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P-Rumanía es un país que desde Occidente se ve algo oscuro, debe ser por lo de Drácula y por el régimen cerrado que duró décadas. R-Puede ser, pero mi país era hasta 1947 una monarquía constitucional, con un gran rey, Miguel I de Rumanía. -Pero las cosas cambiaron durante la II Guerra Mundial o como consecuencia de esta. -Ocurrió que los nazis acosaron al rey, que poco podía hacer ante el gran poderío de Alemania, y se ve obligado a aceptar la alineación de Rumanía con Berlín, aunque impuso a los nazis la condición de que los judíos no serían perseguidos en territorio rumano. -Está claro que esto último no se cumplió. -El rey siempre buscaba la oportunidad de sacar a Rumanía del yugo alemán. Por eso en agosto de 1944 mandó arrestar al caudillo impuesto por los nazis, porque el rey quería estar de parte de los aliados, esto es, del mundo libre. -Es decir, que Rumanía, como Italia, empezó la guerra al lado de Alemania y la terminó junto a los aliados. -En el caso de Rumanía al lado de los rusos, y el rey Miguel fue incluso condecorado por Stalin con la orden de la Victoria. Pero esto duró muy poco, porque en seguida, en 1947, cayó la monarquía constitucional y se implantó un régimen totalitario, como en otros muchos países de lo que se conoció por el Telón de Acero. -¿Influyó eso en su formación como bailarín? -No; yo me preparé en la escuela particular de ballet de Floria Capsall y en la escuela de la Opera con Antón Romanovski. Entré en el cuerpo de baile de La Opera de Bucarest a los 17 años, y en 1949 me dieron una beca para estudiar durante 5 años en
Leningrado. -La vieja Petrogrado, o SanPetesburgo, uno de los santuarios del ballet ruso. -Estuve en La Academia Vajanova, la mejor del mundo. Era la antigua escuela imperial de Sanpetesburgo que artísticamente seguía igual, porque los comunistas respetaron su tradición. -Debe usted tener la memoria abarrotada de instantes grandiosos en esa escuela y esa ciudad tan carismáticas. -Los recuerdos de Leningrado son maravillosos. Recibí clases de Vajanova y Alexander Puskin. -¿Ese Puskin era familia del poeta del mismo nombre? -El Alexander Puskin que yo conocí era el último descendiente del poeta. -¿No fue en esa escuela donde estudió Rudolf Nureyev? -En efecto, pero no coincidimos, porque el entró después de que yo me había ido. -Y en Leningrado tuvo sus primeras grandes actuaciones. -Bailé como invitado en el Gran Teatro Kirov, el teatro imperial, con una bailarina tan sensacinal como Ala Shelest y con otra famosa bailarina, Nina Timofeyeva. -Y cumplidos los cinco años de la beca, regresa a Rumanía. -Volví en 1954 y me convertí en el primer bailarín de la Opera de Bucarest. Hacía un repertorio donde entraba lo clásico y lo contemporáneo, y viajé con la compañía por los países comunistas y también por La India, Egipto, Indonesia, Singapur, y así durante
siete años. -Pero en 1961 usted decide abandonar Rumanía y todo el ámbito de influencia soviética. ¿Por qué? -Porque me hicieron un chantaje. Decían que habían grabado mi voz en la embajada americana hablando mal del régimen, cosa que era falsa. Con ello lo que pretendían era enviarme a una escuela de espías a Moscú, querían convertirme en un espía. -Si era falsa la acusación, podría haberse negado. -Las cosas no eran tan sencillas, ya debe suponer usted cómo se las gastan los regímenes totalitarios. Yo lo que hice fue retrasar todo lo que pude la firma de los documentos que me habían puesto delante porque había prevista una actuación en Berlín-Este. -Ellos nos serían tontos y pondrían peros a esa actuación. -Hombre, claro, no querían enviarme a Berlín, pero el director de la Opera intervino en mi favor. -Y aparece usted en Berlín-Este en el otoño de 1961. -El Muro de Berlín se había levantado en agosto y yo lo crucé en noviembre de 1961. Esa es una cosa que sólo puede hacerse una vez en la vida, algo tremendo. -Arriesgó su vida; ¿no había otra forma de hacerlo? -No tenía alternativa, ellos estaban sobre aviso, y no sé qué hubiera sido de mí convertido en un espía. -La verdad es que no me lo imagino pasando microfilms en la puntera de unas zapatillas de ballet. -En Berlín-Oeste caí en manos de los americanos, que me
investigaron. Me dieron asilo político para todo el territorio occidental. -No le sería difícil, era usted el primer bailarín de la Opera de Bucarest. -No crea, al final conseguí trabajar en la televisión de Munich, porque yo era muy conocido en los países del Este pero muy poco en Occidente. -O sea, que prácticamente comenzó desde abajo otra vez. -Salí con lo puesto y el diploma de la escuela de Leningrado, que era un buen aval, pero no fue fácil imponerme. -De todas formas, usted ha dicho siempre que es un hombre de suerte. -Así lo considero, y en Alemania tuve suerte, me contrataron, pero no por mi nombre, que no conocían, sino porque hice valer mi preparación. -Supongo que le fue más difícil escaparse porque Nureyev había hecho lo mismo un año antes. -Nureyev había salido en 1960, cuando visitó París con el ballet del Gran Teatro Kirov. Para los rusos fue una sorpresa. -¿Cómo le fue una vez establecido en Occidente? -Después estuve dos años por Alemania, Suecia y Noruega, me relacioné con Beryl Gray, directora del London Festival Ballet y actué con la compañía de Virgil Cullberg. Volví a Alemania y bailé en Munich y Nuremberg, pero entonces enfermé de la espalda. Tenía una hernia discal, que entonces era más difícil de operar que hoy. Los médicos no quisieron operarme y me aconsejaron un lugar menos frío porque yo no estaba para aguantar aquellas
temperaturas bajo cero. Esta es una enfermadad muy común entre los deportistas y los bailarines. -¿Cómo fue que recaló en Las Palmas de Gran Canaria? -Llegué a Las Palmas por un amigo Noruego, Henry Monsen, que tenía una peluquería aquí. Yo había pedido ayuda a mis amigos de otros lugares, pero sólo él me rspondió, me ofreció su casa y llegué a Las Palmas sin dinero y enfermo. -Y aquí tuvo que empezar partiendo prácticamente de cero por tercera vez en su vida. ¿Se sintió bien en la isla? -Cuando llegué a Las Palmas fue como un flechazo. Me dije que esto era increíble, no puedo explicarlo, pero tuve en seguida la sensación de que este era mi sitio. No conocía el idioma, pero lo fui aprendiendo con cierta facilidad, porque el rumano también es una lengua latina. -¿El clima le ayudó a recuperarse de la espalda? -Un par de años después, ya se me había curado mi enfermedad, sin operaciones ni tratamiento, sólo por el clima o por un milagro, y entonces hice una gira con el bailarín húngaro Víctor Rona, con el negro americano Ronald Frazier y con una tía mía, Iris Barbura, también bailarina que vivía en Estados Unidos y que hizo la coreografía. -Es entonces cuando decide poner una escuela de ballet. -Silvia Perdomo me dice que si puedo poner una escuela y lo hago en el colegio Nuestra Señora del Pino en el Parque Doramas, gracias a la ayuda de Benedicta Alemán. -La suerte siguió a su lado, dentro de lo que cabe. -Siempre encontré buena gente que me ayudó. Fundé el Ballet de
Las Palmas porque tuve el apoyo mucha gente de la cultura, como Lola Masieu, Pepe Dámaso, Miguel Martín Fernández de La Torre, Agustín Quevedo, Lothar Siemens... -Esto era un páramo en cuanto al ballet cuando usted llegó. -No tanto; antes aquí estaba la escuela de ballet clásico de Gerardo Atienza, y Doña Trini Borrull, que era profesora de Danza española, que fue la pionera de la danza en esta ciudad. Había otras personas del ballet clásico, como Marichá, recientemente fallecida, con quien tuve una gran amistad. -Pero había una compañía estable. -Eso no; se hacían representaciones fin de curso y algún espectáculo, pero no había una compañía, y por eso yo fundé el Ballet de Las Palmas hace 27 años. -Más de un cuarto de siglo enseñando a bailar y montando espectáculos que hasta etonces eran inimaginables en una ciudad como esta. Tendrá recuerdos imborrables de algunos alumnos y alumnas que destacaron aquí o fuera. -Tengo bellos recuerdos de todos, pero sí debo decir que entre mis alumnos he tenido a grandes bailarines y bailarinas, y a otros con menos talento, pero todos con un gran entusiasmo por la danza. Puedo decirte que han estado conmigo Tere Molina, Heather Robertson, Pineda Páiz, Gemma y Cruz Mª Pérez Monzón, Lorenzo Godoy, Oscar Millares, Sergio Perdomo, Irma y Mapi Sagaseta, la actriz Silvia Munt, Elisabeth Mateo, Aida Lustre y ahora mismo dos grandes bailarines como Miguel Montañés y Wendy Artiles. De aquí ha salido gente que ha encontrado su camino fuera, como Manuel Armas, Amelia Estévez o Gabriel Hernández, que tiene compañía en París. -Hablaba antes de la gente de la cultura que le ayudó y colaboró con usted para que el Ballet de Las Palmas naciera y se
mantuviera durante tantos años. -El capítulo de ayudas y colaboraciones sería interminable, pero tengo que mencionar obligatoriamente a personas que han sido importantísimas para mi trabajo en Canarias: Néstor Alamo, que fue mi iniciador en lo prehispánico, compositores como Falcón Sanabria, con "Iguaya", Lothar Siemens, con "Elucubraciones sobre La", Blas Sánchez, con "Concierto para un faycán", o Carlos Cruz de Castro, y como te dije, personas de las artes plásticas como Mario Antígono, Pepe Dámaso o Lola Masieu. -Siempre que se habla de varones en el ballet, surge la idea de que la danza amanera y por lo tanto es una fábrica de homosexuales. -Esa es una idea que ha hecho mucho daño al ballet y que ha restado grandes bailarines al arte, casi siempre por culpa de los padres y de la sociedad en general. Por fortuna, se ha superado el rechazo del varón al ballet. Antes era muy difícil por la educación de los padres, hoy está un poco mejor. En eso la prensa ha ayudado muchísmo, y lo agradezco. La danza es un arte que necesita de los dos sexos, por lo tanto la homosexualidad no tiene nada que ver con el ballet. -Tal vez no haya ayudado mucho el que algunos bailarines míticos hayan sido homosexuales, como es el caso de Nijinski. -Tchaikosvki también era homosexual y no por ello decimos que todos los compositores lo son, lo que pasa es que a menudo se confunde elegancia con feminidad, y hay hombres elegantes que son muy viriles; luego los hay palurdos, y tanto unos como otros pueden ser o no homosexuales, esa es otra cuestión. Fernando Rey era elegante, cosa que nada tiene que ver con tener pluma, porque si hay una cosa que detesto en un escenario es un bailarín con pluma. El bailarín tiene que ser viril y fuerte, no olvides que tiene que levantar por los aires a una bailarina.
-A veces uno ve que el baile es pura gimnasia, que no llega. -La danza no es sólo técnica, es también espíritu. El bailarín debe ser un actor. Un bailarín que sólo posea técnica no me interesa. -¿Son incompatibles los distintos tipos de baile? -Es bueno que haya muchos estilos en la danza: moderno, contemporáneo, español, clásico, jazz... Cada compañía pequeña debe buscarse un estilo propio, no se debe intentar imitar a los grandes ballets. Todos deben buscar su escritura, cuando empiezas a imitar pierdes el valor. -Supongo que habrán intentado oficializarlo, comprarlo. -Yo quiero que la danza sea independiente. No quiero ser sometido, el arte tiene que ser libre. Ahora intentan hacer una escuela oficial. Lo dejo para los otros, y veo que aquí se hace danza como en la farmacia. Eso se vio en los últimos exámenes con un jurado de Madrid, seco, sin ganas. No está justificado, los alumnos sufren mucho, y la danza es para disfrutar, no para sufrir. Debemos hacer una esuela para Canarias. Aquí de eso sabemos mucho, no necesitamos que vengan sabelotodos de fuera a decirnos lo que debemos hacer. La escuela debe hacerse con la gente de aquí, que la hay, y muy buena. -¿De qué espectáculos suyos tiene mejor recuerdo? -De todos, pero destacaría el "Homenaje a Manolo Millares", con música de Luis de Pablos, "Ciclos" de Teddy Bautista, basados en Vivaldi, "Poemas del mar y de la tierra"... -¿Y en los últimos años? -Ha habido varios, pero tengo especial cariño por "Pájaros de días líquidos", con música de Philipe Glass, "Yo amo Beckett", un collage inspirado en "Esperando a Godó"...
-Y supongo que el más reciente, "Dafnis y Cloe"... -Claro, ese es un espectáculo que me ha dado grandes satisfacciones. La música es de Ravel; ha tenido una enorme acogida y una gran transcendencia, y he destacar a los bailarines, que han estado muy bien. Miguel Montañés y Wendy Artiles han hecho en "Dafnis y Cloe" una gran creación. Estoy muy satisfecho. ***