Ovnis. La noche elegida fue la del 31 de julio al 1 de agosto, una noche cualquiera, dijo el locutor del programa

Ovnis Antoñito, 58 años y calvorota desde los 20, oyó por la radio que un programa dedicado a lo esotérico iba a realizar una multitudinaria observaci

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Ovnis Antoñito, 58 años y calvorota desde los 20, oyó por la radio que un programa dedicado a lo esotérico iba a realizar una multitudinaria observación de ovnis. Personas de todo el país e incluso de otros países, se pondrían en contacto con el programa narrando en directo las observaciones que tuviesen la suerte de realizar. La noche elegida fue la del 31 de julio al 1 de agosto, “una noche cualquiera”, dijo el locutor del programa. Antoñito soltó una carcajada. Esa noche no es una noche cualquiera, es el día con más tráfico aéreo de todo el año, el pistoletazo de salida de las vacaciones más largas y esperadas. Antoñito lo había podido comprobar todos los veranos en la casa de la sierra donde se refugiaba de la marabunta veraniega. Esa noche está el cielo lleno de aviones en un trajín de ir y venir, en fila india, unos van por la derecha y otros vienen por la izquierda como si fuese una autovía, pero en el cielo. Además se ven cantidad de satélites, la Estación Espacial Internacional, ... Vamos, que esa noche, las personas que casi nunca miran al cielo verán sin duda un montón de luces moviéndose por allí arriba, ovnis a porrillo. El éxito del programa está asegurado. Menuda farsa de programa. Eso le indignó. Le daban ganas de hacerse con algún artefacto volador con lucecitas y soltarlo esa noche para reírse un rato de la tontería de programa. La idea le agradó bastante y como tenía algo de tiempo y una pizca de dinero, se agenció una botella de helio de esas con las que hinchan “globos de gas” para la

chiquillería, y un montón de globos para hinchar, los más grandes que encontró en el almacén. La idea era sencilla. Juntaría varios globos hinchados con helio y les colgaría una pila con varios leds de colores, parpadeantes, incluso algún láser del chino, que valen a un euro. Todo muy sencillito pero efectivo. Quien vea eso, cuando el artilugio suba unos cientos de metros, verá un ovni. Además puede soltar una docena de ellos, uno cada 5 minutos, y como la casa de la sierra está a unos 60 kilómetros de la costa, el viento terral de la noche los empujará hacia las playas, los verán los grupos observadores de ovnis armados con prismáticos, y al soltarlo por la radio y redes sociales, mucha más gente verá los ovnis. Va a ser una noche súper divertida. Así lo preparó todo y la gran noche mágica de los ovnis llegó. A las 10 de la noche puso la radio, comenzó el programa y mientras cenaba escuchó como transcurría. Muchas palabras huecas, conexiones con los grupos observadores, que si he visto una estrella que se movía, será un satélite, luces de aviones, bla, bla, bla, ... , na. A las 12 empezó a prepararlo todo en la explanada junto a la casa. Hinchó los primeros globos, encendió los leds y soltó el artefacto. Con los prismáticos vio como ascendía vertical, y a unos 100 metros de altura empezó a desplazarse hacia la costa mientras seguía ascendiendo. Perfecto, el terral ya empezaba. Cada cinco minutos soltó un artefacto de globos con su chisporroteo de luces. Doce en total y todos seguían más o menos el mismo camino.

Excitado por la expectación de lo que pasaría, se sentó, se lio un cigarrillo y mientras fumaba miró por los prismáticos como las doce luces se dirigían a la costa, mientras por la radio el programa seguía igual de aburrido. Y así estuvo, esperando, mirando y escuchando la radio, hasta las dos de la mañana, cuando el grupo situado en la sierra de La Pila, a unos 40 kilómetros de su casa, conectó con el programa para comunicar un avistamiento de lo que parecían sus globos. “Vemos dos luces multicolores, chispeantes, una más cercana y otra más lejana que parece que se dirigen hacía aquí. No son aviones, ni satélites, no sabemos lo que son”. El locutor del programa se volvió loco de alegría, nervioso y alborotado repetía y repetía lo que habían dicho. Cuando de pronto los observadores, gritando, decían que había una tercera luz que seguía a las otras dos. “Sin duda se trata de una patrulla de ovnis” según el locutor, que rápidamente pidió la localización del avistamiento para que el resto de observadores pudiesen dirigir allí su mirada, y en menos de un minuto, otro grupo, el de Elche, notificó que no eran tres sino cinco los ovnis que más o menos en fila se dirigían hacia la costa, al sur de donde ellos estaban. El locutor parece que se tomó un calmante al escuchar esta noticia, porque de pronto se tranquilizó externamente y dijo que esa noche iba a pasar a la historia de la ufología. Nada más decir esto, el grupo situado en la cumbre de La Pila comunicó que además de las 5 luces iniciales se veían otras cinco más, alejadas y como en formación horizontal, y para colmo, los observadores del grupo de Sucina armados con un

pequeño telescopio en lo alto del monte Columbares, dijeron que veían esas diez luces y dos más en la misma dirección, dirigiéndose hacia el mar. A estas alturas el locutor se había subido a la mesa, despeinado, sudando a mares, con la corbata retorcida y un tic nervioso que saltando de un ojo al otro se los cerraba y abría a una velocidad vertiginosa. Todo un convoy de doce ovnis dirigiéndose al mar, donde seguro que tenían una base submarina. A todo esto empezaron a llegar a la web del programa mensajes de personas que también estaban viendo pasar los ovnis, en dirección al mar por toda la costa de Orihuela. Otras llamaban al programa directamente por teléfono y contaban muy excitadas como los veían pasar por encima de sus cabezas. Hubo quienes vieron formas de platillos, óvalos, discos, esferas, incluso les pareció que les enviaban señales. El locutor no podrá olvidar esa noche en su vida. Poco a poco los ovnis fueron desapareciendo en el horizonte del mar, algún barquito también dijo que los vio, y por fin todo se acabó como a las cinco y pico de la madrugada. El programa de radio repetía una y otra vez lo que había sucedido, y Antoñito tumbado en la hamaca muy satisfecho con su jaimitada, miraba al cielo infinito justo encima de su cabeza, cuando una estrella llamó su atención. Era demasiado verde y estaba totalmente quieta. La curiosidad le picó y aunque estaba ya cansado, sacó el pequeño telescopio que compró de segunda mano por 40

euros, y enfocó la estrella verde, que había crecido de tamaño siempre en el mismo lugar sin moverse. Sintió que le palpitaban las entrañas, estaba viendo algo raro que nunca vio en sus cuarenta años de aficionado a la astronomía. Y la estrella verde creció y creció, ya no era un punto de luz, sino una esfera luminosa transparente y verde, con mil tonos de verde, que ya veía perfectamente sin telescopio y en unos segundos la tuvo encima justo de su cabeza, con un tamaño enorme, un balón de plástico transparente y lleno de luz verde, con un zumbido grave que dejaba a Antoñito como sumido en un sueño suave. En ese estado de semiensoñación y tranquilidad, vio acercarse un ser de orejas largas con aspecto de burro y brazos largos que llegaban hasta el suelo, que emitía unos chillidos silbantes mientras de sus ojos salía luz roja. Le decía algo con su voz aflautada y sus ojos rojos brillantes, pero Antoñito no lo entendía, solo le llegaba la idea de ausencia de peligro, nada malo quería hacerle. A los lados de Antoñito aparecieron otros dos seres iguales al primero que muy suavemente lo tumbaron en el aire, como si flotase, y desabrochándole el pantalón introdujeron el pene de Antoñito en una especie de tubo de plástico transparente y verde, y de pronto, Antoñito tuvo un enorme orgasmo verde, el tubo de plástico succionó su esperma, y dejaron a Antoñito tumbado en el suelo boca arriba. Los seres se despidieron saludando amablemente según su costumbre, con pitidos y guiños rojos de sus ojos. Y tal como vino la enorme esfera verde transparente, se fue, alejándose rápidamente hasta ser una simple estrella verdosilla que pronto se perdió con las demás.

Antoñito salió de la ensoñación y se dio cuenta que esos seres solo querían su esperma. Sonrió, dos jaimitadas en la misma noche. Él se hizo la vasectomía años atrás.

Antoñito Güevo Frito Moratalla Julio de 2015

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