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in duda, ha sido la condición de escritor la que ha popularizado la figura y el legado literario de Alejandro Pérez Lugín. Y quizás, también, la mayoría lo asocie con Madrid, ciudad en la que nació en 1870, o con Santiago de Compostela, localidad en la que estudió y escribió La casa de la Troya, genial recreación del ambiente social y estudiantil de la capital gallega. Pocos, sin embargo, son los que relacionan a Lugín con el mundo del periodismo activo. Y es precisamente su profesión, la de periodista, la que pretendo resaltar. Y lo hago con sumo gusto, ya que el maestro Lugín fue, ante todo y sobre todo, periodista. De los de verdad, de los de raza… Como también fue un auténtico coruñés, aunque eso sí -y le honra si cabe más- por devoción. Pérez Lugín se inició en el mundo del periodismo en El Pensamiento Gallego, rotativo en el que colaboró asiduamente mientras estudiaba Derecho en la prestigiosa Universidad compostelana. En 1893, con apenas 23 años y finalizados sus estudios universitarios, Alejandro María de las Mercedes Pedro Pérez garcía Lugín se trasladó a Madrid, donde desarrolló su actividad laboral de forma sucesiva en la Dirección General de Registros, en el Ministerio de Agricultura, en Fomento, en Ferrocarriles del Norte y en una compañía de explosivos. Pero su verdadera
Periodista y coruñés vocación era la del periodismo, la que comenzó a desarrolló en la capital de España, done comenzó a trabajar como gacetillero, que por aquel entonces era el primer escalón para ser periodista. Más adelante realizó información de tribunales, crítica teatral, crítica de toros (bajo el seudónimo de Don Pío) y escribió crónicas, reportajes y entrevistas. Y en muchas –muchísimas- ocasiones escribió sobre Galicia, aprovechándose del conocimiento que de nuestra tierra le proporcionó sus largas estancias veraniegas en la querida villa de Sada. Lugín desarrolló su intensa actividad periodística en los siguientes medios de la capital de España: El Mundo, El Correo, El Diario Universal, La Tribuna, El Heraldo, El Liberal, La Libertad, El Debate, La Mañana y El Globo, entre otros.
Lugín, dotada con 25.000 pesetas, la cual tiene como único fin ensalzar a nuestra tierra, Galicia, mediante la convocatoria de un galardón pensado para premiar el mejor trabajo presentado a concurso; galardón que se remunerará con los intereses que proporcione el capital fundacional. Dicho Premio, que alcanza en 2009 la edición número 70, lo convoca y gestiona la Asociación de la Prensa de La Coruña y es el más veterano de los galardones periodísticos existentes en nuestro país. De su prestigio dan fe los excelentes periodistas y escritores que presumen de formar parte de una extensa y cualificada nómina de galardonados. La escritura original de constitución de la Fundación, firmada en la Notaría de Ildefonso Fernández Feijoo, sita en la calle entonces denominada Capitán Galán (hoy Real), se guarda con celo en la sede de la Asociación de la Prensa de La Coruña, organización profesional de la que Lugín fue socio de pleno derecho con el número 36 y de la que fue
Fervor periodístico El fervor periodístico de Lugín adquirió, si cabe, mayor protagonismo y relevancia social tras su muerte, acaecida en A Coruña, en 1926. Diez años después del producirse el óbito del ilustre maestro, en los albores del golpe del General Franco, Manuel Sendón Amado, albacea testamentario de Elvira Sanz Gómez (la esposa del periodista), y Fernando Martínez Morás, por entonces presidente de la Asociación de la Prensa de La Coruña, constituyeron, por expreso deseo de Alejandro y Elvira, la Fundación Pérez
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nombrado socio de honor en 1918, siendo por entonces presidente de la misma el recordado Fernando Martínez Morás. Si el periodismo fue una de sus grandes pasiones, A Coruña es la ciudad que cautivó a Lugín, hasta el punto que él fue quien la bautizó con los sobrenombres de Ciudad de Cristal y Ciudad Sonrisa. Su querencia a la ciudad herculina la refrenda el hecho de que a ella trasladaran a Lugín cuando éste sintió los primeros síntomas de la enfermedad que, a los 56 años, le llevó a la muerte.
Hijo adoptivo La ciudad –no podía ser de otra manera- le correspondió nombrándolo hijo adoptivo, decisión tomada por Manuel Casás Fernández, también periodista y socio de la Asociación de la Prensa, quien ordenó velar el cuerpo de su amigo en el Palacio Municipal, al tiempo que costeó su entierro en el cementerio municipal de San Amaro, donde descansan los restos del genial periodista, precisamente en las proximidades de la tumba de otro periodista y escritor de talla universal, Manuel Curros Enríquez. Desde entonces, la ciudad de A Coruña, en la que dejó huella indeleble, recuerda cada día a Pérez Lugín, quien da mereci-damente nombre a una calle en la lujosa zona residencial de Ciudad Jardín. Manuel González
Un talento solidario que legó parte de su fortuna a fortalecer el periodismo
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lejandro María de las Mercedes Pedro Pérez García Lugín nació el 22 de noviembre de 1870, en Madrid. Cuando aún no había cumplido 56 años, falleció en O Burgo, en el Ayuntamiento de Culleredo, el 5 de septiembre de 1926. Abogado, periodista, escritor y cineasta reconocido en su época, estudió y se licenció en Derecho en la Universidad de Santiago. En esta ciudad en la que además de colaborar en prensa, en “El Pensamiento Gallego”, ambientó su novela más reconocida, “La Casa de la Troya”. Su afecto hacia Galicia se plasmó en sus distintas estancias en A Coruña y su vinculación con el periodismo y los periodistas de la Asociación de la Prensa, que le nombró socio de honor en 1918, siendo presidente de la APC Fernando Martínez Morás. Entre las disposiciones testamentarias de Pérez Lugín figuraba la creación de un premio periodístico que llevase su nombre y que convocaría anualmente la Asociación de la Prensa. Hubo que esperar hasta el 17 de marzo de 1936 para que se crease la Fundación que llevaría el nombre del periodista, firmada por Manuel Sendón Amado, albacea de Elvira Sanz Gómez, viuda de Pérez Lugín, y Fernando Martínez Morás, como presidente de la Asociación de la Prensa. Se le dotó con un capital de 25.000 pesetas depositadas en el Banco Pastor, y con cuyos intereses debería concederse el premio “al mejor trabajo literario que se presente sobre un tema de Galicia, ensalzando a la misma”. En las primeras bases el ganador debería de ser gallego, aunque se podría conceder a un autor foráneo
cuando no hubiera concurrido al certamen ningún autor de Galicia. La primera edición se convocó en 1941, tras el paréntesis de la guerra civil, y el ganador fue el doctor Eduardo Pérez Hervada, con el traba-
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jo “Exaltación de Galicia a través del emigrado”. El fallo se conoció el 5 de septiembre, fecha de aniversario del fallecimiento de Pérez Lugín. Cristóbal Atienza
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lejandro Pérez Lugín fue periodista a pesar de que pudo no haberlo sido, de que disponía de otros medios de vida dignos y suficientes. También asumió el carácter de gallego a pesar de que nació en Madrid y realizó buena parte de su carrera profesional en medios madrileños y residencia en la capital mesetaria. De manera que era gallego por propia voluntad, que tiene más mérito. También fue periodista por voluntad y por mérito, periodista en unos tiempos difíciles (aunque quizá no haya tiempos que no lo sean), y persona que en su legado dejó avío para elogio del periodismo y de los periodistas. Pérez Lugín fue miembro activo de la Asociación de la Prensa de Madrid (cuyo promotor fue otro ilustre gallego, Alfredo Vicenti al que conoció y del que habla en su obra) y directivo de la misma, secretario 2º, entre 1917 y 1920. No me adentraré en la biografía periodista o literaria de Pérez Lugín sobre la que razonan con más autoridad firmas ilustres que me acompañan en estas páginas. El Premio Lugín podía haber echado a andar en 1936 pero no acompañaron las trágicas circunstancias de nuestra historia, de manera que hasta 1940 no se puso el primer nombre en la lista de egresados con el nombre de nuestro admirado colega. Y desde entonces casi todos los años otro buen periodista ha sido bendecido por el premio. Mis colegas coruñeses sostienen que éste puede ser uno de los premios periodísticos más veteranos. Es posible que así sea, sólo recuerdo otro semejante, el establecido por la APM con el nombre de uno de sus presidentes relevantes: Alfonso Rodrí-guez Santamaría, que también arrancó en 1940 y que este año cumplirá su 70 cumpleaños. La directiva de la asociación madrileña planteó la oportunidad del premio desde veinte años antes, primero con el nombre de Larra y luego con el de uno de
El acto de entrega del galardón reúne a numeroso público en el Salón de Plenos del Palacio Municipal
El premio Lugín, vocación de permanencia sus presidentes asesinados en la vorágine de la guerra civil. Del premio Larra hablaron en la junta directiva cuando Pérez Lugín formaba parte de la misma, presidida por Moya y por Francos Rodríguez. Pero esto de los premios tiene mucho enredo y cuesta pasar de las musas al teatro. Tengo anotados casi un millar de premios periodísticos que se convocan cada año, las hay de todo tipo y pelaje, de primera, de segunda y de cuarta, bien intencionados y oportunistas, con padre y madre y sin filiación reconocida. Y de entre todos esos premios el Pérez Lugín pertenece a la lista de los deseados, porque es limpio y claro, porque busca reconocer a uno de los nuestros, por voluntad de los
El Pérez Lugín pertenece a la lista de premios deseados porque es limpio y claro y busca reconocer a uno de los nuestros
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propios compañeros, lo cual en esta profesión produce cosquilleo en el estómago. Hay premios muy bien dotados que se buscan por la dotación y hay premios muy publicitados que otorgan esa recompensa que es la notoriedad. Pero los premios buenos son los que reconocen mérito en la valoración de los colegas, de los cercanos, siempre críticos y picajosos. Esos premios son las más valorados, a los que se aspira sin confesarlo, porque solo que se note que se buscan suele descalificar. Un premio que hay que explicar, otorgado a personas que necesitan de biografía, dicen que no puede ser un buen premio. El reconocimiento del mérito sigue a ese mérito, reconoce lo que existe y, además, compromete al premiado ya que significa carácter ejemplar y eso obliga. Larga vida a este premio, por su nombre y por su carácter. Entre las buenas obras de las asociaciones profesionales está alentar este tipo de premios para mejorar la autoestima y reconocer el mérito. Fernando González Urbaneja
Un amplio elenco de galardonados Desde que en 1941 Eduardo Pérez Hervada recibiera la primera distinción como ganador del premio periodístico Pérez Lugín, hasta el año 2010, donde se entregará el galardón al septuagésimo
premiado, la lista de vencedores en este certamen incluye un amplio elenco de escritores y periodistas de renombrado prestigio en la ciudad coruñesa y en toda Galicia.
1941.- Eduardo Pérez Hervada EVOCACIÓN DEL EMIGRADO: ¡GALICIA!
BAJO EL SIGNO DE LA BALANZA 1965.- Eduardo de Aspe Sanjurjo CUANDO LA PIEDRA SE HIZO PALABRA
1942.- Alejandro Barreiro Noya DE GALICIA Y DE LOS GALLEGOS 1943.- Dionisio Gamallo Fierros GALICIA A TRAVÉS DE SUS POETAS
1966.- Ezequiel Pérez Montes EXALTACIÓN DE GALICIA A TRAVÉS DE LOS CRUCEROS QUE JALONAN SU PAISAJE
1944.- Indalecio Núñez Iglesias GALICIA FRENTE AL MAR Y FRENTE A LA HISTORIA
1967.- Manuel Lueiro Lores EL HÓRREO Y SU DIALÉCTICA 1968.- Manuel Roldán GALICIA, GENIO Y FIGURA
1945.- Enrique Chao Espina TIERRA DE LEYENDAS...
1969.- Desierto
1946.- Desierto 1947.- José Filgueira Valverde GALICIA EN SU NOVELA 1948.- Aquilino Iglesia Alvariño GALICIA LEJANA 1949.- Daniel Pato Movilla GALICIA AUTÉNTICA 1950.- Ramón Canosa BIRLIBIRLOQUE DE LA COCINA GALLEGA 1951.- Odón Luis Abad Flores GALICIA A TRAVÉS DE LOS PERSONAJES DE EMILIA PARDO BAZÁN
Juan Carlos Boga fue el ganador de la edición del 2006 del certamen periodístico
1957.- Francisco Pillado Rivadulla TODO HA SIDO SORBO PARA LAS CANCIONES 1958.- Roberto Manuel Pérez Martínez HACIA UNA TÉCNICA DEL TURISMO EN GALICIA 1959.- Ramón García Briones GALICIA, PAISAJE, ENERGÍA, BASE ECONÓMICA
1952.- Cipriano Torre Enciso GALICIA EN SUS DANZAS
1960.- Manuel Lueiro Rey LA COLMENA Y SUS CELDILLAS
1953.- Manuel Cuña Novás BREVE ANÁLISIS DE LA PINTURA GALLEGA
1961.- Carlos García Bayón HISTORIA EN EL FONDO DE UN CUADRO
1954.- José Luis Bugallal Marchesi MESA REDONDA
1962.- Benito Varela Jácome SONATA DE LOS RÍOS GALLEGOS
1955.- Álvaro Paradela ¡CHEIRA A PAN! 1956.- José Caamaño Bournacell INJERTO DE ESPIRITUALIDAD
1963.- Pedro Villar Castiñeiras POR LA RUTAS MONÁSTICAS GALLEGAS 1964.- Emilio Quesada Zato
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1970.- Alejandro Barreiro López PERÉZ LUGÍN Y LA TIERRA “MEIGA” 1971.- Jesús Precedo Lafuente SANTIAGO , FARO UNIVERSAL 1972.- Desierto 1973.- Ramón García Fontenla DESDE LAS ÚLTIMAS MONTERAS 1974.- Luis Nieto Lago “RÉQUIEM POR LOS MITOS” 1975.- Juan Antonio Martínez Sevilla LA MUJER EN LA SINFONÍA GALICIANA 1976.- José María Torre Cervigón HAI UN CAMIÑO DE ESTRELAS 1977.- Desierto 1978.- Luis Nieto Lago ...Y AL SÉPTIMO DESCANSÓ 1979.- José Castro López EL HOMBRE DEL MAR, EMBAJADOR DE GALICIA 1980.- Bernardo Barreiro López GALICIA, PRESENTE Y FUTURO A
TRAVÉS DE SU COMERCIO Y DE SU INDUSTRIA 1981.- Antón Prieto Méndez EXALTACIÓN DE GALIZA AO TRAVÉS DO SEU IDIOMA SECULAR 1982.- Desierto 1983.- Desierto 1984.- Ramón García Fontenla LA FUNDACIÓN DE LOS GALLEGOS 1985.- José Manuel Iglesias WENCESLAO FERNÁNDEZ FLÓREZ: …TAMBIÉN PERIODISTA IMPAR 1986.- Enrique Cornide Ferrant SALVADOR DE MADARIAGA: VISIÓN EUROPEA DE UN CORUÑÉS 1987.- Pedro de Llano López , Bocelo CAMILO BIDIMENSIONAL
Javier Losada conversa con María del Rosario Martínez, vencedora en el 2007 con un trabajo sobre Sofía Casanova
1988.- Desierto 1989.- Mercedes Modroño MARÍA PITA, LA RAZÓN DE UNA QUIMERA 1990.- Desierto 1991.- José Antonio Parrilla EL BALCÓN DE LA UTOPÍA 1992.- Cristina Amenedo GALICIA SALUDA A AMÉRICA 1993.- Antón Anxo Pombo CAMINO INGLÉS DE FARO: “EL GRAN OLVIDADO” 1994.- Diego Bernal López LOS PUERTOS EN LA CONSTRUCCIÓN DE GALICIA 1995.- Desierto 1996.- Lola Roel EL PAISAJE INTERIOR DE VICTORIA ARMESTO 1997.- Alfonso González Catoyra “LAS TERTULIAS: GRANDEZA Y DECADENCIA” 1998.- Xavier Alcalá DE LA CUBELA A CUBA 1999.- Ángel Padín Panizo UN CAMINO QUE PUDO DESAPARECER 2000.- Felipe Senén López Gómez AS MIL PRIMAVERAS QUE FORON E SERÁN PARA GALICIA
Rubén Ventureira, ganador del premio en el 2008, recibe el galardón conmemorativo de manos de Manuel González, presidente de la APC
2001.- Guillermo Pardo Campos UNA AUDAZ FEMINISTA
2005.- César Casal González LA MAGIA DE LAS PALABRAS
2002.- José María Paz Gago LA TORRE DE HÉRCULES, PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD
2006.- Juan Carlos Boga Sánchez EL ÁRBOL DE LA TINTA BLANQUIAZUL
2003.- José Manuel Liaño Flores SALVADOR DE MADARIAGA: UN CORUÑÉS UNIVERSAL
2007.- María del Rosario Martínez Martínez FEMENINO Y SINGULAR
2004.- Julián Rodríguez Moscoso MEMORIAS Y DEUDAS DE PAPEL
2008.- Rubén Ventureira Novo LAS PIEDRAS ANGULARES
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“No te olvides: periodista ante todo”. Tales fueron las últimas palabras que pronunció antes de morir Alejandro Pérez Lugín, dirigiéndose al periodista coruñés Alejandro Barreiro, después de dictarle su esquela. La ciudad de La Coruña dedicó en su día una calle a Pérez Lugín, en la señorial Ciudad Jardín de Marineda. Cinco meses antes, el Ayuntamiento de Santiago, le había nombrado Hijo Adoptivo.
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l madrileño —si bien que galleguizado— Alejandro Pérez Lugín estudió la carrera de Derecho en Santiago de Compostela, ciudad en la que sus padres montaron una lujosa y bien situada camisería: “El buen gusto”. Alejandro logró la licenciatura en 1891 y durante su etapa de estudiante universitario trató, observó –y después retrató- a multitud de protagonistas de la Ciudad del Apóstol. No vivió en la Casa de la Troya, sino con su familia en suntuosa mansión compostelana. No fue tuno oficial, si bien acompañaba a los componentes de la Tuna, tocando la guitarra y cantando. Todos sus recuerdos y anécdotas vivenciales le servirían después para escribir, precisamente, “La Casa de la Troya”, que concibió cuando contaba 45 años. Como periodista, sus
Alejandro Pérez Lugín, gallego por convicción
Alejandro Pérez Lugín siempre destacó por su talento literario recogido en todas sus publicaciones
primeros artículos vieron la luz en “El Pensamiento Gallego”. Pero en 1893 regresó a Madrid, donde trabajó en la Dirección General de los Registros y el Notariado, en el Ministerio de Agricultura, en Fomento, en los Ferrocarriles del Norte y en una compañía de explosivos, con cuyo motivo viajó prácticamente por toda España. En un alto de sus viajes, aprovechó para casarse, en Valencia, con Elvira Consuelo Sanz y Gómez. A Pérez Lugín no le había llamado Dios por los caminos del opositor y sí por los derroteros del periodismo. Comenzó como gacetillero y posteriormente hizo tribunales, crítica teatral, de toros (con el seudónimo de Don Pío), crónicas, reportajes, entrevistas, etcétera. Fue envia-
do especial a la guerra de Marruecos representando a “El Debate” y escribió en, entre otros, los siguientes periódicos: “El Mundo”, “El Correo”, “El Diario Universal”, “La Tribuna”, “El Heraldo”, “El Liberal”, “La Libertad”, “El Debate”, “La Mañana” y “El Globo”. La muy intensa labor periodística de Pérez Lugín –reportero de raza- está recopilada en tres volúmenes de temática taurina y dos tomos titulados “Notas a un repórter”. En ciertos momentos de su vida alternó las funciones de periodista con su actividad jurídica. Su menester como novelista lo comienza Pérez Lugín dando a la luz “La Casa de la Troya”, novela romántico-costumbrista en la que recuerda su vida de estudiante. Se publica por primera vez en Madrid, en
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1915. Más tarde nos ofrece “Currito de la Cruz”, novela de ambiente andaluz, en la que nos muestra sus conocimientos del mundo taurino. Se publica en 1921 y su extensión obligó a los editores a ofrecerla en dos tomos. En 1922 Alejandro publica “La corredoira y la rúa”, que viene a ser una recopilación de crónicas y escenas gallegas que el autor había publicado antes en diversos periódicos. En este libro, Pérez Lugín da rienda suelta a su amplio conocimiento sobre la vida gallega, sus paisajes, su paisanaje y las costumbres y el carácter de sus gentes. Hasta se permite el lujo de incardinar en el libro giros y expresiones en lengua gallega. Ya en 1928 y 1929 saltan a los escaparates las novelas luginianas, respectivamente, “Arminda
Las raices familiares del escritor fueron a menudo una fuente de inspiración para todos sus textos
Mos-coso” y “La Virgen del Rocío ya entró en Triana”, ambas póstumas, pues quedaron inacabadas al fallecer el autor antes de terminarlas. La primera, una novela costumbrista acerca del campo gallego, tuvo que ser finalizada por nuestro paisano el jurista Alejandro García Ramos. En ella se combate y condena la política caciquil, la calumnia, la murmuración y la bajeza de algunas gentes. En cuanto a “La Virgen del Rocío ya entró en Triana”, tampoco fue totalmente escrita por Pérez Lugín. A raíz de su óbito tuvo que dar cima a la novela Manuel Siurot, que lo hizo con el seudónimo de “José Andrés Vázquez”. Se trata de una novela de romería de ambiente andaluz, que debe su título a los archifamosos versos de los hermanos Álvarez Quintero: “La Virgen del Rosío/ya entró en Triana;/ es de noche y pareces/por la mañana./¡Viva el Rosío/ que alumbra con sus luses/
el amor mío.” Esta novela tiene bellas y coloristas descripciones y en ella se hace un retrato acabado y exacto de la Feria de Abril en Sevilla.
La suerte y la muerte Alejandro Pérez Lugín, que había alternado con el Rey Alfonso XIII cuando éste visitó la Asociación de la Prensa, fue un escritor vitalista hasta decir basta. Enamorado de Galicia, hasta nuestra tierra traía, un verano sí y otro también, el llamado “Tren de la alegría”, que él mismo organizaba para que las gentes madrileñas y castellanas en general pudiesen conocer mejor Galicia. Por otra parte, enamorado del campo, era un notable jinete y un asiduo de la Fiesta Nacional. Tampoco —ni mucho menos— hizo ascos al cine. Él mismo produjo documentales sobre la guerra de Marruecos y filmó sus dos primeras novelas. Con todo, enfermó de tifus en 1926, estando
en Sevilla. Aparentemente, se recuperó y regresó a Madrid. De la Villa y Corte se trasladó a La Coruña, con el fin de descansar en su casa de O Burgo. Pero mediado el mes de agosto de aquel año sufrió un agravamiento inesperado y galopante. El 5 de septiembre y en medio de su familia, médico personal y amigos íntimos, falleció. El diagnóstico inmediato fue “ataque de uremia”. Y es entonces cuando La Coruña se vuelca en homenajear al gran periodista desaparecido. El Ayuntamiento de esta capital organiza el entierro oficial, al que acuden multitud de coruñeses, así como representaciones de Madrid y Andalucía. España entera envía telegramas de pésame. Encima de su tumba fue colocada una escultura yacente, original del artista gallego Bonome.
El Premio “Pérez Lugín”
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En el ocaso de su
vida, Pérez Lugín le había transmitido a su esposa Consuelo la intención de legar una cantidad de dinero para que la Asociación de la Prensa de La Coruña crease un premio de vigencia anual para el mejor artículo inédito que exaltase a Galicia o a cualesquiera de los aspectos de nuestra tierra. Y el 17 de marzo de 1936, la ya viuda de Pérez Lugín quiso dar cima al deseo de su fallecido esposo e instituyó la Fundación con el nombre de su marido, con el fin de crear el premio literario que llevaría el nombre del novelista y periodista. A tal efecto se hizo una dotación económica con un capital de 25.000 pesetas depositado en tiempo y forma en el Banco Pastor de La Coruña. El premio sigue concediéndose en la actualidad, si bien —como es fácil colegir— la Asociación lo ha actualizado en su cuantía, bases y espíritu de concesión. El primer galardón, cronológicamente hablando, fue concedido en 1941 y se le otorgó al médico coruñés Eduardo Pérez Hervada. El jurado calificador del galardón está constituido, por ley, por la Junta Directiva de la Asociación de la Prensa, si bien también se admiten como vocales a determinados coruñeses de forma puntual.
Pérez Lugín y La Voz de Galicia Como más arriba se ha dicho, fueron legión los periódicos en los que Pérez Lugín escribió a lo largo de su vida, ya como redactor, ya como colaborador especial, pero por circuns-
tancias específicas cabe reseñar, aquí y ahora, las colaboraciones que Pérez Lugín enviaba, de cuando en vez, al periódico coruñés “La Voz de Galicia, que a la sazón tiene no poca repercusión nacional. En la colección y hemeroteca de “La Voz” pueden contemplarse determinados artículos de don Alejandro, de temática diferente. Las últimas colaboraciones que en vida envió Pérez Lugín fueron, precisamente, para “La Voz de Galicia”. Concretamente, se trata de crónicas taurinas, publicadas en el diario coruñés entre el 29 de julio y el 4 de agosto de 1926. Y fue “La Voz de Galicia” el periódico español que dedicó mayor espacio al fallecimiento de Pérez Lugín: actos fúnebres, reseña fidedigna de los telegramas de pésame recibidos por la viuda del escritor y otros muchos enviados al Ayuntamiento de La Coruña, amén de artículos laudatorios a la persona y obra de Pérez Lugín. Y es que nobleza obliga y “La Voz de Galicia” hizo gala de señorío e hidalguía. A propósito de “La Casa de la Troya” No pocas de las obras originales de Pérez Lugín –ya novelas, ya artículos periodísticos- merecerían apretada y positiva glosa en estas líneas pero, para finalizar, dedicamos un apartado concreto a la más popular, editada, teatralizada y cinematografiada, de entre las que escribió el insigne madrileño: “La Casa de la Troya”. La estudiantina –de esta forma definida por el propio autorsigue siendo leída y editada muchos años después de
Ezequiel Pérez Montes (derecha), junto a Angel Padín, presidió la Asociación de la Prensa de La Coruña y ganó un premio Pérez Lugín
escrita. Con “La Casa de la Troya” tuvo Pérez Lugín que superar un calvario absolutamente injusto. Estaba triunfando en toda regla su libro de la estudiantina, cuando un tal José Signo acusó –con absoluta falsedad- a don Alejandro de haber plagiado una obra de Camilo Bargiela sobre el tema en cuestión. Pérez Lugín supo y pudo aportar pruebas fehacientes y testimonios abundantes sobre su paternidad, en relación con “La Casa de la Troya”. La ya tantas veces citada “La Voz de Galicia” apoyó rotundamente la autoría de Pérez Lugín, en relación con la estudiantina. El fallo de los tribunales –porque hubo hasta tribunales- fue absolutamente favorable a Pérez Lugín. Y el articulista calumniador fue condenado por “el delito de injurias graves hechas por medio de la imprenta, a la pena de tres años, ocho meses y veintiún días de destierro y
a la multa de 250 pesetas”. Defendió la honra de don Alejandro el jurista pontevedrés Prudencio Landín, que aportó testimonios incuestionables y ganó el pleito a favor de don Alejandro. Por otra parte, cabe decir que son casi innumerables las ediciones que se han hecho de “La Casa de la Troya”, tanto en España como en la América hispana y no todas ni siempre con las debidas licencias, toda vez que hay muchas ediciones clandestinas e ilegales del genial tuno honorífico. A mayor abundamiento, cabe decir que “La Casa de la Troya” fue también adaptada al teatro por Manuel Linares Rivas, quién terminó la versión escénica en el Pazo de la Peregrina (La Coruña) en 1918. También la versión teatral fue objeto de repetidas ediciones. Ya en lo que respecta a adaptaciones
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cinematográficas, pocas obras habrán experimentado tantas versiones como “La Casa de la Troya”. La primera, realizada por el propio Pérez Lugín, que hasta fundó su propia productora para llevar a cabo el evento. La película se estrenó en el Teatro de la Zarzuela, de Madrid, en 1925. Fue el gran éxito de cine mudo español. Con posterioridad, se han llevado a cabo varias otras versiones con suerte distinta, desde la rodada en Estados Unidos, hasta la producida en México, pasando por la del español Rafael Gil y otras varias. En fin, destacar la personalidad cachazuda y bondadosa de Alejandro Pérez Lugín, taurófilo empedernido, escritor rápido por lo que atañe a la concepción de sus obras, hombre de gruesa anatomía, fumador sempiterno y de ocurrente e inagotable conversación, amigo de sus amigos y aficionado a la ópera. Pérez Lugín amó a Galicia con sus cinco sentidos y todo su corazón, la enalteció e hizo de ella su segundo hogar, cuando no el primero. Cabe añadir que la abuela materna de Pérez Lugín pertenecía a la hidalga Casa y añejo pazo de “La Retén”, en Padrón. Esta señora era hermana de María Teresa de Castro, madre de Rosalía de Castro. En este sentido, Pérez Lugín supo y pudo conocer bastante bien la idiosincrasia gallega, nuestras costumbres y nuestros ances-tros. Y siempre y en todo momento quiso y pudo presumir de gallego honorario. Galicia se lo reconoció con largueza.
Pese a la falta de medios, las películas de Pérez Lugín siempre estuvieron dotadas de una gran espectacularidad
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e Alejandro Pérez Lugín (Madrid, 1870-A Coruña, 1926) son bien conocidas sus facetas como escritor y periodista, en las que fue una de las voces más sobresalientes de su generación. Pero quizás, al menos desde la perspectiva de un espectador del 2009, no sea tan popular su labor como cineasta, iniciada tan sólo unos años antes de su muerte y a la que se entregó con tal entusiasmo que incluso en sus últimos dos años de vida abandonó prácticamente el ejercicio de la literatura para consagrarse, como director
Lugín, un escritor de cine y guionista, a la filmación de sus dos primeras novelas: La casa de la Troya (1915) y Currito de la Cruz (1921). La aventura cinematográfica de Pérez Lugín comienza a principios de los años veinte. En esa época el escritor se encuentra en el norte de África, entregado a su oficio de periodista. Es el enviado especial del diario El Debate, para el que está cubriendo la guerra de Marruecos. Aprovechando su estancia en la zona de conflicto, se foguea como director de cine rodando una serie de documentales bélicos producidos por el
empresario de cine gallego Isaac Fraga. Así filma en 1922, entre otras piezas, el documental Los novios de la muerte, que le sirve de aprendizaje para dar el salto, sólo unos años después, al largometraje convencional. Como ya se apuntó más arriba, el escritor se encargó personalmente de dirigir las adaptaciones al entonces cine mudo de sus dos novelas más célebres: Currito de la Cruz, en la que hace una incursión en el universo de la tauromaquia, y La casa de la Troya, donde retrata el ambiente universitario de
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Santiago que él conoció de primera mano durante su época de estudiante en la Facultad de Derecho compostelana. En 1924 se lanza a adaptar su célebre novela La casa de la Troya. Pero no está en solitario detrás de la cámara. Dirige la cinta junto al realizador Manuel Noriega y también comparte con este cineasta la redacción del guión. La producción es de la compañía Troya Films y el largometraje se estrena el 28 de enero de 1925 en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. La fotografía del filme la firman Alberto Arro-
yo, José Gaspar y Agustín Macasoli y en el reparto encontramos, entre otros, a Alfonso Orozco, Domingo del Moral, Pedro Elviro (Pitouto), Luis Peña Sánchez, María Luz Callejo, Juan de Orduña, Florián Rey, Clotilde Romero, Carmen Viance y Dolores Valero. Nombres notables que da un idea la inversión realizada por los productores madrileños, que desembarcaron en Galicia con unos medios hasta entonces nunca vistos por estos pagos. Como subraya José Luis Castro de Paz en su estudio La Coruña y el cine I (Vía Láctea), esta es la primera película “argumental” rodada en parte en la ciudad herculina. Así lo recogía El Orzán en agosto de 1924: “Ayer comenzaron a actuar operadores y artistas, impresionando algunos parajes de esta ciudad: la Marina, la zona del puerto, la Dársena, etcétera y se hizo la interesante salida de la Ferrocarrilana”. Castro de Paz explica también que en septiembre, aunque todavía no se había concluido el rodaje, Lugín ofrece un pase especial para la prensa coruñesa en el Salón París, donde los reporteros pueden ver las tres horas de grabaciones todavía “en bruto”. El estreno en la ciudad tiene lugar el 20 de febrero de 1925, en el hoy desaparecido Teatro Linares Rivas. Unos días antes La Voz de Galicia ya avanza su crítica de la cinta, que ya se había presentado oficialmente en Madrid: “Una acabada obra de arte para cualquiera que la vea” (La Voz, 5 de febrero de 1924). Recién estrenada La casa de la Troya, en 1925 Lugín repite experiencia
Pérez Lugín inició su aventura cinematográfica a principios de los años veinte, durante su etapa como corresponsal en la guerra de Marruecos
con el celuloide y se ocupa de elaborar el guión y de dirigir en Sevilla el rodaje de Currito de la Cruz. Comparte en este caso las tareas de realización con Fernando Delgado y de la producción se encarga de nuevo la casa Troya Films. La cinta se estrena el 25 de enero de 1926 en Sevilla, en el Teatro de San Fernando, y en el reparto destacan, entre otros, Rafael Calvo, Domingo del Moral, Elisa Ruiz Romero Romerito, Juan Espantaleón, Fernando Fresno, Manuel González, Alejandro Navarro, Cándida Suárez y Jesús Tordesillas. La fotografía de la película es de Enrique Blanco, los decorados son
obra de Tomás Ysern y la música la compone Tomás Barrera. Unos meses más tarde, en mayo, Pérez Lugín contrae en Sevilla el tifus, enfermedad de la que ya no se recuperará, aunque no fallece en la capital andaluza, sino en su casa de O Burgo, en A Coruña, el 5 de septiembre. Pero no acaba ahí la vinculación de nuestro escritor con el cine ya que, al margen de sus propias versiones, las narraciones de Lugín, de gran éxito en aquel momento, fueron llevadas al cine en varias ocasiones más. De La casa de la Troya, además de la versión dirigida por Pérez Lugín junto a Manuel Norie-
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ga en 1925, hay otras dos adaptaciones: una de 1936, con Juan Vilá Vilamala y Adolfo Aznar como realizadores, y otra de 1959 en la que Rafael Gil se pone al frente de un reparto plagado de nombres bien conocidos entre el público de la época: Arturo Fernández, José Isbert, María Isbert y Manuel Morán, entre otros. De Currito de la Cruz hay otras tres adaptaciones. En 1935 Fernando Delgado, que había compartido la dirección de la primera versión con el propio Lugín, se planta en solitario detrás de la cámara para filmar su adaptación de la novela. También repiten algunos actores de aquella primera cinta, como Elisa Ruiz Romero Romerito. Ya en 1948 llega la adaptación de la gran productora de la posguerra española: Cifesa. Dirige la cinta Luis Lucía y Antonio Abad se ocupa de confeccionar el guión. En la película encontramos también rostros conocidos de aquella década, como el gran Tony Leblanc. Ya en 1965 llega la que, por ahora, es la última versión cinematográfica de Currito de la Cruz, dirigida por Rafael Gil con un reparto en el que aparecen nombres de relieve, como Arturo Fernández, Julia Gutiérrez Caba, Manuel Morán y Francisco Rabal. Lugín dejó a su muerte dos novelas inacabadas (que fueron rematadas póstumamente por otros autores para su inclusión en la edición de las Obras completas de 1945). Una de ellas era La Virgen del Rocío ya entró en Triana, narración que concluyó José Andrés Vázquez y que tuvo a su vez tres
adaptaciones cinematográficas: La blanca Paloma (1942), Sucedió en Sevilla (1954) y Camino del Rocío (1966). Juanita Reina hace doblete en las dos primeras versiones, dirigidas respectivamente por Claudio de la Torre y José Gutiérrez Maesso. Camino del Rocío la dirige, una vez más, Rafael Gil. Aquí nos encontramos de nuevo con Arturo Fernández (otro clásico de la filmografía basada en la obra de Pérez Lugín) y con Sancho Gracia, Antoñita Imperio, Francisco Rabal y Carmen Sevilla, entre otros.
Agotamiento La muerte del periodista y escritor en 1926, que algunos especialistas incluso atribuyen al agotamiento por la entrega absoluta en la filmación de su dos películas, acabó con una incipiente carrera cinematográfica que tal vez hubiera tenido mayor recorrido, dado el entusiasmo con el que Lugín se volcó en un lenguaje que en los años veinte todavía estaba sentando sus bases (hay que recordar que hasta 1927, con El cantor de jazz, no aparece el cine sonoro). En todo caso, tanto sus propias adaptaciones como las que posteriormente filmaron cineastas como Rafael Gil ofrecen una excelente puerta de acceso a la prosa de Pérez Lugín. Luís Pousa
El genial escritor volcó parte de su talento en gestionar algunas de las películas más destacadas de los primeros años del cine español
BIBLIOGRAFÍA: 1. La Coruña y el cine I, 100 años de historia, 1896-1936. José Luis Castro de Paz, Vía Láctea Editorial. 2. Bibliografía crítica de Alejandro Pérez Lugín, Julia María Labrador Ben. Dicenda. Cuadernos de Filología Hispánica, 1999, 17, 89-118. 3. Una mirada en silencio. A propósito del cine mudo en Galicia, Emilio C. García Fernández, Axencia Audiovisual Galega, 2002.
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De la estirpe de Blasco Ibáñez o Pérez Reverte
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lejandro María de las Mercedes Pedro Pérez García Lugín. Como lo leen. Así de largo y en parte femenino se llamaba con todas las letras el autor de (1915), (1921), (1922), (Póstuma, 1928) y (Póstuma, 1929). Dejemos a un lado al Pérez Lugín que fue grande como periodista, al hombre que logró que su máquina de escribir tabletease como una ametralladora y que, subido a la música incansable de las rotativas, conquistó el parnaso fugaz de los periódicos. Ya saben, la noticia de hoy envuelve el pescado de mañana. No hablaremos en esta nota del hombre que se hizo famoso en La Tribuna y que fue a la guerra de Marruecos con El Debate. Mi misión es escribir sobre el Pérez Lugín que compartió la misma barba que el periodista y que terminó sus días en el mausoleo que, en La Coruña, le esculpió Santiago Rodrí-guez Bonome, pero que fue novelista y autor de cuentos. El escritor mojaba su tinta en ese naturalismo que nace y muere en la descripción. Que huye de la niebla de la imaginación y que usa, con precisión
Francisco Vázquez entrega a César Casal, autor de estas líneas, el premio de ganador en el año 2005
de escalpelo, la realidad para sacarle una foto fija al mundo, a la vida. El escritor que vio publicados en vida tres de los cinco libros antes citados. Todos salvo dos: , novela inacababa que salió de la imprenta en 1945 cuando llegaron al público sus obras completas, con Pérez Lugín ya cadáver desde 1926; y , de novela que es un fresco de Galicia y que fue ordenada y terminada por el amigo de Pérez Lugín, Alfredo García Ramos. vio la luz en 1928. De los tres trabajos
que sí presentó el propio Pérez Lugín, dos destacan sobre los demás. Es obvio que me refiero a Currito de la Cruz y a La casa de la Troya. El otro, La corredora y la Ruia, es un libro de relatos, ambientados en la Galicia rural, donde no falta el excelente oído de Lugín para recoger diálogos, para convertir su prosa en una acta histórica. Pero vayamos a los dos libros que le hicieron famoso y uno de los autores de mayor éxito de la época, los dos trabajos que sustentan el título que lleva este artículo: De la estirpe de Blasco Ibáñez y Pérez Reverte. Currito de la Cruz fue
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su primera novela. El impulso tuvo que ser naturalmente sus conocimientos sobre las plazas de toros, sobre el arte de matar con la espada en la arena vestido de grana y oro. Ciencia de la que ya había extraído importantes crónicas para esa forma de desangrarse que es escribir cada día para los periódicos. Impulsado por esos motores, se lanzó al coso e hizo un retrato exacto de la España taurina, de la España para la que las cinco de la tarde es una hora única que no tiene nada que ver con sentarse alrededor de una mesa camilla para tomar el te con pastas.
Currito de la Cruz fue película en más de una ocasión, como sucedió con La casa de la Troya. Y es que adaptar para el cine los trabajos de Pérez Lugín era muy sencillo. Ya está dicho que escribía como la gente vivía y hablaba. Nunca le abandonó ni cuando se dedicó a la literatura la condición de periodista. Lo suyo era reflejar al ser humano. Y en Currito de la Cruz está el ser humano español. Está el torero que ya triunfó y que se corta la coleta. Está el torero huérfano que quiere triunfar, que sabe que más cornás da el hambre. Y está el amor que todo lo revuelve con ese extraño perfume que hace girar los corazones al revés que las horas de un reloj. Y que convierte la miel en hiel, si el destino se tuerce. Muy potente ese momento en el que habla el torero veterano y dice que los de ahora no saben ni cortarse la coleta: «Ahora hasta esto es postizo».
Alanceado por las críticas Pero volvería a componer otro fresco humano de excepción en su novela más conocida. Pérez Lugín, alanceado por los críticos que consideran que escribir bien es que no te entienda nadie, bordó la condición humana en La casa de la Troya. Y además hizo historia. Fue el notario más perfecto para esa Compostela de estudiantes y tunantes. El tuno que aún hoy vende su música a los peregrinos que llegan al Obradoiro viene de esa prosa matemática de Pérez Lugín. Cierto es que Lugín no es un maestro
Arturo Pérez Reverte se ha convertido en un filón para el cine actual como Lugín hizo en la década de los años veinte
del monólogo interior, pero deben de arder las palmas por el mérito que tiene para detener el tiempo en unas pocas páginas y levantar esa Casa de la Troya, como una recreación arqueológica sin precedentes. Decía que La Casa de la Troya fue película también varias veces, con un jovencísimo Arturo Fernández en el papel principal, y es uno de los libros más editados en castellano, junto al Quijote. Y hay que decir también que su primera edición en 1915, con portada de Castelao, se vendió como pan caliente para una legión hambrienta de lectura y entretenimiento. Linares Rivas la adaptó para las tablas, y así se estrenó en el Teatro de la Comedia de Madrid el 26 de febrero de 1929. Tan exacto fue en sus
descripciones y en su galería de personajes que hoy la Casa de la Troya es museo, en la Rúa da Troia de Santiago. Un edificio que alberga la pensión que él noveló y que se puede visitar para conocer los secretos que Pérez Lugín hizo inmortales con su prosa. En ese Gerardo que llega desde Madrid para hacer la carrera en Santiago laten todos los estudiantes que salen del cascarón de sus padres y que encuentran en la pensión en la que vivían una nueva y extraña familia. Y que descubren en su primer amor, ese amor de Gerardo por Carmiña, un bebedizo que los hacen subir al cielo y bajar al infierno en un ascensor de un solo trago. No me interesan las puñaladas al costum-brismo de Lugín. Me interesa la defensa que
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decía de mi título. Y con ella termino: Lugín es de la estirpe de Blasco Ibáñez y de Pérez Reverte, porque, como ellos, no escribió para que sus libros quedasen escondidos en un cajón ni como terapia. Escribió para placer de millones de lectores. Su obra nunca será analizada por sesudos catedráticos que buscan metáforas geniales como los botánicos flores raras. Pero la seguirán disfrutando todos aquellos que creen, creemos, que la literatura también es el arte de entretener, de viajar gratis. Y Lugín con La casa de la Troya te pone de golpe en la Compostela de la segunda mitad del siglo XIX, aunque lo estés leyendo en el metro o en un avión o, en el futuro, sobre la tierra roja de Marte. César Casal
Reproducción de las portadas de dos de las ediciones de «La Casa de la Troya»
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róximos a cumplirse los 140 años del nacimiento de Alejandro Pérez Lugín, un gallego nacido en Madrid, pero con un inmenso amor por nuestra tierra, el nombre de este escritor y periodista ha vuelto a la actualidad, merced a un proyecto de la centenaria Asociación de la Prensa coruñesa de publicar en un libro los trabajos galardonados desde los comienzos del premio que lleva el nombre del novelista. No es descubrir ningún mediterráneo si aplicamos a la tarea literaria de Pérez Lugín el calificativo
La Casa de la Troya, un plagio que no era de excelente, dado que sobresalió en sus tareas periodísticas, (crítico taurino en varios periódicos, entre ellos La Voz de Galicia, con el seudónimo de Don Pío), novelísticas y de teatro (alguna de sus obras fue adaptada, con su colaboración, al teatro) e incluso cinematográficas, pues su “Currito de la Cruz” saltó a las pantallas tras participar
en un Festival Internacional de Cine, concretamente en Sevilla, y su novela más famosa, “La Casa de la Troya”, también se convirtió en película. Esta novela o estudiantina, como se subtituló, ha batido todos los récords de venta, pues entre las que salieron de la editorial compostelana Galí (muchas de las cuales se confeccionaron en la
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desaparecida imprenta coruñesa Moret) y el centenar de ella que se publicaron en los países iberoamericanos pasan de doscientas las ediciones que llegaron a las manos de los lectores.
Acusaciones desde Vigo Pérez Lugín vivía días de gloria cuando un periódico vigués publicó un artículo en el que se señalaba que “el verdadero autor de La casa de la Troya era el distinguido escritor y diplomático de Tuy Camilo Bergiela”. La información causó un gran revuelo en toda Galicia y un normal disgusto en Alejandro Pérez Lugín, quien inmediatamente se puso en
contacto con un abogado pontevedrés para que se presentara una denuncia ante la justicia, para salvar su buen nombre. El abogado era un afamado jurista, Prudencio Landín Tobío, que en seguida comenzó a trabajar y en el correspondiente juicio por calumnias testificaron personajes tan populares como Miguel de Unamuno, Filomena Dato Muruais, Sofía Casanova, Tomás Borrás, Rey Soto y Julio Casares, amén de personajes que habían sido retratados por Lugín en la obra, como Javier Puig, Luis Boullosa y Manuel Casás, este último más tarde alcalde de La Coruña y presidente de la Real Academia Gallega. El juez condenó al articulista, por difamación, a la pena de tres años, ocho meses y veintiún días de destierro en Orense y multa de doscientas cincuenta pesetas. (Los datos del juicio y su desenlace los publicó el propio Landín Tobío en un libro titulado “La paternidad de La casa de la Troya”, donde asimismo contó que Pérez Lugín, gravemente enfermo, llamó a su esposa Elvira Sáez y le ordenó que hablase con el abogado para que este último solicitase el perdón para el autor de la calumnia. Y así finalizó este capítulo inesperado de “La casa de la Toya”. Por cierto que Landín nunca dio a conocer el nombre del difamador).
Fachada exterior del edificio conocido como La Casa de la Troya, que se conserva en el casco histórico de Santiago
Algunas de las portadas del texto de «La Casa de la Troya» son auténticas joyas por su calidad
instructivo Pérez Lugín, a favor de la Asociación de la Prensa de La Coruña, entidad que entonces presidía Fernando Martínez Morás. De ahí nació la idea de la creación del premio “Pérez Lugín” que, afortunadamente, goza de buena salud y del que la Asociación recogerá, como decíamos al principio, en un libro todos los trabajos premiados hasta la fecha.
Tras el fallecimiento, en 1926, de Pérez Lugín, su viuda instituyó en La Coruña, el 17 de marzo de 1936 y en testamento ante el notario Ildefonso Fernández Feijóo, la Fundación particular de carácter
Angel Padín Panizo
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La especial relación del escritor con La Voz de Galicia
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a editorial Camiño do Faro publicará en breve una nueva edición, con numerosas notas y trabajos de conocidos especialistas literarios, de La casa de la Troya. Destaca, entre estas aportaciones, la colaboración de Pérez Lugín con La Voz de Galicia, quizás no tan importante como la de otros escritores de su época, pero sí lo suficiente para serlo en momentos históricos puntuales, tanto de la vida de España como la del periódico. Repasando su hemeroteca, encontramos, el 16 de enero de 1916, un vibrante artículo de Lugín, con motivo de un concurso organizado por el Circo de Artesanos coruñés. Se titulaba ¡Falade galego! , y, entre otras cosas, decía: «Y en Galicia, lo cierto, tristemente cierto, es que, no sabemos por qué perniciosas influencias esnobistas, desde muchos años acá existe un visible e inexplicable desdén por todo lo que huele a enxebre. ¿Hablar en gallego? Estas sí que son palabras mayores, amigo Ribalta. No digo ya a todas horas, como hacen los catalanes, o con mayor discreción y mejor sentido en Valencia, o en la intimidad del hogar; pero ni de tarde en tarde se permite la mayor parte del señorío ciudadano -salvo honrosas
Lugín dejó las huellas de su obra en La Voz
excepciones- emplebeyizar sus aristocráticos labios, con la lengua dulcísima preferida del rey poeta en que por boca de Rosalía habló a propios y extraños en versos inmortales el corazón de Galicia». El estreno en Madrid, en 1919, de La casa de la Troya, adaptada por Linares Rivas, fue destacado en la portada del diario. Comentaba La Voz: «La Casa de la Troya vive ya, desde ayer, sobre la escena con toda la vida plástica y el imperio sobre las multitudes que la acción servida por el arte añade a la literatura novelesca que a su vez recogió los episodios de la vida real y cotidiana infundiéndole alma y armonía. Porque la obra es galle-
ga, sus autores merecen la gratitud nuestra, pero también la justicia de que les felicitemos por haber acertado a realizar, sobre base gallega, una obra de arte y de verdad, cosa bien desusada, aunque sea doloroso confesarlo». Vibrante artículo fue el que Pérez Lugín envió, en octubre de 1921, a La Voz, desde Melilla, en donde se encontraba como enviado especial. Se titulaba: «En los momentos difíciles: patriotismo, disciplina, una sola voz», y apuntaba, en su parte más significativa: «Soldados de España todos, hijos y parte de una misma bandera, no puede haber entre ellos rencillas ni divisiones, mucho más cuando un enemigo que,
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tan dura y traidora ofensa la infirió, acecha una nueva debilidad de los encargados de defenderla para caer sobre ella y hacerla trizas. ¡Por el honor de España, por el honor del ejército, no oigáis a los despechados, a los ambiciosos ni a los enemigos; no sirváis inconscientemente de brazo a los elementos del desorden, que en la oscuridad alientan vuestra desmoralización!». En septiembre de 1926 falleció Pérez Lugín y La Voz le dedicaba lo mejor de su portada. Se decía: «Desde que a esta casa vino hace bastantes años el que había de ser luego periodista ilustre y uno de nuestros más celebrados novelistas, la compenetración de las gentes de La Voz con Pérez Lugín fue grande e íntima. Sin duda que el cordial afecto que entonces halló en esta redacción contribuyó a hacer tornar al amoroso nido gallego al rapaz que un día lo dejara no sin pena. Nuestra amistad, y otros amables vínculos, recuerdos y añoranzas... hicieron que fuese desde entonces anual la visita de Lugín a una sepultura querida, al pie del ábside gótico del cementerio de Santo Domingo. La Voz fue para Lugín como una prolongación del propio hogar, que una esposa ejemplar, modelo de virtudes cristianas, acertó a hacer dichoso». Carlos Fernández (Historiador y periodista)
Ramón Asorey, el periodista desterrado
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lejandro Pérez Lugín (18701926) dejó dos novelas sin terminar. Dos novelas sobre sus dos grandes amores, Sevilla y Galicia : La Virgen del Rocío ya entró en Triana y Arminda Moscoso. Ambas fueron publicadas como póstumas y en ambas intervinieron sendos amigos de don Alejandro para completar lo que el autor había dejado incompleto. La viuda de Lugín, doña Elvira Consuelo Sanz , encargó de la terminación de La Virgen del Rocío ya entró en Triana al escritor andaluz de Huelva, muy vinculado al periodismo y que habría de pasar a la historia como muy ilustre pedagogo , Manuel Siurot (1872-1940) ,que utilizó para el caso el seudónimo de José Andrés Vázquez . De la finalización de Arminda Moscoso se encargó Alfredo García Ramos (1877-1934), escritor gallego también vinculado al periodismo como redactor que había sido de La Voz de Galicia y primer director de El Ideal Gallego. Aunque su dedicación principal fue la jurisprudencia : fiscal en Santiago, juez en A Coruña , vicesecre-tario del Tribunal Supremo en Madrid y autor de notables
estudios jurídicos. En 1933 fue elegido diputado a Cortes como independiente por Pontevedra.
Arminda Moscoso “¿Cómo y por qué mi pecadora pluma trazó en este libro las páginas que no escribió Lugín?”, se pregunta Alfredo García Ramos en el prólogo de la novela gallega (1).Abre luego una larga cita de Alejandro Barreiro (18741948), director de La Voz de Galicia de 1914 a 1937 y el gran amigo (“fraternal amigo”) de Pérez Lugín. Al morir Alejandro Pérez Lugín –cuenta Barreiro-, casi mi hermano –tal era de íntimo nuestro afecto- dejó planeadas y a medio escribir dos novelas (…),una de ambiente andaluz (…).La otra novela de color y sabor gallego, como la
Imagen del mausoleo que decora la tumba del insigne escritor gallego
archifamosa Casa de la Troya, bendita y alabada (…) ¡Cuántas veces me habló Lugín de ellas y me explicó su plan y me leyó cuartillas, capítulos enteros ,rompiendo , tachando, graduando efectos y proporciones, bien ajeno de que la muerte había de acabar sus días antes de que diera cima la labor bella y fecunda! En la primavera, cuando marchaba a Sevilla, trabajaba allá con verdadero entusiasmo (…)
El escritor dejó dos novelas inéditas dedicadas a dos de sus grandes amores, Sevilla y Galicia, que fueron terminadas tras su muerte por Manuel Siurot y Alfredo García Ramos 27
Llegado el verano, siempre tibio y suave en Galicia, tornaba a nuestros lares, para hacer la devota peregrinación de siempre a la tumba de su madre en Santiago, y asistir a las corridas de toros de La Coruña y cruzar arriba y abajo, sin cansarse nunca, las encantadoras Mariñas y la maravilla de las rías bajas, recreando su espíritu en la contemplación de tanta hermosura. Era entonces cuando desenfundaba el mamotreto de “Arminda” y le añadía nuevas páginas de su prosa fácil, tumultuosa, cálida, emocionadora… Iniciados, promediados quedaron ambos libros; uno más que otro, y, horas antes de morir. Alejandro, besando una
estampa de la Virgen del Rocío, todavía me habló de ellos. - Cuídate de “Arminda” y de la “Virgen”… Ponte de acuerdo con mi mujer y con “Mirabal”. Si acaso, las das así… truncadas y todo en folletín en “La Voz”.Ya tú completarás… Pero yo, que tanto le quería como le admiraba, no llegué a poner las pecadoras manos sobre las cuartillas… Como ya sabemos, quien puso “las pecadoras manos” fue García Ramos y las puso bien. Terminada la larga cita de Barreiro, de la que sólo hemos referido una parte, García Ramos explica un poco en qué consistió su tarea de completar la obra de Lugín: Honradamente declaro que Lugín dejó escrita una montaña de cuartillas, en las que sólo hubo que rectificar ligerísimos conceptos, que fue lo único que me atreví a tocar. Tal como las trazó su pluma y tal como irán en su día, como ofrenda de su viuda para el Museo Municipal de La Coruña, quedaron, como reliquias de la obra cordial, vigorosa, fresca y jugosa del autor de “La Casa de la Troya”. En hojitas sueltas de bloques, en sobres de cartas recibidas, en pedacitos de papel estaban los demás elementos; apuntes, frases, pensamientos, agudezas, observaciones, para acoplar al plan, a la idea fundamental, que Lugín había comunicado a su esposa y a sus íntimos. Todo fue escrupulosamente incorporado a la trama (…) Lugín, esclavo y sier-
Los reconocimientos a Pérez Lugín incluyen una calle en el barrio coruñés de Ciudad Jardín
Ramón Asorey, protagonista de uno de los textos que dejó sin finalizar Lugín antes de morir sería un personaje basado en la propia existencia del escritor gallego vo de amor a Galicia, trazó en “Arminda Moscoso” una novela gallega, de ambiente, tipos y costumbres “enxebres”, un trozo de la vida aldeana que él saboreó, conociéndola, cada vez que a Galicia iba con el pretexto de reposar de sus tareas de escritor y periodista y, en realidad, para documentarse para nuevas producciones que concebía su imaginación y maduraba su mente…
Modestia protocolaria Con modestia muy de la época, quizá no por protocolaria menos sincera, García Ramos no sólo no se da apenas importancia
sino que, probablemente, infravalora su trabajo a fuerza de decir que Lugín ya tenía su obra poco menos que acabada, lo cual no parece exacto. Pero este asunto, como el de las posibles diferencias de estilo a lo largo de la novela, exigen un estudio y atención que no es de este momento. Aquí sólo queremos destacar al periodista que la protagoniza, el gallego Ramón Asorey, y las referencias periodísticas que no pasan de capítulo y medio, primero y parte del segundo, de los diecisiete que tiene el libro. Porque, a pesar de que es Arminda Moscoso quien da título a la novela
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y en torno a cuya atractiva personalidad suceden las cosas y el lector puede calar en la vida y milagros de una villa gallega, con todas sus consecuencias, el verdadero protagonista es Ramón Asorey. Con el plus gratificante de que en Asorey y sus circunstancias hay evidentes trasuntos del propio Alejandro Pérez Lugín.
Ramón Asorey “Cariñosa y confianzudamente, sin moverse de sus puestos, le saludaron al verle entrar, los compañeros que trabajaban, charlaban o leían periódicos en torno a la gran mesa de redacción. -¡Hola, Asorey!” Ramón Asorey entra así en la redacción de “El Pueblo” de la que es redactor jefe. Es un gallego transterra-do que está haciendo en Madrid una brillante carrera periodística y política. En la redacción
pululan periodistas conocidos, amigos reales de Pérez Lugín que así mezcla realidad y ficción: Antoñito Asenjo, Manolo Mirabal, Arturo Mori, Ismael Sánchez Estevan (“rodeado de artículos y recortes, que iba entregando al regente de la imprenta, distribuyendo metódicamente el original con pronto y certero ojo periodístico.-Esto, a primera. Esta información ,a dos columnas, en segunda. Esto otro…donde nadie lo vea. Mejor no publicarlo; pero quien manda, manda…Más allá, al otro extremo de la mesa, un sujeto calvo, de bigote hirsuto, de mil colores, quemado por las colillas, apuradas tenazmente hasta la ceniza final, largas uñas negras y amarillas –la bandera de la suciedad- y vieja y descuidada vestimenta…) Este sujeto deleznable, con todas las características del símbolo, es “el único redactor ocioso, por inútil” y no tiene nombre, sólo tiene apellido: Gutiérrez, “ese imbécil de Gutiérrez”. Es el causante de la catástrofe que amenaza a Ramón Asorey.
Suelto político En el tráfago de una complicada jornada, Asorey encarga a Gutiérrez que escriba un suelto político sin importancia que Gutiérrez convierte en una venenosa picadura de serpiente: “vomitó contra el político enemigo la más desbarrada sarta de injurias. Como era lógico, el ofendido se querelló , y Asorey , que haciendo honor a su condición, se declaró responsable, considerando la caterva de familia de Gutiérrez y en
Una placa recuerda la figura del autor de La Casa de la Troya en Santiago
la creencia de que la cosa no pasaría a mayores, fue condenado a dos años y los meses y días de “ene” en las sentencias, de destierro a tantos kilómetros de Madrid…”
Sustanciosa herencia Cuando Ramón Asorey se dispone a elegir triste destino lejos de Madrid, recibe una carta de su madre en la que se le da noticia de una sustanciosa herencia. Total, que decide regresar a su terriña gallega. Y allí ocurre lo que ocurre. Algo
muy entretenido e interesante pero que el lector de este artículo tendrá que comprobar… leyendo la novela. En la narración de estas primeras páginas hay, sin duda, mucha de la triste y menos triste experiencia periodística de Alejandro Pérez Lugín. Por allí andan las inútiles gestiones que la Asociación de la Prensa de Madrid hace para librar a Asorey de la pena, las luchas políticas y las envidias de clase, los conflictos de todo tipo que enfrentan a periodistas y políticos y a
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todos entre sí. Sobre todo si se tiene en cuenta que Ramón Asorey , periodista y abogado, ilustre militante político de la izquierda, es un real mozo, guapo y mujeriego, aficionado al buen vestir frente al “descuido usual de sus correligionarios, gente a quien la fiebre de su exaltación política no permitía atención para otra cosa”. Pérez Lugín está haciendo un retrato retocado de si mismo. Sus enfrentamientos en la Asociación de la Prensa de Madrid de la que es secretario segundo entre 1918 y 1919 y a la que había llegado por su amistad con Miguel Moya, presidente y director de El Liberal donde Lugín ejercía como revistero taurino; su posterior ruptura con Moya por su pertenencia (la de Lugín) al Sindicato de Periodistas (Moya no era precisamente muy sindicalista…) y otras trifulcas no menos ruidosas, especialmente llamativas en un hombre tan correcto y cuidadoso como Alejandro Pérez Lugín, nos llevan a afirmar cuánto de Lugín hay en Asorey, por exceso o por defecto. Porque, al fin y al cabo, las caricaturas no dejan de ser retratos psicológicos. Y lo más curioso del caso es que, cuando Ramón Asorey vive “desterrado” en su amada Galicia, ejerciendo de todo menos de periodista, nunca jamás echa de menos ni a Madrid ni al periodismo. Bernardino M. Hernando (1)-Alejandro Pérez Lugín: Arminda Moscoso. Obra póstuma (2ª edición). Printed in Spain. Librería y Casa Editorial Hernando, Madrid,1928.
Linares Rivas En donde se cuenta como trabaja este ilustre dramaturgo gallego y otras cosas de su arte
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ientras todo el mundo, ese pequeño “todo el mundo” de periodistas y diputados, se aburre en el Congreso, el senador vitalicio Sr. Linares–Rivas va y viene por los pasillos, entra en el salón de sesiones por una puerta para salir enseguida por otra, se acerca a un grupo, se separa inmediatamente, no se está quieto y no hace chistes. - Veña acó, D. Manoliño —le decimos, deteniéndole en el pasillo circular, cerca de la puerta del presidente—. ¿Qué demo pásalle, home? - ¡Ay! —Aquí un suspiro muy grande—. ¡Que estreno mañana! - ¿Y pasa usted mal rato durante los estrenos? - Muy malo, malísimo - ¿Dónde está usted mientras ocurre el suceso? - En el escenario. Hago un agujero en la decoración y allí permanezco toda la comedia fumando… y sudando. Al final parece que salgo de un baño ruso y he dejado el suelo alfombrado de cigarros a medio fumar, la mayor parte encendidos por las dos puntas. ¡Con tal de que no me pateen mañana!... - ¡Meigas fora! - ¡ A r r e n e g a d a s s e a n ! Amén.
Linares Rivas fue uno de los grandes amigos de Alejandro Pérez Lugín
Yo declaro que nunca he visto a un hombre más preocupado, más medroso. Es otro Linares–Rivas. Tristón, apagado, premioso. A veces se le ve pelear ruda e inútilmente buscando un chiste, una de sus aceradas y fáciles frases punzadoras. En vano. Ni gracias, ni ironías. No hay más que miedo. - ¿Modifica usted mucho
durante los ensayos? - Todo lo que me indican. No hay nombre más fácil que yo para corregir, cortar y reponer. A veces me ha ocurrido, como en “Camino adelante”, por ejemplo, cortar tanto, que casi nos hemos quedado sin obra y hubo necesidad de rehacerla. En cuanto un actor se trabuca dos veces en el
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mismo párrafo, ya le estoy modificando, porque evidentemente la frase hace una curva que yo no he visto; pero que obliga al actor a irse por otro lado, buscando instintivamente el camino recto. Linares ha escrito mucho, mucho más que nuestro ilustre amigo y ahora silencioso parlamentario el arzobispo de Tarragona. Pero también ha roto mucho, sin compasión ni duelo. Después del estreno de su primera obra, Linares tuvo el valor inaudito de romper todo su dilatado “repertorio” inédito. Yo no sé, ni creo que él tampoco, cuántos años de comedias y dramas. Una porción de años. - ¿Es usted fácil para escribir? - No lo sé. Yo trabajo todas las mañanas… hasta que me entra la fiebre, y trabajo a toda hora. Hay días que no hago más que fumar cigarrillos. En cambio, otros escribo en las dos o tres comedias que siempre tengo en el telar y dejo la una para escribir cosas que se me ocurren en la otra. - ¿Por dónde comienza usted sus comedias? - Por el final. Lo primero que hago es saber el sitio a donde voy. Es como en
la vida. Usted tiene que ir a tal parte; esto es lo esencial. Luego viene la elección y trazado del camino. - ¿Es usted muy severo como juez de sí mismo? - Yo no ejerzo de juez. Tengo un tribunal para estos casos. Cuando he concluido una obra, reúno a mi familia y a dos o tres amigos, les leo lo que acabo de escribir y la impresión que les hace es la que decide la suerte de mis comedias. Como no les guste las rompo sin apelación ni discusión. Es que no he acertado. Es un procedimiento de averiguación claro está, porque esto no quiere decir, y creo que bien probado lo tengo, que a mí me preocupe el común sentir. No es cuestión de pensamiento, sino de procedimiento. Como las comedias se escriben para que el público las entienda, yo me preocupo de tal modo de la claridad de las mías, que acepto sin discusión las indicaciones atendibles que recibo de cualquier persona, sin mirar condición y clase. Cierta vez una de mis criadas que presenciaba un ensayo general de “La estirpe de Júpiter”, soltó la carcajada en un pasaje en donde yo no había puesto ningún chiste. Inmediatamente me fui a ella. “¿De qué te has reído?”, le pregunté. Y como ella me explicó la escena de un modo distinto de cómo yo la había escrito o querido escribir, dando a determinadas frases una intención que no tenían, pero que lo
Cándido Lara, quien tenía una gran vista para las cosas de teatro, y me dice que venía a pedirme una comedia para Lara. ¡Usted calcule! A las cinco se despidió don Cándido. A las cinco y cuarto ya estaba yo trabajando en mi despacho. No me había metido prisa, pero yo la tenía. En un mes escribí “El abolengo” y se estrenó la comedia que verdaderamente me abrió de par en par las puertas del teatro. Y ahora sí que no queda nada por decir. - Sí, hombre. Nos falta saber las otras que tiene usted en el telar. - Pues mire usted, sólo puedo hablar ahora de una de la que estoy muy metido… y no sé si va a ser una zarzuela o un drama sacro. Y previniendo nuestro gesto de extrañeza, concluye: El intelectual se sincera con el periodista en una entrevista repleta de ritmo
mismo que ella podía ver equivocadamente el público, modifiqué inmediatamente la escena para que no hubiese lugar a confusiones. Por los demás, amigo mío, no olvide usted que no era Gedeón, sino Balzac quien leía a su criada. Toda mi gente va a los ensayos y a mis estrenos, los unos en representación del público de las butacas, los otros en el de las alturas, y como algún criado o tramoyista me pida explicaciones sobre alguna cosa, ya me tiene usted corrigiéndola. Es que aquello no está claro… Y ya no
tengo más que decirle, como no sea que una de mis mayores preocupaciones en los estrenos es que los entreactos sean muy breves, “la mayor brevedad posible”. - ¿Cuál es su comedia favorita? - “El Abolengo”. Fue la primera que me pidieron. Un día, uno de los días más alegres de mi vida (imagínese usted un hombre que se la había pasado toda soñando en ser autor dramático aplaudido y solicitado), un día, digo, poco tiempo después del estreno de mi primera obra, se me presenta en casa don
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- En esto de la calificación de las obras no hay que fijarse. Yo he resuelto este problema de una manera muy cómoda para lo sucesivo. No califico hasta el día siguiente al estreno para que no haya posibilidad de errores ni disgustos. Es muy fácil; verá usted: se ríe el público, comedia; llora, drama. - ¿Y si no le gusta lo que sea? También es muy fácil. “Obra de tesis”. No la ha entendido. Y adiós, que me voy. Alejandro Pérez Lugín Entrevista a Linares Rivas Artigo: Suevia: Revista Gallega 1916
La gaonera y el misacantano
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érez Lugín cultivó todos los géneros periodísticos. Y en todos destacó. Entre ellos, en la crítica taurina y a su particular vocabulario, al que aportó dos términos que se han consolidado para siempre: la gaonera (pase de costado) y el misacantano (el novillero en el trance de la alternativa). La primera, es decir, la gaonera fue un lance inventad por Rodolfo Gaona, El Indio Grande. Fue ejecutado por primera vez en los ruedos españoles en 1910, concretamente en Madrid. Así lo describió Don Pío, seudónimo utilizado por Lugín: “Se coloca el dies-
tro de perfil, cogiendo el capote con ambas manos por detrás del cuerpo, para que el toro pase alternadamente delante de él. Por el costado, se le muestra al toro el capote en toda su extensión posible, haciéndolo pasar por delante del diestro, como se dijo antes, alternadamente”. Lamentablemente, la gaonera es una suerte que la ejecutan muy pocos diestros. Entre sus princi-
pales ejecutores se han destacado César Pastor, David Silveti y el francés Christian Montcouquiol, Nimeño II. También la ejecutó en varias ocasiones el madrileño José Miguel Arroyo Joselito y, en la actualidad, forma parte del repertorio de Julián López, El Juli. Por otra parte, Misacantano es el término con el que Lugín bautizó al novillero en el trance de la alternativa.
La crítica taurina fue uno de los géneros en los que también lució de forma sobresaliente el talento literario del prestigioso periodista
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En sus críticas taurinas, Don Pió siempre empleó un estilo ameno, fácil, desenvuelto, apasionado y muy original y cuidado. La técnica de sus escritos taurinos es mucho más literaria que la de sus crónicas. Tal era la calidad, el prestigio y la fama de sus crónicas de las corridas de toros en las página de El Liberal, a Lugín –sucesor de otro maestro de la crítica taurina, como Don Modesto- sólo le encargaban los comentarios de los festejos más importantes, en los que dedicó sus mayores elogios a El Gallo, del que fue un apasionado defensor.
La realidad coruñesa y gallega, siempre bajo la lupa
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as bases del premio de periodismo Pérez Lugín se han desarrollado a lo largo de los últimos setenta años siempre sobre las mismas bases: una atención muy especial a toda la actualidad, la historia y el patrimonio tanto gallego como coruñés. Así, la primera de las ediciones se consagró a uno de los problemas más graves de Galicia, que aún hoy sigue sufriendo, como es el de la emigración y la inevitable morriña de los que se van de su tierra, como recogía en el texto ganador Eduardo Pérez Hervada. Desde entonces, los temas han recogido aspectos relativos a la historia de Galicia y de la ciudad coruñesa, sin olvidarse de las leyendas y otros aspectos menos científicos. También ha habido espacio para la literatura, la economía, la cocina o el análisis de la Comunidad gallega a través de los textos de Emilia Pardo Bazán, una insigne precursora que ha protagonizado, bien a través de la temática elegida o de los textos ganadores, varias de las ediciones. Se ha prestado atención también a otros aspectos de la cultura como la danza e incluso a la elaboración del pan. No han faltado las referencias a la música, a la espiritualidad y al turismo. Tampoco se ha olvidado el jurado del Pérez Lugín de la pintura, los ríos o la arquitectura más tradicional encarnada por los hórreos. El propio Pérez Lugín fue el tema central de la trigésima edición, mientras que el mar como motor económico fue también un asunto recurrente en varias de las convocatorias del más antiguo de los premios periodísticos españoles. Personajes como María Pita, Salvador de Madariaga o Victoria Armesto e instituciones como la propia Asociación de la Prensa de La Coruña, con motivo de su centenario, el Puerto o el Deportivo también fueron diseccionados en algunas de las ediciones del galardón, que en su septuagésima edición ha querido rendir homenaje a la Torre de Hércules por su reciente declaración como Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO.
La Torre de Hércules ha sido la gran protagonista de la temática del galardón en la septuagésima edición 36
Sistema portuario gallego 31 kilómetros de muelles con un calado máximo de 9 metros 7.947 plazas de hasta 14 metros para embarcaciones deportivas 20.500 metros de atraque en pantalanes 3.024.000 metros cuadrados de superficie total 5.055.000 metros cuadrados de superficie total lámina de agua abrigada Tráficos portuarios en 2008, datos más relevantes: Sector comercial: 1,6 millones de toneladas de mercancías. 135.264 Toneladas pesca congelada descargada (principalmente túnidos). 1,6 millones de pasajeros tráfico local y turístico. 413 buques entrados en los puertos
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lo largo de sus 1.720 kilómetros de costa, nuestra Comunidad Autónoma cuenta con 128 puertos. De ellos, la Xunta de Galicia, a través del ente público PUERTOS DE GALICIA, adscrito a la Consellería del Mar, gestiona directamente 122. Los otros 6, de mayor dimensión y de interés general del Estado, dependen del Ministerio de Fomento y son gestionados por cinco Autoridades Portuarias: Vigo, Marín, Vilagarcía, La Coruña y Ferrol-San Cibrao.
PUERTOS DE GALICIA El ente público Puertos de Galicia dotado de personalidad jurídica y patrimonio propio, tiene encomendadas las competencias de planificación, construcción, explotación y conservación de los 122 puertos dependientes de la Xunta de Galicia. ORGANIZACIÓN TERRITORIAL El gran número de puertos y su distribución geográfica es la razón por la que la organización territorial de Portos de Galicia está organizada en cuatro centros de trabajo: Servicios Centrales, emplazados en Santiago de Compostela Zona Norte gestiona 16 puertos desde Ribadeo hasta Cedeira Zona Centro, gestiona 61 puertos desde Mugardos
La recuperación de los espacios portuarios para incrementar sus usos por parte de los ciudadanos es uno de los pilares de la gestión de Portos de Galicia para los próximos cuatro años
hasta Rianxo Zona Sur, gestiona 45 puertos desde Pontecesures hasta Tui.
ACTIVIDADES Y DATOS RELEVANTES En las instalaciones portuarias de Galicia, se desarrollan tres tipos de actividades: Las relacionadas con la pesca y el marisqueo Las comerciales, con la carga y descarga de diversas mercancías (pasta de papel, dunita, acero, túnidos congelados...) a través de
ocho puertos: Ribadeo, Burela, Celeiro, Cariño, Sada, Cee, Ribeira y A Pobra Las náutico recreativas. Estas, en creciente demanda, suponen en la actualidad un catalizador para el sector turístico en Galicia y por consiguiente un importante dinamizador económico. Infraestructuras disponibles, datos mas relevantes: 122 instalaciones. 16 kilómetros de diques de abrigo
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Sector pesca fresca, marisqueo y acuicultura: 107.861 Toneladas de pesca fresca que supusieron un valor en primera venta de 250,9 millones de euros. 250.000 Tn de mejillón descargado 3.333 bateas y 848 barcos de asistencia. Sector náutico deportivo: Puertos de Galicia está potenciando la creación de nuevas instalaciones náutico recreativas en los diversos puertos del litoral gallego. El ente público, directa o indirectamente, gestiona en la actualidad 23 instalaciones náutico deportivas con un total de mas de 7.947 plazas de atraque.
Los hermanos pequeños del Pérez Lugín
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i el premio periodístico Pérez Lugín tiene a gala ser el más antiguo de cuantos se mantienen en la actualidad en España, la entidad organizadora del mismo, la Asociación de la Prensa de La Coruña, ha promovido en los últimos años otras iniciativas destinadas a aumentar el reconocimiento del colectivo a sus compañeros con otras dos iniciativas singulares que completan su programación. Son los casos del premio de fotoperiodismo Juan Cancelo-Fundación Caixa Galicia, que en el 2009 alcanzó su quinta edición, y el de periodismo sanitario de la Fundación del Complexo Hospitalario Universitario A Coruña (Chuac), que celebra su segunda convocatoria. Con ambas iniciativas, la Asociación de la Prensa pretende poner en valor el papel de las imágenes, en el caso del Juan Cancelo, capaces de contar por sí mismas una historia, mientras que en el segundo caso se apuesta por la especialización informativa y la divulgación específica de uno de los centros hospitalarios de referencia no sólo en Galicia, sino también en Europa. El concurso de fotoperiodismo Juan CanceloFundación Caixa Galicia nació además con una vocación claramente internacional y ya desde la primera de sus convocatorias
Arriba, presentación del primer premio periodístico del Chuac. A la izquierda, Keiny Andrade recibe el galardón de la primera edición del Juan Cancelo
contó entre sus participantes con trabajos enviados desde todos los rincones del planeta. Entre los ganadores de las cuatro ediciones anteriores ha habido un brasileño, Keiny Andrade, pero en su temática visual se han podido comprobar las consecuencias de las
guerras que han sacudido el corazón de África, los problemas de las etnias que habitan en Latinoamérica o el devastador efecto de los incendios que en su momento arrasaron Galicia y que sirvieron de eje central en la primera edición del certamen. Por lo que se refiere
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al premio de periodismo sanitario Fundación Chuac, su carácter especializado no ha impedido la masiva participación de profesionales de toda España, consiguiendo así el principal objetivo de la convocatoria, que es la de estimular la información de calidad sobre la actividad sanitaria.