Notas del mes. De otras fuentes. La Biblioteca de Babel. Número 38 de julio de 2006

Número 38 de julio de 2006 Notas del mes La complicidad europea Por José Luis Gordillo Movilizaciones de jóvenes Por Albert Recio Andreu Prohibamos

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(23 de julio del 2006)
LLLE C E R O C É O R E R A N S Ó E D C A R E E N R E A G R U A G E S E A D A E R A N P E Y C E A A CA EFFFIIIC RIIIC OE CTTTR ÉC OLLLLLLO RO ELLLÉ RR

BABEL: Narrativa de la Incomunicación
BABEL: Narrativa de la Incomunicación∗ Víctor Fernández Garcés, Daniel Martínez Galarza, Iñaki Miedes Gónzalez, José Manuel Sánchez Torres, Ignasi Sol

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Número 38 de julio de 2006

Notas del mes

La complicidad europea Por José Luis Gordillo Movilizaciones de jóvenes Por Albert Recio Andreu Prohibamos la publicidad comercial Por Joaquim Sempere Cajón Desastre Por Juan-Ramón Capella

De otras fuentes

Una solución negociada de la crisis nuclear iraní está al alcance de la mano Noam Chomsky

La Biblioteca de Babel

Ecocidio Franz J. Broswimmer La gran guerra por la civilización Robert Fisk

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La complicidad europea José Luis Gordillo Para quien sepa leer, los informes sobre los vuelos de la CIA del Consejo de Europa y del Parlamento europeo, al igual que los informes previos de Amnistía Internacional, Human Rigths Watch y Statewatch, no ofrecen muchas dudas acerca de la colaboración de los gobiernos europeos con las actividades ilícitas del espionaje norteamericano. Como dijo Dick Marty, el senador suizo que ha dirigido la elaboración del informe del Consejo de Europa, “no es verosímil que los Gobiernos europeos no hayan estado al corriente de los vuelos de la CIA” (El País, 24-1-2006). Una opinión compartida por el ex secretario Colin Powell, quien, ante la hipocresía de los políticos europeos, ha dicho claramente que “los países europeos estaban al corriente de lo que sucedía en su territorio” (El País, 24-2-2006). Hace ahora algo más de un año, con motivo del referéndum sobre el proyecto de Tratado constitucional europeo, tuvimos que soportar una estomagante propaganda acerca de la gran distancia que supuestamente existía entre la culta y civilizada Europa y los unilaterales e imperialistas Estados Unidos. Había que votar a favor de ese Tratado —se nos dijo— para poder consolidar la Unión Europea y hacer de ella un nuevo polo de poder con el que pararle los pies a los neocons del otro lado del Atlántico. Votar negativamente, por el contrario, equivalía a hacerles el caldo gordo a los brutales dirigentes norteamericanos. Y eso se decía de un texto que consagraba a la OTAN como el pilar fundamental de la defensa europea. Muy poco tiempo después, los gobernantes europeos se hacían los remolones ante las peticiones de información de los relatores de los informes mencionados. Cuando éstos, a pesar suyo, se han hecho públicos, los gobiernos europeos se han apresurado a descalificar su contenido aduciendo, entre otras cosas, su escaso fundamento empírico. Su desfachatez es tan evidente como su complicidad. Esa complicidad es la continuación de la política de siempre, de la que empezó en los inicios de la guerra fría y que, tras la caída del Muro de Berlín, han acabado haciendo suya todos los Estados de la Europa de los 25. Es la continuación, para no alejarnos tanto en el tiempo, de su apoyo y participación en la guerra del Golfo de 1991, en la posterior política de sanciones contra Iraq acompañada de bombardeos periódicos, en la desmembración de Yugoslavia y en la agresión contra lo que quedaba de ella en la primavera de 1999 (frontalmente contraria a los principios más básicos del Derecho internacional), en la fantasmagórica “guerra contra el terrorismo” y en la guerra de Afganistán. Es también la continuación de su apoyo —disfrazado de aparente equidistancia entre ocupantes y ocupados— al

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Estado de Israel y a sus políticas de “apartheid” y de “limpieza étnica” de los palestinos. Dicho apoyo ha culminado con la congelación de los fondos destinados a la Autoridad Nacional Palestina porque la población de los territorios ocupados ha votado a Hamas en unas elecciones alentadas por los propios Estados occidentales. Y eso se ha decidido tras la construcción del Muro y tras haber hecho oído sordos a la Recomendación del Parlamento europeo de 13 de diciembre de 2002, en la que se solicitaba al Consejo y a la Comisión la suspensión del Acuerdo de Asociación Euromediterránea UE-Israel por incumplimiento palmario de su artículo 2, que literalmente dice: “Las relaciones entre las partes, así como todas las disposiciones del presente Acuerdo, se fundamentan en el respeto a los principios democráticos y a los derechos humanos, los cuales inspiran sus políticas interiores y exteriores y constituyen un elemento esencial del presente Acuerdo”. Por último, la complicidad entre Europa y Estados Unidos en el asunto de los vuelos y los secuestros de la CIA es también la continuación de su colaboración en la ocupación de Iraq, que ha sido y es decisiva en el plano jurídico-político y en de la batalla propagandística. Como esta afirmación puede sorprender a algunos, vale la pena ilustrarla con detalle. Como todo el mundo sabe, durante los meses de febrero y marzo de 2003 se planteó, en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la posibilidad de dictar una Resolución que legalizase el ataque a Iraq. Como también sabemos, Rusia, China, Francia y Alemania se opusieron a ello. Esta negativa fue presentada como una ruptura en toda regla entre EEUU y sus aliados de la “vieja Europa”. Algo de rupturista tuvo ese incidente, desde luego, como también la decisión de Francia y Alemania de no enviar tropas para invadir y ocupar Iraq. Pero ambas cosas no abrieron un abismo entre los dos lados del Atlántico, como dijeron algunos, sino, más bien, una pequeña grieta que, además, empezó a cerrarse muy pronto. Sólo seis semanas después de que los invasores llegaran a Bagdad, el 9 de abril, Francia y Alemania votaron a favor de la Resolución 1483 del Consejo de Seguridad de NN.UU. que, en lugar de condenar la flagrante violación del Derecho Internacional que se acababa de producir, concedió a las fuerzas invasoras el control político, económico y militar de Iraq. Con todo, esa Resolución todavía hablaba de “potencias ocupantes”, una denominación que desapareció en la Resolución 1511, aprobada el 16 de octubre de 2003, en la que sólo se mencionaba una “fuerza multinacional bajo mando unificado” a quien la ONU encargaba que tomase “todas las medidas necesarias” para asegurar la seguridad y estabilidad de Iraq. Mientras tanto, una decena larga de Estados europeos —la mayoría pertenecientes a la UE— enviaban tropas para lavarle la cara a Bush y poder presentar la ocupación como una acción de la “comunidad internacional”. La complicidad alcanzó su cenit un año después, a raíz de la aprobación, el 8 de junio de 2004, de la Resolución 1546. En ella se proclamaba el final de la

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ocupación de Iraq, sin que las tropas extranjeras hubiesen hecho amago alguno de volver a su casa. Pero gracias a esa Resolución, las tropas de la “coalición” pasaron a ser “tropas invitadas” por el nuevo gobierno iraquí, un gobierno nombrado a dedo... ¡por los propios ocupantes! Todos los Estados europeos miembros del Consejo de Seguridad, tanto los miembros permanentes como los temporales (como sería el caso de España, cuyo gobierno, por cierto, ya presidía Zapatero), dijeron amén a esa monstruosidad jurídica y política. Una consecuencia poco mencionada de esa Resolución ha sido la negación al pueblo de Iraq de su derecho a resistir la ocupación o, para decirlo con más exactitud jurídica, la negación de su derecho a resistir una ocupación colonial para, de este modo, hacer efectiva su libre determinación. Se trata de un derecho reconocido en el Derecho Internacional, en especial en la importantísima Resolución 2625 de la Asamblea General de Naciones Unidas, aprobada en 1970. Si Iraq ya no estaba legalmente ocupado, de acuerdo con la fantasía jurídica expresada en la Resolución 1546, entonces los iraquíes tampoco podían invocar legalmente su derecho a la resistencia. ¿Aceptarían los británicos, los franceses, los estadounidenses o los españoles —o los vascos sólo vascos o los catalanes sólo catalanes— un tratamiento jurídico similar si sus países se encontrasen en una situación semejante? Seguro que no, lo que da una idea del trasfondo racista y neocolonial que hay por debajo de esa farsa jurídica. Volviendo a lo que nos ocupa, la complicidad europea en los vuelos de la CIA y la política posterior de ocultarla cuando ha salido a la luz son síntomas claros de la voluntad de seguir colaborando, hasta sus extremos más terribles, con la política antiterrorista liberticida iniciada tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Ésta incluye una redefinición en sentido restrictivo del concepto jurídico de la tortura, el maltrato y los tratos inhumanos y degradantes (como se puede comprobar leyendo los memorándums de los leguleyos de la Administración Bush recogidos en el libro editado por Mark Danner, Torture and Truht, publicado por The New York Review of Books, New York, 2004, especialmente el apartado titulado “What is Torture?”, pp. 107-214). En paralelo, se está experimentando con nuevas técnicas de “interrogatorio” en Guantánamo y otros lugares que puedan quedar fuera de esa redefinición, como pueden ser todas las prácticas que ahora se intentan describir con esas siniestras expresiones sobre “posiciones incómodas”, “aislamiento temporal” o “presión psicológica moderada”. Esas nuevas técnicas ya se han exportado a Abu Ghraib, a Bagram y a otros frentes de la guerra planetaria contra el “terrorismo”. Pasado mañana, si no lo impedimos, acabarán por ser aplicadas en las comisarías de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Polonia, Chequia, Hungría o España. Se puede pensar que eso es una cuestión puramente formal porque en esos países ya se tortura, como lo documentan los informes anuales de Amnistía Internacional y ha vuelto a recordar el asunto de los vuelos y las prisiones

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secretas de la CIA. La diferencia es que ahora lo que se pretende es seguir el ejemplo del Estado de Israel y convertir en “legal” la práctica de la tortura (a la que jurídicamente no se llamará así) y acabar, de un vez por todas, con las denuncias en los tribunales y los consiguientes escándalos en la prensa, como el que se ha producido al hacerse públicos los informes mencionados. Se trata de legalizar la tortura y después luchar contra el “terrorismo” con todos “los medios legales del Estado de Derecho”, como dirían José María Aznar y Mariano Rajoy. Recordemos que el proyecto de Tratado constitucional europeo preveía involucrar a los ejércitos en la lucha contra el terrorismo y que concebía esa lucha como una tarea que se debía llevar a cabo dentro y fuera de los territorios de la Unión Europea. Recordemos asimismo que, según la decisión marco aprobada por el Consejo de la Unión Europea a finales de 2001, por “terrorismo” había que entender, por ejemplo y entre otros actos, la destrucción de la propiedad privada o pública (papeleras, contenedores de basura, autobuses públicos, por ejemplo) realizada con la intención de “intimidar gravemente a una población”, “obligar indebidamente a los poderes públicos o a una organización internacional a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo” o “desestabilizar gravemente o destruir las estructuras fundamentales políticas, constitucionales, económicas y sociales de un país o de una organización internacional”. Dicen las encuestas que la opinión pública europea rechaza esas políticas antiterroristas. Sin embargo, las elites políticas y empresariales de la vieja y la nueva Europa no dudan en manifestar en público su desprecio por esa maldita plebe que insiste en expresar su indignación por semejantes métodos y en considerar a los EEUU de Bush como la principal amenaza a la seguridad mundial. Sin ir más lejos, el presidente de turno de la UE, el austríaco Wolfgang Schüssel, ha calificado esa opinión popular de “grotesca” e “ingenua”. Europa está gobernada por gente así. Por lo que se refiere a España, el 10 de abril de 2002, Aznar, con el apoyo del PSOE, suscribió la renovación del Convenio de Defensa con los Estados Unidos. En él se incluyó un artículo con el que se daba carta blanca a los servicios secretos americanos para que actuaran en territorio español. Ese artículo dice: “El Servicio de Investigación Criminal Naval de EEUU (NCIS) y la Oficina de Investigaciones Especiales de la Fuerza Aérea de EEUU (OSI) podrán mantener personal en España para que actúe en conjunción con sus homólogos de los Cuerpos y Fuerzas de la Seguridad del Estado y de los servicios de inteligencia españoles en asuntos de interés mutuo y lleven a cabo investigaciones criminales que afecten a personas o bienes de EEUU”. Un año después, este artículo comenzó a mostrar sus efectos prácticos. En los prolegómenos de la invasión de Iraq, Colin Powell protagonizó una sonada intervención ante el Consejo de Seguridad, el 5 de febrero de 2003, con la que pretendía justificar el ataque a Iraq. Uno de los argumentos que utilizó fue la

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supuesta conexión entre Sadam Hussein y Al Qaeda que ejemplificó en la persona del “superterrorista” Al Zarqawi, el cual era un perfecto desconocido hasta ese momento y que la intervención de Powell lanzó al estrellato mundial. Bush más tarde diría de él que se trataba del “hombre más peligroso del planeta, después de Osama bin Laden”. Según el que entonces era Secretario de Estado, Al Zarqawi dirigía un grupo que se había instalado en el norte de Iraq y que estaba preparando ataques con armas químicas contra ciudades de Francia, Gran Bretaña, España, Italia, Alemania y Rusia, es decir, de países que formaban parte del Consejo de Seguridad. El mismo día, José Mª Aznar repetía como un loro la misma cantinela en el Parlamento español citando explícitamente a Al Zarqawi y a un grupo de supuestos “terroristas” relacionados con él que poseían armas químicas y que había sido desarticulado en enero en Barcelona gracias a la colaboración norteamericana (y al que, desde luego, se le había aplicado la legislación antiterrorista). Las supuestas armas químicas resultaron ser polvos de detergente para lavar la ropa, por lo cual el grupo fue bautizado popularmente con el nombre de “Comando Dixán”. Los jueces que vieron el caso dejaron a todos los detenidos en libertad sin cargos, no ya por falta de pruebas, sino de algún indicio mínimamente racional que fundamentara lo afirmado por Aznar. Al Zarqawi volvió a ocupar un lugar estelar como supergenio del mal, a imagen y semejanza de los malvados de los tebeos de Supermán, a raíz de los atentados de Madrid del 11 de marzo de 2004. La CIA, en fecha tan temprana como el 13 de marzo, lo señaló como el principal instigador de los mismos. La verosimilitud de esa versión debía ser la misma que la de Aznar, que consistió en endosarle los muertos a ETA aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid. La destrucción de Faluya se justificó, asimismo, por ser el refugio de Al Zarqawi. Por suerte este malo malísimo ha muerto y lo ha hecho, además, en el momento más oportuno: unos pocos meses antes de las elecciones legislativas en EE.UU. Hasta la fecha el gobierno del PSOE no ha dicho nada sobre la posibilidad de revisar ese convenio que legaliza en suelo español las acciones y los tejemanejes de los espías estadounidenses. El gobierno de Zapatero no puede escudarse eternamente en la retirada de las tropas para no seguir oponiéndose a las barbaridades de los norteamericanos. Porque son ya una de cal y muchas de arena. En especial, cuando se sigue permitiendo el uso de las bases militares para el aprovisionamiento y tránsito de las fuerzas armadas estadounidenses que, con tanto éxito, están propagando el odio y el caos en Oriente Medio. Y si se considera que oponerse a Bush implica un riesgo muy serio de desestabilización de nuestro renqueante sistema de libertades, algo a lo que el Partido Popular, con el aplauso no muy encubierto de Washington, se dedica a provocar con ahínco, entonces que Zapatero explique públicamente que este país tiene una soberanía muy limitada en cuestiones económicas, militares y de política exterior. Así, al menos, todo el mundo tomará

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conciencia de la necesidad urgente de conseguir un estatuto de autonomía para Europa y para España dentro de la muy centralizada estructura del Imperio de las barras y las estrellas. En los años ochenta, en el período final de la guerra fría, los propagandistas de la OTAN presentaban a los pacifistas occidentales como los abogados de la “finlandización” de Europa, esto es, como los partidarios de aplicar a toda Europa la política de buena vecindad y apaciguamiento que, según ellos, practicaba Finlandia en su relación con la Unión Soviética. Agnes Heller y Ferenc Féher, dos discípulos de Luckacs que por entonces se habían pasado al ala más derechista de la socialdemocracia atlantista, dieron un paso más y acusaron a los pacifistas de favorecer la implantación de regímenes políticos que fueran tan complacientes con el “totalitarismo” soviético como lo había sido la Francia de Vichy respecto a la Alemania nazi. Lo que son las cosas. Resulta que ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma, como dijo aquel excelente poeta que, por cierto, también acabó recomendando el voto afirmativo a la OTAN. Los que entonces acusaban a los pacifistas occidentales de claudicar ante el autoritarismo y el supuesto expansionismo de la Unión Soviética, los que, sobre todo en la Europa oriental, anteponían el respeto a los derechos humanos a toda propuesta de distensión y desarme, han acabado colaborando muy activamente con el imperialismo y las salvajadas de los vencedores de la guerra fría. De este modo se han acabado convirtiendo —ahora sí— en los más aventajados discípulos del Mariscal Pétain. 7/2006

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Movilizaciones de jóvenes Albert Recio Andreu En el aletargado panorama social de la era Zapatero, han aparecido nuevas fórmulas de movida juvenil. Como las concentraciones en diversas ciudades en demanda de una vivienda digna. O el discurso de los “mileuristas” que denuncian una situación dominada por salarios bajos, precariedad del empleo y alto coste de la vivienda. Uno de los aspectos recurrentes en todas estas “movidas” es el uso de los nuevos medios de comunicación —internet y móviles— como forma de comunicación y convocatoria, lo que ya ha llevado a más de uno a invertir el análisis causal y sugerir que estos nuevos movimientos son un subproducto del cambio tecnológico. Es evidente que la tecnología influye en las formas de actuación de la ciudadanía, y a nadie puede extrañar que unas innovaciones que tienen a la información como su elemento básico por fuerza tienen que influir en la forma de relacionarse de la gente. Pero corremos el riesgo de quedarnos en este mero aspecto tecnológico y dejarnos de plantear otras cuestiones tanto o más esenciales. Hay sin embargo otros aspectos más relevantes sobre los que vale la pena parar atención y que en cierta forma continúan y modifican las dinámicas de alguno de los movimientos sociales más activos en los últimos tiempos, como puede ser el movimiento okupa o el antiglobalización. De hecho las últimas movidas parecen salir del mismo espacio social, pero muestran algunos indicios de cambio. El nexo más evidente es su voluntad de eludir mediaciones. De actuar a través de la acción autoconvocada (aunque siempre hay algún núcleo impulsor) que tiene más el aspecto de representación y denuncia que de paso táctico dentro de una estrategia más compleja. En esta forma de acción subyace sin duda la enorme desconfianza de estos sectores juveniles hacia los movimientos sociales institucionalizados. Una desconfianza que se debe en gran parte al burocratismo y la renuncia a la ruptura radical que caracteriza a gran parte del espacio institucionalizado. Pero también se alimenta de otras bases más discutibles, como la poca predisposición a negociar sus posiciones con otros sectores, un cierto autismo autorreferencial —que concibe el cambio social como una mera extensión de sus prácticas— y una cierta intolerancia provocada por la edad o la inexperiencia. La ventaja de tales dinámicas es que permiten una gran flexibilidad en la actuación, permiten la acción de pequeños grupos (las okupaciones son buena muestra de ello) y hacen posible mantener un discurso radicalmente alternativo. El coste o los peligros son

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también evidentes en forma de sectarismo, narcisismo y caída en una dinámica autorreferencial que no permite ir más allá del grupo de convencidos. Lo que resulta más novedoso, al menos en el caso de la vivienda, es que por primera vez se ha entrado en un debate que plantea un enfoque que va más allá del movimiento okupa. Que plantea una cuestión atinente a mucha más gente que la que está interesada en vivir bajo un determinado modelo de vida. Y que apela a la necesidad de políticas para solucionar la cuestión. Se trata sin duda de un aterrizaje apreciable en la realidad cotidiana capaz, al menos en potencia, de implicar a mucha más gente que la indirectamente implicada en los movimientos. Por esto parece tan importante que todo el mundo implicado en buscar vías para salir del estrecho ghetto al que nos han reducido el neoliberalismo tome nota de esta realidad y ayude a transformarla. Tome nota en primer lugar de todo lo que de nuevo aportan estos impulsos juveniles, desde la utilización de las nuevas tecnologías hasta la voluntad de dirigirse a la gente sin la mediación de burócratas y chamanes. Tome nota del descrédito social que arrastran muchas de las instituciones con las que la izquierda trató de organizar al personal en el pasado. Pero tome también nota de la debilidad que supone reducir el movimiento al mero encuentro de denuncia y la impotencia que a la larga genera una acción que no se acaba concretando en demandas específicas y objetivos claros. Denunciar que la situación de la vivienda es un escándalo es mostrar lo obvio, garantizar el acceso efectivo a la vivienda exige poner en pie demandas específicas mucho más complicadas —¿nacionalizar la propiedad del suelo?; ¿introducir algún tipo de regulaciones?; ¿intervenir el sistema financiero?...— y ser capaces de generar un movimiento social masivo capaz de conseguirlos. Y por esto es hoy tan necesario tejer espacios de encuentro sin condicionantes, tratar de aprender de lo viejo y lo nuevo y entender que se requiere de un esfuerzo paciente para evitar que los partidarios del fin de la historia se salgan con la suya. 7/2006

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Prohibamos la publicidad comercial Joaquim Sempere Primer capítulo: Mandan huevos En la Unión Europea se crían unos 305 millones de gallinas ponedoras. El 90% de ellas viven en “jaulas en batería”, jaulas metálicas apiladas unas sobre otras para que ocupen menos espacio. Cada gallina dispone de unos 550 cm2 (la superficie de medio folio) y nunca sale de la jaula, de modo que no puede hacer las acciones normales de las gallinas: anidar, asearse, escarbar el suelo, etc. El efecto del calor, el polvo, las heces y el amoníaco que se desprende es la proliferación de enfermedades, que se combaten con antibióticos y otros fármacos que se transmiten al consumidor humano. El estrés que les producen este entorno y la inmovilidad las inducen a conductas agresivas, y para evitar que se dañen a sí mismas o a sus vecinas se les corta la punta del pico. Por “mejora” genética se han logrado variedades que ponen de promedio 260 huevos, doblando el promedio de 1940, que era de 134. Pero el desvío del calcio a la formación del huevo provoca descalcificación del esqueleto, de modo que las gallinas padecen osteoporosis y frecuentes fracturas óseas. Algunas empresas las dejan 15 días sin comer ni beber para provocarles la “muda forzada” (cambio de plumas) que comporta el inicio de un nuevo ciclo de puestas. Después de un año o dos, son “gallinas gastadas” que pasan a ser ingredientes de sopas, caldos o piensos para animales de compañía. El 10% restante de las gallinas ponedoras se reparten en tres categorías: 1) criadas en suelo, en naves cerradas donde pueden corretear, pero muy hacinadas: sólo disponen de unos 1.000 cm2 ; 2) gallinas camperas, criadas en naves pero con acceso durante todo el día a espacios al aire libre, donde pueden escarbar, etc.; 3) criadas al aire libre y con alimentación ecológica. Los estados miembros de la UE están obligados a marcar los huevos que salen al mercado con un código de cifras y letras que se imprime sobre la cáscara. De la ristra de cifras y letras, fíjense ustedes en la primera, que es una cifra. Esta cifra indica a cuál de las 4 categorías mencionadas pertenece el huevo. Su significado es el siguiente: 0 = huevos de gallinas ecológicas; 1 = de gallinas camperas; 2 = de gallinas criadas en el suelo y en espacios cerrados; y 3 = de gallinas enjauladas en las condiciones antes descritas. Cuando conocí este código, me fijé al ir a comprar y descubrí que mi tienda habitual la casi totalidad de los huevos en venta llevaban el número 3, incluso los que se venden como “el sabor de antes”, “huevos de granja”, etc. Sólo una marca llevaba el 1, y ninguna el 0.

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Segundo capítulo: Negocios privados e irresponsabilidad pública Les reto a que encuentren a alguien de este país que conozca ese código. No lo conoce prácticamente nadie... Esto significa que la Administración pública dedica una serie de recursos (veterinarios, inspectores, etc.) a efectuar unos controles y a etiquetar un producto con un código cuyo sentido es informar al consumidor. Pero luego resulta que nadie se entera de nada, de modo que el estado incurre en una práctica hipócrita y dispendiosa que no sirve para nada. Se puede suponer que se trata de alguna normativa europea que no se puede obviar. El resultado es una acción inútil, un derroche burocrático sin sentido que revela la irresponsabilidad del estado en un asunto de higiene y salud pública —e incluso de moral pública, pues lleva implícito un trato cruel a animales— sobre el que la ciudadanía debe estar informada. Tercer capítulo: Publicidad comercial y desinformación Lo primero que a uno se le ocurre es preguntarse por qué no se da información al público de asuntos, como éste, que le afectan, sobre todo cuando esta información es resultado de una acción administrativa cuyo sentido es justamente informar al consumidor. Tenemos el formidable instrumento de la TV, que penetra al interior de todos los hogares y que facilita difundir estos y otros mensajes. ¿Cómo es posible que no se utilice este instrumento para una cosa así? En cambio, se cede este espacio público televisivo a la industria privada para que pueda manipular a placer la conciencia de las gentes. El volumen mundial de gasto en publicidad alcanzó en 2002 los 446.000 millones de dólares USA, una cifra que multiplica por 9 el gasto en publicidad de 1950 —y que representa algo así como la mitad del gasto mundial en armamento—. Más de la mitad de esta cifra corresponde a Estados Unidos, donde los anuncios ocupan por término medio 2/3 de las páginas de los periódicos y suponen la mitad del correo que reciben los estadounidenses y 1/4 de la programación televisiva. En el resto del mundo el gasto televisivo no cesa de crecer. Veamos cómo percibe la relación entre publicidad y televisión un alto dirigente de TF1, la principal cadena de TV privada de Francia: “La tarea de TF1 es ayudar a Coca-Cola, por ejemplo, a vender su producto. Y para que un mensaje publicitario sea captado, hace falta que el cerebro del teleespectador esté disponible. Nuestras emisiones tienen la vocación de hacer que esté disponible: esto es, distraerlo y relajarlo para prepararlo entre un mensaje y el siguiente. Lo que vendemos a Coca-Cola es tiempo de cerebro humano disponible”. Y también: “La lógica de TF1 es una lógica de poder. Vendemos a nuestros clientes una audiencia de masa, una cantidad de individuos susceptibles de mirar un spot de publicidad”. Lo interesante de estas

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declaraciones no es sólo la descripción veraz y sin tapujos del negocio televisivo de la publicidad, sino también el cinismo con que este dirigente acepta la degradación moral y estética inducida por la televisión como imperativo del negocio: hace falta “distraer”, “relajar” —añádase “atontar”, “infantilizar”, etc.— al espectador. Y el espectáculo televisivo es lo que acompaña a la sustancia misma del negocio, lo que se coloca entre anuncio y anuncio. La telebasura no es un accidente, un daño colateral que podría evitarse con un poco más de sensibilidad por parte de los programadores: la telebasura forma parte de esa “producción de cerebros humanos disponibles”. Y así va el mundo. La publicidad comercial, no lo olvidemos, no es información al consumidor. Es seducción, llamada de atención, reclamo, incitación a un hedonismo primario, invitación a la irresponsabilidad ecológica y social. Con la invasión publicitaria de los medios de difusión masivos, dejamos que el gran capital se convierta en un acondicionador de la moral colectiva: le conferimos un poder descomunal e inaceptable. La gota malaya de la incitación permanente a la irresponsabilidad, además, tiene el efecto lateral lamentable de conducir a la dictadura de la audiencia y a la degradación estética y moral que provoca. Mientras tanto, mientras el gasto publicitario mundial supera el medio billón de dólares, no hay dinero ni iniciativa para explicar al consumidor cómo se producen los huevos de las gallinas de los huevos de oro... ni muchas otras cosas que nos interesan como ciudadanos, como consumidores, como personas. ¿A qué esperamos para reclamar la prohibición total de la publicidad comercial? 7/2006

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Cajón Desastre Juan-Ramón Capella Derecha-Derecha Ha quedado claro que el PP sólo va a poner palos en las ruedas al intento de conseguir que Eta abandone definitamente las armas. O lo hacen ellos o no lo hace nadie. Y cuentan con algunas complicidades: en el Consejo General del Poder Judicial, en algún juez-estrella de la Audiencia Nacional, esa jurisdicción que llaman especializada pero que en realidad es una jurisdicción de excepción, al igual que diversas piezas de la legislación antiterrorista: desde la ley de partidos a la propia ley antiterrorista, que tiene además contenidos que afectan al derecho penitenciario. El PP cuenta también con la intoxicación mediática de la Cope, la emisora de la conferencia episcopal, y seguramente con la mayoría de ésta. Aunque el PP es ahora minoría socialmente, no hay que engañarse: ha activado a su gente para que viva en el infierno de mentiras que el partido reparte impertérritamente. Es una derecha inflamada, y ya se sabe que los descerebrados inflamables resultan altamente peligrosos. Bambi, más feo Las complicidades del gobierno con los norteamericanos van quedando cada vez más al descubierto a pesar de la fábula oficial del “desencuentro”, muy rentable electoralmente pero que cada vez responde menos a la realidad. El gobierno ha mirado para otro lado en los vuelos de la CIA. Colabora en Afganistán, en la ONU y en la OTAN. Y se camufla entre los gobiernos de la Unión Europea, mucho más complacientes con Guantánamo que la Eurocámara. Todo hace temer que cuando los Usa tengan un gobierno menos impresentable —pero que hará, no os quepa duda, la misma política que Bush— el Psoe volverá a la amistad oficial de los tiempos de Felipe González. Por otra parte el pacto de Bambi con Convergència va más allá del Estatut de Cataluña: prefigura una alianza parlamentaria de la derecha nacionalista con el centro reformista representado por el Psoe, en detrimento de la patética izquierda parlamentaria en las Cortes y en el Parlament de Cataluña. Bambi se libera así de la molesta necesidad de apoyarse en Esquerra Republicana. Todo lo cual significa que las políticas sociales del gobierno socialista han tocado a su fin. Ya han dicho que no tienen la menor intención de legislar sobre

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eutanasia. Eutanasia Será una batalla próxima. Importante, porque todos nos hemos de morir y es esencial para cada uno hacerlo sin sufrimiento, conservar la libertad de decidir y en caso necesario poder obtener ayuda para morir. Este asunto no sólo es básico para cada uno de nosotros, sino también para las personas a las que queremos, y que confían en nosotros. Es básico para todos, quieran o no ejercer lo que ha de ser un derecho. Habrá que hablar, pues, de los médicos. Valdría la pena empezar por el principio. ¿Recordáis aquella escena de Gigante en que el médico de los ricos de Texas no atiende a los mexicanos (que por cierto ya estaban allí cuando los yankees se apoderaron del territorio)? Eso también pasa hoy en Venezuela —por eso, y no porque carezca de médicos, ha “importado” médicos cubanos— y también aquí, en la medicina privada. Dicho sea esto para que el lector recuerde que entre los médicos, profesionales cualificados, también hay de todo. Y entre el de todo habría que mencionar a los médicos que creen que el sufrimiento lo manda Dios, y por tanto no hay que intervenir paliativamente; los médicos que siempre serán objetores a la eutanasia de cualquier tipo; están además los médicos del Opus Dei, que no son pocos, y los de movimientos “católicos” parecidos. Cuando nos ponemos en manos de los médicos —de la Seguridad Social, de las mutuas— no sabemos qué ideología médica profesan. Y tenemos derecho a conocerla, pues en muchos casos graves los médicos nos secuestran el derecho a decidir, ya sea considerando que poseer toda la información sobre nuestra enfermedad podría convertirnos en enfermos incómodos, difíciles de administrar hospitalariamente, ya porque se arroguen ellos, directamente, el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos. Este asunto no se puede abandonar en las oportunistas manos de los políticos profesionales: hay que debatir, hay que criticar; hay que reivindicar el derecho a conocer la ideología de los médicos y a decidir por nosotros mismos. Hay que combatir la letra pequeña de los documentos que suscribimos para otorgar nuestro consentimiento supuestamente informado a los actos médicos. Quedan muchos pasos que dar por el camino de la regulación de la eutanasia voluntaria como derecho fundamental de los seres humanos.

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La Madera Mucho llenarse la boca de “estado de derecho”, pero a la hora de la verdad la madera es la madera y el poder judicial mira para otro lado. La madera se ha pasado varios pueblos en el trato dispensado a los detenidos por la ocupación de un agujero negro del sistema, un centro para inmigrantes que la policía tiene en Barcelona. Y se ha pasado no ya por la peligrosidad de los ocupantes alternativos, sino porque éstos la han molestado sacando a la luz lo que los maderos tienen que ocultar. Además ha denigrado en la prensa a los ocupantes, que para muchos de nosotros, ciudadanos poco informados, merecen toda nuestra consideración. Os propongo un juego para el verano: poner la calcomanía del burrito catalán a los coches de la policía cuando sus dueños estén ocupados en sus prolongados desayunos en el bar. El bisturí de la crítica, que decía K. Marx. El Estatut ha venido... ... y nadie sabe cómo ha sido. Tiene el flamante apoyo de una tercera parte del censo electoral. Da a las instituciones catalanas más poder público del que han tenido nunca. Lo malo es que estas instituciones con competencias ampliadas son administradas por la clase política más corrupta que Catalunya ha tenido jamás. El fútbol mundial Este entretenimiento no sólo es un gran soporte publicitario sino un estupendo soporte para la legitimación política. Es un asunto tan importante que lleva a las competiciones a los funcionarios más importantes del país: al rey y al heredero de la corona. El fúrbol (sic) está bien legitimado por los intelectuales mediáticos. Pero es una de esas cosas a las que Marx llamó el opio del pueblo. 6/2006

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De otras fuentes Noam Chomsky Una solución negociada de la crisis nuclear iraní está al alcance de la mano La urgencia de detener la proliferación de armas nucleares y avanzar hacia su eliminación total difícilmente podría ser mayor. Si eso no se logra, las consecuencias serán, casi con toda seguridad, funestas, incluido el final del único experimento biológico con inteligencia superior. Sin embargo, pese a lo amenazador de la crisis, existen los medios para conjurarla. Parece inminente un semideshielo de la situación en torno al Irán y sus programas nucleares. Antes de 1979, cuando el sha estaba en el poder, Washington apoyó firmemente dichos programas. Hoy, en cambio, la posición habitual es decir que el Irán no tiene necesidad alguna de energía nuclear y que, por tanto, es seguro que está desarrollando un programa secreto de armamentos. “Para un importante productor de petróleo como el Irán, la energía nuclear es un despilfarro de recursos”, escribió Henry Kissinger en el Washington Post el año pasado. Hace treinta años, en cambio, cuando Kissinger era secretario de Estado del presidente Gerald Ford, sostenía que “la introducción de la energía nuclear servirá tanto para atender las necesidades crecientes de la economía iraní como para liberar las reservas de petróleo con vistas a la exportación o a su conversión en productos petroquímicos”. El año pasado, Dafne Linzer, del Washington Post, le preguntó a Kissinger sobre su cambio de opinión. Kissinger respondió con su habitual franqueza: “Entonces se trataba de un país aliado”. En 1976, el gobierno de Ford “respaldó los planes iraníes para construir una gran industria de energía nuclear, pero también se esforzó por cerrar un acuerdo por valor de miles de millones de dólares que habría dado a Teherán el control de grandes cantidades de plutonio y uranio enriquecido, las dos vías para llegar a la obtención de una bomba nuclear”, escribió Linzer. Los más altos estrategas del gobierno de Bush, que denuncian ahora esos programas, ocupaban en aquella época puestos clave en el sistema de seguridad nacional: Dick Cheney, Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz. Sin duda que los iraníes no están tan dispuestos como los occidentales a arrojar la historia pasada al cubo de la basura. Saben que los Estados Unidos, junto con sus aliados, han estado acosando a los iraníes durante más de 50

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años desde que un golpe militar dirigido por los Estados Unidos y el Reino Unido derribó el gobierno parlamentario e instaló al sha, que gobernó con mano de hierro hasta que una sublevación popular lo expulsó en 1979. El gobierno de Reagan apoyó entonces la invasión del Irán por Saddam Hussein, proporcionándole asistencia militar y de otro tipo que le ayudó a masacrar a centenares de miles de iraníes (así como a kurdos iraquíes). Entonces llegaron las duras sanciones del presidente Clinton, seguidas de las amenazas de Bush de atacar al Irán (en lo que constituye un grave quebrantamiento de la Carta de las Naciones Unidas. El mes pasado, el gobierno de Bush aceptó con condiciones participar junto a sus aliados europeos en unas conversaciones directas con el Irán, pero se negó a retirar la amenaza de un ataque, convirtiendo prácticamente en papel mojado cualquier tipo de negociaciones, que se celebrarían, de hecho, a punta de pistola. La historia reciente aporta aún otras razones para el escepticismo acerca de las intenciones de Washington. En mayo de 2003, según Flynt Leverett, que ocupaba entonces un alto cargo en el Consejo de Seguridad Nacional de Bush, el gobierno reformista de Mohamed Jatami propuso “un programa para iniciar un proceso diplomático destinado a resolver, sobre amplia base, todas las diferencias bilaterales entre los Estados Unidos y el Irán”. Entre los puntos cuya discusión se proponía estaban “las armas de destrucción en masa, una solución del conflicto palestino-israelí basado en el reconocimiento de dos Estados, el futuro de la organización Hezbolá del Líbano y la cooperación con el Organismo de Energía Atómica de las Naciones Unidas”, según informaba el mes pasado el Financial Times. El gobierno de Bush rehusó y reconvino al diplomático suizo que transmitió la oferta. Un año después, le Unión Europea y el Irán negociaron un acuerdo: según los términos de éste, el Irán suspendería el enriquecimiento de uranio y Europa, a cambio, daría seguridades de que los Estados Unidos e Israel no atacarían al Irán. Por presiones de los EE.UU., Europa se retiró de la negociación y el Irán reanudó sus procesos de enriquecimiento. Por lo que se sabe hasta ahora, los programas nucleares del Irán entran dentro de sus derechos, con arreglo al artículo cuarto del Tratado de No Proliferación (TNP), que reconoce a los Estados no nucleares el derecho de producir combustible para obtener energía nuclear. El gobierno de Bush sostiene que el artículo cuarto debe hacerse más estricto, y yo creo que eso es razonable.

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Cuando entró en vigor el TNP en 1970 había que salvar una gran distancia técnica entre la producción de combustible para la obtención de energía y para la fabricación de armas nucleares. Pero los avances tecnológicos han acortado esa distancia. Sin embargo, cualquier revisión del artículo cuarto habría de garantizar el acceso sin restricciones a los usos no militares, de conformidad con el espíritu de la negociación inicial del TNP entre las potencias nucleares declaradas y los Estados no nucleares. En 2003, Mohamed El-Baradei, director del Organismo Internacional de Energía Atómica, presentó una razonable propuesta en este sentido: que toda producción y todo procesamiento de material utilizable con fines armamentísticos estuviera bajo control internacional, con “garantías de que los potenciales usuarios con fines legítimos podrían obtener los suministros necesarios”. Éste habría de ser el primer paso, sostenía El-Baradei, hacia la plena aplicación de la resolución de las Naciones Unidas de 1993 en favor de un tratado para la eliminación del material fisible (“Fissban”). Por lo que yo sé, la propuesta de El-Baradei sólo ha sido aceptada hasta la fecha por un Estado: Irán, en una entrevista de febrero pasado con Alí Larijani, jefe de la comisión negociadora iraní sobre asuntos nucleares. El gobierno de Bush rechaza cualquier “fissban” verificable, posición en la que se encuentra prácticamente solo. En noviembre de 2004, el Comité de las Naciones Unidas para el Desarme votó a favor de un “fissban” verificable. El resultado de la votación fue de 147 contra uno (los Estados Unidos) con dos abstenciones: Israel y el Reino Unido. El año pasado, una votación celebrada en el plenario de la Asamblea General dio como resultado 179 votos contra dos, con las abstenciones también de Israel y el Reino Unido. Junto a los Estados Unidos votó Palau. Existen medios para rebajar y probablemente superar este tipo de crisis. El primero es retirar las muy creíbles amenazas de los Estados Unidos e Israel, que en la práctica son un acicate para que el Irán desarrolle armas nucleares con fines disuasivos. Una segunda medida consistiría en cumplir el artículo sexto del TNP, que obliga a los Estados nucleares a realizar esfuerzos “sinceros” para eliminar las armas nucleares, lo que constituye una obligación legal vinculante, tal como estableció el Tribunal Mundial de Justicia de La Haya. Ninguno de los Estados nucleares ha cumplido dicha obligación, pero los Estados Unidos son con mucho los más destacados en su incumplimiento. Una serie de medidas equilibradas en esa dirección rebajaría la creciente crisis con el Irán. Por encima de todo es importante escuchar las palabras de Mohamed El-Baradei: “No existe una solución militar para esta situación. Eso

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es inconcebible. La única solución duradera es una solución negociada.” Y esa solución está al alcance de la mano. [Fuente: Znet, www.zcommunications.org/znet. Texto proporcionado por Agustí Roig. Traducción de Miguel Candel]

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La Biblioteca de Babel Franz J. Broswimmer Ecocidio Trad. cast. de F. Páez de la Cadena Laetoli, Pamplona, 2005 Esta “breve historia de la extinción en masa de las especies” es una buena lectura para todas las personas identificadas con el movimiento ecologista y un buen instrumento para ilustrar los problemas ecológicos del mundo. Dotado de cuadros y tablas sencillos y apabullantes, obtenidos de fuentes públicas internacionales, es un material de trabajo de primer orden para educadores y ecologistas. Esta iniciativa navarra de traducción del libro debe ser felicitada. Juan-Ramón Capella 7/2006 Robert Fisk La gran guerra por la civilización Destino, Barcelona, 2005, 1512 pags. Este voluminoso libro del reportero inglés Robert Fisk constituye una excelente obra sobre los conflictos armados que han asolado Oriente Próximo y Oriente Medio en los últimos treinta años. No es, por consiguiente, una narración escrita por un aficionado al estudio del mundo islámico cualquiera, sino por un periodista que ha cubierto sobre el terreno para diversos diarios británicos todos esos conflictos y que, además, posee un amplísimo conocimiento de la historia de ese mundo. El lector interesado encontrará en La guerra por la civilización un relato muy vivo sobre el conflicto palestino-israelí, sobre la resistencia afgana frente a la invasión soviética, sobre la guerra Irán-Irak, sobre la invasión iraquí de Kuwait y sus consecuencias y sobre las recientes guerras de agresión anglonorteamericanas de Afganistán e Irak, entre otros asuntos. Es importante subrayar que el autor de La gran guerra por la civilización persigue con esta obra tres propósitos fundamentales. En primer lugar y por encima de todo, Fisk reivindica un modelo y una práctica de periodismo contrapuestos a los dominantes en los grandes medios de comunicación de masas actuales. Para Robert Fisk, el periodista merecedor de este nombre es un relator de hechos contemporáneos comprometido con el deber de informar a la ciudadanía con la mayor veracidad posible, no un propagandista de un partido, de un gobierno, de un país o de una

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“civilización”. En segundo lugar, el autor quiere poner de relieve la responsabilidad contraída por Occidente hacia los pueblos de Oriente Próximo y Oriente Medio a la vista del papel jugado por las grandes potencias occidentales en esta región, un papel manipulador, arrogante y despiadado. Y, en tercer lugar, la obra de este veterano profesional del periodismo puede ser entendida como una denuncia de la absurda visión de las guerras contemporáneas que los mass media parecen querer transmitirnos: un vistoso espectáculo televisivo en el cual los Estados Unidos y sus aliados defienden al mundo del “terrorismo internacional” o derriban regímenes totalitarios por razones desinteresadas o sin razón alguna, se limitan a liquidar “objetivos militares” bien perfilados y provocan unas pocas víctimas civiles no deseadas a pesar de todas las precauciones tomadas. La lectura del libro de Fisk nos proporciona frente a esta imagen de la guerra la siguiente lección primordial: las guerras de los últimos tiempos, al igual que sus antecesoras, son un conjunto de decisiones y acciones humanas cuya finalidad inmediata es infligir destrucción, sufrimiento, muerte. Ramón Campderrich Bravo 7/2006

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