Parte II. La objetividad en ciencia

Parte II La objetividad en ciencia 53 55 Hemos visto el método científico, y cómo se plantea en las distintas ciencias, con especial detalle en lo

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Parte II

La objetividad en ciencia

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55 Hemos visto el método científico, y cómo se plantea en las distintas ciencias, con especial detalle en lo que respecta a las ciencias que utilizan el método hipotético deductivo. También hemos podido ver los resultados de su estudio. Pasamos ahora a examinar una serie de planteamientos que se han ido dando de modo paralelo al desarrollo de la ciencia moderna, y que pretenden conseguir que los conocimientos que proporciona la ciencia (lo que actualmente conocemos como ciencia, es decir, la que emplea el método hipotéticodeductivo) sean algo más exacto, seguro y objetivo que el conocimiento normal. Iremos viendo, en un esquema simplificado, las diversas teorías o mentalidades que han existido y existen sobre la naturaleza de la ciencia, que, contrariamente al objetivo pretendido de conseguir una mayor certeza y objetividad, sólo consiguen anular su capacidad de saber.

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Capítulo 7

La “objetividad” de las matemáticas El primer intento histórico de conseguir una mayor certeza para la ciencia, emprendiendo la elaboracion de una nueva ciencia de paso, se remonta a Descartes, aunque tiene precedentes muy anteriores. Pero fue Descartes el primero en dar forma a una propuesta de reducir el estudio de la realidad a las matemáticas. Pero, antes de ver esa propuesta, es necesario que precisemos qué queremos decir al hablar de aumentar la certeza o la objetividad de los conocimientos.

7.1. La objetividad Aunque el término objetividad es muy empleado, rara vez se entra en las implicaciones que tiene. El diccionario de la Real Academia la define como Cualidad de objetivo, y define objetivo con varios sentidos, de los cuales nos interesan los siguientes: 1. Perteneciente o relativo al objeto en sí mismo, con independencia de la propia manera de pensar o de sentir. 2. Desinteresado, desapasionado. 3. Término filosófico: Que existe realmente, fuera del sujeto que lo conoce. Como puede verse, son significados que guardan una relación. En efecto, el conocer humano se refiere o apunta a una parte de la realidad, que es lo que se conoce. Esta realidad conocida recibe en filosofia el nombre técnico de “objeto”; también en lenguaje ordinario podemos emplear la expresión “ob-

jeto del conocimiento”, por ejemplo, cuando se dice que el objeto (del conocimiento) de la biología son los seres vivos, es decir, son la realidad que la biología estudia y a la que apuntan los conocimientos del biólogo. Y el hombre, al conocer, si no está cegado por el apasionamiento, refleja adecuadamente la realidad, el objeto conocido. De ahí el segundo significado que da la Real Academia al término objetivo: desapasionado o desinteresado. Precisamente ese reflejar límpidamente la realidad es lo que se buscó desde el comienzo de la ciencia moderna, con Bacon y Descartes como teóricos más conocidos del nuevo movimiento científico. De alguna manera, se quería que el observador no interfiriera en el proceso de conocer, de modo que la realidad, el objeto, se mostrara nítidamente, sin las eternas discusiones a las que está acostumbrada la filosofía a lo largo de toda su historia. Estas eternas discusiones son algo bastante inevitable, pues cada persona ha de conocer y pensar sobre la realidad por sí misma, de modo que los conocimientos que adquiere pueden diferir de los demás. Obviamente, el intento del conocimiento puramente objetivo (es decir, que acceda al objeto sin intermedios que puedan distorsionar) es imposible, pues siempre los conocimientos son conocimientos de alguien (véase figura 7.1). No se puede captar la realidad “en sí misma” (por decirlo de alguna manera), pues para conocer siempre es necesa-

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CAPÍTULO 7. LA “OBJETIVIDAD” DE LAS MATEMÁTICAS las matemáticas.

7.2. La reducción a cantidades

Figura 7.1: Esquema de la actividad de conocer. rio alguien que conozca. Por tanto, la certeza completa sobre lo conocido no se puede dar, pues siempre pueden intervenir otros factores (en general, cuestiones varias que pueden afectar al sujeto que conoce). De hecho, este intento es todavía más problemático si se reflexiona sobre lo que es el conocimiento. El conocimiento no es “tener algo”, como se ha dibujado en el esquema anterior, sino más bien, “hacer referencia a algo”, “tener presente algo”. Más que una flecha de la realidad hacia el que conoce, es una flecha dentro del que conoce que apunta a la realidad (es lo que se denomina intencionalidad del conocimiento: el conocimiento apunta a, en latín, in tende). Si esto es así, separar el conocimiento del que conoce, o hacer que la persona que conoce desaparezca de la escena de conocer es completamente imposible. El conocimiento puede buscar la verdad, es decir, que lo conocido se corresponda del mejor modo posible con la realidad. Pero la certeza absoluta, la seguridad de que nada de la realidad queda oculto cuando ésta se describe, no se puede conseguir. A pesar de esta imposibilidad, el intento que describimos en este capítulo, y los de capítulos posteriores, pretenden exactamente eso. Por decirlo de algún modo, si la ciencia era el conocimiento por medio de las causas de las cosas, ahora se quiere que ese conocimiento sea, además, completamente exacto y objetivo. Y, para eso, el primer instrumento que se empleó fueron

Cuando se lee a Descartes, es claro su intento de conseguir una nueva ciencia y una nueva filosofía que supere la inutilidad de todo lo que él había aprendido en su juventud. Para conseguir ese objetivo, se plantea en una serie de meditaciones el método que debe seguir, y llega a dos conclusiones: debe partir de evidencias incontrovertibles, sobre las que no quepa duda; y debe deducir a partir de esas evidencias con el mayor rigor posible. Su empresa abarca mucho más que la ciencia, pero aquí nos ocuparemos sólo de las repercusiones para lo que hoy solemos denominar ciencia, es decir, las ciencias que estudian el mundo material con el método hipotético deductivo. Cuando Descartes se plantea las evidencias de que parte, llega a la conclusión de que, con respecto al mundo material, lo único evidente es la extensión. Las cosas son metros, cantidades, y nada más. Este aspecto fue seriamente criticado ya por sus contemporáneos, pues elimina hasta las cualidades de los cuerpos materiales, que serían imposibles de estudiar (y que dejarían fuera cuestiones como el calor, y todo lo que hoy conocemos como termodinámica, entre otras cosas), e hizo que su idea no llegara a tener popularidad. Pero es lo que afirmó. El método para deducir a partir de esa evidencia, que había alcanzado cierta fama ya en su época, eran las matemáticas y la geometría. Efectivamente, como vimos en el capítulo correspondiente, la cualidad de estas ciencias es estar exentas de errores, son ciencias exactas. Por tanto, su método de deducción de unas cosas a partir de otras parecía el más adecuado. Esto se junta a la visión, común en su época, de que la naturaleza era como un libro escrito por Dios y que su lenguaje eran las

7.2. LA REDUCCIÓN A CANTIDADES matemáticas. La mecánica celeste de Newton, nacida medio siglo después de Descartes, vino a ser una respuesta que confirmaba esta opinión común de la época. A partir de la idea clara y distinta de la extensión, y con el método geométrico o matemático, se debería, según Descartes, elaborar toda la ciencia natural. El problema, que se vió más en filosofía que en ciencias de la naturaleza, es que cada autor de la época consideró puntos claros de partida cosas distintas a las que consideró Descartes, con lo que se multiplicaron los llamados sistemas: filosofías muy rigurosas en su método (que les merecieron el título general de “racionalistas”), pero muy discordantes en contenidos y resultados, que se solían titular “Filosofía demostrada geométricamente” o títulos similares. Así, son clásicos los sistemas de Descartes, Spinoza o Leibniz, todos ellos autores del siglo XVII. Reducir toda la realidad a números, y a sus operaciones resultaba muy atractivo, pues no cabe el error. Si las operaciones están hechas con rigor, es así y se acabó. Cabe objetarles que la realidad es mucho más rica de lo que pueda expresar un sistema cerrado de deducciones. El intento de Descartes de iniciar una nueva ciencia fracasó estrepitosamente por las razones apuntadas y nadie intentó volver a resucitarlo.

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