máximo para todos los atletas amateurs”.
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Con cierta decepción, Noé cuenta: –El profesor Hausleber dijo que no me podía apoyar con el hospedaje y la comida, porque había otros atletas mejores que yo. Que además tenía un juvenil muy bueno, con mucho futuro (Jorge Chora), pero quién sabe qué pasó con él...
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SIN CREDIBILIDAD, PERO... Aún así, el andarín no convencía a las autoridades. Acaso porque en la marcha México ha tenido el mayor número de medallistas olímpicos, campeones mundiales, de Copa del Mundo, de Juegos de la Amistad, Panamericanos, de Centroamérica y el Caribe... Inamovibles de la palestra parecían Daniel García, doble medallista (oro y bronce) en campeonato mundial. Además estaba Bernardo Segura, tercer lugar olímpico en los Juegos de Atlanta 96 y dueño del récord mundial de 20 kilómetros. Eran los mejores, no había lugar a dudas. Pero la insistencia de Aroche y los reportes oficiales de la Federación Internacional de Atletismo le hicieron ganar una beca de dos mil pesos mensuales de la entonces Comisión Nacional del Deporte (Conade). En casa, Noé era admirado por sus hermanos Juana, Rodrigo, Refugio y José. Su padre, don José, escuchaba atento sus vivencias, casi aventuras. Hoy, el lenguaje deportivo ya le es propio. Cuenta don José, entre risas: –Cuando Noé estuvo en Japón le hicieron el antidoping y como no podía dar su muestra (de orina), le dieron cerveza para que le dieran ganas... Total, cuando pudo estaba medio borracho, y ¡gratis!
LOS PRIMEROS, GRANDES PASOS La Federación Mexicana de Atletismo (FMA) determinó, a mediados de 1999, que el selectivo olímpico sería la Copa Panamericana en Poza Rica, Veracruz. Noé no quiso perder la oportunidad. José Jeremías y Pedro Aroche ya le habían inculcado el sueño olímpico. Le hablaron de aquella competencia de José Pedraza y su cierre ciclónico en el estadio de CU, atiborrado de compatriotas, que quedaron impávidos ante el esfuerzo del sargento por capturar al ruso Golubnichy en la meta, en los inolvidables juegos del ‘68; asimismo, de aquella lucha de Daniel Bautista contra los tres andarines de la extinta Alemania Oriental; los triunfos de Raúl González y Ernesto Canto en la calurosa justa de Los Angeles ‘84. Y, sobre todo, de los triunfos mexicanos en las Copas Lugano de Milton Keynes y Echsborn, en 1977 y 1979... Y él lo fue tejiendo, a su manera. Señala Noé: –¿Para qué ha válido, si no, levantarse a las cinco de la mañana para entrenar, descuidar los estudios de secundaria y preparatoria? Esos sacrificios valen la ilusión de ir a unos Juegos Olímpicos. Y por planes no paraba. Todo estaba calculado... Fuerte sería la preparación para competir en la Copa Panamericana, en el centro ceremonial Otomí, en Temoaya, Estado de México y, si había éxito, viajaría a Bolivia. Pero el camino se hace con un paso a la vez. Noé se despidió de su familia un mes antes del fin de 1999. Haría una larga concentración en el Otomí. Aportó los dos mil pesos que recibía como beca del estado de México, para comprar algunos víveres enlatados; el resto lo pondrían Aroche y Hugo López, el fisiatra. Y allá, en el Otomí, no había más. Caminar, caminar, caminar... Con un espléndido paisaje, pero un frío aterrador. En plena temporada navideña. Recuerda el andarín: –Es muy aburrido pasar un diciembre lejos de tu familia en las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Mi cumpleaños también lo pasé allá, en la soledad, y la verdad que da mucho coraje, por momentos, estar lejos de tus seres queridos, pero... Los consejos de Aroche y Jeremías surtieron efecto. Qué mejor ejemplo le dio Aroche a Noé: Daniel Bautista. Y el andarín estaba feliz porque su programa de entrenamiento “es igualito al que realizaban en la época de oro de la caminata mexicana”, cuando las estrellas eran Daniel Bautista, Raúl González, Ernesto Canto, Carlos Mercenario... Al principio no había problema para levantarse, entrenar, descansar y otra vez volver a la práctica física, técnica. Con el tiempo se haría más pesada la rutina, aunque no tanto para matar las ilusiones. Además, en seis ocasiones en ese lapso preolímpico fue requerido al examen antidopaje, por sorpresa, y todos los pasó sin problemas. Aroche programó varios chequeos: los tiempos, promedio, marcaban 1 hora y 19 minutos. Y Noé los cumplió. Se alentó la confianza de hacer algo importante en los Juegos Olímpicos.
--------------------359 ¿Beijing 2008? Tal vez... Pero, ya lo corroboró él mismo: las medallas olímpicas se ganan en los entrenamientos. “Ya lo entendí. No me puedo rendir. No así...” ---------------------
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La cita olímpica ya está a la vista. Pero antes, hay que ir a Poza Rica y ganar el boleto para los juegos. Es abril... Y allá va puntual el mexiquense a la petrolera ciudad veracruzana. Le advierte Aroche: –Antes de pensar en los Juegos de Sydney debes ganarte tu lugar en Poza Rica. Noé acepta el reto. Tiene que dar lo mejor de sí, pues sólo hay dos boletos en liza. El otro lo tiene en la bolsa Daniel García. Ya. A caminar, a competir... La competencia tiene un premio. No será una presea, será el pase
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olímpico... Ya allá, será una medalla caída del cielo. Pero, es el pasado, delicioso jugo que da sazón al futuro. Vertiginosos son los recuerdos del protagonista, de su técnico, del fisiatra, de los amigos... Marzo de 2000. Día de entrenamiento en Toluca, estado de México. Pedro Aroche va al mando del grupo integrado por Ignacio Zamudio, Rogelio Sánchez, Vianney Pedraza, Miguel Solís y Noé Hernández. Con Adrián Navarro están los hermanos Segura, Bernardo –medallista olímpico de bronce en Barcelona ‘ 92– y Jorge (campeón mundial juvenil en 1995.) Entre los logros de un grupo y el otro hay una inmensa diferencia. Con ánimo de chanza, Bernardo dice a Aroche: –Préstame a tu chavo como sparring. Obvia es la alusión a Noé Hernández. No hay respuesta del veterano entrenador. Aroche fue parte de aquel equipo campeón de la Copa Lugano en 1977 y 1979, dirigido por Jerzy Hausleber, considerado el padre de la caminata mexicana. Noé se incomoda ante el despectivo comentario. Se molesta, obvio. Siente que sus logros son refundidos en el limbo. Le parece fuera de lugar la solicitud de Bernardo. Reflexiona Noé en sus pocos, pero buenos antecedentes: marcas de una hora con veinte minutos, en promedio, realizadas en pruebas europeas... y, sobre todo, qué hay del récord: cero descalificaciones en ocho años. Es, lo sabe bien, poco conocido en el ámbito internacional, pero ni aún así permite que lo minimicen. Responde a la ironía con aplomo. El índice derecho confirma las palabras. Dice Noé a Bernardo: –¿Sparring yo? Espérate, dame chance y verás… ¡Te voy a ganar! Se establece así la rivalidad deportiva a sólo seis meses de los Juegos Olímpicos de Sydney. Ambos buscan un sitio para competir en la prueba de 20 kilómetros. El encuentro entre ambos se vuelve tenso. Los ánimos se han caldeado... y puede explotar el fuerte carácter de Noé. Acuerdan los técnicos: ¡basta! Hay que poner punto final. Se despiden los marchistas y regresan al entrenamiento en la solitaria carretera cercana al aeropuerto mexiquense. Esperen. Esperen... Ya el tiempo dirá. Y lo hará más pronto de lo que se imaginan... En Poza Rica, el clima es favorable a las siete de la mañana porque no se siente en exceso la humedad. El selectivo, dentro de la Copa Panamericana, ofrece gran calidad competitiva. Los participantes muestran blasones de todo tipo en la justa: está ahí Bernardo Segura, medallista olímpico; Daniel García, doble medallista mundial que aspira calificar en 50 kilómetros, pues su boleto ya está asegurado desde que obtuvo bronce en el Mundial de Sevilla. Alejandro López, campeón mundial universitario. Además, aunque con pocas oportunidades, los ex campeones mundiales juveniles Alberto Cruz y Jorge Segura. Del extranjero figuran Jefferson Pérez, ecuatoriano campeón olímpico en los Juegos de Atlanta ‘96, Julio Martínez, guatemalteco, recordista mundial en 1999. ¡Vaya selectivo! A las siete de la mañana, en punto, se da el balazo de salida. Bernardo Segura sale a dominar la prueba. Su paso es veloz como acostumbra, pero igual que en otras ocasiones empieza a complicar su andar ante la mirada de los jueces internacionales que juzgan a los participantes del continente. Pero la sonrisa se acaba, muy pronto, en Bernardo: Tiene un nuevo acompañante ¡que le aguanta el paso! Es Noé Hernández, de andar seguro, que da un jalón y rebasa al campeón mundial universitario Alejandro López; camina con limpia técnica y ve cómo se van rezagando otros juveniles. Pero tiene que superar, aún, al campeón olímpico de Barcelona, el ecuatoriano Jefferson Pérez. De nuevo sorprende el joven de Chimalhuacán. Además, Daniel García abandona la competencia. Así que el duelo se reduce a dos. Noé se pasa al frente... Y habría vencido al medallista olímpico de bronce, como lo prometió aquella vez en
Toluca, pero... a 200 metros de la meta, parece indiscutible su ingreso en solitario a la meta. Aunque, veloz, Segura lo alcanza y cambia el final de la prueba. Explicó Noé: –Bernardo me pidió que entráramos juntos, según que para no mostrar rivalidad. Pensé que ya había logrado mi objetivo (el pase olímpico) y que lo demás no importaba. Cuando cruzamos la meta puso su brazo sobre mis hombros y levantamos las manos como uno solo. A Pedro Aroche, por supuesto, no le agradó esa “muestra de flaqueza”. –¡Uno compite para ganar!, –recriminó severo a su alumno. Oficialmente los dos andarines marcaron 1:22:47 horas; el triunfo lo contabilizaron al palmarés de Segura.
LA ANTESALA OLÍMPICA Así pues, el camino y los retos ya están definidos a Sydney. La fecha también: el 21 de septiembre de 2000. ¿El programa de entrenamiento? –Sí, ya está, –dice Aroche. Será el mismo que antecedió a la Copa Panamericana de Poza Rica, pero ahora será en Bolivia. Allá a las orillas del lago Titicaca, donde se forjaron las medallas olímpicas de Daniel Bautista, las de Raúl González, de Ernesto Canto y de Carlos Mercenario. Hay confianza. Incluso, al conocer por voz de Aroche lo hecho por Noé, el propio Daniel Bautista –cuya opinión es sumamente respetada–, ha expresado su confianza en que Noé recorra los 20 kilómetros en menos de 1 hora y 18 minutos.
Trabajo será el lema de Noé, de aquí en adelante. La medalla se advierte tan cerca... Hace una escala, primero, en el centro de entrenamiento, su segunda casa. Después de la solidez que demostró en el selectivo, Noé Hernández fue admitido en el programa Compromiso Integral de México con sus Atletas (CIMA), que otorga becas a los seleccionados olímpicos. Convenció, ¡al fin! De manera retroactiva a marzo le aumentaron su beca: de dos mil pesos a 12 mil mensuales.
Añadió, confiado: –Llegaré como lo hizo Jefferson Pérez (Ecuador) en los Juegos Olímpicos de Atlanta-96. Nadie le conocía y los jueces ni lo tomaron en cuenta. No pensaron que llegaría primero, como al final sucedió. Para no despertar sospechas en Sydney, su entrenador le sugirió no asistir a la gira por Europa –como lo hizo Daniel García– y prefirió competir en el Iberoamericano de Atletismo, en Río de Janeiro, Brasil, donde logró un discreto registro de 1 hora y 24 minutos. Es incondicional el apoyo del técnico, Pedro Aroche, y de Hugo López, su fisiatra; ambos, sus sólidos amigos. Noé: –La verdad es que soy un poco flojo, pero cuando me propongo algo, lucho hasta conseguirlo y más porque me ha costado mucho trabajo llegar hasta aquí. Y la estrategia funcionó. Inadvertida fue la presencia de Noé en Sydney. Y al final, el gozo mayor...
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Antes de partir a Bolivia, dijo al diario El Universal: –Ahora mi ilusión y ambición es ganar una medalla olímpica. Allá no voy a respetar a nadie, enfrentaré a cualquiera, sea recordista o campeón; en Sydney se impondrá el más fuerte, el que esté mejor preparado. Como arma secreta, especial, el andarín sabía que los jueces no polarizarían su mirada en él, porque era desconocido en el concierto internacional. Citó en una entrevista para ese diario: –No me dan nervios competir contra los mejores del mundo, por el contrario. Siento una emoción bien rara, que me da fuerza; además nunca he tenido problemas con mi técnica.
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Pero los elogios vendrán después. Es el hoy lo que importa. Ahora sí viene lo más fuerte. Aroche le da a Noé unos días de descanso, que aprovecha para visitar a su familia, ya que pronto partirá a La Paz, Bolivia, donde permanecerá hasta el 15 de septiembre a fin de trasladarse ese día a Sydney.
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LA CITA OLÍMPICA Caminata olímpica: 20 kilómetros. 21 de septiembre de 2000. Sydney, Australia. –Ya vienen los vencedores, –gritan algunos. Bernardo Segura cruza la meta, con paso apresurado. Se ha convertido en doble medallista olímpico; al bronce de Atlanta 96, suma el oro de Sydney. Se cubre el rostro con las manos, eleva, al fin, los brazos victorioso. Camina lento el nuevo campeón agradeciendo, saludando al público reunido en el estadio de Sydney que le aplaude incesante. Atrás ingresa el polaco Robert Korzeniowski, gran animador de la prueba; abraza emocionado a Segura. Esperan tras la meta a quienes les acompañará en el podio. Y allá viene el joven de espigada figura, alta, de tez blanca que porta uniforme del mismo color que Bernardo. Sí, es el mexicano Noé Hernández. Y ya, ambos, festejan. Se abrazan, se felicitan. Olvidan, aparentemente, el incidente en Toluca. Lloran juntos después del esfuerzo de 1 hora y 20 minutos. Los mexicanos se separan para festejar el 1-3 que han logrado en la ciudad olímpica que ha ofrecido, de verdad, los mejores Juegos de la historia. Se entrelazan por los hombros y caminan por la pista arropados con el lábaro patrio al encuentro con la gloria. Y dan la vuelta olímpica... Bernardo no deja de saborear ese elíxir que ofrece el triunfo olímpico. Transforma el sentimiento en palabras que se difunden en las televisoras mexicanas. Platica varios minutos, casi 10, con el presidente Ernesto Zedillo. Noé llora de felicidad. Es su turno de recibir la felicitación presidencial. –Luché tanto para esto, la medalla vale mucho. Han sido años de sacrificios, de trabajo... Y, entonces, se produce un diálogo que penetra en el corazón de los mexicanos. Se ve por televisión. Doña Felipa: –Estamos todos contentos; estamos, muy orgullosos de ti. Tú aspirabas a mucho. De veras que te lo ganaste. Noé: Los quiero mucho a todos. Doña Felipa, dueña de una entereza ante el llanto de su hijo, le dice: –Bueno mi hijo, espero que no te canses de dar gracias a Dios. Siempre me saludan todos allá. Ya saliste adelante y debes darle gracias a Dios. Tú supiste salir adelante. Con lo poco que te apoyamos para ir a entrenar, lo hiciste muy bien. Mientras, él, sin dejar de llorar de alegría, les agradecía: “Sí a’pá, sí a’má”. Su hermana Juana también habla con él: –¿Qué pasó manito. –Pues, aquí, carnala. –Yo, siempre dije que tú podías. ¿Leíste mis cartas? Me siento orgullosa de ti. –Yo también, de todos ustedes. De pronto la historia da un vuelco total. Un juez le informa a Bernardo Segura que ha sido descalificado. El llanto de placer se troca por uno de coraje. Según los jueces, Bernardo acumuló tres amonestaciones por flexionar las rodillas y no mantener contacto con el piso de acuerdo con las reglas de la caminata. Así es el tiempo: cambia todo en un instante. No hay protesta que valga para cambiar la decisión de la Federación Internacional de Atletismo Amateur (IAFF por sus siglas en inglés). La medalla de oro pasa a manos de Korzeniowski (que a la postre también ganará la prueba de 50 kilómetros), la de plata es para Noé. La decisión es favorable para el novato mexicano, pero no es algo que le agrade. Pero solamente así se sabrá que él hizo el trabajo para que su compatriota llegara primero a la meta. Dice Noé: –Luché, sentí los duros jalones de Korzeniowski... La estrategia era esa. Platiqué con Bernardo antes de la prueba y acordamos hacer un trabajo de equipo. Que él se lanzaría por la presea de oro y yo por la de bronce. Llegué como un desconocido y aquí dependía de la experiencia de Daniel (García, que llegó muy rezagado) y de Bernardo. Modesto, leal, el joven originario del barrio de Chimalhuacán, estado de México, señaló en Sydney: –Recibo la medalla de plata, pero no me la merezco. Descalificaron a un mexicano y eso no me hace feliz. En cuestión de minutos, Noé escaló del tercero al segundo lugar olímpico.
En el pedestal, justo cuando recibe la presea de plata, recordó: –Y pensar que hasta de albañil tuve que hacerla para tener dinero y entrenar. No se avergüenza. Es motivo de orgullo.
APUNTES DE LA PRUEBA Bernardo Segura manejó las situaciones a su antojo, ayudado en grado superlativo por Noé Hernández, que en los últimos tres kilómetros reventó al polaco y al ruso. Segura, desde un principio, se colocó en un grupo de 12 andarines que comandaba el pelotón de 48 marchistas. Luego de una hora de recorrido se hizo presente la figura de Noé Hernández, quien se colocó en quinto sitio. Desde la colina, a un costado del recorrido, en cada vuelta se escuchaban los gritos de “¡México! ¡México!”, de aficionados que resistían el clima caluroso y ondeaban las banderas al paso de los compatriotas que buscaban encabezar el compacto pelotón. Varios dirigentes seguían muy de cerca la competencia en busca de alentar a los atletas para aumentar el número de medallas, tras la conseguida por la levantadora de pesas Soraya Jiménez. El grupo de marchistas empezó a distanciarse con el favorito Bernardo Segura entre los punteros, seguido a diez metros por Noé Hernández y, muy rezagado, por Daniel García. Aficionados españoles y japoneses también impulsaban con gritos a sus marchistas a brindar su máximo esfuerzo, en un ambiente de fiesta frente a la Villa Olímpica, hogar de los atletas durante los llamados “Juegos del Milenio”. A partir del kilómetro 17, estratégicamente se colocaron Noé y Bernardo en tercero y cuarto sitios, respectivamente, cuando el juvenil se fue con todo al ataque y dejó fuera del trayecto al ruso Andreyev. Y 900 metros antes de la meta, Segura atacó con fuerza y antes de entrar al estadio rebasó a Korzeniowski.
Como torero en gran tarde, dio la vuelta al estadio, al grito de “¡México, México!”.
Atrás quedaba el ambiente de fiesta que se vivió durante el recorrido de la caminata olímpica. La realidad era una: sólo una medalla, no dos. La de plata por conducto de Noé Hernández, después de la descalificación de Bernardo Segura. Una fiesta casi en familia, donde los pocos aficionados mexicanos y autoridades deportivas que siguieron la prueba, apoyaron con sus gritos y porras a sus compatriotas durante el trayecto por las avenidas adyacentes al Estadio Olímpico de Sydney: la avenida Edwin Flack, la Pondage y Hill Road, donde se ubicó el circuito, bajo un inclemente sol. Ya dueño de la plata, Noé Hernández (1h19:03), ni siquiera conseguía celebrar su triunfo. Decía con extrema humildad: –Estoy feliz porque es el fruto de mucho esfuerzo, pero es una medalla amarga porque Segura no está en el podio. Yo me siento realmente como si hubiera ganado la de bronce, porque la de oro le pertenece a él. Por su parte, el campeón de la prueba, el polaco Robert Korzeniowski, explicó que no se sentía como si le hubiera arrebatado la medalla al mexicano. –Esas cosas pasan. Quien comete una infracción es penalizado y Segura hizo su tercera falta antes del final de la carrera, –reflexionó el polonés, recordando incluso que él había sido descalificado a las puertas del estadio de Monjuic en 1992.
MEDALLISTAS OLIMPICOS MEXICANOS
Era el día de Bernardo. Por un momento se detuvo para quitarse su zapato y convertirlo en teléfono, igual como lo hizo en los Panamericanos de Winnipeg ‘99, donde se llevó el oro. Burda copia de algunos futboleros en el Mundial de Francia. Segura fue acosado, por las cadenas de televisión mexicana y fue uno de esos reporteros quien le informó que estaba descalificado. En ese momento se armó el desorden y enojo de Bernardo, y su posterior abatimiento.
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Sobrevino la locura de los aficionados en el estadio, ante el inminente arribo de los marchistas... Cuando apareció Segura los aplausos eran ensordecedores. Se enfiló a la meta, para cruzarla, seguido del polonés. Bernardo esperó a Noé y los dos se abrazaron por varios segundos, y después también lo hicieron con el polaco. Bernardo se recostó en la pista para tomar aire y un par de minutos después se envolvió con una bandera de México.
2000
SYDNEY
Noé Hernández afirmó ese viernes sentirse triste. Incluso daba la impresión de no querer ir a la ceremonia de premiación. Dijo Noé, en un momento de coraje: –No, no estoy contento. No quisiera recibir esta medalla. Pero... si bien no sirvió para borrar la amargura de la descalificación de Segura, sí lo ha instalado en los anales de la historia olímpica de México. Y más cuando, del paraíso se había pasado al infierno, en unos cuantos minutos. Se decía, en Sydney: –Es una medalla de plata, con sabor agridulce. Porque primero todo era euforia; después vendría la decepción La tristeza de los atletas, aun con una medalla, se apoderó también de México. “Descorazonador”, “dramático” fueron algunos de los adjetivos con los cuales los medios informativos dieron a conocer la noticia. Aquel día, la descalificación de Segura y el ascenso a la medalla de plata de Noé acapararon los titulares de los diarios mexicanos. Aquel 22 de septiembre, en un despacho informativo de la agencia Notimex, de sus enviados a Sydney, se leía en su encabezado: “Noé Hernández llegó del anonimato y se va con la gloria olímpica.” En efecto. Noé, amén de lo sucedido a Segura, había dado una grata sorpresa al país, en virtud de que las esperanzas en la prueba estaban sembradas en Daniel García y Bernardo Segura. El periodista español José Antonio Pascual, enviado de la agencia EFE detalló: “Plata agridulce para México en la marcha. El atletismo mexicano obtuvo una nueva medalla olímpica en una prueba de marcha, en este caso la plata a cargo de Noé Hernández, si bien tiene un sabor agridulce, porque los jueces arrebataron el oro que había conseguido Bernardo Segura y lo descalificaron cuando había celebrado ya su éxito y se encontraba en la zona mixta.” Pascual elogió que los marchistas mexicanos dieron la cara en Sydney y siempre estuvieron en el frente de batalla. Al final, solo aguantó el multicampeón polaco Robert Korzeniowski, a Hernández y a Segura, bronce en Atlanta ‘96. El reportero español aseguró: “Bernardo, uno de los grandes del atletismo latinoamericano, fue el más rápido y ganó de manera ajustada a Korzeniowski, con Hernández tercero también muy cerca... Pero la fiesta mexicana, en cambio, se tornó en poco menos que tragedia cuando, diez minutos después de terminar la prueba, Segura fue informado de su descalificación, que, lógicamente, fue reclamada por la delegación tricolor.” El consuelo queda con la plata de Hernández, que tuvo el atrevimiento suficiente para plantarse cara a cara a un “Dios” de la caminata como el polaco, y que mantiene a Latinoamérica en el podio de esta prueba...
LA VIDA COMO MEDALLISTA Despertó un Noé Hernández Valentín muy diferente el 22 de septiembre del 2000, en un lujoso hotel de Sydney. Recuerda: –Todavía no me caía el veinte. Pasaron varias horas de que gané la medalla y cuando me fui a dormir vino a mi mente cuando tuve que hacerle a la albañilería para tener algo de dinero. Tenía que levantarme a las cinco de la mañana para ir a hacer colados y terminaba con los pies hinchados, curtidos por el cemento. En el taburete, al lado de la cama, lucía la medalla olímpica. Noé la veía, emocionado. No quería desprenderse de ese brillo tan especial. La contempló largamente. Noé: –El teléfono sonaba y sonaba. Me solicitaban entrevistas de prensa, que posponía una y otra vez. Yo no me quería apartar de la medalla. No la quería lejos de mí. En efecto. Ya no era un desconocido, una vez que retó a otro medallista olímpico, Robert Korzeniowski, quien había sido campeón olímpico en Atlanta en la prueba de 50 kilómetros, la misma prueba que practicaba Aroche. –Me tenía que escapar del hotel desde muy temprano. Me salía a correr para que no me vieran los reporteros, porque quería conocer la ciudad de Sydney y disfrutarla un poco más. En los días
-------------------360 Sydney 2000: El Estadio Olímpico vibró al son de un sola voz, de miles: “!México!, !México!,!México!” --------------------
previos, toda la atención estaba enfocada a la competencia, de ir de la villa a los entrenamientos y, después a la competencia. Y más aún, todavía recordaba la desagradable experiencia del día anterior, cuando después de recibir su premio, comentaristas de televisión lo jalonearon para que diera la primicia a una u otra empresa.
Cumplió Noé la manda hasta mediados de octubre, cuando ya había terminado infinidad de compromisos. Antes, el resto de la familia lo hizo en la pequeña capilla, de adornos multicolores, ubicada en las afueras de la inconclusa fachada del hogar del vencedor. En las calles de Chimalhuacán, lugar de origen del atleta, los vecinos colocaron mantas con la leyenda: “El orgullo del barrio de Xochiaca se llama NOE HERNANDEZ”. Corearon gritos: “se ve, se siente, Noé está presente” e hicieron suyo el ya tradicional grito de guerra “sí se pudo”. Eran personas que lo vieron crecer como joven y atleta. Incluso, el presidente municipal Tolentino Bojórquez invitó al medallista olímpico a dirigir el deporte de Chimalhuacán. Ejemplo de la familia feliz... –Si es para bien de la población, seguramente aceptará con gusto. Será un ejemplo para los niños, –dijo Juana, la mayor de las hermanas. Era tal la felicidad que parecía irreal. Cauto, el andarín decía: –Quiero disfrutar de todo esto con mi familia y compartir con ellos la medalla. Quiero gozar de este momento hasta que dure, pues después ya nadie se acuerda.
MEDALLISTAS OLIMPICOS MEXICANOS
Los medios de comunicación querían conocer su historia. Algunos la exageraron, otros lo ubicaron como ejemplo de tenacidad y fortaleza. Para sus padres y hermanos, la hazaña de Noé merecía ser puesta a consideración de sus creencias. Cuando veían la prueba olímpica, en casa de Juana —hermana mayor que hizo papel de madre cuando doña Felipa trabajaba— sólo ellos aplaudían a la distancia al representante de los Hernández Valentín. Prometieron dar gracias a la Virgen de Guadalupe, en la Basílica. Pero al término de la competencia, la casa de Juana se había convertido en posada de decenas, quizá cientos de invitados.
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–Casi me arrancan un brazo, –dice en tono de burla. A su regreso a México la situación no varió mucho. El marchista fue escoltado por efectivos de la Policía Federal de Caminos desde que bajó del avión –procedente de Los Angeles– hasta el estacionamiento de la terminal aérea, para de ahí enfilar a su casa en Chimalhuacán. En todo el trayecto, el andarín y sus familiares fueron custodiados por una centena de vecinos y amigos que fueron a recibirlo.