Pedro enseñó sobre el bautismo

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para El bautismo: perdón de los pecados; y recibiréis el don

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Capítulo 2: El Bautismo
Capítulo 2: El Bautismo       El Bautismo                                                                                                         

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Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para El bautismo: perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo (Hechos 2.38). C ONOZCA AL M AESTRO

Pedro enseñó sobre el bautismo Pedro fue llevado a Jesús por su hermano Andrés (Juan 1.40–41). Dado que Andrés fue discípulo de Juan (Juan 1.35), él fue sumergido en el bautismo de preparación, el cual es de arrepentimiento para el perdón de pecados. Él estuvo ansioso por llevar a Pedro a conocer a Jesús, después de que se enterara de éste, por medio de Juan (Juan 1.35–42); lo más probable, es que hubiera compartido el mensaje de Juan con Pedro. Pedro, luego, habría estado familiarizado con el bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados. Debió haber recibido el bautismo que Juan predicaba (Lucas 3.3). Los seguidores de Jesús llegaron a ser discípulos a través del bautismo (Juan 4.1). Lo más probable es que Pedro fuera bautizado cuando llegó a ser discípulo de Jesús (Lucas 6.13–14). PEDRO ENSEÑÓ SOBRE EL BAUTISMO Pedro se destacó con prominencia entre los apóstoles y discípulos de Jesús. Su nombre aparece de primero en todas las listas de los apóstoles (Mateo 10.2; Marcos 3.16; Lucas 6.14; Hechos 1.13). Aun cuando después de la resurrección y ascensión de Jesús, él inmediatamente tomó el liderazgo entre los seguidores de Jesús (Hechos 1.15; 2.14, 37), esto no significa que Pedro tuviera más autoridad que el resto de los apóstoles. Simplemente significa que Jesús le dio el papel de liderazgo en los primeros días de la iglesia. Jesús dijo que lo que él, y los demás apóstoles, ataran y desataran, sería “atado” y “desatado en el cielo” (Mateo 16.19; 18.18). La Biblia representa fielmente el participio pasivo perfecto del griego en estos versículos, cuando indica que los apóstoles no atarían ni desatarían por decisión propia, sino lo que ya hubiera sido atado y desatado en el cielo. Cuando Jesús, después de su muerte, sepultura y resurrección, envió a los apóstoles a todo el mundo a predicar el evangelio, Pedro estaba

presente y oyó a Jesús decir que toda autoridad le había sido dada a éste, en el cielo y en la tierra. Esto fue lo que Jesús les dijo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mateo 28.18–19). El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado (Marcos 16.16). … y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén (Lucas 24.47).

Pedro esperó en Jerusalén, junto con los apóstoles, la promesa del Espíritu Santo (Lucas 24.49; Hechos 1.4–8), el cual les ayudaría a recordar todo lo que Jesús les había dicho (Juan 14.26), y los guiaría a toda la verdad (Juan 16.13). Ellos debían comenzar dando su testimonio acerca de Jesús en Jerusalén, y luego llevar el evangelio al resto del mundo (Hechos 1.8). Habiendo sido preparados de esta manera, Pedro (junto con los demás apóstoles) pudo revelar con exactitud, la enseñanza acerca de Jesús a las demás personas. En Jerusalén El día de Pentecostés (Hechos 2.1), en Jerusalén (Hechos 2.5), Pedro predicó, por primera vez en la historia del mundo, el perdón de los pecados en el nombre de Jesucristo (Lucas 24.47). Este evangelio sería predicado, después, al resto del mundo (Hechos 1.8). La declaración que Jesús hiciera, respecto de él teniendo toda potestad en los cielos y en la tierra (Mateo 28.18), Pedro la había entendido en el sentido de que Jesús ascendería inmediatamente al poder, a la diestra de Dios (Hechos 2.33; 1 Pedro 3.22), donde él daría comienzo a su papel de Señor y Cristo (Hechos 1

2.36). En su primer sermón, Pedro buscó la manera de convencer a sus oyentes judíos acerca de estos hechos y de cargarlos a ellos con la culpa por haber crucificado a su propio Mesías (Hechos 2.33–36). Pedro concluyó su sermón diciendo que Jesús es el Señor y el Cristo. Este discurso los compungió profundamente de corazón, lo cual era una indicación de que creyeron la declaración de Pedro, en el sentido de que Jesús es Señor y Cristo. El creer que Jesús es Señor y Cristo, significa buscar el perdón en su nombre (Hechos 4.12), a través de su sangre (Hebreos 10.19–20), y someterse a él como Señor y rey que él es (Lucas 6.46). El camino nuevo Pedro ofreció el camino nuevo del perdón cuando dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2.38). La primera edición (en inglés) de la Nueva Versión Internacional dice así: “Arrepiéntanse y bautícese cada uno en el nombre de Jesucristo, para que de esta manera sus pecados puedan ser perdonados. Y recibirán el Espíritu Santo”. EL PERDÓN DE LOS PECADOS Hay quienes han enseñado, que el bautismo no es un prerrequisito para la salvación, y hay otros quienes han afirmado, que no es necesario entender que los pecados son perdonados cuando uno está siendo bautizado. El primer punto de vista es adoptado por causa de un razonamiento teológico, en el sentido de que la salvación es por la fe solamente. El segundo se basa en un razonamiento teológico, en el sentido de que si alguien está siendo bautizado con el propósito de que sus pecados sean perdonados, el tal está tratando de obedecer una promesa y no un mandamiento.1 Por esta razón, se enseña que uno no necesita entender que sus pecados son perdonados, cuando es bautizado. Si alguien tratara de lavarse sus pecados con agua, de la misma forma que uno se lava la suciedad de su cuerpo, entonces, el tal estaría hacer del bautismo una obra para remover sus pecados —la clase de obra, la cual la Biblia enseña que no salva (Efesios 2.8). Por otro lado, si alguien se somete al 1

Rubel Shelly, I Just Want To Be a Christian (Tan sólo quiero ser cristiano) (Nashville: 20th Century Christian, 1986), 120–27; Jimmy Allen, Rebaptism? (¿Volver a bautizarse?) (Monroe, La.: Howard Publishing Co., 1991), 41, 48, 155, 206, 210, 211.

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bautismo porque tiene fe en que la sangre de Jesús le limpia de sus pecados, 2 entonces el bautismo de éste no sería una obra de justicia (Tito 3.5), sino un acto de fe en la obra de Dios, el cual levantó a Jesús de los muertos (Colosenses 2.12). El bautismo, desde este punto de vista, no es una obra del hombre para remover el pecado, sino una respuesta basada en la fe en que la sangre de Jesús tiene poder purificador para removerle sus pecados. EL PERDÓN EN EL NOMBRE DE JESÚS La fe en Jesús, la cual fue producida por la predicación de Pedro, motivó al pueblo a hacer esta pregunta: “¿Qué haremos?”. Pedro les dijo qué hacer. El recibir su palabra (Hechos 2.41), significaba que ellos aceptarían a Jesús como Mesías, enmendarían su comportamiento, y se bautizarían en el nombre de Jesús para el perdón de los pecados. Lo que Pedro les dio a entender con “Arrepentíos” es que ellos debían darse cuenta de que el problema de ellos era sus pecados, y el “bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados” significaba que ellos debían darse cuenta de que la purificación provenía de Jesús para aquellos que se arrepintieran y se bautizaran. No se menciona a nadie en el Nuevo Testamento, quien después se haya arrepentido y bautizado, que haya entendido algo diferente de lo que estos primeros convertidos a Jesús entendieron. Lo que se les predicó a ellos debía ser predicado a todos los oyentes que les sucedieran (Lucas 24.47), lo cual significa que los mismos requisitos para el perdón, serían predicados adondequiera que este mensaje se llevara. Tanto el arrepentimiento, así como el bautismo, eran para “perdón de los pecados”. Pedro no dijo: “Arrepentíos para que vuestros pecados sean perdonados y bautícese cada uno de vosotros porque vuestros pecados ya están perdonados”. La frase “para perdón de los pecados” está relacionada con “Arrepentíos” y con “bautícese”. El propósito que se relaciona con el arrepentimiento, también se relaciona con el bautismo. Si ellos debían arrepentirse para que sus pecados fueran perdonados, también debían bautizarse para que sus pecados fueran perdonados. Si debían bautizarse porque sus pecados ya estaban perdonados, entonces debían arrepentirse porque sus pecados ya estaban perdonados. La conjunción “y” une igualmente a “Arrepentíos” y a “bautícese” 2 Esto está de acuerdo con el cuarto de los principios que gobiernan la respuesta a la voluntad de Dios, los cuales fueron comentados en las lecciones 2 y 3.

con el propósito “perdón de los pecados”. Ellos no podían arrepentirse para un propósito y ser bautizados para otro; tanto el arrepentimiento como el bautismo, debían ser para el mismo propósito. Newman y Nida escribieron que la frase “para perdón de los pecados” (literalmente: “para pasar a estar dentro de un perdón de pecados”) “modifica a los dos verbos principales: volveos de en pos de vuestros pecados y sed bautizados”. 3 La palabra “para”, de la frase “para perdón de los pecados”, es la palabra del griego, eis, cuyo significado primordial es dentro de. El peso de la erudición apoya con toda la razón los siguientes significados para eis en este pasaje: “con el fin de, dando como resultado —i.e., final o consecutivo”. 4 Oepke catalogó la palabra eis (Hechos 2.38), bajo el encabezado: “eis consecutivo y final”. Esto fue lo que expresó: “La preposición denota la dirección de una acción hacia un fin específico”. Más adelante añadió: “El énfasis final de eis se aumenta a tal grado, que llega a ser una definición adverbial independiente”. Además de otros ejemplos de esto, presenta el siguiente: “Juan bautiza, y Jesús derrama su sangre para el perdón de los pecados (Marcos 1.4; Lucas 3.3; Mateo 26.28; cf. Hechos 2.38)”.5 Thayer colocó la palabra eis, que está asociado con el bautismo, bajo el encabezado: “El fin al cual una cosa se adapta para lograr algo”.6 El léxico de este erudito refiere al lector al artículo sobre el bautismo, en el cual Hechos se traduce de la siguiente manera: “… para obtener el perdón de los pecados”.7 Bauer, Gingrich, y Danker catalogaron eis bajo el encabezado: “para denotar el objetivo” y el subencabezdo: “para denotar propósito con el fin de”. Luego tradujeron la frase tal como se usa aquí, al igual que en otros pasajes, de la siguiente manera: “para el perdón de los pecados, de manera que los pecados sean perdonados (Mateo 26.28; cf. Marcos 3 Barkley M. Newman and Eugene A. Nida, A Translator’s Handbook on the Acts of the Apostles (Un manual para traductores sobre Hechos de los apóstoles) (New York: United Bible Societies, 1972), 60. 4 C.F.D. Moule, An Idiom-Book of New Testament Greek (Libro de expresiones idiomáticas del Nuevo Testamento), 2da. ed. (Cambridge: Cambridge University Press, 1953), 70. 5 A. Oepke, “eis”, en Theological Dictionary of the New Testament (Diccionario teológico del Nuevo Testamento), ed. Gerhard Kittel, trad. y ed. Geoffrey W. Bromiley (Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1976), 2:429. 6 Joseph Henry Thayer, A Greek-English Lexicon of the New Testament (Un léxico griego-inglés del Nuevo Testamento) (New York: American Book Co., 1973), 185. 7 Íbid., 94.

1.4; Lucas 3.3; Hechos 2.38)”. 8 La frase “para remisión de los pecados”, que se encuentra en Mateo 26.28, es la misma que se relaciona con el bautismo (Marcos 1.4; Lucas 3.3; Hechos 2.38). Si Jesús murió “para” (eis), con el fin de obtener, perdón de los pecados para nosotros, entonces hemos de ser bautizados “para” (eis), con el fin de obtener, el perdón que él ha provisto para nosotros, pues la frase, “para la remisión de los pecados” incluye la misma palabra en griego en estos pasajes. No obstante, si eis en esta frase significara porque, entonces no sólo deberíamos bautizarnos porque nuestros pecados estarían ya perdonados, sino también, Jesús habría derramado su sangre porque nuestros pecados estarían ya perdonados. Esta interpretación haría de su muerte un derrame de sangre sin sentido, algo tan vacío como lo sería el bautismo si los pecados estuvieran ya perdonados antes del acto. Dado que Jesús murió por una razón, esta forma de uso de la palabra eis, debe expresar intención y propósito. Jesús murió estando consciente y teniendo la plena intención de hacerlo “para” (eis) el perdón de los pecados. Él sabía y entendía que estaba derramando su sangre “para” (eis) el perdón de nuestros pecados; por lo tanto, si hemos de ser bautizados “para” (eis) el perdón de los pecados, nosotros también debemos entender el propósito para el cual estamos siendo bautizados. Si la palabra eis significa que Jesús derramó su sangre para un propósito conocido, entonces sigue que nosotros hemos de ser bautizados para un propósito conocido. ¿Quién afirmaría que la palabra eis, de Mateo 26.28, no expresa el hecho de que Jesús sabía el propósito para el cual él derramaba su sangre? Dado que la misma frase se usa en relación con el bautismo, ¿no sigue entonces que la palabra eis expresa el hecho de que hemos de saber el propósito para el cual hemos de ser bautizados? Los judíos que se mencionan en Hechos 2.5, 37–38, entendían el propósito para el cual habían de ser bautizados, debido a la instrucción que Pedro les había dado. Como los primeros convertidos bajo el nuevo pacto que fueron, ellos sirven de ejemplo para todas las generaciones subsiguientes de todas las naciones. Si ellos entendieron que habían de bautizarse, con el fin de recibir el perdón de los pecados, entonces debemos 8 Walter Bauer, A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature (Un léxico griego-inglés del Nuevo Testamento y de otros escritos cristianos primitivos), 2da. ed., rev. William F. Arndt, F. Wilbur Gingrich, y Frederick W. Danker (Chicago: University of Chicago Press, 1979), 229.

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entender esa misma verdad, con el fin de ser perdonados de nuestros pecados. Una acción que no conlleve la intención y propósito correctos es tanta desobediencia como el no actuar del todo. El que está siendo bautizado debe saber que lo está siendo con el fin de recibir el perdón de los pecados. Hay quienes han llegado a estar de acuerdo en que la palabra “para” significa “con el fin de”, pero argumentan que, dado que los verbos deben concordar con sus sujetos en persona y en número, y dado que la palabra “arrepentíos” está en segunda persona del plural, y la frase “bautícese” se encuentra en la tercera persona del singular, entonces ambos verbos no podrían combinarse para modificar la frase “para el perdón de los pecados”. A partir de esto, concluyen que el perdón de los pecados debería asociarse con “arrepentíos” y no con “bautícese”. Aun cuando esto parece violar un principio gramatical del griego, existe amplia evidencia, la cual muestra que la forma de usar una segunda persona del plural, junto con una tercera persona del singular es un modismo normal del griego. Hay varias instancias de uso idiomático en las que el sujeto y el verbo no concuerdan, las cuales aparecen en: Juan 9.3; Lucas 8.30; Mateo 6.19; Marcos 4.41; 1 Corintios 15.50; y Santiago 5.2–3. Estas no son violaciones de las reglas del griego, sino usos idiomáticos establecidos. En lugar de debilitar la relación que hay entre el bautismo y el perdón de los pecados, la construcción de Hechos 2.38, más bien hace énfasis en la importancia del bautismo en relación con el perdón de los pecados. Existe un artículo de Carroll D. Osburn, el cual proveyó ejemplos de tales formas de uso de modismos del griego.9 Es de especial interés una cita que hace de una tesis de J. Glaze en ese mismo artículo: … El imperativo de la tercera persona del singular funciona, idiomáticamente, en concierto con un imperativo de la segunda persona del plural, con el fin de permitir al orador dirigirse a miembros de ese grupo, en forma individual. En este uso distributivo del imperativo, el orador le concede una importancia tan grande al mandamiento, que él lo aclara con el imperativo de la tercera persona del singular, al punto que ningún miembro del grupo está exento.10

9 Carroll D. Osburn, “The Third Person Imperative in Acts 2.38” (“El uso del imperativo y de la tercera persona en Hechos 2.38”), Restoration Quarterly 26 (Second Quarter 1983): 81–84. 10 Íbid., 83.

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Hay ejemplos de esta forma de uso, los cuales se encuentran en Éxodo 16.29; Josué 6.10; 2 Reyes 10.19 y Zacarías 7.10, en la Septuaginta. En lugar de disociar el bautismo del perdón de los pecados, lo que Pedro estaba haciendo, era poner más énfasis en la necesidad de que cada uno de sus oyentes recibiera el bautismo, de manera que los pecados de ellos pudieran ser perdonados. Otras explicaciones que buscan remover la importancia que Pedro le estaba dando, a que cada uno de sus oyentes se bautizara para el perdón de los pecados, no son justas con una forma idiomática establecida de la expresión en griego. El mandamiento es “bautícese cada uno de vosotros para el perdón de los pecados”. El mandamiento no es sólo “bautícese”. Si éste hubiera sido el mandamiento solamente, entonces uno podría ser bautizado por una cuestión de obediencia a Dios por cualquier razón, y al hacerlo así, obedecer completamente el mandamiento de Dios. No obstante, el mandamiento no es sólo “bautícese”. Cuando un pecador viene a ser bautizado, su meta ha de ser “el perdón de los pecados”. Éste ha de reconocer su condición de perdido, ha de aceptar a Jesús como el Mesías que es, ha de tener fe en la sangre de éste, y ha de resolverse a cambiar su vida de manera que sea obediente a la voluntad de Cristo. Pedro había sido condicionado a pensar así, por el mensaje predicado por Juan (Mateo 3.2), por Jesús (Mateo 4.17), y por los apóstoles, en el sentido de cambiar las vidas llenas de pecado, porque el reino de los cielos se había acercado (Mateo 10.2, 7). También, él estaba obedeciendo el mandamiento de Jesús de predicar el evangelio, y de bautizar a todo el que creyere (Mateo 28.19; Marcos 16.15–16). 1 PEDRO 3.21 En una carta escrita posteriormente, Pedro corroboró lo expresado el día de Pentecostés: “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo” (1 Pedro 3.21). Esto fue lo que Robert G. Bratcher escribió respecto de este versículo: … esto se traduce literalmente de la siguiente manera: “de lo cual el bautismo es antitipo”. Un “antitipo” es una cosa o evento, el cual se considera que ha sido referido por otra cosa o evento anterior, el cual se conoce como “tipo”. El agua del diluvio era “tipo” del bautismo. … ahora nos salva: este ahora responde al otro

tiempo del versículo 20. Una traducción debería representar el significado fielmente y decir con bastante claridad: “el bautismo ahora os salva”. Por supuesto que la salvación es una acción de Dios, pero aquí el bautismo, tal como se define abajo, es lo que trae la salvación. De una sola vez, el escritor define lo que él da a entender con que el bautismo salva a alguien: no es un acto físico de lavar la suciedad del cuerpo, sino la experiencia espiritual del ser interior.11

Arichea y Nida expresaron lo siguiente, respecto de 1 Pedro 3.20–21: El “tipo” es sombra del “antitipo”, en otras palabras, es un símbolo imperfecto de una realidad, la cual se revela ahora plenamente en la fe cristiana. De cualquier manera, es este “antitipo”, sea lo que él sea, el que ahora los salva. El texto, tal como se mantiene, hace del bautismo (es decir, del bautismo en agua) el agente que salva. No obstante, una lectura cuidadosa de la totalidad del versículo indica que la frase ahora nos salva, tal vez debería ir junto con la frase por la resurrección de Jesucristo, la cual se encuentra al final (compare con 1.3). 12

Después de otras consideraciones, los anteriores autores sugieren que en la traducción del versículo, “puede que lo mejor sea combinar la última cláusula con la expresión ahora nos salva, por ejemplo, por medio del ser bautizados, Dios ahora nos salva, a través de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos”.13 Esta expresión de Pedro es consecuente con la de Hechos 2.38. La fe en Dios, la cual movió a Noé a construir el arca debido a la inminente destrucción (Hebreos 11.7), es la misma clase de fe que mueve a uno que está perdido, motivado por su conciencia, a buscar la salvación por medio de bautizarse en el nombre de Jesucristo. El bautismo es de alguna manera asociado con la salvación que se provee por 11 Robert G. Bratcher, A Translator’s Guide to the Letters From James, Peter, and Jude (Una guía de traducción de las cartas de Santiago, Pedro y Judas) (London: United Bible Societies, 1984), 109. 12 Daniel C. Arichea y Eugene A. Nida, A Translator’s Handbook on the First Letter From Peter (Un manual de traducción de la primera de Pedro) (New York: United Bible Societies, 1980), 119–21. 13 Íbid.

medio de la muerte y resurrección de Jesús. Otra consideración sobre 1 Pedro 3.21, es la expresión “la aspiración de una buena conciencia hacia Dios”. Lo anterior indica que la conciencia está involucrada en esa aspiración. Si uno no entendiera aquello a lo cual aspira, ¿cómo podría uno aspirar a ello? La explicación más razonable es que la aspiración hacia Dios es a la salvación, por parte de un pecador que tiene una buena conciencia, una conciencia como la que tenía el perseguidor Saulo (1 Timoteo 1.13), aun antes de que éste fuera cristiano (Hechos 23.1). Una conciencia corrupta no motivaría a una persona a aspirar a tal meta. La aspiración a la salvación del pecado no significa que uno esté buscando el que se le perdonen los pecados por medio de la obediencia a un mandamiento. Significa que la conciencia de uno le ha movido a ser bautizado para el perdón de los pecados, aspirando a la salvación hacia Dios. Solamente los que entienden la relación apropiada que hay, entre el bautismo y el perdón de los pecados, pueden aspirar a tal meta. Pedro consideró que el bautismo era una respuesta necesaria, de fe, con el fin de recibir los beneficios del acto de redención de Jesús. No sorprende el hecho de que Pedro mandara a bautizarse a sus oyentes (Hechos 10.48; cf. 2.38). CONCLUSIÓN Pedro fue entrenado y escogido por Jesús, para que fuera el primero en predicar la salvación en su nombre. En Jerusalén ayudó a los que estaban en su primer grupo de oyentes a darse cuenta de que estaban perdidos. Éstos llegaron a creer en Jesús e inquirieron qué debían hacer. Pedro les dijo que hicieran los cambios que fueran necesarios en sus vidas, para que así pudieran seguir a Jesús. Los que recibieron su palabra con alegría, fueron bautizados, y es evidente que esto ocurrió bajo el entendido de que los pecados de ellos serían perdonados, cuando se arrepintieran y se bautizaran en el nombre de Jesús (Hechos 2.38–41). Este mensaje no era sólo para los judíos, a quienes Pedro les enseñaba aquel gran día de Pentecostés, sino también para el resto del mundo (Lucas 24.47). ■

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