NOTAS SOBRE LA REVOLUCIÓN SANDINISTA DE NICARAGUA. A PROPÓSITO DE LAS REVOLUCIONES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA

NOTAS SOBRE LA REVOLUCIÓN SANDINISTA DE NICARAGUA. A PROPÓSITO DE LAS REVOLUCIONES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA John Fernando Macías Prada1 Palabras cla

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NOTAS SOBRE LA REVOLUCIÓN SANDINISTA DE NICARAGUA. A PROPÓSITO DE LAS REVOLUCIONES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA John Fernando Macías Prada1 Palabras clave: Revolución, Revolución Sandinista (Nicaragua), Conflicto Social, movilización social. El objetivo de este trabajo es ofrecer algunas reflexiones politológicas acerca de la revolución sandinista de Nicaragua a la luz de los planteamientos sobre las revoluciones sociales que realiza Theda Skocpol. Si bien esta autora no se ocupa del estudio de las revoluciones latinoamericanas, ni particularmente la revolución nicaragüense, para los efectos de la reflexión politológica parece importante reconocer que sus aportes nos permiten elaborar algunas reflexiones sobre los procesos revolucionarios que tuvieron lugar en nuestro continente. Bajo esta presunción se espera abordar el caso de la revolución sandinista, entendiéndola como una revolución social que permite expresar conceptos como Cambio social, al mismo tiempo que sirve para poner a prueba algunas teorías que postulan los contenidos de las revoluciones. No se pretende en este ensayo profundizar en un análisis completo sobre el caso nicaragüense, sin embargo sí se busca establecer algunos puntos reflexivos que combinen la dimensión teórica con la histórica desde la ciencia política. i.

Consideraciones sobre el concepto de revolución y el caso nicaragüense

Las experiencias revolucionarias han sido estudiadas desde diversidad de enfoques y no siempre bajo perspectivas teóricas cercanas entre sí. El mismo concepto de Revolución ofrece para las ciencias políticas una dificultad en su definición, lo cual quiere decir que no existe una única mirada de la revolución. En tanto concepto, se la concibe como un cambio abrupto, en la que sale derrocado algún tipo de gobierno, particularmente un grupo de élite, y se ponen en marcha una serie de procesos y cambios sociales y políticos. No obstante, para que se dé una revolución no basta con el derrocamiento de una élite, sería necesario también el establecimiento de un nuevo tipo de estructuras sociales como consecuencia del proceso de cambio. Theda Skocpol particularmente se interesa por un tipo de revolución, las revoluciones sociales, con lo cual realiza un análisis en que abarca intencionalmente un tipo de 1

Sociólogo y Magister en Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia (Medellín, Colombia). [email protected]

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transformaciones sociales, económicas y culturales que podrían acontecer en el marco de los procesos revolucionarios con perspectiva histórica universal y comparativamente analizados. Skocpol considera que para que se pueda hablar de revolución social2 tienen que darse dos condiciones3: 1) Que el cambio estructural de una sociedad coincida con un levantamiento de clases, y 2) Que la transformación política de la sociedad coincida con la transformación social de esta. También las diferencia de otras clases de conflictos y procesos transformativos como por ejemplo: las rebeliones4, las revoluciones políticas5, y las grandes transformaciones económicas6. Bajo estas consideraciones Skocpol presenta una propuesta metodológica7 y al mismo tiempo elabora una descripción de las teorías generales de la revolución, las cuales clasifica así: la teoría marxista, las teorías de agregado psicológico, las teorías de consenso de sistemas de valores, y las teorías de conflicto político. Para efectos del análisis que se desea elaborar en este ensayo sobre el caso de la Revolución Nicaragüense parece apropiado asumir la postura intermedia entre el marxismo8 y las teorías del conflicto social9 que desarrolla Skocpol. En efecto, su perspectiva permite describir con cierto nivel de detalle los acontecimientos desatados en el país centroamericano durante el último tercio del siglo XX. De un lado puede pensarse que las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción en Nicaragua fueron escenario en que las primeras sobrepasaron a las segundas y estas últimas se convirtieron en obstáculos para el desarrollo de la nación. De estas contradicciones surgió un movimiento que reflejó la lucha de clases. Así, desde una mirada marxista parecería correcto afirmar que la revolución en Nicaragua fue consecuencia de factores estructurales (conflictos de clase, que vieron su expresión en el gobierno dictatorial de la familia Somoza), pero también se deben al factor voluntarista

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"Las revoluciones sociales son transformaciones rápidas y fundamentales de la situación de una sociedad y de sus estructuras de clase; van acompañadas, y en parte son llevadas por las revueltas basadas en las clases, iniciadas desde abajo" (Skocpol, 1984: 21). 3 "Lo que es exclusivo de la revolución social es que los cambios básicos de la estructura social la estructura política ocurren unidos, de manera tal que se refuerzan unos a otros. Y estos cambios ocurren mediante intensos conflictos sociopolíticos, en que las luchas de clase desempeñan un papel primordial" (Skocpol, 1984: 21). 4 "En contraste, las rebeliones, aun cuando triunfen, pueden abarcar la revuelta de clase subordinada, pero no termina en el cambio estructural" (Skocpol, 1984: 21). 5 "Las revoluciones políticas transforman las estructuras de Estado, y no necesariamente realizaron por medio de conflictos de clases" (Skocpol, 1984: 21). 6 "Y los procesos como la industrialización pueden transformar las estructuras sociales sin necesariamente producir, ni resultar, de súbitos cambios políticos o de básicos cambios político-estructurales" (Skocpol, 1984: 21). 7 "Yo argüiré que, en contraste con los modos de explicación empleados por las teorías que hoy prevalecen, las revoluciones sociales deben analizarse desde una perspectiva estructural, prestando especial atención a los contextos internacionales y a los acontecimientos, en el interior y en el exterior, que afectan al desplome de las organizaciones de Estado de los antiguos regímenes y la construcción de nuevas organizaciones de Estados revolucionarios. Además sostendré que el análisis teórico comparativo es la forma más apropiada para desarrollar explicaciones de las revoluciones que, al mismo tiempo, estén enraizadas en la historia y sean generalizables más allá de casos aislados" (Skocpol, 1984: 24). 8 Toma del marxismo el análisis de clase, afirmando que en los países que se encarga de comparar las relaciones de clase jugaron un rol fundamental en el estallido de las revoluciones sociales, así como en los antiguos regímenes pre-revolucionarios. 9 Retomando la perspectiva relacional de Charles Tilly, Skocpol afirma que las clases sociales o sus vanguardias; deben tener cierto grado de organización y mantener cierto tipo de recursos (en especial coercitivos) para terminar con éxito su accionar revolucionario.

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emanado de las clases populares, del sector clerical y de intelectuales que se sintieron motivados para activar un accionar revolucionario. De otro lado, retomando las teorías de conflicto político representadas en la obra de Charles Tilly, From Mobilization to Revolution, se encuentra que ciertamente el caso nicaragüense expresa una situación en la que dos o más contendientes se enfrentan por la soberanía política (el Frente Sandinista de Liberación Nacional y el gobierno Somoza), resultando el proceso insurreccional que pondría a los sandinistas en el poder en julio d 1979. Además, el caso de Nicaragua también sirve para mostrar el proceso de formación de coaliciones entre algunos miembros de la política formal y los revolucionarios (los contra y el gobierno de los Estados Unidos); y también del control de la fuerza sustancial de la coalición revolucionaria (FSLN). ii.

El Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua

Sobre la Revolución sandinista se han escrito cientos de páginas; sin embargo, pese a ello los acontecimientos de este país y, en general, Centroamérica, han pasado bastante desapercibidos para los estudiosos de las ciencias sociales del continente. Con el transcurrir de las últimas décadas se reconoce en el caso nicaragüense un proceso de levantamiento social de interés, pero sigue siendo un acontecimiento poco estudiado, principalmente desde una perspectiva de análisis comparado internacional. Para fines de los años setenta del siglo xx, América Latina experimentaba una incertidumbre política debido, entre otros asuntos, a las fuerzas democráticas progresistas y de izquierda que se veían abrumadas por los efectos de la política de seguridad nacional y de guerra de baja intensidad que el gobierno de Estados Unidos -junto con los gobernantes cívicos y militares - instrumentó donde existiera riesgo de inestabilidad política para sus Intereses. Nicaragua se encontraba en esa coyuntura, sometida a la legendaria dictadura de Anastasio Somoza -que, bajo la perpetuidad de su familia, se había adueñado del patrimonio de la nación, administrándolo como si fuese una finca de su propiedad-, claro artífice del hundimiento del pequeño país centroamericano en el caos institucional, orgánico y estatal. Autores como Salazar Pérez (2002) afirman que bajo el gobierno de la familia Somoza en Nicaragua el proyecto de nación no se había concluido, las clases sociales se encontraban atrofiadas; no se podía distinguir nítidamente cuál era la función del Estado y cuál el comportamiento de la familia del dictador -puesto que la imbricación era inconsistente y hablar del Estado era referirse a los Somoza-; el ejército se comportaba como el custodio orgánico de la familia en el poder y del séquito que la acompañaba en sus tareas administrativas, de comercialización y de mampara política en las seudoelecciones; no se percibía un claro distanciamiento ideológico entre los partidos políticos, liberal y conservador (su diferencia era de caras, de candidatos y de apellidos, pero discursivamente eran lo mismo). Ganara quien ganara, Somoza sería el beneficiado (Salazar Pérez, 2002). Para ese entonces, la sociedad civil no contaba con capacidad de organización; los partidos de oposición eran inexistentes; los sindicatos y ligas de campesinos no estaban reconocidos por ninguna instancia legal -se encontraban proscritos y sin base social que los 3

respaldara-. La incipiente organicidad se concentraba en los comités eclesiales de base que el clero insurgente, fundado en los principios de la Teoría de la Liberación, iba creando a lo largo y ancho de las comunidades empobrecidas del país. En ese marco sería Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) 10 el que se tomaría el poder en el año 1979. La movilización social que provocó la revolución no fue direccionada por objetivos políticos partidarios ni ligados directamente al FSLN; tal y como afirmaría Skocpol (1984) al referirse a los estudios estructuralistas (fundamentalmente marxistas) que explican el levantamiento revolucionario como reacción a la lucha de clases, la movilización en Nicaragua fue producto de la desesperación y la necesidad imperiosa de articular opiniones que aportaran mecanismos de defensa o salidas a los problemas cruciales inmediatos. El papel que desempeñaron los agentes del clero en los barrios fue muy importante al contribuir con la conformación y estructuración de centros de estudios orientados a crear escuelas constructoras de conciencia, talleres donde se formaban las diversas piezas y engranajes de una máquina que estaba dispuesta a asumir los costos de la guerra, enfrentando a la dictadura somocista. Es interesante analizar que se trataban de movilizaciones sociales en que no había dirigentes, sino militantes; no existía la jerarquía, sino las responsabilidades, y no se manejaba la idea de toma del poder, pero si la de enfrentarlo y transformarlo. Este diseño organizacional revela una experiencia empírica de los asuntos que las teorías de la acción colectiva desarrollan al indicar que en los movimientos sociales11 no necesariamente existen procesos de organización lógicamente constituidos y evidenciados para los sujetos que toman parte. En el caso nicaragüense resulta claro que los sujetos que tomaron la decisión de participar en la movilización lo hicieron convencidos de la necesidad de conducir a un cambio estructural en la sociedad y de no replicar las experiencias organizativas de los partidos tradicionales. Esa inconformidad socialmente sentida fue aprovechada por el FSLN para insertarse en los procesos de movilización y, finalmente, llevar la bandera del cambio. Precisamente debido a la intervención del FSLN y a su carácter militarista es que el levantamiento toma la connotación de insurrección armada. Por el comportamiento militar del FSLN, el sector urbano tenía acotados los espacios de maniobra debido a la vigilancia 10

El FSLN, fundado en 1961, tenía en su haber una larga vida política-militar, bajo las siguientes coordenadas: tenía como principal ejemplo político la lucha de Augusto César Sandino en defensa de la soberanía del país frente a la invasión de las tropas de Estados Unidos, y su objetivo fundamental era el derrocamiento de la dictadura somocista a través de la lucha armada para obtener el poder político, la democratización y el progreso de Nicaragua. Como se observa, era más una vocación que una estrategia; por ello, en sus primeros años como movimiento insurgente los nicaragüenses no comprendieron la magnitud del interés político del Frente. Su actuación militar no fue exitosa; cometió errores y en determinado momento creyó contar con la capacidad militar para echar por tierra la estructura del ejército somocista, lo que provocó derrotas y decepciones- Tuvo que reflexionar y reconocer que su estructura militar no era suficiente, y que tenía la imperiosa necesidad de incorporar nuevos sectores a su lucha. 11 Los movimientos sociales que tenían existencia Nicaragua durante los procesos de conformación de la insurgencia no necesariamente privilegiaban la violencia. Sin embargo, los acontecimientos acumulados fueron contribuyendo a formar estas revolucionarias que fueron transformando el papel de los actores frente a la dictadura de Somoza.

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extrema que imponía el gobierno de Somoza bloqueando todos los poros de insumisión en las principales ciudades. Por ello, los insurgentes tuvieron un marcado interés en las organizaciones eclesiales de los barrios, porque eran células potenciales para la insurrección. Luego de su reestructuración interna el FSLN pudo fortalecer acciones organizativas en la ciudad y en las montañas: trabajó políticamente con importantes sectores obreros; con núcleos de pequeños campesinos de las montañas, así como con intelectuales e incluso grandes propietarios. Fundó el Frente Estudiantil Revolucionario, una especie de organización intermedia que trabajaba en las secundarias y en la universidad y que se constituyó en un frente estudiantil y de pobladores urbanos. No obstante esta amplitud organizacional que se conformó entre 1965 y 1967 todavía no era suficiente para derrocar a la dictadura12. Solo hacia 1969 el Frente comenzó a tener gran impacto en los sectores medios y los pequeños grupos de intelectuales, que siempre dudaron de la independencia del FSLN y del carácter nacionalista de su lucha. Una vez difundido su programa político13, muchos de ellos se convirtieron en simpatizantes. De 1970 a 1974 se dio un largo proceso de organización interna y de ataques esporádicos, sorpresivos e intermitentes que fueron demoliendo la moral de la Guardia Nacional, la cual se desesperaba por no ver frente a ella al enemigo como un ejército regular que midiera fuerzas de combate. Ya para 1974 el FSLN estuvo consolidado. Tenía en su haber incluso asaltos bancarios para recuperar las finanzas y restablecer la compra de armamento que exigía el engrosamiento de su ejército. En cuanto a recursos humanos, se prepararon cuadros política y militarmente, dentro y fuera del país, con la colaboración de Cuba y con la guerrilla palestina de Al Fatah (Wingartz Plata, 2004). iii.

La insurrección que resultó con el FSLN en el poder

En mayo de 1979 la fortaleza y destreza militar quedó demostrada en el asalto y retención de un cuerpo diplomático que obligó a Somoza a negociar con el FSLN y declarar el estado de sitio. A partir de ese momento inició una persecución generalizada, encarcelando y asesinando a miles de nicaragüenses que, pese a no tener una relación directa con el FSLN, sí eran enemigos de la dictadura14. A partir de 1978, la consigna era "todos contra So-moza"; además, fue un año preñado de acontecimientos que marcaron el fin de la dictadura. En la etapa de la revolución acontecida entre 1979 y 1980 la sociedad civil se decidió a crear nuevas formas de organización para contrarrestar la ola de violencia estatal en las 12

Prueba de ello fue la estrepitosa derrota de 1966-1967 en la zona de Pancasán, departamento de Matagalpa, donde varios cuadros guerrilleros cayeron en combate y el grueso de las columnas se vieron obligadas a dispersarse y replegarse en zonas profundas de la montaña, dejando desamparado el incipiente trabajo organizacional que se tenía en las zonas urbanas y estudiantiles. 13 El programa político del FSLN, entre otras cosas, planteaba lo siguiente: revolución agraria, Legislación laboral y seguridad, Gobierno revolucionario y honestidad administrativa, Reincorporación de la costa atlántica, Emancipación de la mujer y respeto a las creencias religiosas, Política exterior independiente y solidaridad internacional, Ejército patriótico popular, Eliminación de la Guardia Nacional y Unidad centroamericana (Salazar Pérez, 2002). 14 Se calcula que la cantidad de muertos en los pocos meses que siguieron la toma del poder por parte de los sandinistas del FSLN fue de unas 50.000 personas, entre revolucionarios y sociedad civil.

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calles de los barrios marginales y centros de estudios, lugares muy vigilados por los guardias del ejército. Ya no sólo se asociaban en los círculos de estudios eclesiales, sino que jóvenes, madres y padres de familia, cada cual desde sus escenarios de actuación optaba por buscar una forma de resistir la violencia estatal; la estela creció y los armamentos caseros salieron a relucir en cada esquina, al paso de los patrullajes y en zonas comerciales (Salazar Pérez, 2002). Es relevante señalar que en este proceso de insurrección la pertenencia sandinista que pregonaba la sociedad no era militante sino simbólica. El contenido mitológico que significaba la figura de Sandino15 fue el símbolo antisomocista. La ciudadanía se asumió sandinista sin conocer el FSLN; los ataques de los insumisos habían sido reivindicados como un hecho del Frente, lo que confundió a los militares, pues creyeron que los insurrectos habían desarrollado un trabajo político-organizativo de gran efectividad y de amplia cobertura social, aunque el fenómeno era otro16. Si bien el factor internacional no fue determinante, su peso fue definitivo para que el desenlace de una lucha se inclinara por el factor mayoría y de voluntad política, y estos dos estaban en la parte que correspondía al pueblo. Gobiernos del área como Costa Rica, Panamá, Venezuela y México se pronunciaron en favor de la lucha de liberación del pueblo de Nicaragua y propiciaron en los organismos internacionales el aislamiento del régimen somocista17. Este voto de confianza fue decisivo para que finalmente en 1979 ocurriera la insurrección final, que volcó la fuerza del pueblo nicaragüense contra Somoza, desafiando bombardeos aéreos, tanquetas, bombas, hasta que el dictador se rindió y huyó a Estados Unidos. El 19 de julio entraron, triunfantes, las columnas guerrilleras a Managua. Una vez en el poder los Sandinistas se encontraron con un país que tenía enormes problemas. La guerra contra Somoza había producido más de 50.000 muertos, había centenares de miles de familias que carecían de hogar o que estaban refugiados en países vecinos y muchas áreas del país tenían sus escasas infraestructuras en ruinas. Había una deuda exterior de 1.600 millones de dólares (año 1979). Muchos profesionales cualificados y expertos hombres de negocios huyeron del país, se produjo una escasez de alimentos y combustible y se encontraron con altas tasas de analfabetismo, pobreza extrema y una muy deficiente salud pública. De este modo, el nuevo gobierno de reconstrucción nacional emprendió la labor de reconstrucción del país, creando una nueva infraestructura política y económica con el objetivo de mejorar las condiciones de la población, en especial la más pobre.

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Vale recordar que Augusto Nicolás Calderón Sandino (18 de mayo de 1895 – 21 de febrero de 1934) fue un líder de la resistencia contra el ejército de ocupación estadounidense en Nicaragua en las primeras décadas del siglo XX. Tras la retirada de las fuerzas estadounidenses, fue asesinado a traición por el general Anastasio Somoza García, jefe director de la Guardia Nacional, y convertido de inmediato por sus seguidores en símbolo de la resistencia contra la ocupación norteamericana y la liberación del pueblo nicaragüense. 16 Es notable el hecho de que el peso de la represión recayó en la sociedad sin armas; el grueso de los patrullajes se dio en las zonas urbanas marginadas, provocando que el ejército desatendiera a los verdaderos guerrilleros y se enfocara más a apagar los brotes de insurrección en las ciudades. 17 Inicialmente el gobierno revolucionario recibió ayuda de países extranjeros, incluso de los EEUU.

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En este sentido, retomando la definición de Skocpol de Revolución Social, es posible analizar que las acciones emprendidas por el gobierno sandinista si bien fueron erráticas lograron implantar una profunda transformación en las instituciones nicaragüenses. Lo cual evidencia efectivamente un tipo de transformación profunda en las estructuras institucionales. De un lado nacionalizó las pertenencias de la familia Somoza y la oligarquía que la rodeaba a la vez que garantizaba la propiedad privada y el respeto a los derecho humanos y programaba a Nicaragua como país no alineado. De otro lado, la economía se organizó como una economía mixta con predominio del sector público controlado desde el gobierno, nacionalizó la banca y se hizo con el control del comercio exterior. La mayor parte de las tierras y los negocios permanecieron en manos del sector privado con la excepción los que pertenecían a la familia Somoza, pero los ejercicios de intercambio tuvieron una profunda revisión. Vale anotar que en este contexto, el mayor centinela del proceso insurreccional fue el gobierno de Estados Unidos, que bajo todas las argumentaciones posibles buscó detener la llegada del FSLN al gobierno; lo intentó a través de la Organización de Estados Americanos para que fuerzas multinacionales intervinieran cuando el país se encontraba en total ingobernabilidad por los masivos ataques insurgentes. iv.

Los sandinistas en el poder y sus desafíos

Con el ascenso al poder del sandinismo y de la coalición ampliada, se instituyó como gobierno a la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN) y se inició un amplio programa de cobertura social, como la famosa jornada permanente de alfabetización que redujo la tasa de analfabetismo de 53 a 12 por ciento; se expropiaron las tierras y empresas de la familia Somoza y sus allegados y se dio el banderazo para una reconstrucción nacional. El proceso de insurrección y arribo al poder se dio en el marco de la administración Cárter en Estados Unidos, pero con la llegada del republicano Ronald Reagan se polarizaron las fuerzas y la intervención fue descarada bajo la estrategia de la guerra de baja intensidad y con infiltraciones en la Junta de Gobierno, hasta provocar la ruptura en la coalición gobernante18. La contrarrevolución, cuyos integrantes serían llamados contras, convergió en enfrentamientos armados internos con el fin de generar incertidumbre en los campesinos. En este nuevo nivel de la lucha la participación directa de la embajada estadunidense en Managua para desinformar a la población fueron los instrumentos que utilizó el gobierno de Reagan para desgastar al sandinismo. Fue un contexto en que la guerra se intensificó. La contrarrevolución llegó a tener un frente cívico y otro armado, aunados a la proliferación de partidos políticos minúsculos y familiares que fueron generando una situación amorfa, cargada de incertidumbre política y sin horizonte, que terminó por llenar de desencanto a la población.

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Hay que recordar que la administración Reagan, en mancuerna con la primera ministra inglesa Margaret Thatcher, fueron los impulsores, desde el poder, del modelo neoliberal y el dominio del mercado. Por tanto, Nicaragua aparecía como un obstáculo para llevar la iniciativa del nuevo modelo a América Latina.

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Así pasaron diez años. Cincuenta mil muertos de la población y 17 mil millones de dólares fueron las pérdidas en la economía de la nación. El desastre y el caos llegaron a muchos rincones del país, y la situación económica fue insostenible. En las elecciones adelantadas el 25 de febrero de 1990, no obstante, uno de los principales logros institucionalizados, el régimen democrático de participación, permitió que la salida a la situación de guerra prolongada fuera un cambio de gobierno. A partir de febrero de 1990 el ascenso al poder de la señora Violeta Chamorro comenzaría un nuevo capítulo para la revolución sandinista. v.

A modo de conclusiones

Si bien los alcances de este ensayo son declaradamente limitados a una reflexión teórica e histórica que no avanza en el análisis pormenorizado, vale la pena anotar que parece lícito concluir que con la realización de este trabajo queda claro que las posibilidades de la ciencia política en el análisis de los procesos revolucionarios no solamente van desde la descripción detallada de los acontecimientos sino, también, desde la reflexión teórica que permite poner en contexto histórico y conceptual las revoluciones. El enfoque desarrollado por Theda Skocpol sigue siendo relevante para el estudio de episodios revolucionarios como el de Nicaragua, aún pese a sus particularidades que le hacen diferente a los contextos estudiados originalmente por la autora (China, Rusia y Francia). A diferencia de las teorías sociocientífícas de la revolución (marxista, voluntarismo, psicologismo, conflicto social), el trabajo de Skocpol tiende a revalorar la perspectiva estructural, dándole un menor peso al voluntarismo; por tanto, este enfoque más estructuralista –pero moderado- tiene la ventaja de que permite situar las relaciones institucionalmente determinadas tanto a nivel nacional como internacional, por lo que otorga una mayor perspectiva a los análisis politológicos de las revoluciones. Esta autora permite al analista de la ciencia política comprender que no basta con dar cuenta de los hechos revolucionarios, sino que también es necesario incorporar el análisis teórico de los acontecimientos. En el caso la revolución nicaragüense el estudio de los acontecimientos que la provocan muestra que se trata de una revolución que efectivamente trae consigo cambios estructurales, los cuales se llevan a cabo en un período de larga duración (desde la década de 1930 se comienzan a gestar los primeros indicios insurgentes de lo que luego se conformaría como el Frente Sandinista de Liberación Nacional), con lo cual resulta claro que cuando se habla de "revolución" no solamente se hace referencia al episodio de derrocamiento de la familia dictadora Somoza sino que se está nombrando el proceso de formación de la revolución y sus resultados. Una de las preguntas constantes entre los intelectuales que han reflexionado el tema de las revoluciones ha sido Cuál es el papel que los actores y/o sujetos asumen en las revoluciones. Mientras algunos proponen que los condicionantes son estructurales, y otros proponen unos condicionantes que devienen del actor, el caso de la revolución nicaragüense exhibe la necesidad de realizar una combinación de esas dos perspectivas, es decir, una perspectiva 8

estructural que considere las motivaciones de los actores individuales. La forma como la sociedad civil nicaragüense fue involucrándose en las acciones militares del FSLN revelan que no existió previamente una intencionalidad orgánica que tuviera por finalidad la situación violenta que terminó con el derrocamiento de Somoza. De hecho, un análisis minucioso de los acontecimientos revela que las acciones desarrolladas por los insurgentes tuvieron el efecto de "arrastre" entre la población civil, generando en su conjunto una movilización colectiva que llegó a ser violenta. Si bien el papel de la violencia no es connatural a los procesos revolucionarios, el proceso liderado por el sandinismo en Nicaragua sí tuvo una alta dosis de violencia reflejado en las víctimas humanas. Más de 50,000 muertos durante el período de transición hacia el gobierno sandinista son prueba de ello. De otro lado, no obstante, parece claro que los sandinistas lograron implementar una nueva estructura social y política que hasta el día de hoy continúa marcando los destinos de esta nación centroamericana. Finalmente, vale decir que, como afirma Skocpol, en los estudios de las revoluciones es muy importante incorporar una perspectiva internacional que vincule los contextos locales con los acontecimientos que ocurren entre diversas geografías. En efecto, el caso de Nicaragua no se puede concebir aislado de los acontecimientos de los países centroamericanos (El Salvador, Cuba, Honduras), incluso, de los acontecimientos de los demás países del continente. Particularmente a la revolución sandinista la pregunta que se le puede hacer en la actualidad es ¿Cuál ha sido su logro en la construcción de un proyecto de sociedad? Sería necesario convertir este tema en pregunta investigación y hacerle seguimiento. Bibliografía Zimmermann, Matilde (2011). Fundación del FSLN, 1960-1964 {http://www.manfut.0rg/muscos/fsln.html#Fundacion). Consultado el 26 de abril de 2011. Salazar Pérez, Robinson (2002). La revolución sandinista en Nicaragua. En: Revista Universidad Autónoma de México # 617. Nov 2002. p. 13-21. Skocpol, Theda (1984). Los estados y las revoluciones sociales: un análisis comparado de Francia, Rusia y China. México D.F.: Fondo de Cultura Económica. Torres Rivas, Edelberto (1989). “Centroamérica: la transición autoritaria hacia la democracia”. En: En: Meyer, L. y Reyna J.L. (coords.) Los sistemas políticos en América Latina. México: Siglo XXI-Universidad de las Naciones Unidas, pp. 352-367 Wingartz Plata, Oscar (2004). Nicaragua: un paradigma histórico. En: Cuadernos Americanos, núm. 108 (2004). p. 137-149.

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