Nueva ruralidad: enfoques y sinergias. Emergencia de un modelo alternativo de desarrollo 1

Nueva ruralidad: enfoques... Nueva ruralidad: enfoques y sinergias. Emergencia de un modelo alternativo de desarrollo1 Lucio Noriero Escalante2, G. T

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Nueva ruralidad: enfoques...

Nueva ruralidad: enfoques y sinergias. Emergencia de un modelo alternativo de desarrollo1 Lucio Noriero Escalante2, G. Torres Carral3, M. Almanza Sánchez3, C. Ramírez Miranda4

Resumen En este ensayo a pesar de que serán destacados algunos de los principales obstáculos y debilidades del enfoque de la nueva ruralidad, no se pretende hacer un balance general de su coherencia, errores o limitaciones, se trata más bien de identificar sus interpretaciones dominantes y su viabilidad con una visión incluyente, desde la perspectiva de los diferentes actores y el vínculo con las instituciones. En ese sentido, busca realizar una contribución al debate sobre estos asuntos, sin pretender abarcar más que parcialmente, lo que constituye una compleja gama de temas y problemas en permanente movimiento que requieren necesariamente complejos y mayores niveles de investigación. Más que conclusiones, aporta elementos para el análisis y la discusión. De ahí que, en un primer momento se analizan algunos planteamientos conceptuales que dan soporte a la construcción teórica de la nueva ruralidad; en un segundo se esboza un nuevo modelo alternativo agrícola-rural, a partir de las transformaciones en el marco de la nueva ruralidad neoliberal, señalando algunas reglas de compatibilidad, para redimensionar la visión de lo rural.

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Recibido 03-09-2009. Aceptado 15-10-2009

Analista del Departamento de Estudios Técnicos y Económicos, de la Unidad de Planeación Organización y Métodos de la Universidad Autónoma Chapingo.

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Profesores Investigadores del Departamento de Sociología Rural de la Universidad Autónoma Chapingo.

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Profesor Investigador de Centros Regionales Universitarios de la Universidad Autónoma



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Palabras clave: nueva ruralidad, compatibilidad, modelo agrícola-rural. Summary In this essay, although it will be highlighted some of the major obstacles and weaknesses of the approach of the new rural areas, is not intended to provide a complete picture of consistency, errors or limitations, rather, to identify their dominant and their viability with an inclusive vision, from the perspective of different players and the link with the institutions. In that sense, it seeks to make a contribution to the debate on these issues, without attempting to cover only partially, which is a complex range of issues and problems that require constant movement necessarily complex and higher levels of research. Rather than conclusions, provides elements for analysis and discussion. Hence, at first discusses some conceptual approaches which support the theoretical construction of the new rurality; in a second outlines a new model alternative agricultural and rural, from the changes under the new rurality neoliberal, noting some rules of compatibility, to resize the vision of rural life. Keywords: new rurality, compatibility, rural-agricultural mode. Antecedentes La búsqueda de nuevos enfoques de lo rural resulta de transformaciones económicas, tecnológicas y geopolíticas emergentes, condiciones que caracterizan el mundo actual. Hoy el mundo y su sociedad multicultural se encuentran entre crisis de paradigmas teóricos e ideológicos; las crisis ocurren en el mundo real y también en el de las ideas al mostrarse incompetentes para dar respuesta efectiva frente a las condiciones actuales, trascendiendo a aquellas que en un momento de la historia resolvieron los problemas económicos y políticos, y que hoy quedan obsoletas ante las contingencias globales. “El resultado de esa crisis es concurrente con las profundas transformaciones del capitalismo contemporáneo, identificado como un capitalismo posmoderno, distinto en su estructura, funcionamiento y operación del que reinó de la primera guerra mundial a los años sesenta5”. 5

Villarreal, R. (1993:10)

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El capitalismo posmoderno acoge en su seno muchos cambios ya que ocurre entre procesos de globalización6; incertidumbre en la estructura y operación de los sistemas de mercado7; cambios en la organización de la estructura industrial a partir de la fábrica mundial; el nuevo sistema de comercio internacional y competitivo que da paso al comercio a través de bloques regionales. Todo ello va acompañado de transformaciones científico-tecnológicas. De ahí que la innovación tecnológica, la enorme liquidez de la economía y las intervenciones decididas de los Estados hegemónicos aparecen reiteradamente para superar la crisis. Para Vilas (2000),8el proceso de globalización, no es más que un sistema de control y dominio internacional de las economías más poderosas, con características imperialistas por la centralización y predominio del capital financiero; la mundialización del capitalismo como modo de producción y estilo de vida y el diseño de un sistema internacional de dominación conducido por las economías más desarrolladas. Por tanto, el control financiero, la investigación científica y tecnológica, las inversiones y el consumo, están concentrados en relativamente pocas regiones del mundo y por lo general en el hemisferio norte9. Hoy, las exigencias de apertura de las economías nacionales a las corrientes internacionales de comercio, inversión y tecnologías son un imperativo en todos los países, no obstante, se aplica el proteccionismo en la defensa de las economías nacionales, al margen de las ideologías de sus gobiernos. Por tanto, acorde con las necesidades de esos espacios, se requiere de nuevos enfoques y estrategias que se ajusten a la realidad de las demandas específicas de cada localidad, región o país, para enfrentar los desafíos y transformaciones del siglo XXI. Tal contexto obliga a plantear enfoques del desarrollo novedosos y endógenos, interactuando globalmente, superando las copias de modelos extraños a condiciones de cultura y características Se describe “como una nueva etapa en el proceso de acumulación y expansión del capitalismo, caracterizada por la orientación externa y descentralizada de las inversiones y por la fluidez y flexibilidad en los movimientos de capitales” (Fritscher, M., M. 1998:60). Miguel Teubal (1998:35) agrega a lo anterior que “la revolución tecnológica en materia de transportes, comunicaciones e informática forma parte de este proceso.

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7 ”El sistema de mercado requiere de derechos de propiedad claramente establecidos y tribunales que garanticen su cumplimiento, algo que a menudo no existe en los países en desarrollo. El sistema de mercado requiere de competencia e información perfecta. Pero la competencia es limitada y la información está lejos de estar perfecta –y unos mercados competitivos que funcionen bien no pueden ser establecidos de la noche a la mañana–” (Stiglitz, 2002). 8

Citado por Dolores Amat (2002).

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Bonanno, A. 2003:191.



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del territorio distintas, porque copiar propuestas y teorías10 ajenas, lleva con frecuencia a que éstas no representen más que un conjunto organizado de ideas creadas, inventadas, concebidas, forjadas o elaboradas, que referentes a espacios diferentes, que no se implica su funcionamiento (por su generalización); en vez de ello, se requiere crear nuevos diseños dependientes de situaciones conocidas, enlazados con hábitos arraigados en culturas locales, que representen verdaderas alternativas al modelo de desarrollo vigente, y evitando reproducir copias de sobra refutadas durante décadas en los espacios ideológicos y territoriales que nos ocupan. En efecto, a pesar de la supuesta bonanza que propagaron los gobiernos respecto al modelo de desarrollo actual, la realidad arroja un universo humano depauperado; en más de 70 países los ingresos por habitante son inferiores a los de hace 20 años. A escala planetaria, alrededor de 3 mil millones de personas, es decir, la mitad de la humanidad, vive con menos de dos euros al día. Existe un alto nivel de abundancia en bienes, sin embargo, el número de los que no tienen techo ni trabajo y apenas para comer, aumenta sin cesar. Así, de los 4500 millones de habitantes de los países en vías de desarrollo, casi un tercio no tiene acceso al agua potable; la quinta parte de la población infantil no ingiere el nivel requerido de proteínas y calorías y cerca de 2 mil millones de individuos padecen anemia (Ramonet, 2004). Prevalece una creciente disminución de puestos de trabajo, marginando de este derecho a millones de trabajadores en todo el planeta, porque con ello se disparan los niveles de pobreza y miseria. También con la globalización y esta nueva fase del capitalismo se instaura el reino de la absoluta flexibilidad laboral, la extensión de contratos temporales o los interinatos, la competencia entre filiales autónomas, entre equipos empujados a la polivalencia y la individualización de la relación salarial: fijación de objetivos individuales; evaluación permanente; alzas individualizadas de salarios en función de la competencia y del mérito individual. Técnicas todas ellas de dominación racional que, mediante la imposición de la superinversión -la mundialización de los mercados financieros y las tecnologías de información, a los inversionistas, les permite comparar la rentabilidad de las más grandes empresas en forma permanente y en su caso sancionar las ineficacias- en el trabajo a destajo, se concitan para debilitar las referencias y las solidaridades colectivas (Bourdieu, 1998: 11-12).

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Moliner, M. (1988)

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Todo ello aumenta la importancia y trascendencia de una reestructuración del aparato productivo a nivel nacional, regional y local; la reconfiguración del sistema territorial en el plano urbano y rural que lo acompaña y en la previsión del impacto negativo que todo ello supone sobre el entorno ecológico en el que este modelo se despliega, acentuando aún más y previendo también, si cabe, la posible repercusión de tales dinámicas sobre las concepciones de lo rural y lo urbano, su tejido social y sus transformaciones. Y es que hay un acuerdo social generalizado: se requieren nuevas herramientas tanto para el análisis como para instrumentar alternativas. De esta forma el enfoque de la nueva ruralidad, brinda una lectura del mundo rural y opciones de desarrollo a partir del reconocimiento y revaloración del carácter multifuncional11 de la agricultura y de la sociedad rural, pero sobre todo, tomando en consideración los vínculos entre los actores sociales e instituciones a fin de delinear estrategias para la sociedad rural, desde diversos niveles y escalas. Nueva ruralidad La nueva ruralidad en América Latina cobra relevancia a finales de la década de los ochenta del siglo XX, surgiendo como una perspectiva más de análisis que ayuda a dar cuenta de las transformaciones ocurridas en el nuevo contexto provocado por fenómenos de alcance global. Representa un escenario con características y adaptaciones de los espacios rurales en los niveles local, regional y nacional provocados a partir de su estrecha relación con la ciudad. Grosso modo, la realidad rural ha sido abordada desde tres enfoques: por un lado, se encuentra el que estudia las transformaciones macro, los temas económicos, políticos y sociales; este enfoque enfatiza en los estudios en la escala local-global, con sus cadenas productivas y los efectos de las migraciones. En un nivel inferior, el enfoque que analiza cuáles deben ser las políticas públicas para responder a situaciones emergentes en el campo, así como la función que el campo debe cumplir y las demandas que puede satisfacer sin comprometer el bienestar de su sociedad. Los estudios principalmente giran en torno al territorio y ponen en el centro de sus preocupaciones el desarrollo sustentable. Grammont (2008) 11 “El total de productos, servicios y externalidades creados por la actividad agrícola que tienen un impacto directo o indirecto sobre la economía y la sociedad en su conjunto. Estas producciones conjuntas tienen la característica de ser poco o mal reguladas por el mercado, en particular aquellas que tienen incidencia social o ambiental. La traducción concreta de la noción en términos de políticas públicas hace referencia a la formulación de intervenciones específicas destinadas a favorecer los aspectos positivos y a limitar las externalidades negativas de la agricultura” (Bonnal et al., 2003: 8).



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En Europa, al tratarse de una sociedad política, económica y socialmente menos dispar, se destaca la conservación del medio ambiente pues las demandas de su sociedad rural son cuidadosamente apoyadas por diversos programas, mientras que en América Latina se busca, aparte de fomentar un desarrollo equitativo de la población todavía no cubierto, orientar el trabajo hacia la satisfacción de necesidades propias de la población en cuestión, sin descuidar la actividad productiva que puede promover el intercambio económico con el resto de la sociedad. Grammont (2008). De acuerdo con Grammont, (2008:34) La virtud de la nueva ruralidad es que “implica la existencia de cambios importantes en el campo que parecen marcar una nueva etapa en su relación con la ciudad y la sociedad en general, tanto en el nivel económico como en el social, cultural y político.” El tercer enfoque, Riella y Romero (2003, citado por Grammont , 2008), consideran que la nueva ruralidad responde más a una mirada distinta sobre la vieja ruralidad latinoamericana, como una también distinta forma de percibir los espacios rurales y sus problemas contemporáneos y no necesariamente la emergencia de nuevos fenómenos. La FAO y el BM (2003:4), destacan mediante un estudio reciente de las condiciones en el mundo rural, que están surgiendo nuevas formas de concebir el espacio y el desarrollo de este ámbito de acción, la nueva ruralidad, que comienza a influir en el diseño y la aplicación de las políticas y los programas. Los enfoques oficiales de dichos organismos internacionales le asignan mayor importancia a todos los rincones de desempeño de la sociedad rural, su entorno, su intercambio económico productivo; incluyen el tema del desarrollo urbano, humano, los vínculos y la cultura a grandes rasgos. En síntesis se enumeran aspectos relacionados con: 1. La dimensión territorial, más allá de la producción agropecuaria, 2. Vínculos entre las pequeñas ciudades y el campo circundante, y la relación entre desarrollo urbano y rural, 3. Complementariedad entre la agricultura y otras ocupaciones (multi-ocupaciones), 4. Función residencial de las áreas rurales, 5. Integración de las áreas rurales a los mercados,

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6. Potencial ligado al territorio, de tipo geográfico, histórico, cultural, y 7. Participación en las políticas y programas de desarrollo rural de los diversos agentes involucrados y la concertación entre ellos. Edelmira Pérez (2001:17), por su parte, a la nueva ruralidad se refiere como un territorio y sus contenidos expresados en fuentes de recursos materiales, naturales y materias primas, cuya población –el recurso humano- lleva a cabo actividades económicas diversas en distintos sectores como la agricultura, la artesanía, las pequeñas industrias, el comercio, la pesca, la minería, la extracción de recursos naturales y el turismo, entre otros. Implica con ello que la pluri-actividad en el contexto rural no solo es mediada por características del entorno físico natural, sino también por la cultura, por las tradiciones que aún se comparten con la población urbana, por el intercambio y por la percepción de necesidad de satisfacción de demandas, propias y ajenas, porque la convivencia hoy cercana, se expresa de forma más nítida y hasta cierto punto co-dependiente con el entorno. Tratan la mayor parte de las contribuciones sobre la nueva ruralidad, de visiones interdisciplinarias del mundo rural, trascendiendo los aportes disciplinares de la sociología rural y la economía agraria, que antes miraban por separado la actividad productiva y el comportamiento social de los pobladores rurales, van incluso más allá de la visión de estas dos disciplinas, incorporando elementos de la antropología, la historia, la geografía, la biología y las llamadas ciencias ambientales; todas ellas complementarias a la comprensión de los complejos procesos que ahí tienen lugar. Implica una perspectiva integral del mundo y de la sociedad que vive de y dentro de él. Las perspectivas de la nueva ruralidad también hablan del concepto de multifuncionalidad del territorio y el reconocimiento de su- pluri-actividad; de la importancia de los ingresos extraprediales para la preservación de las economías rurales y el mantenimiento de la población rural para evitar el despoblamiento de estas áreas, fenómeno que ha producido graves problemas en los países desarrollados. La visión de la nueva ruralidad, además de poner énfasis en la actividad productiva agropecuaria, admite la trascendental importancia del manejo, uso y conservación de los recursos naturales, además del reconocimiento de los servicios ambientales como una forma de dinamizar la economía de las áreas rurales y construir un proyecto de desarrollo más tendiente a la sostenibilidad. Dentro de las nuevas funciones



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asignadas a los espacios rurales, se prevé la conservación y el manejo de los recursos naturales como parte de las actividades económicas que pueden ser desarrolladas por la población rural. Asimismo, el reconocimiento del uso del paisaje natural como espacio para el ocio y para el logro de una mejor calidad de vida, es un elemento que ha cobrado vigencia a partir de la redefinición de los conceptos de desarrollo rural y nueva ruralidad que se ve reflejado en el surgimiento de innumerables proyectos de turismo rural en los diferentes países. Edelmira Pérez (2005). Giarraca, N. (2004), al “fenómeno” de la nueva ruralidad adiciona otros elementos ampliando la perspectiva: el incremento de las migraciones, el incremento de la densidad poblacional en las comunidades y pueblos -el fenómeno de la “rururbanización-, y la importancia de los territorios y localidades en la articulación de las estrategias familiares, de las nuevas protestas y movimientos sociales. En efecto, la migración del campo es un fenómeno que se explica, en parte, por la persistencia de una política deliberada de los gobiernos neoliberales, que consiste en empobrecer a la población campesina y, de esa manera, empujarla a emigrar a las grandes ciudades o bien a otros países, para no tener que procurarles condiciones de subsistencia dignas en los entornos rurales. Así tenemos que México, es un país de jóvenes donde todos los días 3 mil de esta generación, se incorporan al mercado laboral. Lo contradictorio es que a finales de la década de los noventa se creaban menos de mil empleos diarios, de modo que dos de cada tres solicitantes se quedaban con las ganas o se sumaban al trabajo informal. Además, el salario mínimo que gana el 8% de la población económicamente activa, perdió casi el 80% de su valor en el último cuarto de siglo, y el 70% de los empleados recibe menos de cinco salarios mínimos, apenas para la canasta básica. Por lo tanto, no es de extrañar que todos los días entre mil y mil 500 mexicanos se vayan a Estados Unidos. Estos datos hacen referencia sólo a la tercera parte que logra pasar y quedarse ahí, y no a los millones de deportados y los centenares de muertos en el intento. De ahí que para crear los empleos formales necesarios, se necesita crecer a una tasa sostenida del 10% anual. Aunque esto se consiguiera, la abismal diferencia en los ingresos seguiría induciendo la migración (Bartra, 2008). Paradójicamente, en décadas recientes la sociedad rural latinoamericana ha sido transformada como consecuencia de la ampliación y profundización de las relaciones de mercado en el campo, y la integración de la agricultura a la economía mundial. Por lo que los grandes retos de la sociología rural latinoamericana en el actual período de

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globalización, no pueden dejar de lado el análisis de los territorios rural-urbanos tal y como realmente son, la necesidad de vincular la teoría existente y la investigación en proceso, mediante una guía que se corresponda gradualmente con la construcción de una economía política institucional, anclada en la historia y en el territorio, para profundizar en investigaciones sobre nuevos y viejos procesos, visualizando la continuidad y el cambio en las sociedades (Llambi, L. y Pérez, E. 2007:58-59). Es evidente que la nueva ruralidad exige la redefinición de estrategias de política que sustituya aquellas generalizadas por los gobiernos y organismos internacionales, y que considere la adecuación a condiciones locales, porque las nuevas perspectivas rebasan el lugar ligado exclusivamente a la producción agrícola. Hoy día en este espacio coexisten empresas de alta complejidad tecnológica, que pertenecen a grandes consorcios económicos transnacionales, empresas de agroturismo, mundos rurales heterogéneos donde aún subsisten campesinos, productores medios y trabajadores rurales segmentados por los procesos económicos y tecnológicos, grupos étnicos y nuevos desocupados. Todos ellos están presentes hoy en las nuevas arenas de poder tratando de imponer o adaptarse a las nuevas reglas del juego (Giarraca, 2001). Schejtman y Berdegué (2004)12, en relación con lo anterior señalan una serie de transformaciones y tendencias que han conformando nuevos escenarios para las políticas de desarrollo, que es preciso revisar con cautela por su sesgo economicista y apreciación incorrecta sobre las transformaciones en las sociedades rurales latinoamericanas (Ramírez, C. 2006). Reproducimos, por su importancia, las transformaciones a las que se refieren Schejtman y Berdegué Op Cit: 1. Globalización y apertura de las economías. 2. La globalización de los sistemas agroalimentarios 3. Impacto asimétrico de los cambios en las reglas del juego. 4. Mercados imperfectos y costos de transacción. 5. Concentración de la tierra y del capital educacional: Dos factores críticos. 6. Cambios en la dinámica del empleo. El texto “Desarrollo Territorial Rural” (DTR), de Alexander Schejtman y Julio Berdegué (2004), es una iniciativa de investigación aplicada para impulsar “un proceso de transformación productiva e institucional en un espacio determinado”, con el fin de reducir la pobreza rural. Consideramos que este documento es el más representativo e influyente en los espacios institucionales.

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7. Descentralización. 8. Demandas de participación y ciudadanía. 9. Cambios en los patrones culturales. Hay una crítica subyacente a esta definición realizada por Ramírez Miranda (2006), quien asegura que los nueve puntos señalados responden a situaciones distintas y resultan imprecisos como para ubicarlos describiendo parte de la nueva ruralidad. Los puntos 4, 5, 7 y 8 no definen realmente una nueva ruralidad porque ni la pretendida democracia, ni las demandas de participación y ciudadanía, pueden ser colocados en el rango que definen una nueva ruralidad, no al menos como se encuentran. En cuanto a las imperfecciones del mercado, resultan más descriptivos de la situación actual, que elementos para tipificar la ruralidad. Con respecto a los numerales 1, 2, 3, 6 y 9 permiten hablar de un nuevo escenario, no obstante, los tres primeros son criticables, desde el ámbito del análisis regional de la agricultura: el reconocimiento de la diversidad y heterogeneidad de la sociedad rural. Lo cual compartimos, en tanto transformaciones sustantivas como base analítica. Los nuevos escenarios, -competitividad, innovaciones científico-tecnológicas: uso de semillas transgénicas y Organismos Genéticamente Modificados - donde privan los valores urbano industriales, en cuanto a la distribución de la producción y del comercio mundial de alimentos, expresan las nuevas relaciones y las diferentes actividades que están desempeñando los pobladores de las comunidades, lo que requiere una nueva interpretación de lo rural, para entender cómo se desenvuelven esas nuevas formas de articulación y complementariedad entre los espacios “urbanos” y los “rurales13”, hoy ubicados en las periferias de las grandes urbes o megalópolis (Santos, 2007). De acuerdo con Arias (2006) hay nuevos riesgos latentes: el discurso de la nueva ruralidad puede caer en el peligro de celebrar que las sociedades rurales de América Latina se han adaptado rápidamente a los imperativos del mercado, mediante la diversificación de la producción de bienes primarios y de otros bienes no agrícolas, con la finalidad de introducirse en nuevos nichos de comercio. Destaca la necesidad de analizar con rigor los cambios rurales que aluden constantemente a los contextos espaciales y temporales en los que ocurren. Por ejemplo la diversificación de las actividades generadoras de ingreso, analizada por Start (2001, citado por Arias Op Cit), quien señala que el término diversificación puede referirse a un incremento de Generalmente se hace referencia a lo rural, donde prevalece una baja densidad demográfica y un patrón de población disperso; el predominio de la agricultura y otras actividades “primarias” o “extractivas” en la estructura productiva de una localidad o región; y unos patrones culturales o estilos de vida diferentes a los de los grandes centros urbanos (Llambí, 1994:35).

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la multiplicidad de actividades, sin importar el tipo de sector. Es decir, la diversificación puede ocurrir en diferentes niveles de la economía: individual o de una unidad doméstica, y aunque pueden existir enlaces entre los niveles no siempre son directos. Asimismo, lo no agrícola como lo extrapredial, pueden tener cabida en cualquier sector de acuerdo con la definición clásica de los sectores. Otros aspectos que la nueva ruralidad no logra aclarar del todo tienen conexión con procesos que no dejan claro quiénes pierden y quiénes ganan; urge elaborar propuestas que redistribuyan el beneficio colocado siempre entre unos cuantos, pues tenemos un mercado laboral declinante y saturado, con elevados incrementos en la tasa de desempleo y reducción en la seguridad social del trabajo en virtud de las tendencias a la informalización de las actividades (Arias, 2006). El asunto no es pasar de la visión a la estrategia, respecto a la valoración de las zonas rurales con ventajas competitivas. Resulta apresurado suponer que mediante la estrategia de “productos de calidad” y la “diferenciación de los productos”, los productores serán capaces de adaptarse a los mercados. Arias considera necesario investigar la dinámica temporal y espacial de estos mercados antes de evaluar si los mismos son económica, ambiental y socialmente sostenibles en el mediano y largo plazos. En relación con los “productos de calidad” en Europa, el autor señala que se ha llegado a un tipo de “fatiga de etiquetas”, en virtud de la proliferación de esquemas de calidad, etiquetas y logos que compiten entre sí. No menos importante es lo relacionado con los productos agroalimentarios orgánicos, los cuales requieren de un análisis puntual sobre quiénes son los que resultan beneficiados, puesto que a la par surgen esquemas de certificación que representan nuevas formas de poder de instituciones burocráticas, sociales y legales que amplían las desigualdades entre empresas y países. En suma, resultan en la adopción pragmática de una agenda normativa a los supuestos del modelo de desarrollo global neoliberal, sostiene Arias (2006). En estos procesos algunos pueden salir lesionados y otros beneficiados, asistiendo a un reacomodo de los grupos sociales.14 Es decir, no se desconocen los efectos positivos para los habitantes del espacio rural, hay nuevas fuentes de ingresos para las familias mediante la creación de nuevos empleos, y la aparición de otras actividades; 14



Hiernaux, 2000:37.

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se da una revaloración y recuperación de las costumbres y tradiciones locales, pero surgen también efectos negativos; una vez que se construye una arquitectura se rompe con la armonía y equilibrio de la naturaleza, tiene lugar la especulación inmobiliaria, la disminución de las áreas agrícolas, expulsión de productores, las perturbaciones del entorno natural, la flora y fauna con la aculturación y adulteración de los usos y costumbres locales. En suma, se introducen nuevas formas de vida, nuevos hábitos en la alimentación, en la forma de vestir, en la concepción de casa, se influye en el campesino y el habitante del pueblo, estandarizando sus costumbres y haciéndolas semejantes a los estilos de vida urbanos. Aparecen nuevas actividades y servicios vinculados con la industria turística y fines recreativos, lo que ha implicado modificaciones en los marcos legales, en el uso de la tierra, en la administración del entorno natural y en la organización interna de los hogares y las empresas agrícolas. Esta situación desde luego se ha dado bajo negociaciones entre los diversos participantes; productores dueños de parcelas, empresarios, políticos, pero la equidad no siempre está presente en las negociaciones (Long, 1996:51-52). En relación con lo anterior, un aspecto que nos parece pertinente señalar es la función que desempeña el mercado como proceso transformador del consumo, ya que no sólo estimula su ampliación, sino provoca su diversificación, al incorporar nuevas cualidades a la dieta humana e introducir innovaciones. Hay un proceso de dependencia hacia mercados de bienes y trabajo, lo cual hace que se desenvuelvan en medio de contradicciones, en “a) la ruptura de las formas productivas de productores directos y su conversión en otras con un carácter esencialmente capitalista; y b) los cambios en sus tradiciones y cultura comunitarias que se ven desplazadas por otras acordes con la nueva realidad económica, Ramírez Díaz (2008:98-102). Este contexto, provee de nuevos límites aunque también de posibilidades de nuevos tratos15 entre el campo y la ciudad, entre el mundo rural y su tejido productivo. Con las pluriactividades se redimensionan los significados y vocación de familia, igualmente que sus tradiciones, costumbres, y técnicas de producción. Se aprecia La nueva ruralidad implica “construir en la práctica el nuevo paradigma basado en un nuevo trato entre el campo y la ciudad. Esto es un aporte de las ciencias sociales a fin de que las ciencias ambientales no vean al mundo con la mirada urbana, como en el caso de los transgénicos. Debe traducirse en el fin de la discriminación y darle cauce a la interculturalidad y establecer el diálogo campo-ciudad, superando la relación de sometimiento. Esto equivale para el citadino aceptar lo rural como parte de lo urbano” (Torres, 2006:175-176). 15

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la apropiación e interpretación de componentes culturales, sociales y económicos diferentes mediante procesos que pasan a través de los filtros culturales propios (León y Guzmán, 2000). Sobre los enfoques de la nueva ruralidad Miguel Teubal (2001), destaca nuevos escenarios en los procesos de globalización, donde las grandes corporaciones transnacionales de la agroindustria (CTA) dominan la producción mundial de productos agropecuarios a través de la provisión de insumos y el procesamiento industrial de la producción agropecuaria. Enfocan su mercado a los productores agropecuarios de todo el mundo transformando sus prácticas ancestrales; incluye la investigación en ingeniería genética y generación de nuevas plantas y animales, extendiendo su poder de forma ya incontrolable; la tecnología producida incluye nuevos y diversos productos, cultivos o variedades de cultivo, además de los insumos que consume el mundo emergente. Resultando de ello la extensión en el control de la producción y el comercio agropecuario global. Adicionalmente, inciden en la definición de la dieta global mediante la producción de alimentos procesados y la consolidación y difusión de marcas alimentarias mundiales. Son estos nuevos actores los que detentan el poder y control dentro del mercado global, lo cual lleva necesariamente a persuadir a los gobiernos de que, en la lógica de este inconmensurable dominio de las transnacionales,16 reorganicen su espacio y configuren nuevas medidas administrativas para corregir las desviaciones que el mercado provoca en manos de actores sin espacio geográfico fijo. Hoy, las demandas de la sociedad, buscan restablecer no el viejo orden de cosas, sino la confianza donde se ha perdido por el dominio de las transnacionales. La producción empresarial y dirigida es totalmente para el mercado mundial, lo que hace insostenible la producción en baja escala, e incrementa notablemente la dependencia de poblaciones consumidoras y no autosuficientes, como las urbanas y rurales de países de hemisferio Sur. Todo ello crea las bases progresivas de un proceso de dependencia alimentaria y subordinación de la población; una agricultura sin campesinos, dadas las formas de producción plenamente tecnificadas e industrializadas que predominan. No obstante lo anterior Blanca Rubio (2003), señala que a pesar Silvia Ribeiro ha señalado que, al comenzar el nuevo siglo, de las 100 mayores economías del planeta, por primera vez 51 eran corporaciones y 49 países. “Una comparación de las ventas corporativas y los PIB de los países revela que General Motors es más grande que Dinamarca, Wal-Mart es más grande que Noruega y General Electric mayor que Portugal.” Ver Ribeiro, Silvia, 2003 16



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de las diversas formas en que puedan ser explotados, la parcela sigue constituyendo el núcleo de referencia y un espacio de reproducción familiar. Resulta evidente que con la nueva forma de dominio agroindustrial devino una profunda pauperización y descomposición de la unidad campesina, aún cuando los datos reportan que en el arranque del tercer milenio la agricultura mexicana está a cargo de unos cuatro y medio millones de unidades de producción, de los cuales tres millones corresponden al sector reformado (ejidatarios o comuneros) y el resto son propietarios privados. Pero de estos últimos, apenas unos 15 mil, poseen grandes empresas que concentran casi la mitad del valor de la producción rural, y quizás otros 150 mil tienen empresas pequeñas. De estos, menos de la tercera parte genera ingresos agropecuarios suficientes para vivir, y más de la mitad obtiene la mayor parte de su ingreso de las actividades desarrolladas fuera de su parcela, según expresa Bartra (2003). Esta concentración de capital entre elites locales y transnacionales ha generado que un amplio grupo de productores se conviertan en jornaleros y se incremente el número de campesinos pobres. Este escenario del campo nacional hace necesario construir espacios de interlocución para que los actores sociales, desde diversos niveles y escalas, participen en el marco de las oportunidades que se abre en este contexto expresando sus capacidades17 para revalorar la agricultura18 y todo lo que tu tejido productivo implica. Desde luego, para que ello sea posible, se requiere del concurso de todos los sectores, para plantear la propuesta de modelo alternativo de desarrollo, con reglas compatibles19 y asequibles Este término implica un proceso de aprendizaje en el cual los actores en determinado territorio encuentren salidas a sus problemas, teniendo como soporte sus conocimientos, destrezas y habilidades, así como sus percepciones, patrones culturales y valores; sus formas de interpretación de la realidad, además de un sentido de autoestima y confianza en ellos mismos. Aunque no se trata de capacidades fijas, sino abiertas y flexibles a nuevas ideas, información y cambios en el contexto y que requieren de constante actualización (Chiriboga, 2003). 17

Para Torres, G. (2006: 190), la agricultura representa “a) Una actividad económica y sociocultural fundamental en la que el hombre, específicamente la sociedad humana, trabaja con la naturaleza y no sobre ella; b) Está directamente vinculada con los ecosistemas y su destrucción o bien su necesaria recuperación; c) Constituye la base de la sociedad y la cultura rural, en la cual lo rural tiene un sentido polisémico; pero sin la revaloración de la agricultura no hay manera de revalorar lo rural”. 18

1. Reconocer la necesidad de cambiar la forma de cultivar la tierra, recuperar todo lo que el hombre ha deteriorado como son los bosques, tierras y ríos. 2. Los suelos agrícolas han perdido su potencial de productividad por el uso desmedido de agroquímicos y semillas mejoradas y esto afecta no sólo al suelo, el agua y la planta, sino también al hombre. No debemos forzar a que los suelos produzcan ya que no hay compatibilidad fija entre la producción y el ecosistema, además de que creamos un desequilibrio energético y material en la misma unidad geo-ambiental. Se debe producir mediante una agricultura ecológica que revierta el proceso de deterioro y proteja los recursos naturales y al hombre. 3. Como nos enseña la ecología social, la restauración del equilibrio no sólo debe ser ecológico sino también social. Torres Carral G. (1998). La propuesta de la ecología social, busca un manejo humanista del medio ambiente, implica revalorar la naturaleza y al hombre, ante la explotación exacerbada que no respeta ideologías, culturas, ni fronteras territoriales; le apuesta al logro de una mejor 19

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que ayuden a transitar hacia una sociedad económicamente viable, socialmente justa y ambientalmente sana pero no solamente en el discurso político, sino en los hechos. Es preciso señalar que no existe una regla o norma general para hacer compatibles los objetivos económicos, políticos y ambientales, sobre todo si en la actualidad prevalece la idea de privilegiar la variable económica. No obstante, hay que volver al reencuentro entre naturaleza y sociedad, socavado ante el predominio del proyecto de la modernidad; al entrecruzamiento de los saberes de la ciencia moderna y los saberes de los sujetos pobladores de cada localidad, región o país; para sentar las bases hacia un desarrollo compatible, que sea socialmente justo y necesario; en virtud de lo insostenible que resulta el modelo actual de producción, que se complejiza aún más por las crisis múltiple: social, económica, política y ambiental.

Nuevo modelo alternativo agrícola-rural Es importante dejar asentado que este trabajo no representa un conjunto de propuestas propias porque, consideramos, suficiente se ha bordado en torno del problema emergente y la necesidad de una toma de decisiones en la situación discutida, lo presente constituye entonces una sistematización de las diversas propuestas y visiones que sobre el desarrollo presentan también diversos autores, para resolver el problema de inequidad en el campo no solo de México sino compartido y ampliado al campo latinoamericano. Ante las transformaciones de la sociedad rural y las exigencias de superación del modelo de desarrollo vigente, es obvio y necesario un escenario productivo incluyente y un nuevo modelo agrícola alternativo, que incorpore tanto las modificaciones como las dinámicas emergentes tales como: la competitividad entre los territorios urbanos-rurales, innovaciones científicas y tecnológicas apropiadas a las condiciones prevalecientes en determinado territorio. El papel de los actores sociales será buscar vínculos entre instituciones públicas y privadas, así como con las organizaciones formales e informales, para redimensionar las actividades productivas que se reflejen en mejores condiciones de producción y reproducción social. Un papel importante calidad de vida, restaurando y conservando todo lo que el hombre ha destruido en su afán de conquista de la naturaleza; de tal manera que se logre un equilibrio, entre la sociedad y la naturaleza. Desde luego, ello exige el compromiso de principios éticos, democráticos y emancipadores, que como habitantes de este planeta, debemos construir; sin ello, simplemente no habría un progreso real.



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a considerar es el de las instituciones educativas de nivel superior20, ya que “deben ser espacios de producción y difusión de los conocimientos socialmente necesarios para comprender y transformar el mundo en que vivimos, entenderlo de formas diversas y abiertas, como el ámbito donde se debate acerca de las múltiples formas de comprensión y construcción de nuestras sociedades, lo que se torna inevitable y necesario. Las universidades nos ayudan a leer el mundo, a entenderlo y a imaginarlo. Para esto, la producción científica y tecnológica constituye un aporte fundamental, entendiendo así que el monismo metodológico y que el sectarismo teórico no son otra cosa que obstáculos que impiden una comprensión crítica de nuestra realidad histórica” (Gentili, 2008). Pero fundamentalmente, las instituciones de educación deben garantizar el bienestar de la sociedad en general. El vínculo con las instituciones educativas, requiere de un compromiso, que analice el potencial productivo en los territorios, mediante diagnósticos que reflejen las necesidades y requerimientos de los pobladores de cada localidad o región; así como otras posibilidades de diversificación productiva, a fin de obtener productos ambientalmente sanos, económicos viables y socialmente justos para dinamizar el desarrollo local y regional. Sobre todo, no hay que pasar inadvertido, que entre las funciones sociales de las instituciones educativas, debe estar el generar ideas, propuestas y teorías para la mejora de la sociedad vía el pensamiento crítico y propositivo, para aminorar las disparidades en los ámbitos productivos al interior de los territorios, mediante redes consolidadas de investigación que se vinculen con instituciones y organizaciones progresistas que orientan sus esfuerzos al estudio, reflexión, análisis y propuestas de políticas con la finalidad de dar conocer, explicar y contribuir en la toma decisiones que contribuyan al desarrollo. Desde luego, para que las propuestas sean eficaces, tienen que ser acordes a las realidades de las condiciones que prevalezcan en los territorios, lo que implica un sinuoso y largo camino a recorrer, ya que requiere del diseño de metodologías participativas con los diversos actores a fin de que las propuestas sean incluyentes, autónomas y democráticas. En el fondo subyace una visión campesinista y estamos de acuerdo en que: “para que tal visión campesinista de la nueva ruralidad se logre materializar y beneficie a todos los campesinos es necesaria una nueva reforma agraria que transfiera no sólo tierra a los sin o con insuficiente tierra sino también recursos financieros y tecnológicos. También es necesaria una inserción más equitativa de los campesinos en los mercados tanto de productos como de los factores productivos, que sólo se puede lograr desarrollando sus organizaciones. Sólo con el empoderamiento de los campesinos, en alianza con otros sectores sociales progresistas, es posible que ellos negocien mejores condiciones en sus relaciones tanto con el mercado como con el Estado (Kay, C. 2007: 33-34). 20

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Con base en los temas anteriormente señalados, algunas características que, desde nuestra perspectiva, debe cumplir este modelo son21: a) Protección de áreas estratégicas: recursos naturales y grupos humanos vulnerables. b) Mejoramiento en cantidad y calidad del sector servicios, impidiendo su distrofia. c) Política de precios acorde con la protección interna, que los productos del campo se tornen estratégicos. d) Disponibilidad de créditos y exenciones fiscales, obras de infraestructura y servicio como primera prioridad para el agro. De acuerdo con Bartra (2008), “debemos restablecer la seguridad alimentaria, respaldando a la pequeña y mediana producción campesina y fortaleciendo el mercado interno, tanto nacional como regional y local (…) mediante la integración de cadenas que potencien nuestras complementariedades productivas” e) Entender la emancipación de clase y nacional no sólo como una lucha sino también como parte de formas de cooperación nuevas, generando sociedades, libres, democráticas, voluntarias y conscientes. Aunado a lo anterior, es imprescindible que exista una política de desarrollo rural alternativo que fomente la agricultura campesina empresarial y garantice su viabilidad en los mercados, lo cual es posible en las diversas localidades de un territorio determinado, así como con los sectores en los que tiene vínculos la agricultura. Este planteamiento exige de un notable cambio de carácter estructural en la producción, industria, comercialización y distribución; así como en la organización y la transferencia de tecnología, además de capacitación de recursos humanos, en el tamaño de la empresa, en el diseño y promoción comercial de productos. Se tiene que construir la política con acuerdo entre los actores sociales más comprometidos con la problemática agrícola y rural. Apoyándonos en Ocampo (2005), es pertinente, “diseñar marcos integrados de política que tomen en cuenta tanto los vínculos entre las diferentes políticas sociales como aquellos que se establecen entre las políticas y objetivos económicos y sociales (…) ello debería ir seguido por el desarrollo de 21



Retomadas de Torres, G. (1998).

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sistemas más eficaces de coordinación entre las autoridades económicas y sociales, en los cuales las prioridades sociales se incorporen efectivamente en el diseño de la política económica”. Derivado de lo anterior, la estrategia de desarrollo alternativo, tiene que ser acompañada de una política de rururbanización22; es decir, reconociendo las relaciones de complementariedad entre el campo y la ciudad, la pluralidad de funciones que se revaloran en el espacio rural (paisaje, recursos naturales, aspectos culturales: tradiciones y costumbres), y las transformaciones espaciales, socioeconómicas así como el impacto ambiental que adquieren estrategias de planificación del territorio desde los diversos ámbitos de gobierno. En suma, “valorizar los activos territoriales mediante formas diversas pero que, conceptualmente, representan tres grandes opciones económicas: actividades comerciales y agroindustriales que aumentan el valor añadido de productos y servicios tradicionales; nuevos bienes desarrollados a partir de recursos, técnicas y tradiciones culturales poco utilizados; y aprovechamiento de sinergias horizontales que aumentan el valor agregado de diversos sectores” (FAO, 2003). Por tanto, los escenarios a corto y mediano plazo donde se tienen que llevar a efecto las políticas, tienen que ser un espacio temporal de apoyos del Estado, mediante subsidios a la producción, esto no significa el retorno al Estado paternalista, sino una estrategia para garantizar el mejoramiento económico y productivo de los territorios, donde prevalezca la revaloración del paisaje en las actividades turísticas; calidad e imagen de los alimentos que se ligan a cuestiones de la salud, ecológicas y origen de los productos; tendencias a ocupar los espacios rurales por los residentes de la ciudad, para la revaloración de lo rural en forma multidimensional: no sólo se oferta paisaje o aire limpio, sino un uso y aprovechamiento de los recursos naturales mejorado y responsable, lo cual necesariamente conduce hacia alternativas de desarrollo generadoras de una mejor calidad de vida y desarrollo económico y productivo en los territorios. Es un hecho que el modelo de desarrollo vigente, pese a que ha mostrado su ineficiencia, no desaparecerá de inmediato, entonces las estrategias para la reactivaEste término según Prost (1991, citado por Ávila Sánchez, H. 2008), alude a una mutación territorial por los cambios en las funciones territoriales de las zonas rurales, ante la pérdida de sus componentes agrícolas y/o agrarios, a favor de características urbanas sean de tipo industrial o habitacional. Se trata de una etapa intermedia de dicha mutación, acompañada de la implementación de equipamientos y de actividades que no están ligados al mundo rural, pero provienen y participan del sistema urbano. 22

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ción de la agricultura tienen que incluir propuestas innovadoras23 que consideren las demandas de los consumidores, las condiciones de los mercados y también de los territorios, a fin de aprovechar las oportunidades y poder insertarse o crear cadenas de comercialización ya establecidas. Es conveniente, dentro de las actividades de las diversas cadenas, poner en contacto a los productores locales con los consumidores (…), valorizar recursos y factores anteriormente inutilizados o subutilizados, mediante la creación de nuevos productos y servicios con valor comercial” (FAO, 2003). La preparación de las propuestas requiere de tiempo para que se tomen acuerdos consensuados entre los diversos actores sociales e instituciones, puesto que tienen que considerar las disparidades entre los territorios: factores productivos, técnicos, recursos económicos y humanos, así como aspectos socioculturales, los cuales se tienen que evaluar previamente para la implementación de proyectos de desarrollo. Territorio: factor estratégico para el desarrollo rural en el nuevo contexto

En los primeros años del siglo XXI, la lucha por los recursos naturales es central y el concepto de “territorio” remplaza al de “tierra”, puesto que la incluye y suma las riquezas del subsuelo.24 En el pasado reciente, la tierra como medio de producción, fue el motivo de lucha, de las organizaciones campesinas, ligados a los principios de libertad e impartición de justicia social, el blanco a atacar fue el Estado, con el paso del tiempo estas demandas perdieron vigencia y en la actualidad, las demandas de las organizaciones están en función del territorio, a partir del reconocimiento de que es un espacio socialmente construido, donde están presentes una serie de intereses, poder y conflictos entre diversos actores e instituciones que delinean la producción. Las demandas de las organizaciones giran en torno a una mayor participación, autonomía y apropiación de los recursos naturales (agua, bosques, tierra), factores estratégicos no sólo por generar recursos económicos, sino por la protección del ambiente y la calidad de vida, tanto para las generaciones actuales como para las que están por venir. 23

Ocampo, J. A. (2005).

24

Giarraca, (2004:18)



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Asimismo, cobra relevancia la demanda de los grupos étnicos, por su reconocimiento como ciudadanos, y por la aceptación de sus formas de vida distintas a la lógica mercantil. El blanco a atacar sigue siendo el Estado, por una política pública que garantice el derecho a una mejor calidad de vida. Por último, adquiere relevancia la lucha de igualdad de género, donde se reconozca el papel de la mujer en las actividades productivas con igualdad de oportunidades y mejores salarios. Cabe destacar que la feminización de la agricultura, cobra un rasgo importante en la demanda de factores de la producción como tierra y capital financiero, aún no reconocido necesario en un modelo alternativo de desarrollo. Delgadillo (2006:13) sugiere aparte de priorizar el territorio como objeto de acción política e institucional, junto a la construcción de una nueva institucionalidad proactiva, partir de una perspectiva holística, multidimensional, transversal, intertemporal y multisectorial para la articulación territorial. En esta concepción el territorio es el elemento integrador de mercados y políticas públicas, al mismo tiempo de ser el objetivo del desarrollo económico deseado. No obstante, prevalecen vacíos de significación. El territorio en su nivel más estático y abstracto puede encontrarse en el ámbito nacional. Luego están otros dos importantes niveles de territorio funcional caracterizados por los escenarios políticoadministrativos estatales y municipales. Ambos niveles deben ser considerados como unidades de planificación y en la mayoría de los casos también hacen referencia a identidades territoriales regionales. El conjunto de estas tareas y requerimientos requiere de políticas públicas diferenciadas, que partan de las características específicas de los productores y de su vínculo con la sociedad y economía global. En virtud del planteamiento anterior, las siguientes consideraciones nos parecen la síntesis, a observar para el modelo alternativo: 1. Una competitividad, determinada por la amplia difusión del progreso técnico y el conocimiento, constituye condición necesaria de sobrevivencia de las unidades productivas. 2. La innovación tecnológica que eleva la productividad del trabajo es una determinante crítica del mejoramiento de los ingresos de la población pobre rural.

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3. La competitividad es un fenómeno sistémico, no es un atributo de empresas o unidades de producción individuales o aisladas, se funda y depende de las características de los entornos en que están insertas. 4. La demanda externa al territorio es el motor de las transformaciones productivas, es esencial para los incrementos de la productividad y el ingreso. 5. El desarrollo institucional tiene una importancia crítica para el desarrollo territorial. 7. El territorio no es un espacio físico “objetivamente existente”, sino una construcción social, un conjunto de relaciones sociales que dan origen y expresan una identidad y un sentido compartidos por múltiples agentes públicos y privados. Ramírez (2006) señala que es un acierto reconocer el carácter sistémico de la competitividad, no obstante, propone no dejar a un lado las prescripciones neoliberales del desmantelamiento de la inversión en el campo y en la investigación, aspectos muy relacionados con la competitividad. En cuanto a los vínculos rurales-urbanos, no hay por que limitarse a la esfera económica, sino trascender al ámbito cultural, político e identitario. Y con respecto al desarrollo institucional habría que reconocer las instituciones no formales, a pesar de su fragmentación; el territorio, es fundamental en términos teóricos metodológicos y para propósitos de la planeación del DTR, sin embargo, no puede traducirse en una relación idílica de los territorios, en la cual los elementos de identidad eliminan los conflictos. Pero surgen contradicciones al suponer que los territorios pueden volverse competitivos, por la heterogeneidad de la sociedad rural desarticulada primero, por la modernización desarrollista y luego por la globalización neoliberal caracterizada por la polarización social y territorial, tema que hay que estudiar. Reflexiones finales La nueva ruralidad, constituye una mirada al campo que considera las principales transformaciones ocurridas en los aspectos productivos, ambientales y socioculturales, y también enfoca una visión renovada de lo rural en virtud de los vínculos estrechos con la ciudad. En ese entramado surgen líneas para redimensionar el desarrollo del



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mundo rural, un territorio que ocupa un lugar privilegiado por ser un espacio socialmente construido donde confluye historia, modos de vida, organizaciones, recursos naturales, actores e instituciones, que tendrán que rediseñar las nuevas reglas del juego para construir un desarrollo alternativo al modelo neoliberal. La propuesta, representa una oportunidad para establecer los ejes en los cuales tendría que sustentarse la producción, sin evadir la importancia del manejo adecuado de los recursos naturales ante las crisis múltiples. Es necesario incluir en la agenda de discusión el nuevo escenario productivo donde las innovaciones científicastecnológicas repercuten fuertemente en la producción primaria y el tejido social y productivo d en las comunidades rurales. En ese sentido, toca a los diversos actores sociales tanto del medio urbano como el rural, un nivel de participación que integre y supere la heterogeneidad, acepte la multifuncionalidad de los territorios, establezca acuerdos sobre los temas técnicos, productivos, culturales y ambientales para redimensionar la actividad productiva, agrícola y no agrícola encaminándola a mejorar la calidad de vida de nuestras sociedades. En cuanto al territorio como factor estratégico para el desarrollo rural, debe crearse una política pública, con la visión incluyente de los actores sociales, organizaciones e instituciones, lo suficientemente flexible y autónoma para definir prioridades diferenciadas e intersectoriales como consecuencia de las diferentes lógicas territoriales, ya que las políticas y programas de desarrollo rural no han sido efectivos porque el tema territorial no ha sido adecuadamente comprendido. Una concepción de territorio que pone en el centro a los productores permite a la vez revalorar sus saberes, sus experiencias, su historia, su tecnología, etc., en paralelo con los conocimientos y la tecnología que provee la ciencia moderna. Y, sobre todo, permite visualizar opciones para volver virtuosa la hasta hoy nociva relación campo-ciudad. Los retos del desarrollo rural, ya no deben responder a usanzas del clientelismo político con una política pública que diferencie la asignación de recursos económicos, que se fomente la competitividad sin distinción ni marginación de mujeres y jóvenes rurales a quienes hay que incluir en la agenda del desarrollo rural junto a los ejidatarios, comuneros, avecindados, todos, factor estratégico para la reactivación del mundo rural. Esta tarea no es nada fácil, pero se tendrá que dar en la medida en que tenemos un futuro común y un mundo sin fronteras, para hacer efectivo el lema del Foro Mundial: “otro mundo es posible”.

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