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TEMA 7 GUERRA COLONIAL Y CRISIS DE 1898. INTRODUCCIÓN La crisis final de la Restauración se enmarca entre dos fechas emblemáticas: el desastre de 1898 y la caída de la monarquía en 1931. En este periodo destacan dos acontecimientos: la pérdida del imperio colonial y la crisis que trajo consigo tal acontecimiento que se calificó con el término de “desastre”. Así, en un momento en el que las potencias europeas se encontraban inmersas en un proceso de colonización, España sufría precisamente la pérdida de los últimos vestigios de su imperio colonial. Lo cual no hizo sino poner de manifiesto algo que ya resultaba evidente: la pérdida definitiva de su protagonismo en la política mundial. En 1898 España y Estados Unidos entablaron una guerra por el control de Cuba. Fue una guerra breve (abril-agosto de 1898), debido a la superioridad militar norteamericana. Pero de graves repercusiones para España que, además de perder su “Perla de las Antillas”, vio liquidar los vestigios de su antaño imperio colonial y – en expresión de Silvela, estadista de la época – se quedó “sin pulso”. La crisis colonial favoreció la aparición de movimientos que, desde una óptica cultural o política, criticaron el sistema de la Restauración y propugnaron la necesidad de una regeneración y modernización de la política española, destacando en este ámbito el pensamiento de Joaquín Costa que hablaba de la necesidad de dejar atrás los mitos de un pasado glorioso, modernizar la economía y la sociedad y alfabetizar a la población. 1.- LA GUERRA E INDEPENDENCIA DE CUBA Y FILIPINAS Tras la pérdida de las colonias del continente americano a principios del XIX, a España solo le quedaban Cuba, Puerto Rico, las Filipinas y algunos archipiélagos en el Pacífico. Cuba era posesión española desde que en 1492 Cristóbal Colón la descubriese durante su primer viaje al Nuevo Mundo, y en 1511 Diego Velázquez la conquistase. Por la naturaleza (tierras fértiles, abundancia de agua y bosques), y situación estratégica (base de defensa de las Indias Occidentales y escala de los convoyes comerciales) fue para España “la perla de las Antillas”. A partir del siglo XIX con el declive de Haití, se convirtió en la primera productora mundial de azúcar de caña (producto originario del Pacífico Sur, introducido por Colón). Esta industria azucarera estaba en manos de ricos hacendados cubanos, que temiendo lo de Haití, empujaron a la isla a permanecer fiel a España, cuando la América Hispana continental se emancipaba de ella (18101825). Pero las relaciones hispanocubanas fueron enturbiándose progresivamente por motivos de diversa índole: a) Económicos. Por una parte, España sometía a Cuba a un fuerte control comercial en beneficio de la industria textil catalana que perjudicaba a los intereses cubanos, que podían encontrar relaciones comerciales más ventajosas en los Estados Unidos. Por otra, los cubanos estaban sometidos a un fuerte sistema de impuestos y tributos que además no revertían en inversiones en la colonia. b) Políticos. En Cuba existía una restricción muy importante de libertades (de prensa, de asociación, prohibición de formar partidos políticos,…). La imposibilidad de los cubanos de ocupar altos cargos en la administración.
c) Sociales: la reclamación sobre la abolición de la esclavitud. Las relaciones hispano-cubanas estarán marcadas por los tres conflictos armados que terminarán con la independencia de la colonia: la Guerra Larga (1868-1878), la Guerra Chiquita (1879-1880) y la Guerra del 95. A mediados del XIX hubo un cambio de actitud por la aristocracia sacarosa (criolla) debido a la abolición de la esclavitud y a que el monopolio del azúcar se iba acabando. Aprovechando la caída en 1868 de Isabel II un rico hacendado cubano, Manuel de Céspedes, inicia la guerra contra España por la independencia de Cuba, en su hacienda de La Demajagua, cerca de Yara, el 10 de octubre de 1868 (Grito de Yara). Comenzaba así una guerra larga y cruenta (Guerra de los Diez Años, 1868-1878). Una guerra de desgaste en la que los rebeldes practicaron la táctica de la guerrilla, y tuvieron a su favor el apoyo de los campesinos y la imposibilidad de España de dedicar de lleno sus energías al problema cubano, inmersa en la tercera guerra carlista (1872-76). Concluida ésta, el gobierno español pudo entonces concentrar sus esfuerzos en Cuba, enviando con más de 100.000 soldados al general Martínez Campos, y bajo la promesa de amnistía, reformas y autonomía, la guerra concluyó con la Paz de Zanjón (1878). Pero España no cumplió sus promesas. Y tras un nuevo intento frustrado, (Guerra Chiquita, 1879-80), los cubanos se convencieron, de que la única solución a sus problemas era la absoluta independencia de la Corona española. El líder de esta idea sería José Martí (1853-1895), poeta, abogado y periodista cubano, exiliado a Estados Unidos y fundador en 1892 del Partido Revolucionario Cubano, cuya tesis era la guerra con España como “justa y necesaria”. Martí, el dominicano Gómez, el cubano Antonio Maceo y Calixto García protagonizarían la segunda guerra de independencia. Comenzó con el Grito de Baire el 24 de febrero de 1895. En 1895 estalla la guerra, comenzando en la parte oriental de la isla, y se extiende a la parte occidental, tradicionalmente menos rebelde. Protagonistas del comienzo de las hostilidades son los seguidores del Partido Revolucionario Cubano, fundado por José Martí, además de los campesinos, negros y mulatos que se les sumaron pronto. Una dura y cruel guerra volvió a provocar que decenas de miles de soldados procedentes de las clases más humildes fueran embarcados hacia esas distantes islas. La gran novedad con respecto a la Guerra Larga va a ser la ayuda estadounidense a los rebeldes cubanos. Washington ayudó a los insurrectos caribeños esencialmente por dos razones: *Intereses económicos mineros y agrícolas. Cuba era la primera productora del mundo de azúcar. *Interés geoestratégico. El naciente imperialismo norteamericano buscaba el dominio del Caribe y Centroamérica. Lo que denominaban su back courtyard (patio trasero). El comienzo de la insurrección cubana y el éxito experimentado por la misma a lo largo de 1895, tuvo como consecuencia inmediata el relevo de Sagasta por Cánovas del Castillo La tarea gubernamental quedó concentrada de forma automática en la guerra de Cuba. - La estrategia contra la guerrilla. Canovas envió a la isla al general Martínez Campos, esperando que pudiera repetir la pacificación de los años setenta ( Paz de Zanjón 1878), pero éste se dio cuenta de que la situación era diferente. Martínez Campos llegó a recomendar una política de mayor dureza que él no se sentía capaz de llevar a cabo. Así en 1896 fue sustituido por Weyler quién llegó con un mayor contingente de tropas españolas (superaba los 2000 soldados). Su llegada supuso la transición de un género de guerra convencional a la dureza de la lucha antiguerrillera. Optó por la “guerra total”: concentró a los campesinos en aldeas cerradas vigiladas por el ejército para aislarlos de los insurrectos y evitar que los apoyasen y, además, dividió la isla en tres sectores separados por “trochas”, líneas fortificadas y vigiladas para impedir que las tropas cubanas se extendieran hacia occidente y llegaran a La Habana desde el Este, donde tenían su centro, con capital en Santiago.
Pero las nuevas estrategias no van a dar el resultado esperado. Por una parte, la táctica de guerrilla empleada por los insurrectos impedía a las tropas españolas dominar la situación pese a ser su ejército más numeroso, se refleja en las elevadas bajas debidas a las enfermedades tropicales. Éstas (fiebre amarilla, cólera, paludismo) ocasionaron mayor número de muertos y heridos que los combates. Mal alimentados y pertrechados, sin ropa de muda ni la menor higiene, sometidos a marchas de 50 km diarios bajo el calor húmedo y sofocante del trópico, resistían en una guerra estancada y en la que ninguna de las partes tendría fácil la victoria. Además, la economía de la isla se resiente notablemente, al destruirse las plantaciones, las vías férreas,… Por otra parte, los insurrectos cubanos, dirigidos militarmente por Máximo Gómez y Antonio Maceo, con escasos pertrechos militares y tropa menos numerosa, tenían la ventaja del apoyo de la población, el conocimiento del terreno y la adaptación al mismo. La mayor movilidad que les daba el uso preferente de la caballería les permitía atacar por sorpresa a los destacamentos españoles más pequeños y esquivar los grandes combates. Los españoles eran más y mejor armados, controlaron las ciudades hasta el final de la guerra, pero a la larga no podían imponerse a una población mayoritariamente hostil. - Los intentos de reforma política. La idea de Cánovas era, una vez conseguidos los pri meros éxitos militares, tratar de introducir reformas autonómicas que permitieran estabilizar la situación política. Sin embargo, éstas no serán bien vistas en el seno del propio partido conservador por Romero Robledo, ni tampoco por los Estados Unidos. Por ello EE.UU. reconoció la beligerancia cubana en mayo de 1897, de tal modo que, a partir de entonces ayudaría a los insurgentes. El asesinato de Cánovas, en agosto de 1897, supuso un cambio muy importante en la política referente a Cuba. Los liberales en un Consejo de Ministros decidieron que la pacificación había de venir ahora por la acción política y combatiendo sólo a las partidas guerrilleras que se destacaran en las zonas controladas por el ejército español, ahora mandado por el general Blanco, que había sustituido a Weyler. En el mes de noviembre Segismundo Moret concedió una amplia amnistía y un régimen de autonomía política a Cuba. Su contenido consistió no solo en establecer una absoluta igualdad entre los habitantes de la Península y los antillanos, incluyendo el reconocimiento del sufragio universal, sino en redactar una especie de Constitución paralela para la isla en la que el gobernador general desempeñaría un papel semejante al del rey. Pero las reformas llegaban demasiado tarde y no hicieron otra cosa que incrementar la fuerza de los independentistas y las exigencias de los estadounidenses. A la vez en Filipinas se suscribió a fines de año el Pacto de Bicnabató, del que hablaremos mas tarde, que podía concluir con la insurrección. - La guerra hispano-cubana. Los Estados Unidos eran toda una potencia mundial. Mientras que España mantenía a duras penas sus últimas posesiones coloniales (en el norte de África, el sur del Pacífico y el Caribe americano), Estados Unidos estaba construyendo su imperio. Pero de cara a la opinión internacional, Estados Unidos ocultó su imperialismo bajo razones humanitarias que encubría este afán que culminó con la construcción del Canal de Panamá. El gobierno del presidente McKinley incluso trató de comprar la isla a España, operación rechazada por el gobierno de nuestro país. Al fracasar este intento de compraventa, EE.UU. pasó a aplicar directamente la ley del más fuerte en política internacional.
El incidente invocado como excusa para declarar la guerra a España fue la explosión del “Maine” en la bahía de La Habana en 1898. Las causas de la explosión se desconocían, pero EE.UU. culpó sin pruebas al gobierno español presidido por Sagasta. Todos estos sucesos fueron aprovechados, además, por los grandes periódicos norteamericanos de Pulitzer y Hearst para desatar una agresiva campaña de prensa antiespañola y reclamar la entrada en guerra (su única finalidad era vender más periódicos). A pesar de todos los intentos del gobierno español para pacificar la situación (decretó un alto el fuego) de nada sirvió, pues los EE.UU. querían la guerra. El presidente MacKinley en su mensaje del 11 de abril de 1898 consiguió del Congreso permiso para intervenir militarmente en Cuba. La guerra fue un paseo militar para EE.UU., los combates resultaron muy desiguales y la armada española quedó destruida en dos enfrentamientos navales. La primera batalla se produjo el 1 de mayo en la bahía de Manila (Filipinas). La segunda derrota se consumó el 3 de julio en la bahía de Santiago de Cuba, murieron 300 marinos españoles y sólo un soldado enemigo; nuestros barcos con casco de madera se enfrentaron a buques con casco de acero y cañones de largo alcance. De esta forma, comenzó a ponerse en práctica el doble objetivo norteamericano de tener “la parte trasera de la casa” – Centroamérica y el Caribe – limpia de enemigos, como forma de preservar el territorio del propio país, y de asegurarse el dominio de ambos océanos – el Atlántico y el Pacífico -, que se iba a concretar en un canal de Panamá bajo su control. - La rendición. El gobierno español decidió enviar la flota del almirante Cervera, a pesar de que todos eran conscientes de la superioridad de los estadounidenses. En efecto, la flota llegó a Cuba en el mes de mayo y muy pronto se vio bloqueada en la ciudad de Santiago, cuando entró en su puerto, con el objeto de aprovisionarse de carbón y salir con rapidez hacia La Habana o Puerto Rico. Pero el aprovisionamiento de carbón se hizo con lentitud por falta de medios, de modo que cuando quiso salir, se encontró con que el puerto estaba bloqueado por la escuadra norteamericana. Cervera consideró perdida la escuadra española, por lo que el dilema, que comunicó al capitán general Blanco y a Madrid, era: salir fuera del puerto para que fuera destruida o rendirse y entregarla ahorrando vidas. La presión de la opinión pública y la actitud gubernamental, que consideraba que una rendición tendría como consecuencia la caída del régimen, acabó por provocar la salida de la flota y su hundimiento, después cayó Santiago de Cuba y al poco tiempo tropas norteamericanas desembarcaban en Puerto Rico y ocupaban la isla sin oposición. Finalmente en el mes de agosto se firmó el Protocolo de Washington, equivalente a un armisticio, hasta la llegada de un acuerdo definitivo. - La Guerra de Filipinas Las islas Filipinas se diferenciaban de las Antillas por la escasa presencia española en el archipiélago y la baja ocupación efectiva del territorio, excepto la capital, Manila, y su entorno próximo. España se tuvo que enfrentar a un conjunto de disidencias de base campesina, eclesiástica, nacionalista y de los terratenientes. Mestizos y nativos atacaron la ausencia de reformas, lo que dio lugar al movimiento emancipador, formado por un grupo de mestizos, como José Rizal, partidarios de reformas. Este fundó en 1893 la Liga Filipina. En la guerra contra Estados Unidos, las islas Filipinas, a pesar de su importancia objetiva, jugaron siempre un papel secundario. La sublevación había comenzado en el archipiélago en 1896, organizada por el Katipunan, una organización nacionalista fundada en 1892. Siempre se ha considerado que la oposición a España en Filipinas tuvo un fuerte carácter anticlerical, como reacción al intenso protagonismo que las órdenes religiosas tenían en la colonia.
La rebelión fue extendiéndose e, igual que en Cuba, la política contemporizadora -en este caso representada por el general Blanco- fue sustituida por la política fuertemente represora del general Polavieja, quien condenó a muerte a José Rizal. Tras la muerte de Cánovas, el nuevo gobierno liberal de 1897 nombró capitán general a Fernando Primo de Rivera, en sustitución de Polavieja. El nuevo Capitán General promovió una negociación con los principales jefes de la insurrección, en especial, Emilio Aguinaldo- que éstos aceptaron y que culminó en el Pacto de Biacnabató, de diciembre de 1897. Aunque subsistían algunos focos rebeldes, la paz parecía asegurada. No fue hasta después de la derrota naval de Cavite cuando Aguinaldo volvería a Filipinas y la insurrección se reavivó. No obstante fueron tropas norteamericanas las que tomaron Manila, en agosto de 1898, después de la firma del Protocolo de Washington. Por el Tratado de París, de 10 de diciembre de 1898, España reconocía la independencia de Cuba y cedía a los Estados Unidos, Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam, en las Marianas. - El Tratado de Paris de 1898 Tras la rendición, se inician las negociaciones que culminaron en diciembre de 1898 con la firma del Acuerdo de Paz de París, entre ambas naciones – Tratado de París – firmado en diciembre de 1898. España cedió a EE.UU. la isla de Puerto Rico (actualmente, “estado asociado” de EE.UU.), Filipinas (que consiguió su independencia en 1946) y la isla de Guam en el Pacífico (todavía hoy pertenece a EE.UU.), se confirmaba la soberanía española en todos los territorios no mencionados en él: los tres archipiélagos del océano Pacífico, es decir, las islas Marianas – excepto la de Guam –, las Carolinas y las Palaos, por no haber sido incluidas en el texto por ignorancia geográfica de los comisionados norteamericanos, las islas Sibutú y Cagayan, aunque apenas duraron dos años en manos de España. En la práctica, en Filipinas hubo una duradera guerra de guerrillas en contra de los estadounidenses, que ya en el año 1899 produjo más bajas norteamericanas que la guerra con España, por lo que Estados Unidos se vio obligado a tener todo un ejército de ocupación en las islas; y Cuba alcanzó una independencia nominal respecto a EE.UU., pues de hecho quedó bajo su “protección” hasta mediados del siglo XX. El tratado fue polémico tanto en España como en Estados Unidos. En España, el tratado fue rechazado por las Cortes, pero ratificado por la Reina Regente, habilitada a tal efecto por una cláusula en la Constitución española. En Estados Unidos, muchos se oponían a un tratado en el que en realidad se oficializaba la sustitución de un imperio por otro y se violaban los principios más básicos de la Constitución de los Estados Unidos. Sin embargo, el polémico tratado fue finalmente aprobado el 06 de febrero 1899 por 57 a 27 votos, tan sólo un voto más de la mayoría de dos tercios necesaria. 2.- LAS CONSECUENCIAS DEL DESASTRE. EL REGENERACIONISMO. El Tratado de París fue un dictado de exigencias norteamericanas, que España tuvo que acatar sin rechistar, de cuya ratificación fueron excluidos los cubanos, puertorriqueños y filipinos. 1º) Internacional: España, además de perder Cuba, tuvo que ceder a Estados Unidos Puerto Rico, las Filipinas y la isla Guam de las Marianas, en concepto de indemnización de guerra. Las pocas posesiones asiáticas que le quedaban terminó vendiéndolas: las Palaos, Carolinas y Marianas a Alemania en 1899 (Tratado hispano-alemán de 30 junio de 1899). Año y medio más tarde, en noviembre de 1900, un Tratado hispano-norteamericano subsanó el error de 1898, y las islas Sibutú y Cagayán de Joló pasaron a Estados Unidos, mediante el pago de 100.000 dólares al gobierno español. De esta debilidad se aprovechó Francia en el contencioso que con ella mantenía en torno a los límites del Sahara y Guinea Ecuatorial (tratado de 1900). En definitiva, mientras las potencias europeas, lanzadas a la carrera colonial, se repartían el mundo, España quedaba no sólo marginada del reparto, sino que perdía sus posesiones.
2º) Para Cuba, además de devastada, arruinada y hambrienta, supuso cambiar de amo. Estados Unidos, la convirtió en su protectorado, ocupándola militarmente entre 1899 y 1902, bajo el pretexto de proporcionar las condiciones necesarias para su andadura política en solitario. La isla en definitiva, obtenía la independencia política (el 20 de mayo de 1902. Tomás Estrada Palma se convertía, en el primer presidente de la República de Cuba), aunque mediatizada por la injerencia de EE.UU., que aún hoy continúa, a través del bloqueo económico a la dictadura comunista de Fidel Castro. 3º) Para Estados Unidos, 1898 marca el inicio de una etapa imperialista. Dueños del Caribe, aplicaron la “diplomacia del dólar” en toda América Latina y el intervencionismo a escala mundial (Primera Guerra Mundial), líneas que hoy perduran. 4º) En el contexto interno el “Desastre del 98” abrió un debate sobre las responsabilidades de la guerra, el revisionismo político y el regeneracionismo nacional. Los escritores de la “Generación del 98” produjeron una “literatura del Desastre”, que era una autocrítica nacional. El 98 cerró una etapa y abrió otra nueva para España. Entre las consecuencias podemos señalar: - Las pérdidas humanas, unos 60.000 soldados españoles perdieron la vida Los perjuicios psicológicos también fueron importantes, los soldados que retornaron heridos fueron pésimamente atendidos, muriendo de hambre, mutilados o tarados por la guerra. A ello se añade la desmoralización de un país consciente de su propia debilidad y de lo inútil del sacrificio. - El pueblo español vivió la derrota como un trauma nacional, extendiéndose los sentimientos de inferioridad, desmoralización e impotencia. La incertidumbre alcanzó incluso a la prensa de la época, que llegó a temer un ataque y ocupación de las Islas Canarias. - Las pérdidas materiales. La derrota supuso la pérdida de los ingresos procedentes de las colonias, así como de los mercados privilegiados que éstas suponían y de las mercancías que, como el azúcar, el cacao o el café deberían comprarse en adelante a precios internacionales. - La crisis política resultó inevitable. El desastre político afectó a ambos partidos, pero sobretodo al Liberal, a Sagasta a quien le tocó firmar la derrota. Consecuencia inmediata fue la pérdida de prestigio y el final de la primera generación de dirigentes, que debe ceder el terreno a los nuevos líderes, como Francisco Silvela y Antonio Maura en el Partido Conservador, y Segismundo Moret, Eugenio Montero Ríos, y José Canalejas en el Partido Liberal. - Fue también muy grave el desprestigio militar, derivado de la dureza de la derrota. Aunque la responsabilidad era más política que militar, el Ejército saldrá muy dañado en su imagen. Tambien vivió un cambio en la mentalidad de los militares, que se inclinaron hacia posturas más autoritarias. Esto trajo consigo el retorno de la injerencia del ejército en la vida política, convencido de que la derrota había sido culpa de la ineficacia y corrupción de los políticos y del parlamentarismo. - Frente al fracaso del nacionalismo español, crecerán con fuerza en el siglo XX los nacionalismos catalán (Lliga Regionalista desde 1901) y vasco (PNV) y, en menor medida, el gallego, andaluz y valenciano (Valencia Nova). - En el aspecto intelectual y literario, el desastre colonial influyó en el desarrollo del “Regeneracionismo”, así como en las amargas y pesimistas reflexiones de los autores de la Generación del 98(Unamuno, Azorin..)
Entre los regeneracionistas destacaron Ricardo Macias Picavea, Damián Isern y sobre todo Joaquín Costa, cuyas ideas se reflejaron en una serie de conferencias en el Ateneo de Madrid, y que se publicaron con el título de Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno de España. Los regeneracionistas presentaban programas basados en una reorganización política, la limpieza del sistema electoral, la dignificación de la vida parlamentaria, la reforma educativa, la acción orientada hacia la ayuda social, las obras públicas, en definitiva, una actuación encaminada al bien común y no en beneficio de los intereses políticos de la oligarquía y la corrupción política. En mayo de 1902 Alfonso XIII era proclamado Rey al cumplir la mayoría de edad, comenzando su reinado. Un año más tarde, ya retirado del gobierno moría Sagasta. Con la muerte del viejo líder liberal, el inicio del reinado y desastre termina el primer período del régimen de la Restauración. En conclusión, la crisis del 98 planteó la necesidad de importantes cambios: 1- Conocer y mejorar las condiciones de vida del pueblo (la “España real”). 2- Modernizar la sociedad y la economía. 3- Reformar el sistema político. 4- Recuperar el prestigio perdido en el 98. 3.CRISIS FINAL DE LA RESTAURACIÓN El sistema de la Restauración se verá sometido a una permanente crisis política y a una agitación social que terminarán por hacerlo desaparecer. En lo que se refiere a la agitación social hay que decir que creció notablemente a partir de 1898, y las huelgas obreras y campesinas fueron en aumento, contando con el respaldo de los sindicatos obreros, UGT(sindicato socialista) y CNT (sindicato anarquista). Los grandes escenarios huelguísticos serán Asturias, Cataluña y Andalucía, lugares donde los anarquistas tenían mayor arraigo. Para resolver los problemas planteados por el movimiento obrero, los gobiernos adoptaron tímidas medidas, como el descanso dominical o la regulación del derecho de huelga. Pero la actuación represiva de los distintos gobiernos, ante las manifestaciones callejeras condujo a un grave problema social. Ejemplo es la Semana Trágica de Barcelona (1909), que comienza como una protesta contra el embarque de tropas con destino a la guerra de marruecos, que se combina con una huelga general obrera y con manifestaciones anticlericales, con edificios religiosos incendiados. La dura represión ejercida por el gobierno contra los dirigentes responsables de los acontecimientos provocó una oleada de protestas en todo el país, y un reforzamiento de las opciones catalanistas y anarquistas que, incluso, terminó por hacer caer el gobierno del conservador Antonio Maura. Las dificultades económicas crecientes de la clase obrera terminó por desencadenar la huelga general de 1917, convocada por los socialistas y apoyada por los anarquistas. La protesta concluyó con la intervención militar contra los huelguistas, numerosos muertos y centenares de detenidos. El ejército volvía a ser el garante del régimen y del orden social, y recupera su actividad en la vida política, a imagen de lo sucedido durante el siglo XIX. Finalmente, entre 1918 y 1921 se producen agitaciones campesinas en toda España (Galicia, Cataluña, Castilla, Extremadura y Andalucía). Los logros de los jornaleros fueron escasos y sus demandas quedaron pendientes.
En lo que se refiere a la crisis política a la que se hacía alusión más anteriormente, hay que indicar que, en un primer momento, aparentemente, el desastre del 98 no tuvo importantes repercusiones políticas, pues conservadores y liberales siguieron turnándose en el gobierno, a pesar de la desaparición durante estos años de los autores del “turno pacífico” (Cánovas y Sagasta). Pero desde que Alfonso XIII sube al trono, en 1902 y 1907, se suceden cinco gobiernos conservadores y cinco liberales, que demuestran una inestabilidad política y la división interna de los partidos. Hay un intento, por parte de los partidos dinásticos, de afrontar la crisis y solucionar los problemas reales. El conservador Antonio Maura y el liberal José Canalejas fueron los protagonistas de este impulso renovador, cuyo fracaso arrastró al sistema de la Restauración. Maura desarrollará un programa reformista: intentó acabar con el caciquismo, y devolver la moralidad al sistema electoral. Estaba convencido de que era preciso incorporar nuevas capas sociales (las clases medias) para evitar la revolución popular. El autoritarismo ejercido por su gobierno en la Semana Trágica de Barcelona le lleva a perder el poder, siendo cesado por el rey. A continuación formará gobierno el Partido Liberal con José Canalejas. Intentará aplicar el programa regeneracionista, que pretendía la secularización de la vida política, dar al Estado un papel intervencionista en materia social y laboral (seguridad social, regulación de la jornada laboral,…). Su labor fue truncada al ser asesinado a los dos años de su mandato (1912). La situación vuelve a descontrolarse y se vuelve a optar por el turno de partidos, formándose un nuevo gobierno conservador con Eduardo Dato a la cabeza (1913-1917). Éste ejercerá el gobierno con un gran autoritarismo, que terminará con la huelga general de 1917. La represión de los huelguistas será tan brutal que se verá obligado a dimitir. A partir de este momento se buscará una solución novedosa: la formación de gobiernos de concentración. Pero la situación de agitación social creciente y permanente hace que los gobiernos no consigan controlar el país. La fragmentación política y la desintegración social son cada vez mayores. Finalmente, todo desembocará en el golpe de Estado del general Miguel Primo de Rivera. 4 -LA GUERRA DE MARRUECOS: DESARROLLO Y CONSECUENCIAS El origen de la presencia militar española en el norte de África se encuentra en los Acuerdos franco-británicos de 1904; la intervención colonial española en el Magreb fue el resultado del juego de alianzas e intereses enfrentados de Gran Bretaña y Francia. Gran Bretaña deseaba por razones geoestratégicas y económicas mantener el control del estrecho de Gibraltar. Por su parte, Francia pretendía extender su dominio sobre el Magreb, asegurando y ampliando sus posiciones en Argelia. La firma de los Acuerdos franco-británicos de 1904 significó la resolución de viejas diferencias coloniales. Según este compromiso diplomático, el gobierno inglés apoyaría las reivindicaciones territoriales de Francia en Marruecos frente a cualquier intento expansionista de Alemania en esa zona, mientras que el gobierno francés respaldaría a cambio las acciones coloniales británicas en Egipto. Ambas potencias reservaron a España una pequeña zona al norte de Marruecos; de este modo, los intereses comerciales y estratégicos de Gran Bretaña quedaban preservados. Por consiguiente, el comienzo de la intervención y los límites de la expansión colonial española en Marruecos dependían de los propósitos y de las decisiones que tomaran británicos y franceses. En nuestro país la aventura colonial no entusiasmaba a ningún sector de la sociedad. De hecho, el gobierno español sólo quería garantizar la seguridad de Ceuta y Melilla, así como explotar la riqueza minera de hierro, plomo y cinc del subsuelo marroquí.
En la Conferencia Internacional de Algeciras, celebrada en 1906, todos los estados europeos y Estados Unidos, reconocieron los acuerdos de 1904 y confirmaron los derechos de franceses y españoles sobre Marruecos. Sin embargo, hasta el Tratado franco-español de 1912 no se realizó el reparto efectivo del territorio marroquí, fijándose los límites de la extensa zona centro y sur bajo el control francés y de la pequeña zona norte bajo el control español; además, nuestro gobierno se comprometía a no fortificar la costa en su zona para satisfacer a Gran Bretaña. La ocupación militar de este territorio discurrió con lentitud por su difícil orografía. Las primeras dificultades comenzaron en 1909, cuando los indígenas marroquíes atacaron el ferrocarril construido cerca de Melilla para explotar los yacimientos del mineral en esa región. Las tropas españolas se desplegaron para proteger el ferrocarril minero y fueron derrotadas en el Monte Gurugú y en el Barranco del Lobo, sufriendo casi 1000 bajas. Las repercusiones de estos acontecimientos dentro de España concluyeron con los violentos sucesos de la “Semana Trágica” en Barcelona. Entre 1912 y 1921 los avances fueron lentos y el Ejército se mostró incapaz de dominar la zona norte marroquí; el principal problema consistía en que los tres enclaves que España poseía Melilla, Ceuta y Larache – estaban aislados entre sí y era necesario, aunque difícil, conectarlos. Finalmente en 1921, el ejército colonial fue derrotado en El Annual por indígenas marroquíes dirigidos por Abd el-krim. Murieron unos 12 000 soldados españoles y se perdieron gran parte de los territorios conquistados durante los doce años anteriores, llegando incluso a peligrar la ciudad de Melilla. La causa de este nuevo desastre radicó en la imprudencia y la ineptitud de los generales Dámaso Berenguer, Alto Comisario en Marruecos, y Fernández Silvestre, que ocupaba la Comandancia General de Melilla, y se suicidó tras la derrota. El desastre del Annual supuso una nueva frustración colonial para nuestro país y el expediente abierto por el General Picasso (Expediente Picasso que nunca llegó a las Cortes por la oposición del estamento militar y los grupos mas derechistas) donde se analizaban las causas del desastre del Annual y denunciaba la ineptitud de los mandos militares, e incluso podría haber implicado al Rey, tendría importantes efectos sobre la política interna nacional, convirtiéndose en uno de los motivos argumentados por el general Primo de Rivera para justificar el Golpe de Estado de 1923. En la Conferencia Internacional de Algeciras, celebrada en 1906, todos los estados europeos y Estados Unidos, reconocieron los acuerdos de 1904 y confirmaron los derechos de franceses y españoles sobre Marruecos. Sin embargo, hasta el Tratado franco-español de 1912 no se realizó el reparto efectivo del territorio marroquí, fijándose los límites de la extensa zona centro y sur bajo el control francés y de la pequeña zona norte bajo el control español; además, nuestro gobierno se comprometía a no fortificar la costa en su zona para satisfacer a Gran Bretaña. La ocupación militar de este territorio discurrió con lentitud por su difícil orografía. Las primeras dificultades comenzaron en 1909, cuando los indígenas marroquíes atacaron el ferrocarril construido cerca de Melilla para explotar los yacimientos del mineral en esa región. Las tropas españolas se desplegaron para proteger el ferrocarril minero y fueron derrotadas en el Monte Gurugú y en el Barranco del Lobo, sufriendo casi 1000 bajas. Las repercusiones de estos acontecimientos dentro de España concluyeron con los violentos sucesos de la “Semana Trágica” en Barcelona. Entre 1912 y 1921 los avances fueron lentos y el Ejército se mostró incapaz de dominar la zona norte marroquí; el principal problema consistía en que los tres enclaves que España poseía Melilla, Ceuta y Larache – estaban aislados entre sí y era necesario, aunque difícil, conectarlos.
Finalmente en 1921, el ejército colonial fue derrotado en El Annual por indígenas marroquíes dirigidos por Abd el-krim. Murieron unos 12 000 soldados españoles y se perdieron gran parte de los territorios conquistados durante los doce años anteriores, llegando incluso a peligrar la ciudad de Melilla. La causa de este nuevo desastre radicó en la imprudencia y la ineptitud de los generales Dámaso Berenguer, Alto Comisario en Marruecos, y Fernández Silvestre, que ocupaba la Comandancia General de Melilla, y se suicidó tras la derrota. El desastre del Annual supuso una nueva frustración colonial para nuestro país y el expediente abierto por el General Picasso (Expediente Picasso que nunca llegó a las Cortes por la oposición del estamento militar y los grupos mas derechistas) donde se analizaban las causas del desastre del Annual y denunciaba la ineptitud de los mandos militares, e incluso podría haber implicado al Rey, tendría importantes efectos sobre la política interna nacional, convirtiéndose en uno de los motivos argumentados por el general Primo de Rivera para justificar el Golpe de Estado de 1923. CONCLUSIÓN En definitiva, la pérdida de las colonias o “Desastre del 98” supone un antes y un después en la Historia Contemporánea española. La derrota de 1898 había puesto de relieve de forma trágica y súbita todas las limitaciones del régimen de la Restauración y su parálisis a la hora de afrontar los problemas sociales y la modernización del país y, por tanto, no hizo sino poner de manifiesto los males que ya aquejaban a nuestro país y el despertar de una conciencia de la necesidad de modernización del mismo. Las pérdidas irán mucho más allá de lo meramente territorial y las consecuencias de la crisis a que se dará lugar presidirá las primeras décadas del siglo XX, reflejándose en todos los ámbitos (político, económico, social, cultural, etc.). A la postre, puede afirmarse que la crisis del 98 no va a ser ni mucho menos ajena al final del régimen político de la Restauración.