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NUEVA POESIA ECUATORIANA
PERSISTENCIA DE LA MEMORIA / Sara Venegas Coveña
Dunas I
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oces ásperas, canto de miel amarga
la nostalgia enciende luminarias en las altas cúpulas mientras recorro interminables jardines que perfuman el aire con alhucemas, jazmines y geranios me dejo embriagar por el recuerdo de sus ojos lejanos y hay un trotar de aventuras en mi sangre adolescente reclinada a la sombra de la antigua torre almenada
cerca del mar. más cerca de las dunas
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Dunas II
brisa melancólica que arrastra historias perdidas de antiguos oasis. rostros velados y lunas en los balcones (la gloria de unos ojos de miel que aún me persiguen en el temblor ausente de una palmera eterna
desde hace ya tanta arena)
ARENA / Catalina Sojos
Cuando el hombre llegó me ofreció un ramo de rosas, yo deseaba un espejo; me negué a aceptarlas. Sonrió y se marchó en silencio. Pasaron seis meses hasta que apareció con un violín, yo deseaba una esfera; me negué a aceptarlo. Sonrió nuevamente y se marchó en silencio. Anoche volvió, me entregó una espina. Era lo que necesitaba, la acepté
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silenciosamente, entonces el hombre se deshizo delante de mis ojos atónitos.
Ahora cargo mi espejo, mi espacio y mi espina pero sigo deseando la arena de
su cuerpo que desapareció con la última ofrenda.
LOBA TRISTE / María Fernanda Espinosa Guarda luto bajo el brazo como pan o periódico es la loba más triste del mundo tiene un testamento no escrito que cuenta sus legados la sensación del musgo los pliegues del viento y sus rincones acústicos deja todo la manada deshecha los hijos bordea el precipicio es loba triste guarda luto por los zumbadores que no están
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o están apenas en matorrales secos que pierden hojas se frotan hasta sangrar albergan insectos y aguijones loba triste conversa con los muertos se mira en sus espejos desaparece
DISFUNCIÓN ERÉCTIL / Sonia Manzano
La disfunción eréctil de estas rosas impide que las clave en túmulos profanos
Frígida la palabra se viste de ramera envejecida y se sienta en el atrio de su templo
Cantando entre los muslos de la noche pasa un cortejo de lesbianas Algunas de ellas
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las más abiertamente cínicas llevan pulseras de plata en sus tobillos y grifos de metal en sus pezones En cambio los restantes
desprovistas de abalorios y nostalgias muestran sus lenguas traspasadas por candados que se abren con un turbio reflujo de saliva
Pasa una legión de hombres fornidos cuyos escudos cubren su parte de flor vilipendiada Alguno de ellos
quizás el menos necesario me extiende un antifaz de vacua pedrería para que con éste asista al baile anual de los que no tienen rostro
La palabra no experimenta sensación alguna La palabra ha pasado a ser una entidad completamente frígida
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Frígida la palabra golpea el suelo con un báculo añoso y de la tierra afloran espadas de agua que tragaré más tarde
La palabra se avergüenza enormemente de ya no estremecerse ni ante la límpida desnudez de un verso antiguo
Frígida la palabra se mete en un barril a su medida y por un hueco observa la inútil esbeltez de un árbol con Alzheimer Adelante ruge impasible la cascada
BELLA COMO DIOS / Aleyda Quevedo
Soy la bruja rubia que fuma
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para encontrarse a sí misma en medio del humo De manera que soy la que no posee sueños puros y sabe que ha perdido aunque camine con las piernas más bellas del siglo A solas renace la estrella que fui y que solo para cinéfilos sigo siendo pues, yo nunca dejé de ser la empleadita de tienda que quiso encontrar la felicidad sin desprenderse de las voces del fuego Ya no me oculto en los barbitúricos Soy bella como dios
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y me encuentro en un campo fresco con mis nalgas reverberantes sigo fumando cerca de la luna Fuera de eso solo me interesaron los pájaros del mar y los vagabundos de la tierra.
ALTER EGO / Manuel Zabala
Dentro de cada hombre alguien anda en puntillas recogiendo puñados de cosas olvidadas; y madruga a pasearse por los barrios el sueño y tiende ropa blanca en el patio del alma... Riega por la mañana, de cubos a colores, un poquito de aurora en cada pensamiento; y el ángel jardinero, en los labios dormidos, derrama mariposas de palabras en vuelo... Se asoma a la ventana abierta del espejo
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y no descuida nunca su honda vigilancia; su cómplice es la sombra, policía secreto que duerme, por las noches, debajo de la cama... Almacena los rostros, los nombres y las fechas; se roba las palabras del libro que leemos, y, muy de tarde en tarde, por puro compromiso, nos devuelve la obscura peseta de un recuerdo... A veces está triste como sombrero usado y nos amarra un nudo de angustia en la garganta, y nos pone en las manos, de sorpresa, el pañuelo, y nos hace llorar porque le viene en gana... Otras veces nos deja con la mano en el rostro y sale vuelto ensueño tras la ciudad perdida, o se queda mirando, como un niño embobado, el cuento, a todo lujo, de la tarde infinita... Travieso, como un niño que ha faltado a la escuela se pone tan sencillo como un día de pueblo nos llama por el nombre, nos confunde las cosas y hace andar las pantuflas difuntas del abuelo... Nos lleva a todas partes como terno de fiesta, y, cuando se enamora, borracho de alegría,
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pierde la compostura, busca algo en los bolsillos y toca una llorosa guitarra pequeñita... En la hora vulgar de cualquier tarde obrera, Dios le anda, a grandes pasos, con un libro de versos y todos nos miramos la cara sorprendidos de un repentino olor a tulipanes frescos... El día de la muerte se esconde en los armarios y pregunta a las gentes: –De quién es ese muerto? y en evidente angustia, al pie de nuestra cama se juega una baraja con las cartas de duelo...
DUDAS PARA UN EXAMEN DE HISTORIA / Antonio Preciado
Helena ya no cabe en el pretexto de la huida, sino que su marido le envenena los besos y la mete de noche en casa de cualquiera. ¿No es otra la costilla del pecado?
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¿No es otro el ofendido con la ofensa? Penélope maneja un simulacro más falso y engañoso que su tela, y Aquiles va a morir, ya le acertaron en el mismo dolor, con otra flecha, Fracasada la burla del caballo, porque los vietnamitas no lo aceptan, los dioses más propicios del espanto dejan al loco solo con su tema. No hay duda, ya es el fin, están perdidos. Agamenón se equivocó de guerra.
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