O LADO DE LÁ E O LADO DE CÁ Violencia social en la novela O Matador, de Patrícia Melo

“O LADO DE LÁ E O LADO DE CÁ” Violencia social en la novela O Matador, de Patrícia Melo “...Eu não estaba muito longe de entender que existe o lado de
Author:  Luis Godoy Miranda

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“O LADO DE LÁ E O LADO DE CÁ” Violencia social en la novela O Matador, de Patrícia Melo “...Eu não estaba muito longe de entender que existe o lado de lá e o lado de cá, e que não se muda de lado. Nunca. ... “ (O Matador, cap. 36)

El tema de la violencia en las grandes urbes ha tomado fuerza en la narrativa brasileña contemporánea. En esta línea de un crudo realismo urbano, y con la influencia marcada de Rubem Fonseca, pueden ubicarse las novelas de Patrícia Melo: Acqua Toffana (1994), Elogio da mentira (1998), Inferno (2000) y O Matador (1995), la obra que aquí nos ocupa. O Matador1 se configura como una novela policial negra: las escenas escabrosas y los crímenes sórdidos pueblan la obra. Es a través del relato del propio protagonista como se irá desarrollando la trama. La novela, narrada en primera persona, nos presenta la historia delictiva de Máiquel, un joven empleado, morador de un suburbio de San Pablo, quien mata casi involuntariamente a un bandido, transformándose así en un héroe de su barrio. A partir de este hecho, será manipulado por personajes socialmente influyentes que lo utilizarán como instrumento de venganza contra determinados delincuentes, y se convertirá en un asesino profesional: en un “matador”. Hecha esta síntesis argumental, podemos proponer la siguiente hipótesis de sentido: creemos que en la trayectoria del protagonista se exponen no sólo los resentimientos y conflictos que llevan a un hombre a transformarse en un asesino a sueldo, sino que también se entrecruzan el odio y la violencia de distintos grupos sociales, en un juego de perspectivas cambiantes en que “os de cá” – los marginales- son amenazas reales para “os de lá”- los poderosos- , pero también a la inversa. Ésta es la perspectiva de lectura que intentaremos desarrollar en este trabajo, concentrando nuestra atención en tratar de esclarecer los mecanismos de violencia que manifiesta cada grupo social y el propio protagonista, desde un enfoque sociológico. Tomamos el concepto de violencia en sentido general, definida como “todo tipo de acción que resulte en daño serio para la vida o sus condiciones materiales, incluso tomando en consideración el aspecto indirecto del fenómeno...” (Sodré, 2001: 22). Por otra parte,

siguiendo al mismo autor, al hablar de “violencia social” entendemos por ésta una tensión que se produce en el seno de toda sociedad que se estructura en clases diferentes. (Sodré, 2001:20). Otros conceptos ligados a diversas modalidades de violencia se explicitarán oportunamente a lo largo del trabajo. 1. La organización social latinoamericana: expresión del “estado de violencia” Un rasgo característico de los países latinoamericanos es la desigualdad social, que ha signado, en el caso de Brasil, todo su proceso histórico. Un sistema económico y cultural que beneficia a unos pocos, dejando en la pobreza a la gran mayoría, es la constante que, con barnices diversos de acuerdo a diferentes épocas y circunstancias, se ha mantenido desde los orígenes de esa nación hasta el presente. A la polaridad entre ricos y pobres se suma, en la realidad brasileña, otra dicotomía: campo y ciudad. Los latifundios, ligados a otras cuestiones socioeconómicas, empujaron a los pobladores rurales empobrecidos hacia las grandes ciudades, lo cual originó una distribución demográfica caótica: mientras que hay estados con extensas regiones apenas habitadas, se produjo una concentración poblacional incontenible en urbes que acabaron convirtiéndose en megaciudades, tal el caso de Río de Janeiro y especialmente, San Pablo, que se sitúa entre las metrópolis más pobladas del planeta. Asimismo, de ese mapa urbano las políticas neoliberales han quitado las fábricas, el aparato productivo, el conjunto mismo de las relaciones de trabajo y producción, provocando el aumento de la miseria y la exclusión, en un proceso que nosotros, en nuestro país, lamentablemente, también conocemos muy bien. En estas formas tan desiguales de articulación social podemos reconocer lo que Sodré llama “estado de violencia, violencia invisible o violencia institucional”: se trata de una marca estructural de la organización social de los países tercermundistas; un estado de tensión silenciosa y continua que se expresa, entre otras formas, en la contigüidad escandalosa de la miseria y la opulencia. 2. “Os de cá”: los sectores marginales y la violencia social directa La descripción anterior de la gran ciudad corresponde al telón de fondo que aparece en la novela: la periferia de San Pablo, al margen de los sectores prósperos; donde coexisten 1

MELO, Patricia (2003) O Matador. Ed. Companhia das Letras, São Paulo. En adelante, todas las citas sobre esta obra remitirán a esta misma edición.

suburbios pobres, como el barrio donde vive Máiquel (se menciona la zona de Santo Amaro), y favelas, ambos lugares habitados por legiones de excluidos que rápidamente se tornan marginales. En la novela aparecen variados personajes que pueden encuadrarse dentro de este grupo social: esencialmente, la mayoría de las víctimas de Máiquel, que son delincuentes comunes; y por supuesto, el propio protagonista, a partir del momento en que mata por error al hijo de un pediatra, creyendo que era un “pivete”, un chico de la calle, razón por la que empieza a ser perseguido por la policía y se produce su desmoronamiento social. La primera víctima de Máiquel es Suel, un negro, de muy mala reputación en el barrio. Luego de su crimen, Máiquel se sorprende al recibir regalos y felicitaciones de los vecinos y de la policía, en agradecimiento por haberlo liquidado. Entonces se entera de quién era Suel: un ladrón de estéreos, asaltante y violador; se decía inclusive que había abusado de una niñita. Ezequiel, su segunda víctima, a quien mata por encargo del Dr. Carvalho, era un violador: había abusado de Gabriela, la hija del dentista. Neno, la tercera víctima, era un ladronzuelo de tan sólo doce años. Conan, el siguiente, un ladrón de autos. Pedro Televisão, un mestizo, de veinte años, asaltante violento que había disparado contra el Dr. Júlio, amigo del Dr. Carvalho. De esta galería de personajes no se nos aportan más que datos mínimos, que permiten tipificarlos apenas por su accionar de delincuentes. Si consideramos que la violencia social, en cuanto a su forma de manifestación, puede clasificarse como directa o indirecta, las actividades criminales de estos personajes ejemplifican claramente el ejercicio de una violencia directa, que implica el uso de la fuerza física y de otros medios externos, como armas, que les asegura el logro de sus objetivos delictivos. 3. “Os de lá”: los sectores poderosos y la doble forma de violencia Como hemos señalado anteriormente, la mayoría de los crímenes cometidos por el protagonista son asesinatos por encargo. Dicho de otro modo: Máiquel es el autor material de las muertes, pero hay autores intelectuales, cuyos rasgos en común permiten identificarlos como el grupo de los socialmente acomodados. Se trata de “dentistas, comerciantes, abogados, industriales, funcionarios, médicos, ejecutivos”. Es Máiquel quien repasa esta lista (Melo, 2003: 97) y no es casual que esté encabezada mencionando a dentistas, ya que es el Dr. Carvalho, odontólogo, quien inicia a Máiquel en su carrera de asesino y lo contacta con su

grupo de amigos influyentes: Silvio, el Dr. Julio, el fabricante de espumas, el Dr. Marcelo, el Dr. Ricardo, los concejales, el policía Santana. El Dr. Carvalho es un personaje de gran relieve en la obra. Creación de Rubem Fonseca, aparece en su relato “El cobrador” y transmigra hacia esta novela de Patrícia Melo, en un curioso procedimiento de intertextualidad en que la discípula intenta homenajear a su maestro literario. Máiquel toma contacto con Carvalho, acuciado por un tremendo dolor de muelas; esa dentadura dañada, fuerte indicador de pobreza, a la vez simboliza la desprotección, la fragilidad del protagonista, donde operará el dentista, con el poder que le da su conocimiento. Al saber que Máiquel no tiene dinero para pagar el tratamiento, el Dr. Carvalho le propone un trato que inicia la carrera del asesino profesional: el dentista le arreglará la dentadura a cambio de que mate al violador de su hija, incluso le da el dinero para comprar el arma. Luego, propiciará tratos similares entre sus amigos y Máiquel: a cambio de dinero, éste deberá liquidar a los delincuentes que los han atacado. Ese mecanismo muestra cómo este sector burgués hace un empleo de la violencia social de manera similar al ejercido por el grupo de los delincuentes: se trata de una violencia directa, en el sentido de que cobra una expresión real y física con la muerte de los bandidos, pero a diferencia de los marginales, no la ejercen por mano propia, sino a través de Máiquel. Carvalho y su grupo de amigos han sido víctimas de la delincuencia y son guiados por un tenaz deseo de venganza: “Eu vou te dizer o que nós queremos, disse o Dr. Carvalho [...] Estamos como os franceses no século XVI: queremos ver o espetáculo. Os frances adoravan ver cenas de execucâo...” (Melo, 2003:158). Carvalho aparece como el líder y portavoz de la ideología del grupo: abona la tesis del criminal nato, está a favor de la pena de muerte, a la que considera un derecho dado por Dios, y declara explícitamente su odio por los negros. Vive obsesionado por poseer nuevas medidas que le den seguridad: rejas, alarmas, Máiquel. Se esfuerza por transmitirle a Máiquel el odio que siente hacia los delincuentes. En el despliegue de sus tesis y en sus recursos de manipulación, Carvalho ejerce sobre Máiquel una violencia simbólica, tal como la describen Bourdieu y Passeron. Es decir, la imposición, por parte de una estructura de poder, de significaciones presentadas como legítimas, disimulando las intenciones de dominación subyacentes. Se trata de un mecanismo lo suficientemente sutil como para que los dominados no la perciban como violencia, sino

como una transmisión cultural objetiva.(Bonal, 1998) En este sentido, Carvalho sabe que cuenta también con la mirada idealizada de Máiquel, ya que el dentista posee bienes que él carece y que desea fuertemente: una sólida posición económica, prestigio social: “O que me interessava mesmo era ficar olhando a casa do dr. Carvalho. Gostava de cruzar as pernas e pensar que ela era minha, que eu vivia alí com Érica, que eu era dentista...” (Melo, 2003: 101) Máiquel, desde su situación de pobreza y su sentimiento de inferioridad, idealiza a la clase dominante representada por el dentista y anhela pertenecer a ella. La carrera criminal se le ofrece como un atajo para acceder a esa situación idealizada: los crímenes por encargo le permiten obtener no sólo dinero, sino reconocimiento social por su labor de “justiciero”. Finalmente, cuando se produce la ruptura entre Máiquel y el dentista, debido a que Gabriela acusa al joven de haber sido quien la inició en la drogadicción, reaparece, reelaborado, el símbolo entorno a la dentadura; ésta marca el comienzo y el final de la aparente inclusión del matador en el grupo privilegiado de “os de lá”. El Dr. Carvalho, fuera de sí, le arroja algo a Máiquel, quebrándole un diente; el protagonista se va de la casa del doctor, echado por éste en medio de insultos, y con la boca sangrando. El círculo se ha cerrado: el dentista, que había comenzado curando los dientes de Máiquel, y paralelamente, lo había hecho ingresar a nuevas esferas sociales, al final, le rompe la dentadura que antes le había arreglado y lo expulsa, no sólo de su casa, sino del “status” social que el matador creía ilusoriamente haber conquistado. 4. Máiquel: la encrucijada de la violencia Hablamos de “encrucijada” porque en el protagonista confluyen, además de la instigación al crimen del Dr. Carvalho y su grupo, características personales, psicológicas, que lo hacen particularmente propenso a la violencia. La narración en primera persona y las técnicas narrativas ligadas al fluir de la conciencia utilizados en la obra nos permiten conocer el mundo interior del protagonista: es indeciso, acrítico, con una voluntad débil, tiene poca capacidad intelectual (él mismo rememora sus fracasos escolares; repetidas veces tiene dificultad de comprender diálogos simples) condición que el consumo de drogas deteriora aún más. A esto se suma una mirada pesimista y determinista de la vida; menciona a Dios pero luego afirma que no cree más en Él; tiene también un sentido difuso de la temporalidad, que lo lleva a obrar teniendo en cuenta solamente el momento presente. Su baja autoestima parece impulsarlo a la búsqueda de un

sentimiento compensatorio de omnipotencia, a través de la violencia y del señorío sobre la vida de los demás. Asimismo, busca el alivio de su sentimiento de inferioridad a través de la aprobación del contexto social, que celebra sus acciones de “justiciero”. En suma: Máiquel aparece como la figura literaria del antihéroe y con el perfil psicológico del potencial delincuente. A pesar de todos estos rasgos negativos, el protagonista no provoca la previsible antipatía del lector, sino más bien su lástima, ya que es un personaje de una gran fragilidad afectiva que sufre enormemente, que busca infructuosamente

amor - en Cledir, en Érica-; que se

conmueve –y conmueve al lector- cuando cree encontrar rasgos paternales en el Dr.Carvalho, en Seu Humberto; o cuando le perdona la vida a Verli, un bandido que antes de morir en sus manos menciona el nombre de la madre: “Dolores”, que era coincidente con el de la suya. Estos últimos indicios remiten a una infancia de carencias afectivas, con la presencia de un padre violento, como lo recuerda fugazmente en el cap. 16. Las permanentes apetencias materiales de Máiquel y sus referencias a discursos publicitarios (Melo, 1995: 11) lo muestran como un terreno fértil para los apelos de la sociedad de consumo, a través de los mass- media. Cabe aquí citar nuevamente el concepto de violencia simbólica, en este caso, subyacente a los mecanismos publicitarios, que incitan al consumo desenfrenado, favoreciendo en quienes tienen poco poder adquisitivo el aumento de frustraciones y la consecuente violencia. En Sociología del delito amateur Gabriel Kessler establece un proceso de profesionalización en el crimen, que consta de varias fases: la primera, el delito “amateur”; la segunda, la continuación en el delito; la tercera, la especialización y la cuarta y última, la profesionalización. Estas etapas son transitadas por el protagonista, como veremos a continuación. Máiquel repetidamente comete agresiones brutales gratuitas, como en el caso de la violación de Cledir, (a pesar de que ella se estaba entregando amorosamente a él), o el duelo absurdo con Suel, cuando, contrariando sus propios propósitos, lo asesina repentinamente por la espalda. Estas primeras acciones ilustran claramente una banalización de la violencia: se trata de hechos de fuerza caracterizados por su falta de explicación racional y por un exceso de crueldad. Es el “repentismo” lo que signa este proceder. Hasta aquí, la conducta de Máiquel encuadra dentro de lo que Kessler denomina “delito amateur”. Es a partir de que conoce al Dr. Carvalho que Máiquel inicia su carrera criminal. Sus asesinatos son exponentes de la violencia anómica: aquella conducta delictiva que va

adquiriendo cierta impunidad; que la ley, si bien existe, no tiene fuerza para contener. En estos casos, las fuerzas destructivas se van autorregulando al margen de la ley, por la prioridad del más fuerte. En una primera etapa, si bien el protagonista continúa ligado al mundo del trabajo (la agencia de autos, el negocio de mascotas) hay factores que lo alientan a continuar con el delito: la promesa de Carvalho de arreglar su dentadura, la aprobación social por haber matado a Suel. Así, su primera víctima por encargo será Ezequiel. En la siguiente fase, de especialización, el crimen comienza a ocupar un lugar central en su vida. Máiquel adopta un “uniforme”: ropas totalmente negras, también realiza largas prácticas de tiro. A raíz del asesinato de su primo Robinson, el odio se apodera de él, acabando con sus últimas reservas morales: antes no había sido capaz, pero ahora sí podía matar niños, como a Neno. Es el momento en que decide plenamente ser un matador, como lo expresa el propio protagonista: “Eu mudei. Eu não era mais aquele homem do início, eu era um matador. [...]

isso é bom, isso é ruim, pouco importa, eu não queria saber de nada, queria apenas fazer bem-feito, era isso o que eu queria...” (Melo, 1995: 94) La última fase delictiva es la de la profesionalización, definida por una organización estratégica. En el caso de Máiquel, junto a Santana, el policía corrupto, es socio de OMBRA, una empresa de seguridad que enmascara su verdadero accionar como grupo de exterminio. El ascenso económico del protagonista es también social: recibirá un premio como “Hombre del Año” por su contribución, nada más ni nada menos, que a la seguridad pública. Su momento de apogeo se ve abruptamente truncado cuando mata por error al hijo de un pediatra, por lo que la policía comienza a perseguirlo y es traicionado por los poderosos. Recién ahora es cuando Máiquel comprende la teoría del kamikaze que Érica había intentado explicarle: los señores adinerados lo transformaron en un kamikaze, que para acabar con los enemigos, debía morir con ellos. Finalmente el protagonista se da cuenta: “De repente, eu tinha entendido tudo, aquela história, o lado de cá e lado de lá, já falei sobre isso[...] eu era o revólver desses caras. A paz. Eles têm que ter um revólver porque todo mundo quer roubar o videolaser deles. A Miami deles. O estupro das filhas deles. O medo deles. A seguranca deles [...] Eu era o matador, era isso. Agora que a merda estava fedendo, eles estavam querendo jogar o revólver no rio, queriam acabar com as provas. Usar e jogar fora, como a gente vê escrito nas embalagens. ...” (Melo, 1995: 195)

Lleno de odio, Máiquel mata a Santana y al Dr. Carvalho, y huye de la justicia.

Conclusiones Uno de los elementos que singularizan la obra es que el tratamiento de las modalidades de violencia social se aleja de todo maniqueísmo ideológico sobre los roles de víctimas y victimarios. La sociedad se refleja como a través de un caleidoscopio, en que las figuras van cambiando constantemente: vemos sorprendidos cómo aquellos que inicialmente nos parecían víctimas, pueden ser tanto o más peligrosos y destructivos que los delincuentes comunes. La violencia se ha vuelto anómica: la ley no puede contenerla, y se ha enseñoreado de los vínculos que articulan los diferentes grupos sociales, se ha propagado como una epidemia por todo el entramado social, manifestándose en múltiples modalidades. Desde la violencia estructural latinoamericana, que parece ser el caldo de cultivo propicio para las agresiones de manera directa, en el caso de de los delincuentes sobre los adinerados; de Máiquel sobre sus víctimas, pero también de los poderosos que encargan sus crímenes. Por otra parte, lazos innegables de violencia simbólica unen el imaginario de los personajes, estableciendo la imposición de un grupo como clase dominante. La insistencia en la teoría del kamikaze, o la comparación de Máiquel como un “perro guardián”, reducido a un elemento más de seguridad de los adinerados, expresan a las claras la responsabilidad que a ellos les cabe en esta espiral de violencia. Con humor corrosivo, la autora expone algunas crueles paradojas que marcan momentos culminantes de la trayectoria delictiva del protagonista: Máiquel se inicia como asesino a sueldo, encargado de ajusticiar a violadores, cuando él mismo era un abusador. En el momento de apogeo de su actividad comercial y criminal, Máiquel y Santana, -criminal y policía- tienen una empresa de Seguridad privada, y el asesino será condecorado como “Hombre del Año” por su aporte a la seguridad pública. Finalmente, su carrera ascendente se ve tronchada, ya que mata por error a un muchachito hijo de un pediatra. Esta muerte sí le importa a la policía, a los políticos, a la prensa y a la opinión pública, no como aquellas tantas muertes de chicos de la calle que Máiquel había causado. Paradojas lacerantes que mueven , o mejor dicho, sacuden, a la reflexión. Para Máiquel, el delito significó un atajo para lograr su ansiado ascenso social. La sociedad brasileña –y latinoamericana- parecen no ofrecer muchas vías factibles para que la distancia entre “os de lá” y “os de cá” se acorte. Mientras esos límites sigan siendo tan

tajantes, la sociedad seguirá minada por la pulsión entre contrarios que están –hoy, ahoradestruyéndose mutuamente. Para finalizar, podemos afirmar, como lo hace Mempo Giardinelli, que a pesar de que el género de la novela negra haya sido tantas veces acusado de evasivo; en sus buenas realizaciones, como en este caso, es un medio valioso de indagación sobre la condición humana y de reflexión sobre la sociedad contemporánea y sus conflictos. Prof. Andrea Morini

BIBLIOGRAFÍA

MELO, Patrícia (2003) O Matador. Companhia das Letras, São Paulo. BONAL, Xavier (1998) Sociología de la educación. Paidós, Barcelona. CHIARA, Ana Cristina. “Os brutos também amam”. En Revista Matraga n° 12- 2° semestre 1999. Pág. www. CIACCHI, Andrea. “O dizível e o indizível: representatividades e conflitos na narrativa brasileira contemporânea”. En Revista Engenho. FUNESC: Fundacão Espaco Cultural. Pág. www. [http://www.funesc.pb.gov.br/004_literatura01.shtml] Año 2004. GIARDINELLI, Mempo (1996) El género negro. Op Oloop Ediciones, Córdoba. KESSLER, Gabriel (2004) Sociología del delito amateur. Paidós, Bs. As. SODRÉ, Muniz (2001) Sociedad, cultura y violencia. Ed. Norma, Bs. As. TODOROV, Tzvetan (2004) “Tipología del relato policial” (págs. 63-71) en LINK, Daniel (2003) El juego de los cautos. La Marca, Bs. As.

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