Nuestra identidad franciscana. Para una lectura de nuestras CC.GG

2 Nuestra identidad franciscana. Para una lectura de nuestras CC.GG. PRESENTACIÓN Las nuevas Constituciones Generales de nuestra Orden representan, s

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Nuestra identidad franciscana. Para una lectura de nuestras CC.GG. PRESENTACIÓN Las nuevas Constituciones Generales de nuestra Orden representan, sin lugar a dudas, la culminación de un proceso de renovación en el que la Orden se ha visto empeñada desde que el Concilio Vaticano II nos pidiera «un retorno constante a las fuentes de toda vida cristiana y a la primigenia inspiración de los institutos y una adaptación... a las cambiadas condiciones de los tiempos» (PC 2). Se trata, por tanto, de algo más que de un mero texto legislativo. En efecto, se trata de afirmar la identidad propia del hermano menor hoy, ofreciendo a cada hermano la posibilidad de ser fiel a la vocación franciscana y llamándonos a vivir nuestra forma de vida en las situaciones concretas de nuestro tiempo. El seguimiento de Cristo al modo de san Francisco, al cual estamos todos llamados, exige de cada uno de nosotros ponernos en una permanente actitud de escucha y de discernimiento de la voluntad de Dios, en fidelidad a nuestra Regla y vida; pero para ello es necesario conocer más profundamente la actualización de nuestra forma de vida como es explicitada en nuestras Constituciones Generales, que son una respuesta a cuanto la Iglesia y el mundo de hoy esperan de los hermanos menores. Invito, pues, a todos los hermanos de nuestra Orden a leer y estudiar con mayor ahínco nuestras Constituciones Generales y a servirse de este material que hoy les es ofrecido a través de nuestro Secretariado General para la Formación y Estudios. Roma, Enero de 1990. FR. JUAN VAUGHN, OFM Ministro general *

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SIGLAS Y ABREVIATURAS Adm AlD 1Cel 2Cel CC.GG. CIC 2CtaF CtaO EE.GG. GS Jn Mc Mt OfP PC 1Pe RB RnB SalVM TC Test

Admoniciones Alabanzas al Dios altísimo, escritas para Fr. León Celano: Vida primera Celano: Vida segunda Constituciones Generales OFM Código de Derecho Canónico Carta a todos los fieles, segunda redacción Carta a toda la Orden Estatutos Generales OFM Constitución pastoral “Gaudium et spes”, 1965 Evangelio de san Juan Evangelio de san Marcos Evangelio de san Mateo Oficio de la Pasión del Señor Decreto “Perfectae caritatis”, 1965 1ª Carta de san Pedro Regla Bulada (1223) Regla no Bulada (1221) Saludo a la Virgen María Leyenda de los tres compañeros Testamento de san Francisco *

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INTRODUCCIÓN Con la aprobación de nuestras Constituciones Generales, el 8 de Diciembre de 1986, la Iglesia nos ofrece “una valiosa ayuda” para que los Hermanos Menores podamos encarnar con renovado esfuerzo el ideal evangélico de san Francisco. A ello nos estimula el texto del Decreto de aprobación que, en uno de sus párrafos, dice: “Los Hermanos Menores, imitando el ejemplo de san Francisco, que siguió y amó tan intensamente a Cristo y a la Iglesia, procuren con renovado esfuerzo que este seguimiento del Seráfico Padre a Cristo pobre y crucificado, su altísima contemplación, su celo por la verdad del Evangelio y su fidelidad a la Iglesia queden patentes también a los hombres de nuestra época. Propónganse, asimismo, como algo muy entrañable, imitar constantemente al Seráfico Padre en el amor y solicitud por los hombres, sobre todo por los pobres, en su apostolado franciscano”. Para que este texto fundamental nos ayude verdaderamente a vivir la forma evangélica de vida de san Francisco, es necesario que todos los hermanos, personal y comunitariamente, lean y estudien las Constituciones Generales. A este propósito el Ministro General con su Definitorio nombró una comisión de hermanos, encargada de preparar una “Clave de lectura de las CC.GG.”, confiando al Secretariado General para la Formación y los Estudios la ejecución de este proyecto. El texto que hoy presentamos a la consideración de todos los hermanos ha sido preparado por una subcomisión formada por Fr. Fernando Uribe, Fr. Javier Garrido y Fr. Johannes Freyer, y tiene como fuente inspiracional la carpeta “El Hermano Menor hoy”, preparada por la Provincia de Cantabria para el estudio de las CC.GG. a nivel provincial. Con ello pretendemos suministrar a los hermanos un material que, sin tener el carácter de texto oficial de la Orden, pueda ser un subsidio a nivel de formación permanente para el estudio de las CC.GG., que permita una “continua renovación del espíritu” (EE.GG. 2 §2). La división temática y los respectivos cuestionarios, obedecen a un criterio bien definido: facilitar el estudio de las CC.GG., tanto el personal como el comunitario, a nivel de Capítulos locales o de grupos de estudio que puedan organizar las Fraternidades provinciales. Finalmente, la elaboración de los distintos temas se propone evidenciar los valores fundamentales de nuestra forma de vida, proporcionando así, a todos los hermanos que tengan la ocasión de estudiarlos, la oportunidad de poder conocer con mayor profundidad la naturaleza de nuestra profesión de hermanos menores y vivirla con renovada alegría y generosidad, al servicio del reino de Dios.

FR. SEBASTIÃO KREMER, OFM FR. SAÚL ZAMORANO, OFM *

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TEMA 1 EVOLUCIÓN DE LAS CC.GG. DESDE 1953 HASTA HOY Las CC.GG., por su propia naturaleza, están llamadas a ser un complemento de la Regla, en cuanto adaptan sus criterios evangélicos –que son fundamentales y permanentes– a las cambiantes exigencias de los tiempos, por medio de disposiciones que aseguran y estimulan la fidelidad al carisma primitivo. Esto explica por qué a los trece años de muerto san Francisco, el Capítulo General, reunido por el Papa Gregorio IX en Roma, se encontró ante la necesidad de completar la Regla con unas Constituciones, a fin de poder observarla en aquella situación histórica. A estas primeras CC.GG. siguieron, en 1260, bajo el generalato de san Buenaventura, las famosas Constituciones de Narbona. De esta forma, casi desde sus comienzos, la Orden se vio constreñida a responder con CC.GG., continuamente actualizadas, a los nuevos cambios y a las nuevas situaciones históricas. Por este motivo el Papa Pío XII, en su “Breve” del 14 de Julio de 1953, con ocasión de la promulgación de las nuevas Constituciones, escribía: “Fue criterio constante de la Orden de los Hermanos Menores adaptarlas a las condiciones de los nuevos tiempos y a las normas de la Iglesia”. A partir de la segunda mitad de este siglo se han producido en la Iglesia y en el mundo una serie de fenómenos y de cambios tan importantes, que han obligado a la Orden a revisar muchas de sus instituciones internas, para acomodarlas a la pureza de su carisma original y a las exigencias de los nuevos tiempos. Esta revisión se produjo durante varias etapas sucesivas en un proceso que desembocó en las CC.GG. promulgadas en 1987. Una visión rápida de este recorrido nos dispondrá mejor al estudio y comprensión de estas CC.GG. 1. Las CC.GG. de 1953 Las CC.GG. de 1953 son un documento bastante representativo de la concepción que se tenía hasta ese momento de unas Constituciones. Su enfoque era netamente jurídico. Desde el punto de vista de su contenido, recogían sustancialmente todas las disposiciones contenidas en las CC.GG. que regían en la Orden desde el siglo XIX, con las oportunas acomodaciones a las leyes eclesiásticas, especialmente a las normas del 28 de Junio de 1908. Desde el punto de vista formal, conservaron la división en doce capítulos, pero asumieron de forma más definida el carácter de un código, con todos los elementos técnicos inspirados en el Código de Derecho Canónico de 1917. Eran un verdadero código jurídico, con normas bien determinadas, cuya observancia fiel era exigida claramente. Este código no ofrecía elementos doctrinales explícitos, ni alusiones a la Sagrada Escritura o a los escritos de san Francisco, ni ninguna reflexión de carácter espiritual. Por otro lado, respondía a la concepción que en aquel momento se tenía de la Vida Religiosa en general, a la cual se homologaba en grandes rasgos la vida franciscana, en la que no brillaban con suficiente claridad las notas específicas de su forma de vida y de su misión. Más de un párrafo nos pueden aparecer hoy incompletos o en desacuerdo con la verdadera vida franciscana. Es por eso muy explicable que, ante las exigencias planteadas por el Concilio Vaticano II, la Iglesia y la Orden hayan abandonado estas Constituciones por inexactas y pobres. 2. Las CC.GG. de 1967 Estas Constituciones se guiaron por el espíritu del Concilio Vaticano II y fueron elaboradas siguiendo los criterios del Motu proprio “Ecclesiae Sanctae” (6 de Agosto de 1966), en el cual se exigía la presentación de los fundamentos bíblicos y teológicos de la vida religiosa, del espíritu y las intenciones del Fundador con las sanas tradiciones de la Orden. Además se pedía la adaptación de las necesarias normas jurídicas a la situación de la vida actual. Fieles a estos criterios, las CC.GG. de 1967 marcaron un cambio radical no sólo con relación a las de 1953, sino también a las anteriores: En vez de la división en doce capítulos según la temática presentada por la Regla bulada, estas Constituciones condensaron en nueve capítulos todo el contenido jurídico, sistematizándolo según los temas específicos. Cada capítulo estaba precedido de los llamados “textos espirituales”, especie de consideraciones inspiradas princi-

6 palmente en la Sagrada Escritura, en las fuentes franciscanas y en los textos conciliares, destinadas a iluminar las disposiciones del capítulo respectivo. En su conjunto eran 93 “textos espirituales” que recorrían las Constituciones a modo de texto paralelo. Con un tal enfoque, estas CC.GG. lograron presentar una Vida Religiosa mucho más clarificada doctrinalmente por la luz de las enseñanzas conciliares: se acercaron mayormente al ideal de san Francisco, le dieron a las fuentes franciscanas una cierta importancia; favorecieron algunos valores, como la fraternidad, la corresponsabilidad, la vida de oración y la liturgia; ofrecieron la posibilidad de nuevas formas de vida franciscana, estimularon la apertura y el diálogo con la sociedad, etc. El esfuerzo de adaptación que ellas significaron fue valiente y valioso, y su mayor valor consiste quizás en haber abierto las puertas a una rica reflexión dentro de la Orden, como se verá a continuación. Por ello no se las puede considerar como un punto de llegada sino como un punto de partida. 3. Capítulo general de Medellín, 1971 El espíritu de revisión y renovación que animó a la Iglesia en el inmediato post-concilio tuvo también su repercusión en el seno de la Orden. En efecto, urgida por la necesidad de dar una respuesta adecuada a las exigencias del mundo moderno, la Orden celebró un Capítulo general en la ciudad de Medellín, Colombia, en el año 1971. Tres fueron las tareas que se impuso este Capítulo: En primer lugar hizo una revisión sobre la manera como habían sido acogidas las CC.GG. de 1967 por los hermanos y señaló el papel que estaban llamadas a tener para la Orden en nuestro tiempo. La segunda tarea consistió en una amplia y profunda reflexión sobre la formación en la Orden de los Hermanos Menores, deteniéndose principalmente en los principios inspiradores de la misma y en los criterios operativos que deben guiar sus distintas etapas y dimensiones. La tercera tarea se centró en el tema de las Misiones en la Orden. Aquí se analizaron los principios doctrinales que guían la vocación misionera franciscana y se presentaron valiosos criterios para la acción misional franciscana. Estas tareas se tradujeron en sendos documentos de gran valor, especialmente los dos últimos, quizás no suficientemente explotados por la Orden, todavía bastante actuales y que tuvieron una gran influencia en las CC.GG. de 1987. 4. Capítulo General de Madrid, 1973 Uno de los asuntos tratados en el Capítulo General de Madrid que más repercusión ha tenido en la vida de la Orden, ha sido el relacionado con la identidad franciscana hoy. Era un tema que ya se venía insinuando desde el Capítulo de 1967. Fruto de los trabajos realizados sobre este tema fue el documento conocido como “Vocación de la Orden hoy”. Con este documento se trató de dar una respuesta a la crisis de identidad, explicando el sentido y la vocación específica de la Orden y mostrando el servicio que los hermanos pueden ofrecer al mundo. “Vocación de la Orden hoy” estimula a vivir la propia fe en Dios en el encuentro personal con Jesucristo, mediante una vida de fraternidad como discípulos de Cristo pobre en la Iglesia y entre la gente, como servidores de todos y testigos de la paz en el mundo. En estos términos el documento describe el carisma franciscano. En el espíritu de la unidad fraterna, describe también el camino que conduce de la estrechez de una vida semimonástica a una vida pluriforme y múltiple, que permite vivir mejor, según el espíritu franciscano, la verdadera pobreza, la fraternidad y la participación en la vida de los hombres. Por su lenguaje y por su contenido es un documento profundamente inspirado y de una gran fuerza profética. Con su aparición se sintió un aire nuevo en la Orden y se sembró una gran esperanza. Varios sectores de la Orden lo acogieron con entusiasmo y se constituyó en otro de los documentos inspiradores de las CC.GG. de 1987.

7 5. Consejo plenario de 1981 Este Consejo tuvo que afrontar, como tarea prioritaria, el tema de la formación, para posibilitar un adecuado proceso de cambio y de acercamiento a la identidad propia de la Orden. Aunque en Medellín (1971) ya se había tratado sobre la formación, se hacía necesario puntualizar y ampliar algunos de los enfoques que allí se habían dado. Este Consejo fue muy rico en sugerencias, tanto en la presentación de la Orden como escuela de formación cristiana y franciscana, como en el enriquecimiento de los datos para un perfil ideal del hermano franciscano. Dos momentos de la formación merecieron especial atención en este Consejo: la formación previa al Noviciado o Postulantado, y la formación permanente. De esta manera, el “Documento sobre la Formación” de 1981 se constituyó en un necesario complemento del documento de Medellín y a la vez en una de las fuentes inspiradoras de las CC.GG de 1987. 6. Consejo plenario de Bahía, 1983 Después de haber reflexionado ampliamente sobre la identidad de los hermanos menores y sobre los principios formativos necesarios para poder alcanzar una identidad renovada, la Orden afrontó en ese momento el tema de su acción en el mundo. Sentía necesidad de volver sobre las intuiciones expresadas en Medellín (1971) sobre las misiones, pero ahora estimulada por los clamores de grandes masas de seres humanos oprimidos y empobrecidos. Con el fin de indicar su deseo de entender mejor su específica misión desde la periferia del mundo, se reunió en Bahía (Brasil) para afrontar el tema: “Evangelización y misión en la Orden”. Fruto de su trabajo fue el documento conocido como “El Evangelio nos lanza un desafío”. Se trata de un documento que tiene una fuerte carga profética. He aquí las grandes líneas de su contenido: – La misión es un elemento esencial de la vocación franciscana; la misión se traduce en términos de evangelización. La fidelidad a la vocación nos hace ser los evangelizadores que hoy requieren los pobres. – Un elemento especificador de nuestra evangelización es el ser hermanos entre nosotros y con todos los hombres. – El seguimiento de Jesucristo nos lleva necesariamente a vivir con los pobres como menores; los pobres nos evangelizan; es necesario abandonar estructuras anacrónicas. – Los hermanos menores tenemos una específica tarea profética: ser instrumentos de justicia y de paz. En síntesis, la fidelidad a Jesucristo (y a Francisco) exige la fidelidad al mundo actual, particularmente a los pobres. 7. Hacia las CC.GG. de 1987 El nuevo Código de Derecho Canónico, promulgado en 1983, presentó los criterios que debían guiar la legislación propia de cada uno de los Institutos religiosos, destinada a proteger su respectiva vocación e identidad. Entre estos criterios estableció la diferencia entre las Constituciones (o código fundamental) y los Estatutos (otros códigos) establecidos por la competente autoridad a nivel de cada Instituto. Según el nuevo Código, las Constituciones deben armonizar adecuadamente los elementos espirituales con los jurídicos (cf. CIC 587). Guiada por estas normas, la Orden de los Hermanos Menores se puso a la tarea de acomodar sus CC.GG. a las nuevas exigencias, conservando los elementos válidos de las precedentes e introduciendo los necesarios elementos nuevos, inspirando todo el texto en la Sagrada Escritura, en los documentos del magisterio eclesiástico y, de manera especial, en las fuentes franciscanas y en los recientes documentos de la Orden. Después de haber hecho las debidas consultas a todos los hermanos a partir de un esquema previamente preparado, el Capítulo General de 1985 aprobó el texto que luego fue sometido a la aprobación de la Santa Sede. 8. Cuestionario - ¿Qué incidencia ha tenido en mi vida personal y en mi Provincia esta evolución de la Orden? - ¿Supimos aprovechar las CC.GG de 1967? ¿En qué medida? ¿Qué dificultades mayores encontraron entre nosotros? ¿Qué desafíos plantearon estas CC.GG.? - Acaso la insuficiente asimilación de las CC.GG de 1967 nos advierte de peligros reales para la

8 asimilación de las actuales. ¿Qué nos jugamos con la aceptación o no aceptación de las nuevas CC.GG.? - Un tiempo de transición requiere unas virtudes propias que debemos fomentar: fidelidad a lo esencial, esperanza, diálogo, búsqueda incesante, paciencia, ... Comprobar la importancia de las citas en la lectura y comprensión de las nuevas CC.GG. Conviene, por ello, tener a la mano los documentos más importantes. - La formación permanente aparece como la respuesta irrenunciable en estos momentos.

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TEMA 2 SENTIDO DE LAS CC.GG. EN NUESTRA VIDA El tema anterior nos ha hecho comprender la nueva mentalidad que, a raíz del Concilio Vaticano II, ha surgido en los Institutos religiosos respecto al sentido de sus leyes, en particular de la Regla y CC.GG. La fidelidad al carisma implica la integración de los dos principios establecidos en “Perfectae caritatis” (n. 2): la vuelta a las fuentes y la actualización. 1. A la luz del art. 12 El art. 12 explicita el lugar y sentido que tienen las CC.GG. en la vida de los hermanos y de la Orden. Vayamos desglosando sus ideas centrales: a) Las CC.GG. no sustituyen a la Regla; se inspiran en ella. Pero según el espíritu de la nueva legislación (cf. arts. 2 y 11), no se limitan a determinar algunos aspectos de la observancia regular, sino que releen la Regla “espiritualmente”, creando un proyecto de vida fiel a san Francisco y a su Regla y adaptado al mundo actual. b) Ofrecen las normas fundamentales de vida de todos los hermanos en todas partes. Es nuestro proyecto básico de vida, por el que realizamos espiritual y prácticamente nuestra vocación evangélica. Por lo mismo, no pretenden uniformar la vida franciscana, sino establecer criterios y determinaciones que inspiren y, a la vez, guíen la conducta de los hermanos. Es así como se garantiza la unidad de la Orden, que depende sobre todo de la vivencia del mismo proyecto de vida. c) Son el instrumento necesario de la comunión fraterna. Esta se realiza, ciertamente, por el amor y la calidad de las relaciones interpersonales (cf. arts. 39-40); pero también por la fidelidad a la forma de vida evangélica revelada por el Señor a san Francisco. Nuestra vida común está hecha de unidad en el amor y en la forma de vida (cf. arts. 1 y 38). 2. Las CC.GG. como Proyecto de Vida Es un error reducir estas CC.GG. a documento jurídico. Importa comprender el esfuerzo que suponen, por parte de la Orden, de relectura de la “vida y Regla”. No se limitan a actualizar aspectos particulares que quedaron desfasados en la evolución histórica. De algún modo recrean el pasado en el presente. Como auténtico proyecto de vida franciscana, aprobado por la Santa Sede, definen nuestra identidad hoy. Un proyecto renovado de vida nace de la síntesis unitaria de diversas instancias: a) En primer lugar, la inspiración del Espíritu Santo, que nos lleva a identificarnos con Jesús y su Evangelio tal como los vivió y entendió san Francisco de Asís. De ahí que estas CC.GG. apelen constantemente a las motivaciones espirituales de nuestra vocación, citando constantemente los Escritos de san Francisco. b) No hay que olvidar que la experiencia espiritual se da en modelos socio-culturales diversos, según las épocas y regiones. Por esta razón, por ejemplo, la praxis de la pobreza hace algunos años se concentraba más en la austeridad y en el uso dependiente de los bienes y hoy damos más importancia a las opciones de minoridad y de presencia en el mundo, al compartir la vida con los más pobres (cf. cap. IV). c) La convergencia de las dos dimensiones anteriores se traduce en una serie de opciones configuradoras, que vienen a ser las líneas de fuerza del proyecto de vida. Por ejemplo: - la experiencia vocacional como seguimiento de Jesús (hilo conductor de cada uno de los capítulos (cf. arts. 1; 5; 7-8; 19; 32; 38; 64; 66; 85; 126); - la fraternidad, elemento unificador de las otras dimensiones del carisma franciscano (cf. arts. 1; 20-21; 38-41; 66; 80; ...); - el primado de la vida evangélica como clave de nuestra misión en el mundo, siendo y actuando como menores (cf. arts. 1; 64; 66; 70; 78; etc.). d) Pero, para que todo ello no se quede a nivel de principios y criterios, el proyecto debe llegar a aplicaciones concretas, que van explicitándose en los diversos elementos que componen

10 nuestra forma de vida: la relación con Dios, la vida de fraternidad, las relaciones con el mundo, nuestra presencia y misión evangelizadora, la formación de todos los hermanos y de los candidatos a la Orden, el gobierno. 3. Visión dinámica del Proyecto de Vida Estas CC.GG. no se presentan sólo como un conjunto de normas a cumplir, sino como un proyecto de vida que exige discernimiento y participación activa. No basta cumplir su normativa. Es necesario actualizarla. En efecto: - La escucha y discernimiento espiritual pertenecen esencialmente al estilo de vida evangélica (cf. arts. 1; 4; 7; 32; 82; 126; 129). - Las CC.GG. tienen un carácter de norma fundamental, estable. Por eso deben ser completadas con los Estatutos Generales, y éstos, con los Particulares. Esta dinámica legislativa presupone una concepción integradora del momento histórico y de las condiciones cambiantes en nuestro proyecto de vida. - Importancia del Capítulo local de la fraternidad como órgano habitual de participación en el régimen de vida “ad intra” y “ad extra” (cf. arts. 25; 34; 42; 56; 79; 232; 237; 240-241). - Importancia decisiva de la Fraternidad en la realización de nuestra forma de vida, aunque el principio de participación activa haya de ser equilibrado con el servicio encomendado al hermano Guardián (cf. arts. 7; 42-43; 45-46). ¿Cómo se ha llegado a este cambio de perspectiva en el modo de entender y asimilar las CC.GG.? Sin duda, han influido factores socio-culturales, por ejemplo, una mayor sensibilidad por la persona, por la igualdad y la participación; pero su fuente inspiracional remite a las directrices del Concilio y al redescubrimiento progresivo del valor central de la fraternidad en nuestro carisma. Por eso, el cambio de modelo social en nuestras relaciones interpersonales y como grupo exige, en última instancia, una actitud permanente de conversión. El proyecto evangélico de vida ha de nacer de una búsqueda común, constantemente renovada, de la voluntad de Dios. En ello insisten las CC.GG., fieles a san Francisco (cf. arts. 32; 42-43; 67; 100; 135). 4. Problemática Las CC.GG. son referencia objetiva. Cada Fraternidad debe integrar en su forma de vida los diversos elementos del proyecto señalados en las CC.GG. Pero deberá ser capaz de aplicar de modo diverso dichos elementos. No puede ser idéntico el proyecto de vida de una Fraternidad parroquial cuyo contexto es rural o industrial, al de una Fraternidad de inserción laboral o de evangelización. Lo cual se traducirá, necesariamente, en un pluralismo de formas de vida dentro de la Provincia. Por ello, algunas Provincias han introducido, como mediación en orden a dinamizar la vida fraterna, el llamado “proyecto fraterno”. Se trata de un instrumento práctico que exige un cierto aprendizaje en el modo de llevarlo a cabo, y sobre todo, una nueva sensibilidad, de participación fraterna, en la vivencia de nuestra forma de vida. 5. Cuestionario - Sería muy enriquecedor que cada hermano expresara cómo ha vivido, en su historia personal, su actitud ante las leyes de la Orden y, en general, ante las normas que emanan de la autoridad. - ¿Qué reacciones espontáneas suscita en mí el esfuerzo actual de la Provincia por asimilar las nuevas CC.GG.? ¿A qué se deben estas reacciones? - ¿Qué espero, a nivel personal y de Fraternidad, del estudio y profundización de las CC.GG.? - ¿Te parece que estas CC.GG. las podemos asimilar con un sentido nuevo? Procura expresar este sentido nuevo en comparación con otras sensibilidades. - ¿Te parece suficiente lo que estás haciendo personalmente y en fraternidad para asimilar las CC.GG.? Si no te parece suficiente, ¿qué propondrías? - Profundiza en la idea de participación responsable en el proyecto común de vida, fundamentando sus motivaciones a la luz de los arts. 38-41.

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TEMA 3 NUESTRA IDENTIDAD EVANGÉLICA Las CC.GG. comienzan presentando los fundamentos de la Orden. A ellos dedican su primer Título que está compuesto por solo cuatro artículos. Es, en realidad, un Título corto pero muy importante. Lo que en él se dice es como una especie de concentrado que contiene los elementos constitutivos de nuestra forma de vida y que inspiran los principios y dinamismos que más adelante serán desglosados a lo largo del documento. Es la declaración fundamental de nuestra identidad evangélica, que nos distingue y especifica en la Iglesia y en el mundo. Veamos aquí cada uno de estos elementos constitutivos aunque sea de una forma muy breve. 1. Somos una Fraternidad La primera declaración que hacen las CC.GG. es que la Orden es una Fraternidad (cf. art. 1 §1; véase también el art. 87 §1). Se trata de un término que ofrece dificultades desde el punto de vista jurídico, por cuanto en ocasiones designa una actitud de vida y en otras se refiere a la institución. Aun en este último sentido no siempre tiene una aplicación uniforme, pues designa o a un grupo de hermanos que habitan en una Casa, o a una Provincia, o a toda la Orden. Con todo, la Orden no quiere renunciar a él, consciente de haber recuperado uno de los elementos fundamentales que la caracterizan desde sus orígenes dentro del contexto histórico en que nació y que está llamada a tener un papel relevante en el actual momento de la historia. Si somos “Fraternitas”, quiere decir que no somos “Communitas”. Según esto, el referente principal no es la institución sino la persona del “hermano”; no es la uniformidad sino el pluralismo en comunión fraterna; no es la eficacia sino la fidelidad corresponsable al Evangelio; no son las relaciones verticales de señor a siervo sino las horizontales de hermano a hermano. Esta importante dimensión de nuestra vida goza de un cierto privilegio a lo largo de las CC.GG. A ella dedicaremos los temas 7 y 8. 2. “Bajo la acción del Espíritu Santo” La presencia del Espíritu Santo está en los orígenes mismos de la Fraternidad. Fue el Señor el que inspiró a Francisco, el que “le reveló”, el que “le dio”, el que “lo condujo” (cf. Test 1.2.4. 6.14.23.39 ...); es el mismo Señor el que “inspira” a algunos a seguir esta forma de vida y de servicio (cf. RnB 2,1; RB 12,1). Es, por tanto, “la acción del Espíritu Santo” (art. 1 §1) la que determina la vocación y la respuesta de los hermanos que siguen este proyecto de vida contenido en las CC.GG. Quienes se comprometen a vivir este proyecto tienen, por tanto, una identidad carismática que los ubica en una órbita teológica, en la cual Dios tiene el primado absoluto. “Por medio de la profesión se dedican totalmente al Dios sumamente amado” (art. 1 §1; cf. arts. 5 y 9 §1). Es una fe que se centra en Dios, a partir del cual la vida de cada hermano y de toda la Fraternidad adquiere su verdadero sentido. Por ello las CC.GG. insistirán sobre “el espíritu de la santa oración y devoción al cual deben servir todas las cosas temporales” (RB 5,2; cf. art. 19; 31), según el deseo de san Francisco, para quien el gran objetivo de nuestra vida es “tener el Espíritu del Señor” (RB 10,8). En este mismo ámbito de ideas entra el esfuerzo por regresar constantemente a Dios, más conocido como “vida de penitencia”. A estos dos puntos harán referencia especial los temas 5 y 6. 3. Seguimiento radical de Jesucristo Una de las primeras cosas que llaman la atención en las actuales CC.GG. es la importancia que en ellas tiene el seguimiento de Cristo. Y esto no tanto por la frecuencia con que aparece el término “seguimiento” sino por el papel de primer orden que tiene la persona de Jesucristo en la vida de los hermanos: es el gran referente, el ejemplo, el Maestro. Es importante señalar que esta constante referencia a Jesucristo no obedece a una moda teológica del momento; responde a la exigencia de ser fieles a los orígenes inspiradores de nuestro carisma. Para nadie es desconocida la importancia decisiva que tuvo Jesucristo no sólo en el proceso de la conversión inicial de Francisco sino en toda su vida. Bastaría pensar en su expe-

12 riencia del Monte Alverna como clímax y síntesis de su admirable devoción a Jesucristo. Por ello es muy explicable que entre los elementos fundamentales de nuestra forma de vida aparezca “el seguimiento más de cerca de Jesucristo” (art. 1 §1). Nótese que se dice: “más de cerca”, como lo supo hacer san Francisco y como él quiso que fuera nuestro seguimiento, con lo cual se acentúa, por otra parte, el carácter específico de vida consagrada que tiene la forma de vida propuesta por las CC.GG. Cada dimensión de nuestra vida aparece inspirada por el ejemplo y la doctrina de Jesucristo: - es el deseo de seguirle más de cerca el que motiva la profesión de los hermanos (cf. art. 5 §2); - la obediencia adquiere su pleno significado en Jesucristo, quien puso su voluntad en la voluntad del Padre (cf. art. 7 §1); - la pobreza de Jesucristo que se hizo pobre por nosotros en este mundo despojándose de todo y conviviendo con los pobres es la que ilumina el voto de pobreza y sus consecuencias de inserción entre los pobres (cf. art. 8); - es el Cristo que ora al Padre el gran referente para la oración de los hermanos (cf. art. 19 §1); - la fraternidad, como actitud de vida, se inspira en la forma evangélica revelada por el Señor (cf. art. 38); - la minoridad, síntesis de la forma en que los hermanos han de ir por el mundo, encuentra también su razón de ser en el seguimiento de Jesucristo (cf. art. 64); - es el anonadamiento de Jesucristo el que induce a los hermanos a adoptar la vida y la condición de los pequeños de la sociedad (cf. art. 66 §1); - en su acción como instrumentos de reconciliación y como pregoneros de la buena nueva de la salvación, es la persona de Jesucristo la que motiva su actividad y el contenido de su mensaje (cf. arts. 70; 83 §1; 85); - finalmente, la tarea formativa de los hermanos sólo puede adquirir sentido en la medida en que se oriente a la fidelidad incesante de Jesucristo (cf. art. 126). Como elemento constitutivo que es de nuestra vida, el seguimiento de Jesucristo inspira todos los aspectos de la misma, pero en estas CC.GG. tiene una especial incidencia sobre la minoridad, la pobreza y la inserción entre los pobres, como se podrá ver en los temas 9 y 10, y también en el tema 13 sobre la obediencia. 4. En la Iglesia La Iglesia es el ámbito dentro del cual los hermanos menores están llamados a vivir el Evangelio. Este principio, enunciado en pocas palabras al inicio de las CC.GG. (cf. art. 1 §1), encuentra su punto de partida en la experiencia de san Francisco y de los primeros hermanos. Baste recordar cuanto nos dice Tomás de Celano a propósito del primer encuentro del joven Francisco con el Evangelio en la capillita de la Porciúncula, cuando quiso que fuese el sacerdote quien se lo explicara (cf. 1Cel 22), o lo que el mismo Francisco nos dice refiriéndose a la confirmación pontificia de su forma de vida: “el Altísimo mismo me reveló que debía vivir según la forma del santo Evangelio... y el señor Papa me lo confirmó” (Test 15). Hay en las CC.GG. ciertas referencias a la Iglesia de carácter jurídico, exigidas por la naturaleza misma de algunas de sus disposiciones. Hay otras, en cambio, que reflejan las características de la fe eclesial que debe animar a los hermanos menores. Veámoslas brevemente: - En primer lugar, las nuevas CC.GG. dicen que la fe católica es un don de Dios que debe ser vivido con humildad, valentía y alegría (cf. art. 90), y que la Iglesia es un “sacramento de salvación en nuestro tiempo” (art. 87 §3). - Desde la convicción de que forman parte del pueblo de Dios, los hermanos buscan tener siempre un mismo sentir con la Iglesia (cf. art. 4 §1), fomentan la comunión eclesial (cf. art. 127 §3) y están siempre atentos a sus necesidades (cf. arts. 53; 72 §1; 112 §2). - La fe eclesial de los hermanos tiene una de sus expresiones en la “obediencia al señor Papa”, en la sumisión a la autoridad de los Obispos en lo referente a la pastoral y en la estima y respeto a los Obispos y sacerdotes (cf. art. 4 §2).

13 - La Iglesia aparece como referente tanto en la interpretación de la Regla (cf. art. 2 §1) como en otras determinaciones y prácticas de la vida de los hermanos (cf. arts. 3 §2; 26 §4; 73; 96 §1; 161; ...). - Desde el momento de su profesión, el hermano menor se consagra al servicio de la Iglesia (cf. art. 5 §2) y de manera particular participa en su tarea evangelizadora (cf. art. 83 §2), ya sea por el testimonio de vida fraterna (cf. art. 87 §3), ya por el trabajo de promoción de los derechos y la dignidad humana (cf. art. 96 §3), ya por la misma predicación inspirada en la Sagrada Escritura, entendida según la tradición de la Iglesia (cf. art. 102 §1). - La fe eclesial de los hermanos adquiere niveles de gran concretez en las diversas actividades propuestas al servicio de la evangelización, construcción y animación de las Iglesias particulares (cf. arts. 105; 115 §1; 116; 117 §2-3; 145 §3; 154 §1). Dentro de este ámbito de la eclesialidad entra la evangelización como uno de los elementos fundamentales de nuestro proyecto de vida. A él serán dedicados en forma particular los temas 11 y 12. 5. Instrumentos de reconciliación, justicia y paz Entre los esfuerzos que ha hecho la Orden durante los últimos años para recrear su pasado en el presente y tratar de dar una respuesta a las exigencias del mundo de hoy, uno de los elementos que ha tenido más fuerza es la consideración de la misión de los hermanos en el mundo como instrumentos de reconciliación, de justicia y de paz (cf. art. 1 §2). En este campo, la Orden está recogiendo la herencia de san Francisco, quien no solamente quiso que los hermanos menores fueran humildes y pacíficos (cf. RB 3 §11) sino también reconciliadores de todos los hombres, heraldos de paz y de justicia (cf. RB 2,17; 3,10-12; RnB 7,14; 14,1-6; 16,12; Test 23; ...). Las nuevas CC.GG. quieren una Orden ubicada en este mundo, es decir, que salga de nuevo por las calles del mundo; abierta a todos los hombres; atenta a los signos de los tiempos y a las peculiares características del momento histórico que vive (cf. arts. 1 §2; 4 §1; 5 §2; 52; 64; 68 §1; 72 §1; 96 §2; 97 §2; 98 §1; 102 §2; 121 §2; 130; 131 §1; 154 §1). En este contexto los hermanos tienen una específica tarea como reconciliadores de la humanidad. Se trata de una reconciliación que tiene un origen teológico, es decir, la misma reconciliación que el Padre Dios realizó con todos los hombres por medio de su Hijo Jesucristo. Es, por tanto, un don que se recibe, un acontecimiento que se celebra y un ministerio que se ejerce tanto de palabra como de obra (cf. arts. 33 §1.3; 70; 98 §2; 108). La paz aparece, por una parte, como una condición de vida, fruto de la presencia del Espíritu en el corazón de los hermanos y como tal tiene una función testimonial (cf. arts. 35 §1; 39; 68 §2); por otra parte, aparece como una vocación específica que engendra una tarea. En este sentido, se encuentra unida a la justicia y exige de los hermanos ser verdaderos promotores de la justicia y artífices de la paz (cf. arts. 68 §1; 96 §2), particularmente al interior de la Iglesia y de la Orden (cf. arts. 96 §3; 80 §2), siempre con una particular predilección por los pobres y desvalidos (cf. arts. 53; 72 §3; 75 §1), aunque sin juzgar ni despreciar a los ricos y poderosos (cf. art. 98 §1). Gran parte de la problemática aquí enunciada tiene incidencia en varios de los temas de esta guía de lectura, especialmente en los de fraternidad, minoridad y evangelización. 6. A la manera de san Francisco Un último elemento que merece ser destacado dentro de los que constituyen nuestra identidad evangélica es la referencia a san Francisco. Las CC.GG. hacen mención de él ya desde el primer artículo y lo harán insistentemente a lo largo del documento por más de 30 veces. Esto es muy explicable si tenemos en cuenta el sentido carismático que tiene la vocación de san Francisco para la Iglesia y para el mundo y si asumimos su figura como una mediación que nos ha sido propuesta por el Señor para realizar nuestro seguimiento de Jesucristo. La Orden tiene esta mediación como algo especificador y fundamental de su razón de ser y por ello propone el ejemplo y la doctrina de san Francisco como un referente seguro y necesario. En el art. 2 concretiza de forma peculiar la referencia a san Francisco en la Regla aprobada

14 por el Papa Honorio III (cf. también art. 5 §2), calificada en términos jurídicos como “el fundamento de la vida y de la legislación de la Orden”, pero que ha de ser leída y observada en lo que el artículo llama un “contexto vital”, para lograr el cual se hace necesario el recurso a los otros escritos del Santo y a su experiencia de vida (cf. art. 2 §2). En esta forma se acude a una de las fuentes de la renovación de la vida religiosa propuestas por el Concilio Vaticano II (cf. GS 4.31). La referencia a san Francisco se constituye, por tanto, en criterio de fidelidad y de renovación. 7. Reflexión Después de haber tenido esta visión de conjunto sobre los elementos capitales que nos identifican, debemos recordar la distinción que existe entre identidad teórica e identidad práctica. La que acabamos de ver puede ser calificada como nuestra identidad programática, la cual sólo será real en la medida en que la hagamos parte de nuestra existencia. Nuestra Orden será conocida en el mundo de hoy no por lo que los hermanos han escrito sobre sí mismos sino por lo que son: “por sus frutos los conoceréis” (Mt 7,20). Nótese que “dar frutos” no siempre es sinónimo de “hacer cosas”. Lo que las CC.GG. describen como nuestra identidad es “el deber ser”, a la vez que la iluminación y el motivante para llegar a la meta. Entre el “deber ser” y el “ser” actual existirá siempre una tensión dinámica de búsqueda, de discernimiento y de crecimiento. La identidad, en nuestro caso, tiene las características de la utopía; no se puede pretender, por tanto, haberla conquistado por completo. 8. Cuestionario - Retomemos cada uno de los elementos constitutivos de nuestra identidad que han sido señalados y revisemos hasta qué punto tenemos claridad sobre ellos tanto a nivel personal como de Fraternidad local y provincial. - ¿En cuál o cuáles de estos elementos podemos decir que ya ofrecemos una imagen identificable? ¿Por qué? - ¿Qué pasos concretos estamos dando en nuestra Fraternidad local y provincial para asumir hoy la identidad que nos proponen las CC.GG.?

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TEMA 4 PROFESIÓN Y VOTOS Después de haber precisado la identidad evangélica de la Fraternidad de los Hermanos Menores, las CC.GG. dedican el Título II a la profesión, entendida como la entrega total a Dios para responder a su llamada, mediante el compromiso de llevar a una mayor plenitud la consagración bautismal (cf. art. 5 §1). Este Título presenta la fórmula de la profesión y describe el significado y alcance de cada uno de los votos. 1. La profesión: una consagración totalizante De la primitiva “promesa” de que habla san Francisco, para quien profesar es “ser admitido a la obediencia” (RB 2, 11), a la actual fórmula de la profesión, ciertamente existe una gran diferencia. Como instrumento jurídico que es, la fórmula de la profesión ha adquirido a lo largo de los siglos una serie de precisiones necesarias para hacer de la profesión una consagración clara y válida. Pero además de los elementos jurídicos, la fórmula de la profesión encierra una gran riqueza de referencias teológicas relacionadas con nuestra específica vocación evangélica, a la luz de las cuales la profesión no puede ser considerada como un acto jurídico de un momento, sino como una tarea que compromete y dinamiza toda nuestra vida. En efecto, si recorremos lentamente cada una de las frases de la fórmula en sus dos partes, encontramos en ellas como una síntesis de los fundamentos de la Orden, presentados en el Título precedente. Esto nos indica la relación tan estrecha que existe entre la profesión y la vocación específica a la que hemos sido llamados. Hay un elemento de particular importancia que merece ser destacado en la fórmula. Se encuentra en los apóstrofes que acompañan los tres verbos claves de la misma: - “hago voto.... de vivir durante toda mi vida” - “prometo observar siempre...” - “me entrego de todo corazón...” Según esto, la profesión es una consagración totalizante que comprende a toda la persona tanto en intensidad (de todo corazón) como en duración (durante toda mi vida – siempre). Es un acto permanente de dedicación (“vovere”) de todo el ser durante toda la existencia, sin reservarse nada para sí. Es una respuesta generosa y agradecida del hombre a la llamada gratuita y amorosa de Dios. 2. Profesión: manifestación de mi relación con Dios Realizando la gracia del bautismo y siguiendo la llamada de Dios, mediante la profesión de los votos, el hermano menor se abandona en las manos de Dios, sacrificando toda su existencia en un pacto de alianza con Él (cf. art. 5 §1). Esta consagración de la vida a Dios (cf. art. 6 §1) se realiza concretamente por la observancia de los votos (cf. arts. 7-9). Siguiendo a Jesucristo, el hermano menor trata de descubrir y de cumplir la voluntad del Padre en todas sus relaciones. Esta disposición de poner continuamente la propia voluntad en la voluntad del Padre la promete el hermano menor por el voto de obediencia (cf. art. 7 §1.3). Por el voto de pobreza, escoge la forma de vida de Jesús renunciando a todas las seguridades humanas para confiar totalmente en la providencia del Padre celestial (cf. art. 8 §1-2). Su amor indiviso al Padre celestial se expresa por el voto de castidad, que es signo visible del mundo nuevo (cf. art. 9 §1-2). Así vistos, los votos no son sólo una renuncia sino una verdadera posibilidad para “conseguir más plenamente la propia madurez personal y la libertad de los hijos de Dios” (art. 7 §1); para asemejarse a la vida de Cristo y de su pobrecilla Madre (cf. art. 8 §2) y para amar a Dios “con todo el esfuerzo, con todo el afecto, con todas las entrañas, con todos los deseos y voluntades” (art. 9 §1). 3. Profesión: manifestación de mi vida de fraternidad Esta alianza con Dios conduce, “según el espíritu de san Francisco” (art. 5 §1), a la fraternidad de los hermanos menores (cf. art. 6 §1). Así, la vida según los votos se modela concreta-

16 mente en conformidad a la Regla de san Francisco, a las CC.GG. y a las demás leyes propias (cf. art. 6 §2). Por este motivo, la realización de los votos se manifiesta en mi inserción en la Fraternidad. La obediencia se actúa en la relación con los Guardianes y Ministros, especialmente con el Ministro General, pero también en el servicio mutuo entre los hermanos (cf. art. 7 §3). Igualmente, la realización de la pobreza, a través de una vida laboriosa y sobria, debe expresarse en la vida fraterna (cf. art. 8 §3). En fin, el amor fraterno vivido en la Fraternidad, quiere ser una ayuda y un estímulo a fin de que la castidad sea guardada con mayor seguridad (cf. art. 9 §3). 4. Profesión: manifestación de mi relación con el mundo La profesión y los votos no sólo determinan mi vida personal y mi relación con la Fraternidad, sino que también tienen un carácter público y cualifican mi relación con el mundo (cf. art. 6 §1). En fuerza del voto de obediencia ya no me dejo determinar por el mundo, sino que trato de proyectarlo según la voluntad de Dios (cf. art. 7 §3). Especialmente el voto de pobreza me protege del ser determinado por la posesión de los bienes materiales (cf. art. 8 §1). Aún más, la pobreza sitúa al hermano menor en una relación privilegiada con los pobres y los débiles de este mundo (cf. art. 8 §2-3). En consecuencia, cambia su posición y su orientación en el mundo. Con el voto de castidad, el hermano menor llega a ser signo visible de la vida futura (cf. art. 9 §2) y es llevado a practicar con todas las criaturas una necesaria devota humildad que expresa la gloria de Dios (cf. art. 9 §4). 5. Profesión: un proceso dinámico La presentación hecha precedentemente de la profesión y los votos según las CC.GG. manifiesta claramente que en la profesión de los votos no se trata tanto de un acto estático cuanto de un proceso dinámico, que se actualiza siempre de nuevo según las situaciones concretas de la vida. En un acto único y existencial, la profesión hace de toda la vida del hermano menor un continuo “sacrificio ofrecido a Dios en aras de la caridad” (art. 5 §1). La continua referencia a la Regla, a las CC.GG. ... debe ayudar al hermano menor a tender cada vez más a la perfección de su estado (cf. art. 6 §2). Sin descuidar su importancia jurídica, las CC.GG. deben ser comprendidas diversamente que en el pasado: no ya como meras normas que deben cumplirse literalmente, sino como una ayuda para la realización de la vocación franciscana en el mundo de hoy. Según este punto de vista, los votos son la forma de vida que corresponde a la llamada de Dios. Ellos realizan y aseguran la vocación del hermano menor frente a las diversas dificultades y frustraciones humanas. 6. Cuestionario - ¿Qué alcance ha tenido la profesión en mi experiencia personal? ¿Podría decir que realmente ha comprometido toda mi existencia? En caso de que no fuera así, ¿cuáles son las principales resistencias que yo presento para ello? - Leer atentamente la fórmula de la profesión (cf. art. 5 §2) y tratar de individuar cada uno de los elementos constitutivos del carisma de la Orden a la luz del Título I. Revisar nuestro grado de comprensión y de aceptación de cada uno de estos elementos. - ¿En qué forma la profesión de cada uno de los tres votos ha expresado mi relación con Dios? - ¿Puedo decir que la observancia de los tres votos ha incrementado mi inserción en la Fraternidad? ¿De qué manera? - ¿Hasta qué punto puedo decir que la profesión de los tres votos ha condicionado mis relaciones con el mundo? ¿Cómo? - A la luz de mi experiencia personal, ¿realmente la profesión ha incidido en mi proceso de crecimiento en la fe? ¿En qué forma?

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TEMA 5 ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN Con este título, las CC.GG. subrayan la centralidad que tiene Dios en la vocación evangélica del hermano menor (cf. RB 5,2), y en consecuencia, la importancia de la oración en nuestro proyecto de vida. 1. El primado de Dios en las CC.GG. Para comprender el lugar que ocupa el cap. II en las CC.GG., es necesario, en primer lugar, darnos cuenta de cómo nuestra forma de vida se fundamenta y edifica sobre la experiencia de Dios. Hagamos algunas referencias: - Llamados por Dios y consagrados para Dios sumamente amado mediante el seguimiento de Jesucristo bajo la acción del Espíritu Santo (art. 1 §1). - La profesión establece con Dios una alianza y expresa la entrega de amor (art. 5). - Los votos realizan existencialmente dicha consagración (arts. 6-9). - Nuestra Fraternidad se funda y alimenta en nuestra filiación divina y co-hermandad con Jesucristo, por lo que, siendo plenamente humana, su dinamismo es propiamente el de la caridad, es decir, el amor que el Espíritu Santo infunde en nuestros corazones (arts. 38-39). - Nuestra vocación de minoridad, igualmente, nace del seguimiento de Jesús, que se rebajó por nosotros hasta la muerte; su vivencia central es la pobreza de espíritu, nuestra verdad ante Dios (arts. 64-65). - También nuestra misión es obra del Espíritu Santo, continúa la del Hijo y tiene por objeto central la proclamación del único Absoluto, Dios (arts. 83-84). - Por eso, el testimonio de vida o proclamación silenciosa del Reino de Dios es ya un cierto comienzo y el primer modo de evangelización (arts. 87; 89; 90). - En consecuencia, la formación tiene por objeto, ante todo, el seguimiento de Cristo, posibilitando el espíritu de conversión y fomentando principalmente el trato con Dios (arts. 126-127; 135). - La amonestación y corrección de los hermanos debe estar siempre imbuida de la propia conciencia de ser pecadores ante Dios y de la experiencia de su misericordia salvadora (art. 251). Es significativo que cada capítulo de las CC.GG. sea encabezado por este primado de Dios, formulado, cada vez, según un esquema trinitario: al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo, que corresponde al Dios de la Revelación y a la experiencia que tuvo san Francisco del Dios “vivo y verdadero” (cf. AlD 3; OfP Sal 15, 1). 2. La experiencia franciscana de Dios Para asimilar espiritualmente estas CC.GG., es necesario que los hermanos no se detengan sólo a considerar cuáles son las obligaciones que tienen respecto a la oración, sino que capten y hagan suya la experiencia de san Francisco que aquéllas han querido recoger. Nuestro carisma se inspira, primordialmente, en la experiencia que de Dios tuvo el Poverello, del que Celano dice que no sólo era un hombre orante, sino todo él oración (cf. 2Cel 95), cita que ha sido retomada en el art. 19 §2. Señalemos, pues, los rasgos de esta experiencia a la luz de las mismas CC.GG.: - La vida de oración es la primera expresión de nuestro seguimiento de Cristo (art. 19 §1), no sólo porque Jesús oró, sino también porque nuestra vida consiste en cristificación, tal como aparece en la Regla no Bulada, especialmente cuando san Francisco hace suya la oración sacerdotal de Jesús (cf. RnB 22, 41-55) y dice de Jesús que es nuestra suficiencia para todo, particularmente, para poder dar gracias al Padre por su amor infinito (Ibid. 23, 5). - El párrafo 2 del art. 19 concentra la altura y profundidad de la experiencia orante de san Francisco: esa dinámica totalizadora propia de la adoración de Dios “en espíritu y en verdad”, que hizo de san Francisco un verdadero contemplativo. ¿No está ahí, acaso, el secreto de su

18 vida? De hecho, los temas apuntados se repiten constantemente en sus Escritos, en especial, en las oraciones. - La primera forma de oración franciscana es la alabanza, que en san Francisco brota espontáneamente de la experiencia de la absoluta gratuidad del amor creador y salvador de Dios. Inseparable siempre de la fraternidad universal de todos los hombres y de la reconciliación con la creación entera (art. 20). - Las CC.GG. han recogido, además, las grandes mediaciones que estructuran la vida de oración de nuestro Padre: - La Eucaristía, que contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, centro y fuente de la comunión fraterna (art. 21). - La Palabra, especialmente el Evangelio, fuente de nuestra vocación (art. 22). - La Liturgia de las Horas, según el mandato de la Regla (art. 23). - La oración personal prolongada, que no se determina en la Regla, pero que fue práctica común de san Francisco y de los hermanos desde el principio (cf. TC 55), y que recogen estas CC.GG. (arts. 24-25). - Tampoco olvidan el lugar que María ocupa en la piedad franciscana, Ella, a quien san Francisco llamaba, con intuición teológica certera, “la Virgen hecha Iglesia” (SalVM 1). El conjunto de las CC.GG., y especialmente este Cap. II, muestran ese necesario equilibrio entre cristocentrismo y teocentrismo, contemplación de la humanidad de Jesús y celebración litúrgica, tan presente en nuestro Padre y que ha sido propugnado por el Concilio Vaticano II como criterio de renovación de la experiencia cristiana de Dios. 3. Oración y Proyecto de Vida A la luz del Cap. II, queda claro que la oración ocupa el lugar más importante en nuestro proyecto de vida. - La oración nace de la vocación misma. Dios es el fundamento, el origen y meta de nuestra vocación. La Fraternidad expresa su identidad más profunda cuando ora. - La oración integra los demás elementos de nuestro proyecto por ser su fuente. De ahí que todo lo que impida el espíritu de oración y devoción debe ser cuestionado (cf. arts. 19 §2; 28), tal como dice la Regla misma (5,2; 10,9). Oración, fraternidad y misión exigen un discernimiento aquilatado, a fin de lograr una forma de vida coherente. Pero, en ningún caso, la Fraternidad debe olvidar el primado de Dios en sus opciones. En un mundo secular, en que se va perdiendo progresivamente el sentido de Dios, los hermanos menores testimonian proféticamente la presencia y acción de Dios en la historia y afirman, como primera tarea del hombre, la adoración de Dios, ya que han sido creados a su imagen y semejanza y han sido redimidos con la sobreabundancia de su misericordia. Sin embargo, no podrán ser testigos auténticos si su oración se limita a un cumplimiento externo y no nace de una verdadera experiencia interior. Más, es necesario que este espíritu de oración y devoción sepa discernir los signos de los tiempos y respete la cultura y la religiosidad de los no cristianos, a fin de que su fe no sea obstáculo a la proclamación del Evangelio (cf. arts. 4; 85; 93-95). 4. Las mediaciones del espíritu de oración y devoción Nuestro proyecto de vida nace del Espíritu, pero se realiza en opciones. No basta una vida de comunión interior con Dios. Es necesario el ejercicio práctico de la oración, como individuos y como fraternidad. Las CC.GG. establecen qué ejercicios de oración deben estar presentes en nuestro proyecto de vida, disciernen los principales y nos dan las motivaciones teológicoespirituales. a) Eucaristía y Sacramentos (arts. 21 y 33). La Eucaristía, centro de la vida cristiana y de la fraternidad, debe ser especialmente cuidada en cuanto a su celebración. En ella se unifican nuestro amor a Cristo y a los hermanos. b) La Sagrada Escritura, en especial, el Evangelio (art. 22). Para todo creyente es la Palabra “espíritu y vida”, como repetía san Francisco (cf. Test 13);

19 pero para el hermano menor es, además, su regla de vida. Necesitamos creatividad para devolverle el lugar que le corresponde en nuestra vida fraterna. c) La Liturgia de las Horas (art. 23). Es nuestro principal medio para la alabanza y la intercesión. Hemos recobrado, además, nuestra tradición de orar con la Iglesia al reunirnos en Fraternidad, sin que sea necesario ir al coro. d) La oración mental (art. 24). Las CC.GG. se limitan a reproducir el can. 663 §3 del Código de Derecho Canónico; pero todos sabemos que esta mediación es esencial para cultivar el espíritu de oración y devoción, especialmente en una época, como la actual, devorada por el activismo, y en formas de vida de presencia en medio del mundo. e) Otras formas de piedad, tradicionales de la Orden, especialmente dedicadas a los misterios de la humanidad de Jesús, a la Virgen María y a nuestro Padre (art. 26), aunque, dicen las CC.GG., deben estar sólidamente fundadas bíblica y teológicamente, respetando el primado de la Liturgia en la piedad cristiana. f) El cuidado y atención a tiempos y lugares más propicios para promover la dimensión contemplativa de nuestra vida (cf. arts. 29-31). Pertenecen a la tradición de la Orden. Recordemos que es una de las prioridades del Capítulo General de 1985. 5. Problemática Este apartado quiere ayudar a los hermanos a confrontar los principios con la realidad vivida. Sin duda, todos los hermanos están convencidos del primado de la oración en su vocación, pero todos experimentan, igualmente, que lo más evidente y primario es lo más delicado y último en la experiencia real. - Cuando la eficacia viene a ser el criterio de verdad y de consistencia, queda poco espacio para la fraternidad, lo gratuito, la oración. - El contexto sociocultural no favorece, en general, el recogimiento, la reflexión, la dimensión contemplativa de nuestra vida. - El antropocentrismo secular, no entendido correctamente, favorece el compromiso por la promoción del hombre; pero margina la experiencia de la trascendencia y del Reino como iniciativa soberana de Dios. - El progreso de la ciencia y de la técnica plantea nuevas preguntas a la experiencia y al lenguaje religioso, ya que proporciona una explicación intramundana y positivista de los fenómenos y acontecimientos. - Tensión entre vida de oración y urgencias pastorales. - Deficiencias en la formación de los hermanos respecto a la experiencia de Dios, demasiado marcada por el pietismo intimista o cierto formalismo en las celebraciones comunitarias. - Desorientación y desaliento en los hermanos, que repercuten inmediatamente en la relación con Dios. - Con todo, en estos últimos años hay un cierto resurgir en la valoración y práctica de la oración. ¿Comenzamos a recoger los frutos? ¿Son frutos de madurez o, más bien, ocultan problemas mal resueltos? La oración es una de esas experiencias que deben combinar, equilibradamente, una confianza espontánea en la relación con Dios con una sana sospecha de que una vida profunda de oración no se da espontáneamente. 6. Cuestionario - Sería conveniente ir enumerando y analizando cada una de las dificultades que tenemos hoy para profundizar en la experiencia de Dios, distinguiendo dificultades: - externas, del ambiente; - de la Fraternidad y su estilo de vida; - nuestras, personales.

20 - Que cada hermano exprese, también, los medios que más le han ayudado a alimentar su vida de oración. - ¿Qué planteamientos sobre la oración tenéis en la fraternidad? Confrontarlos con las CC.GG. Presentar sugerencias concretas y de inmediata aplicación, teniendo en cuenta la realidad. - ¿Por qué la insistencia de las CC.GG. en “celebrar”? ¿Qué tipo de experiencia espiritual y fraterna presuponen? - ¿Celebramos comunitariamente la Eucaristía y la Liturgia de las Horas? ¿Qué echamos en falta? - ¿Se favorecen espacios y tiempos para la oración personal, la reflexión, o para compartir la fe? - Analiza en qué medida disociamos la oración de la vida, del compromiso por el hombre, de la renuncia a nosotros mismos,... - Sugerir pistas prácticas en orden a dinamizar la vida de oración: - a nivel personal; - a nivel de Fraternidad; - a nivel de Provincia.

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TEMA 6 LA VIDA DE PENITENCIA En cuanto se leen los arts. 32-37 del Cap. II, se percibe el cambio de perspectiva que introducen las CC.GG. en nuestro proyecto de vida. La penitencia se centraba en un conjunto de prácticas, especialmente la abstinencia y el ayuno, como aplicación del Cap. III de la Regla. El estudio de las fuentes y por lo tanto, una mayor fidelidad a san Francisco y al espíritu de la Regla, han recuperado la idea de penitencia como dinámica central de nuestra vocación evangélica. 1. Vida evangélica y espíritu de conversión Llama la atención cómo se usan los términos penitencia y conversión en las CC.GG. (cf. arts. 1; 32; 34; 86; 87), volviendo así a la concepción bíblica, todavía vigente en los Escritos de san Francisco (cf. Test 1-3; 26). No se puede ser hermano menor si nuestra consagración a Dios no conlleva toda una dinámica de transformación, signo de la acción del Espíritu Santo en nosotros, cuyas características son el radicalismo en el seguimiento de Jesús, animado por el espíritu de oración, la caridad fraterna, la negación de nosotros mismos, la condición de menores entre los hombres, el testimonio vivo del Evangelio y la realización de la paz y la justicia en el mundo (cf. art. 1). Pertenece a nuestro estilo de relación fraterna el espíritu de servicio y obediencia caritativa que lejos de ponernos sobre los demás, nos hace amar a los hermanos por encima de nosotros mismos, mostrando preferencia por los hermanos débiles, enfermos y ancianos (cf. arts. 7; 38; 44). Este mismo espíritu desea ser uno con Cristo en su anonadamiento (cf. art. 64), en la actitud de humildad sincera ante Dios y ante los hombres (cf. art. 65), creando formas de vida que nos hacen compartir la condición con los menores de la sociedad (cf. art. 66). Sin la negación constante de nosotros mismos y la asidua conversión a Dios, no podemos testimoniar contra los falsos valores de nuestro tiempo (cf. art. 67), ni promover un mundo más justo, pacífico y solidario (cf. arts. 68-71). La importancia central que tiene la desapropiación en nuestra vida exige este espíritu de conversión, por el cual nos sentimos peregrinos y advenedizos en este mundo, como quería san Francisco (cf. art. 72; RB 6,1). Por eso, allí donde los hermanos, en cualquier tarea que realicen, si viven vida penitente, radicalmente evangélica, están evangelizando con su ejemplo (cf. arts. 84; 92). No podrán convertir a nadie a la fe y al Evangelio si ellos mismos no hacen frutos dignos de penitencia (cf. art. 86). Más: los hermanos menores han sido llamados a predicar en el mundo la conversión desde actitudes y opciones de minoridad. La promoción de la verdad y la justicia exige de nosotros el espíritu no violento y humilde de las bienaventuranzas de Jesús, prefiriendo luchar contra el mal con las armas del amor y la sabiduría de la Cruz (cf. arts. 98-100). Tanto la formación inicial como la permanente exigen no apagar este espíritu de renovación constante de nuestra vida bajo la inspiración del Espíritu Santo (cf. arts. 126; 132; 135). Y hasta la corrección fraterna debe brotar de un corazón misericordioso, consciente del propio pecado (cf. art. 251). 2. A la luz de los arts. 32-37 Los arts. 32-37 sintetizan los rasgos centrales de nuestra vocación a vivir en penitencia y determinan algunas mediaciones para su vivencia efectiva. El art. 32 nos da la clave del espíritu de penitencia y su programa fundamental: - Es gracia del Señor y tiene como referencia el Evangelio. - No cabe conversión sino renunciando a la carne y viviendo del Espíritu Santo. Tema central del Nuevo Testamento y ampliamente comentado y urgido por nuestro Padre. La cita de la Regla bulada 10,8 resulta especialmente significativa, pues es la principal de las exhortaciones de la Regla y está vertebrada sobre el eje vicios-virtudes, carne-espíritu.

22 - El signo de la conversión propia de nuestra vocación evangélica, tal como fue en san Francisco, es la opción preferencial por los pobres, viendo en ellos al Hijo de Dios. El art. 33 asocia la conversión a la reconciliación (otro de los grandes temas de estas CC.GG.: cf. arts. 1; 52; 68; 70; 87; 98-99). El pecado personal y social es la causa de la división en el mundo. - Dios mismo es la fuente de la reconciliación realizada definitivamente en Cristo, actualizada en la historia a través de la Iglesia. Tal es nuestra experiencia de hombres salvados y enviados. - Este don y esta vocación son, a la vez, una tarea que hay que renovar cada día, como si fuera el primero. - La fraternidad misma debe ser signo de esta reconciliación, celebrando comunitariamente y con el pueblo de Dios el sacramento de la penitencia. El art. 34 vincula la conversión al realismo de la vida, con sus conflictos y sufrimientos. Antes que las “obras de supererogación” es necesario dar sentido positivo a la cruz de cada día. El hermano menor no puede olvidar la enseñanza de la “verdadera alegría”, puesta por Francisco como ideal de nuestra vocación de discípulos, llamados a compartir los padecimientos de Cristo. Es en dicho contexto donde encuentran sentido las prácticas tradicionales de penitencia, por ejemplo, el ayuno y los tiempos penitenciales de Adviento y Cuaresma. Nuestra penitencia se nutre de la identificación con Cristo crucificado y con quienes prolongan la pasión de Cristo entre nosotros (hambrientos, pobres, enfermos). Hay dos realidades en las que la conversión se consuma: la enfermedad (y la vejez, en lo que lleva de reducción y de desvalimiento) y la muerte. No las escogemos; pero son las mediaciones por las que el Señor nos lleva a la plenitud de nuestra vocación de seguimiento de Jesús, muerto y resucitado (cf. arts. 35-36). El art. 37 nos pide cumplir ese sagrado deber de piedad y de fraternidad que es la intercesión por nuestros hermanos, parientes y bienhechores difuntos. 3. Reflexión La verdad es que al terminar de leer los arts. 32-37, tenemos la misma sensación que solemos tener al leer algunos grandes textos de los Escritos de san Francisco (por ejemplo, primera Carta a todos los Fieles, verdadero programa para los cristianos que quieren vivir en penitencia; o el Capítulo 17 de la Regla no bulada): cómo la sabiduría de la cruz es el horizonte adecuado para comprender y vivir nuestro proyecto de vida. De ahí nace, también, consecuentemente, la misma reflexión y pregunta que atraviesa la experiencia de los discípulos en el Evangelio: ¿quién puede entender este lenguaje? Hemos sido llamados a perder la vida para ganarla; pero nuestro egoísmo se rebela, como Pedro (cf. Mc 8,27-38; Jn 6,54-71), contra el escándalo mesiánico de la cruz. Necesitamos la luz de la Pascua y la fuerza del Espíritu para seguir este camino. Siempre ha sido difícil la conversión al Evangelio; pero hoy somos conscientes de ciertas dificultades específicas de nuestro tiempo. Señalemos algunas, que a veces atribuimos al ambiente externo, pero están también en nosotros: - ¿No es verdad que el mensaje cristiano ha estado marcado unilateralmente por la renuncia? - ¿Tiene sentido ese proyecto de vida, que exige al hombre una negación constante de sí mismo? ¿No se presta al desequilibrio psicológico? La respuesta a estas cuestiones presupone una doble iluminación: a) Teórica: El humanismo cristiano debe integrar los datos de las ciencias humanas, por ejemplo, cómo la negación de sí no anula la realización adulta del hombre, sino que la posibilita. b) Práctica: Esta es la más delicada, pues supone un discernimiento de la realidad de las personas. En efecto, para llegar a vivir habitualmente este espíritu de conversión, configurado por la Cruz, el hermano menor necesita, previamente, un grado notable de integración psicológica y de libertad espiritual. Y ¿si no lo tiene?

23 Las CC.GG. no plantean estos problemas, porque se sitúan en el horizonte de ideal y proyecto. En el Capítulo VI, sobre la formación, propugnan una formación integradora de lo humano, cristiano y franciscano. Presuponen, pues, la necesidad de resolver estas cuestiones en la fase inicial. Sin embargo, todos sabemos que la vida humana está sometida a conflictos y procesos complejos. ¿Cómo mantener nuestro ideal de radicalidad evangélica teniendo en cuenta la dinámica real de las personas y de las fraternidades? 4. Cuestionario - Dialogar en fraternidad sobre este espíritu de conversión, que implica una actitud humana espiritual de apertura, flexibilidad y deseo de renovación, y una actitud espiritual de escucha de la Palabra y de entrega incondicional a la voluntad de Dios. Analizar qué mecanismos de defensa pueden impedirnos este espíritu. - ¿Estamos de acuerdo con los nuevos acentos de la práctica penitencial de estas CC.GG.? No niegan las prácticas tradicionales, pero dan más importancia a las actitudes, al compartir, lo que se es y se tiene con los demás, a la experiencia del sufrimiento ajeno y propio, etc. - Profundizar en la problemática planteada en las reflexiones del apartado 3 sobre el humanismo de la Cruz y las posibles objeciones que vienen del ambiente hedonista que nos rodea y de ciertas concepciones sobre la realización y felicidad del hombre. - ¿Qué signos te parecen auténticos y cuáles inauténticos cuando se habla de la negación y del sacrificio? - ¿Tienes impresión de una vida fácil, confortable, personalmente y en fraternidad? ¿Se puede hacer algo? Por ejemplo, ¿qué propondrías tú en la Fraternidad? - ¿A qué conversión concreta te llama el Señor aquí y ahora?

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TEMA 7 “TODOS VOSOTROS SOIS HERMANOS” Con esta expresión aparece identificado el Cap. III de las CC.GG., dedicado al tema de la vida fraterna. La expresión, que es de pura raigambre evangélica (cf. Mt 23,8), fue tomada literalmente de la RnB 22,33 para evocar los orígenes que inspiraron e inspiran nuestra condición de hermanos en la Iglesia y en el mundo. El carácter general e indeterminado de la frase nos hace ver desde ya que, para nosotros, el ser hermanos corresponde a una vocación que tiene repercusiones universales. No se puede reducir, por tanto, a las relaciones interpersonales de los hermanos de la Orden, aunque las CC.GG. le dan una cierta prioridad a estas últimas. Puesto que el “ser hermanos” es un elemento fundamental de nuestro peculiar carisma, se explica que el tema de la fraternidad se encuentre a lo largo de todas las CC.GG., a pesar de que haya un capítulo dedicado especialmente a él. Por tanto, para comprenderlo, se debe tener en cuenta todo el conjunto. 1. Principios inspiradores Es importante destacar algunos de los principios que fundamentan y explican la vocación de hermanos. Se encuentran casi todos en los primeros artículos del Cap. III, expresados en forma breve. Veámoslos en detalle: a) Estamos llamados a ser hermanos porque somos “hijos del Padre celestial y hermanos de Jesucristo en el Espíritu Santo” (art. 38). Este principio se inspira en uno de los pasajes culminantes de la Carta a los Fieles (cf. 2CtaF 49-53) en donde Francisco expresa la máxima aspiración y, a la vez, la gran recompensa de quien es fiel. Las relaciones de familia que se dan en la Fraternidad marcan desde la fe el origen de nuestra condición de hermanos y le dan consistencia a nuestras relaciones fraternas. Por ello las CC.GG. acuden al modelo de “la familia unida en Cristo” (art. 45 §1) cuando quieren motivar el fomento de la comunión fraterna. b) Nuestra condición de hermanos está en la perspectiva del seguimiento de Jesucristo “según la forma evangélica revelada por Dios a san Francisco” (art. 38). Después de que el Señor le dio hermanos, fue el mismo Altísimo el que le reveló que debía vivir según la forma del santo Evangelio (cf. Test 14). A la luz de esto, el ser hermanos no obedece a una moda, ni a una conveniencia social, ni a una exigencia jurídica. Es una vocación específica que brota como una consecuencia de los postulados inspiradores del Evangelio. c) “Puesto que la caridad de Dios ha sido derramada por el Espíritu Santo en sus corazones” (art. 39), los seguidores de san Francisco son “hermanos espirituales”. Un “hermano espiritual”, es decir, un hermano en el Espíritu, es aquel que se deja guiar siempre por la “divina inspiración” y no por el “espíritu de la carne”. La divina inspiración, de que tanto hablaba san Francisco, es el gran motor que induce, que ilumina y que estimula el ser y el quehacer de los hermanos. Con ese mismo motor se impulsan las relaciones de los hermanos entre sí, en las cuales el amor y el cuidado deben ser mucho mayores que los que una madre manifiesta por su hijo carnal (cf. art. 38). d) “Cada hermano es un regalo dado por Dios a la fraternidad” (art. 40). Este principio que estuvo tan fuertemente grabado en la mente de Francisco hasta el final de sus días (cf. Test 14), tiene una singular importancia en nuestra concepción de la vida fraterna. Por una parte, procede de un profundo sentido de la gratuidad de Dios que nos da hermanos y del reconocimiento de que la fraternidad forma parte del plan salvador del Padre; por otra, lleva a un respeto reverencial por el proceso de salvación que se da en cada hermano y a una valoración sincera de la persona da cada uno de los hermanos por lo que son en sí mismos a la luz de la fe. e) Todos los miembros de la Orden son iguales en cuanto a su condición de hermanos menores, a pesar de que desempeñen distintos oficios, cargos o ministerios (cf. arts. 3; 41). Es una igualdad que se desprende de la condición de hijos del mismo Padre Dios y hermanos en Jesucristo, pero que no elimina las diferencias individuantes de cada hermano procedentes de su

25 carácter, cultura, costumbres, talentos, facultades y cualidades (cf. art. 40); por el contrario, las respeta y valora. La igualdad no tiene que ver con el “igualitarismo” ni con el “uniformismo” conformista y despersonalizante, sino que se basa en un sano pluralismo que enriquece la convivencia fraterna. f) La condición de hermanos menores tiene repercusiones universales. Los hermanos no deben vivir solamente para sí mismos, “sino que deben ser útiles a los demás, buscando tener con todos los hombres la misma comunión fraterna que cultivan entre sí” (art. 87 §1). Esto significa que el amor fraterno, como lo vivió san Francisco, no tiene fronteras y, por lo mismo, no se agota en los límites de una Fraternidad local o en los de la Orden. Este principio aparece expresado en varias partes de las CC.GG. con diferentes aplicaciones: - Los hermanos, con una actitud fundamental de amor a todos los hombres, “están obligados a llevar el anuncio del Evangelio al mundo entero y a predicar con las obras la reconciliación, la paz y la justicia” (art. 1 §2). - La vida fraterna de los hermanos, fundada en Jesucristo, está llamada a ser “fermento de comunión entre todos los hombres” (art. 52), por lo cual deben acoger y tratar benignamente no sólo a los amigos sino también a los adversarios (cf. RnB 7,14). - La liberación por la pobreza y el gozo de la esperanza puesta en la Promesa, debe llevar a los hermanos, por medio de la mutua aceptación y la benevolencia entre los hombres, a ser los “instrumentos de la reconciliación que Jesucristo consumó en la cruz” (art. 70). - La comunión fraterna, fundada siempre sobre la oración y la penitencia, se constituyen en el “signo profético de la nueva familia humana” (art. 87 §2). - El amor universal de los hermanos se expresa de modo preferencial a través de la comunión fraterna con todos los menores de la tierra, desde cuya óptica aprenden a mirar todos los acontecimientos de la historia (cf. art. 97 §2). - Siguiendo las enseñanzas de san Francisco, el amor de los hermanos tiene también unas dimensiones cósmicas. Se expresa en su reverencia por la creación y en su preocupación por que la naturaleza recupere su sentido de fraternidad y utilidad para todos los hombres (cf. art. 71). 2. Dimensiones A la luz de los principios destacados precedentemente, nos damos cuenta que el amor fraterno tiene dimensiones múltiples en las nuevas CC.GG. Además del ámbito primario, o sea el de las relaciones de los hermanos menores entre sí, existen otras dimensiones que las complementan y enriquecen. Sin ellas no se podría entender el espíritu franciscano de la fraternidad. Enunciémoslas brevemente partiendo del aspecto más general: - La dimensión cósmica, de la cual acabamos de hablar, mediante la cual los hermanos entran en relación reverente y responsable con la naturaleza (cf. art. 71). - El amor que alcanza a todos los hombres de la tierra sin distinción de razas, de culturas, ni de religiones, entre los cuales los hermanos ejercen el ministerio de la justicia, de la reconciliación y de la paz (cf. arts. 1 §2; 52; 70; 87 §1-2; 92 §2; 93 §1-2; 94; 95 §2-3; 96 §1; 98-99). - El amor preferencial por todos los menores de la tierra ocupa un puesto de privilegio en las CC.GG. Esta dimensión del amor fraterno lleva a los hermanos no sólo a insertarse entre ellos, sino a aprender de ellos y a solidarizarse con ellos en la recuperación de su dignidad humana (cf. arts. 87 §3; 93 §1; 96 §2; 97). - Es un amor que se hace ecuménico a través de la colaboración y la búsqueda de caminos nuevos junto con todos los demás hermanos cristianos, y que se expresa ante todo por medio de la unidad y la caridad (cf. arts. 92 §1; 95 §1). - La dimensión católica del amor fraterno tiene múltiples manifestaciones en las actuales CC.GG. La Iglesia es el ámbito dentro del cual los hermanos realizan su vocación evangélica, y el amor a ella se expresa en términos de fidelidad, obediencia, participación en su tarea evangelizadora, colaboración con las Iglesias particulares, etc. (cf. arts. 1 §1; 4 §1; 5 §2; 8 §2; 53; 83 §2; 105 §2; 112 §2; 115 §1; 116 §2; 117 §3; 154 §1; ...).

26 - El amor fraterno tiene una dimensión específica en las relaciones con todos los miembros de la gran Familia Franciscana. Con ella se pone de manifiesto que el carisma de san Francisco es pluralista en sus manifestaciones y en sus frutos. El reconocimiento de que procedemos de una raíz común debe llevar a fomentar el estímulo y la colaboración recíprocas tanto en lo que se refiere a la fidelidad al proyecto de vida como al servicio de la evangelización. Las CC.GG. dedican varios artículos a la valoración y promoción de estas relaciones, las cuales encuentran formas concretas en la acogida preferencial de sus miembros en nuestras casas, en la asistencia a los monasterios de clausura de la Segunda Orden, en la ayuda espiritual a los hermanos y hermanas de la Tercera Orden Regular y en el apoyo y promoción de la Orden Franciscana Seglar (cf. arts. 51; 55-63; 88). 3. Problemática Todo lo anteriormente visto no es un simple enunciado de teorías. Son principios fundamentales que tienen incidencia en problemas concretos y actuales de nuestra vida, como lo podemos ver, por ejemplo, en los casos siguientes: - En las relaciones diarias de los hermanos entre sí y con todos los demás, se suelen presentar desequilibrios entre lo que se sabe y lo que se practica. Se da la impresión de que los fundamentos teocéntricos y evangélicos de nuestra específica vocación de hermanos se reducen a una simple lección teórica aprendida durante el noviciado. Muchas veces se pretende resolver las dificultades acudiendo al psicólogo o a la evasión. Se olvida que es a través de la praxis de cada día como aprendemos a “teocentrar” nuestra relación fraterna. En estos casos, como en otros, se hace urgente replantear la tarea animadora que tienen los Guardianes y Ministros, y la función formadora que de suyo debe ejercer la Fraternidad. - El momento histórico que nos ha tocado vivir está especialmente dominado por el hedonismo y el egoísmo. En este contexto, la condición de “hermanos espirituales”, tomada en su más genuino significado, tiene una función profética. Asumirla supone una permanente toma de conciencia de parte de todos los hermanos. - La claridad a nivel teórico en materia de igualdad entre los hermanos, que nos ha llevado a reivindicar nuestros derechos ancestrales, no siempre se traduce en los hechos de vida. El principio de la igualdad está llamado a iluminar muchas disposiciones prácticas de la vida fraterna, algunos programas formativos y, sobre todo, a hacer cambiar una cierta mentalidad clerical. - Los últimos años están siendo marcados por el renacer de los nacionalismos, la sobrevaloración de las culturas locales y el fanatismo religioso. Frente a estos y otros fenómenos concomitantes es fácil que se produzca un repliegue de la expansión evangelizadora de la Orden y se pierda la dimensión universalista de nuestra condición de hermanos menores. - No es raro encontrar que el “voluntarismo”, tan característico del espíritu franciscano, se traduzca erróneamente en obras llevadas individualmente por un hermano o en un cierto “capillismo” a nivel local o provincial. Más extendido aún es quizás un cierto escepticismo frente a la eficacia de organizaciones y frentes comunes de acción. Son estos los principales enemigos de la apertura del amor fraterno a otras dimensiones, particularmente a la Familia Franciscana. - Es bastante sintomático el hecho de que en los principales movimientos en favor de la conservación de la naturaleza y del equilibrio ecológico no se note la presencia animadora de los hermanos menores. Parece como si aún careciéramos de la fuerza de influencia suficiente para promover un amor responsable por los bienes de la creación. - La urgencia de inserción entre los pobres, que plantea nuestra específica vocación y el momento histórico que nos ha tocado vivir, corre el riesgo, en algunos ambientes, de quedarse en simples racionalizaciones que encubren nuestros temores. - San Francisco de Asís es hoy también un guía seguro que nos enseña cómo conducir nuestro amor de hermanos a la Iglesia y en la Iglesia. La mejor crítica constructiva que podemos hacer de ella la lograremos a partir de la coherencia de nuestra vida con lo que profesamos y de la colaboración alegre y desinteresada en la construcción del Reino por medio de la evangelización.

27 4. Cuestionario - ¿Cómo actuamos en nuestra vida diaria de relación con los demás la convicción de que todos somos hijos de un mismo Padre y hermanos en Jesucristo? ¿En nuestra práctica de vida fraterna damos muestra de haber ya asimilado este principio? - Hagamos una lista de los signos manifestativos que, según nosotros, expresan, (a nivel personal o fraterno) que estamos viviendo nuestra condición de hermanos como una verdadera vocación específica. A la luz de ella podríamos ver nuestros progresos y nuestras deficiencias en este aspecto. - ¿Hasta qué punto podemos decir que nos comportamos como “hermanos espirituales” y no como “hermanos carnales”, es decir, movidos por otro tipo de intereses? - ¿A través de qué hechos concretos se está viviendo la igualdad en nuestra Fraternidad? ¿Quedan todavía algunas expresiones de una mentalidad clerical? ¿Cuáles? ¿Qué se está haciendo a nivel provincial y local para superar la mentalidad “clerical”? - ¿Se puede decir que nuestra Provincia y/o nuestra Fraternidad local tienen un espíritu de apertura universalista? ¿Cuáles serían las expresiones más claras de este espíritu? ¿Qué iniciativas concretas se podrían poner por obra para mejorar esta condición típica de nuestra condición de hermanos? - Particularmente con relación a la Familia Franciscana que se encuentra en nuestra ciudad, diócesis o región, ¿cómo se expresa nuestra unión a ella? ¿En qué forma podríamos fomentarla?

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TEMA 8 LA COMUNIÓN FRATERNA 1. Importancia de la terminología La comunión fraterna ocupa un puesto de primer orden en el proyecto de vida de los hermanos menores. En efecto, ya desde el art. 1, que presenta el radicalismo evangélico entre los fundamentos de la Orden, aparece este radicalismo como un imperativo para todos los hermanos a través de dos manifestaciones específicas: el espíritu de oración y devoción y la comunión fraterna (cf. art. 1 §2). Según esto, sin la comunión fraterna nuestro proyecto de vida quedaría desfigurado, mutilado; no se podría entender, pues carecería de una base evangélica. Los arts. 38-54 de las CC.GG. están dedicados de manera particular a la vida de fraternidad de los hermanos entre sí. La expresión que identifica el Título I: “La comunión fraterna”, se encuentra al menos 12 veces en todo el documento. Es empleada frecuentemente para hacer referencia al espíritu de caridad que debe reinar al interior de la Orden, pero algunas veces se aplica también al fomento de ese mismo espíritu en las relaciones con todos los demás seres humanos. En ocasiones se encuentran otras expresiones que tienen un significado semejante como, por ejemplo, “unión fraterna”, “vida fraterna en comunión”, “unidad y comunión”, etc. Es importante resaltar que se emplea el término “comunión” y no el de “comunidad”; se habla de “unión” o de “unidad”, pero nunca de “unicidad”. Esto se entiende mejor si se tiene en cuenta que las CC.GG. han rescatado el concepto de “Fraternitas” para la Orden. El documento dice en forma explícita que la Orden es una Fraternidad (cf. art. 1 §1; 87 §1) y al menos 39 veces emplea esta palabra para referirse bien sea a toda la Orden, o a una Provincia, o al grupo de hermanos que habitan en una casa. Otra palabra clave en el lenguaje de las CC.GG. es “hermanos”. Los “hermanos” son los sujetos en la mayoría de las frases, los destinatarios de todas las disposiciones. Las CC.GG. son la ley fundamental para “los hermanos menores”. Este es su máximo título, un título que contiene por cierto todo un programa de vida. “Hermanos”, “Fraternidad”, “Comunión”. He aquí una terminología de rico contenido, que proporciona matices específicos al mandamiento evangélico del amor y que es preciso tener en cuenta para comprender mejor el alcance de los principios que inspiran y dinamizan la comunión fraterna. 2. Tres líneas de fuerza Son varios los principios que inspiran y dan sentido a la comunión fraterna a la luz de las CC.GG. Algunos de ellos han sido ya destacados en el tema 7. A esos principios conviene agregar tres líneas de fuerza de carácter antropológico, que están latentes en varios artículos y que nos ayudan a comprender mejor el significado y el alcance de la comunión fraterna. Una de estas líneas es la valoración de lo humano. No se puede pretender construir la comunión fraterna exclusivamente con principios teológicos; necesita también convicciones antropológicas. Para ser buenos hermanos debemos ser primero auténticos hombres. Las CC.GG. han optado decididamente por fomentar ciertos valores humanos que están en la base de unas sanas y profundas relaciones fraternas. Por ello recomiendan de modo especial: - el espíritu de familiaridad y de mutua amistad, es decir, un tipo de relaciones que partan de un afecto sincero y no enmarcado en ciertos estereotipos sociales (“religiosos” o “clericales”); - la cortesía, que procede de la convicción de la dignidad de la persona del hermano, en el cual está presente el Espíritu de Dios, y que lleva a anticiparse unos a otros en la mutua caridad; - el sentido del humor, llamado en el texto “jovialidad de espíritu”, signo evidente de que en la persona hay equilibrio interior, sin complejos ni represiones; - la prontitud de ánimo para prestarse servicios recíprocos con entera gratuidad, sin exigir contraprestaciones; - el alegrarse sinceramente por los éxitos de los hermanos, en lo cual se pone de manifiesto una psiquis sana, sin envidias ni rencores (cf. arts. 40; 42 §1).

29 En esta perspectiva de lo humano, las CC.GG. dicen que la Fraternidad se ha de convertir en “el lugar privilegiado de encuentro con Dios”. Según esto, los valores humanos adquieren una especie de rango sacramental, de signos sensibles que facilitan el encuentro con Dios a través de la persona del hermano. Otra línea de fuerza es la reciprocidad. Se la encuentra atravesando casi todos los artículos que hablan de fraternidad y se la puede detectar especialmente a través de apóstrofes como: “mutuamente”, “entre sí”, “unos a otros”, etc. (cf. arts. 7 §3; 38; 39; 40; 42 §1; 50; 70; etc.). La reciprocidad parte del principio de la igualdad entre todos los hermanos y de la convicción de que el hermano vale por lo que es y no por lo que hace o tiene. Tiende a crear relaciones primarias de verdadera amistad en un plano horizontal y no funcionales con un sentido verticalista. La tercera línea es la corresponsabilidad. Nace del valor que tiene cada hermano en la Fraternidad y del significado que tiene el proyecto fraterno dentro del plan de salvación. Según esto, cada miembro de la Fraternidad no sólo debe responder a la llamada que ha recibido, sino que debe colaborar para que cada uno de los otros hermanos sea fiel en su respuesta. El texto de las CC.GG. insiste de varias formas para fomentar esta corresponsabilidad (cf. por ejemplo, arts. 9 §3; 45 §2; 79 §1; 82 §1; 181 §4). Aunque los Ministros y Guardianes tienen una especial responsabilidad, es a todos los hermanos a quienes compete la tarea de “edificar la fraternidad” (cf. art. 45 §1) desde todos los ángulos que componen el fraterno. 3. Elementos dinamizadores de la comunión fraterna Una lectura completa del Título I dedicado a la comunión fraterna exige que fijemos nuestra atención sobre los elementos dinamizadores de la misma recogidos en este capítulo. Se puede decir que son como los vehículos adecuados para poner en práctica los principios señalados anteriormente. Varios de estos dinamismos se encuentran en el art. 42 §2 y constituyen una buena base (no la única) para la especificación del proyecto de la Fraternidad, puesto que habla, entre otras cosas, de: - llevar un estilo semejante de vida; - participar en la oración; - compartir el servicio del apostolado; - hacer en común los trabajos domésticos. Hay un artículo específicamente dedicado a la corrección fraterna (art. 43; cf. también art. 251) por el papel especial que está llamada a ejercer en el robustecimiento de la comunión fraterna. Se trata de un ejercicio saludable que no se debe confundir con la revisión de vida. San Francisco nos dejó dos criterios fundamentales para realizarlo: con humildad y con afecto. Y nos señaló tres momentos diferentes en la manera de proceder: la amonestación, la instrucción y la corrección (cf. RnB 5,5). Además de la preocupación por el alma del hermano, es necesario cuidar de su cuerpo. Es todo el hombre el que interviene en la construcción de la vida fraterna. De ahí el cuidado que se debe tener de los débiles, los enfermos y los ancianos (cf. art. 44). La comunión fraterna no se construye con las palabras sino con los hechos concretos. Por ello la importancia de: - crear espacios reservados por medio de la clausura para facilitar el encuentro familiar de los hermanos (cf. art. 47); - fomentar el encuentro informal de los hermanos tanto a nivel local como provincial e interprovincial (cf. art. 50); - preparar convenientemente y realizar los Capítulos dentro del espíritu que los debe animar, como la máxima expresión de la vida fraterna, a fin de que cumplan sus objetivos (cf. arts. 46; 112; 188); - crear el sentido de estímulo mutuo y pertenencia a la Orden mediante la divulgación de los hechos más importantes realizados por los hermanos (cf. art. 49). La comunión fraterna hacia el interior se enriquece cuando se fomenta hacia el exterior, de acuerdo con su característica universalista. Para activarla, las CC.GG. proponen en este capítu-

30 lo: - la hospitalidad (cf. art. 51); - compartir los bienes materiales y espirituales con los pobres y necesitados (cf. arts. 53-54). 4. Reflexión Todo lo anterior nos lleva a reflexionar sobre varias dimensiones prácticas de nuestra vida que contrastan con los postulados allí presentados. Tratar de puntualizarlos tiene un gran valor, en cuanto nos ayuda a que los principios expresados por las CC.GG. encuentren una aplicación concreta en nuestra respuesta diaria. Nos referiremos sólo a algunos puntos, a manera de comienzo de la reflexión, la cual se enriquecerá en gran medida cuando cada uno comparta en su Fraternidad las reflexiones personales. Una primera reflexión nos la sugiere nuestro propio nombre que, como veíamos precedentemente, es un nombre programático. Es cierto que el uso desgasta las cosas y a veces también las palabras, pero no es menos cierto que, según un elemental principio de exégesis, “el lenguaje no es inocente”. Por ello es muy justo que nos preguntemos: ¿por qué se han desgastado ciertas palabras de nuestro lenguaje fraterno? Tal ha ocurrido, por ejemplo, con el antiguo título de “fray”, que hoy para casi nadie significa hermano y que ha degenerado en la identificación de un cierto “status” social. Y si “el lenguaje no es inocente”, ¿por qué nos aferramos a títulos como “Doctor”, “Padre”, “Padres Franciscanos” y a otros que tienen connotaciones de distinción y privilegio en ciertos países? Nuestro máximo título y nuestra gran tarea es la de ser “hermanos menores”. San Francisco nos lo enseñó en términos muy claros: “Nadie sea llamado prior, mas todos sin excepción llámense hermanos menores” (RnB 6,3). “Todos vosotros sois hermanos; y entre vosotros no llaméis a nadie padre sobre la tierra, pues uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Tampoco os llaméis maestros, pues uno es vuestro Maestro, el que está en los cielos" (RnB 22, 33-35). Otra reflexión puede partir del puesto real que ocupan los valores humanos en nuestras relaciones fraternas. A veces se da la impresión de que los hermanos están reunidos en una determinada casa en función de un trabajo, y éste no siempre bien realizado. Los contactos entre ellos son mínimos, los estrictamente necesarios. Las relaciones son funcionales. Predomina el escepticismo, la desconfianza y el mal humor sobre la alegría, el estímulo mutuo y la ayuda recíproca. Aflora por diversos ángulos la crítica menuda y destructiva, sin que muchas veces el interesado se dé cuenta de ello. Quizá no siempre se valora suficientemente el significado que tiene la corresponsabilidad en la construcción de la comunión fraterna. Es posible que en nuestras Fraternidades ya se haya superado el autoritarismo y el paternalismo después de la recuperación del puesto que debe tener el hermano en la Fraternidad. Pero no se trata de una simple reivindicación de derechos; la edificación de la vida fraterna implica tareas específicas para cada hermano y de todos en común. Cuando hay egoísmo y anarquía no se puede dar una respuesta común a la llamada y al don de la fraternidad y se corre el peligro de caer en autoritarismos peores que los anteriores Los Capítulos, tanto locales como provinciales, nos brindan otro motivo de reflexión. Bien sabemos que a través de ellos se logra la máxima expresión de la vida de una Fraternidad, pero también son uno de los principales medios para animar la vida fraterna. Pero esto no se da automáticamente. Deben ser preparados cuidadosamente, como cuando se prepara una fiesta de familia. En verdad son el encuentro de la familia, la celebración de la hermandad. Su principal finalidad es la de “tratar de las cosas que se refieren a Dios” (RnB 18,1). Se requiere, por lo mismo, la máxima atención para que no degeneren en reuniones rutinarias sobre asuntos administrativos de la casa o de la Provincia y, menos aún, en momentos de tensiones por juegos políticos de presiones e influencias. No siempre es fácil establecer la diferencia entre los dones peculiares de cada persona y los caprichos que obstaculizan el crecimiento de la comunión fraterna; entre los diferentes ritmos en el proceso de conversión y el afán de escudarse en las diferencias personales para obstaculizar el mismo. Se debería hacer un discernimiento sereno, a nivel fraterno, a fin de que el principio

31 basado en que el hermano es un regalo dado por Dios a la Fraternidad se entienda en su justo significado. 5. Cuestionario - Sería útil que cada uno tratara de identificar y analizar el tipo de relación que se da en la respectiva casa donde vive: ¿es una agregación de personas?, ¿es una vida conventual de comunidad?, ¿es un grupo de personas que trabajan juntas?, ¿es una reunión de amigos?, ¿se construye la comunión fraterna? - ¿Se puede decir que nuestras Fraternidades son lugares privilegiados para el encuentro con Dios? ¿Por qué? Señalar los principales factores que dificultan este encuentro. - ¿Cómo se ocupa la Fraternidad (provincial o local) de los hermanos ancianos, de los enfermos, de los “difíciles”? - ¿Se practica en nuestras fraternidades la corrección fraterna y la revisión de vida? ¿Cómo? - ¿Cuáles son las expresiones concretas a través de las cuales se manifiesta el sentido de corresponsabilidad en nuestra respectiva Fraternidad? - ¿Existe un proyecto de la Fraternidad en nuestra Provincia, en nuestra casa? ¿Cómo se lleva adelante este proyecto? - ¿Cómo se celebra el Capítulo en nuestra Fraternidad? ¿Qué dinámicas se siguen en su preparación y en su realización? - ¿Es nuestra Fraternidad acogedora? ¿Cómo se comporta con los que llegan? - De parte tuya, ¿hay preocupación por servir desinteresadamente a tus hermanos, por ayudarlos en sus dificultades, por estimularlos en sus éxitos y trabajos?

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TEMA 9 NUESTRA VOCACIÓN DE MENORES El tema de la minoridad ha sido uno de los más reflexionados durante los últimos tiempos. Esta reflexión ha incidido al interior de nuestra Orden y nos ha permitido clarificar el significado de esta dimensión específica de nuestra vocación, facilitándonos así una mayor fidelidad al Evangelio en el mundo de hoy. Bastaría mirar, por ejemplo, la documentación post-conciliar que ha producido la Orden en los Capítulos Generales de Medellín y Madrid y en el Consejo Plenario de Bahía, para darnos cuenta de la importancia que se le ha dado a este tema. Las CC.GG. han logrado hacer eco a tan rica reflexión e, inspiradas en las enseñanzas de san Francisco, nos ofrecen una visión bastante profunda y actual de la minoridad. Dado el papel fundamental que tiene la minoridad en nuestro carisma específico, se explica que el tema se encuentre no sólo en un capítulo especial (Cap. IV) sino también en otras partes del documento. 1. Un punto de partida indispensable: El seguimiento de Jesucristo No se podría entender adecuadamente la minoridad en las CC.GG. si no se tiene en cuenta el especial significado que en ellas tiene el seguimiento de Jesucristo. En efecto, es bastante elocuente que, de al menos 15 textos que explícita o implícitamente hablan del seguimiento de Jesucristo, 8 lo presenten en relación con el misterio de su anonadamiento, su pobreza y obediencia: - Jesucristo “que puso su voluntad en la voluntad del Padre” (art. 7 §1); - Jesucristo “que se hizo pobre por nosotros en este mundo” (art. 8 §1); - la altísima pobreza que tiene su origen en Cristo (art. 8 §2); - Cristo que es ejemplo de convivencia “con personas viles y despreciadas, con pobres y débiles...” (art. 8 §3); - Jesucristo “que se abajó, haciéndose obediente hasta la muerte” (art. 64); - Jesucristo que se anonadó (art. 66 §1); - Jesucristo crucificado (art. 85); - Jesucristo, ejemplo de abnegación (art. 132). La frecuencia de esta temática dice muy claramente cuál es la dimensión predominante del Jesucristo que se ha de seguir a la manera franciscana en las CC.GG. El origen de esta percepción preferencial de Jesucristo lo encontramos en el mismo san Francisco. La humildad de la encarnación de Cristo y la caridad de su pasión fueron para él objeto de permanente preocupación (cf. 1Cel 84). Por ello es evidente que su concepción de la vida tuviese siempre la impronta del anonadamiento de Jesucristo, el verdadero Siervo de Yavé. Esta concepción de la vida es una de las más ricas herencias que hemos recibido de Francisco y constituye lo que desde hace mucho tiempo llamamos “minoridad”, la cual se traduce en actitudes fundamentales frente a Dios, al mundo, a los demás seres humanos y también frente a nosotros mismos. 2. La minoridad, vocación específica El art. 64 es uno de los textos más importantes sobre la minoridad que traen las CC.GG. Fijemos nuestra atención en los dos elementos que forman la motivación del mismo: uno de ellos es el seguimiento de Jesucristo en su anonadamiento, inspirado en el himno de la Carta a los Filipenses (2,8), sobre el cual ya se ha dicho algo precedentemente; el otro es la vocación de la minoridad. Nótese que aquí se parte de la vocación de menores como de un supuesto, de un principio adquirido, y se la presenta como una vocación propia. En realidad, la herencia de la minoridad da a los hermanos una característica propia dentro de la Iglesia y del mundo, hasta el punto que se puede hablar de una vocación específica. Esta herencia constituye el máximo privilegio de los hermanos y, a la vez, les da una configuración determinada, que por sí misma tiene un valor testimonial. En este sentido, tal vocación está llamada a producir muchos frutos en la Iglesia de Dios, siempre que los hermanos permanezcamos fieles a nuestra condición de menores, siempre que sepamos conservar la herencia recibida (cf. art. 91).

33 La segunda parte del art. 64 indica dos formas de ir por el mundo. Estas dos especificaciones tienen una gran importancia porque nos ayudan a entender mejor el concepto de minoridad que traen las CC.GG. El reduplicativo “gozo y alegría” denota una actitud positiva del alma, propia de quienes poseen el Espíritu del Señor; es el indicio de que se ha asumido en el ámbito de la fe una posición frente a Dios. Por otra parte, la convicción de ser siervo de todos y la actitud pacífica y humilde son el fruto de una decidida toma de posición frente a los demás y a sí mismo. Según podemos ver, la minoridad es una vocación que implica toda nuestra vida. 3. Fundamento de la minoridad Otro texto clave en el tema de la minoridad es el art. 65, en cuanto presenta su fundamento, su punto de partida, es decir, la verdad de lo que es el hombre ante Dios. La confrontación de las dos realidades, Dios y el hombre, pone de manifiesto la santidad, la grandeza, la bondad, la altura, la majestad... de Dios y la debilidad, la pequeñez, la bajeza, la insuficiencia... del hombre. Se puede decir, por tanto, que la minoridad parte de una convicción teológica y no de una actitud psicológica ni de una consideración sociológica. Es desde la ubicación de la propia vida en el horizonte de Dios cuando se empieza a ser menor según san Francisco. Las otras dimensiones (psicológica y sociológica) no se desconocen; más aún, son tenidas en cuenta, pero no son las orientadoras. De esta convicción teológica brotan tres consecuencias: dos relacionadas con Dios y una con los hombres: a) El reconocimiento de Dios como único y máximo bien, lo cual exige una fe que se renueva, que crece, una acción dinámica y responsable en la historia de cada hermano. Para el hermano menor, Dios no es una formulación teórica fija, un concepto estático, ni es un Dios a medias, que comparte su fe al lado de otros “dioses”. b) El esfuerzo permanente por agradar a Dios en todo. Esta consecuencia está en relación con el radicalismo totalizante de la anterior: abarca toda nuestra historia y todas las acciones de nuestra vida a fin de hacerlas, como en un sacrificio, gratas a Dios. De todas maneras, es una acción de dimensiones humanas, según las capacidades de cada cual; no se exigen resultados matemáticos. c) Aceptar de buen grado el ser tenidos por viles, simples y despreciados. Aquí las convicciones expresadas en el art. 64 se ponen a prueba en la confrontación con los otros. Solamente cuando los demás nos traten según lo que nosotros decimos ser (siervos viles, simples, despreciados) y cuando aceptemos este trato de buen grado, se dará el ciclo completo de la minoridad. Porque la minoridad no es una idea ni un buen deseo; es una convicción puesta a prueba. Subrayamos que es una prueba que se acepta de buen grado, como quien ha asumido consciente y libremente la condición de menor, lo cual produce “gozo y alegría” (cf. art. 64). 4. Minoridad y testimonio de vida En las CC.GG. hay una cierta insistencia en relacionar la minoridad con el testimonio de vida, es decir, que por sí misma la minoridad está llamada a ejercer un papel profético en medio de la sociedad. Con esto se corrobora el carácter de vocación específica que da la minoridad a los hermanos. Es muy significativo que ya desde el primer artículo de las CC.GG., o sea el que prácticamente determina la naturaleza de la Orden, se diga que es obligatorio para los hermanos dar testimonio de minoridad (cf. art. 1 §2). Aquí aparece por primera vez el término minoridad que, evidentemente, no es definido, pero que se presenta como una convicción que se traduce en hechos, en actitudes de vida que deben ser percibidos por los demás, que son demostrables. Según esto, la minoridad no es un concepto teórico ni un sentimiento intimista. Al traducirse en actitudes de vida tiene un papel profético en el mundo. Con el ejemplo de su vida, los hermanos menores están llamados a confundir los falsos valores del tiempo presente (cf. art. 67). La minoridad tiene una expresión concreta en la pobreza. Pero según las CC. GG., la pobreza no se limita a sujetarse a los Ministros en el uso de las cosas materiales; sería reducirla a un ascetismo personalista sin ninguna fuerza evangelizadora. Por ello los hermanos menores de-

34 bemos mostrar, tanto particularmente como en fraternidad, que somos verdaderamente pobres de hecho y de espíritu a través de la sobriedad de vida, del espíritu de trabajo y de la inserción entre los pobres y marginados de la sociedad (cf. art. 8 §3). Fieles en la línea de privilegiar el “ser” sobre el “hacer”, las CC.GG. insisten en el valor que tiene el testimonio de la minoridad en la tarea de la evangelización. En efecto, cuando tratan sobre los dos modos de la evangelización, en varias ocasiones hacen referencia a este aspecto. El primer modo de la evangelización es la llamada “proclamación silenciosa del Reino de Dios” que debe ser hecha por todos los hermanos sin excepción, sea cual fuere su edad, oficio o condición. Tal proclamación se hace a través de “la vida minorítica en fraternidad” (cf. art. 89 §1). Esta actitud está en la base –a la manera de un principio inspirador– de todos los artículos que se refieren a la evangelización a través del testimonio de vida (cf. arts. 90-99). El segundo modo de la evangelización, o sea la proclamación explícita de la palabra, debe estar también impregnado del espíritu de minoridad. Según las CC. GG. es necesario anunciar la Buena Nueva y ejercer el ministerio de la predicación con toda la competencia del caso, pero esto hay que hacerlo “con paciencia y humildad” (art. 104) y no confiando únicamente en las habilidades humanas ni en las estructuras de pastoral, pues “para la difusión de la palabra de Dios el espíritu de minoridad resulta más eficaz” (art. 109 §1). 5. Problemática No cabe duda de que la Orden ha logrado ya un buen nivel de claridad sobre los fundamentos y el significado de la minoridad. Pero no basta que sus documentos precisen decididamente el papel que tiene la minoridad en nuestra vida. Es indispensable ser conscientes de las líneas de resistencia, algunas de ellas seculares, que impiden la realización de nuestra vocación específica de menores. Sería indispensable un atento examen de dichas resistencias hecho por los hermanos de las Fraternidades a fin de facilitar la puesta en práctica de cuanto nos proponen las CC.GG. A manera de punto de partida de dicho examen, veamos algunas de esas resistencias: - El culto desmesurado de la persona humana, al que hemos llegado en este momento de la historia, hace cada vez más difícil asumir la condición del siervo, del despreciado, del que no es tenido en cuenta. Si la minoridad es una vocación específica es, por lo mismo, algo que condiciona toda la persona del que ha sido llamado a vivirla. Pide, por tanto, una conversión, un cambio radical de privilegiados a despreciados; un querer dejar de ser “Padres” y “jefes” para empezar a ser “hermanos” y “siervos”. - El desconocimiento en la praxis de lo que es especificador de nuestra vocación de hermanos menores en la Iglesia y en el mundo. Es muy frecuente que la gente, viéndonos vivir y actuar, no sepa distinguir nuestro carisma específico de los demás carismas de la Iglesia. Sería indispensable remover no solamente las resistencias que presenta nuestra débil condición humana sino también aunar esfuerzos para transformar algunas estructuras, que se han tornado rígidas con el paso de los siglos, muchas de las cuales son secuelas de la errónea comprensión de nuestro carisma en el pasado. - Un cierto activismo estandarizado y la confianza puesta más en la perfección de los métodos que en los contenidos de fondo. Los complicados programas y estructuras de pastoral, así como la adopción a veces inconsiderada de los medios técnicos de la comunicación constituyen frecuentemente una prueba de ello. Nos hemos dejado contagiar por la búsqueda febril de la eficacia, típica del hombre moderno, olvidando quizá que nuestra fuerza de impacto está precisamente en el valor profético de la simplicidad. Esta realidad plantea la exigencia de redescubrir o de inventar formas nuevas a fin de que la minoridad tenga el impacto testimonial que está llamada a dar. 6. Cuestionario - ¿Existe una real preocupación a nivel personal y comunitario por profundizar en el conocimiento e interiorización del misterio del anonadamiento de Jesucristo, que tanto atrajo a san Francisco? - ¿Cuáles podrían ser las notas concretas que distinguirían nuestra condición de menores como una vocación específica en la Iglesia?

35 - Releamos la segunda parte del art. 64 donde se nos dice cómo debemos ir por el mundo y completemos esta lectura con las fuentes en que se ha inspirado. ¿Cuáles de estas características se están dando en nosotros? ¿Cuáles podríamos seguir incrementando? - ¿A través de qué hechos concretos podemos decir que estamos dando, a nivel de Fraternidad provincial y/o local, un verdadero testimonio de minoridad? - ¿En nuestro servicio de evangelización predominan más los contenidos o las formas? ¿Por qué sí y/o por qué no? - ¿Qué formas de minoridad podríamos recuperar o inventar a fin de que nuestra vocación de menores ejerza su función testimonial en la ciudad o país en que vivimos?

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TEMA 10 LA MINORIDAD EN NUESTRA VIDA La frase escogida como título general del Capítulo IV: “Peregrinos y extranjeros en este mundo”, ubica muy bien el espíritu con que debe ser leído y comprendido. Trataremos de asumir este espíritu para captar lo que allí se nos dice acerca de las incidencias concretas que debe tener la minoridad en nuestra vida. Esta captación será mejor si hemos estudiado previamente el tema precedente, que se refiere a los fundamentos y principios inspiradores de nuestra vocación minorítica. 1. Pobres entre los pobres El tema de la opción por los pobres y el vivir entre ellos aparece con bastante claridad y fuerza en las CC.GG. Es evidente que la Orden ha recuperado con vigor uno de los valores que la caracterizaron en sus orígenes y en los mejores momentos de su historia. Veamos algunas de las notas de mayor relieve presentadas en las CC.GG. a) La opción preferencial por los pobres tiene una inspiración exclusivamente cristológica: el motivo que induce a hacerse pobre entre los pobres es “para seguir más de cerca y reflejar con mayor claridad el anonadamiento del Salvador” (art. 66 §1), para actuar “a ejemplo de Cristo” (art. 8 §3). Nótese que las expresiones empleadas (“seguir más de cerca”, “reflejar con mayor claridad”) ubican la inserción en la línea del más puro radicalismo evangélico. Ambas son la expresión de una tarea, de un programa de vida para el hermano menor: seguir a Jesucristo y reflejarlo, demostrarlo a los demás (“clarius demonstrent” dice el texto original latino). Las CC.GG. no presentan otro tipo de motivaciones para la inserción; según esto, cualquier otra motivación debe estar inspirada y orientada por el seguimiento de Jesucristo. b) La opción por los pobres y el vivir entre ellos es una tarea obligatoria para todos los hermanos; no es un asunto supererogatorio. El art. 97 lo presenta en términos tan definidos, que no quedan dudas: “todos y cada uno de los hermanos hagan opción por los „marginados‟...” (art. 97 §1). Esto es explicable si se tiene en cuenta que la inserción se inscribe dentro del seguimiento de Jesucristo, elemento fundamental de nuestra forma de vida (cf. art. 8 §3). c) La opción por los pobres se inscribe en la perspectiva del Reino de Dios, a cuya construcción estamos llamados a colaborar desde el mundo de los pobres: “y desde esta condición social contribuyan al advenimiento del Reino de Dios” (art. 66 §1). Nótese que al hablar de “condición social” se le da a la inserción una connotación clara y definida; no se trata, por tanto, de una simple actitud espiritualista. Es la decisión de colaborar en la construcción del Reino desde la pequeñez y con los pequeños: “Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5,4). d) La opción por los pobres aparece en estrecha relación con la vida de penitencia. Los hermanos deben procurar “servir en penitencia a los más pequeños de entre los hombres, reconociendo en ellos al Hijo de Dios” (art. 32 §3). El servicio “a los más pequeños” tiene todas las connotaciones de minoridad y de inserción. A la luz de esto, la penitencia no se reduce a una ascesis personalista sino que adquiere toda una dimensión social. 2. Hermanos pacíficos y humildes Los adjetivos “pacíficos y humildes” identifican el primer título del Capítulo IV. Han sido extraídos de la RB 3,11, en donde san Francisco explicita la forma como los hermanos deben ir por el mundo. Reunidos aquí quieren significar que la vida de los hermanos debe estar dedicada a la construcción de la paz desde la actitud de la minoridad. Con esto se nos está indicando que el valor testimonial de la minoridad no puede entenderse como una especie de quietismo ensimismado. Se requiere toda una acción decidida en una línea determinada, es decir, con objetivos y criterios claros. Pero, ante todo, debe corresponder a la convicción de que la propia vida tiene como misión prioritaria la promoción de la justicia y de la paz. “Vivan los hermanos en este mundo como promotores de la justicia y como heraldos y artífices de la paz”, nos dicen las CC.GG. en el art. 68 §1, con un cierto tono preceptivo. El complemento de la frase, inspirado en la Carta a los Romanos (12,21), es de una gran importancia: “venciendo al mal con la prácti-

37 ca del bien”. Con ello no solamente se indica la modalidad con la que hay que afrontar cuanto se ha dicho precedentemente, sino que también se anuncia un criterio de acción que será explicitado en los artículos sucesivos. En estos artículos se desarrollan las características que debe tener la tarea de anunciar y promover la justicia y la paz como menores. Aquí las enunciamos brevemente, sirviéndonos también de otros pasajes de las CC.GG.: - Para ser pacificadores es indispensable ser antes pacíficos, porque no se puede transmitir una paz que no se posee. Por ello se insiste en fomentar las actitudes minoríticas (cf. arts. 68 §2; 35 §1). - La condición del hermano menor exige por su propia naturaleza el camino de la no-violencia para defender los derechos de los oprimidos (cf. art. 69 §1). - La fuerza de la acción pacificadora de los menores parte de su testimonio de vida; por ello se insiste en que el anuncio de la paz y la justicia se haga ante todo con las obras (cf. art. 1 §2) y que se fomente la paz en el trato mutuo de los hermanos (cf. art. 39). - En el ejercicio de la tarea de la evangelización, la paz debe ser también anunciada con las palabras (cf. arts. 68 §2; 85). - No basta anunciar la paz; es también indispensable denunciar la guerra, el armamentismo y la opresión de los pobres, “sin escatimar trabajos y sufrimientos por la edificación del Reino del Dios de la paz” (art. 69 §2). - La promoción de la justicia y de la paz exige además colaborar con “los hombres de buena voluntad” en la construcción de una sociedad más justa y digna (cf. arts. 96-97; 98 §1). - En la instauración de la paz, los hermanos menores tienen una específica misión como “instrumentos de reconciliación” (cf. arts. 70; 1 §2; 33 §1; 98 §2). 3. Hombres desapropiados y libres El Título II del Capítulo IV trata del uso de las cosas materiales, bajo la frase-lema: “No se apropien de nada” (cf. Mt 16, 24; RB 6,1). De esta forma se nos está indicando ya que las disposiciones en él contenidas no se reducen a una simple norma externa, sino que hay un motivo evangélico de fondo. Este motivo nos resulta más claro si recordamos el art. 8, donde se nos presenta el voto de pobreza. En efecto, allí aparece la pobreza dentro de la línea del seguimiento de Jesucristo, - como una forma de seguir las huellas de quien “se hizo pobre por nosotros en este mundo” (RB 6,3; cf. art. 8 §1); - como una des-apropiación de los bienes materiales en cumplimiento de una de las exigencias del seguimiento de Cristo (cf. art. 8 §1-2); - como un confiarse en la Providencia del Padre celestial (cf. art. 8 §1); - como un querer compartir la suerte de los pobres por medio del trabajo, de la vida sobria y de la solidaridad con los marginados de la sociedad (cf. art. 8 §2-3). Desde esta perspectiva, las CC.GG. nos recuerdan nuestra condición de “peregrinos y extranjeros en este mundo” (cf. 1Pe 2,11; RB 6,2) y presentan diversas disposiciones para ayudarnos a ser fieles a dicha condición. Tales disposiciones dicen claramente que: - los hermanos no tienen propiedad personal (cf. art. 72 §1), pues en la profesión hicieron su desapropiación total (cf. arts. 74-75); - cuanto usan para la vida y el trabajo debe estar al servicio de la Iglesia y del mundo (cf. art. 72 §1); - la propiedad de cuanto usan debe permanecer bajo el dominio real de sus propietarios (cf. art. 73); - cuanto se procuran y usan debe ser conforme con la pobreza profesada (cf. art. 72 §2); - comparten de forma reglamentada los bienes que usan con los pobres (cf. art. 72 §3). Recordemos que la pobreza material fue uno de los aspectos que más distinguieron a Francisco y que lo hicieron “creíble” ante la sociedad de su tiempo; pero también recordemos que, a

38 lo largo de la historia de nuestra Orden, este tema ha sido uno de los que han causado mayores tensiones y divisiones entre los hermanos por las formas divergentes de interpretación, regidas también por criterios divergentes. El contraste entre la experiencia de Francisco y la experiencia de la Orden ha dejado, por lo menos, una sabia lección: que no es posible ser fiel a la pobreza material mientras no se es fiel a la pobreza espiritual. 4. Siervos que trabajan El tema del trabajo, presentado en el Título III del capítulo que trata de la minoridad, adquiere ya, por este mismo hecho, un carácter especial dentro del proyecto de vida de los hermanos menores. Esta actividad humana, que suele ser tan diversamente calificada por la cultura moderna, aparece con una marcada connotación teológica a lo largo de los siete artículos que conforman este Título. Dentro de esta perspectiva, se pueden distinguir en estos artículos al menos cuatro dimensiones importantes del trabajo. a) El trabajo es considerado, ante todo, como un “don de Dios” (art. 76 §1). En este sentido, las CC.GG. han recogido la doctrina de san Francisco, para quien el trabajo es “gracia”, don, regalo de Dios. Por ello insistirá en que los hermanos deben hacerlo “fiel y devotamente”, tal como reza la frase-lema del Título III (cf. también art. 76 §2). “Fielmente” (fideliter) no quiere decir, en primera instancia, la fidelidad a lo que se hace sino la fidelidad de quien lo hace, es decir, de un hombre de fe que desarrolla los dones recibidos de Dios. “Devotamente” es la actitud de quien consagra a Dios algo: tiempo, energías, la materia, etc. b) El trabajo aparece ubicado en el ámbito de la minoridad. Dada su específica condición de hermanos menores, el trabajo debe entrar a formar parte de sus vidas como un elemento natural de servicio y no de dominio (cf. art. 76 §1). Esto explica por qué, en algunas ocasiones, el documento junta los términos trabajo y servicio (cf. arts. 76 §1-2; 79 §1). El espíritu de minoridad debe brillar no solamente en el tipo de trabajo que se elige sino en la misma actitud que se tiene ante el trabajo que se ejerce, es decir, sin aferrarse a él, con desapropiación y disponibilidad (cf. art. 77 §2). c) El trabajo tiene una estrecha relación con la vida fraterna. Esto aparece muy claramente no sólo en la elección de los trabajos, que deben hacerse siempre en función de la vida fraterna, sino en la ejecución de los mismos, en la cual la Fraternidad debe ser corresponsable (cf. art. 79 §1); se ve también en la recomendación muy viva de que los trabajos domésticos sean realizados por los mismos hermanos (cf. art. 80 §1). El trabajo es el medio ordinario de lograr la subsistencia de la Fraternidad (cf. arts. 76 §2; 79 §2; 81), pero no es su finalidad primaria (cf. 78 §2). De todas maneras, se debe poner en común lo ganado por medio del trabajo, y por otros medios (cf. art. 79 §2), y se debe observar siempre una responsabilidad solidaria en el uso del dinero (cf. art. 82). d) El trabajo tiene un especial significado de solidaridad social. Se trata de una solidaridad particularmente sensible frente a los pobres, la cual debe ser tenida en cuenta no solamente en el momento de elegir los trabajos, sino en el mismo servicio que se les debe prestar aun sin retribución (cf. art. 78). Esta solidaridad tiene visos de justicia social cuando se hace referencia a la paga que se debe dar a las personas que trabajan para la Fraternidad (cf. art. 80 §2). 5. Algunos elementos para la reflexión La claridad que a nivel de principios reflejan las CC.GG. sobre las dimensiones y características de la minoridad, exige de cada hermano y de todas las Fraternidades un esfuerzo de reflexión a fin de llevar a la vida práctica dichos principios. Muchos serán seguramente los elementos que podrán entrar en la reflexión, pero entre ellos habrá algunos de capital importancia para este tema, como por ejemplo: - El papel específico que tiene la vocación minorítica en la construcción del Reino de Dios, según el cual la minoridad no puede ser entendida como una ascesis personalista. - El momento histórico que nos ha tocado vivir, con todos sus grandes valores, pero también con sus preocupantes tensiones y sus absurdas contradicciones. Dentro de ese momento hemos sido llamados a vivir una historia de salvación. - La realidad social que nos circunda, tan diferente según los continentes y los diversos países

39 en donde está implantada la Orden, tan contrastante y contradictoria según el grado de desarrollo, explotación, tecnología, etc. - El afán consumista de la sociedad actual que invade casi todos los rincones de la tierra, fruto del sistema económico imperante. La reflexión sobre éstos y los demás elementos tendrá sentido en la medida en que sepamos sobrepasar la simple elucubración y logremos, quizá con un poco de creatividad, hacer que los principios de la minoridad transformen nuestra vida y logremos así ser, en este momento de la historia, más fieles al carisma original. 6. Cuestionario - ¿Cuál es nuestra posición específica con relación a la opción por los pobres? ¿Hemos tomado una decisión a nivel personal y fraterno a este respecto? ¿Qué pasos se están dando o se podrían dar para llegar a una verdadera opción por los pobres en la Fraternidad provincial y local? - ¿Cuáles son las verdaderas motivaciones que nos inducen a una opción por los pobres? - Se podrían retomar las siete características señaladas en el n. 2: “Hermanos pacíficos y humildes”, y examinarnos ante cada una de ellas. - ¿Cuál es, a nivel personal y fraterno, nuestra actitud frente al consumismo? - Dentro de las relaciones que tiene el trabajo con la vida fraterna y con la solidaridad social, ¿cuáles serían los aspectos que, en nuestra Fraternidad, merecen un incremento y cuáles una revisión?

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TEMA 11 NUESTRA MISIÓN EN EL MUNDO Cuando se lee de una tirada el Capítulo V de estas CC.GG., especialmente el Título I, la impresión espontánea que nos surge es la de novedad. Muchas cosas ya habían sido dichas en las CC.GG. de 1967; pero en éstas adquieren una nitidez de planteamiento que obliga a las Provincias y Fraternidades a replantear sus tareas, no sólo en algunos aspectos, sino globalmente. A la luz del Capítulo V, va quedando claro que el proyecto de nuestra vida, que ha ido perfilándose a raíz del Concilio Vaticano II, nos acerca sorprendentemente al dinamismo del movimiento franciscano primitivo y, a la vez, responde a los grandes desafíos de la evangelización en el mundo actual. 1. Análisis El título del capítulo está tomado de la CtaO 9, en que san Francisco formula nuestra misión en términos teológico-espirituales de gran nitidez. Percibimos en ellos los grandes temas bíblicos de la misión como “kerygma” y testimonio del Reino, que las CC.GG., siguiendo literalmente a nuestro Padre (art. 83 §1), expresan a la luz de la economía trinitaria de la Salvación. La estructura del Cap. V, especialmente la subdivisión del Título II, es altamente significativa. Título I. Todos los hermanos están llamados a evangelizar, pues nuestro proyecto de vida es, en sí mismo, misión evangelizadora. Título II. Al precisar los modos de evangelización, las CC.GG. siguen el esquema que proponía san Francisco en la RnB 16. - Nuestro primer y más importante modo de evangelizar es nuestro ejemplo de vida, es decir, nuestra vida de fraternidad y minoridad, la calidad evangélica de nuestras opciones, la fuerza de nuestro amor en favor de todos, especialmente de los más desfavorecidos. Este modo de evangelización pertenece a todos los hermanos. - El segundo es el ministerio explícito de la predicación, que nuestro Padre consideraba un carisma dado a algunos hermanos, no a todos, y que normalmente está vinculado a las órdenes sagradas, aunque no necesariamente. En este sentido vemos converger nuestra tradición primitiva y la nueva sensibilidad creada por el Concilio Vaticano II en la Iglesia. El Título III se refiere a aspectos organizativos del ministerio de la evangelización. Los artículos reflejan la conciencia que tienen las CC.GG. de ofrecer perspectivas nuevas y plantear problemas de reestructuración de tareas. El Título IV reasume nuestra vocación misionera y universal, a la que gracias a Dios, ha sido fiel la Orden en su historia. Pero en consonancia con los Títulos anteriores, las CC.GG. piden una revisión y adaptación a la nueva sensibilidad. El Título V se refiere a la misión que, desde nuestros orígenes, tiene la Orden en Tierra Santa. Dado el interés que tiene todo el Cap. V, especialmente los arts. 83-99, se aconseja detenerse en captar la dinámica con que las CC.GG. expresan nuestra misión en el mundo. Las reflexiones que siguen se ofrecen como una ayuda en orden a discernir su intencionalidad profunda. 2. Primado del ejemplo sobre la palabra San Francisco solía repetir que todos los hermanos están llamados a evangelizar de palabra y de obra (cf. RnB 17; 21; RB 3). Algunos han sido llamados al ministerio específico de la predicación, el cual presuponía y presupone aprobación y misión por parte de la Iglesia y de la Orden (cf. RB 9). Pero el apostolado primordial es el de la propia vida evangélica (cf. RnB 11; 14; Adm 5-7). San Francisco hablaba de buen ejemplo. Nosotros diríamos: una existencia evangélicamente significativa, que proclama el Evangelio con sus opciones. No sería correcto entender este primado en un sentido dualista, como cuando se opone ser a quehacer, o se confunde el primado del ejemplo con la vida fraterna “ad intra”, en contraposición a la vida fraterna “ad extra” o apostólica. Por el contrario, la concepción de las CC.GG.

41 comprende una dinámica unitaria, en que palabra y obra constituyen un mismo proyecto de vida. El primado del ejemplo sobre la palabra significa: - En primer lugar, que se quiere recuperar para todos los hermanos y formas de vida su sentido evangelizador. Ser apóstol no depende de la ordenación “in sacris”, ni de la dedicación a la predicación, ni de participar en las instituciones eclesiásticas de pastoral, por ejemplo, la parroquia. Por el contrario, la fidelidad a nuestra misión exige una concepción dinámica y abierta, que nos inserte en la condición en que viven los no cristianos o los no practicantes. Es decir, lo que actualmente se llama evangelización en estado de misión. - En segundo lugar, que se considera como evangelización no sólo el anuncio explícito del Mensaje cristiano, sino también la promoción auténtica del hombre, la lucha por los derechos humanos, el compromiso por la justicia y la paz. Lo que hoy se llama la “evangelización integral”. - En tercer lugar, que se sitúa la evangelización en el radicalismo evangélico del proyecto de vida. Cuando la misión se centra en la tarea, sea de ayuda, sea de ministerio, pierde su primer elemento de confrontación: el testimonio de vida. San Francisco iba más lejos: quiso que nuestra primera y suficiente misión (no exclusiva) fuera la de ser hermanos y menores entre los hombres, sin más. Tal es nuestra misión profética en la Iglesia y en el mundo: testimoniar la forma de vida de Jesús y sus discípulos. 3. Rasgos y opciones de nuestra misión A primera vista, toda tarea y apostolado pueden ser asumidos por un hermano menor. De hecho, la misión franciscana no nació en función de una urgencia particular (predicación, educación, culto cristiano...). Nuestra vocación consiste en “observar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (RB 1). De ahí que a veces se haya dicho que lo que importa es realizar la tarea con el espíritu y estilo de ser franciscano. Sin embargo, estas CC.GG., sin descender a casuística, sin hacer una lista de tareas, establecen criterios y opciones preferenciales que señalan una línea de actuación y nos obligan a hacernos la pregunta de si nuestro trabajo y apostolado responden, efectivamente, a nuestra misión franciscana. - Los arts. 84; 87; 89 dan prioridad a las formas testimoniales de vida; - la minoridad es criterio determinante a la hora de escoger responsabilidades de evangelización (cf. arts. 91; 97-98; 104; 111); - nuestra misión rompe las fronteras de nuestra vida conventual y de la evangelización institucionalizada, adoptando el principio de inserción entre los hombres, especialmente entre los más pobres (cf. arts. 88; 93; 96; 97); - al principio de inserción va unido el de inculturación, cuyo motor es el amor fraterno, que parte del respeto al otro y busca más lo que une que lo que separa (cf. arts. 87; 92; 95). Espíritu ecuménico y universal; - otro criterio repetido: la opción por la justicia y la dignidad de los hombres, colaborando y promoviendo iniciativas (cf. arts. 94; 96; 97); - lo cual exige fidelidad a la dinámica propia de nuestro espíritu, de reconciliación y no-violencia, frente a la tentación del poder o de la eficacia inmediata (cf. arts. 97-99). Fraternidad y minoridad son los dos valores que configuran nuestras opciones de misión: en primer lugar, dando calidad a nuestro proyecto evangélico de vida y, en segundo lugar, estableciendo preferencias entre diversas tareas. Siguiendo el desarrollo de los arts. 83-110, cabría incluso establecer un orden jerárquico de prioridades. Pero, a fin de no introducir en estas páginas una lectura unilateral y subjetivista de las CC.GG., este trabajo de discernimiento podría ser materia de diálogo en las Fraternidades (cf. art. 112). 4. Problemática de fondo Sin duda, los Caps. I-II-III de las CC.GG. introducían nuevas perspectivas en la comprensión de nuestro proyecto de vida. El tema 1 y otros han ido clarificando los cambios que ha experimentado la vida franciscana después del Concilio Vaticano II. Sin embargo, hasta el Cap. IV,

42 Título I, arts. 64-71 y, sobre todo, hasta el Cap. V, quizá no éramos suficientemente conscientes de la carga de consecuencias prácticas que implican las CC.GG. Lo que está en juego no es un simple “aggiornamento”, sino una transformación profunda de nuestra mentalidad, hábitos de conducta, tareas y proyectos. Las consideraciones que siguen no se presentan como afirmaciones indiscutibles, sino como apuntes para un diálogo fraterno. Para facilitar un orden, distribuiremos los temas por puntos de reflexión: a) La igualdad de todos los hermanos en la Orden no es solo cuestión jurídica de principio o de relaciones interpersonales (cf. arts. 3; 40-41), sino que implica una formación inicial igual (art. 160), en orden a una evangelización que no viene determinada primordialmente por las órdenes sagradas (cf. arts. 100-101). Lo cual plantea una nueva concepción de las relaciones entre clérigos y laicos en la Orden no sólo en las tareas “ad intra”, sino también “ad extra”. b) El principio de inserción, normal en nuestro proyecto de vida (correspondencia del Cap. IV, Título I y Cap. V, Título II A), replantea nuestras formas de vida religiosa. Venimos de una tradición conventual y semimonástica, en que los ritmos y roles de la vida comunitaria y del apostolado estaban bien diferenciados y delimitados. ¿Qué implicaciones tiene la correlación en tu vida y misión que propugnan estas CC.GG.? Sin duda, nuestra tradición no es la de la “vida religiosa apostólica”, en que la fraternidad se constituye en Orden y para una misión. Somos ante todo y sobre todo “hermanos”, pero nos hace falta crear modelos de vida que superen el dualismo entre apostolado e inserción. ¿Qué consecuencias puede traer este planteamiento a nivel de hábitat, selección de tareas, etc.? c) Estos años post-conciliares nos han hecho especialmente sensibles a la integración de la justicia y la paz, la opción por los pobres y marginados en nuestra misión. ¿Hay proporción entre los documentos oficiales (recordamos el Capítulo General de Medellín, el Mensaje del Consejo Plenario de Bahía, etc.) y el cambio real de nuestra mentalidad y, sobre todo, se traduce en formas nuevas, como piden las CC.GG.? d) La Iglesia jerárquica nos ha pedido colaboración en las responsabilidades pastorales, a nivel especialmente de las Iglesias locales. Muchos hermanos se dedican a tareas parroquiales. Estas CC.GG. consideran esta evangelización como parte de nuestro carisma. Pero, evitando exclusivismos, ¿no convendrá reflexionar en qué medida nos impiden o dificultan la dinámica profética de nuestra misión, que, según el espíritu de estas CC.GG., exige menos institucionalización y la preferencia por formas de evangelización más “fronterizas”? El pluralismo y universalidad de nuestra Orden nos permiten comprender que las respuestas a estas cuestiones varían profundamente de una Provincia a otra, de una generación a otra. Las CC.GG. nos trazan un futuro y nos abren un camino. Los pasos concretos a dar exigen discernimiento, coraje y espíritu de caridad. 5. Cuestionario - ¿Por qué las CC.GG. centran la evangelización en construir la fraternidad y en opciones de minoridad? - El preferir y amar formas testimoniales de vida evangélica ¿qué reconversión de estructuras y tareas puede suponer a la Fraternidad provincial o local? - ¿Qué podemos hacer ya ahora, en nuestra Fraternidad local, para asimilar el principio de inserción o el de preferencia por los pobres y marginados? - ¿La urgencia y pluralismo de actividades pastorales dificultan nuestra coherencia de vida evangélica? - ¿Hemos tomado conciencia de las características de una evangelización que tenga en cuenta la cultura secular y la sociedad pluralista en que vivimos? - ¿Siento necesidad de la formación permanente para responder a los desafíos de la evangelización en el mundo actual? ¿Qué medios conozco y estoy dispuesto a poner en práctica para llevar a cabo dicha formación? - Dialogar sobre los temas de fondo del apartado 4.

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TEMA 12 EL SERVICIO DE LA EVANGELIZACIÓN El tema anterior nos ha proporcionado una visión de conjunto de nuestra misión en el mundo. Hemos considerado los grandes desafíos de nuestro momento histórico. Hemos constatado, gozosamente, que las intuiciones y opciones de san Francisco responden a la problemática del Evangelio hoy. Nos queda tratar algunos aspectos complementarios y prácticos de nuestra evangelización: arts. 100-125. 1. Sobre la predicación y la pastoral (arts. 100-110) El art. 100 presenta la predicación o la proclamación explícita del Mensaje cristiano como gracia de algunos hermanos y señala sus núcleos, aludiendo a algunos grandes temas de la predicación de san Francisco: el temor y el amor del Creador y la llamada a la conversión. El art. 101 precisa jurídicamente la igualdad y diferencia del servicio de la predicación en relación con las sagradas órdenes. La Orden recupera su tradición primitiva: todos los hermanos, no sólo los clérigos, pueden predicar, si están preparados para ello y tienen la aprobación y misión correspondientes. Lo cual repercute, lógicamente, en el tema de la igualdad en la formación inicial. Los arts. 102-104 insisten en las reiteradas exhortaciones de san Francisco (cf. RB 9), que quiso que el testimonio de la Palabra estuviese siempre unido a la vida y que su contenido fuese eminentemente práctico, existencial, no especulativo: las CC.GG. dan a esta referencia un contexto más amplio: la dimensión profética de nuestra predicación, que exige limpieza de corazón y discernimiento de las condiciones y contexto vital de los oyentes. El profetismo franciscano, sin embargo, debe mantener siempre un espíritu de minoridad, de respeto a la acción de Dios en los hombres, no cayendo en la tentación del poder. Los arts. 105-110 se refieren a ciertas actividades de evangelización en concreto: - la dedicación a la evangelización como colaboradores del clero diocesano (art. 105); - la instrucción catequética (art. 106); - las misiones populares (art. 107); - la dirección espiritual y pastoral del confesionario (art. 108); - los medios de comunicación social (art. 109); - la ciencia teológica (art. 110). Llama la atención la insistencia en el ministerio explícito de la predicación y cómo somos más bien colaboradores de las Iglesias locales. ¿Por qué no se nombran expresamente las parroquias? Evidentemente no quedan excluidas (cf. art. 84); pero parece haber preferencia por una pastoral más acorde con la tradición de la Orden y las exigencias de libertad profética de nuestra misión. 2. Aspectos organizativos (arts. 111-115) No nos toca entrar en los aspectos jurídicos de estos artículos, que, por otra parte, son excesivamente generales. Quizá lo más destacable sea la intención de señalar un marco de criterios, evitando descender a detalles. ¿Por qué? - Tal vez por el pluralismo de actividades en la Orden, que exige un discernimiento “in situ”; - tal vez porque, como ocurre en otros momentos de estas CC.GG., se percibe cierta disociación entre principios teológico-espirituales y praxis real de nuestras Fraternidades; - tal vez porque todavía no hay suficiente experiencia de formas nuevas de evangelización, o nuestra integración en la pastoral diocesana o la colaboración en ámbitos interprovinciales necesita un tiempo más largo de rodaje y confrontación. 3. Misiones (arts. 116-125) Los Títulos IV y V de este capítulo se engloban con el tema “Misiones”, es decir, con la tarea de evangelización del Capítulo 12 de la Regla. El art. 116 afirma y apela a esta dimensión esencial de nuestro carisma y el art. 117 explica qué se entiende por misiones y evangelización misional. Sin duda, estos artículos reflejan la problemática de lenguaje y contenido que en tor-

44 no a la palabra “misiones” se ha vivido en los años post-conciliares. El art. 118 revela la tensión entre vocación particular y vocación común (cf. también el art. 116). En efecto, la Regla supone un carisma especial para “ir entre sarracenos y otros infieles”. En su contexto histórico, prácticamente equivalía al martirio. Hoy, sin embargo, el dejar el ámbito geográfico de la propia Provincia para colaborar con otras Iglesias parece lo normal. La normativa que sigue es genérica. Las dos partes más reseñables son: - la intencionalidad de sostener el espíritu misionero en toda la Orden. ¿Se respira, acaso, el temor a una pérdida de dicho espíritu, en comparación con otras épocas de nuestra historia? (cf. arts. 119-120); - la necesidad de mantener a los misioneros en formación permanente. Dada la sobrecarga que tienen, en general, nuestros hermanos en misiones y dada la celeridad de los cambios ideológicos y sociales, hay que poner especial cuidado en dicha formación. En los artículos dedicados a Tierra Santa (arts. 122-125), hay que destacar: - La significación que esta Tierra y misión tiene para toda la Orden. - El carácter ecuménico y de diálogo de nuestra evangelización con las religiones no cristianas, especialmente con el Islam (cf. art. 95). - El testimonio de comunión fraterna que allí se favorece, dada la composición internacional de la Custodia. 4. Reflexión Este tema se presta a una reflexión más cercana al trabajo diario que ejercen la mayoría de los hermanos, dedicados especialmente a la pastoral en todas sus formas. Sin embargo, como hemos dicho, las CC.GG. no han querido descender a esta casuística. Y ha sido con buen criterio: - primero, porque deben mantenerse como proyecto inspiracional, no de reglamentación, que pertenece a los Estatutos Generales y sobre todo a los Particulares y Peculiares; - segundo, porque el marco de referencia en que sitúan la misión franciscana (arts. 83-89) exige una reflexión más amplia que compete más directamente al Capítulo General y, sobre todo, al Provincial. No obstante, estos materiales se ofrecen a cada uno de los hermanos y a las Fraternidades locales. ¿No cabría partir de estas CC.GG. y confrontarlas con su praxis concreta? Nos parece que sí. Un método muy sencillo sería el siguiente: 1) Comenzar por una lectura reposada de los arts. 83-110. 2) Enumerar las actividades de los hermanos y los compromisos de la Fraternidad a nivel de evangelización. 3) Confrontarlos con las CC.GG. en un diálogo que permita clarificar criterios y opciones. 4) Establecer un número reducido de opciones (bastan dos, por ejemplo), en que todos los hermanos estén de acuerdo, opciones que se asuman como un camino de fidelidad al espíritu de estas CC.GG. Lo que importa es que las opciones sean realistas y consensuadas. Tal vez no sea todavía el momento de llegar a estas opciones. El método habrá servido, al menos, para una toma de conciencia de nuestra misión franciscana en el mundo. 5. Cuestionario - ¿Por qué a veces los hermanos sienten dificultad en integrar su vida de fraternidad con el compromiso parroquial? ¿Se trata de dificultades de principio, de estructura, de falta de opciones? - ¿Por qué las CC.GG. presuponen una opción tan clara por una pastoral de evangelización? No niegan la sacramentalización, sin duda; pero destacan la evangelización. - ¿Qué consecuencias ha traído a la conciencia y actitudes de los hermanos la evolución de una sociedad que se descristianiza? - ¿Te parece que ha descendido el espíritu misionero en tu Provincia? - Si perteneces a una Fraternidad misionera, ¿qué echas en falta especialmente?

45 - ¿Qué pedirías al Capítulo Provincial si hubiese que revisar algunas obras y compromisos? - ¿Te sientes franciscanamente identificado con lo que haces? - ¿Qué consecuencias implicaría el que todos los hermanos estudien teología y algunos prefieran no ordenarse?

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TEMA 13 AUTORIDAD Y SERVICIO Todo grupo humano, de cualquier tipo, necesita una forma de autoridad y de gobierno para su propia organización y sobrevivencia. Así también, en la vida religiosa, la autoridad y el gobierno tienen sobre todo un carácter funcional y sociológico. Además, tienen un carácter teológico porque juegan un rol importante en el descubrimiento y cumplimiento de la voluntad de Dios. Dócil al ejemplo de Cristo, todo gobierno debe ejercer el propio poder en espíritu de servicio, “de suerte que expresen la caridad con que Dios ama al hombre” (PC 14). Fundamentales para nuestra visión de la autoridad y del gobierno son, pues, los siguientes aspectos: - gobierno como función (aspecto sociológico); - gobierno como expresión de la voluntad de Dios (aspecto teológico); - gobierno como servicio (aspecto diaconal). Veamos ahora cómo se expresan nuestras CC.GG. sobre el tema de la autoridad y del gobierno. 1. La Fraternidad como autoridad suprema Siendo la Fraternidad la estructura fundamental de la Orden de los Hermanos Menores, ella es consecuentemente la autoridad suprema. Tal autoridad se manifiesta concretamente en el Capítulo General, en el Capítulo Provincial y en el Capítulo de una Vice-Provincia (cf. art. 173). Como auténtico “signo de comunión fraterna de toda la Orden” (art. 188), al Capítulo General corresponde aquilatar y conservar el patrimonio y vida de toda la Orden en conformidad con su vocación y carisma. A nivel provincial esta autoridad compete al Capítulo Provincial (cf. art. 215 §1-2). También a nivel de una casa, el Capítulo local constituye el gobierno fraterno de la misma (cf. art. 240). En conformidad con este reconocimiento de la Fraternidad como autoridad suprema se prefiere la asignación de los oficios por elección debidamente confirmada (cf. art. 181 §1). 2. Oficio unido a una corresponsabilidad comunitaria Una ulterior característica del oficio se manifiesta en la unión del ejercicio de toda autoridad con una corresponsabilidad comunitaria que se expresa en los diferentes “consejos” (Definitorio, ...) (cf. arts. 168-169; 175; 222 §1). Incluso cuando, según el derecho, un Ministro o Guardián no está obligado a una forma de ejercicio comunitario de autoridad, sin embargo es invitado a “escuchar de buen grado a los hermanos” (art. 45 §2-3). En correspondencia con esta colocación de los cargos en una forma de gobierno comunitario, los oficios deben ser aceptados y ejercidos en espíritu de corresponsabilidad (cf. art. 181 §4). 3. Oficio como servicio en favor de la Fraternidad Siguiendo el espíritu de san Francisco, las CC.GG. dan un gran valor e importancia a la función del oficio como servicio. Decisivo para el ejercicio de un oficio es el espíritu de servicio fraterno (cf. art. 181 §4). Se habla del servicio de la autoridad, el cual, en conformidad a la voluntad de Dios, debe ser ejercido humildemente en favor de todos los hermanos (cf. art. 185 §1). Según esta comprensión del oficio, los encargados deben mostrarse, en su manera de ejercer la autoridad, como verdaderos hermanos (cf. arts. 199; 252 §1-2). Los Ministros y Guardianes, viviendo ellos mismos en la obediencia, deben usar la propia autoridad especialmente para suscitar la obediencia de los hermanos y para poner en evidencia la voluntad de Dios (cf. arts. 7; 185 §1; 237). El empeño en el servicio en favor del espíritu franciscano es visto como característica fundamental de todos los cargos. El espíritu franciscano de los hermanos debe ser incrementado, reforzado y estimulado en la Fraternidad (cf. arts. 199; 213; 221 §1; 237). En el centro de este servicio fraterno está el cuidado del bien de cada hermano y de la Fraternidad. Sirviendo a este bien se debe hacer cuanto lo promueve e impedir cuanto lo daña (cf. arts. 185 §1-2; 237; 252 §1-2). Aun cuando es necesario ejercer la autoridad del oficio para corregir, esto debe hacerse con

47 espíritu de amor, con discernimiento y cuidado. Ante un hermano pecador, este amor llegará a ser condición para la conversión y el arrepentimiento (cf. arts. 213; 221 §1; 251 §1-4; 252 §1-2). Aquí podemos observar un cambio en la visión de la autoridad y del oficio. En contraste con una precedente concepción rígida del oficio, es decir, como autoridad indiscutible que expresa y representa la voluntad de Dios, hoy se subraya mayormente el carácter de servicio en favor de la Fraternidad, según la vocación franciscana. Esta característica del oficio como servicio exige una mayor disponibilidad al diálogo y una gran sensibilidad de parte de todos, tanto Ministros como súbditos. 4. Cuestionario - ¿En mi vida tanto fraterna como personal me he preocupado más de obedecer a lo mandado que de mirar si el Ministro o Guardián lo hace por mi bien? - ¿Qué tipo de Ministro o Guardián he conocido en mi vida? Señalar la experiencia personal. ¿Qué impresión guardo de ellos? - ¿Cómo debiera ser un Ministro tipo o un Guardián tipo? Describir sus cualidades y su actuación de cara a la Fraternidad. - ¿Aceptaría yo ser Ministro o Guardián? ¿Por qué sí o por qué no? Señalar los pros y los contras. - ¿En mi relación con los demás hermanos, cómo actúo?, ¿como quien es gobernado o como quien domina? - ¿Acepto o aceptamos el que los hermanos seamos diferentes? ¿Practico esa diferencia? ¿En qué casos y cómo? - ¿He tomado en mi vida fraterna y personal a la Provincia como entidad fundamental? ¿En qué posturas y en qué actos? - ¿El Capítulo local es el lugar primordial de mi diálogo con la Fraternidad? ¿Voy contento a las reuniones? ¿Por qué? - ¿Acepto o me preocupa la oposición y el confrontamiento en el Capítulo local? ¿Cómo lo estimo? - ¿Pienso que las CC.GG. son únicamente para los Ministros y Guardianes o también para todos, aun para mí? ¿Las he leído? ¿Pienso volver a leerlas? ¿Mi Fraternidad, y yo mismo, somos pasivos en las discusiones y acuerdos del Capítulo local, en general? - ¿Me siento comprometido en el gobierno de mi Fraternidad local y provincial? ¿En qué se manifiesta? - ¿Soy exigente conmigo mismo y con los demás en que se cumpla lo prescrito en las CC.GG.? ¿Les acuso o condeno? ¿Les comprendo? ¿Creo que pueden hacer bien, yendo por su camino? - ¿A qué achacarías la falta de vocaciones para Ministros o Guardianes? ¿Esa afirmación es correcta o es engañosa? - ¿Cómo ves a la Provincia y a tu Fraternidad frente a estas CC.GG.? ¿Están en onda, aun con nuestras deficiencias? ¿Es todo una farsa, un engaño personal y colectivo? ¿Vamos por buen camino, aunque lejos? ¿Eres optimista?

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TEMA 14 FORMACIÓN PARA LA VIDA FRANCISCANA Según hemos ido recorriendo los capítulos de las CC.GG., hemos constatado el desafío de futuro que implican. El futuro es un riesgo, pues la Orden, siguiendo las pautas del Concilio Vaticano II, se atreve a retomar sus orígenes y su tradición, discierne los signos de los tiempos y crea un proyecto de vida, que, a la vez que mantiene la fidelidad a san Francisco, desea abrir camino para las nuevas generaciones. El futuro se apoya en la certeza de la permanente actualidad del carisma franciscano y es una llamada a la confianza en el Señor. El futuro se juega en la formación. 1. Análisis Hay que meditar detenidamente en el art. 126, ya que, en su densidad, expresa el fin de la formación franciscana, recogiendo los temas que configuran nuestra identidad: - experiencia del seguimiento incesante de Jesús, - según la forma de vida de san Francisco, - en el mundo actual. No es fácil la síntesis de esos tres aspectos. En lo que tienen, precisamente, de proyecto renovado de vida franciscana, las CC.GG. vienen a plasmar dicha síntesis. Por ello, los artículos que siguen establecerán los criterios básicos para llevar a cabo una formación que les sea adecuada. 1) Síntesis integradora de lo humano, lo cristiano y lo franciscano (art. 127). Aquí percibimos la inspiración conciliar y la sensibilidad humanista que conlleva, como superación de tendencias dualistas (natural/sobrenatural, psicología/fe, mundo/espiritualidad, etc.) que han amenazado en otras épocas la formación. Cada uno de los párrafos está cargado de un profundo contenido, ya que va precisando cada uno de los aspectos de nuestra vocación. Todo el artículo respira un gran sentido de lo compleja que es la formación integral y, a la vez, cómo no hay que perder nunca de vista a la persona en su conjunto unitario. 2) Si el artículo anterior, podemos decir, miraba a la persona desde una perspectiva pluridimensional y unitaria, al art. 128 busca el equilibrio dinámico entre la dimensión personal y social. La formación presupone siempre un modelo antropológico. Las CC.GG. afirman una de las bipolaridades esenciales del hombre: ser en sí (individualidad) y ser con los demás (socialidad). 3) Art. 129: Una formación altamente personal, que, comprometiendo al formador y a la Fraternidad en el diálogo y acompañamiento personal, tenga en cuenta la unicidad de cada hermano. Lo cual supone educar en la libertad y responsabilidad. Conviene advertir cómo las CC.GG. matizan constantemente las “ideas-fuerza”, por ejemplo, en este artículo: cuando quieren establecer el principio de libertad personal, no olvidan su necesario correctivo y contexto de fraternidad. 4) Art. 130: Formación para ser y vivir en fraternidad. Pero la fraternidad tal como ha sido explicada en estas CC.GG.: - calidad de relaciones interpersonales, - abierta a la cultura y a la sociedad ambiente. 5) Esta formación no puede ser real, si no se abre a las nuevas formas de vida y servicio que se inspiran en la visión franciscana del mundo y del hombre (art. 131). ¿No son estas nuevas formas, justamente, una de las urgencias requeridas por las CC.GG.? La formación puede hacerse, si parece necesario, en conjunción con otros miembros de la Familia franciscana (art. 131 §2). 6) El criterio último de la formación será siempre la negación de sí mismo en sentido evangélico (art. 132):

49 - que presupone la autodisciplina y capacidad de renuncia; - que se alimenta de las actitudes y opciones que definen nuestra vocación (entrega al hermano y misión de minoridad en el mundo). 7) Todo ello no puede realizarse de una vez por todas ni a través de un modelo estático de formación. Esta debe ser procesual: gradual y coherente. Lo cual supone precisar objetivos y medios para cada fase de la formación (art. 133). El art. 134 encomienda al Ministro General y a su Definitorio el regir y velar por la formación en la Orden. ¿Refleja, acaso, la preocupación por un pluralismo excesivo en la formación entre las diversas Provincias? En todo caso, la importancia de las CC.GG. para el futuro de la Orden obligan a mantener cierta vigilancia, a fin de que, dentro del respeto a los “lugares y tiempos”, todas las Provincias asimilen el espíritu y normativa fundamental de nuestro proyecto de vida. De ahí la importancia de una formación básicamente unitaria en el período de la formación inicial. 2. Sobre la formación permanente Caben dos lecturas de los artículos que acabamos de analizar: - La que se refiere a la formación inicial. En efecto, su contenido se percibe más inmediatamente si pensamos en los candidatos a la Orden. - La que se refiere, también, a todos los hermanos, ya que ofrece las pistas básicas de la formación permanente en relación con el actual proyecto de vida, las CC.GG. De hecho, es muy significativo que el título de la formación permanente anteceda al de la formación inicial. ¿Por qué? La respuesta viene dada por el art. 135: La formación permanente hay que entenderla como una fidelidad constantemente renovada a nuestra vocación, es decir, como dinámica de conversión. La cita de una de las frases más conocidas de san Francisco, al final de su vida, es ilustrativa. No basta actualizar la información. Muchos hermanos han asistido a cursos y conferencias, han actualizado sus conocimientos, han cambiado de lenguaje e, incluso, ciertos hábitos de conducta. Pero la formación permanente atañe a un nivel más profundo: que compromete a la persona entera y a la Fraternidad. ¿Cabe acaso asimilar vivencialmente el proyecto de vida que son estas CC.GG. sin una conversión profunda? La idea de formación permanente va todavía más lejos: Es esencial a nuestro proyecto vivir en dinámica de conversión. Lo exige nuestra llamada a la vida de penitencia y nuestra misión en el mundo. No somos monjes separados de la realidad circundante, sino siervos del Reino en una historia que acelera su ritmo de cambio. El art. 136 retoma los criterios de formación del título anterior. El art. 137 afirma la correlación y complementariedad entre responsabilidad personal y dinámica comunitaria. El párrafo 3 del art. 137 merece una mención especial por su carácter práctico. Todo él tiene como telón de fondo el principio de participación activa de la Fraternidad que guía estas CC.GG. Es necesario que los hermanos asuman y ejerciten aquellas mediaciones que ayudan a superar la mentalidad pasiva en las cosas de la Fraternidad. 3. Otros desafíos Los títulos que siguen estudian aspectos más específicos de la formación, todos ellos importantes; pero, dado que estos materiales están pensados para las Fraternidades locales, en general, vamos a limitarnos a señalar algunos puntos más significativos para la reflexión de los hermanos: a) Importancia del testimonio de vida para la formación (cf. arts. 139; 145). No basta tener buenos formadores y una buena calidad de formación en las Casas de formación. ¿No experimentamos con frecuencia el disloque entre los ideales, con que se identifican los jóvenes en las etapas de formación inicial, y la realidad de nuestros estilos de vida ordinaria? Es verdad que una formación adecuada debe capacitar para asumir incluso nuestra mediocridad.

50 Pero ¿ello nos justifica, acaso? Por otra parte, ¿no tienen derecho los jóvenes a percibir formas de vida más acordes con el espíritu de estas CC.GG.? Es verdad que muchas formas del pasado siguen siendo válidas y que una Provincia no puede cambiar de la noche a la mañana, y, además, que la verdadera Fraternidad debe exigir a los jóvenes capacidad para adaptarse a las generaciones anteriores; pero ¿hay proporción entre la adaptación a la institución que les pedimos a ellos y nuestra voluntad de cambio? b) Equilibrio entre responsabilidad individual del formador principal y responsabilidad de la Fraternidad formadora (cf. art. 140). c) Cambio importante de mentalidad respecto a la pastoral vocacional. En efecto: - La pastoral vocacional no se centra sólo en las vocaciones franciscanas, sino en la pastoral de conjunto de la Iglesia (art. 144). - La pastoral vocacional incumbe no sólo ni primordialmente a los “promotores de vocaciones”, sino a todos y a cada uno de los hermanos. Por eso, la propuesta vocacional más importante consiste en nuestra autenticidad de vida franciscana (art. 145). d) Pero el desafío, quizá más importante, viene dado por la opción de igualdad plena en la formación de todos los hermanos, independientemente de que hayan sido o sean llamados a la ordenación “in sacris” (cf. arts. 160-163). Ello supone no sólo un cambio en la organización de la formación inicial, sino un nuevo modo de comprender nuestras relaciones de fraternidad y nuestra evangelización. ¿No habrá que dar importancia a otros aspectos formativos, que no sean exclusivamente los estudios eclesiásticos? Si lo vocacional se concentra en ser hermano menor, no en ser sacerdote, ¿qué consecuencias traerá esto en las relaciones de fraternidad y en las opciones de trabajo “ad extra”? 4. Cuestionario - ¿Se conocen en las Fraternidades las dificultades actuales de la formación inicial? - Sería conveniente que cada hermano exprese, espontáneamente, sus sensaciones primarias cuando oye hablar de disminución o de aumento de vocaciones a la Orden. Pero, también, que objetive con sinceridad qué espera de las generaciones jóvenes. - Respecto a la formación permanente: - ¿qué te exigirías a ti mismo? - ¿qué medios sugerirías a tu Fraternidad? - ¿qué organizarías a nivel de Provincia? - ¿Podemos ofrecer a los jóvenes modelos de vida franciscana válidos para el futuro? - Analiza y compara tu formación inicial, las experiencias vividas de profeso solemne y tu momento actual. - ¿Qué pedirías a la formación inicial? - ¿Has sido responsable en tu formación permanente?

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