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en: Elena Sánchez Trigo/Oscar Diaz Fouces (eds.), Traducción & Comunicación, v. 3, Vigo: Servicio de Publicacións, 109-124. Christiane Nord (Magdeburg/Alemania) La traducción como actividad intencional Conceptos – crítica – malentendidos 0

Consideraciones preliminares

El llamado enfoque funcionalista en la traductología alemana, aplicación de la Skopostheorie (o teoría del escopo, véase Reiss y Vermeer 1984) a la didáctica de la traducción, parte, como aquélla, de la hipótesis fundamental de que la traducción es una actividad de mediación intercultural. Con esta hipótesis, el enfoque funcionalista se opone no sólo a todas las teorías traductológicas que consideran la traducción como sustitución de material lingüístico de una lengua por el de otra (véase, por ejemplo, Oettinger 1960: 104 o Catford 1965: 20) sino también a las que postulan alguna forma de equivalencia entre el texto base y el texto meta como criterio decisivo para una relación traduccional (por ejemplo, Nida y Taber 1969: 12). En lo que sigue, analizaremos, primero, los conceptos básicos del enfoque funcionalista y su desenvolvimiento de una base teórica accional, ilustrándolos con un ejemplo tomado del Nuevo Testamento. En un segundo apartado, discutiremos las críticas y los malentendidos más frecuentes de los que ha sido blanco el enfoque funcionalista. 1 1.1

Los conceptos básicos del enfoque funcionalista La traducción como interacción comunicativa intercultural mediada

El concepto fundamental del que parte la teoría funcionalista es el de la acción. La acción se define como un comportamiento que una persona elige con la intención de cambiar un estado de cosas o fenómenos en el mundo (véase von Wright 1968: 38). La acción es, pues, un comportamiento intencional. Si una acción se desarrolla entre dos o más agentes, hablamos de interacción. Una interacción es comunicativa cuando es efectuada por medio de signos emitidos por uno de los agentes (= el emisor) y dirigidos hacia otro (= el destinatario o receptor) con la intención de cambiar un estado de cosas, que en este caso sería la incomunicación. Las interacciones comunicativas se desarrollan en situaciones temporal y localmente delimitadas. Es decir, cada situación tiene dimensiones históricas y culturales que determinan el comportamiento verbal o no-verbal de los agentes, su bajage general y cultural, su horizonte y la perspectiva que adoptan para mirar e interpretar el mundo. Dentro de una misma comunidad cultural, las situaciones de emisor y destinatario suelen coincidir lo suficiente para hacer posible la comunicación directa entre ellos. Sin embargo, cuando los interactantes son miembros de comunidades culturales distintas, la divergencia entre las dos situaciones puede ser tal que necesitan un mediador que les ayude a comunicarse a través de la barrera cultural. Si la actividad mediadora se realiza a base en un texto escrito o hablado en la lengua de la comunidad cultural A, que sirve de modelo (en el sentido más amplio de la palabra) para la producción de un texto escrito o hablado en la lengua de la comunidad cultural B, hablamos de traducción o interpretación, respectivamente. Para resaltar los rasgos comunes a la traducción y la interpretación, se ha acuñado un hiperónimo que abarque las dos actividades, así que hablamos de traslación (en aleman: Translation, véase Reiss y Vermeer 1984).

Sin embargo, no todas las actividades mediadoras en la comunicación intercultural implican un texto base. En ciertas situaciones, parece más oportuno no traducir y recurrir a otras formas de mediación. Pongamos por ejemplo una situación en la que la cultura meta prefiere una comunicación directa, aunque sea imperfecta, a una comunicación mediada. Un traductor que recomienda a un cliente no utilizar una traducción para conseguir sus objetivos interculturales, actúa de mediador cultural sin traducir ni una palabra. Esta forma de mediación podría llamarse "consulta cultural". En un mundo globalizado y anglófono la consulta cultural se volverá cada vez más importante. Es que el uso de una misma lengua no borra las diferencias culturales, que, siendo invisibles y sugiriendo a los interactantes que pueden comunicarse como con sus propios compañeros de cultura, pueden convertirse en barreras al entendimiento incluso más insuperables. Otra actividad mediadora intercultural que no precisa de un texto base es la redacción técnica intercultural ("cross-cultural technical writing"). Un redactor intercultural produce una documentación en lengua B, utilizando diversas fuentes escritas u orales de información en otra(s) lengua(s) (p.ej., la explicación del aparato que le da un ingeniero). Tanto la redacción como la consulta intercultural son actividades parecidas a la traslación, muchas veces ejercidas por traductores o intérpretes, pero que exigen competencias específicas. En algunos países, ya se están creando carreras universitarias para la formación de los expertos correspondientes. 1.2

El texto como oferta de información

Al hablar de la traslación como actividad mediadora basada en un texto, es importante destacar el concepto de texto del que parte la teoría funcionalista. En los enfoques basados en la equivalencia, el texto de partida constituye el único marco de referencia para determinar las cualidades pretendidas del texto de llegada. Según los teóricos funcionalistas, el papel que desempeña el texto de partida es completamente diferente, y es por este motivo que preferimos el término de texto base (TB). Como cualquier texto, el TB se considera como una "oferta de información", de la cual un receptor elige los "elementos" (de información) que en un momento dado le parezcan interesantes, relevantes oo idóneos para lograr sus propios fines comunicativos. Además, el concepto de texto no se limita a mensajes escritos sino que incluye los enunciados hablados así como la comunicación por medios no verbales, p.ej., imágenes o señas. Es decir, el texto no es un objeto autónomo, estable, invariable, sino que, en el momento de ser recibido, se vuelve en un instrumento comunicativo para la persona que lo reciba. Es una experiencia muy común que el "mismo" texto, leído o escuchado por la "misma" persona en diferentes momentos de su vida, puede tener un significado, una "función", completamente distinta. Y sabemos también que varias personas que leen el "mismo" texto en el mismo momento (por ejemplo, en una clase de traducción) pueden encontrar en él muy diversos mensajes. Es lógico que la oferta de información de algunos textos (por ejemplo, una instrucción al uso de cierto aparato electrodoméstico) sea más reducida que la de otros (por ejemplo, una poesía lírica), pero en principio hay que reconocer que "el" texto base no existe. Si el texto base es una oferta de información, el texto producido por el traductor o intérprete (preferimos hablar de texto meta, TM) será otra oferta de información sobre la oferta de información del texto base. Vista así, la actividad traslativa no pretende tener como resultado un único texto meta equivalente del texto base, sino más bien un texto meta que cumpla las funciones pretendidas.

1.3

Equivalencia versus idóneidad

Si aceptamos la hipótesis de que un texto es una oferta de información para un determinado público destinatario, comprenderemos que será muy difícil que dos actos de recepción tengan el "mismo" resultado. El texto base se dirige a un público de la cultura de origen, por lo cual ha sido ajustado a las condiciones de recepción específicas de esa cultura. El traductor es el primer receptor real del texto base. Su recepción está determinada por las condiciones socioculturales de su propia cultura, sea la de origen o la de la traducción. Partiendo de lo recibido, el traductor formula otra oferta de información para el público meta, el cual, a su vez, recibe la oferta guiándose por las pautas válidas en su entorno cultural.Si definimos la equivalencia como "igualdad de función o efecto comunicativos" será imposible lograrla bajo tales condiciones. Recibiendo el texto base, el traductor también tiene que escoger ciertos elementos de la oferta informativa, y como (en su función de traductor) no recibe el texto para sí mismo sino para los destinatarios de su traducción, le hace falta un criterio de selección. ¿Qué es lo que puede o debe escoger de la oferta? Para poder encontrar una respúesta a esta pregunta, necesita saber para quién y para qué fin está traduciendo. Según el enfoque funcionalista, es el encargo de traducción el que especifica la finalidad y el público meta (además de todas las otras circunstancias en que se utilizará el texto traducido) para los que se necesita la traducción (= el translátum). Para cumplir el encargo, el traductor elige a base de su competencia traslativa aquellos elementos informativos del texto base que considera más idóneos para la finalidad y el público meta previsto. Está claro que para esto tenga que disponer de una competencia de análisis textual bien desarrollada. Si el traductor recibe el TB y produce el TM con vistas a un determinado objetivo comunicativo que el TM debe cumplir para el público meta, sería más acertado hablar de idóneidad (en alemán, Adäquatheit, en inglés, adequacy) en vez de equivalencia. Esto quiere decir que la tarea del traductor consiste en producir una oferta de información idónea para los fines comunicativos deseados y especificados en el encargo de traducción. La idóneidad es un concepto genérico que no excluye la equivalencia. Si el encargo exige la producción de un texto meta que sea equivalente (con respecto a ciertas características, p.ej., estilo o estructura o efecto pragmático) al texto base dado, un TM que cumpla esta exigencia será el "idóneo". Si, en cambio, el encargo exige una traducción interlineal, el TM idóneo será el que reproduzca palabra por palabra y estructura por estructura al TB, aunque el translátum diste mucho de ser un texto lingüística o estilísticamente aceptable en la cultura meta. 1.4

Cultura y culturalidad

El concepto de cultura en que se basa la teoría funcionalista fue formulado por el etnólogo norteamericano Ward H. Goodenough: "A society’s culture consists of whatever it is one has to know or believe in order to operate in a manner acceptable to ist members, and do so in any role that they accept for any one of themselves. Culture, being what people have to learn as distinct from their biological heritage, must consist of the end product of learning: knowledge, in a most general, if relative, sense of the term. By this definition, we should note that culture is not a material phenomenon; it does not consist of things, people, behavior, or emotions. It is rather an organization of these things. It is the forms of things that people have in mind, their models for perceiving, relating,and otherwise interpreting them" (1964: 36). Esta definición fue introducida en los estudios de comunicación intercultural y después modificada ligeramente para adaptarla mejor a los aspectos específicos de la traducción por

Heinz Göhring (1978:10), antropólogo cultural e intérprete de conferencias. Göhring subraya el hecho de que en comunicaciones interculturales, el individuo tiene la libertad de eligir entre dos formas de comportamiento: o bien se adapta a las de la otra cultura o bien está dispuesto a sufrir las consecuencias de un comportamiento que no corresponde a las expectativas de la otra cultura. La cultura es todo lo que uno tiene que conocer, saber y sentir para poder juzgar cuándo el comportamiento de los miembros de una comunidad en sus diversos roles corresponde (o no) a las pautas convencionales, y para poder comportarse también conforme a las normas convencionales – a no ser que uno esté dispuesto a aceptar las consecuencias que se derivan de un comportamiento no conforme a las normas válidas en tal comunidad. (Göhring 1978, trad. C.N.) En este sentido, la cultura es un sistema complejo. Podemos distinguir entre la paracultura (es decir, las normas y convenciones que rigen toda una sociedad), diacultura (las normas y convenciones válidas para un grupo específico dentro de una sociedad, como un club, una empresa o una entidad regional) e idiocultura (es decir la cultura de un individuo en contraposición a la de otros individuos (Ammann 1989:39s). Sin embargo, es difícil definir las líneas divisorias entre los sistemas o subsistemas de una cultura. No se puede equiparar cultura con área lingüística. El comportamiento de los españoles y los argentinos será diferente en algunas situaciones (p.ej., en cuanto al número de besitos dados en un saludo) y similar en otras (p.ej., la mayoría de las estructuras lingüísticas). Por otra parte, los gallegos y los portugueses a uno y otro lado de la frontera comparten ciertos comportamientos o valores aunque hablan lenguas algo diferentes. En agunas sociedades multiculturales ni siquiera podríamos afirmar que una determinada calle tenga ”una” cultura única. Siguiendo a Michael Agar, antropólogo norteamericano, quien trabajó como ”profesional intercultural” en la región fronteriza entre Estados Unidos y Méjico, hemos propuesto una conceptualización más dinámica (Nord 1993:20s). Digamos que la barrera cultural entre dos grupos se compone de los "puntos ricos” (o rich points, es decir los momentos ricos en potencial conflictivo) originados por formas de comportamiento divergentes, desde los elementos léxicos (p.ej., mañana versos tomorrow) hasta las nociones fundamentales sobre cómo funciona el mundo (cf. Agar 1991:168). Esto significa que en una determinada tarea de traducción, un traductor tiene que tomar en consideración los puntos ricos entre los dos grupos o subgrupos a sendos lados de la barrera cultural – independientemente de que quiera reducir la distancia entre ellos o se decida a dejar la distancia como es, ayudándoles a unos y a otros a comprender la ”alteridad” de los del otros lado de la barrera. Los comportamientos específicos de una cultura, que causan los "puntos ricos", se llamarán culturemas. Hablar de un culturema no significa que tal comportamiento exista solamente en una cultura determinada, sino que, al comparar los comportamientos de dos comunidades culturales que participan en una comunicación intercultural, el comportamiento en cuestión sólo se observa en una de ellas. Traducir es comparar culturas. Pero no existe una perspectiva objetiva o culturalmente neutral. Cualquier cosa que percibimos como "diferente" de lo nuestro será, para nosotros, "específica" de la cultura ajena. Esta cualidad de ser "específico" llamaremos culturalidad. 1.5

Un ejemplo: La Nueva Jerusalén

Pongamos por ejemplo la visión de la Nueva Jerusalén descrita en Rev. 21,18-21 del Nuevo Testamento. En la traducción de Nácar y Colunga (NAC 1985) se lee como sigue:

Su muro era de jaspe, y la ciudad oro puro, semejante al vidrio puro; y las hiladas del muro de la ciudad eran de todo género de piedras preciosas: la primera, de jaspe; la segunda, de zafiro; la tercera, de calcedonia; la cuarta, de esmeralda; la quinta, de sardónica; la sexta, de cornalina; la séptima, de crisólito; la octaba, de berilo; la novena, de topacio; la décima, de crisoprasa; la undécima, de jacinto, y la duodécima, de amatista. Las doce puertas eran doce perlas, cada una de las puertas era de una perla, y la plaza de la ciudad era de oro puro, como vidrio transparente. Sabemos que esta visión reproducida como punto culminante del libro de Revelación, después de describir los horrores del apocalipsis, fue motivo para que muchos mártires en todos los siglos dieran su vida por la Fe cristiana, aunque no cueste comprenderlo a base de esta descripción más o menos técnica. La traducción es "fiel" en el sentido de que no omite ni añade nada y traduce las palabras por su significado como especificado en cualquier diccionario griego-español. He ahí, para comprobarlo, la versión de la Good News Bible inglesa (GNB 1976): The wall was made of jasper, and the city itself was made of pure gold, as clear as glass. The foundation-stones of the city wall were adorned with all kinds of precious stones. The first foundation-stone was jasper, the second sapphire, the third agate, the fourth emerald, the fifth onyx, the sixth carnelian, the seventh yellow quartz, the eighth beryl, the ninth topaz, the tenth chalcedony, the eleventh turquoise, the twelfth amethyst. The twelve gates were twelve pearls; each gate was made from a single pearl. The street of the city was of pure gold, transparent as glass. Las dos versiones se distinguen, por una parte, en la especificación de algunas de las piedras (esto se debe al empleo de distintos textos base y será discutido aquí) y, por otra, en la comparación del oro: la idea del "oro transparente como el vidrio" de la GNB, que puede causarnos alguna irritación, se explica mejor en NAC 1985, porque la base de la comparación entre el oro y el vidrio (en aquella época, en la que el oro solía alearse con otros metales y era muy difícil producir un vidrio claro, sin impureza alguna) es la pureza y no la transparencia. No se distinguen, en cambio, en la oferta de información que nos dan a los receptores del siglo XXI. Si reflexionamos un momento la impresión que nos hubiera producido la descripción si conocieramos las piedras en toda su riqueza de colores, nos damos cuenta de que la "oferta de información" podía haber sido completamente distinta. Para demostrarlo, reproducimos a continuación el texto de una nueva traducción al alemán (DNT 1999), re-traducido al castellano: El muro de la ciudad era de jaspe, y la ciudad misma de oro puro como el vidrio. Las hiladas del muro eran muy bellas, porque consisten de piedras preciosas de muchos colores: la primera, de jaspe verde-amarillo, la segunda, de zafiro azul, la tercera, de calcedonia roja, la cuarta, de esmeralda verde claro, la quinta, de sardónica entre roja y parda, la sexta, de cornalina amarillenta, la séptima, de crisólita amarilla-sol, la octava, de berilo verde como el mar, la novena, de topacio de un amarillo brillante, la décima, de crisoprasa verde-oro, la undécima, de jacinto rojo oscuro, la duocécima, de amatista roja oscuro; las doce puertas eran doce perlas, cada una de las puertas era de una perla, y la plaza de la ciudad era de oro puro como el vidrio. El escopo de la traducción era "hacer accesible la alteridad de la cultura de origen" para el público meta. ¿Qué significa esto para la descripción de la Nueva Jerusalén? En la cultura de origen, las piedras preciosas mencionadas eran conocidas por todo el mundo. Se mencionan ya en el Antiguo Testamento (p.ej., con referencia al Paraíso, en Ezequiel 28,13), de manera

que una especificación de los colores de las piedras en el TB hubiera resultado pleonástica en vez de resaltar la belleza de esta visión. En cambio, los lectores modernos que (salvo algunos esotéricos) sólo conocerán una pequeña parte de las piedras, que a veces incluso se conocían con otros colores en la Palestina de entonces, simplemente no se enterarán de esa parte de la oferta de información del TB. Lo que para los lectores del original era una imagen muy apelativa, se convierte en descripción más o menos técnica para los lectores de una traducción, por "fiel" que sea. Hacer accesible la oferta informativa del TB significa, pues, hacer explícito lo que es implícito en el texto. Pero esto no significa que el efecto que el texto tiene sobre los lectores sea también el mismo. A un colega británico, la descripción de DNT 1999 le pareció como una "Disneylandia", y una amiga alemana echó de menos la "Gemütlichkeit" (es decir, el calor acogedor de una casa alemana en invierno), de modo que a los dos no les hubiera ocurrido añorar un nuevo mundo así, ni mucho menos dar la vida por él. En Sudáfrica, en cambio, el público al que le presenté este mismo ejemplo, estaba entusiasmado, porque su cultura (quizás debido al clima, a la calidad de la luz) obviamente compartía los valores estéticos de la cultura de origen (piénsese en los colores llamativos de los vestidos indígenas). Para lectores alemanes, la impresión sería de "alteridad", de una cultura extraña con otros valores estéticos, pero que se hace accesible o quizás incluso comprensible a base de la traducción. 2

Críticas y malentendidos

El enfoque funcionalista (basado en la teoría del escopo) se ha criticado tanto con respecto a sus bases teóricas como por su supuesta falta de fundamento empírico. Algunas de estas críticas se deben a unos malentendidos que, irónicamente, parecen comprobar precisamente la hipótesis expuesta arriba de la selectividad de toda recepción comunicativa. En este segundo apartado discutiré algunas de las críticas más importantes que todavía (a casi 20 años de la primera publicación de la teoría del skopos) se escuchan con frecuencia en los círculos traductológicos no sólo en el ámbito germanohablante. 2.1

No es verdad que no haya acción sin intención.

Para apoyar esta primera crítica se suelen mencionar las obras de arte, que, según la opinión de muchos, no se crean con una intención específica. No vamos a entrar aquí en esta discusión secular, pero sí se podría argumentar que aunque el artista no haya tenido intención al crear la obra, la editorial que encarga una traducción y está dispuesta a pagar por ella (aunque sea poco) sí tendrá alguna intención de "cambiar un estado de cosas" (en este caso quizás su inminente insolvencia). Pero hay otro argumento más serio: E mismo Vermeer (1989: 177s.) define la acción como comportamiento intencional. Un comportamiento que no tenga este rasgo definitorio no se incluiría en el concepto de “acción”. Además hay que destacar que, según la teoría funcionalista, no es decisivo que la acción sea intencional, sino que sea interpretada como intencional por los participantes o cualquier observador. Para poder interpretarse como intencional, un comportamiento tiene que ser el resultado de una decisión libre en una situación en que existen dos o más posibilidades de actuar (incluyendo la de no actuar). 2.2

No es verdad que no haya traducción sin objetivo.

Esta crítica es una variante de la anterior. Si consideramos que la traducción es una acción, entonces se pueden aplicar aquí los mismos argumentos. Pero hay tres "subcríticas" que merecen analizarse.  Al traducir "lo que está en el texto origen", el traductor no piensa en ninguna finalidad concreta.

Para el traductor, siempre hay (por lo menos) dos posibilidades: o bien traducir lo que está en el texto origen o bien traducir lo que está detrás del texto origen (es decir, la intención comunicativa de su autor). Si opta por una de las dos alternativas, debería ser capaz de justificar su decisión (por intuitiva que haya sido).  Pensar en una finalidad específica limitaría las posibilidades de interpretación del TM en comparación con el TB. Efectivamente, una finalidad específica puede excluir ciertas interpretaciones del TO que no funcionarían en la cultura meta o para el público destinatario. Sin embargo, el encargo puede especificar precisamente el objetivo de reproducir exactamente el mismo potencial interpretativo del TO en lengua meta.  Al traducir, el traductor no piensa en ningún destinatario específico. Cualquier autor que pretenda producir un texto comprensible tiene que anticipar las capacidades de comprensión de su público destinatario (ideal o prototípico) para encontrar un criterio de decisión en caso de que tenga más de una posibilidad de expresarse. 2.3

La teoría funcionalista excede el marco de lo que es traducción en sentido propio.

El problema aquí es quién define lo que es la traducción en sentido propio. Si son los teóricos que defienden la equivalencia como criterio exclusivo, esta crítica estaría justificada. En cambio, si la definición se deduce de lo que se produce y acepta bajo la denominación de traducción en nuestras culturas modernas, podemos constatar que no todos estos textos traducidos son equivalentes a sus respectivos originales. Basta mencionar, a modo de ejemplo, la traducción interlineal para fines lingüísticos, la traducción de documentos oficiales de matrimonio o de nacimiento o de cualquier certificado universitario o escolar, que no se convierten, mediante la traducción, en documentos propios de la cultura meta. 2.4

La teoría funcionalista no es una teoría original.

No es necesario que una teoría sea original, basta que atraiga nuestra atención sobre algo que no hemos percatado antes. El hecho de que la gente haya visto manzanas cayendo de árboles durante siglos no quita importancia a la ley de gravedad formulada por Newton. 2.5

El funcionalismo traductológico no tiene base empírica.

Esta crítica está justificada. Pero la teoría de la equivalencia hasta ahora tampoco se ha verificado empíricamente (y, como se ha mostrado en el párrafo 2.3, será difícil hacerlo). Lo que de verdad hace falta, por consiguiente, es una investigación empírica a gran escala, basada sobre un corpus amplio de traducciones (pero no sólo literarias) para verificar o falsificar ambas teorías. 2.6

El funcionalismo produce expertos mercenarios.

Esta crítica se refiere a la importancia que la teoría del escopo da al encargo de traducción, emitido por el cliente, quien, como dicen los críticos, le dice al traductor cómo debe traducir. Aquí tenemos que aclarar dos malentendidos:  Hay que hacer una distinción entre el escopo que define las cualidades exigidas del TM, por una parte, y los procedimientos o técnicas empleadas por el traductor para producir un texto que corresponda a estas exigencias, por otra. El encargo, en cuanto define la situación para la que se necesita la traducción, sí es especificado por el cliente. Pero es el traductor,

como experto en traducción, el que decide cuáles serán los procedimientos y estrategias más idóneas para lograr el propósito pretendido.  La teoría funcionalista no es una regla que determine el comportamiento del traductor. No es propio de una teoría dar instrucciones al que la aplique. La teoría es un instrumento para incitar a la reflexión sobre lo que hacen los prácticos. Reflexionando sus propias actividades traslativas los prácticos pueden lograr una mayor confianza en si mismos. A largo plazo, incluso pueden así contribuir a un cambio en la imagen que las sociedades modernas tienen del traductor. 2.7

El funcionalismo no respeta al original.

El concepto funcionalista se ha reprochado por cambiar o incluso falsificar el original. Esta crítica está estrechamente ligada a la anterior porque supone que tomando en consideración las necesidades de los receptores el traductor necesariamente traiciona el texto de origen "tal y cómo está". Para contestar a esta críticar hay que recurrir al concepto de texto en el que se basa el funcionalismo. La forma en que se nos presenta el texto original es el producto de las numerosas variables de la situación en que se creó, y la recepción e interpretación de esta forma está sujeta a las variables de la nueva situación receptora, sea la del traductor o de cualquier receptor de la cultura del original. Por eso no es pertinente hablar de respetar "el" original. Se podría incluso afirmar que hay tantos originales como hay receptores que lo interpretan desde su propio punto de vista tempora, local y, en fin, cultural. 2.8

El funcionalismo es una teoría de adaptación.

Este es otro malentendido muy extendido. Hay que verlo en el contexto de la crítica 2.7. Si el original ya no existe como criterio único para la traducción, es obvio que los destinatarios del texto meta necesariamente adquieran mayor importancia como criterio para la cualidad del texto meta. Pero esto no significa que la adaptación a la cultura meta sea el único escopo posible. Como hemos visto, la teoría funcionalista abarca muchos tipos y formas de traducción, desde la adaptación hasta la más estricta reproducción de las estructuras del TB en la versión interlineal, pasando por el escopo de "alteridad comprendida" empleado en DNT 1999. 2.9

El funcionalismo no sirve para la traducción literaria.

Aun admitiendo que el enfoque funcionalista sirve bastante bien para manuales, instrucciones al uso o textos publicitarios, es decir para todos los géneros en los que el lenguaje tiene una función más bien subordinada de vehículo transmisor del mensaje, muchos críticos dudan de que pueda emplearse en la traducción literaria, donde el lenguaje constituye parte del mensaje. A nuestro modo de ver, este hecho no imposibilita su interpretación funcional, como hemos visto en el ejemplo discutido arriba. Muchos problemas de traducción precisamente en la traducción literaria (p.ej. juegos de palabras) no pueden solucionarse sino recurriendo a la cuestión del para qué y para quién (véanse los ejemplos presentados en Nord 1997: 80-100). 2.10

El funcionalismo se caracteriza por un relativismo cultural.

Esta crítica la aceptamos con mucho gusto. Opinamos que el relativismo cultural, o mejor dicho: el anti-universalismo, no es una actitud criticable de por sí sino más bien recomendable en muchos casos, porque trata de evitar caer en un imperialismo cultural, según el cual los que tienen el poder (sea político o financiero) para decidir qué textos se traducen o quién los

traduce definen lo que es (o debe ser) una traducción adecuada, en vez de dejárselo a los que necesitan las traducciones o quieren que se traduzcan sus mensajes para otro público. 3

Bibliografía

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