Story Transcript
/~
PASANDO
EL
RATO
'POR TOMAS
RUEDA
VARGAS
PROI.OGO
EDUARDO
E DIGIONES COLOMBIA
10
DE
GUZMAN
ESPONDA
CINCUENTA CENTAVOS
EDICION
ES
DIRECTOR: El
U
N
lIii: R
IL
N
COLOM
GERMAN T
Ii: I
ARCINIEGAB
FERNANDO
MAZUIi:.PlA
A
VOLUMEN
E
N
BIA
L
M
E
S
PRENSA; «EL TONEL DE DIOGENES». MA-
NUAL DEL CÍNICO PERFECTO. POR ENRIQUE RESTREPO
UN
V O L U i\! E N
El semestre: En el interior: DIRECCION
$ 2.50 $ 2.80 POSTAL:
5 O
CENTAVOS Suscripción anual: 5 pesos En el Exterior: 7 dólares
APARTADO
491"
EDICIONES
COLOMBIA
TOMO
LINOTIPO
DE
DÉCIMO
ARCINIEGAS
Y,\fAZUERA.
PASANDO
EL RATO
POR
TOMAS RUEDA VARGAS
TOMAS
RUEDA
VARGAS
POR ";"':l!\ l':l EDUAROÓ GUZMAN
ESPONDA
MCMXXV
C O 1.:0 ¡\I !31 A
Tomás Rueda Vargas
Cuando se espera la aparición de una novela bogotana que lleva en preparación Tomás Rueda Vargas, cuyas primicias han podido conocerse en el am ... biente íntimo de una amistad tan preciosa ,como leal, surge este volumen de escritos suyos ya publicados en divers'os papeles, forjados la mayor parte a 'Vuela pluma, a propÓ1sito de sucesos rápidos de nuestros días. Son esta clase de mosaicos literarios piedras de toque para probar los oros intelectuales. Artículos medianos, espolvoreados de twlco literario, lJ'rillantes cuando la ocasión les favoreció, resultan en toda su terrible futileza al quererse resucitar en estas polianteas que nunca fueron términos medios: o volúmenes encantadores, atractivos en cada una de sus páginas, . ágile.s por su misma diversidad de temas,
VI
G UZ M A N
E S P ON D A f
de evocaciones, aun de esti10s dentro del estilo general del autor, a centonesus antiguos ensayos críticos, que sus noveIas de propa1ganda política y religios'a estampadas en nuestros días. Naturalmente que hay en esto algo más que una simple cue'stión sentimental, y que el Bourget de los antÍtguos conflictos de amor, para todo catador de vinos espirituales, está bien por encima del nacionalista de hoy. Pero, ¿ no es innegable que a esto se agrega el que las obras de la primera época ya tienen el pedume de la pasado 'Y que sus heroínas, como se decía antes, Y sus impresiones corresponden a una época que tuvo su peculiar encanto y que aunque muchos no alcanzamos a palpada sí pudimos c01lumbrar? Involuntariamente, como ejemplo entre varios, venido al acaso, he citado al autor más en boga para la generación a que pertenece Rueda, y a la que si fuéramos a poner apelativo, en un rasgo de cursilería pedante, deberíamos llamar la generación bourgetiana. F'alange de sujetos que acudieron mucho tiempo a la librería de Jorge Roa, donde se pro'pordonaban los últimos versos de Coppée, los Últimos viajes de Loti, los cuentos de Alfonso Daudet, rapad01SY devorados, y la última novela de D'Annunzio. ,Entonc'es la prensa diaria no había allcanzado el desarrollo actual, ya por las frecuentes restricciones oficiales, ya por falta de grandes elementos, de público que la pagara, desde luego. La atmós,fera no
RUEDA
VARGAS
VII
esta,ba cargada con sólo ~ditoriale8 ya tremebundos, ya melosos, comunión cotidiana de la actualidad, y t>e creía en algo más que en los párrafos escritos a -escape, después de media noche, afianOlSa, desesperadamente, atrapando por el aire el primer tema que :page 'volando, improvisando opiniones sobre las más abstrusas cuestiones, inventand,o personajes geniales, inflando medianías a flor de ti-erra, regando una multicolor grajea de alabanzas, vituperios, su-gestiones, reticencias, agasajos, puHasque s-erpean 'con ex-quisita agilidad femenina. No es el simple pan nuéstro; es la suculenta vianda de cada día. Milagro maravilloso el ·que se lleva a ca\bo, con'Virtiendo la cuartilla emborronada, en que consigna una opinión per-sonalísima, en la voz semi divina de un editorial. He ahí por qué son admirables los linotipistas, autores {le esa obra de magia y trasformación. En nuestra ante-guerra aún tenía valor el libro. Se ,leía y se pensaba. Las hora.s no estaban tan invadidas por los deberes que impone la alta banca, el foot,'ball, los negocios febricitante s, y el dancing. Así se produjo un tipo de hombre bien diferente al que surgió del general Reyes para acá. Tipo algo escéptico, que aún sonríe ante cualquier editorial crepitante, porque conoce demasiado bien a los diaristas, su,samigos de tertulia; ligeramente romántIco en amores, porque su primera juventud se desenvolvió en un mU'lldo en el que los valse,s de Straus! tenían papel importante, y dejó a hurtadillas, en altas horas de la noche, ramos de flores en la venta'na de s'us pensamientos, pormenor que hoy tendría un efecto de irresistible comicidad; de cierta con'~epci6n política empenachad'a, p()rque aún había FU-
VIII
GUZMAN
ESPONDÁ
dillos de cimera y pluma, y se avecinaba el levantarse del telón para los tres actosensa.grentados de la guerra; tipos de cierta ingénita exquisitez de gustos, como productos de una Bogotá menos ruido.sa pero indudablemente más fina, la que se estremeció por 97 y 98 ante la Carmen hec,ha por la Montalcino, ante el ·capote, las banderillas y la espada del Manchao, en tardes de circo iluminadas por la beIleza fulgurante de Elvira Silva. Fue.ron estos sucesos que invadieron la crónica, Y: más que la crónica, el espíritu bo,gotano, form·ando ooí un ambiente típico y único en nuestra historia, como contri>buyen a formar el de ogaño, poderosamente, los trajes de luces presidenciales por 20 de julio y los films de HaroklLlo'yd en el salón Olimpia. En las .líneas de Rueda Vargas, en la,s entrelínea,s principalmente, aparecen por todas partes rasgos del temperamento de aquella época. Leeréis cualquiera de sus escritos. N o son de entonces ni sobre su,c'esos de entonce1s, pero a pes.ar de su actualidad, muy siglo, XX, llevan en sí la distinción bogotana de 10,s buenos tiempos en que Rued'a despuntaba en los salones como hombre de mundo, estaba acometido de fuerte radicalismo y daba serenatas al pie de las mansiones conservadoras, a donde el galán acabó por quedar incrwstado por la gracia venga,dora del de,stino. Hé ahí lo que tienen de más personal sus escritos. DiiSuenan en absoluto del tono general de nue-stros días. Sus puntos de vista comúnment'e nos parecen pll,radógicos a primera lectura, y creemos que son 'hijos de una tenazafici6n por los retruécanOiS, más
RUEDA
VARGAS
IX
que de palabras, de ideas. Deteniéndose un poco ante la paradoja desconcertante, vemos que ella no es má.s que una manera picaresca algunas veces, necesaria otras, de decir elegantemente la verdad demoledora, con sus tornasoJ.es de ironía, ironía auténtica, ática, cuya cortadura como la de las hojas de buen temple no se advierte sino denunciada por el silencioSO hilillo de sangre. Esta clase de olñebrería espiritual ha,y que reconocerlacomo cosa netamente bogotana. Entendamos bien esta palabra. No quiere ella referirse a los hombres 'Y a las cosas nativws de esta altura, sino im..• pregnados de ese no s·é qué maleante y ágil de nuestros rincones santafereños. ¿.No el' Laureano García Ortiz un bogotano más auténtico que muchos nacidos al pie de estos pesados cerros? Verdad que cada día Bogotá pierde más y más su antigua personalidad, ante el alud de forasteros que van trasformándola y convirtiéndola de villa calmada, lejos del mundo, sonriente, maleante con fineza, bella durmiente de las alturas tropicales, en ciudad bulliciosa, malévola, que todavía no llega a metrópoli. Por esto tiene hoy todos lo's def·ectos de la villa colonial y todog los de la gran ciudad. Nos trasformamos; asistimos actualmente a la pubertad de la amable Santa Fe. Edad indecisa, en que el trajín del desarrollo asoma. pero aún no ha caído la pelusilla de la infancia. Tomás Rueda, en medio de este movimiento algo desordenado. aparenta ser uno de los más castizos réróg-rados . No os frunzáis por el epíteto, que en este caM lleva una evidente distinción. Retróg'rado por buen gusto, por horror a lo deforme, a lo artifi-
x
GUZMAN
ESPONDA
cial, a la chillbn, a la rastacuero, no pOl' manía ní por falta de espíritu de adaptación. No todo ha de ser progreso estridente que arrolle tradiciones y recuerdos, que la tradición y el recuerdo tienen también 'su valía, como las joyas d'e familia. Retrógrado que sabe cuánto valen los patios soleado's, de amplios arcos, con el surtidor cantante en el centro, rodeado de ale líes, de doncenones, de geranios, de pensami,entos, de esas rosas de Castilla, ya tan e'SClllsas,y que no tenían W y K en su claro nombre; que experimenta aún casto estremecimiento ante las alcobas zahumadas con alhucema mezclada en rígidas proporriones,qne los viejos cuidaban celosamente de no altiel'al', con benjuí, incienso y mirra; que ante una antigua e1stampa de Vásquez, le fluye la frase mística, jamás pronta ante los modernos y colorinescos corazones de Jes'Ús, afeminados e insustaciales; y lnégo, el espiritual retrógrado es quien >sufre cuando recuerda la desaparecida mantilla bogotana, ceñida graÓosamente al busto de las muchachas, arma contundente de coquetería, reminisciencia española en sus blandas negras por entre las que alternaban a veces finos cabellos, marco oscuro para claras sonrisas a para desaires mortales. Hoy, todos lo sabemos, la mantilla bogotana es verde ruina. que sólo envuelve des~arbadamente, sin las flexibles sensualidades de la antigua, el dorso encorvado de alguna,s beatas y de arquel gremio de penitentes llamado de las señoras vergonzantes. Rueda lleva razón. El, que tuvo frases para hacer el elogio de la ruana, original ypsicológico, ha de sentir con no,stalgia la poesía de aquella prenda femenina, tan en moda al finalizar el siglo, última época en que la
RUEDA
VARGAS
XI
blonda ciñó ju'venHes llenos, cuando los b !lU afligido espíritu, Ri no la perdida alegría, al menDII las fuerzas para seguir en trabajo tan duro y accidentado como es el de la prensa. Así, una ,mañana del año de 1912, quedé en la Dirección de este periódico, en el cual babía solido colaborar, ocupándome de preferencia (admírese el lector) en asuntos de tácti'ca, estrate¡¡:ia y demás aneXM
P A SA N D O
EL
RAT
O
37 t
al arte de Moltke: .era yo, como quien dice, el técnico militar de El Tiempo. Había pedido a Igrandes voces (Ique debía oír toda la Na'ción) el establecimiento del servicio obligatorio, el sostenimiento de las misiones chilenas, la revisión del esca},afón y otra-s muc'has cosas que no recuerdo, y principalmente la guerra, la guerra a todo trance, para trazar las líneas fronterizas, no con la pluma y el teodolito ,ni siquiera con la propagación del esperanto, según la aconsejado hoy por nuestro,s delegados en GiIlebra, sino 'con el "físico" acero. Soñaba desde la honrada paz de mi callada estancia, como el chiquillo de un ¡poema de Peza, ,con guerraltar de Rionegro. El recuerdo de las pasadas gloria;; aVlvó en ellos 1.9 soberbia y el rencor, malos conse.i eras en política. Como sus ilustres compañeros, el señor Parra careció de flexibiJid2.d; el momento se les escapaba, no pel'cibía.n la oportunidad. Pusieron a Núñez contra el muro, y el res-
72
T.
RUEDA
VARGAS
balas o político herido en la más sentSible, en un último y supremo esfuerzo, los echó al agua. Pasados los primeros años de regeneración inmiserico-rde, cuando ya los vencedores comenzaba-n a _dividirse, pudiero'n r-eaccionar; Camargo la comprendió y pa,ctó con los nacionalistas que tenían en la mano las mejores cartas. Parra y sus compañeros la improbaron; el puritanismo radical del 75 resurgió en el 98. Era el momento en que Carlos Arturo Torre,s traza!ba en un soneto inmortal la silueta del jacobino Saint Just. El señor Parra no pudo atajar la ola de la guerra. Una vez más la valkyria se interpuso en su senda. Viejo, enfermo, afligido por las noti'CÍas desa'strosas que llegaban de los campamentos, unidals a los insultos que de allí mismo le enviaban sus antÍlguos seguidores, se retiró a la villa de Pacha, en donde se apagó su bella vida de combatiente que, de acuerdo con su máxima. no había creído necesario ahorrar en ningún momento. Una banda de guerrilleros ,hampo-sos y adustos. olvidando resentimientos, bajó de los cerros, envolvió el ~éret!o en una bandera roja y tributó al m3Jgnánimo presidente del 76 los postreros honores. En estos días de evocación no podía faltar el cort'Ü homenaje del hijo de una c3!slaque guardó piadosamente en su recinto el féwido culto del Olimpo radica! . Mayo de 1925.
PASANDO
EL
RATO
73
Don Miguel Samper
Coincide el centenario de don Miguel Samper con :ma de esas horas de locura colediva que se apoderan de los pueblo,s cuando se ¡hallan al canto de los g.randes cataclismos sociales, y pretenden salv,arse Jas agrupaciones políticas recurriendo a las medidas (;xtrema's, a lo que se ha denomidado proyectos heroiCG,,; a todo aquello que por la aparentemente fuerte trae al ánimo de las masas, presas de pánico, la sensación del valor, de la audacia, de la que en su remoto origen hizo su gloria y su triunfo. Es el momento clá'sico de echarse 'el chambergo a la nuca y escupir por el ,co'lmillo. Ningún momento menos propicio en apariencia para celebrar con la dignidad que conviene y cuadra fi la auster8. figura del emimmte repúblico, que éste en que señorea la insensatez, y en que cada cual se esfuerza pOT aparecer más primiUvo, más mezquino, menos civilizado; pero al propio tiempo ninguno en 'que sea más oportuno evo·car, al menos ante la juventud incontaminada, la blanca silueta del gran ciudadano que pasó a través de las épocas más agitadas, más ,francamente guerrera·s de nuestra historia, pre, y espada a que fue él completamente extraño. No siempre son los escritores 10'8 máf1 nanas a este ju'ego de desfiguración, son los amigos póstumos que en.
98
1.
RUEDA
VAi