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XXVI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología. Asociación Latinoamericana de Sociología, Guadalajara, 2007.
Nuevos actores sociales: cambios en la estructura social de Cuba en los inicios del siglo XXI. Adrián Rodríguez Chailloux. Cita: Adrián Rodríguez Chailloux (2007). Nuevos actores sociales: cambios en la estructura social de Cuba en los inicios del siglo XXI. XXVI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología. Asociación Latinoamericana de Sociología, Guadalajara.
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“Nuevos actores sociales: Cambios en la estructura social cubana en los inicios del siglo XXI.” Msc Adrián Rodríguez Chailloux Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) XXVI Congreso ALAS –GUADALAJARA 2007 I. Introducción Las reflexiones sobre actores sociales y la manera en que estos configuran sus identidades y subjetividades son un tema de vieja data en las Ciencias Sociales; pero en la actualidad es innegable el auge extraordinario de estas temáticas. La complejidad del actual contexto mundial globalizado, que muestra entre sus aspectos más visibles, las fallas de los sistemas democráticos para incluir a diversos grupos minoritarios y tradicionalmente excluidos, las desigualdades sociales, la pobreza y el estancamiento de la movilidad social, auguró la explosión de dichos estudios. En este sentido, para el campo de las investigaciones sociales cubana a raíz de la coyuntura específica que vive la Isla desde fines de los años ochenta, es de gran relevancia iniciar y profundizar los pocos estudios existentes sobre los nuevos actores, para dar cuenta de los cambios sociales en que se ha visto inmerso el país en las últimas décadas. No estaría de más mencionar que esta ponencia es el resultado de una investigación desarrollada por el propio autor para la obtención de grado académico de de Master en Sociología en el año 2006. Podemos comenzar señalando que el triunfo de la Revolución cubana inaugurada el 1 de Enero de 1959, y la puesta en marcha de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas a todo el organismo social, posibilitó que las desigualdades de todo tipo fueran casi eliminadas. De esta forma la sociedad cubana se caracterizó a grandes rasgos en sus tres primeras décadas por ser una sociedad homogénea e igualitaria en términos de ingresos, consumo y bienestar, etc. El logro de estos beneficios facilitó la creación de una sociedad muy equitativa en términos de derechos sociales, mucho más si la comparamos con sus iguales latinoamericanas; y por otra parte, también posibilitó que la construcción de la legitimidad y el consenso que disfruta el gobierno cubano se asentara sobre esos pilares. Sumado a ello, no se puede perder de vista el hecho de que con la eliminación de los actores tradicionales y la creación de nuevos actores surgidos al calor de la gesta revolucionaria, estos se hicieron
depositarios y reproductores de todo un sistema que desde muy temprano se definió como socialista. A fines del siglo pasado la sociedad cubana entra en una nueva etapa a raíz de la crisis y el ulterior Proceso de Reformas, por lo cual se ha visto inscrita en un proceso de cambios sociales y estrcuturales que rompen la anterior configuración homogénea que estuvo presente en el país. La adopción de estrategias jurídicas, económicas y políticas para sortear la situación caótica que atravesaba la Isla implicó entre numerosos efectos, la emergencia de nuevos actores sociales y por ende la formación de nuevas identidades sectoriales. Uno de estos grupos sociales con una incipiente identidad propia, que adquiere una especial significación, y tema central de esta ponencia, son los directivos cubanos que laboran dentro del sector mixto de la economía insular. En este sentido, nuestro objetivo primordial en este análisis será examinar la manera en que este nuevo actor social surge y de que manera va a comenzar a delinear una identidad propia que lo hace diferente de otros grupos sociales en la estructura social cubana. II. Constitución de un nuevo actor social: Marcos de análisis
Como ya habíamos señalado, a fines de la década de los ochenta y principios de la década de los noventa, Cuba se vio inmersa en una de las crisis más grandes en toda su historia. Las causas de esta situación hay que rastrearlas en una serie de problemas internos que se venían sucediendo desde principios de los años ochenta, siendo catalizada por factores externos, como la caída del campo socialista y el recrudecimiento del bloqueo norteamericano contra la isla. Ante la situación de incertidumbre por la que comenzaba atravesar la sociedad cubana, el gobierno tomó la decisión de elaborar un paquete de medidas, en aras de paliar la situación de crisis económica, y a su vez mantener la legitimidad y el consenso del poder político que comenzaba a ser resquebrajado producto de la crisis. Estas reformas en parte no se alejaron mucho de los tradicionales paquetes de medidas que se tomaron en América Latina, ya que se adoptaron una serie de mecanismos mercantiles (inversión extranjera, ajustes fiscales, monetarios, de precios y laborales, dualización monetaria, incentivación del trabajo privado) para contrarrestar la situación tan caótica en que se encontraba la economía cubana; aunque sí significaron una alternativa a los
tradicionales “ajustes estructurales” que asumieron la mayoría de los gobiernos latinoamericanos, al tratar de reducir los costos sociales que esas medidas produjeron. Esta estrategia de reformas económicas del gobierno cubano, la cual fue avalada constitucionalmente en las modificaciones realizadas a la Constitución en 1992, tuvo como centros de atención la superación de la situación crítica en que había caído la sociedad cubana, y económicamente se expresó en un cambio paulatino de una economía agro-industrial a una economía de servicios, la adopción de tecnología avanzada en la gerencia de empresas, entrenamiento de los recursos humanos bajo los supuestos del mercado y una mayor autonomía y descentralización en el proceso de toma de decisiones de las empresas comparado con décadas anteriores. Además la adopción de estas medidas significaron la interrupción en la caída de los índices económicos y un posterior crecimiento de la economía cubana a mediados de la década de los noventa, aunque todavía dista mucho de los índices económicos de décadas anteriores. Por otra parte, la aplicación del Proceso de Reformas económicas generó una serie de contradicciones sociales, expresadas en una inversión de la pirámide estructural, la aparición del desempleo, el aumento de la pobreza y las desigualdades sociales y territoriales (Espina, 2005), manifestaciones de desintegración social (incremento de la tasa de suicidios, de robos, delincuencia, crecimiento del mercado negro, etc.), desencantamiento de algunos sectores de la sociedad con el proyecto revolucionario y la pérdida del monopolio de Estado en la asignación de recursos. Además estos procesos sociales -crisis y reformas- también implicaron que la sociedad cubana comenzara hacerse más heterogénea y compleja a partir de la emergencia de una serie de actores sociales que provocaron la
ruptura de la anterior configuración
tendiente a la homogeneidad social característica en casi más de treinta años en la sociedad cubana. Los nuevos actores sociales, que emergieron con la adopción de una nueva estrategia económica, más allá del hecho de que su número y composición varían debido a diferentes factores de carácter político y económico, también han tenido un impacto muy profundo en la estructura social cubana ya que la manera en que articulan su lógica económica tiene un fuerte componente mercantil, independientemente que su accionar se encuentra dentro de los marcos normativos de una economía centralizada y planificada. Este doble accionar facilita que se alejen de las formas tradicionales en que
el gobierno cubano manejaba la economía y la asignación de recursos y a su vez, permite que amplíen sus opciones, reales o virtuales, de acción autónoma en lo que respecta a su reproducción material y simbólica. Entre los actores socioeconómicos más relevantes, que se van a desarrollar al calor del Proceso de Reforma, se encuentran los trabajadores por cuenta propia (TPCP), actores empresariales (gerentes generales y vice-gerentes generales, de venta, publicidad, mercadotecnia, relaciones públicas, etc., que trabajan en las distintas formas de asociación que el Estado cubano tiene con el capital privado), trabajadores del sector turístico, así como también los trabajadores de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), que surgieron a raíz de la reestructuración de la agricultura cubana Específicamente este nuevo actor social que nos ocupa (Directivos de Empresas Mixtas), surgido dentro de los marcos normativos de la Ley 77, que regula lo concerniente a la inversión extranjera en la Isla, independientemente que sea pequeño dentro de los grupos ocupacionales que forman la población económicamente activa del país, lo que hace que cuantitativamente no sea un sector relevante dentro de la estructura social cubana (La totalidad de los trabajadores de las Empresas Mixtas solo representan el 0.7%)(ONE, 2005) tiene importancia cualitativa, ya que comenzó a desempeñar sus actividades en un área de la economía del país que se rige por leyes del mercado, con criterios capitalistas de eficiencia y calidad en el producto final del trabajo, lo cual va a generar otros criterios de movilidad y prestigio social como veremos más adelante. Otro punto de partida importante para analizar este sector, está dado por las reglas de acceso. Por una parte, se van a poner de manifiesto el uso de redes y capitales sociales que son usados desde los diferentes grupos ocupacionales que se parten y asociado a ello va a estar presente la preparación y superación constante tanto profesional como técnica no convirtiéndose estos en recursos en sí mismos (aislados), sino que ellos ayudaron para desempeñarse en empresas que van a tener relaciones con el exterior (economías de mercado) que supone el manejo de técnicas y análisis económicos, contables y otros muy modernos que muchas veces no se emplean en las relaciones entre las empresas estatales al interior del país, porque las relaciones dentro del Estado muchas veces se circunscriben a decisiones políticas que no dejan autonomía a los
dirigentes. En el sector mixto al primar las relaciones de mercado, los análisis de costos—beneficios, rentabilidad, etc. se impone el manejo de numerosas técnicas y generalmente muy modernas. Por ello, este sector se destacaría, además, por una visión más tecnocrática, pragmática, particularista de lo que pasa a nivel de su empresa, frente al funcionario estatal, quien tiene (o debe tener, o se le impone por directivas) una visión más socializadora de la economía, lo cual no deja de generar tensiones. Por otra parte, independientemente que estas empresas han sido creadas bajo el control del Estado, las relaciones entre trabajadores cubanos y directivos extranjeros comienza a configurar nuevas conductas y estilos de vida, muy diferenciadas del cubano promedio y se perciban altos ingresos en moneda libremente convertible, no estando controlados parte de ello por el Estado. Una característica central de estos actores -altos ingresos y elevado consumo-, empieza a establecer una nueva manera de asumir criterios sobre el prestigio social y como modelo subjetivo de movilidad ascendente por parte de la población cubana, hecho comienza a marcar rasgos de identidad asociada al prestigio social y el estatus elevado que tienen a nivel social diferenciándose de otros nuevos actores en la sociedad cubana. Además este sentido del “éxito” irradia una nueva manera de percibir la movilidad dentro de la sociedad cubana, que tiene que ver mucho con la creación de redes sociales previas y una variedad de capitales, lo cual lo aleja de las maneras tradicionales en que estaba asentada la movilidad social en el país. En este sentido, la emergencia de este grupo pone en evidencia la ampliación del universo simbólico de la sociedad cubana posibilitada a raíz de la crisis. La utilización de estrategias calculadas para el acceso al sector, en dependencia de la posesión de una serie de capitales y las redes de solidaridad en que se apoyan, rompen con el anterior universo simbólico de la sociedad cubana. Aunque son un actor heterogéneo, y hasta ahora en las investigaciones que se han realizado sobre este actor podemos percibir que no existe un interés de formar un tipo de asociación particular, es evidente que comparten experiencias, modos y estilos de vida muy diferentes a otros grupos de la estructura social de la Isla y están muy por encima de la media de cualquier ciudadano, teniendo acceso a altas sumas de moneda libremente convertible, justificando este criterio a partir del alto grado de responsabilidad que desempeñan en la economía del país.
Es interesante notar cómo al estar insertos dentro de las normatividades del Estado cubano, son sancionados legalmente por este, lo cual los diferencia de otros nuevos actores que tradicionalmente han sido vistos como sinónimo de enriquecimiento ilícito, como los campesinos individuales y los TPCP. Además, no solo la lógica estatal marca su accionar, sino que al accionar dentro de la lógica del mercado es común que se alejen de formas tradicionales en que el Estado asigna recursos y su desempeño está ajeno a un discurso que prioriza lo político. La maximización de ganancias se convierte en el lema principal
Esto nos lleva a pensar que este sector se caracteriza por una elevada
capacidad y habilidad para accionar ante dos lógicas totalmente distintas y tener respuestas satisfactorias ante las dos. Por otra parte, al interior del grupo, aunque existen diferencias visibles entre ellos, asociadas al tipo empresa mixta donde laboran, tienen una serie de características que los hace erigirse como un actor donde el eje articulador es la lógica mercantil, independientemente de sus diferencias. Esto los hace depositarios de nuevas formas de socialización, de normas y valores que irradian a todo el organismo social e incluso llegan a ser aceptadas legítimamente por el conjunto de la población. Se puede señalar la emergencia de un tipo de identidad nueva que agrega no poca complejidad a la sociedad cubana y quiebran la integración social que existió por más de tres décadas. Este actor al estar insertado dentro de estrategias privadas de reproducción del capital, y estar dentro de sectores de gran dinamismo y altos niveles de gestión y eficiencia, comúnmente se traduce en ingresos y consumos por encima de la media de la población cubana, a pesar del control riguroso por parte del Estado, provocando una polarización más extrema de las diferencias entre los grupos sociales de la sociedad cubana. Este tipo de consumo diferenciado con el resto de la población posibilitado por los altos ingresos que perciben se expresa como una práctica constituyente y no solo como un epifenómeno construido a raíz de las nuevas relaciones de producción que se dan en la economía cubana. Dicho de otro modo, existe una homología estructural entre el campo de las prácticas de consumo y el campo de las relaciones sociales. Por eso estas prácticas diferenciadas de consumo atraviesan la estructura social en su conjunto y reorganizan, simbólica y prácticamente el conjunto de los campos en que se crean las clases sociales, según la definición bourdiana de esta.
III. A modo de Conclusión Intentando resumir las ideas expuestas con anterioridad y partiendo del supuesto de la amplitud de tema, que no se agota en esta páginas, he señalado grosso modo las características principales de este nuevo actor social y cómo va conformándose un tipo de identidad nueva en la sociedad cubana. En este sentido, ingresos diferenciados, prácticas de consumo, narrativas propias, aspiraciones, construcción de metas, imágenes y representaciones del mundo social que poseen estos actores se convierten en un hecho fundamental que no debe ser pasado por alto, ya que influyen en la construcción social de su identidad, puesto que ella se expresa en estilos de vida y no solo en la dimensión de la ocupación material. Por lo tanto, la identidad social de este actor viene configurada por uno de sus ejes fundamentales: por el estilo de vida, y la definición de clase adquiere un aspecto de totalización de estilos de vida, puesto que la consciencia de clase como concepto se fundamenta en la identidad del individuo perteneciente a un grupo. En este sentido el consumo constituye un elemento mediador de identidades y configurador de la conciencia de clase a partir de su posición económica. Además debemos recalcar que la formación de esta incipiente identidad en la sociedad cubana, está asociada a tres dimensiones a partir de las cuales esta nueva identidad se crea y recrea. Estos individuos “contextualmente” se sitúan en un campo simbólico específico, sector mixto de la economía cubana, el cual se formó a raíz de la crisis y el Proceso de Reformas. Por ende con la entrada al sector se da todo un cambio simbólico en estas personas, que posibilita que creen nuevas estrategias de elección y de vida, además de ordenar sus preferencias en torno a la labor de desempeñan. Esto hace que de una manera u otra se alejen de otros tipos de identidades que existen en la sociedad cubana. Por otra parte, la instrumentalidad que revisten las acciones de estas personas tanto parar llegar al sector, a los puestos directivos y a raíz de estas características, delinear una estrategia familiar de vida, denota estrategias calculadas donde el principio costo-beneficio prima. Tomando en cuenta una investigación realizada sobre el tema, ha sido evidente la emergencia de un habitus, de un espacio social nuevo en la sociedad cubana para enfrentar la crisis a que se vio sometida. La creación de nuevas disposiciones a partir una serie de capitales y de sus relaciones con el empresariado extranjero, permite
confrontar experiencias nuevas y pasadas haciendo que estos sujetos incorporen nuevos repertorios simbólicos a sus proyectos individuales de vida. Como hemos visto hasta el momento la emergencia de este actor implica tensiones a la visión del Estado acerca de la conducción y de las relaciones políticas del país, partiendo del hecho de que el Estado cubano en la actualidad, al concentrar la capacidad de toma de decisiones y a la vez, al no haber recuperado su capacidad productiva como la poseía en épocas anteriores, debe posibilitar el accionar de este grupo. No se trata de demonizar a este actor a partir de una serie de rasgos particulares que puedan ser contradictorios, ni tampoco como un “mal” necesario que debe ser erradicado en un futuro no muy lejano, ni pensarlo como depositario de un germen de disidencia interna en la Isla en un futuro. Partir de estas premisas implicaría tener una visión limitada sobre la necesidad de crear estrategias de complementación entre estos actores (y otros) y el Estado cubano en función de un proyecto suficientemente integral, articulado y explícito de reestructuración societal, a partir de los recursos, habilidades y conocimientos que han ido generando dichos actores al calor de su experiencia.
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