POEMAS, RELATOS Y REFLEXIONES

POEMAS, RELATOS Y REFLEXIONES CONCHITA BERMEJO POEMAS, RELATOS Y REFLEXIONES Universidad de Murcia 2006 Bermejo Jiménez, Concepción Poemas, rela

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Story Transcript

POEMAS, RELATOS Y REFLEXIONES

CONCHITA BERMEJO

POEMAS, RELATOS Y REFLEXIONES

Universidad de Murcia 2006

Bermejo Jiménez, Concepción Poemas, relatos y reflexiones / Conchita Bermejo.- Murcia: Universidad de Murcia, Servicio de Publicaciones, 2006 176 p. ISBN: 84-8371-631-3 I. Universidad de Murcia. Servicio de Publicaciones. II Título. 821.134.2-1 “19” 821.134.2-3 “19”

1ª Edición, 2006 Reservados todos los derechos. De acuerdo con la legislación vigente, y bajo las sanciones en ella previstas, queda totalmente prohibida la reproducción o transmisión parcial o total de este libro, por procedimientos mecánicos o electrónicos, incluyendo fotocopia, grabación magnética, óptica o cualesquiera otros procedimientos que la técnica permita o pueda permitir en el futuro, sin la expresa autorización por escrito de los propietarios del copyright.

© Universidad de Murcia, Servicio de Publicaciones, 2006 Dibujo/pintura portada: Carlos Segura Camazón I.S.B.N.: 84-8371-631-3 D. Legal: MU-1.616-2006 Impreso en España - Printed in Spain Imprime: Tipografía San Francisco, S.A. C/. San Nicolás, 31 30005 MURCIA [email protected]

La Universidad de Murcia en colaboración con la Caja de Ahorros del Mediterráneo, en homenaje a Conchita Bermejo Jiménez, que fue primero alumna de esta Universidad, y luego profesora en su Facultad de Letras (Departamento de Filología Clásica), ha decidido sacar a la luz sus escritos. Varios de ellos, muy pocos, habían sido publicados; algunos habían recibido –hace más de cuarenta años– premios muy importantes en su momento, pero nadie podía imaginar que Conchita tuviese guardadas en sus carpetas tantas páginas repletas de belleza, sensibilidad e inteligencia. Sin embargo, tampoco nadie que haya tenido la suerte de conocerla se sorprenderá de lo que va a encontrar en este libro. En él habla directamente al corazón y a la mente el alma, hecha dolor y esperanza, y sobre todo amor, de una mujer verdaderamente excepcional. Francisca Moya

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POEMAS

RENACIMIENTO

Hoy es amanecer y primavera, hoy es, también, infancia recobrada. Amor caló mi alma desolada con lluvia de perdón y luz primera. La aurora me conduce hacia el ocaso como la paz propicia y llama al sueño. Amor es, ya, razón, futuro y dueño de un alma amanecida por su paso. Gacela y corzo en libertad vivida me siento. En paz con la naturaleza. Soy hierba humilde en humedad nacida, Conservando la huella de la vida porque anido mi ser en la certeza de que Amor gana siempre la partida

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TIEMPO

Ayer, tan sólo ayer, cuando, de pronto, se le rompió una esquina al horizonte y te metiste en él. Ayer, cuando te hiciste ventana elemental, sin rejas, sin cristales. Sólo luz y aire. Tú mismo, hoy, eres aún ayer. Y hay, todavía, un olor tímido y verde a manzana nueva. Pero hay, también, un malsano deseo de regreso previo. Un no querer calzarse los pies con el camino... ......

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Hoy, tal vez, sea un día sin horas, sin minutos. Un día sin latidos ni silencios. ...Hoy las “idus” propician un pacto con el miedo... Porque hoy es, ya, mañana. Y mañana se escribe, siempre, en clave de misterio. Y en piedra dura. En tiniebla interior. En duda. ....... Pero, mañana puede ser, también. un cálido latido bajo la antigua piel. Una esquina del alma, un único reloj con una sola hora... Esa que basta para volver del revés todas las cosas. Porque mañana eres tú mismo. Y algo que estalla dentro cada día. Lo vital y lo eterno. Una fuerza que rompe tu corteza, que desnuda tu esencia, que te hace fruto, almendra. .......

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Ayer, hoy, mañana. Tu vida, tu misterio. Tiempo ...

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EL RÍO DE LA VIDA

Como el cristal se ha roto mi pasado. Herido está el presente, y el mañana es sólo piel vacía de alborada. Todo es atardecer y estoy cansada. La hora de la duda es siempre larga y en esta primavera que se anuncia no hay bullicio ni luz, sólo renuncia, que secaron mis hojas las escarchas. Hubo un tiempo cercano todavía.

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ADVIENTO DEL HIJO

Mujer, contigo, que acunas una vida en tus entrañas, se hace latido el mundo y se completa. ............. Un día, Amor acompasó sus pasos a los tuyos y nueve lunas pálidas vigilan ya tus noches y tus sueños. Después, la luz, en un tiempo cercano encenderá tus ojos, y sentirás viviendo el gozo y el dolor, la plenitud y el límite. Te sentirás misterio... Contigo, entonces, la tierra toda alumbrará la primavera en pétalos de sangre florecida. Un temblor de tus manos y una caricia nueva envolverán al hijo y lloverán estrellas. 16

Para él has vestido la cuna con hadas de los cuentos, y canciones antiguas, que tú cantarás quedo, invocarán su sueño. .............. Mujer, contigo la vida se convierte en metáfora eterna de lo bello.

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VIENTO

Deja que un viento vivaldiano enfríe tu epidermis de esa calentura del vivir diario. Aléjate del número y la recta. Elige ser guijarro de húmeda piel. Y, como él, desgástate cantando con el agua del río. Deja que el viento cuente tus cabellos uno a uno y se equivoque. Y que vuelva a empezar. Aleja la certeza como una tentación.

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No te importe que el viento arranque las hojas del viejo calendario, que es posible en Enero, un sueño caliente de verano. No disputes al viento mis versos, mis hojas, para un libro. Déjalos que sean sólo árbol sin índice, sin páginas, con pájaros.

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ADIÓS

Te has ido, ayer, y nos hemos quedado sin el calor de tu mano entre las nuestras. Por delante, un camino por hacer y sin tu huella. Te has ido, ayer, y te has llevado, contigo, la mañana. Sólo queda la tarde y el cansancio. La lumbre de mi leño ya no escribe palabras en el aire, ni calienta. Ayer, la vida ha puesto rejas en todas mis ventanas. Mañana... mi esperanza mentirá: Florecerán de soles las ventanas. Y mentirá alegrías de encuentros renovados. Mañana... esperaré tu vuelta. Y que el tiempo me vaya deshojando. 20

PAISAJES

Los árboles del camino, de tu camino, solo están definitivamente plantados desde Virgilio. Ahora y no antes aquellos paisajes vistos tantas veces, que no contemplados, paisajes en espera imposible de una fecundidad intelectual, paisaje sin idilios.

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LA SEMILLA A María, con quien anduve un trecho breve de camino.

No era una noche más; era la muerte sacando a la razón de su cimiento, cambiando en estupor el sentimiento, anonadando, en fin, a lo más fuerte. Era noche llegada sin remedio. Sobre la realidad de tu latido presente inútil ya de lo que has sido. Y regreso imposible del sendero. Quiero buscar semilla de futuro cuando amanezca en luces tu recuerdo; dejar la noche y su dolor oscuro. Semilla es la sonrisa que dejaste, mariposa clavada en tu retrato, aleteo de vida al contemplarte.

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AMIGO

Gracias te doy, Señor, por el amigo. Árbol plantado junto al cansancio nuestro. Y mano abierta, que ofrece el pan y el vino a nuestra soledad. Gracias te doy, Señor, porque con el amigo no reseca la sal el labio nuestro, y la palabra tiene humedad de río… Porque es orilla. Y sabe de la alegría y del dolor de quien camina y lo comparte. Que es contraste de nuestro propio yo, de nuestra propia idea, y es olvido fecundo del yo mismo. En él estás, Señor, en el amigo. Hecho carne de nuevo y carne a mi medida. De nuevo como hombre. Sin principio ni fin, pero sujeto en esa coordenada –espacio, tiempo– teorema de tu amor y mi destino.

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Voy entendiendo que te has quedado en medio de los hombres, sin marcharte del todo... Te has quedado, Señor, en el amigo. Y has llenado de Ti, entre los dos, calladamente, esa tierra de nadie del silencio.

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ORACIÓN POR LA PAJA Señor, yo sé que al hombre para estar contigo le bastan pocas cosas; un pedazo de suelo, una estrella y, en medio, Señor, en medio... nada.

No he llegado a saber si el hombre se pregunta, cuando llega el silencio, por qué vienes, Señor, hasta nosotros cada año. Por qué no te bastó buscar al hombre una vez sólo. Por qué te olvidas del tiempo y del espacio y eres siempre. un Jesús nuevo y esperado. Yo quisiera entenderlo siendo paja, porque milagro y Dios siempre han andado entre lo elemental y lo sencillo. Tú creaste el Amor y este amor tuyo te hace tomar su carne cada día, cuando llegas envuelto en pan y vino en esa perpetua Navidad que es luz de día nuevo, en cada Eucaristía. Es difícil ser paja. Cuesta dejar el lastre de las cosas, volver al día séptimo y encontrar el descanso. Hoy el hombre se ha circunstanciado mutilando su esencia Era señor y se ha vendido esclavo.

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Sólo el dolor redime al hombre de las cosas y le llama de nuevo, para buscar la recta, para encontrar el pedazo de suelo y unirlo con la estrella. Haz que el hombre, Señor, te encuentre entre tu paja, desnudo, un año más. Yo siento que has venido porque me ahogan las paredes de mi casa, y los regalos fáciles y el adorno brillante, y ese bullir inútil de navidad forzada, querida por los hombres como fiesta, que no es Epifanía ni Misterio... Haz que vuelvan las cosas a su exacto sentido. Haz que vuelva la paja. Y el pastor, y la ofrenda sencilla del panal con la miel. Y la hogaza. Haz que el hombre se encuentre con Dios-Hombre para que crezca su propia navidad, para que Él nazca... Sin espacio ni tiempo. Quita al hombre, Señor, su circunstancia. Devuélvele su esencia, que apunta a las estrellas y limpia su mirada. Sálvalo de la asfixia de las cosas que tapan al hermano, al que sufre, y haz que el hombre vea al hombre, que su mano se prolongue en otras manos, que esté su corazón vacío porque haya dado y ya no tenga nada.

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Perdóname, Señor, porque este año –cerca tu Navidad– se me ha roto la voz. Pero te canto. Porque viniste y, contigo, va la esperanza y la alegría y el gozo sin medida. Y porque al nacer Tú, tu llanto ha fecundado para siempre la lágrima.

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COMO DEL RAYO “En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto, como del rayo, Ramón Sijé, con quien tanto quería”.

Aún no estaba tu muerte pronunciada cuando llegó, del rayo conducida. Tronchada está la rama florecida del tronco de mi vida, y desgajada. Te has ido sin dolor, único alivio de este llanto que cubre de silencio el cantar de las cosas; de cilicio el goce por la luz de un día nuevo. Tu presencia anunciaba la esperanza, la paz y la alegría, que amor eras y verso, al que tu nombre convocaba. Hay tristeza en el aire por tu falta, aunque en la noche, al contar estrellas, nació una nueva que ilumina el alma.

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IMPROMPTU

Ingresé en la Academia como “lector amable”, Francesca presidía; a su lado un “milagro” cercano asesoraba y yo leía. Muy despacio intentaba desnudar mil palabras en virginal sentido y, sin prejuicio, recrear, entender, afincar... Resultado final..... el concepto era el propio vestido.

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DANITA SIN CANTOR

Equidisto de Danita a quien presencio, y de Mercedes a quien escucho. A lo lejos, horadándome, el recuerdo de unos versos de Miguel en voz de Joan Manuel en el niño yuntero.

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LATIDO

Yo he sabido que vivo porque me dueles, soledad, y este dolor es mejor que el vacío. Yo he sabido que vivir tiene un sinónimo tibio: llorar, y eso es mejor que secarse. Presiento que habré de seguir sabiendo... Porque la vida me sigue llorando adentro, y alumbrará saberes, con el amargo gozo de haberse fecundado con dolor primero.

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[PORTASTE CON TUS MANOS]

Portaste con tus manos la antorcha de la vida de tal suerte que es fuego creador, calor de vida, compañía real.

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HUÍDA

Me perderé donde el silencio duerme y el asombro se torna desengaño; donde, callado, un corazón inerme troca cada latido en nuevo daño. Alguien fundió el oro acrisolado y la roca fue arena en mi desierto. El vino del ayer lo derramó el amado... ya no calienta el sol y llora el viento. La vida queda rota como cristal roto en fragmentos perdidos. Me perderé sin llanto buscándome a mí mismo. Regresa la mirada, ya no queda camino.

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PLENITUD

Desarbolada estoy de amores nuevos, que era tan hondo el tuyo que bastaba, Mi propia identidad tú completabas. No existe para ti ningún relevo... Hermoso puede ser en adelante sentirse en soledad acompañada; plena de identidad recuperada, por tu recuerdo vivo en cada instante. No entiende la “razón” el sentimiento ni quiere comprender razones vanas. La rosa no precisa pensamiento. Si contigo te llevaste la mañana queda el atardecer y en él te siento y vives para mí por siempre, hermana.

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[QUIERO...]

Quiero arrancarme trozo a trozo tu recuerdo, que me envuelve y no deja que nazca de mí misma mi verdadero ser. Porque te quiero vivo, palpitante, cercano a mí, o enfrente. Quiero, sí, levantar mi campamento junto al tuyo, por encima de las voces y del tiempo. Ser los dos un “presente indefinido”. Y ya no estás.

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LLANTO EN LA NAVIDAD Ven, Señor, otra vez. y hazte hermano del hombre en esta hora. Porque el mundo se pierde en la tiniebla. Y es medianoche ya.

Yo he sabido de siempre que hay una Epifanía necesaria dentro de cada hombre. Que hay una Teología de la angustia. Que el hombre busca... Que Tú bajaste a él en medio de la noche, para ahuyentar su miedo de que caiga la tarde para siempre. Ahora, Señor, el hombre necesita tu Navidad de nuevo. Necesita llegar hasta tu establo, permanecer allí como en un punto cero. Sin antes ni después, sin ropaje de ideas. Porque ahora, Señor, en esta encrucijada el hombre se ha encontrado desnudo de Fe y de Esperanza. Sin amor en sus manos...

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Sin nada que ofrecerte. Con lumbreras distintas que señalan caminos diferentes. Con los profetas falsos. El hombre ama la Luz. El hombre busca. Y mira. Y están sus ojos llenos de preguntas. ................... Viniste Tú en una medianoche. Nacer Tú de Mujer ha sido compartir la carne y la pregunta, pasmar al hombre y dar respuesta a su hambre de Dios... Por esto yo te llamo, Señor. Por ese hombre. Y te traigo mi llanto como ofrenda. Yo te pido por él que en esta medianoche apunte una Luz nueva. Para que entienda que Tú marcas la senda, pero el camino nunca será camino sin su huella.

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[A QUINA]

Son tus cabellos pálidos como el sol que alborea en la mañana. Y son tus ojos claros el cielo azul que con el sol se hermana. Pero no admiro ni tus cabellos ni tus ojos tanto, como la maravilla sublime y el encanto del puro resplandor de tu mirada.

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PARABELLUM

Árboles tiernos, dóciles al viento y, ya, tronchados. Campos húmedos, de lluvia y sol recientes y sin semillas que alumbrar en fruto. Sois vosotros, muertos de cada amanecer y cada hora, envueltos, cuando aún bosteza la mañana, en un nuevo sudario, un diario que huele a tinta y sangre frescas. Sois vosotros, que habéis perdido ya, por repetido, el nombre propio de Noticia, y a quienes apellida un epitafio breve: “Parabellum”. En vosotros alguien violó, con una muerte joven, la virginidad de la mañana. Y en vosotros alguien silenció la palabra y aprisionó la idea. Caín ha vuelto y ha muerto, sin nacer, un amor nuevo. ...................... 39

Decidme que la carne de los muertos reverdece con cada primavera y que florecen sus bocas de palabras. Decidme que habrá poemas nuevos por cosecha. Decidme que todo se interrumpe, que nada se termina, porque me duelen vuestros años no cumplidos en cada coyuntura y en cada hueso nuevo. No me dejéis a solas con este interrogante que volverá infecundo el pensamiento. Que no quiero marcharme con los otros a la orgía del ruido y de la carne. Que quiero que me duela mi piel antigua en esperanza nueva.

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ÁRBOLES

Y le han salido alas, no sé dónde, que duelen hacia fuera desde dentro de él. Sus ramas son amigas del viento y se empluman con pájaros y juegan al vuelo inaugural de primavera, pero, fieles, no quedará vacío de su presencia el monte y siempre, encontrará su sombra (la sombra del árbol) el hombre.

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TE HARÁS DE NUEVO COMPAÑÍA

Te harás de nuevo compañía en el instante en que una flor se muere, porque nadie la llama por su nombre. Siempre que la belleza quiera posarse en nuestra tierra y hacerse humana. Quiero firmar como las aves en el cielo. Te has ido ya y te has quedado y te haces de nuevo compañía, en el ave que rubrica con su ala el cielo y en la flor que grita en colores su alegría. Y sólo yo sé que al irte te has quedado.

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RECUERDO

Como golondrina que rauda pasara, volaste ligera sin peso en tus alas, sin peso terreno ni carga mundana. Tu vida recuerda la ilusión de un hada, que se desvanece con solo mirarla ……... Pero aunque tu cuerpo su vuelo en la tierra dejara, como golondrina que rauda pasara hacia las Alturas, veloz y certera, volaba tu Alma.

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[ESPERA]

Mujer, Amor te hizo un camino de esperanza dentro. Ahora, cada noche realizas el milagro de doblar el tiempo. Otro ritmo vital, otro latido, borda cada noche con misterio el cañamazo del silencio. Un día tu vientre florecerá en herida y tu garganta en grito. Estará cerca el hijo. Tu carne será ya, lamento y aleluya.

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Y el llanto de tu hijo teñirá al llanto del mundo de esperanza. Su piel devolverá a la rosa el terciopelo. Y tú en la luz nueva de sus ojos olvidarás tu ayer y tu gemido.

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[MENTIRA]

Mentira es la vida que se rompe y la impotencia es tu carne verdadera. Tu soledad está sola y están solas tus manos aunque se aferren a las mías. Que no hay vida ni muerte. Que verdaderamente No hay vida ni muerte compartidas.

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IN MEMORIAM A Mimí

Nadie podrá trocar en compañía mi soledad de ti, mi mal de ausencia. Que eras en mí amor y esencia, y era mi vida en ti lo que vivía.

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[EN TU ORILLA]

Me he quedado en tu orilla para siempre, anclada, inmóvil, en espera incierta, y en certidumbre clara de tu ausencia, aunque algo vivo anula realidades y niega a la razón sus argumentos. ....... Después de ti no hay soledad posible. Tu paso por la vida, tu momento fue pasado y presente, y es futuro. Dejaste plenitud por alimento.

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CAMINANDO… Olvida tu zurrón, pastor, en buena hora, que vamos a Belén. Y es un Dios solo y desnudo quien te espera.

No le ofrendes, pastor, las cosas. Ofrécete tan sólo tú, tu palpitar, tu voz, tu grito... que es la vida. Aquello que es tu esencia y que te lleva a Dios. No le lleves, pastor, tu zurrón y tus cosas porque, entonces, el rico ofrecerá mejor... Ofrécele tú a Dios tu “yo” entero. Llévale tu verdad. Esa verdad que has ido repartiendo. Llévale a tu Dios, reconstruido, tu “puzzle” verdadero. Y considera tu Amor y tu verdad... Ofrécele, pastor, tu “yo” completo. Culpable e inocente. Ese “yo” diferente en cada geografía, en cada tiempo. Y llévale, por fin, tu hambre de ser sincero un día. 49

Sal al encuentro del Hombre-Dios y el hombre nuestro, en este escalofrío de la Historia que se llama Belén. Sólo, entonces, podrás volver a por tu ofrenda, podrás llevar alegre ese cordero ingenuo a tus espaldas, porque, ... después de Medianoche, no puede ser el mismo hombre que amanece...

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MAÑANA...

Mi futuro es ayer y mi marcha un inútil regreso. La esperanza, una mentira que inventaron los hombres. [Idea del suicidio que nunca es total porque la verdadera vida ya la hemos perdido al irse él.]

Mañana, será mentira el sol y yo seré mentira.

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Hoy no estás. Apenas eres ya la huella imprecisa de tu paso. Sin ti mis manos se han quedado vacías del tiempo recobrado. Ese tiempo que ahora se escapa como arena infinita, grano a grano. Tú estabas allí, hecho costumbre y beso. Yo, junto a ti, sentía llenarme como un vaso sediento. Entre tú y yo, a veces, un galopar del alma, a veces un silencio. Y un Vivaldi cercano desgrana otoños, caldea inviernos.

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Supe pronto contigo que estaba por nacer un mundo nuevo. Contigo, el mundo para mí estaba definitivamente hecho.

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RELEVO

El misterio profundo de la piedra se puede penetrar con ojos limpios, y encontrar el latido de lo inerte al acercar calor con nuestras manos. Y se puede vivir con alegría, un día y otro día repetido sin mañana, sin sol y sin caricias; porque el destino es la vida nuestra, es andar despertando para otros amaneceres tibios. Que el silencio vegetal de un tallo roto puede ser grito, vida, en otro tallo joven.

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[TE HAS IDO YA]

Te has ido ya. Te has quedado irremediablemente a la orilla pasada del río de mi vida y no habrá encuentro ya, aunque mi mano te esté perpetuamente abierta, por si acaso. No volverás y, sin embargo, yo siento cada noche que mañana te harás de nuevo.

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[NACÍ]

Nací, y el mundo estaba hecho sin mí. Sentí que un mundo nuevo, el mío, estaba por hacer. Y para hacerlo tuve que conocer la lágrima, escuchar la palabra, y el silencio. Que la sonrisa es evangelio entre los hombres. Sonreír para anunciar un evangelio. Mi aliento estaba allí. El mundo, sin él, no ha estado nunca hecho. Voy a morir mañana, pero tengo... Pero yo muero hoy

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[PALMERA...]

Una palmera escondida me hace guiños de sol esta mañana en que todo está oscuro menos ella. Y siento mis raíces subir y atravesarme en verticales.

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TÚ ESTÁS AHÍ

Estás ahí Como un amanecer a media tarde. Desnuda de palabras. Vestida de ti misma y de verdades. Tan cercana y tan lejos... En mi horizonte hay una nube rota y pedazos de río por el suelo, y telarañas grises en el caos. Por compañía una espalda cansada y un tiempo largo para buscar en él y no encontrarse. ....... Pero tú estás ahí y, ahora, en la esquina del alma, habrá un reloj callado, con una sola hora, esa que basta para volver del revés todas las cosas. 58

Y habrá ya, para siempre, una nube redonda y un río repetido y telarañas rotas. Y un latido de vida bajo la antigua piel. Y habrá una cuenta atrás, un Omega jugando a ser principio. Y no un Alfa. Porque tú estás ahí. ..... Tú estás ahí, y hay una luz que nace y un alma amaneciendo de piel nueva.

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A MI CRUCIFIJO ROTO

Señor, te rompiste y tus manos se quedaron clavadas en el madero. Tu cuerpo de marfil, roto, cayó a la tierra, dejando marcas de Amor en el suelo. Allí la sangre, el sudor y el peso se confundieron, el peso de los pecados de esta humanidad sin leyes y de los hombres sin freno. Tú solo, Señor, podías con aquella carga inmensa. Sin darnos cuenta te echamos lo que ya tanto nos pesa. Al mirar mi Cruz te veo, veo tus manos abiertas, sin sangre, blancas, sin vida... como esperando a las mías para redimir la tierra.

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Mis pasos inciertos van buscando aún una meta. ¿Dónde te escondes, Señor? Que yo gane mi carrera Ayúdame Tú a llegar, que yo quiero acompañarte a subir por el sendero, y déjame que yo lleve el peso de tu madero.

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AMÉN

Señor, porque se ha vuelto amén mi vida entera, yo te la ofrezco. Y te ofrezco mi amén, duro y cortante. Amén de roca y llaga, de árbol deshabitado, de pájaro sin rama... Tú sabes de este amén porque ha empapado tu amor esta palabra. Y porque has sido, Señor, en mi camino horizonte, tormenta, encrucijada. Toma Señor, hoy, en ofertorio este amén mío, rebelde, de alma cuarteada y hombre roto. Este amén de orillas infinitas... porque siempre, también, tu amor ha estado metido hasta mi entraña y he sentido tu voz cuando dolía ... y la vida quemaba. ........

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Contigo, sin darme cuenta apenas, he entendido la Fe y la alegría, y este amén- nacido en soledadesse ha vuelto compañía. Contigo, la nada y el silencio son plenitud y voz. Señor, contigo... hasta la piel vieja del hombre alumbra un hombre nuevo cada día. Toma mi amén, Señor, porque es tan mío como mi voluntad. Porque ha costado que la carne se rompa, y el viejo “yo” se quede lejano y olvidado. Acéptalo, Señor, que voy camino de entender que es más tuyo que mío. Y que, decir amén es tener en los labios un vino fuerte y recio, y una mano en mi mano.

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CUENTOS Y RELATOS

A LA NIÑA DE LAS MARIPOSAS

Tenías cuatro años… Cuatro años sólo y el suave color de la miel en tus grandes ojos. Parece como si te estuviera viendo… Menuda y espigada. Inquieta y saltarina como un joven animalillo más de los que corrían por nuestro huerto. Tostada por el sol del verano y del invierno y, siempre, con una pregunta asombrada y nueva que se asomaba tímidamente a tus ojos. Tú eras solo eso, una niña… Poca cosa, nada, para un mundo siempre preocupado y febril con sus problemas, pero mucho en tu pequeñez, una síntesis de lo mejor de ese mundo apresurado del que yo huía cada día para refugiarme en ti, en tus preguntas incansables, en tus caprichos pequeños, en tus juegos… ¿Te acuerdas? Cuando el sol se escondía tú venías, cansada, hasta mí con un pequeño tesoro entre tus manos; mariposas doradas, esas pequeñas mariposillas que acudían a docenas a nuestra gran lámpara del comedor a la hora del atardecer y que dejaban su polvillo de oro entre tus dedos. Te entusiasmaba aprisionarlas y ver que, aún así… volaban con sus pequeñas alas. Luego, ya acostada, me hacías dejar mis pensamientos y llevarte más mariposas hasta tu cuarto.

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A mi me gustaba, entonces, pasar mi mano por tu pelo liso y suave, que tenía el mismo reflejo dorado de las alas de nuestras mariposillas… No he sabido nunca qué extraño vínculo tendrías tú con ellas, que también volaste un día calladamente y ya no estás. Y yo me alegro, ¿sabes?, me alegro porque tus cuatro años eran mi mayor riqueza y yo le tenía miedo a ese momento en que dejarías de ser mi niña, la niña de las mariposas… Miedo a que el sol de la mañana de tu vida, al ir creciendo, fuera borrando el fresco rocío de esos primeros años. Por eso a mis ojos les cuesta trabajo llorar tu ausencia y ríen al recordar tu alegría. Por eso yo te guardaré las plumas de los pájaros y los molinicos de viento y las flores del algodonero, aunque el casero me regañe. Por eso yo seguiré cantando al atardecer de cada día y guardando para mí todas estas cosas hasta que llegue el día de poder contártelas… Tenías cuatro años… Cuatro años solo y el suave color de la miel en tus grandes ojos… Aún recuerdo una tarde en que, con tu cara toda mojada de lluvia fresca y reciente, me preguntabas: “Y la luna, ¿también se moja?” Ahora ya sabrás la respuesta a todas tus preguntas, pero yo te conozco y sé que seguirás preguntando, a las nubes y al viento y a los pájaros. Tú eras así. Tú eras distinta. Y yo te quería porque no huías de mí como los hombres. ¿Te acuerdas de mi temor a las niñas mayores? Algunas veces, al pasar cerca de ellas me llamaban eso que tú no comprendías muy bien todavía y yo me enfadaba. Me llamaban “la loca”… Y ahora, ¿sabes?, ahora ya no me asusta esa palabra, ni me da 68

miedo que te hagas tú otra niña “mayor”, porque ya para mí siempre tendrás el tesoro de tus cuatro años. Porque te seguirán gustando las plumas de los pájaros para jugar con ellas y seguirás riendo. Aquella risa tuya, confiada y limpia me curó de muchos miedos. Y por tu risa yo aprendí a reír también… Y aunque sé que los hombres murmuran de mí y me compadecen, yo no hago caso. Dicen que debería llorarte… ¿por qué? Dicen que no debería cantar… ¿por qué? Y me aconsejan que no siga viviendo en nuestro huerto y que me distraiga. No sé qué me contiene para no gritarles a voces mi secreto, la pequeña historia de esta breve vida tuya que fue y que es ahora el impulso de la mía… Pero no les hablo. No me entenderían. Ellos hablan con otras palabras y no comprenden las nuestras. Cuando paso por donde ellos, les oigo hablar en su lenguaje. Hablan de coches, de superávit, de vacaciones… Y yo paso tranquila y feliz por entre estas cosas con mi carga de tesoros para ti: mis plumas, mis flores de algodón, mis piedras de colores… Y entonces sé que soy más rica que ellos. Y ellos también lo saben y me envidian. Sí; me envidian. Lo he visto en sus ojos muchas veces. Y saben también que tú y yo hemos alcanzado la felicidad aunque no lo digan con sus bocas de hombre, y aunque tú en tus cuatro años no hubieras llegado siquiera a entender su significado. No te importe. Los hombres, muchos hombres, saben pronunciar bien esa palabra y gastan su vida entera tras de alcanzarla sin conseguir lo que ya tú, tan poca cosa, la niña de las mariposas, tenías plenamente… Y son hombres, pequeña, fuertes y altos, tan altos como Pedro el molinero, el que te subía hasta las últimas ramas de las moreras con sus manos seguras y ásperas para que tú misma cogieras la hoja para nuestros gusanos de seda.

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Tú reías entonces, y era tu risa tan limpia, que ni un gorrión huía de las higueras cercanas al oír nuestro alboroto… Tú tampoco huías de mí, como hacían otros, y me enseñaste a coger mariposas y venías saltando, contenta, con una pluma de golondrina entre las manos para soltarla delante de mis ojos y engañarme, diciendo, “¡Un pájaro, un pájaro!” Y dejabas tus juguetes para venir conmigo y enseñarme a jugar con las cosas sencillas y hermosas de Dios… Por eso, yo he olvidado llorar. Por eso, sigo guardando mariposas doradas para ti. Y molinicos de viento. Y piedrecillas del río … Aunque yo ahora sé que tendrás de todo y hasta nubes enteras de algodón sin que te regañe el casero … Por eso canto al atardecer. Por eso y porque sé que hasta los ángeles se quitarán las plumas de sus alas de oro para que tu juegues. Y, no sé, no sé; se me está ocurriendo si no debería yo tirar todas las que tengo por si, cuando, dentro de poco, vaya a llevártelas … ya no te gustan.

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EL PRECIO

Se sintió absolutamente solo… Notó cómo le hería la desnudez de las paredes de su sencillo cuarto. Era como si acabase de nacer. Como si llegara tarde a su propio nacimiento… Y la vida le fuese hostil desde el principio. Después de muchas horas seguía sin comprender nada. Ya… ni lo intentaba siquiera. A fuerza de pensar había como agotado su posibilidad de razonamiento. Sólo quedaba, eso sí, el recuerdo de su fe en el amigo y la constancia de su absurda traición. ¿Por qué? * ** Miró nuevamente el periódico. Y, una vez más, sin que la lógica del mundo de lo real fallase nunca, se encontró con la noticia. Y, obsesionado, otra vez volvió a leer “aquello… Sí, estaba todo. En la síntesis apresurada de un periodista. Como homenaje al triunfador, como éxito literario de escritor premiado. Y premiado por ello, precisamente por ello… Instintivamente apartó sus ojos y su mente del periódico. No necesitaba leerlo. No precisaba de aquel pobre resumen de un argumento, de un tema que, para él, guardaba todavía la vivencia de un cercano tiempo que fue largo, tremendamente lento… Y demasiado doloroso para ser ofrecido ahora a los demás como mercancía… Pero allí estaba. Y al precio alto de una amistad. Por diez mil pesetas… 71

Notó, que, a su pesar, una sonrisa amarga le distendía los músculos contraídos desde hacía rato. Consideraba las treinta monedas del Maestro… El precio por un amigo no había subido mucho… Se decidió a salir. Afuera lo esperaba el quehacer diario. Un quehacer sin dilaciones. Urgente. Como todo lo suyo. Y se imaginaba como un autómata, moviéndose entre los hombres. Entre esos hombres de los cuales uno cualquiera, el mejor para él hasta ese día, lo había vendido. * ** Todo había comenzado un día parecido a éste. Llovía. En el alma también… Entonces se conocieron. El tiempo suficiente para ser amigos. Amigos de siempre, no de antes o de ahora, que la amistad nunca es vieja ni nueva. Es o no es, como las cosas grandes… La confidencia llegó sin proponérselo. Y su alma encontró el gozo en aquella inesperada amistad. Las palabras salían al principio tímidas, temiendo estorbar, pero, luego, atropelladas, impacientes, como una necesidad imperiosa de diálogo… Era una historia de las que sólo pueden contarse una vez… porque hacen daño; eran las ansias apostólicas de un hombre joven estrellándose ante la caída, total, sin paliativos, de la hermana única. La impotencia, el fracaso, ante el derrumbamiento moral de una mujer que es el único lazo familiar que le liga a los hombres. Y que desprecia sus palabras, sus razones, su sacerdocio joven. Que la humilla… Que llega hasta el insulto brutal a su propia hombría… Era, luego, una “noche oscura” larga. Eran dudas, vacilaciones. Las horas amargas en que el edificio de una vocación sincera se tambalea. Algo íntimo, doloroso, de lo cual había extraído, sin embargo, una especie de madurez que no conocía… 72

Ahora llegaba a comprender el triunfo del amigo; su obra llevaba la impronta de lo verdadero. Había sido hecha sin situaciones falsas. Con un dolor que, antes de valer diez mil pesetas, había herido la carne palpitante, viva… * ** Se encontró llorando sobre su nuevo fracaso humano. Abrazado fuertemente al altar. Sin que le importasen los ojos, siempre burlones, de los monaguillos… A solas consigo mismo porque sentía vergüenza de llegar hasta Dios por todo aquello… Comprendía, sin embargo, que aquél era su sitio, porque él, aunque hubiera llegado a desearlo en ocasiones, nunca podría ser un hombre vestido de gris… El escritor – ya ni siquiera se atrevía a llamarlo amigo – había debido encontrar en su sotana el atractivo de una problemática, de un mundo aparte. Abrazado a aquella piedra se sintió más fuerte. Surgía en él un nuevo sentimiento: el de su propia realidad. Algo le hacía comprender que él no había sido vendido totalmente. Tan sólo una parte. Lo más débil. Pero él… no. Y es que vender dolores ajenos, hollar intimidades podía ser una traición, una trata repugnante y cruel… nunca un auténtico triunfo. Era ya tarde. Aquel día había deseado con más fuerza que nunca que llegara la noche. Que el periódico cesara de gritarle en resumen esquemático, lo que aún hería su alma y su carne. Deseaba sentirse a salvo de las miradas de la gente. El aparecer ante los demás ese día había constituido un esfuerzo de su voluntad sobre el deseo. Se sentía como desnudo y un pudor elemental le impulsaba a la huida… Con el amanecer del día siguiente, la voz chillona del chico del periódico le trajo la conciencia del paso del tiempo. Y, afortunadamente, el escritor y “él” habían dejado de ser noticia en veinticuatro horas… El diario “Hoy” 73

–título flamante en letras rojas– parecía pregonar con la brevedad de su nombre la caducidad cierta de las cosas. Abrió el balcón. Respiró el aire húmedo. Tuvo conciencia de su propio existir… Y se creyó a salvo. * ** El tiempo le dijo que estaba equivocado. La preocupación de aquellos primeros días le llenó la mente no dejando paso al sentimiento. Pero, después, la conciencia de su soledad fue haciéndose en él “clima” y se sintió envuelto en la niebla de la tristeza, en la inercia de las cosas… Sufrió una segunda “noche oscura” y la aridez de su espíritu llevaba, esta vez, camino de convertirse en una constante. Siguió vegetando, corporal y espiritualmente. … y llegó el verano. El éxodo de los hombres. La soledad de las tierras y de las cosas. Intentó, entonces, preocuparse por los que quedaban. Volcó su celo ministerial sobre ellos. Procuró visitar con mayor frecuencia la “capital”, siempre apresurada y con cierto aire de cosmopolitismo… De intento buscó amigos, aumentó su sociabilidad, pero todo en un sentido genérico, con el único alcance que da el mundo a la amistad… Cuando su agenda se llenó de nombres nuevos y sus horas de vaciedad, había transcurrido casi totalmente aquel verano. Un verano en el que el sol no había dejado paso a la nostalgia, a la amargura. Vinieron las lluvias. Septiembre. Y se rompió de pronto la envoltura artificial de las cosas… Todo tomó nuevamente su exacta dimensión. Fue entonces cuando le llegó el giro. Cinco mil pesetas exactamente… En el remite un nombre del cual había querido olvidarse.

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Aquella cantidad suponía la mitad del viejo premio literario. Sólo el entenderlo así le hizo subir oleadas de sangre, de vergüenza, hasta su rostro… Aquello era demasiado. El, que nada había tenido nunca, considerado ahora, como ironía, socio… “capitalista”. Después de la vergüenza vino la indignación, un romperse de nuevo ese equilibrio, esa paz, por la cual había venido luchando… No tenía noción del tiempo. No sabía qué hora podría ser… ¿Temprano? ¿Tarde? Y ¿para qué?… Sólo tenía conciencia de algo palpable; llovía. Otra vez en su vida la lluvia… Por dentro y por fuera. Todo tenía ese olor fecundo de tierra mojada. Ese olor que debió de ser desde siempre privativo de la esperanza que ya habíamos hecho verde un día. Esta vez la lluvia le traía, sin embargo, una idea nueva de fecundidad hasta su corazón. La tierra húmeda era promesa… vida nueva. El debía dejar también que esa lluvia que sentía en su interior fecundara, alentara impulsos, generosidades… Entonces, aceptó. Palpó el dinero que ya no le hacía daño… Su voluntad aceptaba la venta de su antiguo dolor… Aquellas cinco mil pesetas no pertenecían al mundo de los números… Sabía que con ellas podría tapar muchos agujeros de los “suyos”, de esos hombres, de esas mujeres, que, al menos una vez al año, le llamaban “Padre…” y por quienes tenía que velar. Y algo indefinible le decía allá en su entraña que aquel dinero, aquellas cinco mil pesetas, como los panes y los peces del Maestro, no iban a acabarse nunca…

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LA CALLE

Desde la ventana de Andrés se veía la calle, se oía la calle. Y se olía la calle. Era larga, inmensa, con dos hileras de árboles como centinelas. Siempre dijeron que hubiera debido llamarse avenida. Pero se quedó simplemente en calle; la calle larga. A veces las cosas, cuando niños, parecen mayores de lo que son y, luego, el hombre las hace a su tamaño y las domina. Pero Andrés, pasada y lejana ya su pubertad, seguía viendo su calle inmensamente larga y también inmensamente importante. Había llegado a conocer las costumbres, los gestos, las idas y venidas de sus vecinos. Era, para él, como haber visto muchas veces la misma película. Al único quiosco de la calle acudían, puntuales y cada mañana, las mismas personas que compraban siempre el mismo periódico. Andrés conocía también a los árboles de su calle, aunque nunca llegó a saber cuántos eran. Había intentado contarlos una y otra vez inútilmente. Al fin se contentó con aplicar una extraña fórmula de su antiguo profesor, dejando lo que éste llamaba una sucesión abierta… Lo que jamás consiguió fue saber cómo el último y lejano árbol se hacía primero dos, luego tres y después se perdía hasta transformarse en una larga mancha verde cuando el buen 76

tiempo llegaba o en una confusa maraña de ramas amarillentas y desnudas allá por el invierno. De pequeño, en las tardes increíblemente doradas del otoño, había jugado con los árboles a contar los agujeros fugaces que el sol hacía entre sus ramas, sembrando la calle de monedas de oro que nadie recogía. Otro elemento importante del horizonte cotidiano de Andrés era el bus. Un autobús nuevo, azul metálico, que entró enseguida a formar parte de la fauna habitual de la calle. Recorría periódicamente el mismo trayecto, repitiéndose, también periódicamente, el frenazo brusco de la llegada, seguido de las carreras de los retrasados y las protestas por el polvo y el humo, y el rápido arranque. Su marcha borraba las voces, regalando a la calle un corto silencio. Aquel bus, grande, potente y sin embargo dócil, como domesticado, era una contradicción. En Andrés levantaba siempre la inquietud de lo que se intuye y no se deja atrapar por la razón. No sabía por qué pero en su interior aquel nuevo y reluciente autobús y él mismo se fundían misteriosamente en una misma y única personalidad. Andrés rechazaba aquella domesticidad del bus pero en el fondo, y sin saberlo, era su propia dependencia contra lo que se rebelaba. Pero la verdadera vida de la calle no estaba en sus árboles ni en el bus, ni siquiera en aquellas personas acostumbradas. A la calle la alimentaba de vida aquel tráfico palpitante y vertiginoso que la recorría día y noche y que sólo se detenía brevemente ante el guiño rojo del semáforo. Los coches dejaban un olor espeso que casi se palpaba y que emborrachaba de “viaje” a Andrés, porque su calle no olía a gasolina sólo, olía a viaje. La contaminación, el humo, los ruidos, los decibelios, sólo estaban en los 77

demás, que, al vocearlos, agrandaban los peligros con su propio temor. De ese ambiente que todos rechazaban Andrés emergía decidido como el único superviviente y, lo mismo que la calle, recibía un soplo cálido de vida en aquel ir y venir de los coches cada día. Un coche que pasaba y se perdía apenas visto era siempre una posible aventura imaginada. Un interrogante para el cual Andrés buscaba siempre la respuesta. Entonces era no sólo protagonista sino director de su propio destino. Desde su ventana Andrés veía aquellos coches que venían no sabía de dónde y los veía crecer, llegar ante el semáforo, detenerse y proseguir después de hasta los puntos suspensivos en que acababa su calle. Para él eran una invitación a vivir, y a vivir intensamente. Las voces que hablaban de contaminación y ruidos iban quedando como el fondo monótono que arropaba su vida. Pero la calle para los demás se había hecho insoportable. Finalizaba Abril y sentía crecer dentro de sí aquel desinterés por los estudios que le anulaba en clase. Paralelamente le había entrado una especie de prisa loca por vivir cada instante. Una tarde le despertó un fuerte olor a gas-oil que pronto despertó las repetidas protestas de su hermana mayor y de su madre. Hacía tiempo que hablaban de un cambio de piso. Y Andrés temió lo peor; aquel conocido golpe seco de tos de su madre ponía la rúbrica definitiva. Él supo que la suerte estaba echada. Su familia supo que Andrés había perdido el curso. Y el verano se quedó estéril entre dos paréntesis: los exámenes de Junio y Septiembre. ……………………….

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La nueva casa quedaba aislada de ruidos y el aire era transparente y limpio. Asomada a una plaza silenciosa, redonda y quieta. Pronto Andrés le pondría un nombre. Siempre le había gustado poner nombres a las cosas. Era como darles vida. Caminaba Octubre. Aquel mes le había bastado para aprenderse la plaza Quieta como la llamaba. En contraste con su antigua calle aquí los coches estaban siempre como de regreso. No había posibilidad de aventura. Los coches venían simplemente buscando un lugar en el aparcamiento y allí quedaban, inmóviles, añadiendo silencio. Este le permitía oír en los atardeceres cortos de aquel otoño aquello que sólo conocía a través del poeta ; las voces de las golondrinas, pero aquella algarabía de la bandada, reuniéndose antes de emigrar, le sonaba como una despedida y se sentía profundamente triste. Él no era ya dueño de su propia aventura. La plaza misma era una realidad sin mezcla de fantasía ni de misterio. El agua de la fuente central un simple engaño; era la misma siempre. Iba y venía sin escaparse nunca. Veía a su madre contenta y sabía que el sueño de una casa nueva, sana y con jardines delante había sido soñado para él. Pero pasaban las semanas y Andrés sentía crecer algo invisible que lo separaba de aquella plaza quieta. Aquí sí podían contarse los árboles. Estaban dispuestos a un lado y otro de la fuente, en semicírculo. Evocaban un coro de tragedia griega. Parecía como si hubieran estado siempre allí sin necesitar que una mano los plantase. Aumentaba la separación entre el nuevo horizonte y Andrés. Su inconsciente había ido fabricando un muro de cristal a su alrededor y se sabía impotente para atravesarlo. Todo era como un gran escaparate que le ofrecía las cosas sin dejárselas alcanzar. Un agujero negro acabaría 79

en cualquier momento con aquel potencial de fantasía, aquella capacidad suya, que mantenía oculta, para mover los hilos de las marionetas creadas por su mente. ………………………… El rugido del tubo de escape de una ocasional moto le trajo nuevamente los ruidos familiares de su calle y aspiró, buscándolo, el perdido y antiguo olor a viaje de la gasolina. Y volvió con él al viejo sueño : porque Andrés pensaba ya como uno de aquellos coches que, apenas nacidos al principio de la calle, crecían y desaparecían, perdiéndose hacia el horizonte. Estaba decidido. A la mañana siguiente se levantó tarde. Llovía. Miró distraídamente el pequeño río que, al borde de la acera, arrastraba hojas y papeles a un destino gris… Era sábado y todo descansaba. Pensó en lo fácil que sería que, a causa de la lluvia, le bajaran al cine cercano para pasar la tarde. Allí esperaría. Cuando las luces se encendieran habría llegado el momento único de acudir a la llamada verde de los semáforos. Iría entre los coches como un extraño compañero de viaje, pero no cerraría los ojos. Su cuerpo entero y su mente, ágil como nunca, estaban largo tiempo preparados para sentir la libertad. Entonces Andrés llamó a su hermana. En aquella hora la necesitaba. Ella como nadie sabía comprobar y ajustar cada tuerca, repasar uno a uno los tornillos, engrasar las junturas con cuidado, mimar, en suma, todas aquellas piezas de brillante acero que formaban su silla de ruedas.

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MI AMIGO MARCEL “Queremos buscar en las cosas, que por eso nos son preciosas, el reflejo que sobre ellas lanza nuestra alma”. Marcel Proust

Necesité al tiempo. Y el tiempo estaba allí, inasequible. Al menos para mí. Ya era de otros. No tengo el tiempo de ayer para refugiarme o para morir poco a poco y antes, y apenas hay mañana para cobijar mi latido inmenso y vital. ¿Por qué este enfrentamiento feroz entre deseo y potencia, siempre irreconciliables? ¿Por qué el mañana es joven si crece desde la piel ya seca del hoy? ……………………………… Y encontré a Marcel. Nos veíamos con poca frecuencia al principio. Después la compañía fue a más. Si bien yo nunca le acompañé verdaderamente a él, porque era suya la primera palabra. Confieso que llegó a ser para mí como ese “alter ego” que a veces necesitamos, aún a pesar nuestro. Marcel era mi pregunta, y eso bastaba. La respuesta, la plenitud, eran sólo un misterio que había que anclar en la esperanza. En nuestros encuentros había palabras, pocas. Íbamos adquiriendo ese especial grado de amistad que teme agotarse en la expresión, que guarda algo que no debe germinar sino mañana. 81

Hasta que un día nos encontramos con la tortuga, aunque si bien, no con una tortuga cualquiera, sino precisamente con Camila. Los niños, los que nos rodeaban curiosos y también aquél que cada uno de nosotros guardaba dentro de sí, le habían puesto ese nombre. Digo que mis ojos eran totalmente incapaces de descubrir lo visceral en aquella tortuga. Para ello hubiese tenido que atravesar siglos enteros de caparazones renovados. Pero esto que mis ojos no podían sí lo había conseguido la mirada infantil. Cosa curiosa esta de las posibilidades humanas… Confieso que tampoco era del todo inteligible este encuentro mío con Marcel precisamente en la tortuga, y, sin embargo, ahí estaba ella, vértice de un triángulo sin traducción geométrica posible. Lugar de encuentro, hora de encuentro acordados, pero no había un té por compartir, precisamente a causa de Camila. A mí las tortugas siempre me han producido respeto. Un grande y misterioso respeto. Pero cuando caminamos, los árboles del regreso no suelen ya ser verdes. En silencio observé a Marcel. Él viajaba a través de su incansable búsqueda con la mirada fija en aquél caparazón casi inmóvil que, sin embargo, regresaba de una larga prehistoria entrelazada con el hombre. Mientras, yo luchaba inútilmente en sentido contrario, como un Aquiles lanzado hacia delante en la carrera Inútilmente porque a mí siempre me vencería la tortuga. Aquel día de nuestro encuentro con Camila hubo menos palabras que nunca. Marcel debió temer perderse en su propio tiempo recobrado, pero calló. Yo sentía el desgarrón interior de aquella encrucijada que nos separaba en dirección contraria. Yo deseaba como Aquiles vencer a la tortuga, pero ¿dónde estaba ya mi tiempo?

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Lentamente, Marcel comenzó a dibujar algo en el suelo. Los niños, todos, se habían alejado. Me acerqué y contemplé el dibujo.

CAMILA

MARCEL



?

Era su despedida. ……………………………… Acabo de salir de mi ensimismamiento. Siento que algo exterior a mí me llama, me atrae fuertemente. Mis oídos se aturden de momento con el ruido y hay, además un olor peculiar a pólvora quemada y festiva. Mi tiempo ha dado bruscamente marcha atrás. La infancia, ese niño que yo guardaba sin querer, surge ahora con su misma fuerza y tal vez para seguir poniendo nombre a las tortugas. Presiento, gozosamente, un nuevo encuentro con Marcel.

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EN SILENCIO

A Irene le han sobresaltado las campanadas del reloj que repite la hora dada hace exactamente minuto y medio. La desazonan. Tiene un temblor casi imperceptible la mano que sostiene el Chester. Le inquieta pensar que una hora pueda repetirse. No… no puede repetirse. Maldito reloj. Maldito el hombre. ¿A quién engaña? Nunca valdrá el artificio humano, la mentira, en una criatura inalcanzable. El tiempo no se repite. Irene ha acabado por estrujar el cigarrillo en el cenicero. Queda en columna recta el humo. Hay humo en la habitación. Lo hay también en su pensamiento. El humo, aquel o este, no importa cual le ha puesto rojizos los ojos. Unos ojos que ya no son bellos a secas, que son… todavía bellos. Porque no es ya, tampoco, joven a secas. Es… todavía joven. Hay un reloj en la casa que vuelve a dar la hora. Ya, le es igual. No importa… (Había una palabra rusa en las cartas; “Nietchevó”… Una palabra rusa. Cartas… ¡No! Eso no, ¡¡Recordar no!!). Irene ha querido gritar. ¡Que más daba! Podía haber gritado. En Barcelona, había fiesta esa tarde y muchas tardes. Hay gritos en el aire, y lágrimas también, y susurros 84

de vieja. Y vergüenzas de hombres que un día fueron jóvenes, y hoy son multitud, masa que espera en el puerto frente al “Semíramis” que llega. A Irene no le trae el “Semíramis” ninguna realidad. El clamor de las sirenas le hace daño. Es inútil que intente acallar sus voces deletreando sin piedad para su angustia y a gritos, las palabras escuetas del antiguo comunicado de guerra oficial notificando al padre de Andrés Asensio Balaguer, la muerte de su hijo… Y es inútil porque para ella, Andrés, es, desde hace muchos días, una vivencia dolorosa que exige imperiosamente esa realidad que ya nadie más que su recuerdo podrá darle. Irene se sabe joven… todavía, bella… todavía. Cuando “el todavía” no era, ella encontraba a Andrés en su camino. Amor correspondido, pero difícil. Se lucha entre la propia egoísta felicidad y la generosidad, el ansia de dar de esos años primeros. Se habían amado cuando los años sumados de dos seres tienen frescor y un verde tierno de esperanzas. Cuando la primavera no huele a otoños como ahora. Cuando hay conceptos ignorados aún en nuestro diccionario. Cuando no entendemos qué significan “posición social”, “clase media acomodada”…y tantas cosas. Pero aquello fue breve, como breves son siempre los años sinceros de nuestra vida. Él marchó tras un ideario por el cual dio lo mejor que un hombre tiene, un puñado de años, una canción y una vida. Entonces, y muchos entonces después, Irene lo lloró con sincera fe. Y muchas veces, luego, la memoria del 85

muerto podó mezquindades y levantó alas frente al paso de los años que tantas veces, también, empañan horizontes y callan aleluyas de alma joven. Ahora era distinto. Desde que la prensa anunció el regreso de los repatriados de Rusia, no encontraba paz. Se sentía, de pronto, extraña en medio de su mundo acostumbrado, ajena a todo. Convertidas en pesadilla sus horas de vigilia. Queriendo negarse a sí misma la evidencia de “aquello”. Queriendo inútilmente contraponer a la bruma que es ya para ella el recuerdo físico de Andrés, la presencia actual de su marido, que ella hubiera deseado ignorar en esta extraña hora en que un barco llega para acusarla de infidelidad ante ella misma. Son días interminables, alargados por ese reloj insaciable. Y es en vano que ella quiera llenarlos de contenido. Y en vano que entre o salga o cambie palabras que nada dicen con Juan, con su marido, tantos años convertido para ella en asidero firme y ahora solamente orilla inalcanzable de su angustia. Se podrá engañar, pero es difícil engañarse. Irene no encontraba la paz. Pero, ¿acaso deseaba encontrarla? ¿Acaso no era esta zozobra una forma de llenar la vaciedad de su existencia fácil? La tarde huele a fiesta en Barcelona. Pero hay en el ambiente también olor a una primavera extraña que debió ser doce años antes y que para ella es el olor mustio de una primavera muerta antes de florecer… Hay más Cister a medio fumar en la plata del cenicero. Irene odia, sin comprender el porqué, ese cenicero de lujo, tan habitual, sin embargo durante tantos años a su vista. Irene ha aprendido tarde a odiar pero ha aprendido y ya el odio anidará en su corazón. Al conjuro del recuerdo del muerto, odiará ya muchas cosas. Su vida cómoda, su falta de problemas económicos, 86

su vida vacía de preocupaciones, vacía de hijos, con todo resuelto, llena del amor de su marido. Como defensa contra aquella idea obsesiva que la iba dominando, Irene, cuando estaba sola lloraba. Igual podía haber reído, pensaba, y haber reído a carcajadas. ¿Qué podía importarle un cuchicheo de criadas en la cocina? ¿No le habían dicho muchas buenas amigas que una mujer sin hijos resulta siempre a la larga una histérica? ¿No sería el principio todo esto? Pensaba si no sería el constante y generoso amor de su marido la ostentosa protección del fuerte, la sonrisa y los afanes de su familia y de los demás la sinrazón de los recuerdos y su propia rebeldía actual frente a todos la razón íntima que todo demente tiene. ¿A fuerza de humanizar tan extrañamente su primer e incompleto amor, no estaría deshumanizándose ella misma? Algo había, sin embargo, contra lo cual se estrellaba su propia voluntad de odiar: Su marido. Bien que a su pesar, tiene que confesarse a sí misma en ese terrible y dilatado encuentro con el propio yo que es la soledad, que ella sigue amándolo, que el odio frente a Juan es más un deseo que una pasión… Y, porque no puede dejar de amarlo a él, ha aprendido, en consecuencia, a odiarse a sí misma. Le maldecía y al propio tiempo envidiaba a aquellas otras mujeres que, incapaces de guardar fidelidad a un simple desaparecido, tal vez no muerto, se enfrentaban ahora con un terrible dilema en sus vidas, y las envidiaba amargamente porque para ellas los reproches y las lágrimas serían reales, y ella, por el contrario, seguiría luchando día tras día contra un vano fantasma de la mente… De pronto, intentó pensar objetivamente en su vida y en la vida de Juan durante todos aquellos días. Y se encontró cara a cara con su propio egoísmo. Sí, ella podía contestar qué había hecho, qué había deseado, pero desconocía siquiera la existencia, la soledad 87

de Juan, callado, pensativo, ¿acaso acusándose y defendiéndose frente a su propio yo como ella? ¿Acaso, también, acusándose de cobardía, de cálculo reflexivo en aquellos días de su juventud ya lejana frente a aquel Andrés cuyo recuerdo tantas inquietudes levantaba? Podía contestar ella también a estas preguntas. Sabía, con una sabiduría olvidada, estos amargos días, sabía bastante de su marido, aquel no haberse perdonado nunca a sí mismo por su madurez prematura, su aislada mocedad, sin más ideal que el de llegar siempre a ser el que antes lograra una posición estable y desahogada en la vida entre todos aquellos compañeros, muchos de los cuales, como Andrés, le lanzaban ahora su acusación desde ese recuerdo que traían, pegado a ellos, como en una múltiple personalidad, los repatriados del “Semíramis”. Entonces, Irene, comenzó a olvidarse de sí misma. Y penetró en el mundo y en la angustia callada de su marido. Y comprendió, a tiempo aún, que ella, y no la viva presencia del muerto en la memoria de ambos, había puesto enemistad en el aire común, que ella había servido solo para separar el mundo y la vergüenza de los dos… Y sintió que el aire recobraba su perdida frescura cuando, a un timbrazo suyo, entró la criada a retirar aquel cenicero que humeaba todavía. Abrió el balcón y aspiró fuertemente. Se acababa la tarde y, por primera vez, oyó con alegría las campanadas del reloj que repetía siempre la hora. El tiempo no se repite. Y las horas de su angustia pasada no se repetirían ya. Sin embargo, no pudo sonreír. La primavera tendría ya siempre para ella el olor mustio de la flor muerta antes de llegar a ser. Y, entonces, como todas las tardes, se oyó la puerta de la calle y la figura de Juan Montalbán, de su marido, quedó un momento quieta en el umbral. 88

Irene salió a recibirle. ¿Cuánto tiempo había durado todo “aquello”, Señor?… Esta tarde llevaba, por primera vez, un mundo vulgar, sin heroísmos –el de los dos- para ofrecerle.

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SOMBRAS

Estrenaban las hojas un verde nuevo. Llovía.

Cada calle de la ciudad, un mundo aparte. Cada casa, una intimidad desconocida. Cada balcón, una incógnita desde fuera. Un horizonte desde dentro. Balcones grandes, ostentosos, de hermosas y difíciles balaustradas de piedra. Balcones pequeños, vergonzosos. Ventanucas míseras, con la tristeza de un despintado antiguo en sus maderas. Todos, hermanados solo en eso, en ser una incógnita desde fuera, un horizonte distinto desde dentro. “-Madre: llueve… Madre: la luna ¿se moja? “-Chica, ¡qué preguntas! Si miraras más para abajo ya aprenderías tú a no hacer tanta preguntita. Y ¡hala! a dejar ya el balcón, que tu padre entiende poco de lunas y sí de que esté la cena lista cuando llega”. “-Sí madre, sí ya voy, sí yo la oigo aunque no lo parezca, pero, de verdad, madre, la luna, ¿se moja? 90

“-Mira, hija. Déjate ya de tonterías, que no sé yo de qué te van a servir las clases nocturnas y todo eso que os hacéis correteando en cuanto llegáis del trabajo. Que yo bien sé lo que hay que menearse en la casa para andar fregando y barriendo y guisando con las cuatro perras que me traéis, para andarse ahora por las ramas con tanta escuela y tanto aprender qué se yo de zarandajas modernas”. -Madre, no se enfade, que sí nos enseñan lo que usted quiere, y aprendemos muchas cosas de la casa, y a limpiar bien y a cuidar de un niño pequeño y a planchar como a usted le gusta… pero también nos leen, luego, unos libros que a mi me gustan porque dicen cosas muy bonitas y nos ponen música en unos discos que lleva el profesor, pero que no es de esa que a mí me dedican luego cuando viene mi “santo”, sino de una que a veces da como gana de llorar de hermosa que es… Yo, a veces, muchas veces, madre, no entiendo bien esas cosas bonitas que dicen esos libros, pero ¿sabe?, me gustan y quisiera poder entenderlas, no sé por qué. Y por eso, luego, cuando vengo, se las pregunto, pero usted dice siempre que eso son tonterías y me quedo sin saberlas y, claro, ya me da vergüenza preguntárselas a nadie más…” “-Pero, madre ¿me oye?”. La tarde avanza. Las hojas tiñen su verde de oscuro desaliento. …………………….. Llueve. Ha seguido lloviendo. Hay una luz escasa que apenas se filtra ya por los visillos. Solo penetra el alma de la lluvia, ese rumor vital que la personaliza, que la hace “estar ahí”. 91

Es la misma lluvia. Es otro el horizonte que se entrevé desde otro balcón, más dueño de sí mismo. Son otras las personas. Es distinto el ambiente. Pero en el fondo, late un mismo problema. La mujer, en silencio, ha esperado a que lleguen las primeras sombras, ha escuchado largo rato y, luego, se ha vuelto. “-Hija, ¿oyes?… Me gustaría comprender el lenguaje de la lluvia. Hay ratos en que parece casi humano”. “-Mamá: ¿por qué dices esas cosas? El agua no habla y la lluvia es agua que se evapora y sube y forma las nubes. Eso es, mira ¿te gustó la lección de la enciclopedia que lo pone?”. La madre ha callado de pronto. Luego ríe y, sencillamente, contesta. “No, no, hija, es que… se me había olvidado, pero es que también, me venía a la memoria, de pronto, aquel tiempo de la guerra nuestra. Yo era entonces una niña casi como tú, menos bonita, sí, y más asustada, que había visto romper a martillazos las figuras de mi “belén” a mi padre un día y, luego, por la noche, lo había oído sollozar en su alcoba. Yo, jugaba a las muñecas, pero muchos ratos leía libros que mi padre me llevaba, de Julio Verne casi todos. Tú eres aún un poco más pequeña y aún no has leído ninguno, pero yo te digo todo esto porque me gusta charlar contigo como buenas amigas y para que aprendamos a reír y llorar juntas. Pues bien, te decía que yo jugaba a las muñecas muchos ratos, pero que mi padre me llevaba libros para que leyera y aún leíamos juntos. Así pasaron unos meses hasta que un día dijo. “Bueno, esto no se acaba y aquí hay que hacer algo. Saca los libros que tengas del Colegio y yo seré tu profesor”. Y así fue. Porque entonces, ¿sabes? No había clase en el Colegio. Ni clase ni apenas libros, ni banda de 92

Honor como la que tú sacas todas las semanas. Pero, claro, había otras cosas buenas, en cambio. Yo recuerdo que por las tardes íbamos de paseo a la orilla del río y nos sentábamos allí y entonces me explicaba cosas, muchas cosas. Casi siempre empezaba por la regla de tres y por el interés compuesto, pero, al final, después de llenar yo una hoja entera de divisiones con decimales y todo, llegaba el dictado y mientras papá se paraba pensando qué iba a decir, yo miraba al cielo, y me gustaba imaginar cosas y animales dibujados en las nubes que luego se iban deshaciendo. Y así hasta que mi padre me regañaba en broma y decía que otro día seguiríamos. Y es que a él le gustaba entonces jugar conmigo a buscar hormigas grandes y relucientes, de esas negras, y maraquitillas de lomo encarnado y con dibujos, mientras pasaban los pájaros y chillaban, y saltaba cerca de nosotros el agua limpia del río. -“Sí, mamá, pero tú has dicho que era la guerra. ¿Cómo era la guerra?”. “-Pues, hija, ¿qué te diría yo? Papá no me hablaba a mí de la guerra. El no había ido cuando su quinta porque no movía un brazo y yo estaba muy contenta por eso. Y él nunca me hablaba de la guerra. Y me dejaba a mí que hablara con todo lo que yo quisiera. Así aprendía muchas cosas que no ponen tus libros y me hablaban las nubes y el agua y hasta las hormigas… Por eso, muchas veces me gusta oír la lluvia y por eso casi entiendo lo que dice”. “-Pero, a mí me gusta la guerra, mamá. ¿Verdad que tú sí que me vas a contar, después, cosas de la guerra?”.

Se ha abierto, de pronto, inesperadamente, el balcón y se han mojado los cuadernos, los libros… y la banda de Honor. Como por terreno propio ha entrado la lluvia. Se huele a tierra mojada y a río y a juncos y a hormigas negras. 93

La niña sorbe sus lágrimas mientras recoge su banda de Honor mojada. La madre cierra con cuidado el balcón y en una lejanía de nostalgias, sonríe. La humedad amiga de la lluvia ha entrado en sus ojos.

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MEDITACIÓN FRENTE AL AGUA

La gran fuente de la plaza tiene empaque de personaje calderoniano. Parece estar pidiendo su sitio en una apoteosis de auto sacramental….. Cuando salta, airosa, al atardecer, rubia de sol, encuentro su grandeza…. Es como la Gracia. Y es que el agua tiene el atractivo de la criatura limpia de Dios. Es curioso, sin embargo, que el hombre sienta el pudor para la contemplación serena. …El tráfico pasa, rodea incesante la fuente, y nadie siente la tentación de esa locura humana de “aparcar” unos minutos de su tiempo práctico para ofrendar tributo a la belleza. ………………………… El agua y el fuego no cansan. Se enraizaron para siempre en la mente del hombre desde que este sintió la necesidad de pensar. Ha sido compañera, deseada unas veces, temida…. Por esta epidermis de Levante la llevamos dentro como algo mítico….

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Hay un agua bíblica de varas y de Fe y hay un agua evangélica de barcas y de peces. Y es la misma agua siempre. Esta misma, rubia de sol, de los atardeceres de la fuente…… ………………………… Y hubo un día, un atardecer precisamente, en que esta agua sintió en su misma entraña la fuerza, el impulso creador de la palabra de Jesús. Algo eterno, divino, la Gracia, sería como ella, “un manantial de agua viva…”. Y la Vida renacía vigorosa entre murmullos de coloquio entrañable. Con umbría de pozo y perfume espeso de samaritana. …Algo en el agua de siempre saltaría con gozo hasta la Vida eterna. Esa agua viva, es el alma, desde entonces, de todas las aguas. Gracia… Agua… Esa correspondencia de auto sacramental que ahora empieza.

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CUANDO EL SILENCIO LLEGA TRÍPTICO.

HERMANA HUERTA He descansado al fin, después de mucho tiempo. Y he descansado en ti. Al conocerte. Al entender aquel desasosiego que invadía mi alma cada vez que recorría incansable tus veredas, tus caminos nunca iguales, siempre cambiantes y distintos. Porque, durante mucho tiempo, y más cuando mis años tenían el aroma de la fruta temprana, sentía al pisar tu tierra, seca unas veces, húmeda otras, la sensación de hollar una dulce intimidad escondida, una razón de ser que, a sabiendas, permanecía ignorada. Yo he buscado siempre la paz. He envidiado la serenidad de la llanura. Deseaba con ansia ese nivel de las aguas quietas… De ahí mi rebeldía, mi desasosiego, al recorrerte buscando respuestas a mis preguntas… Te amaba, sí, pero sin un porqué. Sólo con una intuición que me llevaba a ti día a día. Pero ansiaba la quietud de la llanura y tú no me la dabas. Busqué otros paisajes. Conocí otras tierras, calladas, sin el grito jubiloso de nuestras palmeras, sin el murmullo suave de tus acequias… Penetré la belleza de nuevos horizontes, donde todo se remansa, donde el espíritu debe hallar el sosiego, la serenidad… Y seguí, a mi pesar, buscando.

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Y tuvo que ser en un regreso, en una vuelta brusca de tus caminos, cuando se hiciera la luz… Estabas tú allí. Nueva, como recién estrenada. Varia, diversa, eternamente cambiante y la misma siempre… Como mi alma. Exactamente. ¡Eso era! Como mi alma, inquieta, viajera de distintos caminos… Y entonces, tus naranjos y tus álamos, tus higueras y tus parras, el monte y el valle conocieron mi alborozo al saberme hermana tuya, de tal manera enraizada en tu profunda entraña. Como si el alma, al comprenderlo se me escapara de mí y ya fuera tuya más que mía… Hermana huerta. Inundada y seca. Polvorienta y húmeda. Que repartes por igual riqueza y miseria. Me habías hecho comprender, al fin, aquel desasosiego interior al recorrerte. Era yo la equivocada. Yo, quien pretendía cambiarme en un imposible. Yo quien, insensatamente, en vez de aceptar… pedía. Tú, humilde, sí que habías alcanzado la suprema sabiduría. Tú, que habías penetrado la esencia última de la auténtica paz… Al fin lograba entender tu llamada. Y lo entendía como siempre había ocurrido todo en mi vida. Pasando bruscamente de la oscuridad a la luz. Sin ambages. Sin aurora previa. Hecha la luz de pronto. Y hecha la sonrisa… Porque, desde entonces, ha habido siempre una voz humana al unísono con la tuya en la alabanza al Creador. Mi voz; anónima, sin sonoridades, pero hecha de júbilo de no saberse perdida… La voz de quien en las sequías de su propia alma buscaba en tus acequias el remanso, la paz. De quien, hallaba en la grácil silueta de tus palmeras el trampolín para llegar a las estrellas… De quien, en las noches oscuras del alma, escuchó su propia caracola gimiendo en las tinieblas, llamando, como tú, en esas otras horas de riada y de duelo. Tú has conocido mis alegrías y yo he participado de las tuyas. Tú me diste a comer del fruto de tus parrales y 98

granados, de la miel de tus flores y tú, a cambio, recibiste muchas veces el cuidado amoroso de mis manos… Y has sabido también del fruto amargo de mi vida. Escondí en ti mis fracasos humanos y sufrí en ocasiones, como tú, la señal de las aguas locas… Hermana huerta… Tengo paisajes verdes en mis ojos y polvo de tus veredas entre mis dedos. Y unos y otros se me escapan… Pero hay en el alma un júbilo, hecho de rumores de acequia y de gritos, de sol, que permanece…

HERMANO MONTE Tengo una deuda contigo, hermano monte… Te debo muchas cosas, es verdad, pero tal vez lo único que no admite dilaciones en la vida de un hombre sea precisamente esa deuda de la gratitud… Y, por ello, hoy quiero romper el silencio que ha rodeado siempre nuestros encuentros. Solía ocurrirme con frecuencia. Pero, hasta hoy, no lo ha sabido nunca nadie. Los hombres supieron, quizá, de mi lucha de cada día, de fallos tal vez, hasta de grandezas y miserias a un tiempo, reunidas en extraña hermandad, pero ignoraron siempre tu presencia en mi vida, que era freno e impulso a un tiempo, vivencia de cada atardecer cuando esa fatiga extraña del que sabe que no puede descansar iba apoderándose de mi alma y de mi cuerpo. Sí, hermano mío… Allí estabas tú, destacando entre el paisaje de palmeras y naranjos que eran como la composición de lugar de aquella íntima meditación con la naturaleza… Había otros montes cerca, y, más lejos, la Sierra de Cartagena, la de Orihuela, la Cresta del Gallo… Pero allí, con una definida personalidad, cercano y distante a la vez, tú, Cabezo Bermejo… Diferente, seco y pelado. Rojizo, como si una desconocida sangre viva alimentase tu profunda entraña… Firme, majestuoso, como un Sinaí donde resonara la voz de Dios antes de llegar a mi alma… 99

Montaña mágica desde la cual cambiara el concepto y la visión de las cosas humanas… Te recortabas sobre el horizonte y el sol, al ponerse, te dejaba unos instantes aquella túnica de luz que, un día, le regalara Tagore, para que tú la tiñeses de escarlata… Después, ya oscurecido, mis ojos seguían largo rato contemplando tu silueta, y entonces. ¡Qué intensidad la de aquellos momentos! ¡Cuánta renuncia imposible se hacía fácil a tu sombra, cuánta lucha y qué de triunfos que el alma alumbraba entre dolores…! Tú permaneces y he de confesarte que, al alejarme, he sentido tu ausencia en muchos atardeceres inquietos de mi vida… Nadie lo ha sabido hasta hoy pero la lejanía lleva a la confidencia en un impulso, vano tal vez, de acercamiento. Ahora ya no espero nada. Porque mi palabra ha quebrado el silencio, ese silencio que era entre los dos diálogo abundoso y fértil… Pero era necesario que volviera a ti y el hombre tiene sólo la palabra para buscar el encuentro: Por ti, hermano monte, he sabido que es buena la dureza de la piedra para descansar fatigas del espíritu… Por ti encontré muchas veces la paz. Tú me enseñaste sencillamente a permanecer… Y ahora comprendo que hay en mi vida un minuto largo de eternidad, que te debo por aquellos atardeceres en que tu firmeza ponía un contrapunto a la inquietud, al desasosiego de un alma de la cual huía tantas veces la fortaleza… Nadie lo supo entonces. Nadie lo ha sabido hasta hoy, en que, quizá, se haya roto el encanto para siempre, pero he sentido de pronto la necesidad de gritarlo muy fuerte a los vientos para que cuando los hombres te encuentren, al marchar o al volver, en medio de su camino, detengan su prisa unos instantes, contemplen tu imagen inhiesta y firme y agradezcan a Dios la caricia hiriente de sus rocas… 100

¡MAR! A ti nunca podría mi voz llamarte hermano… Porque te he amado en silencio demasiado tiempo para no saber que serás siempre para mí como ese amor imposible, como ese eterno ausente que nunca se alcanza… Siempre deseé fundirme con tu espuma y nunca pudieron rozarla mis pies. Ellos sólo caminaron por orillas sedientas y únicamente el polvo fue su compañero. Tú nunca me saludaste con la paz… Ansia imposible, ausencia infinita, no podías aliviar, mi carga porque eras lejano e inmenso. Ni tu voz ni tus silencios me acompañaron nunca y el murmullo incesante de tus olas ahogó para siempre mi llamada… Tú dejaste la sal en mis pupilas sin saberlo y por ello luché contra ti a pesar mío. Para que esta sal no secara también mi corazón… Yo hubiera querido soñar fuera del tiempo en tus orillas. Pisar tu arena con mis pies desnudos. Sentir la pequeñez… Pero ni aún esto me fue dado. Hube de ser David no deseándolo y renunciar a ti para seguir yo sola… Pero el amor me lleva a ti aunque ya sepa que el surco no permanece nunca abierto en tus entrañas como en la tierra. Que olvidas pronto… que no esperas. Y sueño desde siempre con tus playas, con tu eterno volver. Con la alegría de tus calmas… Con la gaviota. ¡Y con tus furias también! Con el poder que siempre me has negado. Y he buscado tus huellas en la tierra. Y he vestido de azul mis esperanzas… No he descansado nunca en ti y no he sabido del horror de aguas encrespadas. Te has alejado siempre… Pero, ya ves, no sé decirte adiós… No sé apartarme… Me voy… y volveré. Como vuelven tus aguas a romperse en espumas cada día. Y es que hay algo en ti que nos iguala, que hace que te llame en el silencio. Tu incesante avanzar. Yo sé por ti que en esta vida es engañosa la arribada y que el puerto está siempre más allá de nuestra vista 101

humana. Y prefiero por esto navegar en tus aguas inquietas. Convertirme en espuma y al llegar a la playa quedarme allí para brillar al sol… Y esperar que una nube me llamara…

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ACUSE DE RECIBO “Cartas de la hora veinticinco” “Si me quieres escribir Ya sabes mi paradero: En el frente del Jarama, Primera línea de fuego…”

No son los frentes de batalla lugar ad hoc para un florecimiento del género epistolar, literariamente considerado, pero hay como una súplica angustiosa e implícita en esos cuatro versos de la canción… porque en un frente sí hay una necesidad, una tremenda urgencia de diálogo, de correspondencia… Porque el hombre necesita de la palabra. Y precisa del calor humano de una simple carta anónima, indeterminada, aún en esa hora que limita en lo divino con la eternidad y en lo humano con la muerte… Los hombres, no el hombre que, como abstracción, tiene siempre un valor, no esperan hoy como el soldado del Jarama. No esperan ni una carta ni la muerte, porque la prisa ha borrado de nuestro diccionario transcendencias y significados. Ahora se decide, se lucha por llegar y tan duramente (“acriter” que diría un romano) que aún antes de entrar en combate ya hemos perdido algo; ese minuto largo de eternidad, la calma, la espera, propicia siempre al prodigio al milagro… El hombre sí. El hombre despojado de su pluralidad, señor de sí mismo, espera en el milagro de la palabra amiga. De esa palabra que puede, o no, ser perdón, aliento, impulso, freno… pero siempre, lisa y llanamente, compañía. Que el hombre, amigo mío, necesitará también siempre del hombre para su alivio o para su contraste. 103

En alguna parte debe haber, sin duda, un sitio para esas cartas que no hemos escrito y para aquellas que nunca recibimos. O para las que no dijeron lo que hubiésemos debido decir. Para estas habría algo así como un infierno, mientras que aquellas serían para nosotros un premio, un auténtico gozo del espíritu. El hombre se ha comunicado siempre con el hombre. De una forma u otra. Pero en la carta esta comunicación se ha despojado de énfasis, de todo dogmatismo. Como si el escribir en primera persona obligara a una espontánea sinceridad, promesa siempre de esa propia verdad de la cual tantas veces huye el hombre. Pero esto es un frío preámbulo que no estaba en la intención… Y debe ser un acuse de recibo, una acción de gracias sencilla y amable, como una tarde soleada en la que el milagro entrara a formar parte de las mismísimas leyes de la naturaleza… Sin disquisiciones, sin teorías, con frescor… Escrita sobre papel pautado, en gracia el alma y en paz el corazón…

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CARTA A UN MUCHACHO DEL CAMPAMENTO DE CÁRITAS

Perdóname por no haber ido a despedirte. Pero los hombres tenemos el corazón lleno de cosas que hubiéramos querido hacer un día… Yo hubiera querido en esta ocasión meter personalmente las seiscientas pesetas en tu macuto y haber sentido, al mismo tiempo, el calor de tu mano en la mía… Y ahora que te has ido, que se ha hecho más fuerte en mi conciencia tu hermosa realidad, tu existencia, un poco dependiente de mí por esas pocas pesetas, ahora quiero que tengas “tu carta”, esa carta que se espera siempre en cada campamento y en cada hora trascendente o difícil de la vida. Una carta sin consejos, sin advertencias, sin avisos. Escrita con sencillez, al atardecer, con Dios entre nosotros. No te he preguntado tu nombre. Ni yo te he dado el mío. Es mejor así. La vida tiene sus propios misterios y este de sentirnos vinculados por el amor a un desconocido merece la pena de no intentar siquiera revelarlo. Yo tenía unas cuantas razones para escribirte. Y, sobre todas ellas, el deseo imperioso de decírtelas. Porque quiero que sepas que tu marcha me ha llenado de alegría y de nostalgias al mismo tiempo. La alegría de haber comprado para ti por seiscientas pesetas unas horas, unos díasdemasiado pocos – plenos de sentido, apretados de ilusiones y de proyectos, intensos y distintos. Nostalgia y tam105

bién pena por tenerme que quedar “a este otro lado” sin acompañarte, sin irme contigo, mano con mano, hermanados sencillamente en alegría, que no en años, ni en conocimientos, ni en otra cosa que en hacer joven, por tu mirada nueva, algo tan viejo en la vida del hombre como el monte y el pino. Pero cuando se ha alcanzado gozosamente la madurez solo nos queda el recurso de hacer unas maletas o dar unos consejos al hijo que se marcha… Y, a hurtadillas, recordar en la armónica unas cuantas notas de esa canción que es parte de nuestra propia juventud. Yo, consejos ya te he dicho que no estaban en la intención. Sobre las maletas si querría decirte lo que tú y tu vida me habéis hecho pensar… Porque tú no tienes maletas… ¿Qué ibas a meter en ellas? Tú tienes las manos vacías. Lo sé porque los años enseñan estas cosas. Tú tienes, afortunadamente –no te extrañe la palabra– las manos vacías para la ida y esto es casi una seguridad de traerlas llenas a la vuelta… Yo he pensado en las cosas, las excesivas cosas que los hombres necesitamos para marcharnos unos días fuera. Tal vez por ello no hayan campamentos para “mayores”. Tal vez por ello nos sentiríamos incómodos en tu campamento, sencillo y elemental, sobrio para todo menos para el gozo y la risa. Y pienso con pena en esos equipajes molestos del “veraneo” frente a ese breve y veterano macuto tuyo. Porque es buena la lección del macuto. Para que las demasiadas cosas no ocupen ese preciso lugar que hay que dejar en todo equipaje para las ilusiones, para las amistades, para el amor.

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LA CARAVANA Y EL DESIERTO

Arena. Puntos y horizonte. Lejanía. Pero me muevo y el círculo y el torbellino siguen dentro. El sol. La línea forzosa de la caravana. Linealidad. Y el mundo vertiginoso de la mente. Rodear, avanzar en línea… Ha muerto el tiempo. Pero yo no he muerto. Quiero avanzar pero sólo puedo hacerlo en línea, solo puedo esperar un grano de arena y después otro y otro, como las palabras, pero no como el pensamiento. Este me rodea, me asume y me atrapa en espiral, en vorágine. Y quiero conducir mi pensamiento en línea, “arenosamente”, punto a punto, pero es imposible. Quiero escaparme de la caravana. Quiero girar totalmente. Voces. Ordenes, multiplicidad, simul, y el hilo de la vida allí lineal, dependiendo una hora de la hora anterior, un minuto del minuto anterior, un segundo del segundo. Urgencias. La vida en simultaneidad apresurada. Y la vida gota a gota. Arena, caravana… Un hematíe se añade a otro hematíe. Pero… –Tecla correctora. Pero sólo puede borrar letra a letra. Hay que renunciar.Hay un estoicismo necesario y doloroso. Una letra sigue a una letra, una palabra sigue a una palabra. Pero yo soy un todo sin porvenir atómico. 107

La bolsita del té y el agua. Nada puede interrumpirse gestando sus burbujas una a una. Y las burbujas, cada una, subiendo a la superficie. Y el telediario, pesadillas simul. Hasta estallar el sufrimiento y la resistencia de cada circunvalación de mi cerebro, ¡por fin! no lineal, clave descifradora de mi confusión. El solo él, la explicación del todo y la línea, de mi desierto y de mi irrenunciable caravana.

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MAYOR QUE… MENOR QUE… IGUAL A…

Me gusta cantar contigo, Mari Carmen, pero yo sé que tú y yo no cantamos igual. A veces intento hacerlo, pero fallo, porque siempre canto “pensando” y esto es terrible, créeme. Cantamos los sábados, como escape de una semana dura. Pero tu voz es alegre, sin preocupaciones. Yo canto y sigo… “pensando.” El hombre tiene la facultad de pensar, de acuerdo, pero en ocasiones todos huimos de hacerlo, porque nos exige, a veces, cosas tremendas, como “veracidad” nada menos. Pero, basta de paliza. Hablábamos de cantar. Vale. Pues bien; canto, pienso, existo… Algo maravilloso al final, porque este vicio mío de querer profundizar en las cosas, en los “porqué” me ha llevado a descubrimientos de esperanza. A descubrir, por ejemplo, que frente al concepto juventud- biología, existe el de juventud-enfoque. Que del tú y yo surge el nosotros. A encontrar lo universal de situaciones, problemas, angustias que nos urgen a buscar también universalmente su planteamiento y su solución. Cantar contigo, Mari Carmen, José María, Caroli, Chiti, Enrique… y decir juntos: “No soy de aquí Ni soy de allá. No tengo edad Ni porvenir…” 109

es sumirse en algo grandioso, en ese Hombre Total que no descansará mientras no se recomponga a sí mismo como imagen y semejanza de Dios que quiso crearlo así. “Mayor que”, “menor que”, contestaciones, autoritarismos, se funden en un “igual a” cuando tenemos la valentía de afrontar la canción de nuestra juventud “pensando”. Conforme nos volcamos en las cosas buscando honradamente su “porqué”, nos vamos alejando de ese “yo” que tantas veces falsea la realidad.

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REFLEXIONES, PENSAMIENTOS e ideas en fase previa

ESENCIA Y SOLEDAD DEL HOMBRE “Non, je ne suis jamais seul avec ma solitude.” G. Moustaki

En todo acercamiento al misterio de la realidad del ser hombre hay cuestiones que no se agotan en una definición. Parece que, en sus delimitaciones, piden esa flexibilidad que permite, a su vez, la búsqueda constante de inteligibilidad, siquiera para establecer una posición desde donde partir. La soledad no es definible. Tampoco es sólo vivencial. Nos movemos en términos de lo aproximativo, si bien, por ello, también de lo analizable. Pensamos que la proyección comunicativa humana es algo más que una cualidad atributiva. Que pertenece a la misma esencia del hombre. Que sin ella este hombre no es que esté solo, es que está incompleto. El hombre solo no es que no pueda vivir, es que no existe. Porque el hombre solo no está completo como tal hombre; es “algo”, no “alguien”, y algo que exige per se devenir a alguien. La comunicación establece la necesaria interrelación para alimentar la propia vida. Cuando esto no se logra, por incomprensión, aislamiento, marginación…, se proyecta la soledad hacia sí mismo, buscando la íntima comprensión, en definitiva, la propia compañía. El artista nace en este punto. Aquel 113

“A mis soledades voy, De mis soledades vengo, Porque para andar conmigo, Me bastan mis pensamientos.” Es ilustrativo por proceder de un autor tan inquieto como nuestro Lope de Vega. Esta soledad que se torna compañía se actualiza en la canción y en la voz de un G. Moustaki, por ejemplo, porque el arte no ha de ser necesariamente inteligible salvo para el autor, cuando entre él y su obra se realiza la auténtica identidad del propio yo, al establecer una comunicación ideal entre el hombre y su pensamiento, esto es, una autocomunicación lograda, que busca luego, como consecuencia, su proyección, su expresión. Llego a pensar que cuando Descartes afirma su cogito, ergo sum tal vez no se apercibe de que él es, no ya porque piensa, sino porque lo expresa. Hay una falsedad embrionaria en ese vivir nuestra vida cuando intencionalmente se la aísla –no hablamos del egoísmo, que es cuestión abocada a lo moral– porque la vida real de cada uno es solamente aquella que se completa a sí misma con la del otro. Pero hay más. Porque, así considerada la soledad como un “yo incompleto”, este yo es, a la vez, múltiple en cuanto que se completa con el otro, no por fuerza único, sino posiblemente plural, ya en simultaneidad ya sucesivamente. La vida humana no es un todo compacto. Son vidas. Soy en cuanto somos. Porque, cuando mi propio yo vivía, sentía, quería, con aquellos que ahora no están, mi yo era diferente al de este momento. Podemos rastrearlo fácilmente a través de la lírica, de la copla, que descarga en belleza su propia profundidad:

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“Cuando un amigo se va Queda un vacío infinito, Que no lo puede llenar La llegada de otro amigo.” También en las palabras de Miguel Hernández cuando dice: “En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería”. Este yo diferente, incompleto, al que parece referirse igualmente nuestro Garcilaso en otra elegía y que es como diagnóstico certero al propio drama de Miguel. Leemos así en Garcilaso: “El caro hermano buscas, que sola era La mitad de tu alma, el cual muriendo, No quedará ya tu alma entera.” Podríamos llegar a conclusiones aventuradas y tentadoras, como que fuese el “encuentro” lo verdaderamente vivo en nosotros. Es posible que de ahí, pienso, arranque el trauma personal ante la muerte del otro. No es ya que se nos muera alguien; es que se anega el propio yo al no encontrarse en el “nosotros”. Este desgarro psíquico es real, no meramente emotivo o afectivo. La ruptura entre la muerte del otro y la vida del yo, que continúa, produce siempre el escalofrío de lo que no se alcanza a entender, tal vez porque en este punto casi hemos llegado a rozar el misterio de la propia esencia del hombre.

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PENSAR

Las horas de dificultad son propicias al pensamiento. No tanto las horas jubilosas. Estas son como un tonificante para aquellas. Ahora, cara al verano, las horas se alargan, en parte por decisión de los hombres que universalizan así la relación laboral-económica, en parte -y yo diría que en esencia- porque el tiempo es una referencia. Y el verano, como un breve prefijo de esperanza en la vida del hombre. Esperamos el verano como liberación. Ciertamente que limitaría este término, porque es una liberación interna; comienza allá dentro de nosotros mismos una mañana cualquiera de dificultad, una mañana cualquiera amanecida en problemas. Y es que el hombre tiene como base para su equilibrio esta especie de paradoja: el mismo tiempo, que le ata con su horario denso, agobiante, será su liberador al hacerle comprender su caducidad cierta. Cada año alargamos de esperanza y proyectos las horas quietas del verano. El permiso soñado, la posibilidad de algún trabajo extra que rompa la economía estrecha… La ayuda soñada para la casa, siempre pospuesta durante el rígido horario del curso… Y, muy adentro, el deseo de una flexibilidad de deberes y de urgencias que nos llevará a esa hora única, largamente esperada todo el 116

año, en que el hombre, a solas consigo mismo, a solas con el amigo, a solas con Dios, descansa.. Y esto es posible. Porque el tiempo no es sólo la medida de las horas. Podemos medir el tiempo únicamente en la epidermis del hombre y podemos medir el tiempo en la entraña de lo vivido, en profundidad. He aquí, pues, dos medidas de la misma hora. Porque hay hombres que vivieron apasionadamente su tiempo de pocas horas y otros que fueron largos en edad y cortos en el tiempo… Vivir el momento histórico de hoy con equilibrio es verdaderamente difícil. Creo necesitar, personalmente, estas horas largas en esperanza del verano para que mi tiempo sea vivido en paz y serenidad, en plenitud de comprensión y amor hacia los hombres.

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VIVIR

Muchas veces, pensar impide vivir. El especialista del pensamiento, el investigador, o, simplemente estudioso puede, y de hecho corre el riesgo, perder la perspectiva vital del problema y caer en la frialdad de la lógica o del pensamiento “puro”. Pienso pero, temiendo caer en ese mismo riesgo que apuntaba, intento pensar “vitalmente”, es decir, no de forma teorizante sino haciendo un alto en el camino de lo simplemente vivido para reflexionar sobre mi propia o cercana vivencia. Y ello me ha llevado a conversar hoy con vosotros de una manera coloquial y sencilla sobre la necesidad que tiene el hombre de ahora de permanecer abierto al asombro y a lo ilógico. Este asomarse a lo nuevo, a la situación desacostumbrada o inédita sin “escándalo previo”, con ojos abiertos a la verdad, tiene un nombre venerable y antiguo; sabiduría, que, incluso, yo me atrevería a traducir en cristiano como y nada menos que …. humildad. Aún en nuestro vivir meramente humano, el asombro será la ventana siempre abierta, la capacidad de recepción, el necesario entrenamiento para una dialéctica vital, que intenta conocer a su oponente más que juzgarlo. 118

Según esto, vivir así –yo diría que de una manera “racional”– nos alejaría de toda masificación “snobista”. Y, además, nos colocaría en situación de revisión personal constante y seria, porque es inevitable que a nuestra propia esencia se le vaya adicionando el lastre del “ego”, que, tantas veces, quiere de nosotros no lo que es , sino lo que nos conviene que sea… Después de leer lo escrito anteriormente, parece como si partiéramos de un presupuesto evidente; vivir es tremendamente difícil, pero, acaso, sea innato al hombre mismo sentir el atractivo de lo que entraña precisamente un riesgo.

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[VERANO]

El tiempo, esa criatura que escapa a toda definición y que hoy cobra un concepto dramático, se torna amistoso allá por las calendas del verano… Proyectamos, soñamos y, esto solo, aunque no consiga su realidad posterior, es ya una baza positiva para el hombre. Los días engañosamente largos del verano son, a pesar de su espejismo, un margen de esperanza. Se contabilizan las mismas horas, pero estas se vuelven flexibles, amables y se sueña en la amistad reencontrada, en la conversación imposible, siempre pospuesta, pero siempre deseada… como remanso, como sedante de ahora y de siempre. Porque, tal vez, lo más hermoso del verano sea esa hora única, largamente esperada todo el año, en que el hombre, a solas consigo mismo, a solas con el amigo, a solas con el mismo Dios, descansa…

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REFLEXIONES SOBRE EL EVANGELIO DE PASCUA

Asombra la lectura del Evangelio de hoy en San Marcos. La Buena Nueva irradia, con absoluta sencillez, una luz también nueva. Mis ojos han descansado en su lectura como ante un ingenuo paisaje “naíf”. La descripción, el marco, apenas unas palabras salpicadas, que distribuyen su luz: Sol, Madrugada, Aromas, Blanca, Joven Los personajes, unas mujeres: María Magdalena, María, madre de Santiago, Salomé.

Y, contenido en ese breve cuadro, que Marcos pinta con la misma luz del amanecer que describe, el Misterio Mayor que interroga al hombre, que lo eleva y lo trasciende. Hay un instante en esta mañana de Pascua en la que el hombre contempla a la vez y claramente al Cristo y al Resucitado, en que “siente” a la vez las dos Presencias. ………………………………………………………… Pero el Evangelio no es mera descripción estática. En la lectura del pasaje de Marcos encontramos otras palabras que, en el contexto, pertenecen al campo de la acción y el sentimiento: Espanto, Temor, Huída, Estupor, Miedo. 121

Una amplia mirada al presente que nos rodea, y al cual pertenecemos, revela la dramática actualidad de la angustia que revelan estas palabras. Porque el hombre, ahora, se encuentra solo, se siente solo y se esconde entre el miedo y la indiferencia, y , si huye, en su huída sólo encontrará su propia soledad. Y es que este hombre de hoy no hace una lectura nueva, una lectura completa y suya del Evangelio. El equilibrio de ese pasaje de hoy está precisamente en ese contraste armónico de miedos del hombre y Amor de Dios. Creemos que la sencillez expositiva del Evangelista aporta la imprescindible base de sosiego y paz para interpretar la dinámica interna y la proyección viva de la Palabra de Dios. La Alegría Pascual no es solo el gozo de hoy. Es un paréntesis de armonía que se abre ya en la curva grácil de las palmas del Domingo de Ramos, ilumina las sombras del Viernes Santo y se completa en el gozo de la Resurrección. Y así la Alegría del cristiano se hará, paradójicamente, Dolor con el que sufre, Amor con el olvidado, Compañía en la soledad, Fuerza para el débil, Esperanza para el desesperado. Alegría de dar y de recibir. Alegría de compartir.

Porque Cristo ha resucitado, ¡Aleluya!

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APUNTES PARA UNA HISTORIA DE LOS HOMBRES A la memoria de Antonio Mora, vivo en las acciones de quienes han hecho y hacen la Historia de la Humanidad.

Al nombrar a Antonio Mora he suprimido intencionadamente todo tratamiento. Cuando un hombre, que identificó su propia vida con su obra, hace pensar, es porque lleva en sí mismo la fuerza de una auténtica categoría. Es más; precisamente en este intento de definición de su personalidad hay como una nueva perspectiva que nos lleva, de la consideración de hombre-individuo, en una amplificación de horizontes, a la consideración de hombre universal, campo inquietante del pensamiento. Porque el hombre, rico en contenido y truncado en su quehacer; limitado ciertamente en sus realizaciones, pero lleno de metas posibles, es todavía un enigma, pero, a la vez, indicativo de la profunda grandeza de ese hombre cuya muerte, aún en lo puramente humano, no es totalmente definitiva. Hay quienes escapan prontamente a esa primaria consideración de hombre-individuo. Como Antonio Mora, pertenecen a una especial categoría, no dependiente de esa coordenada espacio-tiempo que es tan sólo un punto de referencia en la compleja temática de lo humano. Su propia fuerza hace que su proyección enlace con la universalidad del hombre histórico, del hombre capaz de descubrir su propia grandeza creadora, su capacidad para una tarea de avanzada continua, aparentemente diseminada, oscura 123

o limitada, pero realmente enraizada en una universal armonía. Algo de la vida de Antonio Mora permanece en cada uno de nosotros. No sólo los que hemos sido objeto que recibe, sino aquellos que, por ser como él, pueden realizar esa tarea común que hace posible la historia de las realizaciones de los hombres, la Historia de la Humanidad.

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APUNTES PARA “LA ORILLA” (cuento) (Sustratum filosófico del tema)

“Aquello”… había empezado de pequeña. La sensación de no poder escaparse de si misma. Los porqué de todas las cosas, el misterio de la propia personalidad, planteado antes que los recuerdos de estudiante de una filosofía de Freud y que ahora volvían a su mente reclamando el primer eslabón de una cadena, que cerrada en sí misma no debía tener ni principio ni fin… La orilla, la inalcanzable orilla de certeza la había invitado toda su vida. Y no era la busca del tiempo perdido, era siempre la ansiedad por una certeza, la inquietud de un temperamento que añoraba en su subconsciente la serenidad, la “calmura”, la seguridad. Porque ella a la pregunta siempre. Algo la preocupaba en su quehacer doméstico obligado, pan necesario que otros habían de comer cada día de sus propias manos, de su propia dedicación, porque había nacido mujer y era innato en ella el gusto por el orden, por la justicia pequeña de las cosas bien hechas. Su quehacer intelectual estaba, sin embargo, también ahí formando un todo connatural con ella. Pero esto la hacía sufrir. Muchos no la comprendieron jamás. Llamaban capacidad de sacrificio a lo que no era porque era connatural la trascendencia, ilimitado su horizonte mental de elucubraciones (esta palabra es altisonante, no emplearla) escasos siempre los minutos de un día que a los demás podían parecerles lar125

gos, monótonos. Segismundo aparente (esta idea es pedante en su nacimiento, ojo, pero es válida en su esencia última) era totalmente libre. Entendía el amor como un universal, como algo insatisfaciente siempre en su concreción. Preocupación por las esquelas mortuorias, ¿Todos los que morían habían tenido una vida pensante como ella? ¿Como ella no habían aparecido nunca ante los demás con su verdad entera, reconstruida? ¿Sólo parcelados, perfectos a los ojos de unos, idealistas, en un apartheid vital, para otros, mito exagerado, compasión para otros? Cuando muriera ¿Quién la conocería? ¿Descansaría? Y la pregunta inquietante, terrible, raíz de presuntas culpabilidades. Ser un alfa-más consciente, actuar como tal, avanzar en el estudio, no dar a lo demás esta riqueza de su propio ser, ¿era criminal? ¿Tenía obligación de mutilarse hasta ahí? (Todo esto es el sustratum filosófico del tema. Hace falta no exponer teoría sino relatar hechos cuya motivación o cuya realización esté vinculada, condicionada o explicada por aquel sustrato.) Es interesante y positivo que el personaje nudo sea mujer porque, entonces, su situación de orilla frente a una normalidad segundona, intelectualmente hablando, esta más en situaciones de contraste siempre, es más agudo el problema. En el hombre se admite la abstracción como genuina y disculpable. Se habla de “sabio distraído”. En la mujer no. Se admite incluso la mayor capacidad práctica de la mujer y se estima como “recurso” la presencia de la mujer en las facultades de Filosofía, o de su no aptitud a la investigación o aplicación científica. No se le admite como inquieta intelectualmente.

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DEDICATORIA A CARMEN ROSA del artículo de Antonio Prieto “Un otro yo” de “La Razón” (11 de junio de 2003).

Precioso y real… Cuando me telefoneaste, y mientras te escuchaba, iba comprobando que el concepto de amistad tiene, en verdad, una raíz inexplicable. Este artículo de A. P. lo refleja magistralmente y me llegaba en su contenido a la vez que tus palabras… Cuando te fijaste en el guerrero chino ¿eran tus ojos o eran los míos los que contemplaban? Y ahora que lo contemplo yo ¿soy yo o Carmen Rosa quien lo recibe? Contesta tú… Creo que el ser humano no existe solo. Nadie es solamente él y es hermoso encontrarse con el otro en el propio yo. Gracias.

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HOMBRE, PUNTO CERO

EQUIDISTANTE. En ese punto el hombre está solo. (Idea símil, la de M. Yourcenar en Memorias de Adriano cuando dice que intenta reflejar ese momento histórico –yo no hablo del hombre histórico, sino de la vivencia o periferia que se repite en cada distinto hombre– en que el hombre está solo porque los dioses paganos no están ya y Cristo aún no ha venido.

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SIEMPRE, TODO INCOMPLETO

Siempre me enfrento con un quehacer compacto, impenetrable, con una doble impenetrabilidad: la suya, per se, y la que se deriva de mis armas quebradas, arrebatadas, o que están para luchar en otra parte. Todo en el hombre es o queda incompleto pero en su linealidad, esto es, el hombre tiene un día antes que él y un día después de él. El queda linealmente ocupando, llenando de su vivir un espacio que llega a ser por su propia existencia conjuntada a otros. Pero el drama está precisamente en ese flanco de su tiempo, de su hoy.

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TENGO TRABAJO…

Tengo trabajo por hacer, proyectos, más que tiempo. Este es poco, por los años que me quedan y por la urdimbre propia de mi vida múltiple. Y esto me agobia por la contradicción que entraña, porque la vida no se sirve sola, es como un eje que no existe sin sus radios. Y sin embargo, la inteligencia puede ser domesticada, egoísta o generosamente, para prescindir de lo que ama, y vivir linealmente su propia y siempre solitaria trayectoria.

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CENTRÍPETO, CENTRÍFUGO

Él pertenece a todos y a omnia y esto lo aleja del sí mismo, como aleja la extensión, la multiplicidad de lo profundo del crecimiento y grandeza de lo singular.

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[UNA SONRISA]

Es el vuelo del ave una sonrisa

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[LA VIDA]

La vida tiene tal resonancia, tal fuerza generadora que, por contraste, es lo que hace increíble la propia definitud de la muerte.

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[SIMUL]

Aquel viejo simul (simultaneidad frente a linealidad) de su primer fracaso escolar, pequeña piedrecilla, hoy convertido en martillo doloroso de su mente. El hoy se le quedó colgado del vacío. Sin realidad, sin un después que le diera contenido, sin el ayer que lo umbilicara a la vida real, en círculo, sin salida… … Y se encontró contando traviesas; una dos, una dos, se escuchaba al principio, después –por fin un después– el orden, lo ordenado; algo como un eco, más bien algo que pertenecía a él mismo desde siempre, como el coro griego, se iba haciendo sonoro y acompasado como una segunda piel tensa de ese tambor de resonancias que era él mismo, sonora como una canción de cuna –si presentida desde antiguo– que no llegó a escuchar jamás, non, je ne suis jamais seul avec la solitude.

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[INTRANSFERIBILIDAD]

(La intransferilibilidad de la propia esencia ) La idea es expresar lo que es nuestro debiendo ser de otros. La impotencia del hombre de escapar o hacer escapar a otros de aquella barrera que obstaculiza. Algo así como una especie de justicia distributiva de potencias, agilidades, eficacias…, (y no me basto yo para otorgárselos).

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[EL HOMBRE]

Las cosas, las palabras, los conceptos no son en sí, sino en el hombre que las vivenció, que las hizo, que las pensó, y ellas, las cosas, las definiciones, los conceptos, al ser repetidos o simplemente contactados por nosotros vuelven a ser aquel hombre que estuvo allí primero

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[DESDOBLAMIENTO]

Ante la indefensión absoluta, la búsqueda de la felicidad vivida en un tiempo joven. Dos personajes, pues, que no son sino uno solo en “dos momentos, en “dos tempos”. 1.- El de la dependencia pasiva: la adolescencia 2.- El del amo, también dependencia, aunque de otro signo, activa en función o dirigida a los demás. - Desdoblamiento personal. - Autocompañía como recurso a la incomprensión. - Interacción. - Una infancia sola acompaña y se acompaña de una madurez sola A

B

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[FUTURO Y PASADO]

A juzgar por como se habían desarrollado los acontecimientos de mi vida la palabra futuro carecía absolutamente de significado. No había futuro. Ni siquiera “habrá” era un tiempo real. Pero no, ni siquiera en mi vida se habían desarrollado acontecimientos, tan solo había acontecido la propia vida, pero siempre como una cuchilla que cortaba justo delante de mi pie para frenar hasta cero mi próximo paso. Y el pasado ¿qué era? Algo abortado, sin llegar a ser, parcela ajena.

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[HABÍA ESPERADO]

Había esperado mucho tiempo aquel hueco de tiempo fronterizo entre la tarde y la noche. Mis amigos tenían video … y generosamente me habían ofrecido aquello que tenían. Pero aquel concierto único, capaz de transformar en algo superior la propia mezquindad, que yo esperaba.

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[IDEAS PARA UNA NARRACIÓN]

Aquel otoño nuevo había dejado de verde las hojas de mi árbol. Siempre el tren en lo imposible, porque el tren es destino lineal, lo decidido, despreciador de rutas laterales con la grandeza del conquistador. Aturdiendo con el ruido de la acción, la mente inquiriente y silenciosa ……. Para él, era todo un hoy suspendido en el vacío. Un hoy desesperanzado y circular, sin antes ni después, siempre. Para él, las tardes, la media hora escasa de cambio. (Nota: Narración breve, distinto a cuento)

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[LA VIDA INDIVIDUAL]

La vida individual es una por individuo, pero no localizable en un lugar único. La vida se va haciendo y quedándose a la vez en las esquinas de los demás y su materialización del entorno

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[LA INSPIRACIÓN]

El escritor es siempre un viajero sobre la inspiración. La inspiración es una tensión no interna ni monódica del escritor, sino una tensión que pone en relación violenta –anímicamente- el misterio de la idea frente al escritor que ha de asumirla y expresarla y hacerla inteligible, primero, a sí mismo, después al alter ego. (Una tensión personal frente al misterio de la idea) “Fija las mariposas” (Vargas Llosa habla de la tensión)

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[NECESITABA ESTALLAR]

Necesitaba estallar. Descomponerse. Sus partes, su cohesión se hacía dolorosa, crecientemente dolorosa. Hablaba con alguien, escuchaba a alguien, pero siempre era una sola parte de él quien hablaba, porque el todo no encontraba oídos. Su propia razón, un absurdo. Lanzando cables al mundo de la verdad y sintiendo el dolor del acero al sentirlos clavársele adentro, de regreso. Siempre en sí mismo, siempre él como referencia final. Siempre el circulo, la espiral, lo redondo, lo sin principio y sin fin. ¿Dónde estaba el fin? Lo deseaba ¿Dónde estaba el principio? Quería volver a él. Pero ni su muerte ni su vida eran totales. Lo del brazo era una pequeña muerte. Lo otro, una supervida. Y una con la otra no eran compatibles. Su mente lanzaba cables a la verdad.

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[EN CÍRCULO]

Los acontecimientos giraban en círculo, en vértigo, desde su mente. Quería salir, “rectar”, emplear el “después” y el “antes”. Esto había perdido sentido. Sólo sentía, sufría en estallido. Un día un tren pasaba, iba, venía, y era como escribir y borrar, devolver la sucesión. No podía amar totalmente, en sí misma. Su yo era un todo en círculo.

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[LA SIMULTANEIDAD]

Sobre la simultaneidad de los hechos y la linealidad forzosa de la narración oral o escrita. ¿Técnica imposible la impresión de aquella con los medios de esta? ¿Reflejar vida? La simultaneidad de los hechos y la linealidad del lenguaje. La extrema dificultad de expresar una acción simultánea.

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[EN TOTALIDAD]

Hoy trabajo con fluidez y toco varios temas positivamente porque me encuentro viviendo en este momento mi sola vida. No he de restarme parte mía alguna porque el otro yo la necesita como suplencia de la suya truncada. (X está de visita, con amigos, y yo, en un movimiento de distensión, vuelvo a mi todo y funciono en totalidad).

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UN… MARCO PARA UN FLASH

La existencia humana es fragmentaria temporalmente. Se vive por momentos, por secuencias espacio-temporales. Hay, pues una doble vivencia: la vida lineal que nos pertenece y la que forman los fragmentos desprendidos de ella, que penetran en las vidas de los otros (en las otras vidas) fundiéndose con ellas y creando una nueva situación vital no objetiva, sino múltiple y diversa según las otras vidas que la constituyen. Así, tal persona no me pertenecerá a mí, pero sí aquel momento o secuencia vital suya que se entremezcló con la mía, y que forman en el recuerdo, en la evocación, un todo independiente. Sería algo así como ponerle marco a un “flash”, pero no a la fotografía en sí, sino al hecho que se fotografía.

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OPINIÓN EN LA PRENSA

HEYSEL

Buscar las causas, acercarse a la raíz de los hechos, es un quehacer específicamente humano, inexcusable, si se trata, como en esta ocasión, de actos del propio hombre: A veces, para investigar hay primero que sobreponerse al escalofrío del horror. Así en este momento de nuestra historia cotidiana, esa que hacemos entre todos y de la que con frecuencia somos espectadores en directo. Momento para inquirir, para preguntarse, en lo más profundo de nuestra naturaleza humana, el porqué de unos hechos que cuestionan urgentemente tantos logros, que creíamos definitivos y que ahora se tambalean. Me estoy refiriendo, claro está, al horror del partido jugado entre dos equipos de fútbol, el titular de Liverpool y el “Juventus” de Turín, hace unos días. Creo que la cuestión es de una entidad tal que sociólogos, etnólogos, antropólogos, psiquíatras y otros estudiosos y especialistas del comportamiento humano tienen ante sí un reto. Pero todos, estoy segura, hemos experimentado personalmente una sensación de impotencia, primero, la vergüenza después y, por último, una gran inquietud y desasosiego interior que nos deja dolorosamente clavados en esa trágica pregunta, por ahora sin respuesta: ¿Por qué? 151

Confieso que toda esta reflexión se ha hecho imperiosa para mí en este preciso momento. Estoy leyendo a Tácito (en traducción de J. L.Moralejo), y, de pronto, el texto se me aparece en un tristísimo, presente, porque lo que leo se escribió en pleno Imperio Romano, pero los hechos narrados siguen siendo de aquí y de ahora. Bastaría solamente cambiar los nombres del lugar y de los autores. Y acabo de sentir miedo. El miedo de que a las amenazas de una tecnología futura y estremecedora se añadan, repitiéndose, los horrores pretéritos, que siguen presentes después de dos mil años, arrollando toda razón y dignidad humana. Sin más comentarios ofrezco a continuación el texto de Tácito (Anales 1, 17): «Por el mismo tiempo y a partir de una disputa sin importancia se produjo una terrible matanza entre colonos de Nuocera y de Pompeya, en el transcurso de unos juegos de gladiadores ofrecidos por Livineyo Régulo, de cuya expulsión del senado ya di cuenta; pues, con la licencia propia de las ciudades pequeñas, empezaron por lanzarse denuestos, luego piedras, y al cabo tomaron las armas, saliéndose con la mejor parte la plebe de Pompeya, donde se celebraba el espectáculo. El caso es que muchos de los de Nuocera fueron llevados a la ciudad con el cuerpo lleno de mutilaciones, en tanto que la mayoría lloraba la muerte de hijos o padres. El príncipe delegó en el senado el juicio sobre el asunto, y el senado en los cónsules; pero el tema volvió de nuevo al senado y se prohibió por diez años a los de Pompeya aquella clase de reuniones, y se disolvieron los colegios que habían constituido ilegalmente; Livineyo y los otros que habían provocado la sedición fueron castigados con el exilio». ……………

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El Liverpool suspendido por tres temporadas También los estadios belgas por diez años para las finales europeas EFE. ZURICH (SUIZA): «La Comisión de Control y Disciplina de la UEFA decidió ayer suspender al equipo inglés Liverpool para todas las competiciones inter-clubs durante tres temporadas para las que se haya clasificado, desde la temporada en que el Comité Ejecutivo readmita a los clubs ingleses en las competiciones oficiales. También los estadios de Bélgica serán suspendidos durante diez años para organizar finales de la Copa y Recopa europeas».

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LAS PUERTAS DE LA GUERRA

Lo cuenta así La Eneida: “ Había en el Lacio Hesperio una costumbre que, en seguida, las ciudades Albanas respetaron sin interrupción y que ahora observa Roma, por encima de todas las demás cosas, cuando invocan a Marte para comenzar el combate ; ya si deciden llevar la guerra a los Getas, a los Hircanos o a los Árabes, ya decidan dirigirse a los Indos y seguir hacia la Aurora y reconquistar las enseñas a los Partos. Hay dos Puertas de la Guerra (así llamadas) consagradas por la religión y por el miedo al cruel Marte; las cierran cien barras de bronce y la solidez eterna del hierro y Jano, su guardián, nunca se aparta de su umbral. Cuando los senadores han adoptado la firme decisión de luchar, el propio cónsul (…) abre las chirriantes hojas y él mismo llama a los combates. Es seguido entonces por el resto de la juventud y resuenan las trompetas de bronce con ronco asentimiento. El rey Latino estaba obligado por esta costumbre a declarar la guerra a los Enéadas y a abrir las funestas puertas. El venerable rey se abstuvo de tocarlas y, vuelto de espaldas, rehuyó este nefando deber y se ocultó en las ciegas sombras. Entonces Saturnia, reina de los dioses, descendiendo del cielo, empujó ella misma con su mano las puertas vacilantes y, haciendo girar los goznes, rompió las jambas de hierro de la Guerra. Arde la antes tranquila y 154

quieta Ausonia; parte se disponen ir a pie por los campos, parte van fuera de sí desde lo alto de sus caballos y entre el polvo; todos buscan armas. Unos bruñen los ligeros escudos con aceite, hacen brillar sus dardos y afilan las hachas en una piedra; les complace hacer avanzar las enseñas y oír el sonido de las trompetas. Cinco grandes ciudades en sus yunques inventan nuevas armas. La poderosa Atina, la orgullosa Tíbur, Ardea, Crustumerio y Antemnas, coronada de torres. Vacían cascos para proteger la cabeza, encorvan los trenzados de mimbre para los escudos; otros hacen corazas de bronce o moldean ligeras polainas de maleable plata. Aquí ha desaparecido todo el honor que se tributaba a la reja y a la hoz, allí todo el amor que se profesaba al arado”. (Eneida, 7, 600ss.). La parte del relato de Virgilio que ofrecemos evidencia un dramático paralelismo con nuestra realidad de hoy y se dispara como auténtico flash iluminando descarnadamente lo más hondo de la propia conciencia. Porque Ianus o Jano, el celoso guardián, es el que entre nosotros cierra las puertas del viejo año y abre el nuevo en ese primer día de enero, o Ianuarius, que celebrábamos gozosamente hace tan sólo veinte días. También en una nefasta fecha de enero, martes 15, nos alienábamos junto a este dios cruel de los romanos, como si dos mil años que nos distancian fueran retroceso más que avance. Dice otro poeta, Ovidio, que Jano aseguraba que si las cerraduras de su templo no tuviesen bien guardada la Guerra, el mundo entero se inundaría de sangre y mortandad. Y que en otra ocasión decía que las Puertas de la Guerra permanecían cerradas en tiempos de paz para que ésta no se escapase y que se abrían en tiempos de guerra para permitir el regreso de los guerreros.

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Esta bellísima interpretación de Ovidio se transforma, pienso, en una casi profética visión que alimenta nuestra esperanza en el ferviente deseo de que las Puertas de la Guerra, hoy abiertas, lo sean para permitir el regreso de los combatientes. Aquella decisión final del rey del Lacio, que hemos recogido en el texto, de no abrir las funestas puertas, aunque a ello le obligaba su condición real, me devuelve la confianza en el hombre, pero tan sólo un instante porque, ¡ay! Virgilio y Ovidio son… poetas y a éstos ya el mismo Platón los había excluido de la República. Siento un escalofrío histórico que recorre mi propia médula mediterránea, síntesis de culturas y civilizaciones integradas, sin cabida para distinciones maniqueas entre Oriente y Occidente. Y presiento que este mismo escalofrío, este estupor ante lo irracional de la guerra, está atravesando medularmente a cuantos creen en el entendimiento y la razón como únicas armas verdaderamente humanas.

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LA PIEDRA Y EL AGUA

Como algo nuestro que es, no hemos podido dejar pasar por alto el debatido proyecto de remodelación de la plaza del Cardenal Belluga, y queremos manifestar una opinión sentida y compartida, que surge de lo más hondo de nosotros mismos. Sabido es que hoy se promueve desde la misma sociedad el cultivo de la identidad propia, aquella esencia que caracteriza y define los rasgos culturales que la historia de cada pueblo ha legado, como herencia vinculante y enriquecedora, a sus hijos. Nosotros, en Murcia, hemos sido desde siempre gentes fronterizas y crisol en donde lo diferente se iguala, receptivos y acogedores a lo de fuera. Pero no, ciertamente, gentes amigas de renunciar a lo propio, que es raíz y esencia viva. Esa condición nuestra, irrenunciable, nos lleva a considerar el agua como algo consustancial a nosotros mismos. El agua, por ansiada o por temida, está dentro de cada murciano, más como ensoñación, como obsesión incluso, que como realidad cotidiana y fácil. Y el árbol como fruto de aquella, como casi un hijo difícil y mimado. Agua, árbol, naranjo, azahar, elementos que, con la piedra, conforman una unidad armónica de personal belleza. Nos viene a la memoria ese todavía cercano Concierto de los 157

sentidos celebrado para festejar a nuestra más que centenaria Catedral. Se entendía que la percepción de la belleza no era sólo contemplación visual, sino total vivencia. Es cierto que la fuente y la plaza misma necesitan una restauración, que el arbolado precisa de un cuidado especial, pero ello no impide que se conserve en su significación aquello que en esta tierra es valor perenne: el agua, el surtidor, el naranjo… Pedimos, pues, que se conserve nuestra identidad cultural, manteniendo aquellos elementos junto a la noble arquitectura de nuestras piedras, para componer así el signo armonioso de una presencia de lo murciano en la plaza de Belluga. Hay ciudades que tienen un olor especial. Dejemos nosotros que Murcia huela a azahar en primavera. Y dejemos que al sonido de las campanas acompañe, también, esa engañosa pero bellísima canción del agua prisionera.

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COMENTARIOS PROPIOS A SUS ESCRITOS

DESCRIPCIÓN DE MARCEL

Lo variable. Marcel se personaliza en lo pasado; personas, hechos o simplemente situaciones. Al principio sí, Marcel es descrito como persona, luego, sus sucesivas descripciones deben ir diluyéndose; Marcel deviene cosa (en Proust la evocación surget con el sabor de la famosísima magdalena (mojada en el té)) hecho, situación, etc. Él era siempre más fuerte que yo. Mi yo era débil y vulnerable (cf. contraposición personalizada entre la evocación y la realidad presente) De Marcel sólo conocí este nombre. Bastaba para hacerlo real, (cf.Epopeya de Gilgamesh) pero no para encontrarlo. Era uno de sus misterios. Tal vez el mayor atractivo de Marcel fuera precisamente su inaquibilidad . La tortuga siempre me había parecido un ser irreal. Su lentitud vital no encajaba en mi propia órbita, en el vértigo del tiempo que me rodeaba. Y a la vez era como si cada una de ellas arrastraran sobre su caparazón la milenaria historia de su especie. Creo que en el fondo la abstracción tiempo tomaba para mí una extraña representación corpórea.

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COMENTARIO BREVE DE POEMA “ADIÓS”

La 1ª estrofa está inspirada, o despertada, si vale la expresión, por un amigo interior. La fe, no compasiva, de un hombre importante en otro, a quien ha “tallado” la vida a base de renuncias, puede significar para este un amanecer de esperanzas, de seguridad, de impulsos. Luego, la “irrealización”, el no cumplimiento de ese primer impulso puede crear el hundimiento total. Pero no creo en este. La propia confianza, el saberse comprendido en esa riqueza o posibilidad propia interior, basta para seguir el camino. El hombre siempre espera. Aún a su propio pesar. Lo importante es la palabra “mañana…” con ese “suspense” de futuro desconocido. Hay una fidelidad, dolorosa y exultante a la vez, a la persona que, en un momento de nuestra vida, ha pronunciado el “surget!” que nos ha devuelto la propia estima, la propia afirmación, en lo que, a veces, hemos intentado matar por amor de renuncia hacia el bien de otros. El texto termina en la esperanza. Pero no falsamente. A sabiendas de que la realización plena, el desarrollo total de la propia persona es algo que, aquí, en lo temporal162

espacial, sólo comienza, abre una puerta que el pie, mientras humano, no puede atravesar.

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COMENTARIO SOBRE “LA CALLE”

–Redacción en tercera persona. –Ruptura formal con el desenlace. 1ª parte: a) predomina lo fabulado, la fantasía 2ª parte: b) predomina el apoyo real, práctico como medio para conseguir aquello fabulado. La descripción debe ser minuciosa y en tiempo lento. Soltó la 1ª frase, pero breve y rotunda. 1.Ellos hablaban siempre de su asfalto sucio. Ellos compraban el periódico en su quiosco. 2.Ellos protestaban cuando llovía. Ellos tocaban con estrépito sus claxons cuando una segunda fila les impedía salir en esos cinco minutos densos de la primera prisa de la mañana de todos los días. Introducir paralelismo entre el ejemplo retrotraído de la infancia: ejemplo de las paralelas, como las aceras de una calle, decía el profesor.

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FANTASÍA Lo deseado podía venir. Pero había algo menos para ellos más para mí Fantasía, ir, viajar

Cuando llovía, el agua en mi calle se volvía río, y se llevaba calle abajo hasta perderse periódicos y papeles como barcos.

Un día nos mudamos. La plaza era grande y redonda. Ellos estaban contentos. Ellos contaban los árboles. Ellos contaban las flores de los macizos.

Había una fuente, pero yo sabía que el agua era la misma. Era un engaño. No podía escaparse nunca.

Todo giraba. La gente estaba. La gente no iba. No venía. Yo nunca sabía cuando un coche venía o se marchaba. La gente se sentaba. Daban vueltas. 165

La noria, aquella vieja mula que nunca llegaba a ninguna parte. La feria, los caballitos que nunca daban el salto que yo esperaba de ellos. No me gustaba que me bajasen a tomar el aire. Me gustaba oler desde mi ventana ese olor a gasolina, a gasoil. Era el olor del viaje, de la carretera. Sólo tenía que cerrar los ojos…. Así… Un día haré mi gran viaje. Lo estoy pensando, hace mucho tiempo. Volveré a mi calle. Quiero saber de donde se viene. Quiero saber como nace el puntito hasta hacerse coche y como, luego, se va haciendo pequeñito hasta hacerse otra vez punto. Yo quiero hacerme punto también, crecer, oler a gasolina y perderme y hacerme otra vez punto. Necesito volver a mi calle. Necesito que alguien me ayude ……….. Añadir solo madre. Así se separa más la diferencia entre deseo de libertad y condicionamiento.

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ESTRUCTURA NARRATIVA DE “LA CALLE”

(Fantasía) Propicia. X

Elemento A

Imaginación

========

(Estatismo) Propicia X Realidad vivida

Elemento B o

Contrastados

Vuelta al elemento A: VALOR INTENSIVO El elemento A y principal sugiere, provoca, genera el elemento C, clave y desenlace, que debe ser breve. (Realidad) Propicia El elemento C Se utiliza la Realidad próxima para conseguir la fantasía. ESQUEMA Andrés vive su calle. La familia de Andrés cambia de domicilio para mejorar. Andrés no se siente integrado en aquel, que está ubicado en una plaza. 167

El recuerdo del olor de la calle se identifica con viaje. Andrés ama lo desconocido. Se genera una situación de desarraigo ambiental. Andrés prepara el medio para conseguir la libertad y la realización de lo que desea. LA CALLE (Palabra clave) Calle. Larga. Horizonte desconocido. Las paralelas. Árboles infinitos. BUS. Estabilidad. Redonda. Quieta. No se va. No se viene. Se está. (La noria) Rebeldía. Contraposición. Contaminación. Olor gasolina POSITIVOS Aire puro, quietud, lo conocido, lo domesticado; El BUS, NEGATIVOS Juventud. Ansia de viajar. Necesidad de moverse. Libertad. Tuercas. Frenos. Silla de ruedas.

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COMENTARIO BREVE SOBRE “VIVIR”.

Según esto, vivir así – yo diría que de una manera “racional” – nos alejaría de toda masificación “snobista”. Y, además, nos colocaría en situación de revisión personal constante y seria, porque es inevitable que a nuestra propia esencia se le vaya adicionando el lastre del “ego”, que, tantas veces, quiere de nosotros no lo que es, sino lo que nos conviene que sea… Después de leer lo escrito anteriormente, parece como si partiéramos de un presupuesto evidente; vivir es tremendamente difícil, pero, acaso, sea innato al hombre mismo sentir el atractivo de lo que entraña precisamente un riesgo.

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ÍNDICE

ÍNDICE POEMAS Renacimiento (Corpus Christi, 2003) ................ Tiempo (1980)..................................................... El río de la vida................................................... Adviento del hijo (1988)..................................... Viento (1980) ...................................................... Adiós (1978) ....................................................... [Paisajes] ............................................................. La semilla ............................................................ Amigo (1972) ...................................................... Oración por la paja.............................................. Como del Rayo (1990)........................................ Impromptu (2003) ............................................... Danita sin cantor ................................................. Latido (1976)....................................................... [Portaste con tus manos] ..................................... Huída (1994) ....................................................... Plenitud (1994).................................................... [Quiero] ............................................................... Llanto en la Navidad (1970) ............................... A Quina (1942).................................................... Parabellum (1982)............................................... Árboles ................................................................ Te harás de nuevo compañía ............................... Recuerdo ............................................................. [Espera] (1989).................................................... [Mentira] ............................................................. In memoriam .......................................................

11 12 15 16 18 20 21 22 23 25 28 29 30 31 32 33 34 35 36 38 39 41 42 43 44 46 47 173

[En tu orilla] ........................................................ Caminando... (1971)............................................ Mañana …........................................................... Tú (1980)............................................................. Relevo (1975)...................................................... [Te has ido ya]..................................................... [Nací]................................................................... [Palmera …] ........................................................ Tú estás ahí (1980).............................................. A mi crucifijo roto............................................... Amén (1971) .......................................................

48 49 51 52 54 55 56 57 58 60 62

CUENTOS Y RELATOS A la niña de las mariposas (Premio II certamen “Raspa de Plata”, Murcia, 1962) ......................... El precio (Premio IV certamen “Raspa de Plata”, Murcia, 1964)...................................................... La calle ................................................................ Mi amigo Marcel (1983)..................................... En silencio........................................................... Sombras............................................................... Meditación frente al agua.................................... Cuando el silencio llega (Primer Premio de Prosa, Asociación de la Prensa, Juegos Florales, Murcia, 1964) ................................................................... Acuse de recibo (1964) ....................................... Carta a un muchacho del campamento de Cáritas... La caravana y el desierto .................................... Mayor que... menor que... igual a... (1973) ........

97 103 105 107 109

REFLEXIONES, PENSAMIENTOS E IDEAS EN FASE PREVIA Esencia y soledad del hombre (1984)................. Pensar ................................................................. Vivir..................................................................... [Verano]............................................................... Reflexiones sobre el Evangelio de Pascua.......... Apuntes para una historia de los hombres ..........

113 116 118 120 121 123

174

67 71 76 81 84 90 95

Apuntes para “La orilla” ..................................... Dedicatoria a Carmen Rosa (2004)..................... Hombre, punto cero............................................. Siempre, todo incompleto ................................... [Tengo trabajo...] ................................................. Centrípeto, Centrífugo ........................................ [Una sonrisa] ....................................................... [La vida] .............................................................. [Simul …] ............................................................ [Intransferibilidad] .............................................. [El hombre] ......................................................... [Desdoblamiento] ................................................ [Futuro y pasado] ................................................ [Había esperado] ................................................. [Ideas para una narración]................................... [La vida individual]............................................. [La inspiración] ................................................... [Necesitaba estallar] ............................................ [En círculo] ......................................................... [La simultaneidad] .............................................. [En totalidad]....................................................... Un… marco para un flash (2004) .......................

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OPINIÓN EN LA PRENSA Heysel (1985) ...................................................... 151 Las Puertas de la Guerra (1991) ......................... 154 La piedra y el agua (1990?) ................................ 157 COMENTARIOS PROPIOS A SUS ESCRITOS Descripción de Marcel ........................................ Comentario breve al poema “Adiós” .................. Comentario sobre “La calle”............................... Estructura narrativa de “La calle”....................... Comentario breve sobre “Vivir” .........................

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