NOTAS ACERCA DEL SIGNIFICADO HISTÓRICO DEL P. GRACIÁN EN TORNO A 1640

CRITICÓN, 45,1989, pp. 71-80. NOTAS ACERCA DEL SIGNIFICADO HISTÓRICO DEL P. GRACIÁN EN TORNO A 1640 por Enrique SOLANO CAMÓN (Universidad de Zaragoz

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CRITICÓN, 45,1989, pp. 71-80.

NOTAS ACERCA DEL SIGNIFICADO HISTÓRICO DEL P. GRACIÁN EN TORNO A 1640

por Enrique SOLANO CAMÓN (Universidad de Zaragoza)

Afortunadamente contamos en nuestros días con un corpus historiográfico considerable, cuyo objetivo ha pretendido y aspirado a desentrañar el valor y contenido histórico de la vida y la obra de Baltasar Gracián. El análisis de su obra ha permitido a los estudiosos evaluar y, en ocasiones, matizar el carácter de la misma, medir su intencionalidad o definir sus peculiaridades estilísticas. Varias son, igualmente, las interpretaciones que los biógrafos han expuesto acerca de la vida y personalidad de nuestro personaje. Temperamental y austero, agudo perceptor del mundo que le rodeaba, expresado a través de una sociedad turbulenta y plena de contrastes dentro de la que le tocó vivir, firme en sus convicciones, aunque atenazado por la deprimente naturaleza de los hombres que percibe. Sin embargo, parece incuestionable su universalidad, avalada tanto por el tono de pensamiento que emite, como por la atención que la Europa de su tiempo y épocas posteriores tributaron a su obra1. Visión dilatada y amplia de horizontes, que en ningún momento supondrá merma en el componente aragonés, espacio histórico que alimentó su ser y por el que experimentó una natural y consciente predilección. Bien puede venir al uso como síntesis de lo expuesto la definición que de él nos ofrece el profesor Blecua, cuando lo califica como "satírico amargo, de suma grandeza y hondo pesimismo. Hombre que vive los problemas que acucian al pensamiento barroco, ve la existencia breve y engañosa y el mundo lleno de apariencias", manifestando que, como consecuencia de todo ello,

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Un clásico estudioso de Gracián, Adolphe Coster, en los capítulos XX y XXI de su obra, Baltasar Gracián (Zaragoza, Institución "Femando el Católico" C.S.I.C., 1947 ; primera edición, 1913) nos ofrece una amplia referencia de la influencia que Gracián tuvo en Europa.

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"toda su obra se dirigirá a transformar al hombre en persona y tratar de salvarlo de las acechanzas de ese mundo creado perfectamente por Dios, pero que los mismos hombres han convertido en inhóspito"2. Con el presente estudio que ahora estamos iniciando, sin embargo, nuestra pretensión se halla en formular ciertas precisiones que quizás, hasta el momento, pueden ser uno de los aspectos menos atendidos en la vida y obra de nuestro insigne personaje, a pesar de lo cual adquieren un notorio interés para discernir el papel que a él le cupo desempeñar en el marco de la historia aragonesa en unos momentos de clara controversia como fueron los años centrales de la decimoséptima centuria ; protagonismo que, sin marginarlo, excede lo estrictamente literario y el mero carácter descriptivo de su vida. En definitiva, con este artículo aspiramos a ofrecer un ligero análisis que interprete históricamente la relación existente entre la personalidad de Gracián y un Aragón que, asumiendo de algún modo su raigambre pactista, había de caminar determinado por el desarrollo político absolutista de la monarquía española, encarnado por Felipe IV, en unos instantes en que ésta se hallaba sumida en una grave crisis que amenazaba, incluso, con la desmembración de algunos de sus territorios peninsulares. En este sentido, los años 1640 y 1641 pueden resultar específicamente expresivos, por lo que a partir de ahora nos centraremos en ellos particularmente. El proyecto que, bajo la denominación de "Unión de Armas", trataba de poner en ejecución el Conde-Duque de Olivares a partir de 1626, cuyo fin era el de incrementar y redistribuir las cargas militares y su coste entre los distintos reinos que componían la Monarquía3, repercutiría de manera importante y progresiva sobre los Estados que componían la antigua Corona de Aragón, quienes se encontrarían presionados por una nueva política a la que su tradición foral no les había acostumbrado. Esta eventualidad iba a traducirse en un elevado coste económico para aragoneses y valencianos 4 , mientras que en el caso catalán habría de traducirse tal actitud en un acelerado dislocamiento de la cordialidad institucional que pudiera existir entre el Principado y la Corona 5 . Esta situación se agravaría ostensiblemente a partir de la fecha de 1635, momento en el que de forma abierta se desencadenarían las hostilidades armadas entre las monarquías francesa y española, propiciando una auténtica política militar, que repercutiría directamente sobre los Estados de la Corona de Aragón colindantes con el país vecino.

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José Manuel Blecua : Baltasar Gracián, un pensador europeo del siglo xvn, en Mundo hispánico, 345, diciembre 1976, pp. 14-15. 3 J.H. Elliott y J.F. de la Peña : Memoriales y cartas del conde-duque de Olivares, T.I., Política Interior, 1621-1627 (aparece el documento en el que se describe el contenido de "La Unión de Armas", con su posterior comentario). 4 Para el caso aragonés se puede consultar la obra Poder monárquico y Estado pactista (1626-1652) : los aragoneses ante la Unión de Armas. (E. Solano Camón, Zaragoza, Inst. Fernando el Católico, 1987). Aludiendo a las Cortes de Barbastro de 1626, en las que se hacía patente la política "unionista", se puede consultar fundamentalmente Las Cortes aragonesas de 1626 : El voto del servicio y su pago (F. Colas Latorre y J.A. Salas Ausens, en Estudios, Zaragoza, 1975). Para el caso valenciano se pueden destacar : Cortes del reinado de Felipe N. I, Cortes valencianas de 1626 (Valencia 1973) y Cortes valencianas de 1626 : problema en torno al pago del servicio ofrecido ; ambos títulos correspondientes a D. Lario Ramírez. En un sentido más amplio se puede consultar J. Casey, El reino de Valencia en el siglo xvn, Madrid 1983. 5 J.H. Elliott en La rebelión de los catalanes (1598-1640), Madrid, 1977 ; E. Zudaire Huarte, El Conde-Duque y Cataluña, Madrid, 1974 ; queda descrito minuciosamente el desarrollo de los acontecimientos durante la primera mitad de siglo.

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Sería ya el año de 1640 cuando se iban a precipitar los acontecimientos ; la actitud del CondeDuque de Olivares era respondida por los catalanes mediante la opción de las armas, mientras que los reinos de Aragón y Valencia no ocultaban sus reticencias ante el presente estado de cosas. Con ello la controversia entre absolutismo y pactismo se iba a reactivar, dilema que indudablemente pesaría sobre Baltasar Gradan, que por estos tiempos había iniciado sus contactos con el duque de Nochera en calidad de su confesor6. En Gracián, su fervorosa y encendida defensa de la católica monarquía española, tantas veces esgrimida a lo largo de su obra, inevitablemente se contrastaría con su concepto de necesario equilibrio de Estado para que ésta pudiera consolidar sus fines. El reino de Aragón que, tras las llamadas "alteraciones" de finales del siglo XVI, había visto considerablemente disminuida su capacidad foral, como consecuencia de las resoluciones decididas en las Cortes de Tarazona de 15927, una vez superados los primeros lustros de marginación de sus aspiraciones, habría de mantener, de forma al menos latente, su espíritu foral, emboscado tras el desarrollo absolutista de la Monarquía, pero lo suficiente vivo como para expresarse en el marco histórico de los años a los que estamos haciendo referencia. Como prueba de ello, citemos el desarrollo experimentado dentro del ámbito cultural aragonés durante esta centruria, entre cuyos capítulos podemos destacar aquí el protagonizado por las Academias8 y la cierta actividad literaria "reivindicativa"9, indudablemente relacionada con aquéllas, que vería la luz sobre todo durante el periodo caracterizado por la evolución política en la que los acontecimientos empezaban a marcar derroteros cruciales para la monarquía española y en el ámbito de los reinos que la integraban. Un claro ejemplo lo podemos encontrar en la obra de Andrés Uztarroz, Retratos de los Reyes de Aragón10 (en donde la loa descriptiva de los monarcas aragoneses va recubierta de una clara intencionalidad), u otros tratados de corte más jurídico-institucional, como Coronaciones de los Sereníssimos Reyes de Aragón (Jerónimo Blancas) o Forma de celebrar Cortes en Aragón (Gerónimo Martel), ambas surgidas de un claro espíritu foral11, publicadas de nuevo en 1641 por el mismo Ustarroz y que vienen a engrosar esta misma dinámica. Precisamente, permitiéndonos un ligero análisis sobre la última de las obras mencionadas, la referida al cronista Martel, observamos cómo en la "Prefación" de la segunda versión publicada en el año 1601 —versión que le había sido encomendada por los diputados, y cuya intención era la de actualizar los ajustes forales e institucionales que se habían decidido en las pasadas Cortes de Tarazona—, Martel apuntaba la oportunidad de ajustar su estructura ; así manifestaba 6 Desde finales de 1639 o comienzos de 1640, Gracián aparece ya como confesor y acompañante del duque de Nochera. 7 Por destacar algunas de la decisiones adoptadas, se señalan los siguientes fueros : "Que en Cortes la mayor parte de cada Braco, haga braco" ; "Que los Diputados del Reyno no puedan hazer convocaciones" ; "Del Officio del Iusticia de Aragón". En los tres capítulos señalados se reforzaba el poder del monarca. 8 A. Egido nos ofrece una hábil y apretada síntesis descriptiva sobre este particular en Academias literarias zaragozanas del siglo XVII, en AA. VV., La literatura en Aragón, Zaragoza, Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja, 1984, pp. 103-128. 9 Conde de la Vinaza, Los cronistas de Aragón (Madrid, 1904). Facsímil prologado por María Carmen Orcástegui Gros y G. Redondo Veintemillas (Cortes de Aragón, Zaragoza, 1986). 10 A. Egido, Retratos de los Reyes de Aragón, de Andrés Uztarroz, y otros poemas de academia. Zaragoza, Inst. Fernando el Católico, primera edición, 1979. 1 1 Ambos personajes hemos de situarlos decididamente dentro del grupo de escritores foralistas del reino de Aragón, de finales del siglo XVI : Jerónimo Blancas, cronista (1581-1590), Genrónimo Martel, cronista (1597).

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La forma que he tenido en la corrección deste libro ha sido dexar los Capítulos como en su principio los ordené, y al fin de los que necessitavan de enmienda añadir lo que las nuevas leyes de las Cortes de Taraçona han dispuesto, y otras cosas que convenían, poniendo al principio dello esta señal (signumj porque desta suerte se verá de la manera que antiguamente se celebraban Cortes, y lo que de nuevo se ha ordenado}^

Intención ésta la de nuestro cronista que, además de clarificar la nueva legislación establecida, encubría implícitamente el deseo de hacer pervivir la memoria histórica aragonesa. Pues bien, todo eso era recogido el año 1641 por Uztarroz al volver a publicar la obra, añadiendo en la misma una elogiosa alabanza a su antecesor, años atrás, en el cargo de cronista, y culminando su intención con una rúbrica final en la que "Martelés" y "Aragón" cobraban al unísono vida, reflejo de la inequívoca realidad histórica del Reino : Los Martelés de Aragón llevan por Armas el campo del escudo azul, y puestos en palo tres Martillos, y tres Estrellas de oro sobre ellos : tan luminosos timbres no podían dexar de ilustrar con sus escritos la Historia de nuestro Reyno, y pues los claros Ascendientes de Gerónimo Martel cuydaron más de los Hechos que no de las Palabras, cese nuestro discurso, y hablen sus obras.^

Final éste con el que se pretendía reavivar la antorcha legada desde los albores del siglo. Pues bien, Gracián, protagonista activo en estos tiempos dificultosos desde su arte y su pluma, espectador impotente al continuo deterioro de su "mítica Monarquía", ecuánime y entrañable reconocedor de la personalidad histórica aragonesa, se encontraría conectado, desde un primer momento, con este acervo cultural de talante "regeneracionista", primordialmente a través del cenáculo oséense, vertebrado por D. Vincencio Juan de Laslanosa, gran amigo y auténtico mecenas de nuestro escritor, a través del cual cobraría mayor intensidad la cordial relación entre éste y el mismo Uztarroz14. Tales contactos, con toda probabilidad vendrían a sintonizar con el pensamiento político graciano que, de manera clarividente, expresara en su obra El Político15. Este tratado era coincidente en el tiempo con los momentos en los que el pensamiento histórico-político de Gracián podía encontrarse más sensibilizado, tanto por la coyuntura vital que atravesaba en relación con la evolución de los acontecimientos16, como por sus asiduos contactos con el virrey de Aragón, que, de algún modo, actuaba como catalizador de la situación17 : intensa relación con Francesco María Carafa, duque de Nochera, virrey de Aragón y uno de los más decididos inspiradores de la actitud aragonesa ante los preliminares del conflicto catalán. Postura conciliadora que no iba a evitar el desarrollo bélico del problema existente en el Principado, ni, 12 G. Martel, Forma de celebrar Cortes en Aragón (ed. facsímil correspondiente a la publicación de Uztarroz de 1641), Zaragoza, 1984, prologada por los profesores G. Redondo Veintemillas y E. Sarasa Sánchez. 13 lbid. 14 R. Arco y Garay, La Erudición Aragonesa en el siglo XVII en torno a Lastanosa, Madrid, 1934. 15 Según afirma la profesora Egido, existen claras vinculaciones de contenido entre la obra de Uztarroz Retratos de Los Reyes de Aragón (1634) y El Político de Gracián (1640). (Prólogo de El Político Don Fernando el Católico, p. XLVI, Facsímil de la obra, Zaragoza, Inst. Fernando el Católico, 1985). 16 E. Solano Camón, Respuesta de los aragoneses ante los acontecimientos del principado catalán : datos de una crisis (1640-1641), en Estudios, Zaragoza, 1986. 17 E. Solano Camón, Corte político de una discrepancia : la caída del duque de Nochera. Comunicación presentada al Primer Congrès d'Historia Moderna de Catalunya, diciembre de 1984 ; Barcelona, 1984.

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finalmente, que los aragoneses se vieran totalmente involucrados en el mismo. La amistad existente entre ambos podía completarse con la afinidad ideológica que los caracterizaba. Como señala la profesora Egido, "el hecho constatado de que el duque de Nochera hubiera dedicado su vida a la construcción de una Europa unida y católica daba sentido" a la dedicatoria que el duque recibe en la obra por parte de Gracián18. Por otra parte, las diversas referencias que aparecen a lo largo de las distintas obras de Gracián parecen apuntar en este mismo sentido19, referencias que, en otras ocasiones, sirven para cuestionar los serios riesgos que el uso absolutista en política albergaba20 y cómo el abuso inadecuado de los mismos sólo podía servir para precipitar la caída del propio poder establecido, en la que los estados aragoneses en aquellas circunstancias resultaban víctimas del proceso. En este sentido las alusiones que aparecen en El Político son diversas. En esta obra, Femando el Católico representa el prototipo de talante político que, según Gracián, define desde el pasado la perdurable y necesaria grandeza de la monarquía española y el modelo de Estado que debía de prevalecer sobre cualquier otro para sostener de forma perenne esa realidad, única válida en la composición político-religiosa del autor. Como señala C. Peralta, "en El Político puede verse reflejada conjuntamente la nostalgia de una edad pretérita, contrapuesta a una realidad presente, decepcionante y desesperanzadora. En él gustaría Gracián el placer agridulce de vivir por el recuerdo un ideal irrealizable en la actualidad"21. Sin embargo, si la obra pretende ser un poderoso canto a los principios que debieran inspirar la constante evolución de la monarquía española dentro del periodo al que nos referimos, este nostálgico ideal graciano queda ampliamente compensado por su capacidad barroca de convertir el mero biografismo político en pura teoría política, expresión de la Razón de Estado en el ámbito de Modernidad, que excederá el umbral hispano para unlversalizarse en el concepto teórico de lo que debiera de ser el quehacer de los gobernantes22. Añadamos, no obstante, que el campo teórico que aplica a la gestión política no surge de forma exclusiva del pensamiento de Gracián, sin que, en manera alguna, ello suponga merma a su personalidad y talento, sino que hay que imbricarlo en las directrices de ideología política española : ésta, arrancando desde Zurita e instrumentalizando la inalterable figura femandina, va recorriendo el tiempo histórico de la Monarquía, para expresarse con renovada energía en una pléyade de escritores barrocos 23 —entre los que aquí destacamos a nuestro personaje— que tratarían de formular y clarificar una definición de paradigma de gobernante capaz de dar respuesta a las distorsiones ideológicas y políticas que se estaban produciendo. Es aquí donde cobra sentido la conciliación entre

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A. Egido, Prólogo a la edición facsímil de El Político, p. Lili ; vid. supra. Las alabanzas al duque de Nochera se expresan en varias de las obras de Gracián ; descontando El Político, en la que la dedicatoria no puede ser más elocuente, podemos señalar fragmentos en El Discreto ('Tener buenos repentes"), en Agudeza y arte de ingenio (discurso LV) y en El Criticón (H, 3). 20 K. Heger, en su obra Baltasar Gracián, estilo y doctrina. En el apartado Gracián y Machiavelli, p. 142, aparecen interesantes alusiones en este sentido, en las que se pone de manifiesto la clara discrepancia de Gracián con el concepto de absolutismo como expresión de gobierno tiránico, que hay que distinguir de su idea de Imperio. 21 M. Batllori y C. Peralta, Baltasar Gracián, en su vida y en sus obras. Zaragoza, Inst. Fernando el Católico, 1969, p. 65. 22 lbid., p. 70. 23 F. Solano Costa, La escuela de Jerónimo Zurita. Ponencia presentada en el Congreso Nacional Jerónimo Zurita : su época y su escuela, Mayo 1983. Zaragoza, Inst. Fernando el Católico, 1986. 19

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los conceptos de "principio" y "oportunismo"24. Las últimas reflexiones expresadas, sin embargo, quedarían desenfocadas si la Razón de Estado en Gracián no la involucramos en el ambiente de la propaganda oficial que por entonces era estimulada por la Corona, como justificación de los conceptos de "guerra justa" y "defensa natural", que la monarquía española esgrimía en lo que iba a ser su dilatada confrontación con Francia en pugna por la consolidación de la hegemonía europea. En este sentido el profesor Jover, en su obra ya clásica pero no superada25, nos da constancia de esta situación, ofreciéndonos el enfoque y adecuación ideológica que daba vida a este fenómeno. Ello no se traduce, bajo ningún concepto, en considerar a Gracián como agente directo en esta dinámica, pero sí podemos afirmar que sus ideas políticas recibieron los ecos que inspiraban y trataban de justificar la actitud adoptada por la Corona. El tono filosófico que impregna sus escritos y la sosegada crítica que en ellos se percibe confirman este hecho. El dilema para Gracián estaba planteado. Por una parte, su decidido convencimiento de que la herencia política femandina y sus virtudes justificaban el papel de la Monarquía en el mundo26 ; pero, por otra, el olvido de los recursos histórico-políticos de rey, como los define C. Peralta, por parte de Felipe IV, seriamente mediatizado por Olivares, que entorpecía seriamente el mismo y era causa fundamental de la falta de comprensión que agudizaría inexorablemente el conflicto catalán. La guerra de Secesión catalana (1640-1652), que a la postre no era otra cosa que la explosión de las tensiones acumuladas en las relaciones existentes entre el Principado y la Corona durante la primera mitad del siglo XVII27, conducía al reino de Aragón a solventar el dilema parecido que representaba la fidelidad a la monarquía austracista, por un lado, frente a las relaciones históricas que aproximaban los Estados de la Corona de Aragón, muy particularmente, por aquel entonces. Hasta que las Juntas celebradas en la ciudad de Zaragoza durante el año de 1641 decidieron la intervención armada de contingentes del Reino al lado del bando felipista28, las instituciones de Aragón intentaron por todos los medios a su alcance buscar un equilibrio pacífico entre la Corona y el Principado. Pretensión prácticamente imposible de conseguir desde el instante en que, como consecuencia del llamado Corpus de Sangre (7 de junio de 1640), el Conde-Duque se decantaba de manera definitiva por la solución militar contra los catalanes y éstos negociaban con la diplomacia francesa para compensar su desequilibrio frente al gobierno central. El duque de Nochera, virrey de Aragón, fiel a la Corona pero especialmente consciente de los problemas que aquejaban no sólo al Principado, sino también a los aragoneses, pesimista con las posibilidades defensivas de los mismos y previsor del peligro que entrañaba el apoyo interesado de la monarquía gala a la causa catalana29, trató de persuadir a la Corte de Madrid, siendo, en todo momento, respetuoso con las instituciones de los Estados periféricos peninsulares. Postulados que 24 Conceptos que nos ofrece R.O. Jones refiriéndose a Diego Saavedra Fajardo, coetáneo de nuestro autor, p. 285 {Historia de la literatura española. Siglo de Oro : Prosa y Poesía, siglos xvi y xvn. Ed. Ariel, Barcelona, 1983). 25 J.M. Jover, 1635. Historia de una polémica y semblanza de una generación. Madrid, 1949. 26 A. Ferraría, en Fernando el Católico en Baltasar Gracián, Madrid 1945, sostiene sistemáticamente esta tesis. 27 J. Sanabre, La accción de Francia en Cataluña. 1640-1659, Barcelona, 1956. En términos descriptivos sigue siendo la obra fundamental para el conocimiento de este conflicto. 28 E. Solano Camón, Poder Monárquico y Estado... Ver el capítulo correspondiente a las Juntas d e Aragón, pp. 134-146. 29 Teoría fundamental sostenida por Sanabre ; vid. supra.

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eran coincidentes con el modo de entender de Gracián30. A finales del año 1640, cuando no se vislumbraba ningún resultado favorable a las negociaciones, iba a ser sumamente representativa la misiva que el Virrey dirigía al Monarca proponiéndole medios de paz, a través de la cual se puede deducir el sentir de ambos personajes en relación con los acontecimientos que se estaban sucediendo. En ella, se hacía una exposición de los perjuicios que se alcanzarían si prosperaba la invasión sobre el Principado, que sobre esas fechas se tenía prevista, razonando además las dificultades que tendría el ejército real para salir victorioso de la contienda y, de conseguirlo, el irrelevante provecho que habría de tener el triunfo sobre la provincia catalana, pues según la desesperación desta Provincia, no será sin mucha sangre de entrambas partes, y no sé si el vencer con la destrucción de los catalanes aya de ser provechoso, pues ganando con las manos, queda una Provincia de V. M. destruyda, y perdiendo, lo que Dios no quiera, arriesga el reyno de Aragón y Navarra.

Igualmente se valoraba el grave riesgo que entrañaba el apoyo de Luis XIII de Francia en favor del Principado para hacer frente a la agresión decidida por Olivares, lo que dejaba el de Nochera perfectamente representado en la siguiente fábula recogida por Gracián : Un caballo pacía en un prado muy verde y muy florecido, quando un ciervo, convivado de la amenidad de aquel sitio, fue a gozar de la pradera en compañía del caballo ; y habiendo intentado varios modos el caballo de echarle de aquel entorno, defendiéndose el ciervo con las armas que le dio la naturaleza, no le fue posible conseguir su intento, y se resolvió de pedir al hombre que le socorriesse. Vino en ello el hombre, pero dijo al caballo que era menester y forzoso el dejarle poner el freno a la silla, a que consintió el caballo, y subido en él, echó al ciervo de la pradera, pero el caballo se quedó con el freno y la silla sujeto al hombre.^

Por ello concluía que, habiendo sido los catalanes inducidos a la última desesperación y obligados a aquella política, no era justo que S. M. consintiera que esos vasallos portasen el freno, puesto por otra mano que no era la suya32. A pesar de todo, el 23 de noviembre el marqués de los Vélez penetraba con su ejército en Tortosa para desde allí iniciar su avance hacia Barcelona33, mientras que los temores puestos de manifiesto por el duque de Nochera se confirmaban, introduciéndose en suelo catalán los primeros regimientos franceses34. A partir de ahora la presión de éstos sería progresivamente más notoria dentro del juego diplomático de paz, cuyo centro neurálgico se encontraba, precisamente, en la ciudad de Zaragoza. Muy poco después, el 7 de diciembre, Baltasar Gracián se encontraba en Fraga acompañando al Virrey, quien había recibido órdenes para desde Lérida prestar su apoyo militar a las acciones encomendadas al marqués de los Vélez en Cataluña. La falta de éxito en su gestión y el evidente desacuerdo existente entre un Nochera conciliador y un Olivares agresivo, contribuirían

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B. Gracián, Agudeza y arte de ingenio, discurso LV (Aparece una clara referencia a la actitud del duque de Nochera respecto a la invasión armada del Principado ; su juicio es alabado por Gracián). 31 B.N.M., Ms. 2371, f. 114. 32 Conviene prestar atención a esta reflexión final, que una vez más coincidirá con los valores políticos que defendía Gracián. 33 Sanabre, op. cit, p. 114. 34

Ibid.,pp. 108-110.

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poderosamente a mermar su credibilidad ante la Corte de Madrid. El día 16 de enero de 1641, el Principado se constituía en República, y pocos días después, el 23, se ponía bajo la obediencia del rey "Cristianísimo"35. El ritmo de los acontecimientos obligó al reino de Aragón a centrar sus acciones en una doble dimensión. De una parte, el cariz que reflejaba la situación, los avisos desde Cataluña y las instancias, cada vez más persistentes, del duque de Nochera, le inducían a precaver su propia defensa ; pero juzgando éste que el mejor modo de conseguirla era buscando la paz y la mejor vecindad posible con Cataluña, continuarían tratando de buscar una solución en la negociación. Todo este nudo de aparentes contradicciones, no sin cierto dramatismo, sería percibido por el P. Gracián, alimentando progresivamente el pesimismo con que contemplaba el quehacer de los avatares humanos. Sistemáticamente mito y realidad parecen acompañar a Gracián. Esta actitud personal, en cualquier caso encauzada a través de sus convicciones jesuíticas, que en última instancia habrían de superar las eventuales tensiones suscitadas entre él y la Orden por motivaciones de aparente indisciplina relacionadas con su obra, no parece que difiriera, en lo esencial, del tono con que la misma Orden afrontó el conflicto catalán36. La provincia jesuítica aragonesa, que estructuraba a la Orden en los distintos países de la Corona de Aragón, no era otra cosa que una expresión de la Congregación jesuítica internacional que, en consecuencia, excedía los límites político-administrativos de Estados y Monarquías. Conscientes de que sus intereses se enmarcaban en esta dimensión, el fenómeno se traduciría en este caso concreto en un intento de neutralidad y comprensión política, tratando de evitar su intervención en el conflicto y atacando en lo posible la actitud del poder dominante. A partir de aquí no se han detectado casos graves de infidelidad a la causa felipista, salvando ineludibles conatos de tensión, más debidos al apasionamiento personal que a la toma activa de postura. Mayor polémica suscitaría el comportamiento específico del Conde-Duque, que en ningún caso alteraba el concepto tenido por la Orden respecto a la Monarquía. No es todo ello óbice, sin embargo, para que ignoremos la fogosidad de Gracián en su peregrinación por los distintos reinos aragoneses durante los años del conflicto37, que en absoluto mermaba su reflexivo equilibrio ideológico. La primavera de 1641 transcurriría entre la ambigüedad y la incertidumbre, que caracterizaron durante este espacio de tiempo las relaciones entre la Corona y el reino de Aragón, mientras que los requerimientos del duque de Nochera para propiciar la defensa de Aragón se sucedían cada vez con mayor premura. Los recelos con que desde Madrid se contemplaba la evolución de la postura aragonesa durante estos meses parecen ser un hecho, mientras que en el Reino una escrupulosa adecuación a las libertades y fueros del mismo se alternaría con criterios más condescendientes que, en última instancia, decantarían a los regnícolas del lado del monarca "Católico". Sin embargo, los días del duque de Nochera, enfermo ya por estas fechas, estaban contados. En carta fechada a 15 de abril, entre otras muchas cosas de indudable interés, el duque de Nochera hacía constar un aspecto que apuntaba en este sentido y que favorecía la falta de acuerdo

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Ibid., pp. 133-134. M . Batllori y C. Peralta, vid. supra. En el Apéndice II se encuentra el importante trabajo Los jesuítas y la guerra de Cataluña. 1640-1659. Obra del primero de los que se citan y que mantiene al día el conocimiento de la postura jesuítica en este conñicto. 37 Podemos seguir, para el conocimiento de la estancias de Gracián durante este período, entre otras, la obra de Conrado Guardiola Alcover, Baltasar Gracián, recuento de una vida. Col. Aragón, Zaragoza, 1980, por señalar una biografía reciente. 36

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entre la Corona y él mismo : las serias dudas que tenía respecto a la interpretación que la Corte otorgaba al modo de llevar sus gestiones. Indicaba que éstas ya habían sido expuestas a S. M., "pero no tan claramente, por ser los tiempos turbios y ser muy dañosa la claridad"38. Tal razonamiento resume los desajustes personales y tensiones que se hallaban latentes. En realidad, por estas fechas ya había solicitado al Conde-Duque retirarse, argumentando que la causa de tal decisión se encontraba en la falta de asistencia en que le tenían para obrar lo necesario39. En este sentido, el mismo Gracián iba intensificando día a día sus críticas acerca del proceder de Olivares, conforme acontecían los hechos y el insigne erudito preveía sus consecuencias. La primera invasión francesa sobre las fronteras orientales del reino aragonés acabaría por precipitar los hechos. El 31 de mayo el aún virrey de Aragón, en nombre de Felipe IV, otorgaba el permiso necesario para que se juntasen los estamentos y pudieran adoptarse decisiones respecto a las materias que en esos momentos concurrían. La apertura de Juntas, que tenían por objeto la negociación entre Aragón y la Corona, tanto de la defensa del Reino como de la prestación que éste tenía que otorgar a la Corona, se abrirían el 13 de junio de 1641 40 . Poco después el duque de Nochera era requerido desde Madrid para salir de Aragón. El 4 de julio llegaba a la alameda de Osuna, muy próxima a Barajas, y días más tarde era encarcelado en la torre de Pinto, abriéndosele proceso en el que se le acusaba de traición. Con ello Baltasar Gracián, fiel acompañante, tendría ocasión de realizar su segundo viaje a Madrid, y su estancia habría de prolongarse, al menos, hasta febrero de 1642, siguiendo de cerca la evolución del proceso del Duque, persistiendo en su papel de confesor y elogiando en todo momento su gestión y pensamiento. Elocuente es el sentido del siguiente comentario remitido en carta, por Gracián, a su amigo Uztarroz : "Si a costa del Duque se han de ganar los reinos, puédese dar por bien empleado el padecer". El de Nochera moriría el 12 de julio de 1642. No sería asistido en sus últimos momentos por el P. Gracián, pero sí por otro miembro de la Orden. En cualquier caso, como símbolo de auténtica fidelidad a su "héroe", y de la entrañable amistad que le profesaba, que habría de exceder a la muerte a través del recuerdo y su obra, sirva de ejemplo la siguiente loa y dedicatoria, que pocos años más tarde le otorgaría en su libro El Discreto : Prenda es ésta de héroes que los supone y los acredita ; arguye grandes fondos y no menores altos de capacidad. Muchas veces la reconocimos con admiración y la ponderamos con aplauso en aquel tan gran héroe, como patrón nuestro, el excelentísimo duque de Nochera, Don Francisco María Carrafa, a cuya prodigiosa contextura de prendas y de hazañas bien pudo cortarla el hilo la suerte, pero no mancharla con el fatal licor de aquellos tiempos. Era máximo el señorío que ostentaba en los casos más desesperados, la imperturbabilidad con que discurría, el despejo con que ejecutaba, el desahogo con que procedía, la prontitud con que acertaba ; donde otros encogían los hombres, él desplegaba las manos. No había impensados para su atención, ni confusiones en su vivacidad, emulándose lo ingenioso y lo cuerdo ; y aunque le faltó al final la dicha, no la fama.41

Digno epítome para quien se le pretendía reflejar en el espejo de las virtudes del "héroe

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Archivo de la Diputación de Zaragoza, Ms. 433, ff. 169-170 (copia en B.N.M., Ms. 2372, ff. 582583). 3 ' Archivo General de Simancas, leg. 1375. 40 Archivo de la Corona de Aragón, (C.A.), leg. 72, "Propuesta que el Ilustrísimo Reyno de Aragón y en su nombre los muy Ilustres Señores...". Impreso 13/6/1641. 41 B. Gracián, El Discreto, en "Tener buenos repentes".

CRITICÓN. Núm. 45 (1989). Enrique SOLANO CAMÓN. Notas acerca del significado históric ...

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ENRIQUE SOLANO CAMÓN

Criticón, 45,1989

universal", concepto éste que en Gracián actuaba como auténtica piedra angular de su filosofía política. Muerto el duque de Nochera, la vida de Gracián habría de continuar muy próxima a los vaivenes de la guerra de Cataluña, desempeñando un auténtico papel en apoyo incondicional de Felipe IV y la Monarquía que representaba, contra lo que él consideraba como agresión francesa, y denunciando con tristeza la infidelidad ejercida por los catalanes contra su señor natural, al haberse apoyado en el monarca francés. Sin embargo, habían transcurrido unos años cruciales para comprender el sentido político de Aragón, en el que Gracián, personaje universal, se encontraba involucrado. Como Guardiola Alcover señala con acierto : "Situación política, Nochera y El Político forman un entramado difícil de separar".

SOLANO CAMÓN, Enrique. Notas acerca del significado histórico del P. Gracián en torno a 1640. En Criticón, 45, 1989, pp. 71-80. Resumen. Situación del pensamiento político de Gracián, entre la fidelidad a la monarquía y la tradición foral aragonesa. Se analiza su actitud frente a la guerra de Cataluña, a la luz de sus relaciones con los circuios literarios aragoneses y con el duque de Nochera, y dentro del marco de las opciones europeas de la Compañía. Résumé. La situation politique de Gracián partagé entre la fidélité à la monarchie et la tradition des fueros aragonais. Son attitude face à la guerre de Catalogne à travers ses relations avec les cercles littéraires aragonais et avec le duc de Nochera, ainsi que dans le cadre des options européennes de la Compagnie. Summary. An assessment of Gracian's political position : his conflicting loyalties, for the monarchy on the one hand, and for the Aragonese tradition of the fueros on the other. His attitude in front of the war with Catalonia, studied through his relationships with the Aragonese literary circles and the Duke of Nochera, against the background of the European policy of the Jesuits. Palabras clave. Gracián . Duque de Nochera. Uztarroz. Guerra de Cataluña.

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