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Pax Romana La Pax Romana, (Pax, proveniente del latÃ−n que significa Paz y Romana pues Roma la concedió a su manera, y porque fue impuesta y vigilada por Roma) también conocida como Pax Augusta, fue un perÃ−odo de paz en Roma que se caracterizaba por la paz interior y la paz exterior; que fue organizada por Octavio Augusto y mantenida durante dos siglos por sus sucesores. La Pax romana, fue organizada por Octavio Augusto, un emperador de Roma. Para lograr la paz, este debÃ−a lograr la paz interna y externa en Roma. Ambas se lograron, aunque ninguna fue absoluta. La paz interior se logró, aunque tenia un precio: el régimen polÃ−tico, instituido por Octavio Augusto llevó, en la practica, a darle el poder para dirigirlo todo, o al menos, para controlarlo todo. Era necesario un emperador para imponerse a las facciones, a los gobernadores de provincias, a los jefes de ejército y a los hombres de dinero. A pesar de la paz, las revueltas internas continuaban siendo posibles, aunque la paz casi no fue alterada: se produjeron algunos movimientos en las provincias de población sedentaria, pero fueron raros y de amplitud limitada. Muy rara vez eran guerras defensivas (provocadas por una agresión). Mucho mas frecuentes eran las guerras que tenÃ−an como fin la conquista, aunque estas presentaban distintos tipos. Unas se inspiraban en el en un imperialismo clásico, deseoso de anexirarse nuevos territorios para explotar. Otras guerras, a despecho de la expansión territorial, estaban solo destinadas a facilitar la organización local o general de la defensa del imperio contra un peligro reconocido o posible. Al emprenderlas, se querÃ−a “dar una lección” a vecinos turbulentos o reforzar la frontera con la creación de una zona previa protectora o la ocupación de mejores posiciones estratégicas, etc. Igualmente, estas guerras no turbaron profundamente la vida del imperio, en la practica, solo afectaron a las regiones de periferia. En sÃ−ntesis, la Pax romana era una paz armada. Para lograr todo esto, Octavio Augusto realizo varios cambios en la organización militar: la reestructuró, para poder disponer de un eficaz ejército permanente que atendiese la defensa del imperio sin constituir, al propio tiempo, un peligro potencial para las instituciones. Estableció que los legionarios serian reclutados exclusivamente entre ciudadanos romanos. Al término del servicio militar, recibirÃ−an un premio de licenciamiento, pagado por el Estado. Junto a las tropas nacionales, Augusto utilizo ampliamente las auxiliares, reclutadas entre las provinciales. à stos recibÃ−an la ciudadanÃ−a al término del servicio. Legiones y auxilia se distribuyeron por las diversas provincias según las necesidades, y se acuartelaron, preferentemente, en la proximidad de las fronteras. Italia y Roma quedaron desguarnecidas de tropas, si se exceptúan las tres cohortes urbanas, que constituÃ−an el cuerpo de policÃ−a de la capital, y las nueve cohortes pretorias, que formaban la guardia del prÃ−ncipe, y estaban integradas por tropas escogidas reclutadas en las regiones de Italia mas profundamente romanizadas. Por ultimo, Octavio Augusto organizo una flota de guerra permanente. También le devolvió al senado su antigua dignidad. Lo depuro de elementos “indignos”, lo redujo a unos setecientos miembros y le confió, aparte la administración de las finanzas del estado, el gobierno de las provincias pacificadas ya con carácter estable, concediéndose amplios poderes judiciales en casos de particular gravedad. Junto al senado, constituyo un nuevo organismo, el consilium principis. Octavio Augusto se dedico a reorganizar el orden senatorial y el ecuestre, de los cuales deberÃ−an surgir magistrados y funcionarios civiles y militares bien preparados. Además, Octavio Augusto dedico especiales atenciones a la ciudad de roma: la organizó en catorce barrios, favoreciendo su desarrollo urbanÃ−stico. Promovió la prosperidad y el progreso de las provincias mediante obras publicas y favoreció y acelero su proceso de romanización.
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En conjunto, los resultados de la obra de Augusto fueron satisfactorios, y los beneficios derivados de la seguridad de las fronteras, de la paz interior y de un gobierno central estable repercutieron favorablemente en el ámbito económico. Octavio Augusto decidió transmitirle sus poderes a un heredero de su sangre. Pero, habÃ−a rivalidades en su propia familia, entre los descendientes de la Gens Julia y la Gens Claudia. Sus tentativas para asegurar el poder a un miembro de la familia Julia se vieron frustradas por la muerte prematura de los elegidos. Como consecuencia, la designación de Octavio Augusto recayó en su hijastro Tiberio. Tiberio, fue aclamado por el ejercito, y el senado lo reconoció como legÃ−timo sucesor de Octavio Augusto. En materia de polÃ−tica interior, inicialmente trato de establecer una estrecha colaboración con el senado, que vio reforzadas sus competencias. Sustituyo por completo a los comicios en el nombramiento de los magistrados y recibió mayores poderes judiciales. Esta colaboración, sin embargo, duro poco pues el senado acabo por depender cada vez más del prÃ−ncipe. En conjunto este principado coincidió con un perÃ−odo de paz y prosperidad para el imperio. Sin embargo, en Roma no reinaba la misma tranquilidad; Tiberio tuvo que afrontar la creciente hostilidad del senado, y a las intrigas por el poder, en parte reales y en parte presuntas, desarrolladas en el seno de la propia familia imperial tras la muerte imprevista y prematura de Germánico. Tiberio acabó por alejarse paulatinamente del gobierno, que confió a Seyano (prefecto del pretorio, el cual disponÃ−a de una notable fuerza militar) y asistió con indiferencia a la implacable polÃ−tica de represión que aquel llevara a cabo. Cuando Tiberio se retiro a Capri, Seyano concibió la idea de convertirse en su sucesor y elimino a los posibles rivales, incluidos miembros de la familia real. Pero, el emperador lo acuso de traición y Seyano fue condenado a muerte. Tiempo después, luego de la muerte de Tiberio, Gayo César Germánico se convirtió en el emperador. Gayo Cesar Germánico (también llamado CalÃ−gula) era el único hijo varón superviviente de Germánico. Fue acogido con entusiasmo por los soldados, por el pueblo y por el senado. Tras unos comienzos muy prometedores, CalÃ−gula cambió de improviso de actitud y se transformó en un tirano cruel y sanguinario. Inauguró una polÃ−tica megalómana y desatinada de total desprecio por la autoridad y la dignidad del senado, lanzándose a descabelladas aventuras militares. Su mayor error, fue abandonar la forma augusta del principado para tratar de instaurar una monarquÃ−a de signo helenÃ−stico y oriental. Pero se organizo una conjuración y CalÃ−gula fue muerto por un tribuno de los pretorianos, Casio Querea. Luego de CalÃ−gula, accedió al trono su tÃ−o Claudio, quien, además, fue elegido por los pretorianos e impuesto por ellos a renuente senado. El nuevo prÃ−ncipe reveló un espÃ−ritu práctico e innovador. Claudio comprendió que la administración de un imperio debÃ−a centralizarse para que resultara eficaz. Claudio estableció las bases de la burocracia, organizando la cancillerÃ−a imperial en cuatro departamentos. Por lo que refiere a las provincias, Claudio favoreció a su romanización, y se mostró muy generoso en la concesión a los provinciales mas prestigiados del derecho de ciudadanÃ−a y del acceso al senado. También en materia de polÃ−tica exterior se mostró activo, y procuro transformar los reinos vasallos en posiciones directas. Claudio murió, envenenado por su esposa, deseosa de apresurar la sucesión de su hijo. A la muerte de Claudio, Agripina consiguió que su hijo, Nerón tras la adopción, fuese reconocido como emperador. Los primeros cinco años del principado de Nerón fueron uno de los mejores periodos del imperio. A las magnificas relaciones con el senado se sumaron una administración equitativa y una eficaz defensa de las fronteras. Pero muy pronto la situación cambio. Nerón, que ya no podÃ−a tolerar control alguno, elimino a su hermano Británico, pues Agripina amenazaba con oponérselo como aspirante al trono, con la esperanza de recuperar su autoridad sobre el emperador. Después, Nerón dio muerte a su propia madre y a su esposa. Luego inauguró un gobierno tiránico que desemboco en la tentativa de instaurar una monarquÃ−a absoluta. Esto suscito una oposición cada vez mas vigorosa y, por otra parte, resultaban incompatibles la dignidad imperial con las extravagancias de Nerón. La oposición, fuerte sobre todo entre los nobles, desemboco en 2
dos amplias conjuras: la encabezada por Cayo Calpurnio Pisón y la viniciada (asÃ− llamada pues la organizo Annio Viniciano). Ambas conspiraciones, fueron objeto de una sangrienta represión. Al regreso de un largo viaje por Grecia, Nerón hallo la situación insostenible. Abandonado incluso por los pretorianos, que aclamaron a Galba (gobernador de la Hispania Tarraconense) como emperador. Nerón se suicidó. Con su muerte se inicio una crisis por la sucesión del imperio. Con la extinción de la familia Julio-Claudia (Nerón era el ultimo representante) faltaba el factor dinástico, el cual regulo hasta entonces el traspaso del poder. Luego de la proclamación de Galba como emperador, este se dirigió a Roma donde fue reconocido por el Senado. Galba eligió como corregente a Lucio Calpurnio Pisón Liciano, lo que desilusionó e irrito a Marco Antonio Otón. Otón logro poner en contra del emperador a los pretorianos. AsÃ− pues, los pretorianos dieron muerte a Galba y a Pisón y proclamaron emperador a Otón. Mientras tanto, las legiones estacionadas a los largo del Rhin se habÃ−an rebelado, proclamando por su cuenta emperador a su comandante, Aulio Vitelio. Este se dirijo hacia Italia seguido por el grueso de su ejército. Como resultado del encuentro entre ambos pretendientes al imperio Otón, vencido, se suicido y Vitelio fue reconocido como emperador por el senado. Casi al mismo tiempo, las legiones acuarteladas en Oriente aclamaron como emperador a Vespasiano. Este recibió el apoyo del gobernador de Siria y del gobernador de Egipto. También las legiones estacionadas en la margen del Danubio aclamaron a Vespasiano, por sugerencia de Marco Antonio Primo, quien tomo la iniciativa de dirigirse a Italia, derroto a los partidarios de Vitelio y ocupo roma en nombre de Vespasiano. Vitelio fue muerto y el senado, se apresuro en reconocer al nuevo senador. Llegado a Roma, Vespasiano debió poner fin a las guerras civiles, reparar daño provocados por ellas, asegurarse la lealtad del ejército y devolver el orden a la administración publica. La paz interior se restableció rápidamente. El emperador mantuvo buenas relaciones con el Senado, al que consultaba en toda ocasión y logro convertirlo en un organismo imperial más representativo. También se preocupo del desarrollo de las provincias, concediendo con generosidad la ciudadanÃ−a, promoviendo la romanización en algunas regiones mediante la fundación de nuevas colonias y, controlo severamente la gestión de los gobernadores. Vespasiano no solo consiguió sanear la precaria situación financiera, sino que también logro procurarse fondos para la realización de obras públicas. En materia de polÃ−tica exterior, Vespasiano se preocupo por reforzar las fronteras. Las modestas adquisiciones territoriales de su principado estuvieron determinadas por motivos de seguridad. Luego de su muerte, el trono lo heredo sin disputas Tito. El breve reinado de este emperador fue uno de los mejores. Era clemente y generoso. Lo demostró cuando la terrible erupción del Vesubio destruyo Pompeya, Herculano y Estabia, y cuando un desastroso incendio se declaro en roma. En cambio, su hermano menor, Domiciano, que le sucedió, fue un tirano cruel y sanguinario. Domiciano transformo el principado augusto en una autentica monarquÃ−a absoluta, acabando por concentrar en sus manos el poder. Al riguroso control de la justicia y de la actuación de los gobernadores de las provincias, Domiciano unió una mayor eficacia de la organización administrativa. Erigiéndose en severo custodio de las costumbres y religión tradicionales, se opuso a cultos extranjeros, y llego a enfrentarse con los judÃ−os. En materia de polÃ−tica exterior, Domiciano trato de reforzar la seguridad del imperio. Domiciano murió victima de una conjura, en la que participo su propia esposa. Con el se extinguió la familia Flavia. Luego de la muerte de Domiciano, el problema de la sucesión se resolvió con la proclamación de un anciano senador, Nerva, elegido por el senado y reconocido tras algunas dudas por el 3
ejército. El nuevo emperador se preocupo de reestablecer relaciones de de cordial y efectiva colaboración con el senado. Con Nerva se inicio el que se considero el periodo imperial más espléndido, que entonces alcanzo el apogeo de su poderÃ−o y máxima expansión. En el campo económico y social, Nerva patrocino una administración inteligente y moderada, sensible a las necesidades de los mas pobres, a favor de los cuales fueron instituidos los alimenta, complejas disposiciones que, a través de las distribuciones de tierras a veteranos proletarios, se proponÃ−an dar impulso a la lánguida agricultura italiana y procurar medios de alimentos a los niños pobres. Pero, Nerva carecÃ−a de experiencia militar, por lo que no tenia e menor ascendiente sobre las legiones y sobre los pretorianos. Para evitar nuevas y peligrosas crisis sucesorias, adoptó como hijo y sucesor a un general experto y amado por los soldados, Trajano, gobernador de Germania Superior. Trajano fue exaltado al trono en 98. Muy pronto demostró corresponder as las esperanzas y al entusiasmo general que saludaron su acceso al poder. La capacidad de mando y las excelentes dotes militares de este emperador le aseguraron la simpatÃ−a, el respeto y, sobre todo, la obediencia de los soldados. En el ámbito administrativo, lo mismo que en el polÃ−tico, Trajano procedió a una mayor centralización de poderes y ejerció un control más directo y severo sobre magistrados y funcionarios, a fin de evitar los abusos. Asigno a la administración imperial diversos gravámenes que hasta entonces recaÃ−an solo en las administraciones municipales y provinciales. Trajano mostró especial atención por Italia, procediendo a ejecutar obras publicas, ampliando el sistemas de los alimenta e imponiendo a los senadores la inversión de por lo menos un tercio de su patrimonio en bienes raÃ−ces en Italia. En el campo judicial, aligero la administración de la justicia. En lo que a polÃ−tica exterior refiere, Trajano reanudo enérgicamente la tendencia expansionista. Trajano murió en Seliunte, Cilicia en el año 117. Le sucedió Adriano, el cual fomento los valores griegos contra la orientalización del Imperio y mejoró las condiciones de vida de la población, incluidos los esclavos. Saneo las finanzas, a costa de reducir el gasto militar, y libero a algunos pueblos conquistados por Trajano en la zona Oriental. Viajo por todo el imperio, para atender sus problemas económicos y legales. Le sucedió Antonino PÃ−o, que proporciono al imperio un periodo de paz interior mas prolongado de toda la época imperial y que, a su muerte, lego al estado su inmensa fortuna. Por lo contrario, su sobrino y heredero Marco Aurelio afronto una guerra de varios años en Armenia y Mesopotamia y, casi al mismo tiempo, los embates de los germanos contra las fronteras del norte. Los marcomanos alcanzaron la frontera el Adriático, y los godos, se pusieron en movimiento ante la presión de los pueblos de las estepas. Se propago la peste por Italia y amplias zonas del paÃ−s quedaron desiertas. Además, las guerras elevaron sin cesar la presión fiscal. Con Marco Aurelio, comenzó a “desmoronarse” la pax romana. Luego de Marco Aurelio, la paz prácticamente no existÃ−a en el imperio, y una serie de emperadores termino “destruyendo” al imperio, mediante guerras, peleas por el poder, debilitación del comercio y de la industria y guerras polÃ−ticas internas, entre muchos otros problemas. BibliografÃ−a • Hohl, Ernst El Imperio Romano. Madrid: Espasa Calpe 1932-1968. • Historia Universal. Barcelona: Pisa, 1989. • Aymard, André Roma y su imperio. Barcelona: Destino, 1963-1965. • Editorial Sol 90 Historia Universal. Barcelona: Editorial Sol 90, 2004. • León Homo Nueva Historia de Roma. Barcelona: Editorial Iberia, 1971. 4
• Pierre Grimal El siglo de Augusto. Argentina: Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1960.
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