ORIENTACIONES PARA FOMENTAR AUTOESTIMA

COLEGIO VIRGEN DE ATOCHA P.P. DOMINICOS MADRID AV. CIUDAD DE BARCELONA, 1 28007 MADRID TELF. 91 552 48 04 FAX 91 552 96 43 http:// www.cvatocha.com

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COLEGIO VIRGEN DE ATOCHA P.P. DOMINICOS MADRID

AV. CIUDAD DE BARCELONA, 1 28007 MADRID TELF. 91 552 48 04 FAX 91 552 96 43 http:// www.cvatocha.com

ORIENTACIONES PARA FOMENTAR AUTOESTIMA. AUTOESTIMA, CONFIANZA Y SEGURIDAD. Niños y las niñas se enfrentan a pruebas, retos y desafíos con frecuencia. A situaciones en las que deben dar la talla, estar a la altura de las circunstancias, responder a las demandas y salir airosos del apuro. En los primeros años, es un reto para ellos moverse solos por la casa en la oscuridad de la noche, andar en bicicleta o patinar, hacer amigos en el parque, pasar tres noches en una granja separados de sus padres. Ya en el colegio, tienen que explicar un problema en el encerado, aprobar un examen, correr para no ser los últimos en las carreras de Educación Física o representar un papel delante de los compañeros en una dramatización navideña. Emprenden tareas nuevas y difíciles. Admiten correcciones cuando se equivocan. Alumnos y alumnas afrontan conflictos y problemas de convivencia con otras personas. Aprenden a relacionarse con profesores nuevos. Buscan amigos, aceptan enfados y críticas si no cumplen las expectativas de los compañeros, compiten con los que tratan de imponerse y conseguir sus caprichos por la fuerza. En ocasiones, escuchan insultos o reciben empujones. Defienden sus derechos. Aprenden a enfrentarse a contratiempos, fallos, fracasos y frustraciones; a momentos en que las cosas no salen bien. Se sobreponen, olvidan el enfado y la rabia. Dan a los fracasos la importancia adecuada sin dejarse dominar por la pena ni desanimarse. Aprenden de los errores y disgustos, siguen adelante, conocen y manejan sus puntos débiles con realismo, sin angustia ni decepción. La mayoría de los niños y las niñas se sienten satisfechos consigo mismos y seguros con lo que hacen y aprenden en su actividad diaria. Sienten éxito, notan que cumplen expectativas de sus seres queridos y lo que los profesores esperan de ellos. Mantienen el esfuerzo y la motivación. Trabajan con eficacia y se integran en la familia, la clase y el grupo de compañeros. Conocen sus cualidades, valoran lo que hacen y aceptan puntos de mejora.

ALGUNOS NIÑOS NO CONSIGUEN AUTOESTIMA SALUDABLE. Algunos niños, sin embargo, son inseguros. No confían en sí mismos. Evitan retos y desafíos. A veces, se quedan callados o inactivos sin arriesgar con su acción. Otras veces, necesitan el ánimo continuo del profesor. Preguntan obsesivamente para evitar errores y equivocaciones. Se sienten desconcertados y confusos si se enfrentan solos a las demandas. Creen que hacen las cosas peor que los demás, necesitan más tiempo que ellos para terminar las tareas y prefieren actividades sencillas. Vulnerables y demasiado sensibles ante críticas y correcciones, se ven acorralados y creen que los demás “les tienen manía”. Se quejan porque los profesores no les ayudan, los compañeros se ríen de ellos cuando responden o presentan trabajos. Se sienten víctimas ante las dificultades. Niños y niñas con poca autoestima pueden tener dificultades para mantener la motivación y el esfuerzo; para persistir en la tarea hasta terminarla y afrontar retos difíciles. Algunos adolescentes, que suspenden asignaturas y son evaluados negativamente por sus profesores, desarrollan autoconceptos positivos poco realistas, bien sea para conservar un mínimo nivel de autoaprecio, bien sea porque han reducido sus aspiraciones y metas. Atribuyen, por ejemplo, sus malas calificaciones a que “no les ha dado la gana estudiar” o “han dejado cuatro para septiembre” (variable que está bajo su control y no hiere mucho su autoestima) antes que reconocer que suspenden porque no comprenden las materias o no tienen preparación intelectual y académica suficiente (variable que afecta más su autoestima). Muchachos que experimentan situaciones sistemáticas de fracaso, son evaluados negativamente en la mayoría de sus actuaciones, reciben de sus padres y profesores críticas y reproches sistemáticos…, pueden defender su autoestima apoyándose en cualidades, intereses y acciones en las que se sienten fuertes, aunque no sean valoradas en el entorno escolar y signifiquen alternativas poco viables en dicho entorno. En casos extremos, dirigen grupos disidentes, molestan, lideran la protesta, retan a los profesores. En algunas ocasiones, padres y profesores obsesionados por el rendimiento escolar de los hijos y alumnos suelen compararlos con otros y tienen aspiraciones demasiado ambiciosas sobre lo que deben hacer los niños. Cada vez que el hijo o alumno actúa, el adulto perfeccionista hace comentarios o gestos que señalan lo que está mal, aquello que todavía podría estar mejor. Quienes viven con personas perfeccionistas tienen la sensación frecuente de que muchas de sus actuaciones “fracasan”, “incumplen”, “no dan la talla”, “no complacen a las personas significativas”, “decepcionan expectativas de quien les exige o pide favores”. Estas experiencias pueden reducir sentimientos de autoestima y valía personal; de confianza y autonomía.

Jóvenes perfeccionistas y obsesivos aprenden a decirse a sí mismos mensajes escuchados a los adultos perfeccionistas. Pueden ser hiperexigentes consigo mismos y reducir sus actuaciones para evitar ocasiones de vergüenza y crítica; extremar su cautela y prudencia en contextos que consideran amenazantes. Es fácil que comparen sus logros con los de sus compañeros, amigos o familiares. El trabajo escolar puede terminar asociado a reacciones de ansiedad y preocupación, especialmente en aquellos momentos en que “se juegan el tipo”: exámenes, selectividad, notas, acceso a una carrera… Un alumno que se enfrenta al trabajo con esta actitud puede preocuparse demasiado y angustiarse por no sacar buenas calificaciones, no estar a la altura de sus compañeros más competentes o no cumplir las expectativas de sus padres y profesores. AUTOCONCEPTO Y AUTOESTIMA. En estos folios, utilizamos indistintamente los términos autoconcepto y autoestima. La AUTOESTIMA es la actitud que tenemos hacia nosotros mismos. En primer lugar, lo que conocemos: nuestro autoconcepto, la representación o percepción mental que tenemos de nosotros mismos. Después, lo que sentimos: si nos sentimos satisfechos, felices, seguros con nosotros mismos; o si, por el contrario, nos sentimos insatisfechos, tristes e inseguros. Finalmente, los que hacemos, cómo nos comportamos con nosotros mismos. Es un factor importante para regular la conducta. Si uno tiene que hacer algo que va a poner de manifiesto su capacidad para obtener un rendimiento determinado, tendrá muy en cuenta sus posibilidades para conseguir ese objetivo. Si cree que puede alcanzarlo, dará comienzo a la acción. Si, en cambio, se cree incapaz de conseguir la meta, desistirá, no dará comienzo a la acción o elegirá un grado menor de logro, si la meta permite distintos grados de realización. Cuando un niño o una niña tiene que saltar un obstáculo, llevará a cabo tal acción si se siente capaz de superarlo. Si, por el contrario, considera que puede caer, no saltará. Antes de llevar a cabo la conducta considera sus posibilidades, piensa en lo que puede conseguir en esa situación. Lo que cree que es y vale, la imagen que tiene de sí mismo, es un factor que influye en su conducta. El autoconcepto y la autoestima regulan las acciones. El balance que hagan de sus capacidades y las experiencias de éxitos y fracasos pasados les predispondrá de un modo u otro ante futuras aventuras. Se atreverán o no, desistirán o persistirán, abordarán la tarea con confianza o desconfiados, según el concepto y la autoestima que tengan de ellos mismos. La actitud que tengan con ellos mismos tendrá efectos en su motivación y en sus proyectos futuros.

CÓMO SE DESARROLLA LA AUTOESTIMA. Conseguimos autoestima basados en nuestras disposiciones genéticas y en las interacciones sociales tenidas dentro de contextos definidos y configurados por los demás. No somos fruto del azar o de la casualidad. Las interacciones con los demás a lo largo de la vida van configurando nuestro concepto personal. La actitud hacia nosotros mismos se va aprendiendo poco a poco. Uno va recibiendo mensajes sobre sí mismo a través de lo que los demás responden cuando actúa. Nuestra acción provoca reacciones. La forma en que asumamos lo que los demás piensan de nosotros nos da una idea de lo que somos. Podemos buscar qué actuaciones de padres, profesores y amigos logran personas con autoestima saludable y positiva. La mayoría de los niños empiezan a tomar conciencia de lo que son en el seno de la familia. Si los PADRES les miman, son cariñosos, se desvelan por ellos, irán adquiriendo conciencia de que son valiosos para ellos. Si los demás los valoran es porque tiene valor. Valen lo que les valoran. Adquieren conciencia de su significación como "alguien importante" a medida que aprecian reacciones consecuentes con ese valor que les dan los demás. Se consideran y sienten a sí mismos tal como los demás los sienten a ellos. El marco familiar les ofrece constancia en los estímulos, reconocimiento de su valor, actitudes congruentes y un conjunto de valores sociales vigentes en el grupo social al que pertenecen. Los padres influyen, sobre todo, en los primeros años. Pero, durante la vida escolar, sigue siendo importante su contribución; incluso en el autoconcepto académico, supuestamente más relacionado con los profesores. Más aún, parece que cierta dependencia respecto de los padres fomenta un mayor grado de autoestima y confianza personal. Proporciona el ropaje afectivo protector en el que el muchacho va desarrol1ándose y ganando confianza en sí mismo. Influyen también otras personas. Depende del contexto, el tipo de relación, las características individuales de las personas que intervienen en la relación, que alguien pueda constituirse en OTRO significativo y relevante para un niño. Los PROFESORES ocupan una parte importante en la configuración del autoconcepto y la autoestima de un niño, producto de la propia actividad educativa en el colegio. En su relación con ellos están formando y retomando ese autoconcepto continuamente. La autoestima de los alumnos es condición importante para el aprendizaje, pero es también resultado de esa misma educación. Influyen de modo particular en la autoimagen académica. Los alumnos desarrol1an una conducta que les conduce a un grado concreto de rendimiento. Son evaluados por los profesores y, al asumir e interiorizar esa evaluación, realizan una autoevaluación de sí mismos. Adquieren un concepto de su valía académica. Según reciban aprobaciones o desaprobaciones, así será su autoconcepto académico.

Los AMIGOS son otra influencia importante en la construcción de la autoestima. Con el paso del tiempo, sobre todo a partir de la adolescencia, el autoconcepto de un niño o una niña se aproxima a las descripciones que de ellos hacen los amigos. Finalmente, influyen en la autoestima de los niños los MODELOS y propuestas de los medios de comunicación, la publicidad, la moda, los juegos y contactos de Internet… También los GRUPOS y asociaciones en los que participan: equipos deportivos, grupos de catequesis, partidos políticos, organizaciones no gubernamentales… Las sucesivas interacciones con padres, profesores, amigos, grupos y asociaciones irán configurando y dando forma a la imagen que uno tiene de sí mismo y a su autoestima. En muchas ocasiones, enriqueciendo y asentando la autoestima anterior. En otras, cuestionando autoconceptos anteriores, generando conflictos y contradicciones, reestructurando la primera socialización e incluso suplantándola. QUÉ PODEMOS HACER. Para afianzar la autoestima de los niños y las niñas podemos aplicar alguna de estas medidas. 1. Procurar una interacción de calidad con ellos. Ofrecer actitudes de aceptación, valoración y respeto. La calidad de la interacción entre padres e hijos, profesores y alumnos, es un determinante básico de la autoestima. Por ejemplo, existe una relación positiva entre la percepción de sentimientos favorables hacia un alumno por parte del profesor y el rendimiento escolar de este alumno. 2. Conocer las cualidades, talentos, habilidades y puntos de mejora de los niños. Superar relaciones basadas en primeras impresiones, etiquetas y prejuicios cómodos. Cuestionar constantemente las expectativas y conceptos que tenemos de ellos para descubrir nuevas virtudes y posibilidades. Interesarnos por sus aficiones, intereses y amistades. 3. Proponer demandas adecuadas, que, por una parte, permitan un grado de éxito y competencia para que el sujeto se sienta bien, y, por otra, estimulen esfuerzo e investigación, búsqueda y aprovechamiento de los errores. Las tareas demasiado sencillas no son motivadoras. Tampoco lo son las tareas demasiado difíciles. Debemos establecer metas claras y asequibles, que permitan experiencias de éxito y exigencia. 4. Aspirar a que los niños y adolescentes realicen la mayoría de las actividades sintiéndose protagonistas y responsables de ellas, centrados hasta terminarlas con un grado razonable de calidad, con sentido e interés, contentos con el fruto conseguido, organizándose solos y administrando bien el tiempo. Procurar que se sientan satisfechos de sus

trabajos si están razonablemente bien terminados y han hecho el esfuerzo honesto que se les pide. 5. Aprobar, aceptar y respetar las iniciativas y actuaciones espontáneas de los niños. Darles libertad de acción, dentro de límites correctos. Fomentar autonomía e independencia en la planificación de aficiones y actividades personales. Favorecer actividades compartidas con otros niños de la misma edad, ejercicio físico y diversión. No centrar la vida de los niños en las tareas escolares exclusivamente. Padres y profesores demasiado intervencionistas, estrictos o críticos pueden interferir la maduración del autoconcepto y la autoestima saludable en sus hijos o alumnos. 6. Ofrecer evaluaciones de los niños claras y sencillas, que ellos comprendan con facilidad: comentarios objetivos, serenos, realistas, personales, cariñosos. Ofrecer realimentación que les permita conocer, valorar e interpretar sus propios actos y cualidades. Enseñarles a evaluarse y conocerse: a reflexionar sobre su experiencia, ser conscientes de las circunstancias que les condicionan y elaborar conceptos sobre ellos mismos realistas y saludables, con puntos fuertes y puntos de mejora. Evitar evaluaciones demasiado genéricas y abstractas alejadas de la realidad. Reducir, superar o eliminar juicios que descalifiquen o discriminen. Eliminar comparaciones que dejen mal, destaquen sólo las debilidades y humillen. 7. Centrar la atención educativa de padres y profesores en las parcelas saludables y positivas de los niños: comentarlas, airearlas, hacerlas explícitas, celebrarlas. Si uno escucha comentarios positivos o ve señales y gestos de satisfacción en sus padres, profesores y compañeros cuando termina de hacer algo, acabará interesado por esas actividades que le proporcionan reconocimiento social. Aprenderá que estas conductas tienen consecuencias en los demás, cumplen deseos y expectativas de los padres y adultos, y uno mismo puede sentirse feliz realizándolas. 8. Valorar y reforzar no sólo la conducta perfecta e ideal, sino también las que implican aproximaciones positivas hacia ella, intentos por mejorar, logros pequeños y ensayos bien encaminados. Respetar el ritmo de trabajo y avance de cada alumno. Reforzar lo que realmente hace y evitar destacar exclusivamente aquello que deja de hacer, podría haberlo hecho mejor o que hacen los demás mejor que él. Uno consigue lo óptimo, el producto perfecto final, si comienza sintiéndose bien con lo normal y pequeño. La motivación es fruto de experiencias gratificantes parciales. 9. Utilizar mensajes verbales y gestos positivos ante los actos bien hechos, el esfuerzo honesto y las cualidades o puntos fuertes. Tras la alabanza, la autoestima aumenta. Tras el reproche, el autoconcepto disminuye. Aprobar una determinada actuación o alabar una cualidad específica, además de mejorar la autoevaluación de los niños en esa

acción o cualidad concreta, les hace sentirse mejor en otras acciones o cualidades. 10. Ofrecer ayuda y colaboración sincera ante las dificultades a fin de que consideren los obstáculos como oportunidades de crecimiento. Enseñarles a resolver problemas: analizar las causas de los errores, buscar alternativas, valorarlas, seleccionar las más efectivas y observar qué efectos producen. Sin sobreprotegerles, los niños y las niñas deben sentir que los adultos están cerca, colaboran y ayudan siempre que surge una dificultad. Adiestrarles a valorar en su justa medida disgustos y fracasos. Tomarlos con humor sin darles demasiada importancia. No centrar demasiada atención en los errores e incumplimientos. Los problemas pueden condicionar, pero no limitarles ni hacerles sentirse incapaces o inválidos; víctimas indefensas ante ellos. Enseñarles a afrontar los propios errores y apechugar con las consecuencias de no hacer las tareas debidas o no hacerlas con la debida calidad. 11. Enseñarles a dirigirse a sí mismos mensajes positivos ponderando sus aciertos y virtudes. 12. Cuidar la autoestima académica. En nuestra cultura, padres, profesores y alumnos le conceden gran valor en sí misma y como predicción del desempeño futuro. Tiende a irradiarse y afectar la autoestima integral y la de otras facetas. En la mayoría de los casos, suelen correlacionar el rendimiento académico y la autoestima general de los niños. Cuidar las eva1uaciones rea1izadas a través de calificaciones. Esmerar también los mensajes indirectos: comentarios, gestos, alabanzas, reproches. Padres y profesores podemos utilizar estos recursos de formas diferentes. En unos casos, fomentan autoconcepto y autoestima. En otros, no. 13. Personalizar el éxito. Flexibilizar las experiencias escolares para que todos vivan dosis adecuadas de éxito y acierto, obtengan consecuencias saludables en el entorno en que se mueven, se vean competentes y les proporcionen la experiencia de aprender, crecer y superar dificultades. El éxito genera sentimientos de autoconfianza y valentía ante retos futuros. Es el mejor de los refuerzos y la motivación más eficaz. El medio escolar y familiar puede hacer que una determinada actuación sea vivida como éxito o como decepción. Es fácil lograrlo con hijos y alumnos de rendimiento satisfactorio, colaboradores, identificados con valores y modelos del medio colegial. Es más difícil conseguirlo con los que avanzan despacio, no colaboran ni se identifican con 1a moral y los patrones del éxito social y académico. Entendiendo que lo que es fácil para unos es difícil para otros, distintos niños pueden tener éxito ante

tareas de diferente dificultad de acuerdo con las condiciones de cada uno. 14. Valorar en la medida justa los créditos sociales externos: notas, títulos, calificaciones, premios. 15. Crear climas de aceptación, diálogo y tolerancia respetuosa en las clases. Enseñar a los alumnos a emitir mensajes, gestos y comentarios que fomenten la autoestima saludable propia y la de los compañeros. Evitar insultos, comentarios y gestos despectivos o humillantes. 16. Valorar talentos y virtudes diversos: habilidades sociales; empatía, liderazgo, trabajo en equipo, iniciativa y toma de decisiones. Dar importancia a las habilidades físicas y deportivas. Poner en valor las destrezas y talentos musicales, plásticas y dramáticas. Abrir el abanico de virtudes y habilidades para ampliar oportunidades de éxito. No reducir el éxito al escolar y académico. 17. Ampliar el horizonte del futuro profesional y académico. Imaginar expectativas para el trabajo escolar. Pensar el futuro como abanico abierto de posibilidades. 18. Cuidar la autoestima personal, familiar y social, además de la académica. A pesar de la relevancia de ésta en el período escolar, los niños y las niñas fundamentan su autoconcepto y autoestima también en otras facetas. Por ejemplo, sintiéndose bien con su propio aspecto, con los compañeros y con su familia. En general, la buena autoestima académica aumenta la autoestima en esas otras facetas. Sin embargo, en muchas ocasiones, alumnos y alumnas con desempeño académico poco favorable, mantienen buen concepto sobre ellos mismos como personas, compañeros y miembros de una familia. El mal rendimiento académico no impide que los niños se sientan bien en otras facetas. Aunque la experiencia escolar es base importante para que muchos chicos estructuren sus expectativas y se coloquen ante la vida y la realidad, parece que en muchas ocasiones los fracasos escolares no alcanzan los efectos de depresión y desprestigio que aparentemente deberían producir. Quizás, los niños se defienden y buscan afirmarse personalmente en otro tipo de cualidades y destrezas. 19. Evitar la utilización sistemática y exclusiva de la crítica, el reproche, el castigo y la indiferencia. Si la educación utiliza preferente o exclusivamente estas armas, puede ser fuente de desprestigio y menosprecio personal; impedir que los alumnos logren autoestima saludable.

ELUSTONDO IRIARTE, Vicente. Adaptado de GIMENO SACRISTAN, José: Autoconcepto, sociabilidad y rendimiento escolar. Madrid, 1976.

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