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Panzeri, A; Capitalismo y Ética. Buenos Aires. UAI, 2006. Basado en el texto de Moyano Llerena, C.; El capitalismo en el siglo XXI. Buenos Aires, Sudamericana, 1996, Cap. II, pg. 39-55.
Origen y esencia del Capitalismo Los Sistemas Económicos En la Sociedad se establece un sistema económico que determina cómo se organiza la producción y distribución de bienes. Estas bases que organizan se regulan con un conjunto de normas jurídicas: • Quienes deciden cómo se usan los factores de producción y concretan el uso de estos medios (ejemplo: fuerza de trabajo, capitales o recursos naturales) • Cómo se distribuye lo que se produce. Lo singular del sistema capitalista que emerge a finales del siglo XVIII se centra en dos cuestiones: El espíritu que anima respecto de los bienes y el poder de quienes posean dichos bienes de capital. Respecto del espíritu lo que prevalece es la “pasión universal de ganar dinero” y la misma exige que se repulse cualquier obstáculo que se le oponga, sea legal o ético. Esta pasión es consecuencia de dos novedades que aparecen en la historia que la diferencia del feudalismo: 1. Por un lado, la posibilidad física de aumentar la riqueza con más producción 2. Por otro, las nuevas posibilidades que se abren al eximirse de los límites morales. Ahora todo gira en torno a la producción y al consumo y a la acumulación de bienes. Durante siglos el enriquecimiento individual se medía en función de la propiedad de la tierra. La sociedad se dividía entre los terratenientes, laicos o eclesiásticos que por su lugar social eran los únicos que podían cobrar grandes rentas; y los trabajadores o campesinos que vivían en condiciones precarias. Este ordenamiento tenía el aval de cierta voluntad divina en la Europa de la Edad Media. En estas condiciones las guerras de conquista caracterizaban la historia. El objetivo consistía en extender el dominio sobre la tierra y sobre los hombres e
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incluso sometiéndolos a la esclavitud. El dominio de tierra y de conquista era la fuente del poder. Gran diferencia con las sociedades modernas en las que el poder se traduce en la acumulación de bienes o dinero. Un ejemplo del poder de esa época es la conquista de América.
La fuente de riqueza se traducía en quitar al otro lo que tenía (tierra, hombres). Otro ejemplo conocido es la doctrina de Los Santos Padres de la Iglesia; como lo dicho por San Jerónimo, del Siglo IV, que afirmaba: “El rico es injusto o heredero de lo injusto.....porque todas las riquezas provienen de la injusticia, y lo que uno encuentra otro lo ha perdido”. Es vía el desarrollo del comercio y la Revolución Industrial que hace aproximadamente 200 años se inicia el cambio completo de las sociedades agrarias. Se aplican nuevas técnicas de avance al conocimiento científico y se adopta un nuevo espíritu y un nuevo tipo humano: el empresario capitalista. Esto abre una nueva posibilidad: los ricos pueden “invertir” sus bienes en procesos productivos permitiendo así acrecentar sus riquezas. El proceso de industrialización requirió de crecientes capitales que antes no encontraba donde colocarse ya que las herramientas artesanales carecían de magnitud económica. Las nuevas posibilidades de inversión productiva permitieron pensar en la acumulación ilimitada de ganancia. Lo que antes era la conducta del avaro ahora era la actitud prevaleciente y razonable. Las normas morales La naturaleza humana se caracteriza por la inclinación de los bienes terrenales; por ello se hacen necesarias las normas éticas por la que ha de erigirse la conducta humana con el fin de moderar esta inclinación o tendencias, si son contrarias al bien personal o social. Esta preocupación por la pacífica convivencia social son las bases que sostienen y constituyen las normas morales. Estas normas tienden también a ordenar por ejemplo la conducta social. Por otro lado también ordenan los excesos que pueden derivar por la pasión ilimitada por la riqueza. Estas normas éticas y morales que versan sobre múltiples temas han sido sancionadas por las religiones en un antagonismo: los vicios versus las virtudes.
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Como ejemplo de lo antedicho el Antiguo Testamento contiene múltiples disposiciones tales como: “No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su mujer...”. Hacia finales de la Edad Media la vigencia de las normas morales tradicionales comienza a debilitarse. El Renacimiento trae una renovación en lo humano inspirado en la Antigüedad Clásica. Fue la reforma protestante la que defendió el “libre examen” de cada individuo para interpretar sus creencias y normas de su religión. Surge así una versión: no puede ya confiarse en los preceptos morales y religiosos para frenar las pasiones humanas que afectaban la convivencia. Dado que la simple represión externa no alcanzaba aparece la idea de usar alguna de las pasiones relativamente nocivas para contrarrestar las otras más peligrosas y destructivas. Esta tesis la sostiene el economista Albert.O.Hirschman: “No son las virtudes contra los vicios sino las pasiones contra otras”. Samuel Jonson- literato inglés del siglo XVIII-afirmaba que: “hay pocas formas en que un hombre pueda estar ocupado más inocentemente que en la ganancia de dinero”. Por otro lado, el filósofo David Hume sostenía: “una consecuencia infalible de todas las profesiones industriosas es la de hacer que el amor por la ganancia de dinero prevalezca sobre el amor por el placer”. Adam Smith realizó dos contribuciones a esta nueva corriente: por un lado, suavizó el escándalo moral empleando en vez de “pasión y vicios privados” otros términos como “ventaja o interés”. Pero también superó y planteó en su lugar la posible conciliación entre los intereses privados y los generales en el plano social. La clave: cada uno piensa en su propia ganancia; lo que promovía el interés de la sociedad de un modo más efectivo que “ si esto entrara en los designios”. Esta afirmación se considera desde hace dos siglos como la piedra fundamental del liberalismo económico: el individuo egoísta favorece también al bien común sin quererlo. Es importante destacar que Smith no cree que el egoísmo sea una virtud, pero si sostiene que puede aprovecharse en favor del bien general si se logra oponer entre sí los intereses privados por medio de la competencia del mercado. Werner Lombart sostiene que “el empresario de los nuevos tiempos siente la liberación de numerosas barreras que limitaban la acción del sujeto económico de los siglos precedentes”. El dirigente moderno está libre de las tradiciones familiares o del negocio. Agrega además que “esta secularización del espíritu capitalista.... es la primera que ha abierto al infierno de las pasiones desatadas que han hecho irrupción en la vida económica”. Se llega así a la libertad total sin restricciones, a la autonomía del individuo, que busca su fin con la guía de la razón en procura de su propio interés. El in-
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dividualismo y el racionalismo son las nuevas normas de conductas humanas, componentes de la filosofía de la Ilustración. La culminación de este proceso ocurre cuando los vicios son elevados a la categoría de virtudes y cuando se cree que todos ellos pueden conducir a la prosperidad. El Altruismo como nueva corriente sostiene curiosas extravagancias. En toda sociedad se determinan un conjunto de normas jurídicas que disponen la organización de la producción y distribución de los bienes. Estas normas jurídicas conforman lo que llamamos un sistema económico. Entre los sistemas económicos la contraposición más obvia se encuentra entre el capitalismo (que defiende la propiedad privada y el libre mercado) y el comunismo (que cree en la propiedad estatal y en la propiedad y distribución centralmente planificadas). Ambos responden al tipo de economía industrial, que es muy distinto al tipo de economía vigente en la época feudal, donde la economía estaba basada en la tierra. En aquella época, la principal posibilidad de enriquecimiento individual provenía del control de la tierra. Por eso, era muy común el desarrollo de guerras con el fin de conseguir mayores extensiones de tierra para producir. Era muy común el pensar al rico como una persona injusta, ya que en esa época, toda la riqueza provenía de la fuerza, y todo lo que uno poseía le era quitado a otro. Las religiones, durante varios siglos, intentaron establecer códigos morales con el objetivo de mantener a raya los vicios, como la codicia, la avaricia, el egoísmo, y la sed ilimitada de ganancias. Ahora bien, el sistema capitalista produjo un cambio profundo en las sociedades. Este cambio consistió en dos aspectos: “(...) el espíritu que anima a toda la sociedad con relación a los bienes económicos y el poder que en la práctica poseen quienes disponen la utilización de los bienes de capital”. 1 En una sociedad capitalista, el espíritu que prevalece (y envuelve a todos los miembros de la sociedad) es la pasión universal de ganar dinero rechazando cualquier traba que se le oponga, ya sea ética o legal. Esto es consecuencia de dos factores novedosos en la historia:
1 Moyano Llerena, “El capitalismo en el siglo XXI”, Edit. Sudamericana, Argentina, Cap. 4, Pg. 40.
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1. La posibilidad física de aumentar las riquezas con una mayor producción, y no simplemente apoderándose de los bienes ajenos. 2. Las posibilidades que se ofrecen al no tener en cuenta los preceptos morales en la conducta del hombre en el plano económico. Para aumentar las riquezas comenzó a ser necesaria la inversión de grandes capitales que antes no eran necesarios y se utilizaban casi siempre en fiestas y placeres o para aumentar el ejército, pues en esos tiempos se aumentaba la riqueza por medio de la fuerza y de la obtención de riquezas ajenas. De aquí surge el espíritu de la acumulación ilimitada de ganancias, pues ahora estas ganancias podían ser utilizadas para generar más ganancias sin afectar visiblemente al resto de la sociedad. “Lo que antes era la conducta insensata del avaro, se convierte ahora en una actitud prevaleciente y razonable” . 2 Como la riqueza en los tiempos de la época feudal debía ser obtenida por medio de la fuerza, era necesario el “poder” para poseerla. Podemos afirmar que el poder originaba la riqueza. Esto fue modificado radicalmente a partir de la Revolución Industrial debido a que la obtención de recursos parte del trabajo y no de la conquista de territorios. Esto implica que en nuestra época pasó a ser la riqueza la que origina el poder. Todo cambio histórico va acompañado de una ética que legitima las innovaciones, entonces, las normas morales que limitan la conducta humana también cambiaron fuertemente, y las normas tradicionales fueron debilitándose. La Reforma Protestante defendió el examen libre de cada individuo para interpretar las normas de su religión. Entonces surgió la noción de que ya no eran confiables los preceptos morales de la religión. “Dado que la simple represión externa no podía ser la solución, apareció la idea de que se podrían utilizar algunas pasiones relativamente inocuas para contrarrestar otras más peligrosas y destructivas” . 3 Ahora ya no son las virtudes que combaten a los vicios sino que unas pasiones se enfrentan a otras. De esta manera, se pretende frenar las pasiones como la ambición, el ansia de poder y el deseo sexual utilizando otras pasiones, como la codicia o amor por el lucro. Adam Smith realizó grandes contribuciones a esta nueva corriente. Por un lado, sustituyó los términos “pasión” y “vicio” por “ventaja” o “interés”, lo cual suavizó el escándalo moral. Y además planteó la posible conciliación entre los
2 Moyano Llerena, “El capitalismo en el siglo XXI”, Edit. Sudamericana, Argentina, Cap. 4, Pag. 43. 3 Moyano Llerena, “El capitalismo en el siglo XXI”, Edit. Sudamericana, Argentina, Cap. 4, Pag. 45.
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intereses privados y los generales en un plano social. El creía que el individuo actuando egoístamente favorece también, sin quererlo, al bien común. De cualquier forma, Adam Smith no creía al egoísmo como una virtud, por el contrario, le causaba mucha desconfianza, pero pensaba que “(...) el egoísmo podía ser aprovechado a favor del bien general si se lograba oponer entre sí los intereses privados por medio de la competencia en el mercado”. 4 Aunque Adam Smith fue el mayor exponente de esta corriente filosófica, quienes siguieron sus teorías modificaron su planteo corrompiéndolo. El mensaje de estas personas convierte a los vicios en virtudes, creyendo que ellos son lo único capaz de llevarlos a la prosperidad.
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Moyano Llerena, “El capitalismo en el siglo XXI”, Edit. Sudamericana, Argentina, Cap. 4, Pg. 46.
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