Pilas bautismales en las iglesias parroquiales de la Ribera Alta del Ebro

4 Pilas bautismales en las iglesias parroquiales de la Ribera Alta del Ebro MARÍA ISABEL ÁLVARO ZAMORA Los alfareros conocedores de las diferentes e

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Lurralde 13 1990 p: 117-128 ISSN 0211·5891 REGIMEN Y COMPORTAMIENTO HIDROLOGICO DEL RIO EBRO EN LA RIBERA TUDELANA Recibido: 1990-01-16 Alfredo

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Pilas bautismales en las iglesias parroquiales de la Ribera Alta del Ebro MARÍA ISABEL ÁLVARO ZAMORA

Los alfareros conocedores de las diferentes especialidades cerámicas produjeron en el pasado un amplio repertorio de piezas destinadas a los más diversos usos domésticos, religiosos, funerarios, ornamentales y lúdicos, que estuvieron presentes en todo el ciclo vital humano. Las posibilidades funcionales de la cerámica derivaron de las propias cualidades de la arcilla y el barro, es decir, de su capacidad de hidratación, plasticidad y resistencia, así como de la posibilidad de impermeabilizar su pared con la adición de una cubierta de barniz que, como sucedía con el vidriado de estaño aplicado a las piezas que veremos seguidamente, proporcionaba a las vasijas un recubrimiento aislante de perfecto acabado estético, blanco, suave y brillante. Las técnicas cerámicas proporcionaron igualmente diversas formas de ornamentación, entre las que destacaron las decoraciones pintadas obtenidas de óxidos metálicos (con los de cobalto, cobre, manganeso, hierro o antimonio se lograban azules, verdes, negros-morados o amarillos) y la más complicada fórmula del reflejo metálico (que producía una amplia gama de tonalidades doradas, plateadas y cobrizas). Pues bien, dentro de la diversidad de piezas obradas en los alfares de Aragón destacaron –por su tamaño, número y variedad– las pilas bautismales hechas para las iglesias parroquiales, que acostumbraron a colocarse dentro de otra pila de piedra de mayor dimensión en las capillas destinadas a dar las aguas del bautismo. Este tipo de piezas se manufacturaron en los principales alfares de cerámica decorada aragonesa, como Teruel, Muel, Villafeliche y Morata de Jalón, correspondiendo los ejemplos más antiguos a la producción turolense del siglo XV, generalizándose su uso a partir del siglo XVI y subsistiendo su fábrica hasta los comienzos del siglo XX, momento en el que se realizaron los ejemplos más tardíos coincidiendo con el final de la producción tradicional. A lo largo de todos estos siglos hallamos numerosas referencias documentales relativas al encargo y producción de esta tipología cerámica. Así, en el Quinientos, se impuso su uso en todas las iglesias tal como nos lo acreditan las recomendaciones anotadas en algunas visitas

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pastorales, como la llevaba a cabo, en 1536, por don Jaime Casanat, en nombre del arzobispo don Fadrique de Portugal, a la parroquial de Quinto de Ebro, en la que ordenaba la compra para su pila bautismal de “una gradeja de malega con su cobertor...” o, lo que es igual, de una pila cerámica obrada en loza dorada (el término “malega”, por Málaga, es sinónimo de reflejo metálico). Del mismo modo, algo más tarde, en 1578, don Joan Redin, en la visita efectuada a las iglesias de Maluenda, mandaba que se adquirieran “tres vasos de tierra para las tres pilas de las tres iglesias para el Santo baptismo”, advirtiendo así que se colocaran las correspondientes vasijas de barro en las tres iglesias existentes en la localidad dedicadas a Santa María, las Santas Justa y Rufina y San Miguel. En esta centuria conocemos también algunos permisos para la colocación de otros importantes ejemplos de esta tipología cerámica, como el referido a la pila bautismal de la parroquial de Longares (obrada en Muel), que recibía la correspondiente licencia en 1556 a través del abad de Veruela, fray Lope Marco. A partir del siglo XVII la presencia de este tipo de piezas en las iglesias aragonesas sería norma habitual que habría de pervivir hasta el siglo XX, lo que contrasta con lo que sucedía en otras zonas peninsulares donde no se fabricó esta forma cerámica o fue mucho menos frecuente su producción (por ejemplo, en Talavera de la Reina se obraron en mucho menor número) o donde, habiendo existido su uso, llegó a prohibirse, ordenándose su sustitución por otras pilas de piedra, circunstancia que aparece documentada en Andalucía, en los Sinodales del Obispado de Málaga, ordenados por fray Alonso de Santo Tomás, en 1671. Las pilas bautismales aragonesas mantuvieron a lo largo del tiempo ciertos rasgos constantes, como fueron el estar siempre conformadas por dos piezas, el cuenco o pila y el tape o cobertor, o el que se repitieran en ellas algunos elementos expresivos de su función religiosa, tales como las iniciales IHS, otras inscripciones más largas –alusivas a su empleo en el sacramento del bautismo– o el trazado de algunos motivos de significado sacro, como la cruz, las cabezas de ángeles o los símbolos de la Pasión, decoraciones éstas que se disponían tanto en el interior del cuenco del agua bendita como en el exterior del tape. En bastantes piezas se añadieron además otras inscripciones más largas con las que se dejaba constancia del año de ejecución, del alfar productor y del nombre del vajillero-decorador. Por otra parte, las pilas bautismales evolucionaron en el tiempo mostrando los cambios de gusto en su forma y decoración, circunstancia que nos permite apreciar el paso de las técnicas y repertorios mudéjares al gusto europeo barroco, rococó, clasicista o más simplificado y popular, propio éste de la decadencia final. En definitiva, el cuidado con el que generalmente se ejecutó esta tipología cerámica nos permite seguir la evolución de la cerámica Pleitas, pilas bautismales de piedra y de aragonesa entre los siglos XV y XX, siendo cerámica 172

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por ello muy importante que se valoren y conserven los numerosos ejemplos llegados hasta nosotros, algunos de los cuales se encuentran todavía in situ en varias iglesias parroquiales de la comarca de la ribera alta del Ebro, como Pleitas, Luceni, Figueruelas y Pedrola. Estas pilas bautismales fueron encargadas a los obradores de Muel, que no sólo era el centro cerámico más próximo sino también el alfar zaragozano que las produjo en mayor número, y se sitúan cronológicamente entre los siglos XVIII y XX.

Pleitas. Pila bautismal de cerámica

La pila bautismal de la iglesia de Pleitas (altura máxima: 33 cm) muestra la imitación de la loza de Alcora en la segunda mitad del siglo XVIII, influencia que llegó al alfar zaragozano a partir de la fundación de dicha fábrica castellonense por el noveno conde de Aranda, don Pedro de Alcántara Buenaventura Ximénez de Urrea y Abarca de Bolea, en 1727, y que se reflejó en un buen número de piezas de igual funcionalidad, entre ellos las pilas de las iglesias de La Muela (1769), Magallón (1783), Pozuelo de Aragón (1798) y Tabuenca (último tercio del XVIII). La loza producida en esta manufactura levantina bajo el proyecto del citado noble aragonés y sus descendientes alcanzó un gran éxito y se extendió con rapidez por toda España debido a lo novedoso de su repertorio decorativo que introducía una moda francesa muy acorde con los gustos del siglo XVIII, por la calidad técnica que ofrecía, apoyada en una cuidada producción que proporcionaba una loza de perfecto acabado y precios accesibles, y por su bien planificada difusión comercial, para la cual se instalaron factorías de venta en las principales ciudades españolas, entre ellas en Zaragoza, desde donde se vendía a distintos puntos de Aragón. Estas circunstancias determinaron que la cerámica de Alcora se convirtiera en un fuerte competidor de las producciones locales tradicionales y, en este contexto, los alfares aragoneses iniciaron la imitación de sus vajillas y series decorativas con el fin de adaptarse al gusto de los consumidores. En relación con este contexto hay que valorar la pila bautismal de la iglesia parroquial de Pleitas, que refleja la influencia de las lozas de Alcora de su primera y segunda etapa de producción (1727-1748 y 1749-1798, respectivamente); así, las sucesivas cenefas horizontales pintadas en su cuenco y tape, derivan de las orlas francesas de “estilo Berain” producidas en la fábrica castellonense, cuyos finos diseños de puntillas de aspecto casi caligráfico han sido sustituidos en el alfar aragonés por orlas de dibujo más tosco y rápido, tal como corresponde a una producción más barata y popular; de aquí procede también el perfil curvado y sinuoso del cuenco así como sus cuatro asas moldeadas pintadas en verde, de función esencialmente ornamental y acorde con el gusto rococó presente en las lozas alcoreñas desde mediados del

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Setecientos. Esta pila bautismal de Pleitas es similar a las conservadas en las parroquiales de Agón y Albeta (en la comarca del Campo de Borja), piezas éstas de algo mejor factura y en las que se añadieron otros motivos ornamentales dibujados con una más variada policromía. La pila bautismal de la iglesia parroquial de la Candelaria de Luceni (altura máxima: 34 cm.) se obró en 1827, como nos lo atestigua la inscripción dispuesta en su tape, en la que se lee: “Se hizo Para la Yglesia de Luceni. Año de 1827”. Su forma responde al perfil que es más frecuente en esta tipología cerámica, con cuenco y tape semicirculares. Su decoración, trazada en azul, verde y amarillo, recubre enteramente su pared exterior, con líneas onduladas en el cuenco, y orlas vegetales bordeando la inscripción del tape, en las que se combinan temas derivados de los repertorios del siglo XVIII y motivos más simples propios del siglo XIX, los primeros formados por flores de alcachofa de aspecto carnoso y matas de trazos escalonados dispuestos en simetría y los segundos consistentes en tallos enlazados de los que salen hojas dibujadas con menudas pinceladas curvas. La pila bautismal de Luceni presenta la misma decoración que aparece en la pila de la parroquial de San Cristóbal de Muel, hecha ésta por “Miguel Bizente en 1796”, y tiene el interés de mostrar la larga pervivencia que tuvieron algunos motivos florales barrocos hasta bien entrado el siglo XIX. La pila bautismal de la iglesia parroquial de la Asunción de Figueruelas (altura máxima: 32 cm.) se hizo a mediados del siglo XIX, tal como lo demuestra su directa relación con otras vajillas de Muel fechadas entre los años 1843 y 1848 que recogen idéntico repertorio ornamental. En este caso el cuenco semicircular con solero marcado se dejó en el color blanco de su cubierta de barniz de estaño y la decoración se concentró en el tape, grapado de lado a lado para restaurar una rotura que debió producirse en el mismo siglo XIX. Su decoración es similar a la desarrollada en otros centros españoles de la época, como Manises, tanto por su policromía de vivas tonalidades azules, moradas, verdes y amarillas, como por su ornamentación vegetal y geométrica, que repite cenefas de hojas alargadas, coloreadas y rayadas, flores de varios pétalos y motivos de cintas de diseño curvo. Esta pieza muestra una decoración similar a la de la pila conservada en la iglesia parroquial de Berbedel, de cronología poco posterior.

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Pila bautismal de Figueruelas

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Finalmente, la pila bautismal de la iglesia parroquial de Pedrola (altura máxima: 42 cm.) se encargó al comenzar el siglo XX, indicándose su propiedad y el año de ejecución en sendas inscripciones trazadas en su tape y cuenco, en las que puede leerse: “Pedrola. Año 1901” y “Parroquia de Ntra. Sra. de los Ángeles”, leyendas trazadas en azul de cobalto que constituyen la única decoración aplicada a la pieza. En compensación a esta sencillez ornamental su forma imita la tipología de las soperas de la vajilla de mesa, repitiendo su perfil estilizado Pedrola. Pila bautismal con dos asas en forma de aleta y cogedor alto aplanado. Su fábrica se corresponde pues con la última etapa de producción de Muel, momento en el que también se encargaron otras pilas bautismales de sencilla factura para las iglesias parroquiales de Bureta y Bisimbre.

Bibliografía ÁLVARO ZAMORA, María Isabel, “La cerámica”, en VV. AA., El espejo de nuestra historia. La Diócesis de Zaragoza a través de los siglos, Zaragoza, 1991, pp. 425-436. ÁLVARO ZAMORA, María Isabel, “Cerámica aragonesa”, en VV. AA.,Cerámica española, SUMMA ARTIS, vol. XLII, Espasa Calpe S.A., Madrid, 1997, pp. 221-288. ÁLVARO ZAMORA, María Isabel, “Aragón y Alcora. Relaciones, influencia y adaptación de la moda alcoreña en los alfares aragoneses”, en Actas del congreso El conde de Aranda y su tiempo, Institución Fernando el Católico, Diputación Provincial, Zaragoza, 2000, pp. 479-524. ÁLVARO ZAMORA, María Isabel, Cerámica aragonesa, Ibercaja, 3 tomos, Zaragoza, 2002.

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